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En política, fue entre 1989 y 1994 representante del Partido Socialista Europeo en
el Parlamento Europeo. Además, le debemos el término semipresidencialismo
por su análisis de la forma de Gobierno francesa, el establecimiento de la
relación entre el sistema electoral y el sistema de partidos y la llamada «ley
Duverger», que pretende explicar la formación del bipartidismo
Duverger es defensor del sistema mayoritario, y en el texto intentará justificarlo
frente a los otros dos modelos de sistemas electorales
Duverger comienza su estudio de los partidos políticos enfatizando la gran influencia que sobre
ellos ejercen sus orígenes. La historia de los partidos más tradicionales de Europa se encarga de
ponerlo en evidencia. “Es imposible, por ejemplo, comprender la diferencia de estructura que
separa al Partido Laborista británico del Partido Socialista francés, si no se conocen las
circunstancias distintas de su nacimiento. Es imposible analizar seriamente el multipartidismo
francés u holandés, o el bipartidismo norteamericano, sin referirse a los orígenes de los partidos
en cada uno de esos países, lo que explica su proliferación en unos, su restricción en otro” (1). En
nuestro país no resulta posible comprender, por ejemplo, la influencia que ejerció el peronismo
desde fines de los cuarenta del siglo pasado hasta el presente si no se conoce el fenómeno del 17
de octubre.
Otro factor que no debe ser descuidado es el interés. En algunos grupos parlamentarios está muy
acendrada la defensa de sus intereses como, por ejemplo, la reelección. En efecto, la
preocupación por este interés nunca desaparece por completo de los grupos parlamentarios,
incluso en aquellos que alcanzaron un alto grado de madurez institucional. Aquí juegan un rol
relevante las técnicas del escrutinio que demandan un esfuerzo colectivo, mereciendo destacarse
el escrutinio de lista y la representación proporcional. En opinión de Duverger ambas técnicas
“refuerzan esta tendencia natural: en algunos países (Suiza, Suecia), la formación de los primeros
grupos parlamentarios realmente organizados coincide con la adopción del sistema proporcional”
(4).
Otro factor que fortalece los grupos parlamentarios es la esperanza en obtener un puesto
ministerial. La ambición política juega, qué duda cabe, un rol decisivo en la configuración de los
grupos parlamentarios.
Por último, debe destacarse, si hay que dar fe, se ataja Duverger, a los juicios de Ostrogorski, la
relevancia de la corrupción en la edificación de los grupos parlamentarios. Lo que acontece en la
política británica lo corrobora. Durante un largo tiempo, enfatiza Duverger, los ministros ingleses
se aseguraban el apoyo de sólidas mayorías comprando los votos. Se trataba de una práctica
política “oficial”. En la propia Cámara había una taquilla donde los parlamentarios se dirigían para
“cobrar” los “servicios prestados”-el voto favorable a los ministros-. La compra de conciencias de
los diputados alcanzó tan alto grado de “institucionalización política” que en 1714 fue creado el
cargo de “secretario político de la tesorería” para ejercer la función de recaudación de fondos
provenientes de los diputados. Como puede observarse, aún en regímenes políticos desarrollados
y democráticos como el británico la corrupción está institucionalizada.