Académique Documents
Professionnel Documents
Culture Documents
autismo
Autores: María de los Angeles Sánchez García
Localización: Revista interuniversitaria de formación del profesorado, ISSN 0213-
8646, Nº 13, 1992 , pags. 193-200
Resumen:
Introducción
Trastorno clínico
Etiología-bases orgánicas
Conclusiones
Introducción
Desde la descripción de los primeros pacientes por Kanner hace más de 60 años1, el
concepto de autismo ha evolucionado desde la idea de un trastorno inducido por
disfunciones parentales, hasta llegar a ser aceptada como una entidad de base
fundamentalmente genética2 3 4 5 6. Sobre este sustrato actuarían, con intensidad variable,
factores orgánicos epigenéticos y ambientales que provocarían la aparición de un perfil
conductual específico7 8 9. Estos cuadros clínicos se caracterizan por una serie de
síntomas, combinados en proporciones variables, que dan lugar a lo que hoy conocemos
como trastornos del espectro autista (TEA)10. Sobre este esquema, siguen existiendo
importantes lagunas en el conocimiento de la fisiopatología del autismo que están aún
por completar. Los marcadores genéticos candidatos descritos hasta el momento no
están presentes en todos los pacientes, y pertenecen a estructuras genómicas muy
alejadas entre sí, además de que muchas de éstas pueden aparecer de forma simultánea
en el mismo paciente. Los errores innatos del metabolismo intermediario, una vez
establecidos, presentan trastornos de la conducta indistinguibles del cuadro clásico de
autismo. Existe la evidencia emergente de que factores orgánicos ambientales pueden
provocar, a través de mecanismos diferentes, cuadros que encajarían perfectamente en el
trastorno del espectro autista. Todo esto indica, junto a otros puntos que desarrollaremos
a continuación, que las bases biológicas del autismo distan de ser completamente
comprendidas. Por esto, el objetivo que nos planteamos en este artículo es revisar dichas
bases biológicas y articularlas con el diagnóstico clínico, para poner a disposición del
pediatra las claves etiológicas necesarias para la detección y el manejo práctico del
paciente autista.
Trastorno clínico
La importancia de permanecer alerta sobre los signos precoces de este trastorno, se basa
en el sentimiento general de que existe un importante aumento de la prevalencia, sobre
todo en las formas leves y moderadas que son las que, detectadas precozmente,
responden mejor a las intervenciones psicopedagógicas precoces. Estudios recientes
siguen manejando unas cifras de prevalencia de los trastornos del espectro autista
similares a las descritas en décadas anteriores (entre un 4-5/10.000)14. Sin embargo,
otros trabajos describen una prevalencia mucho más alta (hasta 1/166), debiéndose esta
gran variabilidad a la dificultad de unificación de criterios diagnósticos entre diferentes
estudios y a la inclusión del subgrupo de pacientes con sintomatología más leve. Puede
que estos factores hayan contribuido a realzar la impresión de un aumento de la
prevalencia de los trastornos generalizados del desarrollo15. Estas tendencias son
discutibles cuando las series se comparan con otras anteriores que han utilizado
definiciones y metodologías similares. De este modo, Shattuck y cols., del Waisman
Center de la Universidad de Wisconsin, han detectado un aumento significativo de la
prevalencia de los trastornos generalizados del desarrollo (TGD) entre 1993 y 2003 en
los registros de las autoridades educativas de California, a la vez que un descenso de
magnitud similar y significativo en el diagnóstico de retraso psicomotor16 17.
Sin embargo, el claro predominio en la frecuencia de presentación en los niños sobre las
niñas (4:1), que permanece inalterado entre los distintos autores18, sugiere que no
existen grandes errores de sesgo entre las series a lo largo del tiempo2 7 13 19 20, luego la
preocupación por la detección precoz de los síntomas tiene también una justificación
epidemiológica.
El paciente con un trastorno del espectro autista muestra una comorbilidad muy variada
en frecuencia y características. Así, estudios observacionales bien diseñados han
demostrado una clara asociación entre determinados tipos de autismo y el retraso
mental21 o la epilepsia22. También han quedado claramente demostradas deficiencias en
funciones como la atención o la memoria de trabajo que se superponen a los síntomas
por falta de concentración del trastorno por déficit de atención con hiperactividad23. Se
ha de ser especialmente prudente en el estudio de la comorbilidad de los trastornos del
espectro autista. La demanda de explicaciones sencillas y satisfactorias por parte de los
familiares, les convierte en objetivos prioritarios de la venta de información
pseudocientífica que no ha soportado una valoración metodológicamente correcta.
Ejemplos de este fracaso en establecer una relación de causalidad con el autismo son la
enfermedad celíaca, molestias gastrointestinales, e incluso la distribución estacional de
los partos de los niños que después desarrollarán trastornos del espectro autista24 25 26.
Cuando los padres y educadores detectan algunos de los síntomas del espectro autista, el
planteamiento del clínico, mayoritariamente pediatra, es el de determinar en qué medida
debe dar la voz de alarma a la familia. Por una parte, la detección precoz del cuadro
permite promover intervenciones inmediatas, que al menos en los casos leves y
moderados, ha facilitado la incorporación del sujeto a una vida "normal". Sin embargo,
habida cuenta que muchos de estos signos precoces no son patognomónicos, con
evolución favorable y que no desembocan en un cuadro patológico estructurado, se
puede inducir una ansiedad innecesaria en los padres, además de consolidar
diagnósticos de sospecha, que de no ser correctamente tratados a nivel deontológico,
podrán pesar en el desarrollo del paciente más que el propio síntoma detectado. Esta
decisión se debe tomar de forma individualizada en cada familia, habida cuenta que
existen pocos estudios que establezcan esta relación de signos precoces y autismo en
nuestro medio, y que la respuesta terapéutica en edades precoces es inexistente. La
valoración de la intensidad del cuadro en la primera visita será de gran ayuda para
establecer el grado y ritmo de la información que se debe facilitar a los padres. Para
ello, existen algunas listas de síntomas, que rellenadas por los padres permiten evaluar
en poco tiempo la condición clínica del paciente (nueve ítems) junto a la observación
directa de la actividad del paciente en la consulta de cinco ítems en la checklist for
autism in todlers (CHAT)14 24 o la versión extendida de este cuestionario que consta de
23 ítems en la modified checklist for autism in todlers (M-CHAT)27 (Tabla 1). El
mantenimiento de los síntomas detectados en consultas sucesivas, no sólo nos afianzará
el diagnóstico, sino también nos permitirá establecer un pronóstico verosímil sobre el
futuro y calidad de vida del niño.
Una vez establecido el diagnóstico, la familia nos preguntará por qué le ha pasado
aquello a su hijo y qué es lo que puede hacer. Es aquí donde la noción de cuál es el
estado de conocimientos científicos sobre la condición del espectro autista es
fundamental para atender adecuadamente a nuestros pacientes y evitar ansiedad a sus
familias. No podemos contestar correctamente, sea cual sea nuestro nivel de relación
profesional con el paciente, a menos que tengamos en cuenta los factores etiológicos
que se describen a continuación.
Etiología-bases orgánicas
Entre los pacientes con TEA se han identificado anomalías morfológicas y funcionales
en el SNC. Esta relación, además de en el ámbito clínico, se ha podido establecer a
través de las modernas técnicas de neuroimagen anatómico/funcional de forma que se
han implicado estructuras como los núcleos de la base, cerebelo y regiones prefrontales,
entre otras29 30. ¿Cuáles son las causas de que estas estructuras muestren semejantes
disfuncionalidades? La respuesta a esta pregunta se obtendrá a través de los datos
procedentes de estudios que se encuentran en el ámbito de la investigación y que,
interpretados con cautela, serán indispensables para abordar el tratamiento del paciente
autista en el seno de un equipo multidisciplinar, y es en el seno de este tipo de grupos de
trabajo, donde se deberá transmitir esta información especializada a otros miembros del
equipo cuya formación no está directamente relacionada con las ciencias biomédicas.
Genética: la presencia de una base genética en los trastornos del espectro autista
ya fue intuida por Kanner desde el inicio de sus descripciones31. La alta tasa de
concordancia en estudios de gemelos monocigotos sugirió en los años 70 esta
ligazón. El riesgo de que un gemelo homocigoto que tiene un hermano afecto de
autismo, presente un cuadro similar es de un 60%, mientras que esta tasa
aumenta a un 92% cuando el cuadro clínico se extiende a los trastornos del
espectro autista o lo que se ha dado en llamar fenotipo ampliado (familiares con
algún rasgo distintivo del TEA, pero con adecuada adaptación social)32. Sin
embargo, esta concordancia desciende por debajo del 10% cuando consideramos
a gemelos dicigotos. Las tasas de aparición dentro de un árbol genealógico de un
paciente autista se sitúan entre el 2-7%33. La presencia de trastornos de conducta
similares al autismo en pacientes con enfermedades de origen genético se ha
descrito ampliamente. Tal es el caso del síndrome X-frágil que representa el 4%
de los autismos; la esclerosis tuberosa (el 25% de los pacientes presenta un
cuadro del espectro autista) y enfermedades como la neurofibromatosis tipo I,
los síndromes de Sotos, Moebius, Williams y una amplia lista de casos
individuales8 34 35. Sin embargo, permanece sin aclarar en qué medida el autismo
que se presenta en estas enfermedades es un efecto inducido de las anomalías
proteómicas de la enfermedad, o de un defecto genético directamente asociado.
Los nuevos estudios de screening molecular de familias con alta prevalencia de estos
cuadros concentran los esfuerzos sobre la investigación etiológica del autismo. A pesar
de las dificultades que se derivan del importante polimorfismo de los patrones
hereditarios de estos trastornos, se han podido identificar a través de estudios
multicéntricos, genes con locus de susceptibilidad más frecuentes encontrados en el
autismo y que se sitúan en las regiones cromosómicas 2q, 7q, 16p, y 17q33 36. El locus
2q24-q31 contiene más de 20 genes entre los que el gen NEUROD1 interviene en las
etapas de diferenciación de la neurogénesis, lo que sugiere su implicación en el
posterior desarrollo del autismo. Igualmente, en el locus 7q32 se codifica el gen RELN
responsable de la síntesis de la relina que se ve a su vez implicada en la estructuración
de las capas corticales, cerebelosas, de los núcleos de la base y del hipocampo37. En los
locus 7q33 y 7q31-33 se codifican los genes FOXP2 y WNT2 que se han implicado en
los problemas del lenguaje. Por otra parte, la implicación del trasporte y recaptación de
la serotonina en los comportamientos repetitivos y obsesivos es dependiente del gen
SERT, cuyo locus SLC6A4 se contiene parcialmente en la región cromosómica17q11.2,
que presenta una especial prevalencia en los miembros masculinos de las familias
afectas38, efecto que también parece extenderse a los cromosomas 7,15 y 1639. La lista
de regiones candidatas más prevalentes crece continuamente.
Conclusiones
Con los datos expuestos en esta revisión, la idea que se perfila es que el paciente autista
muestra, a través de un patrón de comportamiento peculiar y recogido ampliamente en
todas las listas diagnósticas, anomalías funcionales del sistema nervioso central que
tienen su origen en alteraciones muy distintas, generalmente de tipo genético, aunque
también, más raramente en agentes adquiridos y que marcan el desarrollo futuro del
paciente.
Esta dotación genética no parece ser inamovible. La propia tendencia del niño pequeño
a adaptarse a su medio, hace que cuando estos síntomas son de una intensidad leve o
moderada, la introducción de pautas educativas adecuadas estimulará mejoras
significativas que puedan llevar al paciente a una integración social casi completa. Por
este motivo la sospecha clínica precoz y el diagnóstico temprano son esenciales para un
buen pronóstico. En esta tarea el pediatra es el encargado de coordinar las actuaciones
de los distintos profesionales que tanto desde el ámbito clínico como desde el ámbito
educacional van a estar implicados en la confirmación diagnóstica y en el abordaje
terapéutico.
Las revisiones a largo plazo demuestran una amplia variabilidad en los resultados de las
actuaciones comentadas, a pesar de ser aplicadas con la misma dedicación y pericia.
Esto no es más que el reflejo de la diversidad genética del paciente autista, dejando
menos espacio a los factores orgánicos adquiridos y una mínima influencia de factores
ambientales de tipo social y educacional.
Notas:
1
Kanner L. Followup study of eleven autistic children originally reported in 1943. J
Autism Child Schizophr 1971; 1: 119-45.
2
Mangravite DN. Regarding autism. J Pediatr 2001; 138: 147-8.
3
Wassink TH, Piven J, Patil SR. Chromosomal abnormalities in a clinic sample of
individuals with autistic disorder. Psychiatr Genet 2001; 11: 57-63.
4
Roubertie A, Semprino M, Chaze AM, et al. Neurological presentation of three patients
with 22q11 deletion (CATCH 22 syndrome). Brain Dev 2001; 23: 810-4.
5
Forsyth R. Paediatrics: genetic insights and longterm followup. Lancet Neurol 2005; 4:
8.
6
Gillberg C, Cederlund M. Asperger syndrome: familial and pre- and perinatal factors. J
Autism Dev Disord 2005; 35: 159-66.
7
Minshew NJ. What is currently known about the neurobiology of autism and if the
valuable resource of family time should be invested in these studies. J Autism Dev
Disord 2004; 34: 737-8.
8
Arndt TL, Stodgell CJ, Rodier PM. The teratology of autism. Int J Dev Neurosci 2005;
23: 189-99.
9
Towbin KE, Pradella A, Gorrindo T, Pine DS, Leibenluft E. Autism spectrum traits in
children with mood and anxiety disorders. J Child Adolesc Psychopharmacol 2005; 15:
452-64.
10
American Psychiatric Association. Diagnostic and statistical manual of mental
disorders. 4º ed. Washintgton DC: 1994.
11
Volkmar FR, Pauls D. Autism. Lancet 2003; 362: 1133-41.
12
Eaves LC, Ho HH. The very early identification of autism: outcome to age 4 1/2-5. J
Autism Dev Disord 2004; 34: 367-78.
13
Volkmar F, Chawarska K, Klin A. Autism in infancy and early childhood. Annu Rev
Psychol 2005; 56: 315-36.
14
Demonceau N, Roubertie A, Cheminal R, Leydet J, Rivier F, Echenne B. [Genetics
contribution to the understanding of autism.]. Arch Pediatr 2005; 12: 1509-12.
15
Chakrabarti S, Fombonne E. Pervasive developmental disorders in preschool children:
confirmation of high prevalence. Am J Psychiatry 2005; 162: 1133-41.
16
Shattuck PT. Diagnostic substitution and changing autism prevalence. Pediatrics 2006;
117: 1438-9.
17
Shattuck PT. The contribution of diagnostic substitution to the growing administrative
prevalence of autism in US special education. Pediatrics 2006; 117: 1028-37.
18
Fischer F, Jr. Incidence of autism. Arch Pediatr Adolesc Med 2005; 159: 691-2.
19
Rutter M. Autism research: lessons from the past and prospects for the future. J Autism
Dev Disord 2005; 35: 241-57.
20
Posada-De la PM, Ferrari-Arroyo MJ, Tourino E, Boada L. [Epidemiological research
in autism: an integrative view]. Rev Neurol 2005; 40 Suppl 1: S191-S198.
21
de Bildt A, Sytema S, Ketelaars C, Kraijer D, Volkmar F, Minderaa R. Measuring
pervasive developmental disorders in children and adolescents with mental retardation:
a comparison of two screening instruments used in a study of the total mentally retarded
population from a designated area. J Autism Dev Disord 2003; 33: 595-605.
22
Reinhold JA, Molloy CA, Manning-Court. Electroencephalogram abnormalities in
children with autism spectrum disorders. J Neurosci Nurs 2005; 37: 136-8.
23
Goldberg MC, Mostofsky SH, Cutting LE, et al. Subtle executive impairment in
children with autism and children with ADHD. J Autism Dev Disord 2005; 35: 279-93.
24
Molloy CA, Manning-Court. Prevalence of chronic gastrointestinal symptoms in
children with autism and autistic spectrum disorders. Autism 2003; 7: 165-71.
25
Landau EC, Cicchetti DV, Klin A, Volkmar FR. Season of birth in autism: a fiction
revisited. J Autism Dev Disord 1999; 29: 385-93.
26
Pavone L, Fiumara A, Bottaro G, Mazzone D, Coleman M. Autism and celiac disease:
failure to validate the hypothesis that a link might exist. Biol Psychiatry 1997; 42: 72-5.
27
Trillingsgaard A, Ulsted SE, Nemec G, Jorgensen M. What distinguishes autism
spectrum disorders from other developmental disorders before the age of four years?
Eur Child Adolesc Psychiatry 2005; 14: 65-72.
28
Palermo M, Curatolo P. Pharmacologic treatment of autism. J Child Neurol 2005; 19:
155-64.
29
Gutknecht L. Fullgenome scans with autistic disorder: a review. Behav Genet 2001;
31: 113-23.
30
Ross AK, Hazlett HC, Garrett NT, Wilkerson C, Piven J. Moderate sedation for MRI
in young children with autism. Pediatr Radiol 2005; 35: 867-71.
31
Kanner L. To what extent is early infantile autism determined by constitutional
inadequacies? Res Publ Assoc Res Nerv Ment Dis 1954; 33: 378-85.
32
Díez-Cuervo A, Muñoz-Yunta JA, Fuentes-Biggi J, et al. [Best practice guidelines for
the diagnosis of autistic spectrum disorders]. Rev Neurol 2005; 41: 299-310.
33
Barrett S, Beck JC, Bernier R, et al. An autosomal genomic screen for autism.
Collaborative linkage study of autism. Am J Med Genet 1999; 88: 609-15.
34
Ahsgren I, Baldwin I, Goetzinger-Falk C, Erikson A, Flodmark O, Gillberg C. Ataxia,
autism, and the cerebellum: a clinical study of 32 individuals with congenital ataxia.
Dev Med Child Neurol 2005; 47: 193-8.
35
Artigas-Pallares J, Gabau-Vila E, Guitart-Feliubadalo M. [Syndromic autism: I.
General aspects]. Rev Neurol 2005; 40 Suppl 1: S143-S149.
36
IMGSAC. A genomewide screen for autism: strong evidence for linkage to
chromosomes 2q, 7q, and 16p. Am J Hum Genet 2001; 69: 570-81.
37
Skaar DA, Shao Y, Haines JL, et al. Analysis of the RELN gene as a genetic risk factor
for autism. Mol Psychiatry 2005; 10: 563-71.
38
Sutcliffe JS, Delahanty RJ, Prasad HC, et al. Allelic heterogeneity at the serotonin
transporter locus (SLC6A4) confers susceptibility to autism and rigid-compulsive
behaviors. Am J Hum Genet 2005; 77: 265-79.
39
Lamb JA, Barnby G, Bonora E, et al. Analysis of IMGSAC autism susceptibility loci:
evidence for sex limited and parent of origin specific effects. J Med Genet 2005; 42:
132-7.
40
Carratala F, Galan F, Moya M, et al. A patient with autistic disorder and a 20/22
chromosomal translocation. Dev Med Child Neurol 1998; 40: 492-5.
41
Lopez-Pison J, Rubio-Rubio R, Urena-Hornos T, et al. [Retrospective diagnosis of
congenital infection by cytomegalo-virus in the case of one infant]. Rev Neurol 2005;
40: 733-6.
42
Sweeten TL, Posey DJ, McDougle CJ. Brief report: autistic disorder in three children
with cytomegalovirus infection. J Autism Dev Disord 2004; 34: 583-6.
43
Libbey JE, Sweeten TL, McMahon WM, Fujinami RS. Autistic disorder and viral
infections. J Neurovirol 2005; 11: 1-10.
44
Elliman DA, Bedford HE. Measles, mumps and rubella vaccine, autism and
inflammatory bowel disease: advising concerned parents. Paediatr Drugs 2002; 4: 631-
5.
45
Hultman CM, Sparen P, Cnattingius S. Perinatal risk factors for infantile autism.
Epidemiology 2002; 13: 417-23.
46
Clarke J. A Clinical Guide to Inherited Metabolic Diseases. 2nd ed. Cambridge
University Press; 2002.
47
James SJ, Cutler P, Melnyk S, et al. Metabolic biomarkers of increased oxidative stress
and impaired methylation capacity in children with autism. Am J Clin Nutr 2004; 80:
1611-7.
48
Tomas VM. [Diagnostic yield in studies of autism. The contribution made by
neuroimaging, metabolic tests and genetic studies]. Rev Neurol 2004; 38 Suppl 1: S15-
S20.
49
Knickmeyer R, Baron-Cohen S, Raggatt P, Taylor K, Hackett G. Fetal testosterone and
empathy. Horm Behav 2005.
50
Knickmeyer RC, Wheelwright S, Taylor K, Raggatt P, Hackett G, Baron-Cohen S.
Gendertyped play and amniotic testosterone. Dev Psychol 2005; 41: 517-28.
51
Manning JT, Baron-Cohen S, Wheelwright S, Sanders G. The 2nd to 4th digit ratio and
autism. Dev Med Child Neurol 2001; 43: 160-4.
Autores: F. Carratalá Marco ( Unidad de Neuropediatría. Hospital Universitario de Sant
Joan d'Alacant. ), A. Javaloyes Sanchís ( Unidad de Salud Mental Infantil.
Departamento 17. Alicante. ) y A. Castro Fornieles ( Pediatra. Centro de Atención
Primaria Florida. Departamento 19. Alicante ) Revista: Revista Española de pediatría
Clínica e Investigación (Número: Vol. 62 Núm. 3) Fecha de publicación: 05 / 2006
(España) Fuente bibliográfica: Revista Española de pediatría Clínica e Investigación ©
2006 Ediciones Ergon, S.A.