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Introducción

La población carcelaria guatemalteca ha aumentado alrededor de un 150 % desde


2008, pasando de 8158 reclusos a 20,697 en 2016. La tasa de sobrepoblación,
cercana al 300 %, es alarmante.

El número de homicidios dentro de las prisiones también ha venido aumentando


de manera inquietante en los últimos años: según el Centro de Investigaciones
Económicas Nacionales, mientras que en 2012 era tres veces más probable morir
dentro de una cárcel guatemalteca que afuera, en el 2016 era doce veces más
probable.

Las cárceles están controladas por grupos de “autogobiernos” que deciden los
privilegios o derechos a los que tendrán acceso los reclusos; a menudo a cambio
de sumas importantes de dinero.

Byron Lima —ex capitán del ejército, condenado por el asesinato del arzobispo
Juan Gerardi—, era considerado “el recluso más poderoso de Guatemala”; eje de
una red de extorsión dentro de las cárceles que subía hasta el ex director de la
Dirección General del Sistema Penitenciario, Edgar Camargo. Lima fue asesinado,
junto con otras trece personas, el 18 de julio de 2016, durante un motín en la
Granja Penal Pavón. Este incidente tuvo una importante cobertura mediática y
generó múltiples interrogantes dentro de la sociedad civil guatemalteca sobre la
naturaleza del crimen y lo que ocurre dentro de las cárceles de ese país.
Sistema Penitenciario

Definición de Sistema Penitenciario:


Institución gubernamental encargada de la custodia de las personas que se
encuentran detenidas preventivamente y de las que en sentencia firme han sido
declaradas culpables de delitos cometidos en contra de la sociedad, así como la
entidad encargada de crear las instancias y políticas que tiendan a la reeducación
y readaptación de los reclusos a la misma.

Principio del Sistema Penitenciario(Historia)

Tan solo se pretendía dotar a la punición de una sistematización que la alejara de


conductas extremas tales como la venganza privada. En todo caso, la integridad
corporal y mental del condenado eran elementos de los que se podía hacer caso
omiso. Era una situación habitual, la aplicación de medidas que implicaban el pago
de un mal con otro. La Ley del Talión era divisa común en la antigüedad. En este
contexto la pena capital se aplicaba en la mayoría de los casos. La privación de
libertad se circunscribió, en gran medida, a la esclavitud.

López y Borstein indican que, para los filósofos griegos, el criminal era un
ignorante pues se distanciaba del principio de armonía con el cosmos que
propugna el sabio. La pena privativa de libertad en la antigua Grecia se aplicaba a
los deudores. El Derecho Griego también utilizó el exilio y las penas pecuniarias.
Para el filósofo Sócrates “nadie es malo en forma voluntaria” (Plata, 2007,
p.33). Sócrates advirtió sobre la animadversión que causan los criminales y exigió
que se les enseñara a no repetir el agravio ocasionado. Para Platón, la persona
culpable incorregible debía ser castigada, multada y reeducada (Plata, 2007,
p.34). Platón consideró que “si alguno ha cometido un crimen, la ley le
enseñará a que no lo repita”. Entre los persas y los asirios, los castigos
corporales y las mutilaciones eran comunes (Barrita, 2006, p.224).

En Roma las primeras cárceles fueron construidas al comienzo del siglo III. Se
dividían en tres clases: por deudas, las privadas y las públicas. La finalidad de las
cárceles en la edad antigua era asegurar la inamovilidad, la aplicación de una
variopinta gama de castigos o la muerte (López, 1978, p.5). Los antecedentes de
la prisión, con carácter preventivo y de pena, se encuentran en la vincula romana,
sitio donde los atados, los vinculados (prisioneros de guerra) estaban custodiados.

Se consideraba prisionero por igual al que se encontraba en la vincula como al


que estaba fuera de ella, se estaba de tal modo atado que no podía presentarse
en público sin desdoro; no obstante, dentro de las cárceles las personas podían
permanecer sin ataduras, pues el fin principal que se perseguía a través de ellas
era asegurar la validez y prolongar la duración de la detención hasta la
consumación de la condena respectiva (Barrita, 2006, p.224). Entonces la prisión
era más bien un lugar de custodia, como puede inferirse de la lectura del libro
Quadragésimoctavo del digesto de Justiniano, que establece la potestad del
procónsul para determinar en cuanto a la custodia de los reos, si estos han de
quedar en la cárcel o si su custodia corresponderá a los soldados o a sus fiadores,
o a ellos mismos (Barrita, 2006, p.225). En el derecho germánico predominan las
penas corporales y la pena capital, la pena privativa de libertad permanece
excluida (López, 1978, p.5).

Durante la edad media hubo predominio de penas corporales (flagelación, castigo


y mutilación) y de la pena de muerte. La iglesia promovía la práctica del
aislamiento celular, el ideal del arrepentimiento y la corrección del delincuente,
además de ciertas ideas sobre su rehabilitación (López, 1978, p.6). No obstante, el
Medievo se caracteriza por el tribunal de la Inquisición, creado para juzgar delitos
de herejía. La Inquisición medieval fue establecida en 1184 mediante la bula del
papa Lucio III Ad abolendam, como un instrumento para acabar con la herejía
cátara. Fue el embrión del cual nacería el Tribunal de la Santa Inquisición y del
Santo Oficio. El castigo físico a los herejes fue asignado a los laicos. Mediante
esta bula se exigía a los obispos que interviniesen activamente para extirpar la
herejía y se les otorgaba la potestad de juzgar y condenar a los herejes de su
diócesis. En su primera etapa (hasta 1230), se denomina “Inquisición
episcopal”, porque no dependía de una autoridad central, sino que era
administrada por los obispos locales.

En 1231, ante el fracaso de la Inquisición episcopal, Gregorio IX, mediante la bula


Excommunicamus, creó la “Inquisición pontificia”, dirigida directamente por el
Papa y dominada por los dominicos. En 1252, el papa Inocencio IV en la bula Ad
extirpanda autorizó el uso de la tortura para obtener la confesión de los reos. En
ningún caso podía mutilarse al reo ni poner en peligro su vida. Las penas eran
variables. Los herejes relapsos eran entregados al brazo secular para la ejecución
de la pena de muerte. La Inquisición pontificia funcionó sobre todo en el sur de
Francia y en el norte de Italia. En España, existió en la Corona de Aragón desde
1249, pero no en la de Castilla (Royo Mejía, 2011).

En lo que atañe a los mayas en Guatemala, la fuente primordial del Derecho fue la
costumbre. Dentro de esta dinámica, los delitos no podían solventarse a través de
la venganza privada.

Para su resolución se emplearon la composición y el castigo, lo que se traducía en


la reparación del daño ocasionado. La composición fue habitual en los delitos
contra la propiedad, en los que el ofensor debía restituir cosa semejante a la
apropiada, en caso contrario era reducido a la esclavitud. Los homicidios o
asesinatos eran castigados con la horca. El adulterio era castigado con la
lapidación, la difamación era castigada con la mutilación de labios y orejas, el
proxenetismo con la quema del pelo en público, la pederastia se castigaba con la
pena capital (Valenzuela, 2004, p. 21 y 22).

En la antigüedad, la pena privativa de libertad, no estaba contemplada en el


Derecho Penal; y aplicaba únicamente para evitar la fuga de reos a quienes se les
aplicaría la pena de muerte, o también para obtener alguna declaración mediante
la tortura y aplicación de castigos crueles.

En la época de la inquisición, aparecen algunos tipos de cárceles, para castigar a


los deudores y para la tortura de esclavos. En la edad Media sigue sin aparecer la
pena privativa de libertad, y se siguen aplicando penas corporales y la pena de
muerte.

Posteriormente, surge el derecho punitivo, en el cual aplica penas a los


delincuentes, las cuales cumplían en celdas. En esta época se utilizaron medios
de castigos tales como la flagelación; la mutilación y la pena de muerte. El sistema
punitivo era inhumano e ineficaz.

En la época moderna surgen las penas privativas de libertad, creándose lugares


adecuados para que dichas penas funcionen, tales como cárceles.

En Europa fue donde tiene auge la aplicación de penas punitivas de libertad. El


objeto de estas penas era regenerar al delincuente.

Antecedentes en Guatemala del Sistema Penitenciario. (Historia)

En el caso de Guatemala, el Sistema Penitenciario inicia el 9 de julio de 1875,


cuando la Municipalidad de Guatemala encargó al Señor José Quezada que
visitara la cárcel de hombres y de corrección Santa Catarina, ubicada en la 3ª.
Avenida y 5ª. Calle, zona 1 de la Ciudad de Guatemala.

El Señor Quezada plasma en su informe el desastroso estado de dicha cárcel,


haciendo énfasis en que los reclusos eran tratados de manera inhumana, pues
aparte del hacinamiento, las celdas no contaban con ningún servicio y eran
similares a caballerizas, los reclusos se enfermaban y morían por falta de atención
médica. Este informe llego a manos del General Justo Rufino Barrios, quien
gobernaba en ese entonces, ordenando que se iniciara la construcción de la
Penitenciaría Central, el 11 de enero de 1877. El lugar en el cual se inició la
construcción era conocido como El Campamento. El General Justo Rufino Barrios
murió en 1885, ascendiendo al poder el General Manuel Lizandro Barillas, quien
continúo con el proyecto de construcción de la Penitenciario Central.

Los materiales que se utilizaron para su construcción fueron adobe, terrón y


madera, ocupando una extensión de 19,900 metros cuadrados. La obra fue
inaugurada el 3 de octubre de 1892, para esos entonces, la Penitenciario Central
era un centro moderno que contaba con instalaciones completas como Capitanía
de Cárceles, estacionamiento para vehículos, oficinas de servicio civil, espacio
para deportes, despensa, dormitorios y cocina. En ese entonces los reclusos se
clasificaban en:

Trabajadores de buena conducta, músicos, inválidos, ancianos, obreros,


tuberculosos y homosexuales. La capacidad de dicho centro era para 500 reclusos
y en un principio era solo para penados, pero posteriormente por Acuerdo
Gubernativo, se dispuso que también fuera para preventivos. Con el paso de los
años, la Penitenciaría Central empezó a sufrir de hacinamiento, llegando a
albergar a más de 2,500 reclusos, lo que la convirtió en un centro de corrupción y
muerte.

Para las mujeres existió la cárcel llamada Ciudad de Mujeres o Casa de


Recogidas, lugar en el cual se recluía a mujeres de la vida alegre o con desorden.
Se dice que el creador de dicha cárcel fue Andrés de las Navas y Quevedo.

Antecedentes en la historia del Sistema Penitenciario.

Los sistemas penitenciarios tienen por objeto la reforma o enmienda del


delincuente. Antiguamente al someter a un individuo a una pena privativa de
libertad se perseguía el propósito de aislarlo de la sociedad, haciéndole cumplir un
castigo con un fin expiatorio, más tarde evolucionó hasta considerar que era
necesario someter a ese individuo que había cometido un delito, a un sistema que
tuviera por objeto reformarlo. Los sistemas penitenciarios son también todos los
procedimientos ideados y llevados a la práctica para el tratamiento, castigo y
corrección de todos aquellos que han violado la norma penal. Históricamente han
existido 5 sistemas los cuales son: 1) Filadelfico o celular, 2) De aurbun o sing sing
nueva york, 3) Sistema de reformatorios, 4) Ingles de los borstals y 5) Sistemas
progresivos.

El colapso profundo del Sistema Penitenciario

En las cárceles del país, existen muchos problemas y todo esto aunado a un
sistema que no encuentra el rumbo en la administración, porque la falta de
recursos puede ser una de las complicaciones, además que el control de las
cárceles en realidad está en manos de los reclusos, que desde adentro hacen lo
que quieren.

Y es por eso que es urgente que las autoridades sean las que tomen acciones a
fin de recuperar los centros de detención, porque hoy por hoy, es un sistema en
colapso que solo fomenta la corrupción, y sin ir muy lejos veamos los últimos
incidentes violentos que han cobrado la vida de varias personas en las cárceles,
esa por ejemplo es una muestra de un sistema podrido y corrupto.

Dicha institución entonces es un estado de precariedad que solo se solucionará


con una reestructuración del sistema débil y con poca fuerza que permite
fácilmente que se aglutinen aquellos que se aprovechan con sus poderes ocultos
de someter al país a su antojo.

Cuando se habla de todo esto, es inevitable no mencionar a Byron Lima quien se


ha vuelto en un referente sobre la corrupción de las cárceles, y aunque ya no este
ese esquema está presente y no dejemos de lado el hecho sangriento en donde
murió Lima, y que también develo los poderes que se juegan en esa institución.

Todo lo que vemos es grave, y es un problema que no se solucionará de la noche


a la mañana, necesita de reformas profundas, e ir más allá de discursos repetidos,
que por años funcionarios han pregonado sin encontrar una verdadera salida a
toda la problemática de país.

Sin programas de reinserción, los privados de libertad seguirán replicando el


mismo comportamiento y no se lograrán reinsertar a la sociedad, y eso solo se
traduce en un callejón sin salida y con poca esperanza de salir de la crisis que vive
el Estado.

Esto es grave porque es parte del sistema de justicia de Guatemala, y que urge y
clama por una verdadera reforma de Estado que detenga toda la corrupción que
existe y se ha profundizado por años.

Caso de poder del sistema penitenciario


El lunes la Granja Penal de Pavón fue escenario de un caos cuando dos grupos
de presos se disputaron el control de la cárcel. En el enfrentamiento lanzaron una
granada de fragmentación y utilizaron armas de tres calibres, allí murieron trece
personas, entre ellas el capitán Lima Oliva, quien supuestamente tenía el control
de Pavón. Las dudas no dejan de surgir, ¿cómo ingresaron este tipo de
armamento a una prisión de máxima seguridad? ¿quién remplazará el liderazgo
de Lima? ¿dónde ha quedado el control del Sistema Penitenciario (SP)? y, ¿desde
cuándo el Estado perdió autoridad en esta institución? Lo cierto en todo esto es
que, lo sucedido el lunes, evidencia que el SP de nuestro país es obsoleto y ha
caducado por completo.

La Ley del Régimen Penitenciario indica que el fin del SP es custodiar a las
personas reclusas y garantizar su rehabilitación. Nuestra Constitución fundamenta
lo mismo, diciendo que el objetivo de esta institución es la “readaptación social y
reeducación de los reclusos”. Su naturaleza entonces es ayudar a resocializar a
los criminales, mas no castigarlos. Un caso exitoso en ese sentido es el de
República Dominicana. Ellos han empleado un nuevo modelo de gestión
penitenciaria, basándose en cinco pilares: (i) marco jurídico, (ii) infraestructura
adecuada, (iii) creación de la Escuela Nacional Penitenciaria, (iv) selección,
reclutamiento y capacitación del personal, y (v) diseño e implementación de
programas de reeducación. Su meta es que los centros penitenciarios sean
lugares de segunda oportunidad y verdaderos centros de rehabilitación. No
obstante, en Guatemala, el menor recurso humano en esta institución es el que se
dedica a la rehabilitación de los privados de libertad. Además, la ausencia de
autoridad que impera en las cárceles permite que los presos hagan válidas sus
propias leyes y normas, delinquiendo desde sus propias celdas y sobreviviendo
como pueden. Lejos de rehabilitarse y reeducarse para, eventualmente, integrarse
como un activo a la sociedad, muchos de ellos continúan teniendo una vida
criminal durante el cumplimiento de su condena.

En nuestro país, el SP es una institución olvidada. Los retos que enfrenta son
incontables, primero, el sistema está peor que sobrepoblado. Según el CIEN, a
junio de este año, la tasa promedio de ocupación carcelaria es 300 por ciento. En
segundo lugar, la carrera penitenciaria es inexistente. Los aspirantes a agentes
reciben una formación de seis meses. En otros países de la región, como Chile, la
duración de la formación inicial de los agentes llega a ser de un año. Hace algunos
días, autoridades del SP oficializaron la apertura de convocatoria para guardias
penitenciarios, que hoy suman un poco más de 3 mil 811 agentes. Ellos se dividen
en dos turnos la custodia de más de 20 mil privados de libertad, y día a día
enfrentan condiciones de trabajo sumamente lamentables: armamento obsoleto,
falta de indumentaria adecuada, alimentos en mal estado, y un salario base de
Q1,925. Este monto asombra al compararse con los Q4,475 que recibe mes a mes
un agente de seguridad del Congreso.

En tercer lugar, hay fuertes limitantes en cuanto a infraestructura. Hoy existen 22


centros que tienen 6 mil 500 espacios disponibles, sin embargo, la población de
reclusos asciende a 20 mil. Ello implica hacinamiento, desorden, falta de control y
otras problemáticas, como por el hecho de que existe una mezcla en el perfil de
las personas que se encuentran cumpliendo sentencia. Las autoridades habían
presupuestado Q300 millones para infraestructura, pero esto nunca se concretó.
El presupuesto actual (Q500 millones) únicamente sirve para hacerle frente a los
gastos de funcionamiento y es insuficiente para contratar a más personal, además
tienen que hacerle frente a una deuda de Q72 millones por la adquisición de
alimentos. Con un panorama tan desolador, ¿cómo puede el Estado guatemalteco
garantizar las condiciones mínimas de todos los centros penitenciarios y la
rehabilitación y reinserción social de los criminales?

Guatemala debe recuperar su autoridad en esta institución y el control de las


granjas penales, pero esto es imposible si no se le asigna el presupuesto
necesario. La intención de recuperar el sistema debe ser respaldada con recursos.
Hoy hay una resistencia, de alguna manera comprensible, a asignarle más
recursos al SP porque en previas ocasiones ha sido evidente el mal manejo de los
fondos y el robo de los mismos. ¿Cómo vencemos esa resistencia que hoy existe
para asignarle más recursos al SP? Me parece que la respuesta a esta pregunta, y
que no es exclusiva a la situación del SP, pasa por varias etapas. Primero, que el
Estado tenga suficientes recursos para distribuir. Segundo, que cada una de las
áreas prioritarias pueda presentar un plan integral y de largo plazo que busque
maximizar el retorno e impacto sobre la inversión que se está realizando. Dicho
plan debe ser comunicado correctamente a la población y debe contemplar
mecanismos de auditoría efectiva. Y, tercero, que el Sistema de Justicia haga
efectivas las consecuencias penales pertinentes para aquellos que buscan
enriquecerse a través de la defraudación del Estado.

No basta con decir que esta es una prioridad de nación. Un SP obsoleto y caótico
nos afecta a todos, no solo porque se pone en tela de duda la capacidad del
Estado por proveer seguridad, sino también porque allí mismo nacen y proliferan
muchísimos crímenes que atentan contra la vida de todos los guatemaltecos, y no
me refiero solo a los reclusos. Es urgente que se combata la corrupción que existe
dentro de estos centros y se establezcan los controles necesarios para retomar la
rectoría de las cárceles de una vez por todas. Los guatemaltecos no podemos
seguir ignorando esta crisis tan trascendental, que atenta contra el bienestar y
seguridad de todos. Debemos exigir hoy a nuestras autoridades reformas
integrales que reestructuren el SP de nuestro país. Recordemos que esta
institución es un elemento clave para que la cadena de seguridad y justicia
funcione como debe ser.

Corrupción

García añadió que a todo se suma la corrupción de la guardia penitenciaria.


Aseguró que a su regreso comprobó que el “total” de agentes era corrupto. “En
menos de cinco años, la corrupción llegó hasta el fondo y contaminó a todo el
personal”, aseveró.

A ese debilitamiento se suma la fuga de más de 40 prisioneros en el período de


2012 a 2016, según lo indicó el Centro de Investigaciones Económicas Nacionales
(Cien).

El estudio muestra que el Centro de Detención Preventiva de la zona 18 es el


que registró más fugas en esos cuatro años, 11; seguido de la Granja Modelo de
Rehabilitación Canadá, con 8.

El Ministerio Público aseguró que durante requisas en los centros carcelarios han
encontrado armas, drogas, celulares y licor. “En Fraijanes 1 se pudo observar que
las cámaras de seguridad no funcionaban y que solo la de entrada principal
funcionaba. Sin embargo, la manejaba uno de los líderes de los pandilleros que
cumple condena; él decidía quién entraba al centro”, manifestó el investigador.
Agregó que en varias cárceles se ha confirmado que las visitas que reciben
permanecen los fines de semana; es decir, duermen y conviven en las cárceles.

Pero más allá de las visitas, en el 2014 la Comisión Internacional contra la


Impunidad en Guatemala (Cicig) desarticuló una estructura integrada por
funcionarios, reclusos y particulares.

La organización tenía como finalidad gestionar traslados de reos con los


funcionarios a cambio de coimas. “Red criminal en la que participa como eje
central Byron Lima Oliva, recluido en el Centro de Detención Preventiva Pavoncito,
y quien representa para muchos de los reos la verdadera autoridad”, detalló la
Cicig.

Por ese proceso fueron capturadas, en ese año, siete personas entre ellas Édgar
Camargo, director del Sistema Penitenciario. El ente investigador lo vinculó por
haber participado en el traslado de los reos Fernando de León Amézquita, Silverio
Otto Guillermo Chicas, Édgar Enrique Chicas de León y Andy Cristian Urbizo.
Además, se detuvo a Edy Fisher Arbizú, ex subdirector del Sistema Penitenciario.

En ese proceso también se incluyó a Byron Lima, quien murió en julio del año
pasado junto a 12 personas más. El hecho ocurrió en la Granja Pavón, durante un
enfrentamiento. En esa ocasión el titular de Gobernación confirmó
que cuatro fallecieron decapitados, uno carbonizado y tres baleados.

Carlos Menocal, exministro de Gobernación, agregó que durante su gestión hubo


crímenes dentro de los centros carcelarios como reacción a las medidas que
tomaron.

“Recuerdo que se detectaron varios ilícitos, entre ellos entrada de menores que en
los centros eran abusados, razón por la que se decidió prohibir el ingreso y ello
provocó que los reos reaccionaran”, dijo.

Coincidieron las fuentes en que se debe priorizar el tema y la necesidad de discutir


una reforma.

Los números

5,053 reos alberga el Centro de Detención Preventiva para Hombres, en la zona


18.

3,615 reclusos se encuentran en la Granja Modelo de Rehabilitación Pavón.

3,077 presos reporta la Granja Modelo de Rehabilitación para Hombres, Canadá.

2,105 presidiarios hay en la Granja Modelo de Rehabilitación Cantel,


Quetzaltenango
El parque inmobiliario

El parque inmobiliario tiene capacidad para 6742 personas 1 y está compuesto de


22 establecimientos penitenciarios: cinco de condena, dos de máxima seguridad, y
el resto mixtos. Dos establecimientos están reservados exclusivamente a mujeres
reclusas y siete albergan a hombres y mujeres en detención preventiva.

Los centros penitenciarios son vetustos y la infraestructura se encuentra en muy


mal estado. Los últimos establecimientos construidos datan de 2003, 2007 y 2010.

Las autoridades penitenciarias no ejecutaron, en 2013 ni en 2014, la asignación


presupuestaria de 300 700 000 quetzales (40 671 USD) destinada a la
construcción, el equipamiento y la ampliación de centros de detención. Del mismo
modo, tampoco se invirtieron los 20 000 quetzales (2705 USD) asignados al
mejoramiento de infraestructuras ya existentes2.

La Granja Penal de Pavón, que alojaba a 2275 reclusos en julio de 2016, es un


complejo penitenciario similar a un ‘campus de universidad’3. Tiene una avenida
principal, conocida como la ‘Sexta Avenida’ con comercios, restaurantes, talleres,
un auditorio, una iglesia y canchas deportivas4.

Comisarías de policía y cuarteles militares son utilizados como centros de


detención:

Para enero de 2015, 1678 personas estaban recluidas en trece comisarías de la


Policía Nacional Civil (PNC); entre ellas, 184 ya habían recibido una condena. Las
comisarías de policía poseen 845 plazas, lo que arroja una tasa de sobrepoblación
del 200 %5.

El Gobierno habilitó, en 2010, varios centros de detención en cuarteles militares


para alojar a exfuncionarios del Estado investigados por la Comisión Internacional
contra la Impunidad en Guatemala (CICIC)6.

El cuartel militar Mariscal Zavala alojaba, en junio de 2016, a 195 exfuncionarios


recluidos por delitos de corrupción. Debido a la sobrepoblación, 20 internos tenían
que dormir en carpas instaladas en la zona 17, y el acceso al agua potable y a
otros servicios básicos era complicado.

Para responder a este problema de sobrepoblación, las autoridades rehabilitaron


al cuartel militar “Matamoros” para recibir a 32 reclusos. El establecimiento es
conocido por haber alojado a altos funcionarios de gobierno como el expresidente
guatemalteco Alfonso Portillo y la ex vicemandataria Roxana Baldetti.
El personal

Oficialmente, el sistema penitenciario guatemalteco es administrado por la


Dirección General del Sistema Penitenciario (DGSP) y depende del Ministerio de
Gobernación. Sin embargo, en la práctica se mantienen dos sistemas de control
carcelarios paralelos: el de la DGSP y el que ejerce la Policía Nacional Civil en
trece comisarías que alojan por largos periodos de tiempo a personas privadas de
libertad. Pero en cuestión de números, la DGSP alberga a un porcentaje mucho
mayor que la PNC

Los equipos multidisciplinarios son responsables de acompañar a la persona


privada de libertad en cada una de las fases del régimen de liberación progresiva
(psicólogos, trabajadores sociales, médicos especialistas). A pesar de que la ley
establece que cada centro penitenciario (para preventivos o condenados) debe
tener un equipo multidisciplinario a disposición, en la práctica la mayoría debe
rotar entre varios centros de reclusión.

La DGSP empleaba a 3469 guardias penitenciarios en agosto de 2016 1. En el


Centro Preventivo para Hombres de la Zona 18 hay alrededor de 4900 reclusos
por 80 guardias, lo que representa una ratio de 61:1. Además, se debe tener en
cuenta que los desplazamientos a audiencias, hospitales y otros reducen aún más
el personal presente en el establecimiento. Gerardo Villamar, experto de la
Procuraduría de Derechos Humanos, declaró: "Prácticamente, adentro de los
centros penales el reo tiene que ver cómo convive con todos los demás, porque
hay una ausencia del Estado"2.

El informe 2016 de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH)


señala la responsabilidad de funcionarios del Estado en actos de corrupción y
violencia, como aceptar sobornos de los reclusos para que se les permita
introducir armas de fuego o drogas dentro de los centros penitenciarios.

El 3 de septiembre de 2014, en el marco de un operativo realizado por el


Ministerio Público, el Ministerio de Gobernación y la Comisión Internacional contra
la Impunidad en Guatemala (CICIG), se realizaron 15 allanamientos y se
capturaron a siete personas involucradas en una red de corrupción dentro de las
cárceles guatemaltecas, entre las cuales, el entonces Director del Sistema
Penitenciario, Edgar Camargo3.

A la cabeza de la red criminal estaba el excapitán del ejército Byron Lima, recluido
desde el año 2000 por el asesinato del arzobispo Juan Gerardi. Lima actuaba
como autoridad principal dentro de la cárcel Pavoncito y operaba un comercio de
privilegios, en el que los reclusos pagaban grandes sumas de dinero a cambio de
permisos de visita, traslados a otras prisiones, celulares y drogas, entre otros.

El Gobierno presentó, en febrero de 2015, el proyecto de formulación de la Política


Nacional de Reforma Penitenciaria (PNRP) 2014-2024. El texto reconoce la
pérdida de control del Estado en los centros de detención, afirmando que “se [han]
convertido en escuelas del crimen y en símbolos de corrupción, peligro,
hacinamiento, impunidad, delincuencia, motines, fugas y violaciones a los
derechos humanos” y advirtió que podrían “llegar a una verdadera crisis
humanitaria que amenaza incluso la seguridad pública.”4

La finalidad del PNRP 2014-2024 es permitir que el Sistema Penitenciario respete


los fines de reinserción de la privación de libertad. El proyecto establece que la
PNPR 2014-2024 no contará con un presupuesto hasta el cuarto año de
implementación, lo que limita considerablemente el cumplimiento de los objetivos
previstos. Además, se prevé hacer una evaluación de resultados al tercer año para
decidir si es pertinente asignarle un presupuesto.

El PNPR destaca también la labor del personal penitenciario, que califica como
“uno de los más peligrosos de Guatemala, debido a que desde el 2008 se ha
registrado varios ataques armados que dejaron como saldo 47 empleados
fallecidos”
Conclusión

Veo con profunda preocupación la falta de definición de una política criminal que
permita el uso racional de la privación de libertad. Durante los últimos cinco años,
el poder legislativo inició un proceso de aumento de las penas privativas de
libertad y uso desmedido de la prisión preventiva, política que tiene como objetivo
dar una respuesta efectiva al fenómeno de la delincuencia. Esta política no tomó
en consideración, entre otros aspectos, su impacto en el Sistema Penitenciario, lo
que trajo en consecuencia el hacinamiento en las cárceles y la disminución
efectiva de los recursos, siempre escasos, para responder a la demanda del
incremento de los privados de libertad. Sin resolver el problema de la delincuencia,
esta política de inflación penal, tampoco favoreció la disminución del profundo
descrédito en que se encuentra la administración de justicia en su conjunto.
Considero que el fracaso de esta política es la creencia ingenua de que el
incremento de las penas por sí solo constituye un disuasivo efectivo frente al
delito, su efectividad sobrepasa esta dimensión. Con base a las visitas
desarrolladas y de las distintas investigaciones sobre la situación de los privados
de libertad, llego a la conclusión de que existe una profunda incongruencia entre lo
que existe en teoría legal asignada a la institución carcelaria, la cual protege los
derechos de los detenidos y la realidad de la práctica. Esta incongruencia no sólo
se refleja por la ausencia de programas que faciliten a los condenados un retorno
adecuado a su medio social, sino que también por las circunstancias en que se
desarrolla la privación de la libertad, que no reúne las condiciones mínimas de una
vida digna y humana. La incongruencia entre principios constitucionales y práctica
penitenciaria se agudiza por la ausencia de una ley que regule los derechos,
obligaciones y mecanismos que faciliten la reinserción social de los privados de
libertad.
Recomendaciones

Creo recomendable que, para el cumplimiento de la misión delegada por la


Constitución de la República de Guatemala al Sistema Penitenciario, es
imprescindible dotar a esa institución de los recursos económicos adecuados, no
hacerlos, significaría agudizar la problemática carcelaria lo que daría como
consecuencia el aumento de la violencia interna en los centros. Para dar
respuesta eficiente al tratamiento de los privados de libertad, es imprescindible
profundizar y apoyar los distintos esfuerzos realizados para la implementación de
la Escuela de Estudios Penitenciarios. Hasta el momento, este esfuerzo no ha
contado con el apoyo decidido por parte del Estado.

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