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A LOS PADRES

10 consejos para enfrentar la primera adolescencia

Entre los 10 y los 14 años los niños cambian física, emocional y mentalmente con una rapidez
abrumadora. Andan mal genio, quieren estar solos, les preocupa un cuerpo que sienten
desconocido y sus pares pasan a ser fundamentales. Los especialistas recomiendan aprovechar
la cercanía adquirida durante las vacaciones para seguir con las salidas y conversaciones en
familia. Estas son algunas pautas para hacerlo.

Por Ximena Urrejola B.

1 Elogios sinceros:

Para el inicio de la adolescencia se espera que el niño haya cumplido una serie de tareas
evolutivas que le entregan seguridad en sí mismo: la capacidad de colaborar con los demás y de
tomar iniciativas. Sin embargo, no todos llegan a esta fase con las etapas cumplidas, sino que
con "moratoria" o rezagados. Cifras epidemiológicas indican que el 25 por ciento de los niños
llega a esta etapa con algún tipo de problema biológico, sociológico (como timidez) o social
(víctima del bullying). Por eso, hay que hacerse ciertas preguntas: ¿Nuestro hijo se siente bien
consigo mismo? ¿Es alegre? ¿Creativo? ¿Tiene amigos? ¿Le está yendo razonablemente bien
en el colegio? ¿Tiene la capacidad para enfrentar situaciones difíciles? ¿Cómo se está
comunicando con nosotros? En esta etapa suelen sentirse inadecuados y por primera vez se dan
cuenta de que no hacen todo bien, sobre todo porque los cambios en sus vidas a veces llegan
más rápido que su capacidad para adaptarse a ellos. ¿Conclusión? Se agudiza la falta de
autoestima, pero existen algunos métodos que pueden ayudarlos.

Primero: Dele la oportunidad para tener éxito. Fomente la confianza en sus propias habilidades
alentándolo a realizar alguna actividad (teatro, fútbol, karate, computación, piano, lo que sea),
que disfrute y que le ayude a destacar sus mejores rasgos. Nunca hay que obligarlos a realizar
una actividad que ellos no hayan escogido; sólo logrará que su hijo se frustre más.

Segundo: Para confiar en sí mismos debe arreglárselas solo con sus problemas. Si siempre está
pidiendo la ayuda de los padres, su desarrollo emocional se verá parcialmente truncado.

Tercero: En esta etapa, los elogios significan mucho para los adolescentes cuando provienen de
quienes más quieren y en quienes se apoyan (sus padres), pero esos elogios deben ser
sinceros; se dan cuenta fácilmente cuando no lo son.

Cuarto: Tenga paciencia. Acuérdese de su propia experiencia y de que la confianza en uno


mismo llega después de años de éxitos y fracasos en la vida.

2 Visitar al doctor:

Muchos niños volverán al colegio habiendo cambiado la voz. También en esta etapa hay
evidentes transformaciones en su estatura y su figura. Como era de esperarse, ellos están muy
preocupados de su apariencia física, si están altos, bajos, gordos, flacos o con espinillas. Por
eso los especialistas recomiendan llevarlos al doctor para que tengan un control de su desarrollo
físico; así se sentirán apoyados. Además, como la velocidad del cambio depende de cada niño,
muchos adolescentes necesitarán que se les asegure que estas diferencias en el desarrollo son
normales y que pronto se van a equilibrar.

3 Enséñeles a reflexionar:

Los mecanismos cerebrales de los jóvenes terminan de desarrollarse entre los 18 y 20 años; por
eso son tan impulsivos. Pedirles que sean de otra manera es lo mismo que pedirles algo
imposible. En este sentido, los padres deben ayudarlos a moderar su impulsividad, que aprendan
a reflexionar sobre sus actos para que tomen las mejores decisiones posibles. A esta edad no
tienen sólo el pensamiento concreto de los niños, sino que además ya pueden abstraer y
ponerse en el lugar del otro, características de un pensamiento más adulto. Se supone que ya
adquirieron una formación y en esta etapa están comparando lo que aprendieron en la casa y en
el colegio con lo que ven afuera, en el grupo de pares y los medios de comunicación. Por esta
razón, hay que tomar en cuenta seriamente sus opiniones y mirarlos a los ojos cuando están
hablando. Ellos esperan que no los traten como niños. Estos cambios dan pie a que muchas
veces los padres no estén de acuerdo con sus hijos, pero hay que abrirles la puerta para poder
conversar e intercambiar opiniones. Así disminuyen las tensiones.

4 No libre batallas inútiles:

La tarea principal de la adolescencia es lograr la propia identidad. Esto significa para los papás
darles una segunda autonomía (la primera fue entregada cuando chicos) y también que la familia
se abra para favorecer este proceso. Como es esperable, a esta edad los niños empiezan a
pedir permisos, los que deben ser progresivos y permanecer siempre en el terreno de la
negociación. La libertad la tienen que ir alcanzando de acuerdo a lo que puedan ir manejando y
vayan cumpliendo. Por otro lado, se aconseja no librar batallas inútiles: el tipo de ropa o el largo
del pelo no son importantes mientras mantengan una buena relación con su familia, con sus
pares, si les va razonablemente bien en el colegio. Dentro de esta búsqueda del adolescente la
familia también tiene que cambiar, desarrollarse y no quedarse estancada como cuando era una
familia de niños chicos. Los padres tienen que esforzarse para que su nido siga siendo atractivo
para sus hijos, un espacio interesante, de conversación de distintos temas, abierto, pero al
mismo tiempo protector, acogedor, cálido y sin gritos.

5 Hable de sus experiencias para estimular la comunicación:

Los adolescentes no se caracterizan por sus destrezas comunicativas, especialmente con sus
padres, porque sienten que éstos los interrogan. Tampoco hay recetas mágicas; lo que funciona
bien para lograr que un hijo hable sobre lo que le es importante no siempre funciona con otro. Sí
se puede intentar con el modelling, es decir, contar lo que a uno le pasó en el trabajo para que él
cuente lo que le pasa en el colegio. También es importante crear oportunidades para hablar,
estar disponibles, porque los adolescentes no comparten cuando sus padres se lo piden, sino
que cuando "ellos" quieren. Hay que hablar sobre sus diferencias; cuando éstas surgen,
compartir sus preocupaciones con su hijo firmemente pero con calma previene que estas
discrepancias se conviertan en batallas. Lo otro que sirve es no reaccionar exageradamente. Si
su hijo le dice "me tomé una cerveza" y usted se altera, lo más seguro es que nunca más le
vuelva a contar. Además, si los padres lo critican cuando está contando algo, lo que él verá es
que su franqueza trae castigo y no una recompensa. Lo otro importante es hablar sobre cosas
que a ellos les interesan, de sus aficiones. Si usted le pregunta "¿Qué hiciste en el colegio?", lo
más probable es que él responda "nada". Hacerle preguntas sobre actividades específicas será
un mejor inicio para la conversación.
6 Abra las puertas de su casa:

Aunque los niños están principalmente influenciados por su familia, a esta edad aparecen los
medios de comunicación y los grupos de pares. En este sentido, necesitan cierta privacidad. Los
papás les tienen que preguntar a dónde van o con quienes se juntan , pero no pueden meterse
en todo. Hay que tratar de conocer a los amigos, invitarlos a su casa; si es posible, conocer a
sus padres. También hablarles sobre la amistad y cómo resistir la presión por desobedecer las
reglas o los valores que se les han inculcado; enseñarles a cómo zafar de situaciones de riesgo.
Cuando un adolescente "engancha" con un adulto de confianza, funciona mejor que cualquier
programa antidrogas o antialcohol. Las "malas juntas", que tienen que ver con acciones y no con
apariencias, tienen que ser tema de conversación y no de confrontación. De todas maneras hay
que revisar qué les gusta de estos amigos, porque puede existir un problema de identidad o
autoestima arrastrado desde la niñez; y hay que fomentarles que amplíen su círculo de
amistades.

7 Información, no amenazas:

El consumo de drogas y alcohol produce alteraciones cerebrales en esta etapa en que el cerebro
se está desarrollando. Hay que informarlos con un criterio educativo y de cuidado. No como una
sanción. Es importante estar conscientes de que si un adolescente consume alcohol,
probablemente comenzará con las relaciones sexuales, aunque no esté preparado mental ni
emocionalmente, o con los pequeños robos y las mentiras. Debe fijarse en su comportamiento:
Si anda deprimido, cansado y no cuida su apariencia; extremadamente mal genio; si tiene
nuevos amigos que nadie conoce; si baja las notas y pierde interés por sus aficiones favoritas, y
toda conducta que parezca extraña.

8 Más participación de los padres en el colegio:

Muchos adolescentes no se sienten identificados con los procesos escolares, por eso la
participación de los papás es fundamental. Ellos pueden ser mediadores entre el joven y su
colegio, ya que cuando dos personas significativas o dos entes importantes para el niño se
contraponen, éstos se confunden y su desarrollo no es el esperado. Usualmente durante los
primeros años del colegio los padres participan bastante, pero cuando sus hijos tienen 10, 11
años esa participación se reduce pero la necesidad de atención se mantiene.

9 Ayúdelo a ponerse metas:

La sobreexigencia escolar ha dejado de lado en los jóvenes la exigencia razonable para


desarrollarse integralmente como personas. Los padres deben ayudarlos, sabiendo que lo más
importante es que el joven se sienta bien consigo mismo y con su entorno. Es positivo que los
adolescentes se pongan metas, que le encuentren sentido a lo que están haciendo, pero al
mismo tiempo tienen que aprender a perder, a no frustrarse y a darse cuenta de que si se sacan
una mala nota el mundo no se acaba. Según los especialistas, los deportes en equipo fortalecen
estas conductas. También, los papás tienen que aprender a felicitar a sus hijos sin condiciones. A
las consultas médicas llegan jóvenes que han bajado un promedio de 6,5 a 6,3 cuyos padres les
dicen: "Te felicito, pero bajaste", con lo que se les quita todo lo que se les otorgó, sin considerar
los acontecimientos que vivió el joven durante el año o las actividades extraprogramáticas -
muchas veces impuestas por los mismos progenitores- que tuvo que realizar simultáneamente
con los estudios.
10 Dar consistencia a los valores familiares:

Los hijos deben tener claro que los nuevos espacios que se han ido ganando siempre tienen que
ser consistentes con el entorno ético y valórico de la familia, lo que significa responsabilidades,
deberes, rutinas y hábitos que todos los miembros deben cumplir.

Ximena Urrejola B..

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