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Présidents honoraires
L.E. BOYLE (ý) (Biblioteca Apostolica Vaticana e Commissio Leonina, 1987-
1999)
L. HOLTZ (Institut de Recherche et d‘Histoire des Textes, Paris, 1999-2003)
Président
J. HAMESSE (Université Catholique de Louvain, Louvain-la-Neuve)
Vice-Président
O. MERISALO (University of Jyväskylä)
Sécretaire
J. MEIRINHOS (Universidade do Porto)
Membres du Comité
O. R. CONSTABLE (University of Notre Dame)
G. DINKOVA BRUUN (Pontifical Institute of Mediaeval Studies, Toronto)
M. J. MUÑOZ JIMÉNEZ (Universidad Complutense de Madrid)
A. OLIVA (Commissio Leonina, Paris)
O. PECERE (Università degli Studi di Cassino)
Fédération Internationale des Instituts d‘Études Médiévales
TEXTES ET ÉTUDES DU MOYEN AGE, 64
TOLERANCIA:
TEORÍA Y PRÁCTICA EN LA EDAD MEDIA
Actas del Coloquio de Mendoza (15-18 de junio de 2011)
Mendoza
2012
ISBN: 978-2-503-54553-0
INDEX
Manuscritos ....................................................................................... 285
Autores y personajes antiguos y medievales ...................................... 287
Autores modernos y contemporáneos ................................................. 291
PAULA PICO ESTRADA*
3
«Iudicium connatum»: De docta ignorantia, I (h I, 1).
4
Ibid.
5
Ibid.
6
El intelecto se desordena cuando los grados inferiores de conocimiento irrumpen
en el ámbito de los superiores. Dado que el camino del intelecto a la verdad es concebido
por Nicolás como un ascenso desde la multiplicidad hacia la unidad infinita, el criterio
que determina la jerarquía entre los grados de conocimiento es la unidad. Cuanto más
unificante sea un tipo de conocimiento, superior a los otros será. Según esta jerarquía los
sentidos, que recogen y son impresionados por una multiplicidad de datos, son inferiores
a la imaginación. Ésta reúne la multiplicidad sensible que la afecta en una sola imagen, y
es superada a su vez por la razón, que unifica en un concepto la variedad de imágenes que
recibe. El intelecto, capaz de unir los términos a los que la razón sólo puede ver como
opuestos, es la función en cuyo ejercicio el hombre se asemeja más y mejor a su ejemplar.
Podemos decir, con terminología cusana, que el error ocurre cuando la unidad es
absorbida por la multiplicidad. Los sentidos son la multiplicidad de la imaginación, la
AMOR A SÍ Y AMOR A LOS DEMÁS 247
11
De docta ignorantia, III (h I, 189).
12
Ibid.
AMOR A SÍ Y AMOR A LOS DEMÁS 249
13
Ibid.
250 PAULA PICO ESTRADA
existente sino también aceptar que él mismo crea que esa convivencia ideal
sea el resultado natural del amor que cada hombre tiene a la relativa
perfección de su propia naturaleza. Para que la satisfacción de cada individuo
consigo mismo se traduzca, en lo social, como respeto y admiración hacia la
diferencia que se muestra en los demás, faltan algunos eslabones que Nicolás,
en este pasaje, no ha hecho explícitos. Pero tiene consciencia de ellos, según
salta a la vista en el tratamiento que, unos quince años más tarde, hace de la
otra faz del principio de autoconservación.
El rostro cruel del amor por la propia naturaleza aparece en Acerca de la
visión de Dios, ejercicio de ascensión mística a partir de la contemplación de
un retrato panóptico del rostro de Jesucristo. Nicolás propone a sus lectores,
la comunidad de monjes de la abadía de Tegernsee para quienes escribió la
obra, que coloquen el retrato en la pared norte de una sala y que luego la
recorran. Un monje debería cruzarla de este a oeste y otro de oeste a este.
Cada uno de ellos experimentará no solo que la mirada de Jesús no lo
abandona en todo su recorrido sino, además, que lo sigue únicamente a él y
no al otro monje. Aunque intercambien posiciones y hagan el recorrido
inverso, o se coloquen al sur y caminen hacia el norte, el efecto será siempre
el mismo: la mirada de Jesús nunca abandonará al observador y parecerá
mirarlo solamente a él14.
Unos capítulos después, Nicolás compara la mirada del retrato, que
nunca abandona, con la providencia divina. Tampoco Dios abandona jamás a
sus creaturas sino que está «presente en todo y en cada singular, así como en
esos mismos todo y singulares está presente el ser, sin el cual no pueden
existir»15. La infinitud y omnipotencia divinas permiten que Dios esté en
cada ente singular «casi», le dice Nicolás a Dios, «como si no te preocupases
respecto de ningún otro»16. En efecto, el darse de Dios a cada una de las
creaturas es un darse en plenitud y, a la vez, desvinculadamente. Su presencia
no es retaceada pero aún así, en su carácter de principio absoluto, permanece
libre de toda identidad con cualquier determinación creatural. Ahora bien, del
lado de las creaturas nos encontramos en cambio en el reino de la
determinación y, por consiguiente, de las limitaciones. En la experiencia de
ser observada por el retrato la mirada humana está necesariamente limitada
14
Nicolai de Cusa, De visione Dei, ed. A. D. RIEMANN, Opera omnia iussu et
auctoritate Academiae litterarum heidelbergensis VI, Felix Meiner, Hamburg 2000 (h VI,
3).
15
De visione Dei, (h VI, 9).
16
Ibid.
AMOR A SÍ Y AMOR A LOS DEMÁS 251
por su propio ángulo visual y no puede darse cuenta de que el retrato mira del
mismo modo a todos los presentes. De manera análoga, la percepción, aun
inadvertida, que cada creatura tiene de la constante presencia amorosa divina
se traduce en un amor por sí mismo encerrado en la propia perspectiva. En
cada creatura, el amor absoluto de Dios por todos los entes es vivido como un
amor limitado sólo a ella misma, incluso en perjuicio de los demás. Así se
manifiesta el principio de autoconservación. « Y por esto», escribe Nicolás,
«sucede que no existe ninguna cosa que no prefiera su propio ser a todo y su
propio modo de ser a todos los otros modos de ser; y de tal manera conserva
el propio ser que permitiría que el ser de todas las otras cosas marchase a la
perdición antes bien que el suyo propio»17.
Si bien el origen del amor por uno mismo, que impulsa los entes a la
autoconservación, es la presencia amorosa de Dios en el corazón de la
naturaleza de cada creatura, el resultado inmediato parecería ser la necesidad
de salvarse a toda costa, indiferente cada singular al destino de los demás. Y,
sin embargo, para el Cusano esto ha sido querido así por Dios. La intensidad
del instinto de conservación es una intensidad de propósito, ser «de modo
óptimo»18. Vale decir, tender hacia aquella perfección absoluta superior a la
que la propia condición creatural puede soportar. Así lo ha querido Dios para
todas sus creaturas. Necesitan, para impulsarse hacia la perfección que les dio
origen, la ínsita certidumbre de que Dios no prefiere a nadie antes que a ellas.
El ser humano no es una excepción a esta vivencia. «De ningún modo,
Señor», continúa Nicolás, «permites que yo conciba, no importa qué imagine,
que tú, Señor, eliges a otro antes que a mí; tu mirada, únicamente conmigo,
no me abandona»19.
En el caso del ser humano, ¿cómo progresar, entonces, del egoísmo
connatural, necesario para no flaquear en la búsqueda de la propia salvación,
hacia esa comunidad de hombres contentos consigo mismos, con su lengua,
con su tierra natal y a la vez admiradores de la diferencia en los otros
hombres, idiomas y países? Comunidad que, según Nicolás, también Dios ha
querido, como quiso el empuje del instinto de autonservación. El puente
existe. A la vez que el Cusano señalaba el límite, ofrecía también la vía para
superarlo. La herramienta es el diálogo20.
17
Idid.
18
Idid.
19
Idid.
20
La aguda observación pertenece a Davide MONACO en «La visione di Dio e la
pace della fede» in: K. REINHARDT-H. SCHWAETZER (ed.), Universalität der Vernunft und
Pluralität der Erkenntnis bei Nikolaus Cusanus, S. Roederer-Verlag, Regensburg 2008,
252 PAULA PICO ESTRADA
3. DIÁLOGO Y VERDAD
pp. 21-30. El pasaje en cuestión dice: «Per Cusano dunque solo nell‘incontro con l‘altro,
aprendosi e dialogando con lui, l‘uomo potrà sapere che lo sguardo del volto non
abbandona nessuno e segue tutti allo stesso tempo anche in direzioni contrarie ed opposte,
guardando sia ogni movimento singolarmente sia tutti i movimenti insieme, facendo così
esperienza, nella coincidenza degli opposti, dell‘infinità della verità. Solo nell‘attenzione,
nella fede e nel dialogo con l‘altro sarà possibile comprendere l‘infinità della verità, la
sua sempre inesauribile trascendenza rispetto ad ogni prospettiva finita, ad ogni
conoscenza contratta.» En su artículo, Davide Monaco extrae del experimento propuesto
por Nicolás ricas consecuencias acerca de los orígenes de la violencia religiosa y la
posibilidad de superarla en el diálogo entre la pluralidad de religiones.
21
De visione Dei, (h VI, 3).
22
Idid.
AMOR A SÍ Y AMOR A LOS DEMÁS 253
23
Sermo CCIV, n. 3, 2-11 en: Nicolai de Cusa, «Sermones IV (1455-1463)», in
Opera omnia iussu et auctoritate Academiae litterarum heidelbergensis XIX, Fasc. 1:
«Sermones CCIV-CCXVI (204-216)», ed. K. REINHARDT ET W. EULER, Hamburg 1996.
254 PAULA PICO ESTRADA
permitidas. No son estos, aclaremos, problemas con los que el Cusano trate;
ni siquiera con los que ejemplifique algún punto. Los mencionamos nada más
para ilustrar, por cuenta nuestra, que apenas empieza el intercambio con el
otro aparecen de manera más patente los juicios de valor, ya no sólo los que
calibran si algo es verdadero o falso sino también si es bueno o malo.
En tanto naturalezas intelectuales tenemos un juicio connatural que es la
herramienta con que sistematizamos y evaluamos la experiencia cognoscitiva
en la cual buscamos la verdad. Esa búsqueda de la verdad compromete la
faceta moral de los humanos por dos motivos. Uno es el que acabamos de
reseñar: la investigación de la verdad absoluta es, dada la perspectiva
limitada de cada hombre, necesariamente intersubjetiva. Y la relación con los
otros se da y se construye sobre la base de algunas decisiones, tanto
colectivas como individuales, que no pueden ser sino morales. El segundo (y
principal) motivo es que para Nicolás de Cusa la verdad absoluta que todos
buscamos no es sino el bien absoluto. Si la verdad es infinita, cualquier
otredad implicaría un límite que determinaría su finitud. En tanto infinita, la
verdad es pues unidad absoluta. Por lo tanto, es aquel principio que llamamos
Dios. Si el fin hacia el que el humano tiende es alcanzar su perfección en
Dios (en vocabulario teológico, su deificación), se comprende que el
recorrido de búsqueda sea una experiencia que despliega todos los niveles de
riqueza que el espíritu humano contiene. No consiste en una búsqueda
racional de la verdad a la manera del científico o del intelectual sino en un
ejercicio espiritual que conlleva una transformación personal y que implica
necesariamente el poder discriminar entre el bien y el mal.
A la luz del razonamiento anterior podemos comprender la ampliación
de los alcances del juicio connatural que el Cusano hace en el diálogo Un
ignorante discurre acerca de la mente. El pasaje se encuentra en parte de los
parágrafos 77 y 78 y dice así:
«Ignorante: […] Esta fuerza del juicio (vis iudiciaria) es por naturaleza
concreada con la mente; por medio de ella ésta juzga por sí misma acerca de las
razones: si son débiles, fuertes o concluyentes. Si Platón llamó ―concreada‖ a
esta noción, no erró del todo.
{78} Filósofo: ¡Oh, cuán clara es tu exposición, a la cual cualquiera que te oye
se decide a asentir! Sin duda estas cosas deben ser tomadas diligentemente.
Pues claramente experimentamos en nuestra mente al espíritu que habla y que
juzga: ―Esto es bueno, esto es justo, esto es verdadero‖ y que nos reprende si
AMOR A SÍ Y AMOR A LOS DEMÁS 255
nos apartamos de lo justo. A esta voz --o sea, a este juicio-- nunca lo aprendió,
sino que ha nacido con ellaz»24.
24
De mente, (h V, 78).
25
De docta ignorantia, I (h I, 10).
26
De docta ignorancia, I (h I, 1).
256 PAULA PICO ESTRADA
27
De docta ignorantia, I (h I, 27 et 28).
28
Nicolás de Cusa no utiliza este razonamiento, pero creemos que se lo puede
desarrollar sin traicionarlo. Aún más: fortaleciendo la hipótesis cusana. Porque a partir de
la reflexión sobre la sobreabundancia ontológica del principio primero podemos concluir
que su unidad absoluta «no podría entenderse rectamente como máxima si no fuese
también trina». Cfr. De docta ignorantia, I (h I, 27).
29
De docta ignorantia, I (h I, 11).
30
De docta ignorantia, I (h I, 9).
AMOR A SÍ Y AMOR A LOS DEMÁS 257
están unidas por un vínculo que no es semejante al que une a los dos términos
de una relación de igualdad gradual, sino por un lazo tan perfectamente
estrecho que es pura unidad. En el primer principio absoluto, identidad,
igualdad (de la identidad) y unión de la identidad y la igualdad (de la
identidad) son tres y son uno. Mejor dicho, lo máximo es tan absolutamente
unidad, que es trino.
A partir de la unitrinidad del principio absoluto, podemos comprender
las nociones de justicia y de amor divinos que Nicolás de Cusa desarrolla en
Acerca de las conjeturas31. Porque es unidad absoluta, el principio primero es
principio del ser del universo. Porque la unidad absoluta es plenamente
idéntica a sí misma, decíamos, es igualdad absoluta. De esta igualdad
perfecta de la unidad consigo misma extrae Nicolás la noción de justicia:
porque es igualdad, puede entenderse que el principio primero rija, ordene y
gobierne el universo. En efecto, el desdoblamiento del primer principio en
unidad e igualdad (de la unidad) engendra la distinción. Y la existencia de la
distinción en la unidad conlleva un ordenamiento, una disposición adecuada
de los términos de la relación unidad-igualdad. La justicia es precisamente la
regulación de ese orden que existe en la unidad a partir de la generación
eterna de la igualdad. Como el orden consiste en la conformidad perfecta
entre la unidad infinita y la igualdad infinita (dos partes que no son partes), la
proporción que lo rige -o sea, la justicia- es también perfecta.
Por último, para que este orden perfecto -que es unión perfecta- se
conserve, el lazo dinámico que une a la unidad con la igualdad debe también
ser perfecto o infinito. Es a este vínculo que Nicolás llama la «unión
infinita»32. Y, porque además de unidad e igualdad es unión infinita, o sea
vínculo que conserva, el principio primero además de dar el ser al universo y
de gobernarlo lo mantiene en el ser, es, dice el Cusano, el «conservador del
universo»33. La conservación, fuerza o acción divina que sostiene a todas las
cosas en el ser, no es sino una manifestación del perfecto amor divino.
Volvamos a la imagen. En tanto tal, lleva en sí el sello del ejemplar.
También su constitución es unitrina. Si su fin natural es alcanzar la perfeción
del ejemplar, su recorrido consistirá en asemejarse cada vez más a él. Esto
significa volverse cada vez más una. Ahora bien, si la unidad del ejemplar, en
su plenitud absoluta, es a la vez igualdad y conexión infinitas, el devenir cada
vez más uno de la imagen conlleva necesariamente el devenir cada más igual
31
Cfr. De coniecturis, II (h II, 145).
32
De coniecturis, II (h II, 145).
33
De coniecturis, II (h II, 145).
258 PAULA PICO ESTRADA
34
De visione Dei, (h VI, 71).
35
De coniecturis, II (h II, 162).
36
De coniecturis, II (h II, 177).
37
De coniecturis, II (h II, 174).
AMOR A SÍ Y AMOR A LOS DEMÁS 259
38
Para no excedernos nos referimos aquí sólo a la justicia conmutativa, o sea a la
que regula las relaciones interpersonales.
39
De coniecturis, II (h II, 161).
40
De coniecturis, II (h II, 183).
41
El Cusano, que considera que la regla de oro contiene en sí (complica) a todas las
virtudes morales, adhiere a una larga tradición que es puesta en duda por primera vez por
Leibniz: la de la evidencia de la regla de oro y su identificación con la ley moral natural.
Cfr. H. REINER, «La regla de oro», in Vieja y nueva ética, trad. de L. San Miguel, Revista
de Occidente, Madrid 1964. Aunque ya se encuentra en el primer testamento, en el libro
de Tobías (IV, 15), allí su formulación es negativa: «No hagas a nadie lo que no quieras
que te hagan». En Mateo 7, 12, la regla se expresa de manera positiva: «todo cuanto
queréis que os hagan los hombres hacédselos también vosotros a ellos; porque ésta es la
Ley y los Profetas». Además de enumerar una lista de autores cristianos que comienza
con Lactancio, Reiner menciona apariciones de la regla de oro en el Confucio, en el
Islam, en el Mahabharata, libro XIII, 5571 («No hagas a ninguno lo que él no quiere que a
él mismo le suceda. Al rechazar, al dar, en la alegría y en el sufrimiento, en el
agrado…»), en Pittacos («Lo que tú reprochas al prójimo, no lo hagas tú mismo»: Stobeo
260 PAULA PICO ESTRADA
III, 1, 174; DIELS, Presocráticos, 3-4 II, 73ª), en Isócrates («No te limites a alabar a los
buenos, imítalos también»: Nikokles, # 61), en Menandro («Lo que nosotros reprochamos
no debemos imitarlo») y en Ausonio.
AMOR A SÍ Y AMOR A LOS DEMÁS 261
desprende que esta tarea individual sólo puede ser realizada en conjunto con
los otros.
6. CONCLUSIONES
El fin del hombre es, para Nicolás de Cusa, la unión contemplativa con
Dios. En otros términos, es la unión con la verdad. Puesto que el ser humano,
en tanto creatura, es finito, su participación de la verdad infinita nunca es
perfecta. La posibilidad que tiene de ampliar esta participación depende de su
capacidad de interactuar con otros hombres. Para comenzar este recorrido,
sólo cuenta con el impulso a la autoconservación. ¿Cómo puede el ser
humano progresar desde el egoísmo connatural hacia la convivencia en
sociedad, que conlleva tolerancia y respeto por sus congéneres, partícipes
imperfectos también ellos de esa verdad que los constituye a todos? Este
trabajo ha intentado mostrar que la noción misma de «impulso de
autconservación» encierra, según la antropología de Nicolás de Cusa, la
instancia social que supera la de la mera subsistencia individual. Esto es así
porque el ser humano, imagen de Dios, es naturaleza intelectual y el deseo de
conservarse se da en él como deseo de verdad. Ese deseo de verdad se
despliega, de modo unitrino, en deseo de conocer, de ser justos y de amar.
El amoroso deseo intelectual de justicia que anida en cada ser humano es
el fundamento antropológico de la tolerancia social, en todas sus
dimensiones, moral, política y religiosa. Por lo tanto la tolerancia no implica,
para Nicolás de Cusa, que haya un mal por tolerar. Para él, más bien, la
unidad en la diferencia es posible porque toda manifestación humana, en
tanto búsqueda de la verdad, es a la vez búsqueda del bien. El mejor ejemplo
es su interpretación de los distintos ritos. No son sino distintas formas de
culto a un único Dios, el Dios desconocido. «No hay más que una sola
religión en la variedad de ritos», escribe en Acerca de la paz en la fe y luego
agrega que quizá, incluso en un mundo en el que los seguidores de las
diferentes religiones se unieran reconociendo que adoran al mismo Dios, no
sería conveniente eliminar la diferencia en los ritos, «en cuanto su misma
variedad constituye un aumento de la devoción, ya que cada país intentará
celebrar con mayor celo sus propias ceremonias»42.
42
Nicolai de Cusa, De Pace Fidei, Opera Omnia: Opera omnia iussu et auctoritate
Academiae litterarum heidelbergensis VII, ed. R. KLIBANSKY et H. BASCOUR, Felix
Meiner, Hamburg 1970, (h VII, c. I.).
262 PAULA PICO ESTRADA