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Yoffee, Norman (2005) “Altered states: the evolution of history”, en: Yoffee, Norman Myths
of the Archaic State. Evolution of the Earliest Cities, States, and Civilizations, Cambridge,
Cambridge University Press, pp. 196-232.
Comencé este libro delineando los mitos que crearon los arqueólogos sobre “el estado arcaico”: los
primeros estados eran muy similares entre sí (por ende representan la evolución del “estado
arcaico”); eran muy grandes, criaturas territoriales, evolucionaron de las “jefaturas” y desde estadios
tempranos que pueden conocerse por medio de analogías etnográficas; eran dominados por
gobernantes poderosos inefables e irresistibles que controlaban, o incluso monopolizaban, todos los
medios de producción y de distribución de bienes y servicios, y monitoreaban el flujo de información,
e instituían la ley verdadera.
Estos mitos de los estados más tempranos y su evolución son productos de la teoría
arqueológica, el intento de comprender un proceso cuyo resultado se observa pero cuya dinámica y
detalles se conocen imperfectamente desde la observación. Aunque sea escasamente necesario
repetir el mantra de la ciencia social “toda observación está cargada de teoría,” sorprende que los
mitos creados por destacados teóricos arqueológicos hayan tenido tan poca influencia en cómo se
investigó y se analizó la información. Aunque algunos arqueólogos salieron a encontrar (o identificar)
estados o jefaturas o algún otro tipo en el registro arqueológico, otros arqueólogos nunca dejaron de
encontrar contra-indicaciones de los mitos: vetas complejas de estratificación [197] y diferenciación,
muchas clases de jerarquías, los grandes tamaños y la independencia política de las primeras
ciudades, los límites del poder absoluto de los gobernantes, y la lucha endémica por el poder en los
estados tempranos.
Los arqueólogos ahora utilizan esa información para formular nuevas preguntas que en su
mayoría habían sido ignoradas en la vieja teoría social evolucionista. Las preocupaciones centrales –
además de comprender patrones económicos y demográficos y el cambio ambiental que están
relacionados y son indispensables para toda investigación arqueológica- son explicar cómo el
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contenido de los roles sociales cambiaba mientras los actores explotaban las ambigüedades de
formas heredadas, evaluaban sus opciones, tomaban ideas y materiales prestados de otros grupos, y
creaban nuevas formas de responder a las circunstancias cambiantes (Wolf 1990). En las
trayectorias evolucionistas hacia los primeros estados, se inventaron nuevos roles socio-económicos
y ambientales en las ciudades en tanto líderes poderosos competían para controlar no sólo recursos
y trabajos, sino también el capital simbólico que tenía que ser reunido para recombinar unidades
sociales diferenciadas en sistemas políticos nuevos y viables. Se crearon ideologías del estado para
proporcionar sistemas de significado explícitos sobre las relaciones sociales, políticas y económicas y
especialmente la manera en que se debía ejercer el liderazgo y sobre qué bases podía disputarse.
Los estados no eran sólo cercados de poder sino guardianes de las ideas sobre sí mismos.
Las trayectorias evolucionistas hacia los estados ocurrieron en todo el mundo después del
Pleistoceno y estaban basadas en medios cambiantes de obtener el poder, el acceso a bienes y
trabajo. Las ideologías de que debía existir un sistema de gobierno central se crearon en nuevos
asientos de gobierno y ceremonias de estado, en las que los recursos del estado tenían que fluir. Las
interacciones en estos lugares urbanos creaban y proveían nuevos paisajes sociales y políticos para
los habitantes de los estados. Interacciones urbanas nuevas y densas daban como resultado mapas
de comportamiento en los que residencia, movimiento e identidad se estipulaban y restringían. Los
monumentos en las ciudades glorificaban el presente y eran testigos de que el pasado conducía
inevitablemente a las ciudades. La llamada “Lista Real Sumeria” de la Mesopotamia lo expresa de
manera sucinta: la realeza descendió del cielo a las ciudades. El área rural se rehízo (o, mejor, se
hizo por primera vez) en respuesta al poder y privilegio ubicado en las ciudades, y se definió por
oposición a esas ciudades. El área rural proveía, a cambio, un refugio para quienes se escapaban
de las ciudades y bases de poder para los líderes rurales que resistían o trataban de resistir las
demandas de las élites urbanas.
Los estados colapsaron y se rehicieron de acuerdo a plantillas ideológicas que se creaban en
su formación. Las sociedades de las periferias de los estados eran estimuladas para transformase en
estados, o los estados las asignaban como organizaciones periféricas. Y, como lo he señalado,
algunas sociedades se apartaban de la trayectoria en la que las acumulaciones de poder podrían
haber conducido a las ciudades y los estados. Repito mi primera afirmación: la teoría de la evolución
social es la historia mundial. [197]
florecieron bajo el paraguas de la civilización que se abría sobre ellas; y fuertes gobiernos
centralizados, gobernantes poderosos e ideologías del poder central co-existían con la fragilidad
sistemática, la endémica competencia por el poder, y el colapso normativo.
Después de un período de unos cinco mil años desde la aparición de las aldeas agrícolas en
el Iraq antiguo aparecieron allí las ciudades y ciudades-estado y la civilización mesopotámicas. (La
tabla 9.1. orienta al lector sobre los períodos y los sitios que se discuten en este capítulo). No hubo
un estado mesopotámico temprano, si por ese término uno entiende un sistema político duradero y
regional cuyos gobernantes en sus ciudades capitales gobernaban muchas otras ciudades y sus
territorios adyacentes. En lugar de eso, la Mesopotamia temprana era un territorio de ciudades-
estados. Había, sin embargo, un vínculo cultural duradero que abarcaba esas ciudades-estados de
manera que cada una de ellas reconocía a las otras como miembros de un sistema cultural, que
entre otras cosas compartían las mismas creencias y cultura material, las formas de escritura, y el
ideal de que sólo una ciudad debía gobernar a todas las otras aunque esto sólo rara vez se haya
logrado en la realidad. Este vínculo de civilización incorporaba distintas regiones, Asiria en el norte y
Babilonia en el sur, y muchos grupos étnicos diferentes, la mayoría con sus propias lenguas e
historias, quienes participaban y contribuían al entramado de la cultura mesopotámica.
Mi historia evolucionista envuelve un necesario problema metodológico: ¿se puede
reconstruir una prehistoria que evada el sentido de inexorabilidad de que ésta puede conducir a las
ciudades-estado y a la civilización de la Mesopotamia histórica? [198]
Hassuna 7.100-6.600
Samarra 7.000-6.300
Halaf 6.400-5.500
Ubaid 6.500-4.000
Uruk 4.000-3.100
Ur III 2.100-2.000
Paleobabilónico 2.000-1.600
Paleoasirio 1.950-1.750
Neo-babilónico 1.000-539
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Neo-asirio 1.000-610
Babilónico tardío
Persa aqueménida 539-333
Helenístico / Seléucida 333-190
Dinastías parta y sasánida 190 a.C. – 642 d.C.
(Rosenberg and Redding 2000). Nemrik, Qermez Dere (ambas en Iraq del norte), y Abu Hureyra 2 y
Mureybit (ambas en Siria), en los años 8000 y 7000 tardíos, eran aldeas en las que plantas y
animales fueron domesticados después de que los sitios habían sido fundados. La domesticación se
dio no para mitigar el hambre sino como un proceso a través del cual los humanos seleccionaban
cada vez más, como parte de actividades de recolección, procesamiento y resiembra, ciertas
características recesivas en las plantas, tales como la resistencia de tallos y semillas, a expensas de
características dominantes que permitían la resistencia de los granos para reproducirse
efectivamente sin la intervención de los humanos (Watson and Kennedy 1991). Las semillas de
plantas con fenotipos recesivos se recogían fácilmente [200], se almacenaban y luego se sembraban;
los campos debían desmalezarse para erradicar las formas dominantes. La gente también
seleccionaba animales que fueran más pequeños y dóciles, tuvieran más lana o poseyeran otras
características que fueran útiles para las poblaciones sedentarias, quienes los defendían de los
competidores salvajes. Algunas aldeas tempranas eran rasgos impactantes en el paisaje. En el sitio
de Göbekli Tepe, se erigieron megalitos y pilares, algunos pesaban unos 50 toneladas, lo que indica
el trabajo de mucha gente, más de la que podía haber existido en una sola aldea. Además, parece
que no había áreas domésticas, y todo el sitio “tenía una función principalmente ritual” (Schmidt
2000:46) para quienes estaban en esa región, tanto poblaciones asentadas como móviles.
En los años 7000 y a principios de los 6000, la gente fundó aldeas en nuevos nichos, tanto
en la zona de hábitat natural de plantas y animales salvajes y cada vez más hacia el sur a lo largo de
la planicie mesopotámica y más lejos de la región que había sido el escenario de las primeras
aldeas. En esas aldeas permanentes, tales como Maghzaliya, que no eran grandes, una variedad
impresionante de implementos de piedra se usaba para moler semillas, y se construyeron
instalaciones para el almacenamiento, ya sean pozos o estructuras, casas fuertes y estructuras
defensivas.
No es mi intención revisar el proceso de las aldeas sedentarias y del desarrollo de prácticas
agrícolas en cada sitio, y ya he combinado hallazgos específicos en diferentes regiones, aunque he
mantenido la extensa contemporaneidad de sitios y hallazgos. Lo que es importante en esta
narración son las “propiedades emergentes” de ciertos fenómenos en estas aldeas más tempranas.
Por propiedades emergentes quiero decir aquellas cualidades que surgen de las condiciones iniciales
del cambio climático y también los cambios en las relaciones entre animales, plantas y humanos. Las
consecuencias resultantes para la cultura no son reductibles a aquellas condiciones ni pueden
predecirse de ellas. Las nuevas interacciones sociales y las nuevas formas de comportamiento no se
desarrollan como en una procesión por etapas, y las consecuencias de las propiedades emergentes
se esperan solo a posteriori.
Aunque la domesticación de plantas y animales se defina como un proceso en el que los
humanos incrementan y reproducen ciertas características recesivas de manera que esas plantas y
esos animales dependan de la actividad humana, la gente también se vuelve dependiente de las
especies domesticadas. En aldeas agrícolas sedentarias se explotaban menos especies que antes.
Las actividades de cultivar plantas y atender a los animales en las aldeas ejercía una “pseudo-
presión” (Bronson 1975) de manera que las necesidades de trabajo para el cultivo, para desmalezar,
para el almacenaje, para atender los animales y para la distribución de excedente restringía el
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movimiento de cierto número de individuos en una aldea, mientras otros se ocupaban cada vez más
de ciertas actividades tales como la manufactura de artesanías y el intercambio, las que tenían poco
que ver con la producción de excedente.
La población en aldeas tempranas crecía a medida que la extensión del lapso entre
nacimientos, normal en las sociedades móviles, dejó de ser una preocupación y los niños llegaron a
ser un recurso valioso [201] de trabajo en la agricultura y la ganadería. Se fundaron más sitios y
hubo una expansión de aldeas a nuevos nichos. Las nuevas aldeas, sin embargo, probablemente no
fueron sólo el resultado del crecimiento de la población. Más bien, las aldeas más tempranas
estaban sujetas a los caprichos de la sequía y otros cambios climáticos, ataque de enfermedades,
que se transmitía fácilmente en las aldeas, y el fracaso de los cultivos. En síntesis, había un cambio
en la cantidad o proporciones del riesgo natural y la reproducción de fuerza de trabajo que la gente
podía calcular, y que condujo a una nueva estrategia de movilidad en las sociedades agrícolas
tempranas. Los aldeanos obligados a irse, se llevaban plantas y animales domesticados, y éstos
podían prosperar en zonas nuevas en las que no había competidores naturales. Las poblaciones
móviles en esas regiones también comenzaron a adoptar los productos domesticados traídos de
aquellas áreas.
Debido a que los aldeanos tempranos, que se habían especializado cada vez más en la
explotación de recursos locales, conocían mucho sobre lugares próximos y más distantes y los
recursos en esas áreas, la vida aldeana también condujo a un aumento del intercambio con aldeas
distantes, aunque mucho de ese intercambio posiblemente haya sido posterior, de aldea a aldea,
antes que de viajes directos de larga distancia (Renfrew 1975). Algunos de los recursos obtenidos a
través de este intercambio, tal como la obsidiana, era prácticos para la vida cotidiana. Otros, tales
como las piedras semi-preciosas, simbolizaban el estatus de ciertos individuos que los adquirían. El
intercambio tenía ramificaciones sociales, ya que también podía crear estatus. En tanto las
actividades de producción y distribución en las aldeas tempranas podían ser negociadas dentro del
parentesco y del sistema social, el intercambio requería individuos que establecieran vínculos con
gente que no eran parientes.
La existencia de la vida de aldea también brindaba oportunidades para aquellos quienes
podían explotar áreas que fueran marginales para la agricultura. Algunas personas (a menudo,
presumiblemente, parientes o aldeanos) podían convertir las calorías de tierra menos fértiles
ocupándose de los animales y llevándolos estacionalmente a mejores pasturas. Esos pastores
especializados podían sólo prosperar, sin embargo, al intercambiar productos animales por bienes
agrícolas y productos artesanales producidos por los aldeanos. En consecuencia, surgieron nuevas
divisiones de trabajo en las aldeas, en las que las mujeres ocupadas con una gran cantidad de niños
y con la preparación de la comida también producían textiles y artículos artesanales, que podían ser
intercambiados con otros aldeanos y con los nómades pastoriles. Cráneos parciales de animales,
figurillas, murales y plumas (de aves de rapiña, cuyos huesos se encontraron) se empleaban en
danzas y ceremonias en las aldeas tempranas, que también eran el escenario de interacciones entre
pueblos móviles y sedentarios.
Si esos asentamientos tempranos eran escenas de nuevas actividades económicas y reglas
sociales, la vida de la aldea también afectaba al medio local de manera sin precedentes. Tanto los
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actividades y promover el intercambio, a la alteración del paisaje natural y cultural, a los comienzos
de nuevos estatus y relaciones sociales, y a la expansión hacia nuevas regiones. Estos cambios
estaban en su mayoría incluidos dentro de las aldeas individuales que estaban diferenciadas social y
económicamente de manera bastante modesta, que fueron moderadamente estables por varios miles
de años, y sin aspectos notables de estructuras de liderazgo poderosas. Las propiedades
emergentes de las aldeas más tempranas, sin embargo, también llevaron a la formación de “esferas
de interacción” en las que las identidades de los aldeanos estaban alteradas de manera significativa,
y emergían nuevas relaciones sociales y políticas.
INTERACCIÓN E IDENTIDAD
El término “esfera de interacción” ingresó a la literatura arqueológica en 1964 con la descripción de
Joseph Caldwell de la esfera de interacción de la cultura Hopewell del este de Norte América. Para
Caldwell, el problema específico era cómo explicar los ensamblajes nominalmente distintos de Middle
Woodlands (ca. 250 a.C-250 d.C) que poseían similitudes significativas en los restos materiales de
prácticas mortuorias. Inventó el término esfera de interacción para denotar que había conexiones
sociales, ideológicas y comerciales entre las poblaciones que compartían un corpus restringido de
cultura material –en el caso de Hopewell, las pipas, las figurillas, y las hachas de cobre- es decir,
aquellos objetos asociados con el entierro del muerto honrado. Struever y Houart (1972) observaron
que tales elementos Hopewell característicos no sólo reflejaban membrecía a un “culto de
enterramiento”, sino que también denotaba la ubicación de “centros de transacción” a través de los
cuales los bienes circulaban de manera interregional.
La interacción del concepto de esfera de interacción, como lo formuló Caldwell, describe la
condición en que aquellas sociedades por lo general políticamente autónomas estaban conectadas
de manera cultural sobre bases regionales. Es decir, los vínculos de sistemas sociales locales
podían ser identificados por patrones de asentamiento distintivos en circunstancias ecológicas
específicas, por la práctica de técnicas de subsistencia apropiadas, y por el mantenimiento y la
reproducción de formas culturales históricamente determinadas y asociadas con expresiones
materiales. Sin embargo, la circulación de ciertos bienes vinculaba a esos sistemas locales dentro de
una gran área regional o supra-regional. Para asegurar el flujo de esos bienes, se inventó un código
común de valores y creencias, manifiesto un corpus de símbolos compartidos para facilitar la
interacción social que era necesaria para el intercambio de bienes. [204] Este código común, si no
había sido concebido por las élites, pronto pasaría a estar controlado por ellas. Entonces para
Caldwell la formación de una esfera de interacción a través de medios materiales de comunicación
tenía implicaciones evolucionistas: conectaba distintas gentes por sobre los vínculos locales de
parentesco; promovía la adopción de innovaciones e ideas entre los diferentes pueblos; e
incrementaba el estatus de las élites locales y de esta manera formaba las bases de la que
sociedades más estratificadas podían emerger (Schortman and Urban 1987).
El problema de inferir la existencia de esferas de interacción que conecten a las sociedades
locales en asociaciones regionales también lo abordó David Clarke (1978: 61, 369), quien afirmó que
las “culturas” en la prehistoria no deben confundirse con “culturas antropológicas,” con lo que se
refería a los grupos locales etnolingüísticos:
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El antropólogo mira aspectos del sistema social de las culturas [en tanto] los arqueólogos… miran el
sistema material de las mismas culturas [y encuentran que]… los sistemas no son lo mismo a la vez
que tampoco están desconectados. Serios peligros aguardan a aquellos que transfieren observaciones
sobre una clase de sistema al otro y aun así es importante que el acoplamiento entre los diferentes
sistemas y sus atributos se … explicite … Las entidades arqueológicas reflejan realidades tan
importantes como aquellas reconocidas por … otras disciplinas … [Ellas] son igualmente reales … y
simplemente diferentes.
Esfera de interacción es un término útil en prehistoria ya que implica que ciertos rasgos materiales
que se encuentran sobre una gran región reflejan un conjunto de relaciones culturales o de otro tipo
que trascienden las redes localizadas de instituciones y diferentes pueblos que están integradas.
En los períodos Hassuna, Samarra, y Halaf de la Mesopotamia (Tabla 9.1, Figuras 9.3, 9.8),
a veces llamado “Neolítico tardío” (aproximadamente en los años 6000 y 5000 a.C.), los sitios rara
vez eran mayores a los de las aldeas neolíticas tempranas (pero ver abajo por posibles
excepciones). Nuevos sitios Hassuna están en las planicies nortes de la Mesopotamia, pero los
sitios Samarra se aglutinan más al sur en el valle aluvial central. Hassuna y Samarra eran esferas de
interacción.
Las culturas de Hassuna, Samarra y Halaf se conocieron primero como ensamblajes de
cerámica decorada. En el sitio tipo de Hassuna y en otros sitios también, la secuencia estratigráfica
de tipos de cerámica indica las siguientes superposiciones estilísticas: las cerámicas Hassuna son
más tempranas que, pero son en parte contemporáneas con, las cerámicas de Halaf. En Yarim Tepe
(Figura 9.4), probablemente el sitio Hassuna más importante en términos de su elaboración
arquitectónica, las características de las cerámicas Hassuna (Figura 9.5) de los niveles tempranos
están mezcladas con cerámicas Samarra (Figura 9.6) en los superiores. La aldea Halaf de Yarim
Tepe II fue fundada sobre una pequeña aldea Hassuna, y el cementerio de Yarim Tepe II estaba
ubicado encima de la aldea abandonada de Yarim Tepe I. La arquitectura de Yarim Tepe I, [205] que
consiste en estructuras rectangulares y circulares, forma un óvalo irregular con el centro del sitio
desocupado, que era presumiblemente el escenario de danzas y ceremonias así como también de
otras actividades comunitarias.
Las cerámicas Samarra se encuentran principalmente en los sitios de la Mesopotamia
central, los más importantes son Tell es-Sawwan y Choga Mami. En el primero hay casas
particularmente grandes con formas en T similares (Figura 9.7), de cerca de 160 m2, una es
aparentemente en parte una necrópolis infantil con 200 enterramientos debajo del piso, de los que el
75% de los que contienen material esquelético son enterramientos de bebés y niños. En Choga
Mami había construcciones de irrigación necesarias para la agricultura en un área exterior a las
regiones de agricultura de secano del norte.
Joan Oates (1973) ha escrito que la cultura Samarra era una adaptación a las necesidades
de la agricultura de irrigación en la Mesopotamia central, mientras que Hassuna refleja una
adaptación a la agricultura de secano de la zona norte. Sin embargo, las vasijas decoradas que –
entre otras cosas- eran expresiones de identidad cultural, y que forman las bases para esas
distinciones culturales, no eran ecológicamente adaptables. Antes bien, la gente que vivía en cada
zona interactuaba más intensivamente con sus vecinos de lo que lo hacían con quienes vivían en
otras zonas.
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La distribución de las cerámicas Halaf (Figura 9.8), que se superponía en tiempo con las
cerámicas Samarra pero que continuaba más allá de los ejemplos Samarra rara vez llegó a la
planicie aluvial de la Mesopotamia. En lugar de eso, la cerámica Halaf (Figura 9.9) decorada (en
oposición a la no decorada estándar), por lo general caracterizada como la cerámica prehistórica de
mayor calidad de la Mesopotamia, se encuentra desde el lago Van en el norte (y tal vez hasta
Transcaucasia [comunicación personal de Adam Smith]) hasta el Mediterráneo al oeste y hasta Irán
al este. Sorprendentemente, por encima de tan amplia extensión la cerámica muestra gran similitud
en estructura y diseño (aunque también hay variaciones importantes en espacio y tiempo en los
diseños como en las proporciones de las vasijas que estaban decoradas [Reinhard Bernbeck and
Geoff Emberling, comunicación personal). En el sitio de Sabi Abyad en Siria hay una transición de
los ensamblajes locales a Halaf (Akermans and Schwartz 2003); otros sitios Halaf parecen ser
fundaciones nuevas. Dos grandes sitios Halaf, Domuztepe y Kazane, en Anatolia, que se están
investigando actualmente, tienen 20 o más hectáreas de extensión; la cantidad de ocupación Halaf
de esos sitios, sin embargo, es desconocida.
Uno de los rasgos característicos de los sitios Halaf son los llamados tholoi, construcciones
circulares que coexistían con las rectilíneas en los sitios Halaf. En sitios como Yarim Tepe III y Abi
Abyad, hallazgos en y/o cerca de las estructuras circulares incluyen vasijas, cuentas, figurillas,
ruedas de husos, morteros, pesas de telar, punzones de hueso, y “balas de hondas” de arcilla. David
Wengrow (2001) sugiere que esas estructuras circulares eran talleres de mujeres [206] usados para
procesar alimentos y para tejer. Las construcciones rectilíneas, tales como las de Sabi Abyad, se
usaban para almacenar granos y pudieron haber sido lugares donde se lleva la contabilidad, ya que
en ellos se encontraron trozos de arcilla sellados.
La estructura individual más analizada en el sitio de Halaf es el llamado “taller del artesano”
en el nivel TT6 en Arpachiya (Figura 9.10), una construcción rectilínea de unos 20 m x 10 m que fue
quemada deliberadamente (según Stuart Campbell 2000). La estructura fue denominada de esa
manera por el excavador original (Max Mallowan) por la cantidad y la calidad de la cerámica de Halaf
que había sido acumulada en dos habitaciones y la presencia de varios hornos cerca de la casa. En
asociación con platos polícromos y vasijas bícromas se encontraron paletas, trozos de ocre rojo,
elementos de piedra que incluían núcleos y lascas, ruedas de husos, implementos de hueso, vasijas
de piedra, cuentas, alhajas, conchas marinas, sellos y sellados, y hacas de piedra sin huellas de uso.
Mallowan pensó que la casa representaba un lugar de actividad especializada para la producción de
cerámica de alta calidad para la cercana ciudad de Nínive (para la que un sondeo indicaba ocupación
Halaf). Stuart Campbell argumenta que la casa fue destruida de manera ritual, lo que podría dar
cuenta de la ausencia de saqueo o recuperación de materiales en la casa. En su opinión, la
presencia de sellados y de manufactura lítica indica la regulación de bienes de los habitantes o
propietarios de la estructura. La ubicación central de la “casa” junto con los cubiertos de calidad y las
joyas no hace suponer que el residente fuera un simple artesano.
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1
Según Gil Stein (comunicación personal acerca de los estudios de James Blackman), estos estudios de
activación neutrónica, que se realizaron hace décadas, no son estadísticamente significativos.
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sido importada a esas regiones, sino que la gente de la Mesopotamia central comerciaba e
intercambiaba ideas en esas áreas. En cualquier caso, la Mesopotamia central no sólo es una zona
geográfica definida de manera precisa, y el movimiento de pueblos no sólo es de esperarse sino que
es una parte crucial de las propiedades emergentes que exhiben esas esferas de interacción
tempranas. Las superposiciones en la estratigrafía cerámica entre Hassuna y Samarra indican una
comunicación entre las dos regiones.
Por contraste, Halaf era una esfera de interacción interregional. La gran similitud de los
motivos Halaf, sumada a la circulación de cerámica de centros especializados y a la cantidad de
festejos inferidos, muestra nuevas divisiones de trabajo y el intento de controlar la producción de
vasijas y también símbolos importantes –el código metalingüístico- que posibilita el intercambio de
bienes a larga distancia y a través de muchos límites étnicos. [208]
en el norte (ver Tabla 9.1). La dirección del impacto cultural durante Ubaid era sur y norte, puesto
que la cerámica Ubaid 1 no se encontró en el norte, y la arquitectura característica de los templos del
período Ubad aparece temprano en Eridu en el sur pero solo hacia el final de Ubaid y Gawra en el
norte (Breniquet 1996). La unidad cultural de Ubaid en la Mesopotamia también incluyó un
componente norteño original, como las plantas (y los animales) domesticados habían sido
trasladados [209] al norte a un nicho ambiental en el que no se daban naturalmente en el sur. El sur
brindaba un terreno fértil y acceso fácil al agua, y la gente podía en última instancia producir mucho
más excedente que en el norte. Además en el sur había relativamente poco acceso a las tierras de
pasturas estacionales en las tierras altas (en las laderas y valles superiores del Zagros), que ponía
en movimiento la interacción entre los nómades y los aldeanos que persisten, en grado reconocible,
hasta hoy.
Las casas en las aldeas Ubaid eran solo en algunos casos más grandes que las de los
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períodos anteriores (Figuras 9.13, 9.14). Los templos en Eridu y Gawra parecen casas domésticas,
y Jean-Daniel Forest (1996) ha argumentado que en realidad eran las casas de los líderes. Sin
embargo, la disposición de los templos en la acrópolis de Gawra y la larga historia de desarrollo de la
arquitectura de los templos en Eridu indican otra dirección, que los sistemas de creencias ritualizaban
las relaciones domésticas, hasta llegar a escalas monumentales. En la Mesopotamia letrada, la
palabra para templo es la misma que para casa, y un templo es simplemente la “casa de un dios.”
Claro que los dioses necesitaban ser alimentados y vestidos (Oppenheim 1977), lo que requería que
los templos fueran propietarios de tierras agrícolas y de rebaños, y los templos necesitaban de
artesanos para crear ricos atuendos y ornamentos de los dioses. Se ofrecían comidas a los dioses,
quienes comían y bebían tanto como desearan, después de lo cual las sobras pasaban a los
sacerdotes y sirvientes de la casa divina. Los templos en Eridu y Gawra eran lugares centrales de
veneración (posiblemente lugares de peregrinaje) para los aldeanos de Ubaid, que donaban comida
y otros elementos para el bienestar de dioses y sacerdotes.
Según Stein y Öbazal (2001), los aldeanos de Ubaid poseían “identidades híbridas,” las de
sus aldeas locales y grupos de parentesco, etc., pero ahora también como “mesopotámicos” (por
usar un término anacrónico pero geográficamente evocativo). La comunidad material de la vida
cotidiana, como se ve en la cerámica de Ubaid, y los reflejos del sistema de creencias, como se ve
en los planos de los templos, implicaban conexiones entre el norte y el sur de la Mesopotamia,
aunque había aspectos distintivos de la cultura material en cada región. Es difícil no pensar en Ubaid
como el precursor material de la civilización mesopotámica histórica, en la que la región del norte de
Asira y la del sur de Babilonia eran igualmente mesopotámicas. Compartían los mismos contornos
amplios de creencias, literatura, educación y cultura material, pero también mantenían sus sistemas
políticos separados así como las costumbres particulares, las divinidades y ceremonias.
La evolución de las ciudades-estado es un fenómeno de los años 3000 tardíos y de
tempranos años 2000 a.C., y sucedió rápidamente: hacia el 4000 a.C., al comienzo del período Uruk,
[210] había pocas aldeas de más de unas 10 hectáreas y con más de unos pocos cientos de
2
Poco se sabe de la ocupación doméstica de Eridu. Tanto allí como en Susa se encontraron grandes
cementerios. Los sitios eran lugares de templos y otros distritos ceremoniales (Pollock 1999:195, 200; Potts
1997:45-69).
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personas. Hacia el 3300 a.C., la ciudad de Uruk comprendía unas 250 hectáreas (2,5 km2) y se cree
que tenía una población de unas 20.000 personas (ver Figura 3.31). En la figura 9.14 se puede
apreciar que una aldea Ubaid grande dibujada a escala de Uruk (Figura 3.31) aparece como un mero
punto en el mapa. Otras ciudades –Kish, Nippur, Girsu y Ur en el sur y Brak en el norte- también se
habían desarrollado hacia mediados del 3000 y principios del 2000 (Figuras 3.28, 3.32, 9.21).
Aunque esta evolución representaba una “fase de transición” (una evolución extremadamente
rápida), tan importante como el paso real de cambio es su resultado inesperado y sin precedentes.
El período Uruk (ca. 4000 – 3100 a.C.) comienza con un cambio en la naturaleza de la
cerámica decorada, o más precisamente con la ausencia progresiva de la cerámica decorada, y
finaliza con los primeros textos escritos. Aunque tendencias en la manufactura de la alfarería sirven
de marcador cronológico del cambio de Ubaid a Uruk (ya que no hay arquitectura conocida del
período de Uruk temprano), también sirven de testigos de para el enorme cambio social. Hacia el
período de Uruk tardío, los sitios están repletos de “cuencos de borde biselado” (beveled-rim bowls),
vasijas toscas hechas a mano y completamente sin decorar que se usaban como moldes de pan y/o
contenedores de raciones (Figura 9.17). El consumo diario se había simplificado y regulado para una
gran cantidad de dependientes, de manera que las actividades cotidianas estaban sujetas a la
producción en masa y a la rutina por parte del nuevo estado y de sus funcionarios.
El distrito del templo Eanna en Uruk, que no era el único centro ceremonial (ver “El Templo
Blanco”, Figura 9.15), era el más grande de todos excepto por las aldeas más grandes de los
períodos anteriores (Figura 9.15). Incluía varios templos (que tenían el mismo diseño que los
templos Ubaid, solamente que mucho más grandes), un patio a nivel más bajo, una terraza con
pilares, un posible palacio, y otros edificios en los que se encontraron ricos artefactos. También
había áreas de producción de artesanías en Eanna. El vaso de Uruk (Winter 1983) muestra figuras
de autoridad, símbolos de deidades, y procesión de esclavos y portadores de tributo. Las ciudades
mesopotámicas eran sitios densamente llenos de registros escritos de varios tipos.
Aunque la escritura mesopotámica tuvo precursores en las diferentes formas de sellados y
fichas (tokens) (Figuras 4.2., 9.18), se inventó, probablemente en la misma Uruk, como un nuevo
sistema semiótico, una completa transformación de sistemas anteriores de comunicación y registro
de datos. El nuevo sistema que parece haber sido designado por una persona (porque, según Piotr
Michalowski, como pudo haberlo hecho un comité?), incluía signos pictográficos, representaciones
simbólicas, combinaciones, clasificadores semánticos y sintaxis columnada. Luego experimentó un
proceso de fonetización y precisión gramatical y de ordenamiento sintáctico. La mayoría de los
primeros textos se referían a bienes y a los funcionarios responsables de esos bienes. Tales textos
incluyen listas de [211] funcionarios y profesiones, nombres de ciudades y otras “enciclopedias” de
conocimiento (Figura 9.19).
La proliferación de oficiales conectados con templos y palacios y también el listado de líderes
comunitarios da la impresión de que en la densidad de las interacciones en las ciudades tempranas
el estado se creaba a sí mismo. Hacia fines de los años 3000 y principios de los 2000 a.C., miles de
personas del campo se reunían en la ciudad (Figura 3.29, 3.30). Las ciudades eran puntos nodales
para la protección militar de vecinos y puntos de distribución para trabajadores agrícolas (quienes
como miembros de las propiedades del templo o el palacio viajaban a los campos) y para los
15
sistemas de distribución de aguas en esos campos. Las ciudades emergentes también contenían
santuarios importantes, que evolucionaron a partir de sitios de peregrinaje de períodos anteriores.
En las ciudades, se inventaron estructuras de administración para representar a los trabajadores,
para alimentar a los trabajadores dependientes, y para simplificar las complejidades de la vida social.
Las transformaciones implosivas de la división de trabajo en las ciudades mesopotámicas en
los períodos de Uruk medio y tardío tuvieron explosivas repercusiones más allá de la Mesopotamia.
Investigaciones recientes a lo largo del Éufrates medio en Siria y el sur de Anatolia y también en Irán
(Rothman 2001) ha revelado sitios con arquitectura característica de Uruk (incluído el tamaño de los
ladrillos), cerámica (especialmente cuencos de borde biselado), sellos y sellados, tablillas numéricas,
y arte decorativo. Algunos de esos asentamientos estaban fortificados y parecían haber sido
enclaves de la Mesopotamia sur en el seno de culturas locales, Guillermo Algaze (2001) ha
empleado un modelo modificado de los sistemas-mundo en el cual competitivas ciudades-estados
Uruk establecieron colonias Éufrates arriba para controlar importantes rutas comerciales a las que
fluían mercancías hacia las ciudades de pocos recursos en el aluvión. Este modelo mercantil fue
propuesto por primera vez para responder por la presencia mesopotámica en la meseta iraní (por
Harvey Weiss y Cuyler Young [1975]) en el sitio de Godin Tepe, donde los mesopotámicos eran
considerados co-residentes con los locales.
La extensión de tales asentamientos de la “expansión Uruk” (figura 9.20) ha demostrado la
complejidad de la situación. El análisis de Gil Stein (1999) del sitio de Hacinebi en Anatolia del sur
muestra que los anatólicos no estaban de ninguna manera desbordados por los mesopotámicos del
sur y que los mesopotámicos y anatólicos vivían de manera pacífica en el sitio, aunque en diferentes
barrios. Stein ha propuesto un modelo de “distancia-decadente”, en el que los mesopotámicos se
volvían menos dominantes en la medida en que más se alejaran de la Mesopotamia sur. Algaze cree
que los asentamientos mesopotámicos (en Anatolia) pueden haber surgido de colonias sirias. Algaze
también cree que varias colonias “Uruk” fueron fundadas por ciudades-estados mesopotámicas
individuales, ya que no había estado regional en el sur de la Mesopotamia en el período Uruk.
Aunque lo que sabemos de la competencia de ciudades-estado mesopotámicas sólo se infiere (de
los sondeos de Robert Adams [ver Pollock 2001] y de la evidencia del tercer milenio temprano), Holly
Pittman (comunicación personal), sobre la base se similitudes estilísticas en el diseño de sellos
cilíndricos [212], ve conexiones con la ciudad de Susa; los otros grandes sitios pueden haber sido las
causas de la expansión de Uruk.
Mientras el modelo de sistema-mundo empleado por Algaze ha sido criticado por
marginalizar la periferia, negando la respuesta creativa al núcleo dominante y por reducir la clara
presencia mesopotámica fuera de la Mesopotamia a la de la explotación económica, la conexión de
políticas expansionistas en la vida socio-económica en las ciudades-estado en Uruk en el período
Uruk medio y tardío parece coherente. El cambio a gran escala en la división del trabajo que
acompañó la formación de templos y propiedades del templo en el sur hizo factible las actividades
expedicionarias mesopotámicas hacia tierras distantes pero escasamente desconocidas.
Las ciudades-estado Uruk, sin embargo, difícilmente fueran solucionadoras de problemas
(como han interpretado los informes funcionalistas neo-evolucionistas), y el campo recientemente
reestructurado proveía los medios para la resistencia a los gobernantes y al funcionariado en las
16
ciudades. Hubo colapsos tanto en la propia Uruk como en las periferias alejadas de la expansión de
Uruk al final del período Uruk. En los finales distantes de la expansión de Uruk, las poblaciones
locales reanudaban el control de sus ciudades y aldeas, aunque los efectos de la presencia de la
Mesopotamia sur como hegemonía cultural permanecían (en la forma de dioses y creencias,
literatura y educación mesopotámicas que persistieron durante los próximos dos milenios y medio).
En el sur, las ciudades-estados como Uruk colapsaron y fueron reformuladas sobre los patrones
establecidos a finales del cuarto milenio. A través de las vicisitudes del cambio político y social, Uruk
permaneció como una ciudad mesopotámica hasta los últimos días de la civilización mesopotámica.
El hallazgo reciente de ciudades mesopotámicas del período Uruk tardío y de comienzos del
tercer milenio a.C., a través de estructuras masivas y monumentos, áreas residenciales y calles, y
murallas de la ciudad (más conocidas en la propia Uruk y que datan de cerca del 2800 a.C.),
presentaban una diferenciación marcada entre ellas y sus áreas de influencia. En las ciudades la
estandarización de la administración de la administración por medio de la escritura realizada por una
clase de escribas y el sistema numérico uniforme (los cuales llevaron siglos para desarrollarse en los
años 2000) eran más impresionantes por su uniformidad sobre las ciudades-estados que eran
políticamente independientes, alternativamente en guerra, o alidadas en varias confederaciones.
Esas alianzas se construían no sólo a los propósitos de defensa y expansión sino porque un sistema
de creencias conectaba a las ciudades, y se estipulaban ofrendas y peregrinajes a templos
particularmente sagrados y a los dioses. Los recuerdos del pasado no fueron creados tanto como
fueron olvidados creativamente. En la “Lista Real Sumeria” (compuesta hacia finales del tercer
milenio pero que se refería a una historia más temprana) la realeza descendía primero a la ciudad de
Eridu, que era el primer sitio con construcción de templo de la Mesopotamia sur. Las ciudades eran
eternas, y también lo era la ideología de que había sólo una Mesopotamia, un concepto que fue
hipotéticamente inventado en el período Ubaid, aunque rara vez se alcanzó en la historia de la
Mesopotamia temprana [213]. Las reglas del comportamiento político, de lo que los reyes le debían
a la población y lo que la población le debía al rey, y el orden natural de los funcionarios que servían
al rey, se establecieron en las primeras ciudades.
Si la ideología del estado era una invención del período Uruk tardío, sin embargo, esto no
disolvió las muchas otras formas de poder más antiguas en la sociedad Mesopotámica. Los líderes
de “grupos étnicos” cuyos medios de identificación social se crearon o reconfiguraron en las
interacciones con muchos otros grupos en los nuevos estados, eran figuras poderosas en la
Mesopotamia (Emberling and Yoffee 1999; Kamp and Yoffee 1980). De hecho, el número de tales
grupos y la cantidad de su control efectivo de la tierra y la gente no disminuyó en el tiempo en una
Mesopotamia en la que el liderazgo político se centraba en las ciudades. Tales líderes podían
movilizar seguidores que vivían en las ciudades y en el campo, y así tenían los medios efectivos de
tomar el poder político en épocas de debilidad de los gobernantes urbanos y sus seguidores. Los
mesopotámicos tenían muchas identidades, como ciudadanos de ciudades y miembros de grupos
étnicos, de comunidades de templo, y de grupos ocupacionales (especialmente visibles en
asociaciones de comerciantes). Esas identidades eran hasta cierto punto maleables, en tanto los
mesopotámicos podían privilegiar un aspecto de sus identidades sobre los otros como lo dictaran las
circunstancias.
17
áreas de ceremonial público con edificios muy grandes y monumentos, los registros de varios tipos, y
la reestructuración del campo alrededor de ciudades políticamente independientes que compartían
una ideología común.
Possehl también proporciona ilustraciones de individuos que parecen nobles, casas que son
considerablemente más grandes que otras casas, y sostiene que las ceremonias públicas debían ser
presididas por una figura de autoridad considerable, tal como el “rey-sacerdote” (que adorna la tapa
de su libro y reaparece en la p. 114). Aquí una comparación con los estados mesopotámicos es útil,
especialmente porque Possehl correctamente rechaza a la Mesopotamia como el modelo de estado
arcaico. En Mesopotamia es notoriamente difícil encontrar palacios: el “palacio” en el período Uruk
tardío es así denominado porque es grande y tiene un plano diferente (como un “Vierhallenbau”) al
de los templos (ver Figura 9.5, edificio 7). Los “palacios” de Kish del Dinástico Temprano también
son así designados porque sus formas no son como las de los templos. En la Tercera Dinastía de Ur
al final del tercer milenio a.C., hay templos y zigurats magníficos, y tenemos una lista de reyes, pero
¿dónde está el palacio? [228] En la gran ciudad de Teotihuacan había una “ciudadela” para las
ceremonias públicas, pero hay sólo debates, no certezas, sobre la existencia de una residencia real
(Cowgill 1983). En Mesopotamia los arqueólogos encuentran templos porque los templos están
construidos y reconstruidos sobre tierra sagrada y en ubicaciones prominentes. Los palacios, por el
otro lado, son residencias personales y asientos administrativos de los gobernantes que los
construyen en lugares distantes de los palacios de reyes anteriores o de lugares históricos de
ceremonias estatales (como en Teotihuacan). Ciertamente, las ciudades-estados del valle del Indo
son diferentes de las ciudades-estado mesopotámicas. Eran gobernadas de manera diferente y
parecen haber tenido diferentes reglas sobre cómo debía exhibirse el poder y, presumiblemente,
acerca de cómo el poder debía disputarse. Sus desarrollos y colapsos también eran diferentes de
los que había en Mesopotamia, como lo demuestra Possehl.
Ningún estado evolucionó sin el potencial para la producción de excedentes grandes y
regulares que, de ser necesario, podían ser almacenados por años (ver Colson 1979). Los
campamentos bases de cazadores-recolectores fueron transformados en aldeas relativamente
duraderas que subsistían de la abundancia emergente y finalmente de las plantas y animales
domesticados. La agricultura de aldea estrechaba las opciones de recursos que la gente explotaba y
condujo al crecimiento de la población en aldeas y a la expansión demográfica hacia nuevas
regiones. Bennet Bronson (1975) describió estos cambios post-pleistocenos como parte de un
“modelo de crecimiento,” lo que creo explica la frase dramática de V.G. Childe, la “revolución
neolítica.” Bronson quiso decir que dadas los cambios biológicos específicos en los humanos que
prevalecían hacia el final del Pleistoceno, el conocimiento de largo términos de las características de
la flora y la fauna, y el cambio climático crucial al final del Pleistoceno, hubo una tendencia hacia el
“crecimiento”, tanto en el sentido demográfico y social del término, que fue irreversible. Los procesos
de crecimiento no estaban caracterizados por sistemas estables cuyas limitaciones debían ser
superadas, sino por el cambio constante en las sociedades inestables post-pleistocenas.
He elaborado este modelo de crecimiento en este capítulo al notar que las aldeas más
tempranas en la Mesopotamia, y creo que en otras partes, persistieron como aldeas modestas
durante miles de años, en tanto los roles y las identidades sociales cambiaron de maneras
19
significativas. Del ambiente de la vida aldeana, la circulación de bienes y las parejas maritales
condujeron a interconexiones institucionalizadas entre gente sin relación y a la formación de esferas
de interacción. Los códigos de comunicación y símbolos de creencias compartidas permitían y
expresaban nuevos aspectos de la identidad cultural entre aldeanos. Ciertos individuos, elites
emergentes, comenzaron a restringir el acceso a la tecnología de elaboración de símbolos y también
los medios de comunicación y los lugares de la comunicación, tales como fiestas y ceremonias. El
control sobre esos símbolos y sobre el conocimiento esotérico llegó a ser un poder dominante en
esas aldeas tempranas. [229]
Muchos arqueólogos han comentado sobre el desarrollo y la naturaleza de la interacción
regional e interregional en la evolución de las primeras civilizaciones. Gordon Willey (1992), al
discutir la “integración horizontal” en Mesoamérica y Sud América, enfatizó que tales estilos
horizontales de los Olmecas y de Chavín no eran reflejos de la dominación política sino de la
interconexión cultural. Las elites rituales ocupaban lugares centrales en esas esferas de interacción
que estaban compuestas de aldeas y estructuras ceremoniales monumentales. K.-C. Chang (1986
234-45, 409-11) denominó el período Longshan en China (aproximadamente de mediados a finales
del tercer milenio a.C.) una esfera de interacción, ya que se extendía sobre varias culturas locales.
En Mesopotamia, la formación de grandes esferas de interacción en el tiempo y el crecimiento de un
sistema de creencias que conectaba tanto la Mesopotamia norte como la sur dieron como resultado
no sólo intercambios regularizados de bienes sino también razones para cambiar los objetivos de
producción del consumo local por la producción para el intercambio.
Dentro de las esferas de interacción, se cristalizaron las ciudades, en algún momento,
rápidamente (en el lenguaje de los sistemas adaptativos complejos) como fases de transición. Con
este término se expresa la marcada transición de un estado de existencia a otro. Por ejemplo,
cuando se hierve agua, las moléculas se alteran, y a 100 grados centígrados, no a 99 grados, el
agua se transforma en vapor; un grano de arena agregado a un montón estable puede ocasionar una
avalancha. En Mesopotamia, las aldeas que eran centros de producción e intercambio, que estaban
ubicadas sobre rutas comerciales y/o ríos, que yacían cerca de grandes tierras agrícolas, sedes de
templos y cultos regionales, y que eran ubicaciones defensivas de los ataques de vecinos –durante
cientos o miles de años- de repente se transformaron en ciudades, a medida en que la gente de las
áreas rurales se mudaba cada vez más hacia ellas (ver Figuras 3.10, 3.23-, 3.29, 3.30).
¿Por qué otros asentamientos que eran centros de ceremoniales, de intercambio y
ubicaciones favorables dentro de esferas de interacción –tales como Chaco o Chokia- no se
transformaron en ciudades? Una razón posible es que la historia evolucionista de las aldeas
agrícolas en el sudoeste y sudeste americanos era diferente de las de aquellas en las trayectorias
hacia el estado. Chaco y Cahokia se transformaron en dependientes del maíz algunos cientos de
años antes de sus “big bangs” que tal vez no por casualidad ocurrieron en el siglo once a.C. Hubo
una rápida transición de esos sitios, que eran muchas veces mayores y más complejos que aquellos
de los períodos previos, pero esos sitios estaban organizados, según parece, por líderes
tradicionales cuya autoridad no era el producto de miles de años de cambio social cumulativo que en
última instancia eran dependientes de la producción y el manejo de excedentes agrícolas. Desde las
primeras aldeas agrícolas a los primeros estados, el proceso llevó miles de años. ¿Podrían Chaco
20
y/o Cahokia haberse convertido en estados dado el tiempo suficiente? No veo ninguna razón por la
que [230] no habrían podido, pero la historia no es ficción y lo que ocurrió, ocurrió. Tanto Chaco
como Cahokia eran más grandes que las aldeas de las que emergieron las primeras ciudades. Su
misma complejidad las hizo inestables y colapsaron. En ellas no se desarrolló o sólo se desarrolló de
manera débil el recuerdo colectivo de que había siempre habido gobernantes, de que la desigualdad
social y económica era natural, y de que el liderazgo político debía ser diferente a los principios
hieráticos, y las decisiones locales y por último el contacto europeo puso en cambio social en otras
direcciones.
Es nuestro último mito, entonces, que las ciudades, los estados y las civilizaciones son
entidades raras y preciosas en la evolución de las sociedades humanas y por consiguiente requieren
explicaciones especiales para su desarrollo. Este mito parece basarse en dos falacias cuantitativas.
Primero, está la falacia del tiempo. Porque la mayoría de la (pre)historia humana consiste en
sociedades cazadoras-recolectoras, estados –que dependían del excedente agrícola- han sido
considerados atípicos. Segundo, la mayoría de los arqueólogos antropológicos estudian sociedades
que no eran altamente estratificadas, por consiguiente ven a los estados como el resultado de clases
excepcionales de cambio. Nuestro modelo de crecimiento, sin embargo, sostiene que los estados
eran los productos esperados de las circunstancias pos-pleistocenas, y las historias de las
sociedades que no se transformaron en estados requieren tantas explicaciones como lo hacen la
varias clases de estados tempranos que no evolucionaron.
Aunque este libro es sobre la evolución de las primeras ciudades, estados y civilizaciones,
sería un mito afirmar que la evolución social sólo tiene que ver con estas clases de sitios e
instituciones sociales. El neo-evolucionismo busca empaquetar todos los sistemas sociales dentro
de un modelo de desarrollo comprensivo, al que he descripto como una ilusión de la historia, una
serie de mitos, aunque tan abstractos como para contener pocos héroes o villanos. Por cierto, un
neo-evolucionista tuvo la temeridad de expresarlo, los arqueólogos en definitiva no deberían estar
interesados en el artefacto o en el aborigen detrás del artefacto, sino en el sistema detrás del
aborigen. Aunque haya trazado amplios esquemas evolucionistas en este libro, producido
generalizaciones similares a las de las ciencias sociales e incluso una “ley”, y aunque haya
aseverado que calcular el número de personas y el tamaño de los asentamientos son objetivos
indispensables en la investigación social (incluso si los números a menudo se limitan a una hipótesis
fundamentada), y aunque haya a veces incluso escrito (me temo) al estilo “ciencia social”, he tratado
de resistir las tendencias reduccionistas y deshumanizantes inherentes a muchas de las
investigaciones sobre la evolución social. Hay muchas especulaciones en este libro y considerable
incertidumbre sobre cómo pueden ser comparadas y contrastadas las sociedades y sus historias de
desarrollo, y mis “nuevas reglas de la teoría de la evolución social” no están pensadas como
sustitutos de un pensamiento creativo sobre la manera en que la gente comprendía sus vidas. No
pido disculpas por toda esta inquietante falta de resultados concluyentes. De hecho, aliviar a la
investigación arqueológica de algunos de sus mitos centrales (que son mascaradas de conocimiento
sistemáticamente organizado), incluso de algunos que pudieron haberse creado en este libro, puede
llevar a lo que los arqueólogos mejor hacen: descubrir tenazmente, diseccionar de manera precisa, y
confrontar con placer el pasado viviente y sorprendente.
21
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78 m y t h s o f t h e a r c h a i c s tat e
N Hamlet
Village
Town
Wari
N Hamlet
Village
Town
Wari
Caspian Sea
N Lake Urmia
Nagar
(Brak)
Ebla
r
bu
Ha
Mediterranean Sea
a
Mari al
iy
Tig
D
ri
s
Eu
ph
Baghdad
rat
es Sippar
Babylon Kish
Dilbat Nippur Susa
Adab
Dead Sea Shuruppak Lagash
Uruk Ur
Eridu
200 km
0 150 mi
The Gulf
Baghdad
Late Uruk
Sites less than 7 ha
Kish Sites between 7 and 50 ha
Sites 100 ha or more
Tigris
Nippur
Girsu
Adab
N
Lagash
Uruk
Euphra
tes
0 25 km
Figure 3.29 Mesopotamian settlement pattern in the late Uruk period. After Pollock 1999
the meaning of cities 83
Baghdad
Tigris
Nippur
Girsu
Adab
N
Uruk Lagash
Euphra
tes
0 25 km
Figure 3.30 Mesopotamian settlement pattern in the Early Dynastic II and III periods. After
Pollock 1999
84 m y t h s o f t h e a r c h a i c s tat e
0 500 m
(1:25,000)
Eanna precinct
Anu Ziggurat
with White Temple
city wall
(ca. 2800 BC)
N 0 500 m
(1:25,000)
Eye
Temple
0 500 m
(1:25,000)
Plano-Convex Building
Tell Uhaimir
Tell Ingharra
Palace A
nothing rudimentary about its earliest forms. Boltz shows that both systems began as
pictograms that soon became logograms (word-signs). In order to express abstrac-
tions, however, both systems utilized principles of homophony, in which words with
different meanings but similar sounds could be written with the same graph, and
polyphony, in which the same graph could stand for semantically congruent but
phonetically distinct words. Boltz’s example of how the sign for “mouth” could also
stand for the verb “to call” fits Sumerian as well as Chinese. The invention of semantic
and phonetic determinants as guides for the scribally perplexed also characterizes
both systems of writing. Unlike the Chinese script, Mesopotamian writing underwent
a lt e r e d s tat e s : t h e e vo lu t i o n o f h i s t o ry 215
N Arslantepe
r
bu
Tig
Mediterranean Diyala
Ha
Bouqras
ris
Sea
Mari Baghouz
Godin Tepe
Samarra Karim Shahir
Songor A
Eu
Sawwan Choga Mami
ph
ra
te
Baghdad
s Sippar
Babylon Kish
Dilbat
Susa
'Ain Ghazal
N
Çayönü Caspian Sea
Hallan Çemi
Lake Urmia
Göbekli Tepe
Nemrik
Qermez Dere
Maghzaliya
Mureybit Zawi Chemi Shanidar
bur
Abu Hureyra
Jarmo
Ha
Tig
Sea
Karim Shahir
Eu
ph
r
at
es
Baghdad
'Ain Ghazal
Dead Sea
200 km
0 150 mi
The Gulf
Lake
Urmia
Telul eth-Thalathat
Sotto Nineveh
Kül Tepe Yarim Tepe I
Hassuna
Umm Dabaghiyah
rbu
Shemshara
Tig
Mediterranean Diyala
Ha
ri
Sea
s
Baghouz
Samarra
Songor A
Sawwan Choga Mami
Eup Baghdad
hrate
s
200 km
0 150 mi
The Gulf
0 10 m
Figure 9.4 Yarim Tepe I (after Merpert and Munchaev 1993, Figure 6.3)
a lt e r e d s tat e s : t h e e vo lu t i o n o f h i s t o ry 217
Figure 9.6 Samarra ceramics (scale 1:2) (after Tulane in Braidwood 1944 and Yasin 1970,
Figure 5)
a lt e r e d s tat e s : t h e e vo lu t i o n o f h i s t o ry 219
0 500 m
(1:25,000)
0 5m
Figure 9.7 Tell es-Sawwan, levels III and IV (after el-Wailly and Abu al-Soof 1965)
N Lake Van
Tilkitepe
Caspian Sea
Girikihaciyan Lake
Samsat Nevali Çori Urmia
Domuz Tepe Kurban Höyük
Sakçe Gözü Turlu
Kazane
Sabi Abyad
Tell Halaf Nineveh Gawra
Chagar Bazar Arpachiyah Banahilk
Yarim Tepe
Hassuna
Ras Shamra
rbu
Tig
Diyala
Ha
s ri
Mediterranean
Sea
Songor B
Eu
ph
r
at
es
Baghdad
Dead Sea
200 km
0 150 mi
The Gulf
0 10 cm
0 10 m
0 10 m
Northern Central
Temple Temple
Main court
Eastern
Shrine
0 10 m
Figure 9.12 Tepe Gawra, acropolis, level XIII (after Tobler 1950, pl. XI)
Hearth
bone spatula
spindle whorl
0 10 m muller
Figure 9.13 Tell Madhhur house (after Roaf 1989, Figure 15)
a lt e r e d s tat e s : t h e e vo lu t i o n o f h i s t o ry 223
0 500 m
(1:25,000)
0 10 m
N
1 Temple with cone mosaics
2 Courtyard
3 Baths
4 Hall with cone mosaics
5 Great Hall
6 Temple C
7 Square Palace/Four-Hall Building
8 Temple D
3
2 6
7
8
0 60 m
0 10 m
Figure 9.16 White temple, Anu ziggurat, Uruk (after Forest 1996:134)
Figure 9.18 Archaic tablet scribal exercises (after Nissen, Damerow and Englund 1990:147, 148)
Line c. 2500 BC
c. 3000 BC c. 2000 BC
of text
10
11
12
13
14
15
16
Figure 9.19 Archaic tablet list of professions with later copies (after Postgate 1992:55)
N Arslantepe
Caspian Sea
Lake Urmia
Samsat Hassek
Tilbes
Kurban
Yarim H. Hacinebi
Carchemish Leilan
Nagar (Brak) Hawa
Jebel Aruda Nineveh Gawra
Habuba Kabira Sheikh Grai Resh
Hassan Thalathat
r
Giyan
bu
Tig
Mediterranean Diyala
Ha
ris
Sea Qraya
Nuzi Godin Tepe
Rubeidheh
Eu
Eshnunna
ph
r
at
es
Baghdad
200 km
0 150 mi
The Gulf
N
Nippur
Adab
Shuruppak
Umma
Girsu
Badtibira
Uruk
0 25 km Larsa
canals
Figure 9.21 Some southern Mesopotamian city-states in the early third millennium BC
(after Nissen 1988:133)