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El catolicismo: su identidad esencial

1. Introducción.
Comenzamos centrándonos en conocer la identidad y rasgos centrales del
catolicismo. Es necesario hacerlo para llevar a cabo una propuesta de fe consistente en el
contexto occidental actual. Tenemos que saber qué es el catolicismo, cuáles son sus rasgos
centrales para estar en condiciones de proponer un estilo de vida cristiano-católico
renovado, pero, a la vez, fiel a su identidad en la cultura actual. No estudiaremos aquí la
historia, liturgia, moral ni los dogmas del catolicismo, tampoco los desafíos y
problemáticos que hoy se le presentan. Más bien nos abocaremos a preguntarnos qué es
el catolicismo, buscando los rasgos que son propios y caracterizan su fisonomía esencial.
Lo haremos, primero, presentando aquello que consideramos lo más específico y
singular del catolicismo (su esencia), para luego exponer de modo general su fisonomía
propia global. Podríamos afirmar que este es el propósito que buscamos a través de estas
líneas, sólo que a modo de un breve bosquejo, preguntándonos para nuestro país –
incluidos los propios católicos- lo que el famoso teólogo alemán K. Adam señalaba para
su país en el prólogo de su obra recién citada: “el catolicismo continúa siendo muy poco
y mal comprendido en la Alemania protestante”1.

2. La esencia del catolicismo.


Al preguntarnos por la esencia del catolicismo, conviene identificar el sentido de
la preguntad. Para eso conviene volver a acudir al ya citado K. Adam cuando en la década
de los 20 del siglo pasado señalaba: “¿qué es el catolicismo? Responder a esta pregunta
no solamente notar lo que lo caracteriza y lo distingue de las demás confesiones
cristianas, sino tratar de señalar de manera más profunda y más íntima, la idea madre,
la fuente de donde fluyen todas las energías que en él advertimos, el principio
fundamental que domina y unifica, el alma que informa ese conjunto complejo que
denominamos catolicismo”2. Junto con esto es oportuno traer a la memoria una
afirmación del quizá más grande teólogo del siglo pasado Hans Urs von Balthasar: al
preguntarse por la esencia del cristianismo (que, según el contenido del texto, el autor
está pensando en la esencia del catolicismo) afirmaba: “la esencia de una cosa la
captamos de la manera más clara allí donde ésta aparece de un modo más puro. El que
quiera conocer la esencia de un caballo o del asno, estudiando el mulo, encontrará
dificultades. El que quiera estudiar la esencia del cristianismo estudiando un cristiano
que no se decide del todo a serlo o no serlo, que conoce en cierto modo las exigencias
del serlo, pero no tiene el valor de llevarla a la práctica; que sabe exactamente o
sospecha que su figura cristiana no es suficientemente nítida… investiga en un objeto que
no sirve para lo que se propone”3. Es bastante evidente este “criterio metodológico”,
pero, a la vez, bastante frecuente el error señalado por el teólogo suizo: solemos hacernos
una idea del catolicismo (y de las otras religiones) por creyentes o grupos de creyentes
que conocemos y que – con frecuencia lo advertimos- están lejos de vivir el ideario de la
fe. Entonces hay que ir donde la identidad del catolicismo se muestre más nítida y clara,
lo cual se resume en una afirmación: la revelación recibida en la Iglesia. Y ahí
descubrimos dos rasgos esenciales del catolicismo (del cristianismo): la revelación en la
histórica y su Cristocentrismo.

3. Primer constitutivo esencial: La revelación, acontecimiento central del cristianismo.

1
Adam, K., La esencia del catolicismo, Santa Catalina, Buenos Aires, 1940, p. 9.
2
Idem, p. 13.
3
Von Balthasar, H.U., ¿Quién es un cristiano?, Madrid, Guadarrama, p. 71
2

3.1. Importancia de la revelación.


Para entender el significado e importancia de la revelación en el cristianismo, cabe
preguntarse a propósito del inicio, expansión y desarrollo del cristianismo en los primeros
siglos ¿por qué los primeros cristianos, desde el inicio y sin concesiones, rechazaron dar
culto divino a los emperadores romanos, se apartaron del politeísmo y no divinizaron la
naturaleza? ¿por qué rechazaron el aborto (práctica normal en la antigüedad) y el
infanticidio? ¿por qué no asistían a los juegos romanos que denigraban a la persona
humana? ¿por qué sostuvieron el matrimonio indisoluble entre un hombre y una mujer
siendo el divorcio una práctica frecuente en mundo helénico? ¿por qué rechazaron el
sacrificio humano por motivos religiosos? ¿por qué desde un principio se preocuparon de
los pobres, viudas, enfermos y extranjeros? ¿por qué rechazaron la idea de la
reencarnación? Y es que cabe la posibilidad de que hubiesen elegido el camino de la
asimilación y reconocimiento de todas estas prácticas, comportamientos y costumbres
habituales en su entorno y en las que muchos creyentes crecieron e incluso fueron
educados. Sin embargo, no optaron por esos comportamientos y menos los incorporaron
en el modo de vida que surgió del encuentro entre el Evangelio y la cultura de aquel
entonces. Más aún, cabe preguntarse ¿por qué procedieron así?, ¿de dónde obtuvieron las
certezas, los principios morales, las convicciones intelectuales para conducirse así?
Y seguimos reflexionando ¿cómo sabemos los cristianos que Dios es uno y trino
(Padre, Hijo y Espíritu Santo)? ¿por qué confesamos que Jesús es el Hijo de Dios y
Mesías? ¿por qué tenemos asimilado que Dios es cercano, misericordioso y perdona los
pecados? ¿cómo sabemos que Dios nos ama personalmente, nos has hecho sus hijos e
hijas, amigos y amigas? ¿cómo logramos saber que resucitaremos, que hay infierno,
purgatorio y vida eterna? ¿de dónde procede el principio de la participación en la
eucaristía dominical, la necesidad de bautizarse y rezar diariamente?
La respuesta remite a una realidad central de la religión judeo-cristiana: la
revelación y su posterior transmisión. Ahí buscaron y encontraron los primeros cristianos
- también hoy- el estilo de vida, las verdades de fe, la evaluación y respuesta propias y
específicas de la fe cristiano-católico a las problemáticas de las diversas culturas. Ahí
encontraron a Jesús, sus palabras y acciones, la vida que nos comunica.
Se entiende así, que la categoría teológica "revelación" sea una realidad central en la
experiencia cristiana ya que es capital y condición absolutamente necesaria para
comprender y articular el mensaje cristiano en sus mismas bases. La teología y vida de fe
del creyente, la razón de ser e identidad de la Iglesia se edifican y fundamentan desde la
revelación. Cuando hay una discusión moral emergente, una afirmación sobre Dios
novedosa o nueva propuesta espiritual, el cristiano-católico no tiene como punto de
referencia los sistemas de pensamiento dominantes, lo que dicen las encuestas (ni si
quiera al interior del mundo católico) o lo que hacen la mayoría de los gobiernos, sino
que, ante todo y primeramente, se dirigen a la revelación para abordar desde allí la validez
dichas cuestiones. Por eso, cabe afirmar que la revelación "es la primera realidad
cristiana: el primer hecho, el primer misterio, la primera categoría...es el acontecimiento
decisivo y primero del cristianismo, el que condiciona la opción de fe...es la primera de
las categorías que constituyen el fundamento de toda la investigación teológica"4. Se
entiende entonces que eso su estudio y adecuada comprensión sea de primera importancia
para entender la religión cristiano-católica y que su desconocimiento por parte del
católico supone un vació grande en su experiencia de fe.

4
Rene Lattourelle, Teología de la revelación, Sígueme, Salamanca, 1967, pp.9-10.
3

3.2. El concepto de la revelación.


Para comprender que significa el término teológico de revelación, conviene
referirse a la experiencia de alguien que busca reiteradamente por su propia iniciativa a
otro para darse a conocer, comunicarle algo de sí mismo. De manera similar, en la
experiencia cristiana, Dios es ese alguien (persona divina) que por propia iniciativa sale
al encuentro de ese otro (la persona humana) dándose a conocer el mismo (su rostro, ser,
vida y planes salvíficos), algo imposible de alcanzar para el ser humano por sus solas
fuerzas o mérito. Revisemos dos ejemplos del Antiguo Testamento que nos ayudan a
entender estas afirmaciones: la llamada de Dios a Abraham y a Moisés. Abram - como se
llamaba originariamente- habitaba en Ur de Caldea. A él se dirige Dios por propia
iniciativa y de un modo inesperado y gratuito para encomendarle una misión: “Yahvé dijo
a Abram: 'Sal de tu tierra y de tu patria y de la casa de tu padre y vete a la tierra que yo
te mostraré. De ti haré una nación grande y te bendeciré” (Gen 12,1-2). Dios se
manifiesta le habla, lo señala y le promete una tierra abundante en bienes y sobretodo la
paternidad de una muchedumbre incontables de hijos. Moisés, por su parte, vive en
Egipto, en la época del faraón Ramsés II (1298-1225 a.C.). Y nuevamente es Dios que
toma la iniciativa y se manifiesta personalmente a Moisés. Interviene en la historia y lo
elige como su mediador para liberar de la esclavitud y el aniquilamiento a los israelitas
en Egipto y, a su vez, para fundar una alianza con Israel y hacerlo su pueblo. En la
manifestación divina de la zarza ardiendo (Ex 3), Dios se da conocer por propia iniciativa
a Moisés como el Dios vivo, siempre presente y cercano a Israel: el “Dios de Abraham,
de Isaac y de Jacob” (Ex 3,6; 6,3), el Dios de la Alianza que va a cumplirla con su brazo
poderoso; y al mismo tiempo se revela por primera vez como Yahvé, es decir como "El
que es" sin restricción alguna (“Yo soy el que soy”; “Yo soy” me ha enviado a vosotros»
le dice Moisés a los israelitas (Ex 3,14; Ex 6,3). A la revelación de Dios le acompaña la
llamada a Moisés, el envío para cumplir una misión: “Yo te envío a Faraón para que
saques a mi pueblo” (Ex 3,10). En ambos textos está claro que la iniciativa la toma Dios;
él es el que sale al encuentro de Abraham y Moisés (en los que no se detecta ningún
interés especial por salir de su religiosidad o por una búsqueda especial de Dios), se dirige
a ellos hablándole como amigos y su Señor, y en ese hablar les revela su rostro y les da a
conocer sus planes. Y la fuente de todo esto no es sino la bondad de Dios que libre y
gratuitamente –porque ama- se ha querido dirigir a los hombres. Y -clave en la idea de
revelación cristiana- lo hace en la historia, en unas circunstancias concretas del devenir
humano en el tiempo (Mesopotamia, Egipto).
Sin embargo, la plenitud de la revelación, no se detiene en el Antiguo Testamento:
la autocomunicación de Dios en la historia tiene su culmen acontecimiento salvífico de
Jesucristo en el Nuevo Testamento. Cristo es la revelación en su plenitud para el cristiano,
de un modo radical, Cristo es Dios mismo dándose a conocer entre los hombres en la
historia, él es la palabra definitiva que Dios tenía que decirle al mundo y esto ha sido
posible porque se ha hecho hombre, vivió en una época específica y en un lugar concreto
(Palestina).
De primera importancia a esta altura es comprender que la revelación –tal y como
la hemos presentado- implica un dar a conocer la verdad sobre Dios, el ser humano, la
naturaleza, la historia, el cosmos, familia y matrimonio, así como el valor de la vida, el
trabajo, la sexualidad, los bienes humanos, el sentido del sufrimiento y la alegría. Y todo
esto, nuevamente, en el horizonte de la historia humana, en donde el Hijo de Dios ha
entrado por medio de la encarnación. Es importante entender, además, que esta
cosmovisión contenida en la revelación es normativa para el cristiano de todo tiempo y
en todo lugar y no depende de las visiones dominantes en una cultura determinada ni de
lo que la mayoría piense y viva (aunque si pueden influir en un mayor desarrollo y
4

comprensión de la revelación). Y esta es la razón del proceder de los primeros cristianos


que señalábamos al inicio de esta temática: ellos miraron la revelación tal como se
encontraba en palabra escrita (Sagrada Escritura) y oral (tradición apostólica) transmitida
y enseñada en la comunidad creyente (Iglesia). Y esto no fue gratuito, supuso vivir en
minoría y contracorriente durante tres siglos y sufrir ocho persecuciones.
Hecho todo este recorrido, estamos, entonces, en condiciones de definir el
concepto de revelación como la libre y amorosa autocomunicación de Dios en la que él
mismo se da a conocer al ser humano y, además, da a conocer sus planes salvíficos. La
revelación, entonces, es Dios que va al encuentro del hombre y mujer para darse a conocer
gratuita y libremente: él mismo, por propia iniciativa manifiesta quién es él (autorevela)
para que todo ser humano, liberado del pecado, pueda conocerle, amarle y servirle,
entrando en una comunión de vida con él en calidad de hijos y amigos (que es parte de la
vida que viene a comunicar y de sus planes salvadores). No procede, por tanto, de la
iniciativa o fuerza humana, sino de la sabiduría, poder y bondad de Dios, que ha tomado
la iniciativa de mostrarse a todo hombre, y mujer (también a aquellos que dudan de su
identidad sexual o asumen otras opciones sexuales que tienen por legítimas) para dirigirse
a ellos y hablarles como amigo e hijo en un estado comunional de amor y vida. Junto con
revelar su rostro también da a conocer el plan da salvación para con los hombres, el cual
tiene como centro la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo. La revelación conduce
a un encuentro-comunión entre Dios y el hombre, y es llevada a cabo por parte de Dios
por medio del diálogo, dirigiéndose al hombre en el plano íntimo de la amistad: "Dios
entra en comunicación con el hombre para estrechar con él los lazos de amistad y para
asociarle a su vida íntima: para invitarle a ella y para introducirle en ella por la fe en su
palabra"5. Todo esto implica una relación en clave personal: el que se a da a conocer es
Dios - persona, el receptor de la revelación es el hombre-persona viviendo en una
comunidad creyente y el lugar en donde se da a conocer es la historia.
La revelación, se entiende entonces, constituye el fundamento de la fe para el
cristiano porque sólo en ella Dios se comunica a sí mismo en la persona del Hijo hecho
carne (la plenitud de la revelación) haciendo evidente, a la vez, su proyecto para con el
ser humano. Al mismo tiempo revela al hombre quién es él ante los ojos divinos. La
revelación, que es ante todo signo del amor que quiere darse a conocer para que el amado
sea feliz, supone también la dimensión salvadora en cuanto que la condición real de la
persona humana es la del pecado y de la rebeldía de enemistad con Dios. Así pues, al
revelarse, Dios no sólo se da a conocer a sí mismo y su misterio de amor, sino que al
mismo tiempo salva a los hombres cancelando su condición de pecado, su enemistad con
él para vivir la vida de hijos e hijas de Dios, la amistad con Dios, el ser miembros de la
familia de Dios, el entrar en la comunión de vida y amor con Dios Uno y Trino.
Hay que volver a insistir en el carácter histórico de la revelación, ella se realiza en
el espacio y tiempo humano y es progresiva: tiene lugar a través de acontecimientos (la
liberación de Israel de la esclavitud de Egipto es la gran gesta salvífica del AT; la
encarnación, muerte y resurrección de Jesucristo es la máxima y suprema gesta salvífica)
que se realizan progresivamente, es decir, por etapas. Hay una primera etapa en la que
Dios se dirige a todos los hombres por las huellas y rastro que ha dejado en la creación
(es lo que da origen a las religiones de la humanidad), a la que le sigue una segunda etapa,
la revelación positiva en que Dios mismo se autocomunica en la etapa del Antiguo
Testamento (donde elige a Israel como pueblo suyo y establece una alianza con él), ésta,
a su vez, precede a la última y definitiva fase, la del Nuevo Testamento, en donde Cristo
tienen un lugar central. En efecto, toda la paulatina y progresiva economía salvífica que

5
Latourelle, R., op. cit., p. 358.
5

se va revelando en la historia conduce hacia Cristo, quien es presentado como


culminación y plenitud de la revelación.

3.3 La transmisión de la revelación.


A esta altura alguien podría preguntar ¿todo esto no es muy abstracto? ¿al fin de
cuentas, dónde encuentro la revelación de Dios y cómo me llega hoy a mí y a las
generaciones que vendrán? ¿cómo me llega esta autocomunicación de Dios en Cristo a
nosotros en el hoy de la historia? ¿cómo se me comunican los planes salvadores de Dios
realizados en Jesucristo a los hombres a través del tiempo, el espacio, la historia? Porque
una cosa es que Dios quiera revelar al hombre su rostro y sus planes y otra distinta es el
lugar donde se encuentra dicha revelación y el medio como llega esa autocomunicación
al hombre y mujer de toda época y lugar. La respuesta se remite a dos ámbitos
interrelacionados de una misma realidad: Sagrada Escritura y Tradición Apostólica.
¿Cómo sabemos de la llamada de Abraham, la vocación de Moisés y la revelación en su
plenitud que es Jesucristo? Porque están consignadas en los libros de la Sagrada Escritura.
Sin embargo, inicialmente hubo un período inicial en que no existía la Sagrada Escritura.
En efecto, a lo menos transcurren 20 años entre la muerte y resurrección de Jesús (30-33)
y la primera carta de San Pablo a los Tesalonicenses (50-55, primer escrito del NT), unos
40 años con respecto al primer Evangelio (San Marcos) y 60 o 70 años con respecto al
último (San Juan). Bueno y cabe preguntarse ¿cómo conoció y transmitió la primera
Iglesia a Jesús y sus enseñanzas si aún no se formaba el Nuevo Testamento? A través de
la tradición apostólica6. Es decir por las palabras, enseñanzas y acciones de los apóstoles7
que fueron fundando las iglesias locales según las enseñanzas de Cristo. Este hecho es
clave porque el nexo histórico del Jesús anunciado y enseñado por la Iglesia con el Jesús
que predicó, murió y resucito es, justamente, la tradición apostólica, tradición que recibe
y transmite la imagen viva de Cristo, así como sus enseñanzas y la deja consignada en los
libros del Nuevo Testamento, especialmente los cuatro Evangelios.
De ahí entonces que se pueda afirmar que Jesucristo transmite la revelación a su
Iglesia por un solo camino que tiene dos vías íntimamente unidas: la tradición apostólica
(su palabra en cuanto transmitida oralmente), y la Sagrada Escritura, específicamente el
Nuevo Testamento (su palabra transmitida por escrito). Así el lugar y transmisión de la

6
La predicación apostólica no es sólo una transmisión de verdades sobre el misterio de Cristo,
sino también una comunicación de “bienes divinos” (sacramentos, carismas). Está predicación y
comunicación de bienes salvíficos apostólica es lo que se denomina tradición apostólica, es decir, la
Palabra revelada transmitida oralmente, norma de cualquier tradición eclesial, comunicación de la
revelación y realidad que antecede a la Palabra revelada puesta por escrito (Sagrada Escritura). Durante ese
período la tradición apostólica es capital en la transmisión oral de la revelación y en la paulatina elaboración
de la Sagrada Escritura (que siempre tiene como fuente un apóstol o una comunidad fundada por uno de
ellos). En la misma Sagrada Escritura se atestigua esa tradición, así "Timoteo, conserva la tradición recibida
...evita las contradicciones de la falsa ciencia que algunos profesan desviándose de la fe " (1 Tim 6, 20-21),
"Así hermanos permanezcan firmes y guarden las tradiciones que les hemos enseñado de palabra o por
escrito" (2 Tes 2, 15), "por lo que a mí me toca del Señor recibí la tradición que les he transmitido, a saber,
que Jesús, el Señor..." (1 Co 11, 23), "les recuerdo hermanos el Evangelio que les anuncie...es el Evangelio
que les está salvando, si lo retienen tal y como se los anuncié, de no ser así han creído en vano, porque yo
les transmití en primer lugar, lo que a la vez recibí, que Cristo..." (1 Co 15, 1-3), "queridos, tenía yo un gran
interés en escribirles...me he visto obligado a hacerlo para exhortarles a combatir en defensa de la fe, que
de una vez por todas ha sido transmitida a los creyentes (Jd 1, 3),.
7
Los apóstoles son el grupo de los doce con Pedro a la cabeza que Jesús elige y constituye con un
misión propia y específica dentro de la Iglesia (Mt 10, 1-4; Lc 6, 12-16; Hch 1, 13-14; Mt 4, 18-22; Mc 1,
16-20; Mt 16, 13-20; Lc 5, 1-11; Jn 1, 33-51; Mt 16, 23-28), a ellos hay que a agregar a San Pablo. Tan
importantes son que en el Evangelio vienen consignados sus nombres, incluso el judas Iscariote (Mc 3, 16-
19; Lc 6, 14-16). La constitución de los doce es un acto fundacional de la Iglesia por parte del Señor y es
el germen del conjunto de los Obispos con el Papa a la cabeza.
6

revelación, en primer término, está íntimamente relacionada con los apóstoles, quienes la
comunican oralmente en sus inicios, para luego ser puesta y transmitida por escrito en el
seno de la Iglesia primitiva (Sagrada Escritura). La única palabra revelada de Dios
comunicada en Cristo es, entonces, transmitida inicial y oralmente por los apóstoles.
Posteriormente, esa misma palabra revelada es puesta, comunicada y transmitida por
escrito en el seno de la primera Iglesia: surge la Sagrada Escritura8, específicamente el
Nuevo Testamento. La Biblia (Antiguo y Nuevo Testamento) es el momento privilegiado
y cumbre de la revelación de Dios, manifestación divina a los hombres a través de la
historia y está íntimamente a la tradición apostólica. La convicción eclesial es que los
escritos del NT provienen auténticamente de la predicación apostólica.
Junto con esto, una vez muertos los apóstoles, se confía –por mandato divino- a
la Iglesia (laicos y sacerdotes) el servicio de conservar y transmitir la revelación cristiana
tanto oral como escrita (de hecho, el canon bíblico sólo se configura al interior de la
tradición eclesial que permanece fiel a la enseñanzas e instituciones comunicadas por los
apóstoles). Esta fue una preocupación constante ya en la primera Iglesia y que se deja ver
incluso en el Nuevo Testamento, en donde son frecuentes las exhortaciones a permanecer
fiel a la verdad revelada9, expresando con ello la exigencia apostólica de una Iglesia
permanentemente fiel; conservando, custodiando y velando por un desarrollo recto de la
palabra revelada de Dios (escrita y oral). Y eso decanta al interior de la primera Iglesia
en el desarrollo de un elemento de primera importancia en la comunicación de la
revelación: es lo que los creyentes católicos denominan la "regla de la Fe"(regula fidei).
Un núcleo de la regla de la fe lo encontramos en la Carta a los hebreos, escrita entre los
años 70-90: "Por tanto damos por sabida la doctrina elemental sobre Cristo....no vamos
a insistir de nuevo en los artículos fundamentales, a saber: la conversión de los pecados
y la fe en Dios, la instrucción bautismal, la imposición de manos, la resurrección de los
muertos y el Juicio eterno" (Hb, 6, 1-2). En el siglo II ya era posesión de la Iglesia entera
y los padres de la Iglesia a finales de ese siglo, señalan que las Iglesias locales están en
posesión de dicha regla. La regla de fe es un «canon o fórmulas breves de verdades
reveladas» a través del cual es posible reconocer la fe creída desde siempre y por todos
ya que en ella estaba fijado y se expresaba el contenido que había de ser creído por toda

8
La Sagrada Escritura es el libro que expresa la fe de la Iglesia en Jesucristo y en el Dios revelado
por él. Aunque su lectura está abierta a toda la humanidad, los cristianos lo valoran como mediación
auténtica de la revelación de Dios en Jesucristo. La sagrada Escritura puede definirse como “la Palabra en
cuanto escrita por inspiración del Espíritu Santo”. Su autor principal, por tanto, es Dios, aunque se ha valido
de seres humanos, verdaderos autores secundarios de la Sagrada Escritura. Un aspecto de la Escritura es el
canon, por canon de las sagradas Escrituras se entiende la lista concreta de los libros en que la Iglesia,
asistida por el Espíritu Santo, ha reconocido las huellas de Dios y del mismo Espíritu, es decir cuya autoría
hay que atribuírsela a Dios. Son los libros que la Iglesia propone al pueblo creyente como divinamente
inspirados y para que conozca el proyecto de Dios en Cristo en favor de la humanidad y así lo realice. La
necesidad de lectura de la Sagrada Escritura –particularmente los Evangelios- es capital para el creyente.
9
Así, por ejemplo: "Me alegré mucho de encontrar a tus hijos viviendo conforme a la verdad...todo
el que se descarría y no permanece en la doctrina de Cristo, no tiene a Dios, pero el que permanece tiene al
Padre y al Hijo" (2 Jn, 1, 4. 9), "Querido Gayo...me alegré mucho...que sigues fiel a la verdad y vives de
acuerdo con ella. Nada me produce tanta alegría como oír que mis hijos son fieles a la verdad" (3 Jn 1, 2-
3), "Puesto que obedientes a la verdad han suprimido lo que impide un auténtico amor fraterno, ámense de
corazón" (1 Pe 1,22), "también entre ustedes habrá falsos maestros que promoverán sectas perniciosas...por
su culpa será difamado el camino de la verdad" (2 Pe 2,1-2), "repréndelos severamente para que conserven
íntegra la fe y no presten oído a fábulas judías y a preceptos de hombres que se apartan de la verdad" (Tt 1,
13), "¿quién se les cruzó en el camino para que se apartarán de la verdad" (Gal 5, 7), "no se dejen arrastrar
por doctrinas complicadas y extrañas" (Hb 13, 9), "nuestro testimonio consiste en proclamar abiertamente
la verdad" (2 Co 4, 2), "Les recomiendo hermanos que vigilen a los que promueven divisiones y ponen en
peligro la enseñanza que han recibido, apártense de ellos, pues esa gente no sirve a Cristo Nuestro Señor"
(Rom 16, 17-18).
7

la Iglesia10 (es el origen remoto del "Credo" que se reza en las misas dominicales). La
regla se relaciona con la Escritura como el verdadero sumario de su contenido, y funciona
como la línea normativa de la Iglesia para interpretar los innumerables contenidos
bíblicos en cuanto que se refieren al plan salvífico de Dios. La regla además remite a la
tradición apostólica como su fuente y muestra desde el principio de que la Iglesia
postapostólica no se expandía manteniendo una multitud de fragmentos de creencia
dispersos, sino que estaba más bien atenta a una única "norma de doctrina" (Rom 6,17).
Pone en evidencia, a su vez, que la fe cristiana tiene un contenido determinado y
normativo. Los creyentes católicos desde los primeros tiempos se atuvieron y guiaron por
esta regla de la fe, y eso los distinguía justamente de los herejes (gnósticos y arrianos, por
ejemplo), ya que, en algún punto, negaban dicha regla. Por lo mismo, durante las disputas
sobre la ortodoxia de la fe, la regula fidei se toma como garantía y como criterio para
desenmascarar las falsas doctrinas. Así, san Ireneo reprocha a los gnósticos en su obra
“contra los herejes” (s. II) el que sus interpretaciones de la Escritura dejan de lado y no
se atienen a la regla de fe, haciendo prevalecer su doctrina incompatible con la revelación,
deformando las palabras y acciones de Cristo, alterando el significado de su misión,
tergiversando sus enseñanzas y, finalmente, produciendo una interpretación errónea y
desfigurada del cristianismo (de hecho los gnósticos dieron origen a algunos de los
evangelios apócrifos).
Finalmente, previendo hacia el futuro la explicitación y desarrollo adecuado de la
revelación y que ella no fuese deformara o interpretada en un sentido a que no
corresponde a la voluntad salvífica de Dios, existe como querido por Jesús una enseñanza
oficial, autorizada y vinculante sobre la revelación que es el magisterio de la Iglesia, a
cargo del Papa y del conjunto de los obispos en comunión con el Papa11. Sólo al
Magisterio corresponde interpretarlas auténticamente y predicarlas con autoridad, pero
no estando por encima de la revelación (ya sea escrita u oral), sino a su servicio. En este
sentido no corresponde ni siquiera a un papa, menos a un obispo o un grupo de ellos, o a
un conjunto de teólogo ponerse por encima de la revelación y del magisterio y cambiar
las enseñanzas que se han definido como reveladas. Y aquí es conveniente hacer una
aclaración: no son los dogmas únicamente lo que vincula la conciencia de los creyentes,
sino la enseñanza autorizada del magisterio, que es mucho más que los dogmas de fe.
Ciertamente todos los dogmas12 son enseñanzas que deben ser creídas y asumidas
personalmente por el creyente, pero no sólo los dogmas son parte de enseñanza
vinculante, hay por ejemplo, enseñanzas en orden moral, litúrgico y espiritual, que sin
ser dogmas, son vinculantes, por derivarse implícita o explícitamente de la revelación
(por ejemplo, el valor inviolable y absoluto de la vida de la persona humana en el seno
materno). Y eso porque la tarea de la enseñanza oficial de la Iglesia no es sólo y

10
Esta regla de la fe confiesa la creencia en Dios, el Padre todopoderoso, que creó todo lo que
existe; en Jesucristo, el Hijo, que se encarnó para nuestra salvación, y en el Espíritu Santo, que habló por
los profetas del nacimiento, pasión, resurrección y ascensión de Cristo, de la resurrección futura, de la
manifestación venidera de Cristo en gloria como justo juez de todos. Desde los inicios, además, la regla de
la fe, es confesada en el Bautismo.
11
Ese Magisterio, por ejemplo, es el que está contenido en las encíclicas papales o en los Concilios
de la Iglesia.
12
El “dogma” es una doctrina que la Iglesia…propone de manera definitiva una verdad revelada,
de una forma que obliga al pueblo cristiano en su totalidad, de modo que su negación se rechaza como
herejía y es condenada con el anatema. En el concepto formal de dogma están presentes estos dos elementos
fundamentales: la pertenencia de la verdad enseñada a la divina revelación (o sea, a la Palabra de Dios
escrita o transmitida) y su proposición como verdad revelada por parte del supremo órgano magisterial
(romano pontífice/colegio episcopal) de forma expresa y definitiva (juicio de fe). Por ejemplo, son dogmas
los artículos del credo, los dogmas mariológicos de la Inmaculada Concepción (Pío IX, 1854) y de la
Asunción (Pío XII, 1950).
8

principalmente la de formular con precisión una verdad (dogma), sino la de guiar a la


cada vez más plena comprensión de la revelación y, a la vez, la de señalar la relación
adecuada entre acción pastoral y misión evangelizadora de la Iglesia y la expresión viva
y verdadera del mensaje revelado. Esto explica la razón de que las enseñanzas oficiales
de la Iglesia (magisterio) son más que los dogmas y requieren la adhesión interna del
creyente. Por eso si alguien dijera “esta enseñanza no es dogma, por tanto puede
cambiarse” o “es optativo adherir a ella” estaría cometiendo un error de proporciones13 y
sería señal de una laguna de la enseñanza revelada en su existencia cristiana.
Entonces, todo este conjunto articulado de la transmisión de la revelación es un
principio inmutable, criterio normativo para el creyente católico al momento de discernir
las distintos comportamientos y estilos de vida que se encuentran en su contexto cultural
y sociedad: mirar la revelación, su verdad, los elementos que integran su transmisión y
guiarse de acuerdo a ellos. Entender que dice la Sagrada Escritura interpretada en y por
la Iglesia, acudir a la regla de la fe, escuchar lo que enseña el magisterio de la Iglesia. Un
ejemplo concreto, se encuentra en la doctrina de la reencarnación: se busca en la
revelación y se dice “no” a esa doctrina porque la revelación oral y escrita, la regla de la
fe, el magisterio de la Iglesia, la totalidad de los creyentes coherentes en la historia de la
Iglesia (sentido de la fe del Pueblo de Dios, es decir, laicos, religiosos y sacerdotes)
confiesa la resurrección de los muertos y unidad cuerpo-alma del ser humano, verdades
ambas opuestas a la reencarnación. Y ello se sostiene aun cuando la mayoría de la
sociedad crea en la reencarnación, incluso aun si un buen número de creyentes cristianos
sostuviera la reencarnación en un determinado momento histórico. Y este mismo criterio
se aplica a temas que tienen que ver con el valor de la vida humana, la identidad del
matrimonio y la familia, la visión de la sexualidad humana, el valor de los bienes
económicos y el trabajo: lo que prima es la enseñanza revelada, no la opinión de la
mayoría o de un grupo de creyentes.

4. Segundo constitutivo esencial: Jesucristo; contenido y matriz del cristianismo.


Buscando la idea madre, la fuente original y la luz que nos puede señalar con
claridad donde se ubica la esencia y que le da la forma fundamental al catolicismo (y al
cristianismo, por cierto), habría que decir, para terminar, que esta se encuentra en el
mismo Jesucristo. Nietzsche, a este propósito, advirtió que el “golpe mortal” al
cristianismo no era ante todo denunciar su moral de esclavos y resentimiento de cara a la
vida, sino mostrar el sentido deforme y patológico de la misión, enseñanza y vida de del
crucificado. Logró captar el núcleo sensible del cristianismo: el lugar que tiene Cristo en
él. El gran teólogo R. Guardini expresó con nitidez la posición que le cabe a Cristo en
nuestra fe: “El cristianismo no es, en último término, ni una doctrina de la verdad ni una
interpretación de la vida. Es esto también, pero nada de ello constituye su esencia
nuclear. Su esencia está constituida por Jesús de Nazaret, por su existencia, su obra y su
destino concretos; es decir, por una personalidad histórica. Algo semejante, en cierto
modo, a lo que con estas palabras quiere decirse lo experimenta todo aquel para el que
adquiere significación esencial otra persona. Para él no es ni “la humanidad” ni “lo
humano” lo que reviste importancia, sino esta persona concreta”14.
13
Así con claridad afirma el Concilio Vaticano II: “Los Obispos, cuando enseñan en comunión
por el Romano Pontífice, deben ser respetados por todos como los testigos de la verdad divina y católica;
los fieles, por su parte tienen obligación de aceptar y adherirse con religiosa sumisión del espíritu al parecer
de su Obispo en materias de fe y de costumbres cuando él la expone en nombre de Cristo. Esta religiosa
sumisión de la voluntad y del entendimiento de modo particular se debe al magisterio auténtico del Romano
Pontífice, aun cuando no hable ex cathedra; de tal manera que se reconozca con reverencia su magisterio
supremo y con sinceridad se adhiera al parecer expresado por él (Lumen Gentium n 25).
14
Guardini, R., “La esencia del cristianismo”, p.4.
9

El cristianismo, por lo tanto, no es ante todo una religión del libro (Sagrada
Escritura, aunque es fundamental en la vida de la fe) o una ley moral que se debe vivir
por voluntad divina (aunque es parte del cristianismo). El cristianismo es una persona:
Jesucristo, el hijo de Dios hecho carne (Dios con nosotros), la plenitud de la revelación,
la palabra definitiva que Dios le comunica a la humanidad, único mediador entre Dios y
los hombres, el único mesías salvador de la humanidad. Cristo es más que un profeta que
habla en nombre de Dios (como ocurre en el Islam), o un sabio que dejó una notable
enseñanza moral y una gran sabiduría humana (como es el caso de Confucio o Buda): lo
decisivo es que Jesús, el carpintero de Nazaret, es Dios con nosotros, aquel que se
convierte en el contenido y vida del catolicismo, el revelador del misterio de Dios y del
Padre (por su condición divina, conoce al Padre, por su condición humana puede darlo a
conocer a través de sus palabra y acciones a los seres humanos), es aquel que se ha
introducido en la historia para ser él mismo el camino hacia Dios y el salvador del
humanidad (en él y por él restablece nuevamente a la comunión entre Dios y cada ser
humano). Así, sus acciones y palabras, la vida que comunica, sus enseñanzas, él mismo,
son la norma vital, fuente y el ideario a seguir del cristiano. Más aún, a diferencia de
Moisés, Mahoma, Buda o Confucio, Jesucristo es el contenido mismo de la enseñanza
que se transmite, lo que se comunica es su vida misma (a través de los sacramentos, por
ejemplo). Jesucristo no enseña un camino de sabiduría e iluminación para lograr la paz
(como Buda, por ejemplo); él mismo es el camino y la verdad y la vida. En efecto, él es
el enviado del Padre, quien revela al Padre en cuanto que él es el Hijo y el Verbo eterno
("quien me ha visto a mí ha visto al Padre", dice en el Evangelio de Juan). A tal punto es
la singularidad de Cristo que no se puede separar su persona de su mensaje. J. Ratzinger
lo ha expresado nítidamente: “Jesús no ha dado una doctrina que pudiera desvincularse
de su yo, de la misma manera que alguien puede reunir las ideas de un gran pensador y
estudiarlas sin entrar en la persona del autor…Jesús no ha realizado una obra distinta y
separable de su yo…se ha identificado de tal manera con su palabra que yo y palabra no
pueden distinguirse: él es palabra”15. Por lo mismo Él es la vía por la que cada hombre
y mujer puede lograr el acceso y la comunión con Dios ("Yo soy el camino, la verdad y
la vida"). De ahí entonces que “conviene subrayar la radical novedad que, en la historia
de las religiones, implica la religión cristiana. El cristianismo es ante todo el seguimiento
de un hombre –Jesús- a quien se confiesa como el mesías esperado por los judíos. Un
hombre a quien se ama, se adora y se escucha con la misma entrega que al Dios creador,
pues se creen firmemente que ese hombre…es, al mismo tiempo el Unigénito del Padre,
Dios de Dios, redentor y salvador del género humano16. Por eso el mismo Guardini
afirmaba que las palabras de Jesús “hacen aparecer la persona de Cristo como criterio y
motivo de la conducta…el motivo vivo en el comportamiento religioso cristiano es Jesús
mismo”17. Ello porque Cristo es el Hijo eterno, la Palabra eterna que se ha hecho carne
y, por eso mismo, él es el supremo revelador y realidad revelada, quien verdaderamente
es la Palabra viva autorizada para manifestar la vida íntima de Dios y sus designios. Se
trata de la verdad que es Jesucristo y de la verdad que hará libre al ser humano, del amor
que será plenitud de la vida cristiana, pero a ejemplo y contenido de Jesús (“ámense los
unos a los otros como yo los he amado”). Así se afirma que “el cristianismo es la buena
nueva de Cristo, más aún, puede decirse que el cristianismo es Cristo. La misma
identidad del cristiano no es otra cosa que la identificación con Cristo. De ahí que la

15
Ratzinger, J., “Introducción al cristianismo”, Sígueme, Salamanca, p. 79.
16
Ócariz, F, Mateo-Seco, L.F., Riestra, J.A. El misterio de Jesucristo, EUNSA, Pamplona, 3ª ed,
2004, p. 27.
17
Idem, p. 12.
10

misión de la Iglesia consista en predicar la verdad sobre Cristo y transformar a los


hombres en Cristo”18.
El Cristocentrismo del cristiano se expresa de diversas formas en la fe católica: la
vida del creyente es seguimiento e identificación con Cristo (trabajar, sufrir, amar, servir,
perdonar como Cristo, vivir con hijo e hija de Dios al modo de Cristo), la moral cristiana
obtiene su forma esencial de la palabras y acciones de Cristo (obedecer la voluntad del
Padre, vivir la caridad, buscar la conversión y la reforma del corazón, vivir las
bienaventuranzas y los 10 mandamientos reinterpretados por Cristo, etc.). A su vez, la
Iglesia es signo de la presencia y acción de Cristo en la historia especialmente a través de
los sacramentos, la Sagrada Escritura, la vida de los santos. La evangelización tiene su
centro en el anuncio de la persona, misión y enseñanzas de Cristo, la catequesis tiene
como meta la comunión con Cristo, comunicar la doctrina y vida de Jesús. La Eucaristía,
por su parte, es la acción de Cristo Sumo y eterno sacerdote que renueva glorificado el
sacrificio de la cruz asociando a la comunidad creyente a ello, la comunión sacramental
es la unión más íntima que se puede lograr con Jesús en esta vida. Las virtudes que vive
el cristiano son cristiforme (la humildad de Cristo, la mansedumbre y fortaleza de Cristo,
etc.), el Dios de los cristianos es el Dios revelado por Jesucristo (uno sólo que es Padre,
Hijo y Espíritu Santo), el estado glorificado de cada creyente fiel al final de los tiempos
será a semejanza del estado de la humanidad de Cristo resucitado. La creación tiene en
Cristo su arquetipo creador y salvador que la renueva y glorifica.
Por mismo, se entiende que un creyente cristiano que vive su existencia desde
Cristo pueda entender por experiencia propia las palabras del apóstol Pablo: “No vivo yo,
sino que es Cristo quien vive en mí y la vida presente que vivo en la carne, la vivo en la
fe del Hijo de Dios que me amó y se entregó a sí mismo por mí” (Gal 2, 20). San Anselmo
comprendió esta centralidad de Jesucristo desde el deseo y el amor y así escribió: “¿Qué
hará, altísimo Señor éste tu desterrado tan lejos de ti? ¿qué hará tu servidor ansioso de
tu amor y tan lejos de tu rostro? Anhela verte…desea acercarse a ti… arde en deseos de
encontrarte...no suspira más que por ti, y jamás ha visto tu rostro”19. Y no menos San
Agustín: “Sea el Señor tu delicia, y el dará lo que pide tu corazón. Existe un apetito en
el alma al que este pan del cielo le sabe dulcísimo. Por otra parte, si el poeta pudo decir:
“cada cual va en pos de su apetito”, no por necesidad sino por placer, no por obligación
sino por gusto, ¿no podremos decir nosotros, con mayor razón, que el hombre se siente
atraído por Cristo, si sabemos que el deleite del hombre es la verdad, la justicia, la vida
sin fin, y todo esto es Cristo”20.

5. Rasgos fundamentales del catolicismo.


En síntesis y con lo ya dicho cabe señalar que el catolicismo es una religión
monoteísta21 (que lo aleja del politeísmo) , vale decir confiesa la existencia de la
Santísima Trinidad; un solo Dios que es tres personas (monoteísmo tripersonal, que lo
diferencia del monoteísmo judío e islámico). Es sobrenatural, porque lo que conoce de
Dios (el mismo misterio de la Trinidad, por ejemplo), la vida que él comunica (la
divinización del hombre y mujer en calidad de hijos de Dios) y sus planes salvíficos (p.e.,

18
Ócariz, F, op. cit, p. 27
19
San Anselmo, Prosilogion, 1.
20
San Agustín, Tratados sobre el Evangelio de San Juan, tratado 26, 4-6: CCL 36, 261-263.
21
El monoteísmo es la creencia en la existencia de un solo y verdadero Dios, al cual es el único
que se le rinde adoración y obediencia. Es la forma mayoritaria de religión hoy en día. Monoteístas son el
cristianismo, islamismo y judaísmo. Se distingue del Politeísmo, que incluye a las religiones que creen en
la existencia de multiplicidad de dioses o divinidades, donde, por lo general, hay uno que es superior. Es
propia de las grandes civilizaciones antiguas como Egipto, Grecia y Roma. También es propia de la religión
hindú y las de religiones tribales esparcidas en el mundo.
11

la encarnación del Verbo) están más allá de todas las posibilidades y capacidades propias
del ser humano para conocerlos y vivirlos por él mismo (debe contar para ello con la
auxilio interior y fuerza que concede Dios: la gracia). Es una religión revelada por cuanto
afirma que es Dios mismo quien ha decidido tomar la iniciativa de abrirse y salir de sí
mismo buscado y autocomunicandose al ser humano: dándose a conocer él mismo, su
vida, su plan de salvación. Por eso que el cristianismo no es tanto la búsqueda de Dios
por parte del hombre, sino más bien la búsqueda del hombre por parte de Dios (lo
diferencia de las religiones de la humanidad). Otro rasgo del catolicismo es su carácter
histórico. Implica que es una religión que se refiere a personas, hechos y relatos que
efectivamente se ha desencadenado paulatinamente en el tiempo y el espacio, es decir que
la autocomunicación de Dios y sus gestas salvíficas realmente han ocurrido en la historia
(lo diferencia radicalmente de las religiones del mito). Cristocéntrica, finalmente, porque
confiesa la absoluta singularidad y centralidad de Cristo, donde lo decisivo es que Jesús,
el carpintero de Nazaret, es Dios con nosotros; es el Hijo de Dios que se hace hombre
(encarnación), y, por su condición divina, conoce al Padre y puede darlo a conocer a los
seres humanos y restablecer nuevamente a la comunión con Dios. Así el cristianismo no
es ante todo una religión del libro (Sagrada Escritura) o una ley moral que se debe vivir
por voluntad divina; es una persona, Jesucristo, la plenitud de la revelación, la palabra
definitiva que Dios le comunica a la humanidad, único mediador entre Dios y los
hombres. Así, sus acciones y palabras, la vida que comunica, sus enseñanzas, él mismo,
son la norma vital, fuente y el ideario a seguir del cristiano.
Cuatro son, por otra parte, los pilares en los que descansa, se edifica y desarrolla
el catolicismo así definido: es una religión dogmática (posee un conjunto de verdades
absolutas e irrevocables, pero que admiten un desarrollo, crecimiento y mayor
comprensión a través de la historia), es una religión orante y cultual (liturgia y celebración
de los sacramentos), así como moral- espiritual (configura un estilo de vida en el mundo,
y un carácter y conducta moral específicos que incide en todos los ámbitos del plano
individual y social). El conjunto de sus verdades y vida se contiene en la Sagrada Escritura
y la tradición apostólica transmitidas eclesialmente y explicitadas formalmente por la
enseñanza oficial de la Iglesia (magisterio eclesial). Es central señalar que, de cara a estos
cuatro pilares, hay una tarea nada fácil de realizar para el catolicismo de cada época y
para cada católico en particular (y que siempre necesita para su logro el auxilio de Dios):
lograr integrar estos cuatro elementos, sin descuidar ningún y dando a cada uno la
importancia que le corresponde.
Estos cuatro pilares del catolicismo, a su vez, están comprendidos desde un
principio o eje fundamental de la fe: la primacía de la caridad en la verdad. La Caridad
(en su doble dimensión de amor a Dios y a los hombres) es cima de la vida fe, lo que nos
asemeja al Dios cristiano, la condición indispensable para entrar en la comunión con él,
el sello de la auténtica santidad cristiana. Pero la Caridad (el amor de Dios infundido en
nosotros que encuentra su fuente y modelo en Jesús) no puede ser desvinculada de la
verdad. La verdad (término que en el catolicismo es más que aquel designado por la
filosofía) responde a la pregunta por la identidad de los diversos aspectos de la realidad
estudiados a la luz de la razón y de la fe, a las preguntas por las enseñanzas y vida
contenidas en la revelación, a la persona y misión de Cristo (fuente, modelo y norma de
la vida cristiana). La verdad señala que el cristianismo-católico no es sólo sentimiento y
voluntad, es un saber fundado y vital sobre el mundo, el hombre, el cosmos, Dios, la
salvación, etc. Hay una relación intrínseca entre caridad y verdad: la verdad le muestra
el camino de vida a la Caridad, hacia donde tiene que apuntar y por donde no tiene que ir
(además, la caridad misma tiene un aspecto de verdad: es la verdad sobre el amor
cristiano). La caridad, a su vez, es el motor que lleva a vivir la verdad y le da vida, la hace
12

que sea real y vital en la existencia diaria; hace posible que la persona entera configure la
conducta, mente, conciencia y corazón según la verdad. De modo negativo, la verdad sin
caridad se vuelve fría, dura, impersonal abstracta; la caridad sin verdad termina siendo
filantropía, amor sin espíritu cristiano, humanismo sin fe, vaciado de su contenido y vida
cristiana, presa del error.
Sus creencias fundamentales junto con la confesión de un solo y único Dios
tripersonal, es que es el creador del cosmos, distinto de él (lo que lo aleja del Panteísmo);
la creación del ser humano a imagen y semejanza de Dios y llamado a la comunión de
vida y amor con la Trinidad en calidad de amigo e Hijo de Dios; la identidad divino-
humana de Cristo (la pre-existencia eterna del Hijo de Dios y la encarnación son
verdades fundamentales) y su confesión único salvador y mediador entre Dios y los
hombres, la dimensión escatológica de la vida (muerte y posterior comunión de vida y
amor con Dios en la vida eterna); la existencia de una sola y verdadera Iglesia fundada
por Cristo (la religión eclesial es un rasgo distintivo del cristianismo), necesaria para
hacer presente en la historia a Cristo mismo y su obra salvífica, comunidad de creyentes
unidos por el Espíritu Santo llamados a extender el Reinado de Dios peregrinando como
Pueblo de Dios jerárquicamente organizado con una común vocación a la santidad, para
alcanzar así la plena e irrevocable comunión en el amor con Dios uno y trino en la gloria
de la vida futura. También confiesa la venida de Cristo al final de la historia en calidad
de Señor glorificado para cerrar la historia y entregar al Padre la humanidad que ha sido
fiel y el cosmos glorificado. También confiesa la resurrección de los muertos, es decir
recuperar la unidad cuerpo –alma perdida en la muerte, pero en condición glorificada para
la vida eterna en Dios o en condición de perdición para la condenación eterna.
¿Qué específica y diferencia a la Iglesia Católica de las demás confesiones
cristianas? Nos centraremos en una: la concepción de Iglesia. En efecto, todas las
confesiones cristianas se atribuyen el carácter de Iglesia, pero su manera de comprenderla
difiere en cada una de ellas, especialmente su modo de entender de entender la unidad y
el reconocimiento de una cabeza visible que sea autoridad máxima que la conduzca. Así
es propio de la Iglesia católica comprenderse como una sola y única Iglesia presente en
el mundo a través de “porciones” de una misma y única Iglesia que denominamos iglesias
locales o particulares (una diócesis, por ejemplo). Las restantes confesiones cristianas, en
cambio, entienden la unidad eclesial como una confederación de Iglesias particulares con
distintos patriarcados donde el que hace cabeza (metropolitano que es un obispo) es su
máxima autoridad (así los ortodoxos con los patriarcados ruso, griego, antioqueno, etc) o
denominaciones (protestantes que son bautistas, metodistas, luteranos, pentecostales, etc)
con un obispo a la cabeza (que en los protestantes no son sacerdotes o jerarquía
técnicamente hablando, sino pastores). La Iglesia Católica, por otra parte, le asigna a un
Obispo una función central como cabeza de una Iglesia local, pero en el contexto y en
comunión con una cabeza suprema visible que es el sucesor de Pedro (Papa), el cuál es la
autoridad máxima que guía en nombre de Cristo-cabeza con potestad moral, legislativa y
doctrinal propia y única (los ortodoxos reconocen la figura del papado, pero sólo en
cuanto tiene una primacía de honor y en la caridad con respecto a los obispos).
13

Anexo: ¿Qué dicen los estudios estadísticos sobre la religión y el catolicismo;


disminuyen, crecerán?

1. Estimaciones actuales de la demografía religiosa22.

Uno de los estudios más consistente sobre el dato estadístico actual sobre la
religión es el del Pew Forum Research Center en el 2010. Para este estudio se han tomado
estadísticas demográficas de más de 230 países y territorios. En total hay 5,8 mil millones
de adultos con alguna afiliación religiosa en todo el mundo, lo que representa el 84% de
la población mundial en 2010 y señala que más de ocho de cada diez personas se
identifican con un grupo religioso. El estudio demográfico - basado en el análisis de más
de 2.500 censos, encuestas y registros de población – destaca que hay 2.200 millones de
cristianos (un 31,5% de la población mundial), 1.600 millones de musulmanes (23,2%),
mil millones de hindúes (15%), casi 500 millones de budistas (7,1%) y 14 millones de
judíos (0,2%). Además, más de 400 millones de personas (6%) practican religiones
autóctonas tradicionales (las religiones populares chinas, indígenas americanas, africanas
y australianas). Se estima que 58 millones de personas - un poco menos del 1% de la
población mundial - pertenecen a otras religiones (sintoísmo, taoísmo, zoroastrismo, etc).
Al mismo tiempo, el estudio también destacó que una de cada seis personas en todo el
mundo (1,1 millones, es decir el 16%) no tienen ninguna afiliación religiosa (no significa
que sean no creyentes sin más). Esto hace que sea el tercer grupo, detrás de los cristianos
y los musulmanes, y un poco menor en tamaño a la población católica del mundo. Las
encuestas indican que muchos de los no afiliados tienen algunas creencias religiosas o

22
Los datos y afirmaciones de este anexo ello hemos buscado fuentes diversas de reconocida
seriedad y prestigio: sociólogos de la religión (P. Berger, R. Stark, É. Poulat), centros de investigación de
dedicados al estudio sobre la religión e increencia desde la perspectiva de las Ciencias Sociales. Entre
ellos cabe mencionar al CARA (Center for applied research in the apostolate) de la Universidad de
Georgetown. Fundado en 1964, es un centro de estudios del catolicismo. De especial interés para este
documento es el informe Global Catholicism: Trends & Forecasts (Junio 2014) en donde se presenta un
análisis pormenorizado de la situación "demográfica" del catolicismo en el mundo con sus proyecciones
futuras. Otro centro es el Pew Research Center, religion and public Life. Centro de investigación
independiente, uno de sus ámbitos principales es el estudio de las religión. De especial interés su estudio
The Future of the world religion (2015) donde hace una proyección de la evolución demográfica de las
religiones y la increencia hasta el 2050. Junto con estos también está el Okenga Institute, Center for the
study of Global Christianity, de origen protestante, también lleva años estudio e investigación desde la
ciencias sociales sobre la evolución y futuro del cristianismo. De particular interés son sus estudios Status
of Global Christianity, 1970-2020: Society, Religion, and Mission y Christianity; 2015: Religious Diversity
and Personal Contact. Otra fuente muy importante han sido THE ARDA (association of religion archive
data), al cual contiene 1300 perfiles religiosos prácticamente todos los países del mundo (las fuentes son
censos, estudios de institutos de ciencias sociales, organizaciones gubernamentales, y los centros
señalados arriba). También hay que señalar The World Chrsitian database que tiene por objetivo recopilar
todos los estudios e investigaciones referente a la religión y al cristianismo. No olvidamos la encuesta
WIN/Gallup International , especialmente sus investigaciones sobre las creencias religiosas que por años
viene realizando en EEUU. Con respecto a Europa un estudio especialmente sólido e iluminador es
"teenagers´ perspective of the role of religion in their lives, school and societies, a european cuantitative
study", AAVV, Huber And Co, Alemania, 2009. En él se investiga la actitud y valoración de los adolescentes
europeos en torno a la religión. También se contó con el "Social values, Sciences and technologhy" (2005),
estudio de la Unión Europea que incluye un estudio sobre la religión en 25 países miembros. No hay que
dejar de mencionar otro importante referente al respecto como lo es el Atlas de las Religiones Le Monde
Dipolmatique, actualizado al 2009.
14

espirituales (como la creencia en Dios o en un espíritu universal) a pesar de que no se


identifican con una religión en particular.
En general los estudios sobre la demografía actual de la religión tienden a señalar
-con leves variantes- las mismas cifras: cristianos un poco más arriba del 30% , católicos
en torno al 18-20%, musulmanes un poco más arriba que el 20%, sin religión en torno al
15% hinduismo (en torno 15%, aunque siempre por debajo de los sin religión), 5,5-7%
para el budismo, 0,2% para el judaísmo. Lo que es claro que la estimación de número de
creyentes se proyecta entre el 80-85%, donde un poco más de la población adhiere a una
religión monoteísta.

2. Los jóvenes y la estimación demográfica de la religión hacia futuro.


El presidente de WIN/Gallup, en la presentación del estudio de 2015 afirmaba:
“Además con la tendencia de una juventud cada vez más religiosa a escala mundial,
podemos presuponer que el número de personas que, ellas misma, se consideran
religiosas, irá en aumento”. Una proyección global interesante, más allá del margen de
error estadístico del estudio y las deficiencias metodológicas de la investigación. Y en el
estudio de "teenagers´ perspective of the role of religion in their lives, school and
societies, a european cuantitative study" se hace ver que la mayoría de los adolescentes
europeos están convencidos que la religión tiene que incluirse en las escuelas, ya que no
puede ser ignorado como un factor de primera importante en la vida social y para la
coexistencia de las personas de diversas tradiciones culturales y religiosas. Una
conclusión desconcertante para los que auguraba el fin de la religión en el continente con
la proporción más alta de increencia, toda vez que la conclusión se refiere a los
adolescentes de la Europa actual. Según los estudios referidos como fuentes sostienen
que en al 2010 la religión con mayor proporción de población con edad bajo los 15 años
era la musulmana (34% de su población), seguida del hinduismo con el 30%. En tercer
lugar se ubicaba el cristianismo con 27% de su población. El penúltimo lugar lo ocupó el
budismos con el 20% y el último los no creyentes con el 19%. Para el 2050 se proyecta
que musulmanes y cristianos tendrán la proporción más alta de su población en edad entre
0-14 años (en torno al 24 % respectivamente, aunque levemente mayor en los
musulmanes). Los no creyentes y budistas tendrán las menores proporciones ( en torno
14%). La religión -por lo menos desde la perspectiva cuantitativa- gozará de buena salud
a futuro.
En el estudio The future of the world religión (del Instituto CARA de la
Universidad de Georgtown), se indica que el perfil religioso mundial está cambiando
rápidamente debido a las tasas de fertilidad y a las personas que cambian de religión o
dejan de creer. Pero también indica como variable el tamaño de las poblaciones jóvenes
entre las religiones. Sobre estas tres variables proyectadas al 2050 ( 40 años más desde el
2010, año de comparación) más los datos proyectados al 2050 de la investigación
Christianity 2015: Religious Diversity and Personal Contact se se puede indicar que el
número de no creyentes disminuirá globalmente aproximadamente por debajo del 15%,
aún cuando crezca puntualmente en algunos países como Estados Unidos (se prevé que
el 2020 estará en torno al 15-18% , que los cristianos bajarán de los 3/4 de la población
[2010] a los 2/3 y que los musulmanes serán más numerosos que los Judíos), Francia y
Chile (donde la increencia en los jóvenes gira en torno al 30% y tiende a crecer, siendo
una de las más altas del mundo). Los cristianos seguirán siendo los más numerosos ( en
tono al 31 % de la población, manteniéndose en el mismo porcentaje que al 2010), pero
los musulmanes habrán crecido fuertemente pasando del 23% a casi el 30% de la
población y casi igualaran a los cristianos (al 2050 el 10% de Europa será musulmana,
pero incluyendo a la Federación Rusa). Considerando a los cristianos por separados
15

(católicos, anglicanos, ortodoxos, protestantes), los musulmanes serán la religión con más
adherentes, seguida de católica. La única religión budista se mantendrá en los niveles
que tenía el 2010 (7,1%, aunque hay estudios que afirman que disminuirá bajo el 6%). La
religión judía se mantendrá en el 0,2% de la población, al igual que la Hindú (15%).
También es interesante señalar que para esa fecha 4 de 10 cristianos vivirá en África sub-
Sahara.
Es interesante, finalmente, señalar que hay 7 países de asiáticos (Nepal, China,
India, Corea del Sur, Singapur, Vietnam, Bangladesh), y 2 africanos (Burkina-Faso,
Benin) en los que, contra todo pronóstico y en situación de minoría, el cristianismo ha
comenzado a crecer desde hace varios años (especialmente los protestantes
pentecostales), particularmente entre niños, jóvenes y adultos jóvenes (así, por ejemplo,
en 50 años la Iglesia Católica de Corea del Sur paso del 1% al 10% de la población).
El International bolletin of missionary research realiza en el 2003 un estudio
proyectando la demografía religiosa hacia el 2025. En él se estima que el 33,4 % de la
población será cristiana (contra un 33% del 2003), un 17,9% será católica (contra un 16,8
% del 2003), los musulmanes serán un 22,8% (contra un 22,3% del 2003), los hinduistas
se mantendrán en un 13.4 %, en tanto que lo budistas descenderán levemente a un 5.3 %
(contra 5.9% al 2003). Los ateos, en tanto , descenderán de un 2.4% a 2.0%.

4. Estimaciones y perspectivas actuales y futuras de la demografía católica.


El análisis de la demografía del catolicismo es compleja y nada homogénea.
Desde 1980 hasta el 2012, o desde 1990 hasta el 2015, a partir de diversas fuentes se
puede afirmar que el número total de Católicos ha crecido en los 5 continentes. En África
se cuadruplicó ( se estima que creció en un 238% con respecto al número de católicos
africanos que había en 1980), en Asia y Oceanía se duplicó (crecieron en un 115% y 67
% respectivamente desde 1980), creció en las Américas (56%). En Europa, en cambio, el
crecimiento fue mínimo ( en torno a un 6% desde 1980). Con respecto al total de la
población católica, hay dos cambios notorios: se estima como línea general que los
católicos africanos pasan del 7% al 16% de la población total, Europa disminuye del 35
al 23%, Asia crece del 8% al 11% . Oceanía y las Américas se mantienen con 1% y 49%
respectivamente. Con respecto a los católicos que participan en parroquias crecieron en
África (112%), Asia (104%), Américas (25%), Oceanía (5%), en cambio bajó en Europa
(-12%). Con respecto al número de sacerdotes creció notoriamente en África (131%) y
Asia (121%), escasamente en las Américas (2%) y bajó fuertemente en Oceanía (-17%)
y Europa (-23%).
Al abordar la demografía católica a futuro, la predicción - siempre en el orden de
la alta probabilidad- indica que crecerá en todos los continentes. Donde no parece haber
un consenso es con respecto a la proporción de la población mundial que representará. Al
respecto, algunas proyecciones indican que en 1980 los católicos correspondían al 21,2
% de la población mundial (1.270 millones sobre 7.250 millones), para el 2050 se prevé
que represente 17,4% (1.640 millones sobre 9.380 millones), otras, por su parte, señalan,
que si en el 2003 representaba el 16.8% de la población, el 17, 5% se alcanzará el 2025.
Lo que sí parece seguro es que la demografía del crecimiento de la población
católica a futuro indica un desplazamiento hacia Asia y, de modo especial, África. Para
el 2050 el 41% de la población católica estará en África y Asia. El catolicismo crecerá en
países asiáticos como India (donde al 2015 el número de conversiones al catolicismo es
tal que superan con mucho la capacidad de certificación de la Iglesia de ese país), China
(ya hace 5 años atrás se calculaba en 100.000 los chinos que se convertían al Catolicismo),
Corea del Sur (para 2020 se estima que el 20% del país será católico). Para el 2050 tres
de los 10 países con más católicos serán africanos (y con alta tasa de natalidad): Nigeria,
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Congo, Uganda, sin dejar de mencionar a otros como Gabón y Angola, de mayoría
católica y China será unos de los países con más católicos en el mundo.
Con respecto a Europa se prevé una disminución fuerte de la población debido a
la situación de invierno demográfico (baja tasa la tasa de natalidad), aunque la
inmigración puede ser una variable que a largo plazo incida en las estimaciones. Con
todo se prevé que el número de católicos seguirá en aumento, aunque leve. La increencia
será la más golpeada en su crecimiento justamente por falta de jóvenes y baja tasa de
natalidad. Con respecto al catolicismo, como recién se afirmó, crecerá numéricamente
en Europa. A este respecto no hay que olvidar que aún cuando hay datos estadísticos que
indican disminución de los creyentes católicos en varios países europeos, varios de ellos
tradicionalmente católicos como Francia, España, Irlanda (el caso más paradigmático),
aún cuando ha crecido en un pocos países (Checoslovaquia, por ejemplo). Tampoco hay
que olvidar los censos de países donde la población católica sigue siendo alta (Polonia,
Portugal, Lituania están sobre el 82%, Italia está sobre el 70%).
Como conclusión podemos afirmar que el catolicismo al inicio de la segunda
mitad de este siglo será más globalizando y de una diversidad de razas y culturas como
no había conocido antes en su historia. Cuantitativa crecerá, pero los desafíos serán
distintos según los continentes: misión expansiva, dialogo interreligioso, defensa de la
libertad religiosa e inculturación en África y Asia; re-evangelización contracorriente
desde posiciones minoritarias, apostolado personal, defensa de la libertad religiosa para
evitar la discriminación en Europa, despertar la fe personal, misión, ecumenismo
(particularmente con los protestantes pentecostales), respeto de las minorías no cristianas,
creación de una cultura creyente arraigada en el propio continente y con influjo intelectual
occidental en Latinoamérica. En todo el orbe católico habrá por lo varias urgencias:
incrementar rápidamente y fuertemente la tasa de natalidad, fortalecer y apoyar la familia,
desarrollo de la justicia social y la solidaridad, promover una cultura de la paz, insertarse
en el diálogo propio del pluralismo religioso, promover instituciones educativas
inspiradas en los principios católicos, defensa de la vida en el seno materno, devolver el
sentido de los sagrado y de Dios en el espacio público, en los medios de comunicación,
en el cine y el arte. Aportar a la sociedad y cultura, pero en con los de la razón y
experiencia humana, la ciencia y tecnología, siendo la fe un norte inspirador remoto.

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