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Mística y Psicología

A. GRÜN
Abadía de Münsterschwarzach (Alemania)

Desde hace unos cuarenta años los psicólogos se ocupan de la


mística. Es sobre todo la psicología transpersonal la que se ocupa de
los fenómenos místicos y comprende la mística como un camino
de sanación. La psicología transpersonal se ha desarrollado en USA
desde 1960. Pero tiene unos padres más antiguos, como C. G. Jung
y Roberto Assagioli, fundador de la Psico-síntesis. En USA, Ken
Wilber es uno de los principales autores que se preocupan de las
relaciones entre la mística y la psicología. Wilber conoce bien la
mística budista, más que la cristiana. Sin embargo, en su libro Eros,
Cosmos y Logos, dedica un largo capítulo a Teresa de Ávila y al
Maestro Eckhart. En los ojos de los actuales psicólogos la mística
se ha hecho de nuevo moderna. Esto nos anima a ocuparnos de la
mística cristiana.
Por otra parte la psicología es también una interpelación a nues-
tra experiencia mística, en cuanto es pura imaginación o proyección,
donde en nuestro anhelo por la mística se mezclan deseos infantiles
o grandes fantasías, donde malinterpretamos la mística como una
huida de la realidad.
A continuación quisiera dar la palabra a algunos psicólogos para
que expongan su actitud frente a la mística, y luego, de la mano de
Evagrio Póntico, el místico del primitivo monaquismo, iluminar la
unión entre mística y psicología.

REVISTA DE ESPIRITUALIDAD (63) (2004), 111-122


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1. MÍSTICA Y PSICO-SÍNTESIS

Roberto Assagioli, un psicólogo italiano amigo de Jung, muerto


en 1974, no sólo habla del subconsciente, sino también del supra-
consciente, que también llama conciencia espiritual. Esencialmente
es propio de los hombres. Quien entra en contacto con el supracons-
ciente, experimenta un ensanchamiento de la conciencia. Se sobre-
pasan los estrechos límites del ego «y se tiene la sensación de ser
miembro de una conciencia más amplia» 1. Assagioli describe la
experiencia mística como un despertar del alma y como un iluminar-
se o encenderse de la conciencia espiritual a través de lo cual se
transforma y renueva todo el ser. Llama a la mística iluminación.
Assagioli contempla la dimensión terapéutica de la experiencia
de iluminación. En ella los problemas, a los que yo me aferro, se
destruyen y yo lo comprendo. Iluminación es también aclaración de
mi conciencia, de tal forma que me puedo conocer a mí mismo con
más claridad. Para Assagioli la iluminación «es el desvelamiento del
sentido completo de la propia existencia» 2.
Pero la iluminación es más que el conocimiento del verdadero
«sí-mismo». En ella vemos también las cosas en su fundamento y
percibimos la verdadera luz «que habita en el alma humana y en
toda la creación» 3. Iluminación «es una visión, que muestra toda la
realidad o grandes áreas de ella en su esencia y en su totalidad. Es
la percepción de una luz, que se diferencia de la luz que vemos
ordinariamente y resplandece desde la misma realidad. Esta clase de
iluminación se la puede entender como revelación de la divinidad
inmanente, de la unidad de la vida universal» 4.
Assagioli ha desarrollado el método de la desidentificación. Se tra-
ta de que yo lo primero que percibo son mis sentimientos. Yo percibo
cómo se enciende en mí la ira. Yo contemplo esa ira. La parte en mí,
que contempla esa ira, no está afectada por la ira. Es un observador
inobservado. Se dice a sí mismo: «yo tengo ira, pero yo no soy mi ira».
1
R. ASSAGIOLI, Psychosynthese und transpersonale Entwicklung, Paderborn,
1992, p.28.
2
Ibid., p.79.
3
Ibid., p.105.
4
Ibid., p.78.
MÍSTICA Y PSICOLOGÍA 113

El observador inobservado es el «sí-mismo» espiritual. Está ya


curado y completo. Es nuestro fondo más íntimo, nuestro centro,
nuestra verdadera esencia. Es lo que Cristo ha designado como la
Perla de gran valor. Assagioli habla de la parte más íntima de no-
sotros. Es el espacio interior del silencio, del que habla la mística de
Evagrio Póntico, el lugar de Dios al que no tienen acceso ni los
pensamientos, ni las emociones.
La experiencia mística transforma la psique del hombre. El
místico experimenta en sí un nuevo nacimiento, el nacimiento
de Cristo en su corazón. Lo que los místicos llaman nacimiento de
Dios, tiene para Assagioli repercusiones terapéuticas. El nacimiento
de Dios es a la vez la experiencia «de liberación de nuestros com-
plejos e ilusiones, de nuestra identificación con distintos papeles,
que desempeñamos en nuestra vida, con las distintas máscaras que
portamos» 5.
Para Assagioli un importante camino de la mística consiste en la
transformación de la energía sexual en energía espiritual. El camino
conduce primeramente a la transformación de la energía sexual en
energía emocional y luego en amor espiritual a otros seres y a Dios.
Esto se consigue solamente, cuando uno se comporta amistosamente
con la sexualidad y se la comprende como un buen don de Dios.
La meta de la sexualidad es el éxtasis del amor. Así funciona el
anhelo, que se esconde en la sexualidad; en definitiva une. Éxtasis
del amor de llegar a ser uno con Dios. Así piensan los místicos
cuando hablan de la unión mística, de las bodas místicas. En ella
el hombre se hace uno con Dios y a la vez consigo mismo. Cesa el
eterno antagonismo entre el espíritu y el instinto. Todas las fuerzas
en el hombre se hacen uno con Dios.
Esto conduce al hombre a una profunda paz interior y armonía.
En este estado experimenta el hombre finalmente, lo que también
quiere conseguir una buena terapia. Sin embargo esta experiencia de
ser uno no se consigue fácilmente, es un regalo. Lo que el hombre
puede hacer es: abandonarse totalmente a la unidad con Dios.

5
Ibid., p.111.
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2. MÍSTICA Y PSICOLOGÍA TRANSPERSONAL

La psicología transpersonal se remonta a Abrahán Maslow.


Maslow habla de necesidades transcendentales del hombre. Necesi-
dad o aspiración a la verdad, a la belleza, a la bondad, el ensancha-
miento de la conciencia, la experiencia mística, el ser uno consigo
mismo y con Dios. De estas necesidades transcendentales dice él:
«ellas exigen adoración y veneración y reclaman sacrificio. Vale la
pena vivir y morir por ellas. Hundirse y fusionarse con ellas es
la felicidad más alta de que es capaz el hombre» 6. La vida espiritual
pertenece esencialmente al hombre. Una psicología que descuida la
dimensión espiritual del hombre, no le hace justicia. No es capaz de
conducirlo a su verdadero «sí-mismo», al auténtico fondo del ser
hombre.
Maslow habla de experiencias-cumbre, que en definitiva se
parecen a las experiencias místicas. «El hombre penetra en el Abso-
luto, se hace uno con él, aunque no sea más que por un breve
momento. Ese momento cambia la vida. Muchos han dicho sobre
eso, que en ese instante el espíritu del hombre se detiene, y que en
ese momento sin tiempo explota la paradójica, mudable e inmutable
naturaleza del universo» 7. Las experiencias-cumbre tienen siempre
que ver con el éxtasis. Se nos arranca de la angostura de nuestra
percepción y nos hacemos uno con el misterio de todo ser.
Las experiencias-cumbre se parecen a las experiencias de ilumi-
nación o de hacerse uno, como las describen la mística griega y la
mística del Maestro Eckhart. También las experiencias de Santa
Teresa debemos designarlas como experiencias-cumbre. Tales expe-
riencias-cumbre, piensa Maslow, hacen la vida verdaderamente rica.
Una psicología que se cierra a esas experiencias, no hace justicia al
hombre; le reduce a sus necesidades vitales.
Otros representantes de la psicología transpersonal son Walsh,
Fadiman y Bugental. Walsh es de la opinión, lo mismo que Jung,
que la auténtica curación del hombre sólo se consigue, cuando tiene

6
A. MASLOW, «Eine Theorie der Metamotivation», en: R. N. WALSH U. F.
VAUGHAN (Hrg.), Psychologie in der Wende, München, 194-201, p.152.
7
Ibid., p.146.
MÍSTICA Y PSICOLOGÍA 115

acceso a lo numinoso, a lo divino. Sin relación con lo divino las


heridas no se curan realmente. Para quien experimenta a Dios en lo
profundo de su alma, poco a poco desaparecen «las costumbres
perjudiciales y las necesidades aparentemente irrenunciables» 8. La
meta de la psicología transpersonal no es acabar con sus heridas,
más bien quiere conducirlo a un estado «que las distintas tradiciones
conocen como certeza, liberación, iluminación o gnosis» 9.
El camino hacia esa liberación es el camino del desprendimien-
to, en definitiva, de la ascesis. Los psicólogos transpersonales ha-
blan aquí de la mística de la muerte del yo. Pero no piensan que se
debe quebrar al yo; más bien entienden la muerte del yo como una
liberación de todas las falsas autoapreciaciones o ilusiones que nos
hacemos de nosotros mismos.
Cuando vivimos la vida con toda su altura y profundidad, con
sus éxitos y sus fracasos, entonces nuestras ilusiones desaparecen,
como si a través de la psicología o espiritualidad pudiésemos garan-
tizar el éxito de nuestra vida. Se resquebrajan nuestras ideas sobre
la vida y así el yo se abre al misterio de Dios. En lugar de la muerte
del yo, también hablan los psicólogos transpersonales de la auto-
transcendencia; ella no sólo nos abre a Dios, sino que crea una
nueva relación con el mundo y todos los hombres. «Aquí se expe-
rimenta uno a sí mismo ya no más como aislado, sino como parte
de un gran todo, como profundamente unido y en relación con
todo» 10. Cesa el buscarse a sí mismo; más bien se está preparado
para servir. La meta no es dominar el mundo, sino participar en el
misterio del ser.
James Bugental ve la meta de la terapia en conducir al hombre
a su patria interior. Piensa que mucha gente busca la solución de sus
problemas psicológicos en el mundo exterior. Ellos piensan que si
éste o aquél les prestasen más atención o fuesen más amables, todo
sería mejor. O se espera la curación de un terapeuta. Sin embargo
la verdadera curación se da en el interior.

8
J. FADIMAN, «Der transpersonale Standpunkt», en: Psychologie in der
Wende, o.c., p.194.
9
Ibid., p.200.
10
Ibid., p.208.
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Bugental piensa que una gran parte de nuestras necesidades y


problemas se deben reconducir, «que vivimos como desterrados,
desterrados de nuestra patria, el mundo interior de nuestras expe-
riencias subjetivas» 11. Esta forma de ver se encuentra en el Evange-
lio de Juan. Juan entiende que la verdadera miseria del hombre está
en haber sido apartados de la fuente divina y encontrarse alienado.
Jesús, el Revelador, le abre los ojos para que a través de la fe pase
de la muerte a la vida, para que vea el mundo tal como procede de
Dios.
Bugental entiende que la verdadera misión de la psicotera-
pia consiste en conducir al hombre a su patria interior. «Nuestra
patria está dentro y allí somos soberanos. Mientras no descubra-
mos esta antigua verdad, y ciertamente cada uno para sí y a su
manera, estamos condenados a vagar de aquí para allá y buscar
consuelo donde no se da, en el mundo exterior» 12.
La verdadera curación del hombre acontece cuando entra en
contacto con su patria interior, con el santuario interior, del que
habla la carta a los hebreos. Ahí donde Dios mora en mí, ahí estoy
sano y entero. La experiencia de Dios en el espacio interior del
silencio me libera del poder de los hombres, del poder de sus expec-
tativas, de sus juicios. Ahí no tienen ningún acceso mis propias
emociones, mis miedos y tristezas. Ahí donde todo es silencioso,
soy completamente yo mismo. Ahí entro en contacto con mi verda-
dero «sí-mismo». Con el niño divino, como lo llama el psicólogo
americano John Bradshaw.
La verdadera curación no consiste, pues, en sentirme mejor con
mis problemas o arreglármelas mejor con mis miedos y depresiones.
La meta de la psicología transpersonal, más bien, es llevarme a otro
nivel, al nivel de la experiencia mística. La experiencia mística di-
suelve o desata mis bloqueos. Si experimento a Dios, ya no estoy
atado a mi antiguo modelo de vida. Pero no se deben alimentar
expectativas no reales.
En el momento de la experiencia de Dios estoy libre de mi
modelo de vida neurótico. Pero al siguiente momento, de nuevo se

11
J. BUGENTAL, «Stufen therapeutischer Entwiclung», o.c., p.216.
12
Ibid., p.217.
MÍSTICA Y PSICOLOGÍA 117

apodera de mí. Sin embargo, quien una vez ha tenido la experiencia


mística de la libertad interior y el sentirse uno consigo mismo, a ese
se le relativizan los problemas. Están ahí; aparecen de nuevo, pero
no se apoderan de él. Los observa, los percibe, sin luchar contra
ellos, desarrollan una contrafuerza tan fuerte que continuamente
tenemos que tratar con ello. Si yo lucho con mi miedo, ya sea
psicológico o espiritual, me perseguirá a todas partes. Si me recon-
cilio con mi miedo en el fondo de mi alma, donde Dios mora, se
relativiza. En el momento de la experiencia mística no está ahí;
regresa de nuevo, pero no se hace dueño de todo el hombre.

3. MÍSTICA EN LA PSICOLOGÍA DE PETER SCHELLENBAUM

El terapeuta suizo Peter Schellenbaum, fue primero sacerdote y


capellán de estudiantes en Munich. Hizo su tesis sobre Teilhard de
Chardin. Después de su salida ha estudiado psicología y ha desarro-
llado una forma propia de terapia, basada en la psicología de Jung.
Trabaja con rituales espontáneos. Y en su psicología ha contempla-
do la dimensión mística. Para él, el camino a la serenidad interior es
importante. Ahí juega un papel relevante la meditación, que «signi-
fica abandonarse a los acontecimientos, no oponerse, no separarse,
experimentar la relajación» 13.
La meta de la meditación es desprenderse de lo que mi «ego»,
mi voluntad aislada quiere, y abandonarse a la realidad, tal como es.
Schellenbaum se refiere en su descripción de la serenidad al Maes-
tro Eckhart. «El Maestro Eckhart habla en este sentido del no-saber,
no-tener, no-querer. La psicología que sigue en todo al sujeto huma-
no no sobrepasa las fronteras del propio método, desemboca final-
mente en la mística» 14.
Por mística entiende Schellenbaum la actividad de no-querer-
poseer, de serenidad, de armonía con todo lo que existe. La mística
para él consiste en un amor que no se aferra, que ama la totalidad
con todas sus contradicciones. Así describe ese amor: «el antiguo

13
P. SCHELLENBAUM, Die Wunde der Ungeliebten, München, 1989, p.172.
14
Ibid., p.172.
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amor en el adueñarse y ser retenido, en apegarse y estar apegado,


el amor por debilidad o desesperación ha quedado atrás. Él se ima-
gina un amor que abarca el amor a lo lejano y a lo que no es amado,
un amor que incluye la soledad, sobrio y ardiente a la vez, que no
quiere nada determinado y por eso está disponible y abierto y un
amor que cura las heridas de amor al ser capaz de amarlas» 15.
El deseo del hombre es amar y ser amado. Sin embargo la meta
de este deseo finalmente es ser amor. Quien hace esta experiencia
que sencillamente es amor, que está inundado por un amor, que
apuesta por todo, ese ha experimentado a Dios y entiende lo
que dice San Juan: «Dios es amor y quien permanece en el amor,
permanece en Dios y Dios en él» (1 Jn 4,16).
Es un amor libre del querer poseer. Entregarse a este amor,
significa hacerse uno con todo. Para Schellenbaum mística es ha-
cerse uno con el mundo y así con su fundamento, con Dios, que es
puro amor y cuyo amor podemos experimentar cuando nos entrega-
mos a él.
En el año 2000 Peter Schellenbaum escribió un libro con el título
Conformidad con lo maravilloso. Lo maravilloso es para él una cifra
del misterio del ser, en definitiva de lo divino. «Todo lo nuevo co-
mienza con el milagro de una revelación, pero una revelación que no
exige ningún acto de fe, sino una sencilla atención» 16. Lo maravilloso
nos agarra y «exhala el brillo de una verdad experimentada directa-
mente» 17. Schellenbaum piensa que nuestra vida camina siempre en-
tre la mística y el modelo en ir y venir. En la experiencia mística nos
liberamos de nuestros modelos de vida, de modos de percibir, pensar
y obrar. Sin embargo en la vida de cada día de nuevo se hacen vivos
los modelos. Para Schellenbaum la experiencia mística es un paso
decisivo en el camino de la liberación del dominio del modelo. Lo
maravilloso se apodera de nosotros. Lo experimentamos de una for-
ma directa en lo que no se puede fingir; irrumpe de forma sorpren-
dente e inesperada en nuestra vida. Nosotros no podemos hacer nada.
Sucede sencillamente en nosotros. «Lo maravilloso salta las fronteras
15
Ibid., p.174.
16
P. SCHELLENBAUM, Im Einverständnis mit dem Wunderbaren. Was unser
Leben trägt, München, 2000, p.21.
17
Ibid., p.22.
MÍSTICA Y PSICOLOGÍA 119

de lo experimentado hasta ahora, el pensar, el sentir y el obrar» 18. Es


una vivencia mística que no podemos reducir a un discurso lógico.
Sólo se puede contar en una historia de milagros; lo maravilloso se
nos aparece como un milagro.
Mística es para Schellenbaum la experiencia de unidad con todo
lo existente. Sin embargo él llama la atención ante la borrachera del
todo-unidad que borra todas las fronteras reales. «Sin una polaridad
vivida, ninguna unión experimentada... Por los frutos de la relación
se puede reconocer si se trata de una mística despierta y verdadera
o de una fusión regresiva» 19. Schellenbaum habla de la experiencia
mística primigenia, que subyace a todas las religiones. Y espera que
esta experiencia mística primigenia, que él designa como conformi-
dad con lo maravilloso, lleve también a un auténtico desarrollo de
la religiosidad en la iglesia cristiana, «después de décadas de estan-
camiento, de combates de retirada y de atrincheramiento defensivo
para una simple autoconservación» 20.

4. MÍSTICA Y PSICOLOGÍA EN EVAGRIO PÓNTICO

Hasta ahora nos hemos interrogado por la actitud de la psicolo-


gía actual frente a la mística. Sin embargo los mismos místicos han
visto ya la relación entre mística y psicología. Yo quisiera presentar
como ejemplo de unión entre ambos polos al mayor psicólogo entre
los autores monásticos: Evagrio Póntico.
Para Evagrio Póntico la contemplación es la meta del hombre,
la pura visión de Dios sin pensamientos, ni imágenes, el ser uno con
Dios en el fondo del alma. Sin embargo el camino que conduce a esa
unión pasa por el encuentro con los nueve «logismoi», con las pro-
pias pasiones y emociones. El hombre debe aprender a comportarse
con sus pasiones y emociones de tal modo que no le dominen, sino
que las integre en su vida espiritual. La «apatheia» es el presupuesto
psíquico para la contemplación. La «apatheia» es un estado de paz

18
Ibid., p.30.
19
Ibid., p.147.
20
Ibid., p.150.
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interior. Me he liberado de estar aferrado patológicamente a mode-


los de vida, de las complicaciones de mis modos de actuar.
Evagrio Póntico llama a la «apatheia» la salud del alma. Sólo
un alma sana es capaz de unirse con Dios. Pero también al revés,
dice Evagrio: el monje consigue la salud del alma, la apatheia, no
simplemente con el dominio de las pasiones, ni con la ascesis; el
cumplimiento exterior de los preceptos no es capaz de sanar las
fuerzas de nuestra alma. «Esto se debe aún completar por un actuar
contemplativo, que le es más natural y este actuar debe penetrar en
el espíritu» 21. La contemplación es, por tanto, la auténtica sanación
del hombre.
Para Evagrio «mística» significa que las imágenes interiores del
alma se han curado. La mística penetra en las raíces del alma, allí
donde frecuentemente está determinada por modelos de vida neuró-
ticos. John Eudes Bamberger, psiquiatra y abad de la abadía trapen-
se de Genessee, describe la psicología, que está fundamentando la
mística de Evagrio, así: «Sólo donde las imágenes e ideas del alma
y espíritu han sido plenamente transfiguradas por la pura luz de
Dios, hasta donde esto es posible, pueden desarrollarse armónica-
mente en un florecimiento esplendoroso las actitudes del hombre y
sus actividades, superando las antiguas desarmonías. Estas imágenes
son purificadas y transformadas por la contemplación de la luz di-
vina, que se refleja en el alma. El hombre no llega a la plenitud
simplemente por su propio hacer, un hacer que va del exterior al
interior, él debe aún ser transformado en lo profundo del espíritu,
donde en el último rincón de su ser se ocultan las imágenes incons-
cientes e inalcanzables al mundo exterior» 22.
La contemplación penetra lo profundo del alma humana; purifi-
ca las imágenes interiores y elimina los modelos estructurales neu-
róticos. Sin embargo el camino a esa purificación interior, según
Evagrio, pasa por la dedicación psicológica a las propias pasiones.
El monje debe observar exactamente las pasiones, investigar sus
relaciones y luego, de forma prudente, tratar con ellas. El trato con

21
J. E. BAMBERGER (Hrg.), Evagrius Ponticus, Praktikos. Über das Gebet,
Münsterschwarzach, 1986, p.16.
22
Ibid., p.22.
MÍSTICA Y PSICOLOGÍA 121

los pensamientos y pasiones, tal como lo describe Evagrio, podría


presentarse en un libro de texto de psicología de hoy día.
Las relaciones de la psicología y la mística las contempla
Evagrio desde dos lados. De un lado el monje debe ocuparse de la
propia psique para que las pasiones no molesten e impidan la con-
templación. Este peligro lo experimentamos hoy con frecuencia de
tal forma que las estructuras psíquicas omitidas se mezclan en la
experiencia mística. Cuando un camino espiritual se salta la dimen-
sión psicológica, en breve tiempo se hace autoritario. Se puede
hablar mucho de mística de unión y no se observa cómo las tenden-
cias divididas de la propia alma dividen al grupo, cómo con su
mística se colocan por encima de los demás creyentes, que no tienen
ni idea de la auténtica experiencia espiritual.
Por otro lado Evagrio está convencido de que la consciente dis-
puta con la propia psique no basta para curar al hombre en lo pro-
fundo de su alma. La contemplación, para la que uno se prepara a
través del trato con las pasiones, purifica y sana al alma en lo pro-
fundo. Que el alma está curada se manifiesta en que el hombre ve
su propia luz. En esa luz interior ve la huella de Dios en su propio
corazón. Así describe Evagrio esta experiencia: «Cuando un hombre
ha depuesto al hombre viejo y se ha revestido del nuevo, que es una
creación del amor, entonces, a la hora de la oración reconocerá
cómo su estado se parece a un zafiro que alumbra clara y brillante-
mente como el cielo» (PG 40, 1240 A).
Evagrio llama «apatheia» a este estado. Es un estado de pureza y
claridad, de libertad de todas las proyecciones. Su discípulo Casiano
ha traducido este estado como puritas cordis, como pureza de cora-
zón. Y ambos, Evagrio y Casiano, equiparan este estado con el amor.
Pero es un amor que no quiere poseer nada, sino puro amor divino,
que lo penetra todo, que a nada se aferra, sino que todo lo ve a la luz
del amor de Dios, para el que todo es claro y todo lo ilumina.

CONCLUSIÓN

En la primitiva iglesia también los místicos han descrito la di-


mensión psicológica de la experiencia de Dios. «Quieres conocer a
122 A. GRÜN

Dios, antes conócete a ti mismo», dice Evagrio. Los Padres de la


iglesia sabían que en nuestra experiencia de Dios también las nece-
sidades reprimidas pueden mezclarse y falsificarla. Por eso es im-
portante la purificación del alma para abrirse camino hacia Dios. Y
la humildad, la humilitas, el valor para descender a la propia profun-
didad y oscuridad, es el presupuesto de la verdadera mística. Hoy
frecuentemente la mística es elogiada como el camino que soluciona
todos los problemas. A esto Evagrio lo llama «Hybris», que lleva al
hombre a una división interior. Se necesita una relación sana entre
mística y psicología.
Es grato que hoy muchos psicólogos se dediquen a la mística.
Por desgracia la mística cristiana con frecuencia no les es muy fa-
miliar. Prefieren relacionarse con la mística oriental. Para mí es una
tarea importante, que nosotros describamos hoy nuestra mística cris-
tiana y que vayamos por nuestro camino místico de tal forma que
sea comprensible para los hombres y que responda a su anhelo de
transformación interior y curación, pero que vaya más allá de la
necesidad de sentirse bien y desemboque en un hacer que transforme
el mundo desde la experiencia de Dios. Por los frutos les conoceréis,
decía Jesús. Esto vale también para la mística. Sólo una mística que
transforma la psique del hombre y le capacita para un nuevo com-
portamiento, corresponde a la mística que los Evangelios ponen ante
nuestros ojos.
Ken Wilber piensa que la escena espiritual en los últimos 20
años en USA ha sufrido una regresión narcisista. Se trata sólo de
sentirse bien. La Biblia nos señala otro camino. En el Evangelio
de Mateo, Jesús es el maestro de la sabiduría, más que Salomón. El
une en sí la sabiduría de oriente y occidente. Él no sólo nos enseña
una nueva forma de orar, sino también una nueva forma de obrar.
En medio del Sermón de la montaña está el Padrenuestro. La ex-
periencia de Dios como nuestro Padre y nuestra Madre es el pre-
supuesto para una nueva conducta. Pero también vale al revés:
solamente cuando la experiencia de Dios se expresa en un nuevo
comportamiento, en una nueva actitud, que cura la grieta de la so-
ciedad humana, es una auténtica experiencia de Dios, es mística en
el sentido de Jesús.

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