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Pinedo dijo en una entrevista que veía a sus libros como una trilogía

sobre “la destrucción de la cultura”. Como estos libros fueron


concebidos a principios de la década pasada, es tentador relacionarlos
con la crisis argentina de fines del 2001. Plop, sin embargo, va más
allá del contexto local: el libro hunde sus raíces en la larga tradición
de las narrativas distópicas, y es parte de una sensibilidad
apocalíptica contemporánea que puede dialogar perfectamente tanto
con Mad Max como con Cormac McCarthy. Cuando le preguntaban por
sus influencias en la ciencia ficción, Pinedo solía mencionar a Levrero,
sobre todo la novela París, pero no son claros los rastros de Levrero
en Plop; puestos a mencionar nombres rioplatenses, habría que
señalar al Fogwill de Los pichiciegos. Igual, el universo de Pinedo es
tan peculiar que es difícil situarlo como heredero o continuador de
alguien.

Plop es una novela post-apocalíptica. El fin ya ha ocurrido; no se


explicita qué ha destruido el planeta, aunque se sugiere que ha habido
una catástrofe ecológica: hay pocos árboles y la gente solo puede
tomar agua cuando llueve. La metáfora principal de la novela, lo ha
visto bien el crítico Zac Zimmer, es la del barro: se comienza con Plop,
el protagonista principal, metido en un pozo mientras cae la tierra
sobre él “y a sus pies se va formando un caldo de barro que le llega
hasta las rodillas”, y se termina con ese mismo personaje “cubierto de
barro… Nunca existió otra cosa que barro. Sólo figuras cubiertas de
barro, como él”.

En ese paisaje desolado, lo que le interesa a Pinedo es narrar qué


hace un puñado de sobrevivientes después del fin, que no es otra cosa
que volver a comenzar: unos cuantos se organizan en tribus, y
aparecen los tabúes, los rituales extraños, las nuevas costumbres (“No
eran raros los retardados. En general, apenas aparecía un primer
síntoma las madres los sacrificaban”), el sexo como moneda de
cambio y la lucha despiadada por la supervivencia. En este contexto,
Plop es el sobreviviente por excelencia. Nacido en la indigencia
absoluta (“su madre, la Cantora, lo parió caminando, atada al borde
de un carro, medio colgada, medio arrastrada”), Plop va aprendiendo
rápidamente cuáles son las reglas de juego. Es más ambicioso que los
demás, y eso, en una sociedad de la escasez, lo distingue y lo lleva a
administrar los recursos y conseguir el poder. Pero su gran virtud es
también su principal defecto: aunque la novela no se plantea como
una fábula moralista, la caída de Plop está relacionada con su
ambición excesiva.

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