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Teatro 2009

Teatro 2009

Primera Edición: 2006


© Editorial Estentor
Dr, Lucio No. 5, col. Doctores, México D.F.

Edición: Comisión Nacional de Publicaciones


Diseño y portada: Ana Laura Gómez Díaz

Impreso en México

La reproducción total o parcial de este material es valida con previo permiso del
editor.
Teatro 2009

Editorial Estentor
México, 2009
CONTENIDO

Artículos de Víctor Puebla

Café Teatro Colonia


Autor

Cri-Cri para inconformes


Autor

Histeria de la poesía mexicana


Autor

La Araña
Autor
ARTÍCULOS
DE VÍCTOR PUEBLA
Artículos

Autosemblanza del Divo


por el mismísimo Divo.

A
unque mi naturaleza es inconcretable por etérea, escurridiza y
jacarandosa, cumplo con la encomienda que se me impone de
brindar una semblanza del que hasta ahora escribe.
En realidad, no tengo fija la fecha de mi nacimiento, pero de que ter-
minaba la cifra con un cinco, sí puedo asegurarlo. Podría considerar que
soy eterno, aunque la muerte me ronde muy cerca, si nos percatamos de
que me he codeado con el mismísimo y viperino Aristófanes de Grecia y
que aprendí a sumar bajo la vigilancia del propio Pitágoras. Pero tengo la
lucidez de que de niño compartí mis juegos con la pléyade de dioses grie-
gos que convirtieron mi inocencia en una aventura mágica que tenía por
escenario al más impresionante de los territorios sagrados: el Olimpo.
Sí, el Olimpo, con sus amores encuerados, sus héroes y monstruos
zoológicos y su caballo alado volador.
Entonces Superman, que era un invasor primerizo, no era sino el pro-
ducto de la combinación de ese magnífico personaje al que todos cono-
cían como Aquiles, invulnerable a raíz de un baño mágico que su santa
madre, Tetis, le había dado en el río del Hades, agarrándolo de un talón
para evitar que se lo llevara la corriente y por cuya causa le había que-
dado sensible aquel sitio que fue luego la causa de su muerte; y del otro
gran héroe sin rival: Hércules, que había matado a dos serpientes des-
de chiquito, limpiado los establos de Augías, muerto al león de Nema,
vencedor del cancerbero, y era el único que había bajado al Hades para
rescatar a la esposa de un amigo suyo, cuatacho de toda la vida, y vuelto
a salir de la región de los muertos a salvo.
Crecí con las aventuras de La pequeña Lulú y Memín Pinguín. Con
ellos cursé mi primaria en una escuela rural de la mixteca.
Si bien la secundaria sirvió para desposeerme de mi anacrónica ino-
cencia a los tardíos catorce años, las historias de Moliere y Shakespeare
fecundaron mi imaginación y junto con los libros de la Historia Sagrada
y los cuentos de Oscar Wilde, convirtieron mis romances de adolescente
en una aventura de joven arrepentido pero divertidamente descarriado.
Las enormes pantallas de los cines de entonces, con sus íconos diviniza-
dos en blanco y negro de aquella época fueron el alimento de una voca-
ción que en aquellos tiempos apenas se removía en mis adentros, en tan-

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Teatro 2009

to que bailaba el hassel y el bomp en aquellas primigenias discotecas.


Más tarde descubrí el teatro: y enfermé de pasión por ese oficio “tan
sin embargo”, a grado tal que aún no logro recuperarme y me desenvuel-
vo en esta madurez contemporánea en una convalecencia histriónica que
no cede bajo ningún remedio. Ojalá que la muerte me pille así antes de
que la necesidad me haga dedicarme a otra cosa.
Sendas escuelas de teatro, de la vetusta Puebla y el Distrito Federal,
fueron la fuente de experiencia que nutrió mi conocimiento de la esce-
na. Luego la universidad y los grupos profesionales y claro: el siempre
hacer teatro con otros tantos especimenes que compartían mi notoria
afición por el trabajo de Sófocles, divos también, desde luego. Fiestas,
pachangas, aventuras de toda índole. Amistad, amores y actuar, actuar,
actuar...
Algunos reconocimientos en el terreno de la actuación y la dirección
ocupan espacios en mi altar del ego que desempolvo cotidianamente
en los estantes de mi librero. Una beca del Centro Mexicano de Es-
critores para escribir teatro, adaptaciones teatrales, colaboraciones con
algunos diarios locales, obras originales, representaciones estatales, el
conocimiento de casi todo el país realizando representaciones en toda
clase de escenarios y, finalmente, la inmensa satisfacción de saber que
contribuyo con mi trabajo a la emancipación de la ignorancia entre los
miembros de mi pueblo y al desarrollo de una visión alternativa que
nos hace imaginar que este mundo aún tiene remedio. Aunque me guste
mucho el glamour.
Actualmente vivo en la bellísima ciudad de Puebla, venero el recuer-
do de una madre amantísima y sensitiva, estoy al frente de un Instituto
de Arte, soy el responsable de una compañía teatral y me desempeño
cobijado por un ejército de trabajadores sociales que comparten su vida
y sus intereses con este Divo enamoradizo.
Vivo con mi perra Antígona, y continuamente envío mi fiel pensa-
miento a un corazón vagabundo y lejano que es el destinatario de mi
enamoramiento humano y que a estas fechas quién sabe dónde andará...
Cualquier reclamación, duda o colaboración económica favor de di-
rigirla a: divodepueblaguiónbajo15arrobahotmailpuntocompuntoemee-
quis.

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Artículos

El teatro, recurso existencial

D
ecía Helen Hayes, la celebérrima actriz norteamericana multi-
premiada por sus soberbias interpretaciones en cine y teatro:
“Cada vez que me percato de que muchos de los hombres más
importantes que ha dado la humanidad han escogido el lenguaje teatral
para expresar sus ideas, me siento muy satisfecha de dedicarme a este
arte como mi auténtica profesión”.
Y es que el teatro, como síntesis de todas las artes, es uno de los me-
dios más eficaces para transmitir ideas, educar y sensibilizar a la natura-
leza humana, además de que aporta un sentido de colaboración grupal,
libertad de imaginación, ubicación en la fantasía situacional, disciplina,
responsabilidad, camaradería, desinhibición, soltura escénica, dominio
de sí mismo, equilibrio físico, ejercicio de la memoria, control de las
emociones, manejo de la energía, etc., etc., etc.
En el adolescente, la experiencia teatral lleva al individuo, incluso,
a manifestar de una manera elocuente y clara todas aquellas inquietudes
existenciales que le son propias de su edad, y canaliza aquellas ansieda-
des juveniles por el camino de la creación artística. Tengo la experiencia
de que muchos de los temas que, como estudiantes tienen que exponer,
se quedan más grabados en su ánimo y en su memoria luego de haber
sido expuestos de manera dramática, situación que no se consigue con
una magistral conferencia o con una doctísima lección de pizarrón y
libro. La historia, sobre todo, tiene en el teatro a uno de sus mejores
aliados cuando convertimos las estáticas figuras heroicas de los libros,
ídolos de piedra e insensibles a fuerza de construir una imagen oficial,
en protagonistas de su propia biografía cuando aparecen como personas
humanas, susceptibles de errores y virtudes que el documento histórico
omite en la mayoría de las veces, dejándolos como personajes acartona-
dos y pétreos sin posibilidad alguna de humanización.
“Es sorprendente y catártico cuando vemos al héroe intocable que
nos han heredado los maestros, comer como cualquiera y refocilarse del
comentario popular al reírse de un mal chiste festejado”.
De tal manera que si nuestras instituciones educativas brindaran ma-
yor atención a través de los diferentes niveles escolares al ejercicio tea-
tral como método didáctico, otro gallo nos cantara en el concierto de la
cultura universal.
De las muchas experiencias que tengo a la hora de hacer teatro, sola-

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mente he encontrado una relación consecuente entre el decir y el hacer


en la organización antorchista que “a fuerza”, en el buen sentido de la
palabra, quiere implantar la actividad artística y teatral en cada uno de
los estudiantes que ingresan a las escuelas en donde tiene influencia di-
cha organización. Los resultados no se han hecho esperar y así hemos
visto el desempeño que como profesionistas han alcanzado aquéllos que
durante su infancia y a lo largo de su preparación escolástica han tenido
Amén de ser el perfecto pretexto para averiguar el contexto histórico,
político, económico, social y anímico que rodea el argumento de cual-
quier obra teatral que se vaya a poner en escena; el montaje representa la
oportunidad de vivir, como nunca lo haremos en la vida real, situaciones
fantásticas, pero probables, que de otra manera no pudieran tener acceso
en nuestra vida cotidiana. En efecto, hacer teatro es la oportunidad de
vivir mil veces mil vidas diferentes.

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Artículos

No nos hagamos bolas

D
e una vez por todas, y para que quede claro, quiero aprovechar
este espacio que siempre me tienen reservado mis bondadosos,
comprensivos, pacientes y simpatiquísimos cuachirolos de bu-
zos, para referirme a un fenómeno frecuente y común que le acaece a casi
todos los teatreros del mundo, preguntarse: ¿y para qué hago teatro?
Casi siempre, este vicio artístico arraigado hasta lo más profundo de
los huesos surge de un anhelo desconocido de reconocimiento, éxito y
riqueza, a lo cual debemos sumar el profundo ego por destacar sobre los
demás; y se responde uno, en un primigenio pensamiento ingenuo: ¡qué
me aplaudan!, ¡qué me admiren!, ¡y que me deseen! (no es por presumir
pero hay algunos a los que nos sigue funcionando la fórmula).
Ya con el tiempo, y luego del enfrentamiento con el conocimiento del
origen y la naturaleza del Arte, insiste uno en la notoriedad, pero ahora
con el propósito de ser el ¡vanguardista artístico! que romperá con todas
las reglas y creará una nueva experiencia catártica, objetivo que sólo al-
gunos genios, a los que podemos contar con los dedos de las manos, han
conseguido en virtud de la claridad de sus ideas, sus técnicas y sus expe-
rimentos: no hay que olvidar que, para que esta circunstancia se cumpla,
es necesario contar con un buen sustento económico que le permita a uno
poner en práctica sus riesgosas innovaciones. Lástima que en muchos de
estos casos, en cuanto se muere el talentoso, se murió su obra.
Más adelante viene la aventura, el glamour, la bohemia, el desmadre
y todos aquellos peligros que la misma farándula nos proporciona con
harta diversidad y profusión. En este camino, muchos futuros genios han
perdido la proporción de las cosas y deciden que lo suyo es aquello en lo
que están momentáneamente metidos, y se dan a la borrachera, olvidán-
dose de los grandes ideales con los que al principio contaban.
Y los que se quedan haciéndole a la comicidad y la tragedia, si es que
no han conseguido un importante mecenas que les cumpla todos sus
gustos, se dan a la tarea de hacer experimentos, crear espacios indepen-
dientes y explotar, finalmente, aquello que les resulta económicamente
redituable.
Así las cosas, y a estas alturas del sistema, la angustia de no saber
"para qué hace uno teatro" sigue bullendo en la mente y en los corazones
de algunos apasionados de las "tablas", y es muy frecuente encontrarse
con teatreros desilusionados existencialmente porque no tuvo éxito la

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última producción que hicieron, o porque los actores son unos indiscipli-
nados, o porque esta sociedad no entiende las revolucionarias ideas que
aplicó en su última escenificación.
Soledad y desilusión: "la historia me hará justicia".
Pues como dijo aquel célebre personaje de la política mexicana no
hace mucho tiempo: "no hay que hacernos bolas", sino volver hacia los
orígenes de esta milenaria actividad y reconocer que el teatro es una
"fiesta popular", fiesta del pueblo, en donde los personajes más imagi-
nativos agregaron su dosis de fantasía y su imaginación para convertir
la fiesta en un fenómeno multitudinario que, luego, muchos listos apro-
vechados utilizaron en su beneficio. Sin embargo, las grandes figuras de
la dramaturgia universal, los grandes actores y los grandes directores,
solamente han destacado cuando se han puesto a pensar en el pueblo.
El pueblo es el que decide, el que se mira reflejado en esa imagen
mágica que lo arremete o lo divierte. Inconscientemente, tal vez, sabe
que, exhibido en la escena, procurará más adelante ser mejor de lo que
antes era, y en la mayoría de las veces, que se ha percatado de ello, y
de muchas otras cosas que no sabía, luego de un "baño de estética" y
emoción: ¡aprendió sintiendo!
Así que todos aquellos colegas que viven en la "eterna búsqueda del
yo" a través del teatro, que no han logrado definir para qué va a servir lo
que durante tantos años han hecho, que viven con la angustia de ignorar
cuál es el sentido de su actividad, no se hagan bolas: el teatro se debe
llevar a cabo para la educación del pueblo, no hay otro sentido.
EL PUEBLO ME LO DIJO.

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Artículos

Chin, chun, chan…


(Y las características del único y auténtico

teatro mexicano)

L a historia del teatro mexicano se remonta hacia nuestras raíces


prehispánicas, donde tal acontecimiento de carácter ritual (como
siempre ha sido en todas las culturas) incluía el sacrificio hu-
mano para reconciliar a las entidades divinas con la naturaleza en una
invocación para la preservación del universo.
Con rasgos definitivamente distintos del resto del mundo, nuestro tea-
tro no fue comprendido por las culturas del viejo mundo ¡tratado como
un acto de barbarie!, y nuestros conquistadores impusieron, junto con
muchas otras cosas extrañas, su propia forma de representación. De
aquellas formas auténticas sólo nos quedan los vestigios que descubri-
mos en las danzas religiosas que aún podemos disfrutar en algunas fies-
tas patronales y que se hacen acompañar de música y diálogos recitados
por los intérpretes herederos de nuestros remotos ancestros.
La nueva forma de representación que importaron los españoles y
que conocimos en México en forma de pastorelas y autos sacramentales
provenían de aquellas celebraciones en honor al dios griego Dionisos,
que durante las "dionisíacas" (fiestas de la vendimia) celebraba el pueblo
en medio de un regocijo generalizado.
Así, no fuimos capaces durante mucho tiempo de sacar a la luz nues-
tras auténticas formas de abordar el fenómeno de la representación, has-
ta que se fueron filtrando, junto con la veneración a los santos españoles,
en la conmemoración de la misa, los rosarios, las novenas y los sacrifi-
cios, tímidas reminiscencias de lo que había sido el teatro, cuando los
desgraciados gachupines no habían hecho territorio en nuestros contor-
nos nacionales.
No fue sino hasta después de iniciada la Revolución Mexicana, ésa
que propició nuestro afrancesado Porfirio Díaz al haberse aposentado
un titipuchal de años en el poder, que el fenómeno teatral en nuestro
país volvió a hacerse de características tan peculiares que en ningún otro
lugar del mundo habían sucedido. Los mexicanos del pueblo: iletrados,
aguardientosos, combativos, inconformes, rebeldes, típicos, pintorescos
y con una gran inconformidad en el alma y en el estómago, encontraron

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en los recintos teatrales, que antaño habían estado dedicados por la alta
sociedad al cultivo de la música culta, la ópera y el ballet clásico, un
foro en el que reunidos algunos descocados "artistas", entre los que se
encontraban cantantes, tiples, bailarinas, cómicos, periodistas, pícaros y
poetas, se dieron a la tarea de armar unas "revistas" divertidísimas, que
abordaban algunos temas de imperante actualidad y exhibían a muchos
de los personajes de la política en toda su descarnada realidad.
Como consecuencia lógica, el pueblo, impreparado para lanzar su
protesta profunda con los mejores recursos intelectuales que le hubiera
otorgado una educación que no tenía y que hubiera podido perpetrar a
través de libros, periódicos o revistas, encontró en el teatro la voz que
reclamaba el reconocimiento de sus derechos, sus inconformidades, sus
pasiones y hasta sus ironías en contra de aquellos que por sistema se
consideraban "intocables".
Sobre la escena desfilaron bellísimas mujeres que cantaban atrevidísi-
mas canciones con letras disfrazadas de pícaras composiciones que alu-
dían, en su doble sentido, tanto a situaciones cotidianas de índole sexual,
como a críticas en contra de aquellos malos funcionarios que no cum-
plían con su deber. Los escritores, en su mayoría periodistas, volcaron
toda su imaginación, inventando tramas en donde tuvieran cabida los
personajes más representativos de aquella época, los cuales no hubieran
tolerado, de otra manera, el reclamo popular de un pueblo sometido.
Los cómicos se dieron a la tarea de rescatar a los "tipos populares" como
la borrachita, la chismosa, el "peladito", el indio endino, el matasanos, el
"evangelista", y exhibirlos sobre el foro escénico hablando por el pueblo
como abanderados de los grandes ideales del mexicano común, en una
deslumbrante profusión de improperios ingeniosos y atroces.
Todo esto hilvanado en una concepción del espectáculo que no se había
producido hasta entonces y en la que la participación de cada artista se
integraba en un todo armónico pero que no perdía su individualidad y ca-
racterística particular. Así, nació el teatro de revista, político, mexicano.
Cuando la capacidad arquitectónica de los teatros formales no pudo
dar cabida a la numerosa concurrencia que significaba su desmecatado
público, los artistas se dieron a la tarea de salir a los barrios popula-
res armando unas enormes "Carpas", en las que instalaban su tribuna
para aprovechar las catárticas delicias de las cuales gozaba el respetable,
hambriento de solaz y esparcimiento.
Durante aquella época se hizo posible lo que no había sido posible

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Artículos

muchos años atrás: volvió el teatro al pueblo, con su visión cosmogóni-


ca, con su hablar peculiar, con su mandil descosido y su comida picosa,
con su aguardiente oaxaqueño y su pulque de Apan. Y el pueblo recibió
algunos de los beneficios liberadores que este arte milenario había crea-
do para él.
Ahora sacrificábamos, como en la etapa prehispánica, ya no a la víc-
tima que con su sangre redimiría al mundo y lo haría conseguir la super-
vivencia, sino a la figura pública que no había hecho lo conveniente para
redimir el orden de nuestra sociedad. Sacrificio al fin. Fiesta popular al
fin. Catarsis, finalmente.
Como parte de su acendrado interés por promover un ánimo nacio-
nalista en el pueblo mexicano, reconociendo nuestras propias realida-
des, sin prejuicios ni falsos criterios; difundiendo nuestra idiosincrasia
como parte del cosmos universal, con sus virtudes y sus defectos -al fin
humanos-; con su creatividad y su sensibilidad únicas e irrepetibles, el
Movimiento Antorchista, a través del Grupo Nacional de Teatro, se ha
dado a la tarea de intentar rescatar algunos de los textos que este género
eminentemente mexicano nos ha legado a la posteridad y como producto
del trabajo de investigación del maestro Enrique Alonso, "Cachirulo",
han abordado la puesta en escena de la obra Chin, chun, chan... que se
estará representando durante todos los sábados de lo que resta del año,
en su lugar preferido: EL ALERO, teatro-peña-bar de la 2 poniente 506,
Puebla, y bajo la dirección escénica de Juan Pedro Coahuayana y la su-
pervisión artística de su maestro Víctor Puebla.
Les auguramos un rotundo éxito.

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Teatro 2009

Teatro
C
uando la divosidad lo acompaña a uno a todas horas del día, de
todos los días que componen la vida de un Divo, hay que hacer
frente a tamaña responsabilidad y dividir el tiempo entre entre-
vistas, compromisos sociales, consultarías políticas, presentaciones per-
sonales, firmas de autógrafos, ensayos y un poco de seducción sensual
que también es artículo de primera necesidad.
Uno de estos múltiples compromisos me llevó a asistir al magno IV
Encuentro Nacional de Teatro del Movimiento Antorchista, al que tanto
admiro, y a convivir con los miles y miles de ávidos espectadores que
año con año se congregan en torno a tal evento para presenciar, en un
alarde de cultura, más de una veintena de puestas en escena de la más
diversa índole, compitiendo amistosamente en representación de los más
desarrollados estados de la República.
Dejando a un lado senda invitación para compartir el foro con Plácido
Domingo en un concierto de música folklórica con temas de “Los Patita
de Perro” en La Scala de Millán, y disculpándome ante el famoso tenor,
me encaminé en mi Divó-Movil hacia el venturoso (por aquello de los
vientos) auditorio “In Xóchitl in Cuícatl” del cerro del Tejolote, allá en
el Estado de México. Seguido de mis treinta esclavos negros importados
del más famoso pueblo de Oaxaca, a quienes intento ilustrar llevándo-
los frecuentemente a mis incursiones didácticas, nos encaminamos al
inmenso teatro con el ánimo de disfrutar una pachanga cultural en com-
pañía de mis admiradores queridos.
El zoológico teatral fue muy nutrido. Actores por todas partes repa-
sando su texto (que ya lo deberían llevar aprendido); equipos de tramoya
montando sus escenografías, directores impacientes porque sus actores
no les hacen caso. Niños asombrados que reían o gritaban ante cual-
quier manifestación que, fuera de la realidad, era el perfecto pretexto
para provocar un escándalo en cadena. Mamás con sus bodoques a la
cintura. Papás que, en el alivio de la cruda, se sensibilizaban más ante el
sufrimiento de la suerte del protagonista en turno. Maestros incrédulos,
con sus alumnos, que no dejaban de aplaudir ante la picardía de una fra-
se feliz. Abuelos que nunca habían ido al teatro. Teatreros consagrados
que miran con desdén al otro teatrero que apenas hace sus pininos. Los
taquitos, las palomitas, el refresco de sabor que hace más confortable la
deleitación del espectáculo. Todo ello junto en una sola experiencia que
han hecho posible los organizadores de un evento tal.

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Artículos

Custodiado siempre por mis guardaespaldas para prevenir cualquier


ataque sorpresivo de algún grupo de admiradores alocados, subí y bajé
en aquella tertulia de teatreros. ¡Cuánta diferencia hallé entre esta multi-
tud de proletarios sedientos de arte en este cerro de singular conducta y
aquella mucha más numerosa comunidad juvenil que abarrota las tortuo-
sas calles de un Guanajuato histórico convertido, en aras de un festival
internacional, en la cantina más grande del mundo!
Mientras en este aún modesto encuentro teatral campea el afán de la
lección, aderezada con la indispensable diversión; mientras aquí acuden
sólo aquellos que en su vida van a poder costear su boleto que les permita
disfrutar de un encuentro con la cultura más universal; en el Cervantino
se derrocha el bloff de acudir a esa ciudad centenaria para despreciar la
oportunidad de aprender de la sensibilidad de otros pueblos hermanos.
Allá, los jóvenes experimentan veinte días de desenfreno alcohoril,
mezclado con otras sustancias que “los hacen disfrutar más intensamente
del festival”, sin tomar en cuenta que lo más exquisito de la sensibilidad
humana los rodea y los llama. Aquí, en el Tejolote, ese cerro pedregoso
y feo, el pueblo se arremolina en la ansiedad de ser participe de un rito
que le es heredado por generaciones y que sólo ha de disfrutar en virtud
de la generosidad de quienes lo llevan a cabo.
Desde Carballido hasta Shakespeare, con Moliére a un lado. Desde la
sórdida realidad de los hambrientos y los ignorantes, hasta la crítica feliz
de los comediantes clásicos, son un banquete de ilusión que, durante tres
días, algunos miles de pobres, disfrutan y devoran con gratitud por el be-
neficio implícito que un evento de tal magnitud representa para quienes
lo presencian. Si lo intangible tuviera vergüenza, el Cervantino sería un
festival que deben ocultar su rostro ante la humillación evidente y apa-
bullante que un sencillo encuentro teatral, organizado con la inteligencia
y el corazón de los héroes anónimos que lo realizan, logran dando como
resultado la transformación social del discriminado.
Pero los Divos somos apolíticos. Nuestro deber es entregamos a nues-
tro público cumpliendo el compromiso de lograr las más altas fantasías
que el respetable imagine con uno. Yo, por eso, encendí los miles de
foquitos que bañan mi divomóvil por las noches, y me marché del IV
Encuentro Teatral de los antorchistas arrojando besos a los transeúntes,
envuelto en mi desgastado abrigo de piel de dragón y me regresé a mi
legendaria morada a disfrutar una buena película del nuevo cine mexi-
cano.

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Teatro 2009

Fiesta de tespis en San Luis Potosí

E
n la antigua y clásica Grecia, unos seis siglos antes de Cristo,
una figura común que transitaba por las poblaciones pintorescas
y calurosas de ese país, se hizo famosa, gracias a un oficio que
más tarde daría lugar a una de las artes más populares y benéficas que
pudo haber conocido la humanidad: el teatro. Este personaje viajaba de
pueblo en pueblo trepado en un carrito en forma de plataforma, jalado
por mulas, en el que había acondicionado una especie de telón de fondo
contando historias que "declamaba" ante un numeroso público de cam-
pesinos, aldeanos y esclavos, haciendo las delicias del auditorio cuando
interpretaba a los personajes de sus "cuentos", intercambiando sobre su
rostro máscaras de escayola para darle carácter a su interpretación. Ese
personaje se llamaba Tespis y se le considera el padre del teatro.
Luego los copiones desocupados-libres de sus coterráneos, quienes
gracias a la esclavitud que privaba en su sociedad, tenían la oportunidad
de dedicar todo su tiempo de ocio a la contemplación inocua de la vida,
o sea, a filosofar; a la observación de los astros, el análisis matemático,
la creación escultórica, la danza y tantas otras cosas que hicieron tan
singular y vanguardista aquella cultura antigua; instituyeron durante las
fiestas de la vendimia una serie de concursos dramáticos en que los más
grandes escritores clásicos medían sus talentos dramatúrgicos para de-
mostrar quién era el más fregón a la hora de contar historias; todo esto,
en honor de Dionisos, el dios del vino (bendito sea).
Desde luego, a sabiendas de la importancia que la veneración por la
familia divina (Zeus, Atena, Poseidón, Afrodita y toda su parentela) te-
nía para los inteligentes griegos, éstos se dedicaron a construir "trage-
dias" cuyo tema principal era la intervención del destino, y los dioses,
en la vida de los hombres. Y así, imaginaron las más catastróficas tru-
culencias alrededor de algunos legendarios personajes que la tradición
oral había heredado al pueblo y que luego se convirtieron en ejemplo de
lo que debía o no debía pasar si nos portábamos mal o desconocíamos
a los dioses. Ya ven lo que le ocurrió al irreflexivo Edipo, ¡que se casó
con su madre y le dio 2matarili" a su padre! En fin, el teatro, sin propo-
nérselo, se convirtió en un foro en donde se podía "aprender" mientras
se divertía.
A muchos siglos de distancia en el tiempo, la fórmula del teatro sigue
vigente y podemos seguir disfrutando en estas épocas de su efecto cau-

20
Artículos

tivador y persuasivo. La gente sigue siendo testigo de la confrontación


entre el bien y el mal, entre la belleza y lo salvaje, entre lo constructivo y
el crimen, viendo la vida sobre un entarimado de ocho por ocho en don-
de todo puede suceder. La experiencia no puede ser más feliz si se toma
en cuenta que durante la representación: se "siente" y se piensa.
Todas las culturas, sin distinción alguna, han cultivado el gusto por
el arte de Tespis, ejecutándolo con características distintas, de acuerdo
a cada civilización, pero que en esencia tiene el mismo propósito de co-
municar "algo", teniendo a su favor, en relación con las demás artes, "el
poder de la palabra".
Pues bien, se avecina el acontecimiento nacional más importante del
año en el terreno del teatro popular... que se realiza en nuestro país. Y
recalco con letras mayúsculas POPULAR. ¡Sí, popular!: lo que es del
pueblo.
El teatro, producto de la fiesta del pueblo, frecuentemente manipula-
do en la historia de la humanidad por aquéllos que tienen el poder para
hacerlo, ha sido arrancado muchas veces de las manos del mismo para
aprovechar sus múltiples beneficios y ponerlos al entero servicio del
consumismo mercenario. Sin embargo, éste rebelde del arte se resiste
a apartarse de su veta madre y retorna, ineluctablemente a sus orígenes
ancestrales.
El pueblo, sí, el pueblo, padre del teatro, aunque a Tespis se le reco-
nozca como tal, ha vuelto a encontrar un evento en el que su partici-
pación es la protagonista: el Encuentro Nacional De Teatro Del Movi-
miento Antorchista, en donde decenas de grupos de aficionados (y unos
cuantos experimentados) realizan no una confrontación, sino un encuen-
tro amistoso para demostrar cuánto es su interés por cultivar el arte de
los histriones.
Sí, claro, ya oigo los reclamos de mis colegas teatristas (yo soy tea-
trero): ´¡Pero si Bellas Artes realiza anualmente la muestra nacional de
Teatro!. Cada uno de los estados de la República otro concurso interno,
etc., etc., ¡allí va lo mas granado y vanguardista del teatro nacional!, los
mejores actores, los mejores directores, las mejores propuestas, la van-
guardia escénica; las más caras producciones`...
Desde luego, y por tal hecho, he debido remarcar en mi comentario:
`del teatro popular, del pueblo´. A este evento no van los mejores ac-
tores, ni los más famosos, ni acuden los directores mejor pagados, ni
vemos las producciones más apantallantes, ni, en efecto, hay una van-

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Teatro 2009

guardia artística porque la naturaleza del evento es rescatar a esta arte de


la manipulación cotidiana, de la infesta cultural que las producciones de
Broadway que se compran en "paquete" (Los Miserables, El fantasma
de la ópera, Cabaret, José, El Soñador, Cats, Vaselina) han dejado en
el ánimo del público elitista o "conocedor" que es el único que puede
pagar las altísimas entradas para ver tan deslumbrantes espectáculos. Ni
hablar de los críticos e intelectuales. Al evento al que me refiero acuden
señoras, amas de casa, niños moquientos, campesinos, obreros, estudian-
tes de escasos recursos, abuelitos, el cotorro, el perro y el gato... como en
aquellos tiempos de la antigua Grecia, cuando toda la familia (por miles)
se congregaban en los inmensos teatros de la Hélade una semana entera,
acarreando con las cobijas, la comida y la bebida, para disfrutar, por días
enteros, de las producciones de Esquilo, Sófocles y Eurípides.
Así, también, este esfuerzo que la comunidad cultural antorchista,
realiza año con año, va ganando terreno en el ánimo de todos aquéllos
para quien el teatro es la posibilidad de TRANSFORMAR, en lugar de
pensar en él como una mercancía más de este paradójico MERCADO,
no por ello damos por descontado el momento feliz del regocijo actoral,
que siempre se produce.
Los magníficos y bellísimos escenarios de San Luis Potosí se volve-
rán a sentir PUEBLO, cuando sus salas se abarroten de esas caras felices
que se disponen a disfrutar de una emisión más de éste concurso que año
con año va rindiendo frutos a la hora de comprobar que sus participantes
son la cosecha actual de un trabajo comprometido.
El Encuentro Nacional de Teatro del Movimiento Antorchista se rea-
lizará en la ciudad de San Luis Potosí durante los días 27, 28 y 29 de
octubre, y la convocatoria la puedes encontrar en la página de Antorcha
Campesina www.antorchacampesina.org.org.mx.

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Artículos

Las hormigas bailarinas


E
n algún tiempo lejano del pasado, imberbe niño fantasioso este Divo
que escribe, imaginaba que cuando “grande” acaudillaría jornadas
victoriosas de batallas libradas contra la pobreza y la injusticia. Que
Robin Hood sería mi compañero de aventuras y la fuerza de mi brazo y mi
astucia serían las armas que esgrimiría contra los tiranos del mundo. Soñaba
con tener suficientes tesoros para repartirlos entre quienes lo necesitaran y
que la muerte sería un enemigo fácil de vencer gracias a los efectos mági-
cos de posiones heredadas de hadas y hechiceros que me habrían otorgado
tales virtudes como pago a mi contribución a alguna causa justa y venerada.
Soñaba con ser “el hombre invisible” o “el látigo negro”, para lograr tales
ideales.
Posteriormente, la “desgraciada vida” nos serena y ubica, y “el conoci-
miento” de las cosas -vía la historia y la ciencia- va mostrándote una realidad
lejanamente parecida a aquella que ni todas las fantasías infantiles del mundo
llegaron a concebir en un ejercicio de truculencias y maldades. En la realidad,
la crudeza del hambre y la ignorancia son los dragones asesinos de todos los
cuentos que conforman nuestras vidas como transeúntes de una existencia
compartida entre millones de seres que pueblan este planeta.
Y entonces concluimos con que el infantil “látigo justiciero” se queda
arrinconado en el desván de los propósitos, mientras los afilados dientes del
olvido roen las remotas e ingenuas bienaventuranzas niñas como resultado
de una madurez ineluctable que nos lleva a ocuparnos de “otras cosas” más
importantes y urgentes. Nos enteramos luego de que el ideal primigenio se
convierte en NADA en aras de atender nuestro compromiso con la mujer y
los hijos a la hora en que se muestra como verdad aquel dicho popular que
reza: “cuando el hambre entra por la puerta el amor sale por una ventana”.
Pero no soy pesimista a pesar de la realidad cotidiana. Divo descocado y
fatuo, la vida ha sido generosa conmigo y me ha colocado estratégicamente
en el tiempo y el espacio, en el momento y el lugar en donde debí haber esta-
do: hoy, el héroe cinematográfico aquel que de pequeño imaginaba, cabalga
a mi lado escondido en propósitos sociales verdaderos, impulsando mi brazo
que blande una bandera de sueños y luchas lidereadas por consignas prácti-
cas y concretas.
Hoy, los pobres son de carne y hueso y la injusticia se hace patente con los
garrotes del sistema y sus policías queretanos, los barrotes de la cárcel y la
humedad infame del calabozo artero.
Divo, sin embargo, esgrimo como armas el canto, la música, la poesía y

23
Teatro 2009

el baile conduciendo un ejército de hormigas danzarinas crías que, cándidas y


vigorosas, revuelven los ánimos de sus ingenuos espectadores para despertar
en ellos la rabia y la inconformidad, amén del encanto y la ternura por quie-
nes padecen, al igual que ellos, hambre de mejores formas para convivir.
Las hormigas bailarinas, vagabundas, trashumantes.
Mi ejército hormigueril, de 14 a 20, con sus años verdes y sus ansias in-
definidas libra, no obstante, la batalla diaria con sus plumas de aves remotas,
sus castañuelas sonoras y sus Sinaloas de chela espumosa cantándole a la
vida la esperanza de un futuro no muy lejano y mejor.
Yo, cómplice perplejo, bebo del manantial de su juventud con el licor de
su entusiasmo noble, ingenuo e irreverente, y me complazco en las bondades
de su generosa disposición de intercambiar el glamour y la riqueza por el
trabajo y la solidaridad.
Y allí está el pueblo, noble y agradecido que se ríe y se conmueve ante el
disparatado enredo de la trama teatral y aplaude rabiosamente después de la
primera tanda de canciones alternativas que nos muestran, delicada y elegan-
temente que el amor no es simplemente una sesión de sexo, como nos lo han
repetido hasta el cansancio las palabras sosas de la producción musical de
ahora, sino que este sentimiento eterno ha dado lugar a los más extraordina-
rios ensayos lingüistas para pretender definir lo que por naturaleza no tiene
definición.
Habrá que insistir, a partir de este momento, para que este ejército de hor-
migas bailarinas, cantantes e histriónicas, evolucionen de tal manera hasta
que se transmuten en voraces marabuntas de la ignorancia y arrasen, como
una máquina devastadora con la injusticia y las diferencias sociales que tanto
asolan a este pobre planeta a causa del interés privado y el ansia de poder.
¡Adelante, grupos culturales del Movimiento Antorchista!
Nota: Los grupos culturales nacionales del Movimiento Antorchista re-
corren nuestra República de cabo a rabo ofreciendo sus espectáculos a pú-
blicos compuestos de amas de casa, campesinos, trabajadores y estudiantes
de escasos recursos económicos, con el propósito de educar y sensibilizar al
pueblo mexicano. Sus espectáculos son de carácter multidisciplinario (teatro,
música, poesía y danza) y han alcanzado un alto grado de profesionalismo re-
conocido por propios y extraños. Dichos grupos están conformados por hijos
de trabajadores que han encontrado en el Movimiento Antorchista la oportu-
nidad de descubrir, desarrollar y difundir sus inclinaciones artísticas.
Para que se sepa doy fe.

24
Artículos

¿Y luego?

S
i me preguntaran si acaso le tengo miedo a la muerte, mi respuesta
inmediata sería que no: la muerte, sobre todo para los mexicanos,
ha sido motivo de veneración, fiesta, ironía, recurso para la sátira
política, la caricatura, el arte, la artesanía; su imagen se refleja lo mismo
en panes, dulces, muñecos, adornos y, últimamente, merced a modernas
sectas, en culto oscuro y sagrado, pero nunca en recurso de miedo, salvo
en las películas de "El Santo", que tanto nos espantaron de niños.
A lo que el ser humano le teme es a la forma en la que se nos puede pre-
sentar, que en muchas ocasiones puede ser dolorosa o imprevista, a eso sí
le tenemos miedo, pero morir, más que nada es el temor a perder la oportu-
nidad de seguir viviendo: es decir, de continuar disfrutando todas aquellas
bondades que la naturaleza y la sociedad nos comparte como la amistad, el
conocimiento, el amor, la capacidad de asombro y la lucha diaria.
Debo confesar que este Divo que aquí escribe invirtió más de la mitad
de su vida, o vaya usted a saber cuánto más, por obra y gracia de la infa-
me ignorancia, a derrochar egoísta e inicuamente un trabajo que muchas
satisfacciones personales nos dejó, pero que al finalizar el día, las sema-
nas y los meses iban creando un hueco que ni la misma magia del teatro
había podido llenar; hasta que en algún momento y lugar aprendió que
el sentido de la vida era el vivir para los demás, descubrió que el grado
más alto al que hombre alguno pueda llegar es a convertirse en un ser
que vive y lucha por los demás.
Producto de la clásica educación pequeñoburguesa, consideré seres
extraordinarios sobrenaturales pero imaginarios a aquellos personajes
que la escuela nos mostró a través de la historia y que eran capaces de
morir por la libertad y la justicia, hasta que me tropecé con ellos.
Estúpidamente pensando que nada tenía yo que ver con la política,
me declaraba ¡apolítico! sin saber que nada en el mundo existe que no
esté ligado con la política y que no hay nada que provenga del ser hu-
mano que no esté condicionado por la determinación de los modos de
producción.
Hasta que me encontré, ¡otra bendición de la vida!, quién me lo en-
señara.
Así las cosas, aquel vacío que me acompañaba en mi maleta de cómi-
co y que me llevaba a mi casa luego de haber sido aclamado después de
alguna afortunada función, encontró su razón de ser, que ya existía tam-

25
Teatro 2009

bién, sin que me hubiera percatado de ello: hacer teatro para el pueblo.
Pero hacer teatro no para hacerse rico y famoso, dándole al público
aquello que lo aletarga o engaña, sino con el claro, firme, decidido e im-
perioso propósito de educarlo y sensibilizarlo, pero con un fin aún más
alto: abrirle los ojos y convocarlo al cambio.
Molière siempre ha estado a mi lado, y Sófocles, y Shakespeare, y
Novo, y Carballido y Román Calvo. Ahora, mucha gente disfruta, co-
noce y reflexiona sobre el teatro sin saber que están en presencia de los
clásicos aprendiendo la diversidad de la visión del mundo. Así, como yo
también lo aprendí.
¡GRACIAS A MIS MAESTROS DE VIDA!

26
Artículos

Ahí vienen los antorchistas


(¡Jesús me ampare!)
Dra. Corazón
(Para no perder el espacio)

R
ecibí una breve misiva de mi cuatacho Víctor Puebla con la fervien-
te petición de ocupar este espacio para hacer pública la solicitud a
la que accedo esperando que mis editorialistas me lo permitan.
A mis compañeros de lucha:
Nunca pensé que la tolerancia del dolor físico, no provocado por la
tortura ajena, aunque Clara Zetkin sabía mucho de ello, fuera parte de la
lucha. Pero para comprender y tolerar esto es necesario tener una gran
pasión por lo que se hace en la vida, una firme y clara convicción en
unos ideales justos y posibles, y unos deseos inmensos de retornar a los
seres queridos.
Dicen que no tiene uno alternativa para escoger la familia biológica, es
ineluctable, pero lo que sí puede uno escoger es dónde y con quién quiere
estar uno en la vida. Allí es donde uno encuentra a su verdadera familia.
Muchos lectores han de ignorar a qué me refiero. Les ofrezco mis dis-
culpas por no poder aclarar mi confidencia. Pero sí sé que mi familia a la
que me refiero revisa estas páginas semanalmente, y a todos ellos deseo
expresarles mi agradecimiento por todo su interés, apoyo, atención y cari-
ño demostrado, como siempre, en los hechos, por mi persona. Sepan que
estoy poniendo todo de mi parte para seguir luchando a través del trabajo,
volver a trabajar y echar desmadre, como cuando me conocieron.
Mi especial agradecimiento a mi líder indiscutible por todo su aprecio
y al que nunca dejaré de reconocer y agradecer la oportunidad de volver
a nacer.
A Pochacua y Juanito, mi amor inmenso.
Fraternalmente
Víctor Puebla.
Como en esta revista se nos ha dado la facultad de hablar libremente de
lo que se nos pegue la gana, y cada colaborador se hace responsable de las
opiniones emitidas, voy a hacer uso de ese derecho, con el permiso de la
directiva editorial, y si no, que con su pan se lo coman, pa' qué dicen.

27
Teatro 2009

Hartísimo enojo me da cuando en muchas de las manifestaciones pú-


blicas de grupos organizados o semiorganizados, que se lanzan a la ca-
lle para protestar o exigir que se les haga caso por algún problema que
quieren resolver, aún exista gente (sobre todo los de clase media) que
siga pensando que dichas acciones son sólo producto de revoltosos y es-
candalosos que no tienen por qué alterar la vida de la gente decente: "Yo
sí tengo que trabajar", "nosotros qué culpa tenemos", "hay que cerrar las
cortinas del negocio porque quién sabe qué clase de gente sea", etc., etc.,
etc. En algún tiempo de mi vida, debo confesar que yo también pensaba
lo mismo, cuando por mi inconciencia, mi ignorancia y mi estupidez no
comprendía el efecto de tales acciones.
Conste que sigo haciendo uso de mi libertad, ¿eh?
Hasta que una persona inteligente, parte de una de esas manifesta-
ciones contra las que protesté de aquella manera, me dijo: ¿cómo que
ustedes no tienen nada que ver?, desde luego que sí, porque somos todos
nosotros quienes escogemos a nuestros gobernantes irresponsables. Lo
que el pueblo está pidiendo es que se le haga caso. Clarísimo.
Desde entonces, aplaudo sin cesar cuando el pueblo se levanta para
protestar por alguna inconformidad.
Desde luego que, para que estas manifestaciones surtan efecto, es ne-
cesario cobrar fuerza con una buena organización, y aun así, como en el
caso de la maestra Cristina Rosas Illescas, integrante de la organización
antorchista y encarcelada a causa de la cerrazón de Francisco Garrido
Patrón, no ha surtido efecto.
Pero a lo que me quiero referir, más concretamente, es al trabajo de la
organización antorchista a quienes muchos tachan de revoltosos, parami-
litares, protegidos de políticos y partidos, corruptos y hasta asesinos.
Yo los conozco de cerca y me consta que lo único que quieren es que
las condiciones de vida de la gente más marginada mejoren, a través de
una buena organización. Por eso admiro su trabajo y su lucha desde mi
nube de Divo y doy fe de lo que digo, metiendo las manos al fuego por
ellos.
Por eso, cuando vea pasar a un antorchista junto a usted no lo rechace
ni lo vea con ojos de toro loco, sepa que está ante gente buena, honrada
y trabajadora. Con toda honestidad.
El divino Divo del Olimpo de Puebla.

28
Artículos

7 de Junio: marcha

D
ebajo de la tierra todo parece inamovible. La paz del sueño mor-
tuorio se sorprende, a veces, por la ineluctable vida de las raíces
vegetales que se beben, ávidas, los últimos despojos de nuestros
huesos enmohecidos, que agradecidos, vueltos alimento, trepan por los
laberintos subterráneos de un árbol generoso que nos rescata de la penum-
bra fría, que en la superficie distingue una lápida que repite al sol nuestro
nombre, con una fecha detenida que define el tiempo que estuvimos vivos.
Los muertos estamos demasiado quietos... infinitamente quietos para esta
ansia de vivir que aún nos invade. Los muertos que aún estamos vivos.
Remotos, apenas percibimos en nuestra mortaja de tierra los sonidos
groseros de aquéllos que aún se agitan, enérgicos, entre los fenómenos
físicos de su vida, y la envidia fría y húmeda de nuestra tumba sube en
ansias invisibles por la piel del planeta que nos aprisiona... hoy gusano,
otra vez flor, muchas otras polvo que ha de irritar los ojos de quienes
tropiecen con nuestra queja.
- ¿Y ahora, por qué lloro sin motivo?
- (No sabe que yo, muerto, soy la razón de sus lágrimas).
Hoy, soy protesta por esta incómoda quietud. Y me he escapado de
mi lecho pétreo, sin permiso de Dios y con la venia de la tierra, vestido
de viento transparente y con una carga sonora de vibraciones que reme-
dan el latir de un corazón que hace mucho no siento. Y descubro luces
nuevas y aromas desconocidos teñidos de colores primigenios, irritantes
y seductores. Y me llama la voz... me atrae irremisiblemente, como un
imán al hierro, para llevar sobre mis lenguas pálidas un reclamo añejo
que casi había olvidado: justicia.
Y de pronto, me veo envuelto entre cuerpos tangibles, con aromas de
maíz y esencias de cilantro avanzando en una larga, interminable, hilera
de reparos viejos y nuevos, cundiendo las calles angélicas, teñido de
banderas púrpuras y justas, pintado de sol sobre el lienzo recio de los
rostros magros, piel de hambre y coraje, piel de hombre y de pueblo. Y
me sumo, sin presentimientos a algo que parece mío, que abandoné con
la vida pero que no me es desconocido. Muerto yo, en mi delirio parezco
de nuevo vivo. Ya no estoy en mi tumba y soy de nuevo niño. Soy el
líquido lácteo de un pecho caudaloso y pío. Escondido bajo la paja de
un gorro sombrío, vuelto sudor o río, resbalo por la sonoridad de mil
consignas proteicas.

29
Teatro 2009

Soy la voz de Carmen Serdán en su balcón heroico, soy la voz del


maestro en su palestra noble, soy el hermano que murió por ti, soy el
cansancio bueno del que construye, soy el que anhela el bien comparti-
do... soy el que estuvo, y el que por tu causa está.
Voy marchando, vuelto luz, bajo el rebozo de la anciana campesina.
Me elevo en el puño del reclamo público, me uno, brazo con brazo, a
otros que se unen a mí por un mismo motivo. Y he vuelto a vivir por esta
unión y su lucha.
Y escucho a mi líder.
Me llama tu voz, Maestro, el timbre de tu discurso es una invocación
de resistencia nula que me hace renacer de mis restos amargos. ¿Cómo
estar muerto si requieres mi vida? ¿Cómo descansar si mi ánimo es ne-
cesario? Aquí estoy, fundido entre las plantas rotas de los pies de los
que aún se agitan. La quietud no es justa para mí, que anhelo construir
una avalancha de reclamos oxidados para abatir la abulia de los torpes
funcionarios.
Soy una marcha y la marcha es por mí. Hundido en las entrañas de
la tierra, he de volverme fatuo para hacer visible mi voz. He de heder la
tierra para elevar, en olor, mi reclamo. He de aferrarme al recuerdo para
enquistar mi presencia.
Y no he de morir nunca, no, mientras viva un hermano. Cada 6 de
Junio, te escucho, y me levanto.

30
CAFÉ TEATRO COLONIA

11 Sur número 1308


Puebla, Puebla.
“GRUPO DE ARTE
SALVADOR NOVO”

1er Aniversario
de Café Teatro
VÍCTOR: Muy buenas noches señoras y señores, amigos. Gracias por
acompañarnos en esta noche tan especial para no­sotros.
MARKO: Gracias también por estar celebrando este nuestro primero
aniversario en el que no presentaremos nada (risita de am-
bos).
VÍCTOR: No, no, no; sí preparemos algo.
MARKO: Preparamos unas cubitas, ¿no?
VÍCTOR: No, tampoco hablaba de eso, sino de unas considera­ciones
acerca de esa comunicación que compartimos ­con ustedes
y que surgen de un motivo fundamental: el Teatro; nuestro
teatro, el que llevamos a cabo con ­todas las ganas de nuestro
ser a pesar de todos los contratiempos que se nos presenten
en el camino.
MARKO: Cockteles y Teatro. Felices actividades que adoramos con un
dios común: Dionisos.
VÍCTOR: En esta representación de Aniversario trataremos de recordar
algunas de las escenas de las obras que ha cobijado este lugar.
MARKO: Seguramente ustedes pensarán que esto ya lo hicimos­, alguna
vez: y es cierto. Excuse nuestra intención la rúbrica de que
presumimos: “es nuestro estilo de Teatro en Puebla.”
VÍCTOR: La meta del Teatro no es representar la apariencia ­externa de
las cosas, sino su significado interno ­porque ésta es su verda-
dera realidad y no el amaneramiento externo y el detalle.
MARKO: El Teatro es una actividad humana que se transmite a­los de-
más haciendo que sientan y experimenten lo que el actor ha
sentido y experimentado. Es un medio de comunión entre la
gente, la une por los mismos sentimientos.
VÍCTOR: Aristófanes lo sabía muy bien, y por esta razón in­sertamos
una parte de su comedia Las Nubes en el primer trabajo que
realizamos y al que titulamos: LÍRICA.

(Música de introducción para “Las Nubes.”)

SABER JUSTO: ¡Sal, y muéstrate ante los espectadores con todo tu


atrevimiento!
SABER INJUSTO: ¡Vete al... lugar donde quieras! Yo te voy a anonadar
hablando ante la multitud.
SAB. J: ¿Anonadarme a mí? ¿Tú, quién eres?

35
Teatro 2009

SAB. I.: Una sabiduría.


SAB. J: La que no sirve.
SAB. I.: No sirvo, pero te venzo, y eso que tú eres más fuerte.
SAB. J: ¿Qué harás para demostrarlo?
SAB. I.: Inventaré nuevas máximas.
SAB. J: Te creo, eso les gusta en esta época a los menteca­tos.
SAB. I.: Mentecatos no. Son sabios.
SAB. J: Malamente te destruiré.
SAB. I.: Di, para hacerlo ¿qué harás?
SAB. J: Diré las cosas justas.
SAB. I.: Yo, a todo lo que tú digas, tendré siempre algo que contra-
poner. Y ante todo afirmaré que la justicia ­no existe en lo
absoluto.
SAB. J: ¿Conque no existe?
SAB. I.: Dime luego... ¿Dónde está?
SAB. J: Entre los dioses.
SAB. I.: ¿Conque entre los dioses? ¿Puede haber justicia cuando Zeus
no fue castigado por haber encadenado a su padre?
SAB. J: ¡Ay, ay... hasta dónde llega el mal! ¡Por favor una escupidera!
SAB. I.: ¡Viejo caduco, chiflado!
SAB. J: ¡Tú, joto desvergonzado!
SAB. I.: ¿Me estás echando mis flores?
SAB. J: Eres un bufón perfecto.
SAB. I.: Me das coronas de lirios.
SAB. J: Un matador de tu padre.
SAB. I.: No sabes, me echas polvo de oro.
SAB. J: Plomo te echara y no oro.
SAB. I.: Ese es mi adorno ahora.
SAB. J: Eres un gran socarrón.
SAB. I.: Y tú, un viejo anticuado.
SAB. J: Por causa tuya ningún jovenzuelo quiere asistir a la escuela,
y un día se sabrá en Atenas que enseñas solo necedades.
SAB. I.: Vénganse para acá. Déjenlo que siga diciendo insensateces.
SAB. J: Cuidado si les pones las manos encima.
SAB. I.: ¡Ay, me espantaste tú! ¡Basta ya de pleitos y de in­jurias y
mejor declara lo que antes enseñabas, como yo la nueva en-
señanza. Si este joven oye las dos doctrinas, podrá escoger
entre ellas.

36
Café Teatro Colonia

SAB. J: Bien. Me place lo que estás diciendo. Diré ahora de la buena


educación. En qué forma iba dispuesta. En­tonces florecía yo
hablando de las cosas justas y ­la que imponía la ley era la
discreción. Ante todo ningún niño iba a dejar oír su voz. Se
les veía có­mo iban por todos los caminos, ordenados y en
silencio, hacia la casa del maestro de Música y ellos mante-
nían el módulo fijado por sus mayores. Y si había alguno que
torciera la voz o hiciera payasadas con ritmos ­decadentes,
con esos chilliditos agudos que se usan ahora, tan difíciles
de cantar para quien es serio, les daban sus cuartazos por
mostrarse enemigos de las musas. Y en casa del maestro de
Gimnasia los muchachos debían ­sentarse con las piernas dis-
puestas de tal modo que no ­mostraran signo de su virilidad.
Y al levantarse debían alisar bien la arena, para que los que
andan a caza de ­amantes no vieran en ella los tamaños de lo
que andan ­buscando. No se les permitía comer rábanos, ni
quitar a sus mayores algo de anís o de apio. No se les permi-
tía reír a carcajadas, ni cruzar siquiera la pierna. ­
SAB. I.: Esas son puras vejeces, ridiculeces de rucos.
SAB. J: Pero con esas vejeces fueron formados los héroes que triun-
faron en las batallas. Esa educación los hizo. Por lo tanto,
jovencitos, sin desconfianza, adhiéranse a mis enseñanzas,
las del saber Justo. Miren que lo ­aprenderán: Aborrecer la
vagancia de las reuniones, no ir a los baños públicos, a...
SAB. I.: Jovencitos, si lo creen, por Dionisos, que se van a­ convertir
en un puerquito de Hipócrates, y les darán ­por apodo el “ni-
ñito de la mami”, todo él afeminado.
SAB. J: Mientras brillan y florecen, han de gastar el tiem­po en los
gimnasios, no perderán el tiempo destrozan­do gente en las re-
uniones, que es lo que se hace aho­ra. Si haces lo que te digo,
y en ella ponen su alma tendrán siempre un pecho enhies-
to, un cutis resplan­deciente, grandes espaldas, lengua corta,
nalgas grandes miembro bien proporcionado... Pero si sigues
las enseñanzas que se van estilando ahora, tendrás en pri­mer
lugar: una piel lánguida y pálida, unas espaldas estrechas, un
pecho muy reducido, una lengua larga, larga, nalgas cortas,
miembro largo, más de lo que lo permite la ley. Tendrás que
dar por honesto todo lo oprobioso y por oprobioso todo lo

37
Teatro 2009

honesto, y para acabar con todo te mancharás de lacras, como


los degenerados.
SAB. I.: Tiempo hace que estoy ansiando echar por tierra tus
­argucias, y me ardían las entrañas al esperar que acaba-
ras. Todo quedará destruido, ante mis máximas nuevas. Me
llaman a mí saber débil, o saber Injusto, ésos que se creen
muy sabios, porque yo soy el primero en anteponer razones
a las leyes y a la justicia. Mira bien ­cómo voy a echar abajo
toda esa argumentación que él pondera tanto. Una cosa que
les echas en cara es que se entretengan en las reuniones.
Yo lo apruebo totalmente. Si eso fuera malo, ni Homero,
ni Néstor hubie­ran hecho tan gran caso de los oradores. Y
ahora voy con el uso de la lengua. éste dice que los jóvenes
no deben ejercitarse en ella, y yo digo lo contrario. Dice
él que han de someterse a reglas de moderación. Ésos son
males muy grandes. Dos errores enormes. Di­me tú, saber
Justo, ¿has visto que un moderado consi­ga escalar las cum-
bres.
SAB. J: Por cuántas veces. Por esa justicia antigua fué la ­manera de
que Peleo ganara un galardón.
SAB. I.: ¿Un galardón? ¿Una daga? ¿Y qué provecho pudo obtener de
una daga? ¿De qué le sirvió al infeliz? Hipérbo­la, malvado
como tú sabes, pero diestro y socarrón, ganó la contienda,
siendo un vendedor de cachivaches y venía todo cubierto de
plantas montaraces. ¡Y qué cantidad de dinero sacó el infeliz!
Pero no, por Zeus, una daga n­ o.
SAB. J: Pero se casó con Tetis. Y eso se lo debe a ser un hombre bien
formado en sus costumbres.
SAB. I.: Pero Tetis muy en breve lo dejó a media calle. Es que no era
un hombre de bríos ni sabía dar gusto bajo las cobijas a la
mujer. Lo que a ellas les interesa es que las dominen como
una ciudad en asedio. Y tú, viejo más antiguo que Cronos,
qué puedes decir a esto… Miren bien, muchachos, de lo que
van a privarse con esa templanza: ya no tendrán sus mucha-
chos, ni mujeres, ni­el cótabo, ni pescado, ni copa, ni franca-
chelas… ¿Pa­ra qué sirve la vida si falta todo eso? Quede eso
ahí y vayamos adelante, vamos a hablar las cosas naturales.
Cometes un delito, has sido enamorado, has entrado con la

38
Café Teatro Colonia

mujer de tu vecino. Te atrapan en el acto. Te arrui­nas si no


sabes defenderte. Pero si te formas a mi lado la cosa cambia.
Baila, ríete, goza, nada es malo para ­ti. Si te hallan con mujer
ajena, le dirás al marido que lo mismo hizo Zeus vencido
por el amor y rendido por ­las mujeres. ¡Tú inerme mortal,
podrías tener más fuer­za que un dios!
SAB. I.: Si sigue tus consejos… ¿podrá escapar de la pena de los adúl-
teros que son quemados y depilados con ceniza por detras?
Y de este modo, ¿cómo podrá probar que no es un invertido
pasivo?
SAB. I.: Suponte que lo fuera, ¿qué de malo hay en eso?
SAB. J: Dirás mas bien, ¿qué cosa hay peor que eso?
SAB. I.: ¿Qué dirás si en esto también te venzo?
SAB. J: Callarme, ¿qué otra cosa?
SAB. I.: Pues bien, vas a decirme, ¿de dónde se toma a los a­gitadores
públicos?
SAB. J: De los invertidos.
SAB. I.: Te lo creo. Y los trágicos, ¿de dónde?
SAB. J: También son invertidos.
SAB. I.: Dices bien. ¿Y los demagogos?
SAB. J: De invertidos proceden.
SAB. I.: Vaya pues, ¿te das cuenta de que nada dices? Ahora ponte a
mirar a los espectadores: a ver qué mayoría h­ allas.
SAB. J: Ya los veo.
SAB. I.: Qué ves pues.
SAB. J: La mayoría, por los dioses, son de esta clase: invertidos. A
éste bien lo conozco. Y a aquel otro, y al que tiene la cabelle-
ra larga.
SAB. I.: ¿Qué vas a decir entonces?
SAB. J: Vencidos estamos… señores invertidos, allí va mi manto:
¡me paso a vuestras filas!
­
(Música para final de escena. Recobran sus anteriores actitudes.)

VÍCTOR: Se piensa frecuentemente que nuestro teatro moderno, que


tanto ha subrayado el realismo, ha perdido mucho de su po-
der debido a que numerosas personas que se dedican a él
y aun buena parte del público, tienen ­demasiado miedo a

39
Teatro 2009

lo teatral, considerándolo como ­una plaga, en vez de verlo


como el meollo de lo que el teatro puede ser.
MARKO: En nuestra época lo “Teatral” se ha convertido prácticamente
en una mala palabra. Hemos estado obsesionados durante tan-
to tiempo por la conducta natural ­en la escena que nos encon-
tramos en la situación paradójica de insistir en que el teatro sea
lo menos teatral posible. Nos parece sospechosa cualquier ­voz
que se eleve un poco por encima del mero murmullo, así como
cualquier gesto más rotundo que el necesario para encender
un cigarrillo, o la mueca que excede el simple fruncimiento de
cejas. Una actua­ción obvia nos parece deshonesta, la juzgamos
como una treta que emplea el actor para ocultar su pobreza
interior. Estamos tan entusiasmados con el método “realista”
que hemos llegado a equiparar la sinceridad con la platitud.
VÍCTOR: En LÍRICA abordamos también otro tipo de problemas re-
latados por Genet, un autor francés califica­do de “maldi-
to” del que escogimos una escena de su obra Las sirvientas
para ser representada por no­sotros y que incluimos en el
final de ese espectáculo. Como mera acotación diremos que
por estas dos escenas y algunas otras la obra fue calificada
de tendenciosa, inmoral y escandalosa, por algunos funcio-
narios mojigatos obsesionados por sus prejuicios.
MARKO: La obra nos relata el crimen que intentan cometer ­dos herma-
nas en la persona de la mujer a la que sirven, por medio de
una taza de tila envenenada. Pero antes de que esto suceda,
la señora recibe el ­llamado de su marido, que ha salido bajo
fianza de la cárcel, y corre a reunirse con él sin haber ingeri-
do el mortal líquido. ­
VÍCTOR: En la escena que presentarnos, encontramos a una de las dos
hermanas solitaria, en la habitación de la señora y todavía
con la taza de tila envenenada que su frustrada víctima no ha
querido tomar.

(Música de introducción para Las sirvientas.)

CLARA: Porque la señora es buena, la señora es dulce, la se­ñora es


guapa. La señora nos ha vestido como unas princesas, la
señora ha cuidado a Clara o a Solange, puesto que siempre

40
Café Teatro Colonia

nos confundía… La señora nos envolvía en su bondad.


La señora nos permitía vivir juntas a mi hermana y a mí.
Nos daba las chucherías que ya no le servían. Tolera que
el domingo vayamos a misa y nos coloquemos en un re-
clinatorio cerca del suyo. Acepta el ­agua bendita que le
presentamos. Y a veces, con la punta de su guante nos la
ofrece ella misma. Y ahora estoy recitando para mí las
bondades de la señora por­que la señora es buena, la señora
es guapa, la señora ­es dulce. Nos inunda de flores marchi-
tas. La señora ­nos prepara las tisanas. La señora nos habla
del señor hasta darnos celos, porque la señora es buena, la
señora es dulce, la señora es guapa.
SOLANGE (Entrando): ¿No ha bebido? Naturalmente, era de esperar;
la has hecho buena.
CLARA: Me hubiera gustado verte en mi caso.
SOLANGE: Y te reías de mí. La señora se escapa. La señora se nos es-
capa, Clara. ¿Cómo pudiste dejar que huyera? Va a volver
a ver al señor y lo comprenderá todo. Estamos perdidas.
CLARA: No te ensañes. Eché el gardenal en la tila. No quiso beber-
la. ¿Tendré yo la culpa?
SOLANGE: Como siempre.
CLARA: ... Tu lengua estaba impaciente de anunciar la salida ­del
señor de la cárcel.
SOLANGE: La frase empezó en tu propia boca.
CLARA: Se acabó en la tuya.
SOLANGE: Hice lo que pude. Quise retener las palabras… No inter-
cambies acusaciones. Obré para que todo saliera bien,
para darte el tiempo necesario para prepararlo todo, bajé
por las escaleras lo más despacio que pude. Me metí por
las calles más solitarias, encontraba taxis a manadas. No
podía ya evitarlos. Y mientras yo estiraba el tiempo, tú
lo echabas todo a perder. Dejabas de vigilar a la Señora.
No hay más remedio que hu­ir. Llevemos nuestras cosas.
Larguémonos.
CLARA: Todas las astucias eran inútiles. Estamos malditas.
SOLANGE: Maldita tú. Otra vez vas a hacer tonterías.
CLARA: Sabes a qué me refiero. Sabes que nos abandonan los ob-
jetos.

41
Teatro 2009

SOLANGE: ¿Crees que los objetos nos hacen caso?


CLARA: Es lo único que hacen. Nos traicionan. Y tenemos que ser
grandes culpables para que nos acusen con tanta ­porfía.
Los he visto a punto de revelárselo todo a la señora. Des-
pués del teléfono les tocó a nuestros labios traicionarnos.
Tú no asististe como yo a todos los descubrimientos de la
señora. Porque la vi que avanzaba ­con seguridad hacia la
revelación. No adivinó nada, pero se “quemaba”.
SOLANGE: La dejaste que se fuera.
CLARA: He visto a la señora, Solange. La he visto cuando descubrió
el despertador de la cocina que se nos olvidó ­poner en su
sitio. Cuando descubrió los polvos de la ­coqueta. Cuando
descubrió el colorete mal borrado de ­mis mejillas. Cuando
descubrió que leíamos detective. No cesaba de descubrir-
nos. Y yo estaba sola para aguan­tar todos estos choques,
para vernos caer.
SOLANGE: Hay que huir. Llevemos nuestras cosas. De prisa, Clara.
Cojamos el barco, cojamos el tren, cojamos el barco.
CLARA: Marcharnos, ¿a dónde? Unirnos, ¿con quién? No tendré
fuerzas para llevar una maleta.
SOLANGE: Vámonos. Vamos a cualquier sitio. Con cualquier cosa.
CLARA: ¿A dónde iríamos? ¿Qué haríamos para vivir? Somos po-
bres.
SOLANGE: Clara, llevémonos... llevémonos...
CLARA: ¿El dinero? No lo consentiría. No somos ladronas. La poli-
cía nos pescaría enseguida. Y el mismo dinero nos denun-
ciaría. Desde que vi cómo los objetos nos revelaban uno
tras otro, me dan miedo, Solange. El menor error puede
entregamos a la policía.
SOLANGE: ¡A la porra! ¡Que todo se vaya a la porra! Tendremos que
encontrar el modo de huir.
CLARA: Hemos perdido. Es demasiado tarde.
SOLANGE: No crees que vamos a quedamos así. Acongojadas. Volve-
rán mañana los dos. Se habrán enterado de todo. De todo.
No viste tú como ella centelleaba. Su manera de andar en
la escalera. Su manera de andar triunfante. Su felicidad
atroz. Toda su alegría estará hecha de nuestra vergüenza.
Su triunfo es nuestra vergüenza. Su vestido ­es nuestra ver-

42
Café Teatro Colonia

güenza. Sus pieles... ¡Vaya!, ha vuelto a tomar las pieles.


CLARA: Estoy tan cansada.
SOLANGE: Es el momento oportuno para que usted se queje. Su deli-
cadeza se deja ver en el momento preciso.
CLARA: Demasiado cansada.
SOLANGE: Es evidente que las criadas son culpables si la señora es
inocente. Es tan sencillo ser inocente, señora. Pero si yo
me hubiera encargado a mí misma su ejecución. Juro que
la hubiera llevado a cabo.
CLARA: Pero, Solange.
SOLANGE: Acabo. ¡Esa tila envenenada! Esa tila que usted se atrevía
a rechazar, yo le hubiera abierto las mandíbulas para obli-
garle a tragársela. Negárseme a morir, usted. Cuando esta-
ba dispuesta a pedírselo de rodillas, con las manos juntas,
besando su vestido.
CLARA: No era tan fácil rematarla.
SOLANGE: Cree usted Yo hubiera logrado hacerle la vida imposible. Y
le hubiera obligado a que me suplicara ese veneno y quizás
se lo hubiera negado. De todos modos, la vida se la hubiera
hecho intolerable.
CLARA: Solange, me esta usted irritando y me incita a la cólera.
Porque le acuso a usted de todas las desgracias.
SOLANGE: Atrévase a repetirlo.
CLARA: Le acuso a usted de ser culpable del más espantoso de los
crímenes.
SOLANGE: Está usted loca o borracha. Porque no se trata de un cri-
men, Clara. No podrá nunca acusarnos de un crimen
preciso.
CLARA: Lo inventaremos pues, porque...

(La escena queda inconclusa. La luz vuelve a la normalidad.)

MARKO: Coloquémonos en la entrada de cualquier teatro cuando


el público empieza a reunirse; observemos sus miles ­de
facetas; estudiemos sus variadas expresiones, tratemos de
apreciar las mentes separadas que son meras células de
ese cerebro complejo; pensemos en los intereses, en las
percepciones, en los ambientes, en los ­vocabularios, en

43
Teatro 2009

las simpatías, en los patrones, en las convicciones, en las


conciencias y niveles de re­finamiento contrarios de donde
ha surgido este gigan­te y los obstáculos o dificultades a
que se enfrenta el dramaturgo cuando presenta situacio-
nes, ideas y ­personajes que la multitud pueda comprender
y aceptar aun si satisfacen todas nuestras exigencias in-
dividuales, diversas; todos sus problemas nos aparecerán
más ­claramente que en cualquier libro de texto o de téc­nica
dramática.
VÍCTOR: Cuando intentamos crear un espectáculo poético se ­nos vi-
nieron a la mente miles de ideas, y aún no estamos seguros
de haber escogido la mejor para realzarla, pero abordamos,
dentro de una antología, escogida ­por mero gusto, nuestra
Histeria de la poesía mexica­na, de la cual presentamos una
parte.
MARKO: La trama se llevaba a cabo cuando pensando qué hacer
para participar en una muestra de Teatro nos enfrentamos al
problema de siempre: ser nada más dos actores. Decidíamos
entonces escribir una obra que hablara de nuestros persona-
jes históricos, y para estar bien informados de todas las co-
sas en lugar de ponernos a estudiar, invocábamos al espíritu
de Cuauhtémoc por medio de una sesión espiritista. Claro
está, la compli­cación surgía cuando en lugar de la musa de
la histo­ria aparecía la musa de la poesía que nos presentaba
a algunos de sus hijos predilectos como El Negrio poeta,
Sor Juana Inés de la Cruz, Manuel Acuña y éste personaje
que presentamos ahora, simbolizaba en ­nuestro trabajo a la
POESIA POPULAR:

(Introducción musical de Histeria de la poesía mexica­na)

MARKO: Come zacatito verde,


de la punta serenado.
Y sus desvelos:
Antenoche fui a tu casa
tres golpes le di al candado
tú no sirves para amores
tienes el sueño pesado.

44
Café Teatro Colonia

JUAN: Pero aún así es muy derecho:


Agua le pido a mi Dios,
pa’ regar un plan que tengo
me quiero casar contigo,
¿pero con qué te mantengo?
Sólo que comas zacate
como las mulas que tengo.
MARKO: ¡Y muy celebrador!
Agua de las verdes matas
tú me tumbas, tú me matas
tú me haces andar a gatas.
JUAN: ¿Y los amores?
Algo tan importante para nuestro pueblo.
Dime cómo te llamas
para quererte
que no puedo amarte
sin conocerte.
MARKO: El que enamora casadas
siempre anda descolorido
será por las desveladas
o por el miedo al marido.
JUAN: Y como la voz del pueblo, también he sufrido mucho:
Dicen que la pena mata
pero yo digo que no
que si la pena matara
ya me hubiera muerto yo.
MARKO: ¿Y qué decir cuando no tienes a quien cantarle?
Ay soledad, soledad,
soledad de cerro en cerro
todos tienen sus amores
y a mí que me muerda un perro.
JUAN: Y cuando ya las ha perdido uno:
Llarar, corazón, llorar,
llorar sin saber por qué
que no es delito llorar
por el amor a una mujer.
MARKO: Y cuando las quiere uno mucho:
Se me hace y se me afigura

45
Teatro 2009

que tu amor es palo blanco


ni crece ni reverdece,
nomás ocupando el campo.
JUAN: Y siempre ha sido así la voz popular. Nos hechiza con sus
cantos o nos hace sonreír con su lengua mordaz y ­bífida que
se clava con saña en todo, sin reparar en n­ ada.

(Ambos actores toman sendas actitudes de “devotas” y al unísono repiten)

VÍCTOR: Estamos obligados a recordar con agrado, la partici­pación de


dos compañeros nuestros que colaboraron con la actividad de
este café durante el año transcurrido: María Vélez Y Mario
Bonilla.
MARKO: María interpretaba conmigo una obra mexicana escrita por
Pilar Campesino, titulada Octubre termino hace mu­cho tiem-
po, obra ubicada dentro de los acontecimientos sangrientos
del Tlatelolco del 68. Como mera referen­cia, recordaremos
un diálogo:

(Música de los Beatles.)

MARIO: Rrrriiiinnnnnn.
ELENA: ¿Sí?
MARIO: ¿Sabe sted quién fue Rubén Jaramillo?
ELENA: ¿Rubén Jaramillo? ¿El cantante? (Se emociona.) ¿Se trata de
un concurso?
MARIO: Dígame: ¿Practica alguna religión?
ELENA: ¿Por qué?
MARIO: ¿Practica o no?
ELENA: Soy católica.
MARIO: ¿Por herencia o por convicción?
ELENA: Mi familia siempre
MARIO: ¿Siempre?
ELENA: ¿Siempre qué?
MARIO: Dígame, señora: ¿Considera correcta la actitud que ha ­tomado
cierta parte del clero mexicano con respecto a­la problemáti-
ca latinoamericana?
ELENA: ¿Perdón?

46
Café Teatro Colonia

MARIO: ¿Está usted de acuerdo con Su Santidad en lo que se refiere al


control de la natalidad? ¿Sabía usted que desde hace un siglo
la población humana se duplica cada cuarenta y cinco años
y que se calcula que en un tiem­po próximo aumentará al do-
ble cada veinte y que, si esta progresión geométrica continúa
en los mismos términos, probablemente llegará a duplicarse
cada cinco años? Fuerte cosa, ¿no le parece?
ELENA: Mire, yo....
MARIO: Usted es justamente la persona indicada para decir si real-
mente ayuda la Santa Madre Iglesia a subsanar la injusticia
y la miseria. ¿Beneficia en verdad el ejercicio del voto a los
dieciocho años? Usted sabe que so­mos un continente subde-
sarrollado, pero dígame: ¿qué ­entiende usted por subdesarro-
llado?
ELENA: Bueno, mire, yo....
MARIO: Usted, amante y abnegada madre de familia, tiene todo­ el
derecho a emitir su opinión con respecto al presen­te movi-
miento estudiantil.
ELENA: ¿Mi opinión?
MARIO: Es importante.
ELENA: La verdad es que no sé… Tengo tan poco tiempo para
MARIO: ¿No le interesa?
ELENA: Bueno sí, desde luego que sí, pero no comprendo a dónde
pretenden llegar con tanto relajo. Explíqueme qué intentan.
MARIO: Supongo que mandarlos a todos ustedes al carajo.
ELENA: ¡Majadero!

VÍCTOR: MARIO BONILLA nos conmovió enormemente con su


magnífi­ca interpretación de García Lorca en su espectáculo:
FEDERICO.

“Mi corazón está aquí,


Dios mío.
Hunde tu cetro en él, Señor,
es un membrillo demasiado
otoñal,
y está podrido.
Arranca los esqueletos

47
Teatro 2009

de los gavilanes líricos


que tanto, tanto
lo hirieron
y si acaso tienes pico
móndale su corteza
de hastío.
Mas si no quieres hacerlo
me da lo mismo,
guárdate tu cielo azul
que es tan aburrido
el rigodón de los astros
y tu infinito,
que yo pediré prestado
el corazón de un amigo.
Corazón con arrollos
y pinos
y un ruiseñor de hierro
que resista el martillo
de los siglos.

(Cesa música de tema de FEDERICO)

MARKO: El teatro y la naturaleza compiten siempre en la gran tarea


de mostrar a la humanidad lo verdadero, lo bello y lo bueno.
Son los dos maestros de nuestra escuela­ del mundo… sería
muy difícil decidir cuál de los dos es el mejor maestro. La na-
turaleza tiene más que decirnos, pero el teatro es más capaci-
tado para expresar­lo. Aquélla tiene tanto que decir qué carece
de paciencia para hacerlo. Nos maravilla con una concien-
cia in­definida de mil mensajes indescifrables, pero nos ha-
bla con murmullos y truenos, de una manera indeterminada,
inquietante, fugaz. El teatro, aunque tiene menos qué decir,
es más paciente cuando formula sus mensajes nos habla con
una voz que ha sido educada deliberadamente y su expresión
es lúcida y precisa. No trata como la naturaleza de decimos
todo a la vez, selecciona alguna verdad pequeña y definida
para confiarnosla y trata de expresarse claramente. Nunca
podremos asegurar ­con precisión lo que nos ha enseñado la

48
Café Teatro Colonia

naturaleza, pero sabemos el significado exacto de todo lo que


hemos aprendido gracias al Teatro.
VÍCTOR: Pero quien mucho abarca poco aprieta, dice el refrán, y quien
mucho habla, mucho cansa. Para cerrar la noche terminamos
con un trabajo que, como el primero, nos acarreó muchos
disgustos pero nos dejó grandes satisfacciones, y al que le
tenemos un afecto muy especial porque fue un trabajo nacido
por el amor. El amor no a una persona o a una cosa; el amor
a nuestra ciudad.
MARKO: En 1981, festejamos en esta ciudad la conmemoración de 450
Aniversario de su fundación. Se llevaban a cabo ­espectáculos
verdaderamente fastuosos en su producción y deslumbrantes
para el observador. He aquí un fragmento del que fue nuestro
homenaje a la ciudad y al que ­titulamos “PUES YA QUE
HABLAMOS DE PUEBLA...”

(MUSICA DE INTRODUCCIÓN PARA “pues ya que hablamos de


Puebla…”)

VÍCTOR: Bueno, y después de todo no hemos terminado de leer tu obra


ni descubrir ese final de fantasía que me a­ ugurabas.
MARKO: Es cierto. Pero es que cada vez que reanudamos la ­lectura
tuerces la conversación.
VÍCTOR: Eso. Échame a mí la culpa. Aunque después de todo y habien-
do escuchado lo que leímos, te diré que no es la gran cosa.
MARKO: ¿Qué?
VÍCTOR: El tema no tiene caso, lo sigo pensando. Los perso­najes no
están bien definidos, la estructura brilla por su ausencia, el
lenguaje es pobre, la...
MARKO: (Indignado.) Hijo de la chingada, ahora sí me indigné. (Eno-
jado.) Dame mis hojas.
VÍCTOR: Oye, pero no es para que te pongas así.
MARKO: (Exigiendo.) ¡Dame mis hojas! ¿Sabes qué es lo que ­pasa?
Que como tú sí eres falto de talento quieres ­castrar la imagi-
nación de la gente que tiene deseos de hacer algo, y eso de
los personajes, la estructura y el lenguaje es el puro pretexto
para ocultar la envidia que me tienes. Son tus críticas las que
­no tienen fundamento.

49
Teatro 2009

VÍCTOR: Estás loco. Precisamente porque te estimo, deseo e­vitarte una


desilusión mayor y te señalo las fallas que le encuentro a “eso”.
MARKO: ¿"Eso"? Desde un principio, y sin conocerlo, has llamado a
mi trabajo “eso”. ¿Quieres una demostración mejor de que
prejuzgas las cosas?
VÍCTOR: Estás equivocado. Pero en el estado en que te encuentras creo
imposible hacerte entrar en razón. Y además para qué va-
mos a realizar otro trabajo si todo va a ser tiempo perdido,
la labor cultural en Puebla es­tá medianamente apoyada por
instituciones como la ­Casa de la Cultura o Fonapás. ¡Cuántas
veces no nos han censurado o impedido que presentemos una
obra por no considerarla apta para ser vista por las ­“dignas
familias poblanas”! Si los clásicos son censurados, qué nos
podemos esperar nosotros? Y ya lo dijo el señor Ancira: ¿que
los mismos grupos de tea­tro nos echamos unos a otros im-
properios, como ver­duleras. ¿Y la labor de las escuelas de
Teatro? Tenemos dos, ¿no? Pero una se pasa la vida poniendo
obras comerciales, y la otra se duerme en sus laure­les. Así las
cosas, ya verás qué poca gente nos viene a ver.
MARKO: Pero yo no hago teatro para comer, entiéndelo. Eso ­seria la de-
claración irrefutable de la prostitución del teatro. Pero quiero
contarle a esta ciudad que amo, y no puedo hacerlo con otro
lenguaje si no es el que poseo. ¿Cómo declararle mi amor, si
la ­poesía la andamos escupiendo en los inodoros de las canti-
nas?
VÍCTOR: Bueno, quizás tengas razón.
MARKO: Desde luego que la tengo.
VÍCTOR: Pero quizás puedas encontrar un medio mejor para cantarle a
Puebla.
MARKO: Yo no he escrito una loa para hablar de sus inconveniencias.
Para ello tendría que hablar de esa renuncia ciega e incons-
ciente a las tardes de tradición religiosa; ­de las ratas de la
soledad que chillan a su paso por ­los pozos de nuestra hipo-
cresía. De esa negación al amor que embarramos por la pared
del abandono. De los combates floridos, que ya no hay…
Quisiera sacudirme este olvido. Abandonar este dolor anti-
guo. Ya ni siquiera ­puedo aspirar el aroma de un despertar
de palomas porque llevo el perfume más agrio encima: el

50
Café Teatro Colonia

de la nostalgia ­de no saber cómo fue mi ciudad cuando era


del todo be­lla. ¿Me pides mejores palabras? Necesito sufrir
para escribirlas, y me basta con salir a la calle para reci­bir
su amargura de ciudad reina, su amargura real de ­diamante
opaco, su noble amargura de niña antigua...
VÍCTOR: Lo siento. Quizás ese final del que hablas sea como tú dices,
porque también es una obra de arte el amor y no importa
cómo se le cante a una ciudad sí lo que importa es cantarle.
Tal vez Puebla sea una ciudad que ni siquiera necesite de
cantos... quizás...
MARKO: Dame mis papeles, tú eres quien tiene razón. No tiene caso.
VÍCTOR: Es que...
MARKO: Me has convencido. Si ese era tu propósito, lo has con­
seguido. Lamento que haya sido en el último momento en el
que consideraras a Puebla, al menos, una buena ciu­dad, y yo
me convenza ahora de que está llena de mierda.
VÍCTOR: Pero aún no hemos llegado al final. Falta continuar con esta
farsa. ¡Descubrir ese final del que hablabas!
MARKO: No tiene caso, me voy. Quizás éste sea el mejor final ­para una
obra.
VÍCTOR: (En Fray Julián.) Pero es que no me puedes abandonar así.
Merezco una conclusión. ¿Para qué me sacaste de tu memo-
ria? ¿Para qué llamaste mi nombre a poblar una loa ­si al final
me dejaras flotando en un limbo de olvido? (No encontrando
más recursos, se abandona.)... Marko.
MARKO: Es inútil. No hay una sola fuente de dignidad que me ­grite
que me quede.
VÍCTOR: ¿Y la historia?
MARKO: ¿La Historia? ¿De qué historia puedo estar cierto? ¿Es ­Puebla,
en realidad, la ciudad que me han contado?
VÍCTOR: Entonces: la leyenda...
MARKO: ¡La leyenda! ¡Quizás ésa sea la única realidad valede­ra de
una existencia. Pero es tan frágil esa verdad.
VÍCTOR: ¿Y el amor?
MARKO: ¡Víctor...! ¿En qué bote de basura se quedó, por des­cuido,
mi sentimiento? Sólo me queda mi ciudad. Y mírala cómo se
ahoga, cómo la ahogamos todos con nuestra desidia. Es tarde
y ya me alejo. Es nuestra y se las c­ edo.

51
Teatro 2009

VÍCTOR: Pero, Puebla es ¡de ciudades flor!


MARKO: … quien vive aquí, es víbora salvaje.
VÍCTOR: (Dándose por vencido, poco a poco.) ¡Ciudad de Maravilla!
MARKO: Descúbrete las entrañas, esas llagas malolientes que te amor-
dazan.

(Gran silencio de ambos. Luego.)

VOZ: “Mira Gabriel, has de bajar a la ciudad que antaño fue mi lu-
gar consentido y destruir lo que la mano del hombre no supo
conservar. Ay, del hombre de puebla. Ay, de su ciudad.”

VÍCTOR: ¡Señor! ¡El ámbito impreciso de tu presencia se anuncia en


mi interior! ¡Deja tu afán de demoler esta nueva So­doma de
angustia! Hazme instrumento de la buena nueva. Abandona
la ira de fiera de tu mano para contemplar la magnífica pres-
tancia de su sino. Ni levantándola con tus propias fuerzas la
llenarías de todo lo que ahora es. Ni nueva, la Puebla de los
Angeles, llegaría a ser tan amada como lo es hoy. (Silencio.
Un murmullo sordo­se escucha en el ambiente.) ¿Fundarla de
nuevo, Señor? ¿Sin materia? ¡Con un renovado amor de ma-
ñana que alimentará la evocación del anciano amante! Aquí
guardamos los recuerdos de joya, aquí se quedan los muertos
que ­nos atan a la tierra... Aquí vive el amor. El llanto de Ta-
lavera de las madres. Este momento que está aquí y que hace
de mi única ciudad, la ciudad “Única”. ¡Señor, es que si Tú
fueras de Puebla, sabrías del gozo de de­cir:
¡Salve, ciudad materna
en cuyos lazos se estrechan el pasado y
el futuro en las horas presentes
por saludarte a coro,
se abre un surco de oro en nuestra
patria historia,
sobre tus cúpulas iridiscentes
se estrella un sol de gloria...
MARKO: La estrofa viste galas
y se remonta hasta empapar las alas
en los puros añiles de tu cielo,

52
Café Teatro Colonia

hay eclosión de flores y perfumes en


el rico jardín de tu leyenda...
VÍCTOR: ¡Y los ángeles, bajan a tu escudo,
por custodiar tu senda!

(Música para final de la obra.)

TELÓSN.

Puebla, 1983.
Julio 16.

53
CRI-CRI PARA
INCONFORMES

Original de Víctor Puebla


Reparto

• La exuberante
• El bailarín
• El gordo
• La espantada
• El director
• El greñas
• El despistado
• El grandote patudo
• El creído
• El suficiente
Al iniciarse la obra se ofrecerá un espectáculo dancístico de baile y
la música más popular del grillito cantor. Los números del principio,
hábilmente resueltos por los bailarines, deberán ir de más a menos,
terminando de interpretarse por los mismos actores, quienes no pre-
cisamente realizan el baile con mucha destreza, hasta que interviene el
director

EL DIRECTOR: No, no, no, no. No me gusta. Tú, espantada (Aquí


dice el nombre de la actriz), estás muy arrítmi-
ca. Gordo, a ver si bajas de peso. Despistado (O
mejor, el nombre del actor), tienes que dejar de
pensar en la inmortalidad del cangrejo.
EL SUFICIENTE: (Presumiendo) Porque los que realmente lo esta-
mos haciendo bien somos bailarín (O el nombre
del actor) y yo.
EL EXUBERANTE: Y yo, pues suplo todas mis carencias actorales con
lo que me sobra de atractivo visual (se acaricia el
cuerpo)
LA ESPANTADA: (Enojada o exuberante) Sí, tú; a poco crees que
los niños se van a fijar en esas cosas? Tienes que
recapacitar (nombre). Yo pienso que eso está muy
mal, que te comportes así.
EL BAILARÍN: A mí se me hace que lo que está mal es haber pen-
sado que podríamos hacer un espectáculo basado
en la música de Cri-Cri. ¿Quién se va a acordar de
él? Hay muchos que ni lo conocen.
EL GREÑAS: Sí, es cierto. Yo creo que eso es del tiempo de Ma-
tusalén (Todos se voltean a ver al director)
EL DIRECTOR: (Incómodo) Bueno, bueno, lo que pasa es que…
la música… quiero decir… el productor… es de-
cir… mi jefe insistió… en fin… ¡Bueno, la pro-
ducción de Cri-Cri es clásica. Qué culpa tengo yo
de que sean ustedes unos incultos, insensibles e

57
Teatro 2009

inconcientes y que desconozcan una producción


musical tan importante…
EL SUFICIENTE: Pues yo sigo pensando que no es cosa de incultu-
ra, sino de a-na-cro-nis-mo
TODOS: ¿De queeeé?
EL SUFICIENTE: Es una palabra que me acabo de aprender esta se-
mana y que significa: ¡Pasado de moda!
TODOS: (viendo de nuevo al director) ¡Óoorale!
EL GORDO: Tendríamos que hacer una encuesta para averiguar
si es cierto que a los niños de esta época les intere-
sa averiguar quién es el tal Cri-Cri.

(Todos se visten de encuestadores y comienzan con la encuesta)

EL EXUBERANTE ENTREVISTADORA: (A un niño) Dígame usted.


¿En realidad piensa usted que la palabra Cri-Cri refleja el
sonido que se produce con el roce de las patas traseras de ese
insecto verde que Dios inventó para no dejarnos dormir?
EL GREÑAS ENTREVISTADOR: (A otro niño) Usted, que tiene la cara
de inteligente. ¿Piensa que el personaje mexicano Cri-cri tie-
ne la suficiente fuerza cultural para vencer a los monstruos,
superhéroes y villanos que el imperialismo yanqui ha produ-
cido para atarantar y enajenar a los niños mexicanos?
EL SUFICIENTE ENTREVISTADOR: ¿De verdad piensa que la pro-
ducción musical de ese compositor puede adquirir personali-
dad y nacionalidad al grado de identificarse con el pueblo y
el sentimiento de un país como México de mis amores?

(Todos tararean el “Jardín tapatío” y unos con otros bailan en pareja)

EL GORDO ENTREVISTADOR: (A otro niño) Si yo te ofreciera dos


juguetes; en una mano tengo a Mazinger, el destructor de los
villanos y conquistador del espacio, y en la otra te entrega-
ra el violín de hoja con que Cri-cri compone sus canciones
¿Con cuál te quedarías?
-“MAZINGER”
-¡Lo ven! La realidad nos revela el sentido de la verdad. Y la
verdad es innegable hasta sus últimas consecuencias.

58
Cri-Cri para inconformes

(Se produce una batalla de superhéroes)

RESPUESTA PARA CONTESTACIÓN: “El violín de hoja”: ¡Milagro.


Milagro! A este niño hay que canonizarlo, pantentizarlo, de-
comisarlo, heroicizarlo y nobilizarlo.
TODOS: (Cantan) Porque eres un niño fregón, porque eres un niño
fregón, porque eres un niño fregooón, te damos un premio
chingón,
LA ESPANTADA MADRE DE FAMILIA: ¡Ay, que vocabulario! ¡Qué
ejemplo es este para las criaturas! Si he sabido que esto iba a
ocurrir en esta obra me llevo a mis retoñitos a los televitea-
tros a ver la Caperucita Roja. Eso sí que es ternura, docilidad,
mensajes educativos. Si esto continúa permitiéndose van a
terminar hablando de sexo.
EL EXUBERANTE-BEATA: Eso mismo pienso yo. El director acabó
por perder la razón. El director está loco o se le zafó un tor-
nillo, los actores son unos inconcientes y nada me extrañaría
que esto que se pregona como Centro Cultural en realidad
fuera un centro de vicio y prostitución disfrazado.
EL BAILARIN-FANÁTICO: Además aquí se había prometido un es-
pectáculo Cricrisesco y a Cri-cri sólo lo han mencionado
para vituperarlo. Yo soy un padre de familia que exige res-
peto y consecuencia. Yo traje a mis hijos a deleitarse con la
música del Grillito Cantor y regocijarse con los cuentos del
inspirador Gabilondo Soler.

EL CREÍDO: Que construye y edifica palacios donde común-


mente no los hay.
LA ESPANTADA: Que abre corazones y sensibiliza el alma.
EL GREÑAS: Motor de la conciencia y de la sabiduría.
LA EXUBERANTE: En cuyo nombre se derriban montañas y se apare-
cen figuras fantasmagóricas.
TODOS: ¿Quieres saber cómo se llama? ¡IMAGINACIÓN!
EL GORDO: (Adelantándose) ¡Mentira! ¡Mentira! Todo eso te
lo dicen para justificar su falta de dinero para rea-
lizar la producción. (Todos le dan pamba.)
EL DIRECTOR: Pues este grillo cantautor, tenía mucha imagina-
ción. Imaginaba juguetes que bailaban, animales

59
Teatro 2009

que hablaban, chivos que toreaban, gente que pen-


saba; bueno, imaginaba hasta que él imaginaba.
EL SUFICIENTE: Nos contaba muchas historias con música, como la
historia del chivo ciclista, el chinito del jarrón, la
araña panteonera… (Todos los actores dirían aquí
los títulos de sus canciones preferidas.)
LA EXUBERANTE: Pero una de las historias más conocidas lo fue, sin
duda, la historia de “Los tres cochinitos” (Se oyen
los primeros acordes de la canción de referencia)
en la que nos narra la historia de tres personajes
que desean cosas diferentes en su vida.
EL GORDO: ¿Y a poco piensan que vamos a representar la vida
de los tres cochinitos?
EL DIRECTOR: Claro.
EL BAILARÍN: (Mirándose el lánguido cuerpo que tiene) Pero para
eso se necesita estar gordo.
EL GORDO: Estar rechoncho y bonito.
LA EXUBERANTE: Yo sí lo estoy.
EL DESPISTADO: Ay, mana.
LA EXUBERANTE: Porque en esta historia es muy importante el papel
de la madre, porque ella encarna a la madre mexi-
cana, sufrida, tierna y abnegada.
EL GREÑAS: Cabecita blanca, jefaza de mis jefazas.
EL BAILARÍN: Pues yo insisto en que necesitamos una gorda.
LA ESPANTADA: Y la única persona gorda que aquí tenemos es…

(Todos miran al gordo, que se amilana.)

EL GORDO: ¡Ah, no! A mí no me miren, porque una cosa es


que mi vida sea muy cerda y otra cosa es repre-
sentarla.
EL DESPISTADO: Pero, si es una gran oportunidad.
LA EXUBERANTE: Te pueden decir MADRE.
EL BAILARÍN: ¡Es un magnífico papel!
LA ESPANTADA: ¡Ya van a empezar con sus mariconerías!
EL CREÍDO: Al fin eres actor, ¿no?
EL GORDO: Bueno… sí.
LA ESPANTADA: El director siempre te ha echado muchas porras

60
Cri-Cri para inconformes

EL GORDO: Me las merezco.


EL GREÑAS: Cualquier personaje te queda como anillo al dedo.
EL GORDO: Bueno, si, pero…
LA EXUBERANTE: El tiempo te hará justicia.
EL GORDO: Lo que pasa es que… mi mamá…
TODOS: Tu mamá, ¿queeeeé?
EL GORDO: ¿Qué cosa va a pensar?
TODOS: Aaaaaayyyyy...

(Suenan nuevamente los acordes de “Los tres cochinitos”, y al son de esta


música los actores van caracterizando al personaje y cambiando ante el
público la escenografía, que deberá ser escueta pero imaginativa)

EL GORDO- MAMÁ COCHINITO: (Tierna) Duerman, duerman hijos


míos. Duerman hasta mañana. (Les manda besitos. Toma es-
cena. Preocupada) ¿Qué voy a hacer? La vida está cada vez
más cara. Ya subieron el trasporte. No, no, el trasporte no me
lo han subido, lo que me subieron fue el pasaje. Mi marido
es un marrano sinvergüenza y perezoso que no da nada para
comer. Ay, no, ya me metí en otra canción. ¡Pero qué pienso!
Y mis hijos. Esos angelitos que no tienen la culpa de nada.
(Mira unas fotografías pegadas en la pared) Mi greñitas que-
rido. Tan alocado e impulsivo… ¡qué amor!

(Se escucha música de rock, entra EL GREÑAS, caracterizado como el


cochinito punk. Pelos erizados, chamarra de cuero, estoperoles, cadena
y zapatotes toscos. Baila al compás de la música)

EL PUNK: ¡Qué onda jefa! ¡Qué broncas agitan tu existen-


cia? Vine para pedirte que me alivianes un poco.
¿No tendrías unos cuantos varos que me desan-
gustien?
LA MADRE: Greñitas de mi vida, tú sabes que la situación está
muy mal. Tu padre anda sin trabajo, la crisis está
cada vez más aguda. Yo, aunque lavo y plancho
ajeno, no puedo sacar más que lo indispensable
para irla pasando. Y tú me saliste ambicioso y pa-
seador. Cómo me duele no poder complacerte.

61
Teatro 2009

EL PUNK: Está bien jefa, ya no te azotes. Nomás te vine a


avisar que me voy de la casa para buscar fortuna.
LA MADRE: Pero, ¿qué dices, hijo mío? Yo quiero que seas un
cochinito de bien. Ya deja a tus cochinos amigos.
Lo único que van a lograr es hacer de tu vida una
cochinada. Nosotros debemos de aspirar a más. A
ser jamón de alcurnia, que alimente con sustancia
la existencia de los hombres.
EL PUNK: Pos sí, jefa, pero a mí me llama la atención la aven-
tura, la acción, lo desconocido. Irme por el mun-
do a viajar, o quedarme en una lancha.
LA MADRE: (Alarmada) ¡No, hijo, “la lancha” no!

(Se oyen los primeros acordes de la guaracha "METETE TETE", de Cri-


cri. Los actores cambian de escenario. Se enciende un letrero luminoso,
de cabaret, llamado “La lancha, nigth club”. Dos provectas bailari-
nas hacen show. Entre el público se encuentra el NEGRITO SANDÍA y
muchos otros animales. Entra el COCHINITO PUNK a bailar con las
bailarinas. Termina el baile.)

TODOS: ¡Bravo! ¡Bravo! ¡Arriba Teté! ¡Y que no se meta


si no quiere!
OTRO: ¡Sí, sí! Que no se meta, que se salga.
EL SUFICIENTE-NEGRITO SANDÍA: Esto es pura pachanga, es un
relajo bien padre, quiero bailar con tu hermana, y echar el
puro desmadre.
LA EXUBERANTE-LA BAILARINA: Quiero advertirte, mi negro, que
esto es obra para niños, y aunque son gente del pueblo ningu-
no de ellos es pillo.
LA ESPANTADA CABARETERA: Yo aquí me estoy divirtiendo.
Lo juro, verdad que es cierto,
el baile, ya sabe bien,
capaz que despiertan a un muerto.
LA EXUBERANTE- BAILARINA: Pero son palabras, negro,
qué tú traes en la boca,
no debes decirlas nunca,
pues nadie aquí te provoca.
LA ESPANTADA-CABARETERA: Un negro bien educado,

62
Cri-Cri para inconformes

propicia las alegrías,


pero si tú eres grosero,
llamaremos a tu tía
EL NEGRITO SANDÍA: A mí, lo que dices,
me viene valiendo
yo solo, sin tía,
me estoy divirtiendo,
y usted, si se mete,
y me da sus razones,
yo le prometo un cuate,
dentro de sus calzones.
Los negros sandías,
somos bien cabrones…

(Entra el DESPISTADO-TÍA, con un palo en la mano.)

DESPISTADO-TÍA: Con esa palabras,


tú sales huyendo,
a ver si con golpes,
te vas divirtiendo.
Este negro feo,
leperadas habla,
pero pa´su legua,
tengo yo esta tabla.

EL GREÑAS: Ay, negro sandía,


cómo eres grosero,
te amarro la lengua,
y te meto al ropero

NEGRO SANDÍA: Te meto un trancazo,


por sentirte rey
mí no me espanta tu cara de güey,
ya vete cochinito
¿qué haces en LA BARCA?,
si eres atrevido,
te carga la parca

63
Teatro 2009

LA ESPANTADA-CABARETERA: A ver, un momento,


antes de pelearse,
les pido respeto,
no es bueno bronquearse

LA EXUBERANTE-CABARETERA: Mejor es, señores,


antes de pelear,
que el ánimo calmen,
pudiendo bailar
TODOS: ¡El negro! ¡El negro! ¡Sí, el danzón del
Negrito Sandía!

(Baile donde el Negrito Sandía tendrá un duelo con el cochinito greñas.


Entra una pandilla de facinerosos, un tlacuache los comanda.)

EL CREIDO TLACUACHE: ¡Mano arriba y patas a la barriga! ¡Aquí se


acabó este reventón! Ahorita se me caen
con lo que traigan encima.
EL GREÑAS: Ay, nanita cochinita. Ayúdame cochinita
de los desamparados (Se envalentona)
¡Quiénes son ustedes!
EL CREIDO TLACUACHE: ¡Somos de la banda de las carnes frías!
EL GREÑAS: ¡No, de las carnes frías no!
TLACUACHE: Sí, y vamos a hacer de esta buena pierna
un trozo de jamón.
SECUAZ UNO: De este lomo gordito haremos tocino y
chuletas.
SECUAZ DOS: (Mirándole las nalgas) Se me hace que
bisteses de puerco no vamos a tener.
SECUAZ TRES: Esta barriguita inflada servirá para cho-
rizo.
EL GREÑAS: (Jalándose para soltarse de los cuatro se-
cuaces y del tlacuache) ¡No, déjenme,
déjenme! Todo por no hacer caso a mí
mamá (Cae al suelo.)
LA MADRE COCHINITO: ¡Greñitas, Greñitas, despierta hijo. Te aca-
bas de caer de la cama.
EL GREÑAS: ¡La barca, la barca! ¡Se hunde la barca!

64
Cri-Cri para inconformes

LA MADRE COCHINITO: ¿Cuál barca hijo?

(Entra el segundo cochinito, que es un cochinito fresa y ve que MAMÁ


COCHINITO está cuidando al GREÑAS)

EL BAILARÍN FRESA: Ay, mami. Debes dejar de consentir al tal gre-


ñas. La gente que no quiere entender, que se
hunda en la ignorancia. Porque hay quienes sí
nos merecemos todo. Y no es porque yo este
presente, pero, la verdad, mi alto grado de in-
teligencia me hace concebir mejor las cosas,
¿ves? Qué bueno que a mí me mandaste a la
escuela, y de paga.
MADRE COCHINITO: Hijo, ¡Con cuántos sacrificios te he podido sa-
car adelante! Pero debes compartir tu sabidu-
ría con los demás y no ser egoísta ni vanidoso
EL BAILARIN COCHINITO FRESA: Ay, mami. Pero cómo piensas
que ello me van a entender. Mi nivel cultural
es distinto al de ellos. Yo vivo en las alturas
y ellos se arrastran por el suelo. Yo soy un
perfume para el aire, y ellos son peste para el
viento. Yo soy exquisito y refinado, ellos son
groseros y vulgares. Quizá esté mal que yo lo
diga en mi presencia porque puedo ofender mi
delicada sensibilidad, pero la verdead es ésta y
en cualquier parte del mundo… yo sigo siendo
el rey.

(Suena algunos compases de música clásica, que interpreta el COCHI-


NITO FRESA, sale la MAMÁ COCHINITO y el GREÑAS. Entra la
REINA DE LAS ABEJAS)

LA EXUBERANTE-REINA: ¡Amiguito! ¡Amiguito! ¡Siempre es un


encanto verte! Mua, mua.
EL COCHINITO FRESA: Reinita. A la bio, a la bao, a la bim bom ban,
tú, tú, ra, ra, ra. ¿Qué tienes que te apesadum-
bra? ¿Por qué veo tu exquisito rostro atribu-
lado?

65
Teatro 2009

LA EXUBERANTE-REINA: (Llorando) Ya no lo aguanto. ¿Pues qué


se ha creído?
COCHINITO FRESA: ¿A quién ya no aguantas? ¿De quién hablas?
REINA DE LAS ABEJAS: Es un vulgar, un corriente.
COCHINITO FRESA: ¿Quién? ¿Quién?
REINA DE LAS ABEJAS: ¡Al Jicote!” ¡Al Jicote Aguamielero?
COCHINITO FRESA: (Le da el soponcio) ¡Que San Cochino nos
guarde! ¡Pero qué dices!
LA EXHUBERANTE-REINA: Sí. ¿Tú crees que una persona de mi
calidad, de mi alcurnia, puede permitir que
un Jicote Aguemielero quiera casarse con
migo? Yo soy la Reina, La Reina de las Abe-
jas y un Jicote Aguamielero no cuadra con
mi amor

(Escuchamos la música del JICOTE AGUAMIELERO de fondo, mien-


tras llegan los demás actores a armar una sala de juicios. En el barandal
de los interrogatorios se coloca el JICOTE AGUAMIELES, que quién
sabe por qué circunstancias tiene la marcada apariencia del cómico
“Cantinflas”. LA REINA DE LAS ABEJAS y el COCHINITO FRESA se
colocan en el banquillo de los acusados)

EL GREÑAS- JUEZ: (Golpea con su partillo el escritorio) ¡Silen-


cio! ¡Silencio! O mando a desalojar la sala…
(Se hace silencio) A ver, Jicote Aguemielero,
¿Jura usted decir la verdad, toda la verdad y
nada más que la verdad?
EL GRANDOTE PATUDO-JICOTE AGUAMIELERO: ¡Juro!
EL GREÑAS-JUEZ: (Meloso) Y usted, majestad, la Reina de las
Abejas. ¿Jura usted decir la verdad, si quie-
re, toda la verdad, si así lo juzga convenien-
te, y nada más que la verdad, si es que se le
pega la gana?
EL EXHUBERANTE-REINA: Pues…
COCHINITO FRESA: ¡Pronto, señor juez! ¡Cómo osa usted dudar
de la palabra de mi defendida! Ella es una
reina. Una señora, educada para gobernar y
poner huevos…

66
Cri-Cri para inconformes

EL NEGRITO SANDÍA: ¡O sea que es una gevona!


EL GREÑAS- JUEZ: ¡Silencio! ¡Silencio! ¡O mando a desalojar
la sala!
EL EXHUBERANTE-REINA: ¡Eso! Lo que ha dicho mi abogado de-
fensor, es verdad. Yo lo apoyo. Es más, mas
bien ordeno que el público que ha concurri-
do a este juicio le brinde un aplauso.

(Le aplauden. LA REINA Y EL FRESA se dan besitos de aire en las


mejillas)

EL NEGRITO SANDÍA: ¡Ese cochinito es sotaco, ¿quién le va a creer


si está re’flaco?
EL GREÑAS-JUEZ: Majestad, majestad, le ruego encarecida-
mente que no me alborote a la concurren-
cia. (Al Jicote Aguamielero) ¿Y usted?
Pelado y vulgar Jicote Agumaielero, a
ver, dígame, ¿de qué acusa usted a nuestra
esbelta, bellísima y respetadísima majes-
tad?

(EL NEGRITO SANDÍA le lanza una trompetilla. Alboroto de todos. La


Tía le propina una tanda de tablazos para que el negro se aquiete)

EL JICOTE AGUAMIELERO: Pues, verá, señor Juez. No está usted


para saberlo, ni yo para contarlo, pero esta
señora que está aquí, que aquí se encuentra
presente con su presencia presenciable, aun-
que yo diría mejor IRRESPONSABLE, de
cxumplir sus deberes.

(Un secretario del Juez, a cada acusación que lance El Jicote le propi-
nará un porrazo en la cabeza)

SECRETARIO: ¡Anotado!
EL JICOTE AGUAMIELERO: Asimismo, y de la misma manera, la
acuso de estar coludida, o como quien dice
acompinchada…

67
Teatro 2009

(EL NEGRITO SANDÍA aplaude rabiosamente ante la palabra)


EL JICOTE AGUAMIELERO: Que quiere decir, hacerse sus compinches
(El negro vuelve a aplaudir. La tía lo reprende)…
con el amanerado, presumido y falso culterano
Cochino fresa. (El negro ya no puede más del
gozo de estar oyendo lo que cree oír y su entu-
siasmo lo hace caer al suelo. Se hace un relajo de
tal circunstancia. El juez golpea con su martillo el
escritorio)
JUEZ: ¡Silencio! ¡Silencio! O mando a desalojar la sala.
JICOTE AGUAMIELERO: Asimismo y de la misma manera, o como
quien dice, aquí no ha cambiado nada, la acu-
so de perder miserablemente el tiempo, sentada
frente al espejo. Aconsejada por el ya menciona-
do COCHINO FRESA (Aplausos de los simpa-
tizantes. Abucheos de los detractores, si es que
los hay) Pero aún más. O más aún, señor Juez. Y
escuche bien esto chato. La acuso del más gra-
ve e imperdonable de los delitos existentes. La
acuso de la ignorancia extrema. Y de irresponsa-
bilidad desnaturalizada.

(Gran barullo en la sala. LA REINA se desmaya. Le da el mimisqui. EL


COCHINITO FRESA la auxilia, le da aire, al fin la suelta, la reina se
cae. EL FRESA se dirige al Juez)

COCHINITO FRESA: ¡Protesto, señor juez, protesto! Pido que el acu-


sador, grosero y vulgar Jicote Aguamielero ex-
plique y avale esas afirmaciones tan graves que
ha lanzado en contra de mi defendida. Yo soy su
abogado. Exijo que se retracte.
EL NEGRITO SANDÍA: No, no, que no se retracte,
eso es lo que mejor veo,
se rompen los aparatos,
con un jicote tan feo.
LA TÍA DEL NEGRITO: Si sigues diciendo cosas,
te voy a electrocutar,
y para agravar el castigo,

68
Cri-Cri para inconformes

por no querer comportarte,


exigiré que me digas,
la tabla de multiplicar.
EL GREÑAS-EL JUEZ: (Al Jicote) A ver,
explíquese o retráctese, Jicote Aguamielero.
JICOTE AGUAMIELERO: Como debería usted sa-
berlo, si es que no es usted un ignorante,
la reina de las abejas está destinada a ser
mi esposa. Desde tiempos inmemoriales
ha sido siempre así. ¿O no, chato?
SECRETARIO: (Golpe) ¡Anotado!
JICOTE AGUAMIELERO: Sin embargo, esta mujer, quiero decir, esta
abeja, se ha negado siquiera a recibirme.
LA REINA DE LA ABEJAS: Ay, pero qué atrevido. ¡Cómo es posi-
ble! ¿Qué no se da usted cuenta que me
va a manchar las alfombras? Mi panal de
amor. Mi cera de Campeche. Para que
usted lo sepa, la clase no se aprende. Se
MAMÁ.
EL JICOTE AGUAMIELERO: Protesto, protesto señor juez. Quiero
que se anote eso en el acta. Para informa-
ción de la señora abeja reina, las abejas no
hacen eso que acaba de afirmar. Las abejas
no MAMÁn, succionan, o, por mejor de-
cirlo, liban la miel de las flores.
EL NEGRITO SANDÍA: Ora sí te la jalaste. (Grita) Mejor ya no
succiones.
EL GREÑAS-EL JUEZ: Silencio, silencio, o mando a
desalojar la sala. A ver, guardias, llévense
a ese sujeto oscuro, detenido por faltas a la
autoridad, por escándalo público y por no
hacer caso a la tabla de su tía.

(Dos policías se llevan al NEGRITO SANDÍA)

TÍA DEL NEGRITO: Gracias, señor juez.


EL JUEZ: A ver, su majestad. Qué puede decir usted
a esto.

69
Teatro 2009

EL COCHINITO FRESA: Protesto, señor juez. Mi defendida no tiene


por qué contestar a sus preguntas. Por eso es-
toy aquí. Mi defendida le ha negado el paso a
sus habitaciones a este sujeto que se encuentra
aquí porque… porque… (En secreto a la rei-
na) ¿Por qué no lo ha dejado entra majestad?
LA REINA DE LAS ABEJAS: (En secreto al COCHINI-
TO FRESA) ¿No te acuerdas que el otro día
que llegó estábamos jugando a las manitas
capeadas, digo calientes?
EL COCHINITO FRESA: ¿Y la semana pasada, cuando llegó el tal Ji-
cote que casi le tira la puerta?
LA REINA: Acuérdate que estábamos en nuestra clase de
repostería, aprendiendo a hacer esos pasteles
que tanto te gustan.
EL COCHINITO FRESA: Y la vez que le llevó serenata, con el tal gri-
llo, aquél que se volvió cantautor?
LA REINA: No pude contestarle porque me hallaba plati-
cando con mi amiga Doña Zorra.
EL COCHINITO FRESA: Muy bien. (Al juez) Señor juez, miembros
del jurado, público aquí presente. Si mi de-
fendida se ha negado a abrirle las puertas a
los pelagatos aquí presentes es: ¡Porque no
se le ha dado su real y majestuosa gana!

(Barullo general)

EL GREÑAS-EL JUEZ: Silencio, silencio o mando a


desalojar la sala. (Ala reina) Majestad, ma-
jestad. Apelo a su conciencia. Todos en el
reino saben que, en realidad, la mano de
vuestra majestad está destinada para el único
que puede desposarla, el aquí presente, Jico-
te Aguamielero.
LA REINA DE LAS ABEJAS: Ay, qué cosas dice, no está usted en su
juicio.
EL GREÑAS-JUEZ: Es verdad, señora, estoy en el
suyo.

70
Cri-Cri para inconformes

EL COCHINITO FRESA: ¿Y quién, según usted, le ha otorgado la mano


de mi defendida al tal Jicote Aguamielero?
EL JUEZ: ¿Quién? Pues… (Al Jicote) ¿Quién?
EL JICOTE AGUAMIELERO: (Con dignidad) ¡La madre
naturaleza!

(Todos se persignan al estilo bosque)

TODOS: ¡La Madre Naturaleza!


EL JICOTE AGUAMIELERO (Al público): ¿O no? La unión de nuestras dos
naturalezas da pie para que miles de hijas nuestras
nazcan y produzcan el néctar exquisito que luego
estos niños degustarán en sus casas saboreando las
deliciosas tortas con miel, hot caques con miel,
miel con amaranto, miel con limón, leche con
miel, luna de miel y muchas variadas exquisiteses
que las progenitoras le preparan a la hora del desa-
yuno, la comida o la merienda… ¿O no?
LA REINA DE LAS ABEJAS: Pero, es que… a qué hora voy a ver mis
abejonovelas. Además, el Jicote Aguamielero
se la pasa todo el día echadote, durmiendo.
EL JICOTE: ¡Miente! ¡Miente! Señor juez, yo no duermo:
"filosofeo". Yo no la requiero, la atiendo. Yo no
la tomo, ¡La exijo!

(Alboroto de todos)

JUEZ: ¡Silencio, silencio! O mando a desalojar la sala.


(A la reina) ¿Qué puede decir la acusada a esto?
LA REINA DE LAS ABEJAS: Bueno, pues… pues… qui-
zás tenga razón el Jicote Aguamielero, pero…
COCHINITO FRESA: Protesto, protesto, señor juez. Quiero hacer
hincapié en el carácter impositorio… (Risas
de todos los asistentes) ¡Dije impositorio! (To-
dos se callan)… que el discurso del tal Jicote
Aguamielero ha contenido en su exposición.
No hay que ser ni siquiera una pizca de listo
para no darse cuenta de que lo que pretende

71
Teatro 2009

este proletario zumbón es darle un golpe de Estado al es-


tado en que esta abeja se encuentra.
EL JICOTE AGUAMIELERO: Protesto, protesto, señor juez. ¿Cuál
golpe de Estado? Estado de golpe es el que tiene este
señor en la cabeza. En lugar de cochinito dormilón de-
bería estar en la canción del burro, con perdón de la con-
currencia, para que lo pusieran a estudiar. Yo acuso a
este cochino burro también de ser uno de los causantes
de que la reina de las abejas se halle sumida en la más
grande de las ignorancias.
EL COCHINITO FRESA: ¡Miente, miente! La reina de las abejas y yo
nos dedicamos a la lectura todos los días.
EL JICOTE AGUAMIELERO: Ah, sí, pero, quiere su señoría, saber
qué clase de lectura acostumbran estos señores. ¡Mire!
(Saca una gran cantidad de TELENOVELAS, ERES, TÚ,
etc. Con figuras de abejas embellecidas. Las arroja al pú-
blico)
TODOS: Préstamela manita. Ay, ¿ya viste quién se va a casar? Me
saque el cupón de la buena suerte. Este vestido, en rojo, se
vería bonito. Éste es el coche que quiero. Mi papá me com-
pró un yate como aquél.
LA REINA DE LAS ABEJAS: Es que yo soy la soberana. Ni modos
que aparezca entre mis súbditos toda puerca y chimeca.
OTROS: Pásame esa receta que no la tengo.
EL GREÑAS-JUEZ: ¡Silencio, silencio…!
TODOS: ¡… O mando a desalojar la sala!
JUEZ: Así es que es cierto que se pasa todo el día jugando a las
manitas calientes, hablando por teléfono, jugando a la co-
midita y leyendo TÚ y ERES…
REINA DE LAS ABEJAS: Bueno, pues, y qué otra cosa voy a hacer si
soy la soberana.
JUEZ: ¿Y la puesta de huevos? Si no mal recuerdo, la madre na-
turaleza nos dio a cada uno una tarea específica que cum-
plir… Los soberanos deben servir a sus súbditos, ésa es su
más grande obligación.
LA REINA DE LAS ABEJAS: Pero, es que… mi figura. Todas esas
revistas nos muestran que la moda es que se encuentre uno
delgada, si no, ningún abejorro gustará de nosotras.

72
Cri-Cri para inconformes

JICOTE AGUAMIELERO: ¿Pero, quién te ha dicho, gordita de mis


amores, que los abejorros las prefieren flacas?
REINA DE LAS ABEJAS: ¿Qué dices, abejorro proletario?
JICOTE AGUAMIELERO: No hay prueba más fehaciente de la genero-
sidad de la naturaleza que la redondez del mundo
y de las abejas…
REINA DE LAS ABEJAS: Pero, es que aquí en la revista dice…
COCHINITO FRESA: ¡Protesto! ¡Protesto, señor juez! Mi defendida
está poseída por la demencia o el cansancio men-
tal. Habla no por ella, sino por la presión que el
Jicote Aguamielero ha ejercido sobre ella.
REINA DE ALS ABEJAS: (Escandalizada) ¡Así que me
estas llamando loca, marrano de alcancía!
COCHINITO FRESA: Pero, majestad, yo sólo trato de defenderla.
REINA: ¿Y para defenderme, has de llamarme desquicia-
da mental, tocino de probeta?
COCHINITO FRESA: Pero, es que yo…
REINA DE LAS ABEJAS: ¿Qué no sabes que sin mí, y sin mi abejorro
proletario, el panal es improductivo? Ahora que me
queda claro que sólo mi Jicotito chulo, mi Jicote de
la Mancha, me adora gordita como soy, cochino des-
nutrido. ¿Dónde se ha visto a un cochino tan flaco?
Todo por imitar y hacerle caso a lo que dicen esas
revistas mentirosas. Pero por eso te voy a castigar.
EL GREÑAS-JUEZ: ¡Venga la sentencia!
REINA DE LAS ABEJAS: Yo, la Reina de las Abejas, me comprometo a
que desde hoy me dedicaré a lo que la madre na-
turaleza me ha encomendado hacer y para lo cual
soy importante. Prometo que voy a querer a mi
jicotito del alma y que no le daré más problemas.
Y a este cochino, producto del saber torcido, lo
condeno a comer todo lo que en nuestros ratos
de ocio hemos horneado con el propósito de ver
si engordando puede servir de mejor manera a
la humanidad y a sus hermanos marranos. Y yo,
ahora voy a organizar una fiesta en donde cele-
bramos con júbilo y entusiasmos mi reconcilia-
ción con el Jicote Aguamielero.

73
Teatro 2009

(Se escucha la canción del Jicote Aguamielero y se organiza una tertu-


lia popular. El escenario va cambiándose hasta volver al inicial cuarto
donde MAMÁ COCHINITO vive con sus tres cochinitos. Entra MAMÁ
COCHINITO seguida de COCHINITO CHIQUITO.)

MAMÁ COCHINITO: … Y cuando yo regrese ya deberás haber corta-


do el pasto del jardín de la muñeca de enfrente.
Me dijo Doña Zorra que le fueras a componer el
teléfono porque ya no puede platicar con nadie.
Don Pipirulando mandó decir que ya llevas dos
faltas en matemáticas, aunque le aclare que fue
porque fuiste a componerle su bicicleta al chivo
de la canción. (Suspira) Ay, hijo, qué haría yo
sin tu ayuda. Bueno, ya me voy porque tengo
que entregar esta ropa. (Va saliendo) Qué vamos
a hacer los pobres, Dios mío, qué vamos a hacer.
Qué bueno que cuando termines tus estudios te
vas a dedicar a la medicina.
COCHINITO CHIQUITO: Pero mamá…
MAMÁ COCHINITO: No empieces con tus robots, hijo, ya lo hemos
discutido varias veces. Te tienes que recibir de
médico.

(Tocan violentamente la puerta)

MAMÁ COCHINITO: ¿Quién es?


VOZ: ¡El casero!
MAMÁ COCHINITA: ¡Santa cochina bendita, el casero! Y ya le debe-
mos varios meses de renta. ¡Qué voy a hacer! ¿Y
si le decimos que me morí?
COCHINITO CHIQUITO: No mamá, no debemos decir mentiras. Ade-
más, te acaba de oír.
MAMÁ COCHINITO: Entonces dile… que me escapé con un marinero
y luego que me abandonó me dejó unididita en
el vicio.
COCHINITO CHIQUITO: No mamá, si te vio la semana pasada.
MAMÁ COCHINITO: Entonces… que cometí un pecado de senectud
y que…

74
Cri-Cri para inconformes

COCHINITO CHIQUITO: Mamá, lo mejor que podemos hacer es abrir


la puerta y afrontar la realidad. Quién quita y se
le ablande el corazón.
(El cochinito chiquito va y abre la puerta)

EL SUFICIENTE-LOBO FEROZ: ¡Dónde está esa cochinita marrana,


causante de todas mis deudas!
MAMÁ COCHINITO: ¡Señor casero! ¡Señor casero! Le pido que no se
altere. Y sé que tiene usted razón en disgustarse,
pero le suplico que me comprenda. No he tenido
trabajo y mi marido me abandonó. Pero mañana
mismo le daré su dinero. Tengo que hacer un co-
bro por un dinero que me adeudan.
EL SUFICIENTE-LOBO CASERO: Eso mismo viene usted di-
ciéndome desde hace seis meses y no he visto
hasta ahora ni un solo quinto de lo que me debe.
Vengo a sacarle sus cosas a la calle.
MAMÁ COCHINITO: ¡No, señor casero, déjeme quedarme esta noche
tan solo! ¿Dónde van a soñar mis pobres ange-
litos? Se pueden morir de frío si se duermen a
la intemperie. (Les pregunta a los niños del pú-
blico) ¿Verdad niños que me deje dormir aquí?
(Respuesta del público) Ya lo ve, señor casero,
los niños quieren que me deje dormir aquí.
EL SUFICIENTE-LOBO CASAERO: No, señora, he dicho que ven-
go a sacarle sus cosas y en este mismo momento
lo voy a hacer. (Intenta sacar alguna de sus co-
sas ante los gritos angustiados y melodramáticos
de MAMÁ COCHINITO, y el oink, oink de sus
cerditos. Como los muebles están muy pesados,
desiste.) Está bien. Quédese por esta noche,
pero, ay de ustedes si para cuando regrese ma-
ñana no han desocupado la casa. (Sale, no sin
antes gruñirles a los niños)

(MAMÁ COCHINITO llora)

COCHINITO CHIQUITO: Madre, madre, no te aflijas, nosotros vere-

75
Teatro 2009

mos qué podemos hacer. Para mañana tú tendrás


ese dinero…
MAMÁ COCHINITO: Hijo, qué bueno eres, pero sé que es casi impo-
sible conseguirlo. Si ya te hubieras recibido de
médico, otra cosa sería.
COCHINITO CHIQUITO: Pero, mamá, si apenas voy en tercero de pri-
maria.
MAMÁ COCHINITO: No importa. Ya te hubieras apurado.
COCHINITO CHIQUITO: Además, tú sabes que mi verdadera vocación
es el arte…
MAMÁ COHINITO: Ay, otra vez tus tonterías. Tú qué sabes de la
vida. Los artistas son unos degenerados, vi-
cios y holgazanes. Se la pasan perdiendo el
tiempo de pachanga en pachanga. No sabes lo
que dices.
COCHINITO CHIQUITO: Pero, ¿y los grandes artistas? Cochinoto-
veen, Cochinokovski, Cochino Da Vinci, Cochi-
nel Cervantes Saavedra. ¿A poco ellos también
fueron lo que tú dices?
MAMÁ COCHINITO: No existe punto de comparación. Esas eran otras
épocas. Ésos fueron grandes cochinos ejempla-
res. Tú estás muy pequeño para poder distinguir
el bien del mal. Nadie me quita de la cabeza que
esas ideas te las ha metido el grillo ése que se
cree compositor.
COCHINITO CHIQUITO: Madre, yo sólo quiero ayudarte, pero tam-
bién quiero realizarme.
MAMÁ COCHINITO: Así no lo vas a lograr. Yo sé lo que te digo. Ade-
más… (Enfática) soy tu madre.
COCHINITO CHIQUITO: Está bien, mamá. Como tú digas. Yo veré
cómo conseguiré ese dinero.
MAMÁ COCHINITO: Eso es mejor.

(Se va oscureciendo la escena hasta quedar un solo haz de luz al frente,


que se puede hacer con un seguidor que ilumina al HERALDO.)

EL HERALDO: ¡Atención, atención! ¡Hoy, gran concurso de can-


to y baile en el salón EL BARRIL DESVENCI-

76
Cri-Cri para inconformes

JADO! ¡Premio único e indivisible! Un titipu-


chal de pesos.
Tendremos como jurados a la prestigiada Pa-
tualia Hernández, y al gran director de escena
Cochinius de Tivaria. Hoy, en punto de las diez
de la noche se llevará a efecto el magno concur-
so. ¡Atención, atención!

(Salón de baile EL BARRIL DESVENCIJADO. Muchas parejas bailan


danzón, tango o algún otro baile de moda, siempre y cuando sea con
música de Gabilondo Soler. (Termina la pieza musical y aparece el ani-
mador)

EL DESPISTADO-ANIMADOR: ¡Eso es! Les pido un aplauso para la


araña panteonera que nos ha deleitado con
un fabulosos baile. Y ahora, como penúltimo
número, tendremos al concursante número
82, quien lleva por nombre el NEGRITO
BAILARÍN, quien en este momento se dis-
pone a subir al escenario para demostrarnos
su destreza en el ritmo del TAP. ¡Un aplauso
para él, señoras y señores! (Sube el negrito
bailarín e interpreta su número musical. Por
otra parte entra el Cochinito chiquito junto
con sus hermanos y coros con instrumentos
musicales en las manos.)
COCHINITO CHIQUITO: Prepárense, muchachos, después de esta par-
ticipación nos toca a nosotros, debemos po-
ner todo nuestro empeño para que nos salga
lo mejor que se pueda. De esto depende el
futuro de nuestro hogar… y el mío.

(La participación del negrito bailarín termina y después de una ova-


ción, interviene el animador)

DESPISTADO-ANIMADOR: ¡Eso es, amigo, muy bien! Un aplauso


para el Negrito Bailarín. Y ahora, como últi-
mo número, un grupo de bailarines y cantan

77
Teatro 2009

tes que vienen con la mejor de las intensiones a tratar de ga-


narse el único premio indivisible de un titipuchal de pesos.
Ellos se hacen llamar LOS COCHINITOS DORMILONES.
(Entran los cochinitos) Aquí los tenemos ya con nosotros.
Dígame, amigo ¿Desde dónde vienen?
COCHINITO CHIQUITO: Venimos desde nuestra casas.
DESPISTADO-ANIMADOR: Ay, que simpático cochinito ¿Y qué nos
vas a cantar?
COCHINITO CHIQUITO: Nuestro tema, “Los cochinitos dormilones”
DESPISTADO-ANIMADOR: Pues bien amigos, los escuchamos.

(Número musical espectacular con base en el tema de los cochinitos


dormilones, que sin duda alguna se verá que es el mejor del concurso.
El público les aplaude, los ovaciona, los carga, a los que aguanten, los
felicitan. Sale el animador)

DESPISTADO-ANIMADOR: Y ahora señores y señoras, tenemos ya


aquí el veredicto del jurado, el cual les recordamos, es inape-
lable. Seguramente que ha sido una decisión muy difícil para
nuestro jurado, el nunca bien pondera maestro COCHINIUS
DE TIVARIA y la maestra PATUALIA HERNÁNDEZ, quie-
nes, ya sabemos, no tienen facha de hacerse patos.

(Llegan hasta el escenario los ya mencionados, agradeciendo las ova-


ciones que no les hacen y se acomodan.)

EL GORDO COCHINIUS DE TIVARIA: Antes que nada, la inigua-


lable y humilde profesora PATUALIA HERNÁNDEZ y yo,
queremos felicitar a todos los participantes, y es nuestra de-
cisión entregarle el premio a… (Redobles de tambor, truene
de dedos por todos lados, los concurrentes se abrazan unos
a otros emocionados, se dan ánimos, etc.) … ¡LA ARAÑA
PANTIONERA!

(Grito histérico de la araña. Ésta es abrazada por sus amigos más


próximos, derrama unas cuantas líquidas emociones. En cámara len-
ta se acerca al escenario en medio de flashes, aplausos y una música

78
Cri-Cri para inconformes

triunfal estilo Rocky. Llega hasta el escenario donde es recibida por


los jurados, quienes la felicitan y le hacen entrega de un enorme tro-
feo. La araña se ve envuelta en una luz ensoñadora mientras empiezan
a caer billetes del techo, que envuelven su figura, la luz se reduce has-
ta destacar su sonrisa radiante y su mirada acuosa. Cuando vuelve la
luz, se encuentran sentados a la orilla en la orilla de una banqueta los
tres cochinitos. EL GREÑAS patea el aire con rabia. El FRESA, con
mirada de indignación se cruza de brazos y tamborilea los dedos. El
COCHINITO CHIQUITO es el más triste y apoya la cabeza entre las
palmas de sus manos con la mirada pérdida quién sabe dónde.)

EL COHINITO-GREÑAS: ¡… y unas cuantas patadas en el trasero, dos


piquetes de hormiga donde más le duela, cuatro platos de
sopa de verdura sin pollo, para que se las coma con cucharas
cafeteras…!
EL COHINITO-FRESA: Yo los obligaría a aplaudir un cuadro bailable
de Pato Armando Castañeda, a escuchar una conferencia de
Felipe Gañan, a mirar una puesta en escena completa de Pato
Castillo, a leer un melodrama de Pator Puebla…
EL COCHINITO CHIQUITO: Ya, ya, ya. Basta de lamentaciones y de
estar elucubrando maldades para desquitarse de los jurados.
Ahora lo que tenemos que pensar es en cómo salir del apuro
en el que se encuentra nuestra pobrecita mamá. Si mañana no
entregamos el dinero de la renta, el casero nos echará por la
ventana. Bien me lo decía mi madre, el arte no te va a dejar
nada bueno. Mejor dedícate a otra cosa.

(Salen los cochinitos dormilones de escena y, luego, entra el LOBO CA-


SERO)

EL SUFICIENTE-LAS FRESAS: Jia, jia, jia. A poco creíste, Cochinito


Dormilón que podrías triunfar en tal concurso. Tú no tienes
talento. Los artistas se mueren de hambre. Además, Cochi-
nitus de Tivaria es mi amigo, y claro que le hice un regalito
para que me apoyara en mis planes. Tú, tu madre y tus her-
manitos tendrán que irse a vivir a otra parte, donde no in-
quietes a todos los que te rodean haciéndoles creer que todos
merecen una vida mejor. Para que te lo sepas, en este barrio

79
Teatro 2009

nadie considera importante a un cochinito dormilón luchador


y que le quiera hacer a la música, ni siquiera interpretando
las canciones de ese grillo verde que se llama Cri-cri y que es
un soñador. Cochinos como tú y grillos como el tal cantor no
hacen falta en este sitio. Jia, jia, jia.

(Va a salir, pero en ese momento se aparecen en el escenario BARMAN,


LA MUJER TARADILLA Y CHUPERMÁN, armados hasta los dientes y
amenazan al lobo casero)

EL GRANDOTE PATUDO-CHUPERMÁN, LA EXUBERANTE-MU-


JER TARADILLA Y EL DESPISTADO-BARMAN: ¡Manos
arriba lobo casero!
EL DESPISTADO-BARMAN: Ahora vas a darnos todo lo que
traes encima.
EL GRANDOTE PATUDO-CHUPERMÁN: Sabemos que posees
mucho dinero producto de todo lo que le has quitado
a tus paisanos.
LA EXHUBERANTE-LA MUJER TARADILLA: Y que en el fondo
nos pertenece
EL SUFICIENTE-LOBO CASERO: ¿Pero quiénes son ustedes, de dón-
de vienes?
BARMAN: ¿Cómo qué quiénes somos, pues que no nos recono-
ces? Somos Barman.
LA MUJER TARADILLA: La Mujer Taradilla.
CHUPERMÁN: Y Chupermán.
LOBO CASERO: ¿Los superhéroes, las estrellas de la televisión?, ¿por
qué me quieren quitar mis cosas?
BARMAN: Claro que somos los superhéroes, luchamos por el bien-
estar de nuestros iguales, en contra de tus ideales y de tus
paisanos, porque no me vas a decir que eres blancou.
MUJER TARADILLA: Queremos las escrituras de la casa de los tres
cochinitos. Ese cochinito dormilón se ha pasado mu-
cho de la raya.
CHUPERMAN: Anda creyendo que nos va a inutilizar dando a conocer
la música de ese grillo tonto, soñador y mexicanou.
LOBO CASERO: Pero si la casa es mía, yo se la alquilo a los tres co-
chinitos.

80
Cri-Cri para inconformes

LA MUJER TARADILLA: Pues ahora tendrá que pasar a nuestras ma-


nos o te liquidaremos con nuestros súperpoderes.
CHUPERMÁN: Acuérdate que los lobos mexicanos sólo saben aullar
y soplar.
BARMAN: Nosotros somos súperinvensibles.

(Música de superhéroes. Coreografía gringa en la que bailen los tres)

LOS CHUPERHÉROES: Ahora sí, dandos todo lo que tengas.


LOBO CASERO: ¡Auxilio, auxilio! ¡Sálveme alguien! Ayuda.
BARMAN: No grites o te irá peor.
CHUPERMAN: Yo le quemaré las patas con mi súper vista.
LA MUJER TARADILLA: Yo lo estrangularé con mi cuerda maravi-
llosa.
BARMAN: Yo le daré un batigolpe en la batibarriga, para que se
batirretuerza.
LOBO CASERO: ¡Auxilio, auxilio!

(Entran los tres cochinitos azorados por los gritos del LOBO CASERO)

LOS COCHINITOS DORMILONES: ¿Qué pasa aquí?


EL GREÑAS: ¡Barman, Chuperman, La Mujer Taradilla!
EL COCHINITO FRESA: Uf, yo prefiero a las chicas superpoderosas.
EL GREÑAS: ¿No me puede dar su autógrafo?
COCHINITO CHIQUITO: ¡Bata! ¿Qué es lo que sucede aquí?
LOBO CASERO: Estos superhéroes me quieren asaltar y me quieren
quitar todas mis pertenencias.
EL GREÑAS: No puede ser, ellos defienden el bien.
LOBO CASERO: Sí, pero sólo el bien de los gueros, y como nosotros
somos morenitos mexicanos…
CHUPERMAN: A callar Lobo casero, que en esta obra tú eres el villano.
EL COCHINITO CHIQUITO: Villano o no, no podemos permitir que
unos extranjeros, aunque sean superhéroes, nos traten
nuestras cosas y las de nuestros paisanos.
COCHINITO FRESA: Yo sí estoy de acuerdo con que se la quiten, para
que aprenda.
EL GREÑAS: Chuperman, ¿me podrías enseñar a volar?
CHUPERMÁN: Quieto cochinito marrano, luego, luego se ve que

81
Teatro 2009

eres un cerdo, seguramente me quieres sorpren-


der, lo deduzco por mi súperinteligencia, no tra-
tes de súperpasarte.
COCHINITO FRESA: ¿Qué shampoo usas Mujer Taradilla?
MUJER TARADILLA: Estos cochinitos dormilones nos quieren sor-
prender, pero no contaban con nuestra astucia.
CHUPERMAN: ¿En dónde he oído eso?
COCHINITO CHIQUITO: ¡Suelten al Lobo Casero o les pesará!
BARMAN: No te batialebrestes o te va a batipesar.
COCHINITO CHIQUITO: Si no sueltas inmediatamente al Lobo Case-
ro, yo te voy a batimadrear.
LOS CHUPERHÉROS: ¡A ellos!

(Se produce una pelea entre los cochinitos dormilones y los superhéroes,
en donde la peor parte se la lleva el lobo casero, quien en la trifulca es
golpeado tanto por unos como por otros. Se congela la escena y apare-
cen sendos letreros con PUM, CHAS, CUAS. Se reinicia la pelea, hasta
que se vuelve a congelar y aparecen los letreros GOLPE, COLISIÓN,
ENCONTRONAZO. Vuelve a reanudarse la pelea en donde evidente-
mente van perdiendo los superhéroes hasta que se vuelve a congelar
esta y aparecen los letreros: PUTAZO, GOLPAZO Y MADRAZO.)

COCHINITO CHIQUITO: Eso es. Ya los tenemos.


CHÚPERHEROES: ¿Pero qué es lo que pasa? ¿Por qué no funcionan
nuestros chúperpoderes?
COCHINITO FRESA: Lo que ustedes no saben es que están en un cuen-
to mexicano, y en los cuentos mexicanos no nos
andamos con mamadas. (Se asusta de lo que dijo)
¡Ay, se me salió!
EL GREÑAS: Sus poderes están bien para series gringas, pero
aquí preferimos la ilusión y la imaginación.
EL COCHINITO CHIQUITO: Ese poder es más grande que su fanta-
sía de plástico. Por eso los hemos podido vencer.
Ahora devuélvanle todas sus cosas al Lobo Case-
ro. (Los superhéroes obedecen) Y ahora, váyanse
y no vuelvan más.

(Los superhéroes salen)

82
Cri-Cri para inconformes

EL SUFICIENTE-LOBO CASERO: ¡Qué feo! ¿Verdad? y yo que creí


que en realidad eran héroes buenos porque así
lo he visto siempre por la televisión, que pe-
leaban por el bienestar y la justicia de todos,
de los perritos con dolor de muela, los chini-
tos del jarrón, los chivos ciclistas, los negritos
bailarines. Pero eso de la televisión son puras
mentiras.
COCHINITO CHIQUITO: Qué bueno que no estábamos lejos de aquí y
pudimos darnos cuenta de lo que pasaba.
COCHINITO GREÑAS: Está correcta su naturaleza, no le deterioraron
mucho la carrocería.
COCHINITO FRESA: Pues yo le voy a pasar unas recetas a Walter
Mercado para combatir la mala suerte.
LOBO CASERO: Ya, ya. Suélteme. Creen que yo no me he dado
cuenta, seguro que este fue un plan ideado por
ustedes para conmoverme y obligarme a ceder
en mis legítimas exigencias, pero si creen que
voy a caer en su juego peligroso están muy
equivocados. Son ustedes unos tramposos co-
chinos, ahora veo claro.
EL COCHINITO FRESA: ¿Pero, qué está diciendo este lobo caperuci-
tesco?
COCHINITO GREÑAS: Ahora sí, ya me está cayendo gordo, va a ver la
bola de guamazos que le vamos a propinar.
COCHINITO FRESA: ¡Piquetes en los ojos y pastel de polvo de uñas
para que te vuelvas loca!
COCHINITO GREÑAS: ¡Picadillo de cola de lobo para hamburguesas
de McDonals!
COCHINITO CHIQUITO: ¡Basta, basta! Nada de eso cochinitos, vá-
monos y dejémoslo ahí, nosotros sabemos que
nada de lo que ha dicho es cierto, y para de-
mostrárselo tenemos que conseguir de alguna
manera ese dinero que le debemos.

(Sale el LOBO CASERO y los tres cochinitos vuelven a su preocupación.


Se vuelven a sentar en la orilla de la banqueta y en ese momento entra
mamá cochinita.)

83
Teatro 2009

MAMÁ COCHINITA: ¡Hijos, hijos, qué desgracia! El malvado Lobo


Casero ha mandado a sus secuaces a desalojar
nuestro hogar, ya están sacando nuestras cosas.
COCHINITO GREÑAS: Malvado Lobo Casero, como me hubiera gus-
tado ser sordo para no haber escuchado sus gri-
tos de auxilio.
COCHINITO FRESA: Y yo, como hubiera querido no tener ese buen
corazón que me caracteriza, para haberme com-
placido de él.
COCHINITO CHIQUITO: De nada sirve quejarse, ahora lo que tene-
mos que hacer es buscar un lugar donde poda-
mos refugiarnos, donde cobijar a nuestra pobre
madre y guarecernos nosotros mismos de las in-
clemencias del tiempo. Ven mamá, yo tengo fe
en que todo se solucionará.

(Música tristísima. Mamá cochinito los cochinitos dormilones van salien-


do acongojados y compungidos. El LOBO CASERO se asoma riendo sa-
tisfecho y cínico. Entra en ese momento EL CHINITO DEL JARRÓN)

CHINITO DEL JARRóN: Los he andado buscando desde que terminó el


conculso. Soy el Chinito del Jarrón, emplesalio
de una glan compañía de música fregona, busca-
dola de nuevos talentos, dejenme deciles amis-
gos, que nos ha implesionado grandemente su
intelpletación del tema “Los cochinitos dormi-
lones”, de ese glan compositol al que tienen que
plesentalme y que palece que es un glillito velde
llamado Cri-cri. Les oflesco un jugoso contla-
to. (Saca el contrato y lo exprime de tan jugoso
que está y luego se lo muestra a los cochinitos
dormilones) Pol la exclusividad de su música y
unos cholosientos miles de pesos de anticipo, si
es que se deciden a filmal.

(Los cochinitos se abrazan, la madre llora emocionada. Los tres ponen


sus pezuñas sobre el contrato. El chinito del jarrón les entrega un gran
fajo de billetes.)

84
Cri-Cri para inconformes

COCHINITO CHIQUITO: Aquí está, Lobo Casero, esto es más de lo


que adeudamos y como ya han servido sacar
nuestras cosas de su casa, nos mudaremos
inmediatamente a otra más grande y más có-
moda, donde nuestra madre pueda vivir con
más tranquilidad.

(Le entrega el dinero. Entran dos guaruras malencarados con sendos


letreros donde se lee SECRETERÍA DE HACIENDA.)

GUAGURA 1: Al fin te encontramos Lobo Casero ¿Creíste que te nos


ibas a escapar? Te hemos estado persiguien-
do desde hace tiempo y al fin hemos dado
contigo.
Responderás ante la justicia por todos
los impuestos que no has pagado por tantos
años. La ley es la ley.
LOBO CASERO: No, no. Perdónenme. Lo que pasa es que se
me había olvidado…
GUARURA 2: Nada, nada. A la cárcel, para que aprendas a
no cometer injusticias ni delitos. Camínale.

(Salen llevándoselo)

MAMÁ COCHINITO: (Llorando emocionada y abrazando a sus


tres retoños) ¡Hijos míos!

(Cuadro tierno con música de fondo: “el más chiquito de los tres, un
cochinito…)

EL FRESA: (Zafándose del cuadro) ¡Uy, ora sí le la ja-


laron! ¿Cómo va a ser esta la historia de los
tres cochinitos?
LA EXUBERANTE: Ya me imagino a nuestro productor. ¿Qué va
a decir?
LA ESPANTADA: Ay, maestro, yo no estoy de acuerdo con lo
que está sucediendo. Tiene que recapacitar,
yo creo que hay instancias en donde tiene

85
Teatro 2009

que ser planteado su caso, hay que plantearlo en


una reunión. Yo opino que mejor hagamos unas
rondas infantiles. ¡Nos van a censurar!
EL GORDO: Además, ¿quién va a creer que este es un espectá-
culo para niños?
EL SUFICIENTE: Pues yo tampoco estoy de acuerdo pero me disci-
plino. Además a mí me da la oportunidad de bai-
lar, que es algo de lo que me gusta.
EL BAILARÍN: Y a mí también.
EL DIRECTOR: Ustedes no entienden, pero no se preocupen. Si
quieren un espectáculo infantil lo van a tener.
(Sale furioso)
EL CREÍDO: Yo creo que deberíamos quitarle las groserías.
EL DESPISTADO: Pero si los niños se saben más y más fuertes de
las que decimos.
LA EXUBERANTE: ¿Decimos? Dicen ustedes. Yo no digo chingade-
ras.
EL GORDO: A mí se me hace que nos van a clausurar…
TODOS: ¿Queeeeeeeé?
EL GORDO: El teatro.
EL GREÑAS: Y todo por seguirle la corriente al Director.
LA EXUBERANTE: Hay que convencerlo de que recapacite, esto no
tiene nada de infantil.
EL BAILARÍN: Ya me imagino con lo que nos va a salir: LOS NI-
ÑOS NO SON TONTOS PARA NO ENTENDER.
¿No querrá matar de un coraje al productor?
EL SUFICIENTE: Yo creo que debemos hablar con él para hacerle
comprender su error.
LA SUFICIENTE: Sí, hay que ir todos, así sí nos va a hacer caso.
EL CREIDO: A ver qué cara pone cuando le digamos: Señor Di-
rector… (En este momento entra el Director con
uN legajo de papeles en la mano.)
EL DIRECTOR: ¿Sí?
TODOS: ¿Nos da permiso para ir por una coca y unaS ga-
lletas?
EL DIRECTOR: Señores, aquí les traigo nuestra obra infantil.

86
HISTERIA DE LA POESÍA
MEXICANA

(Antología poética a ritmo


de farsa, o vaya Ud. a saber…)

Idea y realización:
Marko Castillo (M)
V. Manuel Torres (V)

Todos los poemas para la realización de esta pieza fueron


extraídos del “Ómnibus de la Poesía Mexicana”.
• Para la última escena se recurrió a una idea de Salvador Novo.
Puebla de los Ángeles. Mayo de 1982

V: ¡Cuauhtémoc! ¿Por qué no Netzahualcóyotl?


M: Porque para este drama no se requiere un poeta.
Se necesita un héroe. Es necesario un guerrero ca-
paz de romper las alas de Dios.
Foro vacío. Quizá algún elemento de utilería: una silla o una mesa.
Nada demasiado ostentoso para no distraer la atención del público.
Puede tomarse la idea de que los propios actores, con alguna grabado-
ra en escena, hagan poner en acción la música de la obra; como si en
realidad estuvieran ensayando un baile. Suena la música. Ambos acto-
res ejecutarán la danza con los clásicos gestos y además propios de los
números musicales de las comedias norteamericanas. De repente uno de
ellos se queda quieto y observa al otro que sigue bailando.

(Baja la música del principio)

V: No, no, no. Así no.


M: Perdóname, pero el verdadero paso para este acorde es éste. (Lo
ejecuta)
V: No. Lo que yo quiero decir es que todo no nos queda. ¿Ya viste qué
desfiguros hacemos con las piernas?
M: Buenos, el que las mías estén cortas y las tuyas flacas no impide que
ejecutemos con maestría los pasos de este baile.
V: ¿Llamas a esto: baile? Tiene más ritmo un penitente arrodillado de
la Villa, que nosotros.
M: Bueno, Fred Astaire y Gene Nelly no nacieron sabiendo.
V: Tienes razón: nacieron gringos.
M: Y yo quiero ser internacional.
V: Pero date cuenta que nuestra naturaleza nacionalista no va de acuer-
do con el montaje de una obra de esta categoría. O en todo caso, ya
que pretendes hacer un espectáculo musical, hazlo abordando un
tema mexicano, de fondo.
M: Mira, yo no me voy a poner a bailar las angustias postreras de Cuau-
htémoc a ritmo de “salsa”. Lo único que necesitamos para hacer una
buena comedia musical es lo de siempre: una historia medio tonta,
melodías pegajosas. Mucho brazo pa´rriba…
V: Ése es el problema de siempre. La afirmación de que la gente debe
asistir al teatro a divertirse para olvidarse de sus problemas.
M: Eso es muy justo, ¿no?
V: Desde luego que sí. Pero para eso se inventó la caja idiota.
M: No es cierto. La televisión no tiene la culpa de que proyecten a tra-
vés de ella programas insulsos, tontos o de violencia. Muy loable
es, por ejemplo, los cursos de secundaria o de orientación agrícola o
familiar que se transmiten por algunos canales.

91
Teatro 2009

V: Pues sí, pero te aseguro que es mínima la proporción de espectado-


res que prefieren esos programas a las series norteamericanas como
“La Mujer Maravilla” o “Kojak”. Cuando los domingos, por ejem-
plo, pudieran instruirse con las pláticas de Gutierre Tibón, amantí-
simo enamorado de este México Mágico.
M: Ay, sí. Ahora te sientes hijo predilecto de la estigmatizada raza de
bronce, ¿no?
V: Oh, tú. No entiendes
M: Porque lo que tú quieres es que te cuente a ritmo de opera Rock la
historia de La Conquista. ¿Y por qué no?, los mártires de Tlatelolco.
(Teatral). El foro tendría que estar lleno de sangre… Eso sí, ¡que
brillara mucho!
V: No seas estúpido.
M: Uy, sí. Resucita Netzahualpilli y ve a tu hija abortando lágrimas de
insuficiencia al no poder realizar su intento.
V: (Conciliador). Mira, ya que no nos ponemos de acuerdo, qué te pa-
rece si hacemos mejor otra cosa. Un collage de obras de teatro, por
ejemplo.
M: No, no, y requete no.
V: Sí, mira; sería un espectáculo dividido en dos partes: la comedia y
la tragedia.
M: (En berrinche). No, no, no, no. Yo, comedia musical o nada. (Baila
rabiosamente).
V: Empezaríamos con Las Nubes, de Aristófanes. El diálogo entre el
“Saber Justo” y el “Saber Injusto”.
M: (Interrumpiendo su baile). Y nos apedrean por inmorales, ¿no? (bai-
la).
V: Proseguiríamos con una escena de El médico a la fuerza, de Mo-
liere.
M: Y tú haces la muda. ¡Qué chiste!
V: Inmediatamente entrarían los poemas urbanos de Salvador Flores
Rivera.
M: (Sin dejar de bailar). Serán canciones.
V: Pasaríamos a la tragedia…
M: Ora sí, para que veas.
V: ¡El monólogo de Segismundo!
M: (Pose trágica). Muy adoc para mí.
V: Poesía sacra…

92
Historia de la poesía mexicana

M: Muy en mi elemento.
V: ¡Y terminaríamos con la última escena de Las Criadas de Genet!
M: Sigue, sigue. Me está interesando.
V: ¡Sería un espectáculo completo!
M: Le llamaríamos Lírica. ¿Y luego?
V: ¡Luego seguiría el estrellato!
M: ¡El hijo de LÍRICA!
V: ¡La fama!
M: ¡LÍRICA y Santo contra las mujeres vampiro!
V: Luego… (Vuelve en sí). Oye, no. Que lo que te estoy diciendo es
muy en serio. ¿A poco no te gusta la idea?
M: Pues la verdad, sí.
V: Sólo necesitaríamos un Café, vestuario, y un poema que tengo por
ahí y que habla del teatro y de esas cosas.
M: ¿Y cómo empezaríamos?
V: Con un oscuro. Y saldríamos a grito pelado

(Oscuro. Se escucha la introducción de “LIRICA”)

¡Y se hace la luz!
-Esto es Teatro-
Con ella se me vienen
bajando las estrellas
y en cielo se congela
en una fuente de luceros.
-Esto es Teatro
Porque al decirlo en cantos
se me derrama el alma de suspiros
de soledad, de angustia,
de mudez, de encanto.
Grito de tiempo abandonado y seco
que anuncia su presencia
en una noche en que decirles:
Teatro, es una invitación
a sumergirse en la divina faz
de la demencia.
Y porque estamos locos
nos callamos la mentira

93
Teatro 2009

porque el amor, la ciencia,


la fruta, la hermosura,
el cátaro de sueños,
la soledad y la ternura
parecen pocos a llenar el universo
que canta al tiempo:
que los vientos arrastran en sus siglos
moléculas de teatro…
-Esto es Teatro-

M: No, no, no, no. Definitivamente, no me convence. Si por lo menos


le pusiéramos música. (Canta). “Se levanta el telón, esto es teatro.
Empieza la función, esto es teatro”.
V: ¡Estás loco! En este caso prefiero tirar el intento a la basura y pensar
en otra cosa. (Ha querido chantajear moralmente al otro actor).
M: ¿A la basura?
V: Sí, como lo oyes, a la basura.
M: (Breve pausa). Bueno. Mejor. Así podríamos poner algunas escenas
de “Cantando bajo la lluvia” (Canta). “Cantando al llover, voy can-
tando al llover, y bailando también. Soy feliz otra vez”.
V: ¡Cómo! ¿No te duele que vaya a tirar a la basura mi trabajo?
M: No.
V: Esta bien. ¡A la basura!
M: ¡A la basura! (Van hacia el bote de basura que hay en un extremo
del escenario y arrojan el trabajo en él). Oye, que tal si montamos
“Amor sin Barreras”. Es menos complicado y no nos acarreamos
problemas oficiales.
V: ¿Y trabajar para decir nada?
M: Comprometer al teatro en aras de un adoctrinamiento; ser represen-
tante de un conglomerado social, ubicarlo en una línea política, es
tanto como prostituirlo.
V: No existe el Arte por el Arte. Siempre es fundamental, para que
exista, un motivo que parte del desarrollo existencial del hombre.
M: Una flor no necesita ser bella para serlo. Así el Arte.
V: El teatro no es cosa de instinto, sino de razón. Fue creado por el
hombre, no por la naturaleza.
M: Entonces no es cosa de este mundo. La razón da al traste con todo
lo creado en la tierra.

94
Historia de la poesía mexicana

V: Tampoco vas a declararte excéntrico o inadaptado.


M: Pero una posición sí debemos tener.
V: Me late que me estás dando la razón.
M: De ninguna manera. Pero lo que el público desea no es ver repre-
sentada su miseria en un lugar que bien podría servirle de paliativo
para seguir adelante.
V: De lo que vengo a deducir que estás de acuerdo con todo el mecanis-
mo capitalista que impone el “espectáculo-evasión”, ya sea el cine,
el teatro, la literatura, las disco, etc., para evitar que el individuo
empiece.
M: Bueno, pues entonces no hacemos nada.
V: Siempre tienes que ser extremista. ¿Acaso no existe la reconcilia-
ción, que soluciona todo?
M: En mi vocabulario, no.
V: Que tal si te propongo que hagamos otra cosa.
M: ¿Cómo cuál?
V: un espectáculo dedicado a Puebla. Ya que amamos tanto a esta ciu-
dad, lo menos que podemos hacer es rendirle un homenaje.
M: ¿Llevaría música?
V: Por supuesto…
M: Entonces sí acepto.
V: … pero de fondo.
M: ¡Eres un tramposo!
V: Principiaríamos con el hermoso soneto de Ernesto Moreno Machu-
ca. ¿Te acuerdas?

(Momentos antes, ha entrado la música con el tema de “Pues ya que


hablamos de Puebla…”

Si alguna vez en el Hado perdurable


me dijera en el goce de la nada:
¿Dónde anhelas que brote tu mirada,
la espiga de tu cuerpo miserable?
Si dijera una Voz, inestructurable,
¿Dónde quieres que surja constelada
el alma que he de darte por morada
para que siempre aspire lo inefable?
Mi corazón, incógnita criatura,

95
Teatro 2009

rosa herida de místicos mensajes


contestará con límpida ternura:
quiero nacer en un país sin niebla,
en México, ánfora de paisajes,
y en un rincón azul llamado Puebla.

M: ¡Qué bonito! ¡Pero qué bonito!


V: Claro, pero para hablar de la ciudad tendríamos que abordar todo
sin problemas.
M: ¿Cómo?
V: Si vamos a decir que la ciudad es bella, tendríamos que decir que los
poblanos la tenemos muy descuidada.
M: No, no, no, no. Ya te quieres meter otra vez en camisa de once varas.
Ya vez lo delicadas que son las autoridades.
V: Bueno, eso sí. Tal vez ni siquiera nos vuelvan a invitar al festival
de teatro.
M: ¡Qué barbaridad!
V: ¿Entonces no?
M: Pues no.
V: ¿A la basura?
M: ¡A la basura! (Arroja el legado de papeles al cesto de la basura)
V: Ah, qué caray. Si esto de hacer teatro no es nada fácil. ¿Quieres una
copa?
M: ¡Desde luego!
V: Pensándolo bien, creo que ya me estás convenciendo. Es mucho más
fácil hacer algo como Vaselina, que una cosa de más seriedad.
M: Ay, ¡que historia de Rock and roll!
V: Sí, que historia… ¡Eso es! ¡La historia!
M: ¿La historia?, ¿cuál historia?
V: Nuestra historia
M: ¿Nuestra historia?
V: ¡Cómo no se me había ocurrido antes! Podríamos hacer un espectá-
culo con nuestra historia.
M: Ja. Y nos apedrea la Junta Moral Familiar Cristiana por el escanda-
lito. Acuérdate que en Puebla somos muy espantados.
V: No, bruto, no esa historia, la otra.
M: ¡No! La otra, menos.
V: No seas atarantado. La historia de los mexicanos.

96
Historia de la poesía mexicana

M: ¿Qué?
V: Sí. Podríamos hacer un recorrido por cada uno de los acontecimien-
tos relevantes de nuestro pueblo.
M: No. Yo me veo feo vestido de época.
V: Cállate, que sin vestir de época te ves igual.
M: Bueno. Yo podría aceptar con una condición.
V: ¿Cuál?
M: Que la hiciéramos en comedia musical.
V: Vete a la…
M: Sin mencionar a la familia.
V: Aunque después de todo, ¿de qué historia íbamos a hablar? La su-
puesta realidad de nuestro pueblo sólo la podríamos averiguar en
los libros. Y dime, ¿quién de todos esos historiadores que habla de
México puede afirmar que es cierto lo que dice?
M: Ninguno, es verdad. Ni en cuenta se les puede tomar, que siempre
resulta engañador. Y la mentira comienza desde la misma familia,
porque desde el argumento de los santos reyes, hasta el castigo eter-
no no son más que un engaño vil. Con decirte que una vez nos pusi-
mos mi madre y yo a hacer cuentas de nuestras edades y resultó que
yo era tres años más grande que ella.
V: Pero, ¿qué de la historia?, es una bonita idea. ¿Cómo le harías para
desarrollarla?
M: Es que para ello tendríamos que haber nacido y vivido todas esas
experiencias. Tratar con la gente que movió esos acontecimientos.
¿Y si hiciéramos una máquina del tiempo?
V: No bromees que esto es cosa seria.
M: Entonces, que ellos vinieran a nosotros...
V: Déjame pensar, no estés jugando.
M: ¡Ya lo tengo!
V: ¿Cómo le haríamos...? (Para sí mismo.)
M: (Metido en sus razonamientos) Claro. Desde luego. Sí, cómo no se
me había ocurrido. Pero qué bruto soy. Si yo tenía la solución. Eso
sí puede ser posible
V: Marko…
M: Mi madre me lo decía, Marko no vayas al baile.
V: Marko, ¿de qué hablas?
M: Eso lo hubiéramos hecho desde el principio. Es más, no hubiéramos
venido. Ahí está Lupita, la médium…

97
Teatro 2009

V: ¡Basta ya!
M: Ay, me espantas, tú.
V: A ver. Qué te traes entre manos.
M: ¿Yo? Nada
V: Entonces, por qué estás hablando solo.
M: Es que ya tengo la solución a tus problemas.
V: ¿Cuáles problemas?
M: Pero cómo no se me había ocurrido.
V: ¿Ya vas a empezar de nuevo?
M: No. Si lo que necesitamos es entrar en contacto con la gente que en
realidad vivió los acontecimientos.
V: Acabarás que decirme qué es.
M: ¡INVOCACIONES!
V: ¿Invocaciones?
M: Invocaciones. ¿No te he platicado que mi mamá es médium?
V: Médium qué.
M: No, bruto, médium. Dé esas que ponen los ojos en blanco y empie-
zan a estremecerse como rumberas temperamentales.
V: ¿De ésas?
M: De ésas. Ora, no seas igualado.
V: ¿Y qué con eso?
M: Pues una vez, en una de esas sesiones espiritistas yo me puse a espi-
rar y me aprendí el numerito.
V: No, no, no, no. Ésas son cosas muy serias y además a mí me da
miedo.
M: No, hombre. Si es muy fácil. Además no pasa nada.
V: Pero para eso se necesita un lugar cerrado y que no haya tanta gente
como ahora.
M: Eso no es ningún problema. Todo es cosa de concentración.
V: No, ¿Para qué vamos a invocar a los espíritus del más allá?
M: Pues para hablar con la historia. Vas a ver que con todo sale bien.
Ahora siéntate aquí.
V: No que. Yo tengo miedo. No acepto. Quisiera hablar con Cuauhté-
moc.
M: Perfecto. Siéntate aquí.
V: ¡Estás seguro de que no pasará nada?
M: Nada. Todo lo que necesitamos es hacer una estrella de David.
V: ¿De qué David?

98
Historia de la poesía mexicana

M: David, David. El tipo ese que le partió la madre a Goliat.


V: Ah.
M: Ahora un poquito de sangre de buey. Hiérete un dedo.
V: Ora qué.
M: No es cierto manito. De sangre de humano, pero ya que yo me des-
mayo cuando veo mi sangre, necesito de la tuya.
V: Ni lo pienses. Qué dijiste, ya. Convencí a este bruto y ahorita le des-
cubro que no es de sangre azul.
M: Ni por aquí lo pensé. Te lo aseguro.
V: Pues no voy a sacarme sangre.
M: ¿Ah, no?
V: No.
M: ¿No?
V: No.
M: P.ues toma (Le pega, al otro le sale sangre)
V: Ay, desgraciado. Ahora sí te la buscaste (Lo agrede.)
M: Pérate, pérate. Todo sea por el bien de la patria.
V: Qué patria ni que ocho cuartos. Mira cómo me dejaste.
M: (Ofreciéndole un pañuelo) Toma, límpiate. Y siéntate de nuevo. Mu-
cho silencio, mucha concentración.
V: (Rezongando) Silencio… concentración… hijo de la…
M: ¡Espíritus del más allá! Sombras necesitadas de luz. Almas errantes
de los penitentes. ¡Vengan! Los estamos solicitando…
V: Los estamos solicitando…
M: ¡Silencio!, que me los espantas. Espíritus vagabundos de los hom-
bres ilustres. Madre Patria, Madre Naturaleza, Arca de la Alianza
Francesa, Torre de David. Ayúdanos a invocar a tus hijos muertos.
(Espera un rato, y nada.)
V: No vienen, tú.
M: No vienen. Es que no haz de estar bien concentrado.
V: A ver. (Se concentra.)
M: Flores del más allá. Musa eterna de la Historia. Haz presente a uno
de tus hijos predilectos. Padre Cuauhtémoc, te estamos esperando…
(Silencio. Esperan. De pronto se escucha el Son de la Negra. Uno
de los actores se convulsiona y grita.)
V: ¡Ajajajajay! Hijos del maíz, ya llegó su mero padre.
M: No, no, no, no. Pérate, pérate. Eso no. No oíste bien. Dije Cuauhté-
moc, no Pedro Infante. (Lo despierta.)

99
Teatro 2009

V: Ora, qué pasó.


M: No pasó nada. Concentración. Tuviste una onda encontrada. Con-
centrémonos juntos.
V: Ora.
Ambos: A la una, a las dos y a las… ¡tres!

(Oscuro. Ambos actores tomas sus posiciones correspondientes.


Cuando la luz vuelve ya éstos se encuentran con sus atavíos adecuados.)

¡Id y ved un nopal salvaje; y allí, tranquila, veréis un águila que está
enhiesta. Allí come, allí se peina las plumas. Y con eso quedará conten-
to vuestro corazón:
¡Allí está el corazón del cópil que tú fuiste a arrojar
allá donde el agua hace giros y más giros!
Pero allí donde vino a caer, ya habéis visto entre los peñascos,
del corazón del cópil ha brotado ese nopal salvaje!
Y allí estaremos y allí reinaremos:
allí esperaremos y daremos el encuentro a toda clase de gentes.
Nuestros pechos, nuestras cabeza, nuestras flechas,
nuestros escudos, allí les haremos ver.
A todos los que nos rodean allí los conquistaremos.
Y luego hizo reunir a los ancianos todos Cuauhcóhuatl y
les dio a conocer las palabras de Huitzilopochtli.
Y así les dijo:
-¡Ah, mexicanos, aquí sí será! ¡México es aquí!
Y aunque no veían quién les hablaba, se pusieron a llorar
y decían: ¡Felices nosotros, dichosos al fin:
hemos visto ya dónde ha de ser nuestra ciudad!
¡Vamos y vengamos a reposar aquí!
En la sociedad de Águilas y en la sociedad de Tigres
es invocado el que nació en su escudo:
el que hace vivir todo,
el que nació con sus cascabeles, en México.
Greda y plumas se esparcen:
llegan hasta la tierra.
Vuestra orden, vuestra riqueza,
¡Ah, príncipes Cuauhtléhuatl y Cahualtzin,
que adquiristeis la gloria del que da la vida!

100
Historia de la poesía mexicana

¡Nació en su escudo,
nació en sus cascabeles,
aquí en México!
Famosa perdura la ciudad de Tenochtitlan,
y con eso se siente gloriosa.
¡Nadie tema ya la muerte hermosa,
os la impuso el Dios, oh, príncipes!
En vuestras manos está:
¿Quién pondrá reposa a su escudo,
al mando y al dardo del Dios?
¡Ah, príncipes!
Tenedlo bien presente, pensad en ello príncipes:
¿Quién ha de dispersar la ciudad de Tenochtitlan?

Pero vinieron los conquistadores


y todo lo deshicieron.
Enseñaron el temor, marchitaron las flores,
chuparon hasta matar la flor de los otros
porque viviese la suya.
Mataron la flor de Nacxitl.
Ya no había sacerdotes que nos enseñaran.
Y así se asentó el segundo tiempo, comenzó a señorear,
y fue la causa de nuestra muerte.
Sin sacerdotes, sin sabiduría, sin valor
y sin vergüenza, todos iguales.
¡Los conquistadores sólo habían venido a castrar al Sol!
Y los hijos de sus hijos quedaron entre nosotros,
que sólo recibimos su amargura.

En los caminos yacen dardos rotos, 


los cabellos están esparcidos. 
Destechadas están las casas, 
enrojecidos tienen sus muros. 

Gusanos pululan por calles y plazas, 


y en las paredes están salpicados los sesos. 

101
Teatro 2009

Rojas están las aguas, están como teñidas, 


y cuando las bebimos, 
es como si bebiéramos agua de salitre. 

Golpeábamos, los muros de adobe en nuestra ansiedad 


y era nuestra herencia una red de agujeros. 
En los escudos estuvo nuestro resguardo, pero 
pero los escudos no detienen la desolación. 

Hemos comido panes de colorín, 


hemos masticado grama salitrosa, 
piedras de adobe, lagartijas, ratones
y tierra hecha polvo… y aún los gusanos.

Llorad, amigos míos, 


tened entendido que con estos hechos 
hemos perdido la nación mexicana. 
¡El agua se ha acedado, se acedó la comida! 
Esto es lo que ha hecho el Dador de la vida en                                                           
Tlatelolco.

(Luz general. Los actores han quedado en la misma posición que al


comienzo de la invocación. Se despabilan, como si hubieran estado dur-
miendo.)

V: Ora ¿qué pasó?


M: Ay, nanita. Qué dolor de cabeza.
V: Creo que nos quedamos dormidos. Quién sabe que cosa le echarían
a la botella que ya nos hizo cruda.
M: A ver. (Huele la botella) Nada. Todo normal. Y no hemos tomado
mucho que digamos.
V: Ya ves, por estar dizque invocando a los espíritus. Lo único que nos
vino fue un terrible dolor de cabeza.
M: Es que tú no te sabes concentrar. Si es retefácil. ¿Quieres otra
copa?
V: Pues a ver si así se me quita este malestar.
M: Ahorita hacemos otra prueba, ya verás que sí nos sale.

102
Historia de la poesía mexicana

V: No que. Yo ya no quiero hablar con nadie.


M: ¿Y vas a perder la oportunidad de hablar con el mismísimo Cuau-
htémoc?
V: Mira. ¡Para lo que me tiene que decir! A lo mejor ni existió y noso-
tros lo estamos invocando.
M: Ah, cómo de que no existió. Si mi mamá dice que anda curando en
un templo espiritista allá por la lagunilla.
V: Pues mejor hubiésemos ido allá, y no estar aquí, padeciendo tus no-
vateces.
M: Te prometo que esta vez sí va a surtir efecto. Pero concéntrate.
V: Está bien. Pero es la última vez.
M: Además, ¿quién es la materia? Yo, ¿no? Entonces, ¿de qué tienes
que temer? Tú solamente pregunta. Cuando ya me veas que el espí-
ritu ha entrado en mí, pregunta.
V: Bueno.
M: A la una, a las dos y a las… ¡tres!
M: Espíritus del más allá. Musa aguerrida de la Historia, hazte presente.
(El otro actor se empieza a estremecer.)
V: Ah... ah… ah… (Se oyen los compases de alguna melodía de la So-
nora Santanera. Se escuchan fanfarrias…) ¡POLIMNIA, presenta!
M: Po… ¿quién?
V: Polimnia, la musa.
M: ¿Cuál musa?
V: Tu madre, idiota. Tú musa inspiradora. La que bajas a fregadazos
cuando andas borracho. Ya no te aguanto, infeliz. Gordo desgracia-
do. ¿Y ahora qué quieres?
M: Es que … yo llame a Clío, la musa de la Historia, no a ti.
P: Pues Clío no está. Anda muy ocupada allá, por las islas Malvinas,
con Marte, el dios de la guerra. ¿Qué quieres?
M: Es que … yo quería. Más bien, Víctor quería… bueno,ópues tu haz
de sabe, estas metido en su cuerpo.
P: Que no es nada halagador que digamos. Se está bastante incomoda
aquí. (Mira a su alrededor) ¿Y esto qué es, un teatro?
M: Algo parecido.
P: A Melpómene, mi hermana, la musa de la tragedia, le hubiera gus-
tado estar aquí. Aunque te diré que la pobre anda muy desolada
porque ya no encuentra buenos trágicos en estos tiempos. Pero en
fin, ¿qué quieres?

103
Teatro 2009

M: Es que fíjate que nos invitaron a la cuarta muestra de teatro y no


tenemos nada que presentar. Y no queriendo pasar desapercibidos
pensamos en realizar una obra histórica.
P: ¡Qué genios!
M: Pero ya que tu elevadísima hermana no puede venir, pues pienso
que tú nos querrás brindar alguna ayuda: quisiéramos hablar con
Cuauhtémoc.
P: ¿Y para eso me mandaste llamar? (En el drama total) Tú no sabes que
tengo que guisar, planchar, lavar y bordar para mis ocho huevonas
hermanas que en esta época todos las llaman, menos a mí. Nomás
uno que otro borracho como tu, por historia. Pero te voy a mandar a
alguno de mis hijos, al primero que encuentre, claro, porque como
ando muy ocupada no tengo tiempo de buscar a ninguno en espe-
cial. Ahí me echas un grito al rato… (Estremecimiento. Música de
la Sonora Santanera que se aleja. Entra el tema del negrito poeta)
Ah… ah… ajá…
M: Ay, nanita, ¡qué espanto!
V: (Voz de negro) Cómo estas mi negro. Aquí Vasconcelos, presente.
M: Ora, no estés jugando.
V: ¿Pa´qué me mandaste llamar mi hermano?
M: Ay, mamacita, ¿quién me está hablando?
V: José Vasconcelos, presente. O el Negrito Poeta, pues.
M: Ora Víctor, no estés jugando.
V: Mi nombre de pila es José, no me digas que estoy jugando, mas pue-
des llamarme Pepe, aunque no salga rimando.
M: Prefiero llamarte Negrito.
V: Como quieras, mi hermano. ¿Pero para qué me mandaste llamar?
M: (Más en confianza) Bueno, en primera a usted no lo llamamos. Con
quien queremos hablar es con Cuauhtémoc porque deseamos inves-
tigar la verdadera historia del mexicano a través de sus más desta-
cados hijos.
M: Después haríamos aparecer a la poesía en persona para que ella
nos diera su propia opinión de la producción mexicana. (Con algún
elemento de vestuario que lo distinga como poesía) ¿De qué poesía
mexicana hablas?
V: De ésta. (Le muestra un libro.)
M: ¡Copias! ¡Copias! ¡Meras copias del europeísmo!
V: Pero esto está lleno de autores.

104
Historia de la poesía mexicana

M: Los poetas no son la poesía. Para que una poesía sea verdadera no
basta con seguir las reglas codificadas; hay que romperlas, violarlas,
desairar al lenguaje, ser espurio de las letras y perecer de nuevo,
asombrando, desconocido, puro. Entonces comienza su verdadera
esencia. Cierto es que necesito de la lengua para existir literaria-
mente, pero me río de quien intenta estudiar y clasificar mi exis-
tencia.
¿Poesía mexicana? ¿No te duele, criatura, saber que no existo en
México?
V: ¿Y mis antepasados prehispánicos? México no es Tenochtitlan. Mi
lengua natural debería ser el náhuatl, no el español.
M: Sabes agredir con tus raíces. Por tu altanería te reconozco. Cierto es.
Ahí me encuentro, ahí agonizo de pereza y desilusión. Estoy enfer-
ma de modorra y oscuridad…
V: Cuauhtémoc…
M: En efecto… He venido al conjuro del nombre de Cuauhtémoc a
reivindicar tu lengua.
V: ¿Por qué no mejor Netzahualcóyotl?
M: Porque para este drama no se requiere un poeta. Se necesita un hé-
roe. Es necesario un guerrero capaz de romper con las alas de Dios.
Ese Dios que impuso la gente extraña: el español conquistador de
tierras, no de hombres. ¿Cómo olvidaste a tus dioses, mexicano?
¿No te vasta una tarde de lluvia en esta ciudad de cemento, para
mostrarte que existen? Cuauhtémoc sabía que había hecho mal al
confiar en la falsa promesa del español de respetar su vida. Supo
que le esperaba este destino desde el momento en que se rindió en
lugar de quitarse la vida. El dios de Cortés le reprochará por esa
causa. Aún así. Cuauhtémoc vive todavía, en el placer cotidiano de
la comida, en la charla con un amigo, en el sonido de la música, en
la sonrisa de un niño. En cada hombre que inclina la espalda para
hundir la pala en la tierra. En cada madre que amamanta a su crío.
(Pausa larguísima) Y todo volverá a ser como antes…

No para ti el monótono y arrullador sonido


de la silvestre flauta, que en una edad que ha sido
de enamorados árcades el bienestar cantó.
No para ti es el plácido reposo de la siesta,
la queja de la brisa que vaga en la floresta,

105
Teatro 2009

ni de la fuente limpia de cadenciosa voz…


para cantarte, el hórrido bramido de tus mares;
que de los ahuhuetes las ramas seculares
formen la lira trágica de rudo y bronco son:
y allí donde la tétrica tiniebla no huye nunca
entre las rudas rocas de la árida espesura,
¡suene tu nombre heroico en el rugir del león!…
Tú fuiste, tú, titánico, quien diste al enemigo
que batalló en tu suelo, que combatió contigo,
con tu valor indómito renombre y gloria---;
que hallarte en la lid bárbara, terrible e impotente,
y ante tu paso erguirse, y contemplar de frente
grandeza tan heroica... ¡también grandioso fue!

Señor: escucha, límpido y azul y terso el lago


recoge entre sus ondas el rayo triste y vago
que la alta luz, pálida desprende de su sien
en tus praderas índicas hay árboles y hay nidos;
¡reposa!, mas si acaso los bélicos sonidos
Claman de trompas épicas, señor, ¡despierta y ven!
¡Sal de la tumba lóbrega, al aire la melena,
el ademán resuelto, la indiana faz serena,
como la ira lívido, sublime como un Dios;
y en desbandada, débiles, los de contrarias filas
huirán al ver el rayo brotar de tus pupilas
bajo el plumaje fúnebre de tu imperial airón!

(Ésta ha sido la parte más alta de la estructura de la obra.


Se hace un silencio solemne, como un leve maullido,
casi imperceptible. Se escucha la voz de uno de los actores.)

M: Pero la gente no comprendería lo que queremos decir.


V: ¿Tú crees?
M: Lo creo.
V: D e todos modos el intento se hace.
M: Para qué escribir. ¿Para qué gastar el tiempo? La gente viene al
teatro a divertirse.
V: ¿No te he convencido?

106
Historia de la poesía mexicana

M: No.
V: ¿No?
M: No.
V: ¿A la basura?
M: A la basura. (Arroja el trabajo al bote de la basura.)
V: ¿Y ahora?
M: Pues vamos a comprar otra botella de vino, que ésta ya se acabó. Y
ya por ahí pensamos qué cosa vamos a hacer. ¿Te parece?
V: (Lanza un suspiro) Me parece.
M: ¿Nos vamos?
V: Nos vamos. (Van saliendo en tanto se apagan las luces del teatro.)
M: Casual. Yo siempre he pensado que un espectáculo musical sería lo
apropiado para la gente…
V: Fíjate que ya me estás convenciendo. Bueno, quizás alguno de los
grupos de las escuelas se decida a presentarnos a su gente…

(Continúa el bla, bla, bla, hasta que desaparecen.


Se escucha de fondo musical algunos compases
de música prehispánica. Un haz de luz ilumina el
penacho de Cuauhtémoc.)

TELÓN
V: ¿Y para qué invades, entonces, nuestro poético territorio
M: Yo no. La musa esa entrometida que vino a meter su cuchara donde
no la llaman.
V: (Eh sufrido) Y yo que creí que ibas a preguntarme algo,. hace tanto
tiempo que nadie me pregunta nada. Siempre que alguien del más
allá llora a alguien del más acá, es para preguntarle algo. Pero a mí
nadie me pregunta nada. (Alarido.)
M: (Conciliador) Espérate, que ya me acordé que sí tenía algo que pre-
guntarte. ¡Pregunta y te contestaré!
V: (Como si se le hubiera ocurrido una gran idea) ¿Dónde naciste?
M: (Un poco desilusionado) Aunque soy de raza conga yo no he nacido
africano, soy, de nación, mesicano y nacido en Almolonga.
M: (Cada vez con más confianza) ¡Apoco de veras eras muy muy para
las improvisaciones!
V: Prueba y verás.

107
Teatro 2009

M: Te voy a dar algunos pies y tú me los haces en verso. (Piensa) “El


que nació para huaje…
V: …hasta acocote no para.
Te ha costado, amigo, cara
la sandez de tu leguaje.
M: A ver, otro. “Domine memento mel…”
V: Ah, desgraciado, me dijiste esto en latín para ponerme en aprietos.
(Sigue)
Domine memento mel
digo cuando estoy comiendo
y a mis tripas encomiendo
este licor de maguey… salud (Toma la copa de vino que hay sobre
la mesa) A caray, no era de maguey, era de uva.
M: Salud. Oye negro, ¿qué piensas de los mexicanos?
V: Estamos los mexicanos
de vienes sin participio,
todo es para los hispanos,
así es que en México estamos
iguales que en un principio.
M: Los mexicanos siempre hemos estado jodidos, ¿verdad?
V: Huuu, eso lo hemos visto desde hace 200 años, 400 para ti. Los
nuevos mexicanos sufrían la animadversión que se fue formando
por parte de los españoles, que como funcionarios llegaban de la
península. Tanto que en una de las esquinas del palacio real hicieron
fijar una cuarteta que, cuando yo vivía, era muy repetida.
M: (Tomando la personalidad del gachupín) Nada mejor te merecías. Tú
y todos los de tu raza siempre me han odiado. Por eso me consuela el
verso que escribí y que apareció en muchas esquinas del virreinato.
En la lengua portuguesa
al ojo llamaron “cri”,
 y aquél que pronunciaba así
 aquesta lengua profesa.
 En la nación holandesa
 “ollo” le llaman al culo
 y así con gran disimulo
 juntando al “cri” con el “ollo”
 lo mismo es decir cri-ollo
 que decir “ojo de culo”.

108
V: Pero acuérdate de la contestación que se de dio
Gachu” en arábigo hablar
es en castellano mula
“pin” la Guinea articula
y en su lengua dice dar:
de donde vengo a sacar
que este nombre gachupín
es un muladar sin fin,
donde el criollo siendo culo
bien puede sin disimulo
cagarse en cosa tan ruin.
M: ¡Desgraciado. Mal nacido. Hombre sin casta!
V: No me agrada lo que escupo. (Comienzan los catorrazos) Agggg.
(Cae desmayado. Se incorpora. Música fanfárrica de la Sonora San-
tanera) ¡Qué pasa, qué pasa!¡Quién se está peleando! ¡Quietos! ¡En
el más allá no se permiten broncas!
M: Disculpe doña Polimnia, pero es que el fulano que se fue comenzó
a agredirme.
V: Nadie se pelee, por favor. No pude venir antes porque tenía los fri-
joles en la lumbre, y con eso de que Hércules me persigue por to-
das partes, todas las mañanas me la paso entubada. ¿Para qué soy
buena?
M: Para nada.
V: Espero que el oscuro ése que les mandé les haya servido de algo para
el espectáculo que piensan hacer. Auníue a mi me parezca impúdico
que mis susodichos hijos les cuenten en público sus otroras tormen-
tos escribanos. Bien. ¿Qué más?
M: Pues que nosotros deseábamos hablar con Cuauhtémoc, que aunque
es morenito también, nada tiene que ver con el negro ése que nos
enviaste. Haz un esfuerzo y ve si lo encuentras por ahí, ¿no?
V: Trataré. Pero como por ahí hay mucha penumbra, no se distingue
muy bien con quién te tropiezas. Pero al primer empenachado que
vea, te lo mando.
M: Pero no me vayas a mandar a Vidal Calvario, no de Folclor.
V: Bien, bien. Haré lo posible… (Se va, ambos actores se estremecen)
M: Ah… ah… ah… (Risita) Ay, condesa, condesa, espéreme un ratito
que me está llamando una materia. ¡Qué cosas tiene uno que aguan-
tar en aras de la literatura! Juana de Asbaje, presente.
V: (Despertando) ¿Quiém?
Teatro 2009

M: Juana de Asbaje o Sor Juana Inés de la Cruz, como quiera vuestra


merced llamarme.
V: (Muerto de la risa) Ja, ja, ja, ja, ja. Ésa sí no te la sabía, Mako.
M: Mi nombre es Juana de Asbaje, no Marko. Para qué interrumpís la
santa paz de las almas en pena.
V: ¿Almas en pena?
M: Vos me mandaste llamar. Juana de Asbaje, presente.
V: Ah, chispas. Ora si nos aventamos grueso.
M: ¿Para qué me mandasteis llamar, interrumpiendo mis celestiales es-
carceos y diáfana contemplación de las estrellas a mi alcance?
V: ¿Estaba en contemplación celestial?
M: Trepada en la luna, chato, ni más ni menos. Bien, ¿cuál es la pregunta?
V: ¿Yo, atreverme a preguntarle a vos?
M: Ay, habla como siempre. Eso estuvo bien cuando vivía y después
cuando un colega mío mandó llamarme hace unos ayeres para po-
nerme a platicar con mi dizque reencarnación. (La zafadota ésa que
quiere hablar con Dios de tú, como yo lo hacía). Me encanta el len-
guaje coloquial. Creo que yo me hubiera hecho famosa haciendo en
este tiempo para hacerle la competencia a Chava Flores; inteligente
el muchacho, inteligente. Bien, ¿qué quieres que te diga?
V: ¿Ora qué le pregunto?, si yo quería hablar con Cuauhtémoc. Ya sé,
¿cómo escribía?
M: Con una pluma y tinta. ¡Pero que pregunta más ociosa!
V: Quiero decir, en qué se inspiraba.
M: Uy, en miles de cosas. Depende de qué época de mi vida y de mis
escritos, íntimamente ligados los unos con los otros. ¿Cuál quieres
que te refiera?
V: La que usted guste.
M: Mi época favorita… ¡Ah, cómo se llena la cabeza de versos! Los
mejores los tenía en la memoria, pero uno de ellos que puede trasla-
dar al papel es el siguiente:
Lámina sirva el Cielo al retrato,
Lísida, de tu angélica forma:
cálamos forme el Sol de sus luces;
sílabas las Estrellas compongan.

Cárceles tu madeja fábrica:


Dédalo que sutilmente forma

110
Historia de la poesía mexicana

vínculos de dorados Ofires,


Tíbares de prisiones gustosas.

Hécate, no triforme, mas llena,


pródiga de candores asoma;
trémula no en tu frente se oculta,
fúlgida su esplendor desemboza.

Círculo dividido en dos arcos.


Pérsica forman lid belicosa;
áspides que por flechas disparan,
víboras de halagüeña ponzoña.

Lámparas, tus dos ojos, Febeas,


súbitos resplandores arrojan:
pólvora que, a las almas que llega,
Tórridas, abrasadas transforma.

Límite de una y otra luz pura,


último, tu nariz judiciosa,
árbitro es entre dos confinantes,
máquina que divide una y otra.

Cátedras del Abril, tus mejillas


clásicas dan a Mayo, estudiosas:
métodos a jazmines nevados
fórmula rubicunda a las rosas.

Lágrimas del Aurora congela,


búcaro de fragancias, tu boca:
rúbrica con carmines escrita,
cláusula de coral y de aljófar.

Cóncavo es, breve pira, en la barba,


pórfido en que las almas reposan:
túmulo les eriges de luces,
bóveda de luceros las honra.
Tránsito a los jardines de Venus,

111
Teatro 2009

órgano es de marfil, en canora


música, tu garganta, que en dulces
éxtasis aun al viento aprisiona.

Pámpanos de cristal y de nieve,


cándidos tus dos brazos, provocan
Tántalos, los deseos ayunos:
míseros, sienten frutas y ondas.

Dátiles de alabastro tus dedos,


fértiles de tus dos palmas brotan,
frígidos si los ojos los miran,
cálidos si las almas los tocan.

Bósforo de estrechez tu cintura,


cíngulo ciñe breve por Zona;
rígida, si de seda, clausura,
músculos nos oculta ambiciosa.

Cúmulo de primores tu talle,


dóricas esculturas asombra:
jónicos lineamientos desprecia,
émula su labor de sí propia.

Móviles pequeñeces tus plantas,


sólidos pavimentos ignoran;
mágicos que, a los vientos que pisan,
tósigos de beldad inficionan.

Plátano tu gentil estatura,


flámula es, que a los aires tremola:
ágiles movimientos, que esparcen
bálsamo de fragantes aromas.

Índices de tu rara hermosura,


rústicas estas líneas son cortas;
cítara solamente de Apolo,
méritos cante tuyos, sonora.

112
Historia de la poesía mexicana

V: Eso es bellísimo
M: No de lo mejor de mi producción, pero sí de mis favoritos.
V: Oiga, Juana. Digo...
M: Está bien, llámame así. Con todo el respeto que me ha rodeado,
terminaron por hacerme una campana de cristal. Parece que no me
consideran como humana. Al llamarme así, como lo has hecho,
vuelvo a sentirme en el mundo de los vivos. ¿Decías?
V: Ah, ¿por qué dedicó tantos poemas a la condesa ésa?
M: A la bellísima María Luisa Gonzaba y Campos, condesa de Paredes.
Marquesa de la Laguna, querrás decir. Pues porque el amor que un
ser puede sentir por otro, se traslada grande y magníficamente de
una mira a otra, dispuesta a encontrarnos. Bueno, en esta época en
la que vives se comprende mejor, ¿no?
V: (Turbado) Ah sí, por supuesto
M: ¿Y tú, tienes algo de mi producción que te guste en especial?
V: Sí, claro.
M: Dímelo. Quiero escuchar una voz joven que me recuerde a mí mis-
ma voz cuando vivía.
V: Sale, ahí le va.

Detente, sombra de mi bien esquivo,


imagen del hechizo que más quiero,
bella ilusión por quien alegre muero,
dulce ficción por quien penosa vivo.

Si al imán de tus gracias, atractivo,


sirve mi pecho de obediente acero,
¿para qué me enamoras lisonjero
si has de burlarme luego fugitivo?

Mas blasonar no puedes, satisfecho,


de que triunfa de mí tu tiranía:
que aunque dejas burlado el lazo estrecho

que tu forma fantástica ceñía,


poco importa burlar brazos y pecho
si te labra prisión mi fantasía.

113
Teatro 2009

M: Cálate bien los quevedos


cuando mis versos traslades;
no pongas por jodes jades
ni saques por podos pedos.
¿Te parece bien, a fe?
¿No te parece un insulto
que donde yo puse el culto
tú me suprimas la t?
Y en aquella linda glosa
“qué importa cegar o ver”
hiciste cosas de oler
lao que era visible cosa.
Y mis partos repartidos
son espectáculo triste,
puesto que los dividiste
como si fueran ejidos.
Ya termino, por mi mal.
Veremos a ver si puedes;
la Condesa de Paredes
quiere echar un nixtamal.

(El actor se vuelva a estremecer.)

M: ¿Y ahora qué pasó?, Juanita va hecha una furia. Por poco me rasga la
túnica con la medallota ésa que trae colgada siempre en el cuello. ¿Qué
no era Cuauhtémoc al que les mandé? Como vi la sombra con plumas.
V: Pues fíjate bien Polimnia, porque a la otra eres capaz se enviarnos a
Iris Chacón con todo y Churo Farías.
M: Ahorita lo localizo, nada más que rapidito porque el epazote está en
todo su hervor.
V: Como tú quieras Augusta Polimnia.
M: Polimnia a secas. Augusta nunca me ha gustado. Como nombre sue-
na bastante feo. Nos vemos al ratito, arrivederchi… (Desvaneci-
miento de ambos. Otro estremecimiento. Llega el espíritu.)
V: (Grito) Pues yo no soy poeta, ni en el aire las compongo.
M: Ora, ora, ora. No te mandes, ¿quién eres tu?
V: Juan Ignorado, para servirle a usté, a Dios, a la patria y a toda esta
bola de hijos de… México. ¡Presente!

114
Historia de la poesía mexicana

M: Ya se volvió a equivocar la tal Polimnia. ¿Pues qué no sabe us-


ted que nosotros estamos ocupadísimos investigando la historia de
México a través de sus más destacados hijos? Además hay gente
aquí que no tiene por qué estar aguantando sus peladeces. Váyase y
deje entrar a nuestro pobre Cuauhtémoc.
V: Dicen que me han de quitar
las veredas donde ando
las veredas quitarán,
pero la querencia ¿cuándo?
M: Ya le dije que no vamos a estar oyendo sus impertinencias. So-
bre todo cuando estamos tan ocupados en el presente y susodicho
numerito.
V: ¿Quien me dirá que me mueva,
que no me voy a morir
no les quisiera decir
que cuando la enredadera
echa flores donde quiera
no pueda echarlas aquí.
soy Poesía Popular
que canta, grita y arulla,
la palabra que no es suya,
la palabra que no es suya
nos la convierte en cantar;
vamos a hablar popular
sonriendo y haciendo bulla.
M: Ya entiendo. Tú eres el pueblo, el cantar. La poesía, el sufrimiento.
Todo México habla por tu boca y tú por todo México. ¿No es así?
V: Quién tuviera el venturón
como lo tuvo el cabrito
que se murió de chiquito
por no llegar a… grande
M: Tú eres el cantar también, de nuestro pueblo bravío. ¿O me equivoco?
V: Soy como el manjar de breva
que agüita se hace la boca,
la mujer que a mí me prueba
se muere o se vuelve loca
o se va para su casa
muy calladita la boca

115
Teatro 2009

¡Ah que muchachito este. Pues de veras que me reconociste! Estoy


seguro que es porque tú también sabes cosas como las que yo me sé.
M: Pues para qué le voy a decir que no, sí, sí.
V: Ah, qué mi México lindo. Pueblito calaverón lleno de pasiones dobles.
M: Soy como el gavilancillo
que anda por aquí volando,
la polla que no me como
la dejo cacaraqueando.
¡Sí señor! Pueblo que sabe como son sus amores.
V: Mi amor es como el conejo
sentido, como el venado
no come sacate viejo
ni tampoco muy trillado,
come zacatito verde
de la punta serenado.
M: Y sus desvelos:
Antenoche fui a tu casa,
tres golpes le di al candado
tú me sirves para amores
tienes el sueño pesado.
V: Pero aún así es muy derecho:
Agua, le pido a mi Dios
pa’ regar un plan que tengo
me quiero casar contigo
pero con qué te mantengo
sólo que comas zacate
como las mulas que tengo.
M: ¡Y muy celebrador!
Agua de las verdes matas
tú me tumbas, tú me matas
tú me haces andar a gatas
V: ¿Y los amores, algo tan importante para nuestro pueblo?
Diré como te llames
para quererte,
porque no puedo amarte
sin conocerte.
M: El que enumera casadas
siempre anda descolorido

116
Historia de la poesía mexicana

será por las deslavadas


o por el miedo al marido
V: Y como la voz del pueblo, también he sufrido mucho.
Dicen que la pena mata
pero yo digo que no
que si la pena matara
ya me hubiera muerto.
M: ¿Y qué decir cuando no tienes a quién cantarle?
Ay, soledad, soledad,
llora sin saber por qué
que no es delito llorar
por amor a una mujer.
M: Y cuando las quiere uno mucho:
Se me hace y se me afigura
que tu amor es palo blanco
ni crece ni reverdece,
nomás ocupando el campo
V: Y siempre ha sido así la voz popular, nos hechiza con sus cantos o
nos hace sonreír con su lengua mordaz y bífida que se clava con
saña en todo, sin reparar en nada.

(Ambos actores tomas sus posiciones adecuadas y de rodillas dicen.)

¡Letanía de los pobres contra los ricos…!


M: Y si así quedara presente la mujer -la mujer musa-. Hechizada ----
------ azul y poesía que renace en cada parto. ¿Qué es para nuestro
pueblo, la mujer, Juan?
V: Mujer, mujer divina, tienes el veneno que fascina en tu mirar.
Mujer, alabastrina, eres vibración de sonatina pasional.
Tienes el perfume de un naranjo en flor,
el altivo porte de una majestad,
sabes de los filtros que hay en el amor,
tienes el hechizo de la liviandad,
la divina magia de un atardecer,
y la maravilla de la inspiración,
tienes en el ritmo de tu ser,
todo el palpitar de una canción,
eres la ilusión de mi existir…¡Mujer!

117
Teatro 2009

M: Y ahora dinos la esencia pura del mexicano, Juan.


V: …Yo siempre fui lo que soy
jamás te dije mentiras
y puse a tus pies mi vida
sin ninguna condición
si tu lo quieres, mi amor,
me voy de ti para siempre
dejando un beso en tu frente
como postrer bendición.
No habrá reproches de parte mía
sólo me importa que seas feliz
ya ves que todo perdí en la vida,
mi pobre vida,
mi pobre vida que es para tí.

(Se hace un silencio solemne. El actor se desvanece, su compañero com-


prende que el espíritu se empieza a alejar.)

V: (Después de un estremecimiento) ¡Ay, lépero! ¡Leperísimo! ¡Tenía


que ser el representante de la Poesía Popular Mexicana! Le agarró
un pellizco el desgraciado que me va a dejar morada quién sabe por
cuánto tiempo. ¿Y ahora qué va a decir Ulises? Ay, digo, Marte.
Bueno, dejemos eso. Como parece que ninguno de los que les he
mandado les ha servido, les traigo a Manuelito, muy místico él, muy
místico. ¡Chin! Tengo que lavar los huitlacoches hasta que queden
blanquitos, así que con su permiso, los dejo en buena compañía.
M: (Estremecimiento)… Y en medio de nosotros. ¡Manuel Acuña, pre-
sente!
V: Oye, ¿qué estabas diciendo?
M: Escribiendo el pilar de mi producción poética.
V: Uy, pero si eso es requete conocido.
M: ¡Qué cosa! ¿Quién es?, ¡oh!; hados imperturbables, ¿a quién permi-
tís me haga ese tipo de afrenta? ¿Quién me espía?
V: Y ahora, ¿qué pasa?
M: ¡¿Quién firma ese plagio?!
V: Pues tú.
M: ¡Lo demandaré! (Pausa) ¿Yo? ¡Pero si apenas lo estoy escribiendo!

118
Historia de la poesía mexicana

V: Eso lo compusiste hace un chorro de tiempo y todos, hasta la fecha,


se burlan de tu Edipismo superlativo.
M: ¿Pues qué ha pasado en el mundo? ¿Y por qué ese… Edipismo que
dices?
V: Porque en el último verso de la estrofa que vas diciendo, acabas di-
ciendo “en medio de nosotros mi madre, como un Dios”.
M: ¡Eso es lo que había pensado exactamente! (Escribe). Mi madre…
co- mo un- Dios. ¿Y por eso me critican? ¡Cuándo se había escucha-
do tal amor filial! Imagínate: en medio de la mujer amada y tú, tu
bendita madre. Ay, no. ¿Verdad? ¿Pero qué podría yo hacer?
V: Hacer, lo que se dice: hacer, yo creo que mucho. Pero que tal si te
equivocas.
M: Ahí está el peligro. ¿Pero qué les duele al mencionar una madre?
“pobre mujer que abandonada y sola…” ay, no. Eso es de otra cosa
que escribí no precisamente a la madre. Déjame ver… déjame ver…
“esa mujer que sufre y llora y que del cielo implora…”.
V: Oye, eso no es tuyo
M: No, ¿verdad? je, je. Pero la culpa la tiene el Guillermo ése. Todo el
día la anda repitiendo y mira: esta manchita en el saco es la de las
moqueadas que da en mi hombro, recordando a su madre.
V: Oye, ¿por qué estás tan ojeroso?
M: Costumbre de la época. Ahí me tenías a veces, desvelándome toda la
noche para irle a presumir al otro día a la Rosario que era por ella.
V: Pero la amabas...
M: Cuál amor ni que nada. Mas bien, aquí entre nos, le traía ganas. Pero
nunca se dejó.
V: Y el final de tu poema a ella precisamente…
M: ¿Cómo dices que va? (Se apresta a copiarlo mientras lo dice el actor.)

¡Figúrate qué hermosas las horas de esa vida!


¡Qué dulce y bello el viaje por una tierra así!
Y yo soñaba en eso, mi santa prometida;
y al delirar en eso con alma estremecida,
pensaba yo en ser bueno por ti, no más por ti.

Bien sabe Dios que ése era mi más hermoso sueño,


mi afán y mi esperanza, mi dicha y mi placer;
¡bien sabe Dios que en nada cifraba yo mi empeño,

119
Teatro 2009

sino en amarte mucho en el hogar risueño


que me envolvió en sus besos cuando me vio nacer!

Ésa era mi esperanza… mas ya que a sus fulgores


se opone el hondo abismo que existe entre los dos,
¡adiós por la vez última, amor de mis amores;
la luz de mis tinieblas, la esencia de mis flores;
mi lira de poeta, mi juventud, adiós!

M: ¡Lo tengo! ¡Lo tengo! ¡Al fin lo he terminado! Se lo voy a dar a


Rosarito.
V: Pues no que ya no
M: Pero a la Sansores. Vive en la nube de al lado, antes de que me la
gane Manuel José Othón. Así que ahí nos vemos.
V: Pero Manuel, yo quería… ¡la historia!
M: Existen libros para eso. Así que adiós. No sea que se arrepienta…
(Se va. El actor, después de un estremecimiento, vuelve en sí.)
V: Bueno, ¡basta ya! Jamás vamos a averiguar así lo que queremos. Se
nos siguen cruzando las ondas.
M: ¿Y qué quieres que hagamos?
V: Dejar todo por la paz. Total, no presentamos nada este año en la
muestra de Teatro y ya. Nos quitamos de problemas.
M: Pero si el de la idea de hacer un espectáculo histórico fuiste tú. Yo
quería hacer un espectáculo musical.
V: Pero el de la idea de invocar a los espíritus fuiste tú.
M: (Enojado) Malagradecido. Todavía de que me preocupo por propor-
cionarte el material necesario para tu obra…
V: Nuestra obra.
M: Bueno, eso. Todavía de que te proporciono el material, te quejas.
V: Pues sí, pero el material equivocado. Quería historia no poesía.
M: Pues mejor haces algo poético y no histórico.
V: Sí, ¿verdad?, ¡pero cómo no se me había ocurrido! ¡Es cierto! ¡Es
una idea estupenda!
M: Yo siempre tengo buenas ideas. Nada mñas que tú nunca las tomas
en cuenta.
V: ¿Y lo de la comedia digital?
M: Tsmpoco. Siempre se ha tomado en cuenta tu opinión.
V: Bueno, es que eso no es una buena idea.

120
Historia de la poesía mexicana

M: Lo que pasa en que dudas de mi capacidad creativa.


V: Yo nunca he dicho nada al respecto. ¿No hemos escrito esta obra?
¿No fue un trabajo conjunto el espectáculo de Puebla? ¿Quiénes
trabajaron en Lírica en el Café Teatro?
M: Pero siempre mis ideas las has dejado para segundo término.
V: No es hora de sacar nuestros trapitos al sol. Además, eso no es cierto.
Todo lo hemos hecho de común acuerdo.
M: ¿Sí? Pues entonces quiero que hagamos la comedia musical…
V: (En plena indignación) Mira… ya comenzamos con esto. Estamos
hablando de México. Tenemos los recursos necesarios para montar
una obra mexicana ¡Y tú quieres hacer una comedia musical! ¿No
puedes esperar un poco? En cuanto terminemos con este trabajo
seguiremos con eso que tú tanto quieres hacer. ¿Además con qué
elementos humanos trabajaríamos si solamente somos dos? Manuel
Reygadas no va a querer prestarnos a sus actores. ¿Y los bailari-
nes? ¿Quién tocaría la música? Ni tu sueldo ni el mío alcanzarían
para toda la escenografía y el vestuario de la obra. ¿En qué lugar
la representarías? El Principal siempre está ocupado ¿No tendría
una muestra de teatro que hacerse en un recinto adecuado? Aquí no
tenemos ni si quiera luz. Pero hay que conservar las ganas, esta in-
quietud de volar y volver las letras de los dramaturgos, teatro vivo.
Por eso estamos aquí, y estaremos donde haya un sitio libre para lle-
var a cabo una representación. No existe el teatro por el teatro. Pero
hay que encontrar una justificación exacta caminando su camino.
La gente se ha quedado aquí, esperando un final al que no quieres
darle luz. No seas niño, por Dios. Si está empezada una cosa habrá
que concluirla.
M: Pero, ¿cómo?
V: Representando lo que hemos vivido aquí.
M: ¿Lo de las posesiones y esas cosas?
V: ¿Por qué no?
M: Si tú lo dices…
V: Yo lo digo (Pausa) ¿De acuerdo?
M: (Pausa larguísima) ¡De acuerdo!
V: (Grito entusiasta) Pues ya tendríamos el espectáculo armado. Con la
misma secuencia con la que nos ha ocurrido
M: ¿Cómo?
V: Fíjate: Con el negrito poeta abarcaríamos su época y La Colonia.

121
Teatro 2009

Tendríamos, con Sor Juana, representados a los novohispanos. Con


Juan, con Juan Pablo, a la poesía popular. Con Manuel Acuña, el
romanticismo. ¿Qué más?
M: Nos faltaría abarcar la independencia, la época de Juárez, Santa Anna,
la Intervención Francesa, la Revolución. ¡La época moderna!
V: Ya no tenemos tiempo, hagamos de cuenta que ya estamos en el es-
cenario. Y concluyamos el espectáculo.
M: Yo tengo dos poemas. (Se los entrega) ¿Te parecen?
V: Me parecen.
M: ¿Qué es lo que faltaría?
V: ¡Un sillón!
M: ¿Y ahora?
V: ¡Oscuro!

(Se hace el oscuro. Un solo haz de luz ilumina el área


del escenario donde uno de los actores se adelanta.)

M: (Al público) La poesía mexicana se ha caracterizado porque, ade-


más de cantar su alegría o llorar sus tristezas se rebela, agrede, grita,
es un reflejo vivo de una condición latente. Existe no sólo para em-
bellecer, también para denunciar. Si bien este tipo de poesía se edita
en libros que cualquier persona puede adquirir, parece ser leída en
secreto o dicha en voz baja por el miedo de ser reprendida.

122
Historia de la poesía mexicana

123
LA ARAÑA
Manuel Torres Jiménez.
Julio/Octubre 1976.

A mi amor imposible… por serlo.


A mis amigos Ismael Yáñez, Ricardo P.
Quit y Víctor Terrón por su amistad.
A mi madre, Concepción Jiménez, por
TODO.
“¡Qué hermoso te parece tu camino en busca del amor!
A la verdad, hasta con maldades aprendiste tus caminos.
En tus mismas aldas se encontraban manchas de sangre de las
almas de pobres inocentes.”
(Jr. 2. 33-34)
Personajes

• CASANDRA, madre y dueña. Dueña de la


casa. Cerca de 45 años. Aún bella.
• LUCRECIA, hija de Casandra y amante de
Bernardo, su hermano.18 años.
• BERNARDO, hijo mayor de Casandra y
amante de Lucrecia.
• CASTOR, hijo de Casandra. 20 años.
• ADELA, madre de Casandra y ahora criada
de la casa.
• UNA BRUJA. Cerca de 60 años. “PEONES”

La creación transcurre en la casa de Casandra, lejos


de la ciudad, donde siempre hay alguien dispuesto a
emigrar a ésta y extender sus alas.
SECUENCIA DE CUADROS

ACTO PRIMERO
Escena I: Escenario vacío. Luz cenital a izquierda y derecha.
Escena II: Salen de hilar de la casa de Casandra. Atardecer.
Escena III: Comedor. Unas horas después.
Escena IV: Mismo escenario, esa misma noche.
Escena V: Las habitaciones de Casandra. Esa misma noche.
Escena VI: Jardín de la mansión. Mañana del segundo día.
Escena VII: Salen de hilar. Horas después.
Escena VIII: Sótanos de la mansión. Noche del segundo día.
Escena IX: Jardín de la mansión. Unos segundos después de terminado
el cuadro anterior.
ACTO SEGUNDO
Escena I: Un rincón de la mansión. Noche del segundo día.
Escena II: El gran salón de la mansión. La misma noche.
Escena III: Habitaciones de Casandra. Misma noche.
Escena IV: Salen de la mansión. Horas después.
Escena V: Saloncito de hilar. Anochecer del tercer día.

129
Teatro 2009

ACTO PRIMERO

Escena I. Escenario oscuro. A ambos lados se enciende luz cenital que


nos descubre a Casandra y Lucrecia sentadas en pequeños silloncitos de
costura. Hilan. Cada uno en su lado.

LUCRECIA: (Poniéndose un dedo sobre los labios.): ¡Sast!

CASANDRA: Silencio.
LUCRECIA: (De cara al público): Oigo el galopar de centenares de
corceles que se acercan, con sus jinetes blandiendo es-
padas con las que han de cortar el aire para asfixiarlo
entre sus manos y ofrecerlo como presente a la amada
que espera con la vista fija en un punto del horizonte,
con la mortecina luz del sol cegándole los ojos en una
tarde mojada de flotantes hojas otoñales ahogadas entre
el agua salada del mar… ¡El arroyo que mintió creyén-
dose inmenso para ser amado por la verde tersura y el
polvo de las mejillas! ¡Mire cómo se recrea el pez en la
oscuridad! ¡Cómo se agiganta la humedad al resbalar por
las escamas del ser que contiene, cómo la madre se hace
grande por el hijo que ha de parir! Cuando yo nazca me
iré lejos… ¡para gritar!

CASANDRA (De cara al público): En la oscuridad se escucha el silen-


cio, se agitan los horizontes habitados de escarcha sollozante, brotan los
latidos del fondo de la tierra para anunciar un nuevo sol… el que nace
por la mañana para morir por la noche… el que sufre la angustia de
abandonar lo que día con día encuentre renovado para volverlo a aban-
donar. Y se yergue severo, altivo, como un mozo que detiene el caballo
para cerrarle el paso a la mujer que lo desdeña y mirarle desde una altura
superior a su cuerpo.

¿Escucha? Es un latido de agonía, un sollozo que presa-


gia muerte. ¡Un recinto frío, iluminado por cuatro cirios;
también canta! Con la voz de un violín que se escapa a las
nubes para sonar la cuerda mal ajustada, la que desvirtúa la
pulcritud de un sonido acoplado al universo, la de la cuerda

130
La araña

tangible, vulnerable, a la que una mañana una mano extraña


violará extrayendo de su rigidez una sinfonía de sonidos
cacofónicos… ¿Lo oyes? Es él. ¡El pecado!

OSCURO.

Escena II. Pequeño saloncito que Casandra utiliza para hilar. Altos ven-
tanales con vidrios de colores. Es de noche. Lucrecia y su madre hilan.

LUCRECIA: Madre… ¿puedo abrir la ventana? La noche es cálida y


mi carne tiembla de espanto. ¿Vendrás?
CASANDRA: (Hilando): ¿No escuchaste el rumor de los peones? “En
noche de luna ausente el macho fecunda a la hembra”.
LUCRECIA: ¡Hemos pasado tantas noches sin luna, solas!
CASANDRA: Ésta no es una de aquellas noches. Ésta es una nueva.
¿No hueles el viento? Se impregna con el perfume de
los alhelíes y las azucenas. Se mete en nuestros cuerpos
como el frío en la lentura; es señal de que vendrá.
Cruzará esa puerta y abrirá los brazos para recibir a
una paloma que tiene alas de angustia. (Maternal)
Siéntate… tenemos que hilar.
LUCRECIA: Si ve las ventanas cerradas disminuirá el paso, descoM-
pondrá el rostro y pensará que ha muerto mi espera.
CASANDRA: Verá la luz a través de los cristales.
LUCRECIA: Cada uno de ellos me parecerá un muro de piedra. Me
asfixiarán. Me volverán ciega. Harán de mi lecho una
jaula y de mí un cóndor.
CASANDRA: La luz se filtrará por los cristales. ¡Silencio!
LUCRECIA: ¿Escuchas algo?
CASANDRA: Nada. (Pausa.) Nada.
LUCRECIA: Ahora vendrá pintando sus labios con una sonrisa.
CASANDRA: ¡Calla! Tu voz le hará huir.
LUCRECIA: (Con urgencia.): La abriré tan sólo un poco. Muy poco.
Tanto, que el filo de una navaja no podrá pasar por la
abertura. (Feliz.) Sólo quiero que sepa que lo espero.
¡Que siempre lo he hecho!
CASANDRA: (Condescendiente): Sea. Pero, calla.

131
Teatro 2009

(Lucrecia abre la ventana. Se recarga en ella mirando hacia afuera.


Lanza un suspiro. Cierra los ojos para pensar en algo. Los abre. Sonríe
un poco y, dando de vueltas, bailando como una quinceañera enamora-
da, se llaga hasta donde su madre).

LUCRECIA: Borda, madre, borda los calzoncitos de mi chiquillo son-


riente y de cabellos rubios. ¡Niño! ¡Deje a su abuela que
su abuela no lo quiere, lo adora!
CASANDRA: A veces me siento vieja cuando te miro sonreír así. Cuan-
do me pierdo en la soledad de esta silla y dejo que mis
manos tuerzan la que ha de convertirse en hilo.
Se acabaron los días de congojas para ti. Ahora podrás
revolotear como una calandria en primavera, luciendo tu
traje de novia como un medallón de premio.
LUCRECIA: ¿Contaste los días que pasaron?
CASANDRA (Deteniendo el hilado): Cuando él se fue era inverno.
Dos… tres años.
LUCRECIA: Veinte siglos, miles de velas consumidas, presenciando
cómo mis pies huían de mi alcoba para encontrarse con
él en un lugar desconocido y solitario donde sólo la cla-
ridad de la luna comulgaba con nuestras espaldas. nidos
por un abrazo que derretía la blancura de mis pechos y
la longitud de sus muslos.
CASANDRA: Baja la voz. Esas cosas se saben y se callan. Una mujer
no habla así.
CASANDRA: ¡Habla! ¡Habla! ¡Déjala que hable! ¡Que grite! ¡Que se
consuma en la sonoridad de un eco que rompió los muros
de su niñez! ¡Que flanqueará, con paso seguro, el zaguán
de su virginidad. No siempre el pecado es susurro.
CASANDRA: No habremos de volverlo grito.
LUCRECIA: Madre.
CASANDRA: ¿Si?
LUCRECIA: ¿Qué es el amor? ¿Por qué lo siento y no lo sé?
CASANDRA: Una demencia. Una mirada de melancolía. Un grito ante
lo que tienes cerca y se aleja de ti. (Solemne.) Y silencio…
mucho silencio ante una primera vez.
LUCRECIA: ¿Qué dirá la gente?
CASANDRA: ¿Qué gente? ¡No confunda tu lengua los términos! A eso que

132
La araña

cruza frente a tu balcón con un hacha o una pala hiriendo al


suelo con el filo de su cansancio no puedes llamarle gente.
¡Son avispas, insectos! Gérmenes de víboras con brazos que
alargarán en ademanes de insultos y blasfemias para destro-
zar la carne de quien les tiende la mano y devorarlos.
LUCRECIA (Explicando): Las mujeres lloran al amo cuando éste se
va. Los hombres agitan los sombreros y adelantan los
pasos gritando: “Adiós y vuelvan pronto”.
CASANDRA: Y después se refugian en sus cuevas de paja y troncos
para desenterrar el odio que han escondido debajo del co-
mal, y quemarle la cara al ama.
LUCRECIA: Madre… ¿por qué los odias? ¿Por qué ellos te odian a ti?
CASANDRA: Porque ambos nos hemos arrebatado el amor del amo.
Cuando el amo les quiere, desprecia a su mujer. Cuando se
acuesta con el ama, los hombres mueren de deseo. Sueñan
en mi señor…
LUCRECIA: Tu marido…
CASANDRA: ¡Su Cristo! (Firme, inmutable) La tarde en que lo sepulta-
mos clavaron en la cabecera de su tumba cientos de cruces
con su nombre como epitafio, con la firma de su desprecio
como estandarte de su libertad. Cuando descendió el fére-
tro nos sepultaron a nosotros también. Quedamos con los
ojos cerrados bajo un montículo de arena como un viejo
vestido frío que se adhiere nuestra piel, como nuestra pro-
pia piel sobre los huesos.
LUCRECIA: Mi madre amaba mucho a su esposo.
CASANDRA: ¡Y lo sigo amando! Tanto como desprecio la carne oscura
de nuestros peones… ¡el polvo de nuestros basureros, la
mugre de nuestras uñas, la sangre de nuestros partos!
(Transición) ¡Ellos se lo llevaron! ¡Infectaron el aire con
sus sudores y lo mataron!
LUCRECIA: Adela dice que mi padre murió de enfermedad.
CASANDRA: Ellos encerraron su microbio en sus salivas y luego la
untaron en los labios de Ernesto… ¡Ernesto! ¡Y después
dejaron su semen aquí… en la sala del templo de los dio-
ses! ¡Estiércol sobre la seda de una alfombra!
LUCRECIA: Cástor te ama, madre.
CASANDRA: Cástor es un pantano que quiere ser armiño.

133
Teatro 2009

LUCRECIA: ¡Ssst! ¿Escuchas? El rumor de un caballo que trota. (Lu-


crecia va hasta la ventana y mira) ¡Sí! ¡Es un jinete que
se acerca! Se dirige hacia la finca. Su capa vuela con el
viento y traza ademanes de bienvenida. ¡Es él! ¡Es él!
CASANDRA: (Levantándose): ¿Quién?
LUCRECIA: Bernardo…

(Casandra va hasta la ventana y mira al exterior. Lucrecia, feliz.)

OSCURO.

Escena II. El comedor. Grandes arañas penden del techo. Al centro,


una larga mesa con candelabros, platos de plata, etc. La llama de las
velas se agita con el aliento de quien está cerca. Un enorme retrato,
pintado, de Ernesto, preside la escena. Bajo el retrato, a la cabeza de la
mesa, Casandra, con un severo vestido negro. A la derecha, con vestido
blanco, Lucrecia. A la izquierda Bernardo, elegantemente vestido. Botas
altas, puños y cuello de encaje. Adela sirve.

CASANDRA: Lucrecia había olvidado el color de tus ojos.


LUCRECIA: Y el de su pelo, y la medida de su estatura y la fuerza de
sus manos.
BERNARDO: (Vehemente): Deja que me acaricie en las tuyas.
CASANDRA: (Levanta su copa y sonríe, amable): Bebamos. Por el que
ausente piensa en el retorno como la niebla en el invierno.
LUCRECIA: Bebamos pues, ¡por el sol de la primavera!
BERNARDO: Por la niebla y por el sol.

(Bernardo y Lucrecia beben sin dejar de mirarse. Casandra baja la


copa, molesta.)

CASANDRA: Tendrás muchas cosas que contar. ¡La ciudad es tan mis-
teriosa y guarda tantos secretos!
LUCRECIA: Mi madre escribe por la noche sus secretos.
BERNARDO: No mucho. Los secretos son uno mismo sólo que dis-
frazado. Un demonio puede aparecer a la vuelta de cada
esquina lo mismo como un cuchillo de doble filo que
como una hilera de dientes blancos y una cabellera rubia.

134
La araña

La ciudad no tiene secretos. Los fabrica para subsistir.


“Ningún ente que palpita sobre la tierra puede vivir sin
ellos”.
LUCRECIA (Infantil): Nosotros tenemos uno. (Mete el dedo en la copa
y lo juega dentro. Mira a Bernardo. Insinuante.)
BERNARDO: Lo tenemos.

(Bebe. Hay un gran silencio entre los tres personajes. Lucrecia y Ber-
nardo descansan repentinamente sus copas sobre la mesa, alargan sus
brazos tratando de tocarse las manos.)

LUCRECIA: ¡Bernardo!
BERNARDO: ¡Lucrecia!
LUCRECIA: Dejemos que la plata de luna nos pinte las espaldas.
BERNARDO: Lucrecia mía, mira como naufrago en el mar de tu mira-
da. Mírame, bésame, roza tu piel con la mía y agitemos
nuestras espaldas una con otra, la tuya con la mía… la
mía con la tuya.
CASANDRA: (Se levanta de golpe): ¡Basta! (Pone sus manos sobre la
de ellos, impidiendo que se toquen) Aún no ha llegado el
momento. Tienes que sacudirte el polvo del camino Ber-
nardo. Manchas los recintos con él. Lucrecia, levántate.
Bésame la frente y corre las cortinas de tu ventana. Ma-
ñana despertarás mejor. Habrás soñado. Tendrás una joya
más que colgar en el bajo de tu vestido ¡Tus sueños! Más
necesitas dormir para soñar. Arrúllate y duerme ahora, Lu-
crecia. Tu hermano tiene que reposar también.

(Lucrecia hace una reverencia aún sonriente e inicia la marcha. Bernar-


do le ha besado la mano)

BERNARDO: El festín no está listo aún.

(Lucrecia sale)

CASANDRA: (En doble sentido): El fuego de la hoguera puede que-


marte si te acercas mucho. Ten cuidado. Acabas de regre-
sar y ya quieres partir de nuevo.

135
Teatro 2009

BERNARDO: Madre.
CASANDRA: Ha sido muy amena tu charla. ¡La botánica, la zoología,
los preceptos y la tesis con las calles vacías son temas
para que converse un recién llegado, un amado hijo pró-
digo que recuesta su cabeza en el regazo de su madre…
así… así… (Acaricia a un hijo imaginario) acariciando
el aire que te simula…!
BERNARDO (Le toma la mano y la conduce cerca de una terraza). No es
difícil declamar lo que se ha aprendido tan bien. Los ren-
glones de un libro nos nublan la vista y se consumen a la
par de una vela que muere en las madrugadas.
CASANDRA: Tu padre siempre elogió tu inteligencia. Parecía dispuesto
a agigantar esa luz que descubría sobre tu cabeza, como
la aureola de un santo, y hacer de ti un gran hombre. Un
hombre que se estaciona en el pasado sobre un lienzo que
tiene un olor a alcohol, a pincel podrido y a papel que-
mado.
BERNARDO: Mi padre fue un gran hombre.
CASANDRA: Hasta que dejó de serlo.
BERNARDO: ¡Madre!
CASANDRA: ¡Cállate! Mal es el rumbo que toman las palabras. Dejé-
monos navegar en la alegría de tu regreso y brindemos
por ello.
BERNARDO: (Le toma las manos e inquiere con desesperación) Al
cruzar la sequía de los campos vi cómo corrían aquellos
hombres.
CASANDRA: ¿Los peones?
BERNARDO: Eran esqueletos famélicos. ¡Sí! Esqueletos famélicos que
arrastraban su osamenta tratando de alcanzar la orilla, los
limites de la miseria con sólo tocar a pezuña de mi caballo.
Eran espectros que vomitaban lava a la mitad de la tarde.
El viento hacía mecerse en la tierra la delgadez de la hier-
ba que hace meses sacó su cuerpo y tostó sus células al
sol. Las montañas tenían sus cúspides con la sangre que
el sol reflejaba en las nubes. Y todo parecía a punto de llo-
ver. Tuve miedo antes de entrar aquí, de cruzar de regreso
nuestras flacas tierras y encontrarme con ellos, con ellos.
CASANDRA: No habrá necesidad de hacerlo. Los peones son insectos,

136
La araña

hormigas que cavan sus tumbas antes de escupirnos a la


cara sus odios.
BERNARDO: Pero madre… en las cunas ya no había niños. Las madres
se sentaban a las puertas de las chozas y perdían su vista
en la nada y sus ojos estaban inyectados de llanto y sus
mejillas maquilladas de polvo y lagrimas… ¡lodo! Enton-
ces sentí miedo.
CASANDRA (Entra de nuevo y comienza a apagar las velas): Un mie-
do por demás infundado. Hay cuatro muros que protegen
nuestros cuerpos. Lo más que podría perder esta casa se-
ría nuestras vidas. Nuestros espíritus seguirán vagando
por la escalera, los rincones, las puertas abiertas y las cor-
tinas que danzan al paso del aire que las mueve.
BERNARDO: Siento alegría de estar aquí.
CASANDRA: ¿De veras?
BERNARDO: Pero voy a irme.
CASANDRA (Sonriendo, burlona): Nunca.
BERNARDO: Estaré lo que debo de estar y después me iré.
CASANDRA: Nadie puede abandonar esta casa. Sus puertas permane-
cerán cerradas y nadie osará profanarlas.
BERNARDO: Lo haré yo, madre. Me iré y me llevaré conmigo a toda
esa gente que odias y que acabará hundiéndote en tu
amargura.
CASANDRA: Bernardo. No sabes lo que dices, en este lugar yo soy la
reina y tú no eres más que…

(Interrumpe la voz de Lucrecia)

LUCRECIA: ¡Cállate! Todos están podridos, tu legua reposa en una


charca de veneno y te mueres en ella por no poder al-
canzar nada. ¡Nada! ¡Hasta el suelo te niega su altura!
Eres más bajo que un chorro de saliva sobre la espuma
del mar.
CÁSTOR: ¡Cállate!

(En lo alto de la escalera aparece Lucrecia que huye de Cástor. Bata de en-
caje delgadísimo con listones bajo el busto y mangas. Cástor, detrás de ella,
como una fiera; la botonadura desbrochada y los cabellos en desorden.)

137
Teatro 2009

LUCRECIA: (Se refugia en los brazos de Casandra): Madre.

(Bernardo, Casandra y Lucrecia formando un trío. Cástor ais-


lado por completo de los tres. Descubre a Bernardo. Descien-
de lentamente con la vista clavada en él. Lo estudia. Burlón. El
primero, impasible.)

CÁSTOR: ¡Ah! Mi hermano…


LUCRECIA: (Solloza en el regazo de su madre): Su mente me trastor-
na, me vuelve loca. Hace que sea una pesadilla en el más
oscuro de los pozos. ¡Cállalo! ¡Cállalo!
CASANDRA: Cástor. Eres…
CÁSTOR: Sí, ya lo sé, la bestia más sucia de tu porquero. (Con bur-
la) Lo he aprendido bien. ¿No?
CASANDRA: (Severa): Sube.
CÁSTOR: ¿Ahora? Cuando el más querido de tus hijos y el más in-
teligente de los hermanos ha vuelto a casa ¡No! Esto hay
que celebrarlo.
CASANDRA: (Altiva): Eres el más fuerte de los viejos.
CÁSTOR: (Carcajada): Voy a meterme debajo de tus faldas y rascar
con mis uñas hasta que sangres.
BERNARDO: (Da un paso para parecer protector): ¡Cástor!
CÁSTOR: (Con burla): Por fin se digna el señorito a hablar. ¿A quién
ha venido a ver el caballero esta noche? ¿A la hermana?
¿A la madre? ¿A la criada? No digas que vas a meterte en
mi lecho…
BERNARDO: (Sereno): ¡Qué bien representas tu papel!
CÁSTOR: (Desconcertado): ¿Cómo?
BERNARDO: Te sientan bien las canas a los veinte años. Y el fétido
olor a alcohol de tu boca te hace tener un encanto supre-
mo. Eres la viva estampa del Cristo de nuestro santuario.
¿A eso quieres llegar no? ¡Al altar mayor!
CÁSTOR: ¿Razonas con el pensamiento o con los cincuenta mil
renglones de tus libros? Confiésalo. Aquí el único sabio
eres tú. Ya veo… descubro huellas de la sonrisa en los
vértices de los labios de la doncella. (Acaricia la bar-
billa de Lucrecia y ésta se hunde más en los brazos de
Casandra). Es a ella a quien has venido a encontrar esta

138
La araña

noche. Procuran poner sabanas oscuras, las blancas po-


dían mancharse.
CASANDRA: Basura. Sube a tu cuarto. ¡Recuerda de dónde te recogí!
CÁSTOR: (Subiendo): Puedo vanagloriarme: soy la única miera que
duerme en casa. (Sale riendo)

(Casandra y Bernardo cruzan su mirada reconociendo en ellos culpa.


Lucrecia permanece sollozando en silencio.)

BERNARDO: Siempre hay secretos en las ciudades. Y hay más en los


sótanos de una casa. ¿De qué los vamos a disfrazar aho-
ra? ¿De alcobas?
CASANDRA: Sí. Bernardo… lleva a tu hermana a su lecho, condúcela a
su habitación. Esta noche es noche de espera. Esta noche
no vendrán los peones a limpiar el piso de la mansión. La
primavera está lejos todavía.
BERNARDO: (Temeroso): ¿Ahora? (Va a tomar la mano de Lucrecia
pero se retracta) Tengo miedo.
CASANDRA: (Firme): Somos los dioses en este templo. Nadie puede
más que nosotros.
BERNARDO (Aún titubeante de tomar la mano de Lucrecia y empieza a
ascender con ella): Buenas noches madre… madre.
CASANDRA: Buenas noches… ¡hijos!

ESCENA III. (Casandra ha quedado sola. Únicamente alumbran el re-


cinto el recinto la débil luz de un candelabro. Entra Adela. Va a la mesa
y retira los platos y demás que hay sobre ella. Se detiene, levanta la vista
y dice en tono severo y despreocupado a la vez.)

ADELA: ¿Subieron?
CASANDRA: Sí.
ADELA: ¿A su cuarto?
CASANDRA: A las habitaciones de boda.
ADELA: Buena noche tendrá Lucrecia entre la fuerza de esos
brazos. ¡Son dos toros valientes que se asoman a los in-
fiernos! A mis años aún se tienen recuerdos de nuestras
mañanas.
CASANDRA: Calla, vieja. No estás ya para estas cosas.

139
Teatro 2009

ADELA: Ya veo. Eres también de la opinión de que las viejas sólo


servimos para rezar al fondo de las iglesias. ¿Cuándo te
veré rezar conmigo?
CASANDRA: Aún tengo la sangre firme para no refugiarme como úl-
timo recurso de inmortalidad, en la religión. Todavía mi
dios sigue siendo Casandra… ¡Mi dios!
ADELA: Los malos días te han vuelto loca. ¿A dónde vas a ir a
parar? Ya se te vienen los años encima. Te has enredado
en tus propios hilos.
CASANDRA: ¿Cuándo terminarás de hablar?
ADELA: Nací hablando, habré de morir hablando. (Pausa) ¿Estás
cansada?
CASANDRA: Mucho.
ADELA: (Por lo bajo): Pecar también fatiga.
CASANDRA: (Como un infante): ¿He obrado mal?
ADELA: ¿Qué te confiesa tu razón?
CASANDRA: Mi corazón está lleno de dudas.
ADELA: Abandónate aquí. (Le ofrece una silla)
CASANDRA (Imaginando): Le gusta mirar por las ventanas.
ADELA: A Lucrecia.
ADELA: Su alcoba carece de muros. Sus cuatro ventanales dis-
traen su atención. Hay noches que se las pasa en vela mi-
rando a la lejanía.
CASANDRA: Cuando lo… cuando Ernesto murió, quedamos desampa-
rados. Mis hijos, tú y yo.
ADELA: Fuimos como balsas a la deriva.
CASANDRA (Justificándose): ¿No estuvo mi mano firme para volver
a empezar?
ADELA: Lo que dices es cierto.
CASANDRA: ¿No apacigüe la sed de mis pequeños con el sudor de mi
frente? ¿No construí con mi sangre una fuente de donde
bebieron? ¿No abrí mis venas? ¿No los amamanté? (Re-
belde) Y dónde estoy ahora.
ADELA: Aquí, conmigo.
CASANDRA: Enterrada en una tumba que no me pertenece, que me
ajusta, que me asesina con su estrechez. Porque dos cuer-
pos no caben en uno solo.
ADELA: Olvídalo.

140
La araña

CASANDRA: Hice mío lo que toqué. Cuando descargué el látigo so-


bre mis avispas, sobre mis insectos y provoqué que se
abalanzaran contra mí, que clavaran sus aguijones en las
niñas de mis ojos hasta dejarme ciega e impotente, como
clavada en una silla de ruedas. Y ahora mis hijos se duer-
men en un mismo lecho y fecundan mi casa con sus mi-
serias. (Pausa) Tengo miedo.
ADELA: ¿De qué?
CASANDRA: De haber obrado mal. De ser un dios débil, frágil. Un dios
de paja que se cobrará con el primer soplo de viento. Qui-
siera aletargarme. Irme lejos de todo sentimentalismo, ser
parca, seca, pétrea, ser… por qué no, uno de mis insec-
tos para arrastrarme y terminar conmigo misma. (Adela
le pasa la mano sobre el hombro. Casandra la acaricia)
Dime, madre, ¿se aman?
ADELA: ¡Lo hacen!
CASANDRA: ¿Se encierran?
ADELA: Sí.
CASANDRA: ¡Pecan! ¡Pecan madre! ¿Pecan? Pecar es don de dioses.
Yo también los amo: con mi piel y mi razón. Amo tanto
como se aman ellos entre sí. Provocaré una generación de
héroes y demonios que existirá atrapada en la red que he
de tejer con mis hilos.
ADELA: Como todas las noches… llegó Bernardo. ¡Como la aurora!
CASANDRA: Como la tarde. Acompañado de una sinfonía de gorriones
y dormideras, para marcharse mañana.
ADELA: ¿Cuándo daremos fin a este juego?
CASANDRA: Cuando se separen mis redes y quede enjuto mi cuerpo.
Cuando los peces salten fuera de la pecera y mueran ca-
muflados por las aves. Cuando se derritan las velas de mis
arañas y quedemos sumidos en la más profunda soledad.
ADELA: Y ahora, ¿qué vas a hacer?
CASANDRA: Voy a empezar a finalizar mi vida.
ADELA: ¿Por qué?
CASANDRA: Se ha rebelado el primero de mis hijos. Quiere salir, rom-
per la jaula y volar, voy a terminar con todo.
ADELA: ¿Cómo?
CASANDRA: Destruyendo con fuego mi propio infierno.

141
Teatro 2009

ADELA: Piensa en tus hijos.


CASANDRA: En ellos pienso.
ADELA (Triste): Cuando hayas volado, Casandra, cuando no te
encuentres con nosotros no te olvides de mí.
CASANDRA: A la derecha de mi cruz está la tuya. A la diestra de Dios
padre estaremos.
ADELA: Así es.
CASANDRA: Adela.
ADELA: ¿Qué?
CASANDRA: Voy a enamorarme de uno de mis hijos. Y he de matarlo.
(Adela se sorprende. En ese momento se escucha un rui-
do en la escalera. Alguien ha estado ahí.)
ADELA: ¿De uno de tus hijos, Casandra? ¿De quién?
CASANDRA: ¿Quién anda ahí?
ADELA: ¿De quién Casandra? ¿De quién?
CASANDRA: Mira quién ha estado ahí.
ADELA: Pero…
CASANDRA: Obedece. (Adela obedece. Va y mira) ¿Quién es?
ADELA: Nadie Casandra. (Solemne) El viento.

OSCURO

ESCENA IV. Habitación de Casandra. Semioscuridad. Lecho a la iz-


quierda. Gran ventanal en cortinas de gasa a la derecha por donde se
escurre la luz de la luna. Durante el cuadro y conforme Casandra va di-
ciendo parlamentos va a desnudarse para meterse a la cama. Casandra
de pie, junto a la ventana.

CASANDRA: Hay ocasiones en que los arboles se sientes solos, en


la totalidad del bosque tapizado de hojas secas que es-
peran, tendidas al sol, el momento de tornarse en polvo
y formar parte, una vez más, de esta gran esfera que
simula la tierra… entonces los hombres nos perdemos
entre el laberinto de troncos, de brazos agigantados y
dedos de madera crujiente, ojos secretos que nos miran
desde la penumbra. El aire nos huele a lluvia y las calles
son pasos sin fondo, arterias vacías, redobles de tambor
por muerto.

142
La araña

Las golondrinas cantan con voces de metralla posadas


sobre un hombro que es el nuestro. Ya no hay nadie que
acompañe nuestros pasos para no ser los únicos. Enton-
ces estamos solos, perdidos como la luna en el infinito.
Nos sentamos así, a la orilla de una cama, nos desnuda-
mos procurando que no existan luces, que reine el silen-
cio, que no se escuche en el ambiente más que una sola
respiración, la nuestra. Que sólo tengan movimiento los
brazos de las cortinas de gasa y que se sienta frío… ¡mu-
cho frío! Ahora sí. Estamos solos con nosotros mismos
reflejándonos en el espejo de nuestros sabios cuantos
infantiles… nos vemos la cara, el cuello, los brazos, los
pechos salientes y flácidos, las caderas recogidas en una
mueca de burla y las piernas juntas, como cárcel o cofre,
como mar o viento…
¡Somos nosotros! Los que somos y no queremos ser.
Los surcos que el arado traza sobre la tierra para germi-
nar la mies. Ahora sí. Se abre la aurora y la cosecha aso-
ma la parte más alta de su estructura. Somos nosotros…
¡pero nosotros! La calavera sin máscara. El sí pronun-
ciado como una negación. La garganta supurada de vis-
cosas flamas y pus… el caracol sin sonido, la metralla
si balas, el héroe sin lauros, el asesino sin sangre, el li-
mosnero sin vientre y el grito hecho sal sobre la miel…
somos… ¡los hombres!

(Se tira sobre la cama, completamente desnuda y suspira. Se pierde la


luz de la luna. El viento sopla más fuerte que antes, sólo se escucha el
rumor de un mar que azota sus olas en un acantilado cercano.)

OSCURO

ESCENA V
Jardín de la mansión. Altas rejas en los tres lados que podemos ver.
Como si fuera una jaula en que nuestros personajes jugaran. Casandra
hila, en tanto que Bernardo y Lucrecia persiguen una mariposa.

LUCRECIA: ¡Atrápala! ¡Atrápala! ¡Que no se escape!

143
Teatro 2009

BERNARDO: ¡Ya casi la tengo! (Sube a una de las rejas y trata de atra-
parla con una red.) ¡Aquí está! ¡Es nuestra!
LUCRECIA: A ver.
BERNARDO: Mira. (Mete la mano en la red y saca la mariposa, tomán-
dola de las alas. La pone en las manos de Lucrecia que
ésta ha juntado formando una pequeña cárcel)
LUCRECIA: ¡Que bonita! ¡Hace cosquillas!
BERNARDO: ¡Quiere escapar!
LUCRECIA: Mira como se revuelve ahí dentro. ¡Como mueve las alas!
BERNARDO: Está pintándote los dedos de polen.
CASANDRA (Seria): De flor.
BERNARDO: ¿Cómo?
CASANDRA: Ahora Lucrecia le está robando el color que ese insecto
a su vez robó a las flores. Sólo que en las manos de ella
el polen parecerá una mancha, en las alas de la mariposa
es un adorno.
LUCRECIA: Una flor es pequeña.
CASANDRA: Una mujer también. El universo las iguala; caen a un mis-
mo tiempo, mueren en un mismo tiempo. Ese es su sino.

(Lucrecia mira inquisitivamente a su madre, como si le reprocha-


ra algo o quisiera encontrar en ella una razón a sus palabras.
Luego.)

LUCRECIA: Bernardo. Vayamos a atrapar mariposas.


BERNARDO: ¿Más?
LUCRECIA: Sí, más. Dóblate las mangas de la camisa y aligera el
paso.
CASANDRA: No se alejen mucho. La casa no es segura y la amenaza se
esconde bajo las piedras.
LUCRECIA: Sé distinguir a las alimañas, madre. Por Bernardo no te
preocupes.
CASANDRA: Me preocupo por ti.
LUCRECIA (Toma la mano de Bernardo, que no ha entendido nada y
tira de él): Vamos, hermano.

(Casandra los mira alejarse mientras sus manos continúan tejiendo. En-
tra Cástor)

144
La araña

CÁSTOR: Es un día estupendo. ¿No? (La mujer lo ignora)


Me pareció escuchar risas que provenían del jardín. ¿Será
posible, me dije? ¡Risas resbalándose por el luto de nues-
tras alfombras! ¿Reías madre?
CASANDRA: Reían Bernardo y Lucrecia. La felicidad vive con ellos y
ríen. ¡Que ría quien pueda hacerlo!
CÁSTOR: Y que llore quien no. ¡Qué odio! ¡Qué desprecio! ¡Qué
insulto y blasfemia! ¡Que defeque sobre sí mismo!
CASANDRA: Hoy amaneció la mentira como una mañana de domingo.
Aprovechémoslo.
CÁSTOR: Cierto. Continuemos odiándonos.
CASANDRA: Eres como un viejo solitario dormido en la imbecilidad
de la modorra. ¿Cuántos años tienes, Cástor? ¿Treinta?
CÁSTOR: Lo figura la plata de mis sienes. ¡Veinte! Lo revela el
cobre de mi piel.
CASANDRA: (Seria): ¡Qué joven eres! ¡Quién lo creyera! Parece…
CÁSTOR: Mayor, ya lo sé. Lo he aprendido de memoria. Lo digiero y lo
saboreo. Me levanto por las mañanas y me maquillo la ve-
jez. Primero las canas; insultos de mi madre; nace plata en
vez de nacer carbón. Sienes pintadas. Desde la raíz hasta la
punta. Desde el arado hasta la cosecha. ¡Las arrugas! ¡Ah,
los surcos que trazan los peones para alagar a la señora!
A su señora. La mujer con la que se acuestan al terminar
la jornada y a la que descubren desnuda apoyando su es-
palda en el quicio de la ventana. La hembra que sueñan
y sobreponen a las facciones de la que tienen punto, la
que servilmente se despoja la vergüenza para formar sus
compas con sus piernas.
Y ellos las poseen, sin tino ni razón, sin uros ni sen-
timentalismo. Es la mujer fácil. La que es “suya”. La
que perdió el sabor de lo prohibido en aras de la rutina.
Y la comen así, como la fruta que ya no sirve, insípida,
soñando en las delicias de la que es su ama. Acariciando
el estropajo que su compañera tiene por pelo, imaginan-
do los bucles de su adorada. Y la señora los ignora, los
desconoce, las margina con la punta de su calzado y se
viste de ellos.
Se corono con las estrella de sus desdenes. Y sonríe al

145
Teatro 2009

nuevo pasajero que cruza frente a su balcón. Lo invita a


pasar, lo esconde, lo desliza bajo su puerta y lo acomoda
bajo su cama. Cuando venga la penumbra lo hará escalar
las paredes que conducen a su alcoba y lo obligara a po-
seerla. ¿Es así como vives, madre? ¿Es así como exage-
ras mi vejez? ¡A través de tu espejo?
CASANDRA: Los gatos miran mejor en la oscuridad. Yo soy uno de ellos.
CÁSTOR: ¿Y las arañas? ¿Sabes como te han puesto los peones?
¡La Araña! ¿Por qué será madre? ¿No será porque hilas
de sol a sol?

(Casandra, furiosa, deja a un lado la teja que tiene en sus manos y se le-
vanta, altiva. Las palabras de Cástor le duelen pero se mantiene firme.)

CASANDRA: Desde anoche el tiempo está espeso. Tanto que puede


cortarse con el filo de una navaja.
CÁSTOR: Tienes fuerza suficiente para mantener en alto la frente.
¡Qué supremos heroísmos! ¡Qué innata grandiosidad!
¡Eres un arcángel que habita la tierra por satisfacerse!
¡Eras una diosa!
CASANDRA (Sonriendo): ¿Quién eres Cástor? ¿Sabes acaso que te
amo? ¿Por qué te mientes una falsa imagen de ti mismo?
CÁSTOR (Desconcertado): ¿Cómo?
CASANDRA: Eres mi amante. Mi enamorado frustrado. El anzuelo que
espera el bazo del pez para atraparlo. ¿Por qué me in-
sultas entonces? Deberías rendirte a mis pies para conse-
guir lo que anhelas, como un sacerdote ante un alabastro.
Perfúmame los cabellos y bésame las plantas para que tu
Cristo te redima por tus pecados.
CÁSTOR (Vencido): Vengo de ti pero tú me ignoras. Pálpame y re-
conoce mi piel. Bésame y prueba de tu saliva. Aspira y
róbame el aire que me pertenece.

(Cástor, postrado ante Casandra, toma sus manos y las lame, como
un perro fiel. La mujer está a punto de vencerse ante las palabras de
Cástor, va a acariciar la cabeza de su hijo pero al fin, se contiene.)

CASANDRA: Perro… ve a ladrarle a otro extraño tus desgracias. Aquí,

146
La araña

tu “Araña”, hile su tela para atracar insectos mejores.


Tú… no vales nada.

(Cástor se incorpora, indignado, humillado. El coraje le colorea las me-


jillas. Dice con rencor contenido.)

CÁSTOR: Pues bien… como “Araña” te compro. ¿Cuánto vales?


(Casandra tiene el intento de abofetearle, sin embrago,
no lo hace)
CASANDRA: ¿Quieres comprarme? ¿Pagar la ternura de una madre
que no lo es? Vas a quedarte ciego. ¡Así las cosas tendrán
que pagar una diadema de estrellas!
CÁSTOR (Superior): ¿Eso tan solo? Te vendes al precio más bajo y
no vales tanto. (Intenta salir pero se tropieza con Bernar-
do y Lucrecia que vuelven por la red.)
LUCRECIA: Bernardo olvido la red y… (Observan los rostros de Ca-
sandra y Cástor.)
CÁSTOR: Anda… pregona a tus súbditos a quién te has vendido.
Cuéntale de los extraños. Yo no titubearé. Fuertes están
mis muslos para sostenerme y escalar los muros que es-
cala tu nocturno visitante. Si unas débiles piernas pueden,
las mías porqué no? Con… su permiso. (Sale)

(Casandra de pie. Furiosa. Sin saber qué hacer. La respiración agitada.


Bernardo, seguido de Lucrecia, avanza hacia ella. Incrédulo.)

BERNARDO: Dinos que miente, madre. ¡Hazlo!

(Casandra, impávida.)

LUCRECIA: No… no es verdad… ¡Di que no es cierto!

(Lucrecia, ante el silencio de su madre, hulla ahogada en sollozos. Len-


tamente Bernardo abandona el lugar, cabizbajo. Antes de salir vuelve
la cabeza para mirar a Casandra y después desaparece. Casandra deja
escapar dos lágrimas.)

OSCURO.

147
Teatro 2009

Escena VII. El saloncito de tejido. Casandra y Lucrecia tejen. Las dos


inmutables. Una mesita redonda, cubierta por una gran carpeta de ter-
ciopelo entre ellas. Sobre la mesita el cesto de tejido. Es mediodía unos
días después. Entra Adela.

ADELA: Su té, señora. (Lleva en las manos una bandeja.)


LUCRECIA: (Dura): Deja. Yo os lo prepararé. (Adela sale.)
No entiendo tu manía de sentarte durante casi las veinti-
cuatro horas del día para tejer en este recinto.
CASANDRA: Me gusta. (Ida.)
LUCRECIA: ¿Tejer?
CASANDRA:Estar aquí, encerrada. Sola conmigo misma.
LUCRECIA: No ahora desde luego.
CASANDRA: De vez en cuando dejo que mis insectos penetren por mi
balcón.
LUCRECIA: (Continúa con su mismo tono): ¿A que te refieres, a mí?
CASANDRA: (Igual que antes): Puede ser. Pero también llegan hasta
a mí las quejas de mis peones. ¡Mis esqueletos vivien-
tes!
LUCRECIA (Condescendiendo, un poco): Ya casi nadie trabaja nues-
tras tierras. Tus “insectos” se mueren de sed. (Rindién-
dose al fin, ante su madre, ¿Por qué dejar que nuestra
finca se muera?)
CASANDRA: (Mirando a Lucrecia como si fuera una extraña): Llegó
la hora de abrir el apocalipsis. Ya lo ves, han pasado tres
días y Bernardo no ha vuelto a la ciudad.
LUCRECIA: Y a mí no me extraña eso. ¿Por qué?
CASANDRA: Porque se introdujo al final a esta casa, como la niebla
en el bosque.
LUCRECIA: No te entiendo.
CASANDRA: Cuando todo haya acabado entenderás.
LUCRECIA: ¿Quiere decir que nos toca morir?
CASANDRA: Tal vez.
LUCRECIA: ¿Y por qué morir con toda esa gente? Cuando hayamos
partido sus espíritus acompañarán a los nuestros.
CASANDRA: Aún así, sólo serán insectos… ¡Insectos! (Se cubre el
rostro, como espantada.)
LUCRECIA (Dura): Una o dos cucharadas de azúcar.

148
La araña

CASANDRA (Reponiéndose): Solo. La miel le roba el sabor. (Lucrecia


le alarga la tasa) ¿Porqué me lo das tú)
LUCRECIA: Desde hoy quiero atenderte yo.
CASANDRA: Haces bien. Un hijo tiene que atender a su madre. Es su obli-
gación. Dicen que hay hijos que no aman a sus padres. Yo
no lo creo.
LUCRECIA: ¿Quién lo dice?
CASANDRA: La gente.
LUCRECIA: Tienes razón. Son insectos.
CASANDRA: ¿Dónde esta Bernardo?
LUCRECIA: ¿Bernardo?
CASANDRA: Sí. ¿Dónde está?
LUCRECIA: No lo sé.
CASANDRA: Deberías saberlo.
LUCRECIA (Tratando de parecer dulce): Madre… ¿por qué no nos
dejas salir?
CASANDRA: ¿Salir? ¿A dónde?
LUCRECIA: Fuera, al viento, al campo. A recorrer esa alfombra verde
que veo desde mi ventana.
CASANDRA: ¿Para qué? ¿Para encontrarte con un cielo azul que sólo
es aire? Están mejor aquí.
LUCRECIA: Bernardo ha salido.
CASANDRA: Bernardo…
LUCRECIA: ¿Por qué nosotros no?
CASANDRA: ¿Nosotros?
LUCRECIA: Quiero decir, Cástor y yo.
CASANDRA: Se perderían. La ciudad es inmensa. Hay tantos carrua-
jes… tanta gente.
LUCRECIA: Me gustaría conocerla. Verle la cara. Descubrir el asfalto
de carbón y las vías del tren. Las terminales de autobu-
ses y los grandes hospitales. Todos los lugares donde se
parte hacia un nuevo sitio.
CASANDRA: ¿Quién te ha contado eso? ¿Bernardo?
LUCRECIA: Bueno, él… sólo deseaba que yo supiera…
CASANDRA: Le pediré que no vuelva a hacerlo.
LUCRECIA: ¿Porqué, madre?
CASANDRA: Porque te hace daño. Aún no estás preparada.
LUCRECIA: Preparada para qué. No entiendo.

149
Teatro 2009

CASANDRA: Te digo que ya entenderás.


LUCRECIA: ¿Por qué no dejas que extienda mis alas y remonte el
vuelo? Quiero conocer nuevos sitios, nuevos hombres.
CASANDRA: ¡Hombres! Hasta dónde ha llegado Bernardo.
LUCRECIA: Madre… quiero confesarte… tengo miedo.
CASANDRA: También tú. ¿De qué?
LUCRECIA: De no estar enamorada de mi hermano.
CASANDRA: ¿Qué dices?
LUCRECIA: La verdad. ¿O es que no lo entiendes? ¿No te das cuanta
de que obramos mal? ¿De que no puede ser?
CASANDRA: Quisiera que terminaras de hablar. Estás errando.
LUCRECIA: ¿De verdad, madre, de verdad? Contéstame.
CASANDRA: ¿Dudas de mis palabras?
LUCRECIA: No. Quiero creerlas. Quiero saber que lo que estamos
haciendo no lo condenan los hombres.
CASANDRA: ¿Por qué dudas en casarte con Bernardo? ¿No lo han he-
cho ya?
LUCRECIA: No.
CASANDRA: ¿Cómo dices?
LUCRECIA: Bernardo nunca ha entrado en mi cama. El bajo de mi
vientre no ha cobijado aún a ningún hombre.
CASANDRA: ¡Lucrecia!
LUCRECIA: Porque quiero ser buena, porque quiero ser limpia. Porque
no estoy segura de que tu seas mi Dios.
CASANDRA: Estás perdida, Lucrecia. Desconfías de mí.
LUCRECIA: Muéstrame tu poder para que no dude. Para que seas firma
en mi resolución. Para que crea que quien esta clavada
en la cruz de mi cabecera eres tú. Muéstrame tu corona,
tus llagas, tu costado. Enséñame como corre la sangre
por tus heridas sin derramar una gota de ella. Quiero po-
sar las manos sobre tu cabeza y sentir las espinas de tu
diadema. ¡Levántate en lo alto de tu altar y cásame con
Bernardo cuando estemos bajo tus pies. Pero muéstrate
como eres al darnos la bendición!
CASANDRA: No sé de que extraña ratonera sacas tus argumentos pero
quiero decirte que todos, absolutamente todos, son erró-
neos. Vístete con el manto blanco, si es que aun puedes,
para esta noche. Presenciarán mi coronación y formularé

150
La araña

su boda. Tu majestad se hace dios esta noche. Y tu Dios


soy yo.
LUCRECIA: Madre.
CASANDRA: Retírate. Por mi santo poder e absuelvo de todos tus pecados.
Vete. (Lucrecia, después de hacer una reverencia, sale. Ca-
sandra da dos palmadas y entra inmediatamente Adela)
ADELA: ¿Llamaba la señora?
CASANDRA: Sí, Adela. Prepare mi baño. Esta noche tendremos fiesta.

OSCURO.

ESCENA VIII. Calabozo oscuro de la mansión. Paredes húmedas. Una


escalera angosta al fondo por donde baja Cástor con una antorcha en
la mano. El recinto se ilumina y descubrimos a una bruja que en medio
de la oscuridad meneando un gran caldero que vomita un espeso vapor
blanco.

BRUJA: Entra. Te estaba esperando.


CÁSTOR: Vieja…
BRUJA: Calla, no hables. Necesito silencio, mucho silencio. (Pau-
sa) Sé a qué vienes.
CÁSTOR: Tienes poderes para hacerlo. ¿Dónde está tu señor del
mal?
BRUJA: ¡Ssst! Ahora duerme. Hay que hablar en voz baja para no
despertarla.
CÁSTOR: Vieja…
BRUJA (Se lleva un dedo a la boca): Siéntate aquí.
CÁSTOR: ¿Qué es lo que debo hacer?
BRUJA: Estarte en silencio. ¿Traes algo?
CÁSTOR: Comida. Flores de los pantanos.
BRUJA (Ríe, sarcástica): Dámelos. (Él lo hace) Es bueno vivir en
los pasadizos de tu mansión. Tu padre solía visitarme
también. Ahora estoy vieja.
CÁSTOR: ¿Qué miras?
BRUJA: Espera.
CÁSTOR: ¿Por quién?
BRUJA (Ríe): Atrevido.
CÁSTOR: ¿Podré?

151
Teatro 2009

VIEJA: ¡Cállate! Pon tus manos aquí. No las dejes de mover. Necesito
abrir los cielos. (Ella toma una bolsita de piel de cabra con
un polvo blanquecino en el interior y empieza a trazar va-
rios signos en el piso con el polvo) Ven señor de los infiernos
tus siervos te necesitan. Tú, que te robaste la mitad de los
cielos, róbate ahora unos granos de estrellas. Ve que tu sierva
los requiere. Vas a dormir sobre su testa. Vas a dormir sobre
su reino, vas a ser suyo para que ella sea de ti. ¡Van!

(Un viento helado cruza el recinto. Las llamas de las velas también.
Todo parece palidecer. Rayos. La vieja toma un recipiente con un extra-
ño líquido rojo, y pinta el pecho de Cástor con él. La vieja ríe, se restrie-
ga en el cuerpo del muchacho, se mesa los cabellos y empieza a danzar.
Canta en una lengua extraña.
Ríe satánicamente.)

CÁSTOR: Salta la luna piropeando su cielo; meneando sus cade-


ras para hacerlas sonar junto a los maguellales. ¡Salta!
¡Brinca! ¡Canta! ¡Viva tu luz acurrucada en los nidos de
los gorriones! Escóndete demonio bajo la cueva de tu
lujuria… (Se estremece)Vengo del centro de las llamas
de tu gloria para ofrecerte mi alma. ¡Recíbela! ¡Tómala!
¡Hazla tuya!
¡Mira como sangran las heridas de mis manos y pies!
¡Mira como se abre mi costado y como llueve en mis
ojos! ¡Canta! Con la música me visitará tu espíritu y rom-
perá las cadenas de mi esclavitud. ¡Danza! Hasta que se
cimbre la tierra con tu redoble. (Continúa)
ADELA: Prosigue. Ya se están abriendo las tinieblas y mi señor se
encuentra cerca. ¡Sigue!
CÁSTOR (En el éxtasis): Ven señor, ven. Aquí estoy contigo para
que no estés solo. Ven, señor, ven. Te voy a hacer una
santa… ¡Santa! La construiré con el semen y el sexo.
Señor del mal y del bien… llégate hasta mí.

(Cástor danza. Contorsionando su cuerpo febrilmente. El recinto se llena


de humo y luces fugaces… como los rayos del sol se filtran entre las
ramas de un bosque. Adela lo imita. Se escucha una música extraña e

152
La araña

inmediatamente detienen el ritmo de su cuerpo. Quedan jadeante, in-


móviles. Del fondo del recinto emergen varios hombres encapuchados,
como en las procesiones de Semana Santa y al final de ella: Casandra.
Sentada en un trono inmóvil, que cargan cuatro corpulentos encapucha-
dos. Llegan al frente, la bajan. Ella tiene la cara pintada de blanco, los
ojos restirados hacia las sienes. Una enorme tiara sobre su cabeza, como
una Mafertiti. Se levanta, contorsiona también el cuerpo, dirige su mira-
da hacia uno y otro lado, danza y queda tendida en el suelo.

CASANDRA: Ya estoy aquí… ¿quién soy?


BRUJA: Eres Casandra. ¡La Araña! Bernardo y Cástor tus varones.
Lucrecia tu hembra. Los odias y los vas a destruir. He
aquí tu puñal. ¡Extírpales el corazón a tus siervos! Inte-
rrumpe la corriente de sus venas. ¡Bebe de sus arterias!
Gime y después muere.

(Casandra toma un puñal que la bruja le ofrece. Retrocede Cástor, teme-


roso. La vieja ríe satánicamente, saborea el momento.)

BRUJA: Por fin… Ernesto… ésta es mi venganza.

(Casandra hunde el puñal en el cuerpo de Cástor, éste se convulsiona,


todo él tiembla y su rostro se transforma.)

CÁSTOR: ¡Noooooo!

(Su grito se paga junto con la oscuridad, como si su voz fuera el inte-
rruptor de todas las luces del escenario. Así, al mismo tiempo, se opa-
can…)

ESCENA IX. El jardín. Lentamente desciende una luz cenital que des-
cubre el cuerpo de Cástor, en la misma posición en que quedara en el
cuadro anterior, como si sólo el escenario hubiera cambiado o como si
saliéramos de un sueño para entrar a la realidad. Ahora, la iluminación
es completa y descubrimos a Lucrecia y Bernardo en actitud sorprendi-
da. Acaban de llegar al jardín y se sorprenden de lo que ven.

LUCRECIA (Casi en la puerta): ¡Cástor!

153
Teatro 2009

BERNARDO: ¡Hermano! (Ambos corren hacia Cástor.)


LUCRECIA: ¡Cástor! ¿Qué tienes? ¡Contéstame!
BERNARDO: Ayúdame a incorporarlo. (Voltean el cuerpo y le levantan
la cabeza, al hacerlo, descubren en una de las manos de
Cástor “algo” que les sorprende aún más.)
BERNARDO (Asombrado): ¡Cómo!
LUCRECIA (Admirada al máximo): ¡Una corona! ¡Una corona de es-
trellas!

FIN DEL ACTO PRIMERO

ACTO SEGUNDO

ESCENA I. Un rincón de la mansión.

ADELA: Mi nombre es Adela… ¿Adela qué? ¡Que importa! Hoy


en día lleva uno el nombre para no perderse. Los nom-
bres y los apellidos sólo sirven para evitar las equivo-
caciones. Somos, los hombres, como las palabras y las
ideas, las primeras no valen nada sin las segundas. Es
así. (Suspira) Hace años que entré aquí. Con mi ama.
Mi señora… mi hija. Con sus hijos y su esposo. Es-
perábamos encontrar aquí lo que nunca encontramos en
la ciudad… ese gran monstruo que nos abre las fauces
disfrazadas de brazos. La ciudad: con sus parques y sus
hoteles, con sus templos y sus antros de vicio nos de-
testaban… como nosotros a ella. Pues bien. Llegamos y
nos instalamos. Los chicos eran muy pequeños. ¡Cómo
corrían por aquí y por allá! Eran una avecitas que revo-
loteaban de rama en rama… Y un día el señor amaneció
muerto. Frío como el tronco de un árbol. Y lo sepultaron.
Todos los peones y gente del pueblo fueron a verlo. Y
todos elevaron una cruz en la cabecera de su sepulcro.
¡Era impresionante! Parecía un nuevo panteón dentro del
mismo cementerio. Su tumba se convirtió, de pronto, en
un bosque de Cristos. (Pausa) Pero la mujer regresó a
casa. Y se encerró. Y junto con ella a sus hijos.
Dos cerraduras tuvo la verja desde entonces. La verja,

154
La araña

la única parte por donde se puede decir que se sale de


verdad, que se es libre. Sólo allí. Una mañana a través
de ella, salió Bernardo con la consigna de regresar y li-
berar a sus hermanos. Y pasaron primaveras y veranos,
y murieron otoños e inviernos y Bernardo regresó con el
ideal metido en la hendidura de las uñas. ¡Regreso para
sacarnos! ¡Pero han sucedido tantas cosas!

(Se alumbra más la escena y vemos a Casandra junto a Adela, tejien-


do, sentada.)

CASANDRA: ¡Adela! (Grita)


ADELA: Estaba limpiando los candelabros.
CASANDRA: En esta casa no escucho más que las mimas palabras de
siempre.
ADELA: ¿Te sientes mal?
CASANDRA: ¿Es que no lo ves?
ADELA: ¿Qué te sucede?
CASANDRA: Siento que me abandonan las fuerzas. Que huye de mi el
entendimiento y queme desvanezco en un torbellino de
fuego.
ADELA: Te traeré…
CASANDRA: Nada.
ADELA: Pero…

CASANDRA: Sólo quiero que te quedes aquí, junto a mí, para no mo-
rirme sola. Me asusta la soledad. Ven, quédate aquí. Así.
ADELA: Así.
CASANDRA: Dame tu mano… cuéntame viejas leyendas… como
cuando niña… “Había una vez…” (Se desvanece)

(Oscuridad y luz solamente sobre Adela)

ADELA: Parecía un desmayo cualquiera, pero esta mañana… Esta


mañana encontré escondida, en lo más profundo de la
fuente, este pequeño saco repleto de ¡arañas muertas!

OSCURO.

155
Teatro 2009

ESCENA X. El gran salón de la mansión. Amplísimo recinto con enor-


mes columnas a los lados. Inmensos ventanales con cristal de diferentes
colores. Las arañas penden del techo en sinnúmero, cada una con veinte
o treinta velas, o más, en cada uno de sus brazos. Adela cruza la escena.
Tropieza a la mitad de ella con Bernardo.

BERNARDO: ¿Está todo listo?


ADELA: Casi. Para esta noche sólo faltará encender las velas de
las arañas.
BERNARDO: ¿Mi madre?
ADELA: En su recámara. Desde esta tarde se ha encerrado en ella.
No le he visto la cara más que para tomar el té. Todo esto
es muy extraño.
BERNARDO: ¿Extraño?
ADELA: Sí. Muy de madrugada escuché como si alguien hu-
biera estado destrozando alguna cosa con un utensilio
de labranza. En efecto. Cuando me levanté para ver
lo que sucedía descubrí a la mitad del jardín hachas
astillas, el sillón donde Casandra suele sentarse a hilar.
Busque por todas partes y no pude encontrar a nadie.
No me cabe la idea de que alguien o “algo” entrara por
la reja.
BERNARDO: ¿Y no te cabe pensar que pudo haber sido alguien de no-
sotros quienes lo hayan hecho?
ADELA: ¿Ustedes? No. De ninguna manera. Nunca se atreverían a
hacer algo semejante. ¿O sí? ¿Sí Bernardo? ¿Ha sido tu
mano quien hizo eso para sacarnos?
BERNARDO: Desde luego que no, pero por qué te preocupas de esa
manera. En esta casa sobran sillones para hilar.
ADELA: No como ese. Ese sillón era el preferido de tu madre. Se
lo regaló el señor cuando…
BERNADO: Su reina está aquí. Esta noche será coronada como tal.
ADELA: Nuestro panal puede derretirse al primer rayo del sol.
BERNARDO: Este día te invade el pesimismo, Adela, continua mejor
con tus quehaceres que nada malo ocurrirá.
ADELA (Saliendo): Nada peor a lo que ocurre ya. (Sale)

(Entra Lucrecia por el lado izquierdo)

156
La araña

LUCRECIA: ¿Con quién hablabas, Bernardo?


BERNARDO: Con… Adela. Me contaba algo sin importancia. ¿Y tú?
¿Dónde has estado todo este tiempo?
LUCRECIA: En la fuente.
BERNARDO: Tu lugar favorito.
LUCRECIA: He visto, a través del agua, cómo se resbalan los astros
por el cielo. A eso del mediodía mi fuente se cubrió de
oro. Era un espejo que amenazaba dejarme ciega si me
miraba en él. Ahora está oscureciendo.
BERNARDO: Tienes mojados los brazos. ¿Buscabas algo en la fuente?
LUCRECIA: Sí... digo, no. Sólo jugaba con ella.
BERNARDO: Pronto llegará la hora.
LUCRECIA: Me pregunto qué será de nosotros después de esta noche.
Todo este tiempo ha estado gritándome el corazón que
algo va a suceder.
BERNARDO: Hoy todo mundo está inquieto.
LUCRECIA: ¿Todo mundo?
BERNARDO: Sí. Hace un momento Hortensia acaba de confesar algo
que la tiene tensa. Ahora tú. Es curioso si no fuera a pa-
sar lo que esta noche pasará, diría que a mi también me
invade algo extraño, como una gran cabeza de estropajo
de plata sobre la mía.
LUCRECIA: ¿Y qué pasó? ¿La tienes?
BERNARDO: Precisamente. Aquí.
LUCRECIA: Enséñamela.
BERNARDO: No, hasta haber encontrado la otra.
LUCRECIA: ¿Porqué? ¡Quiero verla! Déjame ver la cara de mi libertad.
BERNARDO: De “nuestra” libertad.
LUCRECIA: Me pregunto quién se librará de quién. Nosotros de ella
o ella de nosotros.
BERNARDO: ¿Lo ignoras aún? (La abraza. Ella de espaldas a él.)
BERNARDO (Enamorado): ¿Lo ignoras aún?
LUCRECIA: Cuando me estrecha como ahora, no. (Pausa): ¿A dónde
iremos?
BERNARDO: Al rincón más oscuro del universo.
LUCRECIA: Los dos.
BERNARDO: Tomados de la mano… paseando por las estrellas. Be-
biendo nubes.

157
Teatro 2009

LUCRECIA: Solo… ¡Los dos!

OSCURO.

Una ventana en el aposento de Casandra. Ésta mira a través de ella. En-


tre los cristales. Está sentada en una silla. Su mirada, altiva, dominante,
perdida en un punto bajo. Como si delante de ellos se extendieran sus
propiedades, su casa, su jardín.

CASANDRA: A lo lejos se divisan los maguellales, lo olivos, los huer-


tos secos, las tierras estériles, los nopales sin tunas, las
madres vacías, las cuencas sin ojos, la lluvias de fuego,
las paredes en ruinas, los esqueletos vivientes y mis in-
sectos que festejan a su reina madre. ¡Soy como la luz de
una vela que se extingue! Soy el tronco que cansado de
sostener sus ramas las deja una a una sobre los zarzales.
La araña que sostiene la longitud de sus brazos, lámpara
de cera inmóvil. ¡Deténganse, no saben a dónde irán!...
las fuentes se agotan, los rayos se hielan, los cóndores se
mueren de hastío.

(Bajo la ventana cruzan un pequeño grupo de “insectos”. Hombres ves-


tidos de un color seco, café amarillento o beige. Sin cara, con la cabeza
cubierta con una especie de “montañera” del mismo color del traje, como
la pintura de una hormiga caricaturizada, descolorida. Llevan antorchas
en las manos. Casandra sonríe, dolorosamente.

CASANDRA: Ya van mis hijos sin cara al festín. Los miraré a través
de mí.

(Levanta con las manos un marco de espejo sin espejo y observa por él.)

¡Adela! Diles a los invitados que tengan la bondad de


esperar. Aún no se cumple la hora fijada. Ofréceles una
copa. Un trago de vino o un bocado de miel. Que esperen.
La señora no está lista. Sí, ya lo sé. Amaneció muerto mi
cesto de costura, se quebró el lápiz para, mis cejas, ago-
nizó mi juventud. Voy a enterar con la nocturnidad a mi

158
La araña

amante. Al fruto de mis entrañas vuelto deseo. Lo acos-


taré junto a mi tumba para acariciar su piel así… así…
(Se acaricia los senos.) Como a Ernesto… ¡Ernesto! Mi
amor muerto.

Mi riqueza convertida en mendicidad. (Pausa. Trata de


volver a sí misma.) No sé porqué habla mi boca. Me gusta
conjugar. Revolver los términos.

Equivocar las palabras. Contraponerlas. Sí-no, tu-yo,


cerca-lejos, así soy. (Desequilibrada.) ¿Has visto, Lucre-
cia? Se ponen verdes nuestros geranios. Los riego día con
día con agua de tu fuente. La redonda construcción de tu
fuente. La amaste desde el primer momento. A cada ins-
tante. A cada partícula de piedra con que fue hecha le en-
tregaste pedazos de corazón. La coloreaste con tu sangre.
Viviste para ella. Su líquido me da la vida. Soy feliz”… y
ahora da vida a mis flores… a mí.
¿Por qué te gustó? Sí, ya sé. Fue un regalo de tu pa-
dre. Toda esta casa está impregnada de él; y nos ahoga.
Vivimos de su recuerdo. Fue su mano quien me condujo
al delirio.
A la proximidad de la frontera, de los abismos, de la
gente del campo que me entregó su aprecio y yo ignoré.
Ya es tarde para empezar. Todo termina y yo hace poco
que comencé a finalizar. Ahora me levanto y tomo mis
hilos, los tuerzo, los tejo. ¡Mi telaraña! ¡Mi corcel para el
reo! ¡Mi jaula para el ave! ¡Mis puños para la mariposa!...
los tejo, uniéndolos con mí saliva. Es la red en donde
atraparé a mis peces para volverme mar. Ahora soy una
reina y muevo mis ocho patas y agito mis cuatro alas para
asustarlos. ¡Me levanto… asciendo! Escapo hacia el es-
condrijo y allí me oculto para esperar, impaciente, a que
se enreden en ella. Ahora sí, los tengo, los voy a partir, a
multiplicar. Ya hacen nacer a mis nietos. ¡Ven chiquitín,
ven! Mírame, soy tu abuela. Bésame. Voy a contarte un
cuento. (Triste) Después soy penumbra, miedo, ausencia.
Me interno en la nave de una iglesia y me siento solitaria

159
Teatro 2009

a rezar la oración. Allí me quedaré. Allí moriré de vejez


y frío; cobijada con el velo negro sobre mi cabeza y el
escapulario sobre mi corazón; olvidada del mundo. Des-
vanecida en la nada… echa polvo que al viento escapará
por el asfalto de la ciudad.
Me confundiré en la niebla, en la peste de los autos,
en la suciedad. Entonces me volveré una araña y esca-
laré los muros como el amante los míos. Subiré a tus
aposentos y devoraré a mis hijos, porque ellos… me han
devorado ya.
Casandra se queda quiera ahora para medir sus pala-
bras, se vuelve un insecto, un insecto más en sus tierras.
Ahora muere, se calla, porque se ha vuelto un secreto más
de la ciudad… sólo eso… ¡un secreto!
OSCURO.

ESCENA IV. El gran salón de la mansión. Espesos murmullos. Como


si un gran número de gente lo ocupara, empero, el recinto, se encuentra
vacío. Adela ofrece copas a invitados imaginarios. En el extremo iz-
quierdo Bernardo y Lucrecia. Beben.

BERNARDO: Es una fortuna que nos acompañe tanta gente.


LUCRECIA: Desde oriente vinieron para acompañar la fiesta.
BERNARDO: De gran gala se han vestido los caballeros y costosas jo-
yas lucen las mujeres.
LUCRECIA: El recinto es iluminado por numerosos candelabros.
BERNARDO: ¡Y arañas!
LUCRECIA: Arañas que no penden del techo, con lágrimas de cristal
en las mejillas.
BERNARDO: El vino aturde el entendimiento.
LUCRECIA: Y los valores humanos se derrumban.
BERNARDO: O se ensalzan.
LUCRECIA: Se pisotean.
BERNARDO: Y se sientan a la derecha de Dios Padre y de Dios Hijo.
ADELA: Pronto bajará la reina.
LUCRECIA: Y todos volveremos nuestra atención hacia la cúspide de
la escalera para mirarla bajar. Su frente amplia y limpia,
brillante con la luz de las estrellas.

160
La araña

ADELA: ¿Quién alargará sus miembros para coronarla?


BERNARDO: El cuerpo que cobija mi nombre.
ADELA: Ya sacudimos la corona. La sacamos de un viejo baúl de
nuestro desván. La colocaremos sobre su cabeza.
LUCRECIA: Y ofreceremos el té.
ADELA: ¡El té!

(Como si despertara de un sueño pronuncia las palabras. Luego va a


salir pero en ese momento se escuchan largas fanfarrias. Los tres vuel-
ven la cabeza hacia lo alto de la escalera. Se escucha un gran murmullo
e inmediatamente después un pesado silencio. Casandra aparece. Un
elegante vestido negro y un collar de perlas en el cuello. Desciende con
paso pausado con una mano al aire, como si un caballero la acompaña-
ra llevándola de ella. Los tres inclinan la cabeza.)

CASANDRA (Real): ¿Han llegado todos?


BERNARDO: Todos, madre.
CASANDRA (Condescendiente): Desde ahora soy tu majestad.
BERNARDO: Todos, majestad.

(Al fondo, detrás de los altos ventanales amargan las “avispas” con an-
torchas en las manos, como fantasmas o momias.)

CASANDRA: … mi trono. (Bernardo conduce a su madre, hasta un


improvisado trono; una silla de las que utiliza Casan-
dra, para tejer). Oigo murmullos.
BERNARDO: Es la impresión de descubrir su belleza.
CASANDRA (Ausente): Y dime, Bernardo. ¿Vas a casarte con aquella
doncella de que me hablabas?
BERNARDO: Lo he hecho ya majestad. Aquella mujer que inclina la
cabeza para saldarnos es ahora mi mujer.
CASANDRA: Esta noche voy a casarlos. Pero no hace falta ya.
CASANDRA: Es bonita.

(Bernardo inclina la cabeza en gesto de agradecimiento.)

CASANDRA: Ahora me incorporo. Soy pequeña en medio de estas


grandes columnas. ¡Y me hago reina!

161
Teatro 2009

(Afuera, los “peones” comienzan a gritar y a golpear las ventanas,


como si quisieran entrar, un gran tumulto en un linchamiento. Adela se
refugia en los brazos de Lucrecia, temerosa.)

¡Ya oigo los aplausos! ¡Mis vasallos me aman! (Pausa.


Se sienta.) ¡La corona (Bernardo saca de entre sus ropas
la corona de estrellas de Cástor. Casandra se desconcier-
ta. Se queda impávida.) ¡No!

BERNARDO: Vuestra corona, majestad.

(Ella parece una estatua, atemorizada. Bernardo levanta los brazos con
la corona en las manos. Está detrás de ella. Los gritos cesan por un
momento. La escena es patética, suspensa. De pronto escucha un grito,
es la voz de Cástor que rompe toda la escena.)

CÁSTOR: ¡Detente! No sea tu mano pecadora que entregue las lla-


ves de la gloria.

(Cástor baja presuroso la escalera.)

¿De dónde tus afanes consiguen muestras de sacrifi-


cio? ¡Hipócrita! Blasfemo. ¡Sacrílego! Esa corona es mía.
La corté yo con mi sangre. La hice nacer de la unión de
mis venas y mis arterias. ¿Y si viene mi propia sangre a
arrebatarla de mis manos? ¡Soy yo quien la parió y no tú!
¡Mío es el poder y la gloria! ¡Detén el latir de tus sienes
en tu cabeza!

(Todo ha quedado en silencio. A grandes pasos Cástor de acerca al “tro-


no” donde Bernardo no ha acabado de coronar a su madre. Ahora lo
hace al decir Casandra.)

CASANDRA: ¡Detente! ¡Detente tú! Yo soy tu Dios. Tu Señor supremo.


El poder que...
CÁSTOR: Madre…
CASANDRA: Ya estoy vendida. Me vendí a ti el mismo instante en que
naciste. Fuiste mi lazarillo y yo tu ciego. Fui la mano que

162
La araña

se tiende y tú mi limosna. Eras la cadena, el collar, y yo tu


perro. (Solemne, confundida.) Eres la única pureza de mi
cuerpo a quien nunca me atrevía a tocar. ¡No te acerques!
No infectes el aire que espiras con mi aliento.
No necesito estrellas para ser de ti. ¡Eres la vista del
ciego y yo ahora veo!
CÁSTOR (Arrodillado): Mira como se postra mi amor a tus pies.
Mira como se agita mi pecho al reconocer tu verdad.
Ahora en el umbral de la muerte, me describes al tono
de la felicidad. Seré feliz aunque sea sólo un momento.
Mis insultos, mis querellas, eran caricias y besos sobre tu
frente. Tu basura se recoge del estiércol y tiende su mano
hacia ti. (Cástor alarga la mano.)
CASANDRA: ¡Cástor! ¡Mírame! ¡Voy a matar mi fe… (Lo mira dura)
¿Qué ves?
CÁSTOR (Vivas.): ¡Amor!
CASANDRA: ¿Qué ves?
CÁSTOR: ¡Amor!
CASANDRA: ¿Qué ves?
CÁSTOR: Amor.
CASANDRA: Acércate. (Cástor lo hace) ¿Quién soy?
CÁSTOR: La luz de mi oscuridad.
CASANDRA: Tu araña.
CÁSTOR: La tela donde me quiero perder.
CASANDRA: ¿Me amas?
CÁSTOR: ¡Tanto! Que ya no me cabe el amor en el pecho.
CASANDRA: Bésame que voy a matar mi fe. (Cástor no sabe que ha-
cer. Duda.) ¡Bésame!

(Ante el tono autoritario de ella, Cástor se deja vencer. Se acerca a ella,


toma su cara entre sus manos y posa sus labios en los de la mujer.)

CÁSTOR: Madre.
CASANDRA: Bernardo… ¿Matarías a quien osara quitarme mi corona?
BERNARDO (Desconcertado): ¿Cómo?
CASANDRA: ¿Lo harías?
BERNARDO: Sí.
CASANDRA (Se vuelve a Cástor): Cástor… ¿morirías por mí?

163
Teatro 2009

CÁSTOR: Mil veces. (Ha medido sus palabras)


CASANDRA (Saca un puñal de sus ropas y lo ofrece a Bernardo.):
Toma este puñal, Bernardo. (Él lo recoge) Cástor, hijo,
éste es mi regalo de amor. (Le tiende la corona.)
CÁSTOR: Recibo a la muerte como el anillo de boda.
CASANDRA: … se va lo único bueno de mi vida. ¿Lo oyes Adela? Y
ahora sí me encuentro segura de obrar bien. Con él se
va el único sentido noble de mi pensamiento, mi ser de
madre.

(Al decir esto, Cástor le arranca la corona de las manos y al mismo


tiempo, Bernardo, hunde el puñal en su vientre. Cástor sonríe, agrade-
cido, a su hermano.)

CÁSTOR: Nace… mi… ¡amor! (Muere.)


CASANDRA: Muere mi amor.

(Cástor cae, pesadamente a los pies de ella. Casandra se levanta, altiva,


como una reina indignada, teniendo a sus plantas una alfombra de dia-
mantes: su hijo.)

CASANDRA: (Grita, antes de llorar…): ¡Mi reino empieza con esta


muerte!
(Se escucha un gran estruendo. Los “peones” rompen las ventanas y se
precipitan al interior arrasando con todo. Bernardo despierta de su letar-
go, tira el puñal al suelo, corre a donde Lucrecia, le toma un brazo.)

BERNARDO: ¡Huyamos!
LUCRECIA (Resistiéndose): No podemos. Nos falta la otra llave.
BERNARDO: Romperemos los muros, saltaremos la reja.
LUCRECIA: Mi debilidad no podrá. No soy fuerte.
BERNARDO: Escalaremos por los balcones. ¡Pronto! Tenemos que sal-
varnos.
LUCRECIA: Nuestra salvación esta aquí. En la oscuridad. Déjame,
suéltame, huye tú.
La fuerza, la temeridad va contigo. Conmigo se queda
la fe. Yo nunca podré salir de aquí. ¿Es que no te das
cuenta? ¿Es que no ves que estoy… ciega? (Bernardo re-

164
La araña

trocede, espantado. Lucrecia le muestra la cara donde


sus cuencas se hallan vacías. Él decide salir, salta por
uno de los balcones en donde es sorprendido por los peo-
nes, lucha, se resiste, pero la mayoría vence, terminan
por destrozarlo. La agitación continúa, todos se atrope-
llan. Sólo Casandra, de pie, permanece intacta, sin nadie
que se atreva a poner sobre ella un dedo.)
CASANDRA: Mi llave se esconde bajo mi almohada. Mi llave se es-
conde bajo mi sillón. Y los tengo aquí, dentro del pecho.
Ahora somos libres. (Grita.)

¡LIBREEEEEEEEEEEEEES!

(Adela lanza un grito y cae al cielo. La escena es patética. La mansión es


confundida por las llamas. Lucrecia de cara al público, sangra. El ruido
es ensordecedor.)

165
DIVERTIMENTO POBLANO
“Loa urbana”

Espectáculo costumbrista
para dos actores y un ballet

Original de Marco Castillo y Víctor Puebla


Los poemas utilizados son originales de los
prestigiados poetas poblanos

Ernesto Moreno Machuca: En la Nada.


Y Gregorio de Gante: Puebla Cd. de Maravilla
y A la China Poblana.

El espectáculo fue concebido para ser represen-


tado de preferencia en lugares abiertos pero se
deberá contar con un espacio adecuado donde el
ballet pueda interpretar sus danzas. Seria ideal
contar con una plazuela de tipo colonial de esas
que en Puebla abundan, con un balcón adornado
de rosas para ilustrar la parte correspondiente a la
Puebla de antaño. En la puesta en escena original
se escuchaba al inicio del espectáculo el primer
movimiento de la sinfonía 9 en mi menor, op. 95
“Desde el nuevo mundo” de A. Dvorak.
Voz Actor I: Si alguna vez, el hado perdurable
me dijera en el gozo de la nada
¿Donde quieres que brote tu mirada
la espiga de tu cuerpo miserable?
Si dijera una voz inescrutable…
¿Donde quieres que surja constelada
el alma he de darte por morada
Para que siempre aspire a lo inefable?
ACTOR II : Mi corazón, incógnita criatura,
Rosa herida de místicos mensajes,
Contestará con límpida ternura…
Quiero nacer en un país sin niebla
En México ánfora de vividos paisajes
Y en un rincón azul llamado. Puebla
Puebla, de ciudades flor
Tierra heroica del valor
Y de mujeres divinas.
Quien fuera el charro mejor
De la mejor de tus chinas.
ACTOR I: ...Ӈngelus suis deus mandavit
de te ut custodian to in omnibus viis tuis”.
“y dios mandó a sus Ángeles para que te custodien
en todos tus caminos”
ACTOR:- Ciudad de maravilla
ante el conjuro de tu nombre sonoro
se estrechan el pasado y el futuro
( y en las horas presentes}
por saludarte a coro; se abre un surco
de oro en nuestra patria historia…
Sobre tus cúpulas iridiscentes
se estrella un sol de gloria
ACTOR:- la estrofa viste galas y
se remonta hasta empapar las alas
en los puros añiles de tus cielos
hay eclosión de flores y perfumes
en el rico jardín de tu leyenda.
y los Ángeles baja a tu escudo
por custodiar tu senda…

169
Teatro 2009

Termina la obertura musical

ACTOR I: Y dice con tono coloquial


Muy buenas tardes, noches, días, señoras y señores
Mi compañero (aquí dice el nombre del actor I) y un
servidor (dice el nombre de él) les damos las gracias por
acompañarnos hoy que hablaremos de nuestro lugar de
origen. De Puebla. nuestra Puebla
ACTOR II: Pues ya que hablaremos de Puebla. Tendremos que decir-
les que nuestro estado, se encuentra ubicado hacia el cen-
tro de la republica y cuenta con 33 950 km2 de extensión
limitando al norte y al este con el estado de Veracruz, al
sur con los estados de Oaxaca y Guerrero: Al oeste con
los estados de: México, Tlaxcala, Morelos y al NO con
el estado de Hidalgo
ACTOR I: En su geografía extensa y variada podemos encontrar
una árida región como Tecali y Tecamaxalco o verdes y
agrestes lugares como la húmeda Cuetzalan, o el pinto-
resco Zacatlán
Sitios arqueológicos de misterios y de historia como
lo sería la mismísima Cuetzalan y Cholula, o bulliciosos
y alegres lugares cosmopolitas como la ciudad capital,
que sin embargo aun conserva, aunque sea remotamente
ese peculiar tinte que la distingue de la provincia de la
gran urbe

(Desaparecen los actores y entra un cuerpo de Baile interpretando algu-


na danza indígena como quetzales, negritos arcos y tejedores, etc.)

A gusto del director se puede anexar en esta parte información sobre las
danzas a ejecutar

Cuando termina el ballet de interpretar su danza, salen los bailarines y


entran los actores cada cual por su lado

ACTOR II: Pero hablemos ahora de la capital del estado; Puebla de los
Ángeles o Puebla de Zaragoza, en honor del general que
combatiera en la heroica batalla del 5 de mayo de 1862

170
Divertimento poblano

ACTOR I: Con más de 2 millones de habitantes, aunque el INEGI


nos quiera hacer menos, esta ciudad se ha convertido en
un ejemplo viviente de la lucha constante que sostiene
el empuje de las nuevas generaciones, con sus modas
enajenantes y de aquellos que defienden un pasado re-
flejado en las costumbres familiares.
ACTOR II: (Cambiando de tono). Pero del poblano no se habla muy
bien que diga
ACTOR I: No, (explica) Poblano, chicharronero, camotero, corta
bolsa y embustero.
ACTOR II: Mono, perico, poblano, no lo toques con despacito por-
que te muerde la mano
Tócalo con un palito porque es animal maldito…
ACTOR I: Y el último adjetivo cuya traducción no queremos expli-
car, ya que además de ser sumamente conocido, cono-
cido su significado representaría para los que actúan un
motivo de aprehensión
AMBOS: (indignados…) PI…PO…PES…
ACTOR II: Aunque hay autores que con su literatura confirman que
todo aquello que se dice del poblano no es cierto y que
esta actitud al parecer hipócrita es solo producto de una
excelente educación.
ACTOR I: Y que todas esas características que lo conforman si no
solo fama y leyenda
ACTOR II: Pues… Puebla es una ciudad prolífica en leyendas
ACTOR I: Como al leyenda de la China Poblana…
ACTOR II: La monja del mole poblano…
ACTOR I: (señalando a su compañero) el día de todas las mulas…
ACTOR II: (en desquite señalando a su compañero) o la fiesta de los
panzones.
ACTOR I: La calle de la soledad…
ACTOR II: Nuestro señor del veneno…
ACTOR I: Las campanas e la catedral…
ACTOR II: Y de la fundación… que nos cuenta como el señor or-
denó a Fray Julián Garcés, obispo de Tlaxcala, que
halara un sitio donde fundara una ciudad y la encontró
en el paraje que por aquella época se llamaba Cuetlax-
coapan.

171
Teatro 2009

(el actor II se retira al fondo donde se cambia y se caracteriza como


arcángel, en tanto que el otro se ha vestido como dios)

(En el centro del escenario como voz tronante)

ACTOR I: Que venga el arcángel san Gabriel (entra volando)


ACTOR II: A sus órdenes jefe
Mira Gabriel, te agarras dos o tres pend…, perdón, Án-
geles y te me bajas de volón a cutex,… cotex… cuet-
lax… cuetlaxcoapan (harto)
ACTOR I: Ahí a un ladito de Cholula
Y al primer pendejo que encuentres en la tierra le dices
que ordeno que me funde una ciudad
ACTOR II: (arrebatándole los elementos que lo caracterizan como
Dios)
Híjole mano, yo no creo que dios haya dicho eso…No
pero la historia nos proporciona los datos correctos y
nos da las fecha de la fundación, hecho que acaeció el
16 de abril del año 1531. Y la leyenda cuenta como el
obispo Fray Julián Garcés obispo de Tlaxcala, tuvo un
sueño la víspera del arcángel San Miguel, en donde veía
una frondosa campiña atravesada por cristalino rio que
aumenta su caudal con los manantiales que brotaban de
tan fértil tierra y que cuando contemplaba esta maravilla
de la naturaleza descendieron del cielo unos ángeles, los
que con unos cordeles hicieron el trazo de una ciudad
sobre un lugar que en ese entonces se llamaba Cuetlax-
coapan y que traducido al español quiere decir: Lugar
donde las víboras cambian de piel

(los actores hacen mutis y aparecen inmediatamente después caracteriza-


dos de ángeles haciendo el trazo de una ciudad con unos cordeles de oro)

Ponte abusado carnal


que no se enchueque la línea,
es mandato celestial
pa que se aparten del mal

172
Divertimento poblano

esta ciudad y su raza,


que quede recta la traza.
Es algo que no comprendo,
porque el augusto señor,
que ahorita me está mirando
mando rayar la campiña
que casi está floreciendo,
para hacer una ciudad.
Es que a la gente de allá
de España que está viviendo
se ha dado a la facultad.
(hace señas de “uñas”)
Como aves de rapiña
Pa que se calme y agote
se inclinen a la bondad,
es mandato del señor que
ahorita me está escuchando,
se les trace una ciudad
pa que ya no estén chin…
(interrumpiendo)
Ando como trastornado
de tanto rayo de sol.
y es que mi suposición
que si no acabamos presto,
será este día muy funesto
pues nos dará insolación.
Hay hermano san Gabriel
que puras quejas te haces,
pa que tan mal no la pases
y para calmar tu sed,
tomate un pulquito de Apan
que hemos de trazar muy bien
en este lugar cuetlaxcoapan.
Cuetlaxcoapan?.. y eso que es,
porque en el cristiano hablar
jamás hemos de nombrar
el nombre de una ciudad
con la lengua de estas gentes.

173
Teatro 2009

“lugar donde las serpientes


a cambiar la piel se van”.
Acuérdate bien Julián,
porque como estas soñando,
al ratito despertando,
no se te vaya a olvidar,
porque estamos en un sueño
no te lo dijo tu dueño;
el señor que arriba está;
que no me quiere ni hablar
porque me escape del cielo
yo estando en pleno refuego…
pues que me manda a llamar.
Te me bajas con Miguel
a fundar una ciudad.
Pues a mí me dijo así,
te me agarras a Gabriel;
lo agarras de la orejas
le dices …ahora te dejas…
y a Tlaxcala van a cáer;
ahí se pepenan a un ser
de preferencia viejito,
tonto, tarado y chenchito
porque ese si les va a creer
y casi llegando acá
quien llenaba el requisito
fue el obispo Juliancito,
que soñándonos está.
Abre el oído Julián
escucha y estate atento,
porque dentro de un momento
a todos les contaras,
aunque tú ya estés senil;
que el día 26 de abril
una ciudad fundaras.

Aquí irá la catedral,


hartas iglesias... ni modos,

174
Divertimento poblano

que queden codo con codo


porque la fama de mochos
y de hartos “teporochos”,
sus habitantes tendrán.
Se hará aquí el hotel del Mar
con chinches y cucarachas,
lugar donde las pu..chachas
la pupila alegraran.
Aquí irá una cantina-bar

(el otro arcángel se asusta, el primero se justifica)

como llegan visitantes


con su cara de farsantes,
mas, si no beben, se van.

Y que nombre llevará


tan re-precioso lugar?..
Pues ya lo he estado pensando
y re-pensando he hallado,
este nombre… San Miguel.

Óyeme nooo… compadrito


ese nombre no es bonito,
se llamará San Gabriel,
se llamará San Miguel.
se llamará San Gabriel.
Pinta tu raya angelito
que aquí probaras tu espada,
me re-lleva la…tostada,
ahorita mi espada calas
pa que sepas miguelito
que aunque yo estoy más chiquito,
tengo bien puestas las alas.
Alto allí, aquí muere ya,
ya no se alegue …
ni gabrieles ni migueles
se llamara los angéles.

175
Teatro 2009

(se rehace los dos y vuelven al tono coloquial del principio)

En efecto la ciudad de Puebla recibió en un principio el


nombre de los Ángeles pero a lo largo de la historia ha
recibido muchos títulos más
El titulo de noble y leal.
El de muy noble y muy leal
El de ciudad de los Ángeles.
O de puebla de los Ángeles
o el de..

(Interrumpiéndolo)

oye yo creo que aquí cabria hacer una aclaración porque


comúnmente la gente conoce a Puebla como Puebla de
Zaragoza, sin embrago en los documentos eclesiásticos
se firma todavía como Puebla de los Ángeles.
Para ello tendríamos que remitirnos hacia el año 1532
en la ciudad de Medina del campo en donde la reina re-
genta expidió una cedula que a la razón describe:

(Ambos salen por un momento para caracterizarse de reina y lacayo y


luego vuelven a entrar, se escucha un paso doble que acompaña la entra-
da de su majestad).

(El del papel de reina).

Lacayooooo
Escriba
Siiii
Yo, la reina a nombre de la cancillería real de la Nueva
España, he sido enterada de que han poblado cristianos
y españoles una ciudad que se dice llamar los Ángeles;
pues para que esta ciudad crezca, aumente y ennoblezca
a su pueblo; hemos decidido, mi señor el rey y yo que
todos los que en ella vaya a vivir no paguen alcabalas, ni
pecho y que este decreto empiece a hacerse efectivo a
partir del momento que lo tengan en sus manos.

176
Divertimento poblano

Yo, la reina a nombre de la cancillería real y Juan de


Sámano. Leed….
(el del papel de lacayo) Yo… la reina (risitas conteni-
das) he sido enterada de que se ha poblado de Ángeles
una cristiana ciudad que se hace llamar Puebla, (la reina
se desconcierta pues descubre que el lacayo está borra-
cho) y para que los habitantes ennoblezcan su aumento
y no vayan a correr, hemos decidido mi Señor y yo la…
(nuevas risitas) reina, que a partir de este decreto no pa-
gue nada por sus pechos.
Yo a reina a nombre de la samanillería real y San de
Juanamo.

(extiende el documento a la reina)

Firmad majestad (risitas) la reina firma

Fuera del personaje quitándose los elementos que lo caracterizaron


como lacayo

Bueno pero… y lo de Puebla de Zaragoza.


(en el) Bueno ese fue un decreto del presidente Benito
Juárez en honor del general que combatiera En la heroi-
ca batalla de Puebla.

Pero la ciudad de Puebla ha recibido muchísimos nom-


bres más:
El Relicario de América
La ciudad de las Cien Torres
La ciudad Angélica
Angelópolis.
La levítica Puebla.
La imperial ciudad de los Ángeles.
Augusta e imperial ciudad de los Ángeles
Para piernas y campañas las poblanas
Puebla de los pericos y de los camotes
Monumento Nacional
Patrimonio cultural de la humanidad.

177
Teatro 2009

Por lo que podemos deducir que esta sencilla ciudad ter-


minó por llamarse:
La muy noble, muy leal, augusta, levítica, Cesárea, im-
perial ciudad de los Ángeles… y de Zaragoza, de los
azulejos y de las campanas, de los pericos, de los camo-
tes, heroico monumento nacional y patrimonio histórico
de la humanidad.
Bueno, pero les sugiero que cuando ustedes envíen al-
guna carta únicamente pónganle, Puebla Pue… y de
cualquier modo llega… y más rápido.

ACTOR II. Pero hablando de Puebla no podemos dejar de mencio-


nar su gastronomía local, deleite de paladares exigen-
tes, orgullo de la cocina mexicana.
Guisos sofisticados y llamativos a la vista que despier-
tan el apetito.
Riquísimos chilrmoles, chilaquiles,
enchiladas, fritangas,
Sabanas de cerdo braseadas,
costillas de cerdo encebolladas,
lechón a la poblana,
sangre de cerdo o la “chilladora en vox populi y para la
alcurnia, riquísima moronga.
Cuatro cosas come el poblano, cerdo, cochino, puerco
y marrano,
buñuelos de harina, manteca, huevo y anís.
calabazates, guayabates,
turrones, lyemitas de huevo,
punche, cajetas, camotes poblanos,
rajas con leche, rajas con crema, rajas con arroz rajas
con huevo rajas a hu….
Pipián, chiles en nogada.
Y uno de los guisos más sofisticados que se han inventa-
do en nuestro país. Platillo típico de la ciudad de Puebla,
salsa barroca por excelencia y que es degustado interna-
cionalmente por los gourmets y que comúnmente lama-
mos…Mole
ACTOR l . ¿ Y cómo lo inventaron? (2)

178
Divertimento poblano

ACTOR lI . Pues cuenta la leyenda que…

(Ambos salen de escena para caracterizarse de monjas)

Entra el Actor l y comienza a mover la cuchara en supuesta olla)

ACTOR l . (Canta ) Ave Mariiiia gratia plena, Mariiiiia


Gratia plenaaaa… (Cambia de ritmo) Vacilón que rico
vacilón… cha,cha,cha, que rico cha,cha,cha.

(Entra el actor ll como madre superiora rosilo alarmado).

ACTOR ll . Hermana Engracia, hermana engracia


ACTOR l . Dígame madre…
ACTOR ll . Madre ¿Qué hacéis hermana?
ACTOR l . Aquí, haciendo ron poblano madre
ACTOR ll . Haaaaa, ron pipope ( Ambas corrigen.)Rompope
ACTOR l . Probad el rompope madre.
ACTOR ll . (Lo hace, hace gestos de disgusto.) No hermana, a este-
rompope le hacen falta huevos.

(El actor l bate furiosamente)

¿Que hacéis hermana?.

ACTOR ll . (Sofocad. ) El ingrediente madre.


ACTOR ll . Hermana, una prueba de Dios ha caído sobre este Con-
vento, tenemos la visita del señor obispo y la hermana.
Cocinera ha caído enferma, toda la congragación, ha de-
cidido que seáis la sustituta.
ACTOR l . (Alarmado.) ¿La queeeé…
ACTOR ll . (Remarcando ) Sus- ti-tu-ta.
ACTOR l . (Respirando con alivio.) Ah, bueno. Pero… no madre,
yo no puedo hacer eso.
ACTOR ll . Cómo que no. (Improvisación de ambos.)
ACTOR ll . Hermana, preparad un pollo almendrado.
ACTOR l . No madre.
ACTOR ll . ¿Por qué no?

179
Teatro 2009

ACTOR l . Porque no hemos sembrado pollos, perdón almendros,


Madre.
ACTOR l . Al obispo le gustan mucho los chiles: preparad unos
chiles en nogada.
ACTOR l . Esos se van a inventar después, madre no sea ud. pen…
ACTOR II . Bueno algo tenemos que hacer porque el obispo no no
puede irse sin comer y tenéis toda mi aprobación para
inventar algún guiso.

(Sale)

ACTOR I. Pero madre es que… (angustiado, dirigiéndose al público)


¡Es que no se guisar! Y ahora que hago…con lo gordo
que me cae ese obispo.

(se le ocurre una idea)

Conque al obispo le gustan mucho los chiles…eeeh.


mmmmmmh (ríe con malicia) pues ahora vera… va…
chile ancho, chile mulato, chile pasilla, un chipotle pa
‘l picor, jitomate, cebolla , dientes de ajo…di, plátano
frito, cacahuates , almendras, pasitas, piñones, nueces,
ajonjolí, especies varias, (secreto de la casa), tortilla fri-
ta, galletas de panela frita… y chocolate… al fin obispo
le gusta mucho el Chocolate.
Vamos a darle su chocolate.( Rie maliciosamente) si se lo
echo, no se lo echo… se lo echo total… estoy inventando.

(Muele al ritmo del jarabe tapatío, el actor II entra)

ACTOR II. Hermana Engracia, Hermana Engracia(extrañada) ¿Qué


haceis hermana?
ACTOR I. Aquí madre estoy mole y mole . (ambas admiradas)
AMBAS El mole, he inventado el mole, por fin… (se echa una
diana)
ACTOR II. (Quitándose los aditamentos de monja) dios mío, que
daría la reina Juana; ella que puso tanto empeño en la
elaboración de nuestro escudo (declama)

180
Divertimento poblano

ANGELIS SUIS DEUS MANDAVIT DE UT CUSTODIAM TE IN


OMNIBUS VIIS TUIS.

ACTOR I. ¡Ay!...que bonita recitación


ACTOR II. Tarugo, es la leyenda que acompaña al escudo de la ciu-
dad ¿Qué nunca la has leído?
ACTOR I. Pues… si, pero… como está en ingles no entiendo
nada.
ACTOR II. Zoquete, es latín y para que lo sepas el escudo de la
ciudad de puebla fue el más elaborado y simbólico de
cuantos se produjeron en la época. Se hizo en forma
acorazonada, con cinco esbeltas torres de oro sobre un
fondo verde–gualda, rompiendo las torres, de la torre de
en medio brota un caudaloso rio de aguas azules, a los
lados dos ángeles vestidos de blanco y purpura sostie-
nen una corona imperial de oro y dos letras en las manos
KV., que significan CARLOS V y una orla cintada en
la cual está escrito el versículo II del salmo 90 de David
que traducido al español dice
“Y Dios mando a sus ángeles para que te custodien en
todos tus caminos . ciudad de maravilla”.

Ante el conjuro de tu nombre sonoro ( 4 )


se estrechan el pasado y el futuro
en las horas presentes
por saludarle a coro.
Se abre un surco de oro
en nuestra Patria historia
sobre tus cúpulas iridiscentes
se estrella un sol de gloria.
La estrofa viste galas,
y se remonta,
hasta empapar las alas
en los puros añiles de tu cielo.
Hay eclosión de flores y perfumes
en el rico jardín de tu leyenda
y los ángeles bajan a tu escudo
por custodiar tu senda.

181
Teatro 2009

ACTOR I . Muy bonito, muy bonito; pero… te volviste a salir de


texto…. Ahorita
Lo que tocaba era el Madrigal de Gutierre de Zetina,
poeta salmanquino que fue herido en las puertas de San-
to Domingo, de la majestuosa capilla de Sto Domingo,
aquí en nuestro país, en la ciudad de Puebla.
ACTOR ll. Es cierto, y como dece el madrigal.
ACTOR I. Ojos claros, serenos
si de un dulce mirar sois alabados
por qué si me miráis
miráis airados
si cuanto más piadosos
más bellos parecéis a aquel que os mira.
No me miréis con ira
Porque no parezcáis menos hermoso.
¡ Ay, tormentos rabiosos!
Ojos claros, serenos,
Ya que así me miráis.
miradme al menos.
ACTOR ll. Si para mujeres guapas solamente las de Mexico
ACTOR I. Y las de Jalisco.
ACTOR ll. Y las de Tlaxcala
ACTOR l. Y las de Oxaca
ACTOR ll. Y las de Sinaloa, las de Tabasco, las de Veracruz, las
de…
ACTOR I. ¡ Bueno ya! Si de mujeres vamos a hablar creo que lo
más acertado seria mencionar a nuestra divina y única
china poblana. Que importa cual haya sido su origen,
se deserta mucho acerca de ello, la única realidad es que
existe y que:
Mundanal y divina
en cuya veste criolla y pinturera
que se queja de olvido.
ACTOR ll. lucen los tres colores ( 5 )
de nuestra sacra, nacional bandera
es a nuestros ojos soñadores
echa una mujer de luz
la Patria entera.

182
Divertimento poblano

ACTOR ll. Puebla, de ciudades flor,


tierra herética del valor
y las mujeres divinas,
quién fuera el charro mejor
de la mejor de tus chinas
ACTOR I. Pero para hablar de ella tendríamos que engalanar el
Recinto como para una fiesta. Tendríamos que colgar
papelitos de colores. ( Bajan guirnaldas de papelitos de
colores. )
ACTOR II. Como eso! ( señala.)
ACTOR I. Exacto. Repartir banderitas de papel ( Lo hacen.)
ACTOR II. Licor de pasita.
ACTOR I. Rompope para las damas.
ACTOR II. Ponche de Puebla
ACTOR I. Echar a vuelo las campanas de catedral.
ACTOR II. Cantar “ Que chula es Puebla.”
ACTOR I. Contagiar a la gente de este gozo de haber nacido en
en el relicario de América.
ACTOR II. De este gozo de fiesta grande, de barrio recién lavado
y ser un peregrino de luz en la cascada de estrellas
ACTOR I. ( Declama.)
Arde, como un incendio
la verbena popular en la clásica barriada,
la nutrida colmena de romeros
simula marejada sin par.
Sus voceríos, acrecen con las vividas corrientes
de las sonoras calles
hechas humanos de ríos.
Hay rumor de oleaje
de la fiesta nocturna en el miraje
a mareantes ríos
que ofrecen frutas, viandas, golosinas,
se trenzan el guirigay de la rondalla
que gotean rientes mandolinas.
Sobre el tumulto estalla
el hondo sollozar de una vihuela
una voz varonil se alza, revuela,
y a un balcón florecido de rosas

183
Teatro 2009

y galas adornado
se prende el dulce y triste cantinela.
Es algún pobre infortunad
ACTOR II. Allá por el jardín ( 6 )
hay compacto grupo
que se apretuja en incesante
expectación febril
como un impacto de ilusiones sangrantes
el ujujuy y el ayayay
comenta el delirio del coro
se elevan cual cohetes y revientan
ebrios de azul en carcajadas de oro
es que sobre el sonoro alto tablado del kiosko
y cabe la caricia que da el ramaje fresco
dibujan charro y china
el pintoresco canevá
de un jarabe.

( En un lugar especial para los bailarines, estos empiezan a ejecutar un


típico jarabe poblano. A consideración del director, en este momento el
ballet interpretar uno o más bailes adecuados. Cuando ha terminado de
bailar el ballet entra el actor ll y dice )

… con la cara morena


que alumbra la obsidiana de los ojos
con la oscura melena
que acaricia los brazos y la espalda
la china es una noche danzarina
con un cielo estrellado como falda
que hace soñar al ululante coro.
Y en el cielo, la noche es otra china
De la falda azul, con lentejuela de oro

( hay una breve pausa y a continuación dice: )

…¿ Pero qué pasa con nuestra puebla moderna?

( Sale por un lado, mientras que por el otro entra el actor I vestido de “vecina”

184
Divertimento poblano

– bata, tubos en la cabeza, pantuflas cara encremada, con una enorme bolsa
de plástico que con sigilosos pasos abandona a la mitad del foro

En ese momento aparece el actor ll y reclama: )

ACTOR II. ( Vestido como futbolista de la franja y alas en la cabeza.)


Señora, señora, señora. Le recuerdo que dejar la basura
en la vía publica es un delito federal, un echo anticiuda-
dano y una acción cometida por una persona
que puede ser considerada pro esto
como una perfecta cochina
ACTOR I. Mal nacido, desgraciado, imbécil. Como se atreve.
No ve que soy diabética, hipertensa y cardiaca. Y que
pudo haberme matado de un susto. Y además quien es
usted para dirigirme la palabra. Que sabe que perte-
nezco

ACTOR I. Una familia de rancio abolengo poblano, y que no pien-


so ( 7 ) dirigirle una sola palabra, por muy pequeña que
esta sea.
ACTRO ll. Pero señora, si ayer nos saludamos.
ACTOR l. Le contesté, no lo saludé.
ACTOR ll. Pues lo siento señora, pero hecho de habernos saludado
es una prueba irrefutable de que usted y yo ya tenemos
tratos, o sea, de que nos conocemos. Pero además eso es
lo que menos interesa es que esta es la segunda ocasión
en que estoy a punto de cacharla en el momento de dejar
esa bolsa de no se que en la puerta de la casa de su veci-
na. Digame usted, ¡ Que contiene?
ACTOR I. ¿ Quien yooooo?
ACTOR II. La bolsa, que contiene la bolsa.
ACTOR l. ( Digna, pero asustada.) Nada, esa bolsa no contiene
nada.
ACTOR II. Pero como no va a contener nada, señora, y entonces el
bulto que hace, ¡ qué significa¡
ACTOR l. Significa algo que a usted no le importa.
ACTOR ll. Como no me va importar,señora. No me mienta.
Esa bolsa esta llena de…. ( música melodramática )

185
Teatro 2009

ACTOR l . (Como una madre culpable ante los reproches de un


Hijo.) De….
ACTOR ll . Deeee…
ACTOR l. De qué
ACTOR ll . ( En el colmo del dolor.) Basura.
ACTOR l. ( TRAGICA.) ¡¡ Noooo!!!
ACTOR ll . Si.
ACTOR l. ¿Siiiii?
ACTOR ll . ¿ Nooooó?
ACTOR l. ( Cinico.) Bueno si, pero eso no quiere decir nada.
ACTOR ll. Cómo no va querer decir nada, señora. Qué no se da
usted cuenta que dejando la basura en las calles se pro-
ducen enfermendades, da un pésimo aspecto a la ciudad
y se producen miles de moscas.
ACTOR l. Y que quiere que se haga. Que se llene de moscas mi
cocina.
Por que yo tengo una cocina integral carísima, que me
costo muchísimo dinero y no voy a permitir que me la
ensucien con sus cacotas las moscas.
ACTOR ll. Pero señora….
ACTOR l. Además los carros de la basura no pasan nunca.
ACTOR ll. Eso es una mentira señora. Hoy por la mañana escuche
en un conocido programa noticioso que nuestras Autori-
dades hicieron lo posible para prestar un servicio inme-
jorable.
ACTOR l. En Holanda habrá querido decir, porque aquí en (8)
Puebla no se encuentra un carro de basura ni de milagro
y eso que Puebla es una ciudad acostumbrada a los mi-
lagros.
ACTOR ll. Mire señora, comprendo por haber sido cachada infra-
ganti en el momento de cometer su delito la hace decir
incoherencias.
ACTOR I. (Indignadísima. Levanta la mano y al fin la planta sobre
la mejilla del otro pobre.) Incoherente su burla
¡Estudiante!
ACTOR II. Señora no le permito que me insulte de esa manera,
Que cosa tiene usted con los estudiantes para que los
insulte de ese modo.

186
Divertimento poblano

ACTOR I. Lo que pasa es que deberían de ocuparse de sus estudios


y no andar molestando a la gente pura y decente como-
yo, estudiante
ACTOR II. No soy estudiante, no soy estudiante, pero eso no le da
derecho a insultarme de esa manera
ACTOR I. Comunista. De seguro a de estudiar en la UAP. Pintapa-
redes, lépero, libertino, escandaloso, drogadicto, grille-
ro y pandillero
ACTOR II. Mire señora, no soy comunista, digo, estudiante. Y esa idea
que usted tiene de los estudiantes es producto de su men-
talidad caduca y reaccionaria. Si los pobresitos estudiantes
no tuvieran oportunidad de asistir a la UAP, ¿de donde iban
a sacar dinero para pagarse sus estudios en esas institucio-
nes rete caras y costosas como la UDLA y la Ibero?
Y además los jóvenes se reúnen en esos grupos que se
dicen pandillas para protestar por todas las cosas que les
obligamos a hacer los adultos.
ACTOR I . Estu… comu… (Harta.) Hijo de satan jusein. Pues si
quieren protestar por lo que les hacemos los adultos que
se preparen, que estudien, que lean, que escuchen mú-
sica, que vayan al teatro. No que por el otro dia me ba-
jaron a mi y a mi cinco inocentes criaturas del camión a
junta de leperadas.
ACTOR II. Pues si señora pero hay que entender que esas son mani-
festaciones propias de la juventud y y que son producto
de una sociedad enferma, de una familia llena de vicios.
ACTOR I. (Lo abofetea, no muy fuerte) viciosa su abuela, yo uso
esas cosa para las reumas. Y además, fíjense yo tengo
una casita y muy blanca y todos los días tengo que pin-
tarla por que a diario amanece pintarrajeada de léperos
letreros que pintan los estudiantes y que letreros fíjese
“gobierno vendido” con b grande
ACTOR l . de Ernesto, te amo … Alejandro “ La 28 esta contigo”
y “chingue su madre Montero Ponce”, la próxima vez-
que vea pintada mi barda quien va a mandar a saludar a
su madre soy yo.
ACTOR ll . Yo se que tiene razón señora.
ACTOR l . Como que la tengo.

187
Teatro 2009

ACTOR ll . Pero sabe que es lo que debemos hacer.


ACTOR l. ¿ Que?
ACTOR ll . Lavar el prestigio de la gente de Puebla.
ACTOR l. Y que con agua, agua solamente en La Paz
ACTOR ll . No diga mentiras señora, en la Colonia La Paz tampoco
hay agua.
ACTOR l . En la Paz, Baja California, por que aquí ni de milagro.
Y eso que en Puebla es una ciudad acostumbrada a los
milagros ya deje de hablar tonterías que se va a desper-
tar mi vecina y se va a dar cuenta de que yo soy, la que
le dejo la basura todos los di…
ACTOR ll . Ahhhhhhh, lo que admite usted señora. Admite que es
usted la que deja la basura todos los días en la puerta de
su vecina, digame entonces, por que lo negaba.
ACTOR l . Porque hay que negar cualquier culpa por muy pequeña
que esta sea. No dicen que los poblanos somos hipócri-
tas, mentirosos y chicharroneros, pues al, si , y qué
ACTOR ll . ¡ Como que y qué, señora! Esa es una actitud bastante
ACTOR ll . conchuda y descarada.
ACTOR l . ( Le pega no muy fuerte.) Descarada su abuela.
Estudiante.
ACTOR ll . Mire señora es la ultima vez que le permito que me le-
vante la mano.
ACTOR l . (Le vuelvo a pegar) se la puse encima, no se la levante.
ACTOR ll . Señora, usted no sabe quien soy yo.
ACTOR l . Yo poblana, rubia, guapa, sexy, rica, aeróbica y toda la
cosa ¿ Y tu quien eres?
ACTOR ll . yo señora, soy un ángel.
ACTOR l . ( Le pega no muy fuerte.) loca su abuela.
ACTOR ll . Si señora soy un ángel, y para que lo sepa soy el Ángel
de su guarda.
ACTOR l . Yo no tengo ángeles tan feos, ni prietos, ni nacos, ni des-
nutridos, los angeles de puebla son gorditos, barrocos,
cachondos, sensuales. No porquerías como….
ACTOR ll . Pues si señora, soy su ángel y soy el ángel de su guarda,
cosa que no hago con mucho gusto porque es usted una
vieja arguendera, gorda y bigotona. Pero antes estuve
comisionado a hacer tares mas loables. Yo soy de los

188
Divertimento poblano

ángeles que antaño trazaron con cordeles de oro ( 9 ) el


plano de esta ciudad. Pero ahora me voy a convertir en
el ángel exterminador para acabar con esta bola de po-
blanos que han hecho de el relicario, Atenas de América
un basurero.
ACTOR l . Pues dígale a su jefe, que no le tenemos miedo, fíjese.
Y en que lugar de andar pensando en exterminar a sus
pobres, bellas e inocentes criaturitas, mejor piense ex-
terminar al culpable de que yo no sepa en donde dejar
esto…Pendejo. (Le avienta la bolsa de basura al otro y
se va, muy oronda.)
ACTOR ll . (con la bolsa de basura entre las manos) Señora, Seño-
ra, su bolsa…. ( La otra se fue. El actor ll busca donde
dejarla, no encuentra lugar. Finalmente y de puntitas se
dirige con la bolsa en las manos hacia la puerta de la
vecina. Cambiado de tono.) Y es que ya no hay tertulias
en Puebla. Murieron los combates floridos de la fiesta.
ACTOR l . El ir y devenir de la alegría se ha quedado perdida en esa
pose de propiedad que acaso salva la tradición.
ACTOR ll . Las modernas alcantarillas sucias se han comido los afa-
nes de esa felicidad momentánea y total.
ACTOR l. Los contentos chiquillos antiguos son ancianos de espal-
das que hace muecas al presente y no desean el futuro.
ACTOR ll . Mi ciudad es centro de trajín desgastante y gris, de tris-
teza opaca
ACTOR l . Para hablar de la ciudad de Puebla, también tenemos
que hablar de sus inconvenientes; de esa renuncia siega
e insistente en las tardes de tradición religiosa,; de las
ratas de La Soledad que chillan a su paso por los pozos
de nuestra hipocresía, de esa negociación al amor que
embarramos en la pared del abandono, de los combates
floridos que ya no hay. Quisiera sacudirme este olvido,
abandonar este dolor antiguo, ya ni siquiera puedo aspi-
rar el aroma de un despertar de palomas porque llevo el
perfume mas agrio encima, el de la nostalgia. Nostalgia
de no saber como fue mi ciudad cuando era del todo
bella, y no basta salir a la calle para recibir su amargura
de ciudad reina, su real amargura de diamante opaco su
noble amargura de niña antigua.

189
Teatro 2009

ACTOR ll . Pero mi ciudad ésta llena de templos coloniales y rinco-


nes bohemios, llena de tradiciones antiguas y ancuanas
mañaneras, de calles con olor a vainilla y aire de antojo
de tamal. Es que señor, ni levantando con tus propias
fuerzas la llenarías de todo lo que ahora es, ni nueva
I… Puebla de Los Ángeles, seria tan amada como ( 10
) lo es hoy. Aquí guardamos los recuerdos de joya, aquí
están los muertos que nos atan a la tierra, aquí vive el
amor, el llanto de talavera de las madres. Este momento
que esta aquí y que hace de mi única ciudad , la ciudad
única. Es que señor, si tu fueras de Puebla sabrías del
del
actor ll . gozo del decir :
Salve ciudad materna
en cuyos lazos se estrecha el pasado y el futuro
en las horas presentes por saludarte a coro
se abre un surco de oro
en nuestra patria historia
la estrofa viste galas
y se remonta hasta amparar las alas
en los puros añiles de tu cielo
hay eclosión de flores y perfumes
en el rico jardín de tu leyenda
y los ángeles bajan a tu escudo
por custodiar tu senda

(En este momento el cuerpo del ballet interpretara “ Que chula es Pue-
bla” para rematar la obra.)

TELON.

190
Divertimento poblano

191
LA POBLANÍA
DE LOS ÁNGELES
Escena primera.

TRAK CHINA POBLANA

El escenario vacío iluminado por calles de luz. Un BARRENDERO


municipal con bote en diablito, escoba y sombrero barre las calles de
puebla. Se empieza a escuchar música la canción "Mañanitas poblanas"
el BARRENDERO canta mientras barre. La iluminación descubre la si-
lueta de dos hombres que entran al escenario, cuando termina la canción
empiezan a hablar estos dos personajes, que parece que, además de la
desvelada, comienzan una discusión.

BARRENDERO. Ya las cúpulas se mecen en la hamaca del viento


Las torres majestuosas, se mecen al igual.
Mientras los trovadores, cantan las mañanitas,
Mañanitas poblanas empiezan a cantar etc.
(Al público) ¡Cuanta basura! Lo que hay que trabajar
después de un día de fiesta. Mi bote está lleno de sor-
presas, se encuentra uno de todo. ¿Quieren echarle
un ojo? Pura maravilla. Después de la fiesta a noso-
tros nos toca barrer lo que queda, flores, serpentinas,
confeti, hasta globos. ¡Ay, esto no es globo, ya me
embarre los dedos! Como les decía se encuentra de
todo, mire una lentejuela, seguro ha de ser de una
china poblana, ya no se ven muchas en estos días.
¡Una muñeca de corpus! Debe de ser de alguna que
agarró otra cosa igual de tiesa en lugar de la muñeca.
Vivir aquí, en una ciudad tan grande y tan bonita,
es la pura alegría, cuando más se disfruta es en la
noche, todos descansan y uno la limpia mientras la
contempla.

Sigue cantando.

ÁNGEL. Si le encuentras tantos inconvenientes. ¿Por qué no


te vas?
VAMPIRO. Eso es lo que no me sé responder. ¿Por qué no me voy
si estoy harto?

195
Teatro 2009

ÁNGEL. Pero, ¿harto de qué? Yo le encuentro a la Ciudad más


cualidades positivas que negativas.
VAMPIRO. Harto de no hacer nada, de esta indolencia, de las tar-
des aburridas que miran siempre lo mismo.
ÁNGEL. Pero si es para llenar el espíritu. Mira estas calles, es-
tas casas, estos monumentos, es una gloria vivir acá.
VAMPIRO. Eso dices porque no tienes aspiraciones. Pero de vivir,
aquí a vivir en París, o Londres, o en alguna ciudad del
primer mundo hay un abismo de diferencia.
ÁNGEL. Tenemos el pasado.
VAMPIRO. Puras antigüedades para vender en los Sapos, hay que
ver el futuro.
ÁNGEL. Tenemos tradiciones.
VAMPIRO. Pretextos para no progresar.
ÁNGEL. Tenemos belleza arquitectónica.
VAMPIRO. Depende del enfoque.
ÁNGEL. Tenemos riqueza culinaria.
VAMPIRO. Prefiero una buena nalga.
ÁNGEL. Vivimos en paz.
VAMPIRO. ¿Cuál? El tráfico es insoportable, el esmog ya llegó,
somos mucha gente.
ÁNGEL. ¿Cómo te voy a convencer de que vivimos en la mejor
ciudad del mundo?
VAMPIRO. Naciendo en otro lado.
BARRENDERO. (Cantando) Es mi Puebla, es mi Puebla, es mi Puebla
colonial…
ÁNGEL. ¿Lo ves? Hasta este infeliz le canta a la ciudad
BARRENDERO. Óigame pero si yo soy muy feliz.
VAMPIRO. Ha de estar igual de loco que tu, porque sólo a un
lunático se le ocurre ver bonita a una Ciudad que no
tiene remedio.
ÁNGEL. Señor, si usted, venga para acá, nos va a ayudar a que
pueda entenderme con mi amigo.
BARRENDERO. Como no, señor, nomás dígame para que soy bueno.
Porque yo, soy bueno para todo así como me ve. Desfa-
go entuertos, enderezo jorobados, y como en este caso,
si ustedes lo requieren, soy consejero matrimonial.
VAMPIRO. No, mi buen, no nos confunda una cosa es que este-

196
La poblanía de los ángeles

mos paseando por el zócalo y otra muy diferente que


nos vea cara de actores.
ÁNGEL. Mire, usted en lo que nos puede ayudar es a arreglar
una pequeña diferencia entre mi amigo, aquí presente
y un servidor.
BARRENDERO. ¿Cómo de cuantos centímetros es la diferencia?
VAMPIRO. Vamos directo al grano.
BARRENDERO. No tengo granos, uso cutis de colegiala.
ÁNGEL. ¿A usted le gusta la ciudad?
BARRENDERO. ¿Cuál?
VAMPIRO. ¿Cómo que cuál?, pues ésta.
BARRENDERO. ¿Puebla?
ÁNGEL. Sí, Puebla, ¿le gusta?
BARRENDERO. Me encanta.
VAMPIRO. Ha de ser porque no le queda otra. Le tocó en suerte
nacer aquí y pues ni modo. Yo creo que tienes que
escoger a otra persona de otra clase para que pueda
dirimir nuestras diferencias.
BARRENDERO. Pues fíjese que no. Yo nací en otra parte pero desde
muy chico vivo aquí y decidí quedarme para siempre.
ÁNGEL. ¿Qué es lo que más le gusta de la Ciudad?
VAMPIRO. ¿Pero que puede saber un pobre BARRENDERO?
BARRENDERO. Ora si me está llenando el buche de piedritas. Para que
lo sepa tengo una maestría en contaduría, avalada por
famosa Universidad privada, soy trilingüe, alto y bien
parecido, canto, declamo, actúo, soy bailarín de ballet
y visto Niños Dios. Asunto…
VAMPIRO. ¿Entonces, por qué es BARRENDERO?
BARRENDERO. Porque alguien tiene que rescatar lo que los demás
consideran inservible. Por ejemplo, mire aquí en mi
bote está un corazón de hojalata. ¿Usted, qué sabe si
es el corazón de una niña que suspira por el novio que
se le fue?
ÁNGEL. Pero díganos, ¿qué es lo que más le gusta de la Ciudad?
BARRENDERO. Depende la hora. Cuando barro en las mañanas, el frío
que tonifica trae el canto de los pájaros que saludan
al sol. Saludo a las pocas viejecitas que barren las
banquetas de piedra a la primera hora. Veo las torres

197
Teatro 2009

de las iglesias y campanarios que se pintan tímidos


de aurora. Huelo los aires que me llevan aromas de
champurrado y atoles para acompañar los tamales.
Veo a los ángeles desvelados que aún sonríen recor-
dando el último chiste de la reunión. Barro las ilu-
siones perdidas, las aventuras ocultas, el sueño que
mitigó las penas, los desvelos, la fiesta, el descanso.
En la tarde barro el trabajo de los ángeles que todos
los días llenan las calles, yendo a los comercios, com-
prando, vendiendo, saludando, el trajín de la ciudad
que vomita energía por cada una de sus puertas. La
somnolencia de la comida, los sabores del caldero,
el chirriar de la manteca. En la noche barro la melan-
colía de los cafés, las charlas de los amigos, las citas
inconclusas, los besos del "adiós, hasta mañana". La
ciudad está viva.
ÁNGEL. Pero, ¿qué es lo que más le gusta?
BARRENDERO. A mí, sus ángeles.
VAMPIRO. Ahí estoy en desventaja, dos contra uno, porque a
éste, o no le quedó clara la pregunta o a mi me faltó el
entendimiento. Pero no dijo nada en concreto. Cómo
que hace falta otra opinión.

---- GOLPE DE TAMBOR ----

Se escucha el sonido de un teponaxtli. Golpes de tambor que acompañan


la entrada de COATLICUE que llega lentamente ataviada con su falda
de serpientes.

Grito

ÁNGEL. Mira, la señora nos puede sacar de dudas.


VAMPIRO. ¡Ay, mamá. La llorona!
BARRENDERO. Algo hay de eso joven. Esta muchacha se pasea en
las noches por aquí y siempre lamentándose de ha-
ber perdido algo. Es inofensiva. Un poco estrafalaria
pero muy buena persona, a veces nos regala filetes de
corazón, de esos que trae colgados en el collar. No se

198
La poblanía de los ángeles

le acerque mucho porque las serpientes pican y son


de cascabel.
COATLICUE. Desde el fondo de los tiempos. Madre y abuela de mí
misma vengo a contemplar todas las noches la crea-
ción perfecta de mis entrañas.
ÁNGEL. Señorita ¿Me puede permitir un momento?
COATLICUE. La tierra de mis hijas las serpientes. Aquí las traigo a
que se tiendan al sol para poder cambiar su piel.
VAMPIRO. ¿No le da miedo traer tremendos viborones?
COATLICUE. El tiempo y el sol se juntan para venerarme, madre de
las criaturas que vuelan que corren y se arrastran.
BARRENDERO. Si le quiere hablar hay que darle por su lado. Madre
amada diles a estos neófitos quién eres.
COATLICUE. ¡Soy so madre!
ÁNGEL. ¡Jesús bendito! ¡Mamá! Yo que te creía perdida. (la
abraza)
VAMPIRO. Yo soy huérfano, yo paso.
COATLICUE. Soy la madre de todos los tiempos. El corazón palpi-
tante de los seres. El hábito glorioso de los ángeles
que habitan estas calles.
VAMPIRO. De atar la loca.
BARRENDERO. Sea más respetuoso con lo desconocido.
ÁNGEL. Bueno, a lo esencial, ¿le gusta la ciudad?
COATLICUE. ¿Me gusta? Es mía, de mis entrañas brota gloriosa hacia
los cielos, testiga he sido desde el comienzo de los tiem-
pos, como mi cuerpo mórbido se ha tendido indolente
para que los ángeles hurguen en mis entrañas y puedan
sacar la cantera, el material, la argamasa, las piedras
que componen su contorno. ¿No saben el comienzo?
ÁNGEL. No
VAMPIRO. No
COATLICUE. Díselo tú, cantor, pixcalli que me tallas el cuerpo dia-
riamente. Diles que mis serpientes son las primeras
que han recorrido los caminos preparando su llegada,
la llegada de aquellos que hicieron posible el sueño
de ese Dios que no conozco y en su nombre me trans-
formaron en la radiante joya que sus poblanos ánge-
les habitan. Diles de mi respeto.

199
Teatro 2009

COATLICUE se dirige al fondo a una plataforma se oye el sonido de


un caracol y tambores entran dos mujeres que empiezan a ataviar a los
muchachos a uno de ángel a otro de vampiro mientras el BARRENDE-
RO habla.

BARRENDERO. Mientras los atavían. Hace mucho tiempo, tanto que


no sé cuanto. Lo único que había en el cielo por las
noches eran la luna y una serpiente preciosa de cris-
tal. La luna era muy caprichosa; como ahora todavía
lo es; unas veces alumbraba, otras no; unas veces lo
hacía bien, pero las más de las veces lo hacía muy
mal; por eso la serpiente de cristal se dedicó a alum-
brar constantemente al mundo en las noches por el
poniente y en las mañanas por el oriente. A eso se
debe que tenía que recorrer el camino que ven y, lo
hizo tanto que quedó marcado para siempre.

*SONIDO TAMBORES* JUEGO DE DOS Y AL FINAL UNO

Después de estar vestidos recorren el escenario como la narración lo


indica remarcando con golpes de tambor.

ÁNGEL. Caprichoso mi andar por las esferas. Mientras mis


plumas, navajas de metal se clavan airosas en el éter.
Eclipse de mi cara ante sus ojos. Pálida faz de nieve
que no quiero mostrar a los mortales.
VAMPIRO. Cristal que ondula liviano por las noches. Colmillo
listo a refulgir al aire. Cascabel de mi andar que no
cansa. Luz de la noche oscura. Antorcha que se en-
ciende cuando tu cara ocultas.
ÁNGEL. Oscuridad y luz soy en la bruma.

TAMBOR (GOLPE)

VAMPIRO. Luminiscencia pura en la espesura, mi cuerpo se res-


bala constante a todas horas.
BARRENDERO. Pero sucedió que la luna, envidiosa de la belleza de
la serpiente y del cariño que todos los hombres le

200
La poblanía de los ángeles

tenían., le arrojó una gran piedra, y la serpiente que


no pudo esquivar el golpe, se rompió en muchísimos
pedazos.

JUEGO DE TAMBORES EN LA PELEA DE ÁNGEL Y DIABLO

Al ritmo de los tambores inician una lucha cósmica el ÁNGEL y el


VAMPIRO recreando la leyenda de la creación de las estrellas, pero al
mismo tiempo el mito de la lucha del ángel contra el demonio.

ÁNGEL. Siendo luz, quedarás sumido en las tinieblas.


VAMPIRO. Siendo cristal mis destellos brillarán para siempre.
ÁNGEL. Brillo cuando yo quiero.
VAMPIRO. Yo brillo eternamente.

Luchan, en el momento de que el ÁNGEL va arrojarle su casco se que-


dan estáticos un momento. El BARRENDERO dice.

BARRENDERO. Esos fragmentos se esparcieron por todo el cielo y son


los puntos de luz que se llaman estrellas, que hacen
tan bellas las noches cuando no tienen nubes.

Le da el golpe al VAMPIRO. Suena música. Iluminación con robot de


estrellas. Se ilumina COATLICUE en la plataforma.
ROBOT DE ESTRELLAS

COATLICUE. Mixcoatl ohtli.


BARRENDERO. El camino de la serpiente. La vía láctea.
COATLICUE. La cabeza de la serpiente cayó por el rumbo donde
sale el sol y es el lucero de la mañana; su corazón
cayó por el poniente y es el lucero de la tarde.
BARRENDERO. Así se explicarán porque le tenemos tanto respeto a
las serpientes.
COATLICUE. La serpiente sagrada de mi cuerpo, veneración que
exijo de mis hijos.
BARRENDERO. A ti, madre de todo lo creado, madre de los ángeles,
desde Coetlaxcoapan, lugar donde tus hijas cambian
de piel. Recibe la adoración fervorosa de tus fieles,

201
Teatro 2009

para que quetzalcoatl reditivo ilumine con su sabidu-


ría nuestra senda.

-BALLET-

Cambio de iluminación, entra el ballet a realizar un baile prehispánico


en honor a Quetzalcoatl, venerado en Cholula, ruido de tambores, de
caracoles, grito de COATLICUE. Se realiza el ritual. Presidido por la
Diosa y en una orilla discreta el BARRENDERO.

Después de terminar el ballet se va COATLICUE, entra el BARREN-


DERO a barrer las plumas y lo que hayan dejado en sus evoluciones,.

BARRENDERO. Plumas de quetzal divino es algo que me encuentro fre-


cuentemente en la basura, porque ahora no sirve para
nada. Las plumas son estilográficas. Las plumas ya no
son preciosas, ahora sirven para hacer plumeros. Pero
barriendo, barriendo uno se puede encontrar con otras
sorpresas. Mire, por ejemplo esta hebilla de plata, que
seguro el dueño andará buscando, por supuesto que
esto pertenece a otra época, porque el tiempo pasó.

Entra el LETRADO que se dirige al BARRENDERO directamente.

LETRADO. Disculpe desconocido


No soy amigo de enredos,
Pero ese objeto en sus manos
Sólo a mi ha pertenecido.
BARRENDERO. ¡Qué va a ser! Si me lo acabo de encontrar, ¿a dónde
dice que es suyo?
LETRADO. ¡Cómo se nota plebeyo
Que es muy grande tu ignorancia,
Quien siempre está en la penumbra
Nunca a los sabios alcanza!
¿Qué, acaso no te deslumbra
Mi notoria inteligencia?
Pero, qué ciego, que infame.
¡Me haces perder la paciencia.

202
La poblanía de los ángeles

BARRENDERO. Pos pa' mí que es usté un atarantado. Primero dice


que esto que esto que tengo en las manos lo había
extraviado, y ahora que ya perdió la paciencia… ¿ya se
buscó bien en las bolsas del pantalón?
LETRADO. Pero retrógrado, naco
Entiende lo que te digo
¡Entrega mis pertenencias,
O pediré tu castigo!

BARRENDERO. Mire señor, yo como no le entiendo a la rima, sólo le


puedo decir que esta cosa que me hallé yo la recogí
tirada.
LETRADO. Ahí la puse de por mientras
En tanto fui a un recorrido,
Jamás pesé que a mi objeto
Yo lo encontraría perdido.
¿Qué no es claro?, ¿no lo notas?
¡Pero cómo hay gente pilla
Este cinto que aquí traigo
Es el que tenía la hebilla!

BARRENDERO. Pues yo, como dijo Doña Margarita; "el que da y quita"
LETRADO. Eso es un timo, ratero,
Poco hombre, mal nacido,
Hijo del diablo, coyote,
Cómico, loco teatrero.
BARRENDERO. Óigame no, a mí no me insulta de esa manera. Si tanto
le urge esa cochina hebilla, se la voy a entregar aho-
rita mismo.
LETRADO. Desde luego, eso quería.
Ese objeto es muy valioso.
Y un ignorante, como eres,
Ningún uso le daría.
BARRENDERO. Sabes lo que haría, un milagro
LETRADO. Los milagros, no son materia profana y de verse entre
los santos, se quedará con las ganas.
BARRENDERO. Representas para mí
Todo eso, China Poblana.

203
Teatro 2009

BARRENDERO. Órale mi inspirado, lléguele usted a la polémica. Aquí


este señor dice que nuestra China Poblana era una
mujer de lo peor.
LETRADO. Lo digo, sí, y lo sostengo,
Qué la fiel información
Que a mis ojos ha llegado,
No revelan otra cosa
Que esa idea absurda y tonta
De encontrar tantas virtudes
Y rendir adoración
A una fémina del pueblo
Que más defectos exhibe
Que esos bordados que aludes…
POETA. ¿Mujer del pueblo, señor?
¡Desde luego! ¿Qué esperaba?
Acaso el pueblo no es llama
Que a la cultura incendiara,
No para hacer cenizas
Sino luz que así alumbrara
La historia de los países,
La fama, el tiempo que aclama
Los encantos de esta tierra,
De esta gente y sus raíces.
BARRENDERO. Eso está muy bien, mi buen. Y además, le quiero decir
al señor, que ya que ando barriendo por todas partes,
se, porque lo he visto, de tantos y tantos prodigios
que la venerable China Poblana ha hecho a favor de
quien solicita su ayuda. Ella debía estar en un altar.
Pero se me hace que usted es de esos de la Santa In-
quisición que prohibieron la publicación de los libros
que contenían la relación de todas las conversaciones
y apariciones que Santa China Poblana tuvo en vida
con Dios.
LETRADO. Entiende, lego, pollino.
Desconocedor.
Profano, obtuso, modorro,
Malandro, mastrenco, escueto,
Calabacín, marranejo,

204
La poblanía de los ángeles

Incipiente, indocto, joto,


Ignaro, zote; pendejo.
BARRENDERO. Ora si ya me enchilé. Nomás eso me faltaba, que aparte
de quererme robar mi hebilla, que yo solito la encontré,
desconozca a Santa China poblana, Catarina de San
Juan, beata, doncella, virtuosa y termine de insultarla.
LETRADO. Pero ¿de dónde sacas, infame
Que esa mujer es beata,
No es santa, ni china y virtuosa,
Vamos pues, no es ni poblana.
POETA. China que luces airosa
Regia camisa bordada,
Que usas zapatos de raso
Y llamativas enaguas,
Faja de seda y rebozo
Que tu belleza resaltan,
China que luces airosa
Con tu corpiño de plata.
BARRENDERO. ¡Pos que no conoce la leyenda? ¿Qué no sabe que
Santa Mirrah, que fue una agraciada princesa, con-
vertida luego en esclava, llegada de las tierras de Mo-
gol, vivió mucho tiempo en Puebla, y se hizo monja
y luego Santa?
LETRADO. Las Chinas vendían las aguas
Eran sirvientas plebeyas,
Rudas, recias, y mercaban
Con los indios, ¡No doncellas!
BARRENDERO. Ora ya hasta de piruja la trató
POETA. A ti te cantan los aires
Los ríos y las cascadas,
También te cantan los bosques,
Los árboles con sus ramas.
Y yo, con amor te ofrendo
La inquietud de mi romanza
Mientras te cantan las aves
Himnos de fresca mañana.
BARRENDERO. Órale mi versificador, júntese conmigo para darle en la
madre a este injuriador de honras. Y se lo advierto: lo

205
Teatro 2009

voy a hacer de cachitos tan diminutos que se necesitará


un recogedor para levantarlo. Lo único que me fastidia,
es que voy a tener que llenar mi bote con tan pútrida
porquería. ¡Vente mi Pancho Palomares, nos lo vamos a
sonar! Dile lo que piensas de nuestra China Poblana.
POETA. Tú me infundes optimismo
Mi dulce China Poblana
Y haces que olvide mis penas
Con una de tus miradas
Cuando postrado de hinojos
Le doy las flores de mi alma
Tú me infundes optimismo
Mi dulce, China Poblana.
Mi dulce China Poblana,
Y haces que olvide mis penas
Con una de tus miradas,
Cuando postrado de hinojos
Te doy las flores de mi alma.
Tú me infundes optimismo
Mi dulce China Poblana.
LETRADO. Bueno, ya. ¿Me vas a dar mi hebilla o no?
BARRENDERO. Se la voy a dar pero puesta en un cinturón y se la voy
a repegar tanto al cuerpo y con tanta violencia que no
se la van a poder despegar ni rezándole a Santa China
Poblana.
LETRADO. ¿Pero de dónde sacas qué es Santa?
BARRENDERO. ¿No presume de LETRADO? Pues mucho me sor-
prende que no sepa la historia de Santa China Pobla-
na. (Saca un libro con pasta de lentejuela del bote de
basura y lo abre) mire, aquí dice; Mirrah (amargu-
ra) princesita de noble estirpe, nacida en el reino de
Delhi, nieta de Maximiliano, emperador de Oriente,
dueña absoluta de las tierras de Mogol. Fue raptada y
arrojada con otros prisioneros…
LETRADO. Esa circunstancia inicua
La exhibes como argumento
De un propósito mezquino
Que no tiene gran sustento.

206
La poblanía de los ángeles

BARRENDERO. Espéreme que todavía no acabo. Un comerciante por-


tugués que de México había arribado a Manila com-
pró a Catarina de San Juan, que así había mudado su
nombre. Mirrah pasa su traslado a México donde la
entregarían como hija adoptiva de capitán Miguel de
Sosa y a doña Margarita Chávez, arribando a Acapul-
co en 1619 o 20 cuando la princesita tendría 11 años
de edad.
LETRADO. ¿Y en dónde está la santidad?
Fantasioso proletario
Ser esclavo no demuestra
Lo que quieres demostrar.
BARRENDERO. Mirrah, princesa de la India, esclava en Filipinas, se
hizo visionaria católica en Puebla. Y ella vio oyó y
dialogó con Cristo, los ángeles, las almas difuntas y
los diablos. Las visiones de Catarina eran tan espec-
taculares y variadas que así como admiraron a sus
confesores y devotos, asustaron a los inquisidores
que prohibieron la venta de las estampas de Cata-
rina de San Juan. (Cierra el libro). ¿Cómo le quedó
el ojo?
LETRADO. ¿Dónde se encuentra esa Santa?
BARRENDERO. En la Iglesia de la Compañía, a un lado de la Univer-
sidad, se halla una lápida…
LETRADO. Dame mi hebilla…
BARRENDERO. Que al calce dice; A Dios, óptimus máximo. Esconde
este túmulo a la venerable en Cristo, virgen Catarina
de San Juan a la cual Mongolia dio al mundo, y la
Angelópolis al cielo. Esta es la China Poblana.
LETRADO. Mientes, mientes, mientes, mientes.
Esa no es China Poblana.
Pues que ni venía de China
Ni se convirtió en poblana.
Poblana se les decía
A las nacidas aquí,
Y Chinas porque arreglaban
Sus rizos todos así.
Dame mi hebilla, malora.

207
Teatro 2009

BARRENDERO. Yo voy a hacer un milagro con esta hebilla de plata.


Yo me la encontré en el suelo, y no me esté dando
lata. Dígale mi buen, que es lo que usté que es sensi-
bilizado piensa de la China Poblana.
POETA. China representativa,
Fragua de todas mis ansías.
En tu trenza están prendidas
Todas mis esperanzas.
Los colores de mi enseña
Venerada y sacrosanta,
El verde y blanco solemnes
Y el rojo sangrante llama.
LETRADO. ¿Pero de dónde sacas que es Santa?
BARRENDERO. Lo es, lo es, y a todos nos ha hecho milagros:
El milagro de la unión de compatriotas hermanos.
El milagro del reconocimiento de nuestra nacionalidad.
El milagro de ser del pueblo, con el pueblo y para el
pueblo.
El milagro del orgullo honor de ser símbolo de mi
Patría.
LETRADO. ¡Dame mi hebilla!
BARRENDERO. No
LETRADO. ¡Quiero mi hebilla!
BARRENDERO. No.

En el cinturón fajado.

TRAK CHINA POBLANA

El LETRADO y el POETA se van cada uno por su lado, el BARRENDE-


RO furioso va a perseguir al LETRADO con la escoba cuando aparece
Santa China Poblana, con aureola y todo se le aparece al BARRENDERO
que la empieza a adorar y a cantar "China, dulce amor del alma mía".
Entra lujosamente vestida la MARQUESA de Calderón, elegantemente
vestida, suelta, alegre y simpática que continúa la descripción.

MARQUESA. El traje de las campesinas poblanas es bonito, espe-


cialmente en los días de fiesta. Una camisa de mu-

208
La poblanía de los ángeles

selina blanca, adornaba con randas en el borde infe-


rior, el cuello y las mangas plisadas con nitidez; un
zagalejo más corto que la camisa, a dos colores, la
parte baja hecha, por lo general, de tela blanca y roja,
fabricada en el país, y la parte alta de raso amarillo;
un corpiño de raso de algún color vivo, recamado
de oro o plata, abierto al frente, formando solapa.
El cabello partido a la mitad, trenzado detrás, y las
trenzas unida una con otra por medio de un anillo de
brillantes; aretes largos y toda clase de gargantillas y
medallas, y sonantes baratijas, colgadas del cuello.
Una faja larga y ancha en diversos colores, dando
vuelta dos o tres veces al talle y anudándose detrás,
en la que se esconde una cigarrera de plata. Una pa-
ñoleta de colores envolviendo el cuello a guisa de
amplio listón, sujeto en el frente con un prendedor,
cuyas puntas, bordadas en plata, quedan sujetas por
la faja. Y un rebozo, no en la cabeza, sino sobre los
hombros, como chal; y finalmente, medias de seda,
o, por lo general, sin medias; y chapines de raso con
adornos plateados.
BARRENDERO. Mi marquesa de sololoy, mi corazón de alfeñique,
güera arrebatadora, pues ¿a dónde se había metido?
¿Hace tiempo que no la veíamos por acá?
MARQUESA. Respondiendo a una invitación de don Antonio de
Haro íntimo amigo de Calderón, mi marido.
BARRENDERO. ¿Y cómo estuvo el viaje, mi marquesa cachetotes de
durazno?
MARQUESA. Llenos de ansiedad ante la perspectiva de ser asalta-
dos. Circunstancia que se ha convertido en un lugar
común, pues cuando la diligencia llega sana y salva a
Puebla. Esto produce mayor sorpresa que cuando es
detenida por los ladrones.
BARRENDERO. ¿Pero quién no se la va a querer robar, marquesota de
mi alma?
MARQUESA. Nuestra mayor esperanza residía en el reconocido
y milagroso conocimiento que poseen los bandidos
del valor del equipaje de todos los viajeros, y era de

209
Teatro 2009

suponerse y era de suponerse que se darían cuenta


de nuestra condición de peregrinos que viajan por
placer, y no nos iban a tomar por unos recién llega-
dos cargando mercancías de Europa. Adivinando por
consiguiente, el contenido de nuestros tan traídos y
llevados portmanteaux, confiábamos que uno o dos
sarapes, algunas sortijas, unos cuantos aretes y uno o
dos chales, no podrían constituir incentivo suficiente
para hacerles caer en la tentación.
BARRENDERO. ¡Qué bueno que llegó con bien! Por lo menos no está
reventada de cansancio.
MARQUESA. Lo que se reventó fue una de nuestras maletas, y su
contenido: peines, cepillos, etc. Fue a dar a la barran-
ca, en donde algún día han de pasar por antigüedades
indias y las mandarán al Museo para que las enseñen
como una prueba de que las mujeres de Moctezuma
se cepillaban el cabello.
BARRENDERO. ¿Y cómo encuentra la ciudad? MARQUESA cuerpe-
cito de flan napolitano.
MARQUESA. A primera vista, hay un no sé de destartalado en estos
portalones de madera, que parecen los de unos enor-
mes graneros.
BARRENDERO. Cómo pasa a creer si son puertas de palacio, mi mar-
quesa.
MARQUESA. En las grandes ventanas con rejas de hierro.
BARRENDERO. Es para que no se metan los amigos de lo ajeno.
MARQUESA. En los mal enlosados patios.
BARRENDERO. Se me hace que usted anda malita de la vista.
MARQUESA. Y aún en lo bajo de las azoteas.
BARRENDERO. Es que las miro de arriba pa’ abajo.
MARQUESA. Y luego, que extraña impresión de malestar producen
las calles,
BARRENDERO. ¿Por qué, oiga?
MARQUESA. donde, a pesar de que hoy es día de fiesta, no vemos
sino grupos de campesinos o de mendigos.
Por el BARRENDERO.
BARRENDERO. ¿Qué pasó?
MARQUESA. (Recapacitando) Y sin embargo, las calles de Pue-

210
La poblanía de los ángeles

bla son limpias y regulares; las casas muy gran-


des, y la catedral magnífica, y espaciosa y bella
la plaza.
BARRENDERO. Ya descansó mi alma. Fíjese que ya le quería aplicar
el 33.
MARQUESA. Su extremada limpieza comparada con México, es
sorprendente.
BARRENDERO. Ahí nada más para el gasto mi marquesa. Favor que
usted nos hace.
MARQUESA. Calles anchas.
BARRENDERO. Para que usted quepa mi traguito de rompope.
MARQUESA. Bien pavimentadas.
BARRENDERO. Pa’ que no se lastime sus piecitos. Mi suspiro de monja.
MARQUESA. Grandes casas de dos pisos, sólidas y bien construidas.
BARRENDERO. ¿No qué chaparras?
MARQUESA. Magnificas Iglesias.
BARRENDERO. Para pedir el milagro de su amo. Mi tortita de Santa
Clara.
MARQUESA. Agua en abundancia.
BARRENDERO. Eso sí, aquí nos bañamos diario.
MARQUESA. Pero al mismo tiempo una como somnolencia que le
hace a uno sentir como si las cosas fueran hileras de
conventos y que toda la gente, excepto los mendigos,
(por el BARRENDERO), se hubieran encerrado en
ellos para cumplir algún voto.
BARRENDERO. Es que así somos los poblanos, ángeles de Dios. No
ve la fama que tenemos; “muchos”, “hipócritas”,
“espía tras las ventanas”. Pues sí. Y con todo respe-
to mi jamoncillo de pepita. Así somos, ¿y qué?
MARQUESA. Corría un proverbio entre los mexicanos que decía
que “si todos los hombres tenían cinco sentidos los
poblanos teníamos siete”.
BARRENDERO. Yes.
MARQUESA. Se les considera como muy reservados en sus maneras.
BARRENDERO. Finos, elegantes, distinguidos, discretos, cultos, bien
vestidos, educados, caballerosos, modestos, sencillos,
carismáticos, inteligentes, listos, sagaces…
MARQUESA. Natural consecuencia de la falta de vida de sociedad.

211
Teatro 2009

BARRENDERO. (Cortado) Bueno… es por falta de tiempo… pero aho-


ra que es día de fiesta la invito al Teatro, ya lo vio,
es nuestro orgullo, es el primer Teatro de América.
¿Cómo lo ve?
MARQUESA. El Teatro es limpio y de buenas proporciones, pero
triste, y nos ven más a nosotros que a los actores, pues
rara vez los extranjeros, (las mujeres especialmente)
permanecen en la ciudad por algún tiempo y su pre-
sencia es algo así como una novedad.
BARRENDERO. Bueno, no siempre nos visita una marquesa.
MARQUESA. Como debo levantarme a las tres para salir en diligen-
cia, ya no puedo platicar más desde aquí. Nuestras
próximas cartas han de llegar de México.

Permanecen en la ciudad por algún tiempo y su presencia es algo así


como una novedad.
BARRENDERO. Bueno, no siempre nos visita una marquesa.
MARQUESA. Como debo levantarme a las tres para salir en diligen-
cia, ya no puedo platicar más desde aquí. Nuestras
próximas cartas han de llegar de México.
BARRENDERO. Cómo la vamos a extrañar, palanqueta sabrosa, ¿me
permite que le hable de tú? Mamacita, marquesa.-
Adios lindo lépero. Me olvidaba, lo más sobresa-
liente de panorama de puebla, son sus volcanes. Al
norte, la Matlalcueyetl, o Malinche. En primer tér-
mino, el cerro de Guadalupe y la montaña del Pilar,
al sur se levantan los grandes volcanes, por la parte
Este se yergue el Pico de Orizaba, la montaña de la
estrella. Tiene lo que raramente poseen los hombres
a la vez; un corazón ardiente y una cabeza despejada
y fría.
BARRENDERO. Adiós Pancha, digo, Frances, digo, señora Erskine In-
glis, más conocida como, la MARQUESA Calderón
de la Barca.

La marquesa termina su texto con un mohín, extiende la mano para ser


besada y se va caminando airosamente, el BARRENDERO se queda
suspirando.

212
La poblanía de los ángeles

BARRENDERO. Miren nomás que preciosidad. Se le cayó un adorno


de modestia, me lo voy a llevar para después guardar-
la en donde tengo mis tesoros. Barre, mientras canta.
Es mi Puebla, es mi Puebla, etc. Se encuentra con dos
tamaleras que ofrecen sus mercancías. Disculpen pre-
ciosas damas, nada más les aviso que está prohibido
tirar basura en la vía pública, ora que si se acomiden
y me invitan el tamal, el de hoja, pues no me hago de
la boca chiquita y les doy permiso de tirar los desper-
dicios en mi bote, mientras platicamos un poquito,
juega.

Una de aproximadamente 40 años, es robusta, la otra, joven, es agracia-


da, pequeña y frágil. Un FUNCIONARIO se pasea ante ellas. La mujer
madura tiene un aire soberbio aunque apacible, la otra solloza con la
cabeza baja. Van vestidas con el traje tradicional de china poblana, el
antiguo, sin lentejuelas en la falda. En medio de ellas, hierve violenta-
mente un bote de tamales. La TAMALERA después de darle un tamal al
BARRENDERO continúa con su explicación al FUNCIONARIO.

TAMALERA. ¿Cómo no iba a desesperarme, si a todos nos quedaba


claro que la manera en que nuestro ejército, el ejército
de Oriente, fue constituido, luego de la batalla del 5
de mayo, no tenía grandes expectativas ante la ame-
naza innegable de que se enfrentaría al ejército mayor
del mundo y al más disciplinado? Si Zaragoza no se
hubiera muerto…
FUNCIONARIO. Señora, parece usted no entender. El asunto que nos
ocupa es de otra naturaleza.
¿Qué tiene qué ver una cosa con la otra?
TAMALERA. El confundido es usted, estamos hablando de lo mismo.
FUNCIONARIO. Quiero recordarle, señora, que la razón por la que se
encuentra usted detenida es por el hecho inaudito, es-
peluznante, de haber cometido el sacrilegio de vender
esos tamales del diablo a sus compatriotas a sabien-
das que éstos contenían en su interior…
TAMALERA. ¿El sitio de los franceses a las fuerzas y gentes de
Puebla había sido muy prolongado. Necesitamos co-

213
Teatro 2009

mer. Nadie ignora las facultades de regeneración físi-


ca que tienen los tamales. Los aztecas…
FUNCIONARIO. Me sorprende, señora, su capacidad de información.
¿Quién podría imaginarse que una mujer que sostiene
su vida con el expendio de ese alimento que cono-
cemos como tamal y que los extranjeros mencionan
como “ampaniú de maíz” sea una mujer instruida y
no solamente en cuestiones culinarias. ¿Acaso inten-
ta decir que la manufactura de su mercancía era una
manera de contribuir a la resistencia?
TAMALERA. Así lo pienso.
FUNCIONARIO. Y que el hecho de arrastrar en su idea a esta víctima
inocente (Señala a la muchacha), era una manera de
convertir su complicidad en un acto heroico.
TAMALERA. Las dos sabíamos lo que estábamos haciendo. (nuevo
sollozo de la muchacha).
FUNCIONARIO. Quisiera que se percatara de la magnitud de su atroci-
dad y lo incomprensible de su conducta. Lo que ustedes
utilizaban para rellenar esa comida del diablo era…
TAMALERA. Los tamales tuvieron mucho éxito. Nunca en Puebla se
había preparado manjar igual. Ni las monjas de Santa
Rosa, con su mole poblano, ni las de Santa Inés con
sus camotes, imaginaron tal posibilidad. Teníamos
bastantes pedidos. Los mismos soldados que tantas
energías perdían, comían con avidez nuestro producto
y sentían su patriotismo reforzado y renacido.
FUNCIONARIO. ¿Intenta decir que su clientela estaba enterada de lo
que se trataba?
TAMALERA. No lo pienso así, pero en su inconsciente presentían
cierto tipo de victoria.
FUNCIONARIO. ¡Eso es aterrador! ¡Cómo puede concebirse una re-
flexión así sabiendo a lo que nos referimos! ¡Estamos
hablando de carne humana!
TAMALERA. Estamos hablando del enemigo. Un enemigo poderoso
que nos estaba venciendo a fuerza de privarnos de lo
más vital. ¿De qué sirvieron todas aquellas provisio-
nes que el General González Ortega mandó recaudar,
si a los tres meses fueron insuficientes ya que se las

214
La poblanía de los ángeles

empezaron a comer desde antes de que se declarara el


sitio, puesto que nadie creía que éste fuera a durar ni
siquiera cuarenta días. Los sueldos de las tropa como
siempre, eran insuficientes para recobrar las fuerzas
necesarias y enfrentarse a la batalla. Y cuando el ejér-
cito quiso reabastecerse, el enemigo ya había rodea-
do la ciudad entera. ¿Para qué les habremos ganado
aquel 5 de mayo? Entonces fue que se me ocurrió. Y
como el panteón del Carmen quedaba tan cerca…
FUNCIONARIO. Eso no justifica su sacrilegio.
TAMALERA. Que obstinación la suya con esa idea del pecado.
FUNCIONARIO. ¡Cómo! Acaso no percibe la desmesura de su atrevi-
miento. ¿Le parece a usted normal descuartizar cadá-
veres, extraerlos de su tumba, procesarlos en un acto
de diabólica presunción y ofrecerlos para alimento de
los humanos?
TAMALERA. ¿Qué en la comunión no nos comemos a Dios? ¿No
es eso también un acto de canibalismo? Los tamales
eran buenos. Sobre todo los de nalga. Los franceses
siempre se han distinguido por la dureza de sus par-
tes. Realmente es lamentable que aún no se hubiera
inventado el hot dog, pero le aseguro que el material
del que podríamos haber dispuesto era abundante y
suculento. (Risa pícara de la muchacha).
FUNCIONARIO. ¿Qué la orilló a arrastrar hasta sus planes a esta ino-
cente muchacha? ¿No se horrorizó ella de concebir en
su imaginación tal propósito?
TAMALERA. No. Ella era inocente. Uno se asusta al percatarse de
cuanta ingenuidad puede existir en una persona. Pero
también me sedujo su juventud. A ella le pareció natural
la aventura. Su mente necesitaba nada más la lógica de
un sencillo razonamiento; “Si tengo hambre, hay que
tomar la comida de dónde la hay”. Lo que nos costaba
más trabajo conseguir era el maíz y las hojas secas de
la mazorca. No nos podíamos aventurar demasiado por
los sembradíos abandonados sin el peligro de tropezar
con algún suabo cagón que ante el ayuno de su físico
fogoso no quisiera atentar contra nuestra integridad.

215
Teatro 2009

FUNCIONARIO. Ahora resulta que es usted una mujer de principios.


TAMALERA. ¿Qué mujer no lo es? Hasta las divertidoras los tie-
nen. Siempre hay algo secreto en el interior de cada
una que ningún hombre pueda mancillar. ¿No es más
necesaria la vida para intentar la lucha de un propósi-
to honroso, que la muerte inútil y lo inicuo del hecho
de la descomposición física del cuerpo? Los gusanos
no combatían…
FUNCIONARIO. Señora, estamos aquí para juzgar el aterrador delito
cometido por usted, en complicidad con esta jovenci-
ta, de haber vendido a nuestros coterráneos inmensas
cantidades de tamales elaborados en su interior con
carne de francés.
TAMALERA. Inmensas tampoco, me van a querer cobrar más im-
puestos. Muchos de estos güeros desabridos estaban
tan flacos por su incapacidad por adaptarse a nuestro
clima y su comida que no daban más que para medio
bote de “tamal de extranjero”. Además el sabor no
combinaba bien con nuestras especias. Realmente te-
níamos que realizar grandes milagros para conseguir
el éxito que tuvieron.
FUNCIONARIO. ¿Pero qué le mueve a usted para considerar que su
acción carece de culpa y de barbarie? No se da cuenta
de que eso es un acto inhumano. ¿No es atentar contra
Dios?
TAMALERA. Él dijo, “Dad de comer al hambriento”. Yo sólo me
ocupé de obedecerle.
FUNCIONARIO. ¿De tal manera que no se arrepiente?
TAMALERA. Me arrepentiría de no haberlo hecho. ¿Usted no ha
tenido la sensación de vivir una vida vacía? De que
ésta transcurre y se mueve como si nuestro cuerpo no
fuera mas que una planta de maceta o una piedra que
sólo ocupa un sitio en el camino? ¿No ha pensado que
no solamente hemos nacido para comer, mirar, hablar
sin haber hecho algo importante para los demás? Por-
que YO egoísta cava su propia tumba en la auto vene-
ración y se pierde entonces en el más absoluto olvido.
(Pausa). Yo amanecía cotidianamente con la rutina del

216
La poblanía de los ángeles

ser vegetativo que se consume inexorablemente en el


inicuo estado de la conformidad, asumiendo lo que
otros decidieran, sin tomar en cuenta lo que yo pensa-
ra o sintiera. Yo era solamente así, como una vaca que
amamanta a sus becerros sin mayor consigna que la
biológica necesidad de seguirlos reproduciendo. Yo
creía que era verdad que yo, como mujer, era úni-
camente la costilla extraída de mi Adán despiadado,
borracho e incluso, por cuya mente corría la idea de
la inutilidad femenina. Hasta que me percaté de ello.
El ruido de los cañones franceses cercanos me des-
pertó el marasmo. El silbido de las balas encontradas
que se cruzaban por el aire apacible de esta ciudad-
mujer penetró por mis oídos y construyó discursos
que hablaban de rebelión, de virtudes no descubiertas
y que ansiaban manifestarse, de furias guardadas por
generaciones con el embozo del menosprecio de ser
mujer. Y cuando eso ocurrió, tomé de la mano a la
más inocente de mis hijas y le desvirgué la estupidez.
Tomé el más grande de mis botes de tamales –armas
para la lucha- y encendí el fuego de mi decisión con
la llama de patriotismo. Entonces empecé a armar el
tamal…
FUNCIONARIO. ¿Considerará usted que esa diatriba bizantina de com-
plejos es suficiente argumento para justificar su inhu-
mano proceder?
TAMALERA. ¿Inhumano? ¿No es más humano tender la mano, con
nuestro propio fusil, para ayudar a mis compatriotas,
que disparar y acabar con la vida de otros seres a los
que ni siquiera conocemos? Yo no maté a nadie. Los
cuerpos los encontré ya muertos.
FUNCIONARIO. Es usted el demonio mismo.
TAMALERA. Es posible, pero me queda el convencimiento de que
ayudé a la causa con un poco de atrocidad. Ahora ya
no estoy vacía. Y hasta patriota me siento. Puede us-
ted condenarme y encerrarme de por vida. O también
ejecutarme, de cualquier modo, ya no podré morir
nunca.

217
Teatro 2009

FUNCIONARIO. ¿No le tiene miedo a la justicia?


TAMALERA. Le tengo miedo a la injusticia. Le tengo miedo a dar-
me cuenta de ella y quedarme con los brazos cruza-
dos. Le tengo miedo al dolor de los demás y cerrar
los ojos cobardemente adjudicándole la culpa a un
Dios que ni siquiera nos mira. Los pobres no tene-
mos mas que el amor por esta tierra y si la dejamos
mancillar, entonces no lo perdemos todo, no tendre-
mos ya nada. Ahora fueron los franceses los que re-
llenaron mi bote, pero tengo muchos botes más para
que los tiranos se cuezan en ellos. Yo me sentaré en
la puerta de cada iglesia que exista y se los ofreceré
a la gente con una sonrisa en los labios como una
oferta de venganza. Ahora hay muchos, muchos más
invasores; escondidos en las ideas, en las formas ad-
quiridas, en los sonidos extraños del viento, y en la
vigilia del conocimiento… Pero yo sigo haciendo mi
tamal… (Larga pausa) Señor funcionario… ¿cuál es su
sentencia?
FUNCIONARIO. Deme… deme uno de oreja.

En todo este texto han ofrecido tamales a los transeúntes que se acer-
can a comerlos en grupos. El BARRENDERO ha seguido con interés el
diálogo haciendo todo tipo de interjecciones. Al principio se horrorizó,
después, vomitó, luego reflexionó y al final acabó dándose un atracón de
tamales de francés. Los grupos se han hecho cada vez más numerosos y
al grito de ¡Ya se fueron los franceses! Todo el cuerpo de ballet se forma
para interpretar los jarabes poblanos.

El BARRENDERO sigue contagiado bailando alegremente cuando hace


su entrada la VIUDA, mujer enteramente vestida de negro, seca y mustia
que habla con autoridad.

VIUDA. Dejen de hacer ruido que la gente decente no puede


descansar a gusto en sus aposentos. Esa insana cos-
tumbre de andar en las calles después de las ocho de
la noche, puede echar a perder el espíritu, los excesos
pervierten las costumbres y las relajan haciendo que

218
La poblanía de los ángeles

la ciudad se convierta en una filial de Sodoma y Go-


morra.
BARRENDERO. Mire señora, yo soy muy sano. A mí no me ha dado
ninguna enfermedad venérea.
VIUDA. ¿Quién es usted?
BARRENDERO. El que mantiene limpia esta preciosa Ciudad que ha-
bita usted y que habitamos todos.
VIUDA. Entonces limpie, barra, trapeé, haga que las piedras
relumbren de belleza. No se dedique a estarme vien-
do descaradamente al rostro, que soy una mujer de-
cente, mis ojos no están hechos para posarse en su
insignificante presencia. Tengo que estar alerta. Soy
la encargada de cuidar la honra de las doncellas.
BARRENDERO. Oiga, ¿quién se crece que es usted?
VIUDA. La viuda.
BARRENDERO. Ay mamacita, otra loca.
VIUDA. Llegué con los primeros pobladores. Amargada por la
muerte de mis esposos y mis hijos. Tenían que darme
un solar, los indios levantaron mi casa en donde me
recluí y a falta de tener cuidados con mi familia, me
dediqué a cuidar a la Ciudad.
BARRENDERO. Ándale, ¿usted es la que se encarga de cuidar las cos-
tumbres?
VIUDA. Y la moral, y las buenas maneras, y el buen vestir, y el
buen hablar, y el buen hacer.
BARRENDERO. Por eso los poblanos estamos llenos de prohibiciones.
Desde niños nos dicen que tenemos que hacer
VIUDA. Los niños deben de ser discretos, respetar a sus pa-
dres, no hablar ante sus mayores, no mentir, no robar
galletas de la alacena.
BARRENDERO. Pero si ya hay escuelas Montesori, doña.
VIUDA. Lugares en donde con ideas extranjerizantes los echan
a perder.
BARRENDERO. Los niños tienen derecho de jugar.
VIUDA. Con sus juegos y gritos rompen la paz interior. Las
comidas deben hacerse en silencio.
BARRENDERO. No me diga que ni siquiera podemos sopear el cho-
colate.

219
Teatro 2009

VIUDA. Las horas de visita deben ser respetadas


BARRENDERO. ¿Y si se me ocurre llegar a la hora de la comida, digo,
pa’ aprovechar.
VIUDA. Se pondrán los alimentos en una canasta y se izará por
medio de una cuerda hasta la viga principal, bajándo-
se al momento que el intruso se vaya.
BARRENDERO. O sea que hay que comer con las puertas cerra-
das.
VIUDA. Y se vigilará que la casa esté herméticamente se-
llada en la noche. Para evitar a los ladrones de sus-
piros, expertos en acercarse a los balcones para
robar la calma.
BARRENDERO. ¿No podemos visitar a nuestra
noviecita santa?
VIUDA. Sólo frente a familiares y parientes y siempre y cuan-
do ella esté todo el tiempo con la mirada baja.
BARRENDERO. Pero a mi me gusta platicar y reir.
VIUDA. Vulgaridades de baja estofa. La mujer poblana
debe estar en su casa, siempre limpia, arreglada,
obediente a los mandatos que le impongan su pa-
dre, sus hermanos y el que con el tiempo Dios le
designe como Marido.
En este momento se abre un balcón por donde
se asoma alterada, desmelenada y en un estado
de gran agitación CARMEN SERDÁN. Arenga
al pueblo desde los balcones de su casa en un 18
de noviembre de 1910.
CARMEN SERDÁN. ¡Mexicanos!
VIUDA. Debe ser recatada y no mostrar sus emociones.
CARMEN SERDÁN. ¡La Patria está en peligro!
BARRENDERO. Ora si estoy entre dos fuegos.
VIUDA. Debe de ser modesta.
CARMEN SERDÁN. Ciudadanos de Puebla.
VIUDA. Debe de ser callada.
CARMEN SERDÁN. Yo, CARMEN SERDÁN, una simple mujer en-
tregada a los ideales de lograr una nación libre
de opresiones que se han aposentado en el poder
para hacerse los dueños de nuestros destinos.

220
La poblanía de los ángeles

VIUDA. Debe de obedecer las normas.


CARMEN SERDÁN. Los exhorto a que tomen las armas. Dispuestos
a defender con la vida si es preciso lo único que
podemos legar a nuestros hijos. Una vida digna.
VIUDA. No meterse en asuntos de los hombres.
CARMEN SERDÁN. La sangre que corre en nuestras venas vamos a
derramarla gustosos si la Patria lo pide. Hay que
derrocar al tirano, al dictador infame que nos
quiere detener can balas, nosotros tenemos va-
lentía, coraje, corazón, tenemos alma para des-
garrarla en jirones.
BARRENDERO. Échales mentadas, que también les duelan.
VIUDA. Debe de estar en su casa.
CARMEN SERDÁN. ¡Viva la libertad!
VIUDA. No debe saber nada.
CARMEN SERDÁN. ¡Sufragio efectivo, no reelección!

Desaparece CARMEN SERDÁN cerrando su balcón de un portazo, la


VIUDA se dirige al fondo del escenario, sube a la plataforma en donde
queda como cúpula poblana vigilando todo lo que sucede a su alrededor.

El BARRENDERO se queda desconcentrado.

BARRENDERO. Y ahí barrí muchas balas, corridos, historias, pro-


mesas, votos, pancartas, fotografías, candidatos,
elecciones, ambulantes, chaluperas, dulceros,
hoteleros, comerciantes, boleros, cantineros,
meseros, restauranteros, artesanos, bailarines,
actores, directores, escritores, dramaturgos, pin-
tores, arquitectos, ingenieros, abogados, carpin-
teros, herreros, antropólogos, sociólogos, físicos,
matemáticos, biólogos, feministas, misóginos,
machistas, historiadores, cuenteros, paleteros,
mueganeros, mendigos, burócratas, banqueros,
fotógrafos, cineastas, diletantes, carniceros, ten-
deros, fonderos, maestros, estudiantes, políticos,
rateros, empresarios, cantantes, músicos, camio-
neros, choferes, lideres, economistas, ensayistas,

221
Teatro 2009

prostitutas, vagos, payasos, malabaristas, cirque-


ros, agentes, policías, bomberos, jueces, ciegos,
tontos, locos, poetas. Todos son ángeles, todos
son los ángeles que con su poblanía hacen de
esta ciudad La Puebla de los Ángeles.

El escenario empieza a llenarse con todos los personajes que uno a uno
dicen su declamación de amor a Puebla y el por qué de la poblanía.

MARQUESA. Esta exacerbada pasión por mi cuna de tierra; el agri-


dulce licor de mi saliva marina en la que el Quetzal-
coatl de mi lengua se baña cotidianamente; la siesta
crepuscular de sus volcanes eternos, con su reloj de
sol, sobre su cielo artesanal, es mi poblanía.
VAMPIRO. La mesa puesta para los muertos amados, encaje de
papel de china, filigrana vegetal, flores de mediodía,
y aturdidor aroma, tributos de tacha en perpetua ri-
validad con la viruela blanca del arroz con canela.
Calaveras para morder misa de esperanza y rosarios
con indulgencias entonadas en el clavecín de la voz
materna… ¡es mi poblanía!
COATLICUE. La rabia conventual del claustro impuesto, calabozos
de normas y costumbres, de represiones heredadas.
Cilicios de fe, de sangre milenaria con teponaxtle y
huéhuetl en las neuronas provincianas de cabelleras
mestizas. Madre pueblo, madre maíz, madre de barro,
madre de fuego en liquida amenaza volcánica. ¡Es mi
poblanía!
VIUDA. Mi conservadora corazón hispana, visillo sombrío de
viudas macilentas, lunar canceroso de mis historia.
El grito femenino que clama libertad desde el balcón
aguerrido. La huída del enemigo en sorpresiva victo-
ria. Repostería de amores entre balcones de herrería
fantástica. La placidez del encierro virginal… ¡es mi
poblanía!
TODOS. ¡Santa Puebla de los ángeles…!
BARRENDERO. Ruega por el concilio de tus anhelos dispersos. Por
los que ya no están o se nos han fugado.

222
La poblanía de los ángeles

TODOS. ¡Santa Puebla de los Ángeles…!


ÁNGEL. No nos abandones en esta incredulidad advenediza
que nos legan los tiempos. Sacúdete el devenir del
desmayado progreso y en un gesto de camino des-
acuerdo muérdele el talón al porvenir que te herrum-
ba y carcome. ¡Clama nuevos arrestos! Que los que
aquí te amamos, estamos para la lucha prestos…
TODOS. ¡Santa Puebla de los Ángeles…!
DIVOS. Vénganos tu reino de recalcitrante poblanía. Báñanos
de tu pasado legendario y violento y no nos dejes caer
en la tentación de entregarle al ignorante intento de
desconocer tu beatitud, mi adormecido corazón ma-
cilento, ala de querubín, con cáscara de oro en verti-
ginoso aspaviento.
TODOS. ¡Y hágase Santa Puebla de los Ángeles tu poblana
voluntad!

Declaración de amor a la ciudad por los maravillosos DIVOS ya sea con


poemas escritos o de su propia invención. Interviene el ballet para el
número final, por su puesto “Qué chula es Puebla”.

TELÓN

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