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Vol. 86 (2014) MANRES A pp.

229-240

Tender puentes
en un mundo fragmentado
Benjamín Gonzalez Buelta

1. Puentes sobre los abismos

Vivimos en un mundo con profundas fragmentaciones que cuartean la sociedad, las instituciones, el
imaginario y el corazón de las personas. Los cambios vertiginosos que nos estremecen a todos, a veces
crean divisiones profundas, fracturas enfrentadas y cada parte emprende un camino diferente buscando
su identidad y su puesto en la sociedad. Cuando las nuevas configuraciones no se acercan, es posible
tender puentes sobre el abismo para transitar de una a otra orilla con un tejido creador de relaciones
sanas y justas entre las nuevas identidades.
"Tender puentes" es la imagen que la CG 35 utiliza cuando habla de la misión de los jesuitas en
nuestro contexto: "La tradición de los jesuitas de tender puentes superando las fronteras es algo
crucial para el mundo de hoy" (CG 35, 3,17).
Para ayudar a tender puentes hay que moverse por las fronteras donde acaba la realidad y donde se
ahonda la brecha que separa las orillas. Es necesario asomarse al lugar donde se abre el vacío de lo
diferente, de la indiferencia o de la contradicción militante con una mirada positiva, que intenta unirse
al dinamismo que atraviesa toda la realidad por su mismo centro orientándola hacia el encuentro
reconciliado con Cristo resucitado que no excluye a nadie ni a nada (2Cor 5,19; Ef. 2,16).
Para construir un puente hay que establecer unos cimientos bien sólidos, encontrar la roca firme
sobre la que se asienta la propia identidad y empezar a crear una columna que lleva desde su inicio la
estructura y la intenci6n de extender un brazo sobre el abismo. La cabecera del puente no crece como
una torre destinada a ser desde los cimientos hermética y defensiva, cerrada sobre sí misma para poder
observar la otra orilla desde la propia seguridad con actitud autosuficiente.
Al mismo tiempo, desde la otra orilla se va construyendo de manera parecida, otra columna desde
la roca sólida, con la intención clara de dirigirse en el aire hacia la mano que se extiende desde el otro
lado del abismo. Hay que alentar lo diferente para que crezca desde lo mejor de sí mismo. Cuando
los dos Brazos se encuentran en el vacío, se apoyan uno en el otro y el puente adquiere toda su
fortaleza. En ese momento se abre una vía por la que podemos transitar de un lado hacia el otro sin
peajes abusivos y humillantes, superando prejuicios y divisiones.
Un puente es lo contrario de un asalto, de un desembarco en la orilla ajena. No es la
homogeneizaci6n impuesta o seductora de la globalización. Tampoco es un pacto de
mínimos tolerables para posibilitar la convivencia dejando fuera las grandes dimensiones de
la vida. Los fundamentalismos tampoco resuelven nada, y cuando explotan dejan una
secuela de víctimas y de abismos más hondos.

Un puente es lo contrario
a un asalto, un 2. En la escuela de Ignacio, un gran mediador
desembarco... No es la
San Ignacio fue una gran "mediador" entre personas,
homogeneización familias, reinos y dentro de la Iglesia. Logró moverse con
impuesta o seductora de gran habilidad en las orillas de lo permitido porque por
la globalización. ahí pasaba el sendero estrecho de lo nuevo, del futuro, en
un tiempo en el que se perseguía a los "alumbrados" con

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tenacidad, de país en país, y con rigor de destierro, de cárcel y de hoguera. Enfrento ocho
procesos de la Inquisición, en Alcalá, Salamanca, Paris, Venecia, Vicenza y Roma. La
capacidad mediadora de Ignacio posibilito que se abriesen las puertas de la Iglesia y de
muchas naciones a la mínima Compañía con su estilo nuevo de vida religiosa con rasgos
claros de ruptura con la vida de monjes y frailes reconocida hasta entonces.
Ignacio logro mantener en dialogo en su propia estructura personal, términos de la
experiencia religiosa que parecían excluirse: acci6n y contemplación, la radicalidad de la vida
religiosa y la inmersión en el mundo, confianza en Dios y utilización de los recursos humanos,
situar la Compañía en el centro de la cristiandad y moverse por las periferias geográficas y
teológicas.
Esta capacidad de conciliar lo que parece contradictorio, formará parte del carisma
ignaciano, como dijo el P. Arrupe desde su experiencia como General de la Compañía, en la
homilía en que celebro sus cincuenta años de vida como jesuita:
"A medida que se conoce íntimamente la intuici6n evangélica de este carisma, se
admira uno más de la simplicidad de su intuici6n: es la intuici6n del amor, que puede
unir elementos que, al faltar ese amor, parecerían irreconciliables o al menos conducir a
dicotomías y tensiones que frenarla el verdadero dinamismo apostólico: accion-
contemplacion, fe-justicia, obediencia-libertad, pobreza-eficacia, unidad-pluralismo, sentido
local-universal. San Ignacio, al contrario, encuentra soluciones admirables que une lo que
al parecer es contrario y producen así la eficacia apostólica máxima" (P. ARRUPE, La
identidad del jesuita; En sus bodas de oro en la Cornpañía, (15-01-77). Sal Terrae,
Santander 1981,538).

En la Formula del Instituto aparece explícitamente que el que quiera pertenecer a la


Compañía, "manifiéstese preparado para reconciliar a los desavenidos". Este ministerio no aparece en
la formula de 1540, sino en la de 1550, porque Ignacio y sus compañeros lo fueron experimentando en
la práctica como algo inherente a la identidad de la Compañía en aquella época de grandes rupturas.
Para Ignacio no solo era importante mediar en los conflictos de personajes influyentes de la nobleza o
de la Iglesia fracturada por la Reforma Protestante, sino también entre los que la sociedad romana
separaba, los excluidos y sin fuerzas propias para atravesar el abismo de la marginaci6n social y
religiosa, como los presos, los enfermos de los hospitales, los mendigos y las prostitutas acogidas en la
casa de Santa Marta que buscaban integrarse en la sociedad con una vida digna.
Las instrucciones que Ignacio daba a los jesuitas enviados en misión, acentúan este carácter de
mediadores entre las partes enfrentadas, precisamente desde un amor sincero que no excluye a nadie.
Desde ese amor es posible "mediar", "estar en medio" para poner a dialogar y acercar las dos partes en
conflicto. El trato con los herejes debe estar basado en el amor y en la amistad, en el respeto a la manera
de ser de cada persona. Retomo algunas líneas de las instrucciones dadas por Ignacio a los compañeros
enviados a Alemania (Roma 24 de septiembre 1539):
"Con obras y verdad muestren el amor, y sean benéficos con muchas personas, ora
sirviéndola en lo espiritual, ora en lo temporal".
"Donde haya facciones y partidos diversos, no se opongan a ninguno, sino que muestren
estar como en medio y que aman a unos y a otros".
"A los que son cabezas de los adversarios, si los hay, y aquellos que sobresalen entre los
herejes o entre los sospechosos, y no parecen del todo obstinados, cuiden de hacérselos
amigos y de ir poco a poco con destreza y con muestras de mucho amor apartándoles de sus
errores".

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El P. Pedro Fabro, declarado santo por el Papa Francisco el 17 de
El Papa Francisco diciembre de 2013, es uno de los exponentes más luminosos de la espiri-
tualidad ignaciana en una época marcada por las rupturas religiosas de la
destaca en Fabro el Reforma Protestante, y por muchos intentos de cambio en la Iglesia
diálogo con los más catolica, algunos acertados, otros extraviados, en medio de una gran
alejados y con los efervescencia religiosa y bajo la vigilancia de la Inquisición. El Papa
Francisco destaca en Fabro "el dialogo con todos, aun los más alejados y
adversarios. los adversarios". A. Spadaro lo considera "precursor del ecumenismo" (A.
SPADARO, "El Papa Francisco", Manresa, 85 (2013) 397). En su
memorial, Fabro nos trasmite el origen de su manera de actuar:

"El Señor me concedió en este viaje muchos sentimientos de amor hacia los herejes y
hacia todo el mundo. Ya antes había recibido un don especial de devoción, que espero me
dure hasta la muerte, con fe esperanza y amor (M. 33).

3. Todos unidos por la misma mirada universal que alimenta cada originalidad

a) En los Ejercicios se vive un proceso personal que nos trasforma en mediadores.


Comienza por la reconciliación con Dios y con la realidad personal, e inevitablemente con el
espacio de cosmos que ha entrado en mi vida y con los demás ligados a la urdimbre de mi
propia historia. Entrando en mi yo desintegrado por el pecado, hundido en la propia soledad
por mi apartamiento de la suma bondad de Dios ("Pues yo solo, ,que puedo ser? (Ej58),
atrapada mi libertad como una paloma en una jaula, me encuentro con el Hijo crucificado que
me revela el perdón de Dios, me integra por dentro rehaciendo las heridas que me desgarran, y
se formula en mi coraz6n la pregunta que abre el futuro delante del mediador "colgado de la
cruz": "¿Qué debo hacer por Cristo?" (Ej53). Desde este fundamento humilde y realista, entro
con el Hijo en la reconciliación que alienta desde Dios en toda realidad dividida, entre
personas, naciones, grupos humanos y la creaci6n entera.
c) La vida de Dios se ofrece a todos sin exclusión ninguna. Dejando de girar en torno al propio yo
buscando una perfecci6n narcisista, somos invitados a mirar el mundo en perspectiva universal, para
articular una respuesta personal que sea respetuosa de lo que soy, y constructiva de novedad evangélica.
En la meditaci6n del Rey eterno, contemplamos el "universo mundo" donde Dios actúa. En la
contemplación de la encarnación las tres personas de la Trinidad miran "toda la planicie o redondez de
todo el mundo y viendo que todos descendían al infierno" (Ej102), las diferencias humanas creadas para
la complementariedad y la vida, confrontadas hasta la herida y la muerte, decide la encarnación del
Hijo. Nadie queda excluido de esa mirada de salvación. "Desde siempre y por siempre el Señor mira y
no tiene limite su salvación" (Edo 39,20). En la meditación de las banderas Jesús escoge discípulos
para esparcir su doctrina "por todos estados y condiciones de personas" (Ej145), diciéndoles que a
"todos quieran ayudar" (Ej146) a entrar en la "vida verdadera". En la pasión contemplamos como
Jesús "padece en la humanidad" (Ej195), pues cualquier quebranto humano es dolor suyo. Al resucitar,
todo dolor humano resucita en él, y a todos ofrece el consuelo que nos da paz y alegría con el mismo
Espíritu que mora en la intimidad de cada uno.

d) El don de la "vida verdadera" que se nos da en Jesús, se concreta en cada persona en el respeto
absoluto a su libertad y a lo que vive. El Rey eterno llama "a cada uno en particular" (Ej95), y acoge la
respuesta que le damos, la de "los que tuvieren juicio y razón" y la de "los que más se querrán afectar y
señalar en el divino servicio" (Ej97). La mirada de la Trinidad se fija en la singularidad de Maria y a ella
se dirige de manera personal en un dialogo que mantiene en suspenso el curso de la historia. A medida
que vamos contemplado a Jesús, cada ejercitante dice "por mí"' se ha encarnado, fue tentado, muri6 en la
cruz. Reconciliar toca dinamismos de dominación muy poderosos y cuesta sangre. Hasta mí llega hoy
resucitado. En este proceso de encuentro con Dios el ejercitante se va transformando en un libre servidor

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de la "misión de Jesús" que vino enviado para ser servidor de la "misión de Dios". Jesús tiene el "officio
de consolar" (Ej224), es su manera de acercarse a nosotros en su resurrecci6n, y este consuelo se
manifiesta "por los verdaderos y santísimos efectos della" (Ej223), pues nos transforma en audaces y
alegres servidores de la novedad de Dios.

0) La "contemplación para alcanzar amor" es el punto culminante de este proceso espiritual de


liberación del coraz6n y de afinamiento de la sensibilidad para acercarnos a la realidad con unos sentidos
capaces de percibir su dimensión más profunda, el dinamismo que viene de Dios y reconcilia todo lo
creado desde dentro y desde el abajo más hundido, en el respeto a cada realidad humana concreta, al
ritmo lento de los procesos históricos, atravesando episodios luminosos y noches oscuras.
El mundo no es solo el escenario donde Dios aparece de vez en cuando como un ídolo virtual. El
mundo es expresi6n de Dios que trabaja en su hondura y nos ofrece la creación como regalo suyo y
como sacramento del don de sí mismo a nosotros (Ej. 232-237). "El Mundo no es lugar de revelación,
sino que es revelación de Dios, es Santo y en esa Santidad radica su absoluta novedad" (J. García DE
CASTRO, "La mística de Ignacio: cultura y costumbre", Manresa (2004) 333).
En esta experiencia radica "la contemplación en la acción", esa manera ignaciana de sentirse en el
mundo y de gustar la realidad. No se trata solo de contemplar a Dios en lo real sino también de unirnos
con a en la misma acción de transformarla, de crear lo nuevo, de reconciliar los dinamismos de muerte
para que se transformen en creadores de una vida verdadera para todos. Al contemplar como la misma
vida de Dios habita en todas y en cada una de las criaturas y las une desde su mimo centro, nuestra
pasión es unirnos a esta vida para ser servidores como Jesús desde la
misma vida de Dios que late en cada una de las partes confrontadas,
Cada uno de nosotros para reconciliar todo lo que se rompe y se destruye (U. Vázquez
es llevado a su MORO, A contemplacao para alcancar amor, Ed. Loyola, Sao Paulo
plenitud original en 2005, 101-103).
Necesitamos dejar "inmediate obrar at creador con la criatura"
comunión con otras (Ej15), tanto en nosotros como en los demos. Tratamos de contemplar
originalidades. esa manera de actuar de Dios en cada persona, para poder estrenar
nuestras palabras y acciones desde ese actuar de Dios original e
impredecible. Para Ignacio era muy importante "conversar" espiritualmente, precisamente para
"converger" en el mismo punto donde Dios estaba creando reconciliación y futuro.

4. En el horizonte, la reconciliación de todos y de todo en Cristo

Cada vez que nosotros nos reunimos para celebrar la Eucaristía en memoria de Jesús (Lc 22,19),
hasta que el vuelva (Lc 22,16), estamos anunciando que la realidad camina hacia la reconciliación de
todo en Cristo, y que ese dinamismo más hondo no deja abandonado y fuera a nadie ni a nada de lo
que existe.
Cuando ofrecemos a Dios el pan y el vino producidos con nuestro trabajo, estamos presentándole
nuestra realidad que esta físicamente escondida en ese pan blanco y redondo y en ese vino perfumado.
En el pan y el vino hay siembras de campesinos, apuestas de cosecha arriesgando la semilla en el surco,
trabajos honestos y otros mal pagados, esfuerzo y sudor, incertidumbre ante un clima adverso o
favorable, alegría de la cosecha, rodar de molinos y fuego de hornos, vendimias y fermentación en las
bodegas, trajín de los transportes, especulación de precios y mercados.
Este pequeño segmento de vida nuestra, ha llegado hasta el altar y ahora se va a convertir en el
cuerpo y en la sangre de Jesús. Él no llega a una realidad aséptica, especial, preservada, sino a nuestra
realidad con toda su mezcla de gracia y de pecado, de don de la tierra y de esfuerzo humano, de
procesos naturales y habilidades de nuestras tecnologías.

En el pan y el vino transformados en la consagraci6n se empieza a rea lizar el fin hacia el que
camina la creación entera, la reconciliación de todo en Cristo resucitado, donde todo queda rescatado
para una plenitud sin termino y sin exclusiones, donde cada uno de nosotros es llevado a su plenitud
original en comunión con otras originalidades, sin quedar diluidos todos en un mar de misterio donde

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desaparezcamos como simples gotas para formar un océano sin nombres.

5. Servidores de reconciliación

1) La reconciliación con el Dios de Jesús de Nazaret

La cultura global posmoderna generada sobre todo en las sociedades ricas, que cabalga sobre una
tecnología desbocada en desarrollo vertiginoso, trasmite un mundo sin Dios. Ya no se trata de un
ateísmo militante sino de la indiferencia ante el escondimiento de Dios en el mundo.
La primera reconciliación se tiene que hacer en los mismos creyentes. Hemos presentado una
imagen de Dios que ya no dice nada a millones de personas, y que se identifica con un lenguaje y unas
representaciones artísticas y eventos culturales que huelen a viejo. Muchos rituales de nuestras
liturgias ya no sintonizan con la sensibilidad de hoy.
En el ocultamiento de Dios se han elaborado sucedáneos que posibilitan vivir al borde de la
sensibilidad sin tener que llegar a las preguntas trascendentes. Los ídolos virtuales de las alfombras
rojas del dinero, de la belleza, del deporte, del poder, secuestran las miradas de millones de personas y
generan emociones colectivas.
En este contexto aparece el regreso de lo religioso a la ciudad secular, aunque sea muchas veces en
místicas difusas y desestructuradas, y precisamente aquí algunos expertos de la cultura intuyen la
nueva posibilidad de la religión:

"Guardémonos también de identificar las nuevas espiritualidades con un fenómeno residual,


con un regreso o un arcaísmo premoderno. En realidad es en el corazón mismo del cosmos
hipermoderno donde se reproduce lo religioso en la medida en que este genera inseguridad,
confusión de los puntos de referencia, la desaparición de las utopías profanas, la ruptura del
vínculo social. En el universo inseguro, caótico y atomizado de la hipermodemidad aumentan
igualmente las necesidades de unidad y de sentido, de seguridad, de identidad comunitaria: es
la nueva oportunidad de la religiones" (G. LIPOVETSKI, Los tiempos hipermodernos,
Anagrama 2006, 99).

La gran tarea nuestra es mística. No es en primer lugar un desafío académico ni de las


tecnologías de la comunicación. Necesitamos encontrarnos hoy con Dios desde nuestra
sensibilidad posmoderna, para elaborar la manera de trasmitirlo con la carne y la sangre.
Desencantados de las ideologías, necesitamos lenguaje, imágenes, instituciones y personas
concretas que hablen de Dios hoy, tal como se nos ha revelado en Jesús de Nazaret. Dios no
necesita de nuestra destrucción para ser El, no tiene que morir el hombre para que Dios viva,
sino todo lo contrario, Él es nuestro servidor en la historia hasta la sangre y la cruz para que
nosotros entremos en la vida verdadera. Desde la orilla de los no creyentes, y de los creyentes
de otras religiones, innumerables personas escuchan la voz anónima del mismo Espíritu que
gime en sus corazones (Rom 8,26), y en sus cantos, novelas, liturgias seculares, denuncias
contra el maltrato a las personas y al cosmos, alargan su brazo sobre el abismo buscando la otra
mano del puente que crece en nuestra orilla para encontrarse y transitar de una realidad a otra.
Es sorprendente la reacción que ha provocado en el mundo la figura del Papa Francisco. Su
éxito no es cuesti6n de marketing, ni una técnica de asesores de imagen, sino la expresión de
una vida evangélica que se ha ido formando en la soledad de la oración, en el rigor del estudio,
en el diálogo con los diferentes y en la ternura cercana de los pobres. En la Compañía hemos
recorrido un camino a partir de la misi6n confiada por Pablo VI para enfrentar al ateísmo que
recoge la CG 31 (31,3) En la CG 32, reconocemos que una de las causa del ateísmo es la
pobreza masiva de muchos 'Dioses cristianos de occidente y buscamos dialogar con los ateos
desde una fe en Dios inseparable de la lucha por la justicia. La CG 35 reconoce nuestra
"llamada a servir la fe, promover la justicia y dialogar con la cultura y otras religiones a la luz
del mandato apostólico de establecer relaciones justas con Dios, con los demás y con la
creación" (CG 35, 3,12).

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2) Puentes hacia el centro del yo fracturado

"El centro del alma es Dios" (San Juan de la Cruz), que es "lo más íntimo de mi intimidad"
(San Agustín) Pero los caminos para llegar a ese centro pueden estar
dislocados por la fragmentación interior.
Vivimos en una cultura de los sentidos. Constantemente están Las heridas crónicas del
llegando hasta nosotros, sensaciones inteligentes y seductoras mundo son también
elaboradas por los técnicos de la comunicación en laboratorios y
salas de edición. Muchas son señales simbólicas que emiten un nuestras heridas
mensaje y al mismo tiempo ocultan que lo han trasmitido para que abiertas que nos
no podamos defendernos contra él. Se iluminan pantallas en el desintegran y nunca
hogar, en los transportes, en las salas de espera y en el teléfono
inteligente que llevamos en la mano. cicatrizan.
A veces guardamos silencio, e intentamos pensar, pero lo único
que circula dentro de nosotros son los ecos de innumerables
sensaciones ajenas que han invadido nuestro espacio interior. Si intentamos viajar hasta nuestro
centro, todas estas sensaciones nos salen al paso y se ofrecen a llevarnos hasta su dicha
negociada.
Necesitamos sentir a Dios como el centro vivo y siempre inédito en su relación con nosotros, de tal
manera que esperemos en El la novedad que todo lo renueva, no en una exterioridad desparramada o en
las marcas que nos "saturan y colonizan", y que nos atraen desde la afectividad subconsciente donde están
sembradas. (KENNETH E GERGEN, El yo saturado. Dilemas de identidad en el mundo contemporáneo,
Paidós, Barcelona 2006)
Comprobamos hoy un déficit de interioridad. El vacío nos empuja hacia la superficie como
cuerpos hinchados. La volatilidad de las sensaciones cambiantes nos dificulta asentarnos en nuestra
propia identidad. Necesitamos descubrir la pedagogía que nos conduzca hasta lo más hondo de nuestra
intimidad, donde Dios alimenta la originalidad de nuestro ser único en un dialogo que nunca se detiene.
Jesús se sentó junto al brocal del pozo de Jacob y ayud6 a la mujer samaritana a encontrar dentro de ella
misma ese centro de donde mana sin cesar un agua que quita la sed, y no a buscarla en tantas otras
embotelladas con etiquetas de lujo.
"Vivimos nuestra identidad como compañeros de Jesús en un contexto en el que múltiples
imágenes, las innumerables caras de una cultura fragmentada, compiten buscando nuestra atención...
Pero conocemos y proclamamos una imagen, Jesucristo, que es verdadera imagen de Dios y verdadera
imagen de la humanidad, el cual, cuando lo contemplamos, se hace carne en nosotros, sanando
nuestras rupturas internas y reconstruyéndonos como personas, como comunidades, y como un cuerpo
apostólico consagrado a la misión de Cristo" (CG 35,26).

3) Relaciones reconciliadas con los demás

Dios no solo se nos comunica en la interioridad donde mora el Espíritu. Se nos ha comunicado
accesible a los sentidos de manera insuperable en Jesús de Nazaret.
Todos somos originalidades únicas que solo pueden existir y crecer en la comunión con los
demás. Algunas diferencias las conocemos y las amamos, y por eso las acogemos como parte de nuestra
misma vida. Otras se acercan a nosotros envueltas en diferencias o en exigencias que pueden
producirnos espanto porque las percibimos como amenazas. En ellas podemos descubrir preguntas o
reclamos que nos arraigan en el mundo de lo real.
Nunca como hoy hemos tenido tecnologías tan espectaculares al servicio de la comunicaci6n y de
la informaci6n. Al instante podemos tener noticias de alguna persona que nos ilumina la vida o cono-
cer una tragedia y solidarizarnos con ella. Pero las noticias se suceden unas a otras con tal velocidad y
con imágenes tan impactantes, que antes de que echen raíces en nosotros y comprometan nuestra
persona, pueden ser desplazadas por otras noticias que nos divierten y no nos dejan pasar del "fogona-
zo solidario" hacia una ética que configure nuestro estilo de vida. Las heridas cr6nicas del mundo son
también nuestras heridas abiertas que nos desintegran y nunca cicatrizan.

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En las relaciones interpersonales hoy podemos estar más conectados, pero no necesariamente
mejor comunicados. Con un clic tenemos acceso a personas situadas en geografías lejanas. Pero
existe el peligro de tender solo "puentes virtuales", por los que pasan pequeños mensajes que no
implican el encuentro con toda la densidad humana. Las relaciones afectivas sustentadas en una
comunicaci6n tan pobre no soportan el peso de la cotidianidad y pueden ser inconsistentes.
La "Ciberdiva" Sherry Turkle, psicóloga del Massachusetts Institute of Technology (MIT), en su
conferencia "Alone together", (Marzo 2012), explica la necesidad de mantener una relación más
positiva con las tecnologías. Pueden ofrecernos muchas posibilidades de comunicaci6n sana, pero el
exceso de conectividad puede tener para nuestra sicología "graves consecuencias". Nos puede dar la
sensación de estar con mucha gente, impidiendo comunicarnos realmente con ninguna.

¿Cómo se pasa de la conexión al aislamiento? Se termina aislado si no se cultiva la


capacidad de estar solos, la habilidad de estar separados, de estar con uno mismo. La soledad
es donde uno se encuentra a si mismo de modo que uno pueda llegar a los otros y formar
afectos reales... Si no podemos estar solos estaremos más solos. Y si no enseñamos a nuestros
hijos a estar solos, solo van a saber cómo estar aislados".

La comunicaci6n con Dios y con nosotros mismos nos impulsa a la comunicación en profundidad
con los demás desde esa dimensi6n donde la existencia se abre al Amor, donde toda persona se
integra en su centro y se siente impulsada hacia los otros en una relación de calidad que implica la
vida. La larga contemplación del misterio de Jesús, nos abre los sentidos para contemplar a toda
persona con su misma sensibilidad y tratarla con "devoción" (Co 250). "Jesús se abrió a la diferencia
y a nuevos horizontes. Su misión trascendió las fronteras" (CG 35, 2,12). En el fondo de toda
relación descubrimos la acción de Dios. "Nuestro modo de proceder es buscar las huellas de Dios en
todas partes" (CG 35, 2,8). La CG 34 abrió de manera explícita la misión de la Compañía al dialogo
con todas las cultural y con otras religiones (CG 34,2) para descubrir ahí las huellas del mismo
Espíritu que nos inspira y nos reconcilia a todos.
La gran fractura en la relación con los demás es la injusticia estructural dentro de cada país y entre
diferentes naciones, que está en el origen de vidas rotas sorbidas por su propia miseria, de flujos
migratorios suicidas, del tráfico humano tan rentable, de escuadrones homicidas que sentencian y
ejecutan por el control del territorio y de la droga. Para crear un mundo más justo es necesaria la
lucha por la justicia inseparable del servicio de 1.4 fe (CG 32, ratificada por la CG 33 y 34). La CG
35, retoma esta misma opción constatando con gratitud que los pobres "nos han nutrido a nosotros
evangélicamente en nuestra identidad como seguidores de Jesús" (CG 35 2, 15) y retoma las palabras
de Benedicto XVI en las que afirma que la opción por los pobres no es una moda porque no es
ideológica sino cristológica: "La opci6n preferencial por los pobres esta implícita en la fe en aquel
Dios que se ha hecho pobre por nosotros para enriquecernos con su pobreza (2 Cor 8,9) (CG 35, 1,6).

4) Reconciliación con el cosmos en proceso de destrucción

El cosmos nace de la fantasía creadora de Dios y expresa su corazón. Es nuestro hogar y nuestra
tarea. Dialogamos con el mientras avanza en su devenir. Nuestra misión es dominar las fuerzas que lo
configuran y cuidarlo para nosotros y para las generaciones futuras. En su belleza, su fecundidad y su
misterio expresa la sabiduría y el amor de Dios por nosotros.
El cosmos tiene dos grandes heridas. La primera es la injusticia. Las alambradas, los muros que
separan países, las costas vigiladas con equipos electrónicos, son la expresión de la injusticia que se
alimenta con el trabajo mal pagado de los explotados y que deja fuera los excluidos. La segunda
herida es la ecológica. Tenemos en la mano la posibilidad de saquear los recursos no renovables y
consumir lo que está reservado para las generaciones futuras. Sencillamente estamos destruyendo el
planeta.

La experiencia que propician los Ejercicios Espirituales, nos lleva a mirar el cosmos como un

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sacramento que nos acerca a un Dios que no solo nos da cosas sosteniendo
la creación, sino que se nos da a sí mismo, tanto en la quietud
Los Ejercicios nos contemplativa, como uniendo su presente creador con nuestro propio
llevan a mirar el esfuerzo. Desde esa experiencia establecemos una relación de libertad con
los bienes creados para producir sin acaparar, y un deseo de unirnos al
cosmos como un impulso creador de Dios, descubriendo con nuestra ciencia y trabajando
sacramento que nos con nuestras tecnologías las nuevas estructuras de la vida más justa y más
sana.
acerca a un Dios que
se nos da a sí mismo. La CG 34, en 1995, se plantea el problema ecológico pero solo se
recomienda en media página su estudio para que el P. General oriente a la
Compañía sobre el modo de proceder. La CG 35 asume el desafío ecológico como parte esencial de
nuestra misión, desde la lucidez del deterioro causado al planeta (3,33), y respondiendo al "clamor de los
que sufren las consecuencia de la destrucción medioambiental" (3,34). Nos exige "una más efectiva
solidaridad ecológica en nuestra vida personal, comunitaria y apostólica" (3,31).

6. Enraizados en las orillas

de la novedad de Dios en cada persona y en el conjunto de nuestra realidad Para crear puentes
sobre las fracturas, necesitamos percibir con una sensibilidad transformada por la contemplación de
Jesús y de la realidad donde Dios trabaja, como la reconciliación es el dinamismo más profundo que
brota en todos los corazones y se mueve por la hondura de todas las orillas, respetando y promoviendo
cada originalidad personal o cultural, y al mismo tiempo haciendo posibles nuevas síntesis sociales de
"vida verdadera" (Ej. 139). Al sembrarnos en las fronteras, no solo nos desplazamos al desamparo,
sino que nos injertamos en ese dinamismo que nos convierte en servidores apasionados fragmentada.

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