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Cuadernos Populares

de Formación Socioeconómica

Serie Comunidad,
Gobierno y Estado

Álvaro García Linera

La construcción
del Estado
y la vía democrática
al socialismo
Álvaro García Linera

La construcción
del Estado y la vía
democrática al
socialismo
Cuadernos Populares
de Formación Socioeconómica

Serie Comunidad, Gobierno, Estado


Catalogación en fuente de Biblioteca Ernesto Peltzer

García Linera, Álvaro


La construcción del Estado y la vía democrática al socialismo.
–Caracas: Banco Central de Venezuela, 2018. – 80 p.; 23 cm.-
Cuadernos Populares de Formación Socioeconómica
Serie Comunidad, Gobierno, Estado
ISBN: 978-980-394-105-5
Clasificación Dewey: 321.642//G21
Clasificación JEL: F59 R58
1. Democracia – Condiciones políticas 2. Socialismo -
Condiciones políticas
3. Estado y gobierno

Coordinador de la Colección Cuadernos Populares


de Formación Socioeconómica
José Salamat Khan Fernández
Producción editorial
Gerencia de Comunicaciones Institucionales, BCV
Departamento de Publicaciones
Avenida Urdaneta, esquina de Las Carmelitas,
Torre Financiera, piso 14, ala sur, Caracas 1010, Venezuela.
Teléfonos: 801 5514/ 8380/ Fax: 536 9357
publicaciones@bcv.org.ve
www.bcv.org.ve
RIF: G-20000110-0
Diseño gráfico y diagramación
José Enrique Vivas M.
Corrección de textos
José Enrique Vivas M.
Hecho el Depósito de Ley
Depósito legal: DC2018000835
ISBN: 978-980-394-105-5
Directorio

Ramón Lobo Moreno

Presidente

José Salamat Khan Fernández

Eudomar Tovar

Sohail Hernández Parra

Pablo Pinto Chávez

Pedro Maldonado

ADMINISTRACIÓN

Ramón Lobo Moreno

Presidente

Sohail Hernández Parra

Primera Vicepresidenta Gerente (e)

José Salamat Khan Fernández

Segundo Vicepresidente Gerente (e)


Índice

Nota editorial................................................................. 7

Criterio de edición.......................................................... 9

Prólogo.......................................................................... 11

La construcción del Estado.......................................... 15

1. La dimensión ideal del Estado en los


tiempos modernos................................................ 18

2. El Estado en momentos de transformación


revolucionaria: La experiencia de Bolivia.......... 25

3. Las transformaciones sociales............................. 38

Conclusiones............................................................. 41

Bibliografía................................................................... 45

El Estado y la vía democrática al socialismo.............. 47

1. Estado y principio de incompletitud.................... 49

2. El Estado como proceso paradojal: materia


e idea, monopolización y universalización.......... 52

3. La subversión intersticial.................................... 59

4. La vía democrática al socialismo........................ 63

Bibliografía................................................................... 71

Glosario......................................................................... 73

Cuestionario................................................................. 77

El autor......................................................................... 79
Nota editorial

L a Colección Cuadernos Populares de Formación Socioeconómica pu-


blica libros que promueven la reflexión y la comprensión de aspectos
clave, en el devenir económico, social e institucional. Su propósito fun-
damental es apoyar el desarrollo integral de la nación, sustentado en
la participación activa del pueblo y en el fortalecimiento de la economía
local, sectorial y nacional.

Dado el propósito que persigue la colección, se consideró pertinente ob-


tener información de la población sobre sus oportunidades de formación
socioeconómica, por lo cual su diseño recoge las recomendaciones de las
comunidades organizadas y de los trabajadores del BCV, mediante la
aplicación de encuestas y dinámicas especiales de trabajo. De allí que
Cuadernos Populares de Formación Socioeconómica sea una colección
creada con la participación del pueblo y para el pueblo.

La colección se divide en tres series: Comunidad, Gobierno y Estado;


Economía, Banca y Finanzas; y Voces de la Academia. La Serie Comu-
nidad, Gobierno y Estado busca profundizar en el Poder Popular, desde
su constitución práctica hasta su caracterización teórica. Por su parte,
la Serie Economía, Banca y Finanzas abarca temas que se insertan en
la dinámica de la economía nacional, sectorial, regional o local, y suma
aportes para la comprensión de las relaciones productivas que se perfi-
lan a partir de la definición de un nuevo Estado y una nueva ciudada-
nía. Por su parte, la Serie Voces de la Academia, con una directriz más
técnica y especializada, contiene estudios sobre las teorías económicas,
análisis financiero, historia y procesos socioeconómicos.

Con los Cuadernos Populares de Formación Socioeconómica, el BCV


afianza una política de inclusión que persigue el intercambio de sabe-
res y la reapropiación del conocimiento por parte del pueblo venezolano.
Así, se coloca al alcance de la ciudadanía un instrumento didáctico que
facilita el acercamiento a materiales de interés para la comprensión del
acontecer nacional.
Criterio de edición

E ste libro reúne dos conferencias del académico y vicepresidente del


Estado Plurinacional de Bolivia, Álvaro García Linera. La primera,
titulada “La Construcción del Estado”, reflexiona en torno a las ca-
racterísticas y definiciones del concepto de Estado, desde su concep-
ción material hasta algunas de sus representaciones más abstractas
(ideas, percepción, sentido común). Tras esta teorización, se enmarcan
los retos y tensiones que derivan de las transformaciones del Estado
boliviano a partir de 2006. Por su parte, el segundo trabajo que integra
este volumen, examina dos nociones fundamentales e interconectadas
dentro de la obra del sociólogo marxista Nicos Poulantzas, a saber: el
Estado como relación social y la vía democrática al socialismo; de allí
surge la necesidad de repensar un marxismo vivo para el siglo XXI.
Ambos textos apuestan a complementarse en esta edición para ofrecer
al lector una mirada integral sobre la constitución protagónica del po-
der popular, la dimensión ideal del Estado, el hacer revolucionario y el
contexto de las transiciones políticas en Bolivia.
Prólogo

P ensar los temas fundamentales para la formación política de nues-


tro pueblo nos conduce a abordar las ideas existentes en torno al
Estado, su conceptualización, su origen, su papel en la historia y las po-
sibilidades de su transformación. Estos temas han sido objeto de preo-
cupación y estudio por parte de políticos e intelectuales en los distintos
momentos del desarrollo de la humanidad y han implicado un impor-
tante reto para un mundo en el que la globalización ha contribuido a
generar una mayor interdependencia económica y financiera, que ha
trascendido al ámbito cultural, de justicia y al quehacer político.

En este sentido, para un proyecto editorial como el que ha emprendido


el Banco Central de Venezuela (BCV) a través de la colección Cuader-
nos Populares de Formación Socioeconómica es ineludible proponer la
comprensión de la política y los procesos de transformación económica,
social e institucional, y propiciar los espacios para ello como un elemen-
to fundamental en la reflexión sobre el Estado que queremos.

El libro La construcción del Estado y la vía democrática al socialismo


posee entre sus virtudes una alta facilidad de lectura y comprende, en
su primera parte, bajo el título “La construcción del Estado”, la confe-
rencia magistral pronunciada por Álvaro García Linera en ocasión de
recibir el doctorado honoris causa de la Universidad de Buenos Aires,
Argentina, el 9 de abril de 2010. En tanto que su segunda parte, titula-
da “El Estado y la vía democrática al socialismo”, ofrece una versión re-
sumida de la conferencia dictada en el marco del coloquio internacional
«Nicos Poulantzas: un marxismo para el siglo XXI», en la Universidad
de la Sorbona, París, el 16 de enero de 2015.

El libro cuenta con la cercanía de lo hablado, sin renunciar un ápi-


ce a la profundidad académico-teórica de García Linera. De allí que
sintetice dos discursos importantes del reelecto vicepresidente de la
República Plurinacional de Bolivia, en los que se refleja su amplio co-
nocimiento de temas trabajados en varios textos de su autoría —libros
y artículos— como La potencia plebeya, Lucha por el poder en Bolivia,
y Del Estado aparente al Estado integral, entre otros.

Además, este libro tiene la cualidad de incorporar el conocimiento pro-


fundo de la historia de Bolivia. De ese proceso tan desconocido por
muchos como referido con superficialidad por no pocos, pero que viene
mostrando al mundo no solo su capacidad de sobrevivir, sino también
su potencia creadora en cuanto a la búsqueda de un modelo social su-
perador de la decadente civilización capitalista que, en el caso de la
realidad boliviana, reunía varios tipos de opresión. Téngase presente,
entonces, que este libro es sobre el Estado, pero no cualquier Estado,
sino uno en transición, donde un nuevo bloque histórico ha irrumpido
en escena. Es por eso que esta es una obra de suma importancia es-
tratégica para la comprensión de los procesos transformadores de la
política en los tiempos modernos.

En la primera parte del libro, Álvaro García Linera delimita las estra-
tegias o fases de cambio y se centra en el aspecto fundamental de todo
proceso de transformación social; es decir, en la necesidad de construir
un Estado cuyo objetivo sea el de procurar la máxima felicidad para
todos los ciudadanos, asumiendo que este objetivo sólo es posible con la
participación activa de los diversos sectores sociales, en particular de
los sectores populares, que tradicionalmente han sido relegados de la
toma de decisiones.

En la segunda parte, se aborda el pensamiento y enfoque estructuralis-


ta del sociólogo y politólogo marxista Nicos Poulantzas sobre el transitar
del Estado hacia el socialismo por la vía democrática, es decir, a través
de un proceso de transformación en el que las clases populares adquie-
ren una participación activa en la construcción de porvenir mediante
un entramado de relaciones que al institucionalizarse, regularizarse y
estabilizarse contribuyen a avanzar en la construcción del Estado.

Su condición de protagonista de excepción en la historia actual de Bo-


livia le permite a un intelectual de la densidad de García Linera no
solo abordar dicha historia, sino detectar con absoluta precisión los
momentos por los cuales ha transitado y establecer su diferenciación;
ver cómo se ha expresado en concreto la lucha por el control del Esta-
do y en cuáles terrenos se ha desarrollado, lo que propicia que en sus
discursos las categorías abandonen la abstracción y permitan explicar
la obra revolucionaria de los bolivianos y bolivianas que, como parte
sustantiva del tiempo histórico que recorre el continente, es de obligado
conocimiento para las y los venezolanos de hoy.

Se coloca, entonces, a disposición de los ciudadanos un libro de singular


trascendencia que parte de varios años de reflexión y estudio profundo

12
de los movimientos sociales de América Latina; así como de la retroali-
mentación sobre las estrategias de transformación revolucionaria fren-
te a la realidad compleja de una nación.

José Salamat Khan Fernández

13
La construcción del Estado1

1 Conferencia magistral impartida en la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires


(UBA), Argentina, el 9 de abril de 2010.
La construcción del Estado

Muy buenas noches a todos ustedes, permítanme agradecer su pre-


sencia, su tiempo, su generosidad. En verdad me hallo profundamente
emocionado por la presencia de cada uno de ustedes. Quiero saludar
respetuosamente al profesor Sergio Caletti, decano de la Facultad de
Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires (UBA); quiero
saludar a Hugo Trinchero, decano de la Facultad de Filosofía y Letras,
que han tenido la amabilidad de invitarme, primero a la entrega de
este honor para mí como profesor y como investigador, como luchador,
del honoris causa. Y de que me han invitado para que pueda compartir
con ustedes unas horas, unos minutos de diálogo en la Universidad.

Quiero saludar muy respetuosamente a las representantes de las Ma-


dres y Abuelas de Plaza de Mayo. Madres no solamente de los desa-
parecidos, sino de todos, de todos los que luchamos, de todos los que
amamos la Patria, de todos los torturados, de todos los perseguidos, de
todos los comprometidos en esta América Latina. Por ustedes estamos
aquí, de ustedes sacamos la energía para hacer lo que hacemos. Quiero
saludar a los dirigentes, a los representantes de las distintas organiza-
ciones sociales, a los embajadores presentes, congresistas, y en parti-
cular a mis compatriotas. Muy buenas noches, queridos compatriotas.

Es el inicio de un ciclo de conferencias del postgrado de la universidad,


y como tal, por respeto a la universidad y a las personas que han sido
tan amables de invitarme, voy a moverme parcialmente en un lenguaje
académico, por respeto y en un esfuerzo de brindar elementos académi-
cos para nuestros profesores y estudiantes. Pero está claro que voy a
hablar de lo más profundo que tiene el ser humano: de sus compromi-
sos, de sus convicciones, de sus amores y sus pasiones sociales. Voy a
hablar de mi pueblo, de Bolivia y de su revolución, voy a hablar de Evo
Morales, del movimiento indígena. Voy a hablar de lo que hoy estamos
haciendo en la patria para transformar las condiciones de opresión.
He elegido para esta conversación trabajar el concepto de Estado, en
sus características y en sus definiciones. Luego voy a pasar a definir el
concepto de Estado en momentos de transformación revolucionaria. Y
voy a rematar luego en el horizonte de las transformaciones sociales en
el Estado, por encima del Estado y por fuera del Estado.

En la actualidad, no cabe duda de que en el ámbito de las ciencias so-


ciales, en el ámbito del debate en los movimientos sociales, en las orga-
nizaciones sociales, en la juventud, en los barrios, en los sindicatos, en
los gremios, en las comunidades, hay un renovado interés por el debate,
por el estudio, por la discusión en torno al Estado, al poder.

1. La dimensión ideal del Estado en los tiempos modernos


Hay por lo general dos maneras de acercarse al debate en torno al Es-
tado, en la sociedad contemporánea, latinoamericana y mundial. Una
lectura propone que estaríamos asistiendo a los momentos casi de la
extinción del Estado, casi a la irrelevancia del Estado.

Se trata de una lectura no anarquista… ¡Lindo sería que fuera una


realidad el cumplimiento del deseo anarquista de la extinción del Es-
tado! No, al contrario, es una lectura conservadora que plantea que
en la actualidad la globalización, esta interdependencia planetaria de
la economía, la cultura, los flujos financieros, la justicia y la política,
estuviera volviendo irrelevante el sistema de Estados contemporáneo.
Esta corriente interpretativa, académica y mediática habla de que la
globalización significaría un proceso gradual de extinción de la sobera-
nía estatal debido a que los Estados tienen cada vez menos influencia
en la toma de decisiones de los acontecimientos que se dan en el ámbi-
to territorial, continental y planetario; y emergería otro sujeto de los
cambios conservadores que serían los mercados con su capacidad de au-
torregulación. Esta corriente también menciona que a nivel planetario
estarían surgiendo un gendarme internacional y una justicia planeta-
ria que debilitarían el papel del monopolio de la coerción, del monopolio
territorial de la justicia que poseían anteriormente los Estados.

Permítanme diferir de esa lectura, porque si bien existe claramente


un sistema superestatal de mercados financieros y un sistema judicial
de derechos formales que trasciende las limitaciones territoriales del
Estado, hoy en día lo fundamental es que los procesos de privatización
que ha vivido nuestro continente, nuestros países, y los procesos de

18 La construcción del Estado y la vía democrática al socialismo


transnacionalización de los recursos públicos, que es en el fondo lo que
caracteriza al neoliberalismo contemporáneo, los han hecho no seres
celestiales, no los han hecho fuerzas transterritoriales, sino que quie-
nes han llevado adelante estos procesos son precisamente los propios
Estados. Esta lectura extincionista del Estado, digámoslo así, olvida
que los flujos financieros que se mueven en el planeta no se distribuyen
por igual entre las regiones y entre los Estados, que los flujos financie-
ros no por casualidad benefician a determinados Estados en detrimento
de otros Estados, benefician a determinadas regiones en detrimento de
otras regiones. Y que esta supuesta gendarmería planetaria encargada
de poner orden y justicia en todo el mundo no es nada más que el poder
imperial de un Estado que se atribuye la tutoría sobre el resto de los
Estados y sobre los pueblos del resto de los Estados.

Esta lectura extincionista, por último, olvida, como lo están mostrando


los efectos de la crisis de la economía capitalista de los años 2008 y
2009, que quien al final paga los platos rotos de la orgía neoliberal, de
los flujos financieros y del descontrol de los mercados de valores, son
los Estados y los recursos públicos de los Estados. En otras palabras,
frente a esta utopía neoliberal de la extinción gradual del Estado, lo
que van demostrando los hechos es que son los Estados los que al final
se encargan de privatizar los recursos, de disciplinar la fuerza laboral
al interior de cada Estado territorialmente constituido, de asumir con
los recursos públicos del Estado los costos, los fracasos, o el enriqueci-
miento de unas pocas personas.

Frente a esta lectura falsa y equivocada de una globalización que lle-


varía a la extinción de los Estados, se ha estado contraponiendo otra
lectura que hablaría de una especie de petrificación también de los Es-
tados; sería como su inverso u opuesto. Esta otra lectura argumenta
que los Estados no han perdido su importancia como cohesionadores
territoriales. La discusión de la cultura, el sistema educativo, el régi-
men de leyes, el régimen de penalidades, cotidianas y fundamentales
que arman el espíritu y el hábito cotidiano de las personas, siguen sien-
do las estructuras del Estado. A su favor también argumentan que el
actual sistema mundo en el fondo es un sistema interestatal, y que los
sujetos del sistema mundo siguen siendo los propios Estados, pero ya en
una dimensión de interdependencia a nivel mundial.

Sin embargo, esta visión, digamos así, defensora de la vigencia del Es-
tado como sujeto político-territorial, olvida que también ciertas deci-

La construcción del Estado 19


siones y ciertas instituciones de carácter mundial, por encima de los
propios Estados, regímenes de derechos, ámbitos de decisión económica,
y ámbitos de decisión militar, incluso varios procesos de legitimación y
construcción cultural, en otros países exceden a la propia dinámica de
acción de los Estados.

Podemos ver entonces que ni es correcta la lectura extincionista de los


Estados ni es correcta la lectura petrificada de la vigencia de los Es-
tados. Lo que está claro es que tenemos una dinámica, un movimiento
y un proceso. La globalización significa evidentemente un proceso de
mutación, no la extinción de los procesos de soberanía política. No es-
tamos asistiendo a una extinción de la soberanía, sino a una mutación
del significado de la soberanía del Estado.

Igualmente, lo que estamos viendo en los últimos 30 años es una com-


plejización territorial de los mecanismos de cohesión social, y de legi-
timación social. Podemos hablar de una bidimensionalidad estatal y
supraestatal de la regulación de la fuerza de trabajo, del control del
excedente económico y del ejercicio de la legalidad.

En otras palabras, hay y habrá Estado, con instituciones territoriales,


pero también hay y habrá instituciones de carácter supraterritorial que
se sobreponen al Estado. Esto es más visible si tomamos en cuenta la
propuesta que hace el profesor Wallerstein de este período de transi-
ción, de fases, de una hegemonía planetaria hacia una nueva hegemo-
nía planetaria. En América Latina, en otros países, en Argentina, en
Bolivia, esta tensión entre reconfiguración de la soberanía territorial
del Estado y existencia y presencia de ámbitos de decisión supraestata-
les lo vemos a diario.

En los últimos 5 a 10 años hemos asistido a un regreso, a una retoma,


digámoslo así, de la centralidad del Estado como actor político-econó-
mico. Luego voy a ver los componentes internos del Estado, pero en
principio veremos al Estado como sujeto territorial en el contexto pla-
netario. Pero a la vez, América Latina está viviendo dramáticamente
eso: existen flujos económicos y políticos desterritorializados y globales
que definen, muchas veces al margen de la propia soberanía del Esta-
do, temas que tienen que ver con la gestión y la administración de los
recursos del Estado.

Voy a dar un ejemplo para explicar esta complejidad de retoma de la


centralidad del Estado, pero ya no como en los años 40 o 50, sino en el

20 La construcción del Estado y la vía democrática al socialismo


ámbito de construcción de otra serie de instituciones desterritorializa-
das. El presupuesto del Estado es un ejemplo. Por una parte, los proce-
sos contemporáneos en América Latina de distribución de la riqueza,
de potenciamiento de iniciativas de soberanía económica del país y de
mejora del bienestar de las poblaciones tienen que ver con un uso y
disposición de recursos económicos que tiene el Estado, y esta es una
competencia estrictamente estatal, territorialmente delimitada. Pero a
la vez, como las producciones de nuestros países cada vez están exter-
nalizándose más, es decir, ampliándose más allá del mercado interno y
se están dirigiendo a mercados internacionales, los ingresos que capta
el Estado vía impuestos, vía ventas propias, cada vez dependen menos
de decisiones del Estado que de los circuitos económicos de comerciali-
zación de esos productos.

De tal manera que si bien hoy los Estados están retomando en América
Latina una mayor capacidad de definir políticas sociales, políticas de
empleo, inversión en medios de comunicación, en medios de transporte
o en infraestructura vial, a la vez está claro que esos recursos, la in-
tensidad de esta distribución social, la intensidad de esta creación de
infraestructura médica y educativa en favor de la población, depende
más de la fluctuaciones de los commodities, como las llaman los econo-
mistas: de las mercancías que vendemos. Es distinta la soberanía de
un Estado con el precio del petróleo a 185 dólares el barril, que con ese
precio a 60 o 30 dólares el barril.

La capacidad de disponer del excedente económico para temas sociales,


para temas de infraestructura, para inversión productiva, para educa-
ción, varía en función de esa variación de los precios, no solamente del
petróleo: del gas, de los minerales, de los alimentos, de los productos
que las sociedades producen contemporáneamente. En este ejemplo, en-
tonces, en el presupuesto, está esa bidimensionalidad: por una parte
hay soberanía y hay una retoma de la soberanía del Estado sobre estos
recursos y sobre el uso del excedente económico, pero a la vez hay una
dependencia de definiciones al margen del Estado, en cuanto a los volú-
menes de esos excedentes a ser utilizados en beneficio de la población,
porque estos dependen cada vez más de cómo se constituyen los precios
de esas mercancías a nivel internacional.

Quiero entonces retomar el concepto de Estado. No porque en el Estado


se concentre la política. Está claro que las experiencias sociales del
continente, de Bolivia, de Argentina, del Ecuador, son experiencias que

La construcción del Estado 21


hablan de que la política excede al Estado, va más allá del Estado. Pero
a la vez está claro que un nudo de condensación del flujo político de la
sociedad pasa por el Estado, y que uno no lo puede dejar de lado en el
momento de materializar y objetivar una correlación de fuerzas socia-
les y políticas en torno al Estado.

¿Qué fue entonces de este sujeto que llamamos Estado? ¿A qué lla-
mamos Estado? Es evidente que una parte del Estado es un gobierno,
aunque no lo es todo. Parte del Estado es también el parlamento, el
régimen legislativo cada vez más devaluado en nuestra sociedad. Son
también las Fuerzas Armadas, son los tribunales, las cárceles, es el sis-
tema de enseñanza y la formación cultural oficial, son los presupuestos
del Estado, es la gestión y uso de los recursos públicos.

Estado no solo es legislación sino también acatamiento de la legisla-


ción. Estado es narrativa de la historia, silencios y olvidos, símbolos,
disciplinas, sentidos de pertenencia, sentidos de adhesión. Estado es
también acciones de obediencia cotidiana, sanciones, disciplinas y
expectativas.

Cuando definimos al Estado, estamos hablando de una serie de ele-


mentos diversos, tan objetivos y materiales como las Fuerzas Armadas,
como el sistema educativo, y tan etéreos pero de efecto igualmente ma-
terial como las creencias, las obediencias, las sumisiones y los símbo-
los. El Estado es, pues, en sentido estricto, instituciones. No hay Estado
sin instituciones. Lo que Lenin denominaba “la máquina del Estado”.

Es la dimensión material del Estado, el régimen y el sistema de insti-


tuciones —gobierno, parlamento, justicia, cultura, educación, comuni-
cación— en su dimensión de instituciones, de normas, procedimientos
y materialidad administrativa, lo que le da vida a esa función guberna-
tiva. Pero además de ese conglomerado, de ese listado que hemos dicho
que es el Estado —el Estado no es solamente institución, dimensión
material—, el Estado también es concepciones, enseñanzas, saberes,
expectativas, conocimientos. Es decir, esta sería la dimensión ideal del
Estado.

El Estado tiene una dimensión material, que describió muy bien Lenin
como el régimen de instituciones. Pero también el Estado es un régi-
men de creencias, es un régimen de percepciones, es decir, es la parte
ideal de la materialidad del Estado; el Estado es también idealidad,
idea, percepción, criterio, sentido común. Pero detrás de esa materiali-

22 La construcción del Estado y la vía democrática al socialismo


dad y detrás de esa idealidad, el Estado es también relaciones y jerar-
quías entre personas sobre el uso, función y disposición de esos bienes;
jerarquías en el uso, mando, conducción y usufructo de esas creencias.
Las creencias no surgen de la nada: son fruto de correlaciones de fuer-
za, de luchas, de enfrentamientos; las instituciones no surgen de la
nada: son fruto de luchas, muchas veces de guerras, de sublevaciones,
revoluciones, de movimientos, de exigencias y peticiones.

Tenemos entonces los tres componentes de todo Estado: todo Estado es


una estructura material, institucional; todo Estado es una estructura
ideal, de concepciones y percepciones; todo Estado es una correlación
de fuerzas. Pero también un Estado es un monopolio. Voy a retomar
este debate de monopolio y de democracia para estudiar a Bolivia como
gobierno de movimientos sociales. Un Estado es monopolio: monopolio
de la fuerza, de la legislación, de la tributación, del uso de recursos
públicos.

Podemos entonces cerrar esta definición del Estado en las cuatro di-
mensiones: todo Estado es institución, parte material del Estado; todo
Estado es creencia, parte ideal del Estado; todo Estado es correlación
de fuerzas, jerarquías en la conducción y control de las decisiones;
y todo Estado es monopolio. El Estado como monopolio, como corre-
lación de fuerzas, como idealidad y como materialidad constituye las
cuatro dimensiones que caracterizan cualquier Estado en la edad
contemporánea.

En términos sintéticos, podemos decir entonces que un Estado es un


aparato social, territorial, de producción efectiva de tres monopolios:
recursos, coerción y legitimidad. Y en el que cada monopolio, de los
recursos, de la coerción y de la legitimidad, es un resultado de tres
relaciones sociales.

Tenemos entonces, utilizando brevemente a los físicos, que el Estado


es como una molécula con tres átomos, y dentro de cada átomo tres
ladrillos que conforman el átomo. Similar. Un Estado es un monopolio
exitoso de la coerción —lo estudió Marx, lo estudió Weber—; un Esta-
do es un monopolio exitoso de la legitimidad, de las ideas-fuerzas que
regulan la cohesión entre gobernantes y gobernados —lo estudió Bour-
dieu—; y un Estado es un monopolio de la tributación y de los recursos
públicos —lo estudió Norberto Elías y lo estudió Lenin—.

La construcción del Estado 23


Pero cada uno de estos monopolios exitosos y territorialmente asen-
tados está a la vez compuesto de tres componentes: una correlación
de fuerzas entre dos bloques con capacidad de definir y controlar, una
institucionalidad y unas ideas-fuerzas que cohesionan.

Uno puede jugar teóricamente a la combinación de tres monopolios, con


tres componentes al interior de cada monopolio. El monopolio de la coer-
ción tiene una dimensión material: fuerzas armadas, policía, cárceles,
tribunales. Tiene una dimensión ideal: el acatamiento, la obediencia,
y el cumplimiento de esos monopolios, que cotidianamente lo ejecuta-
mos los ciudadanos; y necesidad de reflexionarlos, dimensión ideal del
monopolio. Pero a la vez, este monopolio y su conducción es fruto de la
correlación de fuerzas, de luchas, de guerras pasadas, sublevaciones,
levantamientos y golpes, que han dado lugar a la característica de este
monopolio. Igualmente con la legitimidad, el monopolio de la legitimi-
dad territorial, tiene una dimensión institucional, una dimensión ideal
y una dimensión de correlación de fuerzas. Igual el monopolio de los
tributos y de los recursos públicos.

Tenemos entonces un acercamiento más completo al Estado como rela-


ción social, como correlación de fuerzas y como relación de dominación.
El concepto que nos daba Marx del Estado como una máquina de do-
minación entonces tiene sus tres componentes complejos: es materia,
pero también es idea —es símbolo, es percepción—, y es también lucha
—lucha interna, correlación de fuerzas internas fluctuantes—.

Entre los marxistas, kataristas e indianistas, es muy importante este


concepto que no es solamente teoría, porque permite ver cómo asumi-
mos la relación frente al Estado. Si el Estado es solo máquina, entonces
hay que tumbar la máquina. Pero no basta tumbar la máquina del
Estado para cambiar al Estado. Porque muchas veces el Estado es uno
mismo, son las ideas, los prejuicios, las percepciones, las ilusiones, las
sumisiones que uno lleva interiorizadas, que reproducen continuamen-
te la relación del Estado en nuestras personas. Igualmente, esa ma-
quinalidad y esa idealidad presente en nosotros no es algo externo a la
lucha, son frutos de lucha. Cada pueblo es la memoria sedimentada de
luchas del Estado, en el Estado y para el Estado.

Y entonces la relación frente al Estado pasa evidentemente desde una


perspectiva revolucionaria por su transformación y superación. Pero
no simplemente como transformación y superación de algo externo a

24 La construcción del Estado y la vía democrática al socialismo


nosotros, de una maquinalidad externa a nosotros, sino de una maqui-
nalidad relacional y de una idealidad relacional que está en nosotros
y por fuera de nosotros. Por eso los clásicos, cuando hablaban de la
superación del Estado en un horizonte postcapitalista, no lo ubicaban
como meramente un hecho de voluntad o de decreto, sino como un largo
proceso de deconstrucción de la estatalidad en su dimensión ideal, ma-
terial e institucional en la propia sociedad.

2. El Estado en momentos de transformación


revolucionaria: La experiencia de Bolivia
Con este concepto de Estado, en lo genérico, que articula distintas di-
mensiones, quiero entrar a los momentos de transición de un tipo de
Estado a otro tipo de Estado. Por lo general, los teóricos han trabajado
—en Sociología, en Ciencias Políticas— al Estado en su dimensión de
estabilidad, pero poco se han referido al Estado en su momento de tran-
sición. Cuando se pasa de una forma estatal a otra forma estatal. Y yo
quiero referirme a ello porque es justamente lo que hemos vivido lo que
puede ayudar a entender en términos de la Sociología y de las Ciencias
Políticas el proceso boliviano contemporáneo.

Un Estado —este régimen de creencias, de instituciones y domina-


ción— funciona con estabilidad cuando cada uno de esos componentes,
de esos ladrillos que hemos mencionado, mantiene su regularidad y
continuidad. Hablamos del Estado en tiempos normales. Pero vamos
a usar el concepto de “crisis estatal general” de Lenin para estudiar
cuando esos componentes del Estado no funcionan normalmente, cuan-
do su regularidad se interrumpe, cuando algo falla, cuando algo en la
institucionalidad, en la idealidad, en la correlación de fuerzas que da
lugar al Estado, se quiebra, no funciona, se tranca. En esos momentos
hablamos de una crisis de Estado. Y cuando esa crisis de Estado atra-
viesa la totalidad de esos nueve componentes que hemos mencionado
anteriormente, hablamos de una crisis estatal general.

¿Cuáles son los componentes de una crisis estatal general? ¿Cuándo


vamos a hablar de que estamos pasando, no meramente por un cambio
de gobierno, por un cambio de administración de la maquinaria del Es-
tado, sino por un cambio de las estructuras de poder y de dominación
a otras estructuras de poder y dominación? Cuando hay una crisis es-
tatal general. ¿Y cómo identificamos una crisis estatal general? A par-
tir de cinco elementos o momentos, a saber: 1) develación de la crisis;

La construcción del Estado 25


2) empate catastrófico; 3) sustitución de las élites; 4) punto de bifur-
cación; y 5) consolidación de una estructura estatal. Estos elementos
serán claramente delimitados a partir de la experiencia de transforma-
ción de Bolivia en los últimos años.

2.1. El momento de la develación de la crisis


La transición de un Estado a otro Estado tiene varias etapas, digámos-
lo así. La primera etapa es cuando se devela la crisis de Estado, cuando
esta se manifiesta y se expresa.

¿Qué significa que se exprese una cris is de Estado? En primer lugar,


que la pasividad, la tolerancia del gobernado hacia el gobernante co-
mienza a diluirse. En segundo lugar, que surge inicialmente de mane-
ra igual, puntual, pero con tendencia a crecer, a irradiarse, a encontrar
otros escenarios de aceptación, un bloque social disidente, con capaci-
dad de movilizarse socialmente y de expandirse territorialmente en
su protesta. En tercer lugar, una crisis estructural del Estado en su
primera fase de develamiento surge cuando la protesta, el rechazo y el
malestar comienzan a adquirir ámbitos de legitimidad social. Cuan-
do una marcha, una movilización, una demanda y un reclamo salen
del aislamiento y de la apatía del resto de la población y comienzan a
captar la sintonía, el apoyo, la complacencia de sectores cada vez más
amplios de la sociedad. Por último, la crisis se devela en su primera
fase cuando surge un proyecto político no cooptable por el poder, no
cooptable por los gobernantes, con capacidad de articulación política y
de generar expectativas colectivas.

Esto es lo que sucedió en Bolivia desde el año 2000 hasta el año 2003.
Como ustedes saben, en Bolivia en el año 1985 hubo una retoma del
gobierno y luego del Estado, del poder, por parte de las fuerzas conser-
vadoras. En el año 1982, se habían retirado los militares del gobierno,
había surgido un gobierno democrático de izquierda que había fracasa-
do en su capacidad de administrar y de articular un bloque sólido de
poder. Surge una propuesta conservadora, entre el MNR, con una polí-
tica de liberalización del mercado, privatización de empresas públicas,
desregulación de la fuerza laboral, despido de trabajadores, cierre de
empresas públicas, dando lugar a 20 años de régimen neoliberal. Pre-
sidentes como Víctor Paz Estenssoro, Jaime Paz Zamora, Sánchez de
Lozada, Banzer, Quiroga, representaron todo este largo período oscuro

26 La construcción del Estado y la vía democrática al socialismo


de neoliberalismo en nuestro país. Y la propuesta de ellos no solamente
eran 20 años: eran 40, 50, 60 años de estabilidad política neoliberal.

Pero algo sucedió en Bolivia en el año 2000. A partir del año 2000 hubo
protestas locales de los productores de hoja de coca, de la confederación
de campesinos de las tierras altas, básicamente en el mundo indígena
aymara. Protestas barriales en las ciudades más pobres, que habían
estado existiendo de manera dispersa, sin repercusión y sin irradia-
ción, a partir del año 2000 comienzan a irradiarse.

No podía preguntarse por qué pasó ello, por qué protestas puntuales
casi irrelevantes frente a un sistema político neoliberal, estable, sólido,
comenzaron a adquirir mayor eficacia. Porque el régimen neoliberal
de Bolivia, después de privatizar los recursos públicos estatales, em-
presas mineras, empresas petroleras, de telecomunicaciones, empresas
públicas, en las regiones, en el año 2000 comenzó a afectar los recursos
públicos no estatales. Durante 20 años privatizaron recursos públicos
estatales, y a partir del año 2000 intentaron comenzar a privatizar
recursos públicos no estatales.

¿Cuáles son los recursos públicos no estatales? El sistema de agua. El


sistema de agua en el mundo campesino indígena boliviano es un siste-
ma muy complejo de gestión y administración colectiva y comunitaria
de esos recursos escasos. De regulación, administración. Fue en ese
paso, cuando el neoliberalismo pasa de la privatización de lo público es-
tatal a la de lo público comunitario, a la de lo público no estatal, cuando
se va a producir este quiebre.

En una semana más, el presidente Evo va a estar en Cochabamba, este


sábado 10 de abril [2010]. Vamos a conmemorar 10 años de la Guerra
del Agua, 10 años desde que el pueblo cochabambino, en una articula-
ción de productores de hoja de coca, de campesinos regantes que ad-
ministran el uso del agua comunitaria, y de jóvenes de barrios y de
universidades, formara localmente un frente de movilización social que
va a derogar una ley, que va a expulsar una empresa extranjera y que
va a recuperar al dominio público estatal esa porción del agua.

Esta experiencia de hace 10 años, del 10 de abril del año 2000, no va


a ser solamente paradigmática por su efecto, hacer retroceder una ley
dictada, promulgada por Banzer Suárez, sino que también va a lograr
algo que no habían podido lograr anteriormente otros sectores sociales
en su protesta aislada: articular, ensamblar campo y ciudad. Jóvenes

La construcción del Estado 27


asalariados con jóvenes campesinos, profesionales con obreros. Va a ser
una experiencia, una especie de laboratorio de un bloque nacional po-
pular con la capacidad de irradiar esa experiencia al resto de los países.

A la Guerra del Agua de abril del año 2000 le vendrá el bloqueo más
largo en Bolivia, un mes de bloqueo de las carreteras. Aquí le llaman
piquetes, ¿no? Durante un mes entero, trabajadores del campo, inicial-
mente en las zonas altas del altiplano aymara, La Paz-Oruro; luego en
las zonas de los valles quechuas, Chuquisaca-Cochabamba; y luego en
las zonas bajas, van a paralizar, van a bloquear las principales carre-
teras de nuestro país en rechazo a una ley que buscaba privatizar nue-
vamente el recurso hídrico, el agua. Y el éxito de esta movilización va
a ser tal que va a dar lugar a una emergencia de liderazgos campesinos
indígenas. Van a ser tiempos en que el gabinete entero va a tener que
ir a negociar con el presidente, con el dirigente que en ese momento era
Evo Morales del Chapare, para acordar el rechazo a la ley.

Va a ser momento en que otro dirigente indígena, aymara, le va a decir


al presidente de entonces que él como indígena no lo reconoce como pre-
sidente, y que va a hablar de presidente indígena a presidente mestizo.
Este va a ser Felipe Quispe, que va a volcar el orden simbólico de una
sociedad racista y colonial como la boliviana. Desde ese momento, el
orden simbólico, la capacidad de articulación de bloques sociales y la
legitimidad de la movilización van a comenzar a expandirse.

Bloqueo del año 2000. Al año siguiente, 2001, otra movilización. For-
mación de los cuarteles indígenas de Calachaca, donde por turnos co-
munidades y comunidades vendrán con viejos fusiles de la Guerra del
Chaco de hace 60 años a hacer guardia para impedir que las fuerzas
armadas entren a un territorio que lo consideran ellos como liberado
del control del Estado.

Dos años después, en 2003, hubo otro levantamiento de pobladores de


la ciudad de El Alto. El Alto queda en el altiplano boliviano, a 3.900
metros sobre el nivel del mar; la ciudad de La Paz, a 3.600 metros sobre
el nivel del mar. Son ciudades contiguas, que las separa simplemente
que una está en un hueco y la otra en la planicie. Los de arriba son
en verdad socialmente los de abajo. Pero les tocará a ellos sublevarse
otra vez por el tema del agua y del gas, en rechazo a la venta de gas
a EE UU a través de una empresa a instalarse en el puerto de Chile.

28 La construcción del Estado y la vía democrática al socialismo


Los alteños se sublevarán; inmediatamente esta sublevación contará
con el apoyo del movimiento campesino indígena de tierras altas, de
tierras bajas. Sánchez de Lozada buscará retomar la presencia y el
monopolio territorial, lo que producirá asesinatos, más de 67 muertos,
hombres, mujeres y niños, en dos días, que marcarán el inicio del fin
de Sánchez de Lozada, porque ante semejante barbarie, el resto de la
población no campesina, no indígena, mestiza, urbana, profesional, de
clase media, igualmente se sublevará, y esto llevará a la huida de Sán-
chez de Lozada en el año 2003.

Si ustedes ven, durante casi veinte años había protestas, siempre hay
protesta, pero eran protestas aisladas, puntuales, focalizadas, y desle-
gitimadas más allá del lugar de la movilización. Hay un corte en el año
2000. Lo local se articula en torno a una demanda general moviliza-
dora: la defensa de los recursos públicos, de los recursos comunes, del
sistema de necesidades vitales como el agua. En torno a esa demanda,
los liderazgos, ya no de clase media, ya no intelectuales ni académicos
como venía sucediendo antes, ni siquiera obreros, sino los liderazgos
indígenas campesinos, lograrán articular a indígenas, a trabajadores
campesinos, a jóvenes estudiantes, a pobladores migrantes urbanos,
luego a profesionales, luego a la clase media. Lo harán inicialmente a
nivel local, en Cochabamba. Seis meses después, en dos o tres localida-
des. Dos años después, en varios departamentos.

A este proceso de creciente surgimiento de un bloque popular con capa-


cidad de irradiar la suma de demandas, de articular otros sectores, de
encontrar legitimidad en la movilización, es lo que denominamos, teóri-
camente hablando, el momento del develamiento de la crisis de Estado.

2.2. El empate catastrófico


2000, 2003. Luego vendrá un segundo momento de la crisis de Estado
que, siguiendo a Gramsci, hemos denominado el “empate catastrófico”.
El empate catastrófico es cuando estas movilizaciones que pasan de lo
local a lo regional, que logran expandirse a otras regiones, que tienen
capacidad de irradiación y de articular distintas fuerzas sociales, se
expanden a nivel nacional. Pero no solamente que se expanden a nivel
nacional, sino que logran presencia y disputa territorial de la autoridad
política en determinados territorios.

Cuando la demanda local, reivindicativa, que cohesiona a un bloque


popular, comienza a disputar la autoridad política en la región, la au-

La construcción del Estado 29


toridad política en la zona, la autoridad política en el departamento,
cuando comienza a suceder eso, estamos en el momento del empate
catastrófico.

Simultáneamente, hay empate catastrófico cuando la fuerza de domi-


nación del gobierno y del Estado inicia un repliegue fragmentado de su
autoridad y del gobierno, y frente a eso hay empate catastrófico cuando
la sociedad comienza a construir mecanismos alternativos de legitimi-
dad, de deliberación y de toma de decisiones.

Un empate catastrófico es en parte lo que Lenin y Trotsky llamaban


la “dualidad de poder”, pero es más que eso. Un empate catastrófico
es cuando esa disputa de dos proyectos de poder, el dominante y el
emergente, con fuerza de movilización, con expansión territorial, dis-
putan territorialmente la dirección política de la sociedad por mucho
tiempo, no solamente una semana, no solamente 15 días, no solamente
dos meses, no solamente tres meses. Dualidad de poderes. Si no un
año, un año y medio, dos años, dos años y medio. Ese momento, de una
irresolución de la dualidad de poderes de una sociedad, es el empate
catastrófico.

Es lo que pasó en Bolivia entre el año 2003 y el año 2005: por una
parte había el Parlamento electo por los ciudadanos años atrás, pero
por otra parte había el régimen de asambleas barriales, el régimen de
asambleas agrarias y comunitarias, donde se tomaban decisiones con
un efecto político incluso por encima de la decisión del Parlamento. Es
un momento en que el monopolio de la coerción no puede ejercerse en
la totalidad del territorio, porque hay zonas donde las fuerzas sociales
comienzan a implementar un monopolio social de los procesos de coer-
ción. Eso es lo que pasó en Bolivia entre el año 2003 y el año 2005.

2.3. La sustitución de las élites o el acceso al gobierno


Un tercer momento de la crisis de Estado es lo que denominamos el
momento de la sustitución de las élites. Estabilidad política quebrada
por focos que se irradian, que se expanden, de protesta, movilización,
articulación social y autoridad.

Empate catastrófico es cuando esos focos regionalizados y expansivos


logran presencia de control territorial con capacidad de deliberar y de
tomar decisiones en paralelo a las decisiones gubernativas. Sustitución
de élites es cuando el bloque dirigencial de estos sectores sociales ar-

30 La construcción del Estado y la vía democrática al socialismo


ticulados acceden al gobierno. Es lo que paso en el año 2006 cuando el
presidente Evo, en un bloque que unificó a los movimientos sociales,
que preseleccionó comunitaria y asambleísticamente a los represen-
tantes para ir al Congreso, logra la extraordinaria victoria del 54 %.
Extraordinaria no solamente porque no haya habido una victoria elec-
toral de ese estilo desde hace 50 años. Todos los gobiernos en Bolivia
eran elegidos por el 23, el 28 % del electorado. El presidente Evo logra-
rá el 54 %. Pero no solamente por eso fue una victoria extraordinaria,
sino porque, y esto es quizás el acto más decisivo en la historia política
de nuestro país, es un indígena, y la vida colectiva, la vida política y
la vida económica de la sociedad habían definido para ellos, pese a que
son la mayoría, que solamente podían ser campesinos, obreros, comer-
ciantes y transportistas. Por decisión propia se volvían gobernantes,
legisladores y mandantes de un país. No había pasado esto desde los
tiempos de Manco Inca, allá en 1540, cuando se repliega a Vilcabam-
ba, zonas interandinas entre Bolivia y Perú; desde entonces no había
pasado algo así.

Sobre el sedimento de 500 años de que los indios son gobernados y nun-
ca pueden ser gobernantes, de que los indios tienen que ser mandados
y nunca pueden mandar; sobre esta losa colonial que había horadado
espíritus, hábitos, procedimientos, leyes y comportamientos sociales,
Bolivia, que siempre había sido un país de mayoría indígena, por pri-
mera vez después de Manco Inca, después de 450 años, tenía un líder,
una autoridad indígena, como siempre debió haber sido.

Lo que vemos entonces, en términos de la sociología política, es un pro-


ceso de descolonización del Estado que se había ido construyendo en
la sociedad, desde los ámbitos comunitarios, sindicales y barriales, y
logra perforar, logra penetrar el armazón del Estado. Presidente in-
dígena, senadores indígenas, diputados indígenas, canciller indígena,
presidenta de la Asamblea Constituyente indígena. Las polleras, los
luchos, la whipala, que habían estado marginadas, escondidas, muchas
veces sancionadas, perseguidas, castigadas durante décadas y siglos,
asumían y llegaban donde debieran haber estado siempre: el Palacio
de Gobierno.

Tenemos entonces un primer momento de conversión de la fuerza de


movilización en transformación en el ámbito de la administración del
Estado. ¿Cómo pasar de la administración del Estado a la transforma-
ción estructural del Estado? ¿Cómo convertir la fuerza de movilización

La construcción del Estado 31


en institución, norma, procedimiento, gestión de recursos, propiedad
de recursos? Porque eso es el Estado: el Estado es la materialización
de una correlación de fuerzas. Ese fue el debate que tuvimos ante-
riormente con el profesor Toni Negri en el año 2008; sobre este tema
precisamente.

El Estado no es la sociedad política, el Estado no es la realización de


la movilización política de la sociedad, pero es una herramienta, o pue-
de llegar a ser una herramienta que contenga esa movilización o que
ayude a consolidar los logros hasta aquí alcanzados. ¿Cómo no valorar
algo que ya ahora es irrevisable, y que no tiene marcha atrás? Los de-
rechos de los pueblos indígenas en la Constitución... Solamente quien
no ha vivido la discriminación, el que se le escupa por tener piel más
oscura, el que se le margine por tener un apellido indígena, el que se
le haga una burla porque no pronuncie bien el castellano… Solamente
alguien que no ha vivido eso puede despreciar que se institucionalicen
derechos, que a partir de ahora valga tanto un apellido indígena como
uno mestizo, un color más oscuro o el color blanco, un idioma indígena
o el castellano.

Eso fue lo que pasó. Y esta tercera etapa de la crisis de Estado, de la


visibilización de la crisis, empate catastrófico, conquista de gobierno,
que no es el Estado. Y es a partir de ese momento, en este proceso de
sustitución de élites políticas, que el Estado comienza a convertirse en
una herramienta donde comienza a atravesarse una nueva correlación
de fuerzas. Los procesos de nacionalización de los hidrocarburos, los
procesos de la nueva Constitución y de la Asamblea Constituyente, de
la nacionalización de las empresas de telecomunicación, de la naciona-
lización de otras empresas públicas, van a comenzar a darle una base
material duradera a lo que inicialmente había sido un proceso de insur-
gencia y de movilización social.

Pero está claro que esto tiene un límite. O mejor, tiene que rebasar
un límite. Esta transformación del Estado como correlación de fuer-
zas, donde ahora son otros los que deciden, otras clases sociales las
que toman las decisiones, otros hábitos, las percepciones de lo que es
necesario, requerible, exigible, son las que comienzan a apoderarse de
la estructura del poder gubernamental, y dado que el Estado comienza
a administrar crecientes recursos públicos, fruto de la recuperación de
la nacionalización del gas, del petróleo, y de las telecomunicaciones,

32 La construcción del Estado y la vía democrática al socialismo


estaba claro que eso iba a ser rápidamente impugnable, observable,
disputable y bloqueado.

Claro, ninguna clase dominante abandona voluntariamente el poder,


a pesar de que uno se esfuerza para que lo hagan. Ninguna clase do-
minante ni ningún bloque de poder puede aceptar que, de la noche a la
mañana, quien era su sirviente o empleada ahora sea su legislador o su
ministro. Ninguna clase dominante puede aceptar pacíficamente que
los recursos que anteriormente servían para viajar a Miami, comprar-
se su Hummer para él, para la esposa, para la amante, para la hija,
para la nieta, desaparezcan de la noche a la mañana, y que esos recur-
sos, en vez de dilapidarse en un viaje a París o a Miami, en la compra
de una tienda o de un collar de perlas, sean utilizados para crear más
escuelas, para crear más hospitales, para mejorar los salarios.

Y está claro que en todo proceso revolucionario tiene que haber un mo-
mento de tensionamiento de fuerzas. Y permítanme aquí comparar, con
el debido respeto, el proceso de descolonización en Bolivia con el proce-
so de descolonización en Sudáfrica. En ambos, la mayoría indígena y
la mayoría de color negra, para darles un nombre, que eran mayoría y
que habían sido excluidas del poder, acceden al gobierno; son procesos
de amplia democratización y de amplia descolonización. Pero hay una
diferencia. En el caso de Sudáfrica, que fue un gigantesco hecho histó-
rico de descolonización, que fue aplaudido por el mundo, por nosotros,
se dejó intacta la base material del poder económico, la propiedad de los
recursos y de las empresas. En el caso de Bolivia, no.

En el caso de Bolivia, avanzamos de un proceso de descolonización po-


lítica —indígenas en puestos de mando—; de descolonización cultural
—hablar aymara, quechua, guaraní, tiene el mismo reconocimiento ofi-
cial que hablar castellano en palacio, en la vicepresidencia, en el Par-
lamento, en la universidad, en la policía, en las Fuerzas Armadas—.

Pero no nos detuvimos ahí, sino que pasamos y dimos el salto a un


proceso de descolonización económica y material de la sociedad al de-
positar la propiedad de los recursos económicos, los recursos públicos, a
potenciar por encima de la empresa privada extranjera, al Estado, por
encima de la gran propiedad terrateniente, a la comunidad campesina
y al pequeño propietario.

La construcción del Estado 33


2.4. Punto de bifurcación
Tierra y recursos naturales hoy son propiedad del Estado, de los movi-
mientos, de los campesinos y de los indígenas, en una proporción mayor
a la que lo eran hace tres, cuatro o cinco años.

Y está claro entonces que esto no iba a ser aceptado fácilmente, no iba
a ser tolerado, y como lo previó inicialmente Robespierre, luego Lenin,
Katari, iba a tener que darse un momento de definición de la estructu-
ra de poder.

En ese momento de definición, o se reconstituye el viejo bloque de poder


conservador, o bien se acaba el empate catastrófico y se consolida un
nuevo bloque de poder, que es lo que hemos denominado un punto de
bifurcación. Y todo proceso revolucionario pareciera atravesar eso. Y
es un momento de fuerza, es un momento en el que Rousseau calla y
quien asume el mando es un sub. En el que Habermas no tiene mucho
que decir y quien sí tiene que decir es Foucault. Es decir, es el momento
de la confrontación desnuda o de la medición de fuerzas desnudas de la
sociedad, donde callan los procesos de construcción de legitimidad, de
consenso, y donde la política se define como un hecho de fuerza.

No es que la política sea un hecho de fuerza; de hecho, fundamental-


mente, la política son procesos de articulación, de legitimación. Pero
hay un momento de la política en que eso calla, en que la construcción
de acuerdos, los enjambres, las legitimaciones, se detienen, y la políti-
ca se define como un hecho de guerra, como un hecho de medición de
fuerzas.

Eso es lo que sucedió en Bolivia en el año 2008, hace dos años, entre
agosto y octubre de 2008. Fue un tiempo muy complicado para noso-
tros. Fue un tiempo en que algunos ministros renunciaron interna-
mente, fue un tiempo en que las secretarias y secretarios de palacio se
ponían a llorar en un rincón porque decían “qué va a ser de nosotros
cuando nos vengan a sacar”, pero fue un tiempo en que el presidente
Evo mostró su capacidad de estadista, de líder y de conductor de un
proceso revolucionario.

Fueron tiempos duros porque a este gobierno del presidente Evo, del
vicepresidente, de los sectores sociales que habíamos ganado con el
54% del electorado en Bolivia, se nos planteó un revocatorio. Hubo una
votación revocatoria de mandato. Nunca antes se le había ocurrido a la

34 La construcción del Estado y la vía democrática al socialismo


derecha plantear lo mismo a los gobiernos que tenían el 22 % o el 23 %
o el 27 %. Y se le ocurrió con el que tenía el 54 %, un indio, evidente-
mente, plantearle el revocatorio. Y así fue. Los sectores conservadores,
que se habían atrincherado en las regiones, en las gobernaciones de las
regiones, plantearon al Congreso un revocatorio. Lo hicieron aprobar
en el Senado, donde tenían mayoría; la derecha tenía mayoría en el
Senado. Yo me acuerdo que estaba en Palacio; el presidente había via-
jado a Santa Cruz y hablamos por teléfono. “Presidente Evo”, le digo,
“acaban de aprobar ahora en el Senado”. Se queda callado el presidente
unos cinco segundos, me dice: “No importa, vamos al revocatorio, va-
mos a ganar”, me dice el presidente Evo.

Me acuerdo que dice el presidente Evo, luego de aterrizar en La Paz y


reunir de emergencia el gabinete político, el presidente Evo dice: “No
hay que tenerle miedo, el pueblo nos ha llevado con su voto al gobier-
no, y si el pueblo quiere que continuemos nos va a dar su voto, y si no
quiere que continuemos nos quitará su voto. Hemos sido fruto de las
organizaciones sociales, de este ascenso democrático de la Revolución;
enfrentemos, pues, esas mismas armas”. Y así fuimos al revocatorio.
Lo que fue un intento para derrocar al presidente Evo electoralmente
se convirtió en una gran victoria del 67 % de la participación.

Agosto de 2008: intento de derrocamiento democrático electoral. Su-


peramos esa primera barrera. Derrotados en el ámbito electoral, los
sectores conservadores inmediatamente van a apostar por el golpe de
Estado. En septiembre del año 2008 —en verdad, desde el 28, 29 de
agosto, hasta el 12 de septiembre—, se va a dar una escalada golpista
en Bolivia. Va a comenzar inicialmente bloqueando el acceso a los aero-
puertos. El presidente Evo, el vicepresidente, no van a poder aterrizar
en los aeropuertos de 5 departamentos de los 9 que hay en Bolivia. Días
después de estos bloqueos de los aeropuertos, la toma física de los aero-
puertos; sectores conservadores van a atacar a la policía, a su coman-
dancia, para obligarla a subordinarse regionalmente al mandato de los
sectores conservadores. Logrado esto parcialmente, en los siguientes
días van a disponer un ataque a las instituciones del Estado.

Durante los días 9 y 10 de septiembre, 87 instituciones del Estado


—telecomunicaciones, televisión, representantes del ministerio en el
ámbito de la administración de las tierras, impuestos internos, 87 en
total— van a ser tomadas, quemadas y saqueadas por las fuerzas mer-
cenarias de la derecha. Al día siguiente, tropas del Ejército boliviano,

La construcción del Estado 35


soldados del Ejército boliviano, van a ser desarmados por grupos espe-
ciales creados por esta gente, y al mismo momento pequeñas células de
activistas de derecha fascistas van a dirigirse a cerrar los ductos de la
venta del gas a Brasil, de la venta del gas a Argentina, y del abasteci-
miento de petróleo y de gasolina al resto de Bolivia. Era un golpe de Es-
tado en toda la línea. Los que hemos conocido golpes de Estado sabemos
que un golpe de Estado comienza con el control de los medios de comu-
nicación, de los aeropuertos, de los sistemas de abastecimiento, y luego
es la toma de los centros de definición política: palacio, parlamento.

Comenzaron con eso, y ahí el gobierno actuó con mucha cautela. Ya


habíamos previsto que algo así iba a suceder, la sociología sirve para
eso. Y tal lectura del punto de bifurcación, como otros conceptos, lo ha-
bíamos dialogado con el presidente. Me acuerdo que el presidente Evo
en el año 2008 inició el gabinete, creo que el 2 o 3 de enero, a las 5 de
la mañana, nos convoca a su gabinete y nos dijo a todos: “Este año es
el momento de la definición. O nos quedamos o nos vamos, prepárense”.
La sociología dice eso, el punto de bifurcación. Es decir, o las fuerzas
conservadoras retoman el control del Estado o las fuerzas revoluciona-
rias se consolidan.

El presidente lo dijo de una manera, la sociología lo dice de otra ma-


nera, pero es la misma cosa. Nos habíamos preparado para ello. Algún
otro rato lo comentaremos; ahora todavía es muy pronto para comentar
en detalle, para describir en detalle estos acontecimientos. Pero el Es-
tado, el gobierno, se preparó.

Sabíamos que se venía un momento complicado, que iba a dirimirse un


momento de fuerza, la estabilidad o el retroceso, y nos preparamos. A
través de dos tipos de acciones envolventes. La primera fue un proceso
de movilización social general, de todas las fuerzas que tenía el parti-
do, el campesino, el movimiento indígena, el movimiento cooperativis-
ta, barrios, ponchos rojos, ponchos verdes, productores de hoja de coca,
del Chapare, de Los Yungas.

Tres meses antes de este acontecimiento se había definido un plan de


protección de la democracia en Bolivia. Y entonces, cuando comenzaron
a darse estos sucesos, estas estructuras de movilización comenzaron a
desplazarse territorialmente para defender al gobierno y para acabar
con la derecha golpista.

36 La construcción del Estado y la vía democrática al socialismo


Paralelamente, hubo una articulación institucional cultivada por el
presidente Evo en la redefinición de una nueva función de las fuer-
zas armadas en democracia; hubo también un desplazamiento militar
acompañado y en coordinación con los movimientos sociales. Una ex-
periencia extraordinaria, no muy común, entre fuerzas armadas y mo-
vimientos sociales, en una acción envolvente para aislar los núcleos de
rebelión y de golpistas.

En medio de estos acontecimientos se va a dar la masacre de Pan-


do, donde once jóvenes indígenas van a ser asesinados brutalmente,
a sangre fría, algunos a palos, por el gobernador conservador que hoy
está en la cárcel, como debe suceder. Y a partir de ese eslabón del blo-
que conservador, el eslabón más débil, usando la categoría leninista,
se comienza a retomar el control territorial, y ante la presencia de la
movilización social y del respeto institucional de las fuerzas armadas
en defensa de la democracia, las fuerzas golpistas medirán fuerza, ob-
servarán posibilidades de esta conflagración de ejércitos sociales y de-
cidirán rendirse y se irán para atrás.

En septiembre de 2008 se dará la victoria militar del pueblo sobre las


fuerzas conservadoras de derecha y golpistas. A la victoria electoral se
sumará una victoria de movilización social y militar que será comple-
tada con una victoria de carácter político. En octubre, al mes siguiente
—son meses sucesivos: en agosto se da el revocatorio, en septiembre el
golpe—, en octubre se dará una gran movilización, encabezada por el
presidente Evo, de miles y miles de personas que se dirigirán al Par-
lamento para exigirles la aprobación de la nueva Constitución y que
se convoque a un referéndum. Más de sesenta mil, cien mil personas
acompañaron al presidente Evo a bajar de El Alto, a la ciudad de La
Paz, y en tres días —soy el presidente del Congreso—, en tres días sin
dormir y sin comer, aprobamos esa ley.

Un momento… este es el punto de bifurcación o momento de confron-


tación desnuda y medición de fuerzas, donde se dirime si sigues para
adelante o vas para atrás, que se da en cualquier proceso revolucio-
nario. En el caso de Bolivia, tuvo tres meses y fue una combinación
excepcional de acciones electorales, acciones de masas, y acciones de
articulación política. Yo lo quiero mencionar y relevar porque de alguna
manera es un aporte en la construcción de los procesos revolucionarios.

La construcción del Estado 37


No apostar todo a una sola canasta, no apostar únicamente al ámbito
legal o al electoral, no apostar meramente al ámbito de la movilización,
sino tener una flexibilidad, una combinación de los distintos métodos
de lucha que tiene el pueblo: el electoral, el de la acción de masas, el
de los acuerdos y combinación política, que van a permitir que en este
octubre se logre la aprobación de la nueva Constitución en el Congreso.
Perdón: la aprobación de la ley que convoca al referéndum para aprobar
la nueva Constitución. Victoria electoral, victoria militar, victoria polí-
tica, cerrarán el ciclo de la crisis estatal en Bolivia.

2.5. Consolidación de una estructura o ciclo estatal


La consolidación de este ciclo estatal vendrá posteriormente con tres
actos electorales. En enero de 2009 se aprobará la nueva Constitución
con el 72% del electorado; en diciembre de 2009 el presidente Evo será
reelecto con el 64%; y el domingo pasado, el 4 de mayo de 2010, el Mo-
vimiento al Socialismo - Instrumento Político por la Soberanía de los
Pueblos logrará el control de dos tercios de los municipios y de más de
dos tercios de las gobernaciones de toda Bolivia.

En Bolivia existen 335 municipios, alcaldías, donde ha habido eleccio-


nes. De los 335 municipios, el Movimiento al Socialismo ha ganado
solo y con sus aliados alrededor de 250, que representan casi el 75% de
la totalidad de los municipios del país. De las nueve gobernaciones en
disputa, hemos ganado seis, y de los nueve parlamentos regionales, el
MAS tiene mínimamente en la totalidad de ellos entre el 40% y el 55%
de los representantes de los parlamentos regionales.

3. Las transformaciones sociales


¿A dónde nos dirigimos ahora? ¿A dónde se dirige este proceso? Per-
mítanme de manera muy breve introducir otros conceptos. El concepto
de Estado aparente y el de Estado integral. El concepto de Estado apa-
rente es un concepto de Marx, que utiliza un gran sociólogo boliviano
ya fallecido, René Zavaleta Mercado, y el concepto de Estado integral
lo utiliza Gramsci.

Llamamos Estado aparente —llaman Marx y Zavaleta— a aquel tipo


de institucionalidad territorial política que no sintetiza ni resume a
la totalidad de las clases sociales de un país, sino que representa so-

38 La construcción del Estado y la vía democrática al socialismo


lamente a un pedazo de la estructura social, dejando al margen de la
representación a una inmensa mayoría.

En términos de la sociología política, podemos hablar de la inexisten-


cia de un óptimo Estado-sociedad civil. El Estado aparece entonces
como un Estado patrimonial que representa propiedad de un pedazo
de la sociedad, en tanto que el resto de la sociedad (indígenas, cam-
pesinos y obreros) aparecen al margen del Estado sin ninguna posi-
bilidad de mediación ni de representación. Ese es el Estado aparente.

Estado integral llama Gramsci a varias cosas en su reflexión, pero


en particular a un óptimo entre cuerpo político estadual y sociedad
civil. Y a una creciente pérdida de las funciones monopólicas del Es-
tado para convertirse meramente en funciones administrativas y de
gestión de lo público. A esta lógica le llama Gramsci Estado integral.

Permítanme, utilizando estos dos conceptos, un poco debatir tres ten-


siones, tres contradicciones y un horizonte en el proceso político re-
volucionario. La primera tensión y contradicción que no se resuelve
teóricamente sino en la práctica: Bolivia, con el presidente Evo, con
los sectores sociales sublevados y movilizados, ha constituido lo que
denominamos un gobierno de los movimientos sociales. Esto signifi-
ca varias cosas; en primer lugar, que el horizonte y el proyecto que
asume el gobierno, de transformación, de nacionalización, de poten-
ciamiento económico, de diversificación económica, de desarrollo de
la economía comunitaria, es un horizonte estratégico creado, formado
por la propia deliberación de los movimientos sociales.

En segundo lugar, que los representantes que aparecen en el ámbito


del Parlamento, del Congreso, de la Asamblea, son fruto en su mayo-
ría de las deliberaciones asambleísticas de los sectores sociales, urba-
nos y rurales para elegir a sus autoridades, que luego son, en algunos
casos, elegidas por voto universal y otros por constitución, elegida
por asamblea.

La constitución actual acepta que en el ámbito de los gobiernos regio-


nales la elección directa de asambleístas o asambleas sea por aclama-
ción, por democracia comunitaria.

En tercer lugar, que los mecanismos de selección del personal adminis-


trativo del Estado dejan de ser únicamente en función de meritocracia
académica y combinan otro tipo de méritos, otro tipo de calificaciones,

La construcción del Estado 39


como es el haber ayudado a los sectores sociales, el provenir de secto-
res sociales, el de no haber defendido dictaduras, no haber participado
de privatizaciones, haber defendido los recursos públicos estatales y
no estatales. Hay un mecanismo de preselección de la administración
pública que pasa por sectores sociales y que combina lo meritocrático
académico con otro tipo de meritocracia social, digámoslo así.

Bien, este horizonte, este proyecto de movimientos sociales, estos fun-


cionarios que emergen de sectores sociales, y esta conversación conti-
nua y esta aprobación de las medidas estructurales que se toman del
gobierno en las asambleas de los sectores sociales movilizados, hacen
de nuestro gobierno un gobierno de movimientos sociales. Pero a la
vez estamos hablando de un gobierno del Estado, y todo Estado, por
definición que hemos dado al principio, es un monopolio. Pero enton-
ces aquí hay una contradicción: Estado por definición es monopolio, y
movimiento social por definición es democratización de la decisión. El
concepto de gobierno de movimientos sociales es una contradicción en
sí misma, sí, ¿y qué?

Hay que vivir la contradicción; la salida es vivir esa contradicción.


El riesgo es: si priorizas la parte monopólica del Estado, ya no será
gobierno de los movimientos sociales, será una nueva élite, una nueva
burocracia política. Pero si priorizas solamente el ámbito de la delibe-
ración en el terreno de los movimientos sociales, dejando la toma de
decisiones, dejas de lado el ámbito de la gestión y del poder del Estado.
Tienes que vivir los dos. Corres ambos riesgos, y la solución está en
vivir permanentemente y alimentar esa contradicción dignificante de
la lucha de clases, de la lucha social en nuestro país. La solución no
está a corto plazo, no es un tema de decreto, no es un tema de volun-
tad, es un tema del movimiento social.

Pero esta contradicción viva entre monopolio y desmonopolización, en-


tre concentración de decisiones y democratización de decisiones, tiene
que vivirse en un horizonte largo. Ahí viene la categoría de Gramsci
del Estado integral. En un momento, decía Gramsci, en que los mono-
polios no sean necesarios, Estado sería meramente gestión y adminis-
tración de lo público y no monopolio de lo público.

Y esta posibilidad está abierta en Bolivia a partir de dos elementos:


por una parte, solo los movimientos sociales, los que están encabezan-
do este proceso de transformación. Y por otra parte, hay una fuerza y

40 La construcción del Estado y la vía democrática al socialismo


una vitalidad comunitaria, rural y en parte urbana, que permanente-
mente tiende a expandirse, a irradiarse, no solamente como delibera-
ción de lo público, sino como administración de lo público no estatal.
Si este pueblo presenta a los movimientos sociales en la conducción
del Estado, despliegue, irradiación, potenciamiento de lo comunitario
colectivo, de lo comunitario político, en barrios, en comunidades, se
potencia y se refuerza, está claro que esta construcción del Estado que
estamos haciendo hoy en Bolivia, esta modernización del Estado, ya
no es la modernización clásica de las élites de las burguesías naciona-
les, sino que su tránsito es evidentemente al socialismo.

Lo que estamos haciendo en Bolivia de manera dificultosa, a veces


con retrasos, pero ineludiblemente como horizonte de nuestro accio-
nar político, es encontrar una vía democrática a la construcción de un
socialismo de raíces indígenas, que llamamos socialismo comunitario.
Este socialismo comunitario que recoge los ámbitos de la modernidad
en ciencia y tecnología, pero que recoge los ámbitos de la tradición en
asociatividad, en gestión de lo común, es un horizonte.

No necesariamente inevitable, como nunca es inevitable la victoria


de un proceso revolucionario: es una posibilidad que depende de va-
rios factores. En primer lugar, de la propia capacidad de moviliza-
ción de los sectores sociales. Un gobierno no construye socialismo,
el socialismo es una obra de las masas, de las organizaciones, de los
trabajadores.

Solamente una sociedad movilizada que expanda e irradie y que ten-


ga la habilidad de irradiar, de defender, de expandir y de tener formas
asociativas, formas comunitarias, modernas y tradicionales, de toma
de decisiones, de producción de la riqueza y de distribución de la ri-
queza, puede construir esa alternativa socialista comunitaria.

Conclusiones
La crisis estatal, la transición de un tipo de Estado neoliberal, colo-
nial, a un nuevo tipo de Estado plurinacional, autonómico y con una
economía social comunitaria, ha tenido entonces este intenso período
de transición de en verdad 8 años, 8 años y medio. Primera etapa: mo-
mento en que se devela la crisis. Segundo momento: empate catastró-
fico. Tercer momento: acceso al gobierno. Cuarto momento: punto de
bifurcación. A partir de ese resultado, la consolidación de una estructu-

La construcción del Estado 41


ra estatal. Hoy Bolivia reivindica, propugna y comienza a construir lo
que hemos denominado un Estado plurinacional, una economía social
comunitaria y un proceso de descentralización del poder bajo la forma
de las autonomías departamentales, indígenas y regionales. Un Estado
complejo.

Lo que puede hacer un gobierno, lo que podemos hacer el presiden-


te Evo, el vicepresidente, sus ministros, es apuntalar, es fomentar, es
respaldar, es empujar ello; pero, evidentemente, la obra del socialismo
comunitario tendrá que ser una obra de las propias comunidades urba-
nas y rurales que asumen el control de la riqueza, de su producción y
de su consumo. Pero además, está claro que cualquier alternativa post-
capitalista es imposible a nivel local, es imposible a nivel estatal; una
alternativa socialista, o pongámosle el nombre que queramos, postca-
pitalista, que supere las contradicciones de la sociedad moderna, de la
injusta distribución de la riqueza, de la destrucción de la naturaleza, de
la destrucción del ser humano, tiene que ser una obra común, univer-
sal, continental y planetaria.

Por eso, rompiendo el protocolo académico, me dirijo a ustedes como lu-


chadores, como estudiantes, como revolucionarios, como gente compro-
metida que ama a su país, que ama a su pueblo, que quiere otro mundo
como indígenas, como jóvenes, como trabajadores. Bolivia sola no va a
poder cumplir su meta. Les toca a ustedes, les toca a otros pueblos, le
toca a una nueva generación, les toca a otros países, hacer las mismas
cosas y mejores cosas que las nuestras; pero hacer, no contemplar, no
ver. La pasividad de otros pueblos es la derrota de nosotros. El movi-
miento de otros pueblos es nuestra victoria.

Por eso, aquí les venimos a decir en nombre del presidente Evo y mío:
nosotros estamos haciendo lo que el destino nos ha colocado al frente,
y no duden un solo segundo, que solamente la muerte detendrá lo que
venimos haciendo; que mientras tengamos algo de vida, un átomo de
vida, el compromiso con este horizonte comunitario socialista de eman-
cipación de los pobres, los indígenas, los trabajadores, será nuestro ho-
rizonte de vida, de trabajo y de compromiso.

Les digo honestamente que no hay nada más hermoso que nos haya
pasado en la vida que vivir este momento; no hay nada más hermoso
que haber vivido este momento y haber acompañado al presidente Evo
y acompañar esta insurgencia de los pobres, de los humildes, de la gen-

42 La construcción del Estado y la vía democrática al socialismo


te despreciada y marginada. Pero no puede eso detenerse ni solamen-
te observarse: es la contribución que hace el pueblo boliviano con una
profunda humildad a los procesos de transformación del continente y
del mundo.

Ahora quienes tienen que actuar son ustedes; son ustedes los jóvenes,
los trabajadores, los profesionales, los comprometidos que con su propia
experiencia, su propia capacidad, su propia historia, tienen que asumir
el reto de construir otro mundo, un mundo distinto, un mundo donde
nos sintamos todos contentos y felices, porque, en otros términos, eso
es lo que llamamos socialismo: un mundo de la socialización, de la feli-
cidad y de la riqueza para todos.

Es el reto de ustedes, compañeros. No nos dejen solos.

Muchas gracias.

La construcción del Estado 43


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46 La construcción del Estado y la vía democrática al socialismo


El Estado y la vía democrática al socialismo2

2 El presente artículo constituye una versión resumida de la conferencia dictada en el marco


del coloquio internacional “Nicos Poulantzas: un marxismo para el siglo XXI”. Este encuentro tuvo
lugar en la Universidad de La Sorbona, París, el 16 de enero de 2015.
El Estado y la vía democrática al socialismo

L a obra intelectual de Nicos Poulantzas está marcada por lo que po-


dríamos denominar una trágica paradoja. Él fue un marxista que
pensó su época desde la perspectiva de la revolución, en un momento
en que los procesos revolucionarios se clausuraban o habían derivado
en la restauración anómala de un capitalismo estatalizado. Sin duda,
fue un marxista heterodoxo brillante y audaz en sus aportes sobre el
camino hacia el socialismo, en un tiempo en que justamente el horizon-
te socialista se derrumbaba como símbolo y perspectiva movilizadora
de los pueblos. En este texto, me gustaría detenerme en dos conceptos
claves e interconectados del marxismo poulantziano que nos permiten
pensar y actuar en el presente: el Estado como relación social y la vía
democrática al socialismo.

1. Estado y principio de incompletitud


En relación con el primer punto (el Estado como relación social), no
cabe duda de que uno de los principales aportes del sociólogo marxista
grecofrancés es su propuesta de estudiar el Estado como una “conden-
sación material de relaciones de fuerzas entre clases y fracciones de
clases”3. Pues claro, ¿acaso no se elige a los poderes Ejecutivo y Legis-
lativo con los votos de la mayoría de la población, de las clases domi-
nantes y dominadas? Y aunque por lo general los sectores populares
eligen por sufragio a representantes de las elites dominantes, ¿acaso
los elegidos no adquieren compromisos respecto a sus electores? ¿Acaso
no existen tolerancias morales aceptadas por los votantes que marcan
los límites de acción de los gobernantes y cuyas transgresiones generan
migraciones hacia otros candidatos o hacia movilizaciones sociales?

3 Nicos Poulantzas, Estado, poder y socialismo, pp. 154.


Cierto marxismo de cátedra sostenía que los sectores populares vivían
perpetuamente engañados por el efecto de la “ilusión ideológica” orga-
nizada por las clases dominantes, o que el peso de la tradición de la
dominación era tan fuerte en los cuerpos de las clases populares que
ellas solo podían reproducir voluntaria e inconscientemente su domi-
nación. Definitivamente, esto no es cierto. Pensar lo primero constituye
una forma de biologizar la dominación y clausura cualquier posibilidad
de emancipación. Por otra parte, la tradición tampoco es omnipresente,
pues de serlo, las nuevas generaciones solo deberían replicar lo hecho
por las anteriores y, por consiguiente, la historia sería una perpetua
repetición del inicio de la historia. El papel de la tradición en la historia
se puede entender perfectamente haciendo referencia al teorema de in-
completitud gödeliano4, de la siguiente manera: si así como demuestra
Kurt Gödel para los sistemas formales de la aritmética, suponiendo un
conjunto de axiomas no contradictorios, existen enunciados que no pue-
den demostrarse ni refutarse a partir de esos axiomas, en el abanico
de infinitas acciones humanas posibles emergentes de las condiciones
previas de las personas (de la tradición), hay opciones humanas y po-
sibilidades históricas (espacios de incertidumbre, grietas intersticiales
que escapan a la reproducción de la dominación) que no dependen ni
derivan directamente de esa tradición. Y eso es lo que permite explicar
el hecho de que la sociedad se transforma permanentemente a sí misma
no obstante el peso histórico de las relaciones de dominación. Se trata
de lo que podríamos denominar «principio de incompletitud histórica»,
que deja abierta la posibilidad de la innovación, la ruptura y el quiebre
o, en otras palabras, de las revoluciones.

Entonces, queda claro que ni las clases populares son tontas ni la rea-
lidad es únicamente una ilusión, y tampoco la tradición es omnipre-
sente. En medio de engaños, imposturas y herencias de dominación
asumidas, la gente del pueblo también opta, escoge, aprende, conoce,
decide y, por ello, elige a unos gobernantes y a otros no; reafirma su
confianza o revoca sus esperanzas. Y así, en esta mezcla de dominación
heredada y de acción decidida, los sectores populares constituyen los
poderes públicos, forman parte de la trama histórica de las relaciones
de fuerzas de esos poderes públicos, y cuando sienten que son burlados,
se indignan, se asocian con otros indignados, y si ven oportunidad de
eficacia, se movilizan; además, si su acción logra condensarse en la es-

4 Kurt Gödel, “Sobre sentencias formalmente indecidibles...”.

50 La construcción del Estado y la vía democrática al socialismo


peranza colectiva de un porvenir distinto, transforman sus condiciones
de existencia.

Estas movilizaciones muchas veces se disuelven ante la primera adver-


sidad o el primer logro; otras veces se expanden, generan adhesiones,
se irradian a los medios de comunicación y generan opinión pública;
mientras que en ciertas ocasiones, dan lugar a un nuevo sentido co-
mún. Y cuando esas demandas logran materializarse en acuerdos,
leyes, presupuestos, inversiones, reglamentos, se vuelven materia de
Estado. Precisamente eso es el Estado: una cotidiana trama social en-
tre gobernantes y gobernados, en la que todos, con distintos niveles de
influencia, eficacia y decisión, intervienen en torno de la definición de
lo público, lo común, lo colectivo y lo universal.

Ya sea como un continuo proceso de monopolización de la coerción, del


uso de los tributos, de los bienes comunes, de los universales dominan-
tes, de la redacción y gestión de la ley que abarcará a todos; o como
institución de derechos (a la educación, a la salud, a la seguridad, al
trabajo y a la identidad), el Estado —que es precisamente todo lo an-
terior en proceso— es un flujo, una trama fluida de relaciones, luchas,
conquistas, asedios, seducciones, símbolos, discursos que disputan
bienes, símbolos, recursos y su gestión monopólica. El Estado defini-
tivamente es un proceso, un conglomerado de relaciones sociales que
se institucionalizan, se regularizan y se estabilizan (por eso “Estado”,
que refiere a estabilidad), pero con la siguiente particularidad: se trata
de relaciones y de procesos sociales que institucionalizan vínculos de
dominación político-económico-cultural-simbólica para la reproducción
y “naturalización” de la dominación político-económico-cultural-simbó-
lica. El Estado es en algunos casos una institución, una máquina de
procedimientos, pero esa máquina de procedimientos, esa materialidad
son relaciones, flujos de luchas cosificados que objetivizan la cualidad
de las relaciones de fuerza de esos flujos y luchas sociales.

La sociedad, el Estado y sus instituciones son como la geografía apaci-


ble de una campiña. Parecen estáticas, fijas, inamovibles. Pero eso solo
es la superficie; por debajo de esa geografía hay intensos y candentes
flujos de lava que circulan de un lugar a otro, que se sobreponen unos
frente a otros y que van modificando desde abajo la propia topografía.
Y cuando vemos la historia geológica, con fases de duración de millones
de años, vemos que esa superficie fue trabajada, fue fruto de corrientes
de lava ígnea que brotaron a la superficie arrasando a su paso toda la

El Estado y la vía democrática al socialismo 51


anterior fisonomía, creando en su flujo montañas, valles, precipicios;
que con el tiempo, se solidificaron y dieron lugar a la actual geografía.

Las instituciones son como la geografía: solidificaciones temporales de


luchas, de correlaciones de fuerza entre distintos sectores sociales y de
un estado de esa correlación de fuerzas que, con el tiempo, se enfrían
y petrifican como norma, institución, procedimiento. En el fondo, las
instituciones nacen de luchas pasadas y, con el tiempo, olvidadas y pe-
trificadas; en sí mismas son luchas objetivadas, pero además, sirven
a esas luchas, expresan la correlación de fuerzas dominante de esas
luchas pasadas que ahora, con el olvido, funcionan como estructuras
de dominación sin aparecer como tales estructuras de dominación. Se
trata de una doble eficacia de dominación: son fruto de la dominación
para la dominación; pero dominan, con el tiempo, sin aparecer como
tales estructuras de dominación.

2. El Estado como proceso paradojal: materia


e idea, monopolización y universalización
Por lo tanto, el Estado es un conglomerado de instituciones paradojales.
En primer lugar, representa relaciones materiales e ideales; en segun-
do lugar, es un proceso de monopolización y de universalización. Y en
esta relación paradojal es donde anidan el secreto y el misterio efectivo
de la relación de dominación.

Decimos que el Estado es materia porque cotidianamente se presenta


ante el conjunto de las ciudadanas y los ciudadanos como instituciones
en las que se realizan trámites o certificados, como leyes que deben ser
cumplidas a riesgo de sufrir sanciones, y como procedimientos a seguir
para alcanzar reconocimientos o certificaciones, por ejemplo, educati-
vas, laborales, territoriales, etc. Además, el Estado se presenta tam-
bién materialmente como tribunales, cárceles que recuerdan el destino
del incumplimiento de la legalidad, ministerios donde se hacen llegar
los reclamos y se exigen derechos, etc. Pero por otra parte, el Estado
es asimismo idea y símbolo. De hecho, es más idea y símbolo que mate-
ria, y es el único lugar del mundo donde la idea antecede a la materia
porque la idea-fuerza, la propuesta social, el proyecto de gobierno, la
enunciación discursiva triunfante en la trama de discursos que define
el campo social, devienen en materia estatal, ley, decreto, presupuesto,
gestión, ejecución, etc.

52 La construcción del Estado y la vía democrática al socialismo


El Estado está constituido por un conjunto de saberes aprendidos sobre
la historia, la cultura, las ciencias naturales o la literatura. Pero el
Estado también representa las acreditaciones que validan las jerar-
quías militares, educativas o sociales detrás de las cuales organiza-
mos nuestras vidas (sin saber bien de dónde vinieron); los miedos, las
prohibiciones, los acatamientos respecto a lo socialmente correcto y lo
socialmente punible; las aceptaciones de los monopolios reguladores
de la civilidad; las tolerancias a la autoridad policial o civil; las resig-
naciones ante las normas que regulan los trámites, los derechos, las
certificaciones; los procedimientos legales, financieros o propietarios,
aprendidos, asumidos y acatados; las señalizaciones entendidas sobre
lo debido o indebido; la organización mental preparada para desenvol-
verse exitosamente en medio de todas esas señalizaciones sociales ru-
tinarias; la cultura interiorizada por la escuela, por los rituales cívicos,
por los reconocimientos instituidos y reconocidos como tales; todo eso
es el Estado. Y en ese sentido, se puede decir que significa una manera
de conocer el mundo existente y de desenvolverse en este tal como ha
sido instituido; de saber traducir en acción posible los símbolos del or-
den dominante instituido y saber desenvolver las acciones individuales
o colectivas, ya sea como obreros, campesinos, estudiantes o empresa-
rios, según esas cartas de navegación social que están inscritas en las
oficinas, las escuelas, las universidades, el Parlamento, los tribunales,
los bancos, etc.

El Estado es el constante proceso de estabilización de las relaciones


existentes (relaciones de dominación) en los cuerpos y marcos de per-
cepción y de organización práctica del mundo de cada persona; es la
constante formación de las estructuras mentales con las que las per-
sonas entienden el mundo existente y con las cuales actúan ante ese
mundo percibido. Estado son, por tanto, las estructuras mentales, los
esquemas simbólicos, los sistemas de interpretación del mundo que ha-
cen que cada individuo sea uno con capacidad de operar y desenvolverse
en ese mundo, que claramente está jerarquizado pero que al haber-
se hecho esquema de interpretación y acción posible en el cuerpo de
cada persona, deja de ser visto como extraño y más bien deviene como
un mundo “naturalizado” por el propio sistema de organización ideal
del mundo objetivado en la mente y el cuerpo de cada individuo. Por
lo tanto, el Estado es también un conjunto de ideas, saberes, procedi-
mientos y esquemas de percepción, que viabilizan la tolerancia de las
estructuras de autoridad instituidas. En cierta medida, se podría decir

El Estado y la vía democrática al socialismo 53


que el Estado es la manera en que la realidad dominante escribe su
gramática de dominación en el cuerpo y en la mente de cada persona,
en el cuerpo colectivo de cada clase social; y a la vez representa los pro-
cedimientos de producción simbólica, discursiva y moral con que cada
persona y cada cuerpo colectivo se mira a sí mismo y actúa como cuerpo
en el mundo. En ese sentido, se puede decir que el Estado es materia y
es idea: 50% materia, 50% idea.

De la misma forma, en el otro eje de su dimensión paradojal, el Estado


es un constante proceso de concentración y monopolización de decisio-
nes, y a la vez un proceso de universalización de funciones, conocimien-
tos, derechos y posibilidades.

El Estado es monopolio de la coerción (tal como lo estudió Max Weber5),


pero también proceso de monopolización de los tributos (tal como fue
estudiado por Norbert Elias6), de las certificaciones educativas, de las
narrativas nacionales, de las ideas dominantes, es decir, de los esque-
mas de percepción y acción mental con los que las personas entienden
y actúan en el mundo; en otras palabras, es proceso de monopoliza-
ción del sentido común, del orden simbólico7, o siguiendo a Émile Dur-
kheim8, de los principios morales y lógicos con los que las personas son
lo que son en el mundo. La monopolización constante de los saberes y
procedimientos organizativos del orden social es la principal cualidad
visible del Estado. Se trata de una monopolización de los principios or-
ganizativos de la vida material y simbólica de la sociedad.

Sin embargo, no puede existir monopolio legítimo (cualidad primaria


del Estado) sin socialización o universalización de los procedimientos,
saberes, conquistas, derechos e identidades. La alquimia social funcio-
na de tal modo que la apropiación de los recursos (coerción, tributos,
saberes, etc.) solo puede funcionar mediante la comunitarización gene-
ral de ellos. En cierta medida, el Estado es una forma de comunidad,
ya sea territorial, lingüística, educativa, histórica, mental, espiritual
o económica; no obstante, esa comunidad solamente puede constituirse
en tanto se instituye para ser simultáneamente usurpada y monopoli-
zada por unos pocos. El Estado es un proceso histórico de construcción
de lo común, que no bien está en pleno proceso de constitución como

5 Max Weber, Economía y sociedad...


6 Norbert Elias, El proceso de la civilización..., p. 431.
7 Pierre Bourdieu, Sobre el Estado, pp. 14 y 173.
8 Émile Durkheim: Las formas elementales..., pp. 15-16.

54 La construcción del Estado y la vía democrática al socialismo


común, como universal, simultáneamente es monopolizado por algunos
(los gobernantes); así se produce precisamente un monopolio de lo co-
mún. El Estado no representa un monopolio de los recursos privados,
sino un monopolio de los recursos comunes, de los bienes comunes; y
justamente en esta contradicción se encuentra la clave del Estado, es
decir, de la dominación social.

El Estado solamente puede producirse en la historia contemporánea


si produce (como fruto de las luchas y de las relaciones sociales) bienes
comunes, recursos pertenecientes a toda la sociedad, como la legalidad,
la educación, la protección, la historia cívica, los aportes económicos
para el cuidado de los demás, etc.; pero estos bienes comunes única-
mente pueden realizarse si al mismo tiempo de producirse, también se
inicia el proceso de su monopolización, su concentración y su adminis-
tración por unos pocos que, al realizar esa monopolización, consagran
la existencia misma de los bienes comunes. Ahora bien, no puede exis-
tir una dominación impune. Los bienes comunes son creados, perma-
nentemente ampliados y demandados, pero solo existen si son a la vez
monopolizados; todo ello no puede suceder como una simple y llana ex-
propiación privada; de hacerlo, entonces el Estado dejaría de ser Estado
y devendría en un patrimonio de clase o de casta, perdería legitimidad
y sería revocado.

El Estado será Estado, o en otros términos, la “condensación de corre-


lación de fuerzas” poulantziana devendrá en una institución duradera
de dominación (en Estado), solamente en la medida en que los monopo-
lizadores de esos bienes comunes sean capaces de gestionar a su favor
ese monopolio, haciéndoles creer, entender y aceptar a los demás que
esos bienes comunes monopolizados en su gestión son bienes comunes
que favorecen también al resto (a los creadores y partícipes de esos
bienes comunes). Allí radica el secreto de la dominación: en la creencia
experimentada de una doble comunidad, monopolizada en su adminis-
tración por unos pocos, dejando por tanto de ser una comunidad real,
para convertirse en lo que Marx llamaba una “comunidad ilusoria”9,
pero comunidad al fin.

La dominación estatal es la correlación de fuerzas sociales que instala


en la vida cotidiana y en el mundo simbólico de las personas una doble
comunidad ilusoria. Por una parte, la comunidad de los bienes comu-

9 Carlos Marx y Federico Engels, “La ideología alemana...”, pp. 31.

El Estado y la vía democrática al socialismo 55


nes que da lugar a los bienes del Estado, a saber, los tributos comunes
(es decir, la universalización de la tributación), la educación común (es
decir, la universalización de la educación escolar y universitaria), los
derechos de ciudadanía (es decir, la universalización de los derechos
jurídicos, sociales, políticos), las instituciones y las narrativas comu-
nes (es decir, la universalidad de la comunidad nacional), los esquemas
morales y lógicos de la organización del mundo (es decir, la universali-
zación del sentido común y el orden simbólico de la sociedad). Nos refe-
rimos a bienes comunes construidos para todos (primera comunidad),
pero que son organizados, propuestos y liderados por unos pocos (pri-
mer monopolio); aunque a la vez, estos bienes comunes son repartidos y
distribuidos para ser de todos los miembros del Estado (segunda comu-
nidad), no obstante esa distribución es al mismo tiempo gestionada y
regulada por unos pocos para que solo ellos puedan usufructuar de ella
en mayor cantidad, con mayor facilidad y con capacidad real de decisión
y administración (segundo monopolio).

Así, el Estado se presenta como un proceso de regulación jerarquizada


de los bienes comunes. Únicamente podemos hablar de Estado (comu-
nidad) cuando existen bienes comunes que involucran a toda la socie-
dad; pero esa comunidad solo puede gestionarse y usufructuarse de
manera jerarquizada, y hasta cierto punto solamente si es expropiada
por unos pocos (monopolio). De ahí que Marx haga referencia al Estado
adecuadamente como una “comunidad ilusoria”, pues el Estado es una
relación social de fuerzas de construcción de bienes comunes que son
monopolizados y usufructuados, en mejores condiciones, por unos po-
cos. Allí radica no solo la legitimidad del Estado, sino la legitimación o
la naturalización de la dominación.

A ello se debe la continua fascinación por el Estado que manifiestan


los distintos grupos sociales y, especialmente, los proyectos emanci-
patorios de las clases plebeyas; en el fondo, ahí está la búsqueda de la
comunidad. Pero también ahí se encuentra la continua frustración de
los proyectos, mientras no sean capaces de superar lo ilusorio de esa
comunidad, a saber, la monopolización de la gestión y producción de la
comunidad.

El proceso social llamado Estado es un proceso de formación de las


hegemonías o bloques de clase; es decir, de la capacidad de un bloque
histórico de articular en su proyecto de sociedad a las clases que no son
parte dirigente de ese proyecto. Sin embargo, en la lucha por el poder

56 La construcción del Estado y la vía democrática al socialismo


del Estado, siempre existe una dimensión emancipadora, un potencial
comunitario que deberá develarse al momento de la confrontación con
las relaciones de monopolización que anidan en el proyecto o voluntad
estatal.

La universalidad y la comunidad son necesidades sociales, humanas.


Pero esa comunidad, desde la disolución de la comunidad agraria an-
cestral hasta nuestros días, solo se ha presentado bajo la forma de su
administración monopólica; es decir, bajo la forma de un bloque diri-
gente institucionalizado como Estado. Y al igual que la abstracción del
dinero (que únicamente puede ser el equivalente general de todos los
productos y garantizar la realización social de los valores de uso —de
las mercancías—), esta relación de universalización monopolizada, de
bienes comunes monopolizados por pocos, llamada Estado, también ha
devenido en una relación-institución superpuesta a la propia sociedad,
que adquiere vida propia, no solo en la vida cotidiana de las personas,
sino en la propia vida intelectual y política. En el fondo, el “Estado-ins-
trumento” de las izquierdas del siglo xx es un efecto de esta fetichiza-
ción de la relación social concebida como cosa con vida propia.

Pero ¿por qué las personas no pueden intercambiar directamente los


productos de sus trabajos a partir de las cualidades concretas de es-
tos y tienen entonces que apelar a la forma dinero, que a la larga se
autonomiza y domina a los propios productores? Esa es, en el fondo, la
gran pregunta cuya respuesta atraviesa los tres tomos de El capital
de Marx. Y esa pregunta es completamente isomorfa a la siguiente:
¿por qué las personas no pueden construir una comunidad en sus que-
haceres diarios, educativos, culturales, económicos y convivenciales, y
tienen que hallarla en el proceso de monopolización de los bienes comu-
nes, es decir, en el Estado?

La forma dinero tiene pues la misma lógica constitutiva que la forma


Estado, e históricamente ambas corren paralelas, alimentándose mu-
tuamente. Tanto el dinero como el Estado recrean ámbitos de universa-
lidad o espacios de sociabilidad humana. En el caso del dinero, permite
el intercambio de productos a escala universal, y con ello facilita la rea-
lización del valor de uso de los productos concretos del trabajo humano,
que se plasma en el consumo (satisfacción de necesidades) de otros se-
res humanos. No cabe duda de que esta es una función de sociabilidad,
de comunidad. Sin embargo, se la cumple a partir de una abstracción
de la acción concreta de los productores, validando y consagrando la se-

El Estado y la vía democrática al socialismo 57


paración entre ellos, que concurren a sus actividades como productores
privados. La función del dinero emerge de esta fragmentación material
de los productores-poseedores, la reafirma, se sobrepone a ellos y, a la
larga, los domina en su propia atomización/separación como produc-
tores-poseedores privados; aunque únicamente puede hacer todo ello,
puede reproducir este fetichismo, porque simultáneamente recrea so-
cialidad, sedimenta comunidad, aun cuando se trata de una socialidad
abstracta, de una “comunidad ilusoria” fallida, pero que funciona en la
acción material y mental de cada miembro de la sociedad. De la misma
forma, el Estado cohesiona a los miembros de una sociedad, reafirma
una pertenencia y unas tenencias comunes a todos ellos, pero lo hace a
partir de una monopolización-privatización del uso, gestión y usufructo
de esos bienes comunes.

En el caso del dinero, este proceso acontece porque los productores no


son partícipes de una producción directamente social, que les permi-
tiría acceder a los productos del trabajo social sin la mediación del di-
nero, sino como simple satisfacción de las necesidades humanas. En el
caso del Estado, este proceso acontece porque los ciudadanos no son
miembros de una comunidad real de productores, que producen sus
medios de existencia y de convivencia de manera asociada y que se
vinculan entre sí de manera directa, sino que lo hacen mediados por el
Estado. Por ello, podemos afirmar que la lógica de las formas del valor y
del fetichismo de la mercancía, descrita magistralmente por Marx en el
primer tomo de El capital10, es sin duda la profunda lógica que también
da lugar a la forma Estado, y a su fetichización11.

En esta conversión continua del Estado como condensación de los bie-


nes, de los derechos, de las instituciones universales que atraviesan a
toda sociedad, que simultáneamente es monopolizada y concentrada
por unos pocos —pues si no, no sería Estado—, radica la clave del mis-
terio del “fetichismo de la dominación”.

Al final, el Estado, sus aparatos y sus centros de emisión discursiva, de


educación, persuasión y coerción, están bajo el mando de un conglome-
rado reducido de la sociedad (por eso es un monopolio), cuyo monopolio
solo puede actuar si a la vez interactúa como adhesión, fusión y colabo-
ración con los poseedores de otros monopolios del dinero, de los medios

10 Karl Marx, El capital, pp. 43-102.


11 Por eso se puede afirmar, de manera categórica, que el núcleo de la teoría marxista sobre el
Estado y el poder es la teoría de las formas del valor tratada en el capítulo primero de El capital.

58 La construcción del Estado y la vía democrática al socialismo


de producción y, ante todo, con la inmensa mayoría de la población que
no posee monopolio alguno, pero que debe sentirse beneficiada, protegi-
da y guiada por esos detentadores del monopolio estatal.

3. La subversión intersticial
Cuando Poulantzas nos dice que el Estado es una relación entre las
clases poseedoras y una relación con las clases populares, no solo está
criticando la lectura del Estado como cosa, como aparato externo a la
sociedad, que fue la que dio origen a las fallidas estrategias elitistas o
reformistas de destrucción o de ocupación del Estado que supusieron,
en ambos casos, la consagración de nuevas elites dominantes, ya sea
por la vía armada o la vía electoral. Poulantzas también nos está in-
vitando a reflexionar sobre el Estado como una relación que busca la
dominación, y no como el punto de partida para explicar las cosas y es-
tablecer estrategias revolucionarias; más bien como el punto de llegada
de complejos procesos y luchas sociales que dan lugar, precisamente,
a la dominación. Entonces, la dominación no es el punto de partida
rígido para explicar la sociedad, sino por el contrario, es el proceso, el
devenir, el continuo artificio social lleno de posibilidades, a veces, de
incertidumbres tácticas, de espacios huecos de la dominación, que son
precisamente los espacios que habilitan la posibilidad de la emancipa-
ción o la resistencia.

Si como sostiene cierto marxismo anquilosado el Estado es una máqui-


na monolítica al servicio de una clase y, encima, el garante de la do-
minación ya consagrada, entonces no existe un espacio para la posible
liberación a partir de los propios dominados. Y de ser así, la emancipa-
ción solo puede venir pues de la mano de una “vanguardia” consciente
e inmunizada contra las ilusiones de la dominación; es decir, de ciertos
iluminados y especialistas que se encontrarían al margen de la domi-
nación que aplasta los cerebros de las clases populares. Pero ¿cómo es
que estos iluminados se pueden mantener al margen de la dominación?
¿Cómo es que no forman parte de la sociedad, ya que solo así se explica
que no sean parte de la trama de la dominación? He ahí el gran miste-
rio que los denominados “artífices de las vanguardias” nunca han podi-
do responder para dar un mínimo de seriedad lógica a sus postulados.

Siguiendo ese razonamiento, la sustitución de clases y la emancipación


de las clases populares solo podrían venir desde “afuera” y no por obra
de las propias clases populares; peor aún, solamente surgirían desde

El Estado y la vía democrática al socialismo 59


afuera de la sociedad, desde una especie de metasociedad que anidaría
en los cerebros impolutos de una vanguardia. Ese fue justamente el
discurso metafísico y el fallido camino del marxismo dominante del
siglo xx y de las llamadas “revoluciones socialistas”, el horizonte de-
rrotado por la victoria neoliberal mundial de fines del siglo XX. En ese
sentido, repensar el marxismo vivo para el siglo XXI, el socialismo en
nuestros tiempos, requiere superar esa trampa instrumentalista del
Estado; y precisamente ahí se encuentra el aporte de Nicos Poulantzas.

En ese sentido, si la dominación no es el punto de partida para expli-


car el mundo, sino un proceso que se está creando a diario, que tiene
que actualizarse y verificarse a diario, eso significa que ella no es un
destino fatal o ineluctable. Justamente, es en los huecos de la domi-
nación, en los intersticios del Estado y en su cotidiana incertidumbre
de realización, donde se encuentra, anida y surge la posibilidad de la
emancipación. Tal como lo muestra la historia de las verdaderas revo-
luciones, en medio de la pasividad, de la tolerancia consuetudinaria de
las clases menesterosas, de las complicidades morales entre gobernan-
tes y gobernados, de pronto algo salta, una memoria de organización
se gatilla, las tolerancias morales hacia los gobernantes estallan, los
viejos discursos de orden ya no convocan y nuevos idearios e ideas (an-
teriormente marginales) comienzan a seducir y a convocar cada vez a
más personas. La dominación se quiebra desde el interior mismo del
proceso de dominación.

El Estado como monopolio de decisiones universalizantes se ve interpe-


lado desde adentro. Es como si su fundamento escondido de comunidad
deseada emergiera en las expectativas de la población, para dar lugar
a la irrupción de voluntades colectivas que se reapropian de las ca-
pacidades de deliberación, imaginación y decisión; surgen esperanzas
prácticas de maneras distintas de gestionar lo común. Ciertamente, a
veces esas acciones prácticas se proyectan a otros representantes que
simplemente reactualizan el funcionamiento de los viejos monopolios
estatales con nuevos rostros. Pero a veces, en el horizonte comienzan a
despuntar nuevas creencias movilizadoras que alimentan el entusias-
mo social (al principio, en pequeños sectores, luego, en regiones, y tal
vez más tarde, a escala nacional). Y cuando este despertar social no
solo se condensa en nuevas personalidades elegidas, sino que revoca a
las viejas élites representantes y desborda la representación electoral
con nuevas formas de participación, de movilización extraparlamenta-
ria, plebeya, y encima busca sustituir los profundos esquemas menta-

60 La construcción del Estado y la vía democrática al socialismo


les con los que la gente organiza moral y lógicamente su vida cotidiana,
entonces surgen las revoluciones. Cuando todo ello sucede, estamos
ante procesos revolucionarios que afectan la estructura misma de las
jerarquías sociales en la toma de decisiones, que diluyen las viejas cer-
tidumbres sobre el destino y lanzan a la gente a participar y a creer en
otras maneras de gestionar los asuntos comunes. En otras palabras,
estamos ante una crisis general de Estado, cuya resolución solo puede
transitar por dos vías: por una restauración de las viejas creencias o
relaciones de fuerzas, o por unas nuevas relaciones de fuerza, creencias
movilizadoras y modos de participación, es decir, por una nueva forma
estatal, cuyo grado de democratización social dependerá de la propia
capacidad con la que los subalternos sean capaces de sostener, en las
calles y en las instituciones, la participación en la gestión de lo común.

La lectura relacional del Estado propuesta por Poulantzas nos permite


esa reflexión, pero también una crítica a lo que podríamos denominar
“la propuesta abdicante respecto al poder del Estado”, que aunque se
mostraba débil en los tiempos del sociólogo griego, hoy en día está muy
de moda en ciertos sectores de la izquierda desesperanzada. Aquellos
que proponen “cambiar el mundo sin tomar el poder”12 suponen que las
luchas populares, los saberes colectivos, los esquemas de organización
del mundo y las propias identidades sociales (nacionales o comunita-
rias) están al margen del Estado cuando en realidad se trata de orga-
nizaciones de saberes e identidades, en unos casos, constituidos frente
al Estado, pero reafirmados y legitimados precisamente por su eficacia
ante y en el Estado, cuyos logros están inscritos como derechos de ciu-
dadanía en el propio armazón material estatal. Y en otros casos, pro-
movidos desde el Estado, pero cuya eficacia radica en su capacidad de
articular expectativas y necesidades colectivas, y que al hacerlo se con-
vierten en hábito o memoria práctica de los propios sectores populares.

Esta lectura abdicante del poder constituye en realidad la contraparte de


la lectura instrumental del Estado, pues al igual que esta última supone
que la sociedad y las clases subalternas construyen su historia al mar-
gen del Estado, y que este existe al margen y por encima de ellas. Olvi-
dan que, en realidad, el Estado no solo condensa la propia subalternidad
de las clases, sino que es la subalternidad misma en estado institucional
y simbólico; pero adicionalmente, el Estado también es la comunidad so-
cial, los logros comunes, los bienes colectivos conquistados, aunque bajo

12 John Holloway, Cambiar el mundo...

El Estado y la vía democrática al socialismo 61


una forma fetichizada. “Cambiar el mundo sin tomar el poder” es pensar
que el poder es una propiedad y no una relación, que es una cosa externa
a lo social y no un vínculo social que nos atraviesa a todos.

En ese tipo de razonamiento y visión se deja inermes a las clases subal-


ternas ante la realidad de su propia historia, de sus propias luchas por
construir bienes comunes, de sus propias complicidades inertes con la
estatalidad constituida. De ahí que lo que intentan hacer es una revolu-
ción social sin sociedad, o construir otro mundo sin los habitantes rea-
les del mundo actual. No entienden que la sociedad real, que el mundo
social real, ha construido la estatalidad con sus logros y sus desdichas,
ha labrado los bienes comunes y ha asistido a la expropiación silenciosa
de esos bienes comunes suyos. Y que, si en algún momento ha de haber
una revolución, esta ha de ser hecha por esas personas “contamina-
das” y estatalizadas que en un momento de su vida colectiva se sienten
asfixiadas por esos monopolios de lo suyo, se sienten estafadas por los
monopolizadores de sus bienes comunes y se lanzan a la insumisión
justamente porque viven el monopolio de su trabajo social y deciden
romperlo desde la experiencia misma del monopolio, desde los intersti-
cios del mismo Estado y desde su propia experiencia de la estatalidad.

“Cambiar el mundo sin tomar el poder” es la plegaria de una nueva


vanguardia espiritual de “puros”, que por serlo demasiado no tienen
nada que ver con las clases subalternas, que en sí mismas son la con-
densación de luchas y de relaciones de poder; y que para dejar de ser
clases subalternas, lejos de apartarse del “mundo contaminado del po-
der”, trastocarán precisamente la estructura de esas relaciones de po-
der, es decir, se transformarán a sí mismas y, a través ello, al propio
Estado, que no expresa simplemente lo que ellas son en su subalterni-
dad, sino que también hace de ellas lo que ahora son.

El repliegue a la autonomía local olvida que los sectores subalternos


no son autónomos respecto del Estado: pagan impuestos, usan dinero,
consumen servicios, van a la escuela, usan los tribunales, etc. Pero,
además, al proclamar la lucha “por fuera” del Estado, dejan a los que lo
controlan el monopolio absoluto de él y de las relaciones de dominación.
Ciertamente, se trata de una posición elitista y, a la larga, conservado-
ra, que se margina de las propias luchas sociales populares que inevi-
tablemente pasan por el Estado y son Estado.

62 La construcción del Estado y la vía democrática al socialismo


4. La vía democrática al socialismo
Finalmente, quisiera revisar rápidamente un segundo concepto clave
en el último libro escrito por Poulantzas; más específicamente en el últi-
mo capítulo de ese libro, que titula: “Hacia un socialismo democrático”.

Si el Estado capitalista moderno es una relación social que atraviesa a


toda la sociedad y todos sus componentes —las clases sociales, las iden-
tidades colectivas, sus ideas, su historia y sus esperanzas—, entonces
el socialismo, entendido como la transformación estructural de las re-
laciones de fuerzas entre las clases sociales, necesariamente tiene que
atravesar el propio Estado, que por otra parte no es más que la institu-
cionalización material e ideal, económica y cultural, de esa correlación
de fuerzas sociales. Y lo atraviesa justamente como la democratización
sustancial de las decisiones colectivas, de la gestión de lo común, como
desmonopolización creciente de la producción de los universales cohe-
sionadores; es decir, como irrupción de la democracia en las condiciones
materiales y simbólicas de la existencia social.

De acuerdo con Poulantzas, siete son las características de esta vía


democrática al socialismo:

• es un largo proceso;

• las luchas populares despliegan su intensidad en las propias con-


tradicciones del Estado, modificando las relaciones de fuerza en su
seno mismo;

• las luchas transforman la materialidad del Estado;

• las luchas reivindican y profundizan el pluralismo político


ideológico;

• las luchas profundizan las libertades políticas, el sufragio univer-


sal de la democracia representativa;

• se desarrollan nuevas formas de democracia directa y de focos


autogestionarios;

• todo eso acontece en la perspectiva de la extinción del Estado13.

13 Nicos Poulantzas, Estado, poder y socialismo, pp. 307-326.

El Estado y la vía democrática al socialismo 63


Cuando Poulantzas menciona que la vía democrática al socialismo es
un “largo proceso”, se refiere a que no se trata de un golpe de mano,
un asalto al Estado, una victoria electoral o armada, ni mucho me-
nos un decreto. Desde la lógica relacional, el socialismo consiste en la
transformación radical de la correlación de fuerzas entre las clases an-
teriormente subalternas, que ha de materializarse en distintos nodos
institucionales del Estado que condensan precisamente esa correlación
de fuerzas. Pero también —añadiríamos nosotros— significa, en esta
misma lógica, continuas transformaciones en las formas organizativas
de las clases laboriosas, en su capacidad asociativa y de participación
directa, y, por sobre todo, en lo que denominamos la “dimensión ideal”
del Estado, es decir, en las ideas-fuerza de la sociedad, en el conjunto
de esquemas morales y lógicos con los que la gente organiza su vida
cotidiana.

De hecho, esta dimensión ideal del Estado —a veces soslayada por Pou-
lantzas— es quizás la más importante de transformar, pues incluso lo
más material del Estado (los aparatos de coerción) es eficaz solamen-
te si preserva la legitimidad de su monopolio; es decir, si existe una
creencia socialmente compartida acerca de su pertinencia y necesidad
práctica. Entonces, la idea de proceso hace referencia a un despliegue
de muchas transformaciones en las correlaciones de fuerzas, en la tota-
lidad de los espacios dentro de la estructura estatal y también por fuera
de ella; aunque sus resultados difieran en el tiempo. Pero, ciertamente,
no se trata de una acumulación de cambios graduales en el interior del
Estado, tal como propugnaba el viejo reformismo.

Interpretando esto desde la experiencia boliviana, ese proceso significa


un despliegue simultáneo de intensas luchas sociales en cada uno de
los espacios de las estructuras estatales, donde se producen profundas
transformaciones en las correlaciones de fuerzas entre los sectores so-
ciales con capacidad de decisión y en la propia composición material de
esas estructuras estatales; esto es válido tanto para los sistemas de re-
presentación electoral (victorias electorales), como para la administra-
ción de los bienes comunes (políticas económicas) y para la hegemonía
política (orden simbólico del mundo).

La hegemonía es la creciente irradiación de una esperanza movilizado-


ra en torno de una manera social de administrar los bienes comunes de
todos los connacionales, pero también es la modificación de los esque-
mas morales y lógicos con los que las personas organizan su presencia

64 La construcción del Estado y la vía democrática al socialismo


en el mundo. Antonio Gramsci tiene razón cuando dice que las clases
trabajadoras deben dirigir y convencer a la mayor parte de las clases
sociales en torno de un proyecto revolucionario de Estado, economía y
sociedad. Aunque Lenin también tiene razón cuando afirma que el pro-
yecto dominante debe ser derrotado. Se dice que existen dos versiones
respecto a la hegemonía política: la de convencer (gramsciana) y la de
derrotar (leninista).

Nuestra experiencia en Bolivia nos enseña que la hegemonía es en rea-


lidad la combinación de ambas. Primero está el irradiar y convencer
en torno de un principio de esperanza movilizadora (tal como lo de-
mandaba Gramsci). Hablamos de un largo trabajo cultural, discursi-
vo, organizativo y simbólico, que va estableciendo nodos de irradiación
territorial en el espacio social, y cuya eficacia se pone a prueba al mo-
mento del vaciamiento y resquebrajamiento de las tolerancias morales
entre los gobernantes y los gobernados, o en momentos de disponibili-
dad social para revocar los esquemas morales y lógicos del orden social
dominante.

Uno nunca puede saber con precisión cuándo emergerá ese momento
de revocación de las antiguas fidelidades políticas y, de hecho, hay ge-
neraciones sociales, revolucionarios, académicos y líderes sociales que
trabajan décadas y mueren antes de ver algún resultado. Sin embargo,
esos momentos de la sociedad en los que ella se abre a una revocatoria
de creencias sustanciales sí existen; y entonces es ahí cuando la larga y
paciente labor de construcción cultural, simbólica y organizativa pone
a prueba su capacidad irradiadora para articular esperanzas movili-
zadoras, a partir de las potencias latentes dentro del propio tramado
de las clases subalternas. La constitución de un “empate catastrófico”14
de dos proyectos sociales confrontados con capacidad de movilización,
convencimiento moral e irradiación territorial propia de los procesos
revolucionarios, surgirá de esta estrategia de “guerra de posiciones”15.

Sin embargo, después llega un momento, que podemos llamar el “mo-


mento robespieriano”, en el que se debe derrotar la estructura discur-
siva y organizativa de los sectores dominantes, y ahí quien tiene razón
es Lenin.

14 A. Gramsci, Notas sobre Maquiavelo..., pp. 71-72 y 74.


15 Ibíd., p. 80.

El Estado y la vía democrática al socialismo 65


Ningún poder se retira del campo de fuerzas por mera constatación o
deterioro; al contrario, hace todo lo posible, incluso busca recurrir a la
violencia para preservar su mando estatal. Entonces, en medio de una
insurgencia social por fuera del Estado, y por dentro de las propias
estructuras institucionales del Estado, se tiene que derrotar el viejo
poder decadente, atravesando lo que se podría llamar un “punto de
bifurcación”16, en el que las fuerzas, acumuladas en todos los terrenos
de la vida social a lo largo de décadas, se confrontan de manera desnu-
da, lo que da lugar a una nueva correlación y una nueva condensación
de ellas. Y es que una correlación de fuerzas no deviene en otra sin
una modificación de la fuerza en sentido estricto; por eso el cambio de
dirección y de posición de la correlación de fuerzas requiere un “punto
de bifurcación” o un cambio en las propias fuerzas que se confrontan.
Por lo tanto, la inclinación leninista por una “guerra de movimientos”
(como la definía Gramsci) no es una particularidad de las revoluciones
en “oriente” con una débil sociedad civil, sino una necesidad común
frente a cualquier Estado del mundo, que en el fondo no es más que
una condensación de correlación de fuerzas entre las clases sociales. La
estrategia revolucionaria radica en saber en qué momento del proceso
se aplica la “guerra de movimientos” y en qué otro la “guerra de posi-
ciones”; el punto es que una no puede existir sin la otra.

Una vez atravesado el punto de bifurcación que reestructura radical-


mente la correlación de fuerzas entre las clases sociales, dando lugar a
un nuevo bloque de poder dirigente de la sociedad, se tiene que volver
a articular y convencer al resto de la sociedad, incluso a los opositores
(que no desaparecen), aunque su articulación ya no será como clases do-
minantes, sino como clases derrotadas, es decir, desorganizadas y sin
proyecto propio. Y aquí entonces entra nuevamente en escena Gramsci,
con la lógica del convencimiento y la reforma moral e intelectual. En
este caso, la fórmula es: convencer e instaurar, en palabras de Ernst
Bloch, el “principio esperanza”17; en otros términos, derrotar al proyec-
to dominante e integrar en torno de los nuevos esquemas morales y
lógicos dominantes al resto de la sociedad. He ahí la fórmula de la he-
gemonía política, del proceso de construcción de la nueva forma estatal.

A riesgo de esquematizar la idea del socialismo como proceso, podría-


mos distinguir entre los nudos principales, los nudos decisivos y los

16 Álvaro García Linera, “Estado y revolución: empate catastrófico...”, pp. 35-44, y Las tensiones
creativas...
17 Ernst Bloch, El principio esperanza.

66 La construcción del Estado y la vía democrática al socialismo


nudos estructurales que requiere una revolucionarización de forma y
contenido social para un tránsito democrático hacia el socialismo. Los
nudos principales de revolucionarización de la correlación de fuerzas
serían:

• el gobierno;

• el parlamento;

• los medios de comunicación.

Los nudos decisivos:

• la experiencia organizativa autónoma de los sectores subalternos;

• la participación social en la gestión de los bienes comunes;

• el uso y la función redistributiva de los recursos públicos;

• las ideas fuerza u horizontes de época con las que las personas se
movilizan.

Y los nudos estructurales:

• las formas de propiedad y gestión sobre las principales fuentes


de generación de riqueza, en la perspectiva de su socialización o
comunitarización;

• los esquemas morales y lógicos con que las personas conocen y ac-
túan en el mundo, capaces de ir desmontando procesualmente los
monopolios de la gestión de los bienes comunes de la sociedad.

Tenemos, entonces, nudos principales, decisivos y estructurales; pero


no se trata de condensaciones de fuerzas graduales y en ascenso, sino
de componentes concéntricos de las luchas de clases que revelan la com-
posición social, económica, política y simbólica del campo social, de la
trama social y del proceso estatal en marcha.

Cuando solo se dan cambios en los nudos principales, estamos ante re-
novaciones regulares en los sistemas políticos dentro del mismo orden
estatal. Si los cambios se presentan en los nudos principales y en los
nudos decisivos, estamos ante revoluciones democráticas y políticas que
renuevan el orden estatal capitalista dominante bajo formas de amplia-
ción democratizada de sus instituciones y derechos. Y cuando se dan
cambios simultáneamente en los tres nudos (principales, decisivos y

El Estado y la vía democrática al socialismo 67


estructurales), nos encontramos ante revoluciones sociales que inician
un largo proceso de transformación estatal, un nuevo bloque de clases
dirigente, una democratización creciente de la política y de la economía
y —lo que es decisivo— un proceso de desmonopolización de la gestión
de los bienes comunes de la sociedad (impuestos, derechos colectivos,
servicios básicos, recursos naturales, sistema financiero, identidades
colectivas, cultura, símbolos cohesionadores, redes económicas, etc.).

Retomando la propuesta de la vía democrática al socialismo desarro-


llada por Poulantzas, esta supone dos elementos más. En primer lugar,
la defensa y ampliación del pluralismo político, de la democracia repre-
sentativa. En la actualidad esto es una obviedad; sin embargo, hace 30
años, en la izquierda y en el marxismo, esa afirmación era una com-
pleta herejía porque la democracia representativa estaba asociada a la
democracia burguesa. Y seguramente el mismo Poulantzas debió haber
recibido, por esa afirmación, innumerables críticas de la izquierda ra-
dical “oficial” y las consiguientes excomuniones políticas.

En segundo lugar, Poulantzas también plantea la ampliación de los


espacios de democracia directa. Una vez derrumbadas las fidelidades
oscurantistas que obligaban al pensamiento marxista a mutilarse y
silenciarse en el altar de la obsecuente defensa de unos regímenes
que a la larga se mostraron como formas anómalas de capitalismo de
Estado, ahora comprendemos que las libertades políticas y la demo-
cracia representativa son, en gran medida, resultado de las propias
luchas populares; son su derecho de ciudadanía y forman parte de su
acervo, de la memoria colectiva y de su experiencia política. Es cierto
que la democracia representativa ayuda a reproducir el régimen estatal
capitalista, pero también consagra los derechos sociales, unifica co-
lectividades de clase y, lo que es más importante, es un terreno fértil
para despertar posibilidades democráticas que van más allá de ella. Si
bien la democracia representativa puede devenir en una democracia
fósil que expropia la voluntad social en rituales individualizados que
reproducen pasivamente la dominación, también expresa parte de la
fuerza organizativa alcanzada por las clases subalternas, de sus límites
temporales, y, ante todo, es el escenario natural en el que pueden des-
plegarse y despertarse formas democráticas y capacidades asociativas
que van más allá de ella y del propio Estado.

Ciertamente, lo popular se constituye como sujeto político en las elec-


ciones y en las libertades políticas, pero también está claro que lo po-

68 La construcción del Estado y la vía democrática al socialismo


pular rebasa lo meramente representativo; la irradiación democrática
de la sociedad crea o hereda espacios de participación directa, de demo-
cracia comunitaria, de experiencia sindical y asambleística territorial,
que también forman parte del pluralismo democrático de la sociedad.
Esta dualidad democrática representativa y participativa-directa-co-
munitaria es la clave para el entendimiento de la vía democrática al
socialismo.

De hecho, desde esta perspectiva, el socialismo no está asociado a la


estatización de los medios de producción —que ayuda a redistribuir
riqueza, pero que no es un tipo de propiedad social ni el inicio de un
nuevo modo de producción— o a un partido único (que, en el caso de
Lenin, fue una excepcionalidad temporal ante la guerra y la invasión
de siete potencias mundiales). El socialismo no puede ser nada menos
que la ampliación irrestricta de los espacios deliberativos y ejecutivos
de la sociedad en la gestión de los asuntos públicos y, a la larga, en la
producción y gestión de la riqueza social.

Dentro de la audaz reflexión poulantziana, la cuestión de las formas


de propiedad de los recursos económicos en el socialismo, y de la com-
plejidad y dificultad en la construcción de experiencias organizativas
para implementar formas de propiedad social, de producción social de
riqueza y de gestión social de la producción que vayan más allá de la
propiedad estatal y privada capitalista, constituyen un tema central
pendiente en sus escritos.

Volviendo a la trágica paradoja con que caracterizamos el tiempo en


que se desarrolla la obra de Poulantzas, quizás también en ella radi-
que la virtud de su pensamiento. Él supo mirar más allá de la derrota
temporal que se avecinaba para proponer los puntos nodales del resur-
gimiento de un pensamiento socialista; solo que para eso tuvieron que
pasar más de 30 años. Es así como los socialistas y marxistas de hoy
tenemos mucho aún que aprender de este intelectual para entender el
presente y para poder transformarlo.

El Estado y la vía democrática al socialismo 69


Bibliografía

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Fondo de Cultura Económica, Madrid, 2002.
Glosario

C
Cohesión social: También se le conoce como integración social, y se
refiere al grado de consenso de las personas que forman parte de
un grupo social, comunidad o territorio sobre un aspecto que les
incumbe o la percepción de pertenencia a un proyecto o situación
común.

Commodity: Término en inglés para hacer referencia a cualquier mer-


cancía en su estado genérico, primario o básico y sin mayor dife-
renciación entre sus variedades. Estos productos por su propia
definición se encuentran en su estado natural o con escaso grado
de elaboración. De allí que también reciben el nombre de materias
primas. Son ejemplos de commodities el maíz, el trigo, la soya, el
cobre, el hierro y el petróleo, entre otros.

G
Globalización, proceso de: Se denomina así al proceso que se ha gene-
rado a nivel mundial en procura de una mayor interrelación entre
los diferentes países con énfasis en lo económico. No obstante, como
la economía no es un hecho aislado, este proceso ha requerido de
una creciente interdependencia en lo tecnológico, lo social, lo cultu-
ral, lo jurídico y lo político, a efectos de unir mercados, sociedades y
culturas, con el fin último de fortalecer el sistema capitalista.

Guerra del Agua: Se conoce como Guerra del Agua a la reacción de la


comunidad ante la privatización del servicio de suministro del vital
líquido a Cochabamba (una de las principales ciudades de Bolivia)
durante el gobierno del presidente general Hugo Banzer (exdicta-
dor) 1997-2001, quien firmó un contrato (Aguas del Tunari) con
una empresa multinacional norteamericana denominada Bechtel
Corporation, para administrar el servicio de suministro de agua
en la zona. El contrato tenía vigencia hasta 2029, y desató fuer-
tes manifestaciones en las principales ciudades de Bolivia. Entre
las medidas para solventar esta problemática se firmó un acuerdo
empresa-gobierno para facilitar la salida de la empresa del país y
restablecer la normalidad del servicio de agua potable.

Guerra del Chaco: Guerra fronteriza entre Bolivia y Paraguay en el pe-


ríodo 1932-1935 por el control del territorio llamado Chaco Boreal,
donde se presumía existían grandes reservas de petróleo y gas. En
1935, se firmó un tratado de paz para el cese de la guerra. Con este
tratado se le reconoció la soberanía de una mayor parte del Chaco
Boreal a Paraguay. Es importante destacar que Bolivia también
salió beneficiada con este tratado porque se quedó con la soberanía
de la parte este, territorio donde se concentraban la mayoría de
reservas de petróleo y gas.

I
Indianista: Ideología política que se desarrolló en la región andina bo-
liviana y peruana en los años sesenta del siglo XX. Se trata de una
corriente del pensamiento que tuvo como meta la descolonización
del Estado sobre la base de la unidad de todos los movimientos so-
ciales y de la sociedad civil en su conjunto, en la que se preservaran
los derechos de los campesinos indígenas. Esta ideología constituye
el núcleo discursivo y organizativo de lo que hoy podemos denomi-
nar la “nueva izquierda” que ejerce el poder con el presidente Evo
Morales.

K
Katarista: Se denomina así a toda persona con filiación al Movimiento
Revolucionario Túpac Katari (MRTK), un partido de izquierda bo-
liviano que persigue el establecimiento de una sociedad justa, nor-
mas dictadas por la mayoría y la autodeterminación de los pueblos.

74 La construcción del Estado y la vía democrática al socialismo


L
Legitimación social: Reconocimiento por parte de la ciudadanía de la
capacidad y derecho que tiene una persona, institución o gobierno
para el ejercicio de un derecho o de una determinada actividad.

M
MAS: En este libro, indica el acrónimo del nombre del partido boliviano
Movimiento al Socialismo, que tiene como máximo dirigente a Evo
Morales, presidente del Estado Plurinacional de Bolivia.

MNR: El Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR) es un parti-


do político boliviano que se gestó después de la Guerra del Chaco
(1932-1935) entre Paraguay y Bolivia. El MNR, en alianza entre la
clase media y sectores obreros, elabora un plan nacionalista con el
propósito de reemplazar el sistema político y modo de producción
que prevaleció después de ese episodio en la historia de Bolivia, a
través de medios democráticos o mediante una revolución burgue-
sa. Este partido de corriente neoliberal estaba en el poder en Boli-
via cuando ocurrió la Guerra del Agua.

P
Presupuesto público o del Estado: Es un plan contable elaborado por
el Gobierno nacional en el que se estiman los ingresos y gastos en
función de los lineamientos de política de mediano y largo plazo. De
allí que el presupuesto público es un instrumento de gestión del Es-
tado para el logro de los mejores resultados posibles a favor de toda
la población que conforma un territorio nacional, sobre la base de
los fondos o ingresos de los que se dispone. El presupuesto público
se rige bajo los principios de equidad, eficacia y eficiencia.

Glosario 75
S
Soberanía: Es el derecho, capacidad o habilidad que tiene el pueblo
de elegir a sus gobernantes, sus leyes y a que le sea respetado su
territorio. La soberanía está conformada por tres elementos fun-
damentales: territorio, pueblo y poder. El término “soberanía” co-
múnmente se utiliza en temas más acotados, pero que en el fondo se
refieren al derecho sobre algo con una connotación profundamente
social.

76 La construcción del Estado y la vía democrática al socialismo


Cuestionario

1 ¿Qué se entiende por Estado?

2 ¿Cuál es la diferencia fundamental entre gobierno y Estado?

3 ¿Qué papel juegan las clases populares en el proceso de trans-


formación del Estado?

4 ¿Cuál es la función de los Estados en un proceso de


globalización?

5 Identifique los principales acontecimientos en el proceso de


transformación de Bolivia.

6 Identifique las etapas o momentos del ciclo de transformación


del Estado.

7 ¿Cuál es la etapa más crítica del proceso de transformación del


Estado? Argumente su respuesta.

8 ¿Qué objetivo persigue un proceso de transformación del


Estado?

9 Desde una visión socialista, ¿se puede construir un Estado sin


la participación activa de las clases populares?
10 ¿Cómo podemos contribuir todos los ciudadanos al proceso de
transformación del Estado?

11 ¿Por qué se dice que el socialismo se refiere a la transforma-


ción estructural de las re­laciones de fuerzas entre las clases
sociales?

12 De acuerdo con Nicos Poulantzas, ¿cuáles son las característi-


cas de la vía democrática al socialismo?

13 ¿Por qué se dice que la vía democrática al socialismo es un


largo proceso?

14 ¿Cuáles son los nudos principales, los nudos decisivos y los nu-
dos estructurales que se requieren para un tránsito democrá-
tico hacia el socialismo?

78 La construcción del Estado y la vía democrática al socialismo


El autor

ÁLVARO GARCÍA LINERA (Cochabamba, 1962)


Destacado intelectual y luchador social, Álvaro García Linera es el
principal teórico del gobierno de Evo Morales, y desde su posición como
Vicepresidente del Estado Plurinacional de Bolivia, ha delineado buena
parte del proceso de cambios que se inició en ese país desde 2006. En
su formación han influido grandes filósofos como Kant, Hegel, Gramsci,
Nietzsche y Marx. Entre sus obras publicadas se cuentan: Crítica de la
nación y la nación crítica (1989), Forma valor y forma comunidad de
los procesos de trabajo (1995), Las armas de la utopía (1996), Sociolo-
gía de los movimientos sociales en Bolivia (2004) y Estado multinacio-
nal (2005), entre otras.
La edición de este libro, para su publicación
en formato digital, se realizó
en el Departamento de Publicaciones
del Banco Central de Venezuela
en Caracas, Venezuela.
Mayo 2018.
Durante las últimas dos décadas, el Estado Plurinacional de Bolivia
ha experimentado un proceso de cambios en su estructura social e
institucional. Las conferencias “La construcción del Estado” y “El Estado
y la vía democrática al socialismo”, dictadas por el Vicepresidente
de esta nación, Álvaro García Linera, ofrecen un acercamiento a estas
transformaciones desde la perspectiva del socialismo comunitario.
Constituyen temas de interés en estas disertaciones: la participación
de diferentes sectores (movimientos sociales y fuerzas armadas) en el
proceso de transformación estructural del Estado; las dualidades
entre representación y participación en la transición democrática
al socialismo; el Estado como relación social; las formas de propiedad
de los recursos económicos en el socialismo; las experiencias
organizativas, la producción social de la riqueza y la gestión social
de la producción.
Estas ideas están acorde con las propuestas políticas e institucionales
que actualmente destacan en la sociedad venezolana, relacionadas
con posturas progresistas en contra de la desigualdad económica,
política y social que vive nuestro continente.

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