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HACER LA CRÍTICA DEL DESARROLLO: LA

TAREA DE PREFIGURAR OTROS MODOS DE VIDA


BUENA DESDE LA DIGNA RABIA Y EL DESEO

BENJAMIN BERLANGA GALLARDO


UCI-RED Febrero 2012,

I. LA IDEA DE IR MÁS ALLÁ, SIEMPRE MÁS ALLÁ

En las organizaciones de la sociedad civil que hacemos desarrollo tenemos que re-
pensar lo que hacemos, discutir el desarrollo. Pero hemos de discutirlo no tanto como
paradigma teórico, como construcción conceptual: que de eso ya hay mucho. Hemos de
discutirlo, de reflexionarlo como asunto nuestro, como asunto que nos pertenece porque
así nombramos lo que hacemos, porque eso decimos que hacemos.

Hemos inventado todos los modos posibles de desarrollo: lo nombramos y adjetivamos,


y en cada adjetivo ponemos una intención nuestra: la sustentabilidad, el género, los
derechos, lo étnico, la infancia, lo endógeno, lo autogestivo, lo participativo, y todas las
combinaciones que quepan.

Si esto es así, de lo que se trata ahora es de ir más allá. Decir: ¿y si en lugar de


nombrarlo y adjetivarlo para seguir diciéndolo, nos preguntamos si no es que su tiempo
ya ha acabado? ¿Y si en verdad es otra cosa lo que hacemos cuando decimos que
hacemos desarrollo y cuando nos apuramos a adjetivarlo para que no quede desnudo?

Hay demasiados avisos de que esto que llamamos desarrollo no está funcionando:
vivimos un tiempo de crisis, un tiempo en el que todos los sueños de vida buena que
aprendimos y con los que nombramos lo que hacemos, han resultado fallidos, al menos
cuestionados.

Además, hay demasiadas señales que nos indican que estamos desde hace tiempo
haciendo otras cosas cuando decimos que hacemos desarrollo: ¿y si nombramos eso
otro que hacemos sin los nombres del desarrollo?

Pensar lo que hacemos supone al mismo tiempo hacer la crítica del desarrollo, hacer la
(auto) crítica de nuestros modos de presencia e intervención como organizaciones de la
sociedad civil y, supone además, preguntar por los modos de configurar la acción.

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II. HACER LA CRÍTICA DE LA IDEA DE DESARROLLO

La crítica del desarrollo como idea y como práctica teniendo siempre como referencia
nuestra propia práctica, lo que estamos haciendo y lo que hemos vivido como
promotores del desarrollo.

Qué hemos de reflexiónar, elaborar?:

1) Tenemos los “nombres” del desarrollo porque nos los sabemos, con ellos nos hemos
capacitado y calificado para la intervención, pero más allá de ello tenemos la capacidad
de empalabrar lo que hacemos con sentidos propios que van más allá, que están más
acá, en medio, atrás y delante de los nombres del desarrollo.

2) El desarrollo como idea y como práctica está acabado: a) ya no es viable como


proyecto histórico de dominación geopolítica económica, tampoco como referente de un
modelo de acumulación de capital: son otros los tiempos; b) vivimos los tiempos de un
capitalismo salvaje en los que la ilusión del desarrollo para los negados y los
ninguneados se ha revelado como lo que es: ilusión; c) como proyecto cultural de vida
buena el desarrollo ha fracasado: conduce a la uniformización del sujeto como
consumidor, a la exacerbación del individualismo, al retraimiento y debilitamiento de la
convivialidad, al ecocidio; d) desde dentro mismo ha explotado, lo hacemos nosotros
explotar con nuestras prácticas.

3 Seguimos intentando algo que todavía llamamos desarrollo y sin embargo no somos
los sujetos negados que se dejan arrastrar por el vendaval del capital, no somos los
sujetos cínicos, tampoco queremos ser los sujetos narcisos: no queremos ser los modos
de subjetivación que propone el sistema; intentamos ser sujetos libertarios y
emancipadores, personas normales, comunes que dicen ¡ya basta! ¡no más así!

4) Y entonces nos damos cuenta que la potencia de lo que hacemos no está en que
hacemos desarrollo, tampoco en que podemos oponernos a lo que hay, sLa potencia
nuestra es que decimos ¡no! al mismo tiempo que desplegamos nuestra capacidad de
subvertir lo que hay, prefigurando, anticipando, otros modos de ser humanos y libres

5) Por qué no hacer de ésta acción una acción emancipadora?

III. LA (AUTO) CRÍTICA DE LOS MODOS DE PRESENCIA E INTERVENCIÓN

Tenemos que hacer la crítica de nuestros modos de intervención, de nuestro hacer y


presencia.

¿Qué podemos decir?:

Nos hemos presentado como esferas públicas (como espacio en donde se producen
cosas de interés público), que están equidistantes del Estado y del mercado. Sin
embargo nuestra legitimidad está resultando frágil: ni representamos a las personas, a
los sujetos, a los colectivos a los que dirigimos nuestra acción (jóvenes, niños,
indígenas, campesinos y campesinas, mujeres, etc.) cuando hablamos a nombre de
ellos, porque nadie nos nombró, ni estamos equidistantes del mercado y del Estado.
Nos estamos dando cuenta del precario lugar que ocupamos: entes que resultan de la

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constitución de esferas públicas, que están siempre en riesgo de ser atravesadas por la
racionalidad y la lógica del mercado y por los intereses de reproducción del poder del
Estado: siempre estamos en riesgo de devenir en mercancía, un producto más en una
sociedad de consumo basada en la multiplicación de los consumos; siempre en riesgo
de devenir instrumento de los intereses del Estado, de las políticas públicas,
apareciendo como responsables de lo que al Estado corresponde; siempre en riesgo de
devenir en mecanismos funcionales, que aseguran en los márgenes del sistema las
condiciones de reproducción del capital. Y muchas veces mostrando una y otra vez las
condiciones de nuestra falibilidad humana en las instituciones que creamos.

No somos lo que dijimos que íbamos a ser. Pero estamos siendo otra cosa sobre todo
en términos de potencia, de posibilidad. A lo largo de décadas hemos dado forma a un
conjunto de configuradores de la acción y es en ellos donde está la potencia y la riqueza
necesaria de nuestro hacer, más que en todas las técnicas, tecnologías y metodologías
que hemos elaborado y que llamamos “alternativas” y que de manera perversa, solo una
de las múltiples formas en las que son usadas, son aprovechadas y desvirtuadas en
espectáculos de televisión como el de “Iniciativa México”:

1. desarrollamos una eticidad crítica con la que configuramos nuestra organizaciones,


que es capacidad reflexiva para cuestionar por qué esto, lo que es, este mundo, la vida
misma, ha de ser así y no de otro modo; capacidad reflexiva que lleva a la asunción de
corresponsabilidad, y que es capaz de decir ¡no más así! y hacer algo;

2. elaboramos una postura epistémica, que es la de la construcción de conocimientos


desde el acontecimiento, desde el reconocimiento de la experiencia de la vida. Desde
allí elaboramos miradas, miradas de mundo: la mirada erguida que otea el horizonte,
que dibuja lo que se quiere; la mirada atenta y precavida que muestra al querer lo que
tiene que hacerse; la mirada que rememora para romper la continuidad del tiempo; la
mirada que sospecha, que se pregunta ¿esto está bien así?; la mirada de asombro;
miradas con las que configuramos la acción;

3. elaboramos un modo de relación entre la teoría y la práctica, esa capacidad de


configurar la práctica y de enriquecer las ideas estirando las teorías hasta el límite para
dar paso a nuevas formulaciones, una capacidad de orillar los pasos que se andan para
salir del camino probado y abrir nuevos senderos, y de carear-se con lo que se hace
para encontrar los vacíos y las potencias del ir haciendo;

4. damos lugar a la acción como un don, como un dar que es asunción de la


responsabilidad por el otro, al mismo tiempo que solicitud, deseo del otro: la epifanía del
rostro, la posibilidad del encuentro;

5. generamos capacidad de anticipación, de prefiguración: modos de imaginar otro


mundo posible y de intentarlo ya, ahora: formamos parte de un inmenso magma de
creatividad social que está cambiando el mundo desde ahora;

6. Hemos abierto la posibilidad de nuevas subjetividades políticas capaces de


configurar actos de resistencia que son al mismo tiempo prefiguración de lo por venir y
lucha contra lo que hay, contra lo que niega y somete, desde lo local, desde el mundo de
vida cotidiano de las personas y en articulación con otros espacios;

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IV. ¿PLANIFICAR O PRIMERO DESPLEGAR LA RABIA Y EL DESEO?

Finalmente, hemos de preguntarnos por los modos de ordenar nuestra acción como
acción racional.

Es una afirmación puesta aquí como pregunta, simple en su decir y llena de complejidad
en su contenido: desplegar la rabia y el deseo que nos hacen sujetos como condición
para que luego se instrumente la acción como acción racional hija del deseo, de la
pasión del querer

¿Y si en lugar de la tarea técnica de “hacer el desarrollo” asumimos que lo que


intentamos es hacer-nos sujetos, construirnos juntos subjetividades emancipadoras que
deciden hacer un mundo mejor, más digno, mas humano, desde la transformación de la
cotidianidad de vida vivida?

¿Qué sujetos?, los que con su reflexión y con su acción intentan construir otro mundo
posible prefigurándolo desde ya con acciones, iniciativas, fugaces o de más
permanencia, pequeñas y gigantes, que tienen en común que abren grietas al sistema.
Se trata, decimos, de los “sujetos de la digna rabia”.

Y en ese hacer cobra vigencia la propuesta freireana que debemos actualizar:


pedagogizar la practica que hacemos y politizar la acción pedagógica. Se trata de hacer
educación desde a) la reflexión de la experiencia de la acción política poniendo por
delante b) la construcción de memoria como reconocimiento de dónde se viene como
sujetos, de qué historia de dolores y alegrías se viene caminando e impulsando c) la
capacidad de “utopiar” con un sentido ante todo “propedéutico” “la función utópica es
propedéutica: debe ayudar a desencadenar una tensión moral entre el sujeto y el tiempo
histórico presente en el que está inmerso, tensión que debe llevarlo no sólo a la
insatisfacción, sino motivarlo éticamente para pensar en otros futuros posibles y a tener
una visión plural y no única de la libertad….” (Fernando Ainsa. “La reconstrucción de la
utopía”, Ediciones del Sol, Argentina, 1999)y d) el esfuerzo permanente de “ponerse
en marcha”, es decir, completar la dimensión de la esperanza con

“…la (dimensión) de la voluntad, una inteligencia creativa y ‘proyectiva’ que se traduzca


en acciones concretas, por pequeñas que sean, sin esperar el gran cambio total y
definitivo. Esta voluntad de cambio implica una dinámica, una capacidad de ruptura para
la cual la simple idea de esperanza no basta…” (Fernando Ainsa, cit.).

Y se trata de hacer política, haciendo-nos sujetos en el proceso, sujetos de la digna


rabia, de la resistencia, capaces de gritar ¡ya basta! y de conformar con los sueños
proyectos de vida buena, razones de lucha y de afirmación de posibilidades de otros
modos mundo.

¿Es todo esto posible? Yo creo que sí. Podemos andar por ello, en ello, con ello, “como
si fuera posible”.

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