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jCon qué dureza los ha tratado el modo de produc- cién! De rebaja en rebaja han perdido lo poco que tenian, y ganado lo que nadie queria. Coleccionan las miserias y hu- millaciones de todos los sistemas de explotacidn del pasado: de él no ignoran mas que la revuelta. Guy Debord! Entre las multiples figuras que Bataille ha invocado para responder a la cuestién que plantea la soberania, dos han logrado imponerse gracias a su cardcter perentorio. La primera es la que el escritor ofrece de si mismo como hombre erguido en un impulso de sarcasmo hostil a Dios y a los reyes que recuerdan a tal Dios. Ante tales figuras de grandeza solemne aunque algo venida a menos, «tengo que reir y mis carcajadas no dejan de responder, desafiantes, a su solemnidad. Seria su esclavo sin ese desafio, no seria el hom- bre que rechaza su autoridad y al que su autoridad ya no aliena»’. Un cierto aire de tragedia inspira estas palabras, como si el desafio lanzado a la verdad que toda la autoridad pretende encarnar no cons- tituyera una mera eventualidad sino el destino obligado para quien ' G. Debord, in girum imus nocte et consumimur igni, en Id., Oeuvres, Gallimard, Paris, 2006, p. 1336. > G. Bataille, La Souveraineté, OC VIII, p. 359. 91 por un instante es confrontado con ella. Este no tiene mas remedio que desafiarla jugandose irremediablemente su vida en tal gesto de insubordinacion. Una risa tragica parece acompaijiar a este gesto, atrapado en la necesidad de exponerse y de responder de la propia existencia frente a quienes siempre han aspirado a presentarse como sus garantes. La segunda imagen que nos gustaria recordar es la de la carre- ra imprevisible de un caballo desbocado. Ciertamente no un caballo adiestrado, gloriosamente encadenado a sus formas geométricas, ni menos atin ese caballo salvaje que sigue siendo la presa codiciada y respetada por una humanidad despojada ya de todo rasgo animal, sino mas bien la carrera loca y vertiginosa de un caballo sin freno, que no soporta ni un instante mas la brida que le acaba de someter, Conocemos bien el grandioso lugar reservado al animal en el pen- samiento de Bataille, con su soberania natural tan diferente de la del hombre, tan inmune a las imposiciones del trabajo y de lo prohibido. Sin embargo, en este caso es central el rasgo comun, la inclinacién coextensiva a todos los seres vivos en tanto que tales y que el ca- ballo batailleano muestra en toda su intensidad. El movimiento que acontece aqui, y que al acontecer Ilena de terror a los espectadores, se convierte en una imagen indeleble de la irreductibilidad comin a todos los seres vivos: «Esta imagen tiene poco sentido, evidente- mente. El nifio no puede integrarla en el mundo de la eficiencia y de la accién ordenada que se le acabara imponiendo. Pero un estrépito de cascos en el foro no dejara de anunciar con su trepidacién las negras posibilidades del sinsentido»*. Y ,cémo podria un gesto tan imprevisible tener sentido a los ojos de un hombre que se pliega en todo momento a un proyecto, a una vision que trata de extenderse hacia el futuro para hacerse previsora? Por eso todo acontecimiento debe estar motivado, todo evento rescatado dentro de la continuidad del individuo que lo refleja. Y, sin embargo, la imagen de tal des- encadenamiento, semejante en esto al efimero milagro de una vida liberada de la servidumbre que se le impuso, seguira indicando lo fragil que es el mundo enfermo del trabajo frente a esa necesidad comun de ser. * G. Bataille, L’amitié de l'homme et de la béte. OC XI, p. 168. 92 Lo que quiero sefialar es que, en ambos casos, estamos fren- te a existencias que rechazan precisamente la misma autoridad de la que, sin embargo, parecen extraer la razon de su revuelta. No podriamos hablar aqui de oposicién o de antagonismo, a los que, después de todo, ellas no parecen aspirar siquiera, poseidas como estan por el desafio lanzado a lo que les impide ser. Ellas son, en cierto sentido, existencias vagas e inciertas cuya consistencia de- pende en definitiva de la inclinacién a la rebeldia a la que dieron rienda suelta; existencias que, aunque desprovistas de grandeza, no son simplemente infames 0 miserables. Por lo demas, su particu- lar grandeza —su soberania— consiste precisamente en el rechazo de toda sublimacién, en la revocacién de todo esplendor para dejar emerger finalmente, en la visibilidad mas incierta, algo que, incluso en su inapariencia, no deja de insistir en el corazén de toda vida. Excitacién En un articulo consagrado a Malraux y publicado en «La cri- tica social» en noviembre de 1933, Bataille observa cémo ningun acontecimiento histérico puede disociarse de su forma de vivirlo, del estado de excitacién que experimentan los que participan en él. Y esto hasta tal punto que «intentar la revolucién viene a ser como dispo- ner de esa excitacién»: solo satisfaciendo la aspiracién fundamental del hombre a la agitacién, sera posible sostener la emergencia de los movimientos subversivos de masas. Zanjando de esta manera la in- decidible alternativa entre espontaneidad y organizacién que durante tanto tiempo habia agotado a la teoria revolucionaria, Bataille esta interesado en mostrar cémo en el corazén de cada acontecimiento revolucionario hay un movimiento que, en tanto que fuerza heterogé- nea incalculable, escapa, en el exceso que encarna, a toda tentacion teleoldgica de consumarse. En la frenética insurreccién china, en la convulsién que une a los rebeldes, vislumbramos la ocasién que se brinda a la revolucion de escapar al asidero idealista, propio de toda tarea, de ser llevada a término (en este sentido, el ataque dirigido a las insoportables condiciones econdmicas y sociales parece ser, an- tes que el objetivo al que apunta, el giro légico y la consecuencia Xo wo de un movimiento semejante). Lo que aqui esté en juego, mas radi- calmente, es la aparicién stbita, la emergencia tan imprevista como violenta, de singularidades que se configuran como la negacion vi- viente de afios de explotacién acumulada, de modo semejante en esto a la huelga general anunciada en su época por Bakunin, la cual «sdlo puede conducir a un gran cataclismo que renovara a la sociedady*. Ambos acontecimientos estan en efecto alimentados por la voluntad de afirmar no una causa 0 un proyecto, sino mas bien una existencia constantemente reprimida [reprimée] 0 rechazada [refoulée], negada u olvidada por la sociedad a la cual, sin embargo, pertenece. Se trata, por otra parte, de una afirmacién paraddjica, como si en la revuelta las vidas en juego confirmaran su presencia y, al mismo tiempo, ne- garan la posibilidad misma de coincidir con semejantes condiciones de infortunio. Es como si al propagarse el conflicto por las calles de Shanghai, la ciudad entera se sublevara contra si misma haciendo una incisién en su propia carne hasta el corazén mismo del metaférico cuerpo social, con el fin de arrancarlo de lo que parece pesar en este como una condena, «como si todos los seres en este lugar se hubieran encontrado en el fondo de una misma desesperacién»*, El gesto de la revuelta hace un corte en quien lo realiza, una suerte de sentencia grabada en cada uno de los cuerpos singulares: un destino, una con- fusa desgracia cosida 0 clavada al cuerpo que debe sufrir. Como si el recurso a la insurreccién no fuera mas que la sefial de una desdicha abismal, sin salida, una desdicha grave hasta el punto de ligarse como un destino a aquellos que la sufren. Contra este destino que parece clavar los cuerpos a una miseria inevitable es contra el que las llamas de la revuelta estallan, inexorables como una calamidad: la revuelta rechaza tal destino, pero sélo al precio de consumir el cuerpo que ha sido reducido por ella a un mero soporte. Como si, una vez mas, los Cuerpos en juego se abandonaran a una forma violenta de liberacién, en el mismo instante en que se alejan de ese destino de desdicha —que se impone desde siempre con la brutalidad de la evidencia— para alumbrar las calles de la ciudad consumiéndose en ellas. * M. Bakunin, Organisation et gréve générale, en Id., Oeuvres, t. V, Stock, Paris, 1911, pp. 51-52. > A. Malraux, La condition humaine, Gallimard, Paris, 1946, p37. 94 Bataille habia mostrado ademds cOmo una agitaci6n seme- jante no era completamente inscribible en el dominio de la ética 0 de la politica, entendidas estas tradicionalmente como ambitos del obrar subjetivo que emergen sobre todo alli donde estan ausentes los movimientos mas viscerales de lo vivo. Y no es casualidad que la aparicién del tema revolucionario en los textos de Bataille coincida con la exaltacién —una exaltacion a veces negra, feroz, y, al mismo tiempo, resignada— de una explosion incontrolada, de una erupcion de las fuerzas humanas reprimidas socialmente, aplastadas por el go- bierno burgués del mundo. Tal es el destino que L ‘anus solaire asig- na a la masa de los obreros, que «parecen a los burgueses tan feos y tan sucios como las partes sexuales y pilosas o partes bajas: tarde 9 temprano eso dara lugar a una erupcién escandalosa durante la cual seran cortadas las cabezas asexuadas y nobles de los burgueses»’. La comparacién con los genitales es aqui fundamental para indicar la permanente presencia de tales tendencias en un estado latente y subterraneo, estado debido a la heterogeneidad inherente a la vida en relacién con los dispositivos que la someten al trabajo, un estado siempre a punto de explotar alli donde las fuerzas que gravitan sobre ella la constrifien de un modo insoportable: la revuelta se configu- raria entonces como el efecto de un remanente no escuchado desde hace demasiado tiempo, un remanente que atestigua la inquietante proximidad de cada uno de nosotros con ese rasgo animal nunca totalmente domesticado y, sin embargo, en permanente doma a car- go de las diferentes policias del capital bien sea a porrazos bien a turnos de trabajo (de ahi la necesidad, para pensar la revuelta, de enfrentarse a la Represion y sus figuras). Lejos de connotarse como un movimiento de emancipacidn o de reconocimiento, la liberacion de los trabajadores parece inscribirse mas bien en una dindmica —si ° G. Bataille, L’anus solaire, OC I, pp. 85-86. Hay que sefialar que Camus sigue esta dindmica cuando escribe que, ajena a una posicion de resentimiento o reivindicacién, «en la fuente de la revuelta, hay por el contrario un principio de actividad superabundante y de energia», por lo tanto un exceso en relacién a los mismos dispositivos de poder que habrian causado su aparicion (cfr. A. Camus, L'Homme révolté, Gallimard, Paris, 1951,p.31); no en una verdadera y genuina fisiologia— de la vida rebelde, segtin la cual el automatismo del gesto productivo cotidiano se con fundirta con un vector de presion, asi como de represion’. En su insostenible regularidad ese gesto acabara por caer, como reaccién inevitable a las propias imposiciones, bajo el golpe de un rechazo radical que no Se preocupa por insertarse en un régimen teleoldgico sino que, al contrario, encarnando una ruptura irremediable con lo que le habia precedido hasta ese momento, no muestra ningun interés por un re- sultado o por otro fin que no sea su propio darse. Juego Anticipandose en dos decenios a la critica que Sartre dirigira a toda experiencia considerada inutilizable, Simone Weil acusard a la concepcién revolucionaria propuesta por Bataille de resistirse a la mas minima forma de proyectabilidad, de calculo y de duracién, de repudiar cualquier salvacién privilegiando, por el contrario, la pasion de la pérdida sin ninguna redencién o ninguna contraparti- da utilitaria. En un articulo que pretendia subrayar su propio ale- jamiento de las posiciones, que juzga insostenibles, de Malraux y Bataille, la fildsofa termina preguntandose «si la accion revolucio- naria, cuando es resultado de una fuente semejante, tiene sentido. Si se trata de huir de uno mismo es mas facil jugar 0 emborracharse. Y atin més facil morir. Ademas toda diversion, incluida una accién re- volucionaria de este tipo, es una forma encubierta de suicidio»’. Lo que a Weil le resulta irreconciliable con su propia idea de la revo- lucion es la ausencia de toda responsabilidad respecto al orden por No es esta tal vez una de las razones del constante interés de Bataille por la «parte maldita» y la necesidad de una dilapidacién para desbaratar un empleo frenético y desastroso de ella? En este sentido sigue siendo aun esencial la lectura del texto escrito como respuesta a L homme et le sacré de Caillois (cfr. G. Bataille, La guerre et la philosophie du sacré OC XI, pp. 47-57). * El articulo, no publicado por la autora, es citado en S. Pétrement, La vie de Simone Weil, Fayard, Paris, 1993, p. 309. 96 venir. Tal responsabilidad es lo que distingue esta actitud de aquella otra en la que el acontecimiento subversivo se resuelve en un juego o una fiesta cruel. Se trata, en otras palabras, de reasignar el gesto politico a la prioridad del futuro, sin la cual la revolucion resultaria ser una agitacién tan violenta como impolitica, una especie de jue- go gratuito. Por el contrario, la revuelta pensada por Bataille no es sino una revuelta insensata, carente de sentido tanto desde el punto de vista estratégico como desde el humano y ético: insensata por ruinosa para sus actores, incapaces con ella de conquistar la menor posici6n; insensata por obtusa e infantil, simple estallido de cdlera o entusiasmo carentes de cualquier proyecto. Sin detenernos en la parte que el equivoco ha jugado al proponerse una comparacion de este tipo (la «revolucién» de Weil no es ciertamente la de Batai- lle’), lo que urge aqui subrayar es como el caracter irreconciliable de las dos posiciones depende del contraste insuperable entre un paradigma de emancipacién de la propia condicion y un paradigma de subversion, que coincide con lo que Camus llamara mas tarde «un rechazo total del mundo presente»'®. Por un lado, la esperanza de que en el mundo haya finalmente un espacio para los excluidos y el consiguiente intento de oponer a la vida cotidiana otra vida que deseamos conquistar entregandonos a una causa totalizadora y salvifica vislumbrada en el horizonte. Por otro, la subversion de la cotidianeidad y de la existencia a partir de una vitalidad sin espe- ranza ni compromiso, exenta de cualquier reivindicacion y libre de cualquier horizonte que no esté comprendido en su darse inmanen- te: un movimiento de rechazo del mundo y de las condiciones que lo han vuelto inhabitable, la apuesta de un gesto eminentemente ° Sobre la acepcién particular que toma aqui el nombre de revolucion, «despojado totalmente de su contenido utilitario, sin darle sin embargo un contenido idealista», véase lo que Bataille escribe en La valeur d’usage de D.A.F. de Sade, OC II, pp. 66-67. Por otra parte no es azaroso que a partir de la segunda posguerra, en los textos de Bataille la palabra revuelta [révolte] reemplaza casi enteramente a la palabra revolucion [révolution], palabra quizas demasiado comprometida, demasiado agotada debido al uso que se le ha dado por todas partes. '0 A. Camus, L’Homme révolté, Gallimard, Paris, 1951, p. 119. 97 politico, aunque carente de cualquier proyecto, algo similar a lo que Santiago Lopez Petit llama «potencia destituyente o de disolucién de la realidad»". Lo que nunca habria podido encontrar aprobacion en Weil es precisamente el caracter insubordinado de una liberaci6n asi. Un caracter en virtud del cual la fuerza pretendidamente revolucionaria corre constantemente el riesgo de encallar en una panoplia de mo- vimientos de caracter radicalmente inoperante, tan irregulares como dispersos, prueba de una agitacién convulsa que opone el despreo- cupado despilfarro de sus energias a los tiempos represivos en los que los cuerpos se encontraban constrefiidos. Sin embargo sdélo en el momento en que el presente no sufre ninguna determinacion del futuro puede la revolucién —aunque aqui se deberia hablar propia- mente de revuelta— coincidir al fin con «el unico valor concreto y poderosamente humano que se impone a la avidez de aquellos que rehusan limitar su vida a un ejercicio vacio»'?. O mejor: sélo en tal caso puede la revolucién coincidir al fin con el rechazo de cualquier valor, incluido el que le fue atribuido dentro de un movimiento per- manente de subversién destituyente, al detener el funcionamiento ya sea el de los roles impuestos por el régimen productivo, ya el de aquellas jerarquias y divisiones existenciales que encuentran su principal modelo en la geometria del trabajo. Esta es la razon de que, oscilando entre una actitud menor de juego y gratuidad y una actitud soberana de libertad imponderable, la revuelta, para aquel que la observe con una mirada utilitaria, correra constantemente el riesgo de disolverse en una agitacion tan pueril como condenada al fracaso. Justo entonces el desafio lanzado a la opresion, tan cargado de ese atractivo que lo emparenta con el heroismo o la justicia, se muestra rebelde a ojos de aquellos que lo observan esperando algo de él. La irregularidad, la imprevisibilidad y la falta de disciplina "''S. Lopez Petit, La movilizacién global. Breve tratado para atacar la realidad, Traficantes de suefios, Madrid, 2009, p. 123. Sobre el cardcter destituyente que acompafia siempre a todo movimiento de revuelta, me remito al libro de P. Amato, La rivolta, Cronopio, Napoli, 2010. és 2G. Bataille, Malraux (André), La condition humaine, OC I, p. 374. 98 que lo caracterizan deberian entonces ser domefiados en los claros limites de la tarea revolucionaria: «asi es como se encuentra, apenas con vida, buscando una autoridad superior a aquella que provocé la revuelta»’’, No sorprende entonces que Bataille perciba justo entre el proletariado, y especialmente en el movimiento obrero, no sdlo la supervivencia del gasto improductivo, aunque cambiado y revestido de los rasgos propios de la lucha de clases, sino también nuevas modalidades de revalorizacién y recuperacion del gasto, las Ultimas artimafias gracias a las cuales la revuelta se adapta al servilismo reconduciendo las formas subversivas por el carril de las formas imperativas. Por otro lado también la tarea del revolucionario esta sujeta a las leyes de la division del trabajo, como cualquier otra ac- tividad; también se alimenta del cuerpo y el alma del trabajador, solo cambian las técnicas y los dispositivos de subordinacién. Las formas de vida rebeldes se encontraran asi subsumidas en la imagen tan tranquilizadora como fantdstica del héroe y del vanguardista, del revolucionario profesional y del martir, figuras todas ellas que alimentan con su deseo la pasion por las divisiones decididas por el capital. El trabajo de la revolucién, al tergiversar el sentido de incalculable sublevacion y liberacién contenido en ella podra en- tonces proponerse a si mismo como el tnico dique para contener una revuelta absoluta y excesiva, sin la seguridad ofrecida bien por un saber, sea este el que sea, o bien por la esperanza de una meta. Pero de esta forma el trabajo de la revolucion acabara por coincidir con la enésima justificacién de una vida en la cual cada instante esta sometido a otro, paradigma en este sentido de la vida de todo aque! que encalla «en la contradiccién de un trabajo realizado de cara a un momento soberano»'*. Retomando una terminologia hegeliana, Bataille dir a este respecto que la trampa tendida a todo esclavo es la promesa misma de la victoria, promesa que lo asimila a aquello que él tenia la intencién de derrocar. Por otra parte, el desempefio de su posicién no puede ciertamente culminarse con la conquista de la 3G, Bataille, La «vieille taupe» et le préfixe sur dans les mots surhomme et surréaliste, OC II, p. 94. '4 G, Bataille, Méthode de méditation, OC V, p. 222. 99 ocupada por el amo: si el problema esencial de la revuelta coincide con la ruptura del vinculo en el que (y gracias al cual) el esclavo se reconoce como tal, entonces el esclavo mismo «después de derrotar al amo ha de derrotarse a si mismo, no ha de actuar como amo sino como rebelde [...]. Debe ir hasta el fin de su revuelta, no puede rebe- larse para perfeccionar la sumision»'®. Es decir, la revuelta acabara por constituir su «razon de ser»'’, obligandolo a abandonar repen- tinamente todo comportamiento minimamente conforme con esas mismas motivaciones que la habjan desatado, como si la posibilidad tan codiciada de una nueva forma de habitar el mundo debiera ceder el paso a la impaciencia impetuosa que distingue a quien, en la mis- ma revuelta, esta ya experimentando un mundo nuevo. Catastrofe En una carta dirigida al Circulo Comunista Democratico, Weil volvera todavia a lo que a sus ojos constituia, a pesar de las oscuras afinidades y las contradicciones internas de las que el circu- lo se habia nutrido, el motivo de la irreductible oposicién entre sus miembros. Si antes lo que debia ser defendido era el sentido de la accion revolucionaria, ahora lo que debia invocarse era la dificultad de garantizar a esa accién una disposicién estratégica, frente a una posicion, la de Bataille, que negaba resueltamente la preeminencia del calculo y la medida: «la revolucién es para él el triunfo de lo irracional, para mi de lo racional; para él una catastrofe, para mi una accién metddica en la que se deben hacer esfuerzos para li- G. Bataille, Le non-savoir et la révolte, OC VII, p. 212. Posicion por lo demas ya presente en Camus, donde escribe que en la revuelta «no se trata solamente de esclavo contra amo, sino también del hombre contra el mundo del amo y del esclavo» (A. Camus, L’homme révolté, Gallimard, Paris, 1951, p. 351). Sobre las relaciones entre Bataille y Camus en el asunto llamado affaire de l’homme révolté, me remito al texto de M. Galletti, Rivolta e sovranitd, en J. Risset (dir.), Bataille-Sartre. Un dialogo incompiuto, Artemide, Roma, 2002, pp. 49-58. _ '6 G. Bataille, Malraux (André), La condition humaine, OC I, p. 374. 100 mitar los dafios; para él la liberacion de los instintos, en particular los que son habitualmente considerados patolégicos, para mi una moral superior. ;Qué hay entonces de comtn?»'’. En efecto, Ba- taille nunca ha ocultado la dimension tragica y desatada que, en su opinin, la agitacién revolucionaria habria acabado por asumir, tan radicalmente lejana de la imposicion de valores superiores o direc- tivas tranquilizadoras y, a la vez, tan proxima a la intensidad que slo la desesperacién parece ofrecer. Pero lo que a primera vista parece condenar al fracaso a la revuelta, lo que la revuelta conlleva de rechazo e incluso de feroz oposicién a lo que es «habitualmente considerado», constituye en realidad para Bataille su recurso mas profundo, la razon del mas intenso éxtasis; como escribe, «sin duda es fundamental tener en cuenta el hecho de que el poder verdadera- mente revolucionario se basa, en su estructura psicoldgica, en una catastrofe, en la conciencia duradera de una catastrofe de la que ha dependido el destino de multitudes»'*. El vinculo entre lo que Ba- taille Ilama poder revolucionario y la catastrofe no se situaria en el presente o en el futuro inminente, como si se tratara de esbozar el horizonte violento en el cual una revuelta es siempre susceptible de inscribirse; por el contrario depende principalmente del caracter ca- tastréfico de un pasado que se hace presente sin cesar desde tiempos inmemoriales y que justamente en su hacerse presente, en su presen- tarse como un destino, no deja de provocar la inclinacion rebelde de las existencias singulares. En este sentido, {como definir al proleta- riado sino como aquella clase clavada a la dimension catastréfica de su propia existencia, «clase condenada por la burguesia a una exis- tencia negativa, a la actividad revolucionaria, que constituye desde ahora la base de una sociedad nueva»'?? Ella lleva inscrito desde su mismo origen, como su caracter mas propio, la catastrofe a la que ha sido condenada. Catastréfico, por lo tanto, no es el simple aconteci- miento revolucionario al desencadenarse, sino también esa «suerte Citado en S. Pétrement, La vie de Simone Weil, Fayard, Paris, 1993, p. 306. '8 G. Bataille, Malraux (André), la condition humaine, OC I, p. 375. '° G. Bataille, La critique des fondements de la dialectique hégélienne, OC I, p. 290. 101 miserable» que desde siempre se ha asignado a las multitudes y en relacion a la cual toda promesa de emancipacién parece brillar como el mas precioso de los bienes. La revuelta parece entonces la sefial infiel, escandalosa y fortuita, de una catastrofe que tuvo lugar sin dejarse, sin embargo, representar. Una catastrofe que sigue ins- cribiéndose en la realidad justo al socaire de esta imposibilidad en virtud de la cual toda representacién se quiebra al quererla contener: marca asi la realidad sin mostrarla nunca, pero decidiendo al mismo tiempo todo lo que en ella sigue siendo, por el contrario, visible. Si Weil tenia razon al ver en la propuesta de Bataille la persistencia de un nucleo propiamente catastrofico, no pudo, sin embargo, evitar malinterpretar tal componente, entendiendo el rechazo a cualquier forma de proyecto como prueba de una exaltacion de la violencia; por el contrario, si «la catastrofe es aquello por lo cual un horizon- te nocturno es abrasado»”', esto es asi porque no se puede aspirar a ningun horizonte visible ni ninguna promesa puede adecuarse al ansia convulsa de libertad que atina a aquellos a los que todo les ha sido sustraido desde siempre. La revuelta se parece asi a un movimiento de rechazo, a un gesto de abandono y destitucién de cualquier figura y no tanto a la gloriosa aceptacién y consiguiente sublimacién de las figuras ab- yectas. Gesto que quizds se muestre impotente para anunciar algo nuevo pero que rechaza no solo cualquier esperanza de anunciacién sino también cualquier horizonte ain a la vista, demasiado com- prometido todavia con el punto prospectivo que se esfuerza por abandonar. El movimiento rebelde no oculta su proximidad con una operacion de desclasificacion y de desfiguracién, de sustraccién a las sujeciones e identificaciones. Pensar la revuelta significa, por lo tanto, desprenderse de la dialéctica de las formas o, al menos, desprenderse de esta dialéctica normalizadora de las formas de vida que siempre se han revelado tan acogedoras como represivas hacia cualquier posible discrepancia 0 desviacién. Por esta raz6én, no se tratara de proporcionar a los oprimidos una nueva forma de dignidad negada anteriormente, como si la revuelta pudiera resolverse en la *° G, Bataille, Malraux (André), la condition humaine, OC I, p. 375. *! G, Bataille, Sacrifices, OC I, p. 95. 102 sublimacion del antagonismo y en el reconocimiento de lo que esta situado abajo. Tampoco se trataré de ceder a ningiin romanticismo de la escoria, a ningun «heroismo escatolégico del proletariado»”, el cual no podria resolverse mds que en la escenificacién de una inversion carnavalesca de la divisién (de clases), en lugar de soca- var el fin mismo de sus fundamentos. He aqui por qué en los textos de Bataille no aparece —y no puede mas que no aparecer— ninguna figura de la redencién, de la pacificacién o del apaciguamiento, sino mas bien la inestabilidad de cualquier figura requerida, siempre a punto de deshacerse y de dimitir, siempre a punto de sustraerse, de mostrarse como otra cosa que aquella que se pensaba que era 0 de mostrar al otro que la habita desde siempre”. Aqui pulsamos el ca- racter inacabado de la revuelta respecto a todo aliento teleoldgico, a todo fin que alguien quisiera endilgarle embridandola. Pero tal inacabamiento no es nada mas que la plenitud mas propia a la que la revuelta puede entregarse, el exceso con el que se las arregla para desmantelar el mundo de la actividad util y del obrar mesurado cada vez que la participacién en el trabajo cede frente a la intensidad de lo que es comtin, cada vez que el orden simbolico dominante se ve des- tituido por los inquietos movimientos de las singularidades: «pues es la agitacién humana, con toda la vulgaridad de las pequefias y grandes necesidades, con su disgusto que grita a la policia que la reprime, es la agitacién de todos los hombres (excepto esta policia y sus amigos)»»*, la que es puesta aqui en juego. {Qué seria de un ex- ceso asi sin la revuelta que permite su emergencia? Y por otro lado iqué seria de la revuelta sin tal exceso? {Qué pasaria con la carga rebelde que toda vida lleva consigo si se dejara llevar por los dispo- sitivos del poder? De hecho, estos no se limitan a definir el 4ambito 2 DP. Hollier (dir.), Sull'equivoco (tra letteratura e politica), en Il Collegio di sociologia 1937-1939, Bollati Boringhieri, Torino, 1991, p. XIX. 2 Se podria decir también: siempre a punto de despojarse, si eso no corriera el riesgo de ser mal entendido hasta el punto de permitir evocar la imagen de una vida desnuda, que es lo que mas se puede aproximar a una vida rebelde. 24 G,. Bataille, La «vieille taupe» et le préfixe sur dans les mots surhomme et surréaliste, OC II, p. 108. 103 de un sometimiento sino que garantizan al mismo tiempo la oferta de una subjetividad”, la posibilidad de una vida, aunque antagonis- ta, no por ello menos integrada. De todos modos, lo importante eg la constante transicién de una forma de sumision a otra, de acuerdo con la practica habitual con la que el capital siempre ha reconducido la alteridad a lo mismo y todo exceso a su posible aprovechamiento Si no a su necesaria neutralizacion. Pesadilla No se insistira nunca lo suficiente en el problema que el tra- bajo plantea a la existencia, y en el desafio, por contra, que esta ulti- ma lanza constantemente a la dominacién del primero. Mucho antes que en la moral o la politica, Bataille encontrara en la economia el fondo opaco de las elecciones en que se ponen en juego las de las existencias. En este sentido, hay que destacar el lugar reservado a Baudelaire, el poeta que ha hecho de la necesidad de ser tal un ver- dadero desafio frente a la vida burguesa convencional que, precisa- mente ese momento, iba imponiéndose como modelo generalizado. Sin embargo un modelo de contencién y rigidez de este tipo no es mas que la consecuencia directa de la relacién que el trabajo en cuanto tal mantiene con el hombre mismo, un trabajo que no deja de recordar a cada cual cémo su existencia es vivida en la clave de la separacion: o bien siempre perdida demasiado rapido o bien siempre demasiado lejana para alcanzarla. Precisamente frente al cardcter insoportable que la modernidad estaba imprimiendo a la vida, Bau- delaire observaba cémo solo en la evasién de esta ultima es posible gozar de un cierto consuelo: «A cada minuto estamos aplastados por la idea y la sensacién de tiempo. Y solo hay dos maneras de escapar ** Se trata de la dificultad que es objeto de preocupacién en las obras de Michel Foucault y ante la cual a menudo se siente obligado a detectar la libertad solo ahi donde los sujetos son capaces de tomar singularmente posiciones dentro de las relaciones de poder que les determinan y configuran. 104 de esta pesadilla, de olvidarla: el placer y el trabajo»”*. Si el primero se configura como una suspensién del tiempo y de su continuidad en la intensidad momentanea, el segundo parece mas bien reproducir el motivo de una huida hacia adelante, una aceleracién continua que impide hacer frente a la presencia que uno es en el mundo. Es esen- cial aqui no solo el contraste entre la libre consumacisn del placer _«forma positiva de la vida sensible»’” y la actividad subordinada del trabajo, entre el gasto improductivo y la acumulacion de los re- cursos y riquezas, sino la oposicion entre dos diferentes declina- ciones de la relacién vital con el tiempo: trabajo y placer se corres- ponden asi respectivamente con la preocupacion (y por lo tanto la responsabilidad) por el futuro, y con la experiencia que se otorga al instante presente. En este sentido, el gesto de Baudelaire se habria planteado como un mero contratiempo en una sociedad capitalista que comenzaba a contraponer, de manera cada vez mas imperiosa, la necesidad de incrementar la produccién y las formas improductivas de disfrute. Abandonadas las gloriosas formas de derroche de antafio como las fiestas y los sacrificios, a favor de las calles y las centrales eléctricas, la sociedad burguesa del siglo xix se estaba encaminando hacia una mutacién antropologica sin precedentes. «La operacion preparada desde hace mucho tiempo comenzaba una rapida meta- morfosis del mundo civilizado basada en la primacia del mafiana, es decir, en la acumulacién capitalista»’*, acumulacion que, tanto en Bataille como antes en Jiinger, encuentra su cabal realizacion precisamente en la figura del trabajador, en tanto que en este se ha alcanzado la perfecta superposicién con una existencia sujeta a la prioridad del futuro que impone la produccién. Que la tirania del itil se ha extendido hasta el punto de aten- tar incluso al caracter insubordinado de la vida humana es una cons- 26 ©, Baudelaire, Mon coeur mis a nu, in Id., Oeuvres completes, ed. de Y.-G. Le Dantec, Gallimard, Paris, 1954, p. 1234. Vale la pena, por lo demas, remitirnos a las siguientes lineas del Journal intime: «El placer nos usa. El trabajo nos fortifica. Escojamos. Cuanto mas nos sirvamos de uno de estos medios, mayor repugnancia nos inspirara el otro». 27 G. Bataille, La littérature et le mal, OC IX, p. 203. 28 G. Bataille, La littérature et le mal, OC IX, p. 206. tatacién que Bataille no va a dejar de subrayar en varias ocasiones”?, llegando a ser la preocupacién principal, apenas disimulada, de muchas de sus obras. {Como combatir esta alienacién generalizada causada por un capitalismo en el que cada uno es intimamente escla- vo del capital, tanto que la oposicién entre amo y esclavo se reduce a una simple, aunque presente, gradacion cualitativa de tal esclavi- tud? ~Donde encontrar todavia un rastro de soberania, frente a una homogeneizacion en la que cualquiera que aspire al titulo de amo no es mas que un esclavo entre los esclavos, algo producido como cualquier otro objeto de la produccién en masa? En el seno de un mundo en el que la tendencia principal se confunde con la sustancial neutralizacién de las formas de vida —cuya homogeneizacion esta tanto mas acabada cuanto mas diferentes parecen formal y especta- cularmente— es la vida misma, cualquier tipo de vida, la que entra en una relacion critica con el trabajo apareciendo al mismo tiempo como la materia prima siempre disponible para su uso y como el punto mismo de negacion, estorbo o resistencia al proceso de «auto- alienacion capitalista» (la alienacién perpetrada por el capital, tanto sobre los explotados, los trabajadores, como sobre los asi Ilamados explotadores, los propios capitalistas). Si hoy el dominio del capital, en esta nivelacion generalizada de los vivos, parece estar definiti- vamente liberado de la relacion antagonica que histdricamente lo habia construido y limitado al mismo tiempo, si parece, por lo tanto, haberse liberado del antagonismo que el proletariado encarnaba por el hecho mismo de existir, es porque ya no hay ninguna figura, nin- gun sujeto politico, susceptible de hacer visible tal oposicién. Mien- tras los dispositivos de poder se limitaban a colonizar o parasitar los cuerpos a estos les fue concedido aun todo el azar del movimiento y la confrontacién, toda la libertad feroz que brota de la lucha y la colision —una libertad cada vez mas sospechosa desde que el dispo- sitivo de la utilidad se impone como unico fundamento inmanente ” Cfr. G. Bataille, Méthode de méditation, OC V, p. 207: «La actividad nos domina (también en el Estado) volviendo aceptable —posible— lo que sin ella seria imposible (si nadie trabajara, si no tuvieramos ni policia ni leyes...). El dominio de la actividad es el de lo posible, es el de una vida triste, una depauperacion en la esfera de los objetos». 106 tanto de estos cuerpos que habitamos como de estas subjetividades a las que intentamos corresponder. Perdidas las esperanzas puestas en el proletariado para bloquear o revertir el proceso de cosificacion y alienacion, parece quedar solamente la tragica carencia de un sujeto politico encargado de continuar la lucha. No es entonces casualidad que, por un momento, la aten- cién de Bataille se haya focalizado en una nueva figura —aunque quizds sea excesivo otorgarle un reconocimiento semejante— sus- ceptible de estar involucrada en un movimiento de revuelta: ya no el proletariado obrero, en su identidad ciertamente problematica pero siempre distintiva, sino el empleado, en el sentido literal del término. O mas precisamente: el «empleado atono»*’, engranaje microscopico en la movilizacién total del mundo dominante, pero precisamente por esta razon asiento del conflicto de cada uno con- sigo mismo. Es él quien constituye ahora el descarnado paradigma de las formas de vida en un tiempo en el que cada uno esta Ilama- do a ser el explotador de si mismo simplemente reproduciendo, a través de su propio vivir, las instituciones de sentido que alimen- tan el sometimiento inhibiendo de paso su propia inclinacién a la rebelion. Por otro lado, el trabajador todavia podia presumir de una inclusién imperfecta en el ambito de la produccién, ya que estaba sometido a un proceso de inclusién que extraia de él lo que habia de explotable sin dejar de rechazar en esa operacién, como desecho, la vida residual, vida, por consiguiente, dispuesta a tomar una posicién antagonista frente a su propia heterogeneidad resi- dual*’. Por el contrario, la figura del empleado no parece mostrar ningtin aspecto residual, ninguna heterogeneidad, configurandose mas bien como «el mas aplastado de los hombres reducidos a una funcién»*?, primer modelo para un vivir capturado totalmente en 30 G. Bataille, La critique de Heidegger (critique d'une philosophie du fascisme), manuscrit NAF 28086, f. 9. 31 Sobre este punto me permito remitir a mi L’esclusione come problema politico, introduccién a G, Bataille, 1/ problema dello Stato e altri scritti politici, casa di marrani, Brescia, 2013, pp. VII-X XXIII. 2 G. Bataille, La critique de Heidegger (critique d'une philosophie du fascisme), manuscrit NAF 28086, f. 10. 107 las redes de la produccion, un vivir que debe a esta tanto su propia voluntad como el propio valor. Producto de la asfixiante homoge- neidad contemporanea, encarnada en las mismas formas de la vida y la experiencia sensible, la figura del empleado atestigua incons- cientemente un mundo que se presenta quizas como libre, pero que, a causa de esta circularidad entre vida y explotacion, difiere de una prisiOn tinicamente por la ausencia de barreras y restricciones cla- ras: «tenemos al final que preguntarnos si este mundo [...] que da la primacia a la acumulacion no esta obligado de alguna forma a negar y eliminar (0 al menos intentarlo) lo que no es reductible en nosotros a un medio, lo que es soberano»’?. Rechazo Precisamente una saturacion asi de la totalidad de lo exis- tente, la extensién de una misma ldégica de la dominacion, es lo que ha sustraido la dimension desdichada de los miserables a cualquier distincion socioldgica inherente a la clase. Pero esto significa que mas alla de nostalgicas posiciones ocupadas todavia en mantener el luto, toda vida puede mostrarse ahora de repente en la relacién antagonica que la informa y que le permite respirar: porque cada vida en tanto que tal se encuentra confrontada a este antagonismo que la atraviesa de parte a aparte como su punto intimo de crisis, Como ha escrito Lépez Petit, «la identificacién entre capitalismo y realidad tiene como efecto convertir la vida en la auténtica forma de dominio. Pero si la vida funciona como una verdadera forma de dominio, a la vez, la vida misma se transforma en un campo de ba- talla. Hoy, la vida es el campo de batalla»**, tanto que la desdicha acaba por constituir el entramado de cualquier forma de vida. Esta ultima entonces se constituira justamente en la decisién de cémo posicionarse respecto a una fractura de este tipo: si asumir su ca- racter miserable como una marca eminentemente politica o bien in- * G. Bataille, La Souveraineté, OC VIII, p. 353. 4S. Lépez Petit, La movilizacién global. Breve tratado para atacar la realidad, Traficantes de suefios, Madrid, 2009, p. 16. 108 tentar redimirla desde la otra parte de la barricada sometiéndose al ceremonial de los cuerpos uniformados y atavidndose con la gloria prometida a todos aquellos que aspiran a apoderarse del poder. En el momento en que la produccién se hace cada vez mas humana, tan pronto como las mismas subjetividades son puestas en tela de juicio, intimamente afectadas por el hecho de estar producidas y coloniza- das por las relaciones de poder propias de un capital antropomorfo, la misma vida tiende a confundirse sin resto con la puesta en juego del sometimiento, hasta tal punto de que la dominacidn parece haber saturado el dominio mismo de los cuerpos. Por eso, para Bataille, «nada es mas necesario y nada es mas fuerte en nosotros que la re- vuelta. Ya no podemos amar ni estimar nada que tenga la marca de la sumisiOn»*. Por lo demas, si la revuelta es lo que une y atraviesa las existencias como una fuerza impersonal, eso es debido al aspecto comun y compartido de la sumision, en relacion a la cual no hay nadie que no pueda sentirse marcado, Tal vez gracias a esto la vida misma parece hoy tomar los rasgos del exceso y de lo insoportable, en todas partes logra apare- cer en su diferencia irreconciliable «con el trabajo Actual, 0 con la esencia del trabajo, asumida en la cualidad /aboriosa, en la cualifi- cacién de trabajador»**. Respecto a una figura semejante la vida no podra mostrarse mas que conforme a una cualidad juzgada peligrosa o informe, portadora de exceso, radicalmente ingobernable: ceder a la revuelta significara entonces experimentar la heterogeneidad que toda vida guarda en si misma como el caracter mas propio y, al mis- mo tiempo, mas inapropiable, «la otra cara de lo existente, que todo lo devora, la vida abolida al nivel de las formas pero que presiona en el interior de toda forma para hacerla explotar»*’. Sin embargo, una vez que se abandona la posicién de poder, veremos que la vida no es una tarea, ni tampoco un fin o una identidad: la vida es la vida, en toda la indecidibilidad que una tautologia semejante involucra. En relacién a este rasgo opaco de la vida, resolver tal indecidibilidad 3 G, Bataille, Le souverain, OC XII, p. 95. °° G, Bataille, Le temps de la révolte, OC XII, pp. 163-164. 7 G. Cesarano, P. Coppo & J. Fallisi, Cronaca di un ballo mascherato, Varani, Milano, 1983, p. 26. 109 significara determinarla, someterla a una division y constrefirla a una forma hasta hacer de esta forma su destino mismo. Entonces la revuelta se mostrara como puro exceso tnicamente para aquél que haya adoptado la perspectiva del poder, reduciendo el aconte- cimiento a un tranquilizador desarrollo dialéctico. (Pero qué otra perspectiva cabe conceder, por lo demas, al hombre que contempla la revuelta sin dejarse contaminar por su movimiento? En este pun- to, se deberia corregir lo que sugerimos anteriormente: no es tanto la vida lo que es constitutivamente heterogéneo, y, sin embargo, ella no puede presentarse como tal alli donde se la quiere embaucar, so- meter, decidir o formar). Por el contrario, sostener ese caracter de rechazo, esa infide- lidad a la forma y a las promesas que desde siempre han animado la existencia, significara forzar el gesto de rechazo hasta el punto de que una forma de vida ceda soberanamente a si misma, de ma- nera similar a aquella poderosa figura, la ultima en ser evocada aqui, del trabajador que es soberano «en la medida en que pone sus herramientas a sus pies»**, y que asume la misma condicién que encarna tinicamente para diferenciarse mejor de ella. Hasta el punto de negarla, de deponerla en si mismo. Aqui la revuelta parece condensarse toda ella en un simple gesto, pero un gesto que tiene la intensidad necesaria para volver a poner en cuestién todo el orden simbdlico al que se opone. {No es acaso esta la via abierta por Bataille cuando escribe que «La soberania es revuelta, no ejercicio del poder. La auténtica soberania rechaza ...»°°? Se trata de un rechazo que expone ante todo la extrafieza radical de la revuelta respecto a las posibilidades a las cuales es siempre suscep- tible de someterse. Ella deja asi de presentarse como la fatalidad catastrofica de los oprimidos, para tomar en cambio los rasgos de un potencialidad comun a todos los seres vivos sometidos a su pro- pia funcion: rara vez hemos asistido a un gesto tan humilde y, al mismo tiempo, tan audaz, un gesto que declara no tanto la voluntad de tomar el poder o de combatir al Enemigo, cuanto la renuncia a ser lo que se debe ser, el abandono de una identidad, la restitucién 8 G. Bataille, Le temps de la révolte, OC XII, p. 164. *° G. Bataille, Méthode de méditation, OC V, p. 221. 110 de una existencia en la ociosidad y la desmovilizacion®. «Su re- chazo es entonces irreductible: no deriva de una contabilizacion del esfuerzo y del salario (se puede corregir el error), sino de una diferencia de naturaleza entre un engranaje y la maquinaria que lo emplea»*'. Se trata de una revuelta tal vez efimera pero que, al igual que la carrera del caballo desbocado, logra por un instante indeleble incidir en la corteza del mundo y asi romper la pretension totalizadora de su razon. Ante tal indeterminacién, el desafio consistiria entonces en mantener el gesto y en prolongar el movimiento para llegar al punto extremo de contradiccién, pero sobre todo de oposicion, entre el capital y los seres vivos, alli donde la humanidad misma se redes- cubre irreductiblemente ajena a las arquitecturas del poder que ella misma a acabado por desplegar. Se trataria entonces de dejar correr a la inmanencia, sentir que estamos justo alli donde un movimiento se sustrae a una cierta manera de ser, pero tnicamente para resti- tuirnos a nosotros Mismos, «esos seres rebeldes que somos, esen- cialmente, respecto a ese mundo, antes indiscutible, que ordenaba la Sumisién»”, un movimiento que se sustrae para obligarnos a per- manecer en el desgarramiento en el que estamos y en el conflicto que inagotablemente se encarna en nosotros. En el conflicto que somos, nunca del todo coincidente con nosotros mismos, nunca completa- mente capaz —ya que la revuelta, como la soberania, es ante todo una chance— de acoger «el hecho, ante todo, de estar ahi sin otro fin que el de existir!»*’, en toda la desmesura que una afirmacion de tal naturaleza parece conllevar (pero una desmesura asi no es sino la de la finitud misma). A la pregunta planteada por Camus, «{,podemos vivir y permanecer en la revuelta?»“, habremos de responder que justamente en el permanecer en la revuelta misma, en la «revuelta 40 Sobre la intima relacién que mantienen revuelta y huelga en la contemporaneidad, remito al libro del Instituto de desmobilizacion, Téses sur le concept de gréve, Nouvelles Editions Lignes, Paris, 2012. 4! G. Bataille, L’amitié de l’homme et de la béte, OC XI, p. 169. 2 G. Bataille, Le souverain, OC XII, p. 196. ‘3 G,. Bataille, Le temps de la révolte, OC XII, p. 163. 4 A. Camus, L'Homme révolté, Gallimard, Paris, 1951, p. 81. s 111 perpetua contra si misma»**, reside precisamente la chance de una la vida. Sdlo asi podremos aprovechar lo que toda inclinacion rebel- de lleva consigo, no sdlo como la aplicacion del resto rebelde que en toda vida se opone intempestivamente a su necesidad de forma, sino también como la hospitalidad hacia el acontecimiento de aquel resto, accidente que sdlo tiene valor para aquello que, por inespera- do, da todavia que pensar. Por otra parte, en cierto sentido, no hay nada que saber acerca de la revuelta. Y sin embargo, no podemos ignorarla. (Trad. de Julian Gaspar Espinosa) 4G. Bataille, Le non-savoir et la révolte, OC VIII, p. 211. La expresion vuelve varias veces a aparecer en el pensamiento de Bataille, y llega a convertirse en el rasgo destacado de toda postura soberana. Por otra parte, ya en la época de «Documents» se interes6 en una naturaleza descrita como «en perpetua revuelta con ella misma» (Id., Le cheval academique, OCT, p. 162),

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