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UN «MUNDO DE ENEMIGOS» (I)

La primera experiencia común a los miembros del grupo


que nos ocupa es la Primera Guerra Mundial, la cual forma
la trama de fondo de su infancia, tanto más cuanto que es-
tuvo seguida por varios años de disturbios, hasta 1924. Una
década de trastorno de lo cotidiano, un decenio determinan-
te, durante el cual los miembros del grupo pasaron de la in-
fancia a la adolescencia.
Tratando de dar cuenta de los innumerables comentarios
suscitados tanto por la lucha como por la vida civil después
de la Gran Guerra, Stéphane Audoin-Rouzeau y Annette
Becker han hecho notar que el deseo de recordar y de con-
tar «su» guerra animó a un gran número de europeos de los
siglos xix y xx, llevándolos a tomar por primera—y a me-
nudo última—vez la pluma para tratar de transmitir esta ex-
periencia matricial que había sido para ellos la guerra. Ca-
bía, pues, esperar que los Akademiker (personas con estu-
dios universitarios) de las ss , hombres de expresión escrita,
hicieran también ellos un acto de introspección, evocando
su infancia durante la guerra de un modo u otro. En cambio,
guardaron silencio, y es este silencio en el que debemos cen-
trar primero nuestra atención.

el estallido de la guerra

Toda guerra abre una brecha en el lento desarrollo de los tra-


bajos y de los días. Ciertamente deja subsistir tiempos y espa-
cios preservados, pero afecta, de forma directa o indirecta, a
todos sus protagonistas. En Alemania, la que estalló en 1914



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no fue una excepción. Los niños—dejando aparte algunos


casos raros—no fueron ni combatientes ni trabajadores. Los
futuros miembros de las ss no participaron prácticamente
en el esfuerzo de la nación alzada en armas. En cambio, fue-
ron sus espectadores. Fueron protagonistas centrales de las
relaciones familiares trastocadas por la marcha de los hom-
bres: sus percepciones conciernen, pues, en primer lugar a
la esfera privada, la de los afectos y los lazos familiares. Pero
conviene añadir que las sociedades occidentales habían op-
tado por crear un precoz ambiente infantil a través del siste-
ma escolar, y que todos los niños iban a la escuela: en Alema-
nia, desde la edad de cinco años. A partir de ese momento,
la percepción del acontecimiento adquiere también una di-
mensión cultural y social. ¿Cómo comprender la «experien-
cia de guerra» de estos niños?
La entrada en la guerra implica la marcha de los hom-
bres y la movilización de las poblaciones. Desde la víspe-
ra de la declaración de guerra, en las grandes aglomeracio-
nes alemanas, la población vivía a la espera de la respues-
ta serbia al ultimátum austríaco. La venta de los periódi-
cos provocaba cada día empujones, la gente se apretujaba
para conseguir la primicia de la evolución de la crisis. La
noticia de la declaración de guerra derivó a continuación en
manifestaciones, pero más que la alegría por la guerra do-
minó un aire serio y grave. La alegría hay que buscarla en
otras partes, en las grandes zonas urbanas, donde se con-
centraba la mayor parte de las clases medias a las que per-
tenecen la mayoría de nuestros personajes. Sus familias vi-
vieron probablemente la entrada en la guerra con eferves-
cencia y determinación. Aunque posteriormente nunca hi-
cieron mención a ella, conviene sin embargo subrayar que
Jeffrey Verhey ve cristalizado en ese «espíritu de 1 9 1 4 » el
fundamento de la voluntad völkisch (etno-nacionalista) de
concentración nacional, una voluntad de la que los miem-
bros del grupo se convirtieron a continuación en partida-



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rios acérrimos. ¿Qué impide pensar entonces que, a pe-


sar del silencio en el que mantendrán la entrada en guerra
en sus escritos posteriores, ésta pudo dejar una impresión
duradera en ellos?
El segundo hecho sobresaliente de la guerra tiene que ver
con la experiencia de la pérdida y del duelo de los comba-
tientes, incluso el sufrimiento causado por la herida de un
familiar o un amigo. Esta marca, casi imperceptible a falta
de un relato, ha dejado huellas sin duda profundas. Postula-
mos, junto con los demógrafos, que cada muerte de la Gran
Guerra estaba rodeada al menos de dos círculos de vida so-
cial concéntricos, compuestos por una decena de personas
cada uno. Al haber perdido el Imperio alemán dos millones
de soldados, fueron dieciocho millones de personas las que
se vieron directamente afectadas por el duelo. Y unos trein-
ta y seis millones las personas que pudieron verse afectadas
en los círculos sociales más lejanos. La mitad de la pobla-
ción alemana habría conocido así la experiencia del duelo fa-
miliar. Y este cálculo hace abstracción de las reacciones del
anuncio de la herida de un combatiente allegado, de la espera
de noticias de un desaparecido—parte integrante del proce-
so del duelo—, encontrado o no en las listas de prisioneros.
Así, todo contribuye a hacer de la experiencia de la pérdi-
da—temporal o definitiva—de los hombres enviados al fren-
te un trauma masivo.
Quedan las privaciones alimentarias. Aunque éstas afecta-
ron a todas las sociedades en conflicto, en ninguna parte fue-

   Jeffrey Verhey, The Spirit of 1914. Militarism, Myth and Mobilization

in Germany, Cambridge-Nueva York, Cambridge University Press, 2000.


Cf. el capítulo sobre la Volksgemeinschaft, pp. 213-218.
   La aproximación se hace a partir de las cifras dadas por Stéphane Au-

doin-Rouzeau y Annette Becker, 14-18…, op. cit., pp. 240-241.


   Stéphane Audoin-Rouzeau subraya su importancia en uno de los

relatos, el del duelo de Jeanne Catulle-Mendès (Cinq dueils de guerre…,


op. cit.).



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ron más agudas que en Alemania. En efecto, desde el verano


de 1914 el Reich, atrapado por el bloqueo, se vio práctica-
mente obligado a la autarquía. Sin embargo, Alemania pare-
cía haber alcanzado en 1914 una independencia alimentaria
relativa. Los productos fundamentales eran producidos en
más del noventa por ciento en el territorio del Reich. Pero
esta relativa independencia alimentaria estaba condiciona-
da por el mantenimiento de las tasas de producción agríco-
la, que pasaban por la adquisición masiva de abono y por el
mantenimiento en el campo de una mano de obra numero-
sa. Además, sobre todo a partir de 1916, los productos ali-
mentarios estaban destinados de forma prioritaria al ejérci-
to. Así, las ciudades tuvieron que hacer frente a importan-
tes problemas de aprovisionamiento. Por otra parte, en Ber-
lín la disminución de las raciones diarias tomó un cariz muy
serio, al subir constantemente los precios durante la guerra.
Si bien las raciones de patatas y de azúcar se mantuvieron
a unos niveles suficientes para que no hubiera carestía, la
carne, el pescado y las materias grasas—productos sensibles
porque suponían la reserva alimentaria distintiva de las cla-
ses medias—poco menos que desaparecieron de los puestos
de venta en provecho de un considerable mercado negro. A
partir de 1916, los alemanes tuvieron la impresión de estar
ganándose literalmente «el pan nuestro de cada día» con su
trabajo. Si bien el bloqueo aliado no fue el causante de los
problemas de abastecimiento alemanes, sí contribuyó a au-
mentarlos provocando el pánico en los ambientes populares
y entre las clases medias. Tras la guerra, se percibió por lo

   Thierry Bonzon y Belinda J. Davis, «Feeding the cities», en Jean-

Louis Robert y Jay Winter (eds.), Capital Cities at War. London, Paris, Ber-
lin, 1914-1919, Cambridge, Cambridge University Press, 1997, pp. 305-
341; esp. p. 310.
   Belinda J. Davis, Home Fires Burning. Food, Politics and Everyday Life

in World War I Berlin, Chappel-Hill, University of North Carolina Press,


2000. Belinda Davis aborda el abastecimiento dentro de una perspectiva

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demás como un ataque directo de los Aliados contra la po-


blación civil. Como una guerra hecha contra las mujeres y los
niños. El hambre, el duelo, la sensación de estar luchando
por la supervivencia cotidiana constituyeron así los tres ele-
mentos principales de la experiencia de la guerra por parte
de los niños, tanto más cuanto que se inscribían en una lec-
tura específica de lo cotidiano.
La sociedad alemana, a imagen de otras sociedades euro-
peas en guerra, elaboró efectivamente un sistema de repre-
sentaciones que daba sentido al conflicto. Desde la entrada
en la guerra, los alemanes consideraron que la lucha que se
libraba en Bélgica y en Francia era de naturaleza profunda-
mente defensiva: si el Reich había de invadir Bélgica para lle-
var a cabo el Plan Schlieffen, era con el fin de impedir que In-
glaterra invadiera el territorio alemán sirviéndose de Bélgica
como cabeza de puente. Los diarios, los comentarios políti-
cos y las cartas de los soldados construían sobre este mode-
lo la imagen de un conflicto hacia el que Alemania se había
visto proyectada en defensa propia, y luchando por su ex-
clusiva seguridad. La canción La guardia en el Rin, que fue
muy popular entre las tropas que se enfrentaron a los ingle-
ses durante aquella gran batalla, testimonia perfectamente

de Alltagsgeschichte o microhistoria que la lleva a ver en los problemas de


avituallamiento uno de los factores de disolución de los lazos existentes
entre los alemanes y su Gobierno. El hambre es analizada como factor de
ruptura del consentimiento. Sin embargo, destaca también el factor de la
angustia que supuso la cuestión de la alimentación en el sistema de repre-
sentación de las clases medias y populares.
   Werner Schaeffer, Krieg gegen Frauen und Kinder. Englands Hunger-

blockade gegen Deutschland 1914-1920, Berlín, Deutsche Informationsste-


lle, 1940. Esta fuente es muy interesante puesto que representa una remo-
delación de la cultura nacida durante la Gran Guerra al servicio de la Se-
gunda Guerra Mundial. Lejos de reflejar la realidad de la experiencia en
la Gran Guerra, muestra cómo la memoria de este conflicto fue reactiva-
da para servir de matriz referencial en el discurso de legitimación de la se-
gunda conflagración mundial.



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este imaginario colectivo. El ejército alemán luchaba igual-


mente en suelo francés para proteger la tierra patria. Susanne
Brandt ha demostrado hasta qué punto las imágenes de des-
trucción, al tiempo que ilustraban los daños causados por la
guerra, acusaban siempre a un enemigo que, en caso de una
derrota alemana, ocasionaría un desgaste parecido en el te-
rritorio nacional. La guerra era una cuestión de seguridad;
la victoria final pondría fin a la estrategia de cerco practica-
da por la Entente. Y los reporteros lo expresaban a cual me-
jor: «[Los civiles franceses] no saben o no quieren saber que
son las clases gobernantes de su país las que, en agosto del
año pasado, trataron de penetrar en nuestro territorio e in-
fligirnos el destino que actualmente es el suyo. No hay mejor
defensa que un buen ataque» .
Esta representación se mezcló durante el verano de 1914
con los acontecimientos en el Este. A partir de la declara-
ción de guerra, en efecto, las tropas cosacas invadieron Pru-
sia oriental, provocando un éxodo masivo de las poblaciones
locales. Los crímenes crueles provocaron una oleada de pá-
nico que amplificó las representaciones nacidas a raíz de la
invasión de Bélgica. Tanto en el Este como en el Oeste, como
invasora o incluso como invadida, Alemania luchaba por de-
fender su Kultur, su territorio, rodeado y amenazado por un
«mundo de enemigos».

   En espera de la tesis de Anne Duménil sobre «El soldado alemán»,

aún inédita, léase Gerd Krumeich, «Le soldat allemand sur la Somme 1914-
1916», en Jean-Jacques Becker y Stéphane Audoin-Rouzeau (eds.), Les So-
ciétés européennes et la guerre de 1914-1918, op. cit.
   Susanne Brandt, Vom Kriegsschauplatz zum Gedächtnisraum. Die

Westfront 1914-1940, Baden-Baden, Nomos Verlagsgesellschaft, 2000;


especialmente, pp. 17-18 y 37-38.
   Mittelman, Quer und Kreuz durch Belgien, citado por Susanne

Brandt, ibid., p. 25.


   Véase al respecto Vejas Gabriel Liulevicius, War Land on the Eastern

Front. Culture, National Identity and German Occupation in World War I,


Cambridge, Cambridge University Press, 2000. La invasión no duró más



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Los alemanes suscribían tanto más esta representación de


un Reich cercado y condenado a una guerra defensiva total
cuanto que desde los primeros días del conflicto había cris-
talizado una imagen inhumana del enemigo. Los belgas y
los rusos, muy en especial, se veían asociados a innumerables
actos de crueldad cometidos con los soldados alemanes he-
ridos y con los civiles de las regiones conquistadas. Las uni-
dades alemanas que invadían los territorios de Bélgica y del
norte de Francia se sintieron dominadas por unas oleadas de
pánico que las llevaron a creer en la realidad de las sevicias
practicadas con sus camaradas heridos por parte de civiles,
mujeres y niños, lo que «probaba» la inhumanidad del ene-
migo y legitimaba las ejecuciones sumarias llevadas a cabo
por las tropas alemanas. Este «corpus de pruebas»—y esto
es lo esencial—tuvo una amplísima difusión en Alemania a
través de la prensa, de las imágenes y de la escuela. Por otra
parte, eran numerosas las imágenes que insistían en la sucie-
dad de los rusos y en su atraso, debido a la inferioridad cul-
tural de la población: un imaginario casi colonial, hecho de

que algunas semanas, y fue detenida por las ofensivas de otoño y la victoria
de Hindenburg y Ludendorff sobre los ejércitos rusos de Samsonov y Ren-
nenkampf, en una batalla que fue rebautizada como la «batalla de Tannen-
berg». El impacto de esta invasión en la memoria colectiva fue, sin embar-
go, incomparablemente más amplio que su duración, aunque no conviene
subestimar su enorme brutalidad. La invasión y la dimensión salvadora de
la batalla fueron además el punto de partida del verdadero culto a la per-
sonalidad del que fueron objeto los dos generales alemanes victoriosos.
   Sobre la imagen del enemigo interiorizada por los combatientes, véa-

se para un estudio sistemático de las cartas de los soldados, y a pesar de


su carácter no realista, Klaus Latzel, Deutsche Soldaten, nationalsozialisti-
scher Krieg? Kriegserlebnis, Kriegserfahrung 1939-1945 (Paderborn, Schö-
ning, 1998), que, a pesar de su título, trata de hacer una comparación en-
tre las experiencias de guerra de los soldados alemanes en ambos conflic-
tos mundiales (aquí, pp. 191-194, 200-201 y 211-219). Sin embargo, las ca-
tegorías de análisis que el autor ha elegido le impiden pensar los temas
de guerra de forma unitaria, y no tiene en cuenta el carácter defensivo de la
guerra para los soldados alemanes.



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un sentimiento de superioridad y de prejuicios raciales, pre-


sidía dentro de este espíritu los proyectos del Oberost, la ad-
ministración militar alemana en el frente del Este. La Gran
Guerra era vista así como una lucha defensiva en la que es-
taba en juego la suerte de una Alemania enfrentada con un
enemigo que poseía el don de la ubicuidad, un enemigo que
se distinguía por la inhumanidad de sus métodos de lucha,
inhumanidad que era resultado, al menos parcialmente, de
una hostilidad de esencia étnica, biológica.
Aunque era defensiva, la Gran Guerra no por ello estaba
menos cargada por parte de los contendientes de grandes ex-
pectativas que daban sentido a las pruebas sufridas. Según
los observadores, era necesario superar las desgracias de los
tiempos. La guerra como ordalía, como paso hacia una era
nueva: ésta era una de las temáticas que daban sentido a la
conflagración, tanto en el frente como en la retaguardia.
El historiador Friedrich Meinecke recuperaba, por ejemplo,
la metáfora del ver sacrum romano, ritual del sacrificio hu-
mano que anunciaba la fertilidad de una nueva primavera,
para hablar de la muerte en masa con ocasión de la batalla de
Flandes. Fue la gran expectativa milenarista la que dio sen-
tido a la hecatombe:

Nuestro ver sacrum descansa ahora en los canales del Yser, donde
los jóvenes regimientos de reserva de voluntarios de guerra han
lanzado el asalto. Su sacrificio por nosotros significa una nueva
primavera sagrada para toda Alemania.

   V. G. Liulevicius, War Land on the Eastern Front, op. cit., pp. 29-30,
así como pp. 54-88.
   Ibid. pp. 174-177.
   Sobre este punto, ibid., pp. 134-156.
   Jacques Heurgon, Trois études sur le Ver Sacrum, Bruselas, Lato-

mus, 1957.
   Citado por Gerhard Hirschfeld, «Prólogo», en Gerd Krumeich y

Gerhard Hirschfeld (eds.), «Keiner fühlt sich hier mehr als Mensch…». Er-
lebnis und Wirkung des Ersten Weltkrieges, Fráncfort, Fischer, 1996, p. 7.

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Durante las hostilidades, los soldados elaboraron el mito del


campo de batalla como lugar de iniciación. Un joven pro-
fesor de secundaria, que había participado en los movimien-
tos juveniles, trató así de encontrar las palabras adecuadas
para expresarlo en una carta a su madre fechada el 26 de
mayo de 1915:

Mi querida madre:
He de escribirte una carta muy especial y tratar de expresar lo
que quisiera decir. Como una especie de consuelo, ya que […]
también Erich se ha convertido en uno de los que han contribuido
a construir el futuro de una gran Alemania con la sangre y la fuerza
de su corazón.
La guerra nos ha mostrado poderosamente que nuestra vida te-
nía un sentido completamente distinto que el desarrollarse por las
vías normales de una vida familiar y burguesa. Es parte integrante
de una finalidad grande y sagrada. No conocemos esta finalidad.
Ha sido infundida en nosotros desde la eternidad, y nos conduce
hacia algo grande, eterno. La presentimos.
Dios traza ahora grandes caminos en la historia del mundo y
nosotros somos los elegidos, el instrumento elegido. ¿Debemos
sentirnos de verdad felices por ello? A mi alrededor todo reverdece
y florece, y los pájaros exultan de alegría en la luz. ¡Cuánto más her-
mosa y grande será la gran primavera después de la Gran Guerra! 

La inmanencia de la esperanza y el imaginario milenaris-


ta planteado aquí se revelan con tanta más fuerza puesto

   Cf.
Bernd Hüppauf, «Schlachtenmythen und die Konstruktion des
“Neuen Mensches”», en ibid., pp. 43-84.
   Carta n.º 107 de Walther I., fondo privado Knoch, BfZ, citado por

Peter Kmoch, «Erleben und Nacherleben, Das Kriegserlebnis im Augen-


zeugenbericht und im Geschichtsunterricht», en ibid., pp. 235-259; esp.
p. 244.
   Sobre este tipo de problemáticas, véase Annette Becker y Stépha-

ne Audoin-Rouzeau, 14-18. Retrouver la guerre, op. cit.; y Annette Becker,


La Guerre et la Foi: de la mort à la mémoire, 1914-1930, París, Armand Co-



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que Walther I nació en el seno de esta Bildungsbürgertum


(burguesía ilustrada) que compartió el consentimiento de
las sociedades europeas al conflicto. Militó en esos movi-
mientos juveniles que antes de la guerra eran la expresión
de un deseo de renovación social e intelectual: reelabora-
do, este deseo da su sentido al conflicto y lleva a cabo la fu-
sión entre el fervor guerrero y los contenidos militantes de
los Wandervögel (‘aves migratorias’). Conviene destacar
que el autor de la carta sólo se distingue de los miembros
de nuestro grupo por su fecha de nacimiento: su militan-
cia precoz, su pertenencia a una clase ilustrada, su gran ju-
ventud le confieren un perfil muy próximo al de los jóvenes
adolescentes que se quedaron en la retaguardia. Esos pocos
años que los separan explican, sin embargo, que él conoz-
ca la experiencia del fuego, al contrario de los futuros inte-
lectuales de las ss .
Esta carta, la centésimo séptima escrita en diez meses por
este joven a su familia, ilustraba asimismo la intensidad de
la comunicación entre el frente y la retaguardia. El continuo
ir y venir del correo, que transmitía esperanza, angustia, do-
lor, expectativas milenarias y preocupaciones diarias, expli-
ca, por otra parte, la enorme porosidad entre el sistema de
representaciones de los civiles y el de sus parientes que lu-
chaban en las trincheras. Si bien la experiencia de la lucha,
del asalto y de la violencia interpersonal fue algo en gran me-
dida inexpresado, la aceptación del conflicto, sus fluctuacio-
nes, sus crisis y sus recuperaciones circularon durante toda la
guerra entre el frente y la retaguardia. En esta lucha gigan-

lin, 1994. Véase, por último, Alphonse Dupront, Le Mythe de croisade…,


op. cit., t. 2.
   Cf. Gudrun Fielder, Jugend im Krieg. Bürgerliche Jugendbewegung

Erster Weltkrieg und sozialer Wandel, Colonia, Wissenschaft und Politik,


1989.
   Al ritmo de una cada tres días aproximadamente.
   Annette Becker y Stéphane Audoin-Rouzeau, Violence et consen-

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tesca contra un enemigo despiadado que estaba marcado, al


menos en parte, por el sello de la barbarie y de la bestialidad,
se ponía en juego el destino de la nación. En numerosos ho-
gares acomodados y cultivados que constituían sociológica-
mente el corazón del consentimiento alemán al conflicto, la
guerra se convirtió así en el lugar de una forma derivada de
utopía milenarista.

Estos desafíos eran demasiado importantes para que fuera


posible mantener a los niños al margen. Y la Gran Guerra fue
de hecho el primer conflicto en el que los niños fueron «movi-
lizados», en el sentido de que fueron objeto de un discurso es-
pecífico que les explicaba la guerra, su sentido y quienes eran
sus enemigos. Si bien la experiencia de la guerra se transmi-
tía—de manera imposible de evaluar en el caso general—
mediante el diálogo entre los parientes y los niños, también
irrumpió en los sistemas de percepción y de representación
de los niños y de los adolescentes a través de los juguetes, los
libros y los periódicos. Desde el otoño de 1914, la industria
alemana del juguete, la primera del mundo en cuanto a pro-
ducción y—en parte—de la exportación mundial, se puso
en sintonía con la cultura de la guerra. Determinadas em-
presas, como la editorial Otto Maier—la futura Ravensbur-
ger—, o el célebre fabricante de trenes eléctricos Märklin, fa-
bricaron juguetes que estaban en relación directa con la gue-
rra, e incluso con la lucha. La violencia era así «trivializada»,

tement…, art. cit., así como 14-18. Retrouver la guerre, op. cit., especial-
mente p. 50.
   Heike Hoffmann, «“Schwarze Peter” im Weltkrieg. Die deutsche

Spielwarenindustrie 1914-1918», en Gerd Krumeich, Dieter Langewies-


che, Hans Peter Ullmann y Gerhard Hirschfeld (eds.), Kriegserfahrungen.
Studien zur Sozial, und Mentalitätsgeschichte des Ersten Weltkriegs, Essen,
Klartext, 1997, pp. 323-335.

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una juventud alemana

para retomar una expresión cara a George Mosse: los ju-


guetes, al tiempo que la desrealizaban, la introducían en la
cotidianidad de los niños. Los fabricantes de otras partes no
se llamaban a engaño respecto a los retos culturales que ello
suponía. A fines de 1914, su órgano oficial explicaba:

La industria del juguete es injustamente clasificada entre las in-


dustrias de lujo. Tiene su misión específica en la guerra, ya que es
importante, por medio de los juguetes, impregnar a los niños de la
evolución de los últimos acontecimientos e inocularles [verimpfen]
el espíritu recto, nacional y patriótico.

El esfuerzo pedagógico realizado por la sociedad y el Es-


tado se tradujo asimismo en un discurso de legitimación del
conflicto prodigado a los niños y a los adolescentes en el mar-
co de la escuela y del instituto. Libros de texto, cuadernos de
ejercicios y clases magistrales empezaron a hablar de la gue-
rra, de su evolución y de su sentido, adoptando un discurso
preparado de antemano, al servicio de unos objetivos con-
cretos. El ideal perseguido por los pedagogos era el de una
juventud seria y preocupada, una juventud llena de gratitud
hacia los héroes que entregaban su vida en el frente para de-
fender a la nación: «movilización de los espíritus, moviliza-
ción de los corazones», decía uno de los textos que trataban
de «los que se quedaban en la retaguardia». Este esfuer-
zo fue asumido en 1917 por el sistema educativo a través de

   Se encuentran interesantes observaciones sobre los juguetes y el uni-

verso infantil durante la guerra en el estudio de George Mosse sobre el fe-


nómeno de la banalización del conflicto: De la Grande Guerre au totali-
tarisme. La brutalisation des sociétés européennes, París, Hachette, 1999,
pp. 145-179.
   Deutsche Spielwaren Zeitung, 10/9/1914, t. 18, folio 3. Citado por

Heike Hoffmann, «Schwarze Peter im Weltkrieg…», art. cit., p. 325.


   Ferdinand Hirt’s Kriegslesestücke. Erlebnisse und Darstellungen aus

dem Jahre 1915, Breslau, Hirt, 3.ª ed., 1917.



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un « mundo de enemigos » (1)

los «cursos patrióticos», verdaderos compendios de cultura


bélica. Esta brusca generalización del esfuerzo movilizador,
sensible en la enseñanza primaria y secundaria por la insti-
tucionalización de una pedagogía del conflicto, constituía el
marco de transmisión privilegiado de una moral heroica apli-
cada a la vida cotidiana de los niños y de los jóvenes. Estos
grupos se veían incitados a seguir los acontecimientos del
conflicto, a comunicarse mentalmente con los combatien-
tes, a actuar de manera seria y responsable en la vida de cada
día. Como primogénito de su familia, el joven debía trans-
formarse finalmente en héroe de lo cotidiano, y saber paliar
la ausencia del padre y/o de los hermanos. Aunque había
que admirar al soldado, el discurso no incitaba sin embargo
a imitarlo partiendo para el frente, aunque el fantasma del
niño héroe, tan vivo en Francia, tuviera sus equivalentes en
Alemania: algunas ilustraciones de álbumes de juventud pre-
sentan a niños o adolescentes que guardan solos la frontera
contra el enemigo ruso y francés aliado; otras muestran a
unos niños llorando de frustración por no poder partir con
su padre; otras, finalmente, representan al niño soñando des-
pierto en uniforme. Todas hacen hincapié en la importan-
cia del papel del frente desde el interior, un frente en el que
el niño tenía su sitio.

   E. Matthias y H. Meier-Welcker (eds.), Quellen zur Geschichte des

Parlementarismus und der deutschen Parteien, i /ii : Militär und Innenpo-


litik im Ersten Weltkrieg 1914-1918; t. viii : Die Propaganda im Zeichen
des «vaterländischen Unterrichts», April 1917-Oktober 1918, Düsseldorf,
Droste, 1978.
   Ludwig Pronold y Albert Henselmann, Weltkriegsbilderbuch. Fran-

zl-Michel-Mohammed, Straubing, Attekoffer, 1916, p. 12; citado por Sté-


phane Audoin-Rouzeau, La Guerre des enfants…, op. cit., p. 68.
   Véanse los numerosos grabados y litografías de Rudolf Grossman,

especialmente «El que quiere ser soldado», reproducido en George Mosse,


De la Grande Guerre au totalitarisme…, op. cit., p. 160.



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el silencio de los «akademiker»

Sin embargo, a pesar de la dimensión tan notable del conflic-


to, a pesar del esfuerzo movilizador desplegado por el Esta-
do, los miembros del grupo que tuvieron ocasión de hablar
de su infancia y de la guerra no hicieron nada de ello. A su en-
trada en las ss, o en el momento de contraer matrimonio, se
sintieron casi todos movidos a escribir un relato biográfico,
mezcla de curriculum vitae y de texto personal en el que se re-
memoraba el ambiente familiar, la marcha de los estudios, y a
veces incluso del mundo afectivo de los narradores. Aunque
no fuera más que de manera somera, estos Lebensläufe lógi-
camente tendrían que haber dado cuenta de la experiencia
de la guerra. Sin embargo, sólo cinco de estos textos evocan
algún aspecto de ella, y a menudo sólo de pasada, al hablar
de la muerte del propio padre, del éxodo o del cautiverio.

Ernst Turowsky nació en 1906, en el seno de una familia


de terratenientes, cerca de Johannisburg, en Prusia orien-
tal. Cuando estalla la guerra, vive la experiencia de la inva-
sión rusa. Sin extenderse sobre el tema, menciona su esta-
tuto de refugiado de guerra y la llamada a filas de su padre.
Turowsky explica, por otra parte, que sus estudios escolares
se vieron interrumpidos por espacio de unos dos años como
consecuencia de la invasión, y declara que no regresó a sus
tierras con su familia hasta 1922, es decir, según sus propias
palabras, «tras el regreso de [su] padre de la guerra y la es-
tabilización de la situación fronteriza». Son las únicas hue-
llas de la experiencia de la guerra de las que acepta hablar.
El candidato a las ss se atiene, pues, estrictamente a los
hechos. En cambio, no se siente obligado a hablar de lo que
recuerda el niño de ocho años que él era por entonces. Se

   Lebenslauf, 24/5/1938, folio 2 (baaz sso Turowsky).



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un « mundo de enemigos » (1)

sabe, sin embargo, que la ciudad natal de Turowsky, Johan-


nisburg, fue uno de los epicentros de las atrocidades come-
tidas por los cosacos y del pánico subsiguiente. De acuerdo
con una práctica extendida en los primeros meses de la gue-
rra, el Gobierno alemán recopiló sistemáticamente los testi-
monios concernientes a los actos de brutalidad de las tropas
rusas. Aunque una gran parte de ellos eran las experiencias
de soldados y prisioneros alemanes que habían conseguido
evadirse, otra serie de declaraciones la constituyeron las ex-
periencias de civiles, hombres y mujeres que asistieron—o
que decían haber asistido—a las brutalidades del enemigo.
Los relatos de violaciones, de mutilaciones, de ejecuciones
sumarias tanto de civiles como de prisioneros eran así difun-
didos por los canales institucionales clásicos de los libros
blancos, pero también bajo forma de rumores, a medida que
llegaban refugiados a territorio alemán. Turowsky pertene-
cía precisamente a esta categoría de personas que se habían
encontrado momentáneamente dentro del primer círculo de
la guerra. En ninguna parte, sin embargo, el candidato a las
ss hace mención a las atrocidades y al movimiento de páni-
co que presidió el éxodo. Tampoco en ninguna parte da in-
formación acerca del estado de ánimo de su familia. Final-
mente, en ninguna parte explica las formas de subsistencia
de aquella familia de refugiados, que han perdido sus tierras
y sus oficios, durante los largos años de exilio. ¿Es poco ra-
zonable pensar que, a pesar del silencio del niño converti-
do en adulto, el éxodo de 1914 fue vivido por su familia con
una intensidad traumática tal que no se decidió hasta ocho
años más tarde a retomar el camino de vuelta a Prusia orien-

   Un
número importante de testimonios de atrocidades cosacas—vio-
laciones, ejecuciones, mutilaciones—provienen de refugiados o de Land-
ser (hombres de tropa) que estaban en su puesto en Johannisburg. Véase
Greueltaten russischer Truppen gegen deutsche Zivilpersonen und deutsche
Kriegsgefangene, Livre blanc, 1915. Agradezco a Anne Duménil el haber-
me comunicado la existencia de este documento.



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una juventud alemana

tal? Sin embargo, Turowsky ignora este aspecto, como si el


exilio no hubiera tenido ningún efecto sobre él.
Aunque la experiencia de la guerra de Ernst Turowsky
fue la del refugiado y de la víctima civil, también constitu-
yó la matriz de una identidad fronteriza: nacido en Prusia
oriental, rodeado de polacos y de rusos, Turowsky escribió
su tesis de doctorado en historia medieval sobre los proble-
mas de la administración fronteriza entre polacos y alema-
nes en el siglo xv. ¿Cómo no pensar que se creó allí un in-
terés científico ligado a la vivencia juvenil de la guerra? Esta
tesis, auténtico intento de legitimación en el pasado de la
identidad alemana de las tierras limítrofes, ¿no revela acaso
el compromiso con una práctica de defensa territorial, de-
fensa de tipo intelectual, sin duda, pero directamente liga-
da a esa «movilización intelectual» (geistige Mobilmachung)
que estableció la Bildungsbürgertum con ocasión de la Gran
Guerra? Aunque no se manifiesta la vivencia traumática de
la guerra, aunque la mayor parte del tiempo la guerra ni si-
quiera se menciona, el silencio no expresa lo insignificante
de la experiencia; al contrario, el silencio no es insignifican-
te, es un indicio: el del trauma.
Heinz Gräfe es hijo de un librero sajón, y por tanto naci-
do en el seno de un medio cultivado. Su padre, movilizado
desde la entrada en la guerra, murió en el frente de Flandes
en 1914. Aunque sus Lebensläufe están entre los más porme-

   Ernst Turowsky, Die innenpolitische Entwicklung Polnisch-Preußens

und seine staatsrechtliche Stellung zu Polen vom 2. Thörner Frieden bis zum
Reichstag von Lublin (1466-1569), Berlín, Trilitsch und Huther, 1937. Véa-
se también más adelante el apartado «La adquisición de los conocimientos
académicos» (capítulo 3).
   Kurt Flasch, Die geistige Mobilmachung. Die deutschen Intellektue-

llen und der Erste Weltkrieg, ein Versuch, Berlín, Alexander Fest, 2000.
Véase también, para el caso francés, Christophe Prochasson, Les Intel-
lectuels, le Socialisme et la Guerre, París, Seuil, 1993; Anne Rasmussen y
Christophe Prochasson, Au nom de la Patrie. Les intellectuels et la Premiè-
re Guerre mondiale 1914-1919, París, La Découverte, 1996.



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un « mundo de enemigos » (1)

norizados, no se hace mención a este hecho más que en uno


de ellos, y sólo entre paréntesis. Así pues, no sabemos nada de
lo que supuso para Gräfe la muerte de su padre. Sin embar-
go, escribe que su madre entró a trabajar en Correos, lo que
implicaba el abandono de la librería familiar, la experiencia
del desclasamiento social y de la pérdida de ingresos. Pero
Gräfe no dice nada al respecto, ni tampoco de su duelo, ni de
su vida en la guerra, por más que sin duda tuviera que cuidar
de sí mismo por la ausencia de una madre obligada a trabajar.
En cambio, describe minuciosamente su trayectoria después
de 1918, detallando sus problemas disciplinarios en la escue-
la, dando la imagen de un adolescente—contaba entonces
catorce años—perturbado, pero que terminó superando su
retraso escolar y comenzó su carrera política bajo los auspi-
cios del rechazo de Versalles y de Weimar.
Los ejemplos de Ernst Turowsky y de Heinz Gräfe ilustran
así el hecho de que la guerra puede estar presente de manera
residual en los Lebensläufe, pero que su dimensión traumá-
tica impediría consagrarle un desarrollo más sustancioso. En
esto no hacen sino actuar a imagen de una sociedad alemana
que discute apasionadamente tanto de los orígenes como de
las consecuencias del conflicto—la cuestión de las responsa-
bilidades—, pero no de su desarrollo, actitud colectiva raya-
na en la inhibición.
Más perturbadora aún es la ausencia general de una evo-
cación de la derrota alemana de 1918. A diferencia de la gue-
rra propia, aquélla no se menciona nunca, ni siquiera cuan-
do se trata de personas que tuvieron que abandonar su lugar
de residencia como consecuencia del armisticio o de los tra-
tados. En los Lebensläufe, la guerra existe en los hechos,

   Lebenslauf Gräfe, sin fecha (baaz , r usha Akte, Gräfe).


   Véase Ulrich Heinemann, Die verdrängte Niederlage. Politische
Öffentlichkeit und Kriegsschuldfrage in der Weimarer Republik, Gotinga,
Vandenhoeck und Rupprecht, 1983.
   Éste es el caso de Emil Augsburg, futuro investigador en el Wannsee



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una juventud alemana

pero no en lo que se dice; la derrota no tiene existencia real


ni discursiva. Entre los dos tratamientos del acontecimien-
to, media la misma diferencia de naturaleza y de grado que
entre la inhibición y el rechazo.

Este trauma, ciertamente casi imposible de mencionar en el


período de entreguerras, fue a veces objeto de un intento de
expresarlo durante la segunda postguerra. Werner Best, por
ejemplo, antiguo jefe adjunto del rsha , se ejercitó en hacer-
lo durante su encarcelamiento en 1947. Su biógrafo, Ulrich
Herbert, pone de manifiesto con razón que estos relatos de
infancia rinden cuenta tanto de la infancia real vivida por
Werner Best como de la estilización generacional que quería
dar de su trayectoria. En el relato que hace de su vida, el
antiguo dignatario nazi establece una línea divisoria muy cla-
ra entre los años anteriores y posteriores a 1914. El año de la
guerra es, desde el 4 de octubre, el del duelo. Su padre, mo-
vilizado a comienzos del conflicto, muere en el hospital de
Trèveris a consecuencia de una herida:

La muerte heroica [Heldentod] de mi padre me dejó abandonado


a mí mismo cuando tenía once años. Mi madre se vino abajo y
buscó un mayor apoyo en sus hijos que el que ella podía brindarles
a ellos. De hecho, fui educado por la tradición familiar más que
por mi propia familia […] Mi padre nos había dejado una carta en
la que nos encomendaba a nuestra madre y nos exhortaba a con-

Institut y miembro del Einsatzgruppe b , que era un Volksdeutsche de Łódź


(baaz r usha Akte Augsburg); y también de Erich Ehlers, cuyo padre,
pastor en Nord-Schleswig, dijo querer trasladarse para no convertirse en
funcionario sueco y poder dar una «educación alemana a sus siete hijos»
(Lebenslauf Ehlers [baaz r usha Akte Ehlers]).
   Un segundo caso está constituido por las últimas declaraciones de

Otto Ohlendorf y Heinz Jost en el proceso de Núremberg. Volveremos so-


bre el primer documento en los capítulos 6 y 14.
   Ulrich Herbert, Best…, op. cit., esp. p. 45.



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un « mundo de enemigos » (1)

vertirnos en hombres, alemanes y patriotas. A los once años me


sentía, pues, responsable de mi madre y de mi joven hermano. Y a
partir de los quince años, me sentía responsable del nuevo rumbo
de Alemania. En mi juventud no conocí más que la seriedad, la
preocupación, el trabajo y la responsabilidad […] La miseria eco-
nómica—mi madre no tenía pensión de viudedad—ensombreció
también mi juventud.

Lo que Best olvida decir aquí pero menciona en su relato


de 1965  es que su abuelo paterno falleció algunas semanas
después de que lo hiciera su padre: se superpusieron los due-
los, y tal vez el primer fallecimiento precipitara el siguiente.
Best tampoco consigue hablar aún de la derrota de 1918. La
sugiere en parte al decir que se sentía «responsable del nue-
vo rumbo de Alemania» desde los quince años, pero no ha-
bla de su reacción frente a la catástrofe. Habrá que esperar
también en este caso a 1965:

¡Qué sorprendentes y dolorosos fueron el final de la guerra, la


Revolución de noviembre—incluso en la forma extremadamente
atenuada que había adoptado en Maguncia—y sobre todo la ocu-
pación de la ciudad!
El hecho de que todos los sacrificios hubieran sido inútiles me
parecía algo inimaginable. Y cuando se conocieron las condiciones
del armisticio de Compiègne, estaba tan convencido de que éstas

   Cuestionario Best, 1947, p. 5, en babl , Nachlaß Best. Citado se-


gún ibid., p. 47.
   Werner Best, Lebenslauf, 1965; citado por U. Herbert, Best…, op.

cit., p. 2.
   Jay Winter ha demostrado que este fenómeno había sido amplio, y

explicaba en gran parte la gran mortandad de la franja de más edad de las


poblaciones de las tres grandes capitales en guerra, a saber: París, Lon-
dres y Berlín. Véase Jean-Louis Robert y Jay Winter (eds.), Capital Cities
at War, op. cit.; Stéphane Audoin-Rouzeau y Annette Becker, 14-18…, op.
cit., cap. 3.



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una juventud alemana

no podían ser aceptadas y de que tenía que continuarse la guerra,


que—con apenas quince años—decidí ir con un amigo hasta el Rin
para unirme a un grupo que proseguiría la lucha.

A unos cincuenta años de distancia, la guerra le resulta in-


soportable, pues los inmensos sacrificios aceptados—tanto
personalmente por él como por la población—fueron inúti-
les. En otro texto emplea el término umsonst (‘en vano’) en
las mismas circunstancias, identificándolo esta vez sólo con
la muerte de su padre. Es el añadido del duelo y de la derro-
ta, del dolor íntimo y del trauma colectivo, aquello que vuel-
ve insoportable lo innombrable. El rechazo de la derrota en-
cuentra una expresión particularmente clara en el joven es-
tudiante de instituto: la derrota, innominada, innombrable,
es también inimaginable, y hace evidente la continuación de
las hostilidades. Y en realidad, lo que Best considera más do-
loroso es el hecho de que el enemigo ocupe su propia ciudad.
Tras haber comulgado con los soldados que, durante cuatro
años, habían llevado la guerra al territorio enemigo, Best per-
cibía lógicamente esta ocupación como una invasión, inclu-
so cuando tenía lugar después del cese de las hostilidades.
Esto equivale a reconocer la inexistencia de la derrota en su
conciencia. ¿Acaso la primera frase de su texto no decía, en
el fondo, las palabras «el final de la guerra» mientras que ne-
gaba su significado real, la derrota?
Imaginario de continuación de la lucha y de violencia de las
emociones: tales parecen ser las percepciones de una derrota
que no se menciona más que para ser rechazada de inmedia-
to fuera incluso de un imaginario que ha sido enteramente
moldeado en la cultura de la guerra. Más allá del duelo y de

   W. Best, Lebenslauf, 1965; citado por U. Herbert, Best…, op. cit.,

p. 48.
   La entrada de las tropas francesas tuvo lugar en Maguncia entre el 5

y el 10 de diciembre de 1918. Ulrich Herbert, Best…, op. cit., p. 30.



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un « mundo de enemigos » (1)

las consecuencias económicas y sociales de éste, el testimo-


nio de Best describe su actitud durante la lucha. Best confie-
sa, en efecto, haber «seguido con febril interés los aconteci-
mientos del conflicto, y experimentado el mayor trauma de
su vida por el hecho de no haber podido combatir por la vic-
toria alemana». En 1947 o en 1965, estos relatos mostraban
invariablemente a un niño maduro, serio, responsable, un
comportamiento acorde con los discursos de movilización
de los niños desarrollado durante la guerra, que, al tiempo
que les presentaba modelos de niños heroicos, mantenía la
prohibición del heroísmo del campo de batalla para los jó-
venes, transfiriendo el ideal del niño-soldado al fantasma.
Por otra parte, estos relatos de guerra y de derrota subra-
yan la invasión del campo político y militar por las pasiones.
Este proceso hay que atribuirlo a la inmensa implicación
afectiva de las poblaciones en la guerra. Sometidas a un dis-
curso de legitimación omnipresente del conflicto, estas úl-
timas no podían acusar el desenlace del conflicto más que
como un impacto masivo. Sin embargo, al albur del relato de
Werner Best, este sentimiento se atenúa en favor de una cade-
na de numerosos acontecimientos de los que la derrota no es
más que el elemento desencadenante. Best cita en primer lu-
gar, como no podía ser de otro modo, el armisticio, pero in-
siste también en la revolución y la ocupación. De hecho, es
una constante en los narradores alemanes el que sean inca-
paces de representarse la derrota por separado. El año 1918
es el de la derrota, de las revoluciones comunistas, de la in-
vasión francesa, del desmembramiento de los territorios del
Este y de los putsch separatistas. No puede separarse el 11 de
noviembre del 9, como tampoco es posible separar la ocupa-

   Ibid., p. 47; véase también Shlomo Aronson, Heydrich und die

Frühgeschichte der Gestapo und des s d 1931-1945, Berlín, Ernst Reuter


Gesellschaft, 1967, pp. 144 y ss.
   Stéphane Audoin-Rouzeau, La Guerre des enfants…, op. cit.



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una juventud alemana

ción de Renania y luego del Ruhr en 1921-1924. Ahora bien,


aunque la guerra y la derrota son objeto del silencio al que
nos hemos referido, los disturbios que las siguieron surgen
en cambio con fuerza.

el «tiempo de los disturbios»:


¿una experiencia de guerra?

Los Lebensläufe mencionan muy frecuentemente una par-


ticipación activa en una u otra de las fases de los disturbios
que conoció Alemania después de 1918. El relato de Richard
Frankenberg, futuro profesor y agente de enlace del rsha
Amt iii b encargado de la supervisión de las relaciones inte-
rétnicas en los países nórdicos, ofrece una especie de inven-
tario de los acontecimientos que marcaron el período:

En Dortmund, durante el putsch [ilegible], tomé parte en los com-


bates contra el Ejército Rojo (milicia de vecinos de Dortmund,
ordenanza del cuerpo franco Epp). En 1919, cofundador de la Liga
Nacional de las Juventudes de Dortmund. En 1919, cofundador de
la Liga de los Jóvenes Nacionalistas […]
En 1923, durante la ocupación del Ruhr, [activo] en la organiza-
ción del servicio de propaganda y jefe del servicio de lucha renana
en el Deutscher Hochschulring.
En Flensburg, colaborador encargado de la política fronteri-
za en la Liga de Schleswig-Holstein, [activo] como profesor en
[Arg ilegible] en Schleswig-Holstein separado [de Alemania y
confiado a Dinamarca (ndt )] 1929: viaje a Flandes para ver al
jefe de los nacionalistas flamencos. En 1930, viajes a Finlandia,
a Estonia y a Lituania. En 1931, viaje a Alsacia para estudiar el
movimiento autonomista. En 1933, viajes a Memel y a Danzig. En

   El Deutscher Hochschulring fue el sindicato estudiantil mayoritario

en Alemania entre 1921 y 1926, cuya orientación völkisch era muy marca-
da. Véase el capítulo siguiente.



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un « mundo de enemigos » (1)

Nord-Schleswig, actividad política fronteriza importante, jefe de


los scouts alemanes de Nord-Schleswig.

Richard Frankenberg desplegó así una actividad política


proteiforme, luchando al principio contra los comunistas y
entrando posteriormente en las milicias armadas. A conti-
nuación abordaba la resistencia pasiva y el trabajo de infor-
mación contra los franceses con ocasión de la ocupación del
Ruhr, y acabó trabajando en pro de la conservación de la ger-
manidad en todas las comunidades alemanas separadas del
Reich por los tratados de la periferia parisiense. A semejan-
za de Frankenberg y de Best, la mayor parte de los miembros
del grupo conocieron durante su infancia o su adolescencia
una de las dimensiones de las crisis políticas que vivió Alema-
nia. Quizá se trató de un traslado forzoso, como en el caso de
Karl Burmester, cuyo padre, pastor en Schleswig, emigró en
1920, pues «se negaba a convertirse en funcionario danés»
y «deseaba dar una educación alemana a sus siete hijos». El
alumno de instituto George Herbert Mehlhorn, que sería jefe
de la administración del sd entre 1932 y 1937, se compro-
metió en diversas organizaciones nacionalistas paramilitares.
Desde la edad de dieciséis años, Mehlhorn, identificándose
con el mito del niño-héroe que ofrecía la literatura de guerra
para niños, participó en acciones de camuflaje de armas di-
rigidas contra la Comisión de Desarme aliada. Demasiado
joven para participar directamente en los combates de las mi-
licias alemanas contra los grupos polacos, reaccionó sin em-
bargo contra la amenaza de anexión que se cernía sobre Si-
lesia realizando un trabajo clandestino de resistencia pasiva.

   Lebenslauf, s. f. (baaz , sso


Akte Richard Frankenberg; hoja de ser-
vicios y Lebenslauf: manuscritos muy estropeados por el fuego y el agua).
   Lebenslauf, 21/2/1938 (baaz , sso Akte Burmester).
   Lebenslauf, 1/10/1940 (baaz , r usha Akte Burmester).
   Lebenslauf, 2/11/1932 (baaz , sso Akte George Herbert Mehl-

horn).



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una juventud alemana

Reinhard Höhn, futuro profesor de derecho en las univer-


sidades de Jena y de Berlín y futuro jefe del sdha ii /1 entre
1931 y 1939, no se limita a la lucha y a la militancia:

Cursé mis estudios en el instituto de Meinigen y desarrollé precoz-


mente cierta competencia política. Mi primer combate fue contra
la chusma y el segundo contra la basura, en calidad de director del
círculo de jóvenes del Sur de Turingia. Estuve activo en los movi-
mientos juveniles hasta que acabé el bachillerato. En aquel tiempo
tenían lugar las Abwehrkämpfe contra el comunismo. Tomé parte
en esos combates, y en 1922 ingresé en la Deutschvölkische Schutz
und Trutzbund. Fui hecho prisionero […]
Durante la suspensión del nsdap , entré de manera activa en
la Jungdeutsche Orden, que aspiraba por aquel entonces a unificar
las fuerzas völkisch de Baviera. En aquel tiempo residí dos años y
medio en Múnich […] Fue entonces cuando dirigí por primera
vez un servicio de información y me batí contra las maquinaciones
separatistas.

Los enemigos—comunistas y separatistas—calificados de


«basura» y de «chusma», la dimensión defensiva de la lucha
y la extrema juventud de Höhn cuando comienza a «luchar»
denotan que se mantenía intacta la cultura de guerra nacida
del primer conflicto mundial. En sus Lebensläufen de la dé-
cada de 1930, Werner insiste también en su actividad varia-
da durante el «tiempo de los disturbios». Su militancia pre-
coz, su participación en la fundación de la Deutschvölkische
Schutz und Trutzbund, en la sección del Jungnational Partei
de Maguncia, su activismo en el Deutscher Hochschulring

   Liga Nacionalista de Defensa y de Ataque, grupo völkisch antise-


mita radical. Véase Uwe Lohalm, Völkischer Radikalismus. Die Geschi-
chte des deutschvölkischen Schutz und Trutzbundes 1919-1923, Hambur-
go, Leibniz, 1970.
   Lebenslauf, s. f. (baaz , sso Akte Reinhard Höhn; documento sin

foliar).



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un « mundo de enemigos » (1)

están detalladas con sumo cuidado. Pero cierto es que sigue


callando las representaciones que presiden esta militancia.
Fue en una octavilla del sindicato estudiantil Deutscher
Hochschulring publicada en el momento de la invasión de
Renania por los franceses donde Best reveló sus motivacio-
nes profundas:

Komilitonen [camaradas]! Es de nuevo la guerra. El enemigo se


halla en el corazón de Alemania […] Cada francés, cada belga
es nuestro enemigo, miembro de un pueblo que se ha situado al
margen de todo derecho y de toda moralidad. Todo alemán que
les preste el menor apoyo, los acepte en su casa, los trate como a
iguales, caerá bajo el golpe de la Vehme [organización secreta que
organizaba el crimen político].

El imaginario de la guerra está aquí de forma muy explí-


cita en el corazón de las representaciones. La intervención
franco-belga, motivada por consideraciones financieras, es
asimilada a una invasión, sin declaración de guerra. La octa-
villa presenta a un enemigo que actúa a traición, lo que jus-
tifica la afirmación según la cual está «situado al margen de
todo derecho y de toda moralidad». Por último, hace un lla-
mamiento a la resistencia que, bajo estos auspicios, no pue-
de ser sino un verdadero combate.
Por su parte, Werner Best revela lo que está en juego en
dos artículos, aparecidos en un diario renano:

Sin embargo, la decisión de resistir es firme. Pero Renania no


puede lograrlo si no forma parte de un Reich valeroso y resuel-
to. Los derrotistas deben pasar por un tribunal de guerra o caer

   Jungakademische Pressedienst, 29/1/1923 (babl , r -16.03/2748,


folio 160); citado por Ulrich Herbert, Best…, op. cit., p. 74.
   Jean-Claude Favez, Le Reich devant l’occupation franco-belge de la

Ruhr en 1923, Ginebra, Droz, 1969, Denise Artaud, «Die Hintergründe


der Rurhbesetzung», v f z 27, 1979.



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una juventud alemana

bajo los golpes de la Vehme, pues apuñalan por la espalda a nuestro


frente de combate occidental […] El 4 de febrero, los franceses
entraron en Baden. Su objetivo no es otro que dividir Alemania
en tres partes: una, lo más grande posible, al Oeste bajo protec-
torado francés; un Sur influido por Francia, y el resto prusiano,
destinado a satisfacer los apetitos de los polacos. El desenlace de
la guerra mundial tiene lugar hoy. Se trata de movilizar nuestras
últimas fuerzas, físicas, pero sobre todo morales.

Son vitales los retos de la lucha, pues se trata de batirse


contra un ejército francés animado por una voluntad de ani-
quilación de Alemania. La partición en zonas de influencia
múltiples significaría, según el estudiante Best, el fin de Ale-
mania como Estado y como nación. Desde el comienzo del
texto citado, el activista expresa esta amenaza de desapari-
ción nacional de manera más precisa y explícita:

Henos ahora enfrentados a un ambicioso plan francés de extermi-


nio [Vernichtungsplan]. Nuestro Gobierno está, a Dios gracias, de-
cidido a resistir. No hace sino lo que es posible y cabe esperar que
haga. También el pueblo vive con idéntica voluntad. La socialde-
mocracia teme, en cualquier caso, la unión nacional y sabotea por
todas partes donde le es posible. Ahora se trata de aclararle a nues-
tro pueblo las consecuencias y lo invariable del plan de exterminio
francés […] ¡Resistencia y lucha o aniquilación [Vernichtung] sin
piedad! Para nosotros, más que nunca, sólo vale una cosa: estar
preparados para todo.

Enfrentado a lo que le parece la fase final de un plan con-


certado, Best describe desdeñosamente los fines últimos de
la invasión francesa. Los Akademiker que entran en las mi-

   Rheinlandumschau, n.º 7, 25/1-8/2/1923.


   WernerBest, artículo aparecido en el Rheinlandumschau, n.º 6, 10-
25 de enero de 1923, p. 64. Citado por Ulrich Herbert, Best…, p. 74.



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un « mundo de enemigos » (1)

licias de vecindario o en los cuerpos francos interiorizaron


muy profundamente esas representaciones. ¿Acaso consti-
tuye esta angustia casi apocalíptica el corazón de lo imagina-
rio que preside el comportamiento de los miembros del gru-
po durante ese tiempo de disturbios? ¿No estaba ya en el co-
razón de la cultura de guerra que cristalizó durante la gran
conflagración de 1914-1918? Sperrfeuer um Deutschland, la
obra de Werner Beumelburg que hacía de la Gran Guerra un
«combate decisivo» contra la «voluntad de aniquilación» de
la Entente, da la medida de ella, lo que explica su inmenso
éxito de ventas entre 1929 y 1941.
Así pues, la cristalización de una creencia en la desapa­
rición de Alemania a más o menos corto plazo, como enti-
dad inamovible, ciertamente, pero también en tanto que en-
tidad biológica, parece en última instancia haber constituido
el corazón de las representaciones de la Gran Guerra y del
«tiempo de los disturbios». En ello radicó sin duda la esencia
misma de la experiencia traumática inicial de los miembros
del grupo, experiencia tan dolorosa que hacía prácticamente
imposible toda evocación de la infancia. Ya adultos, reelabo-

   Berns Weisbrod había subrayado, por otra parte, este fenómeno


cuando escribía: «Todas estas formaciones [el autor se refiere a unas mili-
cias de vecindario, a unidades de reserva voluntarias estudiantiles y de los
cuerpos francos] tenían en común el hecho de trazar un retrato aterrador
de su adversario político y de legitimar un eventual recurso a la violencia
mediante una propaganda antibolchevique alimentada de relatos aterra-
dores y llamamientos al asesinato» («Violence et culture politique en Alle-
magne entre les deux guerres», x x Siècle—Revue d’histoire, n.º 34, París,
1992); véase también G. Mosse, De la Grande Guerre au totalitarisme, op.
cit., para la brutalización del campo político en Alemania, y por tanto pa-
ra las modalidades de adaptación de este discurso a las fuerzas militantes
de todos los horizontes políticos.
   Escrito en la década de 1920 y publicado en 1929, Sperrfeuer um

Deutschland (Oldenburg, Gerhard Stalling, 1929) fue uno de los libros


más vendidos en la Alemania de entreguerras. La edición aquí utilizada, la
de 1941, alcanzó una tirada de 353 000 ejemplares, haciendo de este libro
la biblia del relato histórico de la guerra.



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una juventud alemana

rando la guerra a través de la Abwehrkampf, consiguieron al


menos entonces exteriorizarla parcialmente. La intensidad
de su percepción parece así haber constituido una dimensión
capital del compromiso de los Akademiker.

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