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NATURALEZA Y EFICACIA DE LAS VENTAS SUBROGADAS COMO NEGOCIO

JURIDICO

Paula Andrea Machuca Sánchez

Ensayo argumentativo

Dirigido al docente

Rueda Pinilla Daniel

Universidad Santo Tomas, Floridablanca

División de Ciencias Jurídicas y Políticas

Facultad de Derecho

2017
1. NATURALEZA Y EFICACIA DE LAS VENTAS SUBROGADAS COMO
NEGOCIO JURÍDICO

En el ordenamiento jurídico colombiano, dentro de la especialidad del derecho civil, que a


su vez se divide en otras subespecialidades, toda vez que el código civil está estructurado en
libros de acuerdo a la materia que trate1, se encuentra un libro dedicado a las obligaciones
latentes en todo el campo del derecho privado y el que además, constituye la forma de dar validez
y eficacia a los negocios jurídicos para su respectiva ejecución.

De acuerdo al párrafo anterior, es ineludible precisar acerca del negocio jurídico y sus
elementos, puesto que, constituye el ámbito en el que se desenvuelve el fenómeno a desarrollar
en el presente ensayo, para así posteriormente hacer hincapié en uno de sus elementos
estructurales, haciendo especial énfasis en las obligaciones, sus elementos y en una de las
modalidades para satisfacerlas a favor del acreedor, más específicamente, la denominada figura
de la subrogación, mediante la explicación de la misma, con el objetivo de finalmente poder
ofrecer una conclusión que permita determinar el grado de eficacia y admisibilidad que tiene el
cumplimiento de una obligación por parte de un tercero cuando se configura el fenómeno de la
subrogación y la determinación de la naturaleza de la misma con respecto a es o no una forma de
extinguir la obligación, pues que este ha sido tema largamente discutido en la doctrina civilista.

A partir de la definición de negocio jurídico ofrecida por el teórico Betti en su obra


publicada en 2001 como “Acto en el cual el individuo regula por sí los intereses propios en las
relaciones con otros, y al que el derecho enlaza los efectos más conformes a la función
económico-social que caracteriza su tipo”, es posible construir una definición propia más
completa por cuanto el negocio jurídico deberá ser entendido como aquellos actos que interesan
al derecho realizados por las personas en ejercicio de su autonomía de la voluntad, tendientes a
disponer de sus intereses2 privados. Es importante dar por sentado las anteriores definiciones,
dado que para el adecuado entendimiento de la figura objeto de estudio, se torna ineludible
coincidir en aspectos básicos como este para disuadir al lector de las ideas erróneas y orientarlo
por el camino que conduce a la verdad.

El negocio jurídico se compone de tres elementos estructurales según Bohórquez (2009),


el primero denominado por la doctrina como elemento subjetivo, en el que se vinculan los sujetos
negóciales y a quienes se les atribuyen las obligaciones que emanan del mismo, estos sujetos
deben a su vez cumplir con ciertos requisitos que permiten la eficacia y validez del acto en tanto
que cada parte debe contar con la capacidad legal para celebrar la convención sin estar limitada
ya sea por razones de edad, incapacidades física y mentales o inhabilidades negóciales, so pena
de incurrir en la nulidad relativa o absoluta a que haya lugar de acuerdo al tipo de incapacidad,

1
Libro primero de las Personas; Libro segundo de los Bienes; Libro tercero de la Sucesión por causa de muerte;
Libro cuarto de las Obligaciones y Libro quinto de los Contratos.
2
De contenido familiar, social, patrimonial o personal.
además, las partes deben declarar su consentimiento sin padecer de alguno de los vicios
catalogados legalmente como error, fuerza y dolo, esto con la finalidad de permitir su nacimiento
a la vida jurídica.

El segundo de los elementos, en el cual se pretende hacer hincapié más adelante, ha sido
denominado por la doctrina como el elemento contenido en el cual se realiza o se plasman las
disposiciones del interés particular y las formas como este pretende ser ejecutado de acuerdo a las
causas que motivan a las partes del negocios para la satisfacción de sus necesidades.

Finalmente, el segundo elemento lo constituye la forma (Art. 1500), es decir, la


exteriorización del negocio, que lo hace susceptible a los sentidos de quienes intervienen en el
mismo y quienes no, y que requiere ciertas ritualidades o exigencias legales para su
perfeccionamiento, de acuerdo al tipo de negocio que se pretenda realizar dependiendo de si es
un contrato solemne, real o consensual, en virtud de que posteriormente pueda este ser
interpretado, ejecutado, exigido o extinguido. Una vez consensuados con el lector los elementos
anteriormente expuestos, se puede proceder al siguiente examen para ir desarrollando de forma
lógica y estructural la figura de la subrogación.

Tal como se manifestó en párrafos anteriores, para abordar el tema objeto de trabajo, es
importante hacer un detenimiento en el elemento contenido del negocio jurídico, ya que este a su
vez se encuentra dividido en elementos esenciales, naturales y accidentales (Art. 1501 del C.C.),
los primeros definidos legalmente como aquellos sin los cuales el negocio “no produce efecto
alguno o degenera en otro diferente”, es decir, hace ser el negocio el tipo de negocio qué es y no
nazca o se convierta en otro que vaya en contravía de la voluntad de las partes; el segundo, “las
que no siendo esenciales en él, se entienden pertenecerle”, es decir, constituyen esas normas,
leyes y artículos supletorios, que en ausencia de la estipulación voluntaria de la parte, regulan los
aspectos que no fueron puntualizados en el contrato para la modalidad de cumplimiento y
ejecución, denominadas “obligaciones”; y finalmente, el tercero constituyen las formas más
permisivas de manifestación de la voluntad negocial de las partes, pues se conforma por las
estipulaciones accidentales “que ni esencial ni naturalmente le pertenecen, y que se le agregan
por medio de cláusulas especiales”, es decir, constituyen las formas de garantizar el
cumplimiento de las obligaciones emanadas del contrato, evocando la idea de un acontecimiento
que no está previsto en la ley y que además, deben estar expresas y claras para poder
configurarse.

Como forma de acercamiento al tema en cuestión, es necesario puntualizar en el


subelemento del contenido, el esencial, contentivo de las obligaciones, el cual a partir del artículo
1495 del código civil, el teórico Ospina (2001) ofrece una definición entendiéndola como “un
vínculo jurídico en virtud del cual una persona determinada debe realizar una prestación en
provecho de otra”, a partir de la definición dada, se extraen los elementos básicos de la
obligación, un sujeto activo (acreedor), un sujeto pasivo (deudor), lo que no se opone a la
existencia de 2 o más sujetos en uno de los extremos de la relación negocial, y una prestación
(objeto de la obligación y que según el art. 1495 del C.C., pueden ser de dar, de hacer o de no
hacer).

El primer elemento de la obligación es el acreedor, en favor de quien el deudor, segundo


elemento, debe el cumplimiento de la prestación, tercer elemento, en las circunstancias de
tiempo, modo y lugar en que fueron pactadas. La prestación constituye el elemento objeto y
contenido de la obligación dependiendo sea de si se trata de una de dar (cosa debida) o de hacer
(conducta debida).

A partir de lo expuesto anteriormente, podemos adentrarnos en el debate en cuestión,


formulando la primer incógnita a responder: ¿Qué tan admisible es el cumplimiento de una
obligación por parte de un tercero cuando se configuran los requisitos que originan la
subrogación?, pues bien, el Código Civil expresa que por regla general la obligación será
satisfecha por el deudor, sin embargo, excepcionalmente puede ser ejecutable por cualquier
persona distinta de aquel que inicialmente estaba obligado y con ello satisfacer al acreedor aún en
contra de este y del consentimiento y conocimiento del deudor (art. 1630 ibídem), lo cual
dependerá de si se trata de una obligación civil (la ley provee un derecho para exigir su
cumplimiento) o una natural (la ley no le confiere un derecho para exigir su cumplimiento), de si
la persona que paga está o no interesada en la solución de la deuda, y de si el acto volitivo de
quién asume el cumplimiento sin estar obligado es realizado por error, o con su conocimiento y
consentimiento, o con el objetivo de realizar una sustitución jurídica.

La subrogación definida por el código civil en el artículo 1666 es entendida como “la
transmisión de los derechos del acreedor a un tercero, que le paga, tanto en el crédito del acreedor
con todos los privilegios, accesorios y garantías de este. Doctrinalmente teóricos como
Hinestrosa y Ospina confluyen en que la subrogación puede significar ocupar el lugar de alguien
(personal) o de algo (real). A su vez, el código civil reza en el artículo 1667 las distintas clases de
subrogación, la primera según el art. 1668 ibídem señala las hipótesis en que puede operar este
fenómeno por ministerio de la ley, aún en contra de la voluntad del acreedor en los casos
señalados por la ley3, y la segunda, expuesta en el artículo 1669 ibídem la cual establece la
hipótesis de una subrogación originada en virtud de una convención del acreedor.

3
1o.) Del acreedor que paga a otro acreedor de mejor derecho en razón de un privilegio o
hipoteca.
2o.) Del que habiendo comprado un inmueble, es obligado a pagar a los acreedores a
quienes el inmueble está hipotecado.
3o.) Del que paga una deuda a que se halla obligado solidaria o subsidiariamente.
4o.) Del heredero beneficiario que paga con su propio dinero las deudas de la herencia.
5o.) Del que paga una deuda ajena, consintiéndolo expresa o tácitamente el deudor.
6o.) Del que ha prestado dinero al deudor para el pago, constando así en escritura pública
del préstamo, y constando además en escritura pública del pago, haberse satisfecho la
deuda con el mismo dinero (Ley 57 de 1887).
De acuerdo a lo anteriormente expuesto, fundamentado en las fuentes legales y los
teóricos expertos en la materia citados, se afirma la eficacia que tiene el fenómeno de la
subrogación en el ordenamiento jurídico colombiano, siempre y cuando se configure en las
hipótesis legalmente o convencionalmente establecidas, es decir, que para que esta opere deben
cumplirse con ciertos requisitos, tales como la satisfacción de una prestación a cargo de un
tercero bien sea que tuviese o no interés directo en la extinción del débito, pues toda persona está
autorizada para cumplir una obligación propia o ajena, sin que el acreedor pueda oponerse,
siempre y cuando no se esté en la hipótesis de una obligación cuyo deudor es intuito personae y
que además, esta satisfacción este prevista con tal efecto por la norma misma o por la voluntad
expresa del acreedor para que sea factible hablar de subrogación.

A continuación, se pretende dar respuesta al debate suscitado ampliamente por los


doctrinantes en materia de la naturaleza propia del fenómeno de la subrogación puesto que, hay
una divergencia entre si esta constituye una forma de extinguir las obligaciones o en cambio, son
una manera de transferirlas en el entendido de traspasar derechos de una persona a otra
dependiendo de si medió la autorización expresa del acreedor, caso en el que se su tratamiento se
sujeta a la regla de la cesión de créditos o si por otro lado se configuró mediante las causales
contenidas en el artículo 1668 del c.c. caracterizada por la ausencia de la voluntad del acreedor,
pero con el conocimiento del deudor, puesto que de lo contrario, existiría es una agencia oficiosa
que no da lugar a la subrogación a menos que el acreedor se allane a subrogar el crédito.

Es sabido por quienes estudiamos el derecho, que el cumplimiento de las obligaciones que
emanan del vínculo negocial durante la ejecución del mismo de acuerdo a la tipología de que se
trate, constituye una forma de extinguir dichas obligaciones bien sean civiles o naturales, por
cuanto el pago al acreedor, entendido en sentido amplio, libera al deudor y ya nada puede aquel
exigirle a este pues el vínculo obligatorio desaparece. A partir de esto, permito fundamentarme en
el artículo 1625-1 del código civil el cual contempla el pago como modo de extinguir las
obligacione e incluye dentro del mismo título, capítulo VIII el “pago con subrogación” para
enfatizar en que una lectura desprevenida y superflua sin que medie una interpretación
sistemática de la ley, permite de entrada concluir que la subrogación extingue ipso facto la
obligación y por ende el vínculo jurídico que ata a acreedor y deudor, sin embargo, la correcta
lectura implica entender que en la hipótesis de la satisfacción del crédito hecha por un tercero en
alguna de las circunstancias previstas en el artículo 1668 o 1669 del código civil, no extingue la
obligación sino que traspasa el crédito con las garantías, accesorios y privilegios con que contaba
el acreedor inicial a quien cumplió con la obligación ajena en todo o en parte, por lo tanto, este
último saca del juego al acreedor, pero no extingue la obligación, que por mandamiento legal
subsiste, teoría que apoyo en Carpino, quien considera la subrogación como una sucesión del
lado activo de la relación obligatoria.

De acuerdo a lo anterior, con respecto a las obligaciones civiles, habiendo dejado claro
que en la hipótesis planteada anteriormente el vínculo obligatorio se conserva en su integridad
jurídica, hay que precisar que esta existencia se prevé en beneficio exclusivo del tercero quién
sustituye la posición del acreedor satisfecho, por lo general sin que el deudor intervenga o pueda
oponerse, en realidad lo que configura es un desplazamiento, sustitución o cambio de acreedor.
Sin embargo, la venta con subrogación tiene la validez y eficacia que el ordenamiento les
confiere por propia disposición legal, siempre y cuando opere en las obligaciones civiles, ya que
esta no se configura con el cumplimiento que un tercero hace con consentimiento y conocimiento
de una obligación natural, pues si bien además de su irrepetibilidad, dada la ausencia de interés
del deudor en la gestión del tercero y sin repercutir beneficio de aquel con ocasión a un crédito
que no existe. En este caso, el tercero paga y extingue la relación jurídica sin dejar secuela
alguna.

Dadas las peculiaridades del fenómeno, para algunos doctrinantes la subrogación ha sido
confundida con la cesión voluntaria del crédito, cuando el acreedor conviene en ella y forzosa
respecto del acreedor cuando este no quiere prestar su consentimiento, pero la ley le impone la
obligación de recibir. Por otro lado, otros teóricos la han puesto al nivel de la novación, por
cuanto según estos, lo que existe es la extinción de la obligación entre el acreedor inicial y el
deudor, pero posteriormente, con la ocurrencia de una nueva obligación entre el tercero que
satisfago la obligación y el deudor. Sin embargo, como ya se expuso anteriormente, la
subrogación es una figura con características propias y que tiene el reconocimiento jurídico que
la misma ley le otorga cuando se incurre en las causales del artículo 1668 del código civil o por
convención del acreedor (art. 1669 c.c.).

En conclusión, las tesis que han querido cultivar ciertos doctrinantes, no constituyen más
que vanidades teóricas causantes de confusión, pues desde el derecho romano se creó la
institución jurídica denominada pago con subrogación diferente a las figuras con que se pretende
confundir. Dicho vínculo subsiste con todos los accesorios, garantías y acciones que inicialmente
tenía el acreedor para exigir la respectiva prestación al deudor produciendo los efectos jurídicos
que con fundamento en el mismo código civil termino por sostener mi argumento, ya que,
sumado a lo anterior, este consagra en el artículo 1670 en tanto que los derechos, acciones y
privilegios, prendas e hipotecas del antiguo acreedor se traspasan al nuevo en contra del deudor
principal y cualesquiera terceros obligados solidaria o subsidiariamente en la satisfacción del
crédito debido. Por lo tanto, no es posible hablar de alguna forma de extinción de los derechos del
acreedor subrogante, sino una sucesión de ellos en favor del subrogado, con independencia de
que este fenómeno este ubicado dentro del código civil en el título que corresponde a las formas
de extinción de las obligaciones.
2. REFERENCIAS

Betti, Emilio (2001). Teoría general del negocio jurídico. Editorial: Editorial Comares
Colección: 1°: 1ª Edición, Bogotá.
Hinestrosa, Fernando (2003). Tratado de las obligaciones, concepto, estructura,
viscitudes. Editorial Universidad Externado de Colombia, 2ª Edición, Bogotá.
Ospina, Guillermo (1998). Régimen de las obligaciones. Editorial Temis, 6ª Edición,
Bogotá.
Código civil colombiano. Ley 57 de 1887. Sancionado el 26 de mayo de 1887 en Bogotá,
Colombia.

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