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Buscando Mejora

Migraciones, territorialidades y construcción


de identidades afrocolombianas en cali
Jhon Henry Arboleda Quiñonez

Buscando Mejora
Migraciones, territorialidades y construcción
de identidades afrocolombianas en cali
BUSCANDO MEJORA

Migraciones, territorialidades y construcción de identidades


afrocolombianas en cali
Jhon Henry Arboleda Quiñonez

2da. Edición:
Universidad Politécnica Salesiana 2011
Av. Turuhuayco 3-69 y Calle Vieja
Ca­si­lla: 2074
P.B.X.: (+593 7) 2050000
Fax: (+593 7) 4088958
e-mail: rpublicas@ups.edu.ec
www.ups.edu.ec
Cuenca-Ecuador

UNIVERSIDAD POLITÉCNICA SALESIANA


Casilla: 2074
P.B.X.: (+593 7) 2050000
Cuenca-Ecuador

Diseño, diagramación e impresión:


Editorial Universitaria Abya-Yala

ISBN: 978-9978-10-118-6

Impreso en Quito-Ecuador, agosto 2012


A Joaquina Quiñonez, mi madre,
quien con su fortaleza forjó el carácter
para afrontar las dificultades escamoteando las disculpas.

A Mariam Yamilah, mi hija,


quien vino a completar el sentido de mi existencia.
La ciudad se ha convertido hoy por hoy en el epi-
centro de la vida social de grandes conglomerados
humanos; crisol que matiza la multiplicidad de ex-
pectativas económicas, sociales, políticas y cultura-
les de un sinnúmero de individuos que diariamente
la transitan e imaginan, construyéndola y edifican-
do sueños; sus sueños, en esas densas tramas de rel-
aciones y significaciones. Por lo tanto, hoy estamos
frente a esa gama de sentidos y sentires y podría-
mos afirmar que existen tantas imágenes de ciudad
como habitantes que hacen presencia significándola.

John H. Arboleda. 2004.


Índice

Agradecimientos................................................................... 13

Introducción.......................................................................... 15

CAPÍTULO I
Contornos de la investigación sobre afrocolombia: a
manera de balance bibliográfico........................................... 25
1.1 Posicionando entonaciones....................................... 25
1.2 Maestros, aprendices e hilanderos: detallando los
tramos de la confección............................................. 29
1.3 Puntadas con otra técnica: la mirada de
un aprendiz................................................................. 49
1.4 Punto, cruz y cadeneta. Técnicas básicas de hilar de
un aprendiz................................................................. 52

CAPÍTULO II
Sobre las identidades afrocolombianas en
contextos urbanos................................................................. 59
2.1 Similitudes y acercamientos....................................... 65
2.2 Diferencias y distancias.............................................. 66
2.3 Los estudios desde afuera: “Raza, migración e
identificaciones raciales”............................................ 72
2.4 Los estudios desde adentro: “Migraciones,
etnicidades e identidades”.......................................... 82

CAPÍTULO III
Donde se pudo… ahí nos metimos..................................... 91
3.1 “Invasiones” o recuperaciones de tierras.................. 94
3.2 Urbanizaciones piratas............................................... 105
3.3 Tomas de tierra........................................................... 113
3.4 Vivienda de interés social........................................... 115

CAPÍTULO IV
Del retiro, los retirados y retireños. La aparición del
barrio el retiro en el imaginario urbano.............................. 119
4.1 Surgimiento del barrio El Retiro y su incursión
en el imaginario urbano............................................. 129

CAPÍTULO V
Migraciones afrocolombianas a cali: mirando
los momentos........................................................................ 145
5.1 Y nos vinimos: “momentos y dinámicas de las
migraciones del pacífico a cali”................................. 148
5.2 Contextualizando nuestra presencia......................... 151
5.3 La llegada: primer momento 50-60........................... 153
5.4 Reconfiguraciones y estrategias. Segundo
momento: los 70......................................................... 156
5.5 ¡Nos hicimos rancho! Tercer momento: 70-80......... 157
5.6 El compa está distinto................................................ 161
5.7 “Institucionalizando” prácticas:
algunas tatabrizaciones.............................................. 168

CAPÍTULO VI
Territorialidades emergentes y dinámicas identitarias
entre poblaciones afrocolombianas de contextos
urbanos. El retiro.................................................................. 175
6.1 Territorialidades emergentes: espacializando
identidades.................................................................. 176
6.2 En El Retiro se vive de África a Hollywood:
La translocalización como dinámica identitaria...... 184
6.3 África y Hollywood: de representaciones,
circulación y adaptaciones......................................... 188
6.4 Migraciones y creación de imaginarios
urbanos....................................................................... 194
6.5 Territorializaciones, espacialidades e
identidades.................................................................. 199
6.6 Los adentros- afueras de las identidades................... 294

Por ahí es la cosa: A manera de conclusiones...................... 211

Bibliografía............................................................................ 215
Índice de mapas

Mapa 1.
Trayectoria Residencial de la familia Cortés Ortiz.
Procedencia Tumaco-Nariño (1976)......................... 127

Mapa 2.
Trayectoria Residencial de la familia Grueso Torres.
Procedencia Timbiquí-Cauca- (1991)...................... 128

Mapa No 3.
Mapa general del barrio............................................. 181

Mapa No 4.
Mapa de espacializaciones básicas............................. 182

Mapa No 5.
Mapa de territorializaciones identitarias.................. 183
Índice de tablas

Tabla No 1.
Déficit de vivienda en principales ciudades
de Colombia 1975-1980 ............................................ 130

Tabla No 2.
Déficit de vivienda en ciudades de
Colombia 1982........................................................... 130
Índice de fotos

Foto No 1.
Cantora arrullo al Nazareno, 6 de enero de 2010..... 25

Foto No 2.
Músico arrullo al Nazareno, 6 de enero de 2010...... 59

Foto No 3.
Sardi, noviembre de 2010........................................... 91

Foto No 4.
Entrada al Retiro alto, diciembre 2011...................... 119

Foto No 5.
Barrio El Retiro, sector Hollywood........................... 145

Foto No 6.
Calle principal de África, El Retiro............................ 150

Foto No 7.
Frontera Retiro – Laureano Gómez, febrero 2010.... 158

Foto No 8.
Sardi, Noviembre 2010............................................... 175

Foto No 9.
La esquina caliente, Hollywood. Febrero 2010......... 185
Agradecimientos

En primer lugar, agradecer a la gente del barrio El Retiro,


quienes me brindaron la posibilidad de sentirme digno frente a la
forma en que sortean las dificultades y limitaciones propias de los
vecindarios marginalizados en la ciudad. Con ellos estoy en deu-
da permanente, deuda que quién sabe si podré saldar algún día.

A mi tía Neyla Mercedes, por permitirme vivir por muy


largos periodos en su casa del Retiro y estar pendiente de con
quienes establecía las relaciones. Héctor David Núñez (Turbay)
de quien me aproveché de su inmunidad diplomática para atra-
vesar sin problemas cada uno de los espacios del barrio, a Luisa
Fernanda Ortiz, por enseñarme los recovecos de África en el Reti.
A mi familia, en especial a mis hermanos, a Santiago por su orien-
tación y apoyo constante sin el que no hubiera sido posible este
trabajo. A mi hermana María Eugenia por su entusiasmo y fe para
impulsar cada vez que decidía dejar el trabajo tirado.

A mis compañeros de formación, trabajo, andanzas y


vaguerías José Antonio Caicedo cómplice de todas las insinuacio-
nes, Elizabeth Castillo por la seriedad con que leyó el primer ma-
nuscrito y la solidaridad para brindarme opciones de mejorarlo.
A mi primo Alex Ortiz, quien supo decirme a tiempo “eso ya está”
y se convirtió en “co-autor” de este texto durante todo el proceso
de gestación, escritura y correcciones.

A Marcela Alejandra Vallejo, quien leyó infinidad de ve-


ces el texto, se comprometió con su corrección, hizo sugerencias
a la manera en que estaba mirando el proceso que explica el libro,
ella en última instancia se convirtió en la correctora de estilo de
este trabajo. A todos los mencionados les estoy inmensamente
14 Jhon Henry Arboleda Quiñonez

agradecido y con la claridad de que el trabajo académico colectivo


puede ser el camino para visualizar estas realidades que la ciudad
se ha empecinado en ocultar o contar a través de prejuicios.
Introducción

Acercarnos a la comprensión de las lógicas y procesos


mediante los cuales se estructuran, reestructuran y transforman
las llamadas identidades culturales en contextos urbanos, pasa
por reconocer el carácter cotidiano y sistemático en que tal di-
námica se produce y toma sentido ante los ojos de aquellos que
desde múltiples lugares participan en él. Así, el hecho de realizar
el intento por comprender la manera en que las poblaciones y po-
bladores afrocolombianos en los contextos urbanos del interior
del país, encuentran en la construcción, apropiación y resignifi-
cación de sus circuitos culturales en algunos sectores de la ciudad
de Cali (barrio El Retiro), ubicados al oriente de la misma, en
el denominado Distrito de Aguablanca, está orientado hacia la
posibilidad de caracterizar y valorar de nueva forma estos “siste-
mas” identitarios, los cuales en la ciudad de Cali han terminado
por imprimirle un ritmo particular en esa continua labor de es-
pacializar las presencias de las comunidades afropacíficas en los
contextos urbanos.

En razón de ello, reconocer que las identidades cultu-


rales que imbricadas con variables como las racialidades y las et-
nicidades, muy al contrario de lo que opinan aquellos que para
nada las comparten, quienes endilgan a estos procesos el carácter
de difuminar la individuación y/o subjetivación, aspectos propios
que pretenden reposicionar al individuo en su condición de agen-
te histórico; están direccionados a la consolidación de posicio-
namientos múltiples en los cuales las alteridades que se gestan al
interior de estos conglomerados humanos, brindan la posibilidad
de complejizar las miradas e interpretaciones que se vienen de-
sarrollando alrededor de las identidades étnico-culturales en el
contexto de las ciencias sociales y humanas.
16 Jhon Henry Arboleda Quiñonez

En este sentido, acercarse con la intencionalidad de sig-


nificar la serie de tensiones, disputas, amalgamientos y formas
continuadas y renovadas en que se presenta la consolidación de un
proceso de configuración de las llamadas identidades afrourbanas,
pasa por el reconocimiento del carácter inacabado, sedimental y
abierto en el que establecen relaciones los distintos repertorios
culturales procedentes de la costa del Pacífico colombiano, así van
conformando una manera particular y diferenciada de expresar su
adaptación al espacio. De igual forma en que nos demuestran los
mecanismos mediante los cuales estos espacios son adaptados en
esa constante y problemática relación entretejida entre una comu-
nidad con su entorno más próximo, en este caso el barrio, como
laboratorio y receptáculo en que dichas construcciones simbólicas
que engrosan las posibilidades de pensar las identidades étnicas
ancladas en las lógicas locales de las territorialidades.

Es en este contexto de reconfiguración continuada de


las identidades culturales, articuladas a la producción de signifi-
cado en torno a la espacialidad y la territorialidad en el que este
ejercicio de investigación encuentra justificación a su realización.
Este ejercicio de investigación está conformado por seis capítulos,
que constituyen a su vez tres unidades temáticas, se convierten en
la forma en que se pretende dar cuenta de las construcciones cul-
turales que se presentan al interior de las poblaciones afrocolom-
bianas asentadas en el barrio El Retiro del Distrito de Aguablanca,
en la ciudad de Cali.

En este sentido, la primera unidad de este trabajo, que a


manera de “balances” bibliográficos, muestra las formas enuncia-
tivas desde las que se ha querido apalabrar, mostrar y porque no
representar al negro y lo negro, giran en torno a lo que llamo re-
gímenes de enunciación, evidenciando las apuestas que en térmi-
nos metodológicos y conceptuales han confluido en la emergen-
cia y consolidación del campo de estudios denominado Estudios
Afrocolombianos. Esta unidad tiene por objeto contextualizar al
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lector en esa trama de producciones de sentido académico y polí-


tico que se ha configurado en Colombia alrededor de las dinámi-
cas culturales de las poblaciones de ascendencia africana haciendo
énfasis, claro está, en las condiciones en que dichas comunidades
acceden a la territorialización de sus identidades culturales en los
contextos urbanos del interior del País, concretamente en la ciu-
dad de Cali, en la zona conocida como Distrito de aguablanca.
Pese a la puntualidad de la observación e interpretación de este
fenómeno local-barrial, sus aportes trascienden hasta ponernos
a pensar en las dinámicas urbanas construidas y constituidas por
los pobladores afropacíficos en el país.

El primer capítulo titulado “Contornos de investiga-


ción sobre afrocolombia”, se interesa por una caracterización de
este campo de estudios, haciendo énfasis en la manera en que los
investigadores e investigadoras que participaron y participan de
los debates, avances, contracciones y retrocesos presentadas en
sus momentos de emergencia, desarrollo y consolidación han
imaginado a la comunidad afrocolombiana desde las décadas de
1940-1950 en condición de posibles objetos de estudio y por ende
sectores a los cuales había que apalabrar en una apuesta por “vi-
sibilizar” estas formas –otras de pertenecer y reconocerse en el
marco de la nacionalidad colombiana.

El segundo capítulo “Sobre las identidades afrocolom-


bianas en contextos urbanos”, privilegiando la literatura produci-
da alrededor de las significaciones y estrategias utilizadas por los
afrocolombianos en su dinámica de recomposición cultural en
los contextos urbanos del interior del país, se pretendió la caracte-
rización de las líneas de investigación y los lugares de enunciación
consolidados por los grupos de investigación que se interesan por
estos procesos. Este capítulo se caracteriza por la lectura y revisión
detallada de cada uno de los textos producidos entre los primeros
años de la década de los 90’s, llegando hasta las más recientes re-
flexiones acerca de la importancia y valor que adquieren este tipo
18 Jhon Henry Arboleda Quiñonez

de construcciones teóricas y apuestas metodológicas a la hora de


tratar de “traducir” los componentes identitarios que subyacen
la cotidianidad de los grupos poblacionales afrocolombianos en
contextos urbanos.

En la segunda unidad, partiendo de los hallazgos obte-


nidos en los balances bibliográficos respectivos, realizamos el acer-
camiento a las dinámicas cotidianas en que los pobladores afro-
colombianos del barrio El Retiro, caracterizado en su calidad de
sitio de recepción de cantidad de migrantes de las oleadas migra-
torias referenciadas en el trabajo, escenifican aquello que caracte-
rizo como las identidades étnico-culturales afropacíficas en Cali,
proceso de recomposición identitaria que comprende aproximada-
mente cuatro décadas. Se extienden desde los años 70 y aún hoy se
encuentran en pleno proceso de ebullición y consolidación.

En esta unidad el hecho de acercarnos a la compren-


sión de los ritmos poblacionales y las estrategias mediante las que
se pobló el oriente de la ciudad de Cali, de donde destacamos
el proceso vivido en el barrio Retiro, nos deja contextualizados
en términos de comprender la explosión demográfica sufrida por
esta ciudad entre la segunda mitad del siglo XX y la primera del
presente, a la vez que nos permite observar los mecanismos a tra-
vés de los que cantidad de migrantes afropacíficos fueron impri-
miéndole hasta consolidar sus formas de hacer y vivir la ciudad
en condiciones de marginación social, discriminación racial y ex-
clusión laboral.

El tercer capítulo, “Donde se pudo… ahí nos metimos”


y el cuarto “Del Retiro, los retirados y retireños”, marcan un se-
gundo momento en el que se hizo énfasis en la comprensión de
las dinámicas urbanas del poblamiento por parte de unos seg-
mentos de población disponible entre los que se destacan los mi-
grantes afrocolombianos. Así se caracterizan las luchas continuas
de estos pobladores-colonizadores urbanos en su búsqueda in-
cesante por obtener una vivienda propia. Por esta vía se develan
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los mecanismos políticos y estrategias sociales utilizadas por estos


grupos poblaciones en su camino hacia la consolidación de un
trozo de ciudad que puedan reclamar como suyo.

De otro lado, se muestra las formas en que para el imagi-


nario del resto de los pobladores de la ciudad fueron adquiriendo
estas nuevas barriadas, caracterizadas por la concentración y pre-
sencia sin ambages de la gente afrocolombiana venida del Pacífico,
las que en pleno proceso de reconfiguración de sus circuitos cultu-
rales e identitarios, haciéndose visibles en una zona estigmatizada
y racializada en Cali. En este marco, la unidad compuesta por estos
dos capítulos muestra el derrotero de las posibilidades elaboradas
en esa lucha por asentarse como propietarios de viviendas y grupo
de referencia en la zona oriental de Cali, desde donde se ha ejercido
la influencia afropacífica que hoy exhibe Cali.

La tercera unidad, compuesta por el quinto capítulo


“Migraciones afrocolombianas a Cali: mirando los momentos” y
el sexto “Territorialidades emergentes y dinámicas identitarias en-
tre poblaciones afrocolombianas de contextos urbanos. El Retiro”
conforman un intento por comprender las distintas expresio-
nes identitarias que emergen de la articulación de variables tales
como las etnicidades, las identidades culturales, las territorialida-
des, las espacialidades, el género y la generación en contextos de
población afrourbana, las cuales acompasadas por fenómenos de
exclusión, racismo y estigmatización, terminan configurando un
cierto clima de “guettización” de las identidades que se expresan
a través de la aparición continua de nuevas territorialidades, las
adscripciones a las mismas y la densificación del proceso median-
te el que se estructuran las identidades; de ahí que se hable de las
identidades afropacíficas barrializadas.

En esta tercera unidad queda claro que las identidades


afrocolombianas en contextos urbanos, por más que se apele a
estudiarlas en su condición de comunidades, para nada obedecen
a la dinámica de unificación de las identidades, ni a la pérdida
20 Jhon Henry Arboleda Quiñonez

de individualidad a nombre de una identidad idealizada. Por el


contrario, se demuestra el carácter activo de tensiones y disputas,
las cuales se logran identificar comprendiendo los sustratos mi-
cro-regionales, las “pertenencias” temporales, presentadas como
oleadas migratorias, lo que a la postre va a resultar siendo el dina-
mizador de las territorialidades, en las que cada grupo identitario
conformado, apelando a lo anteriormente referenciado escenifica
sus construcciones culturales, ubicando al Distrito de Aguablanca
y al barrio Retiro en espacio fructífero en la lógica de recomposi-
ción cultural vivida por las comunidades afrocolombianas en los
contextos urbanos del país.

Por tal razón, intentar la compresión de las redes, cir-


cuitos y espacialidades en las que se presenta la construcción de
las llamadas identidades afrocolombianas en contextos urbanos,
se inscribe en las orientaciones recientes con respecto a la signi-
ficación que viene adquiriendo el quehacer de los estudios his-
tóricos en nuestro país. Así la diversificación de las fuentes, las
temáticas trabajadas y la utilización de un amplio utillaje meto-
dológico se convierten en los más recientes avances en el quehacer
del historiador, que van tejiendo como resultado la expansión de
los límites disciplinares de la Historia.

Las motivaciones que incitan a reflexionar sobre las po-


sibles circunstancias en que se pobló el oriente de la ciudad de
Cali y particularmente el barrio el Retiro, uno de los que presenta
mayor concentración de pobladores afrocolombianos, ubicado
en la zona conocida como el Distrito de Aguablanca, que tiene en-
tre sus más sobresalientes características estar poblado por gentes
cuya ascendencia se encuentra en las zonas rurales y urbanas del
Pacífico colombiano, trasciende el intento de escribir una historia
localizada de esta experiencia en la que se logró espacializar las
resistencias de gran cantidad de migrantes, para posicionarse en
una búsqueda por observar las distintas formas en que el resto de
los residentes de la ciudad percibieron su aparición, tratando de
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hacer énfasis en los modos en que dicho sector fue integrándose,


en condición de marginalizado y racializado al imaginario urba-
no de la ciudad de Cali.

En este sentido acceder a informaciones contextuales en


cierta medida y particulares en otras, que reposan en el Centro
de documentación del Concejo Municipal de Santiago de Cali,
sistematizados en sus libros de actas entre los años 1977-1983, pe-
riodo en que toma fuerza este proceso de adquisición de vivienda
propia como resultado de las migraciones intra e inter urbanas,
en las que se destaca la participación de extensas cohortes de afro-
colombianos oriundos de esta ciudad y otros venidos del Pacífico,
dinámica poblacional que va tomando rumbo hacia esta extensa
zona, otrora utilizada en calidad de despensa alimentaria y área
de esparcimiento de alguna parte de los sectores económicamente
acomodados, cuya funcionalidad ya se encontraba vetusta para
ese tiempo, serán las rutas escogidas para atreverse a la realización
de una indagación-interpretación de este coyuntural , pero deter-
minante fenómeno ocurrido en la ciudad de Cali.

Una de las valoraciones implícitas que subyace de las


discusiones y debates registrados en las actas del Concejo, escue-
tamente citadas en este trabajo, se hallan en el hecho de que la
mayor parte de los fenómenos coyunturales o estructurales que
se presentan en la ciudad, al llegar a este sitio o nivel de delibera-
ción, vehicula o activa a las autoridades político-administrativas
del municipio, las que después de “evaluar” la complejidad de la
situación se disponen a elaborar estrategias que permitan avizo-
rar soluciones viables para la ciudad en su “conjunto”.

Es decir, el hecho de que una situación, en este caso el


fenómeno de las “invasiones” o recuperaciones de tierras urba-
nas por parte de los destechados (colonizadores urbanos, como
prefiero llamarlos), llegue a ocupar por prolongados periodos a
la totalidad del cabildo municipal, nos revela la gravedad (desde
la percepción de la autoridad administrativa) de la situación que
22 Jhon Henry Arboleda Quiñonez

tal problemática está revistiendo; puesto que pasadas las delibe-


raciones, queda un sustrato, el pensar la zona en que se concentra
esta problemática como parte del imaginario de ciudad que se
pretende controlar-administrar sistemática y esquemáticamente,
dando paso a la toma de decisiones, las cuales facilitarán o difi-
cultarán el anhelo de grandes grupos poblacionales por hacerse
a su casa propia. Claro esto dependerá de los climas e intereses
político-económicos que se impongan.

De igual manera revisar un periódico como “El Pueblo”


de marcada orientación liberal tradicional, que durante el mismo
periodo se encargó de cubrir con denotada frecuencia este fenó-
meno de acelerada extensión urbana, cubrimiento desarrollado
con cierta inclinación hacia el reconocimiento y favorecimiento
de algunas incursiones de estos colonizadores urbanos, nos pro-
porciona la posibilidad de acercarnos a los mecanismos mediante
los que se vehicularon las primeras percepciones que circularon
masivamente en la ciudad con respecto a la aparición de la nueva
zona urbanizable , ubicada en todo el franco oriental, constitu-
yéndose en un medio difusor de aceptada valoración política en
esta problemática coyuntura que condicionó de diversas formas
las ideas que alrededor de esta zona se fueron consolidando por
parte de los demás sectores y actores sociales de la ciudad.

En tal medida la intención expresada en esta reflexión


no pretende construir periodizaciones con respecto a las diferen-
tes etapas en la que se constituyó la zona oriental como sector
densamente poblado de la ciudad de Cali, más bien, el intento
o apuesta interpretativa se instala en la observación del cúmulo
de percepciones que desde las elites administrativas, políticas y
culturales se fueron orquestando en relación con esta nueva zona
poblacional y las gentes que lograron asirse a la ciudad constru-
yendo sus hogares en ella.

Por tal motivo, se hace importante recordar que estos


grandes grupos de colonizadores urbanos, compuesto por gentes
Buscado Mejora 23

desposeídas de vivienda propia nacidas en la ciudad de Cali y


complejizado por las oleadas migratorias venidas del Pacífico en
su proceso de hacerse a un trozo de ciudad, hoy conocido como el
Distrito de Aguablanca, como lo indica el titulo, fueron Buscando
su mejora y terminaron por darle el rotulo de ciudad. Esa Cali
que continua siendo tercamente cantada, contada y representada
desde miradas e historias un tanto cómodas, ocultadoras y seña-
ladoras, que se legitiman a través de rememorar una convivencia
armónica de tono idílico, donde la tan promocionada caleñidad,
sinónimo de civismo, cultura urbana e identidad raizal compar-
tida por sus habitantes, vino a ser fracturada con la llegada de los
inapropiados migrantes, entre los que se destacan los hombres y
mujeres afrocolombianos del Pacífico colombiano.

En esta medida, Buscando su mejora se instala como


un intento de interpretación que desde adentro, en tanto persona
afrocolombiana, hijo de migrantes afropacíficos “pertenecientes”
a la segunda oleada migratoria y socializado en el Retiro, pretende
evidenciar los mecanismos externos e internos y estrategias coor-
dinadas por los migrantes –colonizadores urbanos, apelando a la
identificación de discursos y argumentos presentados por las par-
tes en disputa elites político-administrativas en torno a este pro-
ceso de espacialización de nuestras existencias como pobladores
urbanos de Cali con derecho a reclamar de forma distinta nuestra
apropiación de este trozo de ciudad estigmatizados, racializado y
discriminado desde su aparición hasta el presente.
CAPÍTULO 1
Contornos de la investigación sobre afrocolombia.
A manera de balance bibliográfico

Ya cantaste vos...
Ahora canto yo...
Cantarés bonito,
Por amor a Dios

Arrullo del Pacífico

1.1 Posicionando entonaciones

Foto No 1. Cantora arrullo al Nazareno, 6 de enero de 2010.


26 Jhon Henry Arboleda Quiñonez

El anterior estribillo, repetido infinidades de veces por


pobladores de algunas zonas rurales y urbanas del Pacífico colom-
biano durante las múltiples festividades religiosas, que ahora se
realizan con mayor “frecuencia-cotidianidad” en ciertos sectores
del Distrito de Aguablanca en Cali, como producto de las cons-
tantes migraciones de esta zona hacia la ciudad, tiene el intento
de “redireccionar” la fe de la ritualidad a través de la música. Da
muestras de cómo el entonar (decir), desde un lugar determinado
puede estar mediado por el cúmulo de intereses que se vehiculan
en cualquier actividad realizada por hombres y mujeres.

“Si ya cantaste vos” como acción (de-demostrar), al pa-


recer sin expresar mayores habilidades y devociones a la hora de
“alabar” un santo, prender un arrullo o hacer sentir un velorio,
cosa que supone que los intereses pueden estar por fuera de la
ritualidad que pretendemos significar, o de lo contrario, las bús-
quedas no se compaginan con las de otras personas envueltas en
esa misma ritualidad y por ende copartidarios de similares signi-
ficaciones culturales. Acompañada del “Ahora canto yo”, en res-
puesta, mediada por la acción (del interpretar/reflexionar), con
el objetivo de reposicionar sentimientos conducentes a expresar
las actitudes que ciertas cantadoras consideran “correctas”, tanto
en el canto como en la gesticulación que debe mostrar una parti-
cipante que se atreva a proclamar sus sentimientos públicamente
en medio de cualquiera de estas festividades.

Contestada con la reacción, “Cantarés bonito por amor


a Dios” que supone un llamado de atención o una voz de aler-
ta que garantizará la continuación de la festividad por el camino
que la cantora considera correcto (posicionamiento), mediante el
cual el santo (comunidad) se sentirá satisfecho, puede servirnos
como buena antesala para comprender los distintos lugares desde
los cuales han sido “observados”, referenciados y hasta estudiados
los conglomerados humanos que llamaré, siguiendo a uno de los
autores más referenciados en el momento, las Colombias Negras
(Restrepo,2004).
Buscado Mejora 27

De otro lado, el estribillo es utilizado en ésta ocasión en


el sentido que logra expresar algunas sensaciones que un grupo de
personas en formación, quienes hacemos parte de las dinámicas
reivindicativas de nuestras comunidades, desde una perspectiva
que busca disminuir la brecha entre los discursos-excursos produ-
cidos por algunos académicos alrededor de las denominadas iden-
tidades afrocolombianas de carácter urbano, estamos percibiendo
en torno de lo que hemos optado por llamar “Negrología”, es de-
cir, el vertiginoso avance de parte de un buen número de cientistas
sociales, quienes con sus muy bien elaborados discursos y marcos
teóricos han decidido acercarse a las realidades de las comunidades
negras con multiplicidad de intereses investigativos y hasta polí-
ticos, que han terminado por convertirnos en unos interesantes y
provechosos objetos de investigación, dando como resultado el he-
cho de exotizar lo cotidiano y cotidianizar lo “exótico” que puede
percibirse en algunas de nuestras prácticas culturales.

Es en este campo de disputa político- académica en el


que se inscribe mi reflexión. Por tal motivo, realizar análisis so-
bre el espectro en que se han movido los denominados estudios
de las Colombias Negras, pasa por reconocer cuáles han sido sus
métodos, hallazgos, aportes, apuestas y hasta silencios cómplices
acerca de una población que durante el siglo XX se fue convir-
tiendo paulatinamente en foco de intereses para el conjunto de las
Ciencias Sociales en nuestro país.

Preguntas por las prácticas culturales, los procesos de


poblamiento, adaptaciones a las nuevas condiciones de represen-
tación social, aspectos folclóricos, la dinámica impuesta por esta
población al proceso general de las migraciones que en Colombia
ya se extiende por el prolongado siglo XX, buscando en ella al-
gunas singularidades propias de los sitios de inmigración, junto
a las pesquisas sobre retenciones de ancestralidad africana en los
distintos contextos del territorio nacional y en última instancia
los procesos de construcción de identidades culturales, acompa-
sados con discursos de marginalización y representatividad, han
28 Jhon Henry Arboleda Quiñonez

logrado “cubrir” o “acaparar” los intereses de un sinnúmero de


investigadores/ras en algunas de las Ciencias Sociales, en parti-
cular, la antropología, la historia y en la última etapa la sociolo-
gía como horizontes teóricos y apuestas políticas capaces de dar
cuenta del existir de estas poblaciones.

De los intereses mostrados por estas ciencias pueden dar


cuenta sus “objetos” de estudio. La antropología ensimismada en su
intento de construir/definir al otro como antípoda de aquello que
posee la “autoridad” de lo universal, por ende lo aceptado/legitima-
do, por lo cual los científicos formados en esta disciplina de cono-
cimiento sienten algún grado de desprecio, al develar las relaciones
de poder y hegemonía que subyace a partir de las estratificadas di-
ferencias culturales que sustentadas en algunas explicaciones de ca-
rácter histórico se imbrican para legitimar la dominación de unos
grupos sobre otros, dando como resultado la pugna entre lo “uni-
versal” aceptado y lo particular cotidianamente menospreciado.

Del lado de la historia, la “necesidad” ha estado expresada


por su búsqueda de dotar de interpretaciones con alguna validez
los roles desempeñados y los sucesos en los que se encuentran invo-
lucradas de manera directa las comunidades negras. Tales búsque-
das tienen como elemento central el análisis de las significaciones
que adquieren sus acciones en el tiempo, en tanto éste elemento
espacio-temporal se convierte en el aspecto nodal en las reflexiones
realizadas por los académicos formados en esta disciplina.

Por su parte, la sociología, que se convierte en la ciencia


social que más recientemente se vincula de forma masiva a este
debate sobre los diversos aspectos de las Colombias Negras, su in-
terés está mediado por diferenciar conceptualmente la utilización
y significación que adquieren para los distintos grupos culturales
en los que está dividido el país y en la última etapa concretamente
para los afrocolombianos, categorías tales como raza, etnicidad y
cultura tratando de agenciar desde los métodos o diseños con los
que cuenta aportes en la intención de comprender las dinámicas
Buscado Mejora 29

socio-raciales de las que se compone la sociedad colombiana, ha-


ciendo énfasis en los contextos urbanos.

Es así como puntada a puntada realizadas por algunos


habilidosos en el arte de coser con hilos de diminutas propor-
ciones vienen siendo tejidas las posibles maneras de interpretar
las disímiles realidades por las que han atravesado y atraviesan
dichas comunidades.

1.2 Maestros, aprendices e hilanderos: detallando los


tramos de la confección
Para continuar en el análisis de los diferentes aspectos
de las denominadas Colombias Negras, se convierte en un ejer-
cicio de vital importancia transitar por los definidos contornos
de los estudios realizados a lo largo de las cuatro últimas déca-
das alrededor de estas poblaciones; eso sí, tratando de visualizar
perspectivas que en el plano de estudiar/transformar puedan ser
percibidas como opciones válidas tanto para las Ciencias Sociales
como para nuestras comunidades. Tal perspectiva no pretende es-
tablecer una relación de exterioridad constitutiva entre “Ciencias
Sociales” y “nuestras comunidades”, más bien, obedece a una uti-
lización heurística para significar el hecho de cómo se viene pre-
sentando un distanciamiento sistemático entre las apreciaciones
y representaciones realizadas por los distintos grupos de trabajo
e investigación y las distintas realidades que se presentan en con-
textos de comunidades negras.

Iniciar tal empresa debe reconocer intentos valiosos por


sistematizar la amplitud de opciones/visiones con las que han sido
estudiados estos conglomerados poblacionales. Haciendo uso de
mis dotes de hilador o ayudante de tejedora, iniciaré haciendo
un recorrido por aquellos trabajos que otrora han emprendido
búsquedas similares a la que hoy me motivan. En este sentido, en
primera instancia haré referencia a un informe presentado por
el investigador Mario Diego Romero Vergara a Colciencias en
30 Jhon Henry Arboleda Quiñonez

el primer semestre del año 1997, en el marco de la investigación


“Sociedades Negras en la Costa Pacífica del Valle del Cauca du-
rante los siglos XIX y XX”, en el cual realiza un interesante reco-
rrido indagando los temas que han suscitado interés por parte de
investigadores y otro tipo de individuos que perciben el Pacífico
colombiano como espacio vital para pensarse Colombia desde las
más diversas ópticas y perspectivas.

En un segundo momento, se pretende desarrollar un


diálogo intertextual entre las apreciaciones del profesor Romero
(1997) en torno a este campo de estudio y las elaboraciones he-
chas por el antropólogo Eduardo Restrepo (2004), en tanto me
parecen instancias de cierre y repliegue interesantes desde las que
se hace posible observar las magnitud que va adquiriendo dicho
terreno de estudio e interpretaciones.

El profesor Romero dando muestra de sus habilidades


de artesano, muy metódicamente, siguiendo un orden cronológi-
co, plegado al criterio del tiempo de publicación y/o difusión de
cada trabajo intenta con muy buenos resultados realizar aportes
hacia la dilucidación de cómo ha sido tejida la colcha, toman-
do prudentemente sus medidas, de los estudios de la Colombias
Negras desde la amplitud de los discursos y métodos que exhiben
las Ciencias Sociales en nuestro país.

El citado autor inicia su reflexión con una afirmación


que logra captar la atención de los que por algunas razones de
tipo académico, político u organizativo y con algunas inquietudes
investigativas, desde ciertas esquinas nos vinculamos al desarrollo
de estas discusiones, afirma:

parece que la investigación sobre afrocolombia, en todos sus sen-


tidos y direcciones, está logrando tal estatus en la Historiografía
que el mero hecho de plantearse esta inquietud de balance y pers-
pectivas le da un lugar en la historiografía. Ello no es nada gratis y
obedece más a una labor de académicos nacionales y extranjeros,
Buscado Mejora 31

instituciones de base de las comunidades y al apoyo proveniente


del Estado en los últimos años para auspiciar la investigación y
proyectos de autoreconocimiento de las comunidades y un reco-
nocimiento de la sociedad nacional a la historia y a las diversidades
que existen entre estas comunidades y las sociedades del interior.
(Romero, 1997, sp.)

Tal afirmación llama la atención en la medida que cues-


tiona el sentido común, según el cual los intereses mostrados por
las Ciencias Sociales en relación con el estudio de las Colombias
Negras son totalmente recientes; abarcando únicamente las dos úl-
timas décadas del siglo inmediatamente anterior, las cuales cuentan
entre sus características el hecho de haber parido los cambios de
un Estado monocultural hacia uno multicultural, hinterland en el
cual van a aparecer (para el Estado) las identidades étnico–raciales
como factores y sectores agenciadores de diferentes perspectivas de
vida, dinámica en la cual las comunidades negras alcanzamos un
lugar de preponderancia en el contexto político y académico.

Frente a la anterior afirmación “parece que la investiga-


ción sobre afrocolombia, en todos sus sentidos y direcciones, está
logrando tal estatus en la Historiografía que el mero hecho de plan-
tearse esta inquietud de balance y perspectivas le da un lugar en la
historiografía” (Romero, 1997, sp.) la cual a la primera observación
estaría revestida de cierto halo de amplitud y reconocimiento de los
esfuerzos y aportes realizados por una larga tradición de estudiosos
e intelectuales afrocolombianos, habría que hacer ciertas claridades,
puesto que los reconocimientos producidos de manera unidirec-
cional prontamente pueden desembocar en graves ocultamientos o
visualizaciones discrecionales que en cierta medida desorientan los
análisis con respecto a lo que ciertos proyectos van evidenciando.

En relación con los reconocimientos unidireccionales


y las visualizaciones discrecionales que en esta ocasión reclaman
para los afrocolombianos un lugar o estatus en la historiografía,
debido a su gran producción y circulación de conocimientos, la
pregunta que surge es la siguiente –realizando análisis sistemáticos
32 Jhon Henry Arboleda Quiñonez

acerca de las producciones académicas y las apuestas intelectua-


les y políticas sobre las condiciones en que se han desarrollado–,
¿Los académicos e intelectuales afrocolombianos estaban y están
pensando en ser recogidos dentro de la tradición historiográfica
de occidentales periféricos como la colombiana?

El anterior interrogante abre una brecha que considero


importante para discutir alrededor de lo siguiente; en estas épocas
de reconocimientos políticos y visualizaciones jurídicas en que las
identidades culturales, con elementos tales como las variables de
géneros, etnicidades, racialidades y territorialidades ¿quiénes es-
tán hablando a nombre de los históricamente subalternizados?

En este aspecto, teniendo como marco la dificultad que


representa el hecho de hablar por los otros, sería necesario y casi
obligatorio revisar no tanto los resultados de los trabajos académi-
cos e intelectuales realizados por una larga lista de afrocolombia-
nos desde finales del siglo XIX y durante todo el siglo XX, desde
la perspectiva aquí planteada, más provechoso sería algo así como
una extrapolación de las rutas e itinerarios trazados en el camino
de lo que podría dilucidarse como una suerte de institucionalidad
distinta alrededor de la sistematización de nuestros conocimien-
tos, los cuales pueden estar mostrando que los esfuerzos y aportes
en la lucha por interpretar las realidades que como afrocolombia-
nos construimos, padecemos o subvertimos tienden a extralimitar
con creces los rígidos contornos de la Historiografía, a la que ahora
en un afán por reconocer-nos debemos ser incluidos.

Es en el propósito anteriormente descrito, cómo debe-


mos entender los aportes realizados por autores como Jorge Artel,
Manuel Saturio Valencia, Sofonías Yacup, Benildo Castillo, Manuel
Zapata Olivella, Margarita Hurtado, Arnoldo Palacios, Alfredo
Vanín y muchos otros decimeros, juglares, poetas y gestores cul-
turales que en estos momentos escapan a esta convocatoria, los
cuáles nunca o en muy cortos períodos estuvieron vinculados con
el mundo académico institucionalizado de las universidades y que
Buscado Mejora 33

por ende su noción de intelectualidades y sus quehaceres acadé-


micos trascienden los marcos formales de la sistematización his-
toriográfica, o es que ahora, por acción de un misterioso conjuro
de reconocimientos unidireccionales, sus producciones deben ser
incluidas para evitar su pérdida. Desde esta óptica, estas serían las
contradicciones más sutiles que este tipo de afirmaciones y agen-
cias emprendidas en nombre de los otros podrían presentar, con-
duciendo a ocultamientos sistemáticos de corte monoculturales,
los que ahora con ropajes reconocedores se pretenden inclusivos.

Romero, en los desarrollos que alcanza en su balance,


más que hacer énfasis en las perspectivas teóricas o encuadres
metodológicos con los que los cientistas sociales se han acercado
a indagar por estas realidades, enfoca sus esfuerzos en hacer un
prolongado recorrido a través de las obras y los autores, tratan-
do de identificar cuáles han sido sus aportes en ésta empresa de
interpretar las diversas realidades de las que están compuestas las
comunidades negras de nuestro país.

Iniciando su recorrido bibliográfico, Romero (1997)


se instala en los estudios realizados desde finales de la época co-
lonial, colocando mayor énfasis en los informes de los viajeros
que atravesaron el país e hicieron algunas alusiones directas al
territorio del Pacífico; claro está el interés de la empresa por mi
iniciada, sólo se limitará a reflexionar sobre los discursos acadé-
micos de las Ciencias Sociales en torno a la construcción de iden-
tidades afrourbanas durante las dos últimas décadas del siglo XX,
aunque tal delimitación no exime del compromiso de recorrer y
transcurrir por los trabajos realizados mucho antes, tal ejercicio
permitirá tener un amplio horizonte frente a las continuidades,
permanencias o discontinuidades discursivas de los académicos
y académicas de las Ciencias Sociales en relación con el interés de
reflexionar que me motiva ahora.

El profesor Romero después de identificar de mane-


ra general los temas que suscitaron interés para referirse a las
34 Jhon Henry Arboleda Quiñonez

Comunidades Negras en el periodo colonial, que según sus ex-


haustivas lecturas pudieran resumirse en los siguientes “recursos,
principalmente silvícola y, sobre todo las posibilidades de vincu-
lación con mercados europeos, impactos de las guerras de libera-
ción nacional sobre estas comunidades, el problema de la manu-
misión esclava, las dificultades de comunicación, la pobreza de
estos territorios y por último sus características culturales.” (1997,
sp). Los temas esbozados como sectores o elementos de vital im-
portancia de los informes de viajeros al final del periodo colonial,
encuentran mayor explicación al observar las coyunturas por las
que está atravesando el país en el punto más álgido de los debates
sobre la futura creación y consolidación de los Estados-nación en
Latinoamérica y, especialmente en Colombia.

El recurrir a paneos generales con el objetivo de “carto-


grafiar “el país para hacerse una imagen clara de cómo entraría a
participar de las cada vez más dinámicas relaciones comerciales
que se estaban presentando en los mercados mundiales así nos
lo demuestra. Posteriormente Romero se inserta al siglo XX tra-
tando de mirar cuáles han sido las puntadas o las técnicas uti-
lizadas por investigadores en este trabajo de hilar los contornos
de las investigaciones en relación con las comunidades negras del
país. En este marco, se instala en la primera década reseñando el
trabajo realizado por Agustín Codazzi y la Comisión corográfica,
cuyo interés fundamental era mostrar aspectos relacionados con
la geografía física y las condiciones económicas, aunque en el de-
sarrollo del trabajo de la Comisión se avanza en dilucidar algunas
condiciones culturales de las poblaciones que componen esta re-
gión natural-geográfica.

Siguiendo con el análisis de lo tejido desde las Ciencias


Sociales, Romero (1997) enmarca como trabajos de vital impor-
tancia para la segunda década del siglo XX, los realizados por el
padre Bernardo Merizalde, quien desde su mirada de servidor de
la fe católica aporta elementos para reconocer aspectos de la vida
Buscado Mejora 35

social de las poblaciones hacía las que dirigió su visita, ubicados


particularmente en el Pacífico sur del país.

Ya hacía mediados del siglo XX, el profesor Romero


(1997) ubica algo que denomina “nueva generación de investiga-
dores”, quienes comienzan por ampliar los horizontes investigati-
vos, por lo menos en cuanto a sus “objetos” de estudio, en ese trán-
sito, las investigaciones se descentran del interés por los personajes
tradicionalmente relevantes por su participación en gestas heroicas
para la patria; sino en cuestiones que tienen que ver más con las
construcciones de nociones de vida diferenciadas de las comuni-
dades en las cuales se pudieran determinar de forma más o menos
coherente cual era la multiplicidad de proyectos con los que los
distintos grupos habían llegado a la construcción de nación, esfor-
zándose por identificar de manera singular aquellos asumidos por
las comunidades negras en ciertos periodos de la historia.

En ese sentido, Romero (1997) establece una relación


entre los trabajos desarrollados en la década de los cincuenta por
José Rafael Arboleda y Thomas Price Jr., a quienes atribuye el he-
cho de permitir, a través de sus investigaciones, identificar que
ya se estaban configurando algunas líneas de trabajo hacia pro-
blemáticas como las construcciones culturales, los rasgos econó-
micos, descripciones del estado de las comarcas, historia, folclor,
medicina tradicional, geografía económica y las características
de las antiguas sociedades esclavistas de donde provenían estos
“nuevos” pobladores libres del territorio nacional. Temas y de-
sarrollos investigativos que permitieron a estudiosos posteriores
tener referentes históricos, geográficos, ecológicos, económicos y
sociales sobre estas poblaciones.

Continuando en los contornos de la investigación so-


bre afrocolombia, entrada la década de los sesenta, al igual que
en decenios anteriores, la antropología se constituyó en la ciencia
que mostró un marcado e importante interés por seguir desarro-
llando desde diversas perspectivas los estudios de las Colombias
36 Jhon Henry Arboleda Quiñonez

Negras. Así nos lo demuestran los trabajos de Virginia Gutiérrez


de Pineda, quien abrió un importante campo de investigación
alrededor de la trascendencia que adquiere la construcción o re-
construcción de la familia afrocolombiana en contextos rurales,
particularmente del Pacífico colombiano.

Conceptos como familia extensa o extendida, avuncu-


lados, matrilinealidad y matrifocalidad de gran valía en la com-
prensión del funcionamiento y construcción de redes familiares
o de parentesco, que fueron arrojando pistas acerca de cómo se
entroncan la familiaridad o la parentela en los procesos de conso-
lidación de los distintos poblados y los lugares que ocupan cada
uno de los integrantes de las redes-familiares en estos, encuentran
en esta década su punto de inicio. No está de más recordar que ta-
les conceptos o la funcionalidad que estos adquieren en contextos
rurales de población afrocolombiana, se convirtieron en hitos de
obligada referencia para dimensionar muchas de las prácticas que
en diversos aspectos exhiben nuestras comunidades.

En la siguiente década, del lado de la antropología,


emergen la historia y la sociología, en este intento por aportar
aunque sea una hebra que pueda sumar a la construcción de la
colcha que se venía “espontáneamente” tejiendo, de manos de
varios hiladores e hilanderas en la búsqueda por interpretar la
diversidad de situaciones que atañen a los pobladores de las
Colombias Negras. En esta medida, comprendemos la publica-
ción de los trabajos de Jaime Jaramillo Uribe, Aquiles Escalante,
Germán de Granda, Jorge Palacios Preciado, Nina Sánchez
de Friedemann, Mateo Mina (Michael Taussig) y Germán
Colmenares (Romero, 1997, sp).

En este periodo los aportes conceptuales realizados


para comprender las dinámicas de dichas comunidades fueron
el acercamiento a las condiciones de la trata negrera, las activida-
des económicas y las relaciones sociales de los esclavos, las rela-
ciones intimas entre amos y esclavos, odios y temores recíprocos,
Buscado Mejora 37

relaciones interétnicas, resistencias, formas sociales, culturales y


religiosas (Romero, 1997).

La década de los ochenta parece haberse convertido en el


periodo en que los estudios de las Colombias Negras se posicionan
como campo de estudio-investigación con algunas rutas “claramen-
te” trazadas dentro del conjunto de las Ciencias Sociales en el país.
Tal proceso debe ser tomado en consideración como importante
en los futuros avances de estas temáticas, referenciando los trabajos
realizados por investigadores e investigadoras que desde décadas
anteriores venían transitando estos caminos de búsqueda; aquellos
años la investigación sobre las Colombias Negras aparece ligada a
nombres tales como Michael Taussig, Nina Sánchez de Friedemann,
Jaime Atencio Babilonia, Adolfo Meisel, Jaime Jaramillo, Jaime
Arocha, Alexander Cifuentes, Francisco Zuluaga, Mario Diego
Romero, Jacques Aprille, entre otros, acompañados de publicacio-
nes colectivas realizadas gracias a los auspicios de varias institucio-
nes estatales entre las que cabe destacar el Instituto Colombiano de
Antropología y el Banco de Occidente (Romero,1997).

Durante esta década que podría ser denominada como


la de la consolidación de los estudios de las Colombias Negras,
también se presenta una amplia variedad de temáticas por las que
estaban indagando los investigadores e investigadoras, tales temá-
ticas se podrían resumir en la siguiente lista de intereses de estudio:

la consolidación de las resistencias, lo mítico – religioso, el sincretis-


mo cultural, prácticas religiosas, dinámicas sociales de migración,
relaciones lingüísticas entre África y la Costa Pacífica, retención de
africanismos en la cultura y la organización social, economía y so-
ciedad colonial de la región de Popayán, adaptaciones culturales,
creatividades sociales y económicas, las colonizaciones internas del
Pacífico por parte de los antiguos esclavizados, cimientos cultura-
les y sociales de las comunidades negras de los Valles Interandinos
como el caso del Patía, germinación de Comunidades Afropacíficas.
(Romero, 1997, sp)
38 Jhon Henry Arboleda Quiñonez

Este podría ser en síntesis el panorama de investigacio-


nes que abordaron las temáticas de las comunidades negras como
interés de investigación; no está de más decir que en el conjunto
de las Ciencias Sociales en el país, seguía siendo la antropología la
que mayor despliegue de importancia mostraba hacía la compren-
sión de las distintas realidades de estos grupos, claro está, para esta
época los campos de estudio de las distintas ciencias se han flexibi-
lizado en sus maneras de abordar los análisis de las comunidades o
situaciones “objetos” de sus observaciones e intervenciones; en este
sentido, vemos como de la mano de la antropología ciencia ada-
lid en este proceso, entrecruzan sus intereses métodos y técnicas de
disciplinas como la historia, sociología, economía, literatura, la lin-
güística, la musicología y hasta la ecología, dando como resultado
un amplio utillaje disciplinar a la hora de dimensionar propuestas
de investigación que involucren a las comunidades negras.

De tal manera, la interdisciplinariedad como criterio a


la hora de producir miradas y/o enunciaciones alrededor de las
comunidades negras, encuentra en esta década su momento de
mayor difusión en el ámbito académico en nuestro país. En ra-
zón de ello, los estudios realizados posteriormente, en la década
de los noventa, que va ser percibida como la década en la cual se
consolidan los estudios de las Colombias Negras en tanto campo
disciplinar, se van a encontrar con una amplitud de posibilida-
des discursivas y metodológicas que enriquecerán las nuevas ela-
boraciones que se vienen realizando o, en sentido contrario, los
“nuevos” investigadores tendrán a su haber amplitud de miradas
que revisadas con detenimiento abrirán brechas desde las cuales
se pueden construir novedosas rutas de acceso a la comprensión
de los fenómenos sociales producidos por dichas comunidades.

En la década de los noventa el país vive una serie de


sucesos que desde la perspectiva de lo político sería fascinante
poder analizar; uno de ellos es la dinámica instaurada alrededor
de la denominada “apertura democrática” que tiene como mayor
Buscado Mejora 39

resultado la promulgación de la nueva Carta constitucional, en la


cual aparecía como una de las novedades el aterrizaje de las polí-
ticas multiculturales de corte (neo)liberal, con el reconocimiento
por la vía de lo jurídico la diversidad étnico- cultural presente en
nuestros territorios, tal amplitud de miradas supuso la entrada
en escena de unos actores y sectores sociales otrora totalmente
invisibilizados o “asimilados” por el camino de la supuesta raíz
mestiza de todos los pobladores de Colombia, tales actores y, en
especial las comunidades afrocolombianas percibidas como los
últimos otros reconocidos en Colombia, vimos en esta nueva di-
námica la posibilidad de incidir con algún grado de fuerza en las
futuras decisiones que tomen los gobiernos.

En términos de las investigaciones de las denominadas


Colombias Negras, la década del noventa se puede catalogar como
la época del “Boom” de los estudios sobre estas comunidades, tal
crecimiento en los intereses de investigación que las involucran
como “objeto” de estudio se evidencia en el volumen de traba-
jos que encontraron su alumbramiento en la primera mitad de la
mencionada década.

En términos de los objetivos de la presente reflexión,


habría que decir, visualizando de manera general el panorama de
lo producido en referencia a las Colombias negras, que la déca-
da de los noventa, se instala como la etapa en la que convergen
de manera manifiesta varias tendencias investigativas, las cuales
junto a la consolidada dinámica reivindicativa de las comunida-
des negras en gran parte del territorio nacional, van configurando
todo un campo de interpretaciones/interpelaciones, en tanto, los
acercamientos, hallazgos y hasta opciones discursivas asumidas
por los estudiosos interesados en los fenómenos que se producen
al interior de dichas comunidades, van a tener resonancia en las
formas como se vienen construyendo caminos desde los cuales
posicionar estos conglomerados humanos como partícipes con
legítimos grados de importancia en la configuración del país.
40 Jhon Henry Arboleda Quiñonez

Es decir, la consolidación de los estudios de las


Colombias negras como campo de análisis con legítimo nivel de
cientificidad en el concurso de las Ciencias Sociales, concuerda
con una politización de las enunciaciones de los académicos que
“apalabraron” y empezaron a ocupar posiciones de vanguardia
con sus trabajos este proceso; claro está, dicha etapa tiene como
dato significativamente distinto, la emergencia de una “nueva
intelectualidad” afrocolombiana, quienes desde sus expresiones
organizativas, colectivos de trabajo y/o grupos de investigación,
impregnan con renovada fuerza y pertinentes críticas las formas
cómo hasta el momento se venía significando el lugar de relativa
importancia que en el contexto nacional mostraban las distintas
realidades de las que están compuestas las comunidades negras.

En este contexto, los noventa representan quizás la déca-


da de mayor publicación de trabajos individuales o corporativos,
que impulsados desde lógicas netamente académicas o de posi-
cionamiento de lugares políticos en torno y desde las comuni-
dades negras aportan a una mejor comprensión de la dimensión
que para este momento adquieren las diferenciaciones culturales
como conducto comunicante entre unos intereses investigativos
y algunas búsquedas políticas de corte comunitario, que encuen-
tran en las etnicidades y/o racialidades el campo que orientará sus
respectivos quehaceres.

En este sentido, las temáticas que captaron la atención de


los investigadores pueden ser referenciadas teniendo en cuenta la
vastedad de investigaciones y el espectro en que se instala esta re-
flexión, privilegiará aquellas producciones cuyo énfasis está media-
do por dilucidar las construcciones culturales de dichas comunida-
des, intentando destacar las investigaciones cuyo campo de análisis
está en las dinámicas urbanas de las culturas afrocolombianas.

En el acercamiento a dicho momento, para efectos ne-


tamente heurísticos seguiré utilizando la rigurosa propuesta cro-
nológica del profesor Romero. Así,
Buscado Mejora 41

las investigaciones de las Colombias Negras para este momento


aparecen ligadas a nombres como Nina Sánchez de Friedemann
quien con su colectivo de trabajo entre los que cabe destacar a Jaime
Arocha, dinamizan la publicación de la revista América Negra, en
el marco del proyecto la Expedición Humana, revista que en poco
tiempo se convierte en referencia para gran número de interesados
en estas temáticas, debido a la multiplicidad y variedad de inves-
tigaciones publicadas por este medio; aspectos como las variacio-
nes lingüísticas de los afrodescendientes en Colombia y el resto de
América, las huellas de africanía, las formas en que se construye-
ron resistencias al avasallador proceso esclavizador, junto con las
nuevas dinámicas de politización surgidas de las distintas expre-
siones organizativas de las que está compuesto el “movimiento
social” afrocolombiano se posicionaron como uno de los espacios
de encuentro de los debates más cualificados en torno a las bús-
quedas “re-iniciadas” por las comunidades negras, ahora visualiza-
das por las ampliaciones que en materia política y cultural posi-
cionó la nueva Constitución colombiana. En este marco podemos
comprender las elaboraciones y aportes realizados por los distin-
tos grupos de trabajo que conformaron lo que se conoce como el
Programa Nacional y Soporte Financiero del Proyecto Biopacífico.
(Romero,1997, sp)

De otro lado, encontramos que las investigaciones so-


bre las maneras como fueron construidas las nociones de comu-
nidad, territorio, poblamientos, vistas desde perspectivas como
las resistencias activas y pasivas, procesos de construcción y/o
reconstrucción de redes familiares en contextos rurales y urba-
nos, aparecen paulatinamente en el momento en que lo plan-
teado por la legislación para las comunidades afrocolombianas
inicia su etapa de mayor difusión como posibilidad de acceder
a condiciones de mejor bienestar social para el grueso de la po-
blación afro en el país.

No está de más reiterar que esta etapa se caracteriza por


posicionar los elementos constitutivos de la cultura afrocolombia-
na como marco de referencia general desde el cual se logran legi-
timar unas posturas que luego van a ser “negociadas” ante varios
42 Jhon Henry Arboleda Quiñonez

representantes del Estado en los espacios anteriormente menciona-


dos, es decir, dentro de la lógica del multiculturalismo de corte (neo)
liberal instaurado en la nueva Constitución Política de Colombia,
el recurso de la cultura o la cultura como recurso que dinamiza los
quehaceres políticos de estas comunidades, se convierten en la beta
desde la cual se enuncian y producen gran mayoría de los discursos
elaborados por aquellos que se perfilan como líderes representantes
de estas comunidades, acompañados de discursos científicos que
en torno a los afrocolombianos se venían posicionando.

En este momento las preguntas por las construcciones


o reconstrucciones culturales de las comunidades afrocolombia-
nas en contextos urbanos alcanzan cierto nivel de importancia,
reflexiones desde las perspectivas de las migraciones y sus consi-
guientes resultados en términos de adaptaciones, colonizaciones
de zonas urbanas, negaciones o negociaciones culturales, deste-
rritorializaciones y reterritorializaciones, recomposición y fun-
cionamiento de las redes familiares en estos nuevos contextos,
anexa a la politización de algunas formas de organización como
las colonias, donde se recrean los valores del paisanaje y la solida-
ridad, tienden a convertirse en mojones que captan la atención a
muchos de los interesados en estas dinámicas, entre los que me
inscribo (Arboleda, 1998).

Sumado a esto encontramos una agitada agenda polí-


tico-académica dinamizada por aquellas personas que para esta
época se constituían como la nueva clase dirigente que represen-
taría a la “totalidad” de las comunidades negras en espacios abier-
tos por el Estado, que surgidos de las contiendas políticas se con-
vertirían en lugares de interlocución de las formas organizativas
“propias” de las comunidades, mediadas por la intencionalidad
de vehicular las demandas históricamente establecidas. A gran-
des rasgos esta podría convertirse en una síntesis de lo planteado
por el profesor Romero alrededor de lo que él cataloga como una
especie de historiografía producida alrededor y desde las comu-
nidades afrocolombianas.
Buscado Mejora 43

Recientemente, para intentar un análisis sobre los estu-


dios producidos alrededor y desde las comunidades afrocolombia-
nas, habría que referenciar los aportes hechos por el antropólogo
Eduardo Restrepo, quien venido de una formación donde las pre-
guntas por las construcciones de las nociones de diferenciación,
a través de los elementos culturales ocupan un lugar importante,
influenciado por las “nuevas” corrientes teóricas y metodológicas
ha generado interesantes debates que aportan a la comprensión
de la complejidad que encierran las comunidades negras.

Desde una discursividad sugestiva, que converge en


cierta medida con los ingentes aportes realizados por la nueva
etnología francesa, los estudios culturales, particularmente nor-
teamericanos, los estudios subalternos y toda la conceptualización
postcolonial, este autor recoge aquello que llamaré para efectos del
análisis, la tecnologización del discurso, puesto que la “densidad”
discursiva con que se acerca a los intereses de investigación su-
ponen una “amplitud” conceptual y hasta política, que “tienden”
a densificar- confundir a aquellos que anclados en la legitimidad
de los trabajos locales, se nos dificulta acceder a ciertas informa-
ciones/bibliografías, lo que disminuye la posibilidad de participar
en los debates que alrededor de nuestras comunidades comienzan
a revitalizarse con nuevos elementos, constituyendo el estudio de
las construcciones culturales afrocolombianas, de las cuales somos
partícipes, en un supercualificado campo discursivo, donde el apa-
rataje conceptual con el que se cuente se convierte en el arbitrio
que garantiza el acceso o “exclusión” a estos “enrarecidos” temas.

Claro, los hallazgos y aportes del profesor Restrepo tras-


cienden la simple marasma conceptual y aparatajes con que se acer-
can ciertos investigadores a las realidades afrocolombianas, pero la
densidad y supercualificación discursiva, que hace rato pasó por
evidenciar falencias conceptuales de algunos trashumantes e inicia-
dos por estas temáticas, pueden estar suponiendo una nueva forma
de establecer legitimidades científicas entre los investigadores y de
estos respecto a sus objetos e intereses de estudio.
44 Jhon Henry Arboleda Quiñonez

En este sentido, de la amplia producción académica del


maestro Restrepo, intentaré esbozar algunos comentarios respec-
to a una reflexión, que a manera de balance bibliográfico ha deno-
minado “hacia el estudio de las Colombias negras”, presentada en
el marco del Primer Coloquio sobre Estudios Afrocolombianos,
realizado en Popayán en Octubre del 2001.

A manera de resumen el autor presenta los contornos


de su reflexión de la siguiente manera.

este articulo está compuesto de dos partes: la primera es una retros-


pectiva de los estudios de las Colombias Negras. En este empiezo
con una descripción de la constitución de lo negro como espaciali-
dad disciplinaria, para luego hacer un análisis de esta espacialidad
en términos de distribución geográfica de los estudios, así como
de las orientaciones conceptuales que los han alimentado y de sus
líneas de investigación. En la segunda parte se analizan varios as-
pectos interrelacionados de posible futuro de dichos estudios. Se
empieza haciendo un recuento de los factores que transformarán
los estudios de las Colombias Negras en los próximos diez años.
Luego, se definen las características de dichos estudios, prestando
particular atención a la constitución de su “objeto más allá de los
esencialismos. Por último, se ofrecen algunas líneas de investiga-
ción que pueden ser exploradas en el marco de estos estudios. En
síntesis, este artículo puede leerse como una invitación a decantar
unos estudios de las Colombias Negras ofreciendo algunos con-
ceptos y posiciones pertinentes para materializar dicho proyecto.
(Restrepo, 2004, p.22)

Mirando de manera general la invitación que nos ex-


tiende Restrepo (2004), se convierte en un excelente pretexto para
indagar por cuáles han sido las formas en que se han estudiado las
denominadas comunidades negras en Colombia; aunque este tra-
bajo, en tanto balance bibliográfico guarda estrecha relación con
el análisis propuesto por Romero, quisiéramos abordar esta parte
de nuestra reflexión, plegados al criterio introducido por Restrepo,
Buscado Mejora 45

como lo es el de las orientaciones conceptuales y metodológicas


que han acompañado el desarrollo de este tipo de estudios.

Eduardo Restrepo continúa su reflexión apuntando ha-


cia aquellos nodos analíticos que se han privilegiado a la hora de
realizar conceptualizaciones en torno a las comunidades negras,
desde su exhaustiva mirada acusa tres características–problemas
que han encerrado este tipo de trabajos, dichas características son,
según sus denominaciones “Una de pacificalización, ruralización
y riocentrismo” (Restrepo, 2004, p.24). En este aspecto, el autor
logra asestar una detallada y muy bien elaborada crítica, al hilar
muy fino, cual experto tejedor por los bordes que han definido no
solamente las características geográficas, sino las temáticas que
han suscitado interés para los investigadores.

No está de más afirmar que después que dichas temáti-


cas a la vez que fueron adquiriendo un cierto halo de legitimidad
en el concierto de las Ciencias Sociales y en medio de los cientistas
involucrados con ellas, iniciaron a desplegar cierta sacralidad a
la hora de plantearse preguntas susceptibles de transformarse en
iniciativas de investigación; puesto que aquello que escapara al
carácter rural afropacífico podría ser catalogado como una va-
riante que no propiamente aportaría al esfuerzo por comprender
las complejidades que se entretejen al interior de dichas comu-
nidades en los variados contextos en los que hacemos presencia.

Tales características pueden ser evidenciadas en el cúmu-


lo de discursos y acciones de corte político–académico que se pre-
senciaron en el país en la última década del siglo inmediatamente
anterior, la prueba más fehaciente de este tipo de problemas-limi-
taciones a la hora de representar-repensar las construcciones rea-
lizadas por las comunidades negras de Colombia, la encontramos
en toda la legislación concerniente a los grupos afro, cuyo aparte
mas diciente está compilado en el Artículo primero de la Ley 70 de
1993 o Ley de comunidades negras, donde la visión antropológica
46 Jhon Henry Arboleda Quiñonez

de comunidad terminó por imponerse como marco desde el que


es posible posicionarse en tanto comunidad negra.

Continuando su sugestiva reflexión Restrepo (2004) se


interna en la tarea de ubicar cuáles han sido las orientaciones con-
ceptuales y los encuadres metodológicos que se han utilizado en el
campo de los estudios de las Colombias Negras. Es de aclarar que
tanto Romero (1997) como Restrepo, por lo menos en lo que se re-
fiere al siglo XX, ubican aproximadamente el mismo espacio tem-
poral para asignar la emergencia de estos estudios en Colombia.
En este marco, el autor de manera un poco esquemática recorre los
marcos analíticos desde los cuales hemos sido estudiados-observa-
dos desde ciencias como la antropología y la historia.

Restrepo, continúa extendiendo su generosa invitación


a discurrir por las líneas conceptuales sobre las que se han cons-
truido los estudios de las Colombias Negras, mostrándonos en
términos generales lo siguiente:

en Colombia, son los años cincuenta donde se hacen los aportes a


los estudios de las Colombias Negras desde un modelo afroameri-
canista inspirado en Herkovits. Entre los sesenta y setenta se em-
plearon tres principales enfoques: análisis funcional, el Marxismo y
la Ecología cultural. Para los ochenta, dos desarrollos importantes
combinaron de forma creativa disímiles fuentes teóricas para dar
lugar a la teorización de los modelos de producción en el Pacífico
rural y a la sustentación de una más elaborada perspectiva afroame-
ricanista. A estos dos desarrollos es necesario agregar las aplicacio-
nes del estructuralismo francés, del interpretativismo norteameri-
cano y del análisis de lo racial e identitario desde la Antropología
Social británica contemporánea. Este era, en términos generales, el
panorama hacia los principios de los noventa, cuando se produce
una explosión de los estudios de las Colombias Negras. El grueso de
esta literatura ha explorado algunas líneas consolidadas en los años
ochenta, cruzándola en algunos casos con otro tipo de preguntas
que no fueron inicialmente contempladas, como por ejemplo el gé-
nero en el caso de los trabajos de Juana Camacho (1998a,1998b),
Buscado Mejora 47

Nancy Motta (1995) y Mónica Espinosa y Nina S. de Friedemann


(1993), las representaciones del paisaje como lo ha estudiado
Patricia Vargas (1999ª,1999b) o problemas específicos para una
área determinada como el manejo sostenible de los bosques natu-
rales en del Valle y Restrepo (1996). Enfoques planteados anterior-
mente como los análisis de tipo funcional o los marxistas, también
han sido retomados de disímiles formas. Sobre los primeros, hay
trabajos como el de Jhon Herbert Valencia (1998) sobre la familia
chocoana. Por su parte, el valioso trabajo de Jacques Aprile-Gniset
(1993) y Gilma Mosquera (1999) cuentan con inspiración teórica
en el marxismo. En otros casos, sin embargo, se han desplegado
nuevos encuadres conceptuales visibilizando otro tipo de pregun-
tas y estrategias de lectura. Tal vez el caso del post-estructuralismo
es la más novedosa propuesta en este sentido. Aunque principal-
mente asociado al nombre de Arturo escobar, son muchos otros
los estudios que de una u otra forma se inspiran en este horizonte
conceptual de la teoría social contemporánea. Aquí, por ejemplo,
pueden ser localizados estudios que van desde la Geografía como la
reciente tesis doctoral presentada por Ulrich Oslender (2001), hasta
aquellos inscritos en la teoría feminista como el trabajo de Kiran
Asher (1998). Pero el post- estructuralismo en su vertiente anglo-
sajona no es, sin duda, el único. Del lado de la contemporánea et-
nología francesa (que atravesada por los planteamientos de autores
como Pierre Bourdieu y Marc Augé, redefine conceptos como prác-
tica, identidad y Etnografía, tomando distancia de la hiper-reflexi-
vilidad que han acompañado ciertas versiones de la Antropología
postmoderna gringa) se encuentran aquellos estudios articulados
a las preguntas por las identidades políticas y culturales como los
trabajos de Marion Provansal(1998) y Elisabeth Cunin (2000) en la
Costa Caribe y Michel Agier (1999) para el Pacífico sur. (Restrepo,
2004, p.28)

De esta manera Restrepo nos ofrece una especie de


cartografía temática alrededor de cuáles han sido las líneas con-
ceptuales desde las cuáles hemos sido pensados, significados y re-
presentados los afrocolombianos en el concierto de las Ciencias
Sociales en nuestro país. Llegado a este punto de la reflexión, de
la exhaustiva indagación cartográfica realizada por Restrepo, es
48 Jhon Henry Arboleda Quiñonez

interesante observar varios aspectos que considero relevantes


para ir engrosando la discusión alrededor de las miradas y com-
promisos sociales y políticos de los cientistas sociales para con los
denominados “objetos” de investigación.

Es decir, esta profunda mirada a la estructura de los es-


tudios de las Colombias Negras realizada por el autor, nos da la
posibilidad de contar con un revelador panorama que nos per-
mite comprender conceptos, categorías y marcos teóricos utiliza-
dos en los múltiples ejercicios de investigación, a la vez, que nos
genera la oportunidad de reflexionar con respecto a los hallazgos
y resultados que hasta el momento se han hecho en torno a las co-
munidades afrocolombianas desde su aparición como “objetos”
dignos de ser estudiados.

Así, el maestro Restrepo esparce muy hábilmente las he-


bras en una demostración fehaciente de sus dotes de hilador para
luego recogerlas e iniciar el tejido de aquellos tramos de la colcha
que él denomina y/o identifica como “problemas y líneas de inves-
tigación” (Restrepo, 38-40 2004). Tal caracterización vuelve a abrir-
nos un excelente horizonte para establecer cuáles han sido los luga-
res en los que se han establecido investigadores, expertos e iniciados
en estas labores de escoger las agujas y recoger los hilos con los cua-
les se han dado y se darán las puntadas en esta variopinta creación.

En este sentido, identifica Restrepo (2004) las siguientes


líneas y problemas de investigación que abarcan el mundo de las
Colombias Negras en las Ciencias Sociales.

• Continuidad África–América

• Movilidad poblacional

• Esclavización y resistencia

• Estrategias económicas

• Familia, parentesco y organización social


Buscado Mejora 49

• Blanqueamiento y marginalidad

• Discriminación y diferencia

• Relaciones interétnicas

• Identidades, políticas de la etnicidad y


movimiento organizativo

• Antropología de la modernidad

• Violencia, derechos humanos y


desplazamiento forzado

• Historias locales y etnografía del


conocimiento local

• Oraliteratura

En términos de los problemas y líneas de investigación


éste es el amplio espectro que nos presenta Restrepo (2004), don-
de haciendo claridad que dichas líneas y problemas muy regular-
mente pueden aparecer yuxtaponiéndose tratando de comprender
realidades particulares, se adentra a relacionar cada una de estas
líneas con los investigadores que más recurrentemente las han uti-
lizado como utillaje metodológico para desarrollar sus reflexiones.

1.3 Puntadas con otra técnica: la mirada de un aprendiz


En este aspecto, los balances realizados tanto por
Romero como por Restrepo encuentran consonancia; aunque
con formas distintas de enunciar sus observaciones, coinciden en
múltiples rasgos con respecto al cruce entre investigadores, líneas
de trabajo y resultados investigativos. Por ejemplo, tanto Restrepo
(2004) como Romero (1997) ubican a Nina S. de Friedemann
como la investigadora más “relevante” dentro de la línea de inves-
tigación “Continuidad África-América”. En cuanto al estudio de
50 Jhon Henry Arboleda Quiñonez

la africanistica en Colombia, cuyo aporte más significativo se en-


cuentra representado en tratar de establecer las relaciones que en
términos culturales poseen las comunidades negras en Colombia
y algunos de los pueblos africanos que fueron sometidos al escar-
nio de la esclavización, a través de preguntas sobre las retencio-
nes, permanencia y algunos cambios que esta estrecha relación ha
sufrido, por tal razón para dicha orientación conceptual y meto-
dológica el carácter diaspórico que presentan algunas de nuestras
construcciones culturales como afrodescendientes en Colombia
encuentran gran similitud con aquellas observadas en diferentes
países americanos en los cuales hacemos presencia, y estos a su
vez muestran como lugar que da sentido a dichas prácticas algu-
nos contextos africanos que padecieron la esclavización europea.

Este caso es sólo una ilustración para mirar cómo van


enredándose las hebras de distintos colores y texturas que confor-
man la base del tejido sobre el que vamos a crear nuestro propio
diseño, para seguir con la actividad de las hilanderas. Tales hebras
continuamente deben ser separadas, fundidas, trenzadas en el in-
tento por dar cuenta satisfactoriamente de las realidades que nos
atañen como comunidades afrocolombianas.

Siguiendo el análisis y la invitación extendida por


Restrepo, después de haber definido ampliamente los contornos
de su reflexión, es decir, evidenciando el lugar que ha venido ocu-
pando en esta dinámica de estudiar las Colombias Negras, el au-
tor nos sorprende con una elaborada propuesta acerca de cómo
este tipo de estudios, a diferencia de lo que piensa Romero, no
deben reclamarse para sí un espacio dentro de la Historiografía,
sino más bien, pueden pensarse como un campo de conocimien-
to científico particular que debe contar con un aparataje propio
en cuanto líneas teóricas, herramientas metodológicas y temas–
problemas de investigación. Restrepo afirma que

Aunque como es claro en la retrospectiva ha existido un creciente


número de investigaciones sobre las Colombias Negras y de alguna
Buscado Mejora 51

manera se cuenta con una comunidad académica no se ha conso-


lidado como un campo específico que trascienda especialidades o
énfasis disciplinarios. Este es un paso que amerita darse, más que
profundizar en una Antropología, Historia, Geografía, Literatura,
Sociología del negro en Colombia y sus aportes a la constitución de
la nación colombiana, mi visión es que habría que construir los es-
tudios de las Colombias Negras como un campo por sí mismo que
sería necesariamente transdisciplinario. Entendiendo por campo
transdisciplinario, no la sumatoria de análisis que el antropólogo, el
historiador o el sociólogo puedan hacer desde sus especialidades a
la comprensión de las Colombias Negras, como si estas Colombias
fueran comprensibles desde un simple agregado de partes definidas
de antemano. Más bien tengo en mente, que estos estudios consti-
tuyan un campo específico en el cual hay que definir modelos teó-
ricos y metodológicos para comprender de una nueva manera las
Colombias Negras. (2004, p. 36-37)

En este punto de la reflexión ambos autores, tanto


Romero como Restrepo realizan afirmaciones de alto contenido
político frente a los límites disciplinares de cada una de sus espe-
cialidades y las repercusiones que dichas enunciaciones pueden
tener para el futuro de las Ciencias Sociales en nuestro país en
torno a la interpretación de las realidades de las que se componen
las comunidades negras.

De un lado Romero con su propuesta que parece un


tanto liberadora, pero que en el fondo puede contener una auto-
censura para la construcción continua que como afrocolombia-
nos venimos haciendo en el intento de concebir formas indepen-
dientes de producción de conocimientos, cayendo en una mirada
homogenizadora por la supuesta vía del reconocimiento. Lo que
instala su reflexión en una especie de mirada neoconservadora,
muy de moda por estos tiempos, donde se reconoce la parte que le
interesa reconocer a aquel que tiene el lugar hegemónico ciertos
momentos definiendo la posición que considera debe ocupar el
otro subalternizado, garantizando por esta vía el mantenimiento
del estado de cosas –las repercusiones de la mirada de Romero
fueron anteriormente referenciadas con cierta amplitud–.
52 Jhon Henry Arboleda Quiñonez

Del lado de Restrepo, su propuesta que se instala en aque-


llo que podemos denominar diferencialismos “transformadores”,
guarda en su seno un cierto riesgo que nadie sabe si como comu-
nidades afrocolombianas estemos dispuestas a soportar o agenciar
cual productores de significaciones desde las Ciencias Sociales, es
decir, como investigadores y –o– autores, tal riesgo es el de conver-
tirnos en exquisito y exótico platillo investigativo (cual comida sal-
teada o Thai) de los intereses disciplinares de los formados en este
novedoso campo de conocimiento esbozado por el citado autor.

Que interesante el definitorio avance que se permite ha-


cer el maestro Restrepo en torno al desarrollo de las Colombias
Negras, tal propuesta hacía un futuro admirable de este tipo de
estudios merece ser discutida en términos de sus posibilidades en
los ámbitos académicos, culturales y políticos. En esta parte solo
haré unos breves comentarios alrededor de la percepción que ge-
nera dicha propuesta, referenciando para efectos netamente heu-
rísticos los ámbitos académicos y políticos, en tanto son los que
les encuentro mayores proyecciones a este asunto.

1.4 Punto, cruz y cadeneta. Técnicas básicas de hilar


de un aprendiz
Las siguientes observaciones las haré dando por sentado
el hecho que la propuesta de Restrepo que gira en torno a la idea
de construir un campo de estudio llamado las Colombias Negras,
es viable de convertirse en campo específico de conocimiento.

Tales apreciaciones las iniciaré recordando una máxima


construida al interior de nuestro grupo de estudio1 y trabajo “ni
monoculturalismos intransigentes que desconocen e invisibilizan, ni
diferencialismos bien intencionados a ultranza que exotizan y enrare-

1 Hago referencia al trabajo de formación académica y política llevado a cabo


al interior del Grupo Afrocolombiano de la Universidad del Valle, Cali, entre
los años 1999-2005.
Buscado Mejora 53

cen lo cotidiano de nuestras prácticas”. La anterior máxima de trabajo


que parece una consigna de reivindicación en el campo de lo políti-
co, vale la pena traerla a colación porque logra atravesar los ámbitos
de posible discusión que suscitan las propuestas aquí referenciadas.

Teniendo como amplio marco de referencia la propues-


ta de Restrepo, habría que decir lo siguiente, de un lado, los mo-
noculturalismos como el expresado en nuestro país en sus cons-
tituciones desde de consolidación del proyecto Estado-nacional a
las que solo se les introdujo cambios “marginales” durante más de
un siglo, se le asestó, después de ingentes forcejeos y disputas es-
tocadas que en el plano de lo jurídico–legal lo dejarían sin piso, es
decir, el hecho que constitucionalmente se reconozca el carácter
pluriétnico y multicultural, aunque sea de manera formal, hacen
inferir que las percepciones con respecto a lo que somos cultural-
mente los colombianos ha empezado a transformarse.

El monoculturalismo que parado en la convicción que


la homogenización conduce a los caminos de la unidad, en lo
referente a las comunidades negras siempre encontró denota-
dos escollos de resistencia que degeneraron en la construcción
de proyectos-otros de identificación político, social, académico
de lo que somos y significamos en tanto población afrodescen-
diente subalternizada. En esta medida, los monoculturalismos,
en relación con lo que propone Restrepo, no acarrearían mayores
dificultades, en tanto el sólo hecho que las Ciencias Sociales en
nuestro país hayan ubicado las Colombias Negras como “objetos”
de investigación suponen un reconocimiento, aunque implícito
y a veces totalizador de nuestras construcciones atravesadas por
elementos que particularizan el existir diferenciado.

En razón de ello, cualquier expresión de monocultura-


lismos en nuestro país tiende a ser fuertemente cuestionado en
los ámbitos académicos, como lo muestra el recorrido que he ve-
nido haciendo en torno a los aportes de las Ciencias Sociales y los
lugares que en las reivindicaciones sociales de estas comunidades
54 Jhon Henry Arboleda Quiñonez

han ocupado académicos e intelectuales nuestros o aquellos que


se declaran solidarios e interesados por este campo de disputa
donde su quehacer se convierte en bastión importante.

En el ámbito de lo político y la política, los monocul-


turalismos se encuentran cotidianamente cuestionados y hasta
repelidos por las recurrentes y variadas significaciones que las co-
munidades negras hacen y dan a su papel como agentes-actores
transformadores de sus realidades sociales, lo anterior es demos-
trado a través de la multiplicidad de expresiones colectivas que
en torno a las reivindicaciones étnico–raciales se sienten en nues-
tro país, las cuales puntuadas de matices como la clase social, las
diferenciaciones de género y sexuales, religiosas teniendo como
marco de enunciación las diversas regiones del territorio han en-
grosado los horizontes en cuanto a quehaceres políticos.

Del lado de los diferencialismos, que es el extremo de la


colcha con el que está arropado Restrepo a la hora de bosquejar
su propuesta, habría que preguntarse acerca cuáles podrían ser
las repercusiones. En el plano académico estar frente a la conso-
lidación de un nuevo “campo disciplinar” o ante una nueva pro-
fesionalidad parecería formidable, el hecho de contar con bue-
na cantidad de personas (de) formadas en unos quehaceres tan
específicos como la comprensión de las distintas realidades que
se produzcan al interior o en relación con la comunidad negra
propiciarían espacios convenientes para vehicular las diversida-
des socio-culturales que poseemos como comunidades.

Aunque presentado de esta forma el asunto puede ser


catalogado como loable, debemos tener precauciones en el siguien-
te aspecto, la diferencialización a ultranza puede arrastrar varios
inconvenientes fuertes en tanto campo de producción de cono-
cimiento que auto-referencia las comunidades negras como sus
“objetos naturales” de estudio e interés investigativo; así estaríamos
presenciando lo que en nuestro grupo de estudio y trabajo muy
críticamente denominamos “Negrología”, el hecho de convertir al
Buscado Mejora 55

otro en este caso –nosotros los afrocolombianos– en un exquisito


plato investigativo sobre el cual habría que tener armadas miles de
preguntas cada vez que esta extraña forma de existir aparezca fren-
te a sus estudiosos o (de)formados en esta especialidad, es decir
los “negrologos”, esos extraordinarios y comprensivos seres capaces
de explicar aquellos comportamientos sociales que realizan estos
grupos y que el común de la gente no logra comprender y valorar.

Los diferencialismos a ultranza en las elaboraciones


científicas para el caso de las comunidades negras, visto desde este
espectro degenerarían en un esnobismo light recubierto de cierta
cientificidad lo que legitimaría las posibles exotizaciones y enrare-
cimientos interpretativos que estos estudiosos le darían a sus inte-
reses de estudio. Es decir, como estamos frente a la emergencia de
un nuevo campo de estudios, los científicos o profesionales de este,
al estar “abriéndose” camino en esta difícil tarea del conocer-enun-
ciando con respecto al otro que supone el hacer ciencia social en
nuestro país, rápida y fácilmente podrían embarcarse en una desen-
frenada competencia por imprimir el toque de particularismo di-
ferencialista de tipo esnob para asegurar-se un espacio profesional.

Si las Ciencias Sociales no tuvieran repercusiones por


fuera de los significados que producen, una situación como la an-
teriormente bosquejada no representaría mayores consecuencias;
por el contrario sería hasta divertido ver como los nuevos cientis-
tas sociales innovan formas de enunciar- representar a los otros
en sus discursividades; pero muy a disgusto de los que piensan
y proponen los diferencialistas, esta súper especialización de los
discursos, métodos e intereses, según mis apreciaciones, tienden
a convertir en enrarecidos objetos de estudio unas realidades que
atravesadas por matices como el racismo, exclusión, marginalidad
y discriminación, ahora puede aparecer como esnobismo cientí-
fico donde puede ser exotizado todo aquello que se sale de lo que
el investigador o interesado en estos temas defina como normal
o cotidiano. Nuevamente las buenas intenciones de personas que
56 Jhon Henry Arboleda Quiñonez

están por fuera de las reivindicaciones socio–políticas de la co-


munidad afrocolombiana tienden a ir en detrimento de sus inte-
reses, generando los nuevos rostros de la invisibilidad.

Claro, esta vez la invisibilidad no está marcada por la vía


del borramiento de los aportes realizados por parte de la comu-
nidad afrocolombiana en los diferentes ámbitos de la vida social.
Ahora la invisibilidad se coloca nuevo ropaje, por la vía de los re-
conocimientos diferencialistas a ultranza en el plano científico y
construir aparatajes para comprender dichas diferenciaciones, se
puede desembocar en una especie de espectacularización del otro
–afro– como “objeto” susceptible de ser estudiado en sus variadas
formas, este panorama nos puede conducir a una cierta tribaliza-
ción y trivialización de las diferencias, lo que le resta efectividad
política a cualquier discurso construido o en construcción.

La tribalización supone la comprensión de las realida-


des por las que atravesamos como comunidades afrocolombia-
nas, como situaciones autocontenidas, esta mirada supone la no
articulación de las situaciones–problemas que nos atañen con los
múltiples significados y significaciones problemáticas que invo-
lucran al resto de la población. La trivialización, supondría las
cada vez más repetidas y cacofónicas preguntas alrededor de los
sucesos que dan sentido a una forma de existir diferente, pero
ahora, dichas preguntas estarían recubiertas por unas formas lé-
xicas sugestivas e innovadoras que serían solo comprensibles para
los decodificadores formados en esta disciplina.

Así pintado el panorama, los diferencialistas que con tan-


to desdén miran y comentan acerca de los esencialistas, nombre
que recibimos ahora todos aquellos que nos “atrevemos” a anclar
nuestro origen étnico-cultural a un espacio, región o raíz determi-
nada, vista como particular, estarían cayendo en un peligro doble-
mente peligroso, un esencialismo en sus quehaceres “negrológicos”
y una esencialización de aquello que desean conocer en tanto sus
unidades de análisis deben permanecer autocontenidas para poder
Buscado Mejora 57

ser traducidas, apalabradas y representadas por ellos. Qué paradoja


la del diferencialismo al proponer nuevos campos de estudio.

Las anteriores observaciones libremente pueden ser so-


metidas a traducciones en las cuales lo planteado aparezca como
expresión de cierto miedo escénico y cierta actitud neo-conserva-
dora que pretende involucionar el paso triunfal que deben dar este
tipo de estudios, al desestimar la fuerza creadora que tiene la in-
vitación de trascender las sumas fragmentarias que hacen ciencias
como la antropología, la historia y la sociología en la comprensión
de las realidades de las comunidades afrocolombianas y, por esta
vía reclamarse como heredero de la tradición científica occidental
como la ruta expedita que debemos transitar en la disputa por po-
sicionar nuestras manera de construir y significar el mundo.

Consciente de mis limitaciones interpretativas y del


peligro por las traducciones a las que mis observaciones pueden
conducir, propongo que el trabajo continuado, serio y mancomu-
nado como el que se viene realizando desde diversas maneras de
enunciar, construir y percibir el conocimiento están realizando
aportes tan significativos en el camino de pretender visualizar a
los otros como complejidades que racionalizan de formas distin-
tas sus conocimientos, situación mediante la cual han logrado
asestar críticas tan pertinentes frente a los métodos, horizontes
conceptuales, discursos, temas e intereses investigativos de las
Ciencias Sociales, han terminado por deconstruir miradas que
sustentadas en el etnocentrismo de tipo europeo o norteameri-
cano prolongaban las subalternizaciones a las que fuimos some-
tidos africanos, afrodiaspóricos, árabes, musulmanes, mujeres,
indígenas, homosexuales y demás identidades sexuales .

En términos generales estos han sido los hilos magistral-


mente enhebrados por algunas inquietas e inquietas hilanderas en
el intento por diseñar la colcha con la cual se pueden cobijar los
que ahora nos inquietamos por las fascinantes y conflictivas ex-
periencias y expresiones culturales, sociales, económicas, políticas
58 Jhon Henry Arboleda Quiñonez

de las denominadas Colombias Negras. Para terminar esta parte y,


no romper con la tradición, si la tradición, consciente del carácter
dinámico que esta posee, quisiera terminar haciendo la invitación
acerca de cuáles pueden ser los futuros posibles en la construc-
ción de los estudios de las Colombias Negras.

Para ello utilizaré otro estribillo de la música tradicional


del Pacífico cantado en los rituales religiosos hechos en la ciudad
de Cali, “abrí tu boca bocona y ayúdame a contestar, que si dieran
aguardiente me ayudabas a tomar”, esto para significar cómo des-
de la multiplicidad de opciones políticas, académicas que vayan
encaminadas a romper los estrechos márgenes definidos por la
ortodoxia de las Ciencias Sociales, vamos entonando cantos pa-
ridos de todas las voces y pieles en la difícil tarea de posicionar
miradas–otras que logren realmente visualizar nuestro existir en
tanto comunidades subalternizadas, para que entre todos y todas
vamos palmo a palmo construyendo nuestro palenque cósmico
de las libertades.
CAPÍTULO I1
Sobre las identidades afrocolombianas en
contextos urbanos

Desde lejas tierras vengo


Me tocó correr motor
A Tumaco llegué en carro
A Cali arribé en avión

Arrullo del Pacífico*

Foto No 2. Músico arrullo al Nazareno, 6 de enero de 2010.


60 Jhon Henry Arboleda Quiñonez

El anterior recorrido da cuenta de cómo se ha ido y han


ido estructurando las llamadas Colombias negras como campo
transdisciplinar en el cual se pueden identificar multiplicidad
de temáticas, intereses y perspectivas de estudio en relación con,
para y desde las comunidades afrocolombianas.

De tal multiplicidad de propuestas políticas, acadé-


micas, proyectos investigativos e iniciativas de reivindicación
anteriormente referenciadas, donde queda medianamente claro
que es entre las décadas de los ochenta y noventa en las que se
estructura y consolida definitivamente este zigzagueante campo
interpretativo en nuestro país. De tal manera, y siendo reiterativo,
el objetivo principal de esta reflexión, el cual está marcado por
la intencionalidad de proponer lecturas distintas alrededor de las
elaboraciones conceptuales y representaciones que en materia de
construcciones culturales los distintos grupos e individuos inte-
resados en estas temáticas produjeron teniendo como escenario
las dinámicas urbanas de las culturas afrocolombianas en la úl-
tima década del siglo inmediatamente anterior, la ruta utilizada
será la que desde los trabajos grupales e individuales ha trazado
un buen número de cientistas sociales nacionales y extranjeros.

En este sentido, autores tales como Peter Wade,


Elisabeth Cunin, Santiago Arboleda, Eduardo Restrepo, Adolfo
Albán, Claudia Mosquera, quienes produjeron sus trabajos de
investigación desde inicios de la década de los noventa hasta los
primeros años del presente siglo, se convertirán en los canales de
acceso con miras a establecer diálogos con respecto de algunas
elaboraciones que en torno a las identidades-etnicidades afroco-
lombianas de carácter urbano se vienen realizando.

De tal manera el hecho de establecer diálogos intertex-


tuales, según las perspectivas analíticas identificadas, las apuestas
políticas que subyacen a cada trabajo, junto a preguntas en el sen-
tido de cómo han sido construidas las nociones desde las cuales
Buscado Mejora 61

cada investigador se ha acercado a su interés de estudio marcarán


las posibilidades de avanzar en esta empresa.

Interrogantes por cuáles son sus búsquedas, desde qué


lugar político o teórico se hacen, cuáles han sido sus aportes, sus
silencios ensordecedores, teniendo como telón de fondo el inten-
to de evidenciar la forma en que dichos hallazgos se conectan,
muestran contradicciones o se repelen de acuerdo con las con-
cepciones que tienen sus autores en torno a sus intereses de in-
vestigación, se convertirá en la guía metodológica a seguir en este
trasegar por los decires en torno, sobre, para, con o desde las co-
munidades afrocolombianas y de las realidades culturales de las
que estas se componen.

Para continuar con la metáfora de la hilandera o aque-


llos que saben de hilos, habría que tenerse en cuenta los distintos
gajes de los que requiere este oficio; así, el diseñar, medir, cortar,
armar, desarmar, enredar, desenredar, despuntar, enhebrar, des-
hilachar, fruncir, escalar, bordar que son algunas de las minucias
que en el desempeño de su trabajo cualquier hilandera o costure-
ra tiene a su disposición y debe conocer ampliamente, al pie de la
letra como actividades propias de su quehacer para poder brindar
sus productos y servicios precedidos de cierta legitimidad, lo que
garantizará que en su taller contados serán los días o fechas es-
peciales en las cuales no cuente con responsabilidades frente a su
bien distinguida clientela.

Tal descripción de actividades y destrezas hacen pen-


sar que estamos referenciando a una hilandera o costurera per-
teneciente a los sectores populares, las cuales aún realizan su
trabajo mayoritariamente de forma artesanal, cuestión que no
está muy lejos del quehacer cotidiano de un sinnúmero de cien-
tistas sociales, quienes desde la mística que imprimen a cada
uno de sus trabajos se ven enfrentados a situaciones similares a
las antes descritas.
62 Jhon Henry Arboleda Quiñonez

El arte de cortar aquí para pegar allá, enredar la hilaza


siguiendo cierta técnica que permita bordar con la misma más
adelante, parece una metáfora simple para ilustrar como una
interpretación que puede ser pertinente para determinado fenó-
meno o suceso, contando con el conocimiento previo de las he-
rramientas que brindan las ciencias sociales, buena cantidad de
trabajos atraviesan por caminos similares a los de una confección,
reparación, “reelaboración” de una prenda que debe buscar en úl-
tima instancia la aprobación de aquellos potenciales usuarios que
la dotarán de sentido y cargarán de significación cada vez que
consideren pertinente utilizarla.

Reglas, tambores, deshilachadores, corta picos, tijeras


se convierten en las herramientas básicas para aquella que des-
empeñe la labor de pasarse por el mundo hilando sueños sobre
las variadas telas que ofrece la cada vez más tecnificada industria
textil, que le permite dar rienda suelta a sus conocimientos, sabe-
res y destrezas, de igual forma, cientistas sociales se aprovisionan
de bibliografías, conceptos y avances tecnológicos en el área de la
informática para desarrollar los más convincentes trabajos y las
más sólidas interpretaciones alrededor de las realidades de las que
desean dar cuenta desde sus especialidades y cientificidades.

Es en este entramado de producción de significaciones en


torno a las poblaciones afrocolombianas de carácter urbano donde
se ha optado por identificar dos grupos o corrientes investigativas,
las cuales desde la elaboración de marcos teóricos en ocasiones dia-
metralmente distintos, junto a posicionamientos políticos que no
en pocas ocasiones riñen entre sí y con referencia a las supuestas
búsquedas de las dinámicas organizativas de dicha comunidad don-
de pretenden anclarse las enunciaciones que van a ser desarrolladas.

En esta medida para efectos netamente heurísticos los


“grupos” motores de estas reflexiones-caracterizaciones se iden-
tificarán como “Los estudios desde afuera”, “Los estudios desde
adentro”, los cuales estarán comunicados a través de un tercer
Buscado Mejora 63

grupo o forma enunciativa que denominaré “Los traductores”, tal


caracterización obedece al desarrollo de prudentes lecturas a tra-
vés de cuestionamientos construidos después de escuchar, conver-
sar y en ocasiones discutir los enunciados-elaboraciones realizadas
por cada uno de los autores que servirán de acompañantes en este
tramo de la confección-reflexión acerca de la significación que ad-
quieren sus trabajos para la comunidad interesada en estos temas.

Extendiendo esta colcha de retazos, buscando reparar


en los hilos y texturas utilizadas hasta el momento en su confec-
ción, habría que aclarar el hecho que las denominaciones o pun-
tadas aquí utilizadas en la idea de identificar los “grupos” presen-
tados, encuentra asidero en las apreciaciones discursivas en torno
a los marcos y contornos desde los cuales cada autor ha elabora-
do su mirada con respecto a las construcciones de nociones de
identidades- etnicidades afrocolombianas en contextos urbanos;
es decir, más que hacer hincapié en las procedencias geográficas
o teóricas de los autores, se pretende discutir los marcos enuncia-
tivos utilizados y los compromisos que van adquiriendo con las
comunidades a las cuales han decidido apalabrar o representar.

Siguiendo esta serie de apreciaciones, por Los estudios


desde afuera identifico aquellos autores cuyos trabajos surgen de
proyectos académicos puntuales como las tesis de maestría o doc-
torados, requisitos propios del mundo académico institucionali-
zado o en su defecto sus iniciativas investigativas con relación a
las poblaciones afrocolombianas de carácter urbano encuentran
inspiración en el marco de proyectos investigativos en los cuales
sus contornos están “claramente” identificados desde el principio;
en este sentido, se hace difícil evidenciar una trayectoria investi-
gativa en la cual se logre ubicar el momento en el que las pregun-
tas por las identidades afrocolombianas y en especial las de corte
urbano adquieren importancia en sus proyectos académicos.

Los estudios desde adentro, cuyo número es aún redu-


cido, son identificados en el marco de esta reflexión, como aquel
64 Jhon Henry Arboleda Quiñonez

grupo en el cual sus trabajos de investigación o enunciaciones sur-


gen de proyectos de largo aliento, donde el quehacer cotidiano con y
desde las poblaciones afrocolombianas encuentran en los discursos,
técnicas y métodos de las ciencias sociales espacios para continuar
con su trasegar en el intento de posicionar esas voces-otras históri-
camente acalladas. En este sentido, la emergencia de las preguntas
por las construcciones culturales de las poblaciones afrocolombia-
nas en contextos urbanos se hacen claramente identificables en sus
trayectorias académicas a través de la serie de compromisos éti-
co-políticos establecidos con las comunidades afrocolombianas en
su conjunto, aunque su mayor esfuerzo sea encaminado a dimen-
sionar las dinámicas culturales de los afro en contextos urbanos.

De otra parte Los traductores, quienes al ser ubicados


en el medio de las anteriores identificaciones aparentemente an-
tagónicas, para nada asumen posiciones eclécticas, puesto que se
instalan como los ductos comunicantes entre estas, al matizar a
través de sus trabajos y posicionamientos discursivos los hallaz-
gos, silencios y apuestas políticas que están subyaciendo en cada
uno de los trabajos iniciados desde cualquiera de los grupos re-
ferenciados, por tal motivo sus reflexiones van a ser tenidas en
cuenta en un momento posterior de este recorrido analítico.

Planteada de esta forma la caracterización, donde se dis-


tinguen tales “grupos” o “corrientes” interpretativas busca de ma-
nera un poco convencional discurrir por los andares-decires de los
estudios de las poblaciones afrocolombianas en contextos urbanos,
hurgando entre las preguntas por como son construidas y/o repre-
sentadas las nociones de las identidades-etnicidades-racialidades
que expresamos en tanto comunidades en las distintas territoria-
lidades en las que habitamos, las cuales son cotidianamente cons-
truidas, modificadas y pensadas desde lógicas diversas, atendiendo
a los retos, ventajas y facilidades que dichos contextos ofrecen.

De los grupos anteriormente referenciados con relación


a los desarrollos de sus trabajos sería pertinente ubicar ciertas
Buscado Mejora 65

similitudes y algunas diferencias que logran evidenciarse en los


desarrollos de sus propuestas discursivas. Así, en términos de es-
tablecer presuntas similitudes habría que enumerar los siguientes
aspectos, los cuales serán posteriormente retomados para enta-
blar diálogos, discusiones y/o debates alrededor de los mismos.

2.1 Similitudes y acercamientos


El hecho que todos los trabajos encuentran en los dife-
rentes contextos urbanos del interior del país los escenarios en los
cuales se hacen visibles las construcciones de nociones distintas
de identidades –raciales en un caso, étnico-culturales en otro–
marcan la ruta acerca de la manera en que están siendo pensadas
y percibidas por los cientistas sociales las dinámicas de las pobla-
ciones afrocolombianas en nuestra condición de migrantes.

Por tal razón, en todos los trabajos nos encontraremos


con la migración como categoría transversal en el accionar so-
cio-cultural en los distintos espacios donde logramos territorializar
nuestras resistencias a través de las continuas construcciones cultu-
rales e identitarias que desplegamos en forma de dispositivos ten-
dientes a dignificar nuestra existencia en condición de migrantes.

Siguiendo con los supuestos acercamientos o similitu-


des que muestran los grupos identificados en esta reflexión, en-
contramos el hecho que todos los autores pertenecientes a estos,
intentan evidenciar las distintas estrategias culturales que son
puestas en práctica por los grupos de migrantes de los que están
compuestas las poblaciones afrocolombianas en su condición de
habitantes urbanos como dispositivos que revisten ciertos niveles
de eficacia en la doble función que ocupan, en tanto que, al actuar
como mecanismos facilitadores de “nuevas” formas de asumir y
vivir las ciudades, adaptándose a los ritmos y lógicas que estas
imponen; a su vez sirven o pueden leerse como herramientas que
permiten el acto de reconocer-nos y ser reconocidos en la condi-
ción de pobladores urbanos con una ascendencia cultural distinta
66 Jhon Henry Arboleda Quiñonez

a la que exhibe el grueso de las poblaciones en las ciudades en las


que hacemos presencia.

Es así como se instaura un dinámica entre adaptacio-


nes-imposiciones y transfiguraciones de los elementos que en-
tran y salen constantemente como parte de nuestras construc-
ciones-repertorios culturales en ese intento por establecernos
definitivamente como pobladores urbanos.

La temporalidad se convierte en otro elemento común en


estos estudios, siendo la segunda mitad del siglo XX el espacio tem-
poral en el cual se ubican momentos claves que permiten leer con
alguna claridad los ritmos migratorios del Pacífico hacía las ciuda-
des del interior, según estos autores, es en estas décadas donde este
fenómeno se hace claramente perceptible para el resto de la pobla-
ción del país. En esta medida el espacio-tiempo más lejano para ini-
ciar a leer este proceso se comprende entre los años 40 hasta finales
de los 70 del siglo inmediatamente anterior, siendo la década de los
ochenta un tiempo de tránsito entre las “viejas” formas de percibir-
se como afrocolombianos en condición de migración y las “nuevas”
formas de re-presentarse y reclamarse habitantes citadinos, tal pro-
ceso llega hasta el presente (Albán, 1996; Arboleda, 1998).

A grandes rasgos estos serían los elementos similares


que pueden hallarse en los trabajos desarrollados por estos “gru-
pos” de investigadores en sus intentos por acercarse compren-
diendo las dinámicas culturales de los afrocolombianos en con-
textos urbanos.

2.2 Diferencias y distancias


Ahora, en términos de establecer diferencias que se en-
cuentran en dichos trabajos de investigación, de donde van sur-
giendo claros posicionamientos y alinderamientos de tipo político
y académico, podríamos mencionar las temporalidades asumidas,
los conceptos y orientaciones teóricas utilizadas y las búsquedas
Buscado Mejora 67

iniciadas por estos grupos entre las que dotan de sentido las enun-
ciaciones que desde ellos se viene dando, generando percepciones
y recepciones múltiples entre investigadores , militantes, estu-
diosos, simpatizantes que se acercan a esta temática de trabajo y
enunciación referenciada aquí como las Colombias Negras.

En este sentido, las diferencias se marcan de las siguien-


tes maneras:

Mientras los primeros (Los de afuera) proponen como


categoría fundante de sus estudios la noción de “Raza” y por ende
los procesos identitarios dependen de las expresiones de racialidad
que exhibimos los grupos de migrantes afrocolombianos en cada
una de nuestras prácticas y quehaceres, por tal razón opinan que

el concepto de “raza” no solo es útil sino necesario, puesto que em-


plear otros términos eufemísticos puede, realmente, enmascarar los
significados de los que dependen las identificaciones raciales. Para
combatir el racismo, uno tiene que darle el nombre a estos signi-
ficados, no esconderlos bajo el disfraz de otros términos. (Wade,
1997, p. 20)

La afirmación de Wade se vuelve categórica, en tanto


establece una “línea” de investigación alrededor de las racialida-
des, la cual puede observarse en trabajos más recientes. En este
sentido este autor se convierte en el referente más fuerte dentro
de este “grupo” o “línea” enunciativa.

Aunque la afirmación de Wade encuentra asidero en


los intensos debates que se venían presentando con miembros
del equipo de trabajo de la antropóloga colombiana Nina S. de
Friedemann, particularmente con Jaime Arocha, quienes se acer-
can a estas realidades desde la noción de “huellas de africanía”,
buscando retenciones y/o discontinuidades culturales de los
africanos diaspóricos en América, la anterior aseveración no deja
de ser contundente, puesto que muestra la manera como se viene
68 Jhon Henry Arboleda Quiñonez

observando al “otro” en su condición de “negro” (racial), sin esbozar


rutas tendientes a desvirtuar este concepto, desatendiendo toda la
carga histórico- epistémica que arrastra, en cuanto a su aplicación
en términos políticos que tiende a inferiorizar las alteridades subal-
ternizandolas; dando todo un peso biológico-natural a un proceso
que ha sido socialmente construido como proyecto hegemónico.

De realizarse este giro conceptual aportando elementos


hacía la deconstrucción de las categorías raciales para pensar las
identidades de los diversos grupos, en este caso los afrocolombia-
nos, colocaría la perspectiva de los autores en consonancia con
las reivindicaciones políticas de la comunidad afrocolombiana,
que encuentra en las identidades culturales y las etnicidades unos
fuertes nichos de referencia2.

Por su parte, los segundos (Los de adentro) obviando el


supuesto peligro de enmascarar los significados de los que depen-
den las identificaciones raciales y sustentados en sus proyectos
comunitarios-académicos han optado por la utilización del con-
cepto de “Etnia” para acercarse hacia la comprensión de las dife-
rencias presentes en los procesos identitarios de las comunidades
afrocolombianas, por ende sus trabajos de investigación tienden
a realizar acercamientos guiados por la pretensión de compren-
der-interpretar cómo en la construcción de nociones de identida-
des culturales las etnicidades ocupan un lugar preponderante al
marcar las diversidades presentes al interior de las denominadas
comunidades afrocolombianas, cosa que según estos autores la

2 Para acercarse a este debate ver Jaime Arocha (1999 p. 25-31; 1995),
Eduardo Restrepo (1997; 2003), Peter Wade (1997, p. 15-21). Este debate va
ser desarrollado en otro artículo, puesto que es interesante observar cómo se
desarrolla entre personas pertenecientes a lugares geográficos-epistémicos
y culturales muy distintos a los de las comunidades a las cuales pretenden
representar y apalabrar.
Buscado Mejora 69

categoría de Raza no alcanza, debido a todo el peso ideológico


inferiorizante que arrastra. Al respecto opinan

los negros venidos del Pacífico nariñense, en conjunto con negros


de otras regiones, fueron dando forma a una fisonomía cultural ci-
mentada en la familia extensa, en el paisanaje, como lo muestra la
expresión humorística cotidiana asignada a los negros “¿sí o no fa-
milia?”. En este periodo se identifica un rico tránsito en sus formas
de autorepresentación, a través de las danzas y la música tradicio-
nal, en la celebración de algunos santos patrones, especialmente el
Niño Dios, el 24 de diciembre, la virgen del Carmen, el 15 de Julio,
la virgen de Atocha, el 15 de agosto, en el Distrito de Aguablanca;
estas celebraciones convocan a familiares y allegados ubicados en
otros barrios del oriente y son espacios de encuentro, sobre todo, de
adultos, mientras jóvenes, en su mayoría, se ocupan de la salsa y el
rap conviviendo simultáneamente en el mismo espacio. (Arboleda,
1998, p. 138)

Se hace evidente que aunque se refieren a los migrantes


en su condición de “negros”, lo que demuestra el carácter comple-
mentario en que deben ser trabajadas estas nociones, tal identi-
ficación solo se convierte en lugar de paso para mostrar cómo se
construyen las identidades culturales en las cuales las etnicidades
ocupan sitios de preponderancia. Es decir lo “negro” como iden-
tificación en el plano de lo racial, debe estar ligado a una inter-
pretación que aporte elementos para comprender las dinámicas
de auto-representación que asumimos las comunidades afroco-
lombianas en nuestro paso por re-construir o transfigurar nues-
tras identidades micro-regionales en un espacio donde tal ejerci-
cio empezaría a carecer de sentido, en tanto la categoría racial de
“negro” tiende a hacer cada vez más difusas las diferenciaciones
intra-étnicas presentes en las comunidades, por tal razón la no-
ción de paisanaje, en su máxima ampliación se posiciona como
estrategia fuerte para pensar-nos las identidades étnico- raciales
con relación a la población afrocolombiana en contextos urba-
nos. (Arboleda, 1998, p. 113-127; 2002, p. 399-420).
70 Jhon Henry Arboleda Quiñonez

Continuando con la identificación de las divergencias


analíticas entre los “grupos” en referencia, se hace necesario traer
a colación el aspecto espacio-temporal en el que se presentan los
fenómenos migratorios en las distintas ciudades; mientras que los
primeros (Los de afuera) en el desarrollo de sus trabajos no lo-
gran contextualizar de manera clara las experiencias migratorias
de grandes contingentes de población afrocolombiana aledaña
hacía ciudades como Medellín y Cartagena3, intentando escapar o
evitar la linealidad que suponen los rigores cronológicos a la hora
de desarrollar análisis de los fenómenos, han dado como resulta-
do una generalización que dificulta precisar de quiénes o cuáles
migrantes estamos hablando4.

Es decir, la temporalidad no es precisada como varia-


ble que matiza los ritmos migratorios de las zonas de “expulsión”
hacía las zonas de “recepción”, creando un ambiente donde al pa-
recer todos los migrantes afrocolombianos, sin contar con las ex-
periencias referentes al género y la generación pasáramos por los
mismos procesos de adaptación, asimilación y reconfiguración de
nuestras nociones identitarias. De forma tal que los espacios, las
territorialidades y las espacialidades asumidas o construidas por
los migrantes en sus nuevas experiencias urbanas no entran a de-
pender de los ritmos económicos, urbanísticos y culturales que
presentan las ciudades a las que “deciden” migrar en su sueño por

3 Esta característica también la podemos advertir en el trabajo de Mosquera


(1998) para el caso de la presencia de afrocolombianos en Bogotá. Esta
autora está ubicada como una de las traductoras por ello sus aportes van a
ser tomados en cuenta en otro momento.
4 Tal vacio analítico dificulta la precisión de las zonas de procedencia, las
condiciones puntuales de cada grupo u oleada migratoria y las futuras
espacializaciones que van a surgir de sus experiencias como “Colonizadores
urbanos”, dando como resultado la indiferenciación de los Chocoanos y
unos reclamos infundados a la identidad desplegada por los Palenqueros en
Cartagena.
Buscado Mejora 71

alcanzar mejores niveles de bienestar para ellos y sus familias en


las zonas de procedencia.

Con respecto a esto, (Los de adentro) sugieren la tem-


poralidad como aspecto fundamental a la hora de acercarse a ob-
servar las realidades culturales de los migrantes afrocolombianos,
para ello han procedido en sus trabajos a construir dependiendo
del espacio-tiempo unas líneas que permiten identificar las olea-
das migratorias, concepto que se vuelve trascendental a la hora
de comprender los ritmos adaptativos y las transformaciones que
van sufriendo tanto las nociones identitarias traídas por los mi-
grantes como los lugares-espacialidades en las cuales se inician a
hacer visibles nuestras presencias.

Así en un proceso de observación constante y cotidiana


de los ritmos adaptativos que impone la ciudad, junto a las estrate-
gias desplegadas por estos contingentes poblacionales han logrado
estructurar unos análisis en los cuales se identifican con cierta clari-
dad tres y hasta cuatro oleadas migratorias de las gentes del Pacífico
y de poblaciones de valles interandinos hacia la ciudad de Cali , las
que contextualizadas van dando como resultado una lectura deta-
llada de los procesos de urbanización que vamos viviendo como
migrantes, dejando claro las formas en que a la vez que “compren-
demos” las lógicas urbanas y logramos asentarnos de una vez por
todas, iniciamos los procesos de reconstrucción de nociones cultu-
rales e identitarias adaptándolas a la ciudad, en simultaneidad con
que ajustamos a esta ciudad nuestras nuevas presencias culturales.

Hasta aquí se han caracterizado de manera muy gene-


ral las similitudes y divergencias que se encuentran en las for-
mas enunciativas y las apuestas político-académicas que hacen
los “grupos” referenciados en esta reflexión. Adentrándonos en
el análisis de los trabajos individuales, continuaremos emitien-
do apreciaciones acerca de sus hallazgos, apuestas y silencios al-
rededor de las identidades afrocolombianas de carácter urbano,
para esto “compartimentaremos” cada una de las producciones
72 Jhon Henry Arboleda Quiñonez

“grupales” preguntándonos por cuales son los lugares desde


donde se construyen dichas observaciones alrededor de nuestras
construcciones culturales.

2.3 Los estudios desde afuera: “Raza, migración e


identificaciones raciales”
Como se ha planteado anteriormente este “grupo” o lí-
nea enunciativa propende por posicionar la raza y sus expresio-
nes, las racialidades, como parte constitutiva de las construccio-
nes identitarias de los afrocolombianos en contextos urbanos; de
ahí que sus acercamientos propongan como primer momento de
sus análisis las exterioridades, la fenotipía en su función de bisa-
gra para establecer contactos que posibiliten las interpretaciones
de las realidades en las cuales participamos activamente.

Teniendo como referencia la categoría analítica por


ellos utilizada (Raza), habría que recordar que dicha categoría
se ha convertido en una de las más discutidas en el pensamien-
to social contemporáneo –reciente–, siendo cuestionada en tan-
to idea-fuerza que arrastra significaciones epistémicas, políticas
y culturales que tienden a subvalorar o desconocer todo aquello
que es observado bajo esta óptica, aportando al hecho que en las
disputas por el poder-saber todos los “racializados” en las obser-
vaciones terminan por ocupar lugares de subalternización que
parecieran nunca poderse romper.

Al respecto, Quijano plantea que

lo que es realmente notable, en cambio, es que para la abrumadora


mayoría de la población mundial, incluidos los opositores y víc-
timas del racismo, la idea misma de “raza” como un elemento de
la “naturaleza” que tiene implicaciones en las relaciones sociales,
se mantenga virtualmente intocada desde sus orígenes. (Quijano,
1999, p. 142-143)
Buscado Mejora 73

Así el argumento repetidamente esgrimido por los au-


tores según los cuales la utilización de eufemismos para dejar de
utilizar el concepto de raza puede abocarnos a un problema de
estar combatiendo un “racismo sin raza”, pierde validez como
posicionamiento académico y político que permita pensarse las
relaciones de los grupos subalternizados a través de la racialidad.

En este sentido las exterioridades fenotípicas comenza-


rían a perder su funcionalidad como dispositivos desde los cuales
se puede pensar la construcción de identidades culturales, es de-
cir, las identidades no se encontrarían tan fácilmente a flor de piel,
puesto que simplificarían las continuas complejidades por las que
atraviesan nuestras construcciones culturales en los contextos ur-
banos en los cuales estamos espacializando nuestras existencias y
resistencias. Para ampliar tales apreciaciones sería pertinente te-
ner en cuenta lo siguiente:

convencidos de que “raza”, puesto que es “color”, es un fenómeno de


la naturaleza y sólo el “racismo” es una cuestión de poder. Por eso,
algunas gentes confunden las categorías del debate sobre el proceso
del conflicto cultural y de las ideologías racistas, y se dejan arrastrar
hacía argumentos de extrema puerilidad. (Quijano, 1999, p. 143)

De acuerdo con esto, encontramos una serie de afirma-


ciones que refuerzan las sugestivas miradas que desde esta óptica
se vienen realizando en torno a la significación que adquiere el
pensarse nuestras construcciones culturales en los contextos ur-
banos. Con relación al debate presentado anteriormente entre los
denominados “esencialistas“, como son referenciados aquellos
que ven en las etnicidades nichos importantes en la construcción
de nociones identitarias, y los “situacionalistas” que ven en la
racialidad este componente, prestemos atención a las siguientes
apreciaciones con respecto a la caducidad de la noción de Huellas
de africanía en cuanto a su “poder” explicativo del proceso.
74 Jhon Henry Arboleda Quiñonez

A nivel político, también existe el problema de que la preocupación


por las huellas de africanía pueda convertirse en una restricción.
Existe el peligro de que sólo aquello que pueda mostrar (o supo-
ner) que tiene raíces africanas pueda ser considerado como cultura
negra “legítima”. Sin embargo, en mi opinión, gran parte de lo que
es la cultura negra procede de fuentes europeas. El punto es que los
negros en Colombia han sido capaces de tomar elementos de una
variedad de fuentes y hacerlos propios. (Wade, 1997, p. 19)

En esta misma línea de argumentación nos encontramos con lo


siguiente:

contrario a los análisis esencialistas de la raza, de la etnicidad y de


la identidad que inspiraron los primeros trabajos de colombianos
–en la búsqueda de “Huellas de Africanía” y de “comunidades afro-
colombianas”– que naturalizan la alteridad, definida en términos
físicos o culturales, me interesaré por los mecanismos dinámicos
e interactivos de elaboración y consolidación de las fronteras entre
“ellos” y “nosotros” o, en términos más generales, de emergencia
y de fijación de las normas sociales. El procedimiento adoptado
se aleja de la tradición de los estudios afroamericanos –iniciados
por Melville Herskovits, Fernando Ortiz, Nina Rodríguez o Roger
Bastide, retomados por Aquiles Escalante, Rogelio Velásquez,
Manuel Zapata Olivella, Nina de Friedemann y Jaime Arocha en
Colombia-, que parten del análisis de unas supervivencias africanas
perceptibles en la música, el lenguaje, la gesticulación y ciertos as-
pectos de la manera de pensar. (Cunin, 2003, p. 20)

Los acercamientos discursivos propuestos anterior-


mente son importantes en tanto marcan derroteros para futuras
investigaciones5, más el interés de traerlos a colación es observar

5 Es innegable en este aspecto la influencia ejercida por Wade en las


elaboraciones que posteriormente fueron desarrolladas al interior del
equipo Cidse-Orstom liderado por el sociólogo Fernando Urrea de la
Universidad del Valle. Desarrollos que deben ser sometidos a ejercicios
críticos en cuanto a la forma en que se construye “heurísticamente” a los
Buscado Mejora 75

cómo se construye lo que llamaré los regímenes de enunciación


con respecto a los “otros”; estos “otros” son representados-cons-
truidos en una doble externalidad, a la vez que los “otros” consti-
tuyen el grueso de investigadores que han antecedido o desarro-
llan sus trabajos simultáneamente a los trabajos realizados por
los autores referenciados, también marcan cierta distancia con
respecto a los segmentos de población que ellos perciben como
sus objetos de estudio; es decir los “negros”.

Nótese el tono discursivo con el que son referenciados


los trabajos que anteceden sus elaboraciones, en el caso de Wade
“problema, peligro, restricción, cultura negra”, y su más con-
tundente y famosa afirmación, “en mi opinión, gran parte de lo
que es la cultura negra procede de fuentes europeas”. Para el caso
de Cunin, análisis esencialistas de la raza, de la etnicidad y de la
identidad, “naturalizan la alteridad”, definida en términos físicos
o culturales, procedimientos “retomados”.6

Los regímenes de enunciación, es decir las maneras en


que se espacializan-especializan discursos y miradas a la hora de
acercarse a unos intereses de estudio, en este caso los “negros” o
“afrocolombianos”, intentando marcar diferencia y pertinencia
con respecto a lo que otros han dicho y la manera en que ha sido
hecho, demuestran cómo a través de apreciaciones no muy ela-
boradas intentan reposicionar-se análisis que al ser sometidos a
lecturas rigurosas revelan ciertos anclajes epistémicos que no son
perceptibles a simple vista.

otros con la intención observar cuál o cuáles modelos investigativos son más
pertinentes en el análisis de la realidad social.
6 Los términos aquí referenciados son extraídos muy intencionadamente de
sus repetidas insinuaciones con respecto a los trabajos que antecedieron a
los suyos para mostrar cómo se establecen los regímenes de enunciación.
76 Jhon Henry Arboleda Quiñonez

Para entablar una conversación con estas maneras de


construir-representar a los “otros”, presentaré un argumento que
servirá de marco referencial, retomando la metáfora del hilandero
para ello utilizaré mis limitadas dotes que en este oficio de hilar
“tradicionalmente” poseo, para advertir las dimensiones de los
hilos que han sido utilizados en el análisis-observación de las cos-
turas hechas por los “otros”.

En este sentido, afirmaré que el trabajo, las enunciacio-


nes, los hallazgos y aportes realizados por los “otros”, en este caso
los referenciados como “esencialistas” investigadores o militantes
del proceso organizativo de la comunidad afrocolombiana, sobre
los cuales se despliegan nociones como las anteriormente subra-
yadas, son llevadas hasta su máxima prolongación o condición
extrema que raya en la caricaturización de sus argumentos y por
esta vía restar capacidad explicativa y fuerza política, en tanto
son percibidos por fuera del marco interpretativo que se utiliza7
(Castro-Gómez, 2004, p. 287-306).

Por tal razón, la combinación entre peligros, restriccio-


nes, esencialismos, naturalizaciones de la alteridad y retomas de
procedimientos metodológicos dejan el camino expedito para los
investigadores referenciados en esta reflexión como los de afuera,
en tanto su labor debe ser entendida como los aportes que inmu-
nizarán las ciencias sociales de análisis pasionales, poco convin-
centes y políticamente incorrectos con respecto al tema que se
viene desarrollando. En otras palabras su labor es casi mesiánica
al intentar el redireccionamiento o nuevo rumbo que deben-tie-
nen tomar las investigaciones sobre las culturas afrocolombianas
en contextos urbanos (Chakravarty, 1999; Guha, 1999; Spivak,
2003, p. 297-364).

7 Marcos interpretativos que requieren ser contextualizados en tanto sus


referencias parecen traslocadas sin atender los contextos sobre los cuales se
quieren aplicar, configurándose las llamadas Violencias Epistémicas.
Buscado Mejora 77

Al parecer, tal objetivo se logra exagerando los posicio-


namientos metodológicos, teóricos o políticos, o en su defecto
desconociendo las rutas por las cuales los autores han llegado a las
afirmaciones que presentan como tesis centrales en sus trabajos; de
otro lado, el hecho de “acusar” de retoma de procedimientos me-
todológicos utilizados en estudios anteriores a los investigadores
que en Colombia iniciaron este campo interpretativo, se convierte
en una negación tajante de la posibilidad de proponer, re-crear o
posicionar formas-otras de mirar nuestras realidades. Es decir se
inferioriza o subvalora tanto el trabajo de los “otros” al punto en
que se llega a negar la capacidad de desarrollar enfoques verda-
deramente pertinentes para mirar estas realidades en Colombia
(Lander, 2004, p, 261-286; Castro-Gómez, 2004, p. 287-306)

De otro lado, acercarse a las realidades sociales y más


precisamente a los repertorios culturales afrocolombianos, los
cuales están mediados por cuestiones tan complejas en tanto
identidades culturales atravesadas por elementos como las etnici-
dades- racialidades en contextos urbanos en su carácter de fenó-
menos dados-consolidados o construidos de manera definitiva,
acarrea limitaciones a la hora de percibir la multiplicidad de ele-
mentos que circulan en el imaginario de los pobladores-objetos-
de sus intereses de estudio.

En este caso indeterminaciones como “cultura negra,


mundo negro, mundo no negro, poder de lo negro, esencialismo
negro, competencias mestizas”8 que en cierta forma marcan los

8 Este tipo de indeterminaciones que miran los procesos de construcción


cultural como cosas dadas deja sin piso preguntas como: ¿Qué es lo negro?
¿Qué es ser negro? ¿Quién es un negro? ¿Por qué pensarse lo negro? ¿Qué es
el poder negro? ¿Es lo negro un factor de cohesión social? Alrededor de las
cuales nos encontrábamos algunos estudiantes de la Universidad del Valle,
entre los que se destacaban estudiantes de sociología, historia, trabajo social
y economía, encuentros llevados a cabo de forma casi clandestina debido
a la repulsión que esta perspectiva causaba al interior de la facultad de
78 Jhon Henry Arboleda Quiñonez

derroteros con los que estos autores observan-interpretan las rea-


lidades de nosotros los afrocolombianos en contextos urbanos,
muestran la estrechez de sus marcos analíticos a la hora de acer-
carse a estas realidades; aunque en repetidas ocasiones insistan en
que se trata solo de herramientas “heurísticas” para introducirse
a sus “problemas” de investigación, en ningún momento desarro-
llan perspectivas que hagan suponer que sus herramientas han
atravesado por un proceso de elaboración tendientes a ser “apli-
cados” a las realidades las cuales desean acceder o han accedido.

En este sentido, las presentaciones en grupos binarios


de nociones como mundo negro, mundo no negro, cultura negra,
cultura no negra, competencias mestizas que revelan el carácter
dado de forma casi natural a sus objetos e intereses de estudio,
restándole importancia a las complejidades y pugnas que subya-
cen a estas definiciones que se asumen naturalizadas.

Con respecto a esto Curiel opina que

cuando el significado de lo “negro” se percibe como una categoría


racial biológicamente construida, se entiende fuera de su entorno
político e histórico. Cuando asumimos el color de piel y otros ele-
mentos fenotípicos como nuestros denominadores comunes le es-
tamos sumando más elementos al racismo que queremos erradicar
y nos da pocas herramientas para la intervención política. “lo ne-
gro” forma parte de una representación y la crítica en cómo ha sido
imaginado en nuestras sociedades racistas, permite entender como
hemos sido construidas y construidos. No enfrentar esa generaliza-
ción supondrá quedarnos entrampadas en estereotipos que sobre
nosotras y nosotros se imponen. (Curiel, 2003, p.12)

Ciencias Sociales y Económicas, facultad que paradójicamente hoy ocupa


un lugar importante en esta dinámica de caracterizar poblaciones negras en
contextos urbanos.
Buscado Mejora 79

Teniendo en cuenta lo anterior, debe comprenderse


el impacto que algunas interpretaciones, venidas de las ciencias
sociales y humanas despliegan sobre las realidades en las cuales
logran tener eco, es decir, frente a las elaboraciones realizadas
alrededor de la raza asumida como elemento constitutivo en la
construcción de las identidades culturales que los afrocolombia-
nos estamos produciendo continuamente, se hace imperativo ge-
nerar el compromiso de acercarse a las complejidades que reviste
ser percibido de manera “natural” como “negro”, puesto que exis-
ten disputas constantes tanto en la discursividad cotidiana de la
gente afrocolombiana como en las reivindicaciones políticas de
las organizaciones. Disputas que circulan entre el resignificar el
concepto de “negro” en cuanto dispositivo “racial” inferiorizante
para desde los marcos- contornos de este ampliar las futuras vi-
sualizaciones políticas y epistémicas.

Entre tanto, existe otra corriente que plantea la posibi-


lidad de desmarcarse de ese dispositivo de organización socio-ra-
cial que arrastra el concepto de “negro”, para posicionar miradas
más flexibles que permitan pensarnos que es eso de ser, creerse o
estar concebido como individuo “negro” y por esta vía adentrar-
nos a la comprensión de las diferenciaciones étnico- culturales de
estos grupos que hemos sido pensados como unidad monolítica.
En razón de ello, tengamos presente que en la fabricación de re-
presentaciones e ideas fuerza elaboradas alrededor de los otros,
Edward Said explica que

no se le puede asignar un sentido esencial y fijo ni a la representa-


ción, ni al “colonizado”, Ni a la “antropología”, ni a sus “interlocu-
tores”, estas palabras parecen cada una vacilar ante diferentes po-
sibilidades de sentido, en algunos casos, se parten en dos cuando
las interrogamos. Lo que resulta claro sobre el modo en que nos
interpelan es, obviamente, que están irremediablemente afectadas
por una cantidad de límites y presiones que de ningún modo se
pueden ignorar. Así, palabras como “representación”, “antropolo-
gía” y “colonizado” parecen estar enquistadas en contextos que ni
80 Jhon Henry Arboleda Quiñonez

la violencia ideológica puede disolver. Tenemos que admitir que


no sólo nos encontramos aferrados al inestable y volátil ambiente
semántico que evocan, sino que también estamos inmersos en el
mundo actual, para detectar y definir si no el espacio antropológico
sí la coyuntura cultural en que las obras antropológicas se hacen.
(1999, p. 25)

Así, esta perspectiva que puede ser catalogada como au-


to-referencial9, puesto que ignora los aportes de los académicos
interesados en estas temáticas, como de las dinámicas organiza-
tivas presentes en nuestras comunidades intentando hacer una
supuesta profilaxis entre el discurso diáfano-objetivo elaborado
por el científico y las aseveraciones venidas de los militantes y
simpatizantes del proceso organizativo, instaurando la “invención
del otro”(Castro-Gómez, 2004, p. 287-306) en su condición de
objetos estáticos de su observación y régimen de interpretación.

En tal medida hay que recordar

que la antropología (y en este caso la Sociología) es, ante todo, una


disciplina que ha sido constituida y construida históricamente, des-
de su mismo origen, a través de un encuentro etnográfico entre un
observador europeo soberano y un nativo- no europeo que ocupa-
ba, por así decir, un estatus menor y un lugar distanciado, es recién
ahora a fines del siglo XX algunos/as antropólogos/as buscan, fren-
te al desconcierto que sienten por el status mismo de su disciplina,
un nuevo “otro10. (Said, 1999, p. 34-35)

Claro este nuevo “otro” debe ceñirse a las característi-


cas de alterización por ellos definida en su condición de sujetos

9 Para evidenciar esta aseveración fijarse el lugar desde donde enuncian y las
autoridades teóricas a las cuales se refieren en sus trabajos, mostrando una
clara traslocación discursiva la cual no ha sido discutida su pertinencia para
los contextos de los cuales pretende dar cuenta.
10 Los paréntesis son anexados.
Buscado Mejora 81

soberanos de la interpretación de las dinámicas que les generan


intereses para sus trabajos, en razón de ello lo “negro” o los “ne-
gros” son “tolerables” siempre y cuando arrastren con resignación
su papel de alteridad subsidiaria asignada, pero cuando algún
movimiento extraño ocurre en la naturaleza de esta alteridad de-
positaria y ciertos individuos pertenecientes a este grupo deciden
brincarse de su lugar como objetos y pasar a ser sujetos de investi-
gación-interpretación, la alteridad se torna problemática, en tan-
to dicha subversión de los regímenes de enunciación desbordan
los límites que se han definido y sus elaboraciones, hallazgos y
aportes deben ser menospreciados .

Es decir,

en los estudios recientes de teóricos que trabajan con la disyuntiva


–que parece insuperable– entre una realidad política basada en la
fuerza y un deseo científico y humano de comprender al Otro her-
menéutica y simpáticamente en formas no siempre circunscritas
y definidas por la fuerza, la moderna antropología occidental (y la
reciente sociología de la cultura) anula tanto como ocluye esa pro-
blemática prefiguración novelística. (Said, 1999, p.44)

Así los de afuera terminan por extender las colchas del


occidentalismo sin reparar en las tonalidades, ni dimensiones de
los hilos utilizados en la confección de sus texturas, realizando
una suerte de reclamaciones sobre las identidades de los “obje-
tos” de estudio por ellos prefigurados, que son los que a la postre
desearían encontrase en el desarrollo de sus trabajos, cuestionan-
do aspectos en los cuales se puede evidenciar que los supuestos
problemas que ellos observan en la construcción-lectura de las
identidades afrocolombianas en contextos urbanos, obedecen más
que a un vaciamiento de esas “esencializaciones identitarias” a una
estrechez y/o constreñimiento político o epistémico con que ellos
realizan sus confecciones-acercamientos a nuestras realidades.
82 Jhon Henry Arboleda Quiñonez

2.4 Los estudios desde adentro: “Migraciones,


etnicidades e identidades”
Tendida está la colcha para ser exhibida, dicha exhibición
permite reparar en el hecho que la elección de los hilos, texturas
y colores utilizados para la confección de cada uno de sus tramos
para nada puede ser percibida como producto del azar por satisfa-
cer una necesidad de la población para cual dicha prenda ha sido
“pensada” o “confeccionada”; por el contrario, hilos, texturas y co-
lores dan muestras que tales prendas que se supone deben ser des-
tinadas para el uso cotidiano, al estar minuciosamente puntuadas
con extraordinario sigilo obedecen a concienzudas decisiones, lo
que deja inferir cierto halo de libertad a la hora de elegir hacia qué
parte de la colcha destino mi puntada , con qué hebra debo volver
a hacerla coincidir más adelante, para con sumo cuidado conservar
el diseño que tengo en mente, con el cual la gente-motivo de mi
confección pueda cobijarse con relativa suficiencia y facilidad.

Así como el hilandero o hilandera escoge sus materiales


y técnicas con las que va a dar rienda suelta a sus creaciones con-
tando con las telas y hebras de las cuales dispone para su labor,
los autores identificados como los de adentro han elegido otros
materiales, insistir en detalles, técnicas y molduras distintas tales
como la etnicidad y sus expresiones las etnicidades-identidades
como categorías explicativas en la intención de aportar algunas
puntadas en esta colcha de interpretaciones en la que se han con-
vertido las preguntas por las construcciones culturales de noso-
tros los afrocolombianos en contextos urbanos.

En este orden de ideas, entre los de adentro puede dis-


tinguirse el hecho significativo de cómo han ido surgiendo pau-
latinamente sus preguntas e intereses de investigación, productos
en ciertos casos del ejercicio propio de reconocer-se como inte-
grantes de la comunidad afrocolombiana o en su defecto dichos
interrogantes por la manera en que deben ser leídas y percibidas
nuestras construcciones culturales han sido paridas en seno de los
Buscado Mejora 83

trabajos colaborativos entre estos y las comunidades a las cuales


sus trabajos hacen referencia.

Por tal motivo las argumentaciones–enunciaciones que


se encuentran en este tipo de estudios, más que hacer lecturas-
afirmaciones concluyentes proponen las formas-rutas “adecua-
das” mediante las cuales dichas construcciones culturales podrían
ser significadas como proyectos de vida de unas colectividades
que en constante resistencia agencian sus lugares–concepciones
de ciudad, desplegando algunos elementos culturales que hagan
de este proceso una realidad menos dramática.

En este sentido los conceptos utilizados se convierten en


llaves que permiten la apertura a unas insinuaciones que brindan
a los “estudiosos”-interesados en estas temáticas la posibilidad
de encontrarse con interpretaciones y acercamientos que inclu-
so aún hoy están en plena construcción-discusión. En esta me-
dida proponen con respecto a las migraciones que es uno de los
conceptos transversales que hacen posible las lecturas-trabajos,
fijar la atención en las condiciones socio-económicas endógenas
de cada micro-región en la cual se van configurando este tipo de
fenómenos, proponiendo la manera en que pueden ser compren-
didos estos flujos- oleadas poblacionales “incesantes” de las mi-
graciones, insinúan cosas como:

lo anterior hace pensar en una disposición potencial a emigrar tras


el trabajo asalariado, en la medida en que las empresas extranjeras
crean un impacto que minimiza las posibilidades de la economía
regional, fijando otros valores como válidos en la convivencia y en
el ritmo económico, sobre todo, en la población joven que renuncia
a volver a las actividades económicas tradicionales, prefiriendo salir
de la localidad, ya sea hacia centros urbanos de la misma región
o fuera de ella; de esta manera en el Pacífico se crea una corriente
migratoria continua que parte desde mediados de los años treinta,
época en que se agudiza la situación con la parada del transporte en
Cali y Buenaventura, el retiro de varias empresas y el cierre de varias
84 Jhon Henry Arboleda Quiñonez

formas comerciales incipientes, quedando sólo pocas oportunida-


des de empleo en el muelle de Buenaventura y su área de influencia,
sobre todo, en actividades complementarias dependientes del fun-
cionamiento de éste. De ahí que Buenaventura sea el primer centro
receptor de población en la zona del Pacífico. (Arboleda, 1998, p.
86)

Se muestra la manera en que los polos de atracción de


oleadas migratorias del Pacífico y sus zonas aledañas no se hacen
de manera tan mecánica hacia los centros urbanos del interior;
sino, que van siendo configuradas las secuencias en que ciudades
como Cali se posicionan como centros finales de recepción de es-
tos contingentes poblacionales. En esta misma línea de argumen-
tación se plantea que

con el avance del desarrollo a todo nivel, las comunidades se ven


enfrentadas a la aparición de la economía del narcotráfico hacia
1970. Esta fue penetrando arrolladoramente en el Patía adquirien-
do propiedades y terrenos que sirvieron para lavar altas sumas de
dinero, generando pasajeras fuentes de empleo y convirtiendo a la
postre en lotes ganaderos y baldíos muchas tierras anteriormente
dedicados a la agricultura. La presencia de esta economía modificó
nuevamente el paisaje rural en un periodo que se extendió desde
1978 hasta 1985 aproximadamente, impulsó a los jornaleros que ya
no tuvieron tierra en donde trabajar, situación que produjo altos
niveles de desempleo y generó un ambiente de inseguridad y delin-
cuencia en la región. (Albán, 1999, p.48)

Así se va enhebrando la aguja para asestar delicadas


puntadas en este tramo de la confección de la colcha de interpre-
taciones acerca de las maneras en que las migraciones se convierten
en uno de los primeros eventos a tener en cuenta para la compren-
sión de las construcciones culturales territorializadas de las pobla-
ciones afrocolombianas en Cali, de ahí que su percepción de los
mojones explicativos utilizados tiendan a trascender las caracterís-
ticas raciales-fenotípicas para insinuar que es en la construcción
de identidades culturales de corte étnico desde donde se plantean
Buscado Mejora 85

estrategias para ir construyendo tramos de ciudad donde se nos


reconozca como legítimos pobladores en esta nueva realidad.

En razón de ello, el hecho de plantear las dinámicas de


las migraciones como sucesos totalmente racionalizados tras pre-
vias estadías por periodos cortos en centros urbanos menores o
cabeceras municipales de las regiones de origen o zonas aledañas,
hacen suponer que es posible desenmarañar el complejo entra-
mado de significaciones que arrastra la decisión de migrar.

Así el carácter espasmódico y casi anárquico que se le


había asignado al fenómeno de nuestros procesos migratorios
pierde vigencia, es más se podría afirmar que correspondieron al
estudio de este fenómeno mirando una sola una cara de la mone-
da, cara que aparecía por demás mutilada, puesto que análisis que
se vienen realizando donde la observación de la cotidianidad se
ha convertido en un requisito para establecer relaciones que tras-
ciendan las formalidades propias de los proyectos investigativos,
han arrojado algunos resultados, llegándose a explicar el hecho
de que la aparición de resistencias culturales barrializadas en ciu-
dades del interior que establecen fuertes relaciones con las zonas
rurales o urbanas de donde provienen los migrantes, se pueden
comprender debido a que las realidades que experimentan estos
colonizadores y aventureros urbanos obedecen a estrategias di-
señadas-aplicadas con la intención de menguar las imposiciones
que sobre sus proyectos de vida en pleno proceso de adaptación
perciben con respecto a los demás pobladores de la ciudad y las
lógicas a que esta impulsa.

Tomando medidas prudentes, cual sigilosos hilande-


ros, como son los de adentro proponen que elementos de corte
“tradicional” rural como la familia extensa, la poligamia mascu-
lina, la poliendría en el caso de las mujeres, los avunculados y
las relaciones de parentesco, junto a dinámicas de reconstrucción
artístico-cultural como veladas o encuentros de decimeros, velo-
rios, arrullos, chigualos y toda una programación del calendario
86 Jhon Henry Arboleda Quiñonez

ritual- religioso que en su proceso de adaptación a los contextos


urbanos se amalgaman con fragmentos propios de la rumba ci-
tadina, especialmente con la salsa y ritmos como el Rap y ciertos
entrecruces con la cultura Hip-hop en el caso de los jóvenes que
se reclaman enteramente urbanos, son estrategias de resistencia
que revisten alta eficacia a la hora de posicionar formas distintas
de poblar y representarse la ciudad.

En este marco de observación- interpretación las iden-


tidades que como afrocolombianos exhibimos en los contextos
urbanos dejan de ser prefijadas por elementos de corte exclusiva-
mente raciales; es decir, el observar cotidianamente el continuo
acontecer de las disputas que supone la ciudad entre negaciones,
reconfiguraciones y negociaciones identitarias, donde las etnici-
dades inician a flexibilizarse se convierte en el escenario en el cual
se recrean politizándose algunos elementos pertenecientes a las
micro-regiones étnicas de las que está compuesto el Pacífico co-
lombiano que hace presencia en la ciudad de Cali.

De acuerdo con esto los análisis van arrojando visibili-


zaciones en relación con las cohortes migratorias a las cuales se
refieren en sus trabajos, demostrando como la ciudad acrisola
toda esta variedad de imaginarios y significaciones en un proyec-
to que se ha convertido en común, en tanto la búsqueda está atra-
vesada por la intencionalidad de echar raíces en estas ciudades.

Al respecto los de adentro plantean lo siguiente:

en el imaginario del Patiano urbanizado, la ciudad es un espacio


con mayores opciones para la diversión, abarcando ésta desde la
rumba hasta la “vitriniada” en centros comerciales. También forma
parte del ocio visitar paisanos, una práctica de reafirmación cultu-
ral que ofrece la posibilidad de recordar hechos, acontecimientos
o anécdotas de la vida colectiva y privada del lugar de origen, así
como sobreponerse a numerosas dificultades, contándose de fami-
liares o amigos a los cuales no se puede visitar con la frecuencia
Buscado Mejora 87

deseada. El encuentro entre paisanos propicia fiestas, celebraciones


de cumpleaños y matrimonios, situaciones estas que renuevan la-
zos de amistad y fortalecen valores como la solidaridad y el senti-
miento del paisanaje. (Albán, 1999, p.69)

En esta misma dirección encontramos la siguiente propuesta argu-


mentativa

Categorías como mamá chiquita; para llamarle a una tía en primer


grado, o ñaña a la hermana mayor, hermano de crianza y otras de-
nominaciones –esto es válido para los emigrados más antiguos– se
explican en la medida en que ellos sostuvieron en principio con-
tacto más permanente con la región por viajes continuos o por la
presencia de paisanos. En los últimos emigrados y en general, las
generaciones nacidas en Cali, estas categorías tienden a debilitarse,
también por los cambios propios, sobre todo, en el contexto urbano
del Pacífico. (Arboleda, 1998, p.126-127)

Puede apreciarse como esta perspectiva de análisis aun-


que privilegia la comprensión de las nociones identitarias étnico-
raciales de los migrantes del pacifico particularmente en Cali, en
ningún momento tiende a prefigurar identidades urbanas de los
afrocolombianos conduciendo linealmente las retenciones o frag-
mentos culturales afropacíficos; se insertan más bien en la trama
de complejidades que supone dar cuenta de un proceso que aún
se encuentra en configuración.

Con respecto a dicha perspectiva de observación del fe-


nómeno, habría decir que no recurre a comparaciones entre estas
construcciones y las realizadas por otras corrientes migratorias,
en este sentido, antes que aislar estos contingentes poblacionales
para efectos de sus análisis, evidencian la forma en que pretenden
visualizar, posicionar y redimensionar unas dinámicas culturo- te-
rritoriales que han sido percibidas con un supuesto carácter mo-
nolítico y homogenizante recurriendo a identificar momentos de
cambio, tensión y rearticulación de estas estrategias adaptativas.
88 Jhon Henry Arboleda Quiñonez

La inserción cotidiana y el establecer relaciones un poco


más horizontales con los intereses de investigación, en tanto es-
tos son reconocidos como sujetos que vehiculan conscientemente
sus procesos, dicho sea de paso tal actitud extralimita los márge-
nes establecidos entre un “yo soberano” de interpretación y un
“ellos” objeto de mis necesidades de investigación, abren brecha
para pensar que la espectacularización de los “otros” en situación
formal de indagación puede estar entrando en desuso; puesto
que los “supuestos” objetos de investigación perciben claramente
cuáles son las motivaciones que generan las inserción de algunos
estudiosos en sus comunidades, instaurando la realidad donde el
que pesquisa-observa a la vez es pesquisado y observado, hasta el
punto que la mediación que se establece entre estas dos formas
de mirar-se termina por presentarle al investigador la realidad tal
cual cómo ha ido a buscarla.

Como lo propone Carvalho refiriéndose a las comu-


nidades afro brasileras “todas las comunidades y sus construc-
ciones culturales tienen el derecho de reserva; es decir mostrar
claramente lo que consideran pertinente debe conocer el otro y
volver difuso e intraducible todo aquello que para ellas suponen
sus sentidos de existencia recurriendo a estrategias y simbologías
que solo ellas están en capacidad de comprender”11.)

En razón de ello, el establecer minuciosamente las


etapas como el reconocimiento de la zona, caracterización de
la población, interpretación de lo hallado e implementación
de instrumentos (entrevistas) que debe cumplir un ejercicio de

11 Carvalho Jorge José. Presentación el marco de los llamados viernes de


Sociología realizados en la facultad de Ciencias Sociales y Económicas de la
Universidad del Valle. 2003. frente a esto recordemos la anécdota de Wade
(1999) donde se “salva” y es aceptado entre los “duros” En tanto se demuestra
el carácter racional con que es percibido el investigador al interior de una
comunidad.
Buscado Mejora 89

investigación que pretende traducir la realidad de manera neu-


tral en el caso de las comunidades afrocolombianas en contextos
urbanos, las cuales en los últimos lustros se han visto abocadas a
la sobre intervención por la entrada en vigencia de cierto furor
“negrológico” de parte de algunas facultades y programas de cien-
cias sociales y humanas, deben tener cuidado en dicha pretensión,
en tanto la sentencia del autor referenciado anteriormente se en-
cuentra en plena vigencia al interior de nuestras comunidades12.

Es en este complejo enredar de hilos, diseños, texturas


el espacio en que se ha ido estructurando este campo de estudio,
campo en el cual las poblaciones afrocolombianas de los contex-
tos urbanos ocupamos un lugar de relativa importancia; deta-
llando las puntadas elaboradas por cada grupo de hilanderos, la
colcha está por terminar de ser confeccionada para que cada uno
escoja la punta con la cual se desea cobijar.

Ahora para terminar este apartado, creo que es percep-


tible mi inclinación hacía los trabajos-enunciaciones que vienen
realizando los de adentro, reafirmando esta situación, en tanto
percibo la construcción de nuestras identidades en los contextos
urbanos como dispositivos que venidos de algunos elementos
culturales de corte “tradicional” afropacífico al ser exhibidos en la
ciudad se robustecen con fragmentos que construidos en el mar-
co de otras cosmovisiones logran aportar elementos importantes

12 Con respecto a esto en conversación sostenida con Rafael Sánchez “Pantera”


integrante de la Asociación Etno-cultural Ashanty, en su residencia del
barrio Charco Azul en Cali en 1998, en el marco del desarrollo de un
trabajo de fin de semestre en el curso de Geografía Urbana, me planteaba
lo siguiente “ Brother uno ya sabe como son las vueltas con la gente de la
universidad ya, hacen su trabajo y luego se van.... por ser usted que es de la
causa, del gueto y se pilla las vueltas podemos conversar... porque para los
demás tenemos un video de lo que vienen a preguntar, eso está por allá, ¿se
lo paso o qué?”
90 Jhon Henry Arboleda Quiñonez

en este proceso de politización que se ha convertido la construc-


ción de identidades culturales.

Por tal motivo, expresando un sentir con respecto a los


trabajos desarrollados por los de adentro, para ello recurriré a la
música religiosa-festiva del Pacífico centro- sur del país, la cual
es cantada y contada con mayor recurrencia en algunas zonas del
Distrito de Aguablanca donde hemos logrado reconstruir de ma-
nera definitiva algunos aspectos pertenecientes a nuestra cultura:

Por ahí me va gustando


Sus maneras de cantar
Sus palabras con las mías
Esas suenan al compás.
CAPÍTULO 1II
Donde se pudo… ahí nos metimos

Foto No 3. Sardi, noviembre de 2010.


92 Jhon Henry Arboleda Quiñonez

La ciudad está compuesta de multiplicidad de espacios


y espacialidades en los que cantidad de grupos poblacionales, cual
actores del devenir histórico, independientemente de su nombre
o localización, ponen en escena sus sueños, esperanzas y estrate-
gias de adaptación haciendo de esta el teatro donde sus actuacio-
nes pueden ser rastreadas, buscando entre ellas las trayectorias,
apuestas, tensiones y contracciones que terminan por darle sen-
tido a ese complejo entramado de relaciones sociales en que se
convierten los contextos urbanos.

Así la variedad de factores que inciden en el proceso de


configuración de extensos trozos de ciudad se convierten en ras-
tros evidenciables de las experiencias diferenciadas de estos actores,
que consciente y persistentemente van espacializando sus presen-
cias. Migraciones de carácter inter e intra-urbanas, desplazamien-
tos, destierros o desarraigos continuados resultado de las oleadas
industrializadoras y sus imperativos modernizadores, junto a los
anhelos de acceso a mejores condiciones de vida o de la entrada en
crisis de los ciclos de producción en los lugares de procedencia, su-
mado al prolongado conflicto social y político por el que atraviesa
el país, han confluido hasta posicionarse en detonantes que termi-
nan moldeando movilidades poblacionales, cuyo resultado “final”
es la extensión física de las ciudades y la aparición de los llamados
barrios “subnormales” en la mayoría de la ciudades del país.

Tales rastros de movilidad inter e intra-urbana, co-


nocidas bajo las modalidades de migraciones, desplazamientos,
destierros o desarraigos continuados dejan su impronta en cada
espacio en las que fueron escenificadas las trayectorias de incon-
tables transeúntes de los sectores sociales, económicos y raciales,
cuyas experiencias plasmadas en términos espaciales fueron “in-
tegradas” en condiciones de desventaja, marginalizándolas.

Así, entre recuperaciones de tierras (llamadas cotidiana-


mente invasiones), urbanizaciones piratas, tomas de tierras y con-
solidación de planes de vivienda de interés social se consolidaron
Buscado Mejora 93

las zonas de barriadas populares al Oriente de la ciudad de Cali.


Tal fue el impacto de dicho proceso que las gentes del resto de la
ciudad no tardaron en denominarla como la “otra Cali”.

La lucha por la vivienda propia, que da origen a la ma-


yor parte de las barriadas populares en algunos momentos o para
siempre marginalizadas no es un fenómeno vivido con cierta ex-
clusividad en la ciudad de Cali, sino, una avanzada de sectores
desposeídos decididos por distintas circunstancias a acabar con el
flagelo en que se les había convertido el costo de los arrendamien-
tos en varias ciudades del país, entre las que se destacan Bogotá,
Armenia, Pereira y Medellín.

Lo particular de esta movilidad urbana fue que para la


ciudad de Cali este fenómeno alcanzó dimensiones inusitadas, ja-
lonando extensas cohortes de migrantes intra-urbanos, nacidos
en la ciudad o procedentes de los departamentos vecinos, entre
los que se destacan los venidos de la región Pacífica, movimientos
poblacionales que realizaron desplazamientos-emplazamientos
en sentido centro-oriente y centro-suroriente, llegando a concen-
trar según los datos más conservadores aproximadamente el 42.7
% de la población total de la ciudad (Urrea & Murillo, 1999).

El resultado evidente de este proceso fue la extensión


física de la ciudad y la aparición y paulatina consolidación de sec-
tores populares marginales, racializados; vinculados al imagina-
rio urbano en calidad de “zonas subnormales”, anexando terrenos
convertidos en habitacionales por los colonizadores urbanos ubi-
cados en sentido norte-sur entre la carrera primera con calle 70
y la autopista Simón Bolívar con calle 52 hasta las riveras del río
Cauca, prolongando la ciudad hasta los límites del corregimien-
to de Juanchito perteneciente al municipio de Candelaria, Valle
y conectándose nuevamente con la carrera primera en la recién
abierta autopista ciudad de Cali. Siendo las franjas centro-oriente
y sur-oriente las de mayor concentración de población afroco-
lombiana procedente de los departamentos del Pacífico.
94 Jhon Henry Arboleda Quiñonez

En este contexto valdría la pena preguntarnos ¿cuáles son


las características generales de estas estrategias poblacionales que
terminaron significando la consecución de vivienda propia para
más del cuarenta por ciento de la población total de la ciudad?

3.1 “Invasiones” o recuperaciones de tierras


Está claro que las recuperaciones de tierras urbanas13
(Aprille-Gniset,1992), conocidas comúnmente con el nombre de
“invasiones”, para el caso de la ciudad de Cali, ni para ciudad al-
guna en las que se presentaron, son productos exclusivos de la ini-
ciativa e invención de los migrantes urbanos o rurales del Pacífico
colombiano en el interior del país; sino que el hecho de estar de
manera generalizada ubicados en los peldaños más bajos de la
escala socio-económica los va a posicionar en condición de grupo
poblacional de mayor envergadura en este proceso de espaciali-
zar las presencias y existencias de los marginalizados en términos
económicos, raciales y culturales. De ahí la pertinencia de rastrear
sus trayectorias en la ciudad.

En cuanto a la dinámica de consecución de vivienda


propia en la ciudad de Cali, los afrocolombianos, en este caso los
oriundos del Pacífico, indudablemente se hicieron el grupo con
mayor visibilidad. Producto de las continuadas migraciones que
para el periodo de estudio, comprendido entre los primeros años
de la década de 1970 y 1986 aproximadamente, donde se pueden

13 La noción de recuperación de tierras urbanas (invasiones), junto a la de


colonizadores urbanos, surgen después de la lectura del excelente trabajo
histórico de Aprille, en el que muestra la forma en que las élites económicas
y políticas de la ciudad de Cali entre finales del siglo XIX y en el transcurso
hacia el siglo XX por medio de la utilización de varias estratagemas se
fueron apoderando de las tierras de ejidos, que en el proceso estudiado
se convirtieron materia de disputa político-ideológico entre estas y los
sectores desposeídos en articulación con algunos reductos de los partidos
comunistas, liberal oficialista y el movimiento cívico.
Buscado Mejora 95

determinar tres de las cuatro grandes oleadas migracionales, que


desde esta zona tomaron esta ciudad como destino “final” de su
trashumancia; razón ésta que va a permitir la activación de dis-
tintas estrategias que a la postre van a confluir en la llamada co-
ronación en las continuadas recuperaciones de tierras y coloniza-
ciones urbanas que venían desarrollando.

Las adaptaciones al contexto urbano requieren la puesta


en marcha de múltiples repertorios de acción, entre los que cabe
destacar la reagrupación familiar, poniendo en práctica los lazos
construidos al interior de la familia extensa, la conformación de
las colonias de paisanos (nariñenses, chocoanos, caucanos-pací-
ficos, del norte y del valle del Patía), el reconocimiento de una
pertenencia étnico-racial, de donde subyacen la consolidación de
circuitos laborales que se mueven entre la construcción civil, el
servicio domestico, las ventas ambulantes y la apertura de sitios
de rumba, desde el funcionamiento de estos circuitos culturales
organizaron hacia adentro su sentido de ciudad, en este proceso
la configuración de unos nichos de memoria colectiva, a partir de
las experiencias en la ciudad toman forma.

En este último factor subyace la lógica de caminar carto-


grafiando la ciudad en términos de oportunidades laborales, habi-
tacionales y probabilidades de vincularse sin “mayores” traumatis-
mos a las exigencias de una ciudad como la Cali de mediados-finales
de la década de los setentas, engalanada y fortalecida por el éxito
logrado en los segundos Juegos Panamericanos realizados en 1971.
En razón de ello, tratando de interpretar los avances de la ciudad
en materia infraestructural, habría que ligar este hecho trascen-
dente para la misma, con el asentamiento y visibilización de estas
cohortes migratorias. Insinuando claramente que estos fenómenos
ocurrieron a la par, así la memoria hegemónica de la caleñidad al
referirse a la Cali-calabozo, Cali ciudad deportiva de Latinoamérica
y capital de la salsa, todas estas postales “ficticias” de ciudad, mi-
ren de soslayo dicha realidad, ocultando el “subproducto” de la
96 Jhon Henry Arboleda Quiñonez

“modernización” de la urbe, como es la consolidación de sus lla-


madas zonas marginales, que para el caso de Cali se concentran al
oriente y particularmente en el Distrito de Aguablanca.

De otro lado, el empoderamiento en algunas zo-


nas de la ciudad, en este caso la terminal de transportes, Centro
Administrativo Municipal, Parque de las banderas, el aún desha-
bitado río Meléndez, los bailaderos ubicados al noroccidente de la
ciudad en el barrio Popular y la Isla, se convirtieron en eficiente
circuito cultural que activado en los días de descanso, primordial-
mente domingos, propiciaron el engranaje de la tradición oral en
calidad de elemento que permitía enterarse acerca de los sectores
de la ciudad potencialmente recuperables para la habitación, en los
cuales los paisanos aportarían solidariamente sus esfuerzos para
coronar si alguno de sus cercanos se motivaba a “hacerse rancho”14.

Así, entre estrategias ligadas a las construcciones cultu-


rales vendidas del Pacífico y adaptadas al contexto de la ciudad, la
utilización distinta de los espacios hitos de la urbanización de la
Cali de la década de los setentas, concebidos en calidad de lugares
de re-encuentro con sus paisanos y posibilidad de estar en contac-
to con sus lugares de origen, pues las noticias llegaban hasta ahí
y eran entregadas a través de las redes de colonias; además de la
instauración de relaciones con políticos de los partidos tradicio-
nales, liberales mayormente, hechas a través de algún paisano que
ha logrado avanzar en la escala socio-laboral, se fue entretejiendo
la trama de sentidos que van a dar el resultado hacia el oriente de
la ciudad, a partir de la consolidación de los barrios periféricos,

14 Hacerse rancho, frase muy repetida por los migrantes afro-pacíficos, debe
comprenderse en calidad de estrategias de rearticulación étnica que se
activan y funcionan en la ciudad con la idea de adaptarse, permanecer,
resistir y reconstruir algunos elementos identitarios en ella. Por tal razón,
los migrantes desde la década de los cincuenta y nosotros sus hijos y nietos
estamos hecho rancho en Cali.
Buscado Mejora 97

anexando de manera general esta extensa zona de la ciudad al


imaginario urbano a partir de la recuperación y colonización de
tierras urbanas.

En este complejo entramado de relaciones que se esta-


blecieron se posicionan con denotada importancia las colonias.
En este orden observemos la manera en que esta población fue
convirtiéndose en sector importante en cada una de las coyuntu-
ras políticas por las que atravesaba la ciudad, dinámica aprovecha-
da por los líderes de estas colonias con el propósito de consolidar
su proyecto de adquirir vivienda propia. En el periodo en que con
mayor claridad se percibía el conflicto, entre los años 1975-1977,
tiempo en que aparecen cantidad de asentamientos al oriente de
la ciudad, la comunidad afrocolombiana en Cali es asumida con
“seriedad” en el marco de la contienda electoral que se avecinaba.

El periódico el Pueblo, registraba la siguiente noticia


“diálogo con los nativos de Barbacoas residentes en Cali, sostuvo
ayer el candidato de las mayorías liberales a la presidencia de la
república, Julio Cesar Turbay” (El Pueblo, 26 de Junio 1977). En
este mismo sentido, observamos la manera en que las colonias de
migrantes afrocolombianos fueron minando espacios de visibili-
zación político-organizativa en la ciudad de Cali. Con respecto a
esto encontramos la siguiente información que se encuadra entre
las estrategias desplegadas por estas expresiones organizativas en
la contienda por conseguir vivienda propia.

para hoy sábado, siete de la noche se ha previsto una nueva reu-


nión de la colonia Tumaqueña residente en Cali, durante la cual se
tratarán diversos aspectos relacionados con los programas para el
desarrollo de dicha localidad nariñense. La reunión de hoy se ha
programado en el local ubicado en la calle carrera número 7-14 de
esta ciudad. (El Pueblo 7 de Octubre, 1978).

En este sentido los debates y deliberaciones frente al fu-


turo de la ciudad que se enfrentaba a la eminente prolongación
98 Jhon Henry Arboleda Quiñonez

física, esquivando la planificación urbana e instaurando una nue-


va y nunca proyectada zona de poblamiento urbano, se libraron
en diversos ámbitos de la sociedad caleña. Así, los sectores po-
líticos representados en el cabildo municipal, los medios de co-
municación (periódicos) y comunidad en general presenciaron el
surgimiento de los barrios del oriente de la ciudad.

En debate registrado en el concejo municipal de la ciu-


dad con respecto a los responsables de la aparición y expansión de
la “invasión” del Vergel, tierras recuperadas y colonizadas por can-
tidad de personas de entre las que se destaca la presencia de pobla-
dores afrocolombianos, podemos extraer el siguiente fragmento.

honorable concejal Héctor Herrera he pedido la palabra para pre-


sentar al honorable Concejo un proyecto de acuerdo que está rela-
cionado con la solución a problemas de vivienda en el municipio
de Cali frente a la apremiante necesidad y al hecho concreto de que
se han tenido que presentar situaciones de ocupación de hecho por
parte de centenares de miles de familias que carecen de vivienda,
dice así el proyecto: “por medio del cual se autoriza al alcalde para
adquirir un terreno para solucionar el problema de vivienda a los
ocupantes de hecho del predio denominado el “Vergel”. (Concejo
de Cali, 1980, Folio # 2.)

Continua el proponente del proyecto argumentando


sobre las razones que se “saben” dio origen a dicho proceso de
colonización urbana por parte de los destechados en esta ciudad:

honorable Concejal David Riaño: yo he tenido algunas discusiones


en este recinto algunas de orden ideológico y algunas de orden prác-
tico dentro de los mecanismos del Concejo con el honorable conce-
jal Herrera, representante del partido comunista, pero yo puedo de-
cir esta noche que lo acompaño en la presentación de este proyecto
de acuerdo. Tengo informaciones que el dueño de la cadena (…)
familiar anda con unas actas de Imvicali para tratar de echarle lodo
al nombre de David Riaño por el solo hecho de ser un hombre que
Buscado Mejora 99

ha combatido al movimiento cívico. Como mi conciencia está tran-


quila no tengo nada que temer ni nada que me asuste por parte del
movimiento del señor Pardo Llada, estoy dispuesto a afrontar aquí,
así me muera en el recinto del Concejo todos los debates que quie-
ran hacer las fuerzas reaccionarias del movimiento del señor Pardo
Llada. Es que para pararse en el concejo de Cali y hablar sobre los
problemas de la comunidad caleña, tiene que tener autoridad mo-
ral y yo la tengo señor Garcés Vernaza. Antes de profundizar en este
proyecto de acuerdo, quiero notificar de una vez por todas al señor
Gustavo Álvarez que en el resto que le corresponde de este periodo,
los debates los tiene que hacer conmigo porque soy el representante
del señor Carlos Holmes Trujillo y esperaremos el mes de noviem-
bre para que venga conmigo y yo traer al miembro de la dirección
nacional Carlos Holmes Trujillo, pues Carlos Holmes desde hace
mucho tiempo atrás fijó su posición de que el no negociará con los
perros , sino con los amos. (Concejo de Cali, 1980, Folio # 2)

Desde otra tribuna, pero en la misma dirección con la


firme intencionalidad de generar opinión pública masificada, el
periódico El Pueblo, de adscripción liberal, partido trenzado en
este debate por el surgimiento de los barrios al oriente de Cali, se
publicaba la siguiente noticia

un proyecto de acuerdo que se debate en el cabildo estipula facul-


tades especiales al gobernante para adquirir dichos predios a tra-
vés del Instituto de Vivienda de Cali, o, en su defecto expropiarlos.
Como una situación que podría incluso, degenerar en un choque
entre el concejo municipal y el alcalde, calificaron ayer observadores
el rumbo que sobre el particular han tomado los acontecimientos.
Se admite que el proyecto en mención, propuesto por el edil comu-
nista Héctor Herrera ha sido recibido “con complacencia por los
concejales caleños. (…) El liberal David Riaño Ospina, integrante
de la coalición de gobierno que respalda al alcalde escobar. Anticipó
que daría su voto para aprobar, sin cambios el aludido proyecto. (El
Pueblo 15 de abril de1980).

Presentado así el orden de los acontecimientos, en el


que queda medianamente claro que la aparición de asentamientos
100 Jhon Henry Arboleda Quiñonez

emplazados al oriente de la ciudad, fue convirtiéndose paulatina-


mente en un campo de debates político-ideológicos, que en oca-
siones enfrentaba a los sectores con representación política fuerte
en el Concejo, o, en su defecto propició inusitadas alianzas entre
horizontes sociales aparentemente antagónicos, preguntémonos:
¿Qué intereses políticos, económicos y electoreros se ponían en
juego en los debates sostenidos en este periodo en el cabildo mu-
nicipal de Cali?

El funcionamiento del engranaje político-burocrá-


tico que desde las representaciones nacionales en cámara y se-
nado, con tentáculos en las oficinas municipales de planeación
y en el recién creado Instituto Municipal de Vivienda de Cali,
nos pueden aportar pistas para desenmarañar el intríngulis que
fortaleció de manera evidente la ampliación de la ciudad hacia
el oriente. Las coyunturales alianzas entre los representantes del
partido comunista, la bancada liberal oficialista de adscripción
Holmista, la bancada conservadora de adscripción Holguinista y
el Movimiento Cívico liderado por el periodista cubano, radicado
en la ciudad José Pardo Llada, sin estar exenta de pugnas y ten-
siones se posicionaron como triada representativa que matizaba
según sus intereses el reto que representaba para la ciudad recon-
ducir su expansión física.

Con respecto a esto observemos lo que afirma Aprille-


Gniset en su historia de la ciudad colombiana, en el capítulo re-
ferente a Cali.

multiplicándose la toma popular organizada y planificada de tie-


rras urbanas, en numerosas ciudades se promulga la Ley 66 de
1968, presentada como destinada a detener la especulación “pirata”,
pero en realidad originada en una presión de la lonja y de un nuevo
sector especulativo con la vivienda. Con frecuencia el gremio de la
propiedad raíz urbana emprendía campañas de prensa, quejándose
de la “desvalorización” que producía sobre el entorno, “perjudican-
do” a los dueños de las tierras, el surgimiento de un nuevo barrio
Buscado Mejora 101

popular. Mientras tanto el aumento de la demanda impulsó a un


sector especulativo financiero con la vivienda, lo cual culminaría en
1972, con el sistema monetario de crédito de las UPACs y entroni-
zaba la penetración del sector bancario privado en la construcción
urbana. La ley no molestaría mucho a los estafadores del techo, pero
sería la eficiente base legal que utilizarían las alcaldías para reprimir
a las organizaciones de destechados. Sin embargo, en la misma dé-
cada del sesenta se incrementan en Cali las ocupaciones, orientadas
por politiqueros locales, con un marcado aumento en vísperas de
elecciones. Con frecuencia actúan en asocio con políticos y latifun-
distas, para construir unas fortalezas electorales liberales. (Aprille-
Gniset, 1992, p.708-709)

Con respecto a la zona y población que nos ocupa el


mismo autor plantea que

la seudo-invasión en San Luis15*, promovida por politiqueros en


busca de una masa electoral dócil, ilustra en 1976-1977 esta mo-
dalidad fríamente calculada, con el doble resultado de crear un
bastión liberal y de auspiciar la especulación sobre las tierras aleda-
ñas, pertenecientes a la imprescindible familia Garcés. En los años
siguientes se multiplicaron estas operaciones electoreras, a veces
promovidas por representantes y senadores, que en 1966 habían
votado la Ley 66. El caso de El Vergel es muy significativo, en víspe-
ras de las elecciones del año 1978, y se ampliará poco antes de las
elecciones del 80 para culminar en un archipiélago de operaciones
similares en el 82. De la irresponsabilidad de estos políticos radica
en gran parte, el botín que se llamaría Aguablanca y más de veinte
barrios, esparcidos en los pantanos y caños putrefactos de las orillas
del río Cauca y totalizando una población de más de 100.000 per-
sonas. (Aprille-Gniset, 1992, p.709)

15 *
Primer barrio popular surgido en el nor-oriente de la ciudad, donde la
presencia de pobladores afrocolombianos pertenecientes a las segunda
oleada migratoria, sobre todo gentes venidas del Chocó y Tumaco se hace
evidente. El asterisco es anexado.
102 Jhon Henry Arboleda Quiñonez

Tal actitud de las elites políticas en relación con el tra-


tamiento dado al problema de la recuperación de tierras urbanas
por parte de los colonizadores, asociados en organizaciones provi-
viendas y ligas de destechados, la podemos corroborar analizando
las visitas, que cual ritual religioso hicieron cantidad de políticos
y candidatos a corporaciones públicas de la ciudad, el departa-
mento y la nación, quienes adquirieron un dominio privilegiado
del tema, al ser ellos mismos jueces y partes en este proceso.

El periódico El Pueblo publicaba las siguientes noticias


al respecto:

en la sede del directorio liberal que preside el senador Carlos


Holmes Trujillo, el dirigente popular Luis Mendoza dialogó con
miembros de los comités de los barrios caleños. Se explicó la refor-
ma electoral y la importancia de votar mayoritariamente por el par-
tido el nueve de marzo, esto corresponde al acto al que concurrió el
senador Holmes. (El Pueblo 16 de febrero de 1980)

El mismo día y en la misma coyuntura se cubría el si-


guiente acontecimiento presentado con un cariz social, donde el
“compromiso” de los liberales con los destechados de la ciudad se
hacía evidente.

el senador Germán Romero Terreros, fundador de la corporación


Enrique Olaya Herrera, participa de los actos deportivos cumplidos
en el barrio Unión de Vivienda Popular, con motivos de los juegos
patrocinados por esa entidad. (El Pueblo.16 de febrero de 1980,)

Como sabemos cada grupo o sector que por las circuns-


tancias o por voluntades conscientemente expresadas se embar-
can en un proyecto atravesado por lo político, se ven obligados a
estructurar sus agenciamientos tácticos en la ruta de concreción
de sus objetivos, en este caso la consecución de vivienda propia en
la ciudad de Cali así lo exigía, en este marco, no estamos presen-
tando la versión de los políticos y partidos tradicionales perversos
Buscado Mejora 103

y manipuladores jugando deliberadamente con la esperanza de


los destechados venidos del Pacífico, sino que estamos ante las
trayectorias de un extenso contingente poblacional que en la
comprensión de las condiciones que “deben cumplir y aceptar”,
en cuanto a las exigencias que dispone la ciudad en su búsqueda
por hacerse a un trozo de ella, activan este tipo de relaciones sa-
cando provecho de las circunstancias políticas y ambiciones elec-
toreras de algunos grupos reconocidos en la ciudad.

En este sentido, los acuerdos fácticos con los políticos


tradicionales, los politiqueros, las asociaciones de trabajo comu-
nitario de orientación marxista, sumada a la puesta en práctica de
algunos componentes de sus repertorios culturales, ahora en su
versión adaptada a los contextos urbanos, fueron consolidando
la estela de barrios al oriente de la ciudad y particularmente en
la zona centro y sur-oriental de la misma, dando forma al surgi-
miento de las barriadas populares con mayor concentración de
población afrocolombiana en la ciudad de Cali y en Colombia16.

Este cuadro básico en el que se destacan las relaciones


entre partidos políticos tradicionales, sectores socio-económicos
importantes, representados en los medios de comunicación (pe-
riódico y radio) y colonias de paisanos del Pacífico residentes en

16 Esta afirmación la sustenta el hecho que el Instituto de Vivienda de Cali y


la Oficina de Planeación Municipal, tras debates sostenidos en el concejo
, acompasados por la divulgación que de este proceso hizo el Diario el
Pueblo, entre 1969 y 1983 legalizara la existencia de 11 barrios originados
a partir de la recuperación de tierras y la colonización urbana. Así en 1974
por el acuerdo 18/69 crea el barrio Mariano Ramos, 33/70 crea el barrio
República de Israel, 42/71, se crea el barrio Unión de Vivienda popular,
13/80 se crea el barrio el Diamante, 03/81 se crea el barrio el Vergel, el 25/82
crea el barrio Retiro, el 04/83 crea los barrios Poblado I-II, el 30/85, crea el
barrio Laureano Gómez , el 04/80 crea el barrio Charco Azul, primer barrio
producto de la recuperación de tierras en la zona centro-oriental. A estos
decretos volveremos más adelante.
104 Jhon Henry Arboleda Quiñonez

Cali, cada uno con sus estrategias, mecanismos e intereses de cara


a la ciudad y los espacios potencialmente habitables, tomó forma
la recuperación de tierras a partir de las cada vez más constantes
colonizaciones urbanas. Instaurando esta modalidad de pobla-
miento como una de las de mayor importancia para este periodo
de ampliación física vertiginosa que vivió Cali durante toda la
década de los 70.

Tal dinámica de expansión física de la ciudad, resul-


tado de las movilizaciones–migraciones intraurbanas, hacían
presagiar un colapso de las redes de servicios públicos básicos
(acueducto, electricidad y alcantarillado) pensadas para una
ciudad con un crecimiento paulatino, pero controlado, que para
este momento histórico (1970) solo llegaba hasta la avenida
Libardo Lozano Guerrero, conocida como la calle 44. Tal situa-
ción además planteaba retos insospechados por la administra-
ción en materia de cobertura de transporte público, pues escasas
empresas transportadoras extendían sus rutas hasta esta zona
que se convertía en el reservorio de mano de obra poco califica-
da y por ende barata para los sectores económicos y productivos
pujantes de la ciudad.

De otro lado, debido a la gran cantidad de niños en


edad escolar, quienes permanecían prolongadas horas en sus ca-
sas o se lanzaban a las calles en busca de juegos y diversión, la
ciudad evidenció rápidamente deficiencias en materia de oferta
educativa, sobre todo entre la población de la segunda y terce-
ra infancia, por ello la educación formal de carácter público se
posicionó como uno de los aspectos que mayor fuerza aportó
a las reclamaciones de dignificación de las familias habitantes
de los nuevos sectores, revistiendo uno de los renglones difícil
resolución por parte de las administraciones. De ahí que los “es-
fuerzos” por adherir esta zona al imaginario urbano de Cali, ha-
yan significado verdaderos retos urbanísticos, que terminan por
consolidar su imagen de ciudad con las convulsiones propias de
un crecimiento acelerado.
Buscado Mejora 105

3.2 Urbanizaciones piratas


Este fue uno de los mecanismos-modalidades que en la
lucha de los sectores populares por adquirir vivienda en Cali fue
tomando personalidad propia, dejando una impronta indeleble,
tanto en los sectores de la ciudad que se poblaron mediante ella,
como en los habitantes que estuvieron en medio de las disputas
por tierras libradas entre los especuladores con la vivienda (ur-
banizadores piratas), los presuntos dueños legales de los terrenos
ofrecidos en calidad de soluciones habitacionales, los potenciales
habitantes de los barrios, presas del engaño de los inescrupulosos
urbanizadores y las entidades gubernamentales involucradas en
estos forcejeos político-sociales en que se convirtió el poblamien-
to de algunas zonas del oriente de ciudad.

Estas acciones poblacionales en las que se evidenciaron


los intereses político-económicos que se vertían sobre esta poten-
cial zona urbanizable, fueron demarcando de una parte algunas tra-
yectorias migracionales intraurbanas, pues cada vez resultaba más
claro el problema de vivienda entre los sectores populares que em-
pezaron a percibir el oriente como lugar de solución a su problema
y de otra parte, representó la maquinación de personas y grupos
dispuestos a convertir el problema de la vivienda extralegal o ilegal
en un negocio altamente lucrativo económica y políticamente; en
tanto que esta modalidad de poblamiento en su sentido político-es-
pacial brindó la posibilidad de demarcar fortines electorales para
políticos que la impulsaron y luego actuaron como mediadores en
la resolución del conflicto que suponía legalizar estos truculentos
modos de adjudicar soluciones habitacionales a los necesitados.

Por urbanización pirata se entiende aquella que no llena la tota-


lidad de los requisitos exigidos por la Ley 66 de 1968, tales como
estar inscrito (el urbanizador) en la Superintendencia Bancaria, te-
ner permiso de venta los de lotes, contar con los planos apropiados,
disponer de servicios públicos y tener demarcadas las zonas verdes.
(Arango, 1986, p.227)
106 Jhon Henry Arboleda Quiñonez

Cabe anotar que en esta modalidad de poblamien-


to percibida en calidad de estrategia revestida de un manto de
ilegalidad o extra-legalidad, terminaron confluyendo intereses
mezquinos de terratenientes urbanos pertenecientes a prestantes
familias, politiqueros de turno, usureros y algunos empleados pú-
blicos de dependencias encargadas del futuro desarrollo urbanís-
tico de la ciudad y personas inescrupulosas que “hacían” parte de
las organizaciones vecinales que buscaban vivienda propia en la
ciudad, engrosando uno de los mojones más difíciles de acceder
por parte de las autoridades municipales con miras a solucionar
el problema del déficit habitacional.

Esta clase de urbanizaciones han proliferado notablemente en el


país en los últimos años (se está hablando en la década del 80), de-
bido al creciente déficit habitacional, a la insuficiencia de los planes
oficiales de vivienda y a la carestía de los planes privados en esta
misma materia. (Arango, 1986, p. 227)

Esta modalidad de poblamiento, es producto de los cál-


culos alrededor de las posibles ganancias en materia económica y
política, pues este periodo consolidó el negocio de la tierra urbana
para uso habitacional como uno de los de mayor rentabilidad en
términos del capital, además de prestarse para la creación de ex-
tensos caldos de cultivo en el que los partidos políticos pretendían
consolidar sus fortines electoreros. En este sentido, observemos que

los alcances de la Ley 66 de 1968 son tibios y limitados, pudiendo


los urbanizadores piratas cumplirlos o burlarlas por igual y sin de-
trimento de sus intereses: los activos de las 78 urbanizaciones en
1977 ascendían a 932.9 millones de pesos, mientras que el total de
las multas impuestas por la Superbancaria apenas sobrepasaba el
millón de pesos (…) la Superbancaria parece haber adoptado la
política de evitar en todo lo posible la imposición de sanciones, op-
tando más bien por el sistema de exhortaciones, comunicaciones
y arreglos amistosos durante algunos periodos. En algunos casos
la Superbancaria haber sido remisa o excesivamente benévola con
Buscado Mejora 107

ciertas urbanizaciones que repetidamente y por varios años han


quebrantado las disposiciones de la ley 66. (…) el negocio de las
urbanizaciones piratas es altamente lucrativo tanto para el propie-
tario del terreno como para el urbanizador y hasta para los fun-
cionarios y algunos dirigentes comunales que se han prestado para
ello. (Arango, 1986, p.229-231)

La proliferación de urbanizaciones piratas en la ciudad


de Cali envolvió la lucha por la vivienda propia encarnada por los
sectores populares en un ambiente de enrarecimiento de los roles
desempeñados por algunos sectores en esta contienda. De un lado
la aparición de promesas de vivienda de parte de algunos avivatos
surtió el efecto de “adherir” a los luchadores a sus redes clientela-
res, asignándoles la función de mediadores entre los intereses de
las clases dirigentes involucradas en este proceso y los de aquellos
que ocupando lugares de catalizadores en los cargos medios de
los institutos y dependencias nacionales, departamentales y mu-
nicipales terminaron por fortalecer sus proyectos políticos de tipo
individual-caudillista.

Como ejemplo de ello, para el caso de Cali nos encon-


tramos tempranamente con este fenómeno, en uno de los pri-
meros estirones físicos que presentó la ciudad hacía el oriente
en donde confluyeron diversas modalidades de poblamientos
(tomas de tierras seudo-invasiones) entre los que se destacan los
primeros atisbos de la consolidación de la urbanización pirata en
condición de factor que impulsó la vertiginosa prolongación del
barrio San Luis, al nororiente de la ciudad, durante toda la década
de los 70 disputa que se extendió hasta bien entrados los años 80,
cuando la atención se centró en el centro-oriente y sur-oriente.

Con respecto a esto atendamos al debate en el conce-


jo en el que se citan de manera obligatoria a los señores geren-
tes de EMCALI (Empresas municipales de Cali) y el director de
IMVICALI (Instituto municipal de vivienda de Cali), para que
expliquen las anomalías en relación con la adjudicación de lotes,
108 Jhon Henry Arboleda Quiñonez

los costos de las obras públicas, donde se insinúa la ilegalidad de


los sectores directamente beneficiarios en materia económica y
política en este proceso.

es que en la compra de esos terrenos como decía aquí, el Gerente de


Imvicali haya habido negociados. No me extrañaría señor Gerente
de Imvicali pues aquí en este país en donde el estado colombiano
cae cada vez en la putrefacción y en la corrupción en este asunto
también se hubiera presentado negociados y hubiera habido serru-
cho en las tierras de San Luis. Pero el problema que tratamos ahora
no es ese señor Gerente de Imvicali. De lo que se trata hoy es que
se han producido hechos administrativos que han producido unos
derechos para unos adjudicatarios. Ojalá que la investigación que
usted ha pedido culminara y ojala cayeran los peces gordos de que
usted habla, los serrúcheros y chanchulleros; pero dudo mucho,
más bien creo que lo que usted plantea es sencillamente un sofisma
de distracción para desviar el debate porque está fresco aún señor
presidente y señores concejales el latrocinio que se ha cometido en
Emsirva y no hay un preso en la cárcel por esos delitos. (Concejo de
Cali, 1977, folio #30)

En este mismo debate, dejando claro por dónde va con-


duciéndose el aumento de la inversión del municipio para hacer-
se a estos terrenos, “legalmente” en manos de unas familias con
comprobadas relaciones con el municipio y particularmente con
las oficinas encargadas de la planeación urbana, razón que ele-
varía los costos de lotes para los adjudicatarios, demorando su
entrega y poblamiento, lo que degeneraría en intentonas de tomas
de tierras. Pongamos atención al rumbo que toma la discusión.

el señor Gerente de Emcali, ya lo dije en la sesión de noviembre


pasado, es una de las personas que representando intereses de te-
rratenientes y urbanizadores, es quien más se está oponiendo a que
se ocupen los terrenos de San Luis. Señor Gerente: yo no le doy
crédito a sus datos, ni a sus cálculos, ni a sus proyectos porque us-
ted en este asunto de San Luis ha mentido varias veces. En el Acta
del 19 de noviembre dejé constancia señor presidente que el señor
Buscado Mejora 109

Arizabaleta en la Junta de planeación municipal dijo que las obras


de San Luis no valían $ 45.000.000, sino 70 millones de pesos. ¿Para
qué? Para afirmar a renglón seguido que los adjudicatarios de San
Luis, personas de bajos ingresos, no podían sufragar el costo de las
obras y no se les podía cumplir con las adjudicaciones. (Concejo de
Cali, 1977, folio #30)

Tales conductas fueron recurrentes dejando a su paso


la conformación de una especie de gremio especulador con la vi-
vienda destinada a los sectores populares. Dicho procedimiento
va a encontrar su máxima expresión en la aceleración del proceso
de poblamiento que vivió la ciudad entre mediados y finales de
la década del los 70 y durante toda la década de los 80, periodo
en que las migraciones de carácter intra-urbano van a fijar en el
centro-oriente y suroriente el espacio en el que era posible con-
vertirse en adjudicatario de uno de los planes de vivienda, que
en calidad de retenedores de las recuperaciones de tierras y co-
lonizaciones urbanas, ofrecía el gobierno municipal a través del
cuestionado Instituto Municipal de Vivienda de la ciudad.

En este sentido, las articulaciones establecidas entre los


terratenientes tradicionales de la ciudad, miembros de las fami-
lias prestantes con capacidad de nombrar y remover empleados
en los cargos claves que requería este proyecto de urbanización
“extralegal”, los “nuevos” empresarios de tierras urbanas y los po-
líticos liberales de turno, iba a desembocar en la proliferación de
planes de vivienda de interés social, sobre terrenos en los que sus
dominios no estaban del todo claro, pero los cálculos monetarios
y las potenciales ganancias electorales se entremezclaban en ese
camino de convertir a los destechados en victimas de contuber-
nios que se solucionarían a través de la toma directa de tierras.
(Aprille-Gniset, 1992, p.726-736)

En este contexto, un caso paradigmático de esto lo con-


figura la prolongada batalla jurídica librada entre terratenientes
de viejo cuño, humildes propietarios herederos de la hacien-
da y las autoridades municipales por los terrenos llamados “las
110 Jhon Henry Arboleda Quiñonez

cucarachas” ubicados al centro-oriente proyectado como vivien-


da de interés social para los destechados. Terrenos en que se cons-
truirían los barrios San Pedro Claver, Diamante, Vergel y Poblado
I. A este respecto el periódico El Pueblo informa que

no volveremos a arriesgar ni un centavo. De ahora en adelante las


personas que permitan que sean invadidas sus propiedades, debe-
rán negociar directamente con los ocupantes. Imvicali, solo actua-
rá como intermediario en la negociación y a medida que cancelen
los invasores sus cuotas por el terreno invadido nosotros procede-
remos a pagarle al legítimo propietario. (El Pueblo. Martes 11 de
agosto de1981).

Si recordamos que el urbanizador pirata en muy con-


tadas ocasiones es dueño directo de los terrenos y, que además
abre la negociación con sus potenciales benefactores presentan-
do promesas de venta de los presuntos propietarios legales de los
terrenos. Correspondería pensar quiénes serían los mayormente
beneficiados con la anterior determinación, teniendo presente
las articulaciones que se dieron en este negocio, las cuales hemos
nombrado anteriormente.

En el mismo mes, después de tomada la orientación de


no negociar con “invasores”, estalla la polémica que dejaría en evi-
dencia lógica de la urbanización pirata al oriente de la ciudad. En
uno de los primeros planes de vivienda de interés social proyec-
tado como solución a la problemática del déficit habitacional. El
periódico El pueblo informaba que

las escrituras dadas a conocer señalan primero que en 1906 que el


propietario de “Las Cucarachas” es el señor Mercedario Mercado,
quien años después, a través de un testamento heredó a su hijo
Matías, quien a su vez firmó la nueva escritura en 1915. Desde en-
tonces Matías se convirtió en el único propietario de esos terrenos,
hoy aún en vida Matías ha heredado esos terrenos a sus hijos Puno,
Benjamín, Mercedes y Martina, quienes han denunciado su legitima
Buscado Mejora 111

pertenencia y niegan la validez de una serie de escrituras que han


sido presentadas al gobierno municipal, alegando pertenencia legi-
tima de esos terrenos para proceder a venderlos. Como se informó,
el pasado 3 de septiembre por este mismo medio, una de las enti-
dades denunciadas es el Instituto de Vivienda de Cali, INVICALI,
el cual adjudicó lotes de estos terrenos a una serie de familias que
hoy conforman los barrios El vergel, El Poblado y San Pedro de
acuerdo a las denuncias hechas, estas tierras fueron negociadas por
personas ajenas a la familia Mercado ante el instituto sin previa in-
vestigación de la legitimidad de los documentos presentados. Así
mismo se informó en dicha publicación que el representante de los
Mercados, Rozo Guzmán Cárdenas, denunció penalmente a Arturo
Peláez Montenegro, miembro de la junta directiva de Imvicali por
estafa, al aceptar, este último, la suma de 20 mil pesos para ayudar a
esclarecer los hechos en reunión de junta directiva del instituto, ac-
titud que no cumplió. El personero de Cali aseguró al respecto que
desde hoy iniciará la investigación correspondiente para esclarecer
estos hechos y establecer responsabilidades, si es el caso. (El Pueblo.
martes 20 de octubre de1981).

Con respecto a este flagrante caso de urbanización pira-


ta en el que pueden establecerse relaciones entre políticos, fami-
lias prestantes especuladoras con la tierra destinada a la vivienda
de los sectores populares y los intermediarios (los que terminan
recibiendo el nombre de piratas), se desplegó un amplio cubri-
miento periodístico que va arrojando las pistas suficientes para
observar la manera en que se involucran personajes de distintos
pelambres con ansias de hacerse participes de ese botín que repre-
sentaba el poblamiento del oriente de la ciudad.

No está de más nombrar los personajes trenzados en


esta disputa por estas tierras que al romper se evidencia no les
pertenecen, sino que el engranaje establecido entre represen-
tantes políticos en la administración local (Concejo, Imvicali,
Oficinas de planeación), comerciantes “legales” de tierras y fami-
lias en que extrañamente se concentran las otrora tierras ejida-
les de la ciudad, configuraron el circuito que se desplazaba de lo
112 Jhon Henry Arboleda Quiñonez

político-administrativo hacia lo económico sin muchas restric-


ciones, haciendo de la usura con la tierra el negocio más rentable
del momento en todos los ámbitos en los que se desempeñaban.

El mismo periódico entre la fecha en que se destapa el


negociado y el mes de noviembre en que se legalizan estos ba-
rrios, en un proceso de extraordinaria eficiencia administrativa y
jurídica, recoge opiniones e intervenciones, la mayoría en contra
de la familia poseedora de las “primeras” y “legitimas” escritu-
ras. Demostrando la efectividad que en este proceso representó
la articulación entre sectores políticos prestantes de la ciudad,
asociados a las infaltables familias patricias, los “nuevos” comer-
ciantes-urbanizadores y los medios de comunicación (periódicos
locales) de la ciudad en la creación de la nueva realidad espacial y
la discursividad sobre las posibilidades de beneficiar a los despro-
tegidos, los que debían ubicarse al oriente de la ciudad.

El núcleo de la contienda jurídico-legal lo encarnaban


las familias Mercado, reclamando por antigüedad su propiedad
legitima sobre esas tierras y la alianza entre las familias Garcés y
Millán Villafañe quienes poseen unas escrituras que aparentan ser
autenticas. La discusión involucró al señor Terry Adamo gerente
de Imvicali, quien asumió postura a favor de las prestantes fami-
lias, de las que dependía su cargo, Armando Barona Mesa, repre-
sentante a la cámara por el Valle del Cauca, quien es acusado de
incentivar la negociación tras beneficios partidistas que aseguran
buen caudal de votos en las próximas jornadas electorales17.

17 Este caso se siguió en este periódico entre los días 11 de agosto y 28 de


noviembre de 1981, con los siguientes titulares “Investigan venta de tierras”,
“Piden repartir “Las cucarachas””, “El caso Mercado”, “La publicación de
escritura en poder de la familia Mercado”, “Barona Mesa se refiere a terreno
de Las cucarachas”, “Por calumnia, denunciados Holmes y Riaño”, “Concejo
legaliza invasiones”. Periodo suficiente para evidenciar cómo se gesta la
articulación de fuerzas y sectores en la conformación de una urbanización
pirata.
Buscado Mejora 113

De esta forma quedamos medianamente informados


acerca de los artilugios que se activaron en la consolidación de la
modalidad de la urbanización pirata hacia el oriente de la ciudad.
De ahí que hoy retumbe incómodamente en las rumbas de la Cali
del oriente, la Cali que no hace parte de la ciudad postal, el estri-
billo de la canción de salsa “Antonio Morejón”, en voz de Frankie
Hernández cuando insiste en pregonar “se apoderan de lo mejor
de nuestras tierras y nos tiran todo lo que sobra”. Para terminar
sentenciando que “son dueños de tierras de nadie, ¿a ellos quien
se las vendió?”.

En esta modalidad de poblamiento, en la que se evi-


dencia la imbricación de los intereses de políticos tradicionales
de largas trayectorias en la ciudad, administradores municipales,
funcionarios de dependencias directamente involucradas con el
problema de la vivienda y la planificación urbana en asociación
con los comerciantes de tierras, acompasada por el golpe de opi-
nión generado a través de los medios de comunicación, en este
caso el periódico, ocurre un efecto extraño que envuelve a los
destinatarios finales de estos terrenos “usurpados” o “expropia-
dos” a partir de artilugios burocráticos y leguleyadas propias de
los “ejidologos” de la ciudad, en un manto de ilegalidad extrema
que raya con la descalificación hacia los que ocupan los lotes y
absuelve, hasta la impunidad a los responsables de estos hechos,
encargados de organizar toda la trama de engaños de cara a la
ciudad, además de asegurarse gruesas sumas de dinero y benefi-
cios electorales, pues entre los “beneficiarios” de esta modalidad
de poblamiento siempre sus nombres resuenan cual garantes de
la consecución de vivienda propia.

3.3 Tomas de tierra


Esta modalidad de poblamiento que nunca logró con-
solidarse en calidad tendencia generalizada en el proceso de
expansión urbana hacia el oriente de la ciudad, presenta como
114 Jhon Henry Arboleda Quiñonez

característica ser la amalgama de algunas de las formas de pobla-


miento anteriormente mencionadas. Resultado azaroso de las pro-
mesas dilatadas en el tiempo, representadas en aplazamientos de la
entrega final a los potenciales “adjudicatarios” y la detección de falen-
cias en cuanto a acondicionamientos básicos en los planes de vivien-
da “ofrecidos” por los urbanizadores piratas en algunas ocasiones.

Efectos apenas presagiables debido a las continuos pró-


rrogas en la puesta en marcha de los primeros programas de vi-
vienda de interés social para esta zona, como consecuencia largos,
tediosos y enredosos procesos jurídicos iniciados por las institu-
ciones encargadas de bregar con este tipo de situaciones, las to-
mas de tierras que se presentaron se registraron como irrupciones
de tipo espasmódico en las que los destechados o potenciales ad-
judicatarios, bien sea de planes de vivienda estatal, departamental
o municipal, víctimas de los engaños de urbanizadores piratas,
accedieron de forma directa a sus lotes, presionando a las autori-
dades correspondientes a la toma de decisiones contundentes en
miras de solucionar estas situaciones.

Las tomas de tierras tendieron a resolverse con la pues-


ta en marcha de las entregas masivas, las acometidas de servicios
públicos básicos, bajo organizadas y eficientes lógicas de control
sobre la población que vio en esta medida la única forma de so-
lucionar su problema de acceso a la vivienda propia. De ahí que
en algunos barrios del oriente, las modalidades de poblamiento
sean distintas (entre recuperaciones de tierra, planes de vivienda,
urbanizaciones piratas legalizadas, tomas de tierras), y marquen
diferenciaciones al interior de estos que con el correr del tiempo y
la consolidación de los mismos va a ser utilizados en condición de
marcadores de espacializaciones y territorialidades. 18

18 Este proceso se va a evidenciar en la zona del centro-oriente, en los barrios


Poblado, Comuneros I, Retiro, San Pedro, tras el sonado caso de litigio
Buscado Mejora 115

3.4 Vivienda de interés social


La vivienda de interés social hacia el oriente de la ciudad
destinada a solucionar el problema habitacional por el que se atra-
vesaba, vino a encontrar claridad después de 1987, cuando ya se
encontraba consolidada la expansión urbana de Cali hacia zonas
antes inimaginadas producto de las modalidades caracterizadas an-
teriormente. Con respecto a la zona de interés en esta reflexión, van
a ser las urbanizaciones como el Vallado, Villa del Lago, Calipso, El
Pondaje, Ciudad Córdoba, en un primer momento que va hasta
aproximadamente 1995 en que se consolidan en calidad de nuevos
espacios urbanos en Cali, los programas que intentan solucionar el
déficit habitacional entre los sectores populares.

Programas de vivienda de interés social cuya plani-


ficación y demarcación de zonas verdes, cobertura de servicios
básicos y proyección de zonas verdes puede ser catalogada como
exitosa; aunque nos es coincidencia que las cinco soluciones de
vivienda de interés social “correctamente” direccionadas, hayan
visto su concreción, cada una contigua a los sectores de prolon-
gación físico-poblacional que mayor esfuerzo administrativo le
representaron al gobierno municipal19.

En este contexto no está de más afirmar que la proyec-


ción de planes y programas de vivienda de interés social ubicada

de la hacienda “La cucaracha”, lo que desesperó a algunos “potenciales”


adjudicatarios y los obligó a tomarse ciertos sectores de estos barrios.
19 El barrio Villa del Lago, se construyó contiguo a Charco Azul, primer
barrio de recuperación de tierras al centro-oriente, El Vallado se construyó
contiguo al barrio El Retiro, barrio de mayor concentración de pobladores
afrocolombianos en el sur-oriente, producto de varias modalidades de
poblamiento, Calipso se construyó en un terreno ubicado en los límites
entre el Diamante, Poblado y Yira Castro, Ciudad Córdoba, se construyó
entre los barrios Mariano Ramos y República de Israel, pertenecientes a la
antigua Unión de vivienda popular junto a los barrios Antonio Nariño y La
Unión, barrios construidos a partir de la recuperación de tierras.
116 Jhon Henry Arboleda Quiñonez

hacia el oriente de la ciudad obedece a varias estrategias, entre


ellas frenar la ampliación de la ciudad hacia esta zona a partir de
modalidades por fuera de la ortodoxia planificadora de los insti-
tutos dedicados a esta materia, además de ejercer control sobre
esta nueva zona de la ciudad.

De otro lado, también puede interpretarse como el re-


conocimiento final de la aparición de un nuevo sector que se ad-
juntaba al imaginario urbano de parte de las administraciones
municipales y en última instancia la concreción de la espaciali-
zación de las resistencias de extensos contingentes poblacionales
que hicieron del oriente la zona que terminó de darle la impronta
de ciudad a Cali.

salta a la vista cómo la adecuación y construcción de estos barrios


obedecía a una lógica de ubicación bien planeada para que cum-
plieran la función de franjas o barreras contenedoras de futuras
invasiones o urbanizaciones piratas. En ese momento Vallado sig-
nificaba el cierre por el sur a las posibilidades de continuidad del
Retiro, de cara a cara la gran urbanización privada que venía en
curso en las dependencias: Ciudad Córdoba. Poblado y el Pondaje
cerrarían por la entrada a oriente y harían bloque con Calipso de
frente a la Autopista Simón Bolívar. De esta forma se taparía al sec-
tor de los comuneros y a la invasión de Yira Castro. (…) Por su
parte, Mojica implicaba ejercer presencia en el centro del Distrito al
lado de varios manchones de invasión que se estaban desarrollan-
do a lo largo de los canales de aguas residuales. De esta manera, lo
previsto en el año 1981 se cumpliría, no sin pocos inconvenientes,
como lo testimonian los pobladores de estos barrios; pero también
en estos apuros se fueron proyectando, ante la opinión pública dife-
rentes betas discriminatorias del problema, ahora más en términos
sociales que lo representaba el Distrito de Aguablanca para la ciu-
dad de Cali, con estereotipos generales acuñados pomposamente
como: “¡Esta es la otra Cali!”. (Arboleda, 2004, p.85-86)

Por tal motivo, la segunda prolongación oficial del


oriente a través de planes de vivienda de interés social, va a ver la
Buscado Mejora 117

luz a partir de mediados-finales de la década de los 90, con la con-


creción de programas habitacionales como Decepaz, el cual dio
vida a los barrios Ciudadela Compartir, remansos de Comfandi-
oriente, Decepaz, Ciudad Talanga, en un primer momento de
esta ampliación que conecta de una vez por todas al norte y sur
de la ciudad por las vías de comunicación abiertas en esta zona
(Avenida Ciudad de Cali, Avenida Cañas gordas, ampliación de
la calle 73).

En un segundo momento de esta nueva lógica de con-


trol de expansión urbana al oriente se van a consolidar los barrios
Suerte Noventa, Valle Grande, Potrero Grande, todos encuen-
tran sus límites al oriente con el río Cauca y hacia el centro con
los barrios Manuela Beltrán y Andrés Sanín al centro-oriente, al
nor-oriente con el barrio San Luis, barrios de consolidación ante-
rior en el imaginario urbano, dando por “terminado” el proceso
de poblamiento del oriente de la ciudad.

de ahí que, con razón, se pueda afirmar que entre estos sujetos se
ha cultivado una tradición oral de las formas de invadir yendo de
generación en generación. En otras palabras, unas formas consue-
tudinarias de urbanizar la ciudad y, ante todo, ejercer su derecho a
la vivienda propia. En tal sentido, al Distrito convergen una serie
de experiencias fallidas y triunfantes que, en últimas, señalan una
impronta de identidad de lo popular marginal, hecho que entraña,
desde luego, mecanismos y modos de relación entre clases sociales
y los aparatos políticos y administrativos de la ciudad. (Arboleda,
2004, p.99)

Bajo estas modalidades se pobló de manera general el


Oriente de Cali, dinámica en la que la participación de poblado-
res afropacíficos en condición de migrantes inter e intra-urbanos
ocuparon un lugar importante, no sólo por su peso demográfi-
co, sino por imprimirle impronta propia en términos culturales e
identitarios a esta extensa zona de la ciudad.
CAPÍTULO IV
Del retiro, los retirados y retireños La aparición
del barrio el retiro en el imaginario urbanos

Morejón, Antonio Morejón


Tenía que vivir como no
Vecino de aquel terreno
Morejón
Tenía que invadir, invadió
Un rancho a la cañona formó
No importa si la ley lo agarró
No importa si la ley lo agarró

Morejón. Frankie Hernández

Foto No 4. Entrada al Retiro alto, diciembre 2011-


120 Jhon Henry Arboleda Quiñonez

La idea generalizada en la ciudad que gira en torno a re-


lacionar directamente y sin escalas a los pobladores- migrantes del
Pacífico centro-sur de Colombia con el Distrito de Aguablanca,
obedece a miradas un tanto ligeras y desconocedoras de las rutas
e itinerarios construidos por estos contingentes poblacionales al
interior de la ciudad. De un lado, habría que recordar las con-
diciones socio-históricas en que tomó fuerza esta aceleración de
las migraciones de esta zona del país, orientadas en primera ins-
tancia hacia el municipio de Buenaventura, una vez este último
municipio adoptó la característica de ser el principal puerto ma-
rítimo del país (Arboleda, 1998, p. 19-42).

Una vez saturado el mercado laboral en este centro ur-


bano, cuya mayor potencialidad de trabajo la representaban las
empresas exportadoras privadas y las hoy extintas empresas esta-
tales Puertos de Colombia y la Flota Mercante Gran Colombiana,
las migraciones desde finales de los 60 mayoritariamente se van
destinar hacía el interior del departamento del Valle, en las zonas
centro-norte y sur, como resultado de la implantación de la eco-
nomía de la agroindustria cañicultora.

Producto de esto podemos hallar concentraciones de


pobladores afro-pacíficos en algunos barrios de Palmira, Tuluá,
Pradera, Florida y en menor medida en Buga. Sin desestimar la
importancia que esta mano de obra, compuesta por población
disponible poco calificada, conocedora de las labores agrícolas
propias del mundo rural Pacífico, representó en los municipios
del norte del departamento del Cauca, subregión que los adoptó
como fuerza laboral en los ingenios azucareros allí emplazados.

Por las anteriores razones, establecer relaciones directas


entre migraciones del Pacífico y la ampliación de la ciudad de Cali
hacia el Oriente, no es del todo conveniente. Sumado a esto nos
encontramos que en la periodización utilizada en el estudio de
este fenómeno, en la que se pueden caracterizar de manera más o
menos clara tres oleadas migratorias de esta zona del país hacia la
Buscado Mejora 121

ciudad de Cali, nos posibilita reconstruir tales movilidades de ca-


rácter intraurbano que consolidaron esta dinámica poblacional20.

De otro lado, relacionar directamente estas migraciones


con el llamado Distrito de Aguablanca nos pone en calzas prietas
en términos históricos e institucionales, con respecto a la manera
en que fue asumiéndose esta zona de la ciudad como integran-
te del imaginario urbano de Cali. Atendiendo a la lógica espa-
cial-temporal con que se pobló esta zona, bajo las modalidades
anteriormente mencionadas, del nororiente hacia el suroriente,
entre las décadas de los 60 y mediados de la década de los 80, en
los que percibimos el cambio de haciendas, lotes de engorde a
barrios, difícilmente lograremos rescatar una alusión a esta zona
como Distrito de Aguablanca.

En debates sostenidos en el cabildo municipal, en los


diarios que cubrieron este crucial proceso para la ciudad de Cali
simultáneamente a su aparición. El País, periódico de acentuada
orientación conservadora y El Pueblo, en manos de sus contra-
dictores en la contienda política, concuerdan en las referencias,
puesto que para ellos los sectores-barrios que se consolidaban
siempre fueron aludidos como el Oriente de Cali, asentamien-
tos recientes en tal o cual hacienda “propiedad” de determinada
familia de las infaltables en la historia del siglo XX en la ciudad,

20 Aunque las periodizaciones construidas por el equipo liderado por


el sociólogo Fernando Urrea, en el marco del desarrollo del proyecto
“Movilidad, urbanización e identidades de la población afrocolombiana de
la región Pacífica. Cidse/IRD, distan de las construidas por el historiador
Santiago Arboleda, ampliamente referenciado en este trabajo y el Grupo
de investigación Cununo, nos dejan percibir desde distintas ópticas y
posicionamientos teórico-metodológicos este fenómeno de movilidad y
reubicación intra-urbana que termina con la concentración de la población
del centro-sur del Pacífico en los barrios más estigmatizados en materia
social, económica y racial al interior de actual Distrito de Aguablanca y en el
resto de la ciudad.
122 Jhon Henry Arboleda Quiñonez

sectores sub-normales o marginales, barrios de invasión, hasta la


otra ciudad que nace, pero no Distrito de Aguablanca. De ahí que
las migraciones que configuraron esta parte de la ciudad no pu-
dieron dirigirse al Distrito, en tanto era inexistente para las élites
económico-sociales, políticas y culturales como para los coloni-
zadores urbanos envueltos en este proceso.21

En esta medida sería pertinente acercarnos a algunas


trayectorias que en términos de movilidad espacial-habitacional
comprueban las anteriores insinuaciones que pretenden desna-
turalizar esta clara segregación socio-espacial y racial en que se
convirtieron las zonas del oriente con mayor concentración de
pobladores afrocolombianos, migrantes u oriundos de esta ciu-
dad. En la conformación de esta zona de la ciudad recordemos la
manera en que se pobló, atendamos la siguiente explicación:

la caravana de carretillas edificadas en trasteos, llevando familias


del Pacífico que ya en esta época se empezaban a recomponer,
rumbo a oriente, fue constante entre el 65 y el 80. Algunos en este
proceso iban logrando quedarse como propietarios; figuraban ma-
yormente los venidos entre el 30 y el 40. Debemos precisar que la
mayoría de los emigrantes llegados entre el 50 y el 60, más o menos,
hasta mediados de los 70, no tenían vivienda propia, por lo que,
como se había anotado, siempre tendieron a los barrios de invasión
o en proceso de organización infraestructural, desplazándose así la
presión poblacional que en periodos anteriores se había ubicado

21 La aparición de esta denominación DISTRITO DE AGUABLANCA,


que concuerda con los cambios introducidos en los modelos de tipo
administrativo territorial que para la ciudad de Cali solo van a completar
veinte años, mientras el proceso migratorio del Pacífico a Cali cubre
aproximadamente cinco décadas, siendo la década de los 70´s , el periodo
que con mayor claridad se puede observar el peso demográfico que empieza
a tener esta población con respecto a otros grupos. De ahí puede nacer
esta automatización en la relación migraciones del pacífico- Distrito de
Aguablanca.
Buscado Mejora 123

en el centro, debido a que los recién llegados de la costa arribaban


directamente a los nuevos y periféricos barrios. (Arboleda, 1998,
p.85-98)

Queda claro que la llegada de los migrantes afro-pa-


cíficos a los barrios del oriente, zona que después fue bautizada
con el nombre genérico de Distrito de Aguablanca, para nada se
constituyó el destino inicial de estas oleadas, conectando de ma-
nera directa a Cali y las múltiples zonas de procedencia de los
migrantes, sino que se trata de un extenso proceso de movilidad
residencial intra-urbana que arranca en la década de los años cua-
renta, seguida de la participación masiva de esta población en las
recuperaciones de tierras urbanas, haciéndose determinante su
contribución en la década de los 70, esto debido al importante
peso socio-demográfico que adquirieron entre los destechados de
la ciudad, lanzados a la consecución de su vivienda propia.

En esta misma dirección, aunque accediendo a tempo-


ralidades diferentes y con un matiz sociodemográfico propio de
los estudios de tipo sociológicos de este fenómeno, observemos
que los análisis concuerdan en este aspecto; notemos que:

se destaca el papel de las redes familiares y de paisanaje en la sobre-


concentración de la población afrocolombiana en zonas de inva-
sión, al lado de la oferta de predios o lotes disponibles para ser ur-
banizados entre las décadas del 60, 70 y 80. Diversos miembros de
las redes ya residían en los barrios aledaños o cercanos a los nuevos
barrios. Las redes operan tanto en la población migrante afroco-
lombiana como en la no afrocolombiana de sectores populares, sin
embargo pareciera amplificarse su visibilidad en la afrocolombiana
por el efecto de la sobre participación residencial en ciertos barrios
determinados del oriente de la ciudad de gentes procedentes de
una misma región o regiones y descendientes nativos cuyos padres
o abuelos tenían esas características de procedencia migratoria.
(Urrea & Murillo, 1999, p.392)
124 Jhon Henry Arboleda Quiñonez

El hecho de abstenernos de establecer relaciones directas


entre las migraciones afro-pacíficas y el Distrito de Aguablanca,
para nada desestima la importancia de esta población en la con-
figuración del oriente como zona anexa al imaginario urbano de
la ciudad entre las décadas de los 70 y 80. Desde una perspectiva
de análisis detallado de este continuo movimiento poblacional y
los efectos reales sobre la ampliación física de la ciudad hacia esta
zona, nos pone frente a la posibilidad de preguntarnos en qué
condiciones y en qué temporalidad se va a estructurar esta rela-
ción que de hecho existe. En este contexto, toma forma el propo-
ner la caracterización de una nueva oleada o cohorte de migran-
tes del Pacífico; es decir la cuarta.

Como nos lo muestra el recorrido que venimos reali-


zando, el Distrito de Aguablanca representa en términos psico-vi-
venciales para los migrantes, la suma de experiencias acumuladas
en la participación en procesos de recuperación de tierras vividos
en distintas partes de la ciudad, lo que va dejando sedimentacio-
nes, aprendizajes que en materia espacial las podemos observar
en los barrios circunvecinos pertenecientes a las comunas 7,11,
12, y 16 en las que fueron quedando en calidad de propietarios de
viviendas. De ahí que el aporte a la densidad poblacional expe-
rimentada en los sectores del Distrito con alta concentración de
población afrocolombiana obedece a que las migraciones desde
esta zona jamás se han detenido, por el contrario las circunstan-
cias que las configuran han posicionado movimientos de ida y
regreso un tanto más dinámicos que los anteriores.

En este sentido, atendamos a los reportajes publicados


por uno de los periódicos más leídos en la ciudad, que por demás
cubrió este fenómeno con suficiente regularidad. Nótese la fecha,
puesto que marca una inflexión importante, a la luz de las pe-
riodizaciones utilizadas en el estudio de este proceso, puesto que
1978 marca en alguna medida el cierre de la tercera generación
de migrantes, hecho que se va a concretar con la aparición de los
barrios Vergel y Retiro y su consolidación entre 1981 y 1983. En
Buscado Mejora 125

este contexto, hacia donde se dirigen los que llegan, ahí la relación
migración afro-pacífica y Distrito de Aguablanca logra adquirir
fuerza explicativa en materia histórica. En el 78 el poeta Alfredo
Vanín, escribía, un fragmento dice

No poseemos estadísticas, pero el número de hombre y familias


que dejaron los ríos del Pacífico para venir a “buscar la vida” en
“Colombia” es incalculable. No hablo de los emigrantes de los cen-
tros más desarrollados quienes a menudo se vienen en busca de
estudio cualificación laboral. Hablo ahora de los números obreros
rasos que llegaron cuando se empezó a construir el ferrocarril del
Pacífico y después asentaron sus esteras en Cali, de los musculosos
hombres que vinieron a los ingenios azucareros como cortadores
de caña y se agotaron bajo soles inclementes y los jornales misera-
bles; de los que fueron deslumbrados por el esplendor de las com-
pañías gringas de este lado y levantaron sus ranchos de la tierra de
la guagua y el cusumbí para ofrecer su fuerza de trabajo a las dragas
imperialista de la pato Antioquia. Se emigraba –sobra decirlo– por-
que no había de que vivir. La pesca nunca ha sido una industria
para el nativo, la agricultura demandaba capitales y vías, la minería
es precaria, salvo contados casos. Y se emigraba también porque
a nuestros hombres los sedujo el encanto de las ciudades con sus
comodidades y servicios y sus jornales superiores en todo caso a los
de las pequeñas empresas que empezaban a gestarse y que tampoco
eran capaces de copar tantos brazos disponibles. Hubo desde luego
grandes desengaños, pero ya regresar les era imposible. Volvieron
pocos y les quedó difícil integrarse a su tierra. Ostentaban dientes
de oro, reloj y esclava, radio transistor y una “nueva visión del uni-
verso. (Vanin, 1978)

Para este momento, como dicen los migrantes de


Buenaventura a Cali, refiriéndose a la difícil situación que se vive
“la piña se ponía agria”, y mirar hacia las tierras de origen también
suponía una posibilidad entre los que aún no lograban asirse a la
ciudad por medio de la obtención de casa propia o la vinculación
al mundo laboral estable y formal. En razón de ello, las vías de
retorno se configuraban como opción.
126 Jhon Henry Arboleda Quiñonez

“Caravana de regreso a Barbacoas”, Nariño se inició anoche desde


Cali, con participación de más de 20 buses y vehículos transpor-
tando a las gentes de dicha localidad minera, hoy completamen-
te olvidada y en medio de un “mar” de necesidades y problemas.
Precisamente Luz Estella Ortiz Cornejo, quien recientemente
participara en el Reinado Perla del Pacífico, que se llevó a cabo
en Buenaventura, viene promoviendo una intensa campaña para
motivar a las autoridades y así lograr que vuelvan los ojos hacia
Barbacoas región rica en oro, platino, estaño y otros minerales.
Precisamente el hecho de haber retirado desde 1973 las dragas que
operaban en el río Telembí y que permitían extraes el oro, ha incidi-
do para que la situación social de las gentes sea cada día más difícil,
por cuanto, precisamente, era de allí de donde obtenían su fuente
de ingresos para el sostenimiento personal y el de su familia. (El
Pueblo. Viernes 11 de agosto de1978).

A manera de ilustración veamos solo dos casos en que


las trayectorias de movilidad intraurbana de un significativo nú-
mero de migrantes llegados entre 1976-1980, los que según las
periodizaciones utilizadas serían pertenecientes a tercera olea-
da migratoria, o en su defecto, debido a las condiciones en que
se integraron a la búsqueda por la vivienda propia, podríamos
hablar de los primeros integrantes de la cuarta oleada, aún por
caracterizar y explicar. Puesto que van a ser ellos los que hacen
su arribo a la ciudad con periplos más bien cortos en casas de
familiares o paisanos ubicados fuera de esta zona o sus sueños
urbanos en Cali están destinados “directamente” a los barrios del
Distrito de Aguablanca, extendiéndolos o impulsando los nuevos
“asentamientos” surgidos en estribaciones de sectores periféricos
y marginalizados de la ciudad.

Veamos las movilidades inter e intra-urbanas de las “re-


cientes” oleadas migratorias:
Buscado Mejora 127

Mapa 1.
Trayectoria Residencial de la familia Cortés Ortiz.
Procedencia Tumaco-Nariño (1976)
128 Jhon Henry Arboleda Quiñonez

Mapa 2.
Trayectoria Residencial de la familia Grueso Torres.
Procedencia Timbiquí-Cauca- (1991)

Las anteriores circunstancias se convierten en elemen-


tos de peso para pensarnos una nueva oleada migratoria, produc-
to de multiplicidad de factores de las regiones tanto de expulsión
como en los centros de recepción de estas cohortes poblaciona-
les (Arboleda, 2009, p.192-215). En materia de repertorios cul-
turales desplegados para la consolidación de este movimiento
Buscado Mejora 129

poblacional, debemos reconocer que las estructuras re-construi-


das con anterioridad; es decir, las redes familiares y los lasos paren-
tales extendidos en varios sectores populares-marginalizados de la
ciudad vuelven a mostrar su efectividad (Urrea, Arboleda & Arias,
1999).

De ahí que estas “últimas” trayectorias se ubiquen en


barrios anteriormente consolidados a partir de las modalidades
arriba descritas, donde la familia extensa o extendida en su máxi-
ma flexibilidad y adaptación a las exigencias del contexto urba-
no, va a servir en calidad de “colchones” que menguan el arribo
y “vicisitudes” propias de quienes comienzan su trasegar con la
intención de hacer ciudad. Es en este contexto en el que se preten-
de explicar el surgimiento, consolidación y adhesión del barrio el
Retiro al imaginario urbano de la ciudad.

4.1 Surgimiento del barrio El Retiro y su incursión en el


imaginario urbano

Porque el barrio es eterno


Y también universal
El que se mete con mi barrio
Me cae mal

La Perla.
Rubén Blades Feat Calle 13.

El proceso de poblamiento de la zona oriental de la ciu-


dad de Cali, en términos generales podemos analizarlo como una
expresión más de la cruenta lucha librada por largas cohortes de
pobladores pertenecientes a los sectores socio-económicos menos
favorecidos en la búsqueda por la adquisición de vivienda propia.
Esta lucha por hacerse a “su casa propia” se venía librando simul-
táneamente en ciudades como Bogotá y Medellín, demostrando
el déficit que en materia habitacional se vivía en el país entre fi-
nales de la década de los setenta y los ochenta, tiempo en que
130 Jhon Henry Arboleda Quiñonez

se configuran las mayores zonas de “invasión” en la ciudad. Para


hacernos a una idea observemos el siguiente cuadro.

Tabla No 1.
Déficit de vivienda en principales ciudades de Colombia 1975-
1980 (Arango, 1986, p.16).

Ciudad Año Déficit de vivienda


Bogotá 1975 218.700
Cali 1975 74.800
Medellín 1975 32.000
Bogotá 1976 232.400
Cali 1976 80.000
Medellín 1976 33.420
Bogotá 1977 247.000
Cali 1977 85.486
Medellín 1977 35.132
Bogotá 1980 296.000
Cali 1980 103.900
Medellín 1980 40.311

Tabla No 2.
Déficit de vivienda en ciudades de Colombia 1982. (Arango, 1986,
p.16).

Ciudad Año Déficit de vivienda


Bogotá 1982 226.926
Cali 1982 97.964
Medellín 1982 70.002
Bucaramanga 1982 27.316
Buscado Mejora 131

Ciudad Año Déficit de vivienda


Cartagena 1982 26.030
Cúcuta 1982 22.389
Ibagué 1982 18.051
Barranquilla 1982 17.224
Villavicencio 1982 16.071
Palmira 1982 15.598
Pasto 1982 12.411
Armenia 1982 11.694
Buenaventura 1982 11.517
Valledupar 1982 8.934
Tuluá 1982 7.460
Neiva 1982 6.891
Sincelejo 1982 6.029
Cartago 1982 5.957
Barrancabermeja 1982 5.634
Montería 1982 4.936
Soledad(atlántico) 1982 4.638
Buga 1982 4.604
Popayán 1982 4.600
Manizales 1982 4.086
Itagüí 1982 3.689
Envigado 1982 2.730
Girardot 1982 1.273
Tunja 1982 1.000
Bello (Antioquía) 1982 535

Dicho proceso de movilización-migración de carácter


intra e inter-urbano se fue estableciendo a través de la instaura-
ción de múltiples estrategias de organización, representadas en
comités pro-viviendas, reactivación de redes parentales, confor-
mación de circuitos o ligas de destechados, alianzas con grupos
132 Jhon Henry Arboleda Quiñonez

políticos y trabajadores comunitarios nucleados en dinámicas de


sensibilización desarrolladas en las universidades, que solidariza-
dos con esta realidad realizaron sus aportes para concretar esos
anhelos de asirse a un lugar y sentir como suyos algunos trozos de
ciudad que colonizaron y a fuerza de tesón, a ritmo de esperanza
y con visiones de futuro terminaron urbanizando (Arango, 1986).

En la consolidación de esta dinámica de colonización


urbana, los ritmos establecidos por la larga, vertiginosa y perma-
nente migración de personas procedentes de los departamentos
aledaños, producto de las difíciles situaciones sociales y económi-
cas instauradas por las continuas expresiones del conflicto social
y político en el que se encontraba y encuentra inmerso el país; su-
mado a la desaceleración de algunos ciclos de producción agrícola
desarrollados en las zonas rurales próximas, la aparición y consoli-
dación de toda una economía ilícita alrededor de los cultivos con-
siderados ilegales, cuyo vehículo favorito para su establecimiento
es la violencia y la coacción directa, generando continuos destie-
rros, el desbalance entre la oferta de fuerza de trabajo disponible y
la demanda laboral de parte de los sectores industriales y empre-
sariales, los elevados costos de los arrendamientos que excedían
las posibilidades para solucionar el problema de la vivienda, pre-
sagiaban un colapso debido al déficit prolongado que presentaba
el sector de la construcción en cuanto a vivienda de interés social.

En esta dinámica de poblamiento y colonización de al-


gunas zonas de ciudades capitales de departamento e interme-
dias, Cali se posicionó como unos de los escenarios donde con
mayor fuerza se desarrolló esta disputa por distintos trozos de
suelo urbano. Tal dinámica de poblamiento en esta ciudad se va
a percibir con mayor claridad sobre todo en sectores ubicados
entre el nororiente, centro-oriente y oriente de la ciudad; pro-
ducto de las migraciones de los departamentos cercanos Quindío,
Risaralda, Cauca, Nariño y Chocó; de entre los que se destacan
por su evidente aporte demográfico-poblacional las cohortes mi-
gratorias venidas de los departamentos que conforman la región
Buscado Mejora 133

del Pacífico colombiano, convirtiéndose en componentes de vital


importancia en la consolidación de esa ampliación física del mu-
nicipio (Albán, 1999; Arboleda, 1998).

Estos factores se convirtieron en los vectores que impul-


saron las movilidades hacia y al interior de los centros urbanos
que debido al momento de industrialización y ampliación de sus
áreas metropolitanas se posicionaban en calidad de polos recep-
tores de estas oleadas migracionales y espacios donde era posible
acceder a la realización del sueño de obtener vivienda propia en la
ciudad. La confluencia de estos fenómenos de tipo socio-políticos
y económicos se hicieron evidentes en la aparición de nuevos y
distantes asentamientos “sub-urbanos” que poco a poco fueron
“integrándose”, con mucha dificultad a los imaginarios urbanos
que configuraron los habitantes de la ciudad que desde ese mo-
mento se reclamaron “raizales” de la misma.

De ahí que las formas en que se nombra estas zonas


de la ciudad, “la otra Cali”, “underworld o bajo mundo”, “la zona
marginal”, “el oriente”, en las que se mezclan factores de tipo eco-
nómico, espacial, racial y étnico-identitario, en cierto modo obe-
dezcan al intento de reafirmar unas identidades culturales urba-
nas que hasta ese momento no parecían importantes, en tanto no
se encontraban cuestionadas con tanta claridad por dinámicas de
rearticulación identitarias que en su proceso de anclaje al con-
texto urbano desplegó sus repertorios culturales22 (Mosquera &
Aprille-Gniset, 1984).

22 Este texto de orientación marxista nos muestra claramente como se


configura la confinación hacia el oriente por parte de las élites económicas
y administrativas de estas cohortes poblacionales ¿ y oleadas migratorias.
Aunque deja por fuera las implicaciones de las variables étnico-raciales,
culturales e identitarias, esto se explica puesto que es escrito en el momento
mismo en que se fortalecía la lucha por la vivienda propia en el oriente
de Cali. Sumado a esto los embates a las diferencias raciales y culturales
por las élites caleñas alinderadas en el proyecto del llamado “Cali viejo” de
134 Jhon Henry Arboleda Quiñonez

En tal sentido acercarnos a la posible comprensión de


estos procesos de poblamiento, tratando de analizar sus múltiples
expresiones y estrategias de surgimiento, desarrollo y consolida-
ción de las zonas que terminaron de imprimir el ritmo urbano a
las ciudades en que se presentaron, las que fueron “integradas” a
los imaginarios urbanos en condiciones de marginalización, pasa
por reconocer los distintos momentos en que configuraron es-
tos trozos de ciudad que aún no terminan de ser construidos, ni
asumidos en calidad de zonas enteramente pertenecientes a estas.

El surgimiento paulatino y continuado de zonas, ba-


rrios y sectores de extensión urbana que no estaban pensadas
como áreas de expansión territorial aptas para el poblamiento ur-
bano, obligaron a las élites político-administrativas y económicas
a estructurar y habilitar instituciones encargadas de diseñar pla-
nes-programas de ordenamiento urbano, tendientes a controlar
la prolongación física que venía presentando la ciudad en senti-
do nororiente–oriente, configurando las zonas de asentamientos
“subnormales” como no demoraron en llamarlas23.

donde surgen y se elaboran los pilares de la caleñidad (seguridad, civilidad,


limpieza, desprevención y cordialidad) iban a desarrollarse posteriormente,
en una demostración de cómo se configura la representación del “otro”, el
que dañó, terminó, alteró y por eso su presencia va a ser permanentemente
incomoda.
23 Este intento de regulación de la prolongación “desordenada” que se vivió
en Cali entre la mitad de la década de los 70 y durante todos los años 80,
fue liderada por IMVICALI. Para acercarse de una mejor forma al lugar
ocupado por esta institución en el momento de mayor expansión de la
ciudad como producto de las migraciones intra e inter urbanas.Ver. Actas
del concejo municipal de Santiago de Cali. Acta 29, del 04 de abril de 1977,
acta 30 del 05 de abril de 1977, acta 31 del 9 de mayo de 1977. Donde se
intensifica el debate por la adjudicación, ocupación y poblamiento de los
barrios San Luis (Nororiente), Unión de Vivienda Popular (suroriente), la
escrituración de los lotes del barrio León XIII (centro –oriente), Diamante
(oriente) y se propone habilitar zonas de la laguna de Aguablanca como
áreas de expansión, argumentando que el sur, precisamente Navarro es
Buscado Mejora 135

En este mismo orden es relevante observar la manera en


que las elites administrativas y económicas se articulan con los me-
dios de comunicación en la conformación del imaginario urbano
que se estructura sobre esta zona de la ciudad, dando espacio a que
sean los mismos políticos y representantes de los intereses terrate-
nientes los que tengan voz en los periódicos de la ciudad. El secreta-
rio de gobierno Luís Alfonso Gómez, refriéndose al problema de la
aparición de nuevos barrios hacia el oriente de Cali, afirma:

Nosotros no estamos dispuestos a que se continúen presentando


invasiones en la ciudad y en eso también queremos ser muy firmes
por tanto estamos en la obligación de defender la propiedad pri-
vada y los tugurios van en contra de este principio. Además crean
problemas de inseguridad y salubridad para las personas, ahora en
muchas ocasiones vamos y tumbamos esas invasiones y al otro día
están los invasores en dicho sitio. Nosotros queremos ser muy cla-
ros que cuantas veces sea necesario nos emplearemos en acabar con
dichas invasiones. (El Pueblo. jueves 3 de febrero de 1977).

El mismo diario de adscripción liberal, el día domingo


6 de febrero del mismo año publica un extenso reportaje sobre
la inversión que hará el instituto de crédito territorial con miras
a mejorar los barrios populares, en la traducción al contexto de
Cali, significa la adecuación de los barrios que están surgiendo al
oriente de la ciudad.

vamos a entregar este año en el Valle alrededor de 5.500 viviendas


de las cuales 3.000 están ubicadas en Cali y las demás a lo largo
y ancho del departamento para cuya financiación contamos en la

el nuevo sector pujante de la ciudad. El debate se desarrolla poniendo en


tela de juicio la capacidad administrativa y operativa tanto de las Empresas
municipales de Cali (EMCALI), como de IMVICALI. Se hace evidente la
forma en que el oriente de la ciudad inicia a ocupar un lugar en el imaginario
urbano.
136 Jhon Henry Arboleda Quiñonez

presente vigencia con un presupuesto de 432 millones de pesos (El


Pueblo.Domingo, 6 de febrero de 1977).

Con respecto a el surgimiento, desarrollo y consolidación


de las zonas que se denominaron “subnormales”, tanto en la ciudad
de Cali como en otras ciudades del país, habría que recordar que

la distribución espacial y la articulación con o sin dificultad de


estas a los imaginarios urbanos, expresan las diferenciaciones so-
ciales, ideológicas, culturales, étnico-raciales y económicas que se
han estructurado y se estructuran, las que tienen en la composi-
ción socio-espacial de los contextos urbanos una de las expresiones
más evidentes de las pugnas y conflictos históricos que han sedi-
mentado cada uno de los trozos de los que se compone la ciudad.
(Mosquera & Aprille-Gniset, 1984, p. 108-122)

En esta medida recordemos que

Las formas, los estilos, los volúmenes y los espacios, no


“aparecen” o no “se crean” sino que se producen. Y no de cualquier
modo, al azar, en un idílico ambiente de perfecta armonía y de
completo altruismo citadino. Por el contrario, surgen de conflic-
tos y exigencias contradictorias, se gestan en necesidades y pugnas,
brotan de choques entre los mismos moradores. Pues en definiti-
va no son más que la manifestación construida de la guerra social
a la cual se involucran inevitablemente los habitantes: entonces se
plasman sobre el suelo por medio de las diferentes expresiones del
amoblamiento espacial. (Mosquera &Aprille-Gniset, 1984, p.79)

Es en esta multiplicidad de sentidos de ciudad en la


que tiene lugar el surgimiento del barrio El Retiro, al oriente de
la ciudad, en el Distrito de Aguablanca ahora conocido y poco
recomendable, según el resto de la ciudad. Pero, ¿cuáles fueron
sus antecedentes concretos en materia administrativa y de pobla-
miento? ¿Cómo percibían los medios de comunicación y barrios
cercanos su consolidación? ¿En qué condiciones fue “integrándo-
se” al imaginario urbano de Cali?
Buscado Mejora 137

El 29 de noviembre de 1982, a través del acuerdo 25/82 del Concejo


de Santiago de Cali, esta corporación bajo la presidencia del señor
Luis Felipe Campo Vidal, después de tres debates reglamentarios y
siendo aprobado en días diferentes, 18 de noviembre el primero,
25 el segundo y 29 el tercero, se crea un barrio y se da el nombre de
RETIRO. Cuyos límites físicos se comprenden al norte con la calle
33 del barrio los “Comuneros”, Oriente calle 54, Sur carrera 39F,
Oeste calle 48 a (colector Cauca), barrio el Vergel.24 (Concejo de
Cali, 1982, folio #8)

El barrio Retiro poblado en su mayoría por migrantes


“pertenecientes” a la segunda y tercera oleada migratoria (excepto
el sector conocido como África), en cuyo proceso van a adquirir
relevancia las movilidades intraurbanas en busca de vivienda pro-
pia, se va a convertir en la concreción de la formas de segregación
socio-espacial y racial más diáfanas que se han construido con res-
pecto a los barrios del oriente de Cali. Producto de la articulación
y circulación de estereotipos estigmatizantes que conformaron
circuitos entre medios de comunicación, autoridades administra-
tivas y organizaciones de trabajo comunitario sin ánimo de lucro,
estas últimas “victimas” de su filantropismo hacia los pobres.

Resultado de reubicaciones de distintos sitios en los que


las recuperaciones de tierras no habían logrado su cometido de
fijar ahí definitivamente su vivienda, presas de los inescrupulosos
políticos y politiqueros de todos los pelambres, quienes incenti-
varon trozos de urbanización pirata en el barrio, adjudicaciones
legales, tomas y recuperaciones de tierras, El Retiro comprende
un ejemplo de cómo se fue poblando un extenso terreno deseca-
do a partir del relleno con escombros. Este va a ser el factor que

24 No es un dato aislado el hecho de que para este periodo el político liberal


Carlos Holmes Trujillo, otrora senador de la República, implicado en
múltiples escándalos como responsable de incentivar “invasiones” al oriente
de la ciudad, con la intención de obtener ganancias electorales entre sus
“beneficiados” desempeñe el cargo de Secretario de Hacienda Municipal.
138 Jhon Henry Arboleda Quiñonez

posteriormente potenciará las fuertes pertenencias territoriales en


que desarrollan sus proyectos de vida los habitantes de este barrio.

Ejemplo claro de esto lo constituye el sector conocido


con el nombre genérico de Retiro Bajo, compuesto por territo-
rialidades-espacialidades tales como el Bronx, El Múltiple, La
Ancha y África, ubicado entre la calle 39F y la calle 54, límite del
posteriormente creado Barrio Vallado. Este trozo del barrio en el
que se concentran las edificaciones más precarias, los más altos
índices de delincuencia y la informalidad laboral, es el resultado
de entregas oficiales, reubicaciones de asentamientos aledaños y
recuperaciones de tierras.

Los medios de comunicación cubrían así el poblamien-


to de esta zona, gestando la mirada estigmatizante e hipócrita-
mente comprometida con los azares de la vida de los pobladores
de este sector.

Una favela, este lugar según los técnicos, es uno de los lugares más
infrahumanos de Latinoamérica, tan solo comparable a las favelas
de Río de Janeiro. Los habitantes de “Cinta larga” son por lo ge-
neral analfabetos, sus oficios son rudimentarios. Hay muchos des-
empleados entre los habitantes que se buscan la vida en trabajos a
destajo. El hacinamiento rebasa las “leyes” de lo humano. Los niños
juegan en el barro, las comidas se hacen en la calle, con medios ru-
dimentarios como lo hacían las culturas antiguas (El Pueblo. Jueves
9 de Octubre de 1980).

Ante esta mirada que se fue desplegando sobre este na-


ciente sector de la ciudad Urrea plantea que:

se observa una percepción negativa discriminante de los poblado-


res de barrios vecinos y en general del conjunto de la ciudad frente a
la población de El Retiro. Hay así una percepción y autopercepción
Buscado Mejora 139

de “gueto”, que se apoya en la estigmatización a las personas que


viven en el barrio25 (Urrea & Murillo, 1999, p. 396).

En este mismo orden de observaciones, también se afir-


ma que:

al parecer, la invención político-administrativa del Distrito de


Aguablanca como zona de calamidad social de emigrados, en ini-
cios de la década de los ochenta, desató en los antiguos habitantes
de la ciudad y los de algunos años de vivir en ella, los caleños, cier-
tos sentimientos de pertenencia por la vía del rechazo al externo
que, en algún momento, querían desplazarlo y disputarle su propio
espacio, según era presentado por los medios y funcionarios de la
Administración Municipal. (Arboleda, 2004, p.104)

Del mismo modo, este tipo de acercamientos discursivo


instaurado por los medios de comunicación, en primera instan-
cia la prensa, simultáneamente a la aparición no solo del barrio
sino del sector y luego la televisión con la apertura del canal pú-
blico regional, paradójicamente bautizado Telepacífico a partir
de 1988, a través de noticias, reportajes, documentales lograron
sedimentar una percepción externa cargada de una fuerte dosis
de estigmatización y exclusión frente a esta zona del oriente y del
barrio Retiro en especial.

Ayer desapareció definitivamente la invasión de “Cintalarga”, loca-


lizada a orillas de un caño de aguas negras cuyos pobres moradores

25 Me distancio de la autopercepción de gueto expresada por el autor; en


tanto considero que esta elaboración discursiva se articula de mejor manera
a proceso de concientización política en el marco del re-surgimiento del
movimiento social afrocolombiano, que tuvo en el barrio Charco Azul, a
través de la asociación étnico-cultural y artística Ashanti una de sus mayores
y mejores expresiones. Por lo tanto, me inclino a pensar en guetizaciones, es
decir procesos conscientes orquestados desde las elites administrativas en su
intento por confinar el barrio Retiro al olvido.
140 Jhon Henry Arboleda Quiñonez

resistieron su hedor por ocho años consecutivos. (…) los paupé-


rrimos habitantes de “Cintalarga” y otras invasiones fueron aloja-
dos en El Retiro, donde ya comenzaron a construir su vivienda con
ayuda el gobierno municipal. (El Pueblo. Miércoles, 3 de Diciembre
de 1980)

La insistencia de mostrar el barrio solo en situaciones


calamitosas, representadas en la continuas inundaciones o in-
cendios, activando las almas sensibles para solidarizarse con los
pobladores del barrio o el hecho de publicitar de manera casi
exclusiva los actos de delincuencia juvenil, violencia y desespe-
ranza vividos en algunos momentos por los moradores del sec-
tor, acompañados por registros audiovisuales de los lugares con
mayores precariedades, exhibiendo las características fenotípicas
de sus habitantes y sus procedencias surtieron su efecto, convir-
tiéndose en los factores que con mayor facilidad la gente del resto
de la ciudad identifica al barrio, generando aquello que podíamos
denominar de geografías urbanas racializadas.

Con respecto a la violencia juvenil y la supuesta cons-


trucción de una cultura de la agresividad y delincuencia, que ge-
neró en cierta forma una focalización de trabajos de tipo comuni-
tario orientados a determinar cuáles eran las causas verdaderas de
estos fenómenos entre la población del Distrito y particularmente
del barrio en mención, observada desde una percepción diferen-
te al filantropismo de las Organizaciones no gubernamentales; es
decir, desde la perspectiva de los estigmatizadores, tal situación de
sobre intervención con programas de “resocialización” de jóvenes,
terminaba por fortalecer la miradas estereotipadas y excluyentes26.

26 Es de recordar que el distrito de Aguablanca y particularmente los Barrios


Retiro y Vergel, se convirtieron en caldo de cultivo que justificaron la
creación de toda una trama de Organizaciones no gubernamentales
“dispuestas” a erradicar los problemas sociales presentes en estos sectores,
además de borrar la percepción de exclusión del resto de la ciudad hacia
los habitantes de esta zona. De ahí que la elaboración de un discurso cuasi-
Buscado Mejora 141

En esta medida observemos que en materia espacial y socio- racial

El habla del crimen construye su reordenación simbólica del mun-


do elaborando prejuicios y naturalizando la percepción de ciertos
grupos como peligrosos. De modo simplista divide el mundo entre
el bien el mal y criminaliza ciertas categorías sociales. Esta crimi-
nalización simbólica es un proceso social dominante y tan difun-
dido que hasta las propias víctimas de los estereotipos (los pobres,
por ejemplo) acaban por reproducirlo, aunque ambiguamente.
(Caldeira, 2007, p. 12)

De ahí que la guetización, aunque sea sentida en carne


propia por los habitantes del barrio, representados como negros,
violentos, marginales, analfabetos, resentidos y por ello altamente
peligrosos; es decir, sospechosos habituales, con los que hay que
tener mucho cuidado o establecer mínimas relaciones, son pro-
ducto de miradas-elaboraciones externas que pretenden contener
a estos pobladores dentro de los limites construidos, en los cuales
su locomoción y visiones del mundo no sean problemáticas. Es
decir, concretar esa elaboración discursiva de la otra Cali, activa-
da desde la aparición del barrio y el sector27.

especializado con respecto a la condición de ser joven en la ciudad , fue


instaurando un seudo campo de análisis e intervención “conocido” como
juvenología, en el cual la categoría de joven en alto riesgo ocupó un lugar
central en estas elaboraciones.
27 Es en este contexto con un marcado cariz ideológico, atravesado por
elementos de tipo racial en el que comprendo los anuncios incluyentes para
esta zona, cargados de tufillo democratrero. Futura construcción de estadio
de fútbol para el Distrito (no para Cali), universidad para el Distrito (no
para Cali), la conformación de equipo de fútbol profesional en la categoría
B para el Distrito (no para Cali), la descentralización de la feria de Cali,
que se destina a habilitar espacios de diversión en el Distrito en el marco de
las famosas festividades decembrinas, ubicándolas en los sitios neurálgicos
de salida y entrada para este sector, “confinando” a sus habitantes a que
rumbeen entre ellos.
142 Jhon Henry Arboleda Quiñonez

Como este tipo de estereotipo está hecho de prejuicios que afec-


tan sobre todo a los pobres, y como son ellos quienes moldean las
explicaciones y tentativas por expresar distinciones de los propios
pobres, su uso siempre implica un esfuerzo de dislocamiento: los
estereotipos tienen que ser dirigidos a otro lugar peor, aun cuando
ese lugar sea el otro lado de la calle. La dimensión dramática de ese
esfuerzo, que acaba criminalizando y discriminando personas del
mismo grupo social. (Caldeira, 2007, p. 104-105)

Ante la confluencia de tantas variables encaminadas a si-


tuar de una vez por todas el barrio el Retiro y sus gentes a los ima-
ginarios urbanos en las geografías racializadas y marginalizadas, a
las que “No” se les permite mostrarse por fuera de los regímenes de
enunciación configurados desde las elites políticas, culturales, que
han terminado por entronizarse en las representaciones que de este
hacen incluso gentes de sectores populares aledaños a él.

Como respuesta a esto, los habitantes jóvenes de es-


tos sectores, involucrados en la creación musical a través de la
Revolución Artística Popular (R.A.P), responden diciendo:

esta ciudad puede ser otra si tu le aportas, la vida es corta, el tiempo


se agota, por qué dejar pasar esta oportunidad de construir l cami-
no hacia esa otra ciudad, donde quepamos todos y se respeten los
modos, diferencias, creencias y preferencias de todos, ciudad que
guarda en sus calles y andenes, recuerdos y anhelos de quienes te
construyeron, tejieron y vistieron, en su mayoría forasteros, que hoy
habitan en los guetos, por eso hoy quiero decirte que si muero, mi
vida quede anclada por siempre a tu suelo. (Zona Marginal, 2009).

Y en este trasegar de barrio en barrio que significa el ha-


cerse rancho en la ciudad, en la que los entrecruzamientos de tra-
yectorias y proyectos toman formas en los espacios que la cons-
tituyen, atravesados por miradas estigmatizadoras que condenan
sus existencias, otras voces retumban, esta vez desde el barrio
Charco Azul, exigiendo respeto y relocalizando sus elaboraciones
identitarias en los contextos urbanos, recordando que:
Buscado Mejora 143

Desde mi gueto es para el mundo entero, parcero, para que escu-


chen y conozcan nuestros sueños y anhelos, es acá, donde encon-
trará lo que buscás, estás invitado a hacer parte de nuestra realidad,
es una cuna de artistas, de eso no hay duda, una locura para los
deportes y las demás culturas, gente buena, trabajadora, gente con
cultura, para que lo sepas chichi y todos los cara duras. Estoy mo-
lesto con personas que hablan mal del gueto, sin saber e imaginarse
cómo es que es eso, no obstante a nosotros faltan al respeto, porque
ando en anchos, vivo en Charco y canto Rap, a mí la gente siem-
pre me pinta como un criminal, que es lo que pasa, si solo soy un
ser humano más, que hace parte de esta cruel e injusta sociedad.
(Colombian Gánsters, 2008)

En tal medida, consecuentemente con la realidad que se


vive en el barrio, cobra validez la construcción de una frase que
demuestra la fuerte relación que se ha establecido con el terri-
torio y los fenómenos de tipo cultural que ahí se producen, por
esta razón es que en El Retiro y demás sectores del Distrito de
Aguablanca, “¡Todos somos barrio y pa´las que sea con mi gente!”.
144 Jhon Henry Arboleda Quiñonez
Buscado Mejora 145

CAPÍTULO V
Migraciones afrocolombianas a cali: mirando
los momentos

Ese negro está diferente


Ya no me conoce más
Me doy cuenta de repente
Que me está dejando atrás
Ese negro está decidido
A quererse modernizar
Ya solo baila escondido
Sin que lo puedan mirar.

Soledad Bravo

Foto No 5. Barrio El Retiro, sector Hollywood.


146 Jhon Henry Arboleda Quiñonez

El presente capítulo pretende discutir la manera en que


las construcciones de etnicidades /identidades afrocolombianas
en contextos urbanos, dinámicas que están mediadas por claros
elementos de corte “tradicional”, se encuentran presentes ritmos y
lógicas de cambio en su proceso de adaptación a la ciudad. Se tra-
ta de lógicas que a la postre generan reestructuraciones internas
en cada individuo y proponen procesos de negociación y nega-
ción de la ciudad en tanto espacialidad y de los habitantes de esta
con respecto a los afrocolombianos en su calidad de migrantes.

La propuesta aquí presentada no pretende asumir el


discurso de la etnicidad como una entelequia, en tanto que, para
nosotros, la multiplicidad de elementos que circulan en su pro-
ceso de construcción-elaboración se encuentra inmersa en un
proyecto político e identitario que está en ciernes en una ciudad
como Cali. Por tal razón, el presente capítulo trata de hacer énfa-
sis en los elementos de la cultura, entendida a la manera como la
plantea Geertz;

esas tramas de significación que el hombre mismo ha construido,


tejido, es esa urdimbre, en ese mismo sentido, el análisis de la cul-
tura ha de ser por lo tanto, no una ciencia experimental en busca
de leyes, sino, una ciencia interpretativa en busca de significaciones
(Gertz, 1987, p.20)

De esta manera, el abordar temáticas como las cons-


trucciones de sentido que realizamos determinados grupos hacía
fenómenos particulares, labor que no en pocas ocasiones resulta
un tanto complicado, encuentran en esta, la cultura, las posibles
significaciones que dotan de alguna porción de sentido las accio-
nes o accionares de los distintos grupos humanos.

De igual forma, hablar de procesos en los que puede


advertirse la construcción de nociones diferenciación cultural
que actúan en el plano de lo simbólico en determinados luga-
res del Distrito de Aguablanca, en el caso de los barrios Vergel y
Buscado Mejora 147

Retiro, significa asumir un lugar de distancia con algunos de los


discursos–excursos mediante los cuales ha sido presentado dicho
espacio, en tanto que, su presentación como un todo compacto en
el cual las diferencias solo se expresan en términos socio-raciales
entre los distintos grupos que hacen presencia en los sectores que
lo conforman, o de lo contrario se hace énfasis en el lugar de ex-
clusión y marginalidad de este con respecto al resto de la ciudad,
han dejado al margen las interpretaciones de las posibles cons-
trucciones alternativas en todos los ámbitos de la vida cotidiana y
que precisamente la cultura como proceso de continuos cambios
nos permite descifrar.

En razón de esto, el argumento de fondo que sostiene


esta reflexión y que nos permitirá establecer diálogos horizontales
con estas realidades que cotidianamente se nos están expresando,
será el siguiente, la construcción de nociones de diferenciación en
algunos sectores del Distrito de Aguablanca donde hacen presen-
cia gran cantidad de migrantes de cuarta generación, producen la
creación de distintas territorialidades, estas comprendidas en su
condición de “el lugar de una escritura geosimbólica” (Jiménez,
2001, p.97).

Tal escritura geosimbólica es entendida en este caso


como un significante denso de significados y un tupido entrama-
do de relaciones simbólicas que pueden ser perceptibles gracias a
la expresión de alteridades que se manifiestan a través de ciertas
construcciones y reconfiguraciones de elementos culturales de
las zonas rurales ahora en proceso de adaptación a las lógicas del
contexto urbano (Jiménez, 2001).

En este marco, la presente reflexión muestra de mane-


ra general los lugares de tensión vividos, que mediados por los
continuos mecanismos de negociación/ negación recorren los
migrantes del Pacífico de cuarta generación al interior de sus
“comunidades” locales o entornos más próximos, los barrios del
oriente de la ciudad de Cali y con el resto de la ciudad.
148 Jhon Henry Arboleda Quiñonez

De esta forma, los relatos acerca de las maneras como se


construyen lugares desde los cuales es posible develar las distintas
lógicas de adaptación de esta oleada, se convierten en la ruta a se-
guir tratando de explicar de manera general sus ciclos, estrategias,
ritmos y conflictos presentes en este proceso. Por tal motivo la
categoría de “Tatabro”, entendido como la denominación que es
utilizada por los afrocolombianos que han acumulado experien-
cias de vida urbana en las ciudades del interior, específicamen-
te en Cali o por los afrocaleños que ya se reclaman enteramente
citadinos- vallunos, para referirse a migrantes procedentes de la
zona rural, se convierte en el elemento sustancial desde el cual se
propone este análisis , ya que tal denominación se utiliza para ha-
cer diferencia en torno a la variante dialectal, los gustos musicales
y los oficios en que se desempeñan estos recién llegados, en razón
de ello, tal noción será de vital importancia para identificar la ne-
gaciones y transformaciones vividas por este grupo poblacional
en su dinámica de inserción definitiva a la ciudad y a su contexto
más cercano como es el barrio.

5.1. Y nos vinimos: “Momentos y dinámicas de las


migraciones del Pacífico a Cali”
Yo no soy cantora aquí
yo soy Cantora en Jamaica
he cantado en Río Verde
y también en Esmeralda28*

Arrullo del Pacífico

La multiplicidad de factores de carácter endógenos y


exógenos que tuvieron como consecuencia la aceleración de los

28 *
Sería pertinente preguntarnos en qué lugar está cantado para descifrar el
carácter de movilidad espacial expresada por los pobladores afrocolombianos
de la región Pacífico.
Buscado Mejora 149

procesos de migración del Pacífico rural al Pacífico urbano y des-


de estos contextos hacía algunas ciudades del interior del país,
han sido claramente radiografiados a través de múltiples estu-
dios, entre los que cabe destacar los realizados por el Sociólogo
Frenando Urrea (el Equipo del Proyecto Cidse–Orstom 1999);
los de los Historiadores Francisco Zuluaga, Mario Diego Romero,
Santiago Arboleda (el grupo de investigación Cununo de la
Universidad del Valle 1998-1999), los cuales hacen énfasis en los
desplazamientos inter e intra urbanos procedentes del centro-sur
del Pacífico hacia Cali; los del antropólogo Peter Wade (1997)
para el caso de Medellín representado en múltiples artículos y
el libro Gente Negra , Nación Mestiza, en los cuales este autor se
encarga de establecer los ritmos y giros de la adaptación de los
migrantes Chocoanos hacía esta ciudad; para el caso de Bogotá
encontramos algunos artículos alertando sobre la presencia de
algunas colonias de pobladores afrocolombianos y sus dinámi-
cas culturales, entre ellos sobresalen los trabajos realizados por
el antropólogo Jaime Arocha (2001), Elisabeth Cunin (2003) y
Claudia Mosquera (1996). Es así como en términos generales se
ha configurado la sistematización de estas experiencias adaptati-
vas vistas desde estas disciplinas.

En este sentido, atendiendo a los resultados de los es-


tudios anteriormente referenciados, se ha llegado a un “acuerdo”
que hasta el momento parece irrefutable, a saber “Cali es la ciu-
dad colombiana con mayor presencia de pobladores afrocolom-
bianos”, de los cuales un alto porcentaje tenemos como lugar de
procedencia el Pacífico colombiano, bien sea áreas rurales y/o ur-
banas, no en vano se ha llegado a afirmar, en una demostración
de elaborada habilidad política de las elites vallecaucanas y con
ayuda permanente de los medios de comunicación, que Cali es la
capital del Pacífico.
150 Jhon Henry Arboleda Quiñonez

Foto No 6. Calle principal de África, El Retiro.

Ahora tratando de presentar de manera más detallada


este proceso de “Pacificalización” de Cali, por lo menos en cuanto
a lo que se refiere al siglo XX, abordaremos los momentos y las
dinámicas vividas por estos migrantes, haciendo énfasis en la ne-
gociaciones y negaciones de estos nuevos pobladores urbanos y
sus estrategias de reconfiguración cultural, atendiendo a lo plan-
teado por Escobar con respecto a las dinámicas que adquieren los
elementos constitutivos de una “cultura” determinada, cuando se
encuentra en pleno proceso de reacomodamiento, “las culturas
ya no están constreñidas, limitadas y localizadas, sino, profun-
damente desterritorializadas y sujetas a múltiples hibridaciones”
(Escobar, 1998, p.2).

Por tal razón, en términos de lo cultural sería impor-


tante indagar por las transformaciones de algunos espacios de la
ciudad y cómo son asumidos por los migrantes que los habitan y
los dotan de nuevos sentidos y significaciones.
Buscado Mejora 151

Siguiendo las periodizaciones sugeridas por algunos es-


tudiosos del tema , el proceso de migraciones del Pacífico hacía la
ciudad de Cali se extiende a lo largo del siglo XX, siendo según
Santiago Arboleda los años comprendidos entre el 60 y el 80 mo-
mentos que en términos temporales expresaron dichos procesos
con mayor claridad, y por lo tanto es en este mismo periodo en el
que se establece de manera general tres grandes oleadas o momen-
tos migracionales de esta zona, Pacífico centro-sur hacía la ciudad.

5.2 Contextualizando nuestra presencia


Las migraciones y sus consiguientes procesos de adap-
tación socio-espacial arrastran consigo un sinnúmero de reper-
cusiones, entre las que podemos resaltar las de tipo cultural, aten-
diendo a las características espaciales de la ciudad, la cual supone
unos cambios y negociaciones con ella y sus habitantes en el tipo
de relaciones que se establecen, los ritmos de trabajo, la construc-
ción simbólica de nuevos lugares para ser y estar, entendidos estos
como espacios determinados dotados de sentido por los migran-
tes en el continuo proceso de aprender y aprehender lo de acá, sin
dejar u ocultar lo de allá.

Es decir, colocando el juego de construcción de las iden-


tidades individuales y colectivas entre las raíces y las opciones;
eso sí, con unas raíces no tan profundas que no dejen caminar
hacía “nuevos” senderos , ni unas opciones tan amplias que nos
confundan en esta brega por identificarnos anclados a algún lu-
gar cultural o espacial determinado, en tanto que, como afirma
Restrepo “la diferencia es cada vez menos el resultado del aisla-
miento –si es que algún día lo fue– que de la interrelación con la
multiplicidad de otros consumidos en el espejo de la mismidad”
(Restrepo, 1999, p.228).

En este sentido, las migraciones expresan las más va-


riadas formas de concebir, configurar y dar vida al espacio que se
152 Jhon Henry Arboleda Quiñonez

hace propio desde la cotidianidad de la experiencia en una diná-


mica de transformación fluida entre migrantes y espacialidades
asumidas /redefinidas. En este marco, los momentos migratorios
de algunos habitantes de las zonas rurales y urbanas del Pacífico
hacía la ciudad de Cali los podemos “esquematizar” de la siguien-
te manera, según el análisis propuesto por Arboleda (Arboleda,
1998, p.86-89), donde deja claro que las construcciones simbóli-
cas hechas por estas cohortes poblacionales tienen en la cultura su
asiento más determinante como elemento que permite generar y
desplegar múltiples estrategias en los deseos de hacer ciudad des-
de la experiencia vivida y la realidad que día tras día van transfor-
mando y construyendo como esa hoja de ruta que facilitará en al-
guna manera su estar como habitantes citadinos de nuevo orden.

Teniendo como marco de referencia las continuas cons-


trucciones/ reconstrucciones culturales de los migrantes afropa-
cíficos en una ciudad como Cali, y para dar desarrollo a esta parte
de la reflexión, entenderemos esa amalgama de sentidos, viven-
cias, cambios, frustraciones y permanencias llamada cultura y las
nociones identitarias que de ella se desprende, siguiéndola de la
manera propuesta por Hall:

la identidad cultural es un asunto de “llegar a ser” así como de


“ser”. Pertenece tanto al futuro como al pasado. No es algo que ya
exista, trascendiendo el lugar, el tiempo, la historia y la cultura. Las
identidades culturales vienen de algún lugar, tienen historia. Pero
como todo lo que es histórico, estas identidades están sometidas a
constantes transformaciones. Lejos de estar eternamente fijas en un
pasado esencial, se hallan sujetas al “juego” continuo de la historia,
la cultura y el poder. (Hall, 1999, p.134)

Por tal razón el estudio de la multiplicidad de lógicas y


sentires que encierran las migraciones del Pacífico a Cali, entendi-
das como fenómenos propios de la cultura, pueden ser explicadas
desde diversas perspectivas que logren evidenciar las verdaderas
significaciones que poseen estos procesos.
Buscado Mejora 153

5.3 La llegada: Primer momento 50-60


Se establece un flujo que se manifiesta desde mediados
del 50 hasta mediados del 60, que tuvo como antecedentes, de un
lado, salidas de la región por fenómenos de violencia desde la se-
gunda mitad de la década de los años 40, y luego, en el 50 con las
plantaciones de caña. A partir de esta época las causas se matizan
y se estimulan en gran medida, para el caso de Nariño, sobre todo,
población ubicada en los límites con el Cauca y en menor núme-
ro, gente de Barbacoas y Tumaco.

Esta oleada se caracterizó porque los emigrados, en


cuanto a patrón de residencia fluctuaban entre el campo y el pue-
blo o casco urbano regional, con pequeños periodos de residen-
cia, sobre todo en temporadas de trabajo como obreros en algunas
empresas como la Timbiquí Gold Mines o empleadas domesticas
y de servicios varios hasta emigrar a Buenaventura y Cali.

Luego prácticamente la migración se va a orientar a Cali


y sus alrededores una vez Buenaventura se satura laboralmente y
comienza a expulsar población, sobre todo desde el 70. Es clave
anotar el hecho de que en primera instancia las migraciones del
Pacífico se van a orientar hacía Buenaventura atendiendo a las
buenas condiciones económicas por las que atravesaba la ciudad
como consecuencia de la ampliación y modernización del puerto,
generando flujos migratorios que superaron las posibilidades en
oferta laboral que vivía para ese momento el puerto.

En este ir y venir de migrantes se fue dotando la ciudad


de Cali de múltiples características por parte de los migrantes,
las ideas de progreso económico, asenso social y las posibilidades
de poder acceder a mejores niveles de escolaridad, fue configu-
rando la ciudad como polo de atracción de extensos segmentos
de población, quienes interiorizaron el hecho de “Andar andan-
do” como la experiencia que diferenciaría a ese poblador rural y
abrazaría el nacimiento de este nuevo poblador urbanizado o en
154 Jhon Henry Arboleda Quiñonez

proceso de urbanizar-se en la búsqueda de mejores condiciones


económicas y sociales que le permitieran adaptarse a la ciudad de
una forma menos traumática.

Aquí valdría la pena llamar la atención en cuanto a qué


significa pensarse la identidad cultural de los afrocolombianos en
las ciudades del interior y precisamente en una ciudad como Cali,
que aunque posee la particularidad de ser la que mayor cantidad
de pobladores con características fenotípicas afro alberga como
habitantes y agenciadores de imágenes de ciudad, sería pertinente
detenerse a reflexionar acerca del siguiente aspecto “en los con-
textos urbanos, las poblaciones negras aparecen, menos asibles
como comunidades, se hace más clara la fragmentación de la
noción de cultura, comunidad discreta, monolítica, compartida
y estática” (Restrepo, 1999, p.228). Aunque a primera vista esta
afirmación parece cierta e irrefutable, confirma la nostalgia que
sufren algunos investigadores.

En razón de ello, considero que los fenómenos deben


ser leídos tratando de identificar los trazos y particularidades
que ellos mismos van construyendo. Es decir, afirmar que en los
contextos urbanos las comunidades se hacen menos asibles, nos
brinda la posibilidad de detectar el carácter esencializado con el
que pretenden interpretar las elaboraciones culturales de las po-
blaciones afrocolombianas, pasando por la pregunta de qué tipo
de comunidades afrocolombianas y que dinámicas se esperan en-
contrar y analizar los que se encargan de investigarlas.

En esta medida, acercarse a las dinámicas urbanas de la


cultura afropacífico con la intencionalidad de observar, compren-
der y sistematizar sus construcciones identitarias y culturales, pasa
por reconocer e interpretar los circuitos de relacionamientos que
atravesados por lógicas culturales propias se ponen en actividad
a la hora de hacerse a un trozo de la ciudad. Así, las comunidades
no las podemos percibir autocontenidas y en su estado de “pure-
za” reproduciéndose autárquicamente en los contextos urbanos
Buscado Mejora 155

del interior, sería de mayor provecho analítico conceptualizar los


nuevos o renovados elementos que dotan de validez la idea de co-
munidad que gestan sus participantes en la lucha por posicionar
su forma de ser en la ciudad y hacer ciudad desde ella.

Así, las prolongaciones “exageradas” de la familia exten-


sa, que llegan hasta “perder” las relaciones directas de los troncos
que los ligan parentalmente, la conformación de redes migrato-
rias, con puntos “fijos” de expulsión desde algunas zonas de esta
región y la recepción en residencias de paisanos en Cali residen-
tes de los barrios populares, en muchas ocasiones solo conoci-
dos por referencias vagas, la articulación en iniciativas de trabajo
artístico-cultural muy populares en sectores habitados por estos
migrantes y la participación política a través de las colonias de
paisanos, marcarían la ruta para pensarnos los sentidos en que se
ha construido, se construye y construirá comunidad afropacífica
en contextos urbanos.

Reconociendo estos elementos, dichas comunidades no


serían tan poco asibles, lo que nos obligaría a transformar los uti-
llajes conceptuales, las elaboraciones conceptuales y la afinación
de miradas que aporten a descifrar cuales son los tipos de elemen-
tos que se están continuamente reconfigurando, rearticulando y
adaptando como parte de las llamadas culturas afrocolombianas.
De ahí que toda concepción teórico-conceptual para referirnos
a estos fenómenos guarde como particularidades el hecho de ser
transitorias y altamente mutables e intercambiables, tratando de
capturar adecuadamente todos los aspectos que configuran este
tipo de fenómenos culturales urbanos.

En este sentido, los procesos de migración traen consigo


las transformaciones de extensos trozos de ciudad, transforma-
ciones que se presentan a través de las dinámicas culturales que
se tejen en ellos, suscitando con esto una nueva concepción de
los espacios urbanos, evidenciado en las nuevas miradas por los
caleños hacía estos, miradas que sirvieron para (de)generar en
156 Jhon Henry Arboleda Quiñonez

algunas ocasiones o reafirmar en otras las estigmatizaciones alre-


dedor de este nuevo grupo poblacional que ya se hacía perceptible
para el resto de los pobladores de la ciudad.

De esta manera los migrantes vistos como los “otros”


generan sus lugares de encuentro mediados por una relación en
permanente tensión con aquellos que se reclaman como parte de
la tradición urbana de Cali, aquellos que gestan en la supuesta “ra-
cialidad”, los diacríticos de la negación permanente frente a los que
no hacen parte de su amado y defendido “Cali Viejo”. Tal dinámica
se va a intensificar en el momento en que estos migrantes y algunos
afrocolombianos oriundos de Cali deciden espacializar su presen-
cia a través de la lucha en consecución de vivienda propia.

5.4 Reconfiguraciones y estrategias. Segundo


momento: los 70
Se puede establecer la oleada que se genera a partir de
los 70, donde la población joven forma aquí sus unidades familia-
res y son sus hijos los que salen en este periodo hacia los epicen-
tros urbanos predominantes, motivados por la potencial conse-
cución de mejores condiciones económicas.

En estas migraciones de centro urbano menor a centro


urbano mayor, el migrante ha tenido alguna preparación psico-
lógica-vivencial que le permite adaptarse con mayor facilidad a la
gran urbe. Estas son típicas migraciones por etapas, en las cuales
las mujeres migran a distancias cortas, fundamentalmente a Cali,
y los hombres por lo general recorren mayores distancias sin fijar
definitivamente su residencia hasta después de un buen tiempo
de sucesivos viajes buscando trabajos y experiencia.

Este segundo momento de las migraciones se convier-


te en espacio temporal clave, en tanto que después de rigurosos
análisis y largos periodos de acompañamiento a algunas redes de
migrantes, se logra desvirtuar el carácter espontáneo y casi que
Buscado Mejora 157

anárquico que se le había endilgado a este fenómeno, para dar


paso al descubrimiento de las estrategias adaptativas y la recon-
figuración de algunas tradiciones culturales del Pacífico en Cali.
En este punto es importante destacar el papel jugado por las redes
familiares ya (re)construidas por la mayor parte de sus miembros
importantes, razón ésta que permite pensar en procesos de pla-
nificación a partir de las mismas, haciendo evidente lógicas pro-
fundamente estructuradas que permitirán al migrante expresar
algunos rasgos característicos de su cultura.

Así nos encontramos con elementos como la tradición


oral y la solidaridad actuando como mecanismos de convocato-
ria que permiten trazar estrategias de poblamiento potencial de
algunas zonas hacia las que se está expandiendo la ciudad, como
resultado de esto, no es gratuito encontrar en algunos sectores al
oriente de la ciudad segmentos de migrantes pertenecientes a esta
oleada que comparten la condición de paisanaje, entendida como

un conjunto de inscripciones intimas impresas en la memoria in-


dividual y colectiva, como dispositivos de reserva a los cuales se
acude en momentos críticos en espera de una respuesta positiva y
solidaria , queda deslindado que es paisano cuando se está fuera del
territorio de origen. (Arboleda, 2001, p.410)

En términos del análisis que pretendo realizar, este mo-


mento es de vital importancia, puesto que ya se expresan experien-
cias adaptativas que van a ser visibles a través de algunas activi-
dades artístico-culturales y/o religiosas que de manera incipiente
comenzaban a poblar el oriente de la ciudad con claros procesos de
negociación espacial en cuanto a las formas que adoptan.

5.5 ¡Nos hicimos rancho! Tercer momento: 70-80


Directamente dependiente de la anterior, va a tener su
impacto a finales de los 70 agenciada por situaciones de carácter
endógeno como el maremoto que sacudió a la región en el 79
158 Jhon Henry Arboleda Quiñonez

llegando hasta mediados de los 80, una vez se asienta el Distrito


de Aguablanca que aún continua con algunas transformaciones.
En este caso, estamos frente a una oleada con retornos mucho
más esporádicos en la medida en que las familias han echado raí-
ces en Cali y este último flujo fuera de engrosar el contingente
migratorio, desplaza hacia la periferia miembros de la familia con
varios años de residencia en la ciudad.

Foto No 7. Frontera Retiro – Laureano Gómez, febrero 2010.

En términos generales, este periodo se convierte en el


momento cumbre, debido que la presencia del poblador afropa-
cífico en Cali se hace más visible a través de continuos procesos de
migración intra urbana, que van a tener destino en la ampliación
de la ciudad hacia el oriente y la futura consolidación del Distrito
de Aguablanca como espacio receptor de esta multiplicidad de
experiencias en la ciudad.
Buscado Mejora 159

Consolidación que se da a través de variadas formas de


poblamiento que va desde el proceso de recuperación de tierras,
urbanizaciones piratas, tomas de tierras y barrios “legalizados”
por medio de las relaciones establecidas con los políticos del mo-
mento, lo que evidencia una total comprensión de las lógicas y
ritmos adaptativos a la ciudad.

Hasta aquí los resultados a los que han llegado los estu-
dios antes nombrados, y en especial el de Santiago Arboleda, pero
valdría la pena preguntarse:

- ¿Desde la consolidación del Distrito de Aguablanca en


los 80, las migraciones de las zonas rurales y urbanas del Pacífico
a Cali detuvieron su ritmo?

- ¿Cuáles son las nuevas motivaciones que llevan a la


gente a migrar a la ciudad?

- ¿En qué espacio se encuentran los migrantes llegados


en los 20 años siguientes?

- ¿Cuáles son las dinámicas culturales que exhiben en su


proceso de adaptación a la ciudad?

- ¿En qué se diferencian o cual es la línea de continui-


dad de las estrategias utilizadas por estos migrantes con respecto
a oleadas precedentes?

Es en este punto donde adquiere validez plantear la exis-


tencia de una cuarta oleada o generación de migrantes del Pacífico
a Cali, en tanto que, aunque los estudios antes mencionados no
dan cuenta sistemática de este nuevo proceso, la ciudad y parti-
cularmente el Distrito de Aguablanca ha sufrido cambios no solo
físicos en términos de su prolongación, sino, también culturales
por los ritmos, colores, sentires, visiones y experiencias impulsa-
dos por este contingente poblacional que aún continua llegando.
160 Jhon Henry Arboleda Quiñonez

En un intento por caracterizar este periodo, podríamos


afirmar que: se presentan migraciones esporádicas de algunas zo-
nas rurales y urbanas del Pacífico suscitada por multiplicidad de
factores de carácter exógeno entre los que se encuentran el auge
adquirido por la industria de la construcción y la consiguiente
ampliación de la ciudad hacia el sur, producto de las inversiones
de algunos sectores de la economía ilícita de la región, la posibi-
lidad latente de conseguir vivienda propia en la ciudad, producto
de la continua ampliación de esta hacia el oriente, la alta oferta
escolar que vivía la ciudad para este momento (los exógenos se
convierten en última instancia en motivadores de migración, por
las expectativas que se promueven en la ciudad).

Entre los de carácter endógeno podemos encontrar, el


desgaste “total” de algunos ciclos productivos como el de la ma-
dera en el centro-sur, la incursión de los distintos actores arma-
dos y sus consabidos efectos sobre la calidad de vida, particular-
mente en lo referente a la tenencia de la tierra y al tipo de cultivos
al que esta va a ser destinada, cambiando solo una vocal de uno
de los productos que en otrora se mostraba como rentable, el
cultivo del coco cedió lugar a la coca, implantando nuevos rum-
bos a las situaciones locales, lo que se va a ver reflejado hasta en
las elaboraciones culturales -mitológicas de estas zonas, la explo-
tación de algunas industrias (multi)nacionales y transnacionales
como las de palma africana, son razones que configuraron el am-
biente de esta lenta pero ininterrumpida llegada de pobladores
del Pacífico a Cali.

Esta serie de fenómenos se puede resumir con una afir-


mación que posee algún tinte nostálgico, en la costa del Pacífico
se está viviendo un conocido proceso de abandono de las activi-
dades agrícolas “tradicionales”, lo que evidencia que a veces existe
más nostalgia entre los estudiosos, que al interior de las comuni-
dades que están viviendo, agenciando y hasta sufriendo los cam-
bios y transformaciones.
Buscado Mejora 161

Hoy por estas tierras la Tunda y el Riviel que en el pasado


ocuparon sitiales importantes en la conciencia de conservación del
entorno, instaurando reglas en la constitución de relaciones entre
los pobladores y sus entornos más próximos, como los esteros y las
ensenadas dejaron de asustar y pierden espacio en las memorias
colectivas de las nuevas generaciones, en cuanto a la regulación del
orden social de las zonas rurales y urbanas, dando paso a que sea
el amedrentamiento- hostigamiento de los nuevos habitantes, pa-
ramilitares, guerrilleros, colonos del interior (paisas) e industriales
los que rijan los destinos de estas colectividades.

En este sentido, el aporte cualitativo para entender di-


cho proceso estaría mediado por el interés de sistematizar tales
experiencias en un ejercicio por continuar evidenciando los rit-
mos, lógicas y estrategias de estos nuevos pobladores urbanos tra-
tando de develar continuos procesos de negociación/ negación y
transformación cultural en y de la ciudad, reconociendo el carác-
ter dinámico de este fenómeno que a la postre la convirtieron en
una capital intercultural (Walsh, 2004, p.331).

5.6 El compa está distinto


La variedad de términos utilizados en la construcción
de nociones de diferenciación frente a los “otros”, ha desplegado
la más inusitada racionalización de aquellos elementos que pue-
den aportar a dicha finalidad, en tal sentido, el proceso migra-
torio del Pacífico a Cali no ha estado exento de ello, pero se ha
valido de las más renovadas estrategias para “romper” los lazos de
estigmatización que se expresan de manera explícita o implícita
en la forma de nombrar las alteridades.

En esta medida, podemos entender la construcción de


la noción de “chimpa”, como la construcción simbólica de dife-
renciación y percepción de los migrantes del Pacífico que han
acumulado experiencias de adaptación al contexto urbano de
162 Jhon Henry Arboleda Quiñonez

Cali. Así, el “Chimpa entendido como la denominación que die-


ron los negros con algún tiempo de vivir en la ciudad a los recién
llegados, para destacar lo rustico de las costumbres que traían”
(Arboleda, 1998, p.99), sirve para medir hasta donde las dinámi-
cas de diferenciación con el “otro” funcionan como mecanismos
capaces de producir imaginarios alrededor de las negociacio-
nes-negaciones culturales que tienen como escenario las distintas
espacialidades de las que está compuesta la ciudad.

En razón de ello, algunos grupos percibidos como dife-


rentes elaboran métodos que permiten encontrarse con ese, con-
cebido como el “otro” en condición de supuesta “igualdad”. En ese
aspecto hoy la ciudad se conforma por un sinnúmero de segmen-
tos urbanos que expresan su experiencia variada, en tanto que

Las tribus –urbanas– son un ámbito de contacto físico, una opor-


tunidad para la cercanía de los cuerpos y de los sentidos, una oca-
sión para la evasión de un mundo demasiado frío y tecnologizado
que ha hecho de la distancia y el aislamiento su naturaleza propia.
(Jiménez, 2002, p.163)

En este sentido, nos encontramos con una realidad


poco estudiada para los contextos urbanos, en tanto que los pro-
cesos de construcciones de diferenciaciones siempre han tendido
a explorar la producción de nociones culturales que nos distin-
guen como grupo étnico en relación con los “otros” que también
hacen presencia y agencian imágenes de ciudad o con lo que se ha
denominado la sociedad “mayor”, pero son casi inexistentes las
indagaciones alrededor de cómo se presentan la construcción de
alteridades intra étnicas.

Es decir, las elaboraciones conceptuales realizadas desde


ciertos distanciamientos culturales, discursivos y hasta políticos
han aportado a reforzar la idea de las comunidades afrocolombia-
nas como una homogeneidad compartimentada, donde las alte-
ridades solo se ponen en juego hacía aquellos que no percibimos
Buscado Mejora 163

como afrocolombianos, descuidando las porciones de sentido


que asignamos a las elaboraciones realizadas al interior de cada
segmento poblacional-cultural del que están compuestas las co-
munidades afrocolombianas.

Así, categorías como el Tatabro que funciona como me-


canismo de diferenciación entre los afrocolombianos en algunos
sectores del Distrito de Aguablanca, como en los barrios Retiro
y Vergel y sus zonas aledañas adquieren una eficacia simbólica
que demuestra hasta qué punto el proceso de adaptación ha sido
exitoso o no.

De ésta manera, se es Tatabro29 de acuerdo con el volu-


men que le imprime a su voz y las entonaciones que sirven para
evidenciar la zona de la cual proceden, el tipo de música que se
consume, las marcas y los colores que usan en sus atuendos, las
forma de exhibirlos, los sitios escogidos para el esparcimiento, el
goce y el disfrute. En razón de esto, tal categoría posee validez sim-
bólica porque permite identificar la presencia de nuevos habitantes
en el barrio o en las territorialidades en que se encuentra dividido
el barrio; puesto que dichas espacialidades funcionan como uni-
dades: “cuando hablamos de unidad nos referimos a un producto
de análisis que, contrariamente al de los elementos, conserva to-
das las propiedades básicas del total y no puede ser dividida sin
perderla” (Vygostky, 1995, p.25) producto de las situaciones que lo

29 Tatabro, animal abundante en la selva húmeda tropical del Pacífico


colombiano, similar a los cerdos salvajes, caracterizado por su resistencia
a los ambientes domésticos. Tal denominación es utilizada por los
afrocolombianos que han acumulado experiencias urbanas o por los
renacientes afrocaleños que ya se reclaman como citadinos para referirse
a migrantes procedentes de la zona rural, tal denominación se utiliza para
hacer diferencia en torno a la variante dialectal, los gustos musicales, la
formas de portar sus atuendos y los oficios en que se desempeñan estos
recién llegados.
164 Jhon Henry Arboleda Quiñonez

generaron, que lo hacen funcionar como una unidad compacta con


pocas variaciones en cuanto a sus habitantes permanentes.

Las diferenciaciones contenidas en la categoría de


Tatabro no impiden a los percibidos como diferentes compartir/
vivenciar de manera activa de las lógicas de encuentro y (re)afir-
mación adaptativa; sin embargo, se asume un lugar de distancia y
extrañamiento hacia las mismas. Las diferenciaciones intra étni-
cas que adquieren validez y eficacia simbólica en algunos sectores
del Distrito de Aguablanca, se convierten en códigos de comu-
nicación que aportan a la dinamización de las relaciones que se
presentan al interior del barrio y al “conocimiento” desde la ora-
lidad de aquellas zonas del Pacífico y del norte del Cauca más que
a procesos de discriminación o exclusión de aquellos a quienes
cobija dicha denominación.

En este sentido habría que entender las características en-


dilgadas a los migrantes de cuarta generación o Tatabros y sus rit-
mos de adaptación mediante la construcción de lugares que obede-
cen más al grado de impacto que puede causar su presencia como
colectividad, Tatabrización de alguna de las espacialidades de las
que consta el barrio, que a procesos de marginación, en tanto que,

la cultura específica de una colectividad implicaría una síntesis ori-


ginal de tres dimensiones. Esta síntesis delimita la capacidad crea-
dora e innovadora de colectividad, su facultad de adaptación y su
voluntad de intervenir sobre sí misma y sobre su entorno. (Jiménez,
2001, p.99)

Tales construcciones de nociones diferenciación espa-


cio-cultural al entrar en contacto con personas de otros sectores
de la ciudad sufren una paulatina carencia de validez, en tanto,
que la variable de tiempo y experiencia en la ciudad que sirve para
instalar diferenciaciones intra étnicas se funden en una sola deno-
minación, la de Negro, a la que además y gracias a la difusión de
documentales-programas de “ayuda” estigmatizantes/exotizantes,
Buscado Mejora 165

se le suma el identificarlos con algunas de las zonas más repre-


sentativas del Pacífico (identificación que casi siempre está por
fuera de la realidad), así la negociación o negación con la ciudad
se torna conflictiva producto de los estigmas socio- raciales que se
despliegan sobre esta vasta zona de la ciudad.

El Tatabro, aún en proceso de adaptación a la ciudad


y en búsqueda de legitimar su presencia en el barrio, construye
lugares desde los cuales comienza a expresar algunos elemen-
tos propios de las culturas de origen. En este proceso de cruces,
intercambios y disputas el Chimpa como categoría construi-
da simbólicamente que suponía distinciones en las dinámicas
adaptativas en la ciudad de Cali, la cual fue aplicada por los
migrantes de segunda generación a sus paisanos o coterráneos
llegados a esta posteriormente, inicia su transformación o con-
versión hacía la categoría de Tatabro como lugar que supone la
diferenciación entre y hacía los recientes pobladores urbanos,
en este caso los afrocolombianos perteneciente a la cuarta gene-
ración migratorial.

En tal medida, entre los elementos claves para imagi-


narnos la representación que adquiere un Tatabro en las zonas
mencionadas, sería valido contar con una variable como el tiem-
po y la temporalidad, el primero como afianzador de adaptacio-
nes sin distinguir entre los migrantes y las oleadas, el segundo
como prácticas que permiten evidenciar tales diferenciaciones en
distintos espacios.

De esta manera, las adaptaciones ligadas a las tempo-


ralidades suponen elementos dinamizadores de prácticas, en tér-
minos que permiten identificar claramente para y sobre quienes
(grupos de migrantes) funcionan tales diferenciaciones. Así, di-
chas categorías funcionan a la manera que lo plantea Jiménez “las
formas objetivadas o materializadas solo cobran sentido si pueden
ser apropiadas y permanentemente reactivadas por sujetos dota-
dos de capital cultural incorporado” (Jiménez, 2001, p. 100).
166 Jhon Henry Arboleda Quiñonez

En razón de ello, sería válido establecer una afirmación


que puede aportar elementos para comprender- conocer de manera
más detallada estas realidades. En tanto que, ya no son los migran-
tes de la primera hasta la tercera oleada para los que simbólicamen-
te funciona tal diferenciación, en la medida que sus adaptaciones
trascendieron las formas de construir alteridades, en el sentido que
las denominaciones iniciales para determinar las espacializaciones
de ciertas resistencias comenzaron a carecer de sentido debido a la
negociación o negación vivida en los contextos urbanos.

Son los renacientes del Pacífico en Cali, pobladores del


Distrito de Aguablanca para los que con mayor fuerza funciona
simbólicamente tal denominación, en tanto, que el hecho de con-
cebirse como enteramente citadinos del interior, con unas raíces
rurales o urbanas del Pacífico cada vez mas “distantes”, suminis-
tran elementos para visualizar tales prácticas y comportamientos
como evidencia de la “falta” de adaptación a las nuevas condicio-
nes. Tal situación genera una separación que puede ser diáfana
entre los grupos generacionales. Así encontramos la construcción
de circuitos culturales donde las prácticas que pueden ser perci-
bidas como “propias” de las culturas de origen presentan serias y
continuas variaciones en sus formas y hasta contenidos.

Grupos poblacionales de migrantes jóvenes Tatabros


y afrocaleños construyen lugares comunes alrededor de los jue-
gos de mesa como el dominó y las cartas, la rumba y el deporte
(fútbol básicamente), construcciones de interculturalidad que se
tornan conflictivas, como causa de las tensiones internas que van
a tener su expresión más clara a través las formas de relacionarse
con los consumos culturales que están a su haber como la música
y el baile. En este aspecto, habría que aclarar que la diferenciación
por la vía de los gustos y/o consumos culturales siempre ha ope-
rado, incluso para muchos grupos, pero en este caso se presen-
ta como matizador, puesto que, por medio de dicha actividad se
abre la posibilidad de ubicar territorialmente las zonas de origen
de aquellas personas que los consumen.
Buscado Mejora 167

En este marco , sería valioso indagar por las formas de


identificar la construcción de las llamadas y tan en moda identida-
des juveniles en el distrito de Aguablanca, puesto, que las aproxima-
ciones arrojan “acuerdos” en los mecanismos y formas de consumo
que desembocan actualmente en el Rap, las danzas folclóricas, la
salsa y las violencias juveniles, pero como pensar- nos alteridades
culturales de vastos segmentos de población juvenil que se encuen-
tran por fuera de estos márgenes de observación-identificación , tal
es el caso de gran parte de los Tatabros jóvenes o tatabritos.

En cuanto a los adultos la convivencia se hace menos


conflictiva con sus coetáneos, aunque existen diferencias tempo-
rales en cuanto al momento de arribo a la ciudad, siguen compar-
tiendo la condición de paisanos, que para este momento alcan-
zan su máxima flexibilización, ya que no solo es percibido como
paisano el que procede del mismo pueblo o departamento, como
ocurría al inicio de esta aventura migratoria, sino, que ahora se
trata de asumir como paisano y hasta pariente a todo sujeto feno-
típicamente afro que hace presencia en el sector.

En este caso el individuo que carga a cuestas con la de-


nominación de Tatabro se encuentra ante un doble extrañamien-
to en términos culturales, de un lado el hecho de estar por fuera
de su zona de origen supone y en algunos casos impone cambios
que van a ser asimilados de distintas maneras según la articula-
ción alcanzada por este con otras redes y de estas con el resto de
las realidades de la ciudad.

De otro lado, el sentir su distanciamiento en referencia


a los migrantes anteriormente llegados le genera efectos- senti-
res contradictorios, en el sentido de “no encontrar” su hacedero
cultural en ninguno de los espacios que ofrece el nuevo contexto,
estando casi obligado a poner en juego todas sus aprehensiones
cognitivas que en términos culturales les permitan ir agenciando
sus “propias” espacialidades donde inscribir-se como legítimos
pobladores –de– en este nuevo contexto. De esta forma,
168 Jhon Henry Arboleda Quiñonez

la pertenencia socio territorial designa el estatus de pertenencia a


una colectividad generalmente, caracterizada prevalentemente en
sentido territorial, es decir, en el sentido de la dimensión territorial
caracteriza de modo relevante la estructura misma de la colectivi-
dad y de los roles asumidos por los actores. (Jiménez, 2001, p.103)

Es de esta manera y, atendiendo a las condiciones que


les ofrece el contexto que los nuevos pobladores urbano-barriales
“tatabrizados”, han iniciado a construir su “propio” entramado
de espacialidades que les permite encontrar-se con gentes en su
misma condición.

5.7 “Institucionalizando” prácticas: Algunas


tatabrizaciones
Tras largos periplos de migraciones intra urbanas los
migrantes de cuarta generación –Tatabros– de forma racional van
sistematizando experiencias que les permiten reclamarse como
parte constitutiva de este proceso de consolidación de Cali como
la gran capital de suroccidente.

Así, sus construcciones culturales junto a sus ganancias


adaptativas a este nuevo contexto se van a expresar mediante for-
mas organizativas que con elementos propios de sus culturas al-
canzan inusitados niveles de eficacia en la ciudad. En este sentido,
debemos comprender– interpretar la variedad de agrupaciones
de carácter comunitario que hacen presencia en el Distrito de
Aguablanca. De esta manera los grupos de danza folclórica, las
cooperativas de trabajo solidario, las asociaciones de arte y cultu-
ra, las prácticas deportivas evidencian procesos de institucionali-
zación de las presencias que aportan al mejor bienestar de dichos
contingentes poblacionales y al resto de las comunidades de las
que hacen parte. En este marco,

con la interiorización de por lo menos algunos rasgos o elementos


de dicho simbolismo las personas se convierten en miembros de
Buscado Mejora 169

una colectividad y orientan recíprocamente sus propias actitudes


adquiriendo la conciencia de una común pertenencia a una misma
identidad social. (Jiménez, 2001, p.103)

En este sentido , la aparición de las denominadas co-


lonias en Cali que deben entenderse como la expresión política
de pobladores procedentes de las zonas del Pacífico adquieren
importancia, debido a que alrededor de ellas circulan gran canti-
dad de intereses encaminados a generar mejores condiciones para
aquellos que comparten el paisanaje, participen o no en las diná-
micas organizativas de estas concentraciones. En tal razón,

las colonias entendidas en su doble acepción, por un lado, en su


autodefinición cotidiana, como la concentración física de una po-
blación identificada culturalmente en determinado lugar distante
del de su origen. Dicha concentración está articulada desde luego
con el paisanaje. En otro sentido complementario al anterior, las
colonias son un conjunto voluntario de personas cuya finalidad, la
ayuda mutua, está animada por su procedencia, expresada jurídica-
mente a través de estatutos relacionados siempre con la región de
procedencia. (Arboleda, 2002, p.41)

Dichas expresiones organizativas presentan aceptables


niveles de cohesión interna que les permite vehicular por la vía de
las denuncias las demandas de los pobladores de la ciudad pro-
cedentes de la zona a la cual representan. Tales estrategias orga-
nizativas alcanzaron sus puntos de mayor visibilidad mediante la
interlocución con algunos sectores administrativos de la ciudad a
mediados del 80, periodo de consolidación de ciertos barrios y la
expansión de prácticas artístico- culturales de los migrantes del
Pacífico en Cali. Por tal razón

las colonias deben entenderse como las primeras instituciones po-


líticas de carácter étnico, en el contexto urbano que dan respuesta
al proceso de ajuste migracional con base en la interpretación ela-
borada de la ciudad, tanto sobre sus lugares de origen como de su
170 Jhon Henry Arboleda Quiñonez

nueva situación, con lo cual se hacen circular en el colectivo, con


mucha frecuencia, idea de retorno del personal que adquiere signi-
ficativos niveles de cualificación. (Arboleda, 2002, p. 441)

Dichas agrupaciones como se ha mencionado anterior-


mente obedecen a las lógicas organizativas implementadas por
migrantes pertenecientes a las tres oleadas anteriores, en este sen-
tido, valdría la pena observar cuál es la condición de aquellos que
asumen posiciones de liderazgo en la dinamización de dichas al-
ternativas organizativas, en tanto, que expresan procesos de adap-
tación que puede catalogarse como exitosas, debido al buen nivel
de cualificación académica que exhiben los participantes en este
proceso, de los cuales se erigirían futuros líderes en el movimien-
to de comunidades negras del país.

En términos de establecer la relación de dichas organi-


zaciones con los migrantes de cuarta generación Tatabros, habría
que resaltar ciertas diferencias que particularizan las experiencias
en cuanto a sus accionares, lo que muchos podrían visualizar
como una discontinuidad, o para efectos de comprensión gene-
ral del asunto una continuidad diferente, resultado de las nuevas
condiciones que impone la ciudad.

La gran cantidad de lugares de procedencia de esta olea-


da migratoria que hace presencia en los barrios Retiro y Vergel,
debido a su carácter múltiple relacionado con las zonas de origen
han sido utilizados como mecanismos que les permiten sentir-se
estableciendo relaciones entre iguales. En este aspecto, la cotidia-
nidad vivida en las adaptaciones se asemeja a la acepción que ad-
quirió la colonia para las oleadas anteriores, desplegando sobre
este sector novedosas formas de construcción de redes de lugares
que se han convertido en verdaderos circuitos identitarios.

Es muy frecuente encontrase en este sector con lugares


públicos para el juego, conocidos como las tabernas, sitios donde
a través de los juegos de mesa se permite el encuentro cotidiano de
Buscado Mejora 171

gran parte de estos migrantes, lo que les facilita realizar diariamen-


te balances alrededor de las situaciones presentes en cada uno de
los que conforman el cuarteto o sexteto de juego y por extensión
las vivencias de aquellos cercanos que están merodeando el espa-
cio e incluso los que están ausentes, este tipo de sitios asemejan
la funcionalidad de los “mentideros30” de las zonas rurales; ahora
toda su eficacia simbólica y efectividad como canal de transmi-
sión y reacomodamiento de los individuos que en él participan, se
siente con denotada renovación en los contextos urbanos.

Así mismo las tabernas se convierten en recintos con


parecida funcionalidad, en este aspecto observamos cómo prác-
ticas culturales de corte tradicional-rural adquieren importancia
en este nuevo contexto, transfiguradas con elementos como la
espacialidad, en tanto, que estos “nichos” culturales se presentan
en restringidos espacios, así la oralidad desempeña el papel de
elemento aglutinador para hacer menos traumático el proceso de
adaptación a la ciudad.

A diferencia de la funcionalidad “institucional” de las


colonias, los encuentros de estos segmentos de población se ca-
racterizan por ser de carácter espontáneo, pero sistemático, lo que
brinda la posibilidad de realizar mapeos permanentes de las con-
diciones laborales, zonas y sectores en los cuales existe la probabi-
lidad de obtener un empleo o por el contrario establecer negocios
informales. Debido a esto la presencia constante de estos migran-
tes en dichos espacios se mueve en doble vía; a medida que terri-
torializan sus identidades por el hecho de mantenerlos abiertos,

30 Los mentideros en las zonas rurales del Pacífico colombiano se conciben


como lugares en los cuales los hombres después de finalizar sus labores
cotidianas concurren a realizar variadas actividades, entre ellas el relato
de sus amores y desamores, aventuras vividas en mar afuera y el constante
forcejeo argumentativo que busca demostrar cuál de los asistentes posee
mayor conocimiento de cultura general.
172 Jhon Henry Arboleda Quiñonez

generan verdaderos “gremios” laborales sustentados en la noción


de solidaridad, de la que se benefician no en pocas ocasiones indi-
viduos que no poseen la condición de migrante, ni mucho menos
arrastran con el epíteto de Tatabros.

En esta dirección algunos elementos que podemos des-


tacar como diferenciadores de esta dinámica con las anteriores, es
el bajo o en ocasiones nulo nivel de escolaridad y de cualificación
que presentan estos migrantes, mientras las colonias en su proceso
de consolidación fueron dinamizadas por personas que lograron
acceder a estudios superiores, estas nuevas redes son dinamizadas
por aquel que posee el tiempo suficiente para mantener abierto
el “chuzo” o disponer de espacio para acondicionar un cuarto o
en su defecto sala o patio como lugar de encuentro que genere el
ambiente adecuado para desarrollar sus juegos, consumir bebidas
y escuchar la música compartida por ellos.

Teniendo presentes los antecedentes mencionados, es-


tamos frente a una nueva forma de establecer territorialidades en
el Distrito de Aguablanca, por tal razón cada Tatabrada supone la
exhibición de lógicas y estrategias de adaptación y reconstrucción
de prácticas culturales que transforman las maneras de percibir
los espacios. Tal construcción de espacialidades por parte de es-
tos migrantes, aunque sean percibidos aún como sujetos no per-
tenecientes a la cotidianidad del barrio, han logrado establecer
la espacialización de sus prácticas y circuitos en los cuales por
medio de las experiencias de su adaptación territorial generan
nuevas significaciones geoespaciales, que atravesadas por algunos
elementos de la cultura dan cuenta de la legitimación cotidiana
de su presencia en estas comunidades.

En este sentido,

el territorio como espacio de sedimentación simbólico- cultural,


como objeto de inversiones estético afectivas o como soporte de
Buscado Mejora 173

identidades individuales o colectivas. Dicho de otro modo, como


organización del espacio, se puede decir que responde, en primera
instancia a las necesidades económicas, sociales y políticas de cada
sociedad, y bajo este aspecto, su producción está sustentada por las
relaciones sociales que lo atraviesan, pero su función no se reduce a
esta función instrumental, el territorio es también objeto de opera-
ciones simbólicas y una especie de pantallas sobre la que los actores
–individuales o colectivos–proyectan sus concepciones del mundo.
(Jiménez, 2001, p.93)

Así, en el caso de los Tatabros se puede percibir la entra-


da en juego y yuxtaposición de nociones tales como territoriali-
dad, identidades y culturas que hacen pensar en una dinámica de
poblamiento que bien podría denominarse corpo-oral; en tanto,
sus formas léxicas, sus recorridos y la presencia al interior del ba-
rrio, junto con sus labores cotidianas, que a su vez crean y/o re-
configuran nuevas espacialidades, han legitimado su derecho de
nuevos pobladores de la zona, la cual han enriquecido con sus
formas particulares de hacer-se urbanos y construir ciudad.
CAPÍTULO VI
Territorialidades emergentes y dinámicas
identitarias entre poblaciones afrocolombianas
de contextos urbanos. El retiro

Somos lo que hay


Lo que se vende como pan caliente
Lo que pide y goza la gente
Lo que se vive en todos lados
Lo que se vende en el mercado
Somos lo máximo”
A quererse modernizar
Ya solo baila escondido

Charanga habanera.

Foto No 8. Sardi, Noviembre 2010.


176 Jhon Henry Arboleda Quiñonez

6.1 Territorialidades emergentes: espacializando


identidades
El interés por indagar acerca de los mecanismos, estra-
tegias y condiciones socio-geográficas en que se construyen-rear-
ticulan los elementos-diacríticos que son parte de las llamadas
identidades afrocolombianas en contextos urbanos o entran
a serlo a partir de los continuos flujos migratorios de todo el
Pacífico hacia el interior y en algunas concentraciones urbanas
de la región, ha ido en aumento, como consecuencia del vertigi-
noso proceso de urbanización que han alcanzado las expresiones
identitarias de los afrocolombianos por fuera de sus territorios de
origen –bien sea en condición de migrantes o como pobladores
enteramente citadinos en el interior del país–.

La sistematicidad con que se han presentado estos pro-


cesos de urbanización de las identidades afrocolombianas, sobre
todo en el interior del país, se ha visto representada en aquello
que podríamos denominar una territorialización identitaria por
parte de la población afrocolombiana, la cual se expresa en el sur-
gimiento de múltiples localizaciones donde la experiencia de po-
blar la ciudad, a la par en que se rearticulan o contextualizan los
elementos culturales e identitarios “propios” de las zonas de ori-
gen, van vivenciando-espacializando algunos trozos de ciudades
que el resto de la sociedad que de manera cotidiana observa estos
procesos ha optado por denominar barrios de “negros” .

El Pozón y La Boquilla en Cartagena; La Zafra y La


Iguana en Medellín; Casas Blancas y algunos sectores de la
Localidad de Kennedy en Bogotá; La Laguna, Tokio, Cuba y la
Platanera en Pereira; Las Ferias y Comuneros en Popayán, y por
último, en Cali el Distrito de Aguablanca, en el cual se destacan
los barrios El Retiro, El Vergel, Mojica y Charco Azul, son claros
ejemplos de la manera en que los distintos grupos de pobladores
afrocolombianos, en condición de migrantes –en un alto por-
centaje– sobre todo los jóvenes o renacientes oriundos de estas
Buscado Mejora 177

ciudades, han iniciado a espacializar sus presencias adaptándose


y adaptando trozos de ciudad de acuerdo a las lógicas en que sus
imaginarios individuales y colectivos asumen las contingencias y
exigibilidades que imponen estos contextos.

Es en esta línea de indagaciones y comprensión de las


dinámicas de reposicionamientos que desplegamos los afroco-
lombianos en los contextos urbanos, sobre todo en Cali, por su
condición de ser la ciudad donde se registra con mayor “nitidez”
nuestro accionar, donde pretende instalarse la presente reflexión.

En razón de ello, el interés de este marco interpretati-


vo, está mediado por colocar en consideración una serie de fe-
nómenos que observados desde la perspectiva de las dinámicas
urbanas que han adquirido los complejos procesos mediante los
cuales afrocolombianos que desarrollamos nuestros proyectos
individuales y colectivos en ciudades del interior del país, que es-
tamos sometiendo a readaptaciones, transfiguraciones y re-origi-
nalizaciones, que mediados por elementos como las etnicidades,
las variables generacionales y de género, junto a una serie de po-
litizaciones discursivas e identitarias estamos generando formas
alternas de vivir- significando la ciudad.

Por tal motivo, el título de esta reflexión recoge desde


una experiencia de indagación microcontextual, algunas carac-
terísticas que bien pueden estar-se reproduciendo en los distin-
tos escenarios por los cuales está compuesta la ciudad, en los que
continuamente hacemos presencia.

El Retiro: de África a Hollywood. Construyendo iden-


tidades, está compuesto por cuatro momentos que pretenden
insistir sobre la necesidad de desarrollar ejercicios investigativos
sistemáticos que aporten a la comprensión de la multiplicidad de
fenómenos y las vertiginosas transformaciones-rearticulaciones
que estas sufren en la ciudad a la hora de pensar-nos las llamadas
identidades afrourbanas.
178 Jhon Henry Arboleda Quiñonez

Las lógicas de adaptación y reconfiguración socio-espa-


cial que desarrollamos los afrocolombianos, donde se entremez-
clan en nuevas y constantes relaciones, elementos caracterizados
como rurales con aquellos que presumen de ser condicionantes
propios de los ritmos impresos por la vida en las ciudades del in-
terior, suponen una historicidad y agentividad de los individuos
que los estamos produciendo. Así El Retiro, en tanto espacialidad
urbana identificada por el resto de la sociedad como un barrio de
gente “negra”, debe esta característica a toda una serie de factores
exógenos y endógenos que deben ser estudiados cada uno en su
respectiva significación tratando de observar que papel desem-
peñó en la composición del mismo.(Arboleda, 1998; Arboleda,
2005; Caicedo, 2006). De estos factores señalaré de manera su-
cinta algunos de los que adquieren importancia para el desarro-
llo de esta reflexión.

Esta descripción inicial del terreno en el cual nos vamos a


desenvolver, tiene como intención ilustrar el interés central que sus-
cita esta reflexión, a la vez que será factor trascendental para com-
prender las dinámicas identitarias que atravesadas por las variables
de generación y género se viven en este espacio de posicionamiento
de las culturas afrocolombianas en los contextos urbanos. Dicho lo
anterior, nos adentraremos a caracterizar los mojones interpretati-
vos que intentaremos desarrollar en esta reflexión. Tal descripción
pretende ser el primer momento de esta reflexión.

En un segundo momento, partiendo de estas imágenes


se intentará cartografiar de manera sucinta la forma en que El
Retiro encaja en ese imaginario urbano de construcción de iden-
tidades afrocolombianas, productos de las oleadas migratorias; en
este aparte, más que hacer una Sociología del estudio de las mi-
graciones afropácifico a la ciudad de Cali, me interesa analizar la
dinámica de reestructuración de las nociones identitarias donde
las redes familiares, parentales, las filiaciones étnicas y estrategias
Buscado Mejora 179

económico-laborales terminan por espacializar unas resistencias


identitarias al suroriente de la ciudad.

En la tercera parte, se pretende hacer unas descripcio-


nes generales de las territorializaciones de las que está compuesto
el barrio, concentrando el análisis en la manera en que África y
Hollywood son resimbolizados y reoriginalizados como sectores
pertenecientes al barrio, de los cuales están surgiendo ciertos ele-
mentos que transversalizados por la generación y el género, com-
plejizan los mecanismos mediante los cuales se configuran las
identidades (juveniles) afrourbanas en El Retiro.

En la cuarta parte, se pretende evidenciar la manera en


que circulan en el barrio y en otros espacios de la ciudad repre-
sentaciones alrededor de estos lugares translocalizados, donde se
vivifica la experiencia de estar espacializando formas renovadas
de vivir la ciudad por parte de los afrocolombianos en Cali.

El barrio El Retiro está ubicado en el extremo oriental


del Distrito de Aguablanca en Cali, producto de variadas mo-
dalidades de poblamiento impulsadas por ritmos migratorios
intra e interurbanos presentados en la ciudad desde finales de la
década de los 60 e inicios de los 70; modalidades que van desde
la recuperación de terrenos (invasión), entrega oficial por parte
del Estado, pasando por la urbanización -semi- pirata de algunos
de sus sectores, los cuales junto a Charco azul y, últimamente,
Mojica se caracterizan por presentar gran concentración de po-
blación afropacífica.

En la composición socio-espacial del Retiro se pueden


advertir ciertos rasgos incipientes de lo que llamaremos territo-
rializaciones por paisanajes (Arboleda, 2002), las cuales hablan de
los distintos momentos poblacionales del barrio, a la vez que ha-
cen inferir la forma en que se estaba viviendo de manera general
la ampliación de la ciudad hacia el suroriente y las posibilidades
180 Jhon Henry Arboleda Quiñonez

concretas de los pobladores en cuanto a las vinculaciones labora-


les en el mundo institucional del trabajo urbano.

Tales rasgos se hacen perceptibles al recorrer ciertas te-


rritorializaciones de las que está compuesta la cartografía de las
presencias étnicas que posee el barrio; las cuales se identifican por
la cercanía en que los paisanos de determinada subregión han ido
espacializando su tramo, al ubicar de manera aledaña y en constan-
te comunicación sus viviendas, siendo esta una de las estrategias de
recomposición socio-cultural que propende por reposicionar la fa-
milia extensa en su máxima flexibilidad, cobijando personas con las
cuales solo se comparte el hecho de ser oriundos de zonas rurales
aledañas que han mantenido unas relaciones permanentes.

Así, encontramos desde la consolidación del barrio dos


sectores claramente diferenciados, denominados “Retiro alto” y
“Retiro bajo”, grandes zonas territorializadas, donde la concentra-
ción de gente oriunda del centro-sur del Pacífico, concretamen-
te del municipio de Tumaco y toda su zona rural en la primera
(Retiro Alto), y la de gente venida sobre todo de la región nor-
te del Pacífico, del Chocó concretamente, en la segunda (Retiro
Bajo), constituyen las primeras matizaciones que en cuanto al
proceso de poblamiento se presentaron.
Buscado Mejora 181

Mapa No 3.
Mapa general del barrio

En primera instancia, producto de la “perdida” de vi-


gencia y eficacia simbólica de las territorializaciones primarias
entre Retiro alto y Retiro bajo, las cuales tendrán su explica-
ción socio-histórica en el desarrollo de esta reflexión, se ha ve-
nido presentando la emergencia de múltiples territorialidades
como África, Hollywood, la Ancha, La Ponceña, Cecon, Bronx, el
Múltiple entre otras de las cuales por el carácter de imágenes glo-
balizadas que producen identidades localizadas o glocalización de
identidades, me interesa mostrar la manera en que las ideas de
África y Hollywood son sometidas a reoriginalizaciones producto
de las mediaciones que establecen los jóvenes habitantes del ba-
rrio con las imágenes que de estos espacios circulan en los medios
de comunicación y que entran a ocupar lugares centrales en la
dinámica geosimbólica de las que este se compone.
182 Jhon Henry Arboleda Quiñonez

Mapa No 4.

Mapa de espacializaciones básicas


Buscado Mejora 183

Mapa No 5.
Mapa de territorializaciones identitarias

La primera parte, donde se evidencian las translocali-


zaciones que África y Hollywood están “viviendo” por parte de
los jóvenes del Retiro, encuentra sustento en una hipótesis que
ha iniciado a tomar sentido, es el hecho de percibir el Distrito
de Aguablanca, junto a Salvador Bahía en Brasil como uno de
los espacios afrodiaspóricos más grandes y con expresiones cul-
turales fuertes en Latinoamérica. Por tal razón, el Distrito de
Aguablanca (el barrio el Retiro) no se encuentra por fuera de las
lógicas de poblamiento que han sido impuestas a las comunidades
184 Jhon Henry Arboleda Quiñonez

afrodiaspóricas latinoamericanas en su proceso de articulación a


las dinámicas de urbanización en el continente. Ejemplos de estos
son las zonas densamente pobladas por gente afrodescendiente
en el Perú (el Callao), en Ecuador (Carapungo), los “afamados”
guetos norteamericanos en Brooklyn y Bronx.

En este plano, el Distrito de Aguablanca y, concreta-


mente, el Retiro, no es percibido como el destino primario de las
migraciones del Pacífico centro-sur, sino, el fin o lugar de encuen-
tro y recomposición de un cúmulo de experiencias urbanas, las
cuales entre arrendamientos, recuperación de terrenos (invasio-
nes), colonizaciones urbanas van a encontrar en esta espacialidad
el lugar donde desplegar con mayor fuerza y claridad sus ascen-
dencias culturales, las que en encontrarse atravesadas por ciertas
politizaciones identitarias, crean nuevos imaginarios de ciudad
en el interior del país.

6.2 En El Retiro se vive de África a Hollywood: La


translocalización como dinámica identitaria
Las lógicas geopolíticas que ha instaurado el proce-
so histórico-cultural de carácter mundializante conocido con
el nombre de la globalización, el cual encuentra en los ritmos
e imposiciones de los flujos de capitales bursátiles su punta de
lanza, ha generado entre muchas otras cosas, la emergencia o vi-
sibilización de un sinnúmero de espacialidades todas ellas con
expresiones que hacen inferir cierta amalgama y yuxtaposición
de elementos que complejizan seguir pensando desde dicotomías
tan absolutas como centros-periferias o colonias-metrópolis en
los sentidos clásicos en que surgieron y han sido utilizadas estas
nociones, dando paso al surgimiento de espacialidades transloca-
lizadas en términos políticos, culturales, económicos.

En esta dinámica ocupa un lugar central la estrecha re-


lación establecida entre los derroteros de las políticas –ideologías–
neoliberales y el papel legitimador de las visiones hegemónicas
Buscado Mejora 185

desempeñado por los medios de comunicación, con su función


de colocar en circulación las ideas-fuerza de las nuevas realidades
culturales, políticas y económicas impuestas por el capital en su
condición de moldeador de las opiniones-perspectivas analíticas
que a través de estos deben circular.

Foto No 9. La esquina caliente, Hollywood. Febrero 2010.

Aunque la idea de globalización a la que más se le ha dado


importancia es a la que en esta reflexión identificaremos como he-
gemónica, siguiendo la propuesta discursiva de De Sousa Santos,
186 Jhon Henry Arboleda Quiñonez

habría que tener en cuenta que al respecto circulan variadas signi-


ficaciones. Mirada en su historicidad, es decir, como fenómeno de
larga duración, donde actualmente se nos muestra su última fase
de renovación, la globalización comprendida desde la perspectiva
de la colonialidad que produce habría de entenderse así:

Mientras que para la posmodernidad se trata de algo nuevo,


para el paradigma otro del pensamiento desde la historia de la
Colonialidad se trata de una nueva forma de colonialidad, la co-
lonialidad global, distinta a la imperial –religiosa de los siglos XVI
y XVII y de las formas imperial-Nacional vigentes desde el siglo
XVIII hasta la segunda mitad del siglo XX. Pero de ninguna ma-
nera una nueva etapa histórica que establece una quiebra radical
con el pasado. Por lo tanto, visiones de futuro son también distintas
según se la imagine desde la posmodernidad o desde las perspecti-
vas múltiples que emergen desde la perspectiva de la colonialidad.
(Mignolo, 2001, p.45)

Es en este cruce, circulación e imposición incesante de


imágenes, visiones y perspectivas analíticas, en que se ha gestado
diversidad de fenómenos culturales, que presentan como carac-
terística el hecho de reproducir en distintos espacios en aparien-
cia aislados y fragmentados no solo geográfica, sino, económica
y culturalmente realidades sociales que hacen suponer una nueva
conceptualización en la relación que se establece entre identidad,
cultura y espacio.

Así, las llamadas translocalizaciones, producto de la


simbiosis emergida entre cultura y espacialidad, se ha convertido
en el motor que posibilita la entrada en movimiento y adquisi-
ción de sentido de toda una serie de lugares en los cuales las imá-
genes globales hegemónicas –transmitidas– puestas en circula-
ción, sufren distintos procesos de re-originalización a escala local,
posibilitando-resultando la interconexión espacial, que funciona
en el plano de lo simbólico como un teatro capaz de colocar en es-
cena las más disímiles experiencias donde lo global-hegemónico,
Buscado Mejora 187

se vivifica a través de lo local-diverso dotándose de sentido de


acuerdo a los contextos donde este proceso se desarrolla.

Es en este plano de interconexiones espacio-culturales


agenciadas por las lógicas mundializantes de la globalización he-
gemónica (De Soussa, 2003), donde la construcción de nociones
identitarias de carácter local, o dicho de otra forma las globali-
zaciones disidentes adquieren relevancia, en tanto las maneras
alternas reoriginalizadas en que se viven los cambios culturales
producidos en este proceso.

En razón de ello, Mignolo (2003) tratando de caracte-


rizar la lógica en que se han establecido todo este cúmulo de rela-
ciones, propone una perspectiva de análisis relacional que eviden-
cia la forma en que las historias locales, deben ser significadas de
acuerdo con el lugar ocupado o asignado en los diseños globales,
tal perspectiva permite observar la manera en que se presentan
constantemente las series de “representaciones, circulación y adap-
taciones geosimbólicas”, las cuales son dotadas o tienen variadas
repercusiones- significados políticos, económicos y culturales en
distintos momentos históricos a lo largo y ancho del mundo.

Es en este sentido en que debe percibir-se una es-


pacialidad como Hollywood, en la parte norte del continente
Americano y África como construcción simbólica de la periferia
occidental, tratando de identificar el lugar simbólico que ocu-
pan en la geopolítica actual; tal ejercicio pasaría por reconocer
el papel protagónico desempeñado por Europa occidental en el
proceso de invención-creación de estas dos realidades percibidas
de manera antagónica. Es decir, si África y más concretamente,
las imágenes del área sub-sahariana que son las que mayorita-
riamente circulan e instauran imaginarios que sobre este con-
tinente se despliegan y Hollywood, como lugar simbólico de
“máxima” realización en las ideas de progreso económico-he-
donístico y bienestar en occidente, habría que tener presente el
hecho que ambas realidades son constituidas históricamente en
188 Jhon Henry Arboleda Quiñonez

dependencia de la espíteme de la Europa occidental de la segunda


modernidad (Dussel, 2004, p.201-206).

6.3 África y Hollywood: de representaciones, circulación


y adaptaciones
Las historias que en ocasiones percibimos como reali-
dades locales, asignándoles a los sujetos que las comparten ciertas
naturalizaciones y, que suponemos son producto de los avatares
y avances entrópicos que forjan cada una de las sociedades, en re-
lación con los potenciales representados en su diversidad pobla-
cional y los recursos disponibles que se encuentran en sus terri-
torios; siempre han “obedecido” a las múltiples relocalizaciones
y articulaciones establecidas con respecto a distintas dinámicas
económicas, políticas y culturales.

Desde esta óptica de análisis histórico-mundial, hablar


de África y las subdivisiones de las que esta se compone (meri-
dional, sub-sahariana y sur), la narrativa europea con que se le
fueron asignando significados y funciones a los lugares a los lo-
graban llegar, de aquellos que se intuía su existencia o se imagina-
ba su realidad como comunidades, entran a engrosar de manera
coherente y sistemática el horizonte epistémico con que se conta-
ba en el momento.

Así, los hallazgos territoriales, las invenciones históricas


alrededor de las territorialidades consideradas extraeuropeas y por
ende pertenecientes a un menor grado de humanización, en un
proceso de conformación politizada del corpus de conocimiento
existente, terminan por coincidir hasta con relatos mítico-religio-
sos donde la racionalidad europea, en tanto producto exclusivo
de su devenir histórico, está destinada a estructurar, en condición
privilegiada las rutas y estrategias que deben asumir aquellos –po-
sibles– pueblos que en algún momento de su existencia quieran
obtener los trascendentales avances y desarrollos científicos, eco-
nómicos y culturales a los cuales ellos han accedido.
Buscado Mejora 189

Con respecto a esto, miremos la lógica en que el relato bí-


blico es utilizado en función de asignarle-fijarle destinos-realidades
a los territorios de los cuales se tiene certeza o, en su defecto se in-
tuye que existen. En términos de establecer patrones de diferencia
que desde diversas perspectivas corroborará la posición geoestraté-
gica de Europa en su papel de precursora de la civilización

...en la civilización occidental, en el relato Bíblico, en la historia de


Adán y Eva, y también en la historia del Diluvio y en el hecho de que
los tres descendientes de Noé fueran varones (Jafet, Sem, Cam). Por
el primero la estructura ética de la relación hombre-mujer se asien-
ta en la relación de pareja, masculino-femenino. Por el segundo, la
estructura geopolítica del mundo se asienta sobre el valor humano
que se asigna a cada uno de los tres hijos de Noé: a Cam, el más
despreciable, se le atribuye África; a Sem, quien ofreció esperanzas
y dio signos de buen comportamiento, se le identifica con Asia, y a
Jafet, el aliento, la expansión y la visión de futuro, se lo asienta en
Europa. «América», nombrada así en honor de Américo Vespucci,
toma una a, se feminiza, para coordinarse con Asia y África, las cua-
les tienen como patronos cristianos a dos hijos de Noé. (Mignolo,
2003, p.45)

Toda esta construcción simbólica tiene una agentivi-


dad, es decir, una historicidad que posiciona al sujeto europeo
como precursor y garante del devenir de la humanidad y, va a ser
precisamente en la época renacentista con su política de expan-
sión científica-tecnológica y territorial donde tal providencia casi
divina encuentra la posibilidad de ser puesta en práctica para con
aquellos que están “ávidos” de recibirla o que por su estadio de
“progreso” justifiquen su recibimiento.

Respecto a esto tengamos presente que

en el siglo XV, los europeos no conocían el mundo más allá de lo


que era Europa. Los demás eran espacios míticos que fueron to-
mando para sí con una evidente falta de conciencia, o más bien,
190 Jhon Henry Arboleda Quiñonez

con la ideología de que eran territorios para ser dominados. Los


europeos, pues, colonizan ya desde el siglo XV, empiezan a buscar
territorios y justifican la posesión del planeta y se justifican ante sí
mismos como propietarios. (Comín et al., 1998, p. 76)

En relación con la espíteme europea que circuló en


el momento de la “invención” de la realidad Africana, miremos
lo siguiente

en la relación entre europeos y africanos ha habido dos estadios


importantes. Uno, para entendernos y para resumir, en el cual los
europeos han dicho: «los africanos no pueden ser como nosotros».
Y otro segundo estadio en el cual los europeos han dicho «los afri-
canos sí pueden ser como nosotros». Hay que notar que las dos
representaciones son egocéntricas: «como nosotros sí» o «como
nosotros no» (Comín et al., 1998, p. 76)

En este sentido, la invención-creación de unas espacia-


lidades-realidades enteramente dependientes de la espíteme con
pretensión hegemónica como la de la Europa occidental desde el
siglo XVI, avalada en la incesante búsqueda de “nuevos” territorios
hacia donde extenderse, genera unas ideas geográficas (espaciales)
e históricas (socio-políticas) en las cuales se justifique su presencia
en calidad de instancia superior del ser humano a donde todos de-
ben llegar utilizando distintas vías. Con respecto a la invención de
América como espacialidad geográfica e histórica extra-europea,
el proceso no fue del todo distinto, recordemos que

paradójicamente lo encontrado era un lugar sin lugar, una utopía,


que solo podía ser realidad acomodándola dentro de la concepción
del mundo y de la historia de sus descubridores y la realización de
las utopías de estas. Europa, que empezaba a tomar conciencia de su
propia y peculiar identidad entraba en una crisis, a la que solo po-
dría poner fin comprendiendo lo descubierto dentro del horizonte
de lo que le era familiar. Más allá de Europa y de las regiones de las
cuales los europeos tenían alguna idea, como Asia y África, estaba
otro continente y en él hombres y pueblos sobre los cuales no se
Buscado Mejora 191

tenía conocimiento alguno. El descubrimiento de Colón obligaba al


europeo a reconstruir sus horizontes de conocimiento y del sentido
en el que éstos pudiesen tener cabida las historias también regio-
nales de pueblos de una extraordinaria diversidad. Se iniciaba así
una historia que podría ya ser legítimamente calificada de univer-
sal. Esta historia causará los desvelos de los filósofos de la historia
universal buscando una interpretación de la historia universal que
tuviese como centro a la misma Europa. Se iniciaba lo que ahora
llamamos Eurocentrismo. (Zea, 1991, p.6)

El anterior esbozo, solo tiene como función mostrar


la forma general en que fueron prefiguradas las realidades de los
continentes africano y americano, en tanto prefiguraciones geo-
gráficas e históricas directamente dependientes de Europa. Ahora,
tratando de relacionar los mecanismos mediante los cuales estas
preconcepciones llegan hasta nuestros días, con gran cantidad de
matizaciones que han encontrado en la Historia, en tanto avance
secuencial del tiempo y las adaptaciones físicas a las que son so-
metidos los sujetos junto a las territorialidades por ellos construi-
das, y la Historiografía como organización- sistematización de los
distintos procesos en que se involucran las sociedades, intentaré
avanzar hacia la imágenes de África y Hollywood que son puestas
en circulación por los afrocolombianos en contextos urbanos con
respecto a estas espacialidades a la hora de producir y re-configu-
rar sus identidades.

África, es, de cualquier manera, una construcción moderna que


hace referencia a una variedad de gentes, tribus, culturas, lenguas
cuyo principal punto de origen común está en la confluencia del
comercio de esclavos (…) lo característico de esta cultura es ma-
nifiestamente resultado del más complejo entretejido y fusión
de de diferentes elementos (africanos, asiáticos y europeos) en el
crisol de la sociedad colonial. El África que está presente en esta
parte del mundo es aquello en lo que África se ha convertido en
el Nuevo mundo juntamente con elementos sacados de las cultu-
ras de España, Inglaterra, Holanda, Francia, Portugal, India, China,
Líbano; esa África ha pasado a través de la violenta vorágine del
192 Jhon Henry Arboleda Quiñonez

sincretismo colonial, hacia una hibridez fraguada en la “olla” colo-


nial (Hall, 2003, p.482)

Es curioso observar que los territorios son conocidos o


imaginados a partir de imágenes que en cierta medida disminu-
yen la complejidad que estos encierran, dando como resultado
representacional la traslocación geoespacial que de acuerdo a las
mentalidades prefigura las construcciones socio-históricas que de
ellos emergen. Con respecto a África y Hollywood en su calidad
de espacialidades globalizadas, nos encontramos frente al hecho
de percibir y escuchar la forma en que son traslocadas en cuanto
a su significación.

África siendo un continente que posee aproximada-


mente 53 naciones, agrupadas en sus tres zonas la septentrional, la
sub-sahariana y el sur, claramente diferenciadas en materia cultu-
ral, política y lingüística, hecho que se percata en situaciones como
la obligación que tuvieron de estructurar un “idioma común”, el
suajili, que facilitara la comunicación intra-continental, que per-
mitiera el hermanamiento después de “finalizado” el periodo colo-
nial, al ser objeto de elaboraciones representacionales, disminuye
su compleja composición, asignándole a los países del área subsa-
hariana todo el peso de la identificación de este continente.

Habría que recordar, que esta región del continente fue


violentamente sometida a las vejaciones de la esclavización, el co-
lonialismo y la expoliación económica, lo que la racializó, barba-
rizó y no permitió su articulación económica, comercial y política
con el resto del mundo en condiciones de equidad. Siendo está
imagen de bárbara, negra, pobre, inhóspita y salvaje la que tomó
mayor fuerza a la hora de referirse y establecer relaciones con el
continente africano, la que circuló y se entronizó.

En este sentido, no podría ser distinta aquella imagen


que toma sentido en el barrio El Retiro a la hora de identificar-se
o ser identificado con esta territorialidad. Sin embargo, lo que
Buscado Mejora 193

sucede con Hollywood es totalmente distinto; al pertenecer a un


Estado dentro de la división socio-política de la América europea
(Norteamérica, EEUU), es decir, al circunscribirse a una espacia-
lidad muchísimo más reducida, pero donde las lógicas del capital
transnacional circulan velozmente alrededor de la industria cul-
tural cinematográfica, ha logrado posicionarse o ser posicionado,
junto a zonas como Beverly Hills, Palm Beach, Long Island como
referentes universalizados de la máxima felicidad y realización del
ser humano. No está de más decir que Hollywood, en tanto es-
pacialidad perteneciente a la América europea, responde o debe
responder en sentido representacional a los patrones de belleza,
racialidad y racionalidad construidos desde occidente.

Tengamos presente que

la nueva fase de la globalización posterior a los años setenta por


supuesto está todavía profundamente enraizada en las disparidades
estructurales de riqueza y poder. Pero sus formas, aunque dispares,
son más “globales” en su operación y planetarias en su perspectiva,
con intereses corporativos transnacionales, des-regulación de los
mercados mundiales y flujo global de capital, tecnologías y siste-
mas de comunicación que trascienden y sacan del juego al marco
del viejo Estado-nación. Esta nueva fase “transnacional” del sistema
tiene su “centro” cultural en todas y en ninguna parte. Ha venido
“descentrando”. Esto no quiere decir que carezca de poder o que el
Estado-nación no tenga ningún rol en esta fase, sino que ese rol ha
sido en muchos aspectos subordinado a más amplias operaciones
sistémicas globales. (Hall, 2003, p.487)

Así África y Hollywood, imágenes e imaginarios que


circulan de manera globalizada desde perspectivas hegemónicas,
son asumidas por los jóvenes del barrio El Retiro amalgamando
sentidos y reoriginalizando significados de acuerdo con las diná-
micas cotidianas de representación que se van produciendo en
este sector de la ciudad de Cali.
194 Jhon Henry Arboleda Quiñonez

la globalización cultural es, en sus efectos, desterrito-


rializadora. Sus compresiones del espacio-tiempo, impulsadas
por nuevas tecnologías, aflojan el lazo entre cultura y “lugar”.
Evidentes disyunciones del tiempo y del espacio son súbitamente
reunidas, sin arrasar con sus ritmos y temporalidades diferencia-
les. Claro que las culturas tienen sus “localizaciones”, pero ya no
es fácil determinar su origen. Aquello que podemos cartografiar
es más afín a un proceso de repetición –con– diferencia, o de re-
ciprocidad –sin– génesis. (Hall, 2003, p.487)

Es en esta densidad de significaciones y reapropiaciones


en la que los jóvenes del barrio El Retiro amalgaman elementos
en ese proceso inacabado de construir identidades afrourbanas en
la ciudad de Cali.

6.4 Migraciones y creación de imaginarios urbanos


Con la frase “De barrio en barrio al Distrito de
Aguablanca” el Historiador Santiago Arboleda (Arboleda,1998;
Albán,1999), en su estudio sobre el lugar que ocupan los elemen-
tos culturales e identitarios en la dinámica migratoria del cen-
tro-sur del Pacífico hacia la ciudad, durante la segunda mitad del
siglo XX, muestra la manera en que dicha espacialidad paulatina-
mente fue configurando-se en el espacio donde convergen expe-
riencias de movilización intra e inter-urbana, las cuales, mediante
diversas estrategias de adaptación y recontextualización de las et-
nicidades afropacíficas, terminaron por integrar este territorio al
imaginario urbano de la ciudad de Cali.

De esta forma, la relación espacio e identidad , expresa-


da a través de las funcionalidades y reposicionamientos que se le
asignaron a diacríticos culturales e identitarios afropacíficos, tales
como la tradición oral, las redes familiares, parentalidades-pai-
sanajes, las filiaciones étnicas y estrategias económico-laborales
desplegadas con eficacia en este contexto urbano, acentuando
en las múltiples trayectorias migratorias vividas por las gentes
Buscado Mejora 195

del centro-sur, hacen pensar la manera en que el Distrito de


Aguablanca, por su característica de espacio colonizable median-
te diversas modalidades de poblamiento, entre las que se cuentan
las entregas oficiales, recuperación de tierras, colonizaciones ur-
banas, urbanización pirata, fue convirtiéndose hasta consolidar-
se como un espacio afrodiaspórico con alguna importancia en el
contexto de América latina.

Precisamente aquellas trayectorias migratorias intra-ur-


banas individuales y colectivas, en sentido centro, centro-oriente,
oriente y las que se presentan de forma directa desde esta zona
del Pacífico; es decir, las migraciones inter-urbanas, son las que
funcionan en su calidad de experiencias que aportan habilidades
vivenciales a los migrantes para estructurar sistemáticamente sus
estrategias con el objetivo de hacer-se rancho o echar raíces en
esta ciudad.

En razón de ello, los continuos flujos migratorios y la


“conformación” de cohortes de migrantes –generaciones mi-
gratorias– encuentran en las exigencias que impone la ciudad el
escenario dispuesto para ir moldeando sus circuitos culturales
dependiendo de las territorializaciones-espacialidades que esta
propone, a las que ellos han decidido adaptarse en la misma se-
cuencia en que dichos espacios son adaptados a sus necesidades.

Este tipo de procesos donde se observa la dinámica re-


lación en que funcionan las adaptaciones de mano de las re-terri-
torializaciones (Escobar, 1997, p.195) tienden a dotar de nuevos
sentidos y significaciones los espacios en los que se desarrollan,
dando pie al surgimiento de unas nociones identitarias cuya ca-
racterística que las mantiene es el ritmo de los cambios y res-im-
bolizaciones a las cuales son sometidas por los grupos o segmen-
tos poblacionales que hacen usos de ellas.

La serie de adaptaciones –adaptabilidades– re-territo-


rializaciones y el lugar explicito que en esta ocupan las estrategias
196 Jhon Henry Arboleda Quiñonez

culturales como la conformación y reconfiguración de las redes


parentales, la construcción de calendarios festivo-religiosos, la
espacialización-especialización de algunos sectores laborales; es-
trategias estas que pueden presentar cierto acervo rural-Pacífico,
ahora buscando su aplicabilidad en contextos urbanos, demues-
tran la eficacia que tiene la implementación de la imaginería de
los migrantes para poblar-transformando estética, cultural y fe-
notípicamente extensos trozos de ciudad.

En este sentido, la afirmación cultural que se presenta


alrededor de la palabra “familia” tan cotidiana en la ciudad y, que
en repetidas ocasiones suele lanzarse en tono de mofa cuando en
determinado lugar percibido como ajeno a nuestra realidad de
afrocolombianos, demuestra que las construcciones de familiari-
dad, reconocimiento de parentesco, resumida en la expresión “no-
sotros tenemos un familierererío o somos es paisanos” (Arboleda,
1998, p. 113-128; Albán, 1999, p. 60-72; Quintín, 1999, p. 22-245),
dota de gran significación y hace pensar acerca de la eficacia que
adquirió la estrategia de extender y flexibilizar la parentela, en
tanto dispositivo que permitió-permitirá territorializar con algu-
na porción de sentido identitario la presencia afrocolombiana en
ciertos sectores de extracción popular en Cali.

En los momentos que dichas estrategias son puestas a


prueba por personas pertenecientes a algún grupo de migrantes
recientemente llegado a la ciudad, los cuales en ocasiones no le
hallan sentido práctico a la utilización de estos mecanismos, de-
bido a las situaciones por las que inician a atravesar, como la falta
de empleo, precariedad en los espacios habitacionales, hacina-
miento, poco dinero para disfrutar de espacios de esparcimiento,
contacto restringido con jóvenes del sector, en especial mujeres,
son precisamente las características de flexibilidad, adaptabilidad
a las circunstancias que poseen estos mecanismos, los que hacen
que los recién llegados así sea con cierto distanciamiento “entren”
a reavivar estos procedimientos.
Buscado Mejora 197

En tanto el hecho de “no” encontrarle funcionalidad,


debido a la realidad de “extrañamiento cultural” que están vivien-
do en su pleno proceso de adaptación al nuevo contexto, los cohe-
siona como un nuevo grupo dentro de la dinámica general de la
espacialización de nuestra presencia, con la diferencia que su alte-
ridad se expresa mediante la variable generacional constituyendo
una renovación-discontinuidad en este prolongado proceso de
resistir transformando esta ciudad.

En este caso de aparente perdida de funcionalidad, lo


que puede traducirse en supuesta pérdida de identidad –eficacia
simbólica de los mecanismos– estrategias mediante las cuales se
poblaron extensos trozos de ciudad, que estaría representado en
el valor que asignan las nuevas generaciones a los acervos cul-
turales de los cuales proceden, tengamos presente la metáfora
del “embolatamiento” propuesta por Albán, “las cosas y la gente
no se pierden... se embolatan, todo lo que se embolata, en cual-
quier momento aparece” (Albán, 1999, p.87) para acercarse a la
comprensión de las contingencias por las que atraviesan tanto
los migrantes –del Patía– como sus construcciones culturales.
Atendiendo a esta metáfora mediante la cual se interpreta la cons-
trucción de la realidad, observemos que

...la tradición se enfrenta a los procesos de modernización en el


campo y en la ciudad con los migrantes. Esto implica que elemen-
tos que han dado significado a la cultura –patiana– pierden vigen-
cia. O quizá al mermar los significados de ciertas prácticas sociales,
éstas van dando paso a los nuevos valores que son incorporados,
para producir nuevos sentidos. (Albán, 1999, p.87)

De esta manera la tradición (Hobsbawm, 1983, p.7-21)


entendida en su calidad de proceso en continua construcción y
adopción de sentido; es decir, alejándola, de los marasmos del
ostracismo que pretenden fijar definitivamente los elementos
culturales de una u otra región o grupo poblacional, ocupa un
lugar importante, en tanto, en esta lógica de poblar la ciudad en
198 Jhon Henry Arboleda Quiñonez

condición de migrante o en calidad de afrourbano en el interior


del país, requiere tener la claridad de que la única forma de serle
fiel a la cultura e identidad afropacífica en Cali es transformándo-
la, o sea, dotándola y readaptando las construcciones identitarias
de la mano de la cultura de acuerdo con las condiciones que pre-
senten los contextos en lo que se pongan en juego. Así,

la cultura tiene la oportunidad de recuperar o reconstruir valores,


de hecho modificados, por las circunstancias que hacen posible este
acontecimiento. Si lo residual es lo que se conserva “escondido” y lo
emergente lo que florece modificado, el sentido de “embolatamien-
to” los contendría a ambos. (Albán, 1999, p.88)

En este plano la construcción de la identidad afropacífi-


ca en la ciudad de Cali, estaría atravesada por la secuencia adapta-
ciones- negaciones-reconfiguraciones, que hace suponer el hecho
que las etnicidades afrourbanas imprimen una impronta diferen-
ciada a la construcción espacializada de sus identidades.

Es en esta dinámica de espacialización cultural e iden-


titaria de la presencia afrocolombiana en la ciudad en la que se
inscribe el surgimiento, desarrollo y consolidación del barrio
El Retiro (Urrea & Murillo, 1999, p.384-404), como uno de los
espacios con mayor concentración de población de ascendencia
afropacífica, con procedencia mayoritaria de los municipios de
Tumaco, del departamento de Chocó, especialmente de la cuenca
del río San Juan, como los municipios de Condoto, Andagoya,
de Buenaventura, del Norte del Cauca como de Suárez, Puerto
Tejada, los cuales dependiendo de sus horizontes culturales fue-
ron dotando de sentido la espacialización de sus presencias iden-
titarias barrializadas.

Es de aclarar que el barrio Retiro, en su calidad de uni-


dad territorial político-administrativa, condensa en su interior
variadas modalidades y etapas de poblamiento que van desde
las reubicaciones, entregas oficiales, urbanización semi-pirata y
Buscado Mejora 199

recuperación de terrenos (invasiones), modalidades que deben


leerse en franca dependencia de los ritmos económicos, la cohe-
sión de las redes parentales y la construcción de paisanajes alcan-
zados por las cohortes migratorias que participaron en su desa-
rrollo y consolidación; en tanto, son estos elementos los que va
a expresarse “inicialmente” en la cartografía “propia” del barrio,
dando sentido a las espacialidades-territorializaciones del Retiro
Alto- Retiro Bajo percibidas antagónicamente.

Teniendo presente el tiempo en que se establece el ba-


rrio, hace aproximadamente veintiocho años, lo que podría equi-
valer a decir que ha sido espacio pertinente para que se conso-
lide una nueva generación de afrocolombianos nacidos en Cali
con ascendencia en los múltiples lugares del Pacífico urbano y
rural, acompasado con la llegada de pequeñas cohortes poblacio-
nales por la vía de la migración intra urbana, como el caso de
los Suareños, Saijeños o gente nacida en Cali que la presión en
los costos de arrendamiento los trajo hasta esta zona, las espa-
cialidades-territorializaciones Retiro Alto- Retiro Bajo, clásicas
del barrio, han iniciado a “perder” poder simbólico entre las nue-
vas generaciones, dando paso a que sean estas las que constru-
yan los diacríticos diferenciadores en materia socio-espacial que
se encuentran en funcionamiento en estos momentos al interior
del barrio. Es en esta dinámica en que podemos comprender al
emergencia de sectores como Ponceña, Cecon, Bronx, África,
Hollywood y la Ancha que marcan la construcción barrializada
de las identidades-etnicidades en este contexto urbano.

6.5 Territorializaciones, espacialidades e identidades


El barrio Retiro que ha sido percibido como una cons-
trucción socio-espacial compacta, la cual debe esta característica
al ser el resultado de continuos flujos migratorios inter e intra
urbanos de gentes procedentes del Pacífico colombiano, presen-
ta en su interior una serie de fenómenos de tipo territorial, que
200 Jhon Henry Arboleda Quiñonez

se convierten en constataciones geo-históricas en las que estos


pobladores urbanos han espacializado paulatinamente sus pre-
sencias y resistencias culturales afropacíficas en este sector de la
ciudad de Cali.

Tales constataciones geo-históricas, en las cuales los


habitantes del barrio han desplegado innumerables estrategias y
activado eficientes mecanismos de poblamiento, han terminado
por signar las territorialidades que a lo largo de su historia han
emergido y siguen emergiendo; es decir, han dotado de significa-
do cada una de estas territorialidades de las que en la actualidad
este se compone.

Desde el mismo momento en que se inicia el proceso de


consolidación del barrio, marcado por hechos como la acometida
de redes eléctricas domiciliarias, la normalización y cobro por los
servicios de acueducto y alcantarillado y el alumbrado público,
comienza a vislumbrarse la emergencia de ciertas diferenciacio-
nes que en materia de emplazamiento se presentan, dando origen
a la primera y más básica de las territorializaciones que adquie-
ren sentido al interior. Dichas diferenciaciones socio-espaciales
corresponden a lo que en un primer momento los habitantes del
Barrio inician a identificar como Retiro Alto y Retiro Bajo.

De los elementos que entran a entrecruzarse dando


como resultado la emergencia de estas diferenciaciones socio-es-
paciales, podemos destacar aquellos que revisten cierta impor-
tancia debido al lugar legitimador que ocupan en su proceso de
consolidación. Tales elementos serían:

Las procedencias Afropacíficas de los contingentes po-


blacionales que en los distintos momentos de conformación del
barrio suelen ser reiterativos en algunos sectores de este. A modo
de ilustración general de este elemento, que depende enteramente
de las redes parentales activadas en el momento de hacer-se a su
rancho en el barrio y, a su vez, de las relaciones políticas que dicha
Buscado Mejora 201

red haya establecido con los actores que pueden influir en la toma
de decisiones que los beneficie, se constituyó en el mecanismo
utilizado para reconstruir en este espacio urbano del interior toda
una lógica de poblamiento y adecuación espacial cargada de sim-
bología cultural que recrean ciertos lugares del Pacífico en Cali31.

De acuerdo con esta constatación, observamos que en


el caso de la zona conocida como Retiro Alto, a grandes rasgos
presenta los siguientes elementos:

Los varones que establecieron sus familias en este sec-


tor del barrio, lograron acceder a las “últimas” ofertas de empleos
generadas por la consolidación de la zona metropolitana Cali-
Yumbo y de la demanda de mano de obra bien remunerada como
obreros de la construcción, con vinculación laboral formal en el
vertiginosos proceso de ampliación de la ciudad hacia el sur ade-
lantado por las constructoras, impulsada con dineros de la nue-
va “clase” pudiente de la sociedad caleña del momento. Lo que
generó una estabilidad económica que se va a ver reflejado en la
adecuación temprana de sus viviendas.

En materia de conformación socio-espacial esta zona


conforma el sector del barrio con la planimetría más regular,
identificándose claramente sus manzanas, calles , andenes con
una simetría estandarizada; producto de las relaciones políticas –
clientelares– establecidas con algunos sectores de los partidos tra-
dicionales, donde se advierten algunos atisbos de prácticas cultu-
rales como el paisanaje, por tal razón, en este sector es reiterativa
la presencia de tumaqueños, que tiene como característica haber

31 En conversaciones sostenidas con habitantes fundadores del barrio se


explican la presencia y concentración de gentes procedentes del Municipio
de Tumaco, en el hecho que para esa época en el partido liberal militaba
alcanzado cierta importancia un “Paisano” que pudo facilitar la llegada
de los demás. Conversación Sostenida con Orlando Quiñónez Mairongo,
dinamizador de procesos socio-culturales en el barrio.
202 Jhon Henry Arboleda Quiñonez

sido de los jóvenes integrantes de la segunda dinámica-oleada mi-


gratoria, la cual se asentó en los barrios del centro-oriente de la
ciudad, lo que les aportó experiencia y apoyo suficiente en esta
lucha por echar raíces en Cali.

En términos de la conformación de hogares, encontra-


mos que es marcada la tendencia a estructurar hogares relativamen-
te estables; es decir, disminuye la presencia de madres cabezas de
familias, permitiendo en contadas ocasiones la presencia de algún
integrante de la familia extendida, siendo reiterativa crianza del her-
mano o hermana menor de uno de los cónyuges y el cierre de la
reestructuración de la red familiar con la llegada o las visitas perma-
nentes de los adultos mayores al seno del “nuevo núcleo” familiar.

De otro lado, el sector del Retiro Bajo, obedece a la com-


binación de varias modalidades de poblamiento, entre las que se
destacan la reubicación de personas que habían recuperado cierta
cantidad de terreno en un barrio aledaño, el cual al ser legaliza-
do por las autoridades, no reconoció dichos terrenos como aptos
para vivienda, debido a la proximidad al canal de aguas residuales
y las continuas inundaciones que habían padecido, la urbaniza-
ción semi-pirata y nuevas recuperaciones de tierras o coloniza-
ciones urbanas también encontraron su espacio en este sector.

El sector lo conforman gran cantidad de familias exten-


sas y extendidas, que por la multiplicidad de zonas de procedencia
no es fácil identificar a que red u oleada migratoria han pertene-
cido. En este sector, las procedencias son variadas, aunque, es de
destacar microsectores –partes de cuadras– en donde la presencia
de chocoanos, en especial condoteños y del Cauca Pacífico como
Guapi, Timbiquí es reiterativa. Es frecuente encontrarse con ho-
gares en los cuales las mujeres son cabeza visible, teniendo que
responsabilizarse por la parentela, lo que las obliga a emplearse
como domesticas o en su defecto y en exhibición de resistencia
e independencia, como vendedoras ambulantes de muchos pro-
ductos, entre los que se destacan las frituras y frutas.
Buscado Mejora 203

Los varones que conviven con sus parejas, en materia


laboral debido a la poca posibilidad de ubicarse con estabilidad
laboral, han optado por la informalidad constituyendo circui-
tos-gremios laborales entre la construcción, la electricidad y en
algunos casos el reciclaje, contando con la relativa proximidad
geográfica que se tiene con el depósito de basuras del municipio.

A grandes rasgos estas son las características que dieron


sentido a la emergencia del Retiro Alto y Retiro Bajo como espa-
cialidades aparentemente antagónicas, las cuales en la construc-
ción discursiva se encuentran atravesadas por ciertos elementos
culturales, políticos y económicos, donde la aparición de discur-
sos acerca de las diferencias “clasistas” no se hacen esperar.

Como ha sido comentado anteriormente, dichas espa-


cialidades, que podríamos catalogar de territorialidades fundacio-
nales de las dinámicas de construcción- diferenciación de algunas
nociones identitarias barrializadas, por efecto socio-temporal, al
ser sometidas a cambios de tipo generacional, en tanto son los hi-
jos de los fundadores, en su mayoría nacidos en el barrio –retire-
ños– en la denominación utilizada por algunos, los que asumen el
ritmo de la vida barrial constituida en sus espacios públicos, son
los encargados de dar sentido a nuevas territorializaciones con las
que inician a identificar-se e identificar el barrio.

Así, encontramos que aquellos sectores denominados


Retiro Alto – Retiro Bajo, el cual fue percibido-simbolizado por
sus padres y parientes como territorialidad compacta, para ellos,
los jóvenes, incluso esta territorialidad encierra ciertas diferencias
que no demoraron en ser utilizadas en calidad argumentos para
rebautizar algunas manzanas y callejuelas.

En esta medida, recorriendo el barrio en sentido nor-


te-sur encontramos que al interior de la zona del Retiro Alto, han
emergido distintas territorialidades-territorializaciones como
Ponceña, Cecon y la Tatabrera. En el otro extremo del barrio,
204 Jhon Henry Arboleda Quiñonez

Retiro Bajo emergieron el Bronx, el Múltiple, la Ancha (zona de


frontera entre los dos Retiros), Hollywood y África, las cuales tie-
nen impronta “identitaria propia” o micro- contextualizada que
funciona a la perfección al interior del barrio. De las anteriores te-
rritorializaciones emergentes por su carácter translocalizado me
interesa considerar algunas generalidades de las que están consti-
tuidas África y Hollywood en el contexto barrial.

6.6 Los adentros- afueras de las identidades


Si bien es cierto que la emergencia de territorializacio-
nes que se presentan al interior del barrio en muchas ocasiones
son producto de las tensiones vividas por grupos de jóvenes,
también es cierto que dicho proceso va dejando una impronta en
el acontecer cotidiano de esta comunidad, razón por la cual las
tensiones que generan la aparición de territorializaciones, en las
que se percibe algunas disputas por las territorialidades, es decir,
la pugna por ejercer control en determinada zona del barrio, va
arrojando como producto unas fuertes ligazones de los jóvenes
con respecto a sus entornos más próximos.

Así, África y Hollywood como territorializaciones cons-


truidas al interior del barrio El Retiro, van desarrollando ritmos
de convivencia muy ligados a cuestiones como las solidaridades,
la pertenencia y la identificación con relación al cúmulo de sen-
tidos y las significaciones que se le asignan aquello que continua-
mente es producido; razón por la cual, aunque en el barrio no se
esté presente un proceso de confinamiento socio-espacial de los
jóvenes, producto de las tensiones, sí se presenta el desarrollo de
unas nociones identitarias tan localizadas y arraigadas a las espa-
cialidades construidas y consolidadas que hace posible la serie de
diferenciaciones que se presentan al interior del mismo.

En razón de ello, pensarse el proceso mediante el cual


emergen las llamadas identidades culturales de corte barrializado
como las que se presentan en El Retiro, pasan por reconocer que:
Buscado Mejora 205

La reproducción a largo plazo de un vecindario que sea simultá-


neamente práctica, valorada y tomada como algo dado y natural
depende de una acertada interacción entre los espacios y tiempos
localizados y los sujetos locales en posesión del conocimiento ne-
cesario para producir lo local. Diversos problemas propiamente
históricos surgen cuando la fluidez de dicha interacción se ve ame-
nazada. (Appadurai, 2001, p. 190)

De hecho, si las diferenciaciones están siendo conti-


nuamente transformadas y dotadas de sentido, como lo percibi-
mos en la dinámica de translocalización de referentes espaciales
tan distantes y “antagónicos”, como lo son África y Hollywood,
contando con toda la carga simbólica que dichos espacios arras-
tran, la vivacidad que se le imprime al resultado de estas lógicas
de translocalización en este barrio encuentran denotada recursi-
vidad a la hora de observar este fenómeno pensándonos el pro-
blema que reviste la construcción-consolidación de las llamadas
identidades culturales afrocolombianas en contextos urbanos o
las identidades culturales afrourbanas.

En este sentido, se es primero hollywoodense o africano,


es decir en el contexto de la vida barrial se pertenece primero a la
espacialidad en la que se desarrolla la cotidianidad de los habitan-
tes que le dan sentido a las mismas y luego se piensa en el barrio
como unidad territorial que los cobija a todos. En esta medida, se
hace significativo ser-pertenecer a una u otra de las territorializa-
ciones del barrio en el sentido en que el individuo logre interiori-
zar y personificar aquellos elementos “propios” de la referencia de
Hollywoodense o africano, que han sido simbolizados interna o
externamente como parte importante de su identificación, dejan-
do el hecho de reconocerse como Retireño, para ocasiones en las
que las circunstancias lo ameriten, configurando una dinámica
fluida con respecto a las relaciones entre identidades, culturas y
espacios que se presentan en los contextos urbanos, que en este
barrio se viven con denotada frecuencia.
206 Jhon Henry Arboleda Quiñonez

El hecho de pertenecer primero a cierta territorialización


y luego imaginarse la totalidad de la que se compone el barrio, nos
enfrenta a pensarnos qué significa estar adentro o afuera y en rela-
ción a quién o qué se configura esta situación; teniendo presente que

El flujo irregulado de gente y culturas es tan extendido como impa-


rable en la medida en que está patrocinado por los flujos del capital
y tecnología. Lo anterior inauguró un nuevo proceso de minoriza-
ción en las viejas sociedades metropolitanas en las cuales una cul-
tura homogénea ha sido asumida tácitamente por mucho tiempo.
Pero estas “minorías” no son de manera efectiva reducidas a guetos;
no se mantienen por mucho tiempo como establecimientos encla-
ves. Esas minorías toman parte de la cultura dominante en muy
amplio frente. Pertenecen, de hecho, a un movimiento trasnacional,
y sus conexiones son múltiples y laterales. (Hall, 2003, p.494)

Así, las translocalizaciones que se están percibiendo a es-


cala global que dan sentido a cierta dicotomía entre lo local y lo
global, instaurando puntos de sutura o las llamadas glocalizacio-
nes, es decir, situaciones en que se amalgaman los elementos tanto
de lo local como de lo global instaurando realidades socio-espacia-
les y culturales tan complejas que es casi imposible diferenciar los
componentes que dotan de sentido dichas realidades, hacen pre-
sencia en el barrio El Retiro signadas de nuevas experiencias con
respecto al lugar o los lugares de pertenencia; en tanto esa serie de
territorializaciones emergentes que dan vida a vecindarios cada vez
mas anclados a lo que podríamos denominar dinámicas locales, es-
tán atravesadas por las significaciones que se le asignas a cada una
de las territorializaciones que componen dicho espacio urbano.

La emergencia, construcción y/o consolidación de las


llamadas territorializaciones (vecindarios), hacen pensar que
aquello que acostumbramos a denominar o percibir como unida-
des socio-territoriales compactas (barrios) se constituyen a través
de una serie de improntas geo-simbólicas que ligan íntimamente a
los individuos y a estos a su vez con las construcciones identitarias
Buscado Mejora 207

que giran en torno a la conversión totalmente consciente de un


espacio en lugar en el que desarrollan todas las actividades que
dan sentido a su cotidianidad de pobladores urbanos.

Desde esta perspectiva,

las vecindades son contextos en el sentido de que proveen el marco


o la escena dentro de los cuales los distintos tipos de acción huma-
na (productiva, reproductiva, interpretativa, actuativa) pueden ini-
ciarse y realizarse con sentido. Debido a que para que los mundos
de la vida tengan sentido y sean significativos requieren pautas de
acción legibles y reproducibles, éstos son como textos: precisan y
dependen de uno-o de muchos- contextos. Dicho de otra manera,
un vecindario es un contexto o un conjunto de contextos, dentro de
los que la acción social significativa puede ser tanto generada como
interpretada. Es decir, los vecindarios son contextos y los contex-
tos vecindarios. Un vecindario es un lugar interpretativo múltiple.
(Appadurai, 2001, p.193)

Es precisamente ese contexto o conjunto de contextos en


los que se desarrollan las diferentes construcciones identitarias que
se presentan en el barrio el Retiro, las que han ido instaurando una
lógica socio-espacial en la cual el ser, estar o pertenecer a cierta te-
rritorialidad adopta denotada importancia e imprime dinamismo
en las formas en que se percibe y representa el conjunto del barrio,
es decir, dicha dinámica socio-espacial que funciona en la práctica
para gran cantidad de jóvenes, configura el hecho un tanto difuso
de cuándo o con respecto a que se está adentro o afuera de lo que
para ellos es el barrio, que como se dijo lo componen sus entornos
más próximos en los que se desenvuelven sus cotidianidades.

Estar afuera representa un movimiento compuesto mí-


nimo de dos dimensiones simbólicas que encuentran en la es-
pacialidad-territorialidad su expresión más constatable. Se está
afuera en el mismo momento en que sus tramas de relaciona-
mientos para el desempeño de ciertas actividades al interior del
208 Jhon Henry Arboleda Quiñonez

barrio “obligan” a extralimitar la territorialización de la que se es


o a la que se pertenece, dando pie a expresiones de desaprobación
de su conducta tanto de los que comparten con él su sentido de
territorialidad, como de aquellos a los que “perturba” la presencia
de alguien que no es del lugar en el que se encuentra.

Así el estar afuera compromete al individuo en un juego


de doble extrañamiento respecto a la espacialidad y las dinámicas
que cada una muestra, en tanto se hace consciente de no estar
donde y con quien debiera, a su vez que percibe la dificultad con
que es asumida su presencia en un sector en el que propiamente
no es el de él, pero al que paradójicamente también pertenece32.
De otro lado, el hecho de reconocer que la dinámica vecinal que
se presenta en determinada territorialidad no funciona de acuer-
do a lo que ha conceptualizado como normal; el que la tienda no
venda los productos que en su vecindario próximo se encuentran
, que la cancha de futbol o micro se encuentre subutilizada o que
de la territorialidad en la que está no sea referenciada como fuerte
en alguna actividad, vuelven a descolocar al individuo con res-
pecto al espacio en que se encuentra, recordándole que está por
fuera de su lugar de pertenencia y que por ende el ritmo con que
se presentan las cosas en ese espacio, obedece a construcciones
un tanto diferente a las realizadas al interior de su territorialidad.

En este sentido

los vecindarios (en tanto contextos preexistentes) son prerrequisi-


tos para la producción y construcción de sujetos locales. Es decir,

32 En estas situaciones se hace evidente la múltiple dislocación que sufren


los espacios al ser transformados en lugares en los que se despliegan
construcción de nociones identitarias, por ello expresiones como ¡este man
que hace por acá, si él es de tal parte¡ se hacen frecuentes. Nótese que aunque
se cuestiona el hecho de que alguien esté en mi lugar, espacio que a su vez
pertenece al barrio, la territorialidad marca el estar afuera o adentro.
Buscado Mejora 209

para que nuevos miembros(los recién nacidos, los extranjeros,


los prisioneros liberados, los ex esclavos, los invitados, los afines)
puedan ser transformados, en forma permanente o temporaria, en
sujetos locales, resulta imprescindible la existencia de lugares y es-
pacios insertos en un vecindario espaciotemporal, históricamente
producido, que cuente con una serie de rituales, categorías sociales,
expertos y audiencias informadas localizadas. (Appadurai, 2001,
p.193)

Así, África y Hollywood en el barrio El Retiro en el


Distrito de Aguablanca, en la ciudad de Cali, configuran unos de
los múltiples espacios en los cuales las continuas y nunca termi-
nadas construcciones de nociones identitarias afrocolombianas
de carácter urbano encuentran asidero, en tanto expresiones te-
rritorializadas de las experiencias de un cúmulo de gente que en
condición de migrantes de zonas rurales o como renacientes cita-
dinos han aportado, cada uno a su manera a la espacialización de
nuestras resistencias y existencias en Colombia.
Por ahí es la cosa: A manera de conclusiones

La configuración y reconfiguración de las redes en las


que los afrocolombianos dan sentido a sus acerbos culturales,
ahora escenificados en los contextos urbanos, como la ciudad
de Cali, demuestran el carácter sistemático y continuado en que
las comunidades afropacíficas han agenciado su presencia en la
ciudad. En dicho proceso, el reposicionamiento de sus construc-
ciones culturales e identitarias, estableciendo constantes con-
versaciones con el resto de actores y sectores sociales, políticos y
culturales que componen la ciudad, dan muestra de la dinámica
inacabada en la que emergen y se espacializan las identidades en
determinados lugares de la misma.

Desde esta óptica podríamos avanzar hacia el hecho de


afirmar que los horizontes culturales de la gente del Pacífico en
la ciudad de Cali, han terminado por engrosar y complejizar los
ordenes representacionales desde los cuales se pretende seguir ha-
blando de la identidad caleña o la “caleñidad”; en tanto, el peso
demográfico sentido en su creciente presencia en todos los ám-
bitos de la vida social de la ciudad, sumado al lugar estratégico
que han venido ocupando los espacios por ellos readaptados en
condición de “nichos” culturales e identitarios, de donde están
surgiendo las más denotadas expresiones artístico-culturales y
las dinámicas político –organizativas , imbricadas con reivindi-
caciones de tipo étnico -cultural se convierten en componentes
de importante valor cualitativo para pensar-nos cual es el devenir
histórico de esta ciudad en materia étnica, racial y cultural.

Tal apreciación se hace recurriendo a una imagen do-


blemente conflictiva, puesto que las más recientes administra-
ciones municipales han apuntado a posicionar la población
212 Jhon Henry Arboleda Quiñonez

afrocolombiana, particularmente la que habita el Distrito de


Aguablanca en calidad de agentes que corporizan las construccio-
nes de tipo artístico y cultural, representado en la agenda de ce-
lebraciones y espacios de encuentro abiertos y financiados desde
la institucionalidad, tales como el Festival de danzas del Pacífico
Mercedes Montaño, el Encuentro nacional de bailes por parejas
del Pacífico, el Festival de música del Pacífico Petronio Álvarez,
el Festival de Marimba, el Día del Pacífico, y la legitimación de la
ciudad como centro con mayor población afro en el país, lo que
en el mes de mayo se fortalece a través de la conmemoración de
la semana de la afrocolombianidad, donde se repite hasta la sacie-
dad que Cali se ha convertido en la capital del Pacífico.

En esta misma dirección nos encontramos con la feria


de las culturas del Distrito de Aguablanca, financiada por múl-
tiples organizaciones no gubernamentales que desarrollan sus
programas en esta zona, en articulación con las secretarias de de-
sarrollo y cultura y turismo departamental y municipal, impul-
sando la configuración de una especie de “folclor urbano” que
recae sobre las agendas artísticas de la población afrocolombiana.

En contrapartida, mostrando el carácter contradictorio


y un tanto excluyente en que se desarrolla y consolida este proceso,
percibimos la negación sistemática para reconocer estas presencias
y existencias, junto a sus aportes artísticos, políticos y culturales en
la conformación de las imágenes y convenciones con que se pro-
mueve y divulga la identidad de la ciudad y de la región, confinando
dichas expresiones a los espacios menos valorados en la trama de
aportaciones que componen los circuitos identitarios de la ciudad.

De otro lado, en relación a las continuas, complejas y


prolongadas articulaciones que se establecen entre identidad, cul-
tura, territorio y espacialidad, las experiencias significadas a tra-
vés de las construcciones culturales e identitarias expresadas en
el Distrito de Aguablanca, concebido en calidad de zona de vital
importancia en la reconstrucción de las nociones de identidades
Buscado Mejora 213

afrourbanas, en consonancia con los repertorios culturales del


Pacífico rural y urbano, podríamos afirmar , que si bien es cierta su
importancia histórica en esta ciudad, lo que ha servido para espa-
cializar nuestras presencias, tal dinámica viene reeditándose en di-
versos contextos urbanos del departamento y la región, fenómenos
en los que podemos hallar estrategias y mecanismos similares en
cuanto a las formas en que se viene reconfigurando las identidades
afrourbanas por fuera de sus lugares de origen en Colombia.

Así una experiencia que se muestra como local y particu-


lar en la ciudad de Cali, en términos históricos, apelando a la obser-
vación y posibles análisis de los continuos desplazamientos legales
e ilegales, las oleadas migratorias y los destierros vividos y sufridos
por los habitantes de las subregiones que componen el Pacífico co-
lombiano, tienden a convertirse en experiencias psico-vivenciales
que encuentran en los contextos urbanos de la región sur-occiden-
tal los escenarios en que se ha hecho posible y necesario la recon-
figuración, posicionamiento y espacialización de las denominadas
identidades afrocolombianas en los contextos urbanos.

En razón de ello, ciudades como Palmira, Florida, Tuluá,


Buga, en el Valle del Cauca; Miranda, Popayán, Puerto Tejada en el
departamento del Cauca, Armenia, Pereira, Manizales en el eje ca-
fetero han visto la manera en que estas poblaciones activan sus cir-
cuitos culturales e identitarios en esa esperanza de concebir como
propios algunos de los trozos de ciudad en los que hacen presencia.

Hoy tal realidad se hace evidente gracias a la vertiginosa


relación establecida entre las distintas escalas espaciales, signado por
las variaciones que emergen de ellas en los procesos de apropiación
y resignificación, nos brinda la posibilidad de intuir las similitudes
o coincidencias que se presentan entre diversas lógicas de agenciar
los proyectos de múltiples comunidades, en los que la ciudad con su
capacidad de acrisolamiento y amalgama se posiciona en calidad de
teatro en el que los grupos poblacionales ponen en escena sus reper-
torios de acción en materia cultural , política, social y económica.
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