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Definición.

según soler la emoción es considerada como un estado psíquico en el cual el sujeto actúa
con una disminución de los frenos inhibitorios, de manera que, cuando dicha situación
sea excusable, la ley en realidad disminuiría la pena en razón de cierta atenuación de la
culpa.

los requisitos del estado de emoción violenta, según el autor nombrado, consisten en:

en primer lugar, un estado de conmoción del ánimo que genera una modificación en la
personalidad alcanzando límites de gran intensidad, pudiendo traducirse en ira, dolor,
miedo, abulia, etc.

en segundo lugar, la emoción debe ser violenta, es decir, llegar a un nivel en el que resulte
difícil controlar los impulsos.

en tercer lugar, la emoción violenta debe obedecer a una causa provocadora externa al
sujeto que la padece.

así, se ha dicho que “el estado de emoción violenta es un raptus transitorio que enceguece
al sujeto y le impide dirigir sus actos volitivos. no basta ese estado para hacer viable la
minorante legal de responsabilidad. es necesario, además, que las circunstancias lo hagan
excusable”.

sin embargo, la mayoría de la doctrina y la jurisprudencia es coincidente en afirmar que


dicho estado de emoción violenta no impide al sujeto que la padece comprender la
criminalidad del acto ni dirigir sus acciones conforme esa comprensión.

la emoción violenta es un atenuante de la pena que requiere la intervención pericial


del psicólogo

la existencia de la emoción es el paso hacia la excusa, debido a que es considerada en si


misma por el derecho como un estado en el cual el sujeto actúa con disminución del poder
de los frenos inhibitorios de la voluntad, lo que implica no sólo el reconocimiento de la
prohibición de matar, pero a su vez declara la licitud de la emoción.

2. CÓMO REGULA NUESTRO ORDENAMIENTO LA EMOCIÓN VIOLENTA

1.- TIPO PENAL De lo que se trata es de examinar dos hechos: Uno de contenido psíquico o
individual. Un conjunto de circunstancias objetivas que como un todo se ofrecen a la valoración
del juez.
La ley exige además del elemento objetivo del tipo penal básico de homicidio “el que

matare a otro”, dos elementos particulares: un elemento subjetivo: estar “bajo el imperio
de

una emoción violenta” al momento del hecho y un elemento normativo: que las

circunstancias hicieren excusable la reacción emocional.

2.- CRITERIOS PARA DETERMINAR LA EMOCIÓN VIOLENTA SEGÚN EL

DERECHO PENAL

El intervalo de tiempo entre la causa objetiva desencadenante y la acción homicida


debe ser razonable.

 Es importante señalar que, para aceptar o rechazar la eficiencia de la causa


emocional, no se debe tomar como criterio decisivo ni el lapso entre la causa y
efecto, ni el conocimiento anticipado de la causa.
 La doctrina sostiene que pueden darse situaciones en las que el autor puede aceptar
el significado o atribuirle alguno recién en una reflexión o representación
posterior.

El medio empleado.

 El estado de emoción no es compatible con operaciones complicadas ni de la


mente ni del cuerpo. El uso reflexivo de determinados medios estaría reñido con
la excusa.

La violencia de la emoción.

 Se debe tratar de un verdadero impulso desordenadamente afectivo o de gran


ímpetu, porque éste es destructivo de la capacidad de freno.

El factor sorpresa.

 Este factor ha sido exigido a menudo por la jurisprudencia de modo poco lógico,
particularmente en relación con la existencia de sospecha o duda. Se ha querido
dar a entender que en el sujeto que alberga una sospecha, los frenos inhibitorios
están advertidos y, por tanto, el shock no es lo bastante violento como para
ocasionar un estado de emoción violenta que la ley requiere para adecuar el hecho a la
figura privilegiada que estudiamos.
3.- LAS CIRCUNSTANCIAS EXCUSANTES

Las circunstancias del hecho que fundamentan la excusabilidad de la emoción, son aquellas de
las que se puede afirmar que han provocado la emoción –honor mancillado, afrenta inmerecida,
ofensa injustificada-, de lo contrario la reacción emotiva tendría la característica de un acto de
venganza.

Por otra parte, debe tenerse en cuenta que las circunstancias deben ser valoradas por sí mismas
con independencia de la irritabilidad natural del sujeto; ésta no agrega poder excusante a la
circunstancias.

En consecuencia, la ley atenúa el hecho cuando éste constituye la reacción explicable, excusable
y externamente motivada de una conciencia normal; pero no las reacciones de una persona en
estado de ebriedad o comúnmente intemperante, pues en este caso el exceso de la reacción no
sería explicable por las circunstancias, sino por la incapacidad de ejercer el control inhibitorio de
los impulsos. Esta diferencia es clave para evitar justificar cualquier reacción emotiva.

Por otra parte, debe tenerse en cuenta que esta figura penal excusa situaciones objetivas que
ordinariamente son de gravedad no común.

LA REGULACIÓN DEL CONYUGICIDIO REPRESENTABA UNA CESIÓN DE LA


POTESTAD PUNITIVA DEL ESTADO A MANOS DEL MARIDO.

No obstante haber sido eliminada la figura del conyugicidio y su transformación por el homicidio
en estado de emoción violenta, la ideología de la superioridad masculina y la situación de
subordinación de las mujeres, continúan siendo el cemento ideológico sobre el que se sustentan
las ideas de que el hombre al disciplinar a su mujer no sólo está ejerciendo un derecho sino
también un deber. El ordenamiento jurídico ha recogido y reforzado la idea de que el marido
era el cuidador, el responsable, el representante de “su” mujer. Hasta 1984 la mujer casada no
podía llevar su apellido ni contratar sin autorización del marido. Sin embargo, a pesar de haberse
eliminado formalmente estas potestades, y el deber de obediencia de las mujeres, persiste la
idea que el marido que maltrata a su mujer está ejerciendo el derecho a corregirla, su deber de
controlarla. Los mecanismos de coerción que se utilizan en el proceso de socialización de las
mujeres para asegurar su adaptación a los roles asignados la casa, el cuidado de los niños, el
cuidado de la reputación, la sexualidad monógama, etc. Son diversos según las culturas y las
épocas, pero siempre es el ejercicio de la violencia la herramienta más efectiva para lograrlo10.
Esto explica que los/as operadores de justicia, muy bien representados por la policía, continúen
pensando y en algunos casos preguntando explícitamente: “¿Qué habrá hecho pues?”. De esta
manera, la violencia contra las mujeres continúa ubicándose en las representaciones sociales
como el ejercicio de una autoridad que, aunque ya no legal, aún se considera legítima.

DELITO DE HOMICIDIO POR EMOCIÓN VIOLENTA


1.1.- Antecedentes Históricos

El homicidio por emoción violenta tiene como antecedente legislativo más cercano al
artículo 153° del Código Penal de 1924.La legislación actual repite sin mayor innovación
la formula incrustada en el Código Penal anterior. Los términos dogmáticos de una y otra
redacción típica son similares y hasta cierto punto idénticos. No existe una diferencia
mayor entre ambos que no sea la derivada de la modificación de los límites de la pena y
la referencia a una clase de sanciones penales, ya superadas. El Código Penal derogado
establecía un castigo al homicidio por emoción violenta no menor de un año ni mayor de
diez años, imponiendo la pena de penitenciaria. Asimismo, otra diferencia consiste en el
cambio del número del articulado de un código a otro, aun cuando su posición
sistemáticamente en los delitos del homicidio de mantenga intacta.

Una importante mejora en técnica legislativa es la incorporación en el texto del artículo


109° de los supuestos de parricidio por emoción violenta recogidos en el Código Penal
anterior en un artículo aparte (artículo 154°) como si fueran hipótesis diferentes. Este
error es corregido por el código vigente que en un mismo artículo ensambla los diversos
casos de emoción violenta sin que importe la calidad de los autores.

La fórmula de homicidio por emoción violenta no tiene sus raíces históricas asentadas en
nuestra patria o en alguna nación hispanoamericana; su aparición en nuestra ley es
producto del implante y no de la originalidad creativa: y su esencia tiene orígenes
europeos que nosotros simplemente reproducimos.

La emoción violenta aparece por primera vez en la legislación suiza, durante la discusión
operada en la segunda comisión de expertos fechada en agosto de 1915, que en su artículo
104° recogía esta modalidad de homicidio atenuado1 . Si bien, su redacción parca es
propia de una técnica legislativa depurada digna de encomio, su contenido no deja de
transcender sus fronteras, extendiéndose a muchos países de la civilización
occidental.

1
In extenso: ROY FREYRE, Derecho penal peruano. Parte especial, Cit., T.I, p.168; HURTADO POZO,
Manual de Derecho penal, cit., p.87. Con exhaustividad rayana con la erudición: ZAFFARONI, Tratado de
Derecho Penal., T.IV, p.140.
En efecto, el emocionarse no es una realidad psíquica exclusiva de los
ciudadanos suizos, teutones o europeos, sino más bien es una característica
inherente a todo ser humano, cualquiera fuere su nacionalidad.

El codificador suizo y el Código Penal peruano de 1924 no hicieron más que dar
cobijo a una fórmula legislativa, una idea bastante vieja, lográndose conservar la
atenuación del homicidio una vez que se compruebe un estado psicológico. La
emoción violenta como peculiaridad humana no fue creada por legislador alguno.
Un pensamiento en contrario sería concederle a la ley una fuerza o calidad que
no posee.

En realidad, la labor cumplida por el legislador se redujo a buscar en una


descripción lacónica una idea cargada de significado. Se reemplazó, así, un
casuismo exacerbado por un laconismo dogmático capaz de asumir en una frase
genérica un gran número de supuestos. Basta con revisar la legislación del s.
XIX (e incluso la de esta época), junto a la literatura penal más influyente de
aquel tiempo, para percatarse de la honda relación histórica existente entre el
homicidio por emoción violenta y el homicidio por ímpetu de ira o por justo dolor,
entre las que hay un gran parentesco.

El ímpetu de ira se refería a las situaciones de provocación o de incitación de la


víctima sobre el agente, que lo inclinaban a la comisión del ilícito homicida, a
través de las injurias graves y las ofensas injustas. Por su parte, la hipótesis del
justo dolor comprendía el caso del hallazgo en adulterio, o también del que mata
a un ladrón luego que es despojado de un bien, o el padre, cónyuge o hijo que
mata a su descendiente, cónyuge o ascendiente luego de encontrarlo
manteniendo relaciones sexuales con terceros.

La fórmula de la emoción violenta no solo logra abarcarse al homicidio por ímpetu


de ira o justo dolor, sino a toda la gama de homicidios provocados por la conducta
ilícita de la víctima y que tanto de manera objetiva y subjetiva permiten una
atenuación del crimen.
1.2.- Descripción Típica

Artículo 109° C.P.: “El que mata a otro bajo el imperio de una emoción violenta
que las circunstancias hacen excusable, será reprimido con pena privativa de
libertad, no menor de tres ni mayor de cinco años

Si ocurre alguna de las circunstancias previstas en el art. 107°, la pena será no


menor de cinco ni mayor de diez años”

1.3.- Clasificación

1.3.1.- Es un delito derivado

Es un tipo Derivado por cuanto tiene una existencia proveniente de los tipos de
homicidio simple y parricidio. El homicidio por emoción violenta posee una
calidad subsidiaria dado que depende de los artículos 106 y 107, a cuya orbita
se remite la conducta si es que no concurre la emoción violenta, basta suprimir
mentalmente este presupuesto para contemplar la calificación por homicidio
simple y parricidio se mantiene intacta.

Además es un delito derivado según la naturaleza de las circunstancias,


encontrando aquí los elementos típicos accidentales, los cuales son aquellas
circunstancias que añadidas a un tipo legal básico se integran con él y determina
la configuración de un tipo derivado privilegiado, como es el caso del homicidio
por emoción violenta.

Asimismo, la naturaleza subsidiaria del homicidio por emoción violenta puede


plantearse también desde el plano de la parte general del Código Penal. Es fácil,
ver la posibilidad de recoger la emoción violenta dentro de la alteración de la
conciencia variable que opera como una circunstancia perteneciente a la
personalidad del agente. La emoción como elemento de privilegio respecto al
homicidio simple constituye una causal de imputabilidad disminuida.

El homicidio por emoción violenta posee una característica subsidiaria por


partida doble: por un lado los principios propios de la parte general y por el otro,
la referencia al homicidio como categoría de la parte especial.
1.3.1.1.- Subsidiariedad

A nivel doctrinal se discute si el título del homicidio por emoción violenta posee
o no autonomía propia. Mientras que un sector doctrinal minoritario sostiene su
caracterización como homicidio autónomo al considerar que la norma que lo
contiene, establece «sin que nada falte en que consiste el delito» 2, otro sector
doctrinal, abiertamente mayoritario, considera al homicidio por emoción violenta
como un tipo derivado, subsidiario o simplemente no autónomo. Aun cuando no
deje de ser abonable la primera tesis, nos inclinamos por sustentar el segundo
criterio dado la evidente subsidiariedad del homicidio por emoción violenta, ya
sea del homicidio simple o del parricidio.

2
VIDE FINZI, citado por NÚÑEZ, Derecho penal argentino, cit., T.III, p.72 nota 71.

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