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Para otras personas del mismo nombre, véase Constantino I (desambiguación).

Constantino I

Emperador del Imperio romano

Busto de la estatua colosal de Constantino en la Basílica

Nova de Roma (Museos Capitolinos).

Información personal

Nombre latín: Flavius Valerius Aurelius Constantinus


secular Flavio Valerio Aurelio Constantino

Reinado 25 de julio de 306 – 29 de octubre de 312


(aclamado como Augusto en Occidente,
oficialmente
nombrado Césarpor Galerio con Severo como
Augusto, por acuerdo con Maximiano,
rechazó la relegación a César en 309)
29 de octubre de 312 – 19 de septiembre de
324 (Augusto de Occidente sin disputa,
principal Augusto en el Imperio)
19 de septiembre de 324 – 22 de mayo de
337 (emperador del imperio unificado)

Nacimiento 27 de febrero c. 2721


Naissus (moderna Niš, Serbia)

Fallecimiento 22 de mayo de 337


Nicomedia (moderna Izmit, Turquía)

Entierro Mausoleo de Augusto

Predecesor Constancio Cloro

Sucesor Constantino II, Constancio II y Constante

Familia

Dinastía Constantiniana

Padre Constancio Cloro

Madre Helena

Consorte Minervina, disuelto por muerte o divorcio


antes de 307,
Fausta

Descendencia Constantina, Helena, Crispo, Constantino


II, Constancio II y Constante

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Flavio Valerio Aurelio Constantino2(Naissus, 27 de febrero de c. 2721


– Nicomedia, Bitinia y Ponto, 22 de mayo de 337) fue Emperador de los romanos desde su
proclamación por sus tropas el 25 de julio de 306, y gobernó un Imperio romano en
constante crecimiento hasta su muerte. Se le conoce también como Constantino
I, Constantino el Grande o, en la Iglesia ortodoxa, las Iglesias ortodoxas orientales y
la Iglesia católica bizantina griega, como san Constantino.
Legalizador de la religión cristiana por el Edicto de Milán en 313, Constantino es conocido
también por haber refundado la ciudad de Bizancio (actual Estambul, en Turquía),
llamándola «Nueva Roma» o Constantinopla (Constantini-polis; la ciudad de Constantino).
Convocó el Primer Concilio de Nicea en 325, que otorgó legitimidad al cristianismo en el
Imperio romano por primera vez. Se considera que esto fue esencial para la expansión de
esta religión, y los historiadores, desde Lactancio y Eusebio de Cesarea hasta nuestros
días, le presentan como el primer emperador cristiano, si bien fue bautizado cuando ya se
encontraba en su lecho de muerte, tras un largo catecumenado.

Índice
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 1Biografía
o 1.1Primera tetrarquía
o 1.2Segunda tetrarquía
o 1.3Triarquía (312-313)
o 1.4Diarquía (314-326)
o 1.5Gobierno individual (326-337)
 2Constantino y el cristianismo
 3Política religiosa
o 3.1Veneración como santo
o 3.2La persecución a los paganos
o 3.3La reacción sasánida
o 3.4Cortesanos y funcionarios
 4El reinado de Constantino
o 4.1Filicidio
o 4.2Leyes de Constantino
o 4.3Reforma militar
o 4.4Acciones militares
o 4.5Constantinopla
o 4.6Reforma monetaria e iconografía
 5El legado de Constantino
o 5.1Leyendas y donaciones de Constantino
 6Referencias
 7Bibliografía
 8Véanse también
 9Enlaces externos

Biografía[editar]

Estatua de Constantino en York, ciudad donde fue proclamado emperador.


Constantino nació en Naissus (la actual ciudad de Niš), hijo de Constancio Cloro,34 y su
primera esposa Helena.5 En 292 el padre de Constantino se casó, en segundas nupcias,
con Flavia Maximiana Teodora, hija del emperador romano de occidente Maximiano.
Teodora daría a Constantino seis hermanastros.

Primera tetrarquía[editar]
Al principio del siglo IV, el imperio estaba gobernado por una tetrarquía: dos
augustos, Diocleciano y Maximiano, y dos césares, Galerio y Constancio Cloro, compartían
el poder. El joven Constantino sirvió en la corte de Diocleciano en Nicomedia tras el
nombramiento de su padre como uno de los dos césares de la Tetrarquía en 293.

Segunda tetrarquía[editar]

Imperio romano en 311.

El año 305 marcó el final de la primera tetrarquía con la renuncia de los dos augustos
Diocleciano y Maximiano.6 De esta forma los dos césares accedieron a la categoría de
augusto y dos oficiales ilirios fueron nombrados nuevos césares. La segunda tetrarquía
quedaba así formada: Constancio Cloro y Severo II, como augusto y césar
respectivamente, en occidente y Galerio y Maximino Daya en la parte oriental del imperio.
Sin embargo, Constancio Cloro cayó enfermo durante una expedición contra
los pictos en Caledonia, muriendo el 25 de julio de 306. Su hijo Constantino se encontraba
junto a él en su lecho de muerte en Eboracum (actual ciudad de York, Inglaterra), en la
Britania romana, donde su leal general Chroco, de ascendencia alemana, y las tropas
leales a la memoria de su padre le proclamaron augusto (emperador), lo que fue aceptado
rápidamente en Britania y Galia,7 pero rechazado en Hispania.8 Simultáneamente, el césar
occidental Severo II, era proclamado augusto por Galerio. Ese mismo año el pueblo de
Roma nombra emperador a Majencio, hijo del anterior tetrarca Maximiano. Este último
regresa también a la escena política reclamando el título de augusto.
Comienza así un período de 20 años de conflicto que culminará con la asunción del poder
absoluto por Constantino el Grande. De este primer grupo de contendientes el primero en
caer fue Severo traicionado por sus tropas; mientras que por su parte Constantino y
Maximiano concertaban una alianza. Al final del año 307 había 4 augustos:
Constantino, Majencio, Maximiano y Galerio y un solo césar, Maximino Daya.
A pesar de la mediación de Diocleciano, al final del año 310 la situación era aún más
confusa con siete augustos: Constantino, Majencio, Maximiano, Galerio,
Maximino, Licinio —al que había introducido en la pugna Diocleciano— y Domicio
Alejandro, vicario de África y autoproclamado augusto.
En este entorno convulso comenzaron a desaparecer candidatos: Domicio Alejandro fue
asesinado por orden de Majencio; Maximiano se suicidó asediado por Constantino y
Galerio falleció por causas naturales.

Triarquía (312-313)[editar]
Finalmente, Majencio fue relegado por los tres augustos restantes y finalmente vencido por
Constantino en la batalla del Puente Milvio, en las afueras de Roma, el 28 de octubre de
312. Una nueva alianza entre Constantino y Licinio selló el destino de Maximino, quien se
suicidó tras ser vencido por Licinio la batalla de Tzirallum, en el año 313.

Diarquía (314-326)[editar]
A partir de este punto, el imperio quedaba dividido entre Licinio en oriente, y Constantino
en occidente. Tras los enfrentamientos iniciales, ambos firmaron la paz en Serdica en 317.
Durante este período ambos nombraron césares según su conveniencia, entre los
miembros de su familia y círculo de confianza. En el año 324, después de sitiar Bizancio y
vencer a la armada de Licinio en la batalla del Helesponto, Constantino logró derrotar
definitivamente a las fuerzas licinianas en Crisópolis.

Gobierno individual (326-337)[editar]


Constantino representa el nacimiento de la monarquía absoluta y hereditaria. Durante su
reinado se introdujeron importantes cambios que afectaron a todos los ámbitos de la
sociedad del bajo imperio. Reformó la corte, las leyes y la estructura del ejército.
Constantino trasladó la capitalidad del imperio a Bizancio a la que cambió el nombre
por Constantinopla. Falleció, por enfermedad en 337, 31 años después de haber sido
nombrado emperador en Britania. Al final de su vida y sólo antes de morir se bautizó para
morir como un cristiano.

Constantino y el cristianismo[editar]
San Constantino

Mosaico representando a Constantino I el Grande enHagia Sofía, Estambul.

Equiapóstolico , 13.º apóstol

Nombre Flavius Valerius Aurelius Constantinus

Nacimiento 27 de febrero de 272Niš, Serbia


Padres Constancio I y Helena de Constantinopla

Hijos Helena,
Constantina, Constante, Constantino
II, Constancio II y Crispo

Fallecimiento 22 de mayo de 337Nicomedia, Turquía

Venerado en Iglesia ortodoxa, Iglesias ortodoxas


orientales e Iglesias católicas orientales

Principal Iglesia de los Santos Apóstoles


santuario

Festividad 21 de mayo, junto a Santa Elena de


Constantinopla (Iglesia ortodoxa)

Atributos In hoc signo vinces, Lábaro(Crismón)

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Crismón utilizado por Constantino en el lábaro —o estandarte militar imperial— tras su conversión.

Seguramente, Constantino sea más conocido por ser el primer emperador romano que
autorizó el culto cristiano. Los historiadores cristianos desde Lactancio se decantan por un
Constantino que adopta el cristianismo como sustituto del paganismo oficial romano. El
historiador y filósofo Voltaire, no obstante, aseguró que «Constantino no era cristiano» y
«no sabía qué partido tomar ni a quién perseguir».9
Después de estudiar el incremento del número de cristianos en los primeros siglos de la
era común, el sociólogo Rodney Starksugirió que el edicto de Milán no fue la causa del
triunfo del cristianismo, sino una respuesta astuta de Constantino frente al crecimiento
exponencial del número de cristianos en el Imperio romano, que habría pasado de
aproximadamente 40 000 (0,07 % de la población del Imperio) en el año 150 a casi
6 300 000 (10,5 %) en el año 300.10 Muchos historiadores actuales rechazan la conversión
de Constantino al cristianismo y cuestionan la narrativa apologética de Eusebio de
Cesarea y Lactancio.11
Su reinado llegó a ser un momento crucial en la historia de la Iglesia católica, en la cual
Constantino no sería bautizado hasta hallarse en su lecho de muerte. Constantino es
llamado, por su importancia, el «decimotercer apóstol» en las Iglesias orientales.

Política religiosa[editar]
Su relación con el cristianismo fue difícil, ya que fue educado en la adoración del dios Sol
(Sol Invictus), cuyo símbolo portaba y cuyo culto estaba asociado oficialmente al del
emperador.12
Su conversión, de acuerdo con Eusebio de Cesarea en su Vita Constantini, fue el
resultado inmediato de un presagio antes de su victoria en la batalla del Puente Milvio,
el 28 de octubre de 312. Tras esta visión, Constantino modificó el estandarte imperial —
el Lábaro— para marchar a la batalla bajo el signo cristiano del crismón. La visión de
Constantino se produjo en dos partes: en primer lugar, mientras marchaba con sus
soldados vio la forma de una cruz frente al Sol. Tras esto, tuvo un sueño en el que se le
ordenaba poner un nuevo símbolo en su estandarte, ya que vio una cruz con la inscripción
«In hoc signo vinces» («Con este signo vencerás»). Mandándolo pintar de inmediato en los
escudos de su ejército, venció a Majencio. Se dice que tras estas visiones y por el
resultado militar de la batalla del Puente Milvio, Constantino se convirtió de inmediato al
cristianismo.
Se piensa que la influencia de su familia fue en parte la causa de su adopción del
cristianismo. Se dice de su madre Elena, que probablemente naciera en una familia
cristiana, aunque no se sabe prácticamente nada de su entorno, exceptuando que su
madre era hija de un mesonero y que su padre fue un exitoso soldado, una carrera que
excluía la práctica abierta del cristianismo pues el culto contemporáneo de los soldados
era el mitraísmo (adoración de Mitra). Se sabe sin embargo que Elena realizó en sus
últimos años numerosas peregrinaciones. (Véase: Fiesta de las Cruces.) Sin embargo, no
todos los historiadores están de acuerdo con la conversión de Constantino y explican su
acercamiento a los cristianos, entre otras cosas, por la necesidad política de conseguir
apoyos, sobre todo en los territorios orientales, ante sus aspiraciones de convertirse en
emperador de Oriente y reunificar el imperio bajo su único mandato .11
Poco después de la batalla del Puente Milvio, Constantino entregó al papa Silvestre I un
palacio romano que había pertenecido a Diocleciano y anteriormente a la familia patricia
de los Plaucios Lateranos, con el encargo de construir una basílica de culto cristiano. El
nuevo edificio se construyó sobre los cuarteles de la guardia pretoriana de Majencio,
los Equites singulares, convirtiéndose en sede catedralicia bajo la advocación del
Salvador, substituida ésta más tarde por la de San Juan. Actualmente se la conoce
como Basílica de San Juan de Letrán. En 324 el emperador hizo construir otra basílica en
Roma, en el lugar donde según la tradición cristiana martirizaron a San Pedro: la Colina
Vaticana, que actualmente acoge a la Basílica de San Pedro. En el 326, apoyó
financieramente la construcción de la iglesia del Santo Sepulcro en Jerusalén.
En febrero del año 313, y probablemente aconsejado por el obispo de Córdoba Osio,
Constantino se reunió con Licinio en Milán, donde promulgaron el Edicto de Milán,
declarando que se permitiese a los cristianos seguir la fe de su elección.13 Con ello, se
retiraron las sanciones por profesar el cristianismo, bajo las cuales, muchos habían sido
martirizados como consecuencia de las persecuciones a los cristianos y se devolvieron las
propiedades confiscadas a la Iglesia. El edicto no sólo protegió de la persecución
religiosa a los cristianos, sino que sirvió también para las demás religiones, permitiendo
que cualquier persona pudiese adorar a la divinidad que eligiese. Un edicto similar ya se
había emitido en el año 311 por Galerio, entonces emperador, primero entre sus iguales,
de la tetrarquía. El edicto de Galerio concedía a los cristianos el derecho a practicar su
religión, pero no a recuperar los bienes confiscados.14 El Edicto de Milán incluía varias
cláusulas que establecían que todas las iglesias confiscadas durante la persecución de
Diocleciano, serían devueltas, así como otras disposiciones sobre los anteriormente
perseguidos cristianos. Sin embargo y de hecho, a partir de ese punto el cristianismo pasa
a adquirir el estatus de religión privilegiada y se inician las persecuciones a las demás
religiones.15
Tras el edicto se abrieron nuevas vías de expansión para los cristianos, incluyendo el
derecho a competir con los paganos en el tradicional cursus honorum para las altas
magistraturas del gobierno, otorgando privilegios al clero (exención, por ejemplo, de ciertos
impuestos), así como también ganaron una mayor aceptación dentro de la sociedad civil
en general. Se permitió la construcción de nuevas iglesias y los líderes cristianos
alcanzaron una mayor importancia (como ejemplo de ello, los obisposcristianos adoptaron
unas posturas agresivas en temas públicos que nunca antes se habían visto en otras
religiones).
Por otra parte, Constantino retendría el título de pontifex maximus hasta su muerte, un
título que los emperadores romanos llevaron como cabezas visibles del sacerdocio pagano
hasta que Graciano el Joven (375–383) renunció al título.1617 Según los escritores
cristianos, Constantino se declararía finalmente, a sí mismo, cristiano cuando tenía más de
cuarenta años, escribiendo a los cristianos para dejarles claro que creía que debía su éxito
a la protección del Dios cristiano.18
Constantino tampoco patrocinaría únicamente al cristianismo. Después de obtener la
victoria en la batalla del Puente Milvio (312), mandó erigir un arco triunfal, el Arco de
Constantino, construido en el 315 para celebrarlo. El arco que está decorado con
imágenes de la Victoria con trofeos y sacrificios a dioses como Apolo, Diana, y Hércules,
no contiene ningún simbolismo cristiano.

Follis: moneda de Constantino con una representación del Sol Invictus y la inscripción SOLI
INVICTO COMITI, c. 315.

En el 321, Constantino dio instrucciones para que los cristianos y los no cristianos
debieran estar unidos en la observación del «venerable día del sol», que hacía referencia a
la esotérica adoración oriental al sol, que Aureliano había ayudado a introducir. El día del
Sol (actual domingo) estaba dedicada al Sol Invictus, divinidad pagana que había cobrado
especial importancia en el culto imperial.19 Constantino estableció que sería el primer día
de la semana y que durante el mismo los jueces no podrían dictar sentencia ni se podría
trabajar en las ciudades. Las monedas todavía llevarían los símbolos de culto al sol (Sol
Invictus) hasta el 324. Incluso después de que los dioses paganos hubiesen desaparecido
de las monedas, los símbolos cristianos aparecían sólo como atributos personales de
Constantino: Ji y Ro entre sus manos o en su lábaro, pero nunca en la propia moneda.20
Incluso cuando Constantino dedicó la nueva capital de Constantinopla, que se convertiría
en la sede de la cristiandad bizantina durante un milenio, lo hizo usando la diadema de
rayos de sol de Apolo.
Constantino, siguiendo una extendida costumbre, no fue bautizado hasta cerca de su
muerte en 337, cuando su elección recayó sobre el obispo arriano Eusebio de Nicomedia,
quien a pesar de ser aliado de Arrio, aún era el obispo de la región. Eusebio era también
amigo íntimo de la hermana de Constantino, lo que probablemente asegurara su vuelta
desde el exilio.
Aunque el cristianismo no se convertiría en religión oficial del Imperio hasta el final de
aquel siglo (un paso que daría Teodosio en el 380 con el Edicto de Tesalónica),
Constantino dio un gran poder a los cristianos, una buena posición social y económica a su
organización, concedió privilegios e hizo importantes donaciones a la Iglesia, apoyando la
construcción de templos y dando preferencia a los cristianos como colaboradores
personales.

Icono donde aparece Constantino presidiendo el Primer Concilio de Nicea(325) y teniendo


anacrónicamente el texto del Símbolo niceno constantinopolitano en la forma adoptada en el Primer
Concilio de Constantinopla (381) con el inicial πιστεύομεν (creemos) sustituido por πιστεύω (creo),
como en la liturgia.

Como resultado de todo esto, las controversias de la Iglesia, que habían existido entre los
cristianos desde mediados del siglo II, eran ahora aventadas en público, y frecuentemente
de una forma violenta. Constantino consideraba que era su deber como emperador,
designado por Dios para ello, calmar los desórdenes religiosos, y por ello convocó
el Primer Concilio de Nicea (20 de mayo al 25 de julio de 325) para terminar con algunos
de los problemas doctrinales que infectaban la Iglesia de los primeros siglos,
especialmente el arrianismo.
Durante las discusiones de carácter teológico en el consejo de Nicea, por el análisis de las
cartas escritas por Constantino, se evidencia una gran carencia de formación teológica, y
los estudiosos descartan la posibilidad de que él pudiese haber influido en la doctrina de la
Iglesia debido justamente a este desconocimiento en teología. Muchos se preguntan por
qué el papa Silvestre I no asistió a dicho concilio, siendo el más indicado para presidirlo,
motivos poderosos debieron ser los que le sujetasen en Roma porque lo que sí sabemos
es que, aparte de Osio de Córdoba, el papa envió en su representación a dos delegados
papales: Vito y Vicencio, que actuaron en su nombre. El papa no solo asumió como suyo
todo lo salido del concilio sino que se convirtió en uno de sus principales valedores.21 A
pesar de ello algunos críticos creen que Constantino establecía una nueva religión,
transfiriendo a ésta ornamentos paganos que les eran propios a los gentiles, adoptados y
santificados por la Iglesia, que no afectaban ni alteraban la esencia doctrinal y enseñanzas
cristianas de la Iglesia.22 De todos modos, él inauguró el concilio vestido imponentemente,
dio un discurso inicial ataviado con telas y accesorios de oro, para demostrar justamente el
poderío del Imperio por un lado, y el apoyo e interés al concilio desde el estado, por el otro.
El estado proveyó de comida y alojamiento, e incluso de transporte, a los obispos que
convergieron a Nicea para el concilio. Por otro lado, si bien habían existido concilios antes
que el de Nicea, éste fue el primer concilio ecuménico (universal), con la participación de
alrededor de 300 obispos (la mayoría de habla griega), lo cual representó una minoría ya
que en todo el territorio del Imperio había cerca de 1000 obispos.23 La importancia del
mismo reside en la formulación del Credo Niceno (redactado en griego, no en latín) que
esencialmente permanece inalterado en su mensaje 1700 años después, y en establecer
la idea de la relación estado-iglesia que permitiría la expansión del cristianismo con una
vitalidad inédita.
En sus últimos años de vida también ejerció como predicador, dando sus propios
sermones en el palacio ante su corte y los invitados del pueblo. Sus sermones pregonaban
al principio la armonía, aunque gradualmente se volvieron más intransigentes hacia los
viejos modos paganos. Las razones para este cambio de postura son meras conjeturas.
Sin embargo, aun al final de su vida siguió permitiendo que los paganos recibieran
nombramientos públicos. Ejerciendo su poder absoluto, hizo recitar al ejército sus
pregones en latín en un intento de convertir a la clase militar al cristianismo, cosa que no
consiguió. Comenzó un extenso programa de construcción de iglesias en Tierra Santa, lo
que expandió de forma crucial la fe cristiana y permitió un considerable incremento del
poder y la influencia del clero.

Veneración como santo[editar]


La Iglesia Ortodoxa venera a Constantino I como santo y le dio el título
de Equiapóstolico por sus servicios a la iglesia.24 Su fiesta es el 21 de mayo. Las Iglesias
católicas orientales también lo consideran un santo, pero no la Iglesia latina. En cambio, su
nombre figura en el Calendario de Santos Luterano.

La persecución a los paganos[editar]


En el año 314, inmediatamente después de su plena legalización, la Iglesia cristiana ataca
a los paganos: en el Concilio de Ancyra, se denuncia el culto a la diosa Artemisa.
En 326Constantino ordenó la destrucción de todas las imágenes de los dioses y la
confiscación de los bienes de los templos. Ya en 319 había prohibido la construcción de
nuevas estatuas de los dioses y que se rindiera culto a las existentes. Muchos templos
paganos fueron destruidos por las hordas cristianas y sus sacerdotes fueron asesinados.
Entre el año 315 y el siglo VI miles de creyentes paganos fueron asesinados.25
Entre 316 y 326 se proclaman una serie de disposiciones que favorecen al cristianismo
frente a la religión tradicional (prohibición de las haruspicia, la magia y los sacrificios
privados, exención fiscal a los clérigos cristianos, se otorga jurisdicción a los obispos...),
aunque el cristianismo no se convierte en la religión oficial del Imperio romano hasta
el Edicto de Tesalónica de 380.26 En Dydima, Asia Menor, es saqueado el oráculo del
dios Apolo y torturados hasta su muerte sus sacerdotes paganos. También son
desahuciados todos los paganos del monte Athos y destruidos todos los templos paganos
de ese lugar.
En el año 326, el emperador Constantino, siguiendo las instrucciones de su madre Helena,
destruye el templo del dios Asclepio en Aigeai de Cilicia y otros muchos templos más de la
diosa Afrodita...: en Jerusalén, en Afka en el Líbano, en Mambre, Fenicia, Baalbek, etc.
En el año 330 el emperador Constantino roba todos los tesoros y las estatuas de los
templos paganos de Grecia, para llevárselos y decorar su Nova Roma (Constantinopla), su
nueva capital del Imperio romano.

La reacción sasánida[editar]
Más allá de los límites del Imperio, al este del Éufrates, los
gobernantes sasánidas del Imperio persa habían sido por regla general tolerantes con sus
cristianos. Pero ahora los cristianos de Persia podían ser identificados como aliados del
antiguo enemigo y fueron por ello perseguidos. En una carta atribuida a Constantino
para Sapor II que se supone escrita en 324, se urgía a Sapor a proteger a los cristianos de
su reino, tras lo que Sapor II escribió a sus generales:
Arrestaréis a Simón, jefe de los cristianos. Le detendréis hasta que firme este documento y
consienta en recaudar para nosotros un impuesto doble y un doble tributo de los cristianos. Nosotros
debemos llevar por los dioses el peso de la guerra mientras ellos únicamente se dedican al
descanso y el placer. Habitan nuestro territorio y son amigos del César, nuestro enemigo.
Cita de Roma en el Éufrates, Freya Stark 1967, p. 375

Cortesanos y funcionarios[editar]
Constantino respetaba la cultura y el cristianismo, y su corte estuvo compuesta por viejos,
respetados y honorables hombres. A aquellas familias romanas que rehusaban el
cristianismo se les denegaban las posiciones de poder, si bien dos tercios de los altos
cargos del gobierno siguieron siendo no cristianos [cita requerida].
Constantino retiró su estatua de los templos paganos. La reparación de estos templos fue
prohibida, y los fondos fueron desviados en favor del clero cristiano. Se suprimieron las
formas ofensivas de adoración, fueran cristianas o paganas [cita requerida]. En la
reinauguración de Constantinopla en 330 se efectuó una ceremonia mitad pagana y mitad
cristiana. En la plaza del mercado se impuso la cruz de Cristo sobre el carro del Dios Sol.

El reinado de Constantino[editar]
Filicidio[editar]
Constantino fue también conocido por su falta de piedad para con sus parientes
consanguíneos y afines, como por ejemplo la ejecución de su cuñado el Emperador
romano de Oriente Licinio en 325, a pesar de que había prometido públicamente no
ejecutarle antes de su rendición el año anterior. En 326, Constantino ejecutó también a su
hijo mayor, Crispo y unos meses después a su segunda esposa Fausta (Crispo era el
único hijo que tuvo con su primera esposa Minervina). Corrieron rumores sobre una
presunta relación entre hijastro y madrastra que supuestamente podría haber sido la causa
de la ira de Constantino,27 sin embargo, estos rumores sólo se encuentran documentados
por los historiadores Zósimo (siglo V) y Juan Zonaras (siglo XII) y sus fuentes no han sido
establecidas.28 Otra de las teorías sobre la muerte de Crispo fue que Fausta estaba
envidiosa ya que el hijo de Constantino no era hijo de ella y era un gran comandante militar
y probable sucesor al trono, acusándolo falsamente ante el Emperador de anti-cristiano.
Luego Constantino se arrepintió y vivió atormentado por la muerte de Crispo hasta que fue
bautizado, ya que le prometieron que esta ceremonia lavaría sus pecados.

Leyes de Constantino[editar]
Las leyes de Constantino mejoraron en muchas facetas las de sus predecesores, aunque
también son un reflejo de una época más violenta. Algunos ejemplos de estas leyes son:

 Por primera vez, las niñas no podían ser secuestradas.


 Se ordenó la pena de muerte para todos aquellos que abusaran de la recaudación
de impuestos recaudando más de lo autorizado.
 No se permitía mantener a los prisioneros en completa oscuridad, sino que era
obligatorio que pudieran ver la luz del día.
 A un hombre condenado se le podía llevar a morir a la arena, pero no podía ser
marcado en la cara, sino que debía serlo en los pies.
 Los padres que permitieran que sus hijas fueran seducidas serían quemados
introduciéndoles plomo fundido por la garganta.
 Los juegos de gladiadores fueron eliminados en 325, aunque esta prohibición tuvo
poco efecto.
 El propietario de un esclavo tenía sus derechos limitados, aunque aún podía golpearlo
o matarlo.
 La crucifixión fue abolida por razones de piedad cristiana, aunque el castigo fue
sustituido por la horca para mostrar que existía la ley romana y la justicia.
 La pascua podía celebrarse públicamente. El Concilio de Nicea estableció, en el año
325, la regla según la cual la Pascua se celebraría el primer domingo tras la luna llena
que sigue al equinoccio de primavera del hemisferio norte;.29
 El domingo fue declarado día de reposo el 7 de marzo del 321, por primera vez en la
historia,30 en el cual los mercados permanecerían cerrados, así como las oficinas
públicas y talleres, excepto para el propósito de la liberación de esclavos. Se permitía,
si era necesario, en las granjas.
Reforma militar[editar]
Véase también: Ejército romano tardío

Constantino continuó la reforma introducida por Diocleciano que separaba el poder civil y
militar (Ferrill 1986). Como resultado, generales y gobernadores poseían menos poder que
durante la anarquía militar. Criterios tanto económicos como de seguridad llevaron a la
modificación de la Gran Estrategia del Imperio romano durante la primera época del siglo
IV. Constantino convirtió el viejo sistema de frontera fortificada en un sistema de defensa
elástica en profundidad con la formación de una gran reserva central (Comitatenses
Palatini) en detrimento de las tropas de frontera (limitanei o ripenses) y el fortalecimiento
de la caballería. El mando del nuevo ejército móvil era compartido por dos mariscales de
campo.
Constantino disolvió la guardia pretoriana y en su lugar estableció las Scholae Palatinae;
cuerpos de caballería de élite, principalmente de origen germánico. Por otra parte, el
tamaño de la legión se redujo a 1.000 soldados.
Este cambio en la estrategia, criticada por historiadores como Zósimo y Edward Gibbon y
defendida por otros como Mommsen, no varió hasta la caída del Imperio en Occidente y
hasta las reformas del emperador Mauricio en Oriente.

Acciones militares[editar]
Su victoria en 312 sobre Majencio en la batalla del Puente Milvio le convirtió en gobernante
de todo el Imperio romano de Occidente. Gradualmente fue consolidando su superioridad
militar sobre sus rivales de la ya desmenuzada tetrarquía. Ya ocupada Roma celebró
un triunfo por sus victorias contra los germanos del Danubio (296) y Rin (305-306), persas
en Siria (297-299) y pictos (306). Su éxito más importante en esas campañas fue
sometimiento de Chroco, rey de los alamanes (306).
En 320, Licinio, emperador de la parte oriental del Imperio, renegó de la libertad de culto
promulgada en el Edicto de Milán en 313 e inició una nueva persecución de los cristianos.
Esto suponía una clara contradicción, ya que su esposa Constancia, hermanastra de
Constantino, era una influyente cristiana. Esto derivó en una disputa con Constantino en el
oeste, que tuvo su clímax en la gran guerra civil de 324. Los ejércitos implicados fueron tan
grandes que no se tiene constancia en Europa de una movilización similar al menos hasta
el siglo XIV. Licinio, ayudado por mercenarios godos, representaba el pasado y la antigua
fe del paganismo. Constantino y sus francos marcharon bajo el estandarte cristiano del
lábaro, y ambos bandos concibieron el enfrentamiento como una lucha entre religiones.
Supuestamente rebasados en número, aunque enaltecidos por su celo religioso, el ejército
de Constantino resultó finalmente victorioso, primero en la batalla de Adrianópolis en 324 y
más tarde su hijo Crispo dio el golpe de gracia a Licinio en la batalla naval de Crisópolis.
Ahora era el único emperador de un Imperio romano reunificado (MacMullen 1969).

Constantinopla[editar]
Acuñación de Constantino I para conmemorar la fundación de Constantinopla

Esta batalla representó el final de la vieja Roma y el inicio del Imperio Oriental como centro
del saber, de la prosperidad y de la preservación de la cultura. Constantino reconstruyó la
ciudad de Bizancio, cuyo nombre procedía de los colonos que la fundaron en
el 667 a. C.precedentes de la polis griega de Megara bajo el mando de Byzas. La ciudad
fue refundada en 324,31 dedicada el 11 de mayo de 330,31 renombrada Constantinopolis, y
se acuñaron monedas conmemorativas para celebrar el evento.
Constantino renombró la ciudad, poniéndole el nombre de «Nueva Roma» (Nova Roma),
otorgando a ésta un senado y oficiales civiles de forma similar a la antigua Roma, y bajo la
protección de la supuesta Vera Cruz, la vara de Moisés y otras reliquias sagradas. Las
imágenes de los viejos dioses fueron reemplazadas o asimiladas con la nueva simbología
cristiana. sobre el lugar donde se levantaba el templo de Afrodita se construyó la
nueva Basílica de los Apóstoles. Varias generaciones más tarde se difundió una historia
sobre la visión divina que llevó a Constantino a reconstruir la ciudad, según la cual un
ángel que nadie más podía ver le condujo en un circuito a través de los nuevos muros.
Tras su muerte, la ciudad volvió a cambiar su nombre por el de Constantinopla, «la Ciudad
de Constantino», y se convirtió de forma gradual en la capital del Imperio32

Reforma monetaria e iconografía[editar]


A lo largo de su reinado, Constantino introdujo un importante número de cambios en el
sistema monetario (Sear 1988). El tradicional áureo dio paso a una nueva moneda,
el sólidode 4,50 gramos, como moneda estándar del Imperio romano. Otras nuevas
monedas de oro fueron el semis o medio sólido y el scripulum (3/8 de sólido). En cuanto a
las monedas de plata, introdujo el miliarense de 4,5 gramos, con un valor de 1/18
de sólido y la siliqua con un valor de 1/24 de sólido. El follis, moneda de bronce con baño
de plata sufrió varias reducciones de tamaño; se desconoce el nombre de las nuevas
monedas resultantes y se ha adoptado para ellas un nombre en código en función de su
tamaño.
Las monedas acuñadas por los emperadores revelan con frecuencia su iconografía
personal. Durante la primera parte del gobierno de Constantino, las representaciones
de Marte y posteriormente de Apolo como Dios Sol aparecen de forma constante en el
reverso de las monedas. Marte había sido asociado con la tetrarquía, y Constantino quiso
con este simbolismo enfatizar la legitimidad de su gobierno. Tras la ruptura con el viejo
colega de su padre Maximiano en 309-310, Constantino comenzó a reclamar su legitima
descendencia del emperador del siglo III Claudio Gótico, el héroe de la batalla
de Naissus (septiembre de 268). La Historia Augusta del siglo IV dice que la abuela
paterna fue hija de Crispo, siendo este Crispo hermano tanto de Claudio Gótico como
de Quintilo. Sin embargo, los historiadores sospechan que todo pueda formar parte de una
«fabricación genealógica» para favorecer a Constantino.
Claudio Gótico había pedido la divina protección del invicto Apolo/Sol. A mediados de 310,
dos años antes de su victoria en el puente Milvio, Constantino experimentó una visión en la
cual Apolo se le apareció con presagios de victoria. Tras este hecho, el reverso de sus
monedas estuvieron dominados durante muchos años con la leyenda «al aliado Sol
Invictus» (SOLI INVICTO COMITI). La descripción representa a Apolo con un halo solar al
modo del dios griego Helios y con el mundo en sus manos. En 320, el mismo Constantino
aparece con un halo. También existen monedas mostrando a Apolo conduciendo el carro
del sol sobre un escudo que Constantino sostiene y en otras de 312 se muestra el símbolo
cristiano del crismón sobre la armadura de Constantino.
Los grandes ojos abiertos y fijos son una constante en la iconografía de Constantino,
aunque no era un símbolo específicamente cristiano. Esta iconografía muestra cómo las
imágenes oficiales cambiaban desde las convenciones imperiales de los retratos realistas
hacia representaciones más esquemáticas: el emperador como emperador, no
simplemente como Constantino, con su amplia y característica barbilla. Esos grandes ojos
abiertos y fijos se harían aún más grandes a medida que progresara el siglo IV.
El legado de Constantino[editar]

Cabeza de bronce de Constantino I (Museos Capitolinos).

Además de haber sido llamado honoríficamente «El Grande» por los historiadores
cristianos tras su muerte, Constantino podía presumir de dicho título por sus éxitos
militares. No sólo reunificó el imperio bajo un solo emperador, sino que obtuvo importantes
victorias sobre los francos y los alamanes(306-308), de nuevo sobre los francos (313-314),
los visigodos en 332 y sobre los sármatas en 334. De hecho, sobre 336, Constantino había
recuperado la mayor parte de la provincia de Dacia, perdida durante largo tiempo y
que Aureliano se había visto forzado a abandonar en 271. Por ello, Constantino tomó el
título de Dacicus maximus en 336.33
En los últimos años de su vida, Constantino planeaba una gran expedición para poner fin a
la rapiña de las provincias del este por parte del Imperio sasánida,34 pero la campaña fue
anulada cuando Constantino enfermó en la primavera de 337, muriendo poco después.35
Fue sucedido en el Imperio por los tres hijos de su matrimonio con Fausta: Constantino
II, Constante y Constancio II, quienes se aseguraron su posición mediante el asesinato de
cierto número de partidarios de Constantino. También nombró césares a sus
sobrinos Dalmacio y Anibaliano. El proyecto de Constantino de reparto del Imperio era
exclusivamente administrativo. El mayor de sus hijos, Constantino II, sería el destinado a
mantener a los otros tres supeditados a su voluntad. El último miembro de la dinastía fue
su yerno Juliano, quien trató de restaurar el paganismo.

Leyendas y donaciones de Constantino[editar]


En sus últimos años, los hechos históricos se mezclan con la leyenda. Se consideraba
inapropiado que Constantino hubiese sido bautizado sólo en su lecho de muerte y por un
obispo de dudosa ortodoxia (se dice que Eusebio de Nicomedia era arriano), y de este
hecho parte una leyenda según la cual el papa Silvestre I (314-335) habría curado al
emperador pagano de la lepra. También según esta leyenda, Constantino habría sido
bautizado tras haber financiado la construcción de una iglesia en el Palacio de Letrán.36 En
el siglo VIII, probablemente durante el pontificado del papa Esteban II (752–757), aparece
por primera vez un falso documento conocido como «Donación de Constantino», en el cual
un recientemente convertido Constantino entrega el gobierno temporal sobre Roma, Italia y
el occidente al papa.37 En la Alta Edad Media, este documento se usó para aceptar las
bases del poder temporal del papa de Roma, aunque fue denunciado como apócrifo por el
emperador Otón III,38 y mostrado como la raíz de la decadencia de los papas por el
poeta Dante Alighieri.39 En el siglo XV el experto filólogo y humanista Lorenzo
Valla demostró la falsedad del documento.40

Referencias
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BIOGRAFIA DE CONSTANTINO EL
GRANDE PRIMER EMPERADOR
CRISTIANO DE ROMA
Inicio » Grandes Biografías » Biografia de Constantino el Grande Primer Emperador Cristiano de
Roma

BIOGRAFÍA DE CONSTANTINO EL GRANDE –


PRIMER EMPERADOR CRISTIANO DE ROMA

Constantino I el Grande (c. 274-


337), emperador romano (306-337), el primero de ellos convertido al
cristianismo. Fundador de Constantinopla (la actual Estambul), capital
del Imperio romano de Oriente (y más tarde Imperio bizantino) hasta
1453. Era hijo de un militar al servicio de Diocleciano, Constancio o
Cloro, que asumió la gobernación de la parte occidental del Imperio al
abdicar aquél (305).
No se sabe con seguridad la fecha real de su nacimiento, que se sitúa
entre los 270 a 288, aunque si se tiene la certeza que nació en
Nassius, hijo bastardo de Constancio Cloro y una sirvienta de
hospedería, Elena. Fue proclamado emperador a la muerte de su
padre (306), pero debido a la confusa situacióndinástica de la época
no consiguió el poder absoluto hasta 324, después de derrotar a sus
diferentes enemigos en una larga serie de guerras civiles.
Muerto Constancio al año siguiente en Britania, las tropas allí
estacionadas proclamaron emperador a Constantino; pero hubo de
librar duros combates contra sus rivales hasta que, en la batalla del
puente Milvio (312) se impuso a Majencio y se hizo con Roma. Con ello
obtenía la parte occidental del Imperio, mientras que la oriental,
controlada por Licinio, no pasó bajo su poder hasta el 323 (batalla de
Adrianópolis). Desde entonces hasta su muerte ejerció como
emperador único (Totius orbis imperator).
Se dice que antes de la batalla del puente Milvo, año 312,
Constantino hizo poner en el escudo de sus soldados un signo
mágico, que pudo ser un símbolo de la religión solar de su padre, o si
se trataba del símbolo cristiano de la cruz. La Iglesia católica afirma
que en la víspera había tenido una visión de una brillante cruz bajo la
que se podía leer “in hoc signo vinces” (bajo este signo vencerás), y,
después de conseguir la victoria bajo su protección, se convirtió al
cristianismo.
La trascendencia del reinado de Constantino para la historia
occidental procede de las consecuencias que tuvo su conversión al
cristianismo (en algún momento indeterminado del proceso de
conquista del poder, aunque no se bautizó hasta poco antes de
morir); descartada la sinceridad de su sentimiento religioso, es
posible que dicha conversión se debiera al fracaso de las
persecuciones de los reinados anteriores, así como a la búsqueda de
elementos de unidad que contrarrestaran las tendencias
disgregadoras del Imperio.
Mucho es lo que se puede decir de Constantino, el gran emperador
romano que se destacó como militar y hombre de mando
férreo. Como reseña de su vida de césar y augusto se puede decir que
venció a todos los enemigos internos, todos grandes hombres,
Maximiano, Licinio, Majencio, aún con ejércitos menores en número.
Cuando estuvo solo al frente de Roma consolidó las reformas de
Diocleciano, aunque él fuera el principal responsable del
derrumbamiento de la Tetrarquía, debido a sus ambiciones
personales. En cuanto al ejército dio mayor importancia a la
caballería, tanto en número (aunque seguía siendo inferior a la
infantería) como en la parte estratégica.
Por el Edicto de Milán (313) acabó con el culto estatal pagano en
Roma, decretó el fin de las persecuciones contra los cristianos y la
devolución a éstos de los bienes expropiados. Aunque no convirtió al
cristianismo en religión oficial del Estado (un paso que daría Teodosio
en el 391), concedió importantes privilegios y donaciones a la Iglesia,
apoyó la construcción de grandes templos y dio preferencia a los
cristianos a la hora de seleccionar a sus colaboradores.
A cambio, otras comunidades religiosas comenzaron a ser
perseguidas dentro del Imperio, como sería el caso de los judíos.
Temeroso de que las disputas teológicas rompieran la unidad de la
religión cristiana, puso el poder a disposición de la jerarquía
eclesiástica para combatir las numerosas herejías de la época.

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¿Cómo logró el cristianismo, una de las muchas sectas religiosas de


la Antigüedad mediterránea, pasar a ser la religión oficial del Imperio
Romano, y con ello propagarse por toda Europa y el mundo entero?
¿Qué es lo que cambió para que el emperador Constantino deje de
perseguir a los cristianos y, no sólo convertirse en uno de ellos, sino
impulsar el cristianismo en todo el Imperio? Como en todos los
procesos históricos, hay decisiones meramente políticas que
revolucionan el curso de la historia, aunque estas decisiones sean,
muchas veces, el producto de influencias ideológicas y movimientos
culturales más profundos.
Quizá nunca sepamos del todo qué fue lo que causó semejante
cambio en la historia de Roma. Algunas fuentes relatan
que Constantino marchaba a la batalla cuando vio una columna de
luz que se elevaba formando una cruz y se formaban las
palabras “Hoc signo victor eris”, que en latín significan “Por este
signo vencerás”. En la noche siguiente, Constantino soñó que
Jesús le ordenaba que pintara dos letras de la palabra
Cristo: x (chi), p (rho), en los escudos de sus tropas. El emperador
obedeció las instrucciones logrando derrotar a su enemigo, y así se
convirtió al cristianismo.

Mito o verdad, lo cierto es que una influencia un poco más evidente y


probable fue la de su propia madre, Helena de
Constantinopla. Flavia Iulia Helena nació a mediados del siglo
III posiblemente en la localidad romana de Drepanum (conocida más
tarde como Helenópolis) en el Golfo de Nicomedia, y murió alrededor
del año 330. Fue de familia humilde; quizá una posadera.

No obstante, se convirtió en la esposa legítima de Constancio Cloro,


quien fue emperador del Imperio Romano en 305. Su primer y único
hijo, Constantino, nació en Naissus mucho antes, en la Alta Moesia,
en el 274. Pero no todo fueron alegrías. En 292, Constancio decidió
divorciarse de Helena para poder casarse con la hijastra
de Maximiano y llegar a establecer así el parentesco imprescindible
entre los miembros de la tetrarquía romana.

Muerto Constancio Cloro en el 306, Constantino decidió llevar a


su madre a vivir con él en la corte imperial, confiriéndole el título
de Augusta, y ordenando que se le tributaran honores como
la madre del soberano, como la acuñación de monedas con su
imagen. Durante el gobierno de su hijo, Helena se habría convertido
al cristianismo e influenciado a Constantino para la edificación de
iglesias y la promulgación de los edictos en favor de la libertad
religiosa.

Helena murió tras muchos años de vida piadosa, en los que se incluye
la leyenda de haber encontrado los restos de la cruz de Cristo en
Jerusalén, y desde entonces fue considerada santa por la Iglesia
Romana, y la Iglesia Ortodoxa.

Fuentes:

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XXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXX

XXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXX

XXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXX

XXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXX

XXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXX

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Concilio Vaticano II
Concilio Vaticano II
XXI concilio ecuménico
de la Iglesia católica

Apertura de la segunda sesión (29 de septiembre de1963)

Inicio 11 de octubre de 1962

Término 8 de diciembre de 1965

Aceptado por Iglesia católica

Convocado por Juan XXIII

Presidido por Juan XXIII (1962)


Pablo VI (1963-1965)

Asistencia 2450 obispos

Temas de Promover el desarrollo de la fe católica.


discusión Lograr una renovación moral de la vida cristiana
de los fieles.
Adaptar la disciplina eclesiástica a las
necesidades y métodos de nuestro tiempo.

Documentos y Constituciones: Dei Verbum, Lumen


declaraciones gentium, Gaudium et spes y Sacrosanctum
concilium.
Decretos: Ad Gentes, Apostolicam
Actuositatem, Christus Dominus, Inter
Mirifica, Optatam Totius, Orientalium
Ecclesiarum, Perfectae Caritatis, Presbyterorum
Ordinis y Unitatis Redintegratio.
Declaraciones: Dignitatis
humanae, Gravissimum Educationis y Nostra
Aetate.

Cronología

Concilio Vaticano
Concilio -
Vaticano I II

[editar datos en Wikidata]

El Concilio Vaticano II fue un concilio ecuménico de la Iglesia católica convocado por


el papa Juan XXIII, quien lo anunció el 25 de enero de 1959. Fue uno de los eventos
históricos que marcaron el siglo XX.
El Concilio constó de cuatro sesiones: la primera de ellas fue presidida por el mismo papa
en el otoño de 1962. Él no pudo concluir este Concilio ya que falleció un año después, (el 3
de junio de 1963). Las otras tres etapas fueron convocadas y presididas por su sucesor, el
papa Pablo VI, hasta su clausura en 1965. La lengua oficial del Concilio fue el latín.
Comparativamente, fue el Concilio que contó con mayor y más diversa representación de
lenguas y etnias, con una media de asistencia de unos dos mil padres
conciliares procedentes de todas las partes del mundo. Asistieron además miembros de
otras confesiones religiosas cristianas.

Índice
[ocultar]

 1Objetivo
 2Antecedentes
 3Preparación
o 3.1Primer anuncio
o 3.2Etapa antepreparatoria
o 3.3Fase preparatoria
o 3.4El reglamento
 3.4.1Participantes
 3.4.2Normas
 3.4.3Procedimientos
 4Participantes del concilio
 5Sesiones
o 5.1La primera sesión (1962)
o 5.2Primera intersesión
o 5.3La segunda sesión (1963)
o 5.4Segunda intersesión
o 5.5Tercera sesión (1964)
o 5.6Tercera intersesión
o 5.7La cuarta sesión (1965)
 6Documentación y nivel de aceptación por los Padres Conciliares
 7Véase también
 8Referencias
 9Bibliografía
 10Enlaces externos

Objetivo[editar]
El Concilio se convocó con los fines principales de:

 Promover el desarrollo de la fe católica.


 Lograr una renovación moral de la vida cristiana de los fieles.
 Adaptar la disciplina eclesiástica a las necesidades y métodos de nuestro tiempo.
 Lograr la mejor interrelación con las demás religiones, principalmente las orientales.
Se pretendió que fuera un aggiornamento o puesta al día de la Iglesia, renovando los
elementos que más necesidad tuvieran de ello, revisando el fondo y la forma de todas sus
actividades.
Pretendió proporcionar una apertura dialogante con el mundo moderno, actualizando la
vida de la Iglesia sin definir ningún dogma, incluso con nuevo lenguaje conciliatorio frente a
problemas actuales y antiguos.

Presbiterio con la cátedra de San Pedro en la basílica homónima, durante el Concilio Vaticano II.
Foto de Lothar Wolleh.

El Concilio Vaticano I (1869-1870) no había terminado debido a la suspensión impuesta


por el estallido de la guerra franco-prusiana. Algunos querían que se continuara este
concilio pero no fue así. Los sectores más liberales o modernistas dentro de la Iglesia lo
consideran uno de los cinco concilios más importantes (Niceno
I, Calcedonense, Lateranense IV, Tridentino y Vaticano II). Trató de la Iglesia,
la revelación, la liturgia, la libertad religiosa, etc. siendo sus características más
importantes la renovación y la tradición.
En cambio, los sectores más conservadores aplican un término llamado la hermenéutica
de la continuidad para leer los textos conciliares a la luz de la Tradición y del Magisterio
bimilenario para que no entre en contradicción.
Por su parte, sectores tradicionalistas minoritarios, como la Hermandad San Pío X,
denuncian que el Concilio enseña errores y que hay puntos que deben ser condenados
porque contradicen abiertamente la Tradición, el Magisterio papal y de los anteriores
Concilios de la Iglesia católica.
Antecedentes[editar]
A lo largo de los años 1950, la investigación teológica y bíblica católica había empezado a
apartarse del neoescolasticismo y el literalismo bíblico que la reacción
al modernismo había impuesto desde el Concilio Vaticano I. Esta evolución puede
apreciarse en teólogos como los jesuitas Karl Rahner o John Courtney Murray, que se
habían venido esforzando por integrar la experiencia humana moderna con el dogma
cristiano, así como en otros: el dominico Yves Congar, Joseph Ratzinger (posteriormente
elegido como papa bajo el nombre de Benedicto XVI), Henri de Lubac y Hans Küng que
buscaban lo que veían como una comprensión más ajustada de la Escritura y de
los Santos Padres, un retorno a las fuentes (ressourcement) y una actualización
(aggiornamento).
Al mismo tiempo los obispos de todo el mundo venían afrontando tremendos desafíos
asociados al cambio político, social, económico y tecnológico. Algunos de ellos aspiraban
a formas nuevas de responder a esos cambios. El Concilio Vaticano I, desarrollado casi un
siglo antes, había sido interrumpido cuando el ejército italiano entró en Roma en los
momentos finales de la unificación italiana. Sólo habían concluido las deliberaciones
relativas al papel del papado, dejando sin resolver los aspectos pastorales y dogmáticos
concernientes al conjunto de la Iglesia.

Preparación[editar]
Desde febrero de 1959 a noviembre de 1962 tuvo lugar la etapa de preparación del
Concilio, bajo la responsabilidad de la Curia Romana.
Primer anuncio[editar]

Juan XXIII, responsable de la convocatoria del Concilio Vaticano II

Durante la celebración de la fiesta de la Conversión de san Pablo el 25 de enero de 1959,


en un consistorio que el papa Juan XXIII tuvo con los cardenales en la abadía de San
Pablo Extramuros, tras la celebración en la basílica, anunció1 su intención de convocar un
concilio ecuménico.2
El secretario del papa Juan describió así la situación en que el pontífice brindó el
«discorsetto» (discursito) que, con una simplicidad llamativa, modificó el rumbo pastoral de
la Iglesia católica, al anunciar la intención de realización del Concilio:
Fue un día como los demás. Se levantó el pontífice como de costumbre a las cuatro, hizo sus
devociones, celebró la misa y asistió después a la mía. Se retiró a continuación a la salita de comer
para la primera colación, dio una ojeada a los periódicos y quiso revisar el borrador de los discursos
que había preparado. A las diez partimos para la Basílica de San Pablo Extramuros. La primera
parte de la ceremonia duró de las 10.30 hasta las 13. Entonces entramos en la sala de los monjes
benedictinos, nos retiramos todos y quedó el papa con los cardenales. Leyó el discursito que había
preparado, digo «discorsetto» porque así lo definió él mismo, y en un cuarto de hora estaba todo
terminado. Pocos minutos después se difundía por el mundo la noticia del Concilio ecuménico.
Loris Francesco Capovilla, secretario de Juan XXIII

Juan XXIII presentó la iniciativa como algo absolutamente personal:


Pronuncio ante ustedes, cierto, temblando un poco de conmoción, pero al mismo tiempo con
humilde resolución de propósito, el nombre y la propuesta de la doble celebración de un sínodo
diocesano para la Urbe y de un concilio ecuménico para la iglesia universal.3
Los cardenales reaccionaron con un «impresionante y devoto silencio».4 El anuncio causó
una gran sorpresa en todos: todavía no habían transcurrido tres meses desde la elección
de Juan XXIII,5 en el cónclave de octubre de 1958, que lo había elegido como un papa
considerado extraoficialmente «de transición»,6 a continuación del papado de Pío XII. Los
medios de comunicación, a excepción de L'Osservatore romano,7 dieron gran eco a la
noticia subrayando diversos elementos del discurso del papa.
En sus discursos posteriores, el papa fue poco a poco delineando los objetivos del concilio
y recalcando especialmente que se trata de un concilio pastoral y ecuménico.8 Aunque el
propósito de Juan XXIII encontró muchas formas de manifestarse durante los tres años
siguientes, una de sus expresiones más conocidas fue aquella que, preguntado por los
motivos, presentó al tiempo que abría una ventana: «Quiero abrir las ventanas de la Iglesia
para que podamos ver hacia afuera y los fieles puedan ver hacia el interior». Invitó a otras
iglesias a enviar observadores al concilio, aceptándolo tanto iglesias protestantes como
ortodoxas. La Iglesia Ortodoxa Rusa, por temor al gobierno soviético comunista, sólo
aceptó tras recibir seguridades de que el concilio sería apolítico (es decir, de que no se
reiteraría la condena al comunismo).
Etapa antepreparatoria[editar]
El 17 de mayo de 1959, Juan XXIII anunció la creación de la Comisión Antepreparatoria y
designó como presidente de esta al cardenal secretario de Estado Domenico Tardini. Los
secretarios de varios dicasterios de la curia fueron los demás miembros de la comisión.
El 26 de mayo se reunió por primera vez y se decidió dar luz verde a dos cartas: una a los
organismos de la curia para que prepararan comisiones de estudio sobre los temas a tratar
en el Concilio y otra a todos los obispos para que antes del 30 de octubre indicaran sus
sugerencias para el Concilio. A estas dos consultas se añadió luego una tercera a las
facultades de teología y de derecho canónico que tenían plazo hasta el 30 de abril de 1960
para enviar sus propuestas.
El 15 de julio de 1959, el papa Juan XXIII comunicó a Tardini que el concilio se llamaría
«Vaticano II» y que, por lo tanto, no debía considerarse como una continuación del
Vaticano I (que había quedado suspendido).
Para el 30 de octubre siguiente se habían recibido ya 1600 respuestas de obispos,
superiores generales y facultades de teología o de derecho canónico. En la fecha límite, 30
de abril de 1960, se contó con 2109 respuestas, a cuya catalogación y ordenamiento se
procedió de manera que fuera posible su síntesis. El documento final se llamó Analyticus
conspectus consiliorum et votorum quae ab episcopis et praelatis data sunt.9
Fase preparatoria[editar]
La fase preparatoria propiamente dicha se inició el 5 de junio de 1960 con la publicación
del motu proprio Superno Dei nutu10 que fue redactado por el Cardenal Tardini. Este
documento fijó las comisiones preparatorias por temas en 10 con una comisión central que
supervisaba y coordinaba los trabajos de todas. Pericle Felici fue nombrado secretario
general de esta comisión central. Los presidentes de las comisiones temáticas
preparatorias eran los prefectos de los dicasterios correspondientes de la curia.
El cardenal Augustin Bea, a quien se acredita influencia en algunas de las reformas ecuménicas
más significativas del Concilio Vaticano II

A estos organismos se añadió, para cubrir el deseo del papa de que las demás iglesias
cristianas participaran en el concilio, un «Secretariado para la promoción de la unidad de
los cristianos» presidido por el cardenal Augustin Bea, quien solicitó a Mons. Johannes
Willebrands que le ayudara como secretario del nuevo ente.11 También se creó un
Secretariado para los medios de comunicación.
El 14 de octubre de 1960, el papa constituyó un secretariado administrativo del Concilio al
que le encargó tratar los asuntos de financiamiento y desarrollo material del mismo. El 7 de
noviembre se creó la comisión para el ceremonial que trataría los temas relacionados con
la liturgia y los lugares a ocupar en la Basílica de San Pedro por parte de los padres
conciliares. El presidente de esta última comisión fue el cardenal Eugène Tisserant.
Los trabajos de las comisiones comenzaron oficialmente el 14 de noviembre de 1960, tras
un discurso de Juan XXIII.12 La principal misión de estas comisiones era elaborar los
documentos que, tras pasar por el visto bueno del papa, serían presentados para la
discusión en aula. Las temáticas eran tan variadas que fue necesario incluso crear
subcomisiones.
Tras un año y medio de trabajos, las comisiones y el Secretariado para la unión de los
cristianos produjeron un total de 75 esquemas. Estos esquemas fueron revisados luego
por la comisión central que incluyó diversas modificaciones y recortes.
El 25 de diciembre de 1961, el papa Juan XXIII convocó la celebración del concilio para
1962 con la bula Humanae salutis y el 2 de febrero siguiente, por medio del motu
proprio Consilium diu —o simplemente Consilium—13 fijó la fecha de apertura para el 11 de
octubre.
El reglamento[editar]
Una novedad del Concilio Vaticano I fue que el reglamento a seguirse durante las sesiones
no fue votado por los mismos padres conciliares. Dado este precedente y tras el código de
derecho canónico de 1917 que daba muchos más poderes en relación con el concilio al
papa, no se contempló que en este nuevo concilio el reglamento fuera sometido al parecer
de sus participantes. Así, en marzo de 1961 mons. Felici solicitó a la comisión preparatoria
central que se manifestara sobre algunos temas relacionados con el reglamento. En junio
siguiente el cardenal Arcadio Larraona solicitó la formación de una subcomisión para la
redacción del reglamento. El 7 de noviembre la subcomisión fue creada y trabajó desde el
11 de noviembre hasta el 27 de junio. Dos días después el texto fue entregado al P. Felici
quien a su vez lo hizo ver al papa Juan XXIII. Tras integrar algunos cambios solicitados por
el mismo pontífice, el reglamento fue oficializado el 6 de agosto de 1962 mediante motu
proprio titulado Ordo Concilii oecumenici Vaticani II celebrandi.14
El texto estaba dividido en tres partes: participantes, normas y procedimientos.
Participantes[editar]
Además de los obispos diocesanos, se contempló que los obispos titulares tuvieran voto
deliberativo así como los superiores generales de congregaciones de derecho pontificio
con más de 3000 miembros. Los expertos y teólogos invitados por el papa podrían
participar en las congregaciones generales e incluso, si se les solicitaba, intervenir en el
aula o en la redacción de esquemas para las diversas comisiones. Los observadores
podrían participar solo en las congregaciones generales y sesiones públicas, que gozarían
de traducción simultánea. Los peritos invitados por cada obispo no podrían participar en
las congregaciones generales.
Normas[editar]
Se mantendría el secreto sobre lo discutido en el Concilio. La lengua oficial sería el latín,
aunque en las comisiones podrían emplearse otras lenguas. El derecho a hablar se daría
en orden eclesiástico: los cardenales primero, luego los patriarcas, a continuación los
arzobispos, obispos, etc.
Se crearía una «presidencia del concilio» conformada por 10 cardenales y una secretaría
general. Existirían además 10 comisiones (en concordancia con las 10 comisiones
preparatorias, aunque con alguna variante) integradas por 24 miembros cada una: 16
elegidos por la asamblea, y 8 nombrados por el papa que incluían al presidente de cada
comisión. A estas comisiones se añadió un secretariado para asuntos extraordinarios.
Procedimientos[editar]
Los textos preparados por las comisiones preparatorias, tras el visto bueno del papa se
enviarían a los padres conciliares para su conocimiento antes de tratarse en las
congregaciones generales. En la sesión correspondiente, un relator -normalmente el
secretario de la comisión preparatoria respectiva- presentaría el esquema a la asamblea.
Cada padre conciliar podría, a continuación y durante 10 minutos, intervenir para admitir,
rechazar o solicitar enmiendas generales del esquema presentado. Sin embargo, tales
intervenciones deberían ser indicadas con tres días de antelación a la secretaría del
concilio. Luego se votarían los cambios propuestos y se analizarían los resultados de la
votación. Finalmente, se daría una votación del esquema completo y, si este obtenía la
mayoría necesaria, se dejaría pendiente su aprobación solemne para la siguiente sesión
pública con la presencia del papa.
El texto del reglamento no preveía con claridad los pasos a seguir en caso de que un
esquema fuera rechazado, pero sí los pasos para incluir las enmiendas propuestas.

Participantes del concilio[editar]


Padres conciliares en el Concilio Vaticano II. Foto de Lothar Wolleh.

 Teniendo en consideración las 4 sesiones, participaron más de 2.450 obispos de la


Iglesia católica.15 El único grupo que fue excluido fue el de los obispos del bloque
comunista chino, por lo que estuvieron ausentes unos 200 obispos. Existía un
convenio con los soviéticos para permitir a los obispos salir de y entrar a sus países
sin problemas. Así, fue el concilio más grande en cuanto a cantidad (a los efectos de
comparar, el concilio de Calcedonia contó con unos 200 participantes y el concilio de
Trento, unos 950) y en cuanto a catolicidad, pues fue la primera vez que participaron
de modo sustancial los obispos no europeos (sobre todo africanos y asiáticos). En los
primeros dos años, predominaron las intervenciones de los obispos europeos, pero las
siguientes sesiones fueron más participadas. Incluso participaron algunos cardenales
que no eran obispos, pero por insistencia de Juan XXIII fueron ordenados obispos
(hasta antes de este concilio diáconos y presbíteros también eran elegidos para ser
cardenales sin necesidad de ser elevados al rango de obispo). Además participaron
algunos abades, superiores o maestros de grandes órdenes religiosas
(franciscanos, dominicos, etc.).
 Teólogos invitados del papa como consultores, no como miembros plenos (Yves
Congar, Karl Rahner, Henri de Lubac, Hans Küng, Gérard Philips). Podían escuchar
aunque no hablar en el aula, pero mantenían influencia en las diez comisiones ya
mencionadas. Al inicio del Concilio se dio el nombramiento de las comisiones
conciliares (dos tercios nombrados por los obispos y un tercio por el papa) teniendo
como tarea guiar y escribir aquellos decretos ya discutidos en el aula.
 Consultores de Iglesias ortodoxas e Iglesias protestantes.
 Observadores, y católicos laicos (cf. Mary Goldic, Ospite a casa propia, ed. en inglés)
 Periodistas. Se dio participación como observadores a periodistas de muchas
publicaciones, en especial el Times; Raniero La Valle para L'Avvenire d'Italia; Caprile
para La Civiltà Cattolica; el redentorista Francis X. Murphy, bajo el pseudónimo de
Xavier Rynne, para The New Yorker; y enviados de otras publicaciones
como Frankfurter Allgemeine Zeitung, Le Monde, Assomptionisti La Croix, etc. En este
sitio puede también incluirse el diario personal que llevó el teólogo Yves Congar,
conocido como Mon Journal du Concile (París: du Cerf, 2002), de gran valor histórico-
documental.

Sesiones[editar]
La primera sesión (1962)[editar]
La primera sesión se inició con la inauguración solemne en la basílica de San Pedro el 11 de
octubre de 1962.

La primera sesión partió con la inauguración solemne en la Basílica de San Pedro el 11 de


octubre de 1962. Juan XXIII presidió la Misa y ofreció un discurso programático, el Gaudet
Mater Ecclesia, donde habló del puesto de los concilios en la historia de la Iglesia, de la
situación del mundo y de algunos aspectos generales que debían tenerse en cuenta
durante el concilio: se trata de custodiar el depósito de la fe católica enseñarlo de una
manera adecuada a los tiempos empleando para ello los métodos más eficaces. También
recordó que no era una actitud de condena de los errores sino de misericordia, lo que se
esperaba del concilio. Alude al tema del ecumenismo que era uno de los que habían
causado mayor expectativa en los medios de comunicación.
Para el 13 de octubre se tenía programada la elección del porcentaje de miembros de las
comisiones que correspondía nombrar a la asamblea conciliar. La secretaría general del
concilio entregó entonces una lista con los nombres de todos los padres conciliares y otra
lista con los nombres de los miembros de las respectivas comisiones preparatorias. Sin
embargo, el cardenal Achille Liénart, tras recibir una solicitud de un grupo de obispos
franceses y alemanes, solicitó al consejo de presidencia más tiempo de manera que los
participantes pudieran conocerse y hacer una votación concienzuda. Por tanto, la elección
fue pospuesta para el 16 de octubre y tras los recuentos de votos e intervenciones sobre
cuál mayoría sería tomada en cuenta, se eligieron los miembros respectivos de las
comisiones.
El 20 de octubre, tomando en cuenta el interés mostrado por algunos padres conciliares de
ofrecer un mensaje de parte del concilio al mundo, se votó rápidamente una propuesta que
obtuvo la mayoría necesaria y fue asumida como Mensaje de los padres conciliares a
todos los hombres. Luego comenzó la discusión del esquema sobre la liturgia (De sacra
liturgia que luego se llamará Sacrosanctum concilium).
Las discusiones, con diversos puntos de vista enfrentados, se prolongaron hasta el 14 de
noviembre en que se hizo una primera votación exploratoria. El texto fue ampliamente
aprobado (2162 placet contra 46 non placet)
Ese mismo día, se presentó en aula el esquema de De fontibus revelationis, que luego
sería la constitución dogmática Dei Verbum. Durante las discusiones sobre este esquema,
las diferencias dentro del concilio se hicieron todavía más claras a punto tal que pareció
que el documento sería rechazado completamente. Una votación exploratoria puso de
manifiesto que más del 61 % de los padres conciliares rechazaban el texto propuesto.16
Los 1368 votos negativos no alcanzaban los dos tercios de votos requeridos (1473) para
retirar el esquema, pero era claro que el texto presentado no progresaría lo cual hizo más
tensas las discusiones de esos días. El mismo papa Juan XXIII intervino el 21 de
noviembre, creando una comisión mixta que reharía el texto de la constitución dogmática.
El 23 de noviembre se entregó a los padres conciliares dos esquemas para su estudio
antes de la discusión en aula: era el De Ecclesia (luego la constitución dogmática Lumen
Gentium) y un apéndice con un esquema sobre la Virgen María (De beata Maria Virgine).
Ese mismo día se comienza a discutir la constitución sobre los medios de comunicación
social (que luego será el decreto Inter mirifica). El texto fue aprobado en sus grandes
rasgos aunque se solicitó que fuera reducido considerablemente y que se tratase más
ampliamente del rol de los laicos en los medios de comunicación. La votación exploratoria
dejó 2138 placet y 15 non placet.
Para el 27 de noviembre inició la discusión del esquema sobre la unidad de los
cristianos, Ut omnes sint. El texto causó desilusión17 ya que, dado que había sido
preparado por la comisión preparatoria para las Iglesias orientales, trataba únicamente de
esas iglesias sin hablar, por ejemplo, de los protestantes. El patriarca Maximos de los
melquitas criticó el esquema que consideraba mediocre. Dado que la comisión
preparatoria teológica y el secretariado para la unidad habían preparado otros esquemas
sobre los mismos temas, los padres conciliares solicitaron que fueran fundidos en un solo
documento reelaborado por una comisión mixta. Ese fue el resultado de la votación que a
propósito se realizó: 2068 placet y 36 non placet.

Padres conciliares. Foto de Lothar Wolleh.

El 1 de diciembre se comenzó a discutir el esquema De ecclesia. El cardenal Ottaviani


había intentado en días anteriores que la discusión en aula del esquema se retrasase a la
siguiente sesión, pero el consejo de presidencia prefirió mantener el orden del día como
había sido propuesto inicialmente. La discusión fue menos acalorada que la de las fuentes
de la revelación. Pero de todas maneras a medida que proseguía el debate las críticas de
aspectos generales del esquema se hacían más populares. Así, por ejemplo, mons. Emil
de Smedt que consideraba que el esquema era triunfalista, clericalista y juridicista. Sin
embargo, era el tema del episcopado el que más discusión generaba. El debate no llega a
puerto y las discusiones se concluyen el 7 de diciembre, víspera de la clausura de la
primera sesión conciliar.
Unos días antes, tanto el cardenal belga Leo Jozef Suenens como el cardenal
italiano Giovanni Montini habían intervenido en aula solicitando una dirección más clara
para el concilio y proponiendo para ello una visión eclesiológica: se trataría de la Iglesia ad
intra y ad extra y esta temática podría dar unidad y finalidad a los trabajos. Esto dejaba al
documento De ecclesia como el más importante y programático del concilio.
El 5 de diciembre la secretaría general comunicó que los 75 esquemas serían reducidos a
20. Asimismo se dieron a conocer los modos de trabajo de las comisiones durante el
período de intersesión. Se elaborarían nuevos esquemas de acuerdo con el sentir
manifestado por la mayoría de los obispos durante el concilio y se pasarían a aprobación
del papa. Este los haría llegar a los padres conciliares para que estos indicaran las
enmiendas consideradas oportunas a la comisión antes del inicio de la segunda sesión.
Para organizar todo este trabajo, Juan XXIII creó una comisión de coordinación a cargo de
la Secretaría de Estado.
El 8 de diciembre se concluye oficialmente la primera sesión con un discurso del papa.
Primera intersesión[editar]
Pablo VI, quien guió el Concilio Vaticano II a través de la segunda, tercera y cuarta sesión conciliar
hasta su finalización.

Las comisiones continuaron el trabajo de elaboración y agrupamiento de esquemas. El


papa envió una carta, la Mirabilis ille (6 de enero de 1963) donde recordaba a los padres
conciliares que el concilio continuaba durante el período entre sesiones.
La comisión de coordinación comenzó sus trabajos el 21 de enero. El 22 de abril, Juan
XXIII aprobó 12 de los 17 esquemas que la comisión le había hecho llegar. Estos fueron
enviados a los obispos en mayo y se iniciaron reuniones de grupos de obispos en todo el
mundo para discutir juntos los esquemas y llegar así a la segunda sesión con propuestas
conjuntas de enmiendas.
El 3 de junio, el papa Juan XXIII falleció. Hasta ese momento, no se había promulgado
ningún documento resultante del concilio. Se habían discutido los esquemas sobre la
liturgia, la revelación, los medios de comunicación social, la unidad de los cristianos y la
Iglesia, pero sin arribar a una definición en ninguno. El 21 de junio siguiente fue elegido el
cardenal Montini, que tomó el nombre de Pablo VI. Al día siguiente, en su primer
radiomensaje, aseguró que el concilio continuaría y el 27 anunció la fecha de apertura de
la segunda sesión: el 29 de septiembre de 1963. Sería Pablo VI quien enfatizaría las
propósitos básicos del concilio y lo guiaría a través de las tres etapas conciliares siguientes
hasta su final.
En el período inmediatamente anterior al inicio de la segunda sesión, Pablo VI introdujo
algunas modificaciones en el reglamento. Se amplió el número de observadores
integrando incluso laicos que fueron llamados a participar aunque sin voto deliberativo. La
comisión de coordinación quedaba como organismo permanente del concilio. Y, dada la
ineficacia mostrada por el consejo de presidencia, se nombraba un grupo de cuatro
delegados o moderadores que agilizarían y dirigirían los debates.
La segunda sesión (1963)[editar]
Imagen del Concilio en la que se observa al papa Pablo VI presidiendo la celebración desde el
presbiterio de la basílica de San Pedro. Foto de Lothar Wolleh.

El 29 de septiembre de 1963, tras una sencilla ceremonia inaugural y un discurso de Pablo


VI, los trabajos recomenzaron en San Pedro. En el discurso de apertura de la segunda
sesión conciliar, Pablo VI remarcó el carácter pastoral del concilio y estableció que debería
propender a cuatro objetivos:

1. una definición más completa de la naturaleza de la Iglesia y del papel del


obispo;
2. la renovación de la Iglesia católica;
3. la restauración de la unidad de los cristianos; y
4. el comienzo del diálogo con el mundo contemporáneo.18
Al día siguiente se reinició la discusión en aula del esquema De ecclesia. El nuevo
texto fue presentado por el cardenal Ottaviani y atrajo mayor consenso que el anterior.
El texto a modo de base para la discusión fue votado y obtuvo 2231 placet contra
43 non placet.
Entonces, de acuerdo con el reglamento, comenzó la discusión de cada capítulo. Para
cada capítulo fueron declarándose las objeciones de los padres o los aspectos que
convenía añadir. El tema de la naturaleza sacramental del episcopado ya había
obtenido la casi unanimidad de los consensos pero el de la colegialidad
episcopal permanecía discutido (debido a que algunos lo consideraban un atentado
contra el primado pontificio) y se dieron intervenciones a favor y en contra durante las
sesiones. Lo mismo en relación con la posibilidad de reactivar el diaconado
permanente.
Las discusiones continuaron hasta el 15 de octubre sin llegar a un acuerdo. Ese día el
cardenal Leo Jozef Suenens propuso verificar el apoyo que las diversas posturas
tuvieran en la asamblea por medio de una votación de algunos puntos discutidos.
Indicó incluso que al día siguiente se tendría tal votación, pero mons. Felici obtuvo que
el papa permitiera impedir esa votación. Suenens también acudió a Pablo VI, quien
mandó reunir a la comisión de coordinación, al consejo de presidencia y al
secretariado general para tratar el asunto. Era ya el 23 de octubre. En esos días se fijó
el texto de las preguntas y el papa aprobó que se hiciera la consulta para el 30 de
octubre. La idea era que de la votación se saliera con una indicación clara para la
comisión teológica sobre los contenidos discutidos del esquema. La gran mayoría de
los padres se manifestó a favor de la definición de la colegialidad y, aunque menos,
también de la reactivación del diaconado permanente.19
A continuación se discutieron los demás capítulos del De Ecclesia y se trató sobre la
posibilidad de integrar el esquema sobre la Virgen María al final de este. La asamblea
se dividió completamente (la votación exploratoria dio 1114 placet y 1074 non placet).
El 2 de noviembre se comenzó a tratar el esquema sobre el episcopado. Era evidente
que no podía ser discutido sin haber decidido lo concerniente a la colegialidad en el
esquema De Ecclesia: de hecho, las discusiones sobre ese punto continuaron ya que
el cardenal Ottaviani buscaba minimizar los resultados de la votación del 30 de
octubre. Se produjeron discusiones de tono más elevado y el cardenal Josef
Frings incluso cuestionó durante una sesión en aula, el modo de actuar del Santo
Oficio, provocando una áspera respuesta del cardenal Ottaviani.20 La discusión del
esquema se prolongó hasta el 15 de noviembre.
Un nuevo esquema sobre el ecumenismo se presentó para la discusión. El nuevo texto
tenía cinco capítulos e incluía también el tema de los no cristianos especialmente los
judíos. También se incluyó en este esquema el texto sobre la libertad religiosa. Aun
cuando la discusión inicial fue difícil, finalmente se aprobó en línea de principio el texto
aunque se solicitó a la comisión mixta que mejor separase lo aplicable a las
denominaciones cristianas de los no cristianos.
Durante los debates de estos esquemas se realizaban también las votaciones de los
capítulos de los esquemas sobre la liturgia y sobre los medios de comunicación.
Ambos obtuvieron finalmente el consenso requerido y fueron oficialmente promulgados
en la sesión pública del 4 de diciembre.
Antes de la ceremonia conclusiva de la segunda sesión, Pablo VI anunció que se
aumentaría el número de participantes en las comisiones. En el discurso conclusivo
resumió los resultados, que consideraba positivos, de la sesión y anunció su intención
de visitar Tierra Santa.
Segunda intersesión[editar]
Al concluir los trabajos de la segunda sesión, el papa Pablo VI había mencionado su
interés en reducir el tiempo requerido para concluir el concilio por medio de la
reducción de los esquemas o de la elaboración de textos que siguieran las directivas
ya consideradas mayoritarias. Por ello encargó al cardenal Julius August Döpfner que
elaborara una propuesta en ese sentido. La idea indicada por él era reducir a seis los
esquemas más amplios a discutirse y dejar los demás en una serie de proposiciones
que ya no se discutirían sino solo votarían. La comisión de coordinación analizó la
propuesta del 28 de diciembre al 15 de enero, la aprobó e indicó a las demás
comisiones que procedieran de ese modo. En los meses siguientes el papa tuvo que
tranquilizar a los obispos que consideraban esto como una medida para concluir
«expeditivamente» el concilio.21
Ya en abril se enviaron los primeros textos (de los esquemas más importantes: De
Ecclesia, De fontibus revelationis y sobre la Iglesia en el mundo actual,
llamado Esquema XIII) a los obispos para que prepararan su análisis durante el
concilio.
Por su parte, los cardenales Larraona, Micara y Ruffini enviaron cartas a Pablo VI para
que reservara al magisterio pontificio el tema de la colegialidad y mandara retirar el
capítulo correspondiente del esquema De Ecclesia.
Tercera sesión (1964)[editar]
La tercera sesión del concilio se inauguró el 14 de septiembre de 1964. La misa, ya
aplicando la constitución Sacrosanctum concilium fue concelebrada por 24 padres
conciliares con el papa. El discurso de Pablo VI resultó esclarecedor de su posición
dado que empleó la expresión colegio episcopal apoyando así la posición de la
mayoría conciliar.
Al día siguiente se inició la discusión de los últimos capítulos del esquema De
Ecclesia. El capítulo sobre la escatología fue rápido y sin problemas. En cambio el de
la Virgen María aunque fue también breve mantuvo las diferencias de concepto entre
los padres conciliares que se habían manifestado en la segunda sesión y en la última
intersesión dentro de la comisión teológica.22 Se optó por una solución de compromiso
con un texto que pudiera complacer a ambas partes. El 16 de septiembre comenzaron
las votaciones por capítulo del esquema aunque el capítulo tercero (sobre la
jerarquía), que era el más discutido, fue votado número por número (38 votaciones).
El 18 de septiembre se retomó el esquema sobre los obispos que pasó las votaciones
casi sin problemas.
El 23 de septiembre se presentó un esquema nuevo sobre la libertad religiosa. Aunque
todos estaban de acuerdo en el principio, el texto dividía a la asamblea conciliar por la
forma de presentar la doctrina y las consecuencias que podía tener (por ejemplo, en
los países donde por concordato la Iglesia católica tenía privilegios). El 9 de octubre,
mons. Felici indicó de parte del papa, que el texto debía ser reformulado por una
comisión mixta donde se incluyó al mayor opositor del texto, el arzobispo Marcel
Lefebvre.

Salida de los Padres conciliares de la basílica de San Pedro. Foto de Lothar Wolleh.

A continuación se examinó el esquema sobre los hebreos que había sido rehecho y
ampliado tomando en consideración las religiones no cristianas. Las posiciones
encontradas (por motivos de oportunidad pastoral)23 hicieron que el texto volviera al
secretariado para ser reescrito. En el secretariado se rehizo el texto sobre los hebreos
y se añadieron párrafos relacionados con las demás religiones (hindúes y budistas). El
nuevo texto fue votado el 20 de noviembre y obtuvo la mayoría necesaria para
aprobarse definitivamente.
El texto del esquema sobre la Revelación fue representado y tras cinco sesiones fue
aprobado aunque quedaban varios elementos discutidos y que debían tratarse en
sede de la comisión teológica. Esta terminó las enmiendas a mediados de noviembre,
ya demasiado tarde para que se pudiera discutir de nuevo en aula.
Mientras, y ya desde el 7 de octubre, se había comenzado a estudiar el documento
sobre el apostolado de los laicos. Las opiniones eran variadas y las críticas al texto
venían de todas las sensibilidades. El 20 de octubre otro texto complejo, el
llamado esquema XIII fue presentado en aula. La mayoría de las críticas lo
consideraban un esquema aceptable pero poco fundado teológicamente. Las
discusiones sobre los problemas particulares tratados en el esquema (el ateísmo, la
guerra, la familia, el matrimonio) fueron más ásperos.
Ese mes de octubre se trataron los esquemas más breves que habían sido reducidos
a proposiciones a votar. Así, por ejemplo, los que trataban de los presbíteros, la
formación sacerdotal, las iglesias de rito oriental, las misiones, los religiosos, la
educación cristiana y el matrimonio. Este último fue convertido en una serie de
observaciones que se hicieron llegar al papa para que él decidiera qué hacer.
El mes de noviembre vio el renacer del problema de la colegialidad. Las discusiones
en la comisión no llegaban a puerto por lo que se encargó a Mons. Gérard Philips que
redactara una nota explicativa que aclarara los elementos empleados en la redacción
propuesta, que era una solución que buscaba contentar a todas las partes. El papa
pensaba introducir esta nota como explicación del capítulo III de la Lumen Gentium y
tras hacer algunas modificaciones al texto la mandó al concilio. Esta se presentó el 14
de noviembre y causó perplejidad por lo que implicaba de intervención pontificia en el
concilio. Tras la lectura del texto y las votaciones el texto de la Lumen gentium se
aprobó.
Sin embargo, el 19 de noviembre se presentaba el texto de la declaración sobre la
libertad religiosa que en vez de ser corregido según las intervenciones anteriores,
había sido casi completamente rehecho. Se solicitó entonces que fuera votado de
nuevo pero la presidencia del concilio anunció que no se votaría el nuevo texto hasta
la siguiente sesión. Esto causó molestia en varios padres conciliares (por ejemplo, los
cardenales Meyer, Ritter, Léger, Suenens y Frings), quienes intentaron por todos los
medios persuadir a Pablo VI de que se procediese a la votación, pero el Sumo
Pontífice no cedió. El descontento de éstos creció cuando se informó a la asamblea
que Pablo VI había introducido 19 modificaciones al esquema sobre el ecumenismo
(que había sido votado favorablemente por los padres conciliares, aunque todavía no
había sido promulgado).
Estos hechos –aunque a la luz de la historia posterior no se manifestaron tan
importantes (el texto de la nota explicativa realmente no cambia lo indicado en el texto
final de la Lumen gentium, el mayor tiempo de elaboración del esquema sobre la
libertad religiosa permitió perfilarlo mejor y las modificaciones incluidas en el esquema
sobre el ecumenismo eran de mera forma)– crearon un clima de descontento y
desilusión en los obispos y expertos de la así llamada «mayoría» conciliar.24
La sesión pública conclusiva vio la aprobación de nuevos documentos (la Lumen
gentium, los dos decretos sobre el ecumenismo y el de las Iglesias orientales).
Además el papa proclamó a María como Madre de la Iglesia.
Tercera intersesión[editar]
Al concluir la tercera sesión conciliar, las comisiones quedaban con 11 esquemas
sobre los que trabajar para la cuarta, según las orientaciones recibidas de parte de la
asamblea conciliar. Algunos textos como el que trataba de la revelación, requerían
retoques más o menos importantes; otros, como el que hablaba de los presbíteros
debía ser rehecho a partir de las proposiciones que se habían votado.
Los textos elaborados fueron enviados a mediados de junio a los obispos para que
prepararan sus intervenciones o hicieran llegar directamente sus comentarios a las
comisiones.
La cuarta sesión (1965)[editar]
El 14 de septiembre de 1965 se reanudaron los trabajos en San Pedro. En el discurso
de apertura, Pablo VI anunció la creación del sínodo de los obispos (que algunos
inicialmente consideraron la aplicación de la colegialidad) y que visitaría la sede de la
ONU para el XX aniversario de su creación.
Al día siguiente el papa participó en la congregación general donde firmó el decreto de
creación del sínodo.
Después que Pablo VI se retirara de la basílica, se inició la discusión del esquema
sobre la libertad religiosa. El debate fue tenso y tras cinco días no se llegaba al
consenso. La comisión de coordinación se reunió para discutir si se podía hacer la
votación del esquema como base y el resultado fue no hacer la votación. Pero el papa
intervino e indicó que se votaría de todos modos. El esquema recibió luz verde (1997 a
favor y 224 en contra) para ser usado como base aunque debía «ser perfeccionado
según la doctrina católica sobre la verdadera religión y sobre la base de los cambios
propuestos durante el debate» según indicaba la pregunta.
El 21 de septiembre se llega a la discusión sobre el esquema XIII, debate que se
prolongó durante dos semanas. La votación sobre el esquema en cuanto tal (antes de
pasar a los capítulos) fue positivo (2100 placet y 44 non placet). El debate sobre el
capítulo del matrimonio fue más breve debido a que el papa había reservado a sí el
tema del control de la natalidad. Los demás capítulos pasaron sin mayores
dificultades.

Franz König, cardenal vienés de gran prestigio por su tendencia innata al diálogo, a la concordia
y al pluralismo, fue propulsor de un Concilio Vaticano II «abierto» al cambio. Realizó aportes
notables en la declaración Nostra Aetate, referida a la relación entre la Iglesia católica y las
religiones no cristianas.

Desde el 7 de octubre se discutió el esquema sobre las misiones. El texto fue bien
acogido y se sugirieron una serie de mejoras. Sin embargo, un texto del documento
que hablaba de cómo universalizar el dicasterio de Propaganda fidei fue modificado
por la comisión debido a que la reforma de la curia era competencia exclusiva del papa
según había indicado la Comisión pontificia para la reforma de la Curia romana.
Alrededor de 300 padres firmaron un manifiesto de protesta por este cambio en un
documento aprobado con 2070 placet.
Luego se discutió el documento sobre los presbíteros. Volvió a discutirse el tema del
celibato o al menos de la posibilidad de ordenar sacerdotes a hombres casados. El 11
de octubre, Pablo VI mandó leer un comunicado por el que solicitaba que no se
discutiera públicamente el argumento y que las propuestas le fueran enviadas a través
del consejo de presidencia.
Los días siguientes se dedicaron solo a votaciones de esquemas o de capítulos de
estos sin debates. El 28 de octubre se tuvo una sesión pública de promulgación
solemne de la Christus Dominus, la Perfectae caritatis, la Optatam totius,
la Gravissimum educationis y la Nostra aetate.
El 29 de octubre se reiniciaron las votaciones, esta vez del documento sobre la
revelación, Dei Verbum. Nuevamente se llegó a un punto muerto por las enmiendas
que consentía el sistema de votación iuxta modum. Entonces Pablo VI envió una serie
de propuestas de redacción (teológicamente aceptables) para que la comisión
teológica, con la ayuda del cardenal Augustin Bea, escogiera la más apropiada. Así, a
pesar todavía del disenso de unos pocos padres (55 en la votación preliminar) se logró
pasar la constitución.
Desde el 9 de noviembre se votó el esquema sobre el apostolado de los laicos. El
documento sobre las misiones fue nuevamente propuesto y recibió 712 placet iuxta
modum que obligaba a la comisión a enmendar el texto.
El 18 de noviembre se tuvo otra sesión pública donde se promulgaron la Dei Verbum y
la Apostolicam actuositatem. El papa, en la homilía, anunció la apertura de los
procesos de beatificación de Pío XII y de Juan XXIII.

Tres Padres conciliares, durante el Concilio Vaticano II. Foto de Lothar Wolleh.

En los días siguientes se continuaron las agotadoras votaciones. La declaración sobre


la libertad religiosa pero no fue posible vencer la oposición de un grupo de 250 padres.
La votación de la constitución Gaudium et spes fue todavía sufrida debido a las
peticiones de incluir una condena expresa del comunismo y por una nueva
intervención del papa en el capítulo sobre el matrimonio. Pero finalmente lograron el
consenso sobre el texto.
Los últimos días del concilio se desarrollaron entre agradecimientos. El 7 de diciembre
fue la última sesión pública solemne: se promulgó la constitución pastoral Gaudium et
spes, los decretos Ad gentes y Presbyterorum ordinis, la declaración Dignitatis
humanae. Asimismo se leyó la declaración común que retiraba las excomuniones
recíprocas con la Iglesia ortodoxa.
El concilio concluyó con una misa presidida por Pablo VI el 8 de diciembre.

Documentación y nivel de aceptación por los Padres


Conciliares[editar]
Artículo principal: Documentos del Concilio Vaticano II

El Concilio Vaticano II dio lugar a un total de 4 constituciones (2 de ellas dogmáticas y


1 pastoral), 9 decretos conciliares y 3 declaraciones conciliares, a los que se pueden
sumar la Constitución apostólica Humanae salutis por la cual Juan XXIII convocó el
concilio, el mensaje Ad omnes de los Padres del concilio a todos los hombres, los
mensajes del concilio a la humanidad, y otros breves (In Spiritu Sancto y Ambulate in
dilectione). Los documentos se pueden ver en «Le fonti ufficiali» que se conservadan
en un archivo dividido en:

 Materia preparatoria:
 Serie I, ante preparatoria que corresponde a antes del inicio del concilio, son
las respuestas de los obispos a los cuestionarios. No están en sentido
sistemático.
 Serie II, Materia preparatoria (4 volúmenes en 6 tomos). Corresponde al último
año después de la convocación del concilio. Son los documentos preparados
por la Curia para el concilio. La Curia divide los temas en 10 temas (que
corresponden a los 10 dicasterios del Vaticano que presidían las 10
comisiones preparatorias).
Tras un largo y duro trabajo, se redactaron 16 documentos, cuyo conjunto constituye
una toma de conciencia de la situación actual de la Iglesia y define las orientaciones
que se imponen. Los documentos, la fecha de promulgación y el nivel de aceptación
final por parte de los Padres conciliares se pueden apreciar en la Tabla 1.25

Tabla 1: Cuándo y cómo fueron votados los documentos conciliares

Non Votos
Documentos promulgados Fecha Placet Votantes
placet nulos

Constitución sobre la sagrada liturgia 4-12-


2147 4 1 2152
(Sacrosanctum Concilium) 1963

Decreto sobre los medios de comunicación 4-12-


1960 164 7 2131
social (Inter mirifica) 1963

Constitución dogmática sobre la Iglesia 21-11-


2151 5 -- 2156
(Lumen gentium) 1964

Decreto sobre las Iglesias orientales 21-11-


2110 39 -- 2149
católicas (Orientalium Ecclesiarum) 1964

Decreto sobre el ecumenismo (Unitatis 21-11-


2137 11 -- 2148
redintegratio) 1964

Decreto sobre el ministerio pastoral de los 28-10-


2319 2 1 2322
obispos (Christus Dominus) 1965

Decreto sobre la vida religiosa (Perfectae 28-10-


2321 4 -- 2325
caritatis) 1965

Decreto sobre la formación sacerdotal 28-10-


2318 3 -- 2321
(Optatam totius) 1965
Declaración sobre la educación cristiana 28-10-
2290 35 -- 2325
(Gravissimum educationis) 1965

Declaración sobre las religiones no cristianas 28-10-


2221 88 1 2310
(Nostra aetate) 1965

Constitución dogmática sobre la revelación 18-11-


2344 6 -- 2350
divina (Dei Verbum) 1965

Decreto sobre el apostolado de los seglares 18-11-


2340 2 -- 2342
(Apostolicam actuositatem) 1965

Declaración sobre la libertad religiosa 7-12-


2308 70 6 2384
(Dignitatis humanae) 1965

Decreto sobre la actividad misional (Ad 7-12-


2394 5 -- 2399
gentes divinitus) 1965

Decreto sobre el ministerio y vida de los 7-12-


2390 4 -- 2394
presbíteros (Presbyterorum Ordinis) 1965

Constitución pastoral sobre la Iglesia en el 7-12-


2309 75 7 2391
mundo actual (Gaudium et Spes) 1965

Los documentos son:


Constituciones

 Dei Verbum (Constitución Dogmática sobre la Divina Revelación)


 Lumen Gentium (Constitución Dogmática sobre la Iglesia)
 Sacrosanctum Concilium (Constitución sobre la Sagrada Liturgia)
 Gaudium et Spes (Constitución Pastoral sobre la Iglesia en el mundo actual)
Decretos conciliares

 Ad Gentes (Decreto sobre la actividad misionera de la Iglesia)


 Presbyterorum Ordinis (Decreto sobre el ministerio y vida de los presbíteros)
 Apostolicam Actuositatem (Decreto sobre el apostolado de los laicos)
 Optatam Totius (Decreto sobre la formación sacerdotal)
 Perfectae Caritatis (Decreto sobre la adecuada renovación de la vida religiosa)
 Christus Dominus (Decreto sobre el ministerio pastoral de los Obispos)
 Unitatis Redintegratio (Decreto sobre el ecumenismo)
 Orientalium Ecclesiarum (Decreto sobre las Iglesias orientales católicas)
 Inter Mirifica (Decreto sobre los Medios de comunicación social)
Declaraciones conciliares

 Gravissimum Educationis (Declaración sobre la Educación Cristiana)


 Nostra Aetate (Declaración sobre las relaciones de la Iglesia con las Religiones no
cristianas)
 Dignitatis Humanae (Declaración sobre la libertad religiosa)
El papa Pablo VI presentó de manera resumida el contenido de cada uno de estos
documentos conciliares.

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