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20.

000 días en la tierra

La composición como un contrapunto, dos imagenes opuestas, disimiles, encerrarlas en una


habitación y ver qué pasa con el movimiento de eso.

La canción como algo que se mantiene vivo mientras no lo comprendemos, y nos sumergimos una y
otra vez tratando de apresarlo. Una capa de barniz sobre algo que está vivo.

La mitificación de la experiencia, la memoria.

El escenario, ¿la capacidad de mirarlos a todos a la vez? ¿fijar en los más cercanos y nuestra
posibilidad de afectar, de perturbar….?

La sedimentación de experiencia en los instrumentos, la imagen del viejo guitarrista cargando el


amplificador que tenía desde el día uno, el bajo del de los bad seeds.

Nina Simone, Jerry Lay Lewis, en el escenario, la arbitrariedad (llamenmé Dra Simone, quiero
merca, champagne y salchichas!, arrastrarse hasta el escenario y volverse liviano, la capacidad de
activar algo ahí donde no está pasando nada desde los gestos.

La escritura llamando a la música, del papel al sonido.

El conocimiento de nuestras propias limitaciones y la posibilidad de que otros metan mano en la


idea.

La alianza con la idea, por más mala que sea, protegerla como a una pequeña llama para que no se
apague.

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