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En las organizaciones de la sociedad civil que hacemos desarrollo tenemos que re-
pensar lo que hacemos, discutir el desarrollo. Pero hemos de discutirlo no tanto como
paradigma teórico, como construcción conceptual: que de eso ya hay mucho. Hemos de
discutirlo, de reflexionarlo como asunto nuestro, como asunto que nos pertenece porque
así nombramos lo que hacemos, porque eso decimos que hacemos.
Hay demasiados avisos de que esto que llamamos desarrollo no está funcionando:
vivimos un tiempo de crisis, un tiempo en el que todos los sueños de vida buena que
aprendimos y con los que nombramos lo que hacemos, han resultado fallidos, al menos
cuestionados.
Además, hay demasiadas señales que nos indican que estamos desde hace tiempo
haciendo otras cosas cuando decimos que hacemos desarrollo: ¿y si nombramos eso
otro que hacemos sin los nombres del desarrollo?
Pensar lo que hacemos supone al mismo tiempo hacer la crítica del desarrollo, hacer la
(auto) crítica de nuestros modos de presencia e intervención como organizaciones de la
sociedad civil y, supone además, preguntar por los modos de configurar la acción.
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II. HACER LA CRÍTICA DE LA IDEA DE DESARROLLO
La crítica del desarrollo como idea y como práctica teniendo siempre como referencia
nuestra propia práctica, lo que estamos haciendo y lo que hemos vivido como
promotores del desarrollo.
1) Tenemos los “nombres” del desarrollo porque nos los sabemos, con ellos nos hemos
capacitado y calificado para la intervención, pero más allá de ello tenemos la capacidad
de empalabrar lo que hacemos con sentidos propios que van más allá, que están más
acá, en medio, atrás y delante de los nombres del desarrollo.
3 Seguimos intentando algo que todavía llamamos desarrollo y sin embargo no somos
los sujetos negados que se dejan arrastrar por el vendaval del capital, no somos los
sujetos cínicos, tampoco queremos ser los sujetos narcisos: no queremos ser los modos
de subjetivación que propone el sistema; intentamos ser sujetos libertarios y
emancipadores, personas normales, comunes que dicen ¡ya basta! ¡no más así!
4) Y entonces nos damos cuenta que la potencia de lo que hacemos no está en que
hacemos desarrollo, tampoco en que podemos oponernos a lo que hay, sLa potencia
nuestra es que decimos ¡no! al mismo tiempo que desplegamos nuestra capacidad de
subvertir lo que hay, prefigurando, anticipando, otros modos de ser humanos y libres
Nos hemos presentado como esferas públicas (como espacio en donde se producen
cosas de interés público), que están equidistantes del Estado y del mercado. Sin
embargo nuestra legitimidad está resultando frágil: ni representamos a las personas, a
los sujetos, a los colectivos a los que dirigimos nuestra acción (jóvenes, niños,
indígenas, campesinos y campesinas, mujeres, etc.) cuando hablamos a nombre de
ellos, porque nadie nos nombró, ni estamos equidistantes del mercado y del Estado.
Nos estamos dando cuenta del precario lugar que ocupamos: entes que resultan de la
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constitución de esferas públicas, que están siempre en riesgo de ser atravesadas por la
racionalidad y la lógica del mercado y por los intereses de reproducción del poder del
Estado: siempre estamos en riesgo de devenir en mercancía, un producto más en una
sociedad de consumo basada en la multiplicación de los consumos; siempre en riesgo
de devenir instrumento de los intereses del Estado, de las políticas públicas,
apareciendo como responsables de lo que al Estado corresponde; siempre en riesgo de
devenir en mecanismos funcionales, que aseguran en los márgenes del sistema las
condiciones de reproducción del capital. Y muchas veces mostrando una y otra vez las
condiciones de nuestra falibilidad humana en las instituciones que creamos.
No somos lo que dijimos que íbamos a ser. Pero estamos siendo otra cosa sobre todo
en términos de potencia, de posibilidad. A lo largo de décadas hemos dado forma a un
conjunto de configuradores de la acción y es en ellos donde está la potencia y la riqueza
necesaria de nuestro hacer, más que en todas las técnicas, tecnologías y metodologías
que hemos elaborado y que llamamos “alternativas” y que de manera perversa, solo una
de las múltiples formas en las que son usadas, son aprovechadas y desvirtuadas en
espectáculos de televisión como el de “Iniciativa México”:
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IV. ¿PLANIFICAR O PRIMERO DESPLEGAR LA RABIA Y EL DESEO?
Finalmente, hemos de preguntarnos por los modos de ordenar nuestra acción como
acción racional.
Es una afirmación puesta aquí como pregunta, simple en su decir y llena de complejidad
en su contenido: desplegar la rabia y el deseo que nos hacen sujetos como condición
para que luego se instrumente la acción como acción racional hija del deseo, de la
pasión del querer
¿Qué sujetos?, los que con su reflexión y con su acción intentan construir otro mundo
posible prefigurándolo desde ya con acciones, iniciativas, fugaces o de más
permanencia, pequeñas y gigantes, que tienen en común que abren grietas al sistema.
Se trata, decimos, de los “sujetos de la digna rabia”.
¿Es todo esto posible? Yo creo que sí. Podemos andar por ello, en ello, con ello, “como
si fuera posible”.
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