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La historia de Rick y Francene

Rick and Francene’s Story

En el año 2003, Rick y Francene adoptaron un bebé de


13 meses de Rusia. Poco después de regresar a los
Estados Unidos, se enteraron de que el niño tenía
tuberculosis (TB). Al segundo hijo que adoptaron en
Rusia 2 años más tarde le detectaron infección de
tuberculosis latente.

Fue en la primera cita médica de su hijo en los Estados Unidos que se les indicó hacerle una prueba
cutánea de detección de tuberculosis. Los resultados fueron dudosos. El niño se había movido durante
la prueba y lo habían pinchado dos veces, por lo que pensaron que esa era la causa de la reacción. “Ni
sospechábamos lo que nos esperaba”, dice Francene. Se hizo una radiografía de tórax de seguimiento,
pero esta no reveló la presencia de tuberculosis por lo que les dijeron que regresaran en 6 meses para
hacerle otra radiografía al niño.

Seis meses después se hizo la radiografía de seguimiento, pero los resultados fueron muy distintos.
“Esta vez ni siquiera habíamos llegado a casa después de la cita cuando nos llamaron del consultorio
del médico para decirnos que nuestro hijo tenía tuberculosis”, recuerda Francene. Esa misma tarde,
Tammy, la enfermera consultora de la División de Control de la Tuberculosis del Departamento de
Salud y Control Ambiental de Carolina del Sur, se comunicó con la familia. “Recuerdo que eran como
las 6:30 de la tarde. Ella realmente me ayudó a sentirme mejor. Mi marido y ello estábamos aterrados
porque no teníamos ni idea de lo que implicaba el tratamiento contra la tuberculosis. Todo lo que
habíamos escuchado eran historias de sanatorios y aislamiento”, cuenta Francene.

Tammy habló con los padres y les dio información adicional para leer. “Ella se aseguró de que todas
nuestras preguntas fueran respondidas. Si era necesario, consultaba con los médicos para darnos las
respuestas. Tammy me informó tan bien que por mi parte fui capaz de apoyar a los otros padres en la
pizarra de mensajes en línea de la agencia de adopción, recuerda Francene. “Yo alentaba a otros
padres para que les hicieran la prueba de tuberculosis por segunda vez a sus hijos, 6 meses después de
la primera”.
El tratamiento para el hijo de Francene y Rick fue difícil. “Durante los primeros 3 o 4 meses, nuestro
hijo recibió una combinación de cinco medicamentos, uno de los cuales tenía que ser inyectado. El
tratamiento estaba programado para hacerse 5 días a la semana y tenía el fin de semana libre. Luego
recibió 3 medicamentos por día, 5 días a la semana durante los 3 meses restantes”, recuerda Francene.
Durante el transcurso del tratamiento de nuestro hijo, dos enfermeras especializadas en tuberculosis,
Tammy y Kimberly, trabajaron con la familia. “Ambas, Tammy y Kimberly, eran muy cariñosas y
comprensivas. No las hubiera cambiado por nada en el mundo”.

Dos años después de haber adoptado a su primer hijo, Rick y Francene adoptaron a otro niño de Rusia.
“Cuando su prueba dio positivo para la infección de tuberculosis latente, fuimos nosotros quienes
llamamos al departamento de salud local y preguntamos si podíamos trabajar con las mismas
enfermeras especializadas en tuberculosis en este tratamiento”, dice Francene.

“A través de este proceso nos dimos cuenta de que lo que uno no sabe puede ser aterrador, pero que
el saber es poder. Saber da el poder para calmar y consolar, el poder para entender que vale la pena el
esfuerzo por el resultado final, el poder para sanar y tener la certeza de que nuestra nueva familia será,
de verdad, nuestra familia para siempre”, reflexiona Francene.

Ya pasaron más de 9 años desde que el hijo mayor de Rick y Francene recibió el diagnóstico de
tuberculosis, y 7 años desde que su segundo hijo tuvo el diagnóstico de infección de tuberculosis
latente. “Los niños ahora tienen 10 y 9 años; son muy fuertes, llenos de energía y raramente se
enferman”, dice Francene. “La tuberculosis es ya un recuerdo lejano, un periodo que los niños ni
siquiera recuerdan. Pero yo nunca voy a olvidar a las enfermeras y al personal del departamento de
salud”.

“Decidimos compartir nuestra historia porque cuando nuestro hijo recibió el diagnóstico de
tuberculosis no conocíamos a nadie que hubiese tenido la enfermedad, y tampoco sabíamos a quién
recurrir para recibir palabras de aliento de alguien que hubiera pasado por el tratamiento”, explica
Francene. “Si al compartir nuestra historia ayudamos de alguna manera a otros o convencemos a una
familia para que le hagan la prueba al hijo que nació en el extranjero, y el tratamiento si fuera
necesario, significa que hay una razón por la que nuestros hijos pasaron por esto”.

“Lo que les diría a las personas que reciben el diagnóstico de tuberculosis y deben someterse al
tratamiento es que si un niño de 13 meses lo puede hacer, cualquiera puede”, asegura Francene y
agrega: “El tratamiento no es lo que solía ser, y las personas todavía pueden vivir sus vidas. Nunca
teman hacer preguntas. Puede dar miedo, pero el departamento de salud tiene muchísima
información”.

La historia de Kenni
Kenni

Kenni, madre de dos niñas pequeñas, se enfermó


gravemente en el 2012 con una enfermedad
respiratoria. Después de muchos diagnósticos
erróneos, finalmente supo que tenía tuberculosis (TB).

“Quiero contar mi historia para que los demás sepan


que la tuberculosis todavía existe en este país y que le puede dar a cualquiera”, dice Kenni. “La buena
noticia es que una vez que se tiene el diagnóstico correcto y se comienza el tratamiento adecuado, uno
empieza a mejorar”.

A principios del 2012, a Kenni le dio tos y fiebre, y un médico le dijo que tenía una infección
respiratoria. “Tomé los antibióticos que me dieron, pero no me sentía mejor; de hecho, jamás me había
sentido tan mal. Tosía tanto que me dolían las costillas”, afirma. Otro médico le dijo que tenía una
bronquitis aguda.

Kenni seguía trabajando como higienista dental y ayudando en el café de su madre. “Al final ni siquiera
podía terminar de entregar una orden. Me faltaba tanto el aire. Mi mamá insistió en que me hiciera
una radiografía de tórax”, cuenta Kenni.

Y eso mismo hizo, y le dijeron que tenía neumonía. Luego la mandaron a ver a un especialista en
pulmones quien le dijo que probablemente era viral. Con tantas visitas médicas y diagnósticos, pero sin
un medicamento que ayudara, Kenni estaba exhausta.

Ese fin de semana la fue a visitar su hermana, que es enfermera. “Vio lo enferma que estaba y dijo
‘esto parece tuberculosis; te voy a llevar a la sala de emergencias’”.

“En la sala de emergencias, un auxiliar médico vio algo en la radiografía de tórax que parecía una gran
nube blanca y ordenó una tomografía. Después de hacerme la tomografía, entró con una mascarilla
puesta y diciendo que estaba preocupado porque creía que podía tener tuberculosis, pero que
necesitaba hacer una broncoscopia para hacer el diagnóstico”.

La semana siguiente, con un dolor terriblemente intenso en los pulmones y el pecho, internaron a
Kenni en el hospital para hacerle la broncoscopia y un análisis de sangre. Después de 3 días le dijeron
que era probable que tuviera tuberculosis y comenzó el tratamiento estándar contra esta afección.
“Sabía que el tratamiento estaba funcionando porque poco después de comenzarlo me bajó la fiebre”‚
recuerda Kenni.
Nueve días después, luego de que le confirmaran el diagnóstico de tuberculosis y que respondiera al
tratamiento, Kenni volvió a su casa. “Estaba tan contenta de ver a mis hijas. A ellas también les hicieron
las pruebas de detección de tuberculosis al igual que a mi esposo. Por suerte, ninguno tenía la
infección”, dice Kenni.

El programa de control de la tuberculosis del Departamento de Servicios de Salud del Estado de Texas
(DSHS) trabajó con Kenni mientras siguió su largo régimen de tratamiento, tomando varias pastillas
todos los días durante 9 meses. “Recibí mucha ayuda de Kim, la enfermera de salud pública que me
asignaron. Kim es una persona estupenda que realmente me ayudó durante los largos meses de
tratamiento. Kim se reunía conmigo cada día cuando era conveniente para mí”, afirma Kenni.

Justo antes de la Navidad del 2012, Kenni tomó su última dosis de medicamentos contra la
tuberculosis. Desde entonces ha estado sana y sin tuberculosis. Ha regresado a su ajetreada vida de
esposa y madre con dos trabajos.

Kenni no sabe dónde ni cómo se infectó con tuberculosis. Al recordar el pasado, lamenta que haya
tomado tanto tiempo conseguir el diagnóstico. Debido a que ya no es una enfermedad común en este
país, es posible que los médicos no “piensen en la tuberculosis” cuando ven a un paciente con síntomas
de tuberculosis.

Algo positivo para Kenni, además de mejorarse y de recuperar su vida, fue la ayuda que recibió del
programa de control de la tuberculosis y específicamente la que recibió de Kim, su enfermera para
tratar la tuberculosis. Kenni le atribuye a Kim el éxito de haber logrado terminar el tratamiento.
“Quiero que los demás sepan que si a ellos o a un ser querido les diera alguna vez esta enfermedad
aterradora, hay ayuda disponible de parte de enfermeras y de otras personas en el programa de
control de la tuberculosis del sistema de salud pública del estado”.

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