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V CONGRESO ANUAL

“Nuevas y viejas restricciones al desarrollo.


Contribuciones de la Economía Política para
superarlas.”
10 y 11 de septiembre de 2013

Trabajo: Actualidad de la teoría de la dependencia. Desafíos


para la reinterpretación del presente histórico

Autores:
Cecilia Allami (Investigadora y docente del Área de Economía
Política de la Universidad Nacional de General Sarmiento)
Mercedes D’Alessandro (Investigadora y docente del Área de
Economía Política de la Universidad Nacional de General Sarmiento)
Martín Harracá (Investigador y docente UBA)

1
Actualidad de la teoría de la dependencia. Desafíos para la reinterpretación del
presente histórico
Cecilia Allami1, Mercedes D’Alessandro2, y Martín Harracá3

Resumen
En los últimos años asistimos a un resurgimiento del debate sobre el desarrollo
económico tanto en ámbitos académicos como políticos. Muchas de estas ricas
discusiones reeditan, a veces explícitamente y otras implícitamente, diversos
conceptos y lineamientos de discusiones que se dieron en nuestro continente a
partir de fines de la década del cuarenta. Nos centraremos en algunas de las
discusiones más relevantes en torno al concepto de desarrollo que se plasman
en las diversas versiones de la teoría de la dependencia. Nuestro abordaje no
pretende ser histórico ni una reseña de ellas, sino que, a través de la
recuperación del concepto de desarrollo pretendemos abordar la pregunta de si
es posible construir una medición del desarrollo que se corresponda con los
conceptos dependentistas centrales. Partimos de asumir que los indicadores
estándar con que se estudia el desarrollo de un país no son adecuados para
contestar esta pregunta si aceptamos que hay más dimensiones en juego. El
desafío entonces está en ver cuál es la vigencia de la teoría de la dependencia
hoy y si es posible además, contar con herramientas de medición que se
desprendan de ella, y no al revés -intentar medir la dependencia o un concepto
con herramientas que significan otras cosas-.

1
Investigadora y docente del Área Economia Política de la Universidad de General Sarmiento. Mail:
callami@ungs.edu.ar
2
Investigadora y docente del Área Economia Política de la Universidad de General Sarmiento. Mail:
dalessandro.mm@gmail.com
3
Investigador y docente UBA. Mail: martinharraca@gmail.com
2
Actualidad de la teoría de la dependencia. Desafíos para la reinterpretación del
presente histórico4
Cecilia Allami, Mercedes D’Alessandro y Martín Harracá

1. Introducción
Las discusiones en torno a qué significa el desarrollo tienen una larga historia en la
vida del pensamiento económico. Los primeros autores latinoamericanos que analizaron
profundamente este fenómeno -en el marco de la CEPAL- consideran al desarrollo como un
hecho lineal, según el cual un país desarrollado podría, llevando adelante un determinado
curso de acción (por ejemplo, un proceso de industrialización) convertirse en un país
desarrollado. Es decir, el subdesarrollo sería la antesala del desarrollo.
Hacia mediados de la década del sesenta, y con la experiencia histórica de los muy
limitados resultados de los procesos de industrialización (incompletos) en América Latina,
surge una corriente crítica dentro del corazón de la propia línea cepalina, la Teoría de la
Dependencia. Los dependentistas cuestionan, en términos generales, que la dependencia
sea un factor que pueda ser superado en la medida que se avanza con el proceso de
industrialización, o que pueda resolverse estableciéndose una dinámica diferente en los
términos de intercambio del mercado internacional. Por supuesto, las diferencias de su
concepción en torno al problema del subdesarrollo tiene consecuencias sobre las políticas
económicas, la relación entre el Estado y el “mercado”, y por supuesto sobre la acción
política, estrategias de alianzas de clases, relación de América Latina con el “mundo
desarrollado”, etc.
Desde la óptica de los dependentistas, esta idea de desarrollo que entiende al
subdesarrollo como su antesala es ingenua y desconoce que en realidad, la condición
periférica es una condición de dependencia respecto a los países centrales, tanto en lo
económico como en lo político, lo que en las posturas más radicales (Gunder Frank, Marini,
Dos Santos) sólo puede ser resuelto por un cambio en las relaciones de producción, esto es,
por medio de la revolución socialista. En el apartado 2 haremos una breve reseña de las
principales líneas argumentativas en torno a esta problemática.
Ahora bien, si quisiéramos tomar como premisa teórica para pensar nuestra realidad
la teoría de la dependencia (o los principales conceptos que de ella se desprenden), nos
encontramos con un problema adicional: no existen indicadores para analizar la evolución
de las economías latinoamericanas en el marco de esta teoría. El concepto de dependencia
no ha sido operacionalizado con el objetivo de medir el grado o tipo de dependencia de las
distintas economías y de este modo poder observar su evolución en el tiempo. Siguiendo a
Palma (1978), hay una ausencia de un corpus formal y testeable de lasque serían las leyes
de movimiento de las economías capitalistas subdesarrolladas o dependientes. Cardoso y

4
La presente ponencia es una continuación con algunas modificaciones de un trabajo anterior presentado en
las VI Jornadas de Economía Crítica realizadas en agosto de 2013 denominado “Hacia una medición de la
dependencia”.
3
Faletto (y muchos otros autores) en cierta forma se desentienden del problema planteando
una dialéctica -desde nuestra perspectiva ingenua y caprichosa-, que supone la
imposibilidad de medir o cuantificar los conceptos centrales de la teoría de la dependencia,
e incluso pareciera en muchos casos que intentar una medición es un problema inductivista
o positivista. Profundizaremos sobre estas cuestiones en los apartados 3 y 4.
En este trabajo, asumimos que sí es posible construir indicadores de dependencia, y
que además ello contribuirá a revitalizar la discusión de los principios teóricos de esta
corriente. A partir de esta idea es que en el apartado 4 ensayaremos algunas
consideraciones en torno a la medición de la dependencia tomando como eje la obra de
Marini (1991). Esta propuesta es desde ya parte de una investigación más extensa y
estamos presentando aquí los primeros avances sobre nuestro objeto, esperando contribuir y
enriquecernos por medio del debate.

2. Desarrollo, subdesarrollo e industrialización a la luz de la teoría de la


dependencia
América Latina ha sido objeto de reflexión desde una perspectiva crítica desde finales
del siglo XIX y principios del XX; sin embargo, no sería hasta mediados del siglo pasado
cuando se construyeron corrientes teóricas estructuradas y originales del pensamiento social
latinoamericano (Vázquez Olivera, 2004:9). Primero, desde la llamada escuela
estructuralista de la CEPAL y, posteriormente, en el marco de la corriente de la
dependencia, se dieron diversos debates que planteaban que América Latina reclamaba,
para su estudio, el desarrollo de conceptos y herramientas teóricas que reflejaran las
especificidades de la región.
Hacia fines de la década del cuarenta, y fuertemente influenciada por los trabajos
pioneros de Raúl Prebisch, la escuela estructuralista de la CEPAL planteó que para pensar
un proyecto de desarrollo tendrían que tenerse en cuenta las problemáticas y características
específicas de la región, proyecto que tendría su correlato en la praxis política. El análisis
de la CEPAL tiene como uno de sus instrumentos básicos de análisis el contraste entre el
modo en que el crecimiento, el progreso técnico y el comercio internacional se dan en las
estructuras económicas y sociales de los países caracterizados como periféricos y el modo
en que se dan en los países del centro. Muy esquemáticamente, planteaban que la
industrialización sería el camino necesario para desarrollar la región y revertir la distancia
creciente entre la periferia y el centro5 (Bielschowsky, 1998).
Hacia mediados de la década del sesenta, comienzan a develarse los problemas,
contradicciones y límites de la estrategia de industrialización sustitutiva: los resultados en
términos de crecimiento fueron en muchos casos, desalentadores, y fueron acompañados
además por la elevación de los índices de pobreza e indigencia, desempleo, problemas
estructurales en las balanzas de pagos, etc. En este marco, surge una corriente crítica: la
Teoría de la Dependencia. Según Borón (2008), los autores dependentistas procuraron dar
respuesta al evidente fracaso de las políticas propuestas por la CEPAL. ¿Cuáles son los ejes
5
Véase Sztulwark (2005)
4
centrales de esta teoría? Según Vázquez Olivera (2004), los dependentistas cuestionan, en
términos generales, que la dependencia sea un factor externo que pueda ser superado en la
medida que se avanza con el proceso de industrialización, estableciéndose una dinámica
diferente en los términos de intercambio del mercado internacional (Vázquez Olivera,
2004:31). En la misma línea, Astarita (2010) plantea que la tesis central de la teoría de la
dependencia sostiene que “las economías de los países subordinados, o dominados, están
condicionadas y dependen de las economías del centro en un grado tal que les imposibilita
tener un desarrollo capitalista dinámico, con fuerza propia. Por eso, el atraso no podría
superarse, como pensaba la corriente mayoritaria de la CEPAL, mediante algunas medidas
correctivas en el comercio internacional, ni incentivando la entrada de capital extranjero; o
apostando a un desarrollo capitalista autónomo articulado por el Estado” (Astarita,
2010:23).
Ahora bien, aún cuando existen ciertos puntos en común, esta teoría no constituyó un
corpus teórico homogéneo: los pensadores presentaban diferencias en diversos ejes del
debate. En términos generales, existe un relativo consenso en la literatura sobre la
existencia de tres corrientes de la escuela de la dependencia. En primer lugar, la línea
vinculada a la teoría de la CEPAL (Osvaldo Sunkel, Celso Furtado, Pedro Paz, entre otros).
En segundo lugar, la corriente neomarxista, vinculada a los trabajos de Theotonio Dos
Santos, Ruy Mario Marini y Vania Bambirra. Por último, la línea del análisis de las
“situaciones concretas de dependencia” (Palma, 1981), cuyos representantes más
importantes son Cardoso y Faletto (Dos Santos, 1998:7; Palma; 1981). Con el objetivo de
repensar algunas de las categorías centrales de esta escuela, seleccionamos algunos trabajos
que consideramos los más representativos: “El subdesarrollo latinoamericano y la teoría del
desarrollo” de Osvaldo Sunkel y Pedro Paz (publicado en el año 1970); “Dependencia y
Desarrollo en América Latina”, de Cardoso y Faletto (1969) y “Dialéctica de la
dependencia”, de Ruy Mauro Marini (1973).
Osvaldo Sunkel y Pedro Paz reformulan algunos de los planteos teóricos de la escuela
estructuralista a la luz del avance y los resultados de la industrialización en las economías
latinoamericanas. Realizando un balance del proceso, plantean que, si bien la
industrialización en la región implicó una diversificación de la estructura productiva, no se
redujo la dependencia externa, ni se logró generar un crecimiento autosostenido, las
condiciones de vida de la mayoría de la población continuaron siendo precarias, no se
produjeron cambios en la distribución del ingreso, no pudieron superarse las deficiencias en
nutrición, salud, vivienda, educación, consumo de manufacturas básicas, y por último sólo
se exportaron unos pocos productos básicos (Sunkel y Paz, 2005:28).
En términos simplificados, entienden que el desarrollo y el subdesarrollo son dos
aspectos de un mismo fenómeno, están vinculados funcionalmente y por lo tanto
interactúan y se condicionan mutuamente. Definen al subdesarrollo económico como “un
conjunto complejo e interrelacionado de fenómenos que se traducen y expresan en
desigualdades de riqueza y pobreza, en estancamiento, en retraso respecto a otros países, en
potenciales productivas desaprovechadas, en dependencia económica cultural, política y
tecnológica” (Sunkel y Paz, 2005:15).

5
La vinculación de las economías latinoamericanas con el mercado mundial en el siglo
XIX, dicen los autores, debe estudiarse tomando como eje una categoría fundamental: la
capacidad de diversificación del sector exportador (Sunkel y Paz, 2005:5). A partir de esta
categoría plantean que es posible armar una tipología que nos permita ilustrar las
características estructurales que se configuran en las economías de la región durante el
período de crecimiento hacia afuera, que a su vez condicionarán el ulterior proceso de
industrialización en términos de origen, profundidad y dinamismo.
¿Cuáles son los factores que explican la capacidad de diversificación del sector
exportador? Hay ciertos elementos condicionantes que configurarán la naturaleza,
extensión e intensidad del impacto de la actividad exportadora sobre el resto del sistema
productivo. Para Sunkel y Paz, la capacidad de diversificación del sector exportador
depende de diversos factores como el período durante el cual el sector exportador se
encuentra en expansión, la tecnología de la actividad exportadora, el volumen del
excedente, los servicios financieros, de transporte, energía, etc., las cantidades y estructura
del empleo, la distribución del ingreso y las características de la demanda que genera, y las
formas de organizar la producción y el sistema de propiedad (nacional o extranjero) de la
empresa exportadora (Sunkel y Paz, 2005:9). En América Latina, el tipo de estructura del
subdesarrollo que se presentó históricamente fue la de economía exportadora dependiente y
el desarrollo quedaría definido entonces por el proceso de cambio social que tienda a
superar esa estructura (Sunkel y Paz, 2005:271).

En una línea más crítica, Cardoso y Faletto publican, en el año 1969, “Dependencia y
Desarrollo en América Latina. Un ensayo de interpretación sociológica”. En este ensayo
conciben al desarrollo como un proceso social -criticando a las visiones “economicistas”
del desarrollo económico-, y entienden que es fundamental comprender las luchas de las
clases sociales y las relaciones de poder en cada país. El reconocimiento de la historicidad
de la situación de subdesarrollo requiere no solamente señalar las características
estructurales de las economías subdesarrolladas, sino también analizar cómo las economías
subdesarrolladas se vincularon históricamente al mercado mundial y la forma en que se
constituyeron los grupos sociales internos que lograron definir las relaciones hacia afuera
que el subdesarrollo supone. En línea con los análisis de las otras corrientes de la teoría de
la dependencia, este enfoque implica reconocer que en el plano político-social existe algún
tipo de dependencia en las situaciones de subdesarrollo y que esta nace con la expansión de
las economías de los países capitalistas originarios (Cardoso y Faletto, 2003:23). En este
marco “la dependencia de la situación de subdesarrollo implica socialmente una forma de
dominación que se manifiesta por una serie de características en el modo de actuación y en
la orientación de los grupos que en el sistema económico aparecen como productores o
como consumidores. Esta situación supone en los casos extremos que las decisiones que
afectan a la producción o al consumo de una economía dada se toman en función de la
dinámica y de los intereses de las economías desarrolladas” (Cardoso y Faletto, 2003:24).
Cardoso y Faletto plantean que al analizar la relación entre proceso económico,
condiciones estructurales y situación histórica, se hacen evidentes las limitaciones de la
utilización de los esquemas teóricos relativos al desarrollo económico y a la formación de
6
la sociedad capitalista en los países hoy desarrollados para la comprensión de la situación
de los países latinoamericanos: no sólo es distinto el momento histórico, sino que las
condiciones estructurales del desarrollo y de la sociedad serán históricamente diversos. De
este modo, el concepto de dependencia es un “instrumento teórico para acentuar tanto los
aspectos económicos del subdesarrollo como los procesos políticos de dominación de unos
países por otros, de unas clases sobre las otras, en un contexto de dependencia nacional”
(Cardoso y Faletto, 2003:161).
El enfoque propuesto por los autores plantea que no deben separarse los factores
denominados "externos" y los "internos"; por el contrario se propone hallar las
características de las sociedades nacionales que expresan las relaciones con lo externo
(Cardoso y Faletto, 2003: 26-27). Las relaciones de dependencia existen concretamente
mediante una red de intereses y de coacciones que ligan unos grupos sociales a otros, unas
clases a otras; así, es preciso determinar de una forma interpretativa la manera en que tales
relaciones asumen en cada situación básica de dependencia, mostrando cómo se relacionan
Estado, Clase y Producción (2003:162)6.
Ruy Mauro Marini, uno de los máximos referentes de la teoría de la dependencia,
plantea que la dependencia es “la relación de subordinación entre naciones formalmente
independientes en cuyo marco las relaciones de producción de las naciones subordinadas
son modificadas o recreadas para asegurar la reproducción ampliada de la dependencia”
(Marini, 1991:3).
Considerando un análisis histórico similar al resto de los autores de esta corriente
Marini explica, en “Dialéctica de la dependencia”, que la dependencia comienza con el
surgimiento de la gran industria en Europa, la cual no podría haberse desarrollado sobre
bases estrictamente nacionales, debido a que el desarrollo industrial requiere de una gran
disponibilidad tanto de bienes agrícolas como de materias primas industriales. Es en este
contexto donde se comprende cabalmente la inserción de América Latina en el comercio
mundial, y el patrón productivo y comercial que aquí se desarrollará. Esta especialización,
y la consecuente y abundante afluencia de alimentos y materias primas a Europa es,
considerada desde el proceso de reproducción ampliada del capital industrial en Europa,
fundamental en el rol de reducir el valor real de la fuerza de trabajo en los países
industriales, permitiendo así que los incrementos de productividad que origina el desarrollo
de la gran industria se traduzcan en una elevación de la plusvalía. En este sentido,
“mediante la incorporación al mercado mundial de bienes-salario, América Latina
desempeña un papel significativo en el aumento de la plusvalía relativa en los países
industriales” (Marini, 1991:6)7.

6
Sostienen que en América Latina es posible determinar dos situaciones básicas de relación de las clases
entre sí, con el Estado y con el sistema productivo, en función del modo de relación de éste con el mercado
internacional y de la forma de control de la producción: las “economías de enclave” y “el control nacional del
sistema exportador” (2003:162).
7
¿Cuáles son las condiciones internas de producción que les permitieron a los países de América Latina
cumplir con esta función? Marini plantea que existe un hecho central que debe ser tomado en cuenta en el
análisis: el aumento de la oferta mundial de materias primas y alimentos ha sido acompañado por una caída en
los precios de estos productos en relación con los manufacturados. ¿Por qué? Marini desecha rápidamente la
7
La hipótesis central de Marini es que el desarrollo de la producción latinoamericana
se dará fundamentalmente en base a una mayor explotación del trabajador: la
superexplotación del trabajador, que es la contracara del intercambio desigual. El problema
que plantea el intercambio desigual para América Latina es que debe compensar la pérdida
de plusvalía y, siendo incapaz de impedirla en el nivel de las relaciones de mercado, la
compensación se realiza en el plano de la producción interna, mediante el aumento de la
intensidad del trabajo, de la prolongación de la jornada de trabajo y de reducir el consumo
del obrero “más allá de su límite normal” (Marini, 1991:10).
Es fundamental entonces comprender las especificidades de los ciclos del capital en
las economías dependientes para iluminar el fundamento mismo de su dependencia en
relación a la economía capitalista mundial. En los países de industrialización temprana,
existió una correspondencia entre el ritmo de acumulación y el ritmo de expansión del
mercado. La forma de acumulación del capital se daba en base al doble carácter del
trabajador, como productor y consumidor (1991:14). Por otro lado, en las economías
latinoamericanas se da la separación de dos momentos fundamentales del ciclo del capital:
producción y circulación. Es decir, la producción latinoamericana no depende para su
realización de la capacidad interna de consumo: “en la economía exportadora
latinoamericana, las cosas se dan de otra manera. Como la circulación se separa de la
producción y se efectúa básicamente en el ámbito del mercado externo, el consumo
individual del trabajador no interfiere en la realización del producto, aunque sí determine la
cuota de la plusvalía. En consecuencia, la tendencia natural del sistema será la de explotar
al máximo la fuerza de trabajo del obrero, sin preocuparse de crear las condiciones para que
éste la reponga, siempre y cuando se le pueda reemplazar mediante la incorporación de
nuevos brazos al proceso productivo” (Marini, 1991:15).
La deprimida demanda interna “erige al mercado mundial en única salida para la
producción”. Paralelamente, el incremento de las ganancias desarrolla expectativas de
consumo en los capitalistas sin contrapartida en la producción interna (orientada hacia el
mercado mundial), que tienen que satisfacerse a través de importaciones. Así, se cierra el
círculo de dependencia del ciclo del capital respecto al exterior. En definitiva, según
Marini, es un modo de producción específico, fundado exclusivamente en la mayor
explotación del trabajador y no en el desarrollo de su capacidad productiva. Esto resulta
especialmente importante para entender la especificidad latinoamericana, porque el análisis
marxista del proceso de acumulación “clásico” expone que su ley fundamental descansa
precisamente en que la competencia entre capitales redundará en un desarrollo de las

explicación simplista de que es resultado de la ley de oferta y demanda. Tampoco puede explicarse por la
violencia política y militar. Lo que sucede es que, como estamos considerando transacciones entre naciones
que intercambian distintas clases de mercancías, el hecho de que algunas produzcan bienes que las demás no
producen –o no lo pueden hacer con la misma facilidad- (manufacturas), permite que estas “eludan” la ley del
valor, es decir, vendan sus productos a precios superiores a su valor. Según Marini, “lo que parece
claramente, pues, es que las naciones desfavorecidas por el intercambio desigual no buscan tanto corregir el
desequilibrio entre los precios y el valor de sus mercancías exportadas (lo que implicaría un esfuerzo
redoblado para aumentar la capacidad productiva del trabajo), sino mas bien compensar las pérdidas de
ingresos generados por el comercio internacional, a través del recurso a una mayor explotación del
trabajador” (Marini, 1991:10).

8
fuerzas productivas, único aspecto “progresivo” que Marx atribuye al capitalismo. Aquí,
por el contrario, se está fundando (y reproduciendo de forma ampliada) un proceso de
acumulación sobre un “sobreconsumo” o sobreexplotación de la fuerza de trabajo (además,
sin desarrollarla) y, podemos agregar nosotros, sobre la base de las rentas extraordinarias
que originan las riquezas naturales presentes en el territorio, realizadas en el comercio
mundial mediante la exportación de alimentos y materias primas. Pero Marini plantea
claramente que esto se da no solamente durante la etapa agroexportadora, sino también
durante la industrialización: se reproduce la misma dinámica que en la etapa exportadora y
la acumulación de capital se basa en la superexplotación del trabajador. Según Marini, “por
significativo que hubiera sido el desarrollo industrial en el seno de la economía exportadora
(y, por consiguiente, en la extensión del mercado interno) en países como Argentina,
México, Brasil y otros, no llegó nunca a conformar una economía industrial, que,
definiendo el carácter y el sentido de la acumulación de capital, acarreará un cambio
cualitativo en el desarrollo económico de esos países. Por el contrario, la industria siguió
siendo allí una actividad subordinada a la producción y exportación de bienes primarios,
que constituían, éstos sí, el centro vital del proceso de acumulación. Es tan solo cuando la
crisis de la economía capitalista internacional, correspondiente al período que media entre
la primera y la segunda guerras mundiales, obstaculiza la acumulación basada en la
producción para el mercado externo, que el eje de la acumulación se desplaza hacia la
industria, dando origen a la moderna economía industrial que prevalece en la región”
(Marini, 2001:16). Esta industria débil sólo se expande cuando factores externos cierran
parcialmente el acceso de la esfera alta de consumo al comercio de importación. Así, la
industrialización latinoamericana no crea su propia demanda, sino que se estructura en
función de los mercados de los países desarrollados (Marini, 1991:18).
Hacia la década del 50´, la industrialización latinoamericana avanza en
correspondencia con una nueva etapa de la división internacional del trabajo en cuyo marco
se transfieren a los países dependientes etapas inferiores de la producción industrial y se
reserva a los centros las etapas más avanzadas y el monopolio tecnológico. La absorción
del progreso técnico en condiciones de superexplotación del trabajo tiene como contracara
la inevitable restricción del mercado interno. Así, no pudiendo extender a los trabajadores
la creación de demanda para los bienes suntuarios, y comprimiendo el salario, la economía
industrial dependiente no sólo debió contar con un inmenso ejército de reserva, sino que se
obligó a restringir a los capitalistas y capas medias altas la realización de las mercancías de
lujo. Ello planteará, a partir de la década de 1960, la necesidad de expandirse hacia el
exterior, es decir, de desdoblar nuevamente (aunque ahora a partir de la base industrial) el
ciclo de capital, para centrar parcialmente la circulación sobre el mercado mundial. Según
Marini, “la exportación de manufacturas tanto de bienes esenciales como de productos
suntuarios se convierte entonces en la tabla de salvación de una economía incapaz de
superar los factores disruptivos que la afligen. Desde los proyectos de integración
económica regional y subregional hasta el diseño de políticas agresivas de competencia
internacional, se asiste en toda América Latina a la resurrección del modelo de la vieja
economía exportadora” (Marini, 1991:22).

9
La industrialización hereda la pauta de consumo de la economía exportadora. En
definitiva, la concentración del ingreso y la consecuente estratificación o segmentación del
mercado interno tiene como contracara a una industria desarticulada.
¿Qué efectos tuvieron estas transformaciones sobre las economías latinoamericanas?
En primer lugar, Marini observa una acentuación en el proceso de concentración y
centralización del capital. En segundo lugar, la industrialización latinoamericana ha tenido
una repercusión desfavorable en términos de creación de empleo, lo que, a su vez, ha
generado fuertes presiones sobre el nivel de salarios de la región. Por último se ha generado
una alteración de la estructura productiva: como es desarrollado en “Dialéctica de la
dependencia”, el desarrollo industrial de la región se apoyó en el mercado constituido por
consumidores de ingresos altos y medianos (Marini, 1977:13). Sin embargo descree de la
vía industrialista como la solución acabada del problema: “Así es como, fiel a la idea del
desarrollo económico como un continuum, ella no consideraba el desarrollo y el
subdesarrollo como fenómenos cualitativamente distintos, signados por el antagonismo y la
complementariedad - como lo hará, a su tiempo, la teoría de la dependencia - sino tan sólo
como expresiones cuantitativamente diferenciadas del proceso histórico de acumulación de
capital. Ello implicaba que, a partir de medidas correctivas aplicadas al comercio
internacional y la implementación de una adecuada política económica, los países
subdesarrollados verían abiertas las puertas de acceso al desarrollo capitalista pleno,
poniendo fin a la situación de dependencia en que se encontraban. Esta tesis: la del
desarrollo autónomo, constituye una de las marcas registradas del pensamiento cepalino”
(Marini, 1994, p.5).
Este es el punto más distintivo del planteo de Marini dentro de la teoría de la
dependencia: la industrialización no es condición necesaria para el desarrollo, como
pareciera desprenderse del planteo de los otros autores. En todo caso, la industrialización,
en el marco de un sistema de superexplotación del trabajo como el que caracteriza incluso
es contraria a los ideales del desarrollo. Más adelante retomaremos las consecuencias de
esta discusión.

3. Problemas conceptuales en la teoría de la dependencia


Como señalamos en otro trabajo “El eje de todas estas discusiones cambia
radicalmente a partir de fines de la década del ‘70, quedando ya prácticamente anulado
durante los años ’90. En esta etapa se consolida el pensamiento neoliberal como un modelo
único a seguir en términos tanto teóricos como políticos. Incluso la CEPAL se amolda al
discurso de la época dando lugar a la consolidación del neo-estructuralismo8” (Dalessandro,

8
“Como se sabe, el contexto político e ideológico internacional de ese momento era muy desfavorable para la
heterodoxia y hostil a las formulaciones clásicas de la CEPAL debido a su escepticismo y prudencia en
relación con la liberalización del comercio y otras desregulaciones (…) La fórmula neoestructuralista permitió
tender un puente con los gobiernos latinoamericanos y caribeños (…) Si para algunos ello significó rendirse al
neoliberalismo, para otros fue una alternativa que permitiría seguir incidiendo en los destinos de la región
desde la perspectiva teórica y metodológica clásica de la CEPAL” (Bielschowsky, 2009, p.178-179)
10
Kodric, Harracá, 2012:16). Sin embargo, el neoliberalismo9 y sus ideas han dejado una
herencia teórica que subsiste en nuestro modo de pensar y hacer ciencia, se nos cuela a
través de la metodología y la forma en que pensamos el mundo10, las relaciones sociales,
las categorías científicas, etc.
En los últimos años en Argentina y en muchos países de América Latina se ha vivido
un proceso de grandes transformaciones económicas, políticas y sociales que reaviva las
discusiones que hemos reseñado más arriba y vuelven a dar impulso al pensamiento
económico latinoamericano. Hay un renacer de lo latinoamericano, una necesidad de
reafirmarse en sus raíces, de pensar distinto, de comprender y caminar hacia una
transformación que trascienda el hecho económico y se plasme en una sociedad renovada y
reconciliada consigo misma.
El neoliberalismo, que tuvo un rol protagónico hasta inicios del nuevo milenio, de a
poco va quedando atrás en términos de sus políticas económicas y su concepción acerca de
la intervención del Estado. Sin embargo, muchas de sus herramientas conceptuales
sobreviven a su anacronismo y poca relación con la realidad. En este marco es que ha
habido una explosión de debates heterodoxos, los que expresan la necesidad de encontrar
nuevas formas de entender y actuar sobre la realidad y la limitación de la teoría neoclásica
para dar cuenta de la especificidad de las diversas estructuras económicas de los países, así
como también de sus cambios. Sin embargo, en la heterodoxia conviven teorías que se
contraponen entre sí, otras complementarias, o más bien orientadas a problemas específicos
sin moldear aún una forma teórica articulada que suplante por completo a lo anterior y que
brinde una respuesta consistente ante los dilemas del presente. Al mismo tiempo, el
economicismo en el sentido que plantearan Cardoso y Faletto sigue vigente y el objeto de
estudio de la economía no logra incorporar los elementos políticos, sociales, históricos sin
tratarlos como elementos que influyen pero no son parte de su esencia. En cierta forma, la
experiencia real aún no ha sido conceptualizada y expresada como un corpus teórico
(parafraseando a Gramsci, lo viejo no termina de morir, lo nuevo no termina de nacer).
Las posturas en torno a la posibilidad de medir la dependencia podrían resumirse en
el planteo de Palma: “Mientras algunos se ocupan de contribuir a que la teoría del
desarrollo se vuelva consistente y operativa y buscan, por lo tanto, identificarla tan
claramente como sea posible con un conjunto de hipótesis empíricamente contrastables con
las cuales puedan construir un continuo entre 'dependencia' e 'independencia'; otros tratan
de demostrar que esta 'teoría' carece de 'status científico', puesto que no ha producido hasta
el momento un modelo cuyas hipótesis sobrevivan un test de significancia. Como ha dicho

9
En otro trabajo hemos indagado con más profundidad acerca del contexto histórico de estos cambios: “Hacia
fines de los años setenta y principios de los ochenta se produjo un cambio radical de política económica con el
advenimiento de un nuevo período caracterizado por el progresivo abandono de las políticas keynesianas en
los países centrales y de las políticas de industrialización por sustitución de importaciones en los países
periféricos, y el surgimiento de un nuevo paradigma que promulgaba la desregulación y liberalización de los
mercados financieros nacionales e internacionales, la apertura comercial, la flexibilización de los mercados de
trabajo y un estricto rigor fiscal y monetario en materia de política macroeconómica. Estas transformaciones
se consolidaron mediante la desarticulación de los Estados de Bienestar y la construcción de una nueva
institucionalidad pública a partir de la hegemonía del pensamiento neoliberal.” (Allami, 2012:23)
10
Sobre estas cuestiones hemos profundizado en D’Alessandro, Kodric, Harracá (2012)
11
Cardoso, ‘en lugar de realizar un análisis dialéctico de los procesos históricos y de
concebirlos como resultado de la lucha de clases y grupos que definen sus intereses y
valores en el procesos de expansión de un modo de producción, la historia se ve reducida a
'dimensiones operativas' que son, por definición, uniformes pero estáticas’ (1976b, p. 15).
Si uno acepta (como yo) que la cualidad básica de los análisis de dependencia es su
concepción de lo dinámico de las sociedades en cuestión en términos de la forma específica
de su articulación dentro de la economía mundial, entonces mezclar datos de situaciones de
dependencia diferentes puede ser en, el mejor de los casos, de interés secundario, sino una
mera curiosidad; no puede validar o invalidar afirmaciones que deberían ser presentadas
como características de situaciones específicas de dependencia.” (Palma, 1978:905.
Traducción nuestra.)
Desde nuestra perspectiva -poniéndolo de un modo muy simplificado-, pareciera
haber una dicotomía entre un empirismo sin concepto y un concepto sin base empírica11.
Por un lado encontramos quienes reducen la problemática a indicadores y números que
luego intentaran ajustar a alguna lectura teórica; por otro lado encontramos a quienes
piensan que el problema es tan complejo que un reduccionismo a variables cuantificables es
imposible y renuncian a esta tarea. Ambas posturas, entendemos tienen cierta validez, pero
nos parece que el mayor desafío teórico está puesto en dar este salto conceptual y arrojarse
a la búsqueda de conceptos que puedan ser examinados en la realidad.
Es decir, si asumimos que las ideas contenidas en la teoría de la dependencia tienen
relevancia para pensar nuestro presente, entonces tenemos algunas cuestiones a reflexionar
en torno a ello. Por una parte, necesitamos extraer cuál es su concepto de desarrollo, las
categorías centrales en las cuales se funda el análisis, cuáles son sus determinantes y cuáles
las estrategias para superar el problema del subdesarrollo y la dependencia. Por otra parte, y
a fines de evaluar si ha habido cambios fundamentales en las economías latinoamericanas,
si han aumentado o disminuido su dependencia, deberíamos contar con algún parámetro
que nos sirva de referencia, por ejemplo un indicador de grado de dependencia, o bien un
conjunto de conceptos e indicadores que nos den una imagen de la evolución de una
economía o región a lo largo del tiempo en los términos que se supone se caracteriza la
dependencia de un país o región con respecto a otro u otros. En este marco es que
pretendemos abordar, de modo exploratorio aún, el cómo podemos cuantificar
determinados conceptos que parecieran escapar por los (para algunos metafísicos) caminos
de la dialéctica, intentando desdemonizar al abordaje matemático y modelístico que a veces
queda emparentado como el positivismo o el neoliberalismo como si fuera lo mismo.

El concepto de desarrollo, la dependencia y la medición


En torno a lo primero, a cómo recortar un concepto como el de desarrollo,
encontramos algunas dificultades. Como hemos visto en el apartado 2, en los autores
elegidos no hay una denominación común de qué es el desarrollo y el subdesarrollo y a qué
11
Este problema no es novedad para la discusión metodológica, epistemológica e incluso filosófica de todos
los tiempos. Una de las grandes dificultades de la ciencia social consiste justamente en modelizar procesos
que involucran decisiones individuales, colectivas, atravesadas por la historia y conflictos políticos.
12
se le atribuye. Para Sunkel y Paz, como hemos citado más arriba, el desarrollo y
subdesarrollo son aspectos de un mismo fenómeno, que se pueden comprender a través de
la observación de los niveles de pobreza, estancamiento, capacidades desaprovechadas,
cultura, política, etc. Encuentran que es posible acortar la brecha que distancia a los países
centrales de los periféricos (dependientes) a través de una política de industrialización
capaz de diversificar el sector exportador, dado que en general los países dependientes
tienen sectores exportadores poco diversificados y dinámicos, y esto limita su capacidad de
desarrollarse. Cardoso y Faletto encuentran este tipo de visiones un tanto economicistas, y
pondrán el énfasis en las relaciones de poder que se expresan en la dinámica entre el
Estado, las clases sociales y las formas de producción, reclamando una mirada que
incorpore la historia y la especificidad de cada economía. De su planteo se deriva que la
dominación económica y política de los países más desarrollados sobre los
subdesarrollados es una de las fuentes principales de la dependencia, y que por tanto no se
puede tomar esto como una condición “externa”, sino que debe comprenderse que lo
externo se plasma y vive en lo “interno”. De aquí la necesidad de comprender el rol del
Estado, las relaciones entre los grupos y clases sociales y el grado de control –nacional o
extranjero- sobre el sector exportador. Marini coincide en que subdesarrollo y desarrollo
son aspectos de un mismo fenómeno, sin embargo se aleja de las ideas de Sunkel y Paz al
encontrar limitaciones fundamentales a la superación de esa condición aún con un impulso
industrial, y esto se expresa en su particular concepción de la forma que toma la producción
en el marco de la superxplotación del trabajo. Es así como encuentra que la vía
industrialista no necesariamente aporta en la superación de la dependencia, sino que incluso
colabora con ella, siendo de tal modo la revolución socialista el camino a la superación de
la condición dependiente, la cual es una expresión de las necesidades del modo de
producción capitalista de realizar su ganancia.
En estos términos encontramos el primer problema: ¿De qué hablamos cuando
hablamos de desarrollo? La respuesta a esta pregunta que parece tan trivial es bastante
compleja.
En general y con una mirada rápida y superficial, muchos acordarían en que el
desarrollo se trata de “crecimiento económico con equidad”12, es decir, que la distribución
de los frutos de la riqueza de un país se asignen de un modo más o menos equitativo. Esto
puede lograrse a través de la lógica del mercado (en la versión neoliberal), a través de la
puja distributiva tomando el Estado un rol protagónico en la redistribución de la riqueza
mediante el uso de las políticas económicas, o, como producto de la lucha de clases. La
diversidad de indicadores utilizados para medir el desarrollo expresan en cierto modo esta
idea de crecimiento y equidad.
Phélan et al (2012) realizan un relevamiento de los indicadores de desarrollo
disponibles y señalan que, en contradicción con esta idea “Suficientes evidencias empíricas
demuestran que no hay relación automática entre el crecimiento económico, la reducción de
la pobreza y el bienestar de las sociedades; de igual manera, que el crecimiento económico
no genera necesariamente desarrollo y, más recientemente se afirma que tampoco los altos

12
Aquí nos referimos a los economistas en general, no específicamente a los autores dependentistas sobre los
que volveremos más adelante.
13
niveles de desarrollo aseguran la felicidad de sus poblaciones. Buena parte de los
indicadores económicos tradicionales, como es el caso del PIB y del ingreso per cápita
mundial, sugerían que los procesos globalizadores favorecían la prosperidad. Sobre esta
afirmación, aceptada mundialmente, surgieron diferentes reacciones y cuestionamientos en
tanto que escondían problemas, como la distribución no equitativa de sus logros y, no en
pocos casos, la profundización de desigualdades (Levy 2011).” (Phélan et al, 2012: 203)
Desde la perspectiva de estos autores el concepto de desarrollo debe ser revisado y
ello conlleva incorporar distintas dimensiones que van desde la teoría hasta la medición.
Los indicadores usuales que recopilan los clasifican en: Indicadores económicos: ingreso
per cápita y PIB; combinación de indicadores económicos con indicadores sociales que
recogen información sobre sanidad, educación, vivienda, ambiente, entre otros; índices
sociales como el de capacidades básicas, planeta feliz y desarrollo humano13.
La mayor parte de estos índices tiene falencias y ausencia de información para
comparar entre ciclos de tiempo y entre países. En su artículo, los autores apuntan a
conseguir un indicador que exprese la concepción del desarrollo del “Buen vivir” que
incorpora variables subjetivas, ambientales, el respeto hacia la tierra y el ecosistema, entre
otros; sin embargo encuentran que “La principal limitante para construir índices es la
obtención de los datos con periodicidad y, si es posible, con ciertos niveles de
desagregación por sexo y territorio. Los datos objetivos de los índices estudiados son
tomados generalmente de fuentes de organismos nacionales e internacionales, de
instituciones oficiales, de censos, encuestas de hogares por muestreo y de registros
administrativos. Las fuentes de datos y de información estadísticas son abundantes con una
clara tendencia a ampliar la oferta y a facilitar el acceso. Sin embargo, para el caso de los
datos subjetivos no son tan abundantes ni con la misma cobertura. En la mayoría de los
casos los datos se obtienen a partir de encuestas de opinión, de valores o sobre tópicos
específicos tales como satisfacción, victimización, percepción, entre otros. También se
recurre a estudios más de tipo cualitativo, tales como sesiones de grupo.” (Phélan et al,
2012:213)
En el párrafo anterior se dejan translucir algunos de los aspectos que señalábamos en
cuanto a cómo se conciben las mediciones, problemas que aparecen una y otra vez en las
discusiones metodológicas: cómo recortar períodos de tiempo para ver procesos y no
episodios aislados; cómo reflejar las relaciones entre países más allá de las evoluciones
propias de cada uno; cómo las mediciones reflejan condiciones individuales aún cuando
queremos pensar en términos de acciones colectivas, instituciones, clases sociales, etc.; el
rol de la subjetividad y el cambio de las subjetividades en torno al contexto; las fuentes de
los datos y su disponibilidad; entre otros. A todos ellos se le suman problemas clásicos de
la discusión epistemológica, filosófica e ideológica como ser cuál es el carácter de las leyes
sociales y sus determinantes; el modo de agregación de lo individual a lo social; el grado de
intervención de los individuos, grupos, clases, movimientos sociales en la construcción de

13
Mencionan y exponen sintéticamente en el trabajo citado: Índice de Progreso Genuino, índice de Calidad de
Vida Física, Felicidad Interna Bruta, Índice de Bienestar Social, Better Life Index, Índice de Desarrollo
Humano, Índice de Desigualdad de Género, Índice de Capacidades Básicas, Encuesta de Bienestar Subjetivo,
Índice de Prosperidad e Índice de Felicidad Planetaria.
14
su entorno; la posibilidad de experimentar en ciencias sociales; el rol del conocimiento y la
acción política; el carácter ideológico de la ciencia, entre otros. A todo esto se le suma, en
algunos casos, un rechazo o renuncia a utilizar métodos matemáticos o modelos muchas
veces asimilados al positivismo y a la concepción neoclásica de la economía (y de la
ciencia); y muchas otras también el uso ingenuo de elementos que se suponen neutrales
pero que moldean el fenómeno a capturar de un modo ajeno al concepto que buscamos
exponer 14. También reaparece el debate en torno a la forma en que pensamos la ciencia, el
rechazo a las categorías de análisis impuestas por concepciones ajenas, lo que se enuncia
bajo el nombre de colonialismo del saber15.
La cuestión que se desprende de aquí puede sintetizarse en lo siguiente: si
quisiéramos aplicar los conceptos dependentistas a los desafíos de nuestro presente
entonces deberíamos preguntarnos qué es el desarrollo para ellos, y actualizar ese concepto.
Esta sería una primera tarea hacia una medición de la dependencia.
En cuanto a lo segundo, al problema de la medición de la dependencia, y quizás como
resultado de lo anterior, encontramos algunos intentos truncos y en los más de los casos la
ausencia de algo así como un indicador de dependencia que contenga los elementos
centrales de la teoría. Como hemos señalado, los indicadores que se utilizan usualmente
responden a la idea de crecimiento más equidad, lo que se refleja en los intentos de
incorporar a las mediciones de crecimiento del PBI aspectos sociales y subjetivos,
examinando la pobreza, calidad de vida e incluso la felicidad de los individuos. Ha habido
intentos de medir algunos de los conceptos que aparecen como fundamentales para los
dependentistas, Palma (1981) reseña algunos trabajos16 que han abordado empíricamente
estas cuestiones aunque sin mucho éxito.

14
Ver D’Alessandro et. al. (2012)
15
Este problema ha sido discutido con mayor profundidad en D’Alessandro y Pinazo (2012). A modo de
ilustración citamos un fragmento: “Uno de los problemas que se presenta desde la perspectiva teórica, es lo
que algunos autores llaman el ‘colonialismo del saber’. Es decir, gran parte de nuestra educación y nuestro
pensamiento se encuentra enmarcado en categorías que provienen de ‘afuera’. En el marco de nuestro
problema por ejemplo, el subdesarrollo se presenta como la contracara de un proceso que se da en los países
centrales –el desarrollo- y la forma de entenderlo y analizarlo refleja la concepción de aquellos, más que la
concepción de quienes habitan las sociedades latinoamericana. Es decir, lo que entendemos por desarrollo
corresponde al imaginario de las sociedades desarrolladas. Las relaciones sociales capitalistas ya desplegadas
en estos países, así como sus relaciones de producción se imponen por sobre las relaciones sociales existentes
en las sociedades originarias latinoamericanas, con toda su carga cultural, educativa, valores, etc. Reconocer
esta especificidad histórica nos obliga a comprenderla, como decíamos previamente, como parte de la
conformación de la conciencia, y comprender así cuál son las consecuencias para la producción del
pensamiento latinoamericano, de la relación de dependencia de esta región respecto a Europa.” (D’Alessandro
y Pinazo, 2012:62)
16
Por ejemplo, los trabajos de Chase-Dunn (1975), Kaufman et. al. (1975) y Tyler y Wogart (1973). El
trabajo de Chase-Dunn (1975) tiene como objetivo estudiar los efectos de la dependencia de un país en
particular en el desarrollo económico y la distribución del ingreso a partir de dos indicadores de dependencia:
la dependencia de la inversión –nivel de ingreso de capital extranjero con ese destino- y dependencia de la
deuda –dependencia del gobierno respecto al crédito externo-. Realiza un ejercicio econométrico y concluye
que los dos tipos de dependencia económica tiene efectos negativos sobre el nivel de desarrollo económico.
Tyler y Wogart (1973) realizan un ejercicio similar, operacionalizando los conceptos de dependencia externa
y desintegración nacional. Consideran como indicadores del primero a los ratios de comercio,
comercialización de materias primas y de socios comerciales, mientras que para el segundo tomar la
15
Desde nuestra perspectiva, los elementos actuales con que contamos para medir el
desarrollo de las economías aún reflejan en gran medida una concepción de sociedad (y de
desarrollo) que responde a la economía neoclásica y a su forma de entender las relaciones
económicas. Expresado de un modo muy esquemático esto significa el uso de modelos
matemáticos determinísticos17, el individualismo metodológico y la separación entre lo
económico, político y social como si fueran compartimentos estancos escindidos unos de
otros y sin conexión interna. No se trata de abandonar todos los elementos teóricos, sino
entender que en cada uno de ellos se plasman concepciones del hombre, del individuo, de la
sociedad, etc.; y que no son neutrales a la hora de mostrar un resultado, implican distintas
estrategias de acción y concepciones en torno a la dinámica de los comportamientos
sociales, así como hemos mostrado en la breve reseña de las ideas principales
dependentistas en cuanto al rol que cumple la industria por ejemplo en la dinámica social.
Como hemos señalado más arriba, tanto para Marini como para Cardoso y Faleto,
esta escisión es parte de una ruptura teórica con el pensamiento liberal (y neoliberal), sin
embargo y a pesar de que el reclamo de la incorporación de estas dimensiones aparece una
y otra vez, no vemos plasmada en la teoría de la dependencia una propuesta metodológica
que nos permita abordar el problema de la dependencia de una manera completa. Esto nos
ha llevado a preguntarnos si es posible superar esta limitación, reconsiderando la forma en
la que trabajamos los conceptos y cómo nos apropiamos de ellos a partir de la teoría, los
modelos, las relaciones matemáticas, las mediciones, etc. Lo que deriva también en la
necesidad de preguntarnos si los indicadores que utilizamos son relevantes, o bien,
propositivamente, qué necesitaríamos para operacionalizar los conceptos de la dependencia
a fines de evaluar esta teoría en la actualidad empíricamente. Esto es, ver en qué sentido
somos dependientes o no, si han cambiado los patrones de dependencia en el tiempo, cuáles
son sus determinantes, la relación con las políticas implementadas, o el resultado de las
acciones colectivas, la lucha de clases; entre otras cosas que podríamos preguntarnos dentro
de este marco teórico.

4. Aspectos metodológicos y epistemológicos en torno a una medición de la


dependencia
Entendemos que la perspectiva de “medir la dependencia” puede sonar un tanto
ambiciosa, en el mejor de los casos, o vaga y sin un sentido claro, en el peor. Pero más allá
de las dificultades que hemos señalado en torno a la delimitación de este concepto (y todos
los problemas epistemológicos y metodológicos que implica), creemos que vale la pena

distribución del ingreso y el ratio de empleo y desempleo urbano. A partir de esta información realizan un
ejercicio de correlación pero no llegan a resultados concluyentes. Kaufman et. al. (1975) consideran dos
indicadores de la dependencia: la dependencia comercial y la dependencia de capital. A partir de la
construcción de estos dos indicadores, plantean ejercicios de correlación con diversas variables (crecimiento
económico, inestabilidad en el crecimiento, distribución del ingreso, entre otros) para derivar conclusiones de
las vinculaciones entre estas variables. Véase también Evans (1972) y Griffin et. al. (1970) y Szymanski
(1972).
17
Esto implica que hay causas y efectos, por ejemplo que el crecimiento implica desarrollo, linealmente, a
través de un esquema de razonamiento también dominado por una serie de pasos lógicos, lo cual dificulta la
tarea de incorporar elementos dinámicos como los mencionados por Palma y Cardoso.
16
recuperar su marco teórico y buscar la manera de identificar los componentes principales de
la teoría de la dependencia que pueden servirnos de guía para construir un indicador que
refleje el o los grados de dependencia entre países o regiones, a fines de observar si hay
algún patrón en el largo plazo, si ha habido cambios, a qué se deben, evaluar estrategias,
considerar las condiciones de posibilidad de la no-dependencia. Antes de introducirnos en
la problemática en sí, vemos necesario hacer algunas aclaraciones preliminares. En primer
lugar, creemos fundamental descartar de plano la perspectiva de una determinación binaria
del tipo “es o no es dependiente”. El objeto de estudio que estamos tomando es un proceso
de reproducción social circunscripto a un ámbito nacional. Precisamente, en tanto proceso –
proceso vivo-, constituye una unidad diferenciada, y lo que buscamos es poder explicar sus
leyes internas de movimiento. Pero es un objeto que, como todo objeto, no puede ser
delimitado con absoluta precisión, porque ello es conceptualmente imposible, y porque el
objeto se transforma, la sociedad se transforma. Es por esto que cualquier característica que
deseemos atribuirle (como, en este caso, ser un proceso de reproducción dependiente) no
necesariamente será un atributo atemporal, sino más bien, experimentará cambios en su
estructura interna y externa. Esta no es, desde ya, una aclaración derivada de una postura
escéptica de nuestra parte, pero sí apunta a rechazar las simplificaciones en las que suele
caer la formalización en las ciencias sociales. Tanto el atributo, como las formas que se
sugieran para su medición, estarán sujetas a constante revisión, atentos al desarrollo del
concepto que las suscita. Esto no significa que entonces no hay ninguna pauta, y todo
cambia, y nunca nos bañamos en el mismo río como diría el filósofo… Sino que, a fines de
la abstracción teórica hemos de fijar algunos parámetros como pautas para observar el
movimiento en torno a ellos, pero entendiendo que dichos parámetros tienen que ser
revisados frente a la experiencia real. Entendemos que de eso se trata la ciencia, de seguir el
movimiento del objeto y no al revés, de pretender que el objeto se adapte a nuestras
estructuras teóricas18.
Por su parte, el carácter de “dependiente” (tanto como podría ser el de “pobre”)
constituye una relación compleja, es una determinación cualitativa que comprende
relaciones entre sujetos, y que presenta múltiples expresiones. Por lo tanto, se vuelve en
principio necesario pensar en la necesidad de elaborar un indicador de tipo sintético, que
englobe y exprese de forma unitaria las diversas características que la conforman. Aun así,
este intento no debería llevar a pensar en una intención de olvidar la historia del objeto
(cómo se transforma aquello mismo que intentamos medir), desdeñar sus especificidades
(utilizar una misma vara para medir objetos que tienen aspectos únicos), y menos aún

18
Parte de la herencia del pensamiento positivista (y también neoliberal) es nuestra tendencia a pensar en
categorías binarias de “es” o “no es”, lo que limita la posibilidad de darle una forma lógica a pensamientos
que imponen la necesidad de dar cuenta del movimiento de los objetos. Muchos intentos del marxismo o la
heterodoxia terminan recayendo en este problema, apelando a construcciones determinísticas o causales y
desentendiéndose de “lo social” como un hecho fragmentado de “lo económico” y de “lo político”. Sin
embargo es un problema que debemos enfrentar si estamos dispuestos a sostener que el objeto se mueve y que
el concepto tiene vida. Sin duda es un gran desafío, pero no estaremos más cerca de la ciencia por renunciar a
él o entender que cada “no es” es simplemente un caso fallido de la teoría. En términos del instrumental para
salirnos de estos esquemas, encontramos algunas variantes para trabajar aspectos cualitativos en la lógica y
matemática difusa por ejemplo.

17
simplificar el problema (pretender que será suficiente para agotar todas sus
determinaciones). Pero si ésta sola aclaración no nos exime de poder estar errando, una vez
más sabemos que la única defensa que podemos ensayar es cada vez retomar la discusión y
el desarrollo conceptual que da sustento a nuestra propuesta.
Tal como ya se ha expuesto largamente, existen diversos abordajes de la dependencia.
Pero esto no quiere decir, como a veces se menciona, que no exista el objeto de estudio, o
que existan pero sean diferentes, independientes, ni tampoco que existan muchas verdades.
La perspectiva que aquí proponemos es establecer relaciones entre los abordajes,
entendiéndolos como momentos de desarrollo del mismo concepto, cada uno de los cuales
se enfrenta a determinaciones diferenciadas del objeto. Pero para que ello responda,
precisamente, al concepto y no a un capricho nuestro, debe estar circunscripto al trabajo de
recapitular los diversos abordajes, y encontrar su conexión interna. En el mismo sentido,
podemos pensar en diversas formas de expresar mediante una medición estas
determinaciones, y que aun así estemos frente al mismo objeto (la economía capitalista
dependiente). Así, que esta medición se corresponda con un momento más o menos
desarrollado del concepto, no cambia en absoluto su utilidad para nuestra tarea. Esto nos
permite, como decíamos, pensar en la construcción de un indicador que captando una
multiplicidad de aspectos que podemos asociar al fenómeno de la dependencia, al mismo
tiempo sea la expresión de la articulación conceptual entre las diferentes doctrinas que aquí
ensayamos.
A modo de ejemplo, podemos reconocer que la totalidad de los autores
dependentistas (y no sólo ellos, también se remonta al estructuralismo clásico) aborda el
problema del patrón de especialización del comercio exterior como algo específico de las
economías latinoamericanas. Ahora bien, el abordaje de este mismo aspecto cobra diferente
profundidad y relevancia en cada uno de los enfoques. Así, mientras que para Sunkel y Paz
es el elemento central que determina la estructura económica y sus posibilidades de
crecimiento; para Cardoso y Faletto es consecuencia del desarrollo de la constitución de las
clases dominantes locales y la confluencia de sus intereses con el de las foráneas; y
finalmente para Marini constituye un elemento tanto fundacional a la situación de
dependencia, como una posterior consecuencia –exacerbada cada vez más en su perfil
primario- de las propias relaciones de producción de la economía dependiente 19. Así, bajo
la premisa que el desarrollo del concepto pasa precisamente por dar cuenta de su objeto, y
el avance de la ciencia por la comprensión y aprehensión de este desarrollo, por la
posibilidad de una teoría de contener a la anterior, y aún articularla con otros aspectos hasta
el momento tomados como “dados” o externos, es que planteamos la unidad conceptual

19
Del mismo modo podríamos pensar que el punto de partida de la teoría de la dependencia expresa la
limitación de la pauta cepalina de que el subdesarrollo y el desarrollo son estaciones de tránsito de una
economía y no aspectos relacionados entre sí, y que la existencia de uno implica la existencia del otro como
contrapartida. En este sentido podríamos también recordar que el concepto de mercancía de Marx expresa una
crítica a la economía política clásica, la cual encuentra las determinaciones del valor de uso y del valor de
cambio como momentos diferenciados entre sí e incluso independientes. En términos de Marx, el concepto de
mercancía expresa la unidad diferenciada del valor de uso y del valor de cambio, y el ser mercancía es
contener ambos momentos: una mercancía tiene valor de cambio porque es un valor de uso. Esto a su vez es
un producto histórico, la mercancía expresa relaciones sociales. Esto no niega necesariamente a Ricardo y
Smith, sino que los contiene y los lleva a otras dimensiones teóricas.
18
entre estos planteos. Bajo el ejemplo anterior, el desarrollo de Marini subsume las otras
explicaciones, al abordar como una unidad el conjunto del proceso de producción material
y el de circulación mercantil (algo que no completan Sunkel y Paz), y les da una coherencia
interna y una ley de movimiento interno (lo que queda trunco en Cardoso y Faletto). El
concepto se desarrolla y aquello que se muestra como una limitación en realidad se
convierte en la fuerza que lo hace avanzar hacia un estadio más completo. En este sentido
comprendemos la unidad de la teoría de la dependencia. Y en este sentido pensamos que
una de las claves es su revisión y actualización a la luz de la historia.
Con estas indicaciones preliminares presentes, y en aras de dar un primer paso en la
tarea que aquí proponemos, expondremos muy brevemente los principales aspectos que
deberíamos considerar para ensayar una medición de la dependencia siguiendo la obra que
encontramos más desarrollada –la de Marini-, y mostraremos cómo estos elementos por un
lado dan cuenta de las determinaciones que señalan otros abordajes, y al mismo tiempo qué
relación se establece entre ellos.

Algunas indicaciones en torno a los desafíos y limitaciones para medir la dependencia


Tomando como eje de trabajo “Dialéctica de la Dependencia” (Marini, 1991), lo que
“deberíamos” medir, lo que en su planteo constituye tanto el origen como la reproducción
de la dependencia, se expresa tanto en las relaciones de producción de la economía
dependiente, como en la esfera de la circulación de mercancías, es decir, el momento de su
realización en el mercado mundial. En ambas esferas se presenta la especificidad que
caracteriza a la economía dependiente: la superexplotación del trabajo y el patrón de
inserción comercial primarizado, respectivamente. La combinación de estos factores es la
que produce el “desarrollo del subdesarrollo”, lo que sienta las bases para la reproducción
ampliada de la dependencia, es decir, la cercenación de las capacidades autónomas de
desarrollo de las fuerzas productivas.

Analizando la posibilidad de su medición, queda claro que el segundo elemento es


relativamente sencillo de aproximar mediante información estadística: Analizando el peso
de la producción de alimentos y materias primas industriales tanto en relación al PBI total
de la economía, como en relación a las exportaciones totales. A su vez, debería estudiarse la
relevancia del mercado interno para la realización de la producción local, para constatar el
elemento central planteado por Marini respecto a la supeditación de la realización de la
producción local a las condiciones de mercado externas.

Por su parte, el fenómeno de la superexplotación es mucho más complejo de registrar.


En primer lugar, el propio concepto de explotación en el marco del enfoque marxista se
basa en la apropiación de trabajo ajeno, es decir, se expresa como horas de trabajo, para lo
cual no existe información estadística en prácticamente ningún país del mundo. Si
recortamos el concepto de superexplotación exclusivamente a la compra de la fuerza de
trabajo por debajo de su valor, tenemos más posibilidades de ensayar una medición, aunque
estaríamos claramente haciendo una simplificación, dejando de lado un elemento
fundamental, que es su vinculación con el producto generado en el lapso de la jornada
19
laboral (fuerza productiva del trabajo). Para abordar esta estrategia se podría definir una
canasta básica, que represente el valor de la fuerza de trabajo (lo que nuevamente resulta en
una simplificación en muchos sentidos, ya que Marx plantea en reiteradas oportunidades
que dicho valor es resultante de la propia confrontación entre la clase capitalista y la
asalariada, por lo que no es “observable”). Mediante su valuación en cada momento del
tiempo, y comparándola con el salario promedio de la economía, o el salario para
determinados sectores20, se puede aproximar el análisis de la venta de la fuerza de trabajo
por debajo (o por encima) de su valor.

Estos primeros dos elementos, que apuntarían a captar los elementos fundamentales
que dan sustento al fenómeno de la dependencia, deberían aun considerarse al mismo
tiempo a la luz de las contrapartidas que generan en los países industriales. En particular,
uno de los argumentos centrales de Marini es que la provisión de materias primas y
alimentos abundantes a estos países es lo que posibilita una rápida expansión de la
reproducción ampliada, por el abaratamiento de la fuerza de trabajo y del capital constante
(en este caso, insumos). Nuevamente, esto debería analizarse en término de valor, y
constatar si efectivamente al proceso de superexplotación en las economías dependientes le
corresponde una apropiación de plusvalía extraordinaria en las economías industriales, por
medio del desarrollo –facilitado- de las fuerzas productivas. Como ello, una vez más, es
inasequible por la información requerida, podemos recurrir al análisis de la evolución tanto
de la productividad como de los precios relativos de los productos industriales y primarios,
que, en este caso, ha sido ampliamente documentada y respalda las hipótesis
dependentistas.

Ahora bien, como decíamos, los dos elementos centrales hasta aquí analizados son
sólo las piezas centrales del mecanismo de la dependencia: Ella se expresa y se
retroalimenta en una gran diversidad de manifestaciones que son pasibles de ser estudiadas
y medidas. Podemos dejar planteadas sucintamente algunas de ellas, señalando entre
paréntesis posibles indicadores para representar el fenómeno a medir:

 El insuficiente y desarticulado desarrollo de la producción industrial (ratio


déficit comercial industrial / PIB; participación de la industria en el PBI; elasticidad
industria a importaciones según rubro de importación; indicadores de integración
del entramado industrial basados en la Matriz Insumo Producto; grado de
concentración de la economía).

 Bajo nivel de desarrollo de las fuerzas productivas (cociente Inversión /PIB;


índices de productividad por ocupado; índice de registro de patentes anuales; índice
de gasto en I&D; cociente entre cantidad de ingenieros por cada x habitantes) que a
su vez implica dependencia del capital extranjero para la importación de tecnología
(indicadores de contenido tecnológico de importaciones y exportaciones;
participación del capital extranjero en ramas de alta productividad)

20
Cabe destacarse que para uno de los sectores que más interesa analizar para las economías
latinoamericanas, es decir, para los sectores primarios-extractivos, la información estadística es típicamente
de muy baja calidad, siendo habitual que presente inconsistencias y vacíos en los datos.
20
 Insuficiencia de capitales, que puede expresarse tanto en el canal financiero
(ratios de endeudamiento externo; índices de fragilidad financiera), como bajo la
forma de IED (resultado de la cuenta capital y financiera del balance de pagos) que,
a su vez implica la extranjerización de la propiedad del capital en el territorio
(participación de empresas extranjeras en el PBI; relación entre la ganancia de estas
empresas y las locales; volumen de remisión de utilidades y dividendos)

 Centralidad del comercio exterior, respecto del mercado interno, para la


realización de la producción local (análisis de la composición del consumo local
considerando la participación de las importaciones en el mismo; persistencia de
niveles elevados de pobreza; ausencia de infraestructura básica)

Como hemos adelantado aquí estamos presentando la justificación de un proyecto que aún
se encuentra en proceso, esperando contar más adelante con datos y experimentos que nos
permitan consolidar este marco teórico.

5. Conclusiones
Desde nuestra perspectiva el principal aporte de este trabajo que estamos comenzando
es brindar elementos para reflexionar acerca de cómo construimos teoría y cómo
cuantificamos nuestros objetos de estudio. Entendemos que esta perspectiva es central para
repensar los problemas de América Latina en la actualidad, superando la hegemonía del
pensamiento neoliberal que impuso formas de pensar las dinámicas sociales que aun están
vigentes y limitan, en muchos sentidos, nuevas formas de aproximarnos a las problemáticas
sociales.
Pensar sobre la vigencia de la teoría de la dependencia implica actualizarla,
reelaborando críticamente nuevas categorías de análisis y herramientas conceptuales que
den cuenta del cambiante contexto histórico y las nuevas configuraciones económicas,
políticas y sociales.
Esta actualización de la teoría de la dependencia implicaría también realizar un aporte
a las discusiones que se dan en la actualidad, tanto en el ámbito académico como político,
acerca de cuál sería un proceso de desarrollo deseable, cuál es el rol de la industrialización
en este proceso y cuáles serían las estrategias para alcanzar los objetivos.

21
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