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Jean Paul Sartre fue un filósofo francés del siglo XX, cuya obra se enmarca dentro de la
corriente filosófica del existencialismo. Esta corriente, a grandes rasgos, considera
primordial en el ser la experiencia subjetiva, es decir la existencia, por sobre la objetividad.
En la primera parte de libro Crítica de la Razón Dialéctica, “Cuestiones de Método”, Sartre
hace una crítica al método marxista de acercamiento a la experiencia, comparándolo con el
método existencialista, además de dar las razones de por qué, a pesar de considerar la
perspectiva marxista como “el camino a seguir”, ambos métodos guardan diferencias.
Para Sartre, dentro del marxismo, se separó la teoría de la práctica, por lo que la primera se
convirtió en un saber estático y la segunda en un empirismo sin principios. Por lo anterior,
es que los marxistas abordan la experiencia con esquemas que resultan totalizadores y
universalizantes, lo que no permite un estudio de la singularidad de los procesos. Por otro
lado, critica el determinismo económico propio de los estudios marxistas. Para él, el
marxismo se convierte en un inhumanismo si considera al desarrollo económico el único
objeto de la historia humana.
Junto con estas críticas, entrega el método existencialista para el estudio de la experiencia
humana: “El objeto del existencialismo-por carencia de los marxistas-es el hombre singular
en el campo social, en su clase en medio de objetos colectivos y de los otros hombres
singulares, es el individuo alienado (...)” (Sartre, 1963). La idea fuerza que entrega el
filósofo, es que frente a este apriorismo que se ha ido estableciendo como costumbre en el
pensamiento marxista, los existencialistas afirman la experiencia histórica y social del ser
humano como algo que debe ser entendido sin categorías previas que disuelvan estas
experiencias en la totalidad.
Hay que rechazar el apriorismo: sólo el examen sin prejuicios del objeto histórico
podrá determinar en todos los casos si la acción o la obra reflejan los móviles
superestructurales de grupos o de individuos formados por ciertos
acondicionamientos o si se les puede explicar en base a las contradicciones
económicas. (Ibíd.)
Por otro lado, cabe destacar el papel que le otorga Sartre a la sociología (y por ende a la
antropología) como complemento del marxismo. Más bien, sería una relación recíproca, ya
ambas partes se verían beneficiadas.
Así resulta tanto más fácil la integración de la sociología en el marxismo cuanto que
se da como un hiper-empirismo. Sola, se estancaría en el esencialismo y lo
discontinuo; al entrar de nuevo –como el momento de un empirismo vigilado– en el
movimiento de la totalización histórica, volverá a encontrar su profundidad y su vida,
pero es ella quien mantendrá la irreductibilidad relativa de los campos sociales, la
que hará que resalten, en el seno del movimiento general, las resistencias, los
frenos, las ambigüedades y los equívocos. (Sartre, 1963)
Por otro lado, ve a la sociología como una disciplina que obliga a que el marxismo sea
heurístico, es decir, que por su carácter empírico, la sociología exige al marxismo un
desarrollo mayor para dar cuenta de las particularidades de la experiencia humana, para
descubrirla de forma más completa, sin apelar repetitivamente a las categorías
preestablecidas.
Dicho todo lo anterior, se puede plantear hipotéticamente cómo abordaría Jean Paul Sartre
las detenciones ciudadanas. En primer lugar, no se vería este fenómeno como un elemento
dentro de la totalidad de las categorías marxistas, sin hacer un previo análisis en
profundidad, sino como una totalidad singular. Esto quiere decir que se le estudiará en su
particularidad como fenómeno humano, condicionado por la estructura social imperante,
pero no por ello determinado. Las detenciones ciudadanas, como fenómeno, estarían
condicionadas por el movimiento histórico en el que se hayan insertas, pero como expresión
subjetiva humana, no se podría decir en este momento (o sea, a priori) por qué grupos
espontáneos de personas deciden agredir con mucha violencia a delincuentes menores,
haciendo justicia con sus propias manos. En segundo lugar, tendría en cuenta la presencia
de dos grupos en estas situaciones, el grupo de los delincuentes, y el grupo de los
afectados que deciden ajusticiar. Esta oposición de grupos genera el acontecimiento a
estudiar para Sartre:
Cada grupo en la historia es sujeto en tanto que conduce su acción y objeto en tanto
sufre la acción del otro, el acontecimiento en su plena realidad concreta, es la unidad
organizada de una pluralidad de oposiciones que se superan recíprocamente.
(Sartre, 1963)
Por ello, cada grupo debe ser entendido como sujeto y objeto al mismo tiempo, ya que la
compresión que tenemos del otro no es una compresión contemplativa, sino que se basa en
la unión que tenemos basada en un momento específico de nuestra praxis. Es decir, ambos
grupos se afectan mutuamente en ese momento de interacción.
Bibliografía
Sartre, J.P. (1963). Crítica de la Razón Dialéctica. Buenos Aires, Argentina: Losada.