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APARATO PSÍQUICO. Ello-Superyó-Yo: presenta las oposiciones y el conflicto sin quebrantar las unificaciones.

La
unidad del psiquismo consiste en la tensión de los contrarios, en el perpetuo e inestable equilibrio que es el que explica la
condición ética del hombre. El mundo es armonía de tensiones.

La ética erótica es ética de integración de la psique. Convivencia, coexistencia, tolerancia, concordia entre lo que el
hombre quiere, debe y puede hacer. Esa integración hace posible la conciliación entre individuo y comunidad, entre
inconsciente y conciencia.

La armonía como implicación recíproca de los contrarios. Los opuestos son relativos el uno al otro, de manera que
oponiéndose entre sí, constituyen una unidad, que explica todo dinamismo.

ELLO. Es totalmente amoral. No conoce el bien ni el mal. Representa el reino de la pulsión y del deseo, de la vida
orgánica, de la naturaleza biológica regida por el principio de placer. Está determinado por el Complejo de Edipo. Freud:
en el origen todo era Ello.

Es ciego demandante de la satisfacción inmediata y abundante de las pulsiones. Es el No Yo. Para él no existe la
negación.

Es la parte oscura e inaccesible de la personalidad. Es un caos que sólo responde al principio de placer. Empeñado en
evitar toda tensión y excitación

Le basta su satisfacción interna subjetiva, alucinatoria o ajena a la realidad. Es indiferente a una verdadera y efectiva
satisfacción de las necesidades.

Poder que se manifiesta en los sueños y en las psicosis como capacidad de realización de deseos. No establece
diferencia entre fantasía y realidad.

Es alógico, atemporal, no considera el principio de la contradicción. Impulsos contradictorios existen en él sin anularse
mutuamente.

No conoce valoración alguna, no existe el bien y el mal, ni moral alguna.

Es una fuente de peligros en dos sentidos:

1. Intensidades pulsionales hipertróficas pueden dañar al Yo de manera semejante que los estímulos hipertróficos del
mundo exterior. Intensidades capaces de mudar al Yo en una parte del Ello.

2. La experiencia enseña al Yo que una exigencia pulsional “no intolerable en sí misma” conllevaría peligros en el mundo
exterior. Por ende esa exigencia pulsional deviene en peligro.

Es intolerante a las dificultades y privaciones de la vida

Es una de las dos tendencias más opuestas del alma, puesto que tira hacia el placer; la otra es el SuperYó, la que
impulsa y obliga hacia los otros y hacia el deber.

SUPERYÓ. Es hipermoral y puede ser tan cruel como el Ello. Lo cual ocurre cuando se rige por lo que debiera ser
idealmente, entonces muestra un carácter destructor y enajenante.

Está subdividido en conciencia moral e ideal del yo. Se forma cuando declina el complejo de Edipo y se introyecta la
figura paterna. Es la instancia parental interiorizada hasta el fondo inconsciente.

Es el símbolo de autoridad, culpa y castigo. Es un modelo del bien y del mal, de todos los deberes, de los ideales y
valores que rigieron a los padres. Tiene un gran poder de censura, de represión y castigo.

Se hereda el superyó de los padres, aquello que ellos deseaban y temían ser; aquello a lo que idealmente aspiraban y se
habían obligado inconscientemente a ser

Es un monumento a la primitiva debilidad y dependencia del Yo.


Puede conducir a la enfermedad de la virtud

Tiene una función autoritaria, represiva y castigadora. Convierte a la moral en una producción que llega a devorar a su
propio productor.

Es el abogado de toda aspiración a un perfeccionamiento, a un ideal.

Como conciencia moral toma su fuerza de la pulsión de muerte. Es fuente de infelicidad, conciencia angustiante. Exige al
hombre la realización de ideales imposibles de alcanzar, contrarios a la realidad.

Se forma con los elementos más rudimentarios del narcisismo primitivo. Tiene su fuente en el amor al padre. Como ideal
del yo toma su energía del Ello y se asocia a él.

Se desdobla en dos sentidos: como instancia modélica o ideal y como instancia crítica.

Es una especie de Yo interior inconsciente y gigantesco, modelo de las perfecciones. Pero separado del Yo actual, Yo
real. La producción de un ideal eleva las exigencias para el Yo.

A la moral ciega del superyó se opone una moral realista del Yo.

YO. Se esfuerza en ser moral. Responde al principio de realidad. En la vida anímica representa la razón y la reflexión. La
inteligencia es el único medio que tenemos para dominar (regular) nuestras pulsiones.

El Yo regido por el principio de placer tiende a la búsqueda de un placer útil y se asegura contra todo posible daño.

Del Yo depende que las demandas del Ello sean realmente satisfechas y no sólo se realicen en forma imaginaria o
alucinatoria. El Yo regula, controla, reprime, aplaza y frustra las demandas del Ello y las del Superyó.

El desarrollo del Yo consiste en una salida del primitivo narcisismo, y un vigoroso intento por recuperarlo pero desde el
Yo. El placer adquiere una nueva significación dialéctica, el progreso psíquico es ético e histórico que recupera con otro
sentido el universo lúdico, imaginativo y creador de la infancia.

En Hegel es el espíritu como potencia que mira cara a cara lo negativo y permanece cerca de ello.

Tiene que conocer y enfrentar la realidad, y sabe que ésta no está a su servicio ni a su deseo. Sabe que la realidad es el
orden de la dificultad, de los obstáculos, los sufrimientos, de la dureza de la vida. En lo real predomina el displacer en
todas sus formas y grados. Lo real es el reino de la carencia, la escasez y la necesidad: Ananké.

Regula la relación entre el principio del placer y el principio de realidad.

Su potencial de salud se cifra en su capacidad para mediar. Es capaz de oponer a la arrealidad narcisista del Ello y a la
irrealidad perfeccionista-narcisista del Superyó, su conciencia y sus razones realistas.

La fuerza del Yo es lo único con lo que el hombre cuenta para vivir. La razón y la conciencia son la única fuerza en que
sustenta su esperanza de trascender su precaria y vulnerable condición humana real.

El criterio de la conciencia tal vez no valga mucho, pero es todo lo que tenemos.

El Yo se mantiene en lo posible, en el cruce de caminos: en el sí y a la vez en el no.

Asume sus fuerzas conscientes, volitivas, como posibilidades de movimiento psíquico, y la dialéctica: negación-
transformación, crecimiento-temporalidad, mortalidad-desarrollo.

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