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Reflexiones

Colonialismo mental 1
Por Aarón Morales F
“Las cadenas más pesadas son las del colonialismo mental” (Haya de la Torre)

Una característica típica de nuestra sociedad tercermundista, creo, es el hábito de repetir e imi-
tar, tal vez porque ha sido acostumbrada a sentirse incapaz de tener ideas propias sobre los fe-
nómenos con los que interactúa. Una forma de baja autoestima sembrada desde la Colonia.
Recuerdo cuando nos visitó el profesor Samuelson (que había sido galardonado con el Nobel de
Economía). En la reunión con los graduados de ESAN recibió muchas preguntas parecidas a la
siguiente, ¿Qué medidas debería adoptar el Perú para salir del subdesarrollo? “Esa es responsa-
bilidad sólo de los peruanos, no podría pronunciarme sobre ese tema específico”. La respuesta
desencantó a muchos, esperaban una ‘lista de lavandería’ con sugerencias que después se encar-
garían de empujar. Cuando la visita del profesor Porter sucedió casi lo mismo, los “expertos”
criticaban que algunas decisiones del gobierno de entonces no concordaban con sus tesis (las de
Porter) sobre competitividad. En la cátedra los alumnos están obligados a repetir al gurú que se
trate, especialmente en temas de economía política o empresariales. El alumno que se atreva a
salirse del catecismo no recibirá la calificación aprobatoria. Está prohibido pensar.
Un conocido profesor de una universidad limeña (que fue ministro de Trabajo), comentaba:
“hay dos escuelas predominantes entre los economistas peruanos, la de Chicago y la de Harvard
y, ese es el principal problema del Perú porque los gonfalonieros no se ponen de acuerdo, cada
cual pretende imponer sus posición”.
El gerente de una importante empresa minera peruana en una reunión con la plana ejecutiva y
ante la demanda de tratar de resolver en sus laboratorios un problema de larga data, dijo, “he-
mos enviado muestras a los mejores laboratorios del mundo, si ellos no han podido, nosotros
menos, no olvidemos que somos un país subdesarrollado, lo que necesitemos lo compramos”.
A esas elites es muy fácil implantarles ideas y luego hacerlas funcionar a control remoto. En
tiempos de la Guerra Fría los jóvenes entusiastas que se proclamaban de izquierda conseguían
becas en la Universidad Patricio Lumumba y venían convertidos en apóstoles de los catecismos
que les habían instalado. Los del otro lado que pasaban por la Universidad de Chicago u otras,
igual, todos provistos de un vocabulario homogéneo y repetitivo (que hace recordar a los niños
que venden caramelos en los buses).
Así se convierten en duros agentes de los catecismos implantados que no permiten se opine
distinto a lo que digan sus dogmas. Critican con fiereza, adjetivan, y amenazan a todo el que se
atreva a contradecirlos.
El colonialismo tradicional ha cambiado sus métodos, ahora colonizan mentes que luego siem-
bran en los sitios de poder; es más seguro y efectivo: no deja resentimientos visibles.
Una sociedad de colonos mentales no podrá progresar por más minerales que exista en su terri-
torio y por más que sus cifras “macroeconómicas” demuestren crecimiento. Con elites de esa
calidad jamás se podrá poner en valor lo que se ha convenido en denominar “recursos natura-
les”, su papel seguirá siendo el de simple espectadora (como en la actualidad), hasta que entien-
da que los únicos recursos de una sociedad son las personas, se aleje del temor de pensar y se
decida a actuar sin esperar la autorización de la metrópoli que tiene en sus mentes.

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