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Resumen de ¿Quién soy “yo”? Sociología clínica del sujeto, París, Ed. du Seuil, 2009.

Notas de un debate con Philippe Corcuff y Éric Widmer.


Vincent de Gaulejac

1. ¿Qué grado de conciencia, de voluntad, de control, el hombre tiene sobre lo que lo


constituye? ¿En qué medida puede intervenir sobre su destino? ¿Qué es la unidad del sujeto,
de su coherencia, de sus capacidades de acción, de su misma existencia? La noción de ‘sujeto’
nos plantea una infinidad de cuestiones que atraviesan la historia del pensamiento desde sus
orígenes. La filosofía judeocristiana, relevada por el siglo de las luces, lo puso en el centro de
su diseño del ser humano. El psicoanálisis y las ciencias sociales (en particular los
estructuralistas y Michel Foucault) hicieron estallar la noción de sujeto, criticando sus
componentes idealistas e ideológicos. Sin embargo, a pesar de su carácter vago y complejo,
difícil de cercar, eminentemente impugnable, y aunque reenvía a muchos otros conceptos que
son objeto de acepciones múltiples (Yo, Mí, identidad, Sí mismo, persona, subjetividad..), la
noción de ‘sujeto’ parece ineludible. Entre psicología y sociología reaparece sin interrupción,
hasta en el seno de las teorías más refractarias a la filosofía del sujeto. Entre estos debates
múltiples, conviene comprender mejor en qué el sujeto es indisociable de su subjetivación, y
examinar la pertinencia de un concepto que acarrea significados contradictorios.

Sujeto y subjetivación.
2. Etimológicamente, según el diccionario histórico de la lengua francesa, el término ‘sujeto’
viene del latino subjectus que quiere decir sumiso, sometido, expuesto, o también de
subgicere que significa colocar debajo, someter, subordinar. "Sub" marca la posición inferior y
“jacere”, el sentido de echar. Encontramos el término en el antiguo francés sugester,
mantener en la sumisión o todavía sougire, que significa someter por la fuerza de las armas o
de otro modo. El término reenvía pues inicialmente a la idea de sumisión. Se aplica a una
persona sometida a la autoridad de otro. De ahí viene el uso ‘sujeto del rey’, del señor que
reenvía el estatuto de vasallo y de justiciable, o sea sometido al poder legal. La subjetivación
evoca la acción de "poner bajo, a continuación", que se encuentra en los términos vecinos de
sumisión y de sujetamiento, es decir la situación de una persona sometida a una autoridad
apremiante o soberana.

3. En el registro filosófico emerge otra acepción del término. En el siglo XIII dicha palabra tiene
el sentido de "cosa que tiene una naturaleza propia". En el siglo XIV, el término sujeto es
empleado a propósito de lo que, en una obra literaria, constituye el contenido de
pensamientos sobre el cual se ejerce el talento creativo del autor. De ahí viene ‘sujeto de una
ciencia’, es decir la materia de la que trata. Paralelamente, sujeto designa a un ser vivo
sometido a experiencias o a la observación, por ejemplo alguien al que se cuida. A partir del fin
del siglo XVI la palabra designa a una persona considerada como el motivo, el soporte de una
acción o de un sentimiento, por ejemplo una mujer querida, una persona digna de interés.
Evocamos entonces sujetos buenos o sujetos malos. Pero es en el siglo XIX que el término va a
adquirir su consistencia filosófica designando al ser pensante, considerado la base del
conocimiento por oposición a objeto (cf. el ‘subject’ de Emmanuel Kant). El término sujeto
implica primeramente una conciencia racional, luego en las ciencias humanas una búsqueda
de toma de conciencia frente al inconsciente.

4. La concepción de un individuo que procura dominar su destino volviéndose un sujeto, es


confirmado por la evolución política del reconocimiento del ciudadano como el sujeto de
derecho, es decir una persona reconocida por la sociedad como igual en derecho y en dignidad
a todas las demás. Asistimos a una inversión del sentido: lo que designa al principio la
sumisión, la subjetivación, la posición inferior (estar abajo), designa hoy la conciencia y el
derecho, la búsqueda de libertad frente a los determinismos psíquicos o sociales, la posición
superior de la persona que se afirma como ser pensante, ser hablante y ser social. Pero esta
inversión de sentido es, en realidad, sólo aparente, en la medida en que precisamente es
porque hay subjetivación que el sujeto puede serlo.

5. Según Judith Butler, la subjetivación "designa a la vez el proceso por el cual se vuelve
subordinado a un poder y el proceso por el cual se vuelve sujeto". Conviene pues romper, nos
dice, con la idea de una subjetivación que sería obra de poderes actuando desde el exterior
que se ejercitarían sobre el sujeto para impedirlo realizarse, procurando forzarlo, devaluarlo o
relegarlo a un orden inferior. Ella nos invita a dar cuenta de la manera en que "el sujeto llega a
ser". El hombre es, desde niño, sujetado al deseo del otro, de sus padres, y a las normas del
sistema social en el cual vive. Doble dependencia, social y psíquica, que opera por la influencia
de determinaciones múltiples.

6. Ambos aspectos del proceso de subjetivación pueden parecer opuestos pero son
complementarios. De un lado, la idea de sumisión, de subordinación, de servidumbre de un
poder. De la otra, la idea de individuación, de autonomía, de singularidad, que llama al
individuo a devenir sujeto. Este doble movimiento corresponde a ambas caras del poder.

7. La cara de la dominación, el peso de los determinismos, del marco que contribuye a la


fabricación de los individuos, las leyes y las normas que canalizan su formación, la herencia de
la que es el heredero, de todo lo que contribuye produciendo a un individuo conforme con las
normas de su medio, adaptado a su entorno, sometido a las leyes, a la cultura, a las
instituciones, a las autoridades de la sociedad que lo rodean.

8. La otra cara es la de los soportes, los medios, las disposiciones, las capacidades de actuar,
los recursos diversos, todo lo que permite al individuo construirse como un sujeto capaz de
reflexión, de afirmación, investido en el proyecto de realizar una existencia propia. Para ser un
individuo autónomo en la sociedad hay que disponer de un cierto número de recursos, de
capitales económicos y culturales, de derechos. Estos soportes objetivos deben combinarse a
soportes subjetivos: el deseo de autonomía, el desarrollo de capacidades de actuar, de pensar
y de vivir, la implicación en el trabajo de existir.
Una doble determinación social y psíquica.
9. La cuestión del sujeto se inscribe en una doble determinación social y psíquica. Si el
individuo es el producto de una historia, esta historia condensa: por una parte, el conjunto de
los factores sociales históricos que intervienen en el proceso de socialización; y por otra parte,
el conjunto de los factores intrapsíquicos que determinan a su personalidad. Conviene
entonces analizar los procesos socio-psíquicos que fundan la existencia del individuo, su
dinámica subjetiva, su inscripción social, sus maneras de estar en el mundo, su identidad. Lejos
de oponerse, lo social y lo psíquico, aun cuando obedecen a leyes propias, se apoyan y se
anudan en combinaciones múltiples y complejas.

10. Existe una complementariedad necesaria y dinámica entre lo psíquico y lo social. Todo
fenómeno psicológico es un fenómeno sociológico en la medida en que no se puede concebir
un sujeto sin objeto, sin ideología, sin el orden simbólico que funda las bases en las cuales se
afirma como tal. El mundo psíquico es una realidad que tiene sus propias leyes de
funcionamiento, pero es accesible sólo a través de significados y prácticas sociales. La
evidencia de lo social no puede efectuarse sino a través de construcciones mentales: no
podemos asir el sentido y la función de un hecho social sino través de una experiencia vivida,
su incidencia subjetiva y la palabra que permite dar cuenta de eso. La objetividad, pues, no
consiste en neutralizar la aprehensión subjetiva, sino más bien en analizar cómo la
subjetividad interviene en la producción del conocimiento.

11. La realidad no puede ser aprehendida sin tener en cuenta lo "vivido", es decir la
experiencia concreta, singular, individual y colectiva de la historia. Lo vivido no puede ser
tomado sino en la palabra del sujeto que permite el acceso del otro. El paso por la subjetividad
es necesario para acceder a la objetividad, esta última es después de todo sólo un medio de
circunscribir lo irreductible psíquico, es decir el lugar donde el sujeto se constituye como ser
deseante.

12. La existencia individual se construye en el encuentro del "individuo producto" -producto


de relaciones sociales, de la cultura, del deseo de otros, de la Historia- y del "individuo
productor" -productor de su historia, en busca de una identidad que le sea propia, afirmando
su existencia propia en las respuestas aportadas a las contradicciones de su existencia-. El
individuo es a la vez actuado por un cierto número de determinismos y al mismo tiempo activo
en la medida en que su "deseo de ser" lo empuja a explorar otros posibles, a encontrar el goce
y la completud en formas de realización de sí que lo empujan a crearse y afirmarse como ser
singular, a devenir un sujeto.

13. La autonomía del sujeto humano no se realiza en el surgimiento de una libertad sustancial
al ser humano, sino en la confrontación a las múltiples contradicciones que encuentra en su
existencia. Frente a los conflictos intrapsíquicos -por una parte- y a las contradicciones sociales
-por la otra-, el individuo se construye como un sí-mismo desarrollando cuatro dimensiones:
*su reflexividad, es decir su capacidad de cuestionarse, de comprender el mundo en el que
vive, y de inventar respuestas nuevas; es en ese sentido que puede ser creador de historia;
*sus capacidades deliberadas de acción, es decir sus compromisos para contribuir a la
producción de la sociedad y a la producción de él mismo;
*su capacidad de decir lo que evidencia, y de evidenciar lo que dice, es decir una coherencia
entre lo que piensa, lo que siente y lo que expresa, que es donde enraiza la seguridad interior
y la confianza en sí mismo;
*el reconocimiento de sus propios deseos frente a los deseos de otros, no para imponerlos
sino para integrarlos, en la medida en que la afirmación de sí y el reconocimiento de la
alteridad se conjugan.

Una voluntad involuntaria, una reflexividad irreflexiva.


14. Las críticas por los engaños que provoca la noción sujeto condujeron a recusar a Sigmund
Freud por proponer un diseño contradictorio del aparato psíquico. En el segundo tópico, el yo
es una instancia sometida a las exigencias opuestas del ello y el superyo. Desde el punto de
vista del psicoanálisis, la voluntad del sujeto es manipulada por fuerzas inconscientes que
limitan fuertemente su ejercicio. ¿Pero cómo desenredar la imbricación del yo y el ello en la
comprensión de las conductas humanas?

15. ¿Entre el "yo", del lado de la reflexividad y de la voluntad, y el "ello", del lado de las
pulsiones y los deseos inconscientes, cómo separar estos dos polos totalmente intrincados en
la subjetividad humana? La reflexividad se efectúa en gran medida a espaldas del sujeto, la
voluntad consciente es la consecuencia de fuerzas que se desarrollan sin que el sujeto lo
quiera. No puede existir voluntad pura en la medida en que ésta siempre está
sobredeterminada por la historia, el contexto, el deseo, el cuerpo, tantos factores que se
imponen el sujeto y a su querer. La voluntad se apoya sobre lo involuntario, en una relación de
reciprocidad paradójica.

16. Lo mismo ocurre con la reflexividad. El pensamiento siempre es dirigido por las ideas
alojadas en la mente. El sujeto no piensa a solas. Se apoya en conocimientos adquiridos,
representaciones preexistentes, ideas incorporadas, lenguajes preestablecidos, modos de
pensar interiorizadas. El artista, como el investigador o el intelectual, no hacen más que
recomponer elementos ya conocidos. De este trabajo puede emerger lo nuevo, lo imprevisto,
lo inesperado. Así, el sujeto reflexivo intenta pensarse de otro modo porque está confrontado
con insatisfacciones, conflictos, rutinas de las que desea librarse. Procura abrir espacios
nuevos en sus capacidades reflexivas esperando así liberar capacidades de acción. Ocurre en
todas las tentativas, más o menos coronadas de éxito, de escoger, lo más lúcidamente posible,
opciones que traducen por una parte las aspiraciones profundas, del lado del sujeto deseante,
y por otra parte su “puesta en acto” (su práctica), del lado del sujeto actor y actuante.

17. El sujeto se realiza, entre determinismo y libertad, por un espacio intermedio más o menos
contradictorio. En ciertos casos, los determinismos están del lado de la limitación, de la
influencia, de la represión o de la inhibición; en otros, empujan hacia la apertura, el
despliegue, la liberación. Conviene pues, no idealizar al sujeto inscribiéndolo del lado de la
libertad o del poder, ni recusarlo como portador de ilusión y de ingenuidad. Sino simplemente
analizar el proceso de subjetivación por el cual el individuo procura realizarse como sujeto a
partir del conjunto de elementos constitutivos de su historia y de su ser.

18. La realización del sujeto se inscribe en una doble polaridad entre la negativa de la
subjetivación y el deseo de ser. La des-subjetivación lo conduce a deconstruir lo que es para
construir otra cosa librándose de los atributos de su identidad heredada y de aquellas
identidades a las que pudo ser asignado. El sujeto se realiza primero en la negación de lo que
es. Debe romper con una parte de lo que la historia hizo de él. Pero no se trata solamente de
rotura, el sujeto se realiza a través de la construcción de una obra, la creación de otra cosa, la
reconfiguración de su historia, la elección de su existencia, el desarrollo de su reflexividad, el
reconocimiento de su deseo y su compromiso para "hacer sociedad".

Las diferentes figuras del sujeto.


19. Encontramos aquí una descripción de las diferentes dimensiones del sujeto:
-el sujeto social desarrolla su capacidad de satisfacer sus propias necesidades, de acceder a la
autonomía necesaria para tener una existencia social y contribuir a la producción de su lugar
en la sociedad, asegurando su independencia.
-el sujeto existencial afirma su deseo de existir para él mismo, aprendiendo a reconocer su
propio deseo frente al deseo del otro y librándose de proyecciones imaginarias donde pudo
ser objeto de sus parientes, de sus allegados, de su cónyuge o de sus niños.
-el sujeto reflexivo se considera legitimado para pensar por él mismo, afirmar sus creencias,
sus ideas, fundar sus opiniones sobre su "razón", en la coherencia entre lo que sabe, lo que
siente, lo que expresa, a confrontar sus creencias con otras sin dejarse imponer un punto de
vista exterior. Es siempre, en definitiva, la palabra que funda la capacidad de ser sujeto de su
historia.
-el sujeto actor encuentra la confianza en mismo en sus capacidades de acción que le permiten
realizarse a través de sus obras, sus conquistas, sus trabajos, sus producciones sociales.

20. Cada una de estas dimensiones reenvía a diferentes campos teóricos en los que conviene
pensar las conexiones, las diferencias, las oposiciones.
- el universo de la sociedad, de la cultura, de la economía, de las instituciones, de las
relaciones sociales, de los estatus y de las posiciones sociales, donde el individuo es "sujeto
socio-histórico" confrontado con determinaciones múltiples atadas al contexto en el cual
emerge.
- el universo del inconsciente, de las pulsiones, de los fantasmas y de lo imaginario, donde el
individuo es sujeto deseante y confrontado con el deseo del otro que contribuye a producirlo
y/o someterlo.
- el universo de la reflexividad, donde el individuo se constituye en sujeto de una palabra que
le permite pensar (cogito ergo sum), nombrar y acceder a cierto control en su visión del
mundo.
- el universo de la acción, en la medida en que el sujeto se manifiesta en lo que produce, en lo
que realiza como autor, en los actos concretos que marcan su existencia. Devenir productor de
su propia vida, es en cierto modo crearla como un artista crea una obra de arte, o como un
artesano produce un objeto.

21. Existe una tensión dialéctica entre el sujeto reflexivo -que piensa- del lado de la conciencia,
el sujeto de deseo -que hace frente a los procesos intrapsíquicos- del lado del inconsciente, y
el sujeto sociohistórico -que hace frente a las determinaciones sociales- del lado del individuo
social. El proceso de subjetivación se desarrolla en una búsqueda de mediación entre estos
diferentes polos que están más o menos en oposición según los períodos de la existencia y los
contextos.

22. La cuestión del sujeto nos conduce a poner la contradicción en el centro del análisis
porque está en el fundamento del ser del hombre y del ser de la sociedad. Esta perspectiva
dialéctica sitúa al investigador, como al clínico, en una tensión entre dos posturas. Una confía
en el sujeto para alcanzar la toma de conciencia de sus problemas y la invención de respuestas
para resolverlos. El otro desconfía del sujeto a causa de las múltiples ilusiones de las que es
portador y del riesgo de verlo perderse en el narcisismo, el idealismo, el poder absoluto o la
ceguera. El retorno del sujeto, que parece estar de moda hoy en las ciencias humanas,
conduce a redoblar la vigilancia sobre la postura del sociólogo clínico. Como clínicos, podemos
regocijarnos al comprobar que la subjetividad no es más considerada como una dimensión que
conviene neutralizar para acceder al conocimiento. Como sociólogos, debemos interrogarnos
sobre este fenómeno preguntándonos si no hay allí una nueva ideología frente a la crisis que
atraviesan actualmente las sociedades contemporáneas.
Intento de clarificación y ubicación de los aportes de la sociología clínica.
Discusión sobre la obra de Vincent De Gaulejac.
Philippe Corcuff

1. La obra de Vincent de Gaulejac ¿Qué es el “yo”? Sociología clínica del sujeto y su resumen -
que propone aquí para la revista Sociologías- apunta oportunamente el foco científico sobre la
sociología clínica, rama de la sociología que anuda un diálogo privilegiado entre el psicoanálisis
y su metodología clínica. Los terrenos explorados empíricamente de un modo renovado por
este enfoque apoyan el interés intelectual: por las dimensiones psíquicas de las relaciones de
clase (" la neurosis de clase ") (de Gaulejac, 1987); por la importancia adquirida por "la lucha
por los lugares" cotidiana frente a la lógica de lucha de clases (de Gaulejac y Taboada Léonetti,
1994); por las experiencias comunes de la vergüenza (de Gaulejac, 1996); o por la penetración
de "la ideología de la gestión" en diversas esferas de nuestras sociedades (De Gaulejac, 2005).
Estos elementos constituyen una invitación a identificar mejor los aportes de esta corriente
insuficientemente conocida y sobre todo reconocida en las centros de las ciencias sociales
contemporáneas. (1)
(1) Mea culpa: yo mismo contribuí a este desconocimiento no dándole sitio en las versiones 1995 (París,
Nathan) y 2007 (París, Armand Colin) de mi pequeño manual Las nuevas sociologías.

2. No se trata de escribir una apología, sino, en un paso que sonará paradójico a las visiones
maniqueas, de consolidar las experiencias de la sociología clínica contribuyendo a localizarlas,
clarificando mejor sus coordenadas teóricas y epistemológicas. Analógicamente, podríamos
inspirarnos en la lectura del marxismo propuesta por Mauricio Merleau-Ponty al fin de su vida:
"decimos que con los acontecimientos de los últimos años el marxismo decididamente entró
en una nueva fase de su historia, donde puede inspirar, orientar análisis, conservar un
importante valor heurístico, pero donde no será verdadero sino en el sentido en que se lo crea
verdadero, y que la experiencia reciente, instalándolo en el orden de segunda verdad, les da a
los marxistas un fondo y casi un método nuevos que hacen vanas las prevenciones” (Merleau
Ponty, 1960, p.15).

Sujeto/subjetivación: del pluralismo frente a una cuestión teórica.


3. Antes que aprehender el sujeto a partir de una libertad sustancial supuestamente original, o
descomponerlo en nombre de los determinismos psíquicos y/o sociales, Vincent de Gaulejac
orienta las ciencias sociales de manera sugestiva hacia el par subjetivación/sujeto. ¿El punto
fuerte de la argumentación? "Es precisamente porque hay subjetivación que el sujeto puede
realizarse". Es en la relación con los condicionantes socio-psíquicos de partida que el sujeto en
tanto proceso, en tanto subjetivación, se hallaría en condición de emerger, y no en la negación
de esos condicionantes. Este enfoque, tomando recursos de la sociología de Robert Castel y de
la filosofía de Judith Butler, nos permite apartarnos de oposiciones binarias, comunes tanto en
filosofía como en sociología: ¿determinismo o libertad? ¿Dominación o afirmación del actor?
Así pueden encararse intentos de atar aspectos habitualmente separados. En el marco de una
relación estrecha con el psicoanálisis, la sociología clínica tematiza así la cuestión del sujeto en
la articulación entre cuatro dimensiones principales: el sujeto social (inscrito en "el universo de
la sociedad, de la cultura, de la economía, las instituciones, los informes sociales, los estatutos
y las posiciones sociales", portador de "determinaciones sociales"), el sujeto existencial
("sujeto deseante" en el seno del "universo del inconsciente, las impulsiones, los fantasmas y
de lo imaginario"), el sujeto reflexivo ("allí dónde el individuo se constituye en sujeto de
palabra que le permite pensar") y el sujeto actor ("en la medida en que el sujeto se revela en
lo que produce [..] en los actos concretos que marcan su existencia").

4. Pero el lenguaje de la sociología clínica representa sólo uno de los lenguajes disponibles
para problematizar de manera innovadora esta cuestión teórica (2).
(2) Sobre la pluralidad de razonamientos de los lenguajes teóricos en sociología en un marco epistemológico
no relativista, ver Passeron (1994).
Es un primer aporte de localización de las aportaciones de la sociología clínica, en su
formulación específica de un problema transversal encontrado por otras corrientes
sociológicas. ¿Ejemplos de otros modos de trabajar la cuestión sujeto/ subjetivación a partir
de otros lenguajes? Los abordajes de Norbert Elias y de Michel Foucault.

5. Norbert Elias proporciona dos formas de lucidez. En primer lugar, va a historicizar ciertos
datos del problema analizando la emergencia a partir del Renacimiento de la problemática de
la conciencia de sí y la interioridad en las sociedades occidentales (Elias, 1991a). Así toca otros
aspectos de la realidad observable, diferentes a los aspectos tratados por la sociología clínica,
algunos puntos débiles como implícitos ahistóricos, que llegan por otra parte hasta la
reivindicación ontólogica de invariantes de la condición humana (3).
(3) Véase Vincent De Gaulejac en el libro en discusión p. 32: "El deseo es un invariante, el fundamento de la
conducta humana, independientemente del entorno cultural y los avatares de la historia".
Por otra parte, Norbert Elias va a promover el concepto, central en su caso, de
interdependencia, conduciéndolo a interesarse por individuos interdependientes. En el juego
movido por dependencias recíprocas, marcado por lógicas no igualitarias, constituyendo una
sociedad, los individuos encuentran, en función de su posición y de la situación, márgenes
diferenciados de acción. Norbert Elias señala entonces: "hay un tejido de interdependencias
dentro del cual el individuo encuentra un margen de elección individual y el cual al mismo
tiempo impone límites a su libertad de elección" (Elias, 1985, p. LXXI). Es a partir de esta
sociología de las interdependencias que va a aprehender las características de las estructuras
interiores de la personalidad, por ejemplo en la singularidad del caso Mozart (Elias, 1991b). La
relación condicionamiento/autonomía así como la interioridad son, pues, abordadas de modo
diferente al vocabulario de la sociología clínica, y los materiales empíricos construidos por
ambos lenguajes revelan zonas de convergencia como especificidades respectivas.

6. Conocemos los dos polos principales de los trabajos de Michel Foucault en el tratamiento
del individuo:
1) para el "primer Foucault", el individuo sería el producto de normas sociales asociadas a
dispositivos de saber/poder, es en tal sentido que habla de una "individualidad disciplinaria"
(Foucault, 1993, p. 222);
2) un "segundo Foucault" se interesa por "la subjetivación", apuntando a "las formas y
modalidades de la relación con sí mismo por las cuales el individuo se constituye y se reconoce
como sujeto" (Foucault, 1997a, p. 13).
Un pasaje se insinúa entre estos dos polos, cuando Michel Foucault analiza la acentuación de
"la cultura del yo" en el curso de los dos primeros siglos de nuestra era, vinculado con una
serie de modificaciones de las normas sociales: "Constituiría -con relación a ellas- una
respuesta original bajo la forma de un nuevo estilo de la existencia" (Foucault, 1997b, p. 97).
"La respuesta a" no es equivalente a "determinado por" (con sentido causal)(4) que
ampliamente se impuso en el vocabulario sociológico, sin abolir por eso el condicionamiento
social.
(4) Hay una ambigüedad en el vocabulario de las "determinaciones". En el caso de Karl Marx, es un sentido
filosófico más antiguo el que aparece imbuido: "ser determinado", es ser caracterizado, definido, especificado,
dotado de calidades, y opuesto entonces a "indeterminado". Pero un sentido causalista, más moderno,
domina en las ciencias sociales hoy: esto significa entonces algo subordinado al determinismo, causado por. Es
con arreglo a este último sentido epistemológico que Karl Marx a menudo ha sido releído, manteniendo una
serie de confusiones en cuanto a su supuesto determinismo.
Podemos así concebir limitaciones sociales a las cuales puede "responder" una
autonomización subjetiva. Aquí el lenguaje foucaltiano trabaja bien una cuestión teórica
análoga a la puesta por Vincent de Gaulejac, pero sin retener como él el vocabulario
determinista para asir el peso de las dominaciones sobre el individuo, ni pasar por una teoría
del inconsciente para abordar la subjetivación. Allí también, esto tiene efectos a veces
convergentes, a veces distintos, en términos de luz y de sombra, sobre las descripciones
empíricas devueltas como posibles.

7. Como consecuencia de este primer intento de ubicación teórica, la sociología clínica aparece
como uno de los vocabularios más estimulantes por su capacidad de reproblematizar las
relaciones entre el dominio de las limitaciones sociales y el dominio de las subjetividades
individuales, con puntos fuertes y con puntos débiles. Este primer momento nos incita
entonces a continuar epistemológicamente la interrogación sobre su modo de tratamiento de
las relaciones entre lo social y lo psíquico.

Lo social y lo psíquico: algunas aclaraciones epistemológicas.


8. El doble abordaje que articula lo social y lo psíquico se presenta como una de las
originalidades principales de la sociología clínica. "Lejos de oponerse, lo social y lo psíquico,
aun cuando obedecen a leyes propias, se apoyan y se anudan en combinaciones múltiples y
complejas", escribe Vincent de Gaulejac. Pero podemos preguntarnos si no hay allí una
confusión en el modo de situar epistemológicamente los aportes de la sociología clínica. No se
trata de poner en cuestión estos aportes, en particular en cuanto a las relaciones entre lo
social y lo psíquico, sino de aclarar su marco epistemológico.
9. Porque hay en las formulaciones de Vincent de Gaulejac un riesgo de fusión entre el nivel de
los conceptos y el de una realidad "bruta". El sociólogo jamás tiene acceso directamente a esta
realidad "bruta", sin mediaciones conceptuales. Así lo social, lo psíquico, la determinación
social y psíquica, el inconsciente o el sujeto deseante (como las clases, la dominación, las
desigualdades, el capitalismo, los actores o el individuo) no existen hablando con propiedad,
son esquemas conceptuales que permiten hacer inteligibles pedazos de la realidad observable.
Karl Marx hablaba bien en este sentido de los conceptos como "concretos pensados", "como
reproducción de lo concreto por la vía del pensamiento", diferenciándose tanto de las
pretensiones empíricas que aprehenden inmediatamente "lo concreto" como de los defectos
teoricistas que creen en el "concepto que se engendra a sí mismo" (Marx, 1965, pp. 255-256).
Paradójicamente, es Raymond Boudon quien retomará con mayor claridad la razón marxiana
en su crítica del "realismo" de los conceptos (Boudon, 1991, Epílogo: "La trampa del realismo",
pp. 229-238). Así "la trampa del realismo" consistiría "en interpretar como propiedades de las
cosas lo que es sólo un esquema de inteligibilidad" (pp. 230-231). Este riesgo aparece
particularmente contenido, para Raymond Boudon, en el seno de los pensamientos "
totalizantes " (p. 231), que tienen dificultad para aceptar que los conceptos "siempre son
rebosados por la realidad" (p. 238), en su pretensión de abarcar "todo". Entonces hay unos
indicios en el libro de Vincent de Gaulejac según los cuales, por lo menos a veces, se
promueven tales lecturas totalizantes de la realidad, por la repetición de fórmulas como "la
totalidad de", "esta totalidad", "en su totalidad" o "el conjunto de". Estas expresiones -que
fueron advertidas por otros- marcan una pretensión de captar lo que sería " el fundamento
de" o "lo que funda" los universos humanos.

10. Si, para un espíritu completamente clarividente, la realidad pudiera directamente ser
accesible, sin mediaciones, pero también sin oscuridades, ni incertidumbres, entonces el
problema consistiría para la filosofía y las ciencias en encontrar los conceptos correctos más
adecuados a esta realidad y que permitiría aprehenderla totalmente e identificar sus
fundamentos. Pero eso no existe epistemológicamente para las ciencias humanas. Es lo que
hace que, por ejemplo, "irreductible social", "irreductible psíquico" como la articulación
propuesta entre los dos por la sociología clínica no pueden ser vistos como propiedades de la
realidad, sino como propiedades de ciertos conceptos que se esfuerzan por dar cuenta de la
realidad.

11. Tal constatación permite ubicar más rigurosamente las experiencias de la sociología clínica,
y consolidarlas en esa localización. Así el registro teórico de la sociología clínica no podría
pretender sobrepasar la oposición entre la sociología y el psicoanálisis, en un acto de magia
hegeliana, permitiendo leer juntos lo que serían dos características fundamentales de la
realidad, "lo social" y "lo psíquico", pero se presentaría más bien como otro modo de construir
el objeto, con un plus frente a las sociologías anteriores y frente al psicoanálisis (por la puesta
en relación de problemas habitualmente separados), pero también con pérdidas con relación a
ellas, ya que las zonas de luz teórica implican a la vez zonas de sombra. Contra "la nostalgia de
una lectura a libro abierto y de un ‘Gran Libro del mundo’ " (Althusser, 1980, p. 13), asociada a
ella "la ilusión de su lectura inmediata" (p. 14) o "mito especular de un conocimiento como
una visión de un objeto dado, o una lectura de un texto establecido, que no son sino la
transparencia misma" (p. 17), Luis Althusser juiciosamente definió "el conocimiento como
producción" (p. 23). Y precisó: "es el campo de la problemática el que define y estructura lo
invisible al establecer lo excluido, excluido del campo de la visibilidad" (p. 26), en una relación
necesaria entre ver y no ver teóricos.

12. Esto no quiere decir que esta pluralidad de conceptualizaciones parciales de la realidad
necesariamente llevaría a un relativismo epistemológico (en su sentido extremo de "todas las
verdades son válidas a priori"). Las producciones de saber generadas por los diversos registros
teóricos pueden ser completamente evaluadas unas con relación a otras. Si bien la
complejidad de las ciencias sociales establece una pluralidad de ejes de evaluación. "El valor
de las teorías sociológicas varía según varios ejes de evaluación, primero según las
investigaciones en las cuales se movilizan sus grillas semántico-metodológicas, pero también
según si privilegia la multiplicidad de las tareas empíricas que imponen o la conjunción
semántica de sus generalidades", anota Jean-Claude Passeron (2006, p. 606).

13. La localización de algunas vacilaciones, fluctuaciones, aproximaciones o confusiones en el


libro y el texto de Vincent de Gaulejac no nos permitió, al final, celebrar los aportes de la
sociología clínica, desinflando ciertas pretensiones excesivas. Esto se presenta como una vía de
discusión científica fecunda, que invitan a reflexionar y a trabajar, sin embargo alejado de
supuestas controversias definitivas o de los panegíricos complacientes.
«¿Qui est je? » o la difícil construcción del sí-mismo en la hipermodernidad.
Discusión de la obra de Vincent de Gaulejac.
Éric D. Widmer

1. La obra de Vincent de Gaulejac ¿Qui est “je”? trata la cuestión de la construcción de la


identidad individual en las sociedades de la hipermodernidad, caracterizadas por la
inconstancia de los recursos y de los marcos sociales a partir de los cuales los individuos
pueden producir su vida.

2. La obra comienza por denunciar la utilización normativa de la noción sujeto, un sujeto


erigido por las ideologías de la modernidad como una figura prometeica, capaz de hacer todo,
de alcanzar todo por la fuerza de su voluntad, y por consiguiente, que se tiene por responsable
de sus fracasos. Paradójicamente, la hipermodernidad, por su ausencia de constancia y sus
imperativos múltiples y contradictorios, vuelve al sujeto impotente. Si el individuo puede
procurar reconstruirse, en respuesta a las roturas producidas por la existencia, la tarea es
penosa, larga y nunca terminada. El contexto normativo y estructural propio de la
hipermodernidad no es propicio, en efecto, para la omnipotencia del actor. La sociedad
hipermoderna, imponiendo la necesidad de ser extraordinario –fuera de lo común-, coloca a
los individuos en situaciones generadoras de doble condicionamiento generadoras de
angustia; la excelencia no es accesible, por definición, más que a una pequeña minoría y jamás
es adquirida duraderamente. La generalidad de las neurosis y del mobbing (acoso laboral) hoy
es generada, según el autor, por expectativas normativas pocos realistas, que le atribuyen a
cada uno la responsabilidad de los fracasos creados por las estructuras sociales. La búsqueda
identitaria es entonces permanente y tiene como función la gestión totalmente individual de
las contradicciones creadas por la precaridad de las pertenencias, en una sociedad global
pluricéntrica y en gran parte desterritorializada. Sin embargo, lejos de pensar al sujeto como
exclusivamente definido por limitaciones externas a él, el autor subraya su capacidad de
bricolaje, es decir de reinterpretación y de recomposición de los condicionantes. La sociología
y la psicología (innvocada esencialmente a través del psicoanálisis) ponen en evidencia a la vez
la complejidad de los determinismos que pesan sobre el individuo, y los mecanismos,
particularmente psíquicos, que permiten a este último construir proyectos coherentes de vida,
que tengan sentido para él.

3. El autor escoge con atención algunos casos que ilustran su intención. Mireille, una mujer de
cuarenta años, participando en un grupo de ‘toma de la palabra’ (¿autoayuda?), cuenta el
precio que debió pagar a lo largo de su vida, para construir y reconstruir su identidad. Precio,
primero, por la desunión de sus parientes, que lo llevó a buscar una pareja precoz y la
maternidad. Precio, luego, engendrado por el rechazo de esta pareja estable que la limitaba a
un papel de madre. Precio que hay que pagar, finalmente, para la realización de un proyecto
más personal, pasando por el divorcio y, paradójicamente, una nueva maternidad. Devenir
sujeto, es afirmar su propio deseo frente al deseo de otros. Al mismo tiempo, este deseo no se
emancipa fácilmente de los condicionantes impuestos por la trayectoria inicialmente seguida.
La historia de Mireille revela que el sujeto se construye, en efecto, en la subjetivación. Es en la
herencia y en la continuidad -con relación a sus inserciones familiares y sociales- que Mireille
va a encontrar los recursos necesarios para la reconstrucción de su identidad. Es utilizando los
materiales que los deseos de otros le proporcionaron, que va a construir un proyecto propio.
El des-sujetamiento es siempre difícil ya que construir una nueva identidad es también
renunciar a ciertos recursos y, finalmente, a una identidad pasada que, aunque constrictiva e
insatisfactoria por varios aspectos, podía también producir comodidad y cierto reconocimiento
social.

4. Devenir sujeto en la hipermodernidad es un proceso costoso y a veces condenado al


fracaso. El individualismo negativo que enlaza modernidad con desafiliación y pérdidas de
referencias, lleva a algunos a invertir en soluciones destructivas para el individuo y el vínculo
social. Vincent de Gaulejac nos propone en estos capítulos sobre las creencias, el conflicto y la
identidad negativa, páginas muy interesantes. Primero, el mundo sectario es un refugio para
los individuos averiados de identidad, a los que propone soluciones en apariencia atractivas.
La alternativa es la ligereza del ultrarrelativismo, por la cual el individuo niega todo juicio de
valor y postura sobre lo que es bueno y lo que es malo. Ambas soluciones, rigidez sectaria y
relativismo frágil, son portadores de neurosis porque son posibles sólo a partir del abandono
por el individuo de su sentido crítico y, finalmente, de su reivindicación a una identidad propia.

5. En otros casos, también problemáticos, la búsqueda de sí pasa por la necesidad de destruir


vidas. Vincent de Gaulejac recuerda la historia trágica de Richard Durn, que mató a ocho
concejales en Nanterre, en 2002, antes de suicidarse, resultado de una trayectoria de fracasos
y de no reconocimiento social. El individuo que no consigue responder a los imperativos de
éxito del nuevo orden normativo del sujeto omnipotente, desarrolla a veces el veneno de la
envidia, "desquite del orgullo burlado" que devuelve al sujeto a su mediocridad, su bajeza, su
impotencia y su maldad. El envidioso moviliza su energía para destruir el objeto de su codicia y
procura entonces desarrollar su excelencia del lado del mal. El acto criminal de Richard Durn
puede explicarse, según Vincent de Gaulejac, como la tentativa de "destruir aquellos de los
que esperaba el reconocimiento, los que podían conferirle una utilidad social", y que no lo
hicieron.

6. ¿Qué podemos hacer para ayudar al sujeto afectado en su identidad, a reconstruirse, para
ayudarle a forjar un sentido a su vida y, más aún, a redescubrir o reafirmar "quién soy yo"? La
obra insiste en la importancia de la toma de la palabra en situación colectiva para superar los
traumas vinculados al no reconocimiento de sí y a los diversos sufrimientos que genera. El
testimonio oral es una herramienta mediante la cual el individuo procura existir como sujeto.
La sociología clínica privilegia la reconstrucción del sentido dado por los actores a sus
experiencias de vida, por la utilización de métodos cualitativos y discursivos. Se inscribe, pues,
en la línea de los abordajes mediante las historias de vida. Va más lejos, sin embargo, ya que
tiene una finalidad no sólo analítica sino terapéutica. Pretende ante todo trabajar el sentido
subjetivo dado por los individuos a su vida. Procura, y es poco común en sociología, ayudar a
los individuos a que se reconstruyan. Para hacerlo, el individuo debe poder, en un grupo de
palabra, decir cómo se concibe, lo que quiere, lo que es. Se trata de descomponer
colectivamente las limitaciones normativas y las representaciones sociales que lo ha impedido
"devenir lo que es", para repetir el imperativo célebre y nietzscheano. De allí la insistencia de
Vincent de Gaulejac sobre las dimensiones subjetivas de la alienación humana y sobre la
función de reconstrucción de sí que puede tener la sociología cuando admite trabajar con la
psicología.

7. La perspectiva desarrollada en ¿Quién soy “yo”? puede ser comparada con de los trabajos
de naturaleza más cuantitativa que toma el trayecto de vida por objeto. Desde los años 1960,
primero en los Estados Unidos luego en Europa, se desarrolló lo que algunos llamaron el "
paradigma del trayecto de vida " (Sapin, Spini y Widmer, 2007). Se trata de un enfoque
pluridisciplinario, entre los que la sociología y la psicología del desarrollo son las disciplinas
matrices, que procura definir las lógicas de desarrollo temporal de las vidas individuales en su
contexto histórico y social, apoyándose en métodos de análisis longitudinal, la mayoría de las
veces cuantitativos. La focalización sobre factores estructurales y la utilización de grandes
bases de datos ubicaron al sujeto en segundo plano, en las investigaciones producidas por este
enfoque. ¿Quién soy "yo"? trae, me parece, un complemento interesante por la noción de
agencia, a menudo utilizada pero sin gran sistematicidad, por los investigadores que se
inscriben en este enfoque y buscan captar mejor las trayectorias individuales que devuelven al
actor. El concepto queda sin embargo vago y ciertas dificultades en la operacionalización
empírica abundan. Victor Marshall, un sociólogo norteamericano, propone definiciones
diversas del agenciamiento, todas parcialmente satisfactorias: capacidad de elegir, energía
individual, consecuencias de las acciones individuales más bien que de las estructuras sociales,
producción y control de su entorno por el individuo, capacidad del individuo que genera su
propio desarrollo o que supera las dificultades, orientación instrumental más bien que
expresiva en la existencia, o incluso persecución de acciones racionales (Marshall, 2004). De
cerca o de lejos, estas definiciones muy parciales subrayan la producción de su vida por el
individuo. Quedan sin embargo extrañamente silenciosas de las dimensiones relacional y
procesual de esta producción. Definir el agenciamiento, siguiendo a Vincent de Gaulejac, como
la afirmación, por el individuo, de su deseo con relación al deseo del otro, en un trabajo de
bricolaje incesante sobre los recursos y las limitaciones producidas por el trayecto inicial, nos
ayuda, me parece a precisar el concepto: proyección de sí en el futuro, cooperación y a
tensión entre el individuo y su entorno, aprovechamiento de los recursos existentes,
dependencia por lo menos parcial a la trayectoria previamente seguida. En la lectura de la
obra, me pareció que debe vincularse el enfoque cuantitativo de las trayectorias de vida, que
permite definir con una precisión relativa lo que se puede observar "del exterior" en cuanto a
la vida de los individuos, particularmente en los dominios laborales y familiares, y el enfoque
de la sociología clínica, apta para revelar el significado que tienen para los individuos estas
experiencias. Ambos enfoques son necesarios para el avance de los conocimientos sobre los
trayectos de vida.
8. Si se queda de allí, sin embargo, en la búsqueda de sí mismo, deberíamos a mi juicio
interrogarnos más los casos dónde el individuo oscila entre diferentes polos en su juicio en
cuanto a su vida, donde es incierto en cuanto a sus proyectos y en cuanto a sus deseos. Si el
libro conceptualiza apropiadamente la identidad como un proceso, posiblemente no insiste
bastante en la ambivalencia propia de este proceso (Lüscher y Pillemer, 1998). Las cosas son a
menudo poco claras en la cabeza de los individuos en cuanto a lo que quieren conservar y
cambiar en sus vidas, cooptados entre fidelidades e inserciones múltiples y contradictorias
entre ellas. Estas ambivalencias no son forzosamente destructoras o incapacitantes; obligan a
los individuos a buscar soluciones nuevas; los incitan a la reflexividad; los obligan a la
búsqueda de ellos mismos. Desde allí que las contradicciones nacidas del tumulto de las
estructuras sociales y de la complejidad de los esquemas psicológicos en la hipermodernidad
no son siempre obstáculos que hay que superar en el proceso de subjetivación. En ciertos
casos, parecen ser más bien las condiciones.

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