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168 Rc et Ratio
Benito Juárez,
el liberalismo y
los Estados Unidos
J. Omar Ramírez Peraza*
Andrés Henestrosa
H
ace dos siglos, el 21 de marzo del año 1806 en San Pablo Guela-
tao, Oaxaca, nació Benito Pablo Juárez García, conocido también
como el “Benemérito de las Américas”, por su defensa de las liber-
tades humanas, que sirvió de ejemplo a otros países latinoamericanos.
También por su pensamiento y acción política llevada a cabo con tesón,
constancia, firmeza y honestidad; atributos extraños en los políticos de
hoy, donde las convicciones y los principios son puestos en venduta. Se
trata de poner a este personaje en su justa dimensión histórica, sin ala-
banzas exageradas y sin ataques infundados, como un hombre de
Estado, un político de acción firme, en un México convulsionado por la
constante guerra civil, amenazado por el desmembramiento territorial y la
interven- ción extranjera.
Para llegar a cumplir con los cargos públicos que desempeñó, Juárez re-
corrió varios caminos – parafraseando a Andrés Henestrosa – para crecer
y desarrollar su vida productiva como hombre público; primero tuvo que
enfrentar el sistema de injusticias hacia los indígenas heredado de la era
colonial, y luchar contra caducas tradiciones parroquiales, anquilosadas
en el pasado, desde lo social pasando por lo económico, para culminar
con lo político. Juárez estaba convencido de que primero era fortalecer la
democracia y el Estado de Derecho, creando las instituciones que cum-
plieran con la Constitución.1 Juárez va escalando niveles en el servicio
público a la nación, pero sus derroteros están determinados tanto por co-
yunturas, como por su tacto y experiencia política.
Hablar de las ideas liberales en México que llegaron desde Europa y Es-
tados Unidos; es explicar la concepción y la conformación de una genera-
ción de políticos liberales que hicieron posible la Reforma como la
primera revolución social mexicana que posteriormente sentó la
estructura del Es- tado moderno en México.
Curiosamente los tres primeros cuartos del siglo XIX fueron desastrosos
en términos económicos para México, y resultaron excelentes para Esta-
dos Unidos; significaron el desarrollo y el ascenso necesario para conver-
tirse en una potencia industrial, una vez que la Confederación del Norte,
industrial y liberal, venció a la del Sur agraria y esclavista, en la Guerra de
Secesión. Es paradójico que Estados Unidos representara para los libe-
rales mexicanos una amenaza y al mismo tiempo el paradigma político y
económico a seguir.
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jurídica para el gobierno; la supremacía del poder civil y el imperio de la
ley. Para lograr esto fue necesario un doloroso tránsito desde el
absolutismo colonial a la República Constitucional que tanto anhelaban
los liberales del siglo XIX y que costó mucha sangre en todas las regiones
del país.
I. Años de estudio
174 Rc et Ratio
2
Andrés Henestrosa, Los caminos de Juárez, Fondo de Cultura Económica, (FCE), México, 1972, p.7.
3
Ibid., p. 8.
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Al poco tiempo se colocó para trabajar con el señor Salanueva, encuader-
nador, a quien le ayudaba en el oficio de encuadernación. Éste lo
inscribió en la escuela donde debía aprender a leer y escribir; pero por
aquella época la instrucción escolar estaba dominada por la iglesia, y la
única posibilidad que se le presentaba al joven zapoteca de Guelatao era
la oportunidad de ordenarse como sacerdote, cuestión que no le
interesaba mucho, pese al empeño de su padrino. Sin embargo, una vez
que él mis- mo aprendió correctamente la lectura y escritura, entró al
seminario como la opción para hacerse de una educación en su condición
de indio zapote- ca, ya que era la única considerada para los indígenas.
A los quince años entró en el seminario con todo el anhelo de adquirir co-
nocimientos, y así poder influir, y servir a su patria que veía nacer.
Cuando el ejército trigarante entró en Oaxaca triunfante, el joven Juárez
aún no descollaba, pero sus deseos de sobresalir en favor de su patria
eran cada vez más intensos. Andrés Henestrosa lo explica así:
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transformar su realidad y su entorno social. En tal sentido Ralph Roedor
–su principal biógrafo extranjero- comenta:
…de esa satisfacción era imposible renegar y con ese incentivo poco le
importaban las penalidades con tal de mejorar su situación social.5
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Estos eran los restos del gobierno colonial que impedían la consolidación
de un nuevo gobierno independiente y republicano, como lo dictaba la
Constitución de 1824.
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por su sacrificio a favor de la naciente sociedad mexicana.
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más complicado, cuando optó por el Instituto, abandonando el Seminario
por la vida civil, dejando de lado la eclesiástica.8
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Logró que las autoridades todas: civiles, militares y aún eclesiásticas rin-
dieran tributo al caído a traición en Cuilapan.
…no descolló por las galas de su palabra, que era llano en el decir; ni por
la brillantez de su ingenio, que era reflexivo; ni por la vehemencia de sus
opiniones que era sereno.10
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10
Ibid., p. 63.
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a ser uno de nuestros grandes hombres y la gloria de la patria”.11
Después de una negociación para equilibrar las fuerzas locales, entre los
dos partidos enfrentados, el liberal y el conservador, Juárez asume la se-
cretaría de gobierno en Oaxaca. La idea era contemporizar para llevar un
gobierno de paz, pero por diferencias políticas e ideológicas con el Gene-
11
Benito Juárez, Angel Pola (compilador), Exposiciones como se gobierna, tomo I, Instituto de Estudios de
la Revolución Mexicana, Secretaría de Gobernación, 2ª edición, facsimilar, México 2000, p. 24.
12
Ibid., p. 28 y 29.
13
Nombrado juez de primera instancia en 1841, Juárez prestó servicios a la comunidad con una probidad
inta-
chable que bastaba para convertir el favor político en beneficio público. Ralph Roedor, op. cit, p. 91.
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ral Antonio León renuncia al cargo para ser nombrado después Fiscal del
14
Tribunal Superior de Justicia de su Estado.
Juárez navegó en la política de esos años con pericia, sin mayor apego a
los principios liberales o federalistas, en apoyo irrestricto al poder de he-
cho que encarnaba Santa Anna.15
184 Rc et Ratio
18
Ralph Roedor, Juárez y su México, Tomo I, SEP. Segunda edición, México, 1958, p. 91.
19
Ibid., p. 91y92.
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que paradójicamente es el dueño de la casa, en donde su hermana sirvió
como cocinera.
186 Rc et Ratio
20
Ibid., p. 91.
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Superior de Justicia del estado de Oaxaca.21
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México (California, Arizona y Nuevo México, además de la anexión de
Texas). La capital ocupada por las tropas norteamericanas y bajo su con-
trol los puertos y las aduanas del país. El tratado no era más que la
expre- sión formal de la derrota; la legalización de una conquista
territorial.23
Rc et Ratio 189
López y Rivas, La guerra del 47, Editorial Nuestro Tiempo, México, 1976, p. 88.
24
Op. cit., Rafael de Zayas Enríquez, p. 68.
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saben.25
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“La hacienda pública necesita, para sus adelantos, de un orden estable
en que reciba constantemente el aliento que sólo sabe darle el celo por la
observancia estricta de un plan fijo”.
“Al gobierno cumple cuidar que los caudales públicos sean manejados
con pureza y que no se inviertan en objetos que la ley no haya
señalado”.26
Otra de las causas que han contribuido eficazmente para afianzar el or-
den, es la confianza que se ha procurado inspirar en los ciudadanos, con
hechos más que con promesas, de que sus personas y sus intereses es-
tán al abrigo de las leyes y vigilados y defendidos por las autoridades. Al
efecto, mi primer cuidado ha sido crear y organizar una fuerza pública
que, por su moralidad, por su disciplina y por su equipo, pueda ocurrir
pronta- mente a prestar el auxilio conveniente en cualquier punto del
estado, sin
192 Rc et Ratio
26
Ibid., p. 73.
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extorsionar a los pueblos.27
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28
Op. cit., Rafael de Zayas Enríquez, p. 78.
29
Aunque Juárez era zapoteca, provenía de una cultura diferente y de un grupo lingüístico distinto de los
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Surgió un líder dotado de experiencia militar y astucia política: José Gre-
gorio Meléndez, que jugó un papel importante en la política de la región
(Juchitán y Tehuantepec). La rebelión que organizó en 1847 coincidía con
la presencia de las tropas norteamericanas aún en campaña en territorio
mexicano. El gobernador Juárez vio un peligro inmediato en vista de los
designios estadounidenses con respecto a la posible ruta de tránsito por
el istmo.30 Quiso acabar con el conflicto en la región ante la posible
presen- cia de las tropas del Vecino del Norte.
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Juárez terminó sus funciones en el cargo de gobernador y el asunto
quedó inconcluso. El fracaso en el istmo se debió a que Juárez no
entendió las verdaderas intenciones de los líderes disidentes, y los
sentenció como simples criminales: ladrones, contrabandistas y
defraudadores fiscales. Aplicó el principio de ejecución de la ley que
implicaba el uso de las fuer- zas armadas estatales para imponer una
solución al problema, pues quería acabar con la costumbre de llegar a
componendas con la criminalidad.
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31
Leticia Reina, Historia de la cuestión agraria mexicana: Estado de Oaxaca, México, Juan Pablos Editor,
1988, 2 vols., I, pp. 194-197.
32
Ibid., pp. 201-204.
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y regresa a ocupar la presidencia, éste no olvida que Juárez en su
período de gobernador del Estado de Oaxaca, no le permitió llegar a la
capital cuando fue denostado, después de la derrota frente al ejercito
norteame- ricano y en un afán de venganza, Santa Anna toma preso al
zapoteca y lo envía al exilio. Juárez se refugia en Nueva Orleans junto
con otros libera- les como Melchor Ocampo, Ponciano Arriaga y José
María Mata, quienes se autodenominaron junta revolucionaria en el exilio.
Así comenzó una revolución con fuertes tintes reformadores, no solo con
el deseo de acabar con la dictadura de Santa Anna. El levantamiento ar-
mado contenía un plan de acción con la idea de llevar a cabo el programa
de políticas liberales que había sido postergado e interrumpido por la
reac- ción conservadora apoyada en los grandes poderes fácticos: la
oligarquía y el clero.
Se describía en el plan que las instituciones liberales eran las únicas ca-
paces de poner las reglas del juego sociopolítico y lograr la tan ansiada
gobernabilidad.
Todavía Santa Anna tuvo tiempo de cometer otro atropello contra la na-
ción: la firma del Tratado de Gadsden.33 El acuerdo estaba pendiente en
el senado norteamericano, y convenía otra cesión territorial a los Esta-
dos Unidos. Con la venta del territorio de La Mesilla -como se conocía en
México- en la cantidad de siete millones de pesos, se perpetraba la última
transferencia territorial real para el país y sus habitantes, a favor de los in-
tereses estadounidenses, que tenían proyectado la vía del ferrocarril que
uniría las dos costas: la del Pacífico y la del Atlántico; base para que los
Estados Unidos se convirtieran en un futuro, no lejano, en potencia impe-
rial transoceánica.
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manifiesto, renunciando a la Presidencia de la República y se embarca
para Turbaco en Colombia, lugar del que ya no regresaría.
Porque sabiendo que aquí se peleaba por la libertad, había venido a ver
en que podía ser útil.35
35
Rafael Zayas Enríquez, Benito Juárez su vida /su obra, Sepsetentas, México, 1971, p. 87.
36
Ibid., p. 88.
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La Revolución de Ayutla abrió una prolongada lucha por el poder que
duró dieciséis meses. Santa Anna demostró su incapacidad para detener
el movimiento armado que se expandió hasta el Norte con Vidaurri,
cacique militar de Nuevo León y Coahuila, y que se levantó en armas con
la guar- dia nacional en contra de la última dictadura del caudillo de
Veracruz.
Así que desde que Juárez se hizo cargo de esta cartera se propuso aca-
bar con la prepotencia del clero y el militarismo, por medio de una ley que
les quitase sus fueros; momento que le pareció el más propicio puesto
que la Revolución de Ayutla había tomado fuertes tintes reformistas. El
paso que dio Juárez no podía calificarse menos que audaz, ya que el
clero go- zaba de gran prestigio y respeto tanto entre las clases altas
como en las bajas, y el ejército desmoralizado por el abandono en el que
lo dejó su jefe máximo Santa Anna, además de sus pésimos
antecedentes, constituía una fuerza que manejada por el clero podía
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provocar graves conflictos en
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lo sucesivo.
La idea del Benemérito era precisamente restar poder a estas dos insti-
tuciones decimonónicas de gran fortaleza. Es cierto que el gabinete de
Álvarez podía considerarse republicano y liberal de lo más avanzado,
pero tenía en contra al más prestigiado y poderoso general, Comonfort, el
ver- dadero autor del Plan de Ayutla, quien ejercía bastante influencia en
el presidente Álvarez. Elegido Presidente Interino de la República por una
junta nombrada por él mismo, el caudillo delegó sus facultades en Co-
monfort, quien se encargó de organizar el gobierno y se instaló en la capi-
tal como árbitro de la situación. Si Comonfort hubiera sido un ambicioso,
poco esfuerzo le habría costado acaparar el poder; pero, generoso y sin
experiencia, acogió con agrado la colaboración de los recién llegados.37
Sin embargo, esa naturaleza que sirvió para defender a los liberales exi-
liados en Nueva Orleans, después funcionó para transigir con la
oposición y ceder en temas que no apoyaban las reformas liberales en el
ámbito político.
206 Rc et Ratio
los congresos legislativos locales que proponían candidatos, mismos que
después eran elegidos por el congreso federal.
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dedicado desde mi tierna edad al trabajo personal, sé manejar el arado para sostener a mi familia, sin
necesidad de los puestos públicos, donde otros se enriquecen con el ultraje de la orfandad y de la miseria”.
Citado en Fernando Benítez, Un indio zapoteco llamado Benito Juárez, Punto de Lectura, México, 2006, pp.
103 y 104.
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por asalto la presidencia de la República.
44
Melchor Ocampo como hombre radical del partido liberal no transigió con el gobierno y al renunciar al
gabinete esgrimió estos argumentos: “Como me explicó de plano Comonfort que la revolución seguía el
camino de las transacciones y como soy de los que se quiebran pero no se doblan, dejé el ministerio…Dudo
mucho que con apretones de mano, como Comonfort me dijo que había apaciguado a México y se proponía
a seguir gobernando, pueda conseguirlo, cuando yo creo que los apretones que se necesitan son de pescuezo.
El tiempo dirá quién se engañaba”. Citado por Enrique Krauze, Siglo de Caudillos, Tusquets, México, 1994,
pp. 223 y 224.
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Considerando que si llegará a tomar el control del gobierno Don Benito
Juárez causaría incalculables desgracias a los habitantes de Oaxaca,
por- que siendo el autor de la ley antieclesiástica es claro que querrá
hacerla cumplir; considerando, en fin, que la nación de día en día camina
a su ruina: se desconoce al señor Benito Juárez.45
A fin de contar con los medios prácticos para promover el proyecto liberal,
Juárez restableció la Guardia Nacional de Oaxaca, misma institución que
había sido acusada de ser su brazo armado para imponer otras leyes an-
teriores. Exigió la disolución de lo que quedaba del ejército regular con el
argumento de que no era probable que lo apoyase en su labor de gobier-
no. Como él mismo lo expresó en sus apuntes:
45
Citado en Fernando Benítez, op. cit. p.105.
46
Se refiere a la Ley Lerdo cuyo nombre oficial era Ley de Desamortización de Fincas Rústicas y Urbanas
Propiedad de las Corporaciones Civiles y Religiosas. La medida privatizadora de Lerdo lanzó al liberalismo,
en su forma más controvertida, a la arena rural. Lerdo veía la propiedad corporativa como un obstáculo para
el desarrollo económico. Por este motivo, buscó con esta ley una transformación radical de la relación
jurídica en torno a la posesión de la tierra, que tenía consecuencias económicas y sociales de gran alcance.
210 Rc et Ratio
“…porque aquella clase de fuerza, viciada en los repetidos motines en
que jefes ambiciosos y desmoralizados como el general Santa Anna la
habían obligado a tomar parte, no daba ninguna garantía de estricta
obediencia a la autoridad y a la ley y su existencia era una continua
amenaza a la liber- tad y al orden público”.47
El otro problema que enfrentó fue el asunto pendiente del Istmo de Te-
huantepec, que había proclamado en 1855 el establecimiento de la región
en territorio federal. Los habitantes de la zona ya habían manifestado su
deseo de volver a unirse a Oaxaca al poco tiempo del fin de la revolución
liberal de Ayutla, pero el gobierno había retrasado la cuestión hasta des-
pués de la promulgación de la nueva Constitución. A este respecto, el go-
bernador Juárez trabajó estrechamente con los diputados constituyentes
oaxaqueños para la restitución de los territorios. El zapoteca logró que el
Congreso Constituyente de 1856-1857 acordara la reincorporación de los
territorios de Tehuantepec y Juchitán al estado de Oaxaca.48
212 Rc et Ratio
La organización de los municipios había sido el primer gran intento de
transformar el orden de los pueblos. El nuevo sistema constitucional, qui-
taba autonomía a las comunidades y las subordinaba al Estado central.
El cambio no fue fácil, y, por décadas, la organización de los municipios
estuvo “viciada” por la persistencia de prácticas tradicionales, y la lucha
por mantener la autonomía de otro tiempo. Inventar las instituciones era
una cosa, transformar el espíritu público de los campesinos era otra muy
distinta, y mucho más difícil.
“Imperfecta como era esta ley, se recibió con grande entusiasmo por el
Partido Progresista; fue la chispa que produjo el incendio de la Reforma
que más adelante consumió el carcomido edificio de los abusos y preocu-
paciones…desafío que se arrojó a las clases privilegiadas y que el
General Comonfort y todos los demás, por falta de convicciones en los
principios de la revolución, o por conveniencias personales, querían
detener el curso de aquélla transigiendo con las exigencias del
pasado…”50
Es indudable que había una tendencia, muy lenta y desigual, pero persis-
tente, a la disolución de las comunidades. El modelo clásico del funciona-
miento de las comunidades supone que eran “sistemas sociales
limitados”, con fronteras bien definidas y una conciencia sólida de
identidad. Cada comunidad conservaba sus propias costumbres,
tradiciones y lengua, se rodeaba con una muralla de desconfianza y
hostilidad hacia los extraños. Un conjunto de esas comunidades podía
estar subordinado a una hacien- da que se encontrara valle abajo, pero
conservaba al mismo tiempo, un fuerte sentido de diferencia cultural y
social con respecto a la población de la hacienda.52
214 Rc et Ratio
de México, México, 1986, p. 65.
52
Eric R. Wolf, Las luchas campesinas del siglo XX, Editorial Siglo XXI, México, 1985, p.17.
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rio moral básico que es la reciprocidad.53
216 Rc et Ratio
de relieve los talentos más caracterizados de la asamblea.
Ante esta posición de los radicales, los moderados del partido liberal
argu- mentaron que “no era tiempo”, al objetar que las ventajas de la
libertad de cultos eran remotas y problemáticas, y en un país saturado de
catolicismo, los peligros que podían correr eran muchos, entre ellos una
guerra civil. Con voz de profeta Ignacio Ramírez planteó el escenario que
le esperaba a la República mexicana.
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la agricultura sin obstáculos; los negocios del Estado examinados por los
ciudadanos todos; no habrá leyes retroactivas, ni jueces especiales, ni
confiscación de bienes, ni penas infamantes, ni se pagará por la justicia,
y en México, para su gloria ante Dios y ante el mundo, será una verdad
práctica la inviolabilidad de la vida humana.56
218 Rc et Ratio
La división interna del partido entre liberales puros y moderados, sobre el
asunto de reformar la nueva Constitución, sirvió de trasfondo al autogolpe
de Estado, conocido como Plan de Tacubaya, donde Zuloaga, militar de
la guarnición de la Ciudad de México, acordó con Comonfort, según los
tér- minos del Plan, gobernar con poderes ejecutivos omnímodos,
prescindir del Congreso, así como convocar a un nuevo Congreso para
formular una Constitución práctica y viable.
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adelantos y progreso, y arreglar los diversos ramos de la administración pública”. Tomado de Ángel Pola,
(compilador), op. cit., p. 51.
220 Rc et Ratio
de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, como lo establecía la
Cons- titución recién aprobada.
222 Rc et Ratio
las reorganizaciones; Justicia, Negocios Eclesiásticos e Instrucción Públi-
ca: Manuel Ruiz, un liberal sin tache, y un hombre de profunda reflexión;
Hacienda: Guillermo Prieto, un idealista, casi un soñador; Fomento: León
Guzmán; un jacobino intransigente. 60 El mando del ejército se le entregó
al General Anastasio Parrodi.
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Aquella terrible columna hizo alto frente a la puerta del salón… y sin
espe- rar y sin saber quien daba las voces de mando, oímos
distintamente: “¡al hombro! ¡presenten! ¡apunten!...” y ahogando la voz de
fuego que tronaba en aquel instante, grité: “¡levanten esas armas!
¡levanten esas armas! ¡los valientes no asesinan…!” y hablé y hablé.62
Las tropas liberales dirigidas muchas veces por oficiales de guerra impro-
visados, lucharon durante un año contra un ejército profesional con tropas
disciplinadas y oficiales de carrera. El entusiasta ejército liberal sufrió in-
numerables derrotas, lo cual hizo más difícil la administración de
Veracruz. Las tensiones dejaron sentirse al interior del gabinete de Juárez
por la tardanza en la aprobación de las Leyes de Reforma.
El primer año de guerra para los liberales fue desastroso en términos mi-
litares. Los generales Miramón y Márquez obtuvieron grandes victorias
en los combates de Puerto de Carreras, San Luis Potosí; Barranca de
Atenquique, Colima; Acámbaro, Guanajuato y Poncitlán, Jalisco. Todas
estas batallas fueron libradas por el hombre de las mil derrotas: Santos
Degollado, quien no ganó ninguna trascendental frente a los oficiales con-
servadores Miramón, Mejía y Márquez.
Rc et Ratio 211
62
Tomado de Fernando Benítez, op. cit., p. 137.
212 Rc et Ratio
noticia de que Santos Degollado estaba asediando la Ciudad de México
donde tenía su gobierno.
214 Rc et Ratio
juramento después de casarse.
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religiosas quedaron eliminadas fuera de los templos; la vestimenta
clerical se suprimía en público y los miembros de la iglesia tendrían que
pagar impuestos al igual que los demás ciudadanos. Posteriormente el 4
de di- ciembre de 1860 se garantizó la libertad de culto y religiosa. La
extensión de la educación primaria libre sería la meta para los tiempos de
paz, según lo vaticinaban los liberales.64
216 Rc et Ratio
Calpulalpan, cerca de la capital de la República, donde González Ortega
se impuso a Miramón nuevamente. Tres días después entró triunfante el
ejército liberal a la Ciudad de México, que se entregó sin poner oposición
alguna. Miramón, Márquez y Zuloaga, desaparecieron de la escena en
vertiginosa huída.
218 Rc et Ratio
cimiento o el rechazo al régimen político establecido en el país.
220 Rc et Ratio
presidente Buchanan advirtiendo:
El asedio por tierra fue motivo suficiente para solicitar el apoyo y la nece-
saria protección de los norteamericanos. El mismo Churchwell recomen-
daba a su gobierno reconocer a Juárez como la única autoridad legal del
país. Su labor se veía coronarse con las condiciones del reconocimiento,
asignadas en un memorando dirigido al presidente Buchanan, en febrero
67
Ibid., pp.105 y 106, ver Ángel Hermida, op. cit., p. 286.
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de 1859, que incluía la pretensión de comprar la Baja California, en “co-
rrespondencia” al reconocimiento y apoyo dado al gobierno encabezado
por Juárez.
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El nuevo ministro plenipotenciario que representaría los intereses de
Was- hington, Mr. Robert Mc Lane, recibió instrucciones sobre las tareas
a rea- lizar, se le dijo que tenía libre albedrío, nada menos que en el
asunto del reconocimiento. En este tema -se le decía- “la mejor guía será
el criterio de usted”.69 La labor consistió en llevar al cabo negociaciones
para la re- gulación de las nuevas fronteras –con la propuesta de pagar
10 millones de dólares por la península de Baja California- y la definición
de los dere- chos de tránsito a perpetuidad.
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con el cual poder tratar. La cuestión de si un gobierno existe o no, no es una materia de derecho sino de
hecho, y la investigación de este hecho, en México, se deja a su discreción”. Ibid., p. 109.
224 Rc et Ratio
tismo se hacía patente gracias a la coyuntura entre una posible invasión
extranjera de índole europea o americana, agregada a la guerra civil in-
terna.
La apuesta principal del gobierno de Juárez, era evitar a toda costa una
intervención extranjera pactada con los conservadores. Esta situación re-
sultó propicia para la falaz diplomacia estadounidense. En la búsqueda
vehemente de sus objetivos, la administración Buchanan por medio de
Mr. Forsyth se acercó primero a los conservadores, quienes rechazaron
las propuestas norteamericanas de compra territorial y cesión a
perpetuidad de los derechos de vía por el Istmo.
Rc et Ratio 221
territorio del otro, si uno de los dos lo solicitaba; el artículo segundo del
tratado Mc Lane-Ocampo así lo proponía:
El primer paso que siguió el señor Mc Lane fue corroborar si las asevera-
ciones de Churchwell estaban bien fundadas. Quería saber en concreto si
se respetarían o no los términos del memorando. Pues particularmente le
interesaba asegurar la adquisición de Baja California, como parte de una
estrategia que pretendía la reelección del demócrata Buchanan.73
222 Rc et Ratio
diatamente, Buchanan desconfiaba de las autoridades mexicanas, así lo
expresó José María Mata ministro plenipotenciario en Washington:
“…la idea que se tiene formada de nosotros (es de) ambiciosos y astutos
en la diplomacia, y creen que la proposición de separar los tratados
prece- de a la intención de rehusar lo relativo a California más adelante”.74
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ambas naciones en torno a los postulados republicanos fundados en la
consolidación de los principios democráticos y la libertad constitucional.
Esa era la propuesta de Lerdo ante la cual Juárez tuvo que vencer escrú-
pulos, vacilaciones y resistencias mentales, pues no le agradaba la idea
de un protectorado, pero sí veía la ingente necesidad de las armas norte-
americanas para ganar la guerra interna. La coyuntura no era favorable
para los liberales, pero la bancarrota y la necesidad de apoyo militar era
grande y, el tiempo, en este caso, no era un aliado, pues en el campo de
batalla se debilitaba.
224 Rc et Ratio
Lerdo comprendía que la venta de Baja California produciría la deshonra
del gobierno, y determinaría incluso su caída, sin producir ventajas a
cam- bio. Sabía que la venta de La Mesilla vino a ser el golpe final para
Santa Anna y si ahora no se aprovechaba la lección, y se repetía el
mismo error con la península, sería la ruina de Juárez.
Rc et Ratio 225
Juárez y sus compañeros suponían que una vez suscrito en Veracruz, al
tratado solo le bastaría la ratificación del Senado de Estados Unidos. Sin
embargo, sus gestores jamás imaginaron que el tratado no sería
ratificado por el senado estadounidense, ya envuelto en los
prolegómenos de la guerra de secesión.
Quedó claro tanto para los representantes republicanos como para los
de- mócratas, que no había nada en el tratado que favoreciera sus
intereses. El diario norteamericano New York Tribune declaró al tratado
“más muer- to que Julio César”. No era un asunto partidista, pues varios
senadores demócratas persuadidos por el presidente Buchanan para
votar a favor del tratado, y dispuestos a vencer los prejuicios, se pasaron
del lado del bando republicano, que dentro de sus filas estaban
preparados a rematar el tratado.
76
Ralph Roedor, op. cit., p. 321.
226 Rc et Ratio
77
Ibidem.
Rc et Ratio 227
La cuestión mexicana fue debatida, no en relación con la política exterior
de los Estados Unidos; de no inmiscuirse en los asuntos domésticos de
otras naciones, sino respecto a los problemas internos que centraban la
atención en el tema de la secesión del país en aquella época. La
discusión del tratado se complicaba por los problemas intrínsecos que
traía la escla- vitud en la llamada Unión Americana.
Los indios mexicanos constituyen una raza muy diferente de los indios
que hemos exterminado o cazado hasta los confines remotos del oeste.
Los indios mexicanos forman un pueblo triste, supersticioso e inerte, obra
maestra de la dominación española, y aún suponiendo que no se inten-
tara esclavizarlos, no por eso, sería menos segura la condenación de su
raza.
Los blancos que vendrían en tropel a México, una vez conquistado por
los americanos, mirarían a los indios con sentimientos de aversión muy
fuertes; odiándolos no sólo porque son indios, lo que sería razón suficien-
te, sino como competidores en las industrias, dispuestos a trabajar con
sueldos bajos, siendo pocas sus necesidades e insignificante el costo de
228 Rc et Ratio
78
Ralph Roeder, op. cit., p. 325.
Rc et Ratio 229
su mantenimiento.79
Según el corresponsal del New York Times, Edward Dunbar, gran culpa
de la derrota del tratado la tenía la manipulación del pacto y la demago-
gia partidista. Sin embargo, en última instancia, la responsabilidad no era
únicamente de los partidos que desvirtuaron su política hacia México y
ca- recían de fuerza moral; los demócratas, persiguiendo los fines
predatorios de la doctrina Monroe y, los republicanos, con una política
cerrada y con- servadora hacia fuera. Sumado a esto, la ignorancia del
pueblo estadouni- dense, que carecía de conocimiento sobre la cuestión
mexicana, no tenía convicciones propias, producto de su indiferencia
hacia los mexicanos.
230 Rc et Ratio
del racismo; la gestación del gobierno de los más ricos (plutocracia), con-
tra la creación del mito popular; el espíritu raquítico de la opinión pública
y el espíritu idólatra del régimen mayoritario.81 La mayoría tenía, si no la
razón, sí la fuerza preponderante.
Con la firma del tratado, México obtenía, por un lado, el gran objetivo que
se trazó Lerdo -por parte de Estados Unidos lograba establecer un
protec- torado perpetuo- y, por el otro, México se doblegaba a todo lo que
Was- hington deseaba, a excepción de la venta de Baja California. Cada
parte transigió en algo y también cada uno se llevó lo suyo. Ahora sí
parecía un pacto entre caballeros, sin embargo, a pesar de obtener la
protección es- tadounidense, consustancialmente se lesionaba la
soberanía de la nación mexicana.
Ni Santa Anna en sus peores días; ni los notables que en Miramar ofre-
cieron a Maximiliano la corona de México, se habían atrevido a tanto. Si
la convención y el tratado no hubieran sido rechazadas por el senado
ameri- cano, Juárez sería hoy la figura más negra de la historia de
México.82
Rc et Ratio 231
82
José Fuentes Mares, op. cit., p.143.
232 Rc et Ratio
Pero además había otro escollo, la inexistencia de un congreso mexicano
que ratificara el tratado como lo exigía la Constitución de 1857. No obs-
tante, esta una razon que el gobierno estadounidense estaba dispuesto
a pasar por alto. Las únicas facultades extraordinarias que tenía Juárez
para aprobar el tratado, eran las que le reconocía su amigo, el presidente
Buchanan, que afanosamente buscaba otra adquisición territorial.
Rc et Ratio 233
tenga lugar la intervención”. Ibid., p. 153 y 154.
234 Rc et Ratio
Para Estados Unidos, los fines del pacto estaban relacionados directa-
mente con la violación de derechos y la seguridad de los ciudadanos nor-
teamericanos en México. Si el gobierno legítimo no pudiera proporcionar
la seguridad debida, ese mismo gobierno tendría la obligación de recurrir
al de Estados Unidos para que éste les ayudara a ejecutar lo pactado, y a
mantener el orden y la seguridad de su propio territorio.
Desde 1859, cuando se firmó el polémico tratado, hasta 2009, justo han
pasado 150 años de un acto que resucita la controversia sobre el papel
de Juárez y los liberales de la Reforma en aquella coyuntura histórica.
Al final de todo, el tratado quedó sin efecto, por el rechazo del senado
nor-
85
Aleccionado por su experiencia en el segundo sitio de Veracruz, el general Miguel Miramón buscó cerrar
el cerco por mar. A los cuatro días de empezar los bombardeos por tierra, se avistaron dos pequeños vapores
comprados y equipados en Cuba, que pasaron sin bandera hacia el fondeadero de Antón Lizardo, situado al-
gunos kilómetros del puerto de Veracruz. El gobierno constitucional los declaró piratas y solicitó la ayuda de
la armada americana para detenerlos, la petición fue aceptada y el comandante naval procedió y la
expedición méxico–americana volvió con los vapores presos. En Roedor, op. cit., p. 315. Se sabe que esta
intervención norteamericana a favor de Juárez fue decisiva en la guerra de Reforma, pues mantuvo en pie de
lucha el ba- luarte que significaba Veracruz, y anuló la posibilidad de capturar a Juárez y demás liberales
Rc et Ratio 235
para seguramente fusilarlos.
236 Rc et Ratio
teamericano. Pero no por ello, en términos reales, disminuyó la continúa
injerencia de Estados Unidos sobre los asuntos mexicanos. Al contrario,
a partir de esa fecha, Washington se interesó cada vez más en su Vecino
del Sur, ya que en cada crisis mexicana, Estados Unidos obtiene siempre
algún beneficio; sobre todo, compromisos políticos y económicos que se
incluyen en la agenda del gobierno.
238 Rc et Ratio
existió una confrontación abierta de los dos bandos políticos, donde cada
grupo buscaba la eliminación del otro. Esta política de intolerancia derra-
mó mucha sangre durante los primeros cincuenta años de vida indepen-
diente de México, y no logró la coexistencia pacífica, sino hasta la década
de 1870.
Esto puede ser una propuesta tentadora, sin embargo, no tiene en cuenta
que el enfoque liberal mexicano esta fundado en un modelo que adoptó
políticas patrimoniales y corporativas en el sistema, que aún perduran en
el México contemporáneo. El dominio clientelar de las élites regionales
significaba socavar la autoridad del Estado mexicano. Ello mostró la debi-
lidad del sistema federal y las frecuentes incursiones de caudillos
militares en la toma del poder.
Otro tema polémico que tiene una profunda raíz histórica es el papel de la
iglesia católica, que para el siglo XIX acabó desvirtuando sus sanos pre-
ceptos en América Latina.
240 Rc et Ratio
Las ex colonias hoy convertidas en estados nacionales han cargado con
la permanente intromisión de los clérigos en asuntos que tienen que ver
con las definiciones del desarrollo político.
Rc et Ratio 241
Con la educación laica, el liberalismo mexicano procuró promover los va-
lores de esta ideología. Asentados en el republicanismo, la identidad na-
cional y las virtudes cívicas, que servirían para la expansión de una
nueva moralidad social.
242 Rc et Ratio
La constante división política irreconciliable en México sirvió de asidero
para imponer los intereses norteamericanos. Desde la guerra de Texas
hasta el muro de George W. Bush en la frontera norte.
Juárez intentó digamos hasta de una forma bucólica incorporar a las co-
munidades indígenas al desarrollo social y económico que prometía el
liberalismo. Sin embargo, la dureza de la realidad del campo mexicano
resultaba muy compleja por tantos años de “vicios” coloniales.
Rc et Ratio 239
que conforman el cuerpo del pensamiento liberal.
86
Benito Juárez , Los apuntes para mis hijos, Centro Mexicano de Estudios Culturales, México, 1968, p. 49.
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