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La omisión como motor de imaginación.

La exposición de comunicación escrita con sus pormenores es clave para concretar


ideas, con el propósito de que no quede vacilación en la escritura, ya que, queda
implícita la objetividad e imparcialidad en la obra, aludiendo a que en apariencia no
hay necesidad de interpretar los datos comprendidos en la redacción. Así como
pasa en la iconografía e iconología del arte, en el primero existe un estudio
descriptivo de pinturas, imágenes y monumentos, en cambio, el segundo es una
indagación connotativa para que el espectador reflexione a partir de las cualidades
plásticas y su significación.

La descripción en la narrativa es crucial para transportarnos a través del lenguaje


en un cuento, relato u otro tipo de reseñas, más aun, en la exclusión de imágenes
que nos ilustren visualmente; los epítetos no son solamente para decorar la palabra,
porque bien, el nombrar “sus ropajes rojos” no remitirá a un tono de rojo, a menos
que se especifique si es carmesí, escarlata, rubí, sangre y así, una lista sucesiva de
sustantivos con una correlación a determinada gama, sin embargo, las vestiduras
pueden diferenciarse en el pensamiento de un lector a otro, por el tipo de tela, el
corte y la talla, incluyendo los detalles de la prenda.

El escritor puede desafiar al leyente al transferirle únicamente la información que


cree conveniente, al conferir una ínfima parte de la anécdota como medio de
suposición. Tanto escribir de más como escribir de menos es un hecho vicioso en
la profesión de un literato, ensayista, novelista o dramaturgo. La representación
puede tener filo en sus dos extremos; cuando se divaga al eludir características, se
peca por ser ambiguo, empero, la explicación en demasía incumple con su facultad
de concebir desenvuelta la obra en la mente del leedor.

La supresión en la literatura es un acto de resistencia, se opone a la represión que


consiste en una materialización total de los signos lingüísticos. La demagogia no es
deliberada de la oratoria, sino que, la retórica en la literatura es menester para
potenciar las diversas variables de un clímax o un desenlace. Aislar una idea de otra
da la apertura a otros conocimientos, o también puede ocurrir que se comprima y
se vuelva vaga.
La narrativa, diría Lauro Zavala en la precisión de la incertidumbre, es principio de
todo testimonio de verdad; sistema epifánico para el momento de la conclusión.
Aclara que, para mantener este tipo de desenlace a modo de anunciación, se debe
sustentar en la clase de narración convencional, el “cuento clásico” concerniente a
los mitos, las leyendas y relatos de conversación informal, de los que destacan los
finales felices o de sorpresa. La narrativa anticlásica es propio del cuento moderno,
en el que se ofrecen múltiples soluciones e interpretaciones en el transcurso.

Ya depende de la obligación de cada lector en su modelo de verdad ficcional, se les


llama de “final abierto” El cuento posmoderno es el que cuenta con los anteriores
casos de narrativa. Yuxtapone elementos del relato clásico y el anticlásico,
descifrándose a través de otros textos, o sea, el escrito va a derivarse con el juicio
del lector en base a libros que haya consultado con anterioridad, de acuerdo con
analogías de otros contextos.
En la micro ficción:
“Los sobresaltos por su espeluznante aspecto eran consabidos, entendía
que podía salir de cualquier parte de la habitación, sin embargo, cada
noche hasta entonces, me ha tomado desprevenida. En cada oportunidad
lo echo por la ventana, en cambio, siempre encuentra la manera de
reaparecer al siguiente día”.

Las coincidencias fortuitas e indeseadas proporcionan el carácter en el que lo


siniestro se apropia de la historia, tal como lo describió en su homónima
investigación el psicoanalista Freud, situación que relacionó cuando hizo un viaje
de prácticas en un poblado de Italia.

En la invención anterior hay una peculiaridad, y es que de fisonomía no refiero, más


bien, menciono sólo un rasgo, que es: espeluznante. Basta ese concepto para
cobrar cientos de formas según el sentido del que lo lea. Otro modo de estudiar el
contenido es que uno se dispone a especular que el ente no mide más de cincuenta
centímetros de altura, ya que, el personaje infortunado puede ahuyentarlo del cuarto
con una ejecución violenta y sin cálculos; asimismo no debe de ser tan pesado.

El fenómeno no tiene porqué ser revelado, de lo contrario se provocaría un


desarreglo en el aparato creativo. ¿Qué intención tendría el dejar ver la apariencia
del ser que vigila a la persona, en esa habitación preferentemente? Si hago cuenta
de que la inspiración provino de la pieza del baño y que fue un diminuto insecto
color negro con naranja, que se sentía atraído por la humedad y que, entraba por la
ventana por las tardes cuando el espacio de la ducha se oreaba, entonces, se pierde
completamente el encanto de la narración.

Otro ejemplo está en el siguiente poema:


“Pasan unos cuantos minutos, las moléculas hacen cohesión en el dispositivo
de metal, pero ¿Qué son? Las papilas gustativas a punto de saborear, la
vellosidad de una crasa, la granulación marina en el fondo del océano o sin
sospecha, la tela aterciopelada que se forma al olvidar un objeto. Se produce
un pequeño remolino y el concentrado se disemina cual veneno a la sangre.”

Doy insistencia a cuatro versiones de lo que podrían ser las partículas contenidas
en el objeto, que hasta el momento manifiesto que es un adminículo perteneciente
a la cocina. Sin admitir que la adhesión consiste en una continuación de burbujas
que se acumularon gracias al calor aplicado en el agua vertida a una taza de
cerámica; con la finalidad de ser servida como una infusión, por ello, es revuelto con
la cuchara originando un movimiento giratorio y como consecuencia el
esparcimiento del extracto. Destruyendo la capacidad que guarda la metáfora para
explorar distintas relaciones de semejanza en la palabra.

Bibliografía
ZAVALA, L. (2006) La precisión de la incertidumbre. 3era ed. México:
Universidad Autónoma del Estado de México.

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