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*Artículo de opinión.
En los primeros años de la década de los noventa del siglo pasado, surgieron en el
mercado los primeros receptores de televisión aprovisionados de un pequeño software
contenido en un circuito integrado de memoria electrónicamente borrable, atributo que
desde entonces, permite la re-escrituración de sus datos.
Desde sus inicios, el diseño del programa tuvo un propósito claro el cual consistió en
disminuir el número de partes en un chasis de televisión, reducir los costos de producción
y con ello, colocar el producto al alcance de la economía de cualquier bolsillo. Así convino
a los intereses de los dueños de los grandes capitales de la Industria Electrónica en el
mundo y no al consumidor, cuando en su tiempo, aquéllos quisieron difundir lo contrario.
Con sus honrosas excepciones, no tengo duda de que tal conducta es observada en
mayor medida en los técnicos carentes de una formación profesional adecuada, muy en
especial, en individuos con deseos fervientes de que todo lo que enfrenten les sea fácil
y rápido de resolver. En efecto, aludo a los personajes que desconocen todo
procedimiento de servicio electrónico en busca de la solución justa y que de ejecutarlo
con regularidad, les haría aspirar al título que irónicamente se adjudican ante su
clientela. “Servicio profesional en Pantallas de Plasma y LCD”. Así reza la publicidad
colocada en la marquesina de varios establecimientos a lo largo y ancho de la América
Latina.
“Cámbiale el Eeprom”
“Reconfigura la memoria”
“Ajusta los parámetros”
“Resetea la memoria”
“Coloca una memoria virgen”
Aunque contengan cierta dosis de veracidad, en el fondo, desde toda perspectiva, tales
mensajes resultan irresponsables. Invitar a una práctica simple y sin más alternativas
–las hay y son muchas-, resulta tan absurdo como ver en el cielo una nube y afirmar
categórico que lloverá enseguida y que además, hay que ponerse el impermeable y abrir
el paraguas.
Los hipotéticos asistentes en los foros de Electrónica, pocas veces o nunca describen la
manera apropiada para entrar al SET-UP de un modelo de televisión en particular incluso,
ignoran el procedimiento de navegación en las distintas páginas del mismo. Tampoco
toman el cuidado de adviertir a su alumno sobre los conflictos que la misma práctica
suele ocasionar de ejecutarse indebidamente. Algunos partícipes van más lejos: A riesgo
de convertir un tópico en un diálogo con tintes cómico-trágicos, invitan a su discípulo a
realizar las tareas enunciadas en un receptor que no lleva Eeprom y en más casos -que
tampoco dejan de ser infaustos- ni siquiera se dan cuenta que el posible destinatario de
tan iluminada asistencia, es un lector común y corriente; esto es, alguien que ignora por
completo la profesión, por ejemplo, el dueño del televisor, el mécanico de la esquina o
el empleado público que colecta la basura.
Inmersos en esta atmósfera agobiante, a resumidas cuentas, se entiende -de muy mala
forma, claro está- que en caso de consulta técnica tocante a receptores de televisión, es
suficiente con acudir a la Internet en donde desde hace tiempo, existe el recetario bestial
que ya describí. Para desgracia de el presente, tal ignominia se ha ceñido a sí misma la
categoría de algo que parece universal lo cual, sin duda, conduce hacia rumbos
equivocados: Nunca faltan personas que vinculan lo universal -tontería de vocablo tan
a la moda de un tiempo a la fecha- con una tarea fácil de ejecutar. Así que mucho
cuidado: