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Por la Victoria y Barrios Altos anduvimos Anita, mi linda Anita, y yo -ella al volante
y yo "a los comentarios"- nada menos que un día de carnaval. Vimos la miseria de
otroras importantes barrios de la ciudad, pero en su salsa de carroña, por decirlo de
la manera más literaria, y aludiendo a la frase de Mario Vargas Llosa, que hice cien
por ciento mía, aquella tarde, según la cual los escritores somos como los buitres y
nos encanta alimentarnos de carroña -para luego defecar en nuestros libros, me
imagino-, en lo que sería, según esta lógica, el acto mismo de la creación literaria.
Porque meterse por la Victoria y los Barrios Altos en pleno carnaval, pero
ignorándolo, es ser observador y buitre, al mismo tiempo, turista al revés y
bulímico gustador de carroña, todo a la vez. Y por ello estoy seguro de que Anita,
que sí sabía que estábamos en pleno desborde carnavalesco- popular, y muy muy
pobre, también, prefirió dejarme feliz con mi infelicísima ignorancia, y dejó de
informarme durante buena parte del trayecto de que andábamos en épocas del rey
Momo.
*En: ANTIMEMORIAS II
La pobreza, como toda situación que tiene raíces profundas y numerosas causas,
lamentablemente no cambia rápidamente. No está limitada a su dimensión
económica. El pobre es un "insignificante" socialmente hablando, por falta de
recursos, por la desventaja cultural, por hablar una lengua considerada inferior en
una determinada sociedad o por ser mujer. Pero en esta situación general de la
pobreza, hay aspectos que han cambiado en América Latina. Hoy en día hablamos
de derechos humanos, hay reivindicaciones que provienen del mundo indígena.
Pero de ahí a una transformación más global de la sociedad desgraciadamente
estamos lejos.