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The
Fall of Rome, por Thomas Cole (1801-1848)
Pero antes de detallar las causas de la caída del Imperio Romano hay que
aclarar varios errores históricos sobre el tema: La históricamente
denominada “Caída del Imperio Romano” se refiere únicamente a la
pérdida de su parte occidental en el año 476 dC, pero ese no fue el fin del
Imperio Romano, pues el Imperio Romano Oriental (denominado Imperio
Bizantino) perduró hasta la caída de Constantinopla(Bizancio) a manos del
Imperio Turco en 1453. Los historiadores occidentales, desde un punto de
vista eurocentrista, han considerado erróneamente que la caída de Roma era
la caída del Imperio Romano, pero eso es mentira, ya que su parte oriental
perduró hasta el fin de la Edad Media.
Pero este imperio culto, pacifico y tolerante con todos los cultos religiosos
entraría en crisis y se desmoronaría finalmente por varios motivos de orden
político, religioso, social y económico. La primera herida mortal para el
imperio fue la denominada “crisis del siglo III d.C”, una crisis económica,
social y política, generada por la fuerte inflación, las constantes guerras
civiles entre generales por coronarse emperadores y la llegada de los
primeros bárbaros.
El estado, para poder resistir la tremenda inflación que creó, tuvo que
empezar a cobrar los impuestos en grano. La crisis económica afectó a todo
el Imperio, ya que estaba ocasionada por un problema monetario, y todas
las provincias del Imperio tenían la misma moneda. Esta crisis generó que
numerosos campesinos se arruinaran y emigraran a las ciudades en busca de
trabajo, generando superpoblación en muchas de ellas, lo que a su vez
generó epidemias por la falta de higiene y un considerable aumento de los
asesinatos y robos. Por otro lado los caminos se fueron volviendo
peligrosos por la conversión de numerosos campesinos pobres en
bandoleros que asaltaban las caravanas comerciales.
A la crisis económica se unió la crisis política, ya que el eficiente
emperador Alejandro Severo fue asesinado en Maguncia en el 235 d.C. Sus
propias tropas se amotinaron y le dieron muerte, al ver que el emperador
daba valiosos tesoros a los germanos en busca de paz, mientras ellos se
morían de hambre defendiendo a su patria. Este asesinato generó una
terrible anarquía militar, los generales del Imperio se mataban entre ellos
como perros rabiosos en busca de ser coronados emperadores.
Entre los años 238 y 285 d.C pasaron por el trono imperial 19 generales.
Estos ambiciosos generales no duraban mucho en él poder, debido a las
constantes rivalidades y a que no contaban con el apoyo del Senado
Romano, el senado era quien controlaba el dinero, y por ende el poder
político, y solo con su apoyo se podía gobernar Roma.
El caos militar generó que las fronteras del imperio quedaran abiertas, ya
que las tropas abandonaban sus guarniciones para participar en las
constantes guerras civiles. La ausencia de tropas provocó que los primeros
pueblos bárbaros invadieran pacíficamente varias provincias, asentándose
en ellas a vivir.La situación se agravó más con la escisión de varias
provincias, que se declararon independientes, como la Galia y el reino de
Palmira. La crisis del Imperio fue aprovechada por sus enemigos del
Imperio Sasánida en Oriente y de los Sármatas en la frontera del río
Danubio, que atacaron el Imperio Romano.
Ese saqueo fue el último golpe para el moribundo Imperio. Los visigodos,
que aprovechando el caos habían tomado Galia e Hispania, formando un
reino independiente de Roma, tomaron África en el año 431. Para agravar
la caótica situación, las hordas de hunos de Atila salieron de las estepas
rusas e invadieron Europa Occidental. Solo la intervención de Aecio, el
último gran general romano, les detuvo. Aecio se alió con Teodorico, el rey
de sus antiguos enemigos visigodos y derrotó a Atila en la batalla de
Chalons en el 451 d.C. La prematura muerte de Atila impidió que éste
realizara una segunda campaña contra Roma.
El Imperio que sobrevivió a la crisis del siglo III era un imperio feudal, la
crisis económica generó que se volviera a la economía de “Trueque”, o
intercambio de bienes. Los impuestos se cobraban en grano, la industria se
hundió, las ciudades se despoblaron y el campo se organizó en “villas”,
lugares donde un señor mantenía un ejército privado para defenderse y
defender a los campesinos de la zona. A cambio de la defensa los
campesinos trabajarían gratis las tierras del señor. Esta nueva cultura rural y
feudal generó que Roma se despoblara, llegando a tener solo 300.000
habitantes del millón que tenía en sus tiempos de gloria. La crisis política
generaba crisis económica y viceversa. El enorme e ineficaz ejército
romano gastaba casi todo el presupuesto del estado, desapareciendo la
inversión en obras publicas, con lo cual ni siquiera los caminos podían ser
reparados. El continuo estado de guerra destruyó a su vez el comercio y las
comunicaciones, quedando muchas provincias aisladas del poder central.
Para finalizar, hay que recordar que, además de las causas citadas, la rica
cultura y sociedad romana fue destruida por un enemigo inesperado que
actuó desde dentro, un lobo con piel de cordero: el cristianismo. El Imperio
de Occidente no solo cayó por la crisis política, militar y económica, sino
que el cristianismo, con su intolerancia, generó una terrible crisis social,
cultural y espiritual que agravó los demás problemas.
La Crisis del siglo III generó un gran auge del cristianismo, que hasta
entonces era una secta minoritaria. Los cristianos ofrecían esperanza en
unos tiempos donde la peste, la guerra y los crímenes se cebaban con la
sociedad civil. Los emperadores no aceptaban que la secta cristiana pusiera
en duda su poder político y acusaron a los cristianos de provocar la ira de
los Dioses (la peste era considerada castigo divino) y propagar la peste con
sus ritos funerarios (en parte era verdad, ya que no incineraban a sus
muertos apestados).