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La duración de las jornadas de trabajo es uno de los grandes debates de la sociedad actual.
Las opiniones respecto a esta temática se agrupan en tres ejes: los que apoyan la duración
actual, los que promueven jornadas más reducidas y los que apuestan por jornadas más
largas para tratar de aumentar la eficiencia de una empresa.
No obstante, la ciencia parece no tener un diagnóstico tan diverso. Con algunos matices,
todos los estudios realizados al respecto parecen coincidir en la necesidad de reducir
las jornadas de trabajo no solo para mejorar la productividad y la eficiencia de los
empleados, sino también para evitar posibles problemas de salud a medio y largo plazo.
La OMS advierte que, en 2030, la depresión puede ser una de las principales causas de
bajas laborales
Más allá de la salud, las largas jornadas de trabajo también están en entredicho por su
relación con la productividad. Son varios los estudios que afirman que, aquellas personas
que cuentan con jornadas más reducidas, logran aumentar su productividad, siendo
tanto o más eficientes que aquellos que sufren jornadas laborales más prolongadas.
La compañía Ford comprobó que prolongar las jornadas de trabajo derivan en una mayor
productividad y eficiencia durante las primeras semanas. Cuando ese periodo termina, la
productividad de los empleados comenzaba a disminuir drásticamente, mientras que
aquellos empleados con una jornada laboral más reducida mostraban unos niveles de
productividad y eficiencia más óptimos.
Según los expertos, el balance perfecto entre productividad y salud se sitúa entre las 7 y 8
horas de trabajo diaria. No obstante, algunos gobiernos ya estudian reducir por ley el
número de horas laborales por día con el objetivo de mejorar la eficiencia de los empleados
y el nivel de vida de los mismos.