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Año 2015-2016
Curso: “Llamados a la Unidad”
Lección 2 B
La unidad: el cumplimiento de la Historia de la salvación
María Magnolfi
Nos abrimos a la visión de la unidad que surge del Nuevo Testamento. La ofrezco como
fruto de la enseñanza de la Escritura en diferentes contextos universitarios, en diálogo
sobre todo con culturas africanas del este y sur del continente (Gikuyo, Tswana, Bantú,
Zulú), que con renovado asombro me han destacado siempre la universalidad de la
historia de la salvación, del "que todos sean uno" (Jn 17, 21), actualizando así: "vendrán
muchos de oriente y occidente, del norte y del sur, y se sentarán a la mesa en el reino de
Dios" (Lc 13,29).
Chiara explica con una imagen que dice la profunda intuición del carisma, y que me ha
acompañado en los estudios de exégesis y en la vida de la Palabra:
«Si se pudiera representar el Evangelio como un terreno, diría que el Señor nos perforó
ese terreno al final, en el Testamento de Jesús antes de su muerte, y nos hizo ir por
debajo, permitiéndonos descubrir las raíces de la Palabra, de cada Palabra de Dios».
(…)Todas las palabras, «flores diferentes y variadas» y, sin embargo, «iguales», «se
comprendían en el sentido correcto sólo si se entraba por el Testamento de Jesús»
Con Jesús -el Verbo Encarnado, que habitó entre nosotros (Jn 1,14)- sin duda se abre un
nuevo escenario que asombra hasta el punto de desorientar a sus contemporáneos, sobre
todo a los cultos y seguros de sus parámetros de juicio, tanto que rechazan en bloque las
propuestas y enseñanzas hasta eliminarlo, creyendo que lo silenciaban para siempre.
La realidad de Dios Uno, típica de la Revelación del Primer Testamento, con la llegada
del Hijo, se abre desde dentro, desde la Intimidad de Dios. Es esta una operación enorme,
todavía hoy inexplorada en sus aplicaciones a la vida humana personal y entre los
pueblos. Y muy necesario para el pensamiento y el diálogo en la cultura multiétnica y
multirreligiosa de hoy. Jesús de Nazaret entra en la escena del mundo y abre un viaje
único con sus interlocutores que comienza yendo en profundidad a las raíces de la
persona, para llevarla a abrir sus ojos -un ámbito tras otro, círculo tras círculo- y para
saber cómo moverse e interactuar con sus semejantes y con toda la creación según el
modelo de la Trinidad, es decir, de su filiación con el Padre en el Espíritu Santo.
1
Persona-comunión, pues, "en relación", semilla y fermento de unidad dentro de esa
humanidad "UNA en su complejidad", vista así y así querida por el Creador, como
emerge en el Génesis.
La literatura del Nuevo Testamento es amplia y rica. Y para ser acompañados en este
viaje nos pareció oportuno destacar y referir principalmente la obra de San Lucas, es
decir, el Evangelio de Lucas y el libro de los Hechos.
El género literario del eu-angelion es único, es decir, nace con el Evangelio más antiguo
que es el de Marcos. Este tipo de narración no es sólo una biografía, un libro de historia,
un texto sapiencial o poético, etc. Es algo original que transmite la experiencia percibida
en contacto con Jesús -de sus palabras, acciones y gestos, de su manera de ser y de
relacionarse- captadas por testigos directos y acogida en la Iglesia primitiva. Marcos,
como joven cristiano, sigue primero a Pablo, luego a Pedro, y de ellos recibe la gran
novedad del misterio pascual de Cristo crucificado y resucitado e innumerables
testimonios de su vida.
La obra de Lucas no está circunscripta al Evangelio, no se agota en él. Los Hechos de los
Apóstoles son reconocidos también como composición suya. La idea central de Lucas es
que el “evento Jesús” no termina con su muerte, resurrección y ascensión al cielo, sino
que sigue en la vida de la comunidad de sus discípulos iluminada por la experiencia de
Pentecostés, es decir, de esa irrupción del Espíritu Santo que abre más que nunca sus ojos
sobre el alcance del mensaje de Jesús y su responsabilidad de testimoniarlo en la historia.
El libro de los Hechos contiene valiosas narraciones de la vida de los primeros cristianos
y las indicaciones de las comunidades primitivas que se multiplican con la predicación de
1
Si este año profundizamos la obra lucana, el año próximo, con Jesús abandonado, podremos
dejarnos conducir por el Evangelio de Marcos, y, en el año de la Iglesia, por el Evangelio de
Mateo y así sucesivamente, con el fin de asimilar, como se hace en los cursos universitarios -
gradualmente y más específicamente - los fundamentos de la teología bíblica que emergen de los
Sinópticos y luego los presentes en el Corpus Paulino y en la literatura joánica hasta el
Apocalipsis
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los apóstoles, expandiéndose de Jerusalén a toda Judea, Samaria y Galilea, hasta el
extraordinario desarrollo que con la conversión de Saulo se registra en el mundo
helenístico en Siria, Turquía, Grecia hasta Roma. Lucas es un helenista de Antioquía y se
dirige con especial atención a un público de gentiles, es decir, al mundo griego, a los
cristianos que son de esa cultura2.
Lucas con su Evangelio y los Hechos responde demostrando que "Dios a través de Jesús
fue fiel a las promesas hechas a Israel, pero en un modo sorprendente e inesperado,
incluyendo a los gentiles, a los considerados impuros, a los pobres, las mujeres, los
samaritanos, los ricos recaudadores de impuestos, y otros marginados junto a los del
pueblo elegido se arrepintieron del inicial rechazo de Jesús.
"Este es mi hijo muy querido, en quien tengo puesta toda mi predilección, escuchadlo”.
¡Escuchadlo! Así resuena la revelación en el Monte Tabor 3. Es el elegido por el Padre, por
tanto, por excelencia digno de escucha. La larga sección que sigue -Lc 9, 51-19, 38- es un
magnífico viaje con los discípulos a la escucha de una enseñanza, que se convierte en la
más profunda, varia y exigente -y, al mismo tiempo, explicado según sus preguntas
existenciales sobre el sentido de la vida y la historia, sobre la dinámica de las relaciones-;
un viaje que los acompaña hasta Jerusalén.
Estos capítulos quedan para lectura personal. Lo que emerge en síntesis en el capítulo 6,
con respecto a lo específico de la Nueva Ley de las Bienaventuranzas, aquí se encuentra
en más de un capítulo en una conversación familiar con el Maestro.
3 Hay algo más respecto a semejante afirmación que se repite en el Bautismo de Jesús en el
Jordán (Lc 3, 22). Allí es el hijo amado, aquí es el elegido. Ya no la segunda persona “Tú eres”,
sino “Este es”. Jesús en su increíble identidad de Hijo de Dios es presentado ahora por el Padre a
los suyos, es el elegido, por tanto, digno de escucha porque porta la palabra del Padre.
3
El diálogo entre Dios y el hombre en el Evangelio de Lucas está presente en la narración
de la Anunciación y de los eventos que preceden al nacimiento de Jesús. El ángel habla a
María y María pone preguntas y responde. El ángel dialoga con Zacarías. Isabel dialoga
con María. Los mismos himnos del Magníficat y del Benedictus asumen un tono de
diálogo, primero con Dios y luego de comunicación con quienes escuchan, porque hablan
de las grandes cosas hechas por Dios. Simeón habla a María. María interroga al Hijo.
Y en especial en esta sección, durante su camino, entre Jesús y los discípulos prevalece el
método dialógico en una sucesión de "pregunta/respuesta/escucha", porque llegar a
aclaraciones y al recíproco entenderse - es decir, a ser uno- es un ejercicio profundo.
Este es un verdadero camino a pie, pero este peregrinaje geográfico desde el Norte de
Israel a la ciudad santa no es sólo un traslado. Adquiere un significado. Caminar junto a
él -en conversación continua con él- se convierte en el símbolo del santo viaje que cada
verdadero discípulo está llamado a hacer en la vida bajo su dirección y en su compañía.
Es un avanzar de la persona en la maduración de su unidad interior y de aprendizaje a
vivir en relación según la dimensión que Dios tiene de la unidad entre los hombres.
La misión encomendada a los setenta y dos: "El Señor designó a otros 72 discípulos y los
envió de dos en dos para que lo precedieran en todas las ciudades y sitios adonde él
debía ir" (10, 1). Mientras caminan, otros atraídos se añaden y quieren seguir. El grupo
aumenta a su alrededor. Y para que pongan en práctica lo que están aprendiendo, los
envía de dos en dos. En los Hechos, vemos que Pedro y Juan están siempre juntos
después de Pentecostés, comenzando a dar los primeros pasos de su valiente
anuncio/testimonio en Jerusalén.
De dos en dos, porque a todos los que encuentran deben mostrar sobre todo con el
ejemplo -antes que con la palabra- que "el Reino de Dios está cerca". En la pobreza y
humildad: "como ovejas en medio de lobos", sin "dinero", ni alforja, ni calzado..." (10, 3-
4) como había recomendado a los Doce enviándolos en misión (cf. Lc 9, 1-6).
El tono de radicalidad continúa incluso en la etapa final de este viaje (capítulo 17-18-19),
donde se ve a la persona en el trato con la comunidad socio-religiosa. Y Jesús con
breves sentencias y muchos ejemplos vivos afirma la indisolubilidad del matrimonio,
estimula la corrección fraterna, alaba la gratitud del leproso sanado, la humildad del
publicano y -en contraste con la tristeza del joven rico que se aleja- se alegra de Zaqueo
que devuelve el dinero y se convierte en un discípulo, por lo que exclama, "hoy ha
llegado la salvación a esta casa" (19, 9). La salvación siempre se conjuga en Lucas con
un gesto de amor; no es sólo un estado de ánimo o un sentimiento. Va acompañado de un
acto concreto en favor del prójimo, manifestando que la conversión ocurrió realmente.
Es una parábola que se puede definir también “hijos/padre” porque deja abierta la
dinámica entre los dos hijos. A la inclusiva acogida del Padre que no discrimina por
ninguna razón y acoge en su casa, porque lo suyo es un volver a acoger a quien desde el
origen es hijo, se opone la resistencia del hijo mayor que condena y excluye, deja afuera.
Es el desafío que permanece ínsito en el encuentro.
La revelación sobre Dios progresa. El Dios del tetragrama sagrado –JHWH- el Dios que
es "El que es...", es cada vez más revelado por Jesús. Él, que es Su voz autorizada porque
“viene de arriba”, en aquel "escuchadlo", que se oyó en la Transfiguración. Dios Padre de
densa maternidad/paternidad que sale al encuentro de la humanidad, para abrazar a cada
uno como hijo.
Resumiendo: La historia se abre con Simón de Cirineo -un extranjero- sobre el que se
carga la cruz de Jesús. Y se cierra con José de Arimatea -un miembro del Sanedrín- que se
ocupa del sepulcro.
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En el velo rasgado del Templo se abre el acceso al nuevo y multiforme pueblo de Dios.
Todo se ha cumplido. Y todo prosigue. Es significativa también la atención que Lucas
reserva a las apariciones del Resucitado
4. Llegada a Jerusalén y "cerca del descenso del Monte de los olivos" el júbilo de la multitud.
Luego, la última fuerte confrontación con los fariseos, endurecidos por una visión estrecha y
formalista de la ley, estéril como la higuera y desposeídos de la promesa y de la Alianza porque la
han cancelado y traicionado. Desde aquí las palabras "gritadas" en voz alta de Jesús en el templo:
"habéis hecho de mi casa una cueva de ladrones" (Lucas 19, 45-46; cf. Is 56,7; Jer 7,11). También
es interesante notar que cuando aumenta el peligro de muerte de Jesús aumentan en las
narraciones las referencias a los Salmos y a las citas de los profetas. La crudeza de los hechos está
plagada de referencias del AT, es decir, los eventos calumniosos de la condena y crucifixión se
leen a la luz del servidor de JHWH que, inocente, da la vida por muchos. Son hechos
comprendidos a la luz del plan de salvación con la comprensión post-pascual de los eventos, de
comprender en todas las Escrituras lo que se refería a Él, de las cuales el Resucitado se convierte
en Maestro de los dos en el camino hacia Emaús.
6
Más que cualquier otro evangelista, Lucas habla subrayando las apariciones del
Resucitado que siguen hasta la ascensión. Se asegura, indaga, para que las tradiciones de
esas experiencias no se pierdan. Por ejemplo, Marcos menciona a “dos” a los que el
Resucitado aparece mientras iban caminando hacia un poblado (Mc 16,12) y que retornan
a Jerusalén a anunciarlo a los demás, pero Lucas se informa sobre sus nombres y palabras
y nos regala la importante experiencia de los discípulos de Emaús, que sella la futura
permanencia del Resucitado entre los suyos y en la vida de las comunidades (Lc 24, 13-
35).
Inolvidable el diálogo entre el Resucitado y los dos discípulos. Esto prueba que el viaje
con Jesús continúa también después de su muerte y resurrección. Estudiando este
encuentro, ya solo desde el punto de vista de la calidad de la comunicación, se comprende
que Jesús se hace uno con los dos que caminan. Se interesa y los escucha por largo
tiempo. Después responde enérgicamente con seguridad y autoridad a sus dudas
refiriéndose a las Escrituras, las hace actuales, revelando el plan de Dios que contienen,
que no es utopía, sino que se cumple. Provoca un clima que no quisieran dejar más. Su
palabra los hace partícipes, arden los corazones, convence, se experimenta el amor. Y al
partir el pan, “lo reconocieron”.
En los Hechos es importante el papel que juega la comunidad unida. Baste citar por
ejemplo la insistencia en vivir juntos unidos que se repite en los primeros pasajes
bíblicos:
1, 14: Todos ellos perseveraban unánimes en la oración, después de la ascensión.
7
2, 1: Al cumplirse el día de Pentecostés estaban todos juntos.
2, 42: Perseveraban en la enseñanza de los apóstoles, en la comunión, en la fracción del
pan y en las oraciones;
2, 44-45-46: Los creyentes vivían todos unidos y tenían todo en común; vendían
posesiones y bienes y los repartían entre todos, según la necesidad de cada uno. Con
perseverancia acudían a diario al templo con un mismo espíritu, partían el pan en las
casas y tomaban el alimento con alegría y sencillez de corazón; alababan a Dios y eran
bien vistos de todo el pueblo.
4,32: El grupo de los creyentes tenía un solo corazón y una sola alma; nadie llamaba
suyo propio nada de lo que tenía, pues lo poseían todo en común.
"El fuego que Jesús trajo a la tierra es Él mismo, es la caridad: ese amor que no sólo une
el alma con Dios, sino las almas entre sí"6.
“Entonces advertirás que miras el mundo y las cosas con ojos que ya no están apagados.
Pero ya no eres tú quien los mira; es Cristo quien mira en ti y quien vuelve a encontrar
ciegos a los que hay que iluminar, mudos a los que hay que devolver el habla y tullidos a
los que hay que hacer caminar. (...) Ves y descubres tu misma luz en ellos: tu verdadero
yo, la verdadera realidad de tu ser, que es Cristo, en ellos; y, después de encontrarlo, te
unes a Él en el hermano. Así enciendes una célula del cuerpo de Cristo, célula viva, hogar
de Dios, que tiene el fuego y la luz para comunicar a los demás. Es Dios el que de dos
hace uno, y se coloca tercero como relación entre ellos: Jesús entre ellos"7.
“Es Dios quien hace de dos uno". Estas palabras de Chiara nos remiten a la página del
Evangelio de Juan con la que empezamos, en el capítulo 17, donde Jesús pide con
Jn 17, 11b: "Padre santo, guárdalos en tu nombre, a los que me has dado, para que sean
uno, como nosotros".
V.20: "No solo por ellos ruego, sino también por los que crean en mí, por la palabra de
ellos”.
V.21: “para que todos sean uno, como tú Padre, en mí, y yo en ti, que ellos también sean
uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado”.
V.22: “Yo les he dado la gloria/luz que tú me diste, para que sean uno, como nosotros
somos uno”
V.23: “Yo en ellos, y tú en mí, para que sean completamente uno, de modo que el mundo
sepa que tú me has enviado y que los has amado a ellos como me has amado a mí".
Bastan estas citas de la parte final del discurso, para entender que la oración de la unidad
en Juan 17 realmente es el Testamento que Jesús deja y su última afligida petición al
Padre. Es el cumplimiento de la encarnación y de la obra de salvación confiada por Él al
Verbo hecho carne.
Esta página del Testamento de Jesús enciende en Chiara la chispa del carisma de la
unidad, la magna carta, el ángulo visual desde donde se ilumina cada palabra y
enseñanza de Jesús.
El término usado por "unidad" en el texto griego (Enótes) se repite sólo dos veces en el
Nuevo Testamento, precisamente en la carta a los Efesios, en la exhortación a la unidad
dirigida a los cristianos de Éfeso:
“Yo, el prisionero por el Señor, os ruego que andéis como pide la vocación a la que habéis
sido convocados. Sed siempre humildes y amables, sed comprensivos, sobrellevaos
mutuamente con amor, esforzándoos en mantener la unidad del Espíritu con el vínculo de la
paz. Un solo cuerpo y un solo Espíritu, como una sola es la esperanza de la vocación a la
que habéis sido convocados. Un Señor, una fe, un bautismo. Un Dios, Padre de todos, que
está sobre todos, actúa por medio de todos y está en todos. (Ef 4, 1-6).
Y más adelante en los versículos 11-13 enumerando los distintos ministerios, muy
variados entre ellos para edificar el cuerpo de Cristo, continúa la exhortación: “hasta que
lleguemos todos a la unidad en la fe y en el conocimiento del Hijo de Dios, al Hombre
perfecto, a la medida de Cristo en su plenitud”.
La Carta -que probablemente se dirige no sólo a los cristianos de Éfeso sino más
ampliamente a las Iglesias de la provincia romana de Asia- por sus semejanzas con la
epístola a los Colosenses, es de finales del siglo I, entre el '80 y el 100 d. c., compuesta
por un autor formado en la escuela de Pablo y empapado de su pensamiento.
El paso que hemos leído muestra la profunda inserción en la teología paulina de la Iglesia
cuerpo de Cristo, y expresa dinamismo y apertura.
9
En los tres capítulos precedentes, en poderosa síntesis, se explica todo el plan de
salvación, revelado y realizado. Brota un canto de gratitud hacia Dios que nos eligió en
Cristo antes de la fundación del mundo | para que fuésemos santos e intachables ante él
por el amor. Dios nos ha dado a conocer el misterio de su voluntad, es decir: "el designo
de recapitular en Cristo todas las cosas, las del cielo y las de la tierra" y en Él nos ha
hecho "herederos", habiendo creído en la palabra de verdad-evangelio de la salvación y
habiendo sido marcados con un sello por el Espíritu Santo" (cf. Ef 1, 3-14).
Es interesante también notar que aparece realizada entre estos cristianos la reconciliación
entre judíos-herederos de la promesa y los que vienen del paganismo, "los que antes
estaban lejos, han sido acercados por la sangre de Cristo" (Ef 2, 13).
“Él es nuestra paz: el que de los dos pueblos ha hecho uno, derribando en su cuerpo de
carne el muro que los separaba: la enemistad. Él ha abolido la ley con sus
mandamientos y decretos, para crear, de los dos, en sí mismo, un único hombre nuevo,
haciendo las paces. Reconcilió con Dios a los dos, uniéndolos en un solo cuerpo
mediante la cruz, dando muerte, en él, a la hostilidad " (Ef 2, 14-16).
Esto es muy útil para la comprensión de la llamada a la unidad que sigue en el capítulo 4,
donde se destaca la exhortación a una conducta digna de la vocación recibida.
Es un texto hermosísimo. Tiene una lógica convincente que combina el uno y los muchos
e incluye y explicita magistralmente, en la unidad provocada por Cristo, la dimensión
comunional como elemento esencial dentro de la comunidad de los creyentes.
10
En la carta a los Corintios, en el capítulo anterior que acabamos de mencionar, hay otro
famoso pasaje de Pablo, que describe su experiencia sobre cómo vivir por la unidad: es el
"hacerse todo a todos" (1 Cor 9, 19). Es muy conocida, pero la leemos juntos:
“Porque, siendo libre como soy, me he hecho esclavo de todos para ganar a los más
posibles. Me he hecho judío con los judíos, para ganar a los judíos; con los que están
bajo ley me he hecho como bajo ley, no estando yo bajo ley, para ganar a los que están
bajo ley; con los que no tienen ley me he hecho como quien no tiene ley, no siendo yo
alguien que no tiene ley de Dios, sino alguien que vive en la ley de Cristo, para ganar a
los que no tienen ley. Me he hecho débil con los débiles, para ganar a los débiles; me he
hecho todo para todos, para ganar, sea como sea, a algunos. Y todo lo hago por causa
del Evangelio, para participar yo también de sus bienes”. (1 Cor 9, 19-23).
Es una ilustración muy eficaz de la nueva ley traída por Jesús, puesta en práctica por
Pablo para ser agente de unidad y vivir el Evangelio, no con pocos, sino con los más
posibles y ser "participar con ellos".
Se clarifica con hechos qué significa hacerse uno para ser uno con el prójimo, sin excluir
alguna categoría.
"Hacerse uno con los demás significa asumir sus preocupaciones, sus pensamientos,
compartir sus sufrimientos y sus alegrías", - dice Chiara en El arte de amar - . Así, Chiara
identifica en este fundamento de la Escritura, en esas palabras de Pablo, (hacerse débil
con los débiles, hacerse todo a todos), el método para contribuir a la realización de la
oración de Jesús al Padre ("Que todos sean uno"). ¿Cuál es el método? "Hacerse uno
con cada prójimo". Este es el camino, el mismo que fue recorrido por Dios para
manifestarnos su amor"8.