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EDUARDO AZNAR VALLEJO

BERTA PICO GRAÑA

VIAJE DE EUSTACHE DE LA FOSSE (1479-1481)

Edición, traducción y estudio

CEMYR
CENTRO DE ESTUDIOS MEDIEVALES Y RENACENTISTAS DE LA UNIVERSIDAD DE LA LAGUNA
ÍNDICE

INTRODUCCIÓN .................................................................................................................................
EL MANUSCRITO. DATACIÓN DEL TEXTO ..........................................................................................
EDICIÓN .............................................................................................................................................
VOYAGE D'EUSTACHE DE LA FOSSE. VIAJE DE EUSTACHE DE LA FOSSE ............................................
ESTUDIO HISTÓRICO ..........................................................................................................................
EL MARCO HISTÓRICO ...........................................................................................................
EL RELATO DE VIAJE ...............................................................................................................
LAS REFLEXIONES PERSONALES .............................................................................................
ANÁLISIS LINGÜÍSTICO .......................................................................................................................
BIBLIOGRAFÍA.....................................................................................................................................
INTRODUCCIÓN

La presente edición del Viaje de Eustache de la Fosse es la primera española de un notable


texto de la expansión europea hacia África y de los libros de viajes en lengua francesa.
El relato, obra del propio protagonista de una extraordinaria aventura, presenta algunos
rasgos que lo singularizan dentro del conjunto de textos que integran la literatura de viajes en
lengua francesa1. Por una parte, posee el destacable interés de ser el primer texto en francés que
describe la ruta por las costas de África, aportando numerosos detalles sobre las escalas en Safi,
Canarias, Río de Oro, Cabo Barbas, Cabo Blanco, Cabo Verde, Isla de Los, Sierra Leona, los
bancos de Santa Ana, y en especial sobre la Costa de la Grana del Paraíso y la Mina.
De los relatos de viajes en lengua francesa anteriores a éste, un grupo está formado por
las traducciones realizadas a partir del siglo XIV de las relaciones de misión en Asia redactadas
en latín por franciscanos y dominicos desde el siglo XIII2. También Asia fue el destino —aunque
con objetivo diferente— del viaje de Marco Polo, cuya temprana versión en francés es conocida
como Devisement du monde o Livre des Merveilles. Otro gran grupo de textos de viajeros se orienta
hacia Tierra Santa, sobre todo las guías de peregrinos y los proyectos de cruzada 3, a los que se
pueden añadir las relaciones de peregrinaciones a los otros grandes centros occidentales, Roma
y Santiago 4 . Tras este conjunto de obras agrupadas muy esquemáticamente, el texto de
Eustache de la Fosse aparece como un testimonio en francés, verdaderamente excepcional e
innovador, de una aventura africana siguiendo la ruta iniciada por el relato —también
excepcional en ese contexto— de las crónicas francesas de la conquista de Canarias.

1
O francesa en sentido amplio, ya que por los años en que acaecen los hechos el condado de Flandes
todavía era feudo de la casa de Borgoña.
2
Así, hacia 1330 Jean de Vignay tradujo el Itinerarium de mirabilibus orientalium Tartarorum, de Odorico
da Pordenone o de Friul, del que también hizo traducción Jean le Long o Iperius, que trasladó al francés
otros varios relatos de viajes a Asia, reunidos en el célebre manuscrito conocido como Livre des Merveilles
—B.N. fr. 2810—, copiado hacia 1400 para el duque de Borgoña.
3
De la abundante bibliografía al respecto, vid., por la documentación y referencias que aportan, J.
Richard, Les récits de voyages et de pèlerinages, Turnhout, 1981 (Typologie des sources du Moyen Âge occidental,
fasc. 38); C. Samaron, «Projets français de croisade de Philippe le Bel à Philippe de Valois», Histoire
Littéraire de la France, 41 (1941), págs. 32-74.
4
Si bien la peregrinación al Purgatorio de San Patricio, en una isla del Lago Rojo, en el Ulster, no ha
generado propiamente una literatura de viajes, existen algunos textos breves que la relatan desde el siglo
XIV. Igualmente a finales de la Edad Media la «cruzada de Prusia» tuvo eco en la obra de varios escritores
franceses.

3
Otro aspecto que hace singular en su época la relación del viaje de Eustache de la Fosse
radica en que se trata de un raro ejemplo de relato de viaje comercial puro, relato por entonces
y en adelante extremadamente infrecuente, si no inexistente. En la literatura de ficción es cierto
que el viaje comercial había tenido cierto espacio a partir de la difusión del Apollonius, de cuya
leyenda se encuentran ecos en la literatura francesa (por ejemplo, en Guillaume d'Angleterre, de
Chrétien de Troyes). Y en lo que concierne a los viajes efectivamente realizados y su plasmación
literaria, indudablemente a partir de Marco Polo se produce el embellecimiento y el
ennoblecimiento de la aventura comercial. Pero, frente a lo que cabría esperar, cuando se inicia
la época de los grandes viajes, se tiende a silenciar los objetivos comerciales o a hacer que pasen
a muy segundo plano. Al incorporarse Francia a la era de los descubrimientos, sin duda trata de
conseguir un lugar en el comercio de ultramar y una parte en el reparto del botín colonial. La
política real de protección del comercio marítimo, iniciada a fines del siglo XV, dará lugar a una
serie de relatos de expediciones con fines comerciales que, sin embargo, se disimulan socapa de
empresas más elevadas de exploración científica o misión colonizadora, y en los que se recurre
frecuentemente al argumento humanista tradicional sobre el valor de los viajes, cuando no al
de la gran empresa «generosa»5. Frente a los relatos de viajes franceses a partir del siglo XVI, en
los que indefectiblemente se adorna el viaje comercial con pretensiones de prestigio ideológico,
el texto de Eustache de la Fosse «c'est l'aventure commmerciale à l'état brut»6.
Esta edición del Viaje de Eustache de la Fosse va precedida de una noticia sobre el
manuscrito de la Biblioteca Municipal de Valenciennes en el que está recogido el texto, así
como sobre la probable fecha de su redacción por el autor, posiblemente en dos fases. Sigue, a
continuación, una breve referencia a las ediciones del texto y a la exposición de los criterios con
que se ha realizado esta.
Dado que el manuscrito está en francés medio —lo cual limita grandemente el acceso al
texto—, su transcripción va acompañada de una traducción española, con objeto de que sea
asequible a un mayor número de lectores un relato que es merecedor de difusión.
El texto va seguido de un estudio histórico que se compone de tres partes: el marco
histórico, el relato de viaje y las reflexiones personales. La primera analiza las relaciones
hispano-flamencas y la vertiente africana de la guerra luso-castellana, como condiciones previas
para la realización de la empresa. La siguiente estudia la ruta seguida por la expedición,
situando sus datos en el marco de los conocimientos europeos de la época. La última parte está
consagrada a las observaciones de tipo etnográfico y de mentalidad, así como a los rasgos de la
personalidad del viajero.
Por ser el viaje de Eustache de la Fosse un documento no sólo histórico en sentido
amplio, sino también del pasado de la lengua francesa, el trabajo se cierra con un análisis
lingüístico de este texto que pertenece a una época particularmente interesante de la historia de
esa lengua. Si bien el periodo del «francés antiguo» ha sido objeto prioritario de investigación,
los textos pertenecientes al «francés medio» no han conocido la misma fortuna, por lo que no
es en absoluto ocioso entresacar las características más relevantes de la lengua de este

5
Vid. al respecto Friedrich Wolfzettel, Le discours du voyageur, París, PUF, 1996, págs. 134-142, que trata
con detalle de estos aspectos en el relato del viaje de Paulmier de Gonneville, y muy especialmente en el
de François Martin de Vitré a las Indias orientales y en el de François Cauche a Madagascar.
6
Ibidem, pág. 136.

4
documento. En el primer apartado se señalan los rasgos ortográficos de la escritura del texto en
el siglo XVI, cuando la transcripción de los sonidos está extraordinariamente diversificada. El
segundo está dedicado al análisis morfosintáctico, recogiendo las pervivencias de formas y
empleos heredados del francés antiguo y reseñando los propios de la lengua del momento, sin
dejar de mencionar los específicos del texto que no coinciden con los generales de la gramática
canónica. Se mencionan asimismo los rasgos picardos del manuscrito, y finalmente se alude al
léxico, destacando, por su excepcional valor documental, el pequeño léxico franco-guineano
recogido por Eustache de la Fosse.
El proyecto de realizar esta edición española surgió en el seno del Centro de Estudios
Medievales y Renacentistas (CEMyR) de la Universidad de La Laguna, centro de encuentro y
cooperación interdisciplinar que agrupa a una serie de medievalistas animados por el común
deseo de recuperar el espíritu universitario impidiendo que la especialización se convierta en lo
que Ortega y Gasset llamaba «la barbarie del especialismo». Fruto de este intento del CEMyR
de no reducir el campo visual a una porcíuncula de universo, antes al contrario, de esforzarse
por ofrecer una visión globalizadora, es este trabajo de colaboración sobre un documento cuyo
interés no se agota con la contribución de los autores.

5
EL MANUSCRITO. DATACIÓN DEL TEXTO

El relato del viaje de Eustache de la Fosse está contenido en un único manuscrito que
se conserva en la Biblioteca Municipal de Valenciennes (ms. 493, signatura Q.5.9), ocupando
poco más de cuarenta páginas (folios 446 a 467 recto y verso, en una segunda numeración) en
una copia realizada en 1548, tal como recoge el colofón (Escript le 29e de mars anno 1548), en el
que figura la divisa de Louis de la Fontaine —«Riens ne soit trop de la Fontaine»—, a quien
pertenecieron otros tres manuscritos conservados en la misma biblioteca, uno de los cuales
relata un viaje a Jerusalén realizado por Pierre de Boucq, ciudadano de Valenciennes, y los
otros dos contienen una historia de Valenciennes cuyo autor es el propio Louis de la Fontaine,
señor de Salmonsart. De este Louis de la Fontaine, llamado Wicart, se sabe que nació en
Valenciennes en 1522, y que murió en Lieja en 1587. A juzgar por los restos de su biblioteca,
debió de recibir una buena educación y poseer una cierta cultura. Perteneció al grupo de los
notables de su ciudad natal y en una fecha sin determinar realizó un viaje a Palestina y fue
admitido como caballero de la Orden del Santo Sepulcro.
El hecho de que Eustache de la Fosse peregrinase al monasterio de Guadalupe y a la
tumba del Apóstol Santiago salvó, sin duda, del olvido su viaje, e hizo que el texto mereciese ser
incluido en una compilación de relatos de peregrinaje, por los que Louis de la Fontaine
mostraba gran interés. El manuscrito 493 es de contenido apodémico, comprendiendo
asimismo una peregrinación a Jerusalén del comerciante de Valenciennes Jean de Tournai
(folios 1 a 315), y las diversas peregrinaciones de Georges Lengherand, consejero del duque de
Borgoña Philippe le Beau —a Roma, Jerusalén, el Sinaí, Nuestra Señora de Loreto y San
Bernardo— (folios 317 a 445), todas ellas realizadas hacia la misma época que el viaje de
Eustache, y conservadas en copias coetáneas.

La fecha en la que fue concluida la copia, 29 de marzo de 1548, es, evidentemente,


posterior a la de la redacción de Eustache de la Fosse. En cuanto a esta última, R.
Foulché-Delbosc, que publicó el texto a finales del siglo pasado, dice que Eustache «n’en écrivit
le récit qu’une quarantaine d’années plus tard»7, y con idénticos términos se expresa R. Mauny:
«il n'écrivit son récit que 40 ans plus tard»8, con lo que la redacción de los hechos acontecidos
entre 1479 y 1481 se habría realizado hacia 1520; los autores citados se basan sobre todo en las
alusiones del texto a la versión francesa del Mundus Novus de Américo Vespucio, que fue
publicada por vez primera en París en 1515, a la que remite al hablar de las Canarias:

Et y a plusieurs isles audict Canare, que vous // trouverez au libvre imprimé nommé le Nouveau
Monde et navigations faictes par Emeric Vespuce, Florentyn, et le trouverez audict libvre au chapitre
7e, feuillet 4e. Et y sont 10 isles (fº 447v, 448r).

7
R. Foulché-Delbosc, «Voyage à la côte occidentale d’Afrique, en Portugal et en Espagne (1479-1480)»,
Revue Hispanique, IV (1897), pág. 174.
8
R. Mauny, «Eustache de la Fosse - Voyage à la côte occidentale d’Afrique (1479-1480)», Boletim Cultural
da Guiné Portuguesa, IV, 14 (1949), pág. 181.

6
Sin embargo los estudiosos más recientes9 consideran que tales alusiones son, sin duda,
interpolaciones debidas al mismo Louis de la Fontaine, a quien atribuyen la copia, que solía
actuar con toda libertad modificando los manuscritos de su propiedad, tal como se ha
comprobado que ha sucedido con el de Lengherand. Una serie de indicios del texto permiten
suponer que muy probablemente hayan existido dos fases de redacción, una de ellas en el
primer trimestre de 1481, inmediatamente después del regreso de Eustache10, ya que sin duda
éste tendría que justificar ante su patrón la pérdida del barco y las mercancías; quizás podrían
apoyar esta hipótesis de una redacción concebida como alegato en descargo por el fracaso de la
expedición —y tal vez como desmentido a otras posibles interpretaciones o rumores— las
palabras con que comienza el relato: «Pour vous advertir de la vraye verité...». Por otra parte, de
las palabras del propio Eustache se deduce que era un hombre experimentado y ya no muy
joven cuando tiene lugar el viaje: había cumplido con anterioridad muchas otras misiones
comerciales con escala en España, y en Guadalupe o en Toledo se dirige a la posada en la que
dice j'avois acoustumé de loger les aultresfois paravant (fº 465r); asimismo, al ser apresado, se incluye
entre les principaulx retenidos por los portugueses (fº 450v); cuando los comisarios del rey
portugués ven su calvicie en la coronilla le preguntan si había sido ordenado pource qu'ilz avoient
perçupt ma coronne sur ma teste en les salluant (fº 458r); y al ser socorrido en Toledo por un
flamenco vendedor de libros impresos, su paisano dice de él que es un gran comerciante de
Flandes (ung grand marchant de Flandres, fº 465v). Con estos y otros indicios se podría concluir
que existían pocas posibilidades de que un hombre que ya no era muy joven pusiese por escrito
su experiencia cuarenta años más tarde, tal como pretendían R. Foulché Delbosc o R. Mauny.
Si a ello se añade que el ritmo narrativo, la reproducción de diálogos en discurso directo y la
viveza del relato de las peripecias acaecidas después de la evasión de la prisión portuguesa dan
pruebas de tal lozanía e inmediatez de los recuerdos que difícilmente podrían ser producto de
una escritura tras varios decenios, todo apunta a, al menos, una primera fase de redacción
próxima a los hechos.
El texto pudo haber conocido una fase final transcurridos unos doce años, pues en una
digresión sobre las «islas encantadas» en tiempo de la dominación musulmana de España se
menciona al final la conquista de Granada por los Reyes Católicos, en una frase que muy bien
podría ser una apostilla:

...en naviguant vismes plusieurs oyseaux voller, et disoient noz maronniers que // ces oyseaulx
estoient des isles enchantees, lesquelles isles ne s'apparoissent point, ad cause que ung evesque de
Portugal, avec toutz ceulx quy l'avoient voulu sievir, sy saulverent... Et lors ledict evesque, quy estoit
grand clerc sçavant l'art de nigromance, encanta lesdictes isles, et que jamais ne s'apparoistroient a

9
Vid. P.E. Russell, «Novos apontamentos sobre os problemas do “Voyage à la Guinée” de Eustaquio de
la Fosse (1479-1480)», Revista portuguesa de história, 16, 1 (1976), págs. 214-215, o la edición de D.
Escudier Voyage d’Eustache Delafosse sur la côte de Guinée, au Portugal & en Espagne (1479-1481), París, Éds.
Chandeigne, 1992, págs. 90-95.
10
Puede ser indicio de una redacción temprana el topónimo Aldeia das duas partes, que fue reemplazado
desde 1482 por São Jorge da Mina, tras la construcción de ese fuerte. Sorprende asimismo la ausencia de
alusiones al descubrimiento en 1482 de la desembocadura del Zaire por Diogo Cão, uno de los captores
de Eustache, o que, si la redacción fuera posterior a 1493, no aludiera al viaje de Colón (D. Escudier, op.
cit., pág. 94).

7
personne tant que touttes les Espaignes reseroient remises a nostre bonne foy catholicque
(fº455v-456r) ... la Grenade n'estoit point tottallement cristienne, car il restoit que la cité n'estoit pas
encores cristienne, et l'enchantement estoit qu'il dureroit tant que touttes les Espaignes seroient
cristiennes... Et depuis que la cité fut conquise, on y va tout a volonté ausdictes isles enchantees et sans aulcun
dangier, et par avant on les avoit jamays sceu veoir ne trouver (fº 457r).

Otro pasaje del texto prueba una redacción posterior: se trata del referido a las virtudes
curativas de la lepra de una de las islas de Cabo Verde, la Isla de las Tortugas, en el que se
menciona a un personaje llamado Jean de Luxembourg, aquejado de lepra, el cual, habiendo
encontrado en Gante a Eustache tras su regreso, decide partir con la esperanza de curarse y,
después de permanecer en las islas durante dos años, se disponía a volver a Flandes cuando se
vio sorprendido por la muerte, de la que tiene noticias Eustache por los criados que le habían
acompañado (fº 454v).
Se trataría, por consiguiente, de un texto redactado básicamente a finales del siglo XV y
conservado en una copia de mediados del siglo XVI. Estamos, pues, ante un documento que se
puede incluir sin mucho riesgo de inexactitud en el periodo conocido bajo la etiqueta de
«francés medio», cuyas características lingüísticas más destacadas se estudian más adelante.

EDICIÓN

El manuscrito 493 de la Biblioteca de Valenciennes, en el que está recogido el viaje de


Eustache de la Fosse, fue publicado por vez primera por el eminente hispanista francés
Raymond Foulché-Delbosc hace algo más de un siglo, en la revista que él fundó y dirigió, con el
título «Voyage à la Côte occidentale d'Afrique, en Portugal et en Espagne (1479-1480)»11. Esta
edición —durante cerca de cien años, e inexplicablemente, primera y única—, que presentaba el
texto transcrito con una grafía próxima a la usual para las ediciones de la época, fue utilizada
como base de una posterior versión fragmentaria en francés contemporáneo por Raymond
Mauny, que sólo tuvo en cuenta los pasajes relativos al África occidental y los necesarios para la
comprensión del relato12. En un pasado mucho más reciente, en 1992, Denis Escudier publicó
en Francia una nueva edición del texto13, acompañada de la traducción al francés actual y de

11
Revue Hispanique, IV (1897), págs. 174-201.
12
«Eustache de la Fosse - Voyage à la Côte occidentale d'Afrique (1479-1480)». Modernisation et notes
de Raymond Mauny, Institut Français d'Afrique Noire, Dakar, 1949, Boletim Cultural da Guiné
Portuguesa, IV, nº 14 (1949), págs. 181-195. Al basarse R. Mauny en la edición realizada por
Foulché-Delbosc, y no en el examen directo del manuscrito, la traducción presenta algunos pasajes
oscuros, en los que el traductor no tiene otra solución que reproducir en cursiva los términos de la
edición; así, cuando menciona el gusto a toncsiane que tenían los pájaros (pág. 192) —mientras que la
lectura joucsianne o joucsiame hubiera permitido la traducción por jusquiame ('beleño')—, o al hablar de
«une pomme rouge de reubyn» (pág. 185) —término registrado en el complemento del diccionario de
Godefroy bajo la voz rubis—; o, en fin, interpretaciones con las que no coincidimos, como cuando anota
outres ('ostrones') aclarando «sans doute une sorte de courge» ('calabaza').
13
Voyage d'Eustache Delafosse sur la côte de Guinée, au Portugal & en Espagne (1479-1481). Transcrit, traduit
& présenté par Denis Escudier. Avant-propos de Théodore Monod, París, Éditions Chandeigne, 1992.

8
una presentación, en una obra que, por su calidad, representa el justo reconocimiento del valor
y la atención que merece el texto de Eustache de la Fosse.
La actual edición española presenta ciertas discrepancias en cuanto a la lectura del
manuscrito respecto a la que hizo Foulché-Delbosc, si bien conciernen simplemente a algunas
grafías concretas que no alteran sustancialmente la interpretación14. Lo mismo ocurre, aunque
en menor medida, respecto a la excelente transcripción realizada por Denis Escudier, de cuya
lectura apenas discrepamos15.
La presente transcripción ha sido realizada a partir de la lectura del manuscrito de
Valenciennes, cuya copia ha sido obtenida merced a los servicios del Institut de Recherche et
d'Histoire des Textes.
Considerando que el texto presenta un notable interés documental, se ha procurado
realizar una edición lo más fiel posible al manuscrito. Pero, dado que no se trata de una
transcripción diplomática, han sido efectuadas algunas modificaciones gráficas destinadas a
facilitar la lectura, siguiendo las convenciones usuales entre los editores de textos franceses de la
misma época: la alternancia gráfica i - j y u - v ha sido resuelta reservando las grafías j y v para los
fonemas consonánticos, e i y u para los fonemas vocálicos; el único acento que se ha
introducido ha sido el agudo, para marcar la [e] cerrada tónica final; asimismo se han añadido
los siguientes signos auxiliares (ausentes o con presencia irregular en el manuscrito): apóstrofo,
cedilla, diéresis y signos de puntuación; se ha regularizado el uso de las letras mayúsculas, y se
ha procedido a la separación gráfica de palabras que aparecían unidas, salvo el adverbio tres
precediendo al adjetivo; las abreviaturas han sido desarrolladas. Se señala la división de página,
con indicación del número del folio, al que se remite en el análisis lingüístico.
El mismo afán de fidelidad ha estado presente en la traducción española, en la que,
pese a primar la correcta comprensión, no se han ahorrado al lector algunas de las reiteraciones
o de las construcciones sintácticas poco fluidas de las que adolece el texto.
La presentación simultánea de transcripción y traducción permitirá tanto el acceso a
este notable texto por parte del lector curioso, como las posibles enmiendas que merezca el
cotejo de ambas por parte del lector advertido.

14
Bastan como muestra algunos ejemplos del principio del texto. Así, donde el primer editor lee Callaix
Mallay, aultreffois, faillu, arrivasmes..., nosotros leemos Callaix Mallaix, aultresfois, faillit, arrivames.
15
La media de las discrepancias se reduce a la grafía de una o dos palabras por página, o a mínimas
divergencias de lectura, tales como «je devins sy-//-tres recraüt que je fus constrainct d'habandoner» (pág. 56),
que transcribimos como «je devins sy // tresrescrant que je fuz constrainct d'abandonner».

9
VOYAGE D'EUSTACHE DE LA FOSSE
Comentario [COMMENT1]:

COMENTARIO 1
A partir de esta página hasta el final de la
transcripción, la letra debe ser cursiva, y la
VOYAGE D'EUSTACHE DE LA FOSSE transcripción del Voyage irá en las páginas
pares, alternando con la traducción del Viaje,
que irá en redonda y en las páginas impares.
/446r/ Pour vous advertir de la vraye verité, moy, Eustace de la Fosse, natif de la Debe existir coincidencia del texto de las
páginas pares e impares, por lo que se hace
bonne ville et cité de Tournay, ay faict en ma jonesse la pluspart de che voiaige imprescindible una vigilancia atenta de la
contenu en che present libvre. numeración de los folios que va entre barras.
Cuando se haya comprobado que coinciden,
Et l’an de nostre seigneur MCCCCLXXIX que je partys de la bonne ville de se podrá suprimir en las páginas impares, de
Bruges et arrivay a L’Escluse par la veille de la Pentecouste, et incontinent que je eus la traducción española, tanto la numeración
como las barras.
disné nous montasmes en la mer et partismes pour tirer en Espaigne, ou nous
arrivasmes le sabmedy enssuivant au port nommé Larede. Et dela je m’en allay a
Bourghes, ou je fus l’espasse de troys mois faisant che que mon maistre m’avoit
chargiet. Et puis m’en allay par terre a Toullette, qu’il y a plus de XL lieues, et de la a
Corduva, aussy a bien XL lieues, et XXII lieues jusques en Seville, ou mon maistre avoit
envoiet la marchandyse que je debvois mener avecques moy pour aller a la Minne
d’Or. Et le tout trouvay prest que nostre facteur avoit preparet, et le tout chergiet en
la carvielle que nous avions affreté pour faire ledict voiaige.
Et descendismes de Seville, quy est une bonne ville audict Espaigne au pays de
l’Andelousie, et arrivasmes au port de Sainct Lucas de Baromede, ou aultresfoys
j’avoys esté. Et de la nous fumes en la Condade pour prendre nostre pillotte, lequel
demouroit en l’une /446v/ des villes de ladicte Condade. Et depuis nous vinsmes pour
venir en ung aultre port de mer nommé Callaix Maillaix, que aulcuns appellent
Gades, quy est auprés et en la bouche de l’Estroit de Gilbathar. Et en venant audict
Gades nous eusmes une bien grande fortune, tellement que en allant a la bolline il y
avoit ung trou endessoubz le bort du tillac, tellement que nous nous trouvasmasmes
[sic] merveilleusement plains d’eaue, et presque fumes tous noyez, et faillit soier des
tonneaux a en faire seaux pour puyser l’eaue que la pompe n’estoit pas assez
suffissante a l’espuiser. Et puis arrivames audict Gades et, en entrant dedens le port,
nous gliçames sur une roche, tellement que les navires quy estoient dedens le port
vinrent a nous pour nous donner secours et, a l’ayde de Dieu, nous passames sans
danger. Et fumes audict port jusques au second jour d’octobre, que fimes voille et
partimes pour faire nostre voiaige.
Et puis, nous estans deux journees en la mer, et nous survint une calme sy
grande que nous fumes huict jours tous plains sans aller ne cheminer de une lieue. Et
puis nous survint ung vent contraire si tresimpetueux que fumes constraintz a
retourner et rentrer audict port de Caillaix Maillaix, dict Gades, dont nous /447r/
estions partys ledict IIe jour d’octobre.
Et aprés que le vent fut bon, nous reboutasmes en la mer et arrivames par noz
journees a ung port de mer ou a une bonne ville de Mores blancz nommee Sapphir, en
Barbarie. Et, en vueillant entrer audict port, nous perçumes deux carivelles
portugaloises, lesquelz incontinent, quandt ils nous eurent perchutz, ilz se joingderent
prés l’ung de l’aultre, de peur que ne les assalissions. Et nous, che voiantz, passames
pardevant ledict port pour aller nostre voiaige, car ilz nous estoient ennemis et ne
voullions point combattre a eulx. Et quand vint a la minuict il s’esleva une tormente sy
treshorible et cruelle que nous criesmes a Dieu misericorde; laquelle tormente dura le
jour enssuivant toutte la journee, et tout vent a nous contraire, et fumes constrainctz
retourner dont nous veniemes, tellement que passames pardevant icelle ville de
Sapphir parfont en la mer en retournant vers Espaigne plus de LX lieues. Et puis le
premier jour de novembre, qu’il estoit le jour de Tous les Sainctz, le vent revint bon
pour nous et par ainssy nous retournasmes nostre bon chemin.
Et le jour des Ames arrivames derechief audict port de Sapphir et n’y
trouvames point lesdicts deux carvelles de Portugal, et ce adcause de ladicte
tormente, et furent constraintz en partyr, /447v/ car le port n’est pas bon en tormente.
Et aucuns de noz gens furent en la ville, ou ilz parlerent au Roy et pareillement aux
facteurs du Roy de Portugal, lesquelz estoient en ladicte ville quand la tormente
survint, et depuis leur navire les vint requerir. Et trouvons que depuis le port de Gades
en Espaigne, et dont nous partimes et vinsmes passer pardevant l’Estroit de Gilbatar
sans entreer dedens, mais tousjours glisçant devant la coste de Barbarye, en venant
audict port de Sapphir y a 180 lieues.
Et puis de la nous tirames vers les isles de Canare, et arrivasmes par noz
journees a la premiere isle de Canare, nommé Lanserot. Et, en entrant au port, nous
touchames en glisçant sur une roche, et sans danger Dieu merchy, ou nous fumes deux
ou troys jours. Et puys aprés fimes voille pour tirer nostre chemin et, a l’aprés disner,
nous passames pardevant une bien grande isle dudict Canare, nommé l’isle du Fer. Et
y croissoit force bois; nous en prinsmes nostre provision. Et ung de noz maronniers
genevoys se desroba de nous, et demora en ladicte isle et ne sceumes qu’il devint. Et
depuis Sapphir jusques a l’isle de Lanserot il y a environ 80 lieues. Et y a plusieurs
isles audict Canare, que vous /448r/ trouverez au libvre imprimé nommé le Nouveau
Monde et navigations faictes par Emeric Vespuce, Florentyn, et le trouverez audict
libvre au chapitre 7e, feuillet 4e. Et y sont 10 isles.
Et dela nous vinsmes passer pardevant une riviere venant de Barbarie, quy a
nom la riviere de l’Or, en laquelle riviere les Espaignols ont a coustume tous les ans
aller pescher contre le quaresme et en tout tampz. Et s’y prent beaucoup de bons
poissons a faire mollue. Et y a bien depuys ladicte Canare jusques ladicte riviere de
l’Ors, mais audeça il y a ung chief hault, quy s’appelle le chief Blanc, et a environ 240
lieues. Et puys on treuve ung aultre chief, quy s’appelle la Cappe de Barbes, et fault
toupier alentour de ladicte Cappe de Barbes. Et y a ung tresmauvais gouffre et pays
bas et dangereux, et est ou se perdyt Henry, facteur de Thomas Perrot, marchant de
Bruges, lequel facteur fit son maistre povre et, a celle cause et aultres, fit
bancqueroute. Et se rompit sadicte navire sur les bancques dudict gouffre, et se mirent
sur terre avec leur bottequin; prindrent vivres et armures et retournerent par terre
jusques a ladicte riviere de l’Or, en espoir de y trouver des pescheurs d’Espaigne, et
furent constrainctz eulx fortiffier sur ladicte riviere contre les Mores, ad cause que
lesdicts pescheurs s’en estoient rallez /448v/ en Espaigne. Et finablement y furent tous
murdrix de ceulx Mores de Barbarye. Et, Dieu merchy, nous trouvasmes le bon
chemin sans entrer audict gouffre. Nous le prinsmes plushault et tourpiames alenthour

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d’ung chief, et sans dangier.
Et aprés, par ung beau cler jour, nous decovrismes la Cappe Verde, quy
s’appelle le chief Vert. Et en approchant nous apperceumes 2 carvelles, dont l’une fit
voille et vint sur nous et nous sur luy, tellement que en la fin nous nous recognusmes.
Et estoit une quy se faisoit preste au port de Calix, dict Gades, quand nous partismes
pour aussy venir a la Mine d’Or. Et ad cause que avions eu tant de fortunes et esté en
tant de portz, il nous advança et nous passa. Et lors nous nous associames ensamble,
tellement que passames pardevant plusieurs rivieres et chiefz et beaucop de isles et,
entre aultres, l’isle des Ydolles, dont cy aprés en sera parlé quand il viendra a propos
et tout a la verité.
Et aprés plusieurs journees vinsmes a la Serre Lyonne, quy est dict le chief
Lyonne, comme il appert du Chief Vert dont est parlé cy devant. Vous le trouverez au
libvre susdict, au cappitre 24 et au mesme fueillet, et aussy du susdict chief Lyonne,
fueillet 33. Et puis on vient aux basses Saincte Anne, qui est mer plain de rochiers et
bien dangereux a /449r/ passer, quy dure largement 20 lieues.
Et puis, par plusieurs journees, nous arrivasmes ou se vend la granne de
paradys, qui est bien belle choze a veoir comme elle croist tant beau. Il croist comme
faict le houblon en nostre païs, sur longues harcelles, et les foeilles sont aussy grandes
comme foeilles de docques, et le fruict en quoy il croist est gros et rouge comme une
pomme rouge de reubyn, et la coste de ladicte pomme est espés comme ung gros rent
d’ung cousteau, et au tailler blanc comme la moulle de ung jong ou de sehuc. Et s’y
font des fardeaux de ladicte graine empacquez desdictes foeilles et cordeletz de
leursdictes harcelles pesant 10 lbz, 20 lbz, 30 lbz, et bien faict quarez. C’est une fort
plaisant choze a veoir.
Et sont ces hommes tout nudz, seulement les parties honteuses couvert. Et sont
assez bonnes gens et se fioient fort de nous, car ilz venoient hardiement en noz
carvelles. Mais ilz sont larrons, car j’avois ung cornet de vache a mettre de la pouldre
de graine de paradys, que nous mettions sur noz viandes, a la fachon des cornetz a y
mettre pouldre de canon, lequel cornet couchoit a terre sur le tillac; mais quant ilz
eurent achevé de besoigner avec nous, ilz prindrent ledict cornet et le gecterent en la
mer, et puis il saillit en la mer aprés ledict cornet et sy entra en son almadye, quy sont
petittes barques longues et estroictes bien faictes et /449v/ bien tenneve, faictes tout
d’une piece aigüe devant et deriere, et s’y vont en chacune trois personnes ou quattre
au plus, et y sont a genoulx, et ont en leurs mains chacun ung baston long d’une
aulne, et au bout une asselette, longue ou quarree, de quoy ilz navigent bien rade.
Et aussi ilz nous amenoient des femmes et enffantz a vendre, que nous
achaptasmes et puis nous les revendismes la ou nous les trouviesmes a revendre. Et
nous coustoient la mere et l’enfant ung bachyn de barbieur et 3 ou 4 grandz anneaulx
de letton d’achapt. Et puis, quandt nous estions a la Minne d’Or, nous les
revendiesmes bien 12 ou 14 poix d’or, et chacun poix est 3 estrelins d’or, quy estoit
bien grand gaing.
Et aprés que eusmes long tampz frequenté ladicte coste, nous tirasmes vers la
Minne d’Or, et arrivasmes le sabmedy 17e jour de Decembre audict an 1479, dont le

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sabmedy enssuivant fut le jour du Noel. Et laissames l’aultre carvelle a la coste de
ladicte graine de paradis, car ilz en vouloient encoires avoir, et des esclaves pour les
amener vendre a ladicte Minne. Et avant de partir arriere l’ung de l’aultre, nous
gectasmes lot lequel de nous deux yroit plus oultre 6 lieues, ad cause qu’il y a deux
portz a ladicte Minne d’Or, /450r/ dont la premiere a en nom Chama et l’aultre, quy
est 6 lieues plus loing, se nomme l’Aldee duos partz, et ce ad cause qu’il y a deux
villaiges, et y a ung traict d’arc de l’ung a l’aultre. Et il m’eschey le lot d’aller les 6
lieues pluslong et, a celle cause, je partys l’endemain que je fus arrivé a ladicte Minne
pour aller a mon lieu assigné. Che fut le dimence devant le Noel. Et puis nous
prinsmes nostre seüreté du manse et du caremanse, qui sont le roy et le viceroy. Et le
lundy, que fut l’endemain, nous allasmes a commencher a vendre. Mais nous ne fimes
ghaires les premiers 4 ou 5 jours, tant que les marchantz demeurans en pays en
fussent advertys de nostre venue. Et puis nous perchumes les berenbues, quy
descendoient des montaignes et venoient pour achapter noz marchandises.
En ce pays la les marchantz s’appellent berenbues. L’or s’appelle chocqua.
L’eaue s’appelle enchou. Vous soyez les bien venus l’on y dict berre bere. Et le jeu
d’amours on y dict chocque chocque. Barbero c’est ung enffant. Baa c’est blanc.
Barbero blaa c’est ung blanc enffant. Toille c’est fouffe. Coucque roucq c’est ung
poullet. Coucque roucoucq agnio ce sont oefz. Bora c’est ung anneau a bouter au bras
de letton. Dede c’est bon. Fanionna c’est maulvais, etc.
Et le nuict des /450v/ Royx, que fut par ung merquedy, au matin tempre et
faisoit grosse bruine, voicy 4 navires portugaloises quy vindrent descharger leur
artillerie sur moy, par telle fachon qu’ilz nous subjuguerent et fumes mys a merchy. Et
le jour de devant ilz avoient prins l’aultre de nostre compaignon; et en venant par la
mer ilz en rencontrerent une aultre, qu’ilz ramenerent avec eulx a ladicte Minne. Et
fumes tout pillez. Et puis, pour che que estions grant gens prisonniers, ilz baillerent
l’une de noz carvelles aux maronniers et aux povres compaignons avec de l’eaue,
biscuit, une voille, une ancre, et les renvoierent au Pere et au Filz. Et ainssy ilz
retournerent en Espaigne. Et les portugalloys nous retindrent les principaulx pour
nous mener au roy. Et tous les jours nous aidions a vendre nostre marchandise, qu’il
nous avoient pillez. Mais nous aultres, quy fumes retenus, on nous repartit en
plusieurs navires, a l’une 4 a l’aultre 6. Je fus mis avec ung bon chevalier nommé
Fernand de les Vaux, lequel me traicta bien honnorablement. Mais, pource qu’il avoit
commission d’aller 200 lieues pluslong, je requis /451r/ estre mys en l’ung des
bateaux quy demoroient en ladicte Minne, ce que me fut accordet. Et fus mis en la
navire d’ung nommé Diago Can, quy estoit ung bien rebelle fars, et ne fus point sy
bien traicté comme paravant, dont en eus la patience. Lequel Diago Can achapta ma
carvelle au butyn et, comme dict est, je aidois tous les jours a vendre ma marchandise,
et leur en rendoy compte tous les soirs.
Et une fois, comme j’allois parmy les rues, je portois vendre deux bachins, je
fus appellé en l’une de leurs maisons, cuidant vendre mesdicts bachins. Et quand je
fus entré dedens, je y vidz plusieurs femmes estant droictes et parlantes ensamble,
jusques au nombre de 5 ou 6 parlamentant ensamble. Et en tenant mes bachins en

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chacune de mes mains, je ne sçay comment ces femmes m’enchanterent, que je laissay
mes bachins et m’en partys hors de ladicte maison. Et quand je fus par les rues loing
de 2 ou 3 maisons, il m’alla souvenir quelle choze j’avois faict de mesdicts bachins, et
retournay incontinent en ladicte maison, et entray dedens et n’y trouvay personne. Et
vela une josne garce quy me vint sievyr, me demandant sy je vouloye chocque
chocque, et se va commenchier a oster ses braies pensant /451v/ que la voulsisse
tribouller, dont je ne avoys point de volonté, tant estoys ennoieux de la perdition de
mes deux bachins, lesquels demorerent perdus.
Et ainssy demorames la vendant jusques au jour des quaresmeaux includz. Et
quant nous fumes prestz pour partir, voyez cy arriver les 2 carvelles quy estoient allez
200 lieues plusavant au rieu des Esclaves, desquelz en ramenerent grande quantité,
bien chacun 200, et en vendirent la pluspart en ladicte Minne d’Or. Mais neantmoins
nous partimes le mesme soir du jour des quaresmeaux pour revenir vers Portugal. Et
fus remys en ma propre carvelle, laquelle Diago Can avoit achapté au butyn, et avoit
en nom madicte carvelle La Mondadine.
Et navigasmes tellement a force de grant vent que nous gaignames celle nuict
le chief quy se dict la Cappe des 3 Pointes. Et ne sont que 12 lieues de ladicte Minne,
mais le courant y est sy tresfort que souvent on y est 10 ou 12 jours avant que on y
puist arriver.
Et aprés, par noz journees, nous vinsmes a la Manighette, qui est la coste de la
graine de paradys /452r/ paradys [sic], ou nous achaptames derechief de ladicte
graine et des esclaves que nous amenasmes en Portugal. Et les Mores dudict lieu nous
apportoient a vendre des oustres de merveilleuse grandeur, tellement qu’ilz estoient
aussy grandz comme le tiers d’une aulne de large, car d’ung oustre nous en fismes 5
ou 6 morseaulx, et estions constrainctz a les boullir, car a les menger crudz ilz nous
faisoient abominer ad cause de leur grandeur; et ainssy, quittes avec de la graine de
paradys estampez en pouldre, nous les trouvions tresbons en ce bon tampz de
quaresme. Et sy avions largement de bon rys et de bon bure faict de laict de chievre et
du bon miel. Je demanday a cestuy quy estoit ordonné estre nostre pillotte dont venoit
ce bon rys, qu’ilz avoient miel et bure. Ilz me dirent comment, en venant pour nous
prendre, ilz estoient arrivez aux isles des Ydolles, dont devant est faicte mention, que
ilz mirent l’une de leurs navires en secque le voulant le despalmer et nettoier. Et estoit
ja toutte rescuree, ilz estoient allez pour disner aux aultres carvelles, et avoient layssé
seullement 2 paiges dedens ladicte carvelle estant a secque. Lesdicts 2 paiges
commencerent a crier, ad cause que les Mores estoient venus rompre /452v/ une
asselle par bas a ladicte navire et commenchoient vouloir entrer a pillier ce qu’il y
avoit. Et incontinent de entrer aux bottequins et aprés eulx, tellement qu’ilz furent
poursievis pardedens leur villaige, et a force de traict furent boutez dehors. Et y
trouverent les Portugaloys que ces Mores faisoient leur aoust, et en la place quy est
leur marchiet y avoit plusieurs grandz mons de rys, et a force de gens tout fut apporté
aux navires. Et puis allerent pillier leurs maisons, ou ilz trouverent belles buires
plaines dudict bure et bon miel blanc, de quoy nous assaulsiames nostre rys. Et ainssy
nous passames bien aises nostre quaresme.

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Et puis, en allant et venant parmy icelle coste de la graine, quy dure 30 lieues,
nous passames le tampz en recoeillant de ladicte graine et des esclaves, et y en
achaptames plusieurs femmes et hommes et enffantz, lesquelz nous ramenasmes en
Portugal.
Et ainssy en naviant, je me fis sy bien du pillotte qu’il me monstra des bonnes
choses pour naviguer et conduire une navire par la mer, et a compasser la carte pour
aller d’ung pays en ung aultre, et sçavoir faire le compt des /453r/ lunes, et
pareillement quand il sera et eschera le quaresme, les Pasques, et tout sur le doigt.
Et en estant en ladicte coste, ce Diego Can me veult ravoir en sa navire, et y
fus. Et ainssy je ne fus point sy bien traicté comme j’estoys avecq le S r Fernand de les
Vaux, avec lequel j’avois esté la premiere fois mys, mais, pource qu’il debvoit passer
200 lieues oultre ladicte Minne, je fiz tant que n’allay point sy loing et demoray a
ladicte Minne Et nous estantz a la coste de ladicte grainne, voiez cy arriver les deux
navires lesquelles avoient vendus la pluspart de leurs esclaves qu’ilz avoient esté
achapter audict rieu des esclaves, et avoient eu beaucoup d’or pour iceulx esclaves en
ladicte Minne de l’Or, dont j’en fus bien joieulx de leur venue.
Et par ainssy nous fimes tant par noz journees que nous arrivasmes aux Serre
Lionne, qui est le chief Lionne, comme est dict cy devant. Et une bonne lieue en la mer
arriere ladicte montaigne il y a 2 ou 3 petites isles, ausquelles nous mismes noz
navires a secque affin de les despalmer et nettoier. Et moy estant la, je procuray
tellement que je fus remis en la navire du bon Sr Fernand de les Vaulx, lequel m’avoit
bien traicté quand je fus la premiere fois mis avec luy. Et tandis que on despal- /453v/
moit nosdictes carvelles, nous allions jouer parmy l’une desdictes isles, laquelle estoit
plaine d’arbres et bois croissant, mais il n’y croissoit nulz fruictz bons a manger. Et
ne sçavions a quoy passer le tampz entretant que on nettoioit nosdictes navires a
plusieurs journees l’ung d’entre l’aultre, et l’aultre aprés. Et puis je me despouillay
tout nud et baignay en la mer. Et ne passa ghaires de tampz que tout ne fut bien
rescuret et mys a point. En aprés nous rechargames noz navires et entrames dedens.
Mais une des femmes mores que nous avions achapté en la graine de paradys se
absconsa et se mucha dedens ladicte isle, tellement que ne la sceumes retrouver et
partimes sans la recouvrer. La derniere de noz navires venant tout derriere
l’apperceut qu’elle s’estoit boutee en la mer et nageoit pour venir au travers a la
Montaigne Lyonne, laquelle estoit habitee de Mores, ou elle se cuida saulver et nous
escapper. Ilz allerent a force de rymes a tout leur bottequin et la recouvrerent et la
nous ramenerent.
Et puys nous allames dedens le grant port dudict chief Lyonne, la ou nous nous
rafrescimes et prismes de l’eaue doulce et y fimes la buee /454r/ en la belle et clere
fontaine audict chief. Les maronniers me dirent que on y treuve la pierre de aymant
quy tire le fer aprés luy; je ne sçay sy c’est verité. Et y fumes la quelque deux jours. Et
nous estantz la, j’acheptay de aulcuns de noz maronniers une aulne de drap de
Londres escarlate pour moy faire une paire de chauces en passant le tampz en venant
sur la mer. Je sçavois bien faire chauches, car en ma jonesse mon pere me l’avoit faict
apprendre, tellement que je feis mes chausses. Et plusieurs compaignons et

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maronniers me prierent de leur en faire. Les aulcuns me paioient et les aultres non,
tellement que je gaignay un bon floryn et mes chausses frances.
Et pour venir a nostre propos, comme dict est, je fus remis en la navire ou
j’avois premiers esté repartis quand nous fumes prins et aussy avant qu’il partit pour
aller au rieu des Esclaves. Et de ce jour en avant je fus bien traicté et me fit on
tresbonne chiere.
Et puis, par espace de tampz nous arrivasmes aux isles quy sont a l’opposite du
chief Vert, dont nous avons cy devant parlé. Et sont lesdictes isles en nom- /454v/ bre
10, et n’en y a que l’une habitté. Esquelles isles l’homme ou creature ladre s’y guarist
en l’espace de deux ans. Et de faict fumes en l’une desdictes isles non habitees et y
avoyt deux hommes ladres pour eulx y curer. Je ne parlay point a eulx; ilz estoient au
parfont de ladicte isle, je n’y allay fors a l’entree. Et y peschasmes beaucop de
poissons en 2 ou 3 jours, tellement que nous en vesquimes plus de six sepmaines. Et y
prismes une grande tortue, que nous mengeasmes et le trouvasmes tresbonne.
Desquelles tortues le ladre se guerit en les mengeant et se oingdant du sang et de la
grasse a assaulcer touttes ses viandes, et par ainssy au bout de deux ans ilz se treuvent
bien purgez et guaris de leur lepre. Et de faict je me trouvay a Gand quand je fus
retourné dudict voiaige, ou lors estoit Syre Jehan de Luxembourg. Estant adverty
comment j’avois esté audict lieu, fut bien joyeulx de sçavoir de moy la maniere de la
guarison, quy depuis y alla et se tint en l’isle de Sainct Jacques par l’espace de deux
ans et se trouva tresbien guary. Et se preparant pour /455r/ retourner, la malladye de
la mort le surprint et y trespassa, comme depuis je fus adverty par aulcuns de ses
serviteurs quy avoient faict le voiage avecques luy.
Or, pour revenir a nostre propos, ces tortues sont bien grandes, car on faict de
leur escaille ung bien bon pavays et grand a soy couvrir quand il est besoing de
batailler. Et, comme dict est, nous y prinsmes tant de poissons que nous en eumes
assez a menger tant que fumes arrivez en Portugal. Et en peschant nous alliesmes
jouer sur l’isle, et y prenismes des oyseletz quy ne s’espovantoient point de nous, car
jamais n’avoient veu personne et ne sçavoient point que c’est de gens. Et puis nous les
rotismes et mengiesmes, mais il sentoient au goust fort la joucsianne; c’est ung
quartier ou il en croist, et de cela se nourrissent les oyseletz. Puis nous allions veoir
pescher aux poissons noz maronniers, ou je sceus ung quy print deux poissons d’ung
hangin, ad cause que le hangin du premier passa parmy la bajoue et puis vint ung
aultre poisson quy reprint ledict hangyn a tout l’amorse, et ainssy furent /455v/ toutz
deux prins. Et l’ung de noz maronniers, en fendant et nettoiant le poysson sur le bat de
la navire, il laissa tomber son cousteau qui estoit sans pointe, et tantost aprés fut ung
poisson prins et, en le fendant, on trouva en sa pance ledict cousteau.
Et est la une coustume que, quand la mer s’est retiree, il croist sur le gravier
du sablon de l’herbe, et ces grandes tortues y vont paistre, et puys les gens de l’isle les
vont tourner che dessus dessoulz a tout aultant qu’ilz en pevent trouver, et apréz les
vont tuer et, au sang d’iceulx, ilz baignent les infectz et mallades de ladicte lepre
dedens ledict sang, et quand ilz sont secz ilz se treuvent deux ou trois jours sy roidz
qu’ilz ne se peuvent bouger, et les fault appasteler comme a ung josne oysiel. Et puis

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aprés ilz se treuvent tresbien et cela les restrainct fort. Et par dedens ilz se purgent a
menger dudict poisson et grasse de ladicte tortue, a fachon que en continuant, au bout
de deux ans, ilz en sont bien guaryz, comme dict est.
Et aprés nostre pescherie passee, nous mismes le voile vers le païs de Portugal
et eusmes plusieurs jours vent a demy quartier. Puis aprés eusmes tresbon vent, et en
naviguant vismes plusieurs oyseaux voller, et disoient noz maronniers que /456r/ ces
oyseaulx estoient des isles enchantees, lesquelles isles ne s’apparoissent point, ad
cause que ung evesque de Portugal, avec toutz ceulx quy l’avoient voulu sievir, s’y
saulverent. Et fut devant le tampz de Charlemaigne, roy de France, que touttes les
Espaignes furent conquises des sarrazyns: Arragon, Grenade, Portugal, Gallisse, quy
sont tout comprins du reaulme d’Espaigne. Et lors ledict evesque se saulva avec tous
ceulx quy le voulurent sievir, et furent plusieurs navires lesquelles arriverent esdictes
isles, comme me fut compté par les Portugaloys. Et lors ledict evesque, quy estoit
grand clerc sçavant l’art de nigromance, encanta lesdictes isles, et que jamais ne
s’apparoistroient a personne tant que touttes les Espaignes reseroient remises a
nostre bonne foy catholicque. Mais souvent les maronniers voioient les oiseaux de
ladicte isle en naviguant en icelluy quartier, sans jamais povoir veoir riens desdictes
isles ad cause dudict enchant.
Or est le cas tel que, moy communicquant audict pays d’Espaigne, que le roy et
la royne d’Espaigne, meuz de bonne foy, se mirent a vouloir reconquerre le reaulme
de Grenade. Et de faict par grande espace de tampz ilz conquirent tout /456v/ le pays,
tellement qu’il ne resta que la grande cité de Grenade. Et tandis qu’ilz estoient en
siege devant ladicte cité, les navires de Portugal alloient journellement en l’isle de
Madere, ou croist le çucre, comme il est contenu au libvre susdict avec la condition de
ladicte isle, parquoy avez entendu que les portz de mer de ladicte isle sont fort
dangereux par grand tormente de mer, et fault lors que les navires se partent et voient
la ou Nostre Seigneur les veult conduire.
Et en ce tampz que le siege estoit devant ladicte cité de Grenade, il y avoit une
navire de Portugal au port de ladicte isle de Madere, et, par une tormente de mer quy
survint, il faillit qu’elle prinst son cours en la mer, en delaissant les gens et le
bottequin quy estoient allés en l’isle. Et par fortune de ventz arriverent en une isle en
la mer, et y trouverent ung tresbeau et bon port, ou ilz entrerent a sauveté. Et, aprés
avoir mis leur ancre, ilz regarderent en terre, ou ilz vidrent les gens du païs aller et
venir. Mais, ad cause qu’ilz avoient laissé leur bottequin derriere quand ilz partirent
du port de l’isle de Madere, ilz ne peurent parler ne aller en terre, ne pareillement
ceulx de la terre ne vindrent pas parler a eulx. Mais esti- /457r/ moient que c’estoit
l’une desdictes isles enchantees, et qu’elle se començoit a apparoistre pourche que
toutte Espaigne estoit quasy toutte cristienne, et que l’enchantement seroit expiret,
comme il advint brief apréz. Et ainssy, par bon vent la navire retourna a ladicte isle
de Madere et racompta tout ce qu’ilz avoient trouvé a ceulx de l’isle de Madere et a
leurs capitaines, qu’ilz avoient laissé quand ilz furent constraintz eulx en aller par
ladicte tormente. Et, aprés qu’il eurent achevé de chergier leur navire, ilz s’en
retournerent vers le pays de Portugal, et, en arrivant auprés de la cappe Sainct

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Vincent, la tormente fut sy grande que la navire tappa parmy ung rocher et se perirent
tous. Et ce fut, comme aulcuns dient, que quand l’isle encantee fut descouverte que la
Grenade n’estoit point tottallement cristienne, car il restoit que la cité n’estoit pas
encores cristienne, et l’enchantement estoit qu’il dureroit tant que touttes les
Espaignes seroient cristiennes. Et a celle cause ilz perirent. Et depuis que la cité fut
conquise, on y va tout a volonté ausdictes isles enchantees et sans aulcun dangier, et
par avant on les avoit jamays sceu veoir ne trouver /457v/.
Et pour parsievir nostre voiage, comme dict est, vous sçavez comment en
revenant vers Portugal de mondict voiage nous vidmes en la mer des oyseaux voller,
et que n’estions a nul costé prés de terre, parquoy les maronniers disoient que
c’estoient les oyseaux des isles enchantees, et lors on n’avoit point encoires
commenchiet a vouloir conquerre le royaulme de Grenade. Et sy povismes bien estre
plus de 200 lieues arriere de touttes terres et de touttes isles.
Et au surplus, aprés plusieurs journees, nous arrivasmes au païs de Portugal
par la veille de Pentecouste, environ la minuit, et jectames noz ancres a l’opposite de
Cascalaix, quy est en la bouche de la riviere de Lyssebonne audict Portugal. Et
l’endemain, jour de Pentecouste, fut depescé ung poste envers le roy a luy fere sçavoir
comment les navires de la Mynne d’Or estoient arrivees, et qu’ilz nous trouveroient en
ung aultre port nommé Setomire. Et ce ad cause qu’il y avoit la peste a Lyssebonne. Et
par ainssy nous allasmes audict Setomire, auquel lieu les commissaires du roy
vindrent pour visiter quelles chozes sesdictes navires avoient ramené de ladicte Mynne
d’Or et de la /458r/ grainde [sic] de paradys, et aussy quel butyn ilz pooient avoir
faict sur nous aultres. Et finablement, aprés avoir reçupt le tout, lesdicts commissaires
demorerent es navires, et fumes par le capitaine amenez en la ville et livrez a la justice
et mys es chaines et prisons de ladicte ville bien enchainez.
Et puis, aprés certain tampz de 15 ou 20 jours, vindrent aulcuns commissaires
en ladicte ville de par le roy pour nous examiner, et on nous menoit toutz enchainez a
leur logis auprés de notre prison, l’ung aprés l’aultre. Et quand ce vint a mon tour, et
que je fus mandé et qu’il m’eurent examinet, ilz regarderent sy j’avois mes deux
aureilles et sy j’estoys des ordes, c’est a dire sy j’avois coronne, pource qu’ilz avoient
perçupt ma coronne sur ma teste en les salluant. Et ce pendant l’heure du disner
approchoit, ilz me retindrent au disner avec eulx et eumes plusieurs et beaucoup de
devises. Mais, a ce que je peuz entendre de mes compaignons, ilz n’avoient faict tant
d’honneur a nulz de eulx tous comme ilz me firent de m’avoir retenu au disner avec
eulx. Et finablement, aprés touttes ces choses, ilz /458v/ nous vindrent condamner a
estre tous pendus ad cause d’avoir esté en ladicte Minne sans le congiet du roy, de
laquelle sentence nous portasmes pour appellantz.
Puis, aprés quelques trois sepmaines, le roy nous envoia querir pour venir
parler a luy et fumes menez en ung bateau en ung lieu nommé Alquasser de la Sal. Et
est ung grand village ou on faict le sel en Portugal, et est noeuf lieues en pays. Et y
trouvasmes des montaignes de sel plus grandes que une bonne maison, faict tout
ainssy comme on faict des moyes de fagotz. Et y en vidz plusieurs telles montaignes,
que les riches marchantz en font leurs tresors en attendant qu’il soit bien en vente. Et

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me fut dict que aulcunesfois il est bien advenu que, quand la mer s’esmeut fort et
qu’elle croist hault sur la terre, qu’elle lave tout et tout s'en reva en la mer, dont ilz
ont grand dommage. Et nous illec arrivez, fumes tous mys en une grange et enchainez.
Et l’endemain nouvelles vint du roy qu’il estoit adverty comment on moroit de la peste
en la ville dont nous venions, parquoy fut commandé de nous y remener, ce quy fut
faict. Parquoy le jour /459r/ enssuivant on nous y remena, et y fumes jusques la
surveille Nostre Dame d’Aoust.
Et ce tampz pendant nous praticquasmes tellement avec le custode de la prison
qu’il nous aida a escaper par ung sabmedy par nuict, dont l’endemain dimence estoit
la surveille Nostre Dame, lequel nostre custode se debvoit trouver en la cité de Seville,
ou nous luy avions prommis par paier jusques a la somme de 200 ducatz. Et aprés que
nous fumes defferrez, il nous ouvrit la prison, et nous venus sur les rues nous prismes
des pierres de la chaussee pour nous deffendre s’il eust esté besoing. Et ainssy nous
allames sur la muraille de la ville, et a tout noz linceux, que avions descousus et lyez
ensamble, nous avallasmes aux champz. Il n’y a nulz fossetz en che pays la.
Et puis nous mismes a cheminer et fimes environ deux lieues et demye. Et le
jour commenchoit a venir et recontriesmes des gens, par quoy nous boutasmes en ung
gros buysson et fumes la tout le dymence. Quand ce vint envers VI heures du matyn
nous vidmes des chevaulceurs acourir, quy venoient aprés nous; et par ainssy nous
demorasmes la jusques a la nuict, que lors nous remismes a cheminer. Mais je devins
sy /459v/ tresrescrant que je fuz constrainct d’abandonner, ce qu’ilz me laisserent
bien envis, en protestant que sy j’estois prins que je ne leur en demanderoys riens. Et
par ceste maniere je demoray seul, et eulx a cheminer, et moy tout bellement, et puys
je me reposoye et puys je cheminoie.
Et quandt ce vint sur l’aube du jour, vela des mulletiers quy vont venir, et je me
muchoys deriere ung buisson. Et puis encoires aultres mulletiers quy vont venir, et
j’avois sy tresgrand soif que je leur allay demander a boire. Lors me va dire: Tu es
ung des prisonniers quy sont escappez. Je faingdis que je ne l’entendois point. Lors il
me dit que nostre tourier estoit prisonnier a une demye lieue de la, mais se je luy
voulois donner mes chausses que j’avois chainct qu’il me bailleoit conseil comment
j’escapperoye, che que je fyz, et sy me demanda mon manteau velut de bernez et je luy
donnay. Il me dict: Cheminez encoires ung traict d’arc, vous trouverez ung plat rieu et
buvez, et puis vous boutez en ung buisson jusques a la nuict, et aprés passez devant la
maison ou est vostre tourrier enferré, et vous en allez vostre chemin.
Et puis, quand j’euz perdu la veue de luy et de m’en aller a travers champz et
me mys derriere ung gros buisson, et la demoray toutte la journee. Et puis, quand il
fut nuict, /460r/ je revins vers mon chemin et cheminay tant que je vins a ladicte
rivierette, et puys, sans la passer, je montay encontre mont tant que je vins en ung
petit bocquet, et entray dedens et sy m’allay coucher sus et auprés de ladicte
rivierette. Et demoray la toutte la nuict, quy estoit la veille de ladicte Nostre Dame
d’Aoust, et l’endemain tout le jour, quy estoit tout le mardy, en faisant des soupes en
ladicte rivierette. Et puis, quand la nuict fut venue, il faisoit clere lune; je n’osoye me
bouter en chemin tant que la lune fuist couché. Et apréz je retournay en mon chemin et

20
passay ladicte rivierette, et vins a la maison ou avoit nostre tourier est prisonnier,
laquelle estoit ouverte et y avoit de la lumiere ardant. Je y passay bien legerement et
sy me mys a cheminer tout le chemin, tant que je trouvay a la main droicte une sente
en laquelle je me mys a cheminer.
Et quand je euz allé environ ung quart de lieue, j’arrivay en ung tresbeau
villaige et vins en la place ou j’ouys courir une fontaine, et je buz tout mon saoul deux
ou troys fois. Et povoit estre une heure aprés minuit. Puis je me mys a cheminer
jusques au jour. Et, l’aube du jour venue, je me mys entre des buissons tant que la
nuict fut venue. Et puis je me mys a cheminer /460v/ toutte la nuict tout bellement, et le
jour venu j’avois sy tresgrand soif et regardoys tousjours aprés des fontaines. Je
trouvay une sente quy descendoit en une grande vallee. Esperant trouver de l’eaue, je
y avallay bien fort bas et y trouvay une belle clere fontaine ou les pastoureaux des
champz se y venoient rafreschir, ausquelz je demanday sy on ne vendoit pas la
quelque part du vin, car je me trouvois foible ad cause que j’avoys esté par plusieurs
jours mal noury. Et ilz me dirent que ung bien peu plus en hault, sur la montaigne, je y
trouveroys une mayson ou on vendoit du vin. Lors je me mys a monter en hault et y
parvins. Et demanday a l’hoste qu’il me tirast du vin, et il me dict que le soir devant
ilz avoient eu des hostes quy avoient tout but; sy je voulloys garder sa maison, ilz en
yroient querir en ung villaige bien prochayn, ce que luy accorday. Et de faict je
demoray la et me assiz a une table entretant qu’il en alloyt querir deux grosses
buyres.
Lors voyez chy venir deux hommes quy bucquerent a l’huis, et moy de riens
parler ne respondre. Et ilz trouverent l’huis ouvert et me trouverent assyz a la table;
ilz me demanderent pourquoy je /461r/ ne leur parloye ne respondoye point. Je leur
dis que je ne sçavois parler leur langaige. Lors me dict l’ung: Vous estes l’ung des
prisonniers quy sont escappez. Je leur disois tousjours que je ne les entendoie point.
Puis me demanderent dont j’estois. Je leur diz de Rome et que nostre navire estoit
rompue en la mer et que j’estois escappé au nager. Et aprés l’hoste alla arriver a tout
son vin, lequel nous bailla du vin. Et ainssy comme ilz parloient a l’hoste, j’entendis
bien qu’ilz parloient maulvais portugalloys. Aprés qu’il eurent but et qu’ilz vouloient
partir, je demanday, au pis langaige que je peuz, dont ilz estoient. L’ung me respondit
tudesque. Lors luy dis: Noyt duschen was vecadre. Adonc il me dict: Je penssoye bien
que vous estiez l’ung des prisonniers, car vous aviez envoié unez lettres a la nation de
Flandres en la ville de Lyssebonne, adfyn d’impetrer vostre grace vers le roy pour
vostre delivrance. Je leur dys: J’ay encores ung florin; tant qu’il durera, nous ferons
bonne chiere.
Et ainssy nous cheminasmes ensamble l’espasse de huyct jours tant que nous
fumes hors du pays de Portugal et que fumes en Espaigne. Et puys les laissay par le
jour Sainct Bettremieu au matyn; je avois oy /461v/ sonner en ung villaige une messe
que je desirois a ouyr, car a passé 10 mois je n’avois point veu celebrer le corpz de
Nostre Seigneur, mais je n’y sceuz venir que aprés l’elevation du corpz. Et par ainssy,
aprés la messe dicte, et que le prebstre me vidt mal acoustré, me dict: Il me samble
que vous estes povre, et me donna l’ung des pains qu’il avoit eu a l’offrande. Et puys

21
m’en allay ou on vendoit le vin, et en eus ung voire pour ung denier, et ainssy passay
mon disner. Et le soir j’arrivay en ung bon gros villaige et regarday aprés la
cheminee ou il funcquoit le myeulx, et la allay demander pour Dieu. Le bon laboureur
estoit assis a la table soubz une ramee et m’arraisonna. Je luy comptay une partie de
mon cas. Il me fit asseoir a sa table, et sa femme luy apporta ung connil rosty dont il
m’en donna une cuisse. Et puys je dis le benedicite, et aprés le souper je dis graces. Il
me dist que il me feroit couvrir ung lict et y fus tresbien traicté. Luy, meut de bonne
volonté, au matyn, quand je fus levé et le remerchioye des biens qu’il m’avoit faict, il
me fit ung peu arrester, et s’en alla en son gardyn et me /462r/ rapporta une bonne
poignyé de figues touttes meures venant de l’arbre, rouges comme sang,
merveilleusement doulces et bonnes, et me donna ung bon pain blanc et ma caourde
plaine de vin. Et puis me mys a cheminer vers Nostre Dame de Gaudelouppe, ou je
avois voet mon voiage.
De ces deux hommes dont j’ay ichy devant parlé, dont l’ung estoit natif de
Dordrecht en Hollande, et l’aultre estoit Escoçoys, alloient ainssy en pelerinaige a
ladicte Nostre Dame, et ce pour gaigner argent pour des marchantz de Flandres quy
les avoient envoyé, comme ilz me dirent. Lesquelz 2 pelerins me firent tresbonne
compaignie, et me aiderent a sallir hors du païs de Portugal tant que je parvins en
toutte seureté au pays d’Espaigne.
Mais je avois oubliet a escripre che qu’ilz m’avoient dict. C’estoit que la
propre nuict dont ilz me trouverent la matinee a la taverne ou l’hoste estoit allé querir
du vin au prochain vilaige, et au lieu la ou ilz avoient couchet ilz y trouverent une
femme folliant, laquelle avoit esté prisonniere avec nous et en nostre prison, laquelle
luy racompta que nostre tourier avoit esté prins la propre matinee dont nous estions
esca- /462v/ pez le soir.
Et en ce mesme logis avoit achapté le cheval de l’hoste pour mieulx se saulver.
Et ainssy, comme il vouloit monter a cheval, veez la arriver deux de la ville ou nous
avions esté prisonniers, lesquelz, nous estantz cachiez et muchez au buisson, les
avions veuz passer allant et chevaulchant aprés nous. Et quant nostre povre tourier
s’en perchut, il saillit deriere en l’estable et, par une fenestre, il saillit au champz et
aux vignes et se mucha. Et ainssy ces deux arrivez demanderent a l’hoste s’il n’avoit
point veu le tourier quy gardoit les prisonniers quy estoient escappez. Il leur dict que
non. Lors dirent: Nous doriesmes 20 ducatz et nous le poviesmes apprehender. Quant
le villain hoste entendit ces motz, esperant qu’il estoit encores en son estable, courut
sur le cheval qu’il avoit vendu a nostre tourier, et leur dict: Se vous me voulez donner
les 20 ducatz, je vous le livreray. Et ilz dirent que ouy, et ainssy retournerent audict
logis et eulx retournez ne le trouverent point, car il s’en estoit allez, comme dict est,
par la fenestre. Et veez ces deux hommes veulrent pren- /463r/ dre l’hoste, disant:
Vous nous avés faict retourner affin qu’il gaignast chemin, et qu’il estoit devant.
L’hoste saillit en sa chambre et bendyt une arbaleste et vint parlamenter a eulx, disant
qu’il estoit fuy par la fenestre de l’estable, tellement qu’il leur monstra son manteau,
son espee et le cheval qu’il luy avoit vendu. Ilz s’accorderent et, pource que la
challeur venoit grande sur le midy, ils delibererent la demorer jusques sur le soir a la

22
fresceur, et leur appointa a disner. Et aprés disner reposerent.
Et, quand ilz reposoient sur des bancqz, veez la revenir che fol tourier a la
fenestre, et fit tant que l’hostesse parla a luy, et luy dist: Rendez moy mon espee et
mon manteau; le cheval que j’ay payé a vostre mary, je le vous donne. Ce que
l’hostesse luy accorda et le va dire a son mary. Et le mary de appeller les deux, et vont
sur luy a belles javelynes, tellement que a tout son poignart il tailloit les javelynes en
pieces, et puis, de leurs espees, luy donnerent en la teste plusieurs copz, tellement
qu’il eut la teste fendue en croix et ung cop au visaige. Et finablement il fut prins et
enferré les gambes parmy ung pillier quy soustenoit /463v/ le comble. Et luy curerent
ses playes et puys monterent a cheval pour aller aprés nous. Mais l’hoste ne le voulut
plus avoir en garde, et allerent querir des paisantz pour le veiller toutte la nuict, ce
que fut faict.
Et puis allerent aprés nous pour nous vouloir trouver, et toutte la nuict ces
gardes veillerent le prisonnier. Et lors pour celle nuict il loga audict logis des
muletiers, quy deslogerent de bon matin devant l’aube du jour, et je les rencontray,
comme j’ay escript cy devant. Et auquel je donnay mes chausses que j’avois çainct et
aussy mon manteau velut, lequel muletier me dict que mon tourier y estoit prisonnier,
mais quand il partyt il n’en sçavoit aultre chose. Et ainssy que ces gardes jouoient aux
cartes et buvoient, vela nostre tourier quy va gliscer ses fers hors de ses tallons, et se
lieve et empoigne touttes leurs javelynes quy estoient dresyez contre ung mur, et saillit
dehors de la maison en fermant l’huys aprés luy. Et s’enfouyt tellement que depuis ne
fut retrouvé et arriva en Espaigne, ou depuis je le trouvay comme vous orrez cy aprés.
Or maintenant nous fault retourner la ou je l’ay laissé. C’est comment le bon
censier m’avoit sorty de figues, de pain et de vin, et ainssy m’en allay mon chemin
vers la bonne Dame de Gadelouppe. Et en cheminant /464r/ par plusieurs journees en
querant mon pain, je trouvay ung paige venant mon chemin vers Gadelope, et faisoit
samblant de moy assister en che qu’il pooit. J’avois ung sacquelet tant honneste faict
par les mores, auquel j’avois mes escriptures et deux chemises et aultres fatras que
j’avoys saulvé.
Et aprés que fumes arrivez audict Gadelouppe, je m’en allay en mon logis, la
ou j’avois aultresfois logé, et priay a l’hostesse qu’elle me gardast mon sacquet, ad
cause que j’avois volonté de demorer aulcuns jours pour moy reposer. Et touttes les
nuictz il est de coustume que les pelerins vont dormir en l’eglise, et les religieux
baillent ung chevet long assez pour coucer dessus, et au matin on le reporte, et ainssy
on dort par nuict en ladicte eglise. Et tandis que je fus la je m’allay confesser a l’ung
desdicts religieux et, aprés luy avoir compté tout mon estat, luy priay s’il estoit
possible qu’il me fist avoyr ung asne pour moy porter. Mais il ne luy estoit possible ce
faire, comme il me dist. Et, aprés estre confesset, il me fit entrer dedens l’abaye et me
fit donner ung petit gris mantelet et une paire de souliers neufz.
Et puis je demoray audict lieu tout icelluy jour, et puis ce paige vint a moy me
dire que je portasse mes souliers au lieu /464v/ ou j’avois mis mon sacquet en garde,
disant qu’ilz m’empesçoient a pendre a ma chainture, ce que je ne veulx point faire. Et
proposay le matyn me partir pour tirer vers Thoullette, ou j’esperoye trouver aulcun

23
secours. Et quand ce vint au matin, aprés avoir oy la messe, j’allay pour requerir mon
sacquelet que j’avoys donné en garde a nostre hostesse, je trouvay que ce paillart
paige l’avoit esté querir et l’avoit emporté. Je me mys en chemin aprés luy, et trouvay
bien la ou il avoit passet que les chevaulceurs l’avoient rencontré, mais jamais ne le
scez retrouver, quy me fut ung bien grand desplaisir, car il me faillut aller depuis bien
loing pour avoir le double de mes escriptures de toutte la charge que j’avoy eu.
Neantmoins je tins mon chemin vers la bonne ville et cité de Thoulette. Et y
avoit 28 lieues de Gadeloupe jusques audict Thoulette. Et y arrivay le sabmedy aprés
la Nostre Dame de Septembre au disner, que lors je vins disner en la grande eglise
cathedralle dudict Toullette. Et audehors de l’eglise il y a une fontaine et y prins de
l’eaue, et puis a tout du pain seullement je y fis mon beau disner, car je jeusnoie lors
au pain et a l’eaue. Et aprés avoir prins ma refection, je /465r/ m’en allay en mon
logis, ou j’avois acoustumé de loger les aultresfois paravant. Je trouvay mon hoste et
luy fiz la salutation. Et, quand il me eult recognu, il commença a plorer de pitié qu’il
avoit de moy. Lors je luy demanday s’il n’y avoit nulz marchantz de nostre nation
pour lors. Il me respondit que non, dont j’en fuz bien triste. Et me dist: Vous sçavés
que j’ay deux ou trois filles a marier qui fault que j’aide, parquoy je ne vous puys en
riens aider; mais se vous voulez loger un moys, je vous donneray a menger. Je le
remerciay, luy priant: Il sera demain dimence, quy luy pleust moy ce jour loger, et que
le lundy je partirois; ce qu’il m’accorda volontiers. Et comme je luy dis adieu jusques
au soir, il me rappella disant: Sçavez quy est ceens? Ung Loys Flameng quy est
vendeur de libvres mollez. Il a chy deux mulles, qu’il me monstra. Dont je luy dis:
L’une sera pour moy. Puis je luy demanday ou je le polroys trouver. Il me dict que je
le trouveroys sur la bourse ou les marcantz se rassamblent.
Lors je m’en allay vers la bourse. Je ne le trouvay point sy tost, car il s’en
estoit allé au logis. Et luy fut dict comme j’estoit allé aprés luy sur la bourse ou bien
hastivement il vint, et incontinent qu’il m’eult perçupt il me /465v/ fit l’ambraschade a
la mode du pays. Et ches marchantz de la bourse bien esmerveillez a veoir ung homme
bien acoustré embrascher ung mal acoustré comme j’estois. Et tous a luy demander
quy j’estoys. Il leur dist que j’estois ung grand marchant de Flandres, et que j’avois
esté prins des Portugalloys a la Minne d’Or. Et tous a luy dire: Pour Dieu, aydés le et
le racoustrez honnestement. Et incontinent il m’achapta ung manteau a la mode
d’Espaigne, des chausses, tellement que je me trouvay l’endemain bien habillet. Et sy
me bailla une de ses mulles et sy vint avec moy a Bourgues, plus de 40 lieues, la ou
nostre facteur le paya tout a son plaisir.
Et puis revins a la foire de Medine de le Camp, et de la m’en faillit aller en
Sevylle pour aller querir le double de touttes mes escriptures, que j’avois la laissé
quand je partis pour aller a la Minne, et tout ce ad cause que ce villain paige m’avoit
desrobet, et aussy pour tenir ma promesse de payer et contenter le tourier, auquel
avyons promis 200 ducatz, dont j’en fiz appointement, tellement que je le contentay.
Et puis, aprés avoir recouvert mes escriptures, je me mys /466r/ en chemyn
pour revenir pardeça, et trouvay ung marchant de la ville de Bruges quy desiroit aller
a Sainct Jacques en Galice. Et pour ce faire, c’estoit son chemin de venir avec moy

24
bien 60 lieues et plus, et puis tourner bride vers Galice et moy vers Bourgues. Et
quand nous devions partir l’ung de l’aultre, il commença a plorer disant sy je
l’habandonnoye qu’il moroit par les champz, et qu’il ne sçavoit point le langaige, et
me pria que le voulsisse compaigner a Sainct Jacques, et qu’il me paieroit mes
despens et de mon cheval, che que je feiz. Tellement allasmes que nous fumes le jour
du Noel a Vylle Francque, ou on boit les bons blancz vyns, et fumes le jour de la feste
de la sepulture du bon seigneur Sainct Jacques audict lieu de Sainct Jacques en
Compostelle, quy eschet le 6e jour aprés Noel, l’endemain du jour Sainct Thomas de
Cantorbye. Et y fumes 4 ou 5 jours. Puys tirames vers la Coullougne, ou arrivasmes la
propre veille des Roys sur le disner, et y trouvasmes plusieurs navires chargiés de
toutte sorte de vins et de fruictz de quaresme quy desiroient bien aller en Flandres et
n’attendoient /466v/ que aprés le vent, ce que environ 4 sepmaines aprés il nous
advint. Et vendismes noz chevaux et mulles audict lieu de la Quenoulle, et puys
montasmes en mer par ung lundy aprés disner, et sur le soir nous partimes. Et vinsmes
passer par les ras Sainct Mahieu en Bretaigne, et le sabmedy enssuivant, du bon
matin, nous entrasmes ens au port de L’Escluse, et le soir a Bruges, dont le dimence
au matyn tout le monde me disoit le bien venus d’avoir escappet d’ung sy perilleux
voiaige, et en estoient lesdictes nouvelles par toutte la ville de Bruges de ma revenue.
Et par ainssy fut achevé mon voiaige, saulvement de corpz, mais tous les biens perdus.
Deo gratias. Amen.
Riens ne soit trop
de La Fontaine
Escript le 29e de mars anno 1548
avant Pasques

25
VIAJE DE EUSTACHE DE LA FOSSE
VIAJE DE EUSTACHE DE LA FOSSE
Comentario [COMMENT2]:

COMENTARIO 2
[PARTIDA HACIA CASTILLA] En esta parte, en español, se pone la división
de folios correspondientes al texto en francés
/446r/ Para haceros saber la auténtica verdad, yo, Eustache de la Fosse, natural de la gran entre barras, que empieza en el folio /446r/,
ciudad de Tournai, he hecho en mi juventud la mayor parte del viaje contenido en el presente y termina en el folio /466v/, para saber
dónde se va partiendo la traducción que
libro. figurará en las páginas impares, en tanto que
Era el año de Nuestro Señor 1479 cuando salí de la gran ciudad de Brujas y llegué a el texto original estará en las pares, de tal
modo que el contenido coincida y la
La Esclusa16 la víspera de Pentecostés. E inmediatamente después de comer nos hicimos a la traducción de la derecha corresponda al
mar y pusimos rumbo hacia España, adonde llegamos el sábado siguiente al puerto llamado original de la izquierda.
Una vez que se compruebe que la
Laredo. De allí me fui a Burgos, en donde estuve por espacio de tres meses ocupándome de lo correspondencia de texto y traducción es
que me había encomendado mi patrón. Después me fui por tierra a Toledo, que está a más de correcta, se eliminaría sólo de la traducción
(páginas impares) la numeración de folios y
40 leguas, y desde allí a Córdoba, también a unas 40 leguas por lo menos, y otras 22 leguas las barras, de /446r/ a /466v/.
hasta Sevilla, adonde mi patrón había enviado las mercancías que debía llevar conmigo para
ir a la Mina de Oro17. Lo encontré todo dispuesto, pues nuestro factor se había encargado de
prepararlo, y todo estaba cargado en la carabela que habíamos fletado para ese viaje.
Descendimos desde Sevilla, que es una ciudad importante de España, en la región de
Andalucía, y llegamos al puerto de Sanlúcar de Barrameda, en el que yo ya había estado
anteriormente. Desde allí nos dirigimos a El Condado18 para recoger a nuestro piloto, que
residía en una /446v/de las ciudades de dicho Condado. Y después volvimos a salir hacia otro
puerto de mar llamado Callaix Mallaix, que algunos llaman Gades, situado junto a la misma
boca del Estrecho de Gibraltar. Y al ir hacia Gades nos cogió una tempestad tan fuerte que
mientras navegábamos de bolina se produjo un agujero por debajo de la borda de cubierta, de
modo que se formó una inmensa vía de agua, y por poco nos ahogamos todos. Hubo que
serrar barriles y hacer con ellos barreños para achicar el agua, pues la bomba no daba abasto
achicando. Después llegamos a Gades, y al entrar en el puerto encallamos en una roca, y los
navíos que estaban dentro del puerto tuvieron que venir a prestarnos auxilio y, con la ayuda
de Dios, pasamos sin daños. Estuvimos en dicho puerto hasta el segundo día de octubre, en
que nos hicimos a la vela y partimos para emprender nuestro viaje.

[DE CÁDIZ A CANARIAS]


Luego, al cabo de dos días en el mar, sobrevino tal calma chicha que estuvimos ocho
días enteros sin movernos ni avanzar una legua. Y después se desató un viento contrario tan
impetuoso que nos vimos obligados a dar la vuelta y regresar al puerto de Caillaix Maillaix,

16
Nombre español correspondiente a L’Écluse, antiguo nombre de la ciudad holandesa de Sluis (Sluis
significa ‘esclusa’), puerto de mar en el Zwin, cerca de la frontera belga. Fue el puerto de Brujas, al que
está unida por un canal.
17
Elmina, región de la Costa de Oro (Ghana), en el golfo de Guinea, comprendida entre el Cabo Tres
Puntas y el Cabo Redes, cerca de la actual Accra.
18
Condado de Niebla, comarca de la provincia de Huelva situada entre el límite con Sevilla y el río
Tinto.
llamado Gades, del que /447r/habíamos zarpado el segundo día de octubre.
En cuanto el viento fue bueno, nos hicimos de nuevo a la mar y llegamos, tras varios
días de navegación, a un puerto de mar y gran ciudad de moros blancos llamada Safi, en
Berbería. Cuando íbamos a entrar en ese puerto, avistamos dos carabelas portuguesas que, en
cuanto nos divisaron, se pusieron inmediatamente una junto a la otra, por miedo a que las
atacáramos. Nosotros, al verlas, pasamos de largo por delante del puerto para continuar
nuestro viaje, pues eran enemigas y no teníamos la menor intención de combatir con ellas. Y
hacia la medianoche se levantó una tormenta tan espantosa y cruel que imploramos a Dios
misericordia. La tempestad continuó durante todo el día siguiente, con todo el viento en
contra, y nos vimos obligados a regresar por donde habíamos venido, de modo que pasamos
por delante de la ciudad de Safi desde alta mar, yendo de vuelta hacia España durante más de
40 leguas. Por fin el día primero de noviembre, que era día de Todos los Santos, el viento se
puso a nuestro favor, con lo que retomamos nuestra buena ruta.
El día de Difuntos llegamos nuevamente al puerto de Safi, y ya no encontramos allí
las dos carabelas de Portugal, pues habían tenido que marcharse a causa de la tormenta,
/447v/pues el puerto no es bueno con tempestad. Algunos de nuestros hombres fueron a la
ciudad, donde hablaron con el rey, y también con los factores del rey de Portugal, que estaban
en la ciudad cuando se produjo la tormenta. Más tarde su navío vino a recogerlos. Calculamos
que desde el puerto de Gades, en España, desde el que partimos, y siguiendo por delante del
Estrecho de Gibraltar sin entrar en él, costeando siempre por delante de Berbería, hasta ese
puerto de Safi hay 180 leguas.
De allí nos dirigimos hacia las islas Canarias, y después de algunos días de
navegación llegamos a la primera de las islas Canarias, llamada Lanzarote. Al entrar en el
puerto chocamos contra una roca, pero, gracias a Dios, sin daños. Allí estuvimos durante dos
o tres días. Después nos hicimos a la vela para proseguir nuestra ruta, y por la tarde pasamos
delante de una isla muy grande de las Canarias, llamada isla de El Hierro. En ella crecía
abundante madera, de la que nos aprovisionamos. Uno de nuestros marineros, genovés, se nos
escapó y se quedó en esa isla, sin que supiéramos qué fue de él. Desde Safi hasta la isla de
Lanzarote hay 80 leguas aproximadamente. Las Canarias son varias islas, que /448r/podéis
encontrar en el libro impreso llamado El Nuevo Mundo y Navegaciones hechas por Américo
Vespucio, florentino, en el capítulo 7º, folio 4º, donde figuran 10 islas 19.

[DE CANARIAS A LA COSTA DE LA GRANA]

19
El Mundus novus fue editado en latín hacia 1502 en Venecia. Traducido pronto al italiano, la primera
versión francesa fue publicada en 1515 por J. Trepperel en París.
Prosiguiendo desde allí pasamos por delante de un río procedente de Berbería,
llamado Río de Oro, adonde los españoles tienen por costumbre ir a pescar todos los años
antes de cuaresma y en otras épocas. Allí se cogen muchos peces buenos para salar como el
bacalao. Desde las Canarias hasta el Río de Oro hay al menos unas 240 leguas
aproximadamente, pero antes hay un promontorio elevado que se llama Cabo Blanco, y luego
se encuentra otro promontorio llamado Cabo de Barbas20, que hay que pasar bojando, pues
hay una terrible vorágine y unos bajíos peligrosos. Fue allí donde se perdió Henry, el factor de
Thomas Perrot21, comerciante de Brujas, que llevó a su patrón a la ruina, pues, por esta y
otras causas, fue a la bancarrota. Su navío se partió en los bancos de esa vorágine y los
hombres llegaron a tierra en la chalupa, llevando víveres y armas. Regresaron por tierra hasta
el Río de Oro, con la esperanza de encontrar allí pescadores de España, pero, como los
pescadores ya habían vuelto /448v/a España, tuvieron que fortificarse allí contra los moros.
Finalmente, todos fueron muertos por los moros de Berbería. Gracias a Dios, nosotros
encontramos el buen camino para evitar la vorágine. La pasamos por arriba y bojamos
alrededor de un promontorio sin sufrir daños.
Después, un hermoso y claro día, divisamos la punta verde que se llama Cabo Verde.
Al aproximarnos avistamos dos carabelas, una de las cuales puso rumbo hacia nosotros y
nosotros hacia ella, hasta que finalmente nos reconocimos. Era una de las que estaban
cargando en el puerto de Cádiz, llamado Gades, cuando nosotros partimos para venir también
a la Mina de Oro, pero como nosotros habíamos sufrido tantos percances y habíamos tocado
en tantos puertos, se nos había adelantado y había llegado antes. Entonces nos asociamos para
navegar en conserva, y así pasamos por delante de varios ríos y cabos y de muchas islas, entre
otras la isla de los Ídolos22, de la que se hablará más adelante cuando sea oportuno, y con toda
verdad.
Tras varias jornadas llegamos a la Sierra Leona23, llamada Cabo Leona, como ocurre
con el Cabo Verde, del que ya se ha hablado, y que podéis encontrar en el citado libro en el
capítulo 24, en el mismo folio, y asimismo dicho Cabo Leona en el folio 33. Después se llega
a los bajíos de Santa Ana, por los que es muy peligroso pasar, porque el mar está lleno de
escollos /449r/que se extienden por lo menos unas 20 leguas.

[LA MALAGUETA]
Después de varios días de navegación llegamos adonde se vende la grana del
paraíso24. Da gusto ver lo bien que crece esta grana. Crece como el lúpulo en nuestro país, en

20
Navegando de norte a sur se encuentra el Cabo Barbas antes que el Cabo Blanco.
21
Thomas Perrot era originario de Ruán; fue admitido en la burguesía de Brujas en 1455, y se asoció
con Colard d’Ault, principal comerciante de alumbre de la ciudad (Michel Mollat, Le commerce maritime
normand à la fin du Moyen Âge, París, 1952, pág. 104).
22
Las islas de Los o Loos, archipiélago costero en aguas de Guinea, frente a Conakry, descubierto por
Pedro de Sintra en 1462. Llamadas Ilhas dos Idolos por los portugueses, «Idolos» fue posteriormente
interpretado como «I. de Los».
23
La península de Sierra Leona (la actual Freetown), visitada por Pedro de Sintra en 1462, cuya silueta
dio origen al nombre del país.
24
La Costa de la Grana, o Costa de la Pimienta, que abarca la parte de la costa de la actual Liberia

29
tallos largos, y las hojas son tan grandes como las hojas de romaza, y el fruto que da es grueso
y rojo como una manzana de rojo rubí, y la corteza es espesa como un grueso tahalí, y al
cortarlo el interior es blanco como la médula de un junco o de saúco. Con la grana se hacen
fardos perfectamente cuadrados, empaquetados con las propias hojas y atados con los propios
tallos, que pesan 10, 20 o 30 libras, que son un regalo para la vista.
Los hombres van totalmente desnudos, con sólo las partes pudendas cubiertas. Son
buena gente y confiaban totalmente en nosotros, pues se atrevían a subir a nuestras carabelas.
Pero son ladrones, pues yo tenía un cuerno de vaca para guardar el polvo de la grana del
paraíso, con el que sazonábamos la comida, semejante a los cuernos en los que se mete la
pólvora de cañón, y ese cuerno estaba tirado en el suelo de la cubierta; pero cuando
terminaron de tratar con nosotros, uno cogió el cuerno y lo tiró al mar, y después se zambulló
para recogerlo y se subió a su almadía. Las almadías son unas pequeñas barcas alargadas y
estrechas, bien hechas y /449v/muy finas, formadas por una sola pieza puntiaguda por delante
y por detrás, y en cada una van tres, cuatro o más personas, de rodillas, cada una de las cuales
lleva en la mano un bastón de una vara de largo, terminado en una pala alargada o cuadrada,
con la que navegan muy rápido.
Nos traían también para vender a mujeres y niños, que nosotros les comprábamos y
luego revendíamos donde teníamos ocasión de revenderlos. Por la compra de una madre y su
hijo pagábamos una bacía de barbero y tres o cuatro aros grandes de latón. Luego, cuando
estábamos en la Mina de Oro, los revendíamos por lo menos a 12 o 14 pesos de oro, y cada
peso vale tres esterlinas de oro, lo que representaba una buena ganancia.

[LA MINA DE ORO]

comprendida entre el Cabo Mesurado, junto a Monrovia, y el Cabo Palmas.

30
Después de que hubimos frecuentado durante mucho tiempo esa costa, nos dirigimos
hacia la Mina de Oro, adonde llegamos el sábado 17 de diciembre del mismo año 1479, y el
sábado siguiente fue el día de Navidad. Habíamos dejado la otra carabela en la Costa de la
Grana del paraíso, porque querían conseguir más todavía, así como esclavos para llevarlos a
vender a la Mina. Y antes de partir una carabela detrás de otra, echamos a suertes cuál de las
dos tendría que avanzar 6 leguas más, debido a que en la Mina de Oro hay dos puertos,
/450r/el primero de los cuales se llama Shama25, y el otro, que está 6 leguas más lejos, recibe
el nombre de Aldea de las dos partes26, porque hay dos pueblos, uno a un tiro de arco del otro.
Me tocó en suerte ir las 6 leguas más lejos y, por eso, partí al día siguiente de llegar a la Mina,
para dirigirme al lugar que me correspondía. Eso fue el domingo antes de Navidad. Y luego
obtuvimos el salvoconducto del mansa y del caremansa, que son el rey y el virrey. Y al día
siguiente, lunes, nos pusimos a vender. Pero no hicimos gran cosa los cuatro o cinco primeros
días, en tanto los comerciantes del interior no estuvieron informados de nuestra llegada.
Entonces vimos a los berenbues que bajaban de las montañas y venían a comprar nuestras
mercancías.
En esa región los comerciantes se llaman berenbues. El oro se llama chocqua. El agua
se llama enchou. «Sed bienvenidos» se dice berre bere. El juego del amor se dice chocque
chocque. Barbero es «un niño». Baa es «blanco». Barbero baa es «un niño blanco». «Tela» es
fouffe. Coucque roucq es «un pollo». Coucque roucoucq agnio son «huevos». Bora es un aro
de latón para poner en el brazo. Dede es «bueno». Fanionna es «malo», etc.

25
Este puerto fue visitado en 1471 por João de Santarem y Pedro Escobar, que verificaron la existencia
de oro.
26
A partir de 1482 ese puerto recibirá el nombre del fuerte que se construyó allí, São Jorge da Mina,
más tarde Elmina.

31
Y la noche de /450v/Reyes, que cayó en miércoles, por la mañana temprano en medio
de una densa bruma aparecieron de pronto cuatro navíos portugueses que vinieron a descargar
toda su artillería sobre mi barco, de tal manera que nos vencieron y quedamos sometidos a
merced de ellos. La víspera ya habían apresado el otro barco de nuestro compañero; y al venir
por el mar se encontraron con otro, que también condujeron a la Mina. Fuimos totalmente
saqueados. Luego, como entre los prisioneros algunos éramos gente importante, entregaron
una de nuestras carabelas a los marineros y a los compañeros pobres, con agua, bizcocho, una
vela, un ancla, y los abandonaron a la buena de Dios. Y así fue como regresaron a España.
Los portugueses se quedaron con nosotros, las personas principales, para conducirnos ante el
rey. Y todos los días les ayudábamos a vender nuestra propia mercancía, la que ellos nos
habían saqueado. Y a los que habíamos sido retenidos nos distribuyeron en varios navíos, en
uno cuatro, en otro seis. A mí me pusieron con un buen caballero llamado Fernand de Les
Vaux 27, que me trató muy honorablemente. Pero como él tenía el encargo de seguir 200
leguas más adelante, solicité /451r/que me pusieran en uno de los barcos que se quedaban en
la Mina, lo que me fue concedido. Me pusieron en el navío de un tal Diogo Cão 28, que era un
verdadero bribón, y ya no fui tan bien tratado como antes, a lo que tuve que resignarme. Este
Diogo Cão había conseguido mi carabela en el botín y, como ya dije, le ayudaba todos los
días a vender mi propia mercancía, y le rendía cuentas todas las noches.
Una vez, cuando iba por las calles llevando dos bacías, fui llamado a una de las casas,
creyendo que iba a vender mis bacías. Y cuando entré, vi dentro a varias mujeres de pie y
conversando juntas, todo lo más cinco o seis parloteando a la vez. Y mientras sostenía una
bacía en cada mano, no sé cómo esas mujeres me hechizaron que solté mis bacías y salí fuera
de la casa. Y cuando había avanzado tres o cuatro casas por la calle, me vino a la memoria lo
que había hecho con las bacías y volví inmediatamente a aquella casa, en la que entré y no
encontré a nadie. De pronto apareció una muchacha que se puso a seguirme preguntándome si
quería chocque chocque, y ya empezaba a quitarse los calzones pensando /451v/que yo quería
echarme sobre ella, pero no tenía el menor deseo, tan disgustado estaba por la pérdida de mis
dos bacías, que siguieron perdidas.
Así permanecimos allí comerciando hasta el martes de carnaval incluido. Y en el
momento en que nos disponíamos a zarpar, llegan las dos carabelas que habían ido 200 leguas
más lejos, hasta la Costa de los Esclavos29, de los que habían traído gran cantidad, por lo

27
Podría tratarse de Fernão Vaz, navegante al servicio de la corona portuguesa, que ha dado su nombre
a un río de Gabón.
28
Diogo Cão fue uno de los grandes navegantes al servicio de Juan II de Portugal, encargado de buscar
en el sur de África un paso marítimo hacia el mar de la India. Recorrió la costa africana, y en 1483
alcanzó el estuario del Zaire, donde erigió un padrão (alta columna de piedra mediante la que se afirmaba
el derecho de propiedad de la corona portuguesa sobre las tierras descubiertas; tenía esculpidas por un
lado las armas de Portugal, y por el otro una inscripción en latín y en portugués indicando el nombre del
rey que patrocinaba el descubrimiento, el año y el nombre del capitán que erigía la columna). En 1484 y
1485, acompañado de Martin Behaim, geógrafo de Nuremberg, erigió padrões en 13 grados, 27 minutos,
15 grados, 40 minutos y 22 grados sur. Regresó a Lisboa convencido de haber alcanzado la extremidad
de África, y en sus viajes estableció sólidos vínculos entre Portugal y los reyes indígenas del Congo y
exploró las costas del suroeste africano.
29
En el golfo de Benín.

32
menos 200 cada una, la mayor parte de los cuales vendieron en la Mina de Oro. Sin embargo
zarpamos la misma tarde del martes de carnaval para regresar a Portugal, y a mí me pusieron
en mi propia carabela, que Diogo Cão había obtenido en el botín, y que se llamaba «La
Mondadina».
Navegamos con tan fuerte viento a favor que esa misma noche alcanzamos el
promontorio llamado cabo Tres Puntas. No hay más que 12 leguas desde la Mina, pero la
corriente es tan fuerte que a menudo se tardan diez o doce días en poder llegar.

[REGRESO A LA MALAGUETA Y A SIERRA LEONA]


Luego, al cabo de unos días, llegamos a la Malagueta 30, que es la Costa de la Grana
del paraíso/452r/, donde compramos nuevamente grana y esclavos para llevar a Portugal. Los
moros del lugar venían a vendernos unos ostrones de un tamaño tan portentoso que tenían una
anchura de un tercio de vara, pues de un ostrón hicimos cinco o seis trozos, y los tuvimos que
hervir, porque, de tan grandes que eran, nos repugnaban; y así, cocidos con la grana del
paraíso triturada en polvo, los encontrábamos muy sabrosos en ese tiempo de cuaresma.
También teníamos abundancia de buen arroz, de buena mantequilla hecha con leche de cabra
y de buena miel. Pregunté al que nos habían asignado como piloto de dónde procedía ese
buen arroz y cómo era que tenían miel y mantequilla. Me explicó que al venir para apresarnos
habían llegado a las islas de los Ídolos, antes mencionadas, donde habían puesto en seco uno
de los navíos para carenarlo y limpiarlo. Estando ya totalmente limpio, se habían ido a
almorzar a las otras carabelas, dejando sólo a dos grumetes en la carabela que estaba en seco,
cuando los dos grumetes se pusieron a gritar, porque los moros habían ido a romper /452v/la
tablazón por debajo del barco y pretendían entrar para robar lo que había allí. E
inmediatamente todos se metieron en las chalupas tras ellos, persiguiéndolos hasta el interior
de su aldea, de la que los echaron lanzándoles dardos. En la aldea los portugueses se
encontraron con que los moros estaban cosechando y en la plaza que era el mercado había
varios montones grandes de arroz, que entre todos se llevaron a los navíos. Luego se fueron a
saquear las casas, donde encontraron unos hermosos cántaros llenos de la mantequilla y de la
buena miel blanca con las que sazonamos el arroz. Y así pasamos muy contentos nuestra
cuaresma.
Después, yendo y viniendo a lo largo de la Costa de la Grana, que se extiende unas
treinta leguas, pasamos el tiempo consiguiendo grana y esclavos, y allí compramos algunas
mujeres, hombres y niños, que nos llevamos a Portugal.
Al ir así navegando, congenié tan bien con el piloto que me enseñó buenas cosas para
navegar y conducir un navío por el mar, usar el compás en el mapa para ir de un país a otro,
hacer el cómputo de las /453r/lunas, y del mismo modo cuándo será y caerá la cuaresma y la
pascua, y todo eso calculado con los dedos.
Mientras estábamos en esa costa, el tal Diogo Cão me quiso tener de nuevo en su
barco, y allí fui. De modo que ya no estuve tan bien tratado como cuando estaba con el señor
Fernand de Les Vaux, con el que me habían puesto la primera vez, pero, como él tenía que
seguir 200 leguas más allá de la Mina, conseguí no ir tan lejos y me quedé en la Mina. Y
cuando estábamos en la Costa de la Grana, aparecieron los dos navíos que habían vendido la
mayor parte de los esclavos que habían ido a comprar a la Costa de los Esclavos, y por esos

30
La Malagueta designaba la costa africana donde se comerciaba con esta semilla. También llamada
Costa de la Pimienta y Costa de la Grana, ya mencionada en nota nº 24.

33
esclavos habían obtenido mucho oro en la Mina de Oro. Su llegada me puso muy contento.
Navegamos con tanta fuerza día tras día que llegamos a Sierra Leona, que es el Cabo
Leona, como está dicho antes. Por lo menos a una legua por mar más allá de esa montaña hay
dos o tres islas pequeñas, en donde pusimos en seco nuestros barcos para carenarlos y
limpiarlos. Y cuando estaba allí, tanto procuré que conseguí que me volvieran a poner en el
barco del buen señor Fernand de Les Vaux, que tan bien me había tratado cuando me
pusieron con él la primera vez. Mientras carenaban /453v/nuestras carabelas íbamos a
distraernos a una de las islas, que estaba llena de arbolado alto y espeso, pero en la que no
crecía ningún fruto comestible. No sabíamos en qué pasar el tiempo mientras limpiaban
nuestras carabelas, pues pasaban varios días en una y después le tocaba el turno a otra.
Entonces me desnudé completamente y me bañé en el mar. Y no pasó mucho tiempo hasta
que todo estuvo perfectamente limpio y puesto a punto. A continuación volvimos a cargar los
navíos y nos embarcamos. Pero una de las mujeres moras que habíamos comprado en la
Costa de la Grana del paraíso se escapó y se ocultó en la isla, de modo que no conseguimos
encontrarla y zarpamos sin recuperarla. El último de nuestros navíos, que venía detrás de
todo, la vio cuando se arrojaba al mar y lo atravesaba nadando hacia la Montaña Leona, que
estaba habitada por moros, en donde pensaba refugiarse y huir de nosotros; y entonces fueron
remando con fuerza en la chalupa, la recogieron y nos la entregaron.
Luego entramos en el gran puerto del Cabo Leona, en donde nos refrescamos, nos
aprovisionamos de agua dulce e hicimos la colada /454r/en la hermosa fuente clara de ese
cabo. Los marineros me dijeron que allí se encuentra la piedra de imán que atrae el hierro
hacia ella; no sé si es verdad. Permanecimos allí aproximadamente dos días. Durante la
estancia, compré a uno de nuestros marineros una vara de londrina escarlata para hacerme un
par de calzas y pasar el tiempo mientras navegábamos. Yo sabía bien hacer calzas, pues en mi
juventud mi padre me había hecho aprender, así que hice mis calzas, y varios compañeros y
marineros me pidieron que también se las hiciera. Unos me pagaban y otros no, de modo que
después de todo gané al menos un florín y mis calzas salieron gratis.
Volviendo a nuestra narración, como ya se ha dicho, me pusieron nuevamente en el
navío que me había correspondido al principio, cuando fuimos apresados y hasta que zarpó
para ir a la Costa de los Esclavos. Desde ese día en adelante fui bien tratado y se me tuvieron
muchas consideraciones.

[LAS ISLAS DE CABO VERDE]


Pasado un tiempo llegamos a las islas que están al otro lado del Cabo Verde, del que
ya hemos hablado antes. Son diez islas,/454v/ pero sólo una está habitada. En ellas el hombre
o la persona leprosa se cura al cabo de dos años. De hecho estuvimos en una de las islas
deshabitadas y se encontraban allí dos leprosos para curarse. No llegué a hablar con ellos,
porque estaban internados en la isla y yo no salí del fondeadero. En dos o tres días pescamos
muchos peces, tantos que nos bastaron para comer durante más de seis semanas. También
cogimos una gran tortuga, que nos comimos y encontramos muy sabrosa. El leproso se cura
comiendo esas tortugas, untándose con su sangre y sazonando con su grasa todos los
alimentos, y de ese modo al cabo de dos años se encuentra bien purgado y curado de su lepra.
De hecho, tras regresar de este viaje, me encontraba en Gante, donde estaba por entonces el
señor Juan de Luxemburgo, que, al tener conocimiento de que yo había estado en esos
lugares, se puso muy contento al saber por mí la manera de curarse, y después se fue para allá
y permaneció en la Isla de Santiago por espacio de dos años, y se encontró muy curado. Pero
cuando se preparaba para /455r/regresar le sorprendió la enfermedad de la muerte, y falleció

34
allí, como me informó después uno de los servidores que había hecho el viaje con él.
Volviendo a nuestro relato, esas tortugas son muy grandes, pues con su caparazón se
hace un buen pavés lo bastante grande para cubrirse cuando es necesario luchar. Y, como se
ha dicho, cogimos tantos peces que nos bastaron para comer hasta que llegamos a Portugal. Y
mientras pescábamos íbamos a divertirnos a la isla, donde cogíamos unos pajarillos que no se
asustaban nada de nosotros, pues nunca habían visto a nadie y no tenían la menor idea de lo
que es la gente. Después los asamos y nos los comimos, pero tenían un fuerte gusto a beleño,
pues es una zona en la que crece y los pájaros se alimentan de él. Luego fuimos a ver cómo
nuestros marineros pescaban los peces, y supe de uno que cogió dos peces con un solo
anzuelo, porque el anzuelo pasó a través del carrillo del primero y luego llegó otro pez que
mordió ese anzuelo con todo el cebo, y así fueron /455v/capturados los dos. Y mientras uno
de nuestros marineros cortaba y limpiaba el pescado sobre la cubierta del barco, se le cayó un
cuchillo que no tenía punta; poco después cogieron un pez y, al abrirlo, le encontraron el
cuchillo en la panza.
En ese lugar existe la costumbre de que, cuando el mar se retira, crece hierba en la
grava de la playa, adonde acuden a pastar esas grandes tortugas, y entonces las gentes de la
isla van a darles vuelta y poner patas arriba a todas cuantas pueden encontrar. Después las
matan y bañan en su sangre a los que están contagiados y enfermos de lepra. Cuando la sangre
se seca, durante dos o tres días se encuentran tan rígidos que no pueden hacer ningún
movimiento y hay que darles de comer como a un pajarito. Después se encuentran mejor y
eso los restablece mucho. E interiormente se purgan comiendo la carne y la grasa de esas
tortugas, de modo que, al cabo de dos años de tratamiento continuado, quedan totalmente
curados, como se ha dicho.

[LAS ISLAS ENCANTADAS]


Cuando terminó nuestra pesca largamos velas hacia el país de Portugal. Durante
varios días tuvimos viento a medio cuadrante, y luego tuvimos muy buen viento. Mientras
navegábamos vimos volar varios pájaros y nuestros marineros decían que /456r/esos pájaros
eran de las islas encantadas, las cuales no son nada visibles debido a que un obispo de
Portugal se refugió en ellas, junto con todos los que habían querido seguirle. Eso ocurrió
antes del tiempo de Carlomagno, rey de Francia, cuando todas las Españas (Aragón, Granada,
Portugal, Galicia, todas pertenecientes al reino de España) habían sido conquistadas por los
sarracenos. Entonces ese obispo se escapó con todos los que quisieron seguirle, y fueron
varios los navíos que llegaron a esas islas, según me contaron los portugueses. Y el obispo,
que era un gran sabio conocedor del arte de nigromancia, encantó las islas de modo que nunca
se aparecerían a nadie en tanto todas las Españas no hubieran sido devueltas a nuestra buena
fe católica. A menudo los marineros veían los pájaros de la isla al navegar por ese cuadrante,
sin conseguir nunca ver nada de las islas a causa del encantamiento.
Ahora bien, esto es lo que sucedió estando yo negociando en el país de España: el rey
y la reina de España, impulsados por la verdadera fe, tomaron la decisión de reconquistar el
reino de Granada. De hecho durante mucho tiempo fueron conquistando todo /456v/el país,
de modo que sólo faltaba la gran ciudad de Granada. Y mientras ellos estaban asediando la
ciudad, los navíos de Portugal iban constantemente a la isla de Madeira, donde se cultiva el
azúcar, como se indica en el citado libro junto con la descripción de la isla, por la que habéis
conocido que los puertos de mar de esa isla son muy peligrosos cuando se produce una fuerte
tempestad en el mar, y entonces los barcos tienen que marcharse de allí e ir adonde nuestro
Señor los quiera conducir.

35
Por la época en que se mantenía el asedio delante de la ciudad de Granada estaba un
navío de Portugal en el puerto de la isla de Madeira, y al verse sorprendido por una tempestad
se vio obligado a hacerse a la mar, abandonando a la tripulación y al bote que habían ido a la
isla. La tempestad los condujo a una isla, donde encontraron un buen puerto muy hermoso, en
el que entraron para refugiarse. Después de echar el ancla, miraron hacia tierra, donde vieron
a las gentes del lugar ir y venir. Pero, como habían dejado atrás el bote cuando salieron del
puerto de la isla de Madeira, no pudieron hablarles ni llegar a tierra, y los de tierra tampoco
vinieron a hablar con ellos. Pero estimaban /457r/que se trataba de una de las islas encantadas
que empezaba a hacerse visible porque España era casi toda cristiana y el encantamiento
estaba a punto de expirar, como en efecto ocurrió poco después. Y así, con buen viento el
navío regresó a la isla de Madeira y contaron todo lo que habían encontrado a los de la isla de
Madeira y a sus capitanes, que habían dejado allí cuando se vieron obligados a marcharse a
causa de la tempestad. Y, una vez que hubieron acabado de cargar su navío, emprendieron el
regreso al país de Portugal, pero cuando llegaban junto al Cabo San Vicente la tempestad fue
tan fuerte que el navío se golpeó contra una roca y perecieron todos. Eso sucedió porque, al
decir de algunos, cuando la isla encantada fue descubierta Granada no era totalmente
cristiana, pues todavía quedaba la ciudad sin ser cristiana, y el encantamiento consistía en que
duraría hasta que todas las Españas fuesen cristianas. Por ese motivo perecieron. Y desde que
la ciudad fue conquistada, se puede ir a voluntad a las islas encantadas sin el menor peligro,
mientras que antes nunca se había conseguido verlas ni encontrarlas./457v/
Prosiguiendo el relato de nuestro viaje, ya sabéis cómo durante el regreso a Portugal
vimos volar pájaros sobre el mar, cuando no estábamos por ningún lado próximos a tierra, por
lo que los marineros decían que eran los pájaros de las islas encantadas, ya que por entonces
aún no se había tomado la decisión de conquistar el reino de Granada. Podíamos muy bien
estar a más de 200 leguas de distancia de cualquier tierra o de cualquier isla.

[PRISIONEROS EN PORTUGAL]
Transcurridos varios días más de navegación llegamos al país de Portugal la víspera
de Pentecostés, hacia la medianoche, y echamos las anclas enfrente de Cascais, que está en la
desembocadura del río de Lisboa, en Portugal. Al día siguiente, día de Pentecostés, fue
despachado un correo para informar al rey de la llegada de los navíos de la Mina de Oro y que
nos encontrarían en otro puerto llamado Setúbal, debido a que había peste en Lisboa. Así es
que nos dirigimos a Setúbal, adonde vinieron los comisarios del rey para examinar la carga
que habían traído sus navíos de la Mina de Oro y de la /458r/Grana del Paraíso, así como el
botín que se habían cobrado con nuestra captura. Finalmente, después de haberse hecho cargo
de todo, los comisarios permanecieron en los navíos. Nosotros fuimos conducidos a la ciudad
por el capitán y entregados a la justicia, y nos colocaron los grilletes y nos metieron en las
prisiones de la ciudad fuertemente encadenados.
Habían transcurrido unos quince o veinte días cuando llegaron a la ciudad unos
comisarios para examinarnos por orden del rey, y fuimos conducidos a su residencia, cerca de
nuestra prisión, totalmente encadenados, uno tras otro. Cuando me tocó el turno de que me
llamaran y me examinaran, miraron a ver si tenía las dos orejas y si había sido ordenado, es
decir, si tenía tonsura, porque se habían fijado en la corona de mi cabeza cuando los saludé.
Como mientras tanto se acercaba la hora del almuerzo, me hicieron quedar para almorzar con
ellos y charlamos largo y tendido. Pero, por lo que pude oír a mis compañeros, a ninguno de
ellos le habían hecho tanto honor como me hicieron a mí al invitarme a almorzar. Finalmente,
después de todo eso, /458v/decidieron condenarnos a todos a la horca, por haber estado en la

36
Mina sin la autorización del rey, sentencia a la que interpusimos apelación.
Al cabo de tres semanas, el rey nos mandó a buscar para ir a hablar con él, y fuimos
conducidos en barco a un lugar llamado Alcacer do Sal. Es un pueblo grande en el que se
hace la sal en Portugal, y está a nueve leguas tierra adentro. Allí encontramos montañas de sal
más grandes que una casa de buen tamaño, hechas exactamente del mismo modo que los
almiares de gavillas. Vi varias de esas montañas, que los comerciantes ricos mantienen en
reserva a la espera de que la venta sea más beneficiosa. Me contaron que alguna vez ha
sucedido que cuando el mar se agita fuertemente y se eleva a gran altura por encima de la
tierra, lo lava todo y todo se vuelve al mar, con lo que sufren una gran pérdida. En cuanto
llegamos allí, nos metieron a todos en un granero y nos encadenaron. Al día siguiente
llegaron noticias de que el rey estaba informado de que morían de la peste en la ciudad de
donde veníamos, por lo que se ordenaba volver a conducirnos a ella, y así se hizo. Por eso al
día siguiente /459r/nos llevaron hasta allí, donde permanecimos hasta la antevíspera de la
Virgen de agosto.

[HUIDA A CASTILLA]
Durante ese tiempo congeniamos tan bien con el guardián de la prisión que nos ayudó
a escapar un sábado por la noche, y el día siguiente, domingo, era la antevíspera de la Virgen,
día en que nuestro guardián debía encontrarse en la ciudad de Sevilla, donde habíamos
prometido pagarle la suma de 200 ducados. Después de liberarnos de los grilletes, nos abrió
la prisión. Cuando llegamos a las calles cogimos piedras de la calzada para defendernos en
caso necesario. Y de ese modo llegamos a encima de las murallas de la ciudad, y con todas las
ropas, que habíamos descosido y atado juntas, descendimos hasta los campos. No hay ningún
foso en esa comarca.
Después nos pusimos a caminar y recorrimos aproximadamente dos leguas y media.
Cuando el día empezaba a clarear nos encontramos con gente, por lo que nos metimos entre
unos matorrales espesos y permanecimos en ellos durante todo el domingo. Serían cerca de
las seis de la mañana cuando vimos acercarse unos jinetes que venían persiguiéndonos, de
modo que seguimos allí hasta la noche, y entonces nos pusimos a andar de nuevo. Pero yo me
encontraba tan /459v/agotado que tuve que abandonar, y mis compañeros me dejaron muy a
disgusto, diciendo que si me cogían no les podría reprochar nada. De este modo me quedé
solo, mientras ellos se iban andando, y yo, muy lentamente, unas veces descansaba y otras
caminaba.
Y a eso del amanecer, aparecieron unos arrieros que se aproximaban, y me escondí
detrás de unos matorrales. Luego aparecieron otros arrieros más, y yo tenía tanta sed que fui a
pedirles de beber. Entonces uno va y me dice: «Tú eres uno de los prisioneros que se han
escapado». Fingí que no le entendía nada, y entonces él me dijo que nuestro carcelero estaba
prisionero a una media legua de allí, pero si yo quisiera darle las calzas que llevaba puestas, él
me aconsejaría la mejor manera de escapar, lo cual hice, y también me pidió mi capa de paño
aterciopelado, y se la dí. Me dijo: «Caminad todavía un tiro de arco y encontraréis un
riachuelo tranquilo donde beber, luego os metéis entre los matorrales hasta la noche, y
entonces pasáis por delante de la casa donde está encadenado vuestro carcelero y seguís
vuestro camino».
Luego, cuando lo perdí de vista, me fui campo a través y me metí detrás de un
matorral espeso, donde permanecí durante todo el día. Al hacerse de noche /460r/volví a mi
camino y anduve tanto que llegué al riachuelo, y, sin cruzarlo, continué subiendo hasta llegar
a un bosquecillo, en el que me metí y me fui a acostar en lo alto cerca del riachuelo. Pasé allí

37
toda la noche, víspera de la Virgen de agosto, y todo el día siguiente, que era martes,
remojándome en el río. Más tarde, cuando llegó la noche, había claro de luna y no me atrevía
a echarme al camino en tanto la luna no se hubiera ocultado. Luego volví a mi camino,
atravesé el riachuelo y llegué a la casa en la que tenían prisionero a nuestro carcelero, que
estaba abierta y tenía luz encendida. Pasé por allí muy deprisa y me puse a caminar todo a lo
largo del camino, hasta que a mano derecha encontré un sendero por el que me puse a andar.
Cuando había avanzado un cuarto de legua aproximadamente, llegué a un pueblo muy
bonito y fui hasta la plaza donde oí correr una fuente, en la que bebí dos o tres veces hasta
hartarme. Sería más o menos la una de la madrugada. Después seguí caminando hasta que se
hizo de día, y cuando llegó el amanecer me metí entre los matorrales hasta que cayó la noche.
Entonces me puse a caminar /460v/durante toda la noche con calma, y al llegar el día tenía
una sed terrible, e iba todo el tiempo buscando fuentes. Encontré un sendero que descendía
hasta un gran valle. Confiando encontrar agua, bajé hasta muy abajo y allí encontré una fuente
de agua clara adonde iban a refrescarse los pastores del campo. Les pregunté si no había por
allí un sitio en el que vendieran vino, pues me encontraba débil por haber estado mal
alimentado durante varios días. Me dijeron que un poquito más arriba, en la montaña,
encontraría una casa donde vendían vino. Me puse a subir y llegué hasta ella. Pedí al
tabernero que me sacase vino, y me dijo que la noche anterior habían tenido unos clientes que
se lo habían bebido todo, y que si quería cuidarle la casa, irían a buscarlo a un pueblo muy
próximo, con lo que estuve conforme. Así que efectivamente me quedé allí y me senté a una
mesa mientras él se iba a buscar dos cántaros grandes.
Entonces llegaron dos hombres que llamaron a la puerta, y yo ni hablé ni contesté
nada. Vieron la puerta abierta y me encontraron sentado a la mesa, preguntándome por qué
/461r/no les hablaba ni les contestaba. Les respondí que no sabía hablar su idioma. Entonces
uno de ellos me dice: «Vos sois uno de los prisioneros que se han escapado». Yo seguí
diciéndoles que no les entendía nada. Luego me preguntaron de dónde era. Les dije que de
Roma, y que nuestro barco se había roto en el mar y yo me había salvado a nado. Después
llegó el tabernero con todo el vino y nos sirvió de beber. Mientras charlaban con el tabernero
me dí cuenta de que hablaban un mal portugués. Cuando habían bebido y se iban a marchar,
les pregunté, con el peor lenguaje que pude, de dónde eran. Uno de ellos me respondió en
alemán. Entonces le dije: «Noyt duschen was vecadre», a lo que me contestó: «Estaba
convencido de que erais uno de los prisioneros, pues en la ciudad de Lisboa habéis enviado
cartas a la nación de Flandes, para impetrar al rey que os perdone y seáis liberado». Les dije:
«Todavía me queda un florín. Mientras dure nos daremos buena vida».

[CAMINO DE GUADALUPE]
Y así anduvimos juntos durante ocho días hasta que estuvimos fuera del país de
Portugal y llegamos a España. Me separé de ellos el día de San Bartolomé por la mañana.
Había oído /461v/tocar a misa en un pueblo y quería ir a oírla, pues desde hacía diez meses no
había visto celebrar el cuerpo de Nuestro Señor, pero sólo conseguí llegar después de la
elevación. Cuando terminó la misa, al verme tan mal vestido el cura me dijo: «Me parece que
sois pobre», y me dio uno de los panes que había recibido en la ofrenda. Luego me fui adonde
vendían vino, y pagué un dinero por un vaso, y con eso almorcé.
Por la tarde llegué a un pueblo bastante importante, y busqué la chimenea que
humeaba más, y allí me fui a pedir caridad. Un buen labrador estaba sentado a la mesa debajo
de un emparrado y habló conmigo. Le conté una parte de mi aventura. Me hizo sentar con él a
la mesa y su mujer le llevó un conejo asado, del que me dio un muslo. Entonces dije el

38
«benedicite» y, después de cenar, las gracias. Me dijo que haría que me prepararan una cama
y me trataron muy bien. Por la mañana, cuando me había levantado y le agradecía los favores
que me había hecho, él, movido por su buen corazón, me hizo esperar un poco, se fue al
huerto y me /462r/trajo un buen puñado de higos bien maduros cogidos del árbol, rojos como
sangre y extraordinariamente dulces y sabrosos, me dio un buen pan blanco y llenó mi
calabaza de vino. Después tomé el camino hacia Nuestra Señora de Guadalupe, a la que había
encomendado mi viaje.
Los dos hombres de los que hablé antes —uno era natural de Dordrecht, en Holanda, y
el otro era escocés— también iban en peregrinación a Guadalupe, con objeto de ganar dinero
para los comerciantes de Flandes que los habían enviado, según me dijeron. Esos dos
peregrinos me hicieron muy buena compañía y me ayudaron a salir del país de Portugal de
modo que llegué con total seguridad al país de España.
Pero se me había olvidado escribir lo que ellos me contaron. Y es que la misma noche
anterior a la mañana en que me encontraron en la taberna donde el tabernero había ido a
buscar vino al pueblo próximo, en el sitio donde habían dormido encontraron a una mujer
fugitiva que había estado prisionera con nosotros en nuestra prisión. Les contó que nuestro
carcelero había sido apresado a la mañana siguiente de nuestra evasión./462v/
En esa misma posada había comprado el caballo del posadero para escapar mejor. Y
cuando ya iba a montar a caballo, llegaron de pronto dos hombres de la ciudad en la que
estuvimos prisioneros, los mismos que, cuando estábamos escondidos y ocultos en los
matorrales, habíamos visto pasar a caballo persiguiéndonos. Cuando nuestro pobre carcelero
los vio, corrió por detrás hacia el establo y saltó por una ventana hacia el campo y los
viñedos, y se escondió. Los dos recién llegados preguntaron al posadero si no había visto al
carcelero que guardaba a los prisioneros que se habían evadido. Les contestó que no, y ellos
dijeron: «Daríamos veinte ducados si pudiéramos prenderlo». Cuando el malvado posadero
oyó esas palabras, corrió hacia el caballo que había vendido a nuestro carcelero, creyendo que
todavía estaba en el establo, y les dijo: «Si me queréis dar los veinte ducados, os lo
entregaré». Ellos aceptaron y volvieron a la posada, pero, una vez allí, no lo encontraron, ya
que se había escapado por la ventana, como he dicho. Y entonces los dos hombres querían
prender /463r/al posadero, diciendo: «Nos habéis hecho volver para que pudiera huir y
tomarnos la delantera». El posadero corrió a su habitación, cogió una ballesta y volvió a
discutir con ellos, diciendo que el carcelero había huido por la ventana del establo, y como
prueba les enseñó su capa, su espada y el caballo que le había vendido. Se convencieron y,
como el calor se hacía muy fuerte a mediodía, decidieron quedarse allí hasta la tarde, a la
fresca. El posadero les preparó la comida, y después de comer se echaron a descansar.
Y mientras descansaban encima de los bancos, de pronto apareció en la ventana el
insensato del carcelero, que no paró hasta que la posadera se fijó en él, y él le dijo:
«Devolvedme mi espada y mi capa, y os doy el caballo que he pagado a vuestro marido». La
posadera accedió y fue a decírselo a su marido. Y el marido llama a los otros dos, que lo
atacan de lo lindo con jabalinas, pero él sólo con el puñal rompía las jabalinas en pedazos;
entonces le dieron varios golpes en la cabeza con las espadas, de tal manera que le partieron
la cabeza en cruz y le hicieron una herida en la cara. Finalmente lo prendieron y le
encadenaron las piernas a un pilar que sostenía/463v/ la techumbre. Le curaron las heridas y
luego montaron a caballo en nuestra persecución. Pero el posadero ya no quiso hacerse cargo
de la custodia, y se fueron a buscar a unos aldeanos para que lo vigilaran toda la noche, y así
se hizo.
Luego los hombres se fueron tras nosotros con intención de cogernos, y durante toda

39
la noche esos guardas vigilaron al prisionero. Esa misma noche se hospedaron en la posada
unos arrieros, que se marcharon por la mañana temprano antes del amanecer, y yo me
encontré con ellos, como ya he escrito antes. Y el arriero al que di las calzas que llevaba
puestas y también mi capa aterciopelada me dijo que mi carcelero estaba prisionero en la
casa, pero que al marcharse no había sabido nada más de él. Y mientras los guardas jugaban a
las cartas y bebían, nuestro carcelero consiguió sacarse los grilletes por los talones, se levantó
y agarró todas las jabalinas que estaban apoyadas contra la pared, y salió fuera de la casa
cerrando la puerta tras de sí. Tan aprisa huyó que ya no lo pudieron coger y llegó a España,
donde después lo encontré, como vais a oír más adelante.
Ahora tenemos que volver adonde había dejado mi historia. Era cuando el buen
labriego me había dado higos, pan y vino, y así me dirigí hacia la Virgen santa de Guadalupe.
Y mientras caminaba /464r/durante varios días buscándome el pan, encontré un muchacho
que seguía el mismo camino que yo hacia Guadalupe, y que aparentaba querer ayudarme en
todo lo que podía. Yo tenía una bolsa de buena calidad hecha por los moros, en la que tenía
mis escrituras, dos camisas y un revoltijo de cosas que había conseguido conservar.
En cuanto llegamos a Guadalupe me fui a la posada en la que me había alojado otras
veces, y le pedí a la posadera que me guardase mi bolsa, porque tenía intención de quedarme
allí unos días para descansar. Es costumbre que todas las noches los peregrinos se vayan a
dormir a la iglesia, donde los religiosos ponen un cabezal de suficiente longitud para
acostarse encima, y por la mañana lo recogen, de modo que de noche se puede ir a dormir a la
iglesia. Estando allí fui a confesarme con uno de los religiosos, al que, después de haberle
dado cuenta de mi situación, pedí que, si le era posible, me consiguiera un asno que me
transportase. Pero no le era posible hacerlo, según me dijo. Después de haberme confesado
me hizo entrar en el monasterio e hizo que me dieran una capa corta gris y un par de zapatos
nuevos.
En ese lugar permanecí durante todo el día, y luego vino el muchacho junto a mí a
decirme que llevara los zapatos adonde /464v/había dejado la bolsa guardada, diciendo que,
como los llevaba colgados de la cintura, me molestaban, a lo que me negué. Me proponía
marchar por la mañana para dirigirme a Toledo, en donde confiaba encontrar algún socorro. Y
cuando al llegar la mañana, después de haber oído misa, fui a buscar la bolsa que le había
dado a guardar a la posadera, me encontré con que el bribón del muchacho la había ido a
buscar y se la había llevado. Me puse en camino tras él y supe por donde había pasado,
porque unos hombres a caballo lo habían visto, pero no conseguí encontrarlo. Eso me supuso
un gran contratiempo, porque después tuve que ir bastante lejos para obtener el duplicado de
las escrituras de todo lo que se me había encargado.

[DE TOLEDO A LA CORUÑA]


Sin embargo proseguí mi camino hacia la gran ciudad de Toledo, distante 28 leguas de
Guadalupe. Allí llegué el sábado siguiente a la Virgen de septiembre a mediodía, así que me
fui a comer a la gran iglesia catedral de Toledo. Por fuera de la iglesia hay una fuente en
donde cogí agua, y almorcé con un poco de pan por toda comida, ya que por entonces me
alimentaba de pan y agua. Después de comer /465r/me fui a la posada donde tenía por
costumbre alojarme en anteriores estancias. Allí encontré a mi posadero y lo fui a saludar.
Cuando me hubo reconocido, se echó a llorar de tanta lástima como sentía por mí. Entonces
le pregunté si no habría allí por entonces algún comerciante de mi país. Me contestó que no,
lo que me entristeció mucho. Y me dijo: «Sabéis que tengo dos o tres hijas casaderas de las
que he de ocuparme, por lo que no os puedo ayudar con nada, pero si queréis quedaros

40
durante un mes os daré de comer». Se lo agradecí, y le hice el ruego de que al día siguiente,
que sería domingo, hiciera el favor de alojarme y el lunes me marcharía, a lo que accedió
gustoso. Y cuando me despedía de él hasta la noche, me llamó diciendo: «¿Sabéis quién está
aquí? Un tal Luis, un flamenco, que es vendedor de libros impresos. Aquí están sus dos
mulas», y me las enseñó. Entonces le dije: «Una será para mí», y le pregunté dónde podría
encontrarlo. Me respondió que lo encontraría en la lonja donde se reúnen los comerciantes.
Entonces me fui hacia la lonja. Al principio no lo encontré, porque había regresado a
su posada, pero cuando le dijeron que yo lo andaba buscando en la lonja regresó rápidamente,
y tan pronto como me vio me /465v/dio un abrazo al estilo del país. Los comerciantes de la
lonja se quedaron pasmados al ver a un hombre bien ataviado abrazar a uno tan mal vestido
como yo estaba, y todos se pusieron a preguntarle quién era yo. Les dijo que era un gran
comerciante de Flandes y que había sido capturado por los portugueses en la Mina de Oro. Y
todos le decían: «Por Dios, ayudadle y dadle ropas dignas». E inmediatamente me compró
una capa a la moda de España y unas calzas, de modo que al día siguiente ya me encontré
bien vestido. También me entregó una de sus mulas y se vino conmigo a Burgos, a más de 40
leguas, donde nuestro factor le pagó todo a su entera satisfacción.
Después volví a la feria de Medina del Campo, y desde allí me tuve que ir a Sevilla
para buscar el duplicado de todas mis escrituras, que había dejado allí cuando embarqué para
ir a la Mina, y todo por culpa de ese muchacho rufián que me había robado. También iba para
cumplir mi promesa de pagar y contentar al carcelero, al que habíamos prometido 200
ducados. Saldé mi deuda y se quedó muy contento.
Una vez que recuperé mis escrituras, reemprendí /466r/el camino de regreso, y
encontré a un comerciante de la ciudad de Brujas que quería ir a Santiago, en Galicia. Para ir
allá le convenía seguir el mismo camino que yo por lo menos durante 60 leguas, y luego
volver grupas hacia Galicia y yo hacia Burgos. Pero cuando teníamos que separarnos uno de
otro, se echó a llorar diciendo que si yo lo abandonaba se moriría por el campo, y que no
conocía el idioma; me rogó que accediera a acompañarlo hasta Santiago, y que me pagaría
mis gastos y los de mi caballo, y yo acepté. Llevamos tan buena marcha que el día de Navidad
estábamos en Villafranca, donde se beben buenos vinos blancos, y estábamos en el mismo
Santiago de Compostela el día de la fiesta del sepulcro del bendito señor Santiago, que cae el
sexto día después de Navidad, al día siguiente de la fiesta de Santo Tomás de Canterbury.
Estuvimos allí durante cuatro o cinco días, y luego nos dirigimos a La Coruña, adonde
llegamos la misma víspera de Reyes a la hora de comer. Allí encontramos varios barcos,
cargados con toda clase de vinos y productos de cuaresma, que querían ir a Flandes y sólo
estaban a la espera /466v/del viento, que se levantó unas cuatro semanas más tarde. Vendimos
nuestros caballos y mulas en La Coruña, y nos embarcamos un lunes después de comer,
saliendo hacia el atardecer. Nos metimos por el paso de Saint-Mathieu, en Bretaña, y el
sábado siguiente, por la mañana temprano, entramos en el puerto de La Esclusa, y por la tarde
llegamos a Brujas, donde el domingo por la mañana todo el mundo me daba la bienvenida por
haber llegado sano y salvo de un viaje tan peligroso, y las noticias de mi llegada se habían
extendido por toda la ciudad de Brujas. De este modo terminó mi viaje, la persona a salvo
pero las mercancías perdidas. Deo gratias. Amen.
«Riens ne soit trop
de La Fontaine»
Escrito el 29 de marzo del año 1548
antes de Pascua

41
ESTUDIO HISTÓRICO
EL MARCO HISTÓRICO

El viaje de Eustache de la Fosse se enmarca en un doble contexto. El primero es


estructural: las relaciones comerciales entre Flandes y Castilla. El segundo responde a un
hecho coyuntural: el deseo de aprovechar la ruptura del monopolio portugués en la
navegación a Guinea, debido a la guerra luso-castellana (1475-1479).
Las citadas relaciones comerciales descansaban sobre el intercambio de manufacturas
(paños, objetos de metal, vidrio...) flamencas, inglesas y de la Baja Alemania, más algunos
productos alimenticios (pescado salado, trigo...) procedentes de los extremos norte y este de
Europa, contra hierro vasco y lana castellana, a los que acompañaban productos agrícolas
castellanos y mediterráneos. El desarrollo de las mismas recaía mayoritariamente sobre los
castellanos, que aunaban para ello el papel mercantil de los burgaleses y marinero de los
vascos y cántabros. Su presencia en Brujas es anterior a 1267, año en que se concedieron los
primeros privilegios a la nación castellana. Pasadas las dificultades de la Guerra de Cien
Años, la colonia castellana continuó creciendo para alcanzar su mejor momento en el último
tercio del siglo XV y primeros años de la siguiente centuria31.
El activo comercio castellano no era sinónimo de pasividad flamenca, pues siempre
existieron mercaderes de este origen que viajaron a la Península Ibérica. El relato que estamos
analizando contiene bastantes indicaciones en este sentido, como veremos: nación flamenca
en Lisboa; conocimiento personal de Guadalupe, Toledo y otras plazas castellanas de nuestro
protagonista; presencia de otros mercaderes flamencos en Toledo y Sevilla; navíos con
destino a Flandes en el puerto de La Coruña. Además, no es la única narración de este tipo,
pues contamos con la de Mathiijs van den Vagheviere, que viajó a nuestro país en 1492-9332.
La nómina de flamencos en la Castilla de los Reyes Católicos no acaba aquí, pues existen
bastantes menciones a mercaderes de este origen33, aunque las mismas no pueden ocultar su
inferioridad frente a otras colonias extranjeras en Castilla.

31
Un estado de la cuestión sobre este tema puede verse en H. Casado Alonso, «Las colonias de
mercaderes castellanos en Europa», en Castilla y Europa. Comercio y mercaderes en los siglos XIV, XV y XVI,
Madrid, 1995, págs. 15-56.
32
J. Finot, Étude historique sur les relations commerciales entre la Flandre et l'Espagne au Moyen Âge, Paris,
1899, pág. 16.
33
R. Fagel, «Cornelis Deque, un mercader flamenco en la Castilla del siglo XV», en Castilla y Europa...
págs. 241-263; J. Bello León, Extranjeros en Castilla (1474-1501), San Cristóbal de La Laguna, 1994,
recoge 19 mercaderes flamencos; E. Otte, Sevilla y sus mercaderes a fines de la Edad Media, Sevilla, 1996,
pág. 193, menciona 5 comerciantes de este origen; A. Moreno Ollero, Sanlúcar de Barrameda a fines de la
Edad Media, Cádiz, 1983, págs. 132-133, indica el avecindamiento de flamencos a fines del siglo XV,
aunque no todos mercaderes.
Parte de sus actividades se orientaron hacia el Atlántico Sur. Al comenzar el último
cuarto del siglo XV existen referencias a un tal Trotin, establecido en Lanzarote y
Fuerteventura e interesado en la orchilla en Gran Canaria, durante la conquista de esta isla34.
También conocemos a Jorge Grimón, hidalgo de Namur, que participó en la guerra de
Granada y en la conquista de Tenerife, isla en la que se estableció al concluir las hostilidades
junto a su compañero Juan Alemán35. Sin embargo, como en otros lugares del reino, hay que
esperar a comienzos del siglo XVI para que aparezcan los primeros mercaderes con
implantación efectiva36.
El interés flamenco en aprovechar el portillo abierto por la guerra luso-castellana en el
comercio con Guinea se explica por el régimen más liberal y menos oneroso instaurado por
los castellanos. Frente al tercio del oro y las mercancías percibido por los monarcas lusitanos,
sus homólogos castellanos se contentaron con el tradicional quinto, en concepto de bienes
extraordinarios37. A juzgar por el testimonio de Duarte Pacheco, no fue este el primer viaje de
flamencos a esta región. En su Esmeraldo de Situ Orbis se menciona otro realizado en 1475,
siete u ocho años antes de la construcción del castillo de San Jorge, por un navío flamenco,
con piloto castellano. El mismo rescató productos por cinco o seis mil doblas, antes de
perderse en la Costa de los Esclavos, donde treinta y cinco flamencos fueron comidos por los
habitantes de la zona. Todo ello consta por el testimonio de éstos y del capitán Pedro
Gonçalves Neto, quien rescató el oro que traían y parte de sus vestidos 38 . Junto a ello,
encontramos a otros extranjeros interesados en los viajes castellanos a Guinea, caso de los
ingleses que buscaban en Sevilla y su tierra pilotos para ir a la Mina de Oro39. En ocasiones,
la intervención se realizaba por vías indirectas, como la protagonizada por Francisco
Bonaguisa, mercader florentino, que obtuvo por 100.000 maravedís el traspaso de una
licencia para armar con destino a la Mina, propiedad del duque de Alba 40.

34
Fr. J. de Abreu Galindo, Historia de la conquista de las siete islas de Canaria, Santa Cruz de Tenerife,
1977, pág. 189.
35
Archivo de la Real Academia de la Historia. Colección Salazar y Castro. Sig. D-35, fol. 44: Tabla
genealógica de la familia Grimón. A. Cioranescu, «Índice de conquistadores», en La conquista de Tenerife
(de A. de Viana), Santa Cruz de Tenerife, 1968, vol. II.
36
Los detalles en E. Aznar Vallejo, La integración de las Islas Canarias en la Corona de Castilla (1478-1526),
Las Palmas de Gran Canaria, 1992 (2ª ed.), págs. 257-258.
37
A(rchivo) G(eneral) S(imancas) - Registro General del Sello, 4 de abril 1480, fols. 155 y 172; 20 junio
1480, fol. 284. Cfr. A. De La Torre y L. Suárez Fernández, Documentos referentes a las relaciones con
Portugal durante el reinado de los Reyes Católicos, Valladolid, 1958-63, II, nº 22 y 223. Vid., además, nota nº
41.
38
Duarte Pacheco Pereira, Esmeraldo de Situ Orbis. (Côte occidentale d'Afrique du Sud Marocain au
Gabon). Ed. de R. Mauny, Bissau, 1956, Libro 2º, cap. 3º.
39
A. G. S. - Registro General del Sello, 3 de noviembre 1480, fol. 81. Cfr. A. De La Torre y L. Suárez,
Documentos... Portugal... II, nº 263.
40
A. G. S. - Registro General del Sello, 10 junio 1480, fol. 245.

44
En cualquier caso, el viaje de Eustache de la Fosse llegó tarde, pues los tratados de
paz de Alcáçovas-Toledo se firmaron el 4 de septiembre de 1479 y fueron confirmados el 27
de septiembre de dicho año. Es posible que al producirse el embarque el 2 de octubre, dicha
norma no fuese conocida, por lo que el viaje podía acogerse a la moratoria concedida a los
navíos en ruta41. A este respecto, conocemos una carta de la Reina, fechada el 5 de octubre,
ordenando a las ciudades de la Baja Andalucía pregonar las paces con Portugal 42. En dicha
carta se menciona una comunicación anterior, aunque ahora se reitera por la necesidad de
hacerlo con presencia de representantes lusitanos, tal como se estipuló en los acuerdos. A
pesar de ello, éste, como otros navíos, fue atacado y conducido a Portugal43.

EL RELATO DE VIAJE

La narración de Eustache de la Fosse es, ante todo, un relato de viaje. En él se


perciben claramente dos partes: la relativa a las etapas en la Península Ibérica, en la que las
anotaciones sirven, esencialmente, para encuadrar los hechos; y la consagrada al mundo
africano, marcada por el asombro personal y el deseo de saciar la curiosidad de su auditorio.
La primera estadía peninsular sirve para poner de manifiesto las relaciones
comerciales castellano-flamencas. No en balde el trayecto seguido une Brujas y su antepuerto
con Laredo, uno de los cuatro grandes puertos cántabros especializados en los tráficos con los
Países Bajos, y Burgos, centro rector de los mismos. Y tras tres meses de negocios en esta
plaza, donde seguramente surgió la idea del viaje a la Mina, nuestro protagonista se traslada a
Sevilla. Allí, el factor de la firma había recibido las mercancías enviadas desde Flandes y
había fletado la carabela. La existencia de un representante permanente en la zona evidencia
una estrecha relación con la misma, que se ve reforzada por el conocimiento personal del
puerto de Sanlúcar. También queda patente la estructura del comercio de la Baja Andalucía,
basado en la relación entre Sevilla, puerto interior y centro financiero, y los puertos del litoral,
caso de Sanlúcar, Cádiz y los del Condado de Niebla (Palos, Moguer, Huelva...). Todos ellos
constituían, desde hacía varios siglos, la avanzadilla castellana hacia el Atlántico Sur 44.

41
A. G. S. - Registro General del Sello, 18 diciembre 1479, fol. 54; 3 febrero 1480, fol. 49; s.d. febrero
1480, fol. 61; 8 marzo 1480, fol. 390; 26 marzo 1480, fol. 281. Cfr. A. De La Torre y L. Suárez:
Documentos...Portugal... II, nº 196 y nº 201. Vid., además, nota nº 37.
42
R. Carande y J.M. Carriazo, Tumbo de los Reyes Católicos del Concejo de Sevilla, Sevilla, 1929-1971. II, 1
(tomo III, págs. 1-2).
43
A. G. S. Registro General del Sello, 12 marzo 1480, fol 231; 20 junio 1480, fol. 223. Cfr. A. De La
Torre y L. Suárez, Documentos... Portugal..., II, nº 242.
44
Un panorama general sobre esta cuestión en E. Aznar Vallejo, «La experiencia marítima», en
Andalucía 1492: Razones de un protagonismo, Sevilla, 1992, págs. 125-156.

45
La navegación africana de Eustache de la Fosse utilizó alguno de los principales
puertos de los circuitos atlánticos. En primer lugar, Safi. La documentación notarial sevillana
coincide en presentarlo como escala de los navíos castellanos a Canarias 45. La referencia que
en él se hace a los moros blancos, corresponde a una clasificación de las poblaciones
africanas que se encuentra en diversos autores. Ca da Mosto la utiliza para distinguir a los
habitantes del Norte (Reino de Fez) de los azanegas, que son berretinos, y de los negros de
Etiopía, es decir de la región del sur del Senegal 46 . León el Africano simplifica esta
catalogación, oponiendo los cinco pueblos del África Blanca (Sanhagia, Musmuda, Zeneta,
Haoara y Gumera) a los reinos del África Negra, a partir de Gulata 47 . La importancia
comercial del enclave y la presencia portuguesa en él es unánime en todas las informaciones.
El manuscrito de Valentim Fernandes señala que el rey don Juan mandó edificar una casa
fuerte y tenía en ella un factor para la compra de mercancías con destino a Guinea 48. Este
hecho supuso la intensificación de la presencia lusitana, que hasta entonces había tenido un
carácter intermitente, como prueba la referencia de De la Fosse a los factores del rey. Duarte
Pacheco Pereira, por su parte, presenta a la ciudad ya tributaria del rey lusitano y consigna un
amplio elenco de productos, entre los que destacan los caballos y el oro traído por las
caravanas49. Aunque la ciudad fue tutelada por los portugueses desde época de Juan II, su total
incorporación no se produjo hasta 1508. Sobre este hecho existen dos versiones. La primera,
más realista, está contenida en el manuscrito de Valentim Fernandes y liga el inicio de los
acontecimientos al acuerdo del alcaide de la ciudad con el duque de Medina Sidonia, por
medio de un judío. Tras instigar la muerte del traidor y pretextando la elección de un nuevo
alcaide sin su aprobación, el rey luso envió una armada para la ocupación50. León el Africano
hace arrancar la situación de una historia de amor, que acaba con la vida del alcaide y provoca
su sustitución por dos capitanes. Uno de ellos terminará por inclinarse hacia el bando
portugués, lo que éstos aprovecharán para ahondar su presencia hasta la completa
ocupación51.
La escala en Canarias resulta lógica en un viaje castellano por el Atlántico Sur. Las
islas visitadas corresponden a la porción señorial del Archipiélago, ya que las futuras islas de

45
F. Morales Padrón, «Canarias en el Archivo de Protocolos de Sevilla (1472-1528)», Anuario de Estudios
Atlánticos, VII-VIII (1961-62), nº 401: Préstamo para un viaje a Gran Canaria, con escala en Safi
(13-XI-1509).
46
A. de Ca da Mosto, Relation des voyages de la Côte occidentale d'Afrique. Ed. de C. Schifer, París, 1895.
Primera navegación, cap. I.
47
J. León Africano, Descripción general de África y de las cosas peregrinas que allí hay. Ed. S. Fanjul y N.
Consolani, Barcelona, 1995, págs. 63-64.
48
O manuscrito «Valentim Fernandes» . Ed. de A. Baiao, Lisboa, 1940. Descripción de Ceuta y Norte de
África (págs. 38 y 47).
49
Duarte Pacheco Pereira, Esmeraldo... Libro 1º, cap. 18º. En R. Ricard, «La Côte atlantique du Maroc
au debut du XVIe siècle», Hesperis VII (1927, 2º).
50
Vid. nota nº 48.
51
J. León Africano, Descripción..., págs. 111-112.

46
realengo (Gran Canaria, La Palma y Tenerife) estaban aún por conquistar. Este hecho
contrasta con la introducción a posteriori del libro de Américo Vespucio, quien, no obstante,
no hace una relación de las islas, por lo que el cómputo de las mismas debe referirse a una
representación del Archipiélago. La información ofrecida resulta llamativamente parca, si
tenemos en cuenta la mencionada presencia flamenca en la zona y la importancia de las
«conchas de Canaria» en las expediciones castellanas a Guinea. Nada se dice de lo cargado
en las Islas, salvo del aprovisionamiento en el Hierro; ni del desvío hacia esta isla (la menor y
la más occidental del Archipiélago), que no puede explicarse por el temor a utilizar las vías
más próximas a la costa africana, ya que los portugueses utilizaban frecuentemente el
itinerario que unía Madeira y Canarias para navegar hacia el Continente. El mismo está
recogido, con variantes, en Zurara, Ca da Mosto, Diogo Gomes y posteriormente, en
Vespucio, Duarte Pacheco Pereira y el viaje de D. Francisco de Almeida, virrey de la India.
La utilización de La Gomera —y seguramente de El Hierro— en la pesquería andaluza hacia
Guinea, tampoco parece razón suficiente, pues los libros de derrotas señalan un amplio
abanico de itinerarios entre Canarias y África.
Después de hacer escala en Canarias, nuestros viajeros regresaron al Continente.
También aquí el relato resulta confuso. La explicación más verosímil parece la utilización del
Cabo Blanco como referencia en la travesía y luego un viaje de exploración hacia el Norte, en
dirección hacia el Cabo Barbas —del que se dan detalles precisos— y, posiblemente, al Río
de Oro. Para ilustrar el primer punto es preciso recordar el comentario de Ca da Mosto a
propósito de la travesía entre Canarias y Cabo Blanco, en el que señala que dos tercios de la
misma se hacen sin ver tierra, aproximándose posteriormente al misma «para no pasar el cabo
sin reconocerlo, porque luego no se ve otra tierra hasta Arguim»52. Al norte del Cabo Blanco,
una vez pasada la Piedra de Galee, se encuentra el Cabo Barbas. Duarte Pacheco confirma las
dificultades de navegación y la necesidad de salvarlas saliendo a mar abierto, para sortear los
arrecifes, que se adentran cinco leguas en el Océano53. Ni esta ni otras fuentes portuguesas
señalan actividades comerciales en la zona, por lo que debemos pensar que el naufragio en
ella de Henry, factor de Tomas Perrot, fuese el lance de una navegación más lejana,
seguramente hacia Arguim. Aún más al norte, entre el Angra dos Cavallos y el Angra de
Gonzalo de Sintra, se encuentra el Río de Oro. Este paraje no coincide con el homónimo
recogido en los portulanos catalano-mallorquines del siglo XIV, que lo sitúan en el río
Senegal. Tal nombre le fue puesto por la expedición de Alfonso Gonçalves Baldaia, al ser el
primer lugar en que los portugueses rescataron oro y esclavos negros 54. También era conocido
por su riqueza pesquera, aunque la presencia castellana parece ser posterior a la fecha del
viaje, como ampliación a sus actividades en la zona comprendida entre los cabos de Aguer y
Bojador55. A este respecto hay que recordar que el arrendamiento real de 1490 y 1491 se hizo
sobre las pesquerías «de la costa de Canaria, del Cabo Bojador hasta Mar Pequeña y veinte
leguas abajo», que es «lo que se descubrió el año pasado de 1488, que hasta entonces no se
pescaba por castellano alguno». En la comunicación de dicho arrendamiento a las villas

52
A. de Ca da Mosto, Relation... Primera navegación, cap. VI.
53
Duarte Pacheco Pereira, Esmeraldo... (Ed. Mauny), Libro 1º, cap. 23º.
54
O manuscrito... Descripción de Ceuta y Norte de África (pág. 40).
55
Los detalles en E. Aznar Vallejo, «La experiencia...», págs. 136-37.

47
andaluzas se especifican esas «veinte leguas abajo», ya que se habla del Cabo Bojador, Angra
de los Caballos y seis leguas abajo.
La relación da un salto hasta Cabo Verde, una de las referencias más utilizadas en las
navegaciones africanas. Para Vespucio, por ejemplo, se trata del promontorio Etíope de
Tolomeo y comienzo de dicha provincia56. Además, había supuesto el descubrimiento de un
África Verde al sur del Senegal y la demostración de la habitabilidad de la región tórrida.
Esto último vino a contradecir la teoría de los «climas» de los Antiguos, que sólo
consideraban habitables las regiones templadas, entre las que no era posible la comunicación
debido a la interposición de la zona equinoccial. Zurara condensa estas ideas, al señalar con
sorpresa la abundancia de hombres y de ganado 57. Luego sigue la somera enumeración de
varios puntos (Isla de los Ídolos, Sierra Leona y Bajos de Santa Ana) que dan paso a las zonas
comercialmente más ricas de Guinea: Costa de la Malagueta, Costa del Marfil, Costa del Oro
y Costa de los Esclavos.

56
A. Vespucio, El Nuevo Mundo, Madrid, Ed. Akal, 1985, págs. 36 y 57.
57
G. Eanes de Zurara, Crónica dos feitos notáveis que passaram na conquista da Guiné por mandado do infante
D. Enrique. Ed. de T. de Sousa Soares, Lisboa, 1978, cap. XXXI.

48
Eustache de la Fosse dedica un amplio apartado a la malagueta, única especia que
proveía en este momento el mercado africano. A ella vendrá a sumarse años después la
pimienta de Benín. La malagueta, semilla de dos especias semejantes, era conocida en Europa
desde el siglo XIII, gracias a las rutas caravaneras, que la transportaban hasta los puertos de
Tripolitania y el Magreb. Inicialmente procedía del país mandinga, trasladándose
posteriormente hacia el sur. Su primera mención atlántica corresponde al viaje de Diogo
Gomes58. Posteriormente, es representada por el globo de Martin Behaim, que la vincula al
reino de Gambia. El manuscrito de Valentim Fernandes la sitúa ya en Sierra Leona59 y Duarte
Pereira Pacheco precisa su nueva ubicación60. Para él, el tráfico comienza en la Mata de Santa
Ana y se extiende a lo largo de cuarenta leguas, siendo el responsable del topónimo «Cabo
dos Cestos», por los recipientes en él utilizados. La lexía «grana del paraíso» hacía alusión a
su color rojo y a su origen en el río Niger, que se creía unido al Nilo, uno de los cuatro ríos
que precedían al Paraíso Terrenal 61 . Esta explicación se encuentra ya en Juan Sire de
Joinville, quien en la Historia de San Luis habla del Nilo y de su origen en el Paraíso, de
donde suponía que llegaban las especias, ya que el viento transportaba las flores y semillas
que caían de sus árboles62.
La escala en la Costa de la Grana también sirve para avituallarse de otro producto: los
esclavos. Se trata de mujeres y niños —lo que apunta a una esclavitud de tipo doméstico—
intercambiados por objetos de metal. Su destino era la Mina de Oro, donde su reventa
proporcionaba grandes beneficios, medidos en pesos de oro. Era ésta una medida ponderal
que terminará convirtiéndose en moneda. Al ser la esterlina, como todas las de su época, una
moneda mercancía, permite su comparación con el peso, de la que es un tercio de su valor.
Este intercambio tan ventajoso fue evolucionando, al acomodarse a la ley de la oferta y la
demanda. Pacheco Pereira señala, una veintena de años más tarde, que «el comercio está
dañado, porque cuando estaba como debía se compraba un fardo de Malagueta por un
brazalete de latón...y un esclavo por dos bacías de barbero; y ahora vale un fardo de
Malagueta cinco o seis brazaletes y un esclavo cuatro o cinco bacías»63.

58
O manuscrito... De prima inventione Guinée (pág. 193).
59
O manuscrito... Descripción de Ceuta y Norte de África (pág. 94).
60
Duarte Pacheco Pereira, Esmeraldo... (Ed. Mauny), Libro 2º, cap. 2º.
61
A. de Ca da Mosto, Relation... Primera Navegación, cap. XV.
62
Jean Sire de Joinville, Histoire de Saint Louis, París, Pognon, 1896.
63
Duarte Pacheco Pereira, Esmeraldo... (Ed. Mauny), Libro 2º, cap. 3º.

49
Los intercambios en la Costa del Oro se realizaron en dos puntos: Shama y Aldea de
las dos partes. Este último —futuro San Jorge de la Mina— es el descrito, al ser el atribuido
al barco de Eustache de la Fosse. Su nombre, de origen portugués, prueba que el carácter dual
del poblado —que se aprecia en los grabados del siglo XVI— es anterior a la construcción del
castillo luso, en 1482. La negociación comercial exigía el cumplimiento de ciertos requisitos.
En primer lugar, la autorización de las autoridades locales: mansa y caramansa. En segundo
lugar, la llegada y actuación de los mercaderes del interior, dado el carácter hasta entonces
marginal de la costa en la ordenación del territorio. Los intercambios se fundaban en la
entrega de objetos metálicos y esclavos, de la Malagueta y de la Costa de los Esclavos, por
oro. La importancia del trato esclavista se evidencia en el texto, al consignar la venta in situ
de la mayoría de los cuatrocientos esclavos traídos por dos barcos de Fernando Vaz. El
comercio castellano en la zona se sustentaba sobre idénticos principios: oro contra cobre,
latón, peltre, ropas y conchas de Canaria 64. Y obtenía idénticos beneficios, visibles en la
tasación del quinto real de una carabela venida de la Mina en 329 meticales de oro, unos
135.000 maravedís65.
El regreso se efectúa por idéntico itinerario hasta Sierra Leona. La descripción de
nuevos paisajes corresponde a la ponderación de las Islas de Cabo Verde. Reconocidas a
partir de 1460 por Ca da Mosto y Diogo Afonso, su ocupación avanzó muy lentamente, a
pesar del encargo del infante don Enrique al genovés Antonio Nolli. Esta es la situación
descrita por nuestro viajero, tanto al señalar que sólo la isla de Santiago estaba habitada,
como al indicar que los animales no recelaban de la presencia humana, en lo que sigue a Ca
da Mosto66. A comienzos de la siguiente centuria, el manuscrito Valentim Fernandes aumenta
el número de islas habitadas, al incluir la de Fogo67. Este carácter de refugio y las propiedades
curativas de sus tortugas, las hacían ideales para la estancia de leprosos. Ca da Mosto había
dado cuenta de la presencia de tortugas, aunque sin señalar uso curativo alguno; mientras que
el manuscrito Valentim Fernandes atestigua dicho uso, aunque reconociendo que las islas
habían pasado de sanatorio y zona libre de la enfermedad a lugar afectado por el mal 68. La
causa del cambio era, según esta última fuente, la importación de negros y la consiguiente
corrupción del aire. En cualquier caso, la fama de las propiedades curativas de estas tortugas
llegó pronto a Europa, pues en 1483 Luis XI de Francia envió navíos de Honfleur a «l'isle Vert
et pays de Barbarie» en busca de productos que curasen su supuesto mal 69.
Tras el paso por Madeira, perfectamente retratada por sus dificultades portuarias y su

64
A. Bernáldez, Memorias del reinado de los Reyes Católicos. Ed. de M. Gómez-Moreno y J. M. Carriazo,
Madrid, 1962, cap. VI.
65
A. G. S. - Registro General del Sello, 21 marzo 1486.
66
A. de Ca da Mosto, Relation... Segunda Navegación, cap. 1º.
67
O manuscrito... Descripción de Ceuta y Norte de África (Islas de Cabo Verde), págs. 118-121.
68
Vid. notas nº 66 y 67.
69
Histoire des règnes de Charles VII et de Louis XI, París, Édit. Quicherat, 1857, III, pág. 166. Citado por R.
Mauny, «Eustache de la Fosse. Voyage à la Côte occidentale d'Afrique (1479-80)», en Boletim Cultural da
Guiné Portuguesa, vol. IV, nº 14 (1949), págs. 181-195.

50
riqueza azucarera, se produjo la llegada a Portugal. Comienza entonces la actuación de la
monarquía en defensa de su política de «capitalismo de Estado». En ella había tenido un
papel destacado, desde mediados los años setenta, el futuro Juan II. Fruto de esta política fue
el traslado de la Casa de Guinea desde Faro a Lisboa, para centralizar los productos enviados
y recibidos de dicha región, especialmente de La Mina. Los comisarios reales, tras encargarse
de las mercancías, entendieron en la cuestión de los prisioneros. A lo largo del interrogatorio,
los jueces se preocuparon por conocer el status personal de los acusados, ya que éste podía
afectar a las condiciones de detención y a la determinación de la jurisdicción competente. En
el primer caso, es preciso recordar que las cárceles medievales solían poseer diversos recintos
acordes con la categoría de los detenidos. Por ello era relevante la condición de «desorejado»,
ya que se trataba de una pena infamante que marcaba al reo de por vida. En cuanto a la
tonsura, ésta era signo de los beneficios del fuero eclesiástico, entre los que se contaba la
jurisdicción propia.
En el desarrollo de los acontecimientos de esta etapa del relato adquiere un gran
protagonismo la peste. Es la responsable del desembarco en Setúbal, en lugar de Lisboa; y del
posterior traslado a Alcacer do Sal, lo que da pie a la descripción de sus salinas. También es
la culpable de la no celebración de la audiencia real, para conocer la apelación de la
sentencia; aunque a la larga favorecerá la huida, al carecer de foso las murallas de Setúbal.
Luego sigue un cúmulo de peripecias personales, en las que la suerte y la ayuda recibida, en
unos casos desinteresadamente y en otros de manera remunerada, permiten al viajero
flamenco seguir en libertad y alimentarse.
El relato del viaje reaparece con la descripción de Guadalupe, uno de los principales
lugares de peregrinación de los reinos hispánicos durante el siglo XV. Entre ellos, Portugal
ocupaba un importante papel70, lo que facilitaba el pasar desapercibido entre la muchedumbre
de peregrinos y de mercaderes que pululaban en su entorno, como ejemplifica del holandés y
el escocés enviados por comerciantes flamencos. Este carácter explica el uso de dormitorio
dado a la iglesia del monasterio. También explica el desarrollo de talleres y otras
instalaciones para socorrer a peregrinos, tal como detalla el viajero alemán Jerónimo Münzer,
quien la visitó pocos años después71.
La siguiente etapa es Toledo, a veintiocho leguas. Hemos de suponer que haría la
misma ruta que Münzer, por Puente del Arzobispo y Talavera. También se trata de un lugar
conocido por De la Fosse, quien, como en el caso anterior, recurre a la posada donde se
albergaba tradicionalmente. Toledo era, además de capital religiosa, un gran centro comercial,
en medio del eje norte-sur de la corona castellana, que lo unía hacia septentrión con
Valladolid y Burgos y hacia el mediodía con Córdoba y Sevilla. Este hecho explica la
búsqueda de compatriotas y el encuentro con el mercader de libros.
En cualquier caso, el centro de las actividades de los flamencos en Castilla es Burgos,
donde la compañía para la que actuaba nuestro protagonista tenía factor permanente. Tras el
obligado viaje a Sevilla, para pagar al carcelero y recuperar sus escrituras, nuestro viajero
reemprendió el viaje hacia el norte. Seguramente a través de la Ruta de la Plata, que le

70
Un panorama de estas relaciones en Isabel María Rebeiro Mendes, «Portugal e o Mosteiro de
Guadalupe. Relações Historicas na segunda metade do século XV», en Congreso Bartolomeu Dias e a sua
época. Porto, 1989, vol. V, págs. 661-676. Vid. también el testimonio de Münzer sobre esta cuestión en
nota nº 71.
71
J. Münzer, Viaje por España y Portugal, Madrid, Ed. Polifemo, 1991, págs. 223-243.

51
permitía compartir viaje con su compatriota. La petición de éste le movió a desistir de su idea
de trasladarse nuevamente a Burgos y desde allí a alguno de los puertos cantábricos. Por ello
terminó embarcándose en La Coruña, donde encontró barcos en viaje hacia Flandes, cargados
de vinos y productos «de cuaresma» (pescados, frutas...). En este punto termina la «aventura»
para comenzar una navegación habitual, aunque no exenta de riesgos.

LAS REFLEXIONES PERSONALES

En determinados momentos el relato escapa a la descripción marcadamente


mercantilista para alcanzar un tono más vivo, con ribetes intimistas y etnográficos.
El primer polo de este análisis personal es el de los pueblos africanos, que comienza
durante la estancia en la costa de la Malagueta. Se observa en primer lugar el vestido, ya que
su presencia o ausencia es —junto a otros elementos como vivienda, preparación de
alimentos u organización social— uno de los hechos determinantes para establecer la barbarie
o la civilización de las culturas descritas. Según este parámetro, los hombres se encuentran en
nivel inmediatamente anterior a la desnudez total, es decir: usan taparrabos. De las mujeres
nada se dice, por lo que debemos entender que van vestidas, al menos sucintamente. En lo
tocante a sus condiciones naturales, la consideración de los nativos es positiva, ya que «son
buenos y confiados»; aunque adolecen de defectos morales, pues «son ladrones». Esta
dicotomía es típica de la presentación de los nativos como buenos salvajes, ya que su
ingenuidad primigenia no puede apartarles de ciertas conductas, sólo superables mediante la
recepción de la verdad revelada. También describe las canoas, utilizando, como otros muchos
viajeros, el término portugués almadía, a pesar de que su etimología árabe designase
originalmente las balsas.
En la Costa de Oro Eustache de la Fosse se interesa por la lengua, de la que presenta
un vocabulario mínimo, aunque no superado por otros textos. Desconocemos por qué no hizo
lo propio en la Costa de la Malagueta, donde no recoge ni el nombre de la planta, citado por
Pacheco Pereira («nhunho»)72. Uno de los términos («berre, bere») también está anotado por
la crónica de Juan II, que le da una traducción algo diferente ('paz, paz') por lo que también
varía la grafía («bere, bere»)73. La omnipresencia del pensamiento mágico y el carácter de
idólatras de los naturales «que dan gran fe a los encantamientos y otras cosas que saben por
trato con el diablo» 74 , explican el supuesto encantamiento de Eustache de la Fosse por
mujeres de la aldea y la aparente aceptación de Diogo Cão de la pérdida de dos bacías.
La nueva escala en la Malagueta da pie para referencias culinarias. La más curiosa es
la relativa a ostrones, ya que se les menciona únicamente como fuente de alimentación. La
sorpresa viene explicada, más que por su tamaño (en torno a un cuarto de metro), por el uso
que castellanos y portugueses hacían de las conchas en los rescates de Guinea 75 . Los

72
Duarte Pacheco Pereira, Esmeraldo... (Ed. Mauny), Libro 2º, cap. 3º.
73
R. de Pina, Crónica de el-rei D. João II. Ed. de A. Martins de Carvalho, Coimbra, 1950, cap. II (pág. 10).
74
Cita de Alvise de Ca da Mosto. Vid. Relation... Segunda Navegación, cap. IV.
75
La utilización de «conchas de Canarias» para el intercambio por oro de la Mina puede verse en E.
Aznar Vallejo, «Navegación oceánica y expansión comercial», en La Península Ibérica en la Era de los
Descubrimientos, I, Sevilla, 1997, págs. 22-23. Las referencias a conchas de las islas de Cabo Verde y otras

52
moluscos, junto al arroz, miel y mantequilla, representaban una buena forma de alimentarse
un europeo en Cuaresma. Además, la mención del arroz es la primera prueba de su cultivo en
el África Occidental.
Un segundo bloque de observaciones personales conciernen a la náutica. En primer
lugar, lo relativo a la naciente navegación astronómica. En el viaje de regreso el piloto
portugués introdujo al comerciante flamenco en la utilización del compás, es decir en la
medición de distancias sobre la carta náutica. La importancia de esta técnica queda de relieve
en el significativo nombre de compasso da navigare que recibe en los primeros manuales de
navegación. También le enseñó los rudimentos del almanaque, que permite conocer la
declinación de los astros. Esto era útil para medir la posición del navío, con ayuda del sol o de
las estrellas; y para conocer el movimiento de las mareas con el de la luna. Por extensión, los
conocimientos de astronomía permitían conocer las fiestas móviles, con la ayuda del número
áureo y la letra dominical. Otro aspecto destacado de las navegaciones oceánicas, con la
prolongación de las campañas y la frecuentación de aguas cálidas repletas de parásitos
vegetales y animales, es la multiplicación de los trabajos de carenado. Tales tareas exigían
buscar refugios, protegidos de los vientos y el mar, como la Isla de los Ídolos; y creaban
periodos de inactividad, que los no profesionales de la mar llenaban con pasatiempos, como
el baño de Eustache de la Fosse. El aumento de conocimientos del viajero flamenco se pone
de manifiesto en la precisa descripción de los vientos al iniciar el regreso del archipiélago de
Cabo Verde. Dicho regreso se realiza mediante el recurso al contra-alisio, efectuando una
profunda incursión en el Océano, lo que constituye, en expresión de los marinos lusitanos, la
«Volta».
La navegación en torno a los archipiélagos atlánticos enfrenta los datos de la
astronomía empírica (los pájaros como indicadores de tierra) con el mundo mítico de las islas
que aparecen y desaparecen. Tales mitos tienen que ver con el recuerdo de las Islas de los
Bienaventurados y con la búsqueda del Paraíso. Los mismos tuvieron diversas formulaciones,
siendo la más persistente de ella la isla de San Borondón, en cuya busca se enviaron
expediciones hasta el siglo XVIII y que sigue viva en la imaginación popular. La aquí recogida
corresponde a la isla o islas de las Siete Ciudades. De acuerdo con ella, siete obispos
—encabezados por el de Oporto— abandonaron el continente ante la «pérdida de España»
(en el sentido romano y visigodo del término) y fundaron siete sedes. Curiosamente, la
versión bajomedieval hace del obispo un conocedor de la nigromancia, frente a la posición
frontalmente contraria a dichas prácticas del clero de la Alta Edad Media. Su encantamiento
hacía invisible el refugio hasta la liberación del reino de la ocupación musulmana. Las
referencias a la guerra de Granada, como inicio de tal desenlace, pueden deberse a una idea
que flotaba en el ambiente o, más probablemente, a un recuerdo a posteriori de dichos
sucesos. En este sentido hay que advertir que la guerra de Granada comienza con la toma de
Alhama en febrero de 1482 y que su tercera fase —la que tiene como objetivo la ciudad de
Granada, tal como se señala en el texto— no se produjo hasta 1490.

partes en el tráfico hacia Guinea en J. Martins da Silva Marques, Descobrimentos Portugueses, Lisboa, 1971,
vol. III, nº 147 (24-VII-1480).

53
En cualquier caso, la creencia en tales islas estaba muy arraigada en la época, como
demuestra su representación en la carta de Grazioso Benincasa de 1482; y en su búsqueda
jugaba un importantísimo papel Madeira. El propio Colón anotó en su diario que, estando en
Portugal en 1484, vio a un vecino de Madeira pedir al rey una carabela para ir a la tierra que
veía todos los años76. A menudo, la isla de las Siete Ciudades se confunde con la de Antilla.
Véase, si no, la descripción que Pedro Medina recoge de esta última:

Esta isla Antilla, en otros tiempos por los lusitanos fue hallada, más agora cuando es buscada, no
se halla. Hay en ella gentes que hablan la lengua de España, que del rey don Rodrigo, postrero de
los reyes Godos de España, cuando los Bárbaros en ella entraron, créese que a esta isla huyó. Esta
isla tiene un Arzobispado y seis Obispos, donde cada uno tiene ciudad propia, por lo cual de
77
muchos fue llamada la isla de las siete ciudades .

76
Cristóbal Colón. Textos y documentos completos. Ed. de C. Varela. Madrid, 1992 (2ª ed.). Diario del
Primer Viaje, págs. 98-99.
77
P. de Medina, Libro de Grandezas y cosas memorables de España. Ed. de A. González Palencia, Madrid,
1944, tomo I, pág. 70.

54
El último capítulo de estas anotaciones hace aflorar la personalidad y relaciones del
protagonista. Sorprendentemente, estas últimas están restringidas a sus captores lusitanos,
silenciándose todo lo relativo a sus compañeros de viaje78. El apresamiento de los intrusos se
produjo de acuerdo con las normas de la guerra entonces vigentes. En este supuesto, los
monarcas otorgaban a sus súbditos una patente de corso de carácter general. En virtud de la
misma, los barcos enemigos correspondían a quienes los aprehendían, aunque debían reservar
parte de los bienes —normalmente el quinto— para el rey. El botín resultante se repartía entre
los propietarios de las embarcaciones y la tripulación, atendiendo en este caso a la categoría
de los marineros. En el texto que nos ocupa el reparto de mercancías y sus plusvalías se
cumplió, por lo que Eustache de la Fosse hubo de trabajar para Diogo Cão. En cuanto a las
embarcaciones, los portugueses optaron por aligerar «peso muerto», dedicando una de las
carabelas a los tripulantes sin relevancia. De este modo, conservaron únicamente los
prisioneros cuya situación pudiera ser de interés económico o político para su monarca. El
retrato de los capitanes opone al caballeroso Fernando Vaz y al oportunista Diogo Cão, cuya
contribución en los descubrimientos portugueses parece inversamente proporcional a su
calidad humana. Mientras que los viajes de Vaz sólo han dejado un recuerdo en forma de
topónimo, los de Cão son perfectamente conocidos y a él se debe la exploración del reino del
Congo y toda la costa austral de África.
Los contactos con los capitanes portugueses permiten ver un rasgo de la personalidad
de nuestro protagonista, cual es su dedicación mercantil. A pesar de sus preferencias por Vaz,
la atracción por el comercio del oro en La Mina le movió a solicitar el cambio de
embarcación. Otro trazo de su carácter es su sentido práctico, que queda evidenciado en la
confección y venta de calzas, especie de medias altas, que constituían un elemento
imprescindible en el vestido masculino de la Baja Edad Media; o en la búsqueda de la
chimenea más humeante para pedir caridad. Por el contrario, demuestra escaso interés por el
conocimiento de tipo científico, como denota el pasaje de la piedra de imán.

78
De uno de éstos tenemos constancia documental. Se trata de Francisco Caldera, vecino de Sevilla en
la collación de San Lorenzo, a quien el mercader Juan Pérez concedió un préstamo «a la gruesa» para
dicho viaje. La cuantía del mismo, 6.000 maravedís, lo caracteriza como un pequeño comerciante o
como un miembro de la tripulación que carga algunas mercancías. El documento sirve, además, para
informarnos del origen castellano del nombre de la carabela, la Mondadina, y del destino del viaje, que
desde el principio era la Mina de Oro (Archivo de Protocolos de Sevilla, signatura 17.415, 19-IX-1479).

55
ANÁLISIS LINGÜÍSTICO
1. ORTOGRAFÍA79

Es este, sin duda, uno de los aspectos más llamativos de los textos de la época. Sabido
es que la grafía del francés antiguo era esencialmente «pour l'oreille», ya que la cultura era
predominantemente oral, mientras que durante el periodo del francés medio, en que se
constituye una cultura esencialmente escrita, la grafía se hace más «pour l'œil». Con la
multiplicación de los escritos y de los escribas, el modo de transcripción de los sonidos se
diversifica grandemente, y está en gran parte regido por los usos de los escribanos judiciales,
conocedores del latín, que, tanto por la idea que tienen del papel de la escritura como
testimonio del origen latino de la lengua francesa cuanto por un deseo de hacer más legible el
escrito, introducirán una serie de grafemas o «letras quiescentes», no pronunciadas, con la
doble misión de recordar la etimología y de funcionar como signos diacríticos en casos
ambiguos. La ortografía del francés medio va presentando las características dominantes en el
siglo XVI, y nuestro texto constituye un buen ejemplo de los hábitos gráficos consolidados a
mediados de ese siglo.
Antes de describir los rasgos a nuestro juicio más destacados de su escritura,
recordamos que se trata de un manuscrito, del que están ausentes los acentos y signos
auxiliares, como la cedilla o el apóstrofo, que comienzan a introducir los impresores hacia los
años treinta del siglo XVI. Geoffroy Tory es el primero en hacer notar la necesidad del uso de
los acentos, la cedilla y el apóstrofo en su Champfleury, en 1529, que pone en práctica en su
Briefve Doctrine en 1533, y hacia 1530 también Robert Estienne empieza a utilizar los
acentos agudo y grave en su taller de imprenta, aunque la obra que parece haber sido
preponderante en la difusión de los acentos y signos auxiliares es el tratado De la ponctuation
de la langue françoyse. Plus les accents d'ycelle, que publica en 1540 Etienne Dolet. Pero los
intentos de fijar una ortografía habían de derivar en una larga querella, en la que estarían
comprometidos gramáticos e impresores, y, de momento, nuestro manuscrito, como los
demás, está al margen de las innovaciones y continúa la tradición gráfica anterior.

1.1. Vocalismo
La grafía de [œ], vocal labializada producto de la diptongación de /o/ abierta y
cerrada, tenía una distribución gráfica en francés antiguo bastante clara: transcrita como ue
para el resultado de /o/ abierta, con la variante œ, y como eu para el resultado de /o/ cerrada.
La situación se hace confusa en francés medio, y así lo atestigua nuestro texto, en el que para
el resultado de /o/ abierta alternan eu, ue, œ, o: vueillant (447r), feuillet (448r), fœille (449r),
œfz (450r), treuvent (454v), josne (465r).
El cierre de la /o/ tónica trabada y de la /o/ átona inicial en [u] se encuentra bien
representado por la grafía ou, aunque no faltan testimonios de la grafía o, como tormente
(447r), voet (461r), copz (463r)...
Debido a la pérdida de las consonantes intervocálicas, los hiatos eran abundantes en

79
Las formas recogidas del manuscrito van seguidas de su localización. Por tratarse de una somera
exposición de aspectos de la lengua del texto sin pretensiones de exhaustividad, para no sobrecargar las
remisiones en las formas reseñadas sólo se remite a una de sus ocurrencias.
francés antiguo, y la vocal átona, e central en la mayor parte de los casos, tenderá a debilitarse
hasta desaparecer de la pronunciación hacia los siglos XIII y XIV, siendo una de las
características del francés medio la reducción de los hiatos. Sin embargo, la grafía de los
textos presenta un aspecto conservador, como prueban los ejemplos apperceumes (448v),
apperceut (453v) (si bien en estas dos palabras se justifica el mantenimiento de e por la
ausencia de cedilla, para pronunciar la fricativa dental /s/ ante [ü]), meures (462r), meut
(461v), meuz (456r), peuz (458r), seureté (462r), veoir (449r), veu (455r), veue (459v)...
Quizás el mantenimiento gráfico del signo -z, que en francés antiguo representaba a la
africada dental sorda [ts], después de su reducción a [s] en francés medio tuviese un carácter
diacrítico en la desinencia verbal de segunda persona de plural, para anotar la pronunciación
de /e/ cerrada, como en aviez (461r), estiez (461r), soyez (450r), trouverez (448r), voulez
(462v)... Pero lo cierto es que en la inmensa mayoría de los casos está siendo un simple
sustituto gráfico de la -s: blancz (447r), corpz (461v), crudz (452r), enffantz (449v),
marchantz (450r), sainctz (447r), toutz (455v)...
Dado que los acentos están ausentes de nuestro manuscrito, apuntamos la posibilidad
de que la -t, que se encuentra ampliamente representada en los participios pasados masculinos
de los verbos de infinitivo en -er, pueda obedecer más a una función diacrítica para marcar el
cierre de la /e/ que a un simple deseo de ornamento etimológico (salvo que sea un rasgo
picardo, que mantiene más tiempo la -t que en francés, pero curiosamente en el texto se
mantiene sólo en los participios), así: accordet (451r), chargiet (446r), commenchiet (457v),
couchet (462r), envoiet (446r), examinet (458r), expiret (457r), preparet (446r), voet (462r)...,
aunque es cierto que también la registramos en algunos participios de otras conjugaciones, si
bien con muy poca frecuencia, como en meut (461v) o perchut (462v).
La h inicial es una marca diacrítica cuando la palabra comienza por u-, como huict, y
la introducción de una h intervocálica se justifica para indicar la pronunciación de hiato en
sehuc (449r), pero no hay razón fonética alguna para la introducción de una h en alenthour
(448v), donde la [t] es oclusiva.
Un caso aparte es el de la y, una de las grafías más representativas y frecuentes de la
época. Por una parte, tiene una función clara de marca diacrítica sustituyendo a i cuando se
encuentra en contigüidad de m, n o u, como recomendaba el autor de la Orthographia gallica
antes de 1377 por mor de la legibilidad («Quandoque i stat inmediate ante vel post m, n vel u,
potest mutari in y ut legibilior sit vel stare in sua natura») 80 . Así encontramos y en las
secuencias in, ni, im, mi, como en butyn (451r), sarrazyns (456r), matyn (459r), fyn (461r),
mys (451r), parmy (451r), demy (455v), dymence (459r), y sobre todo en la secuencia ui: quy
(446r), puys (448r), luy (448v), cestuy (452r), icelluy (456r), ouyr (461r), ouy (462v); de esta
última se extendió a otros diptongos y en el texto figuran indistintamente ai-ay, oi-oy; con la
segunda grafía tenemos, por ejemplo, ay (446r), allay (446r), ayde (446v), aymant (454r),
arrivay (446r), layssé (452r), mayson (460v), pays (446r), trouvay (446r)..., avoys (446r),
genevoys (447v), moy (446r), portugalloys (450v), roy (447v), troys (446r), etc. Pero también
en numerosos casos se trata de un uso puramente ornamental, como en -dy de los días de la
semana lundy (450r), mardy (460r), merquedy (450v), sabmedy (446r), dymence (459r), o de
midy (463r).

80
Apud C. Marchello-Nizia, Histoire de la langue française aux XIVe et XVe siècles, París, Bordas, 1979, pág.
93.

58
1.2. Sobrecarga gráfica etimologizante
Ya se ha señalado que uno de los hábitos de la época es la latinización gráfica, con la
introducción de letras que no responden a ningún fonema, sino a la etimología, la mayor parte
de las veces acertada, pero en algunos casos errónea. Así se reintroduce la c que ya había
evolucionado vocálicamente en el grupo ct; de la práctica totalidad de los casos, citaremos
constrainctz (447r), droictes (451r), estroictes (449r), faict (446r), fruict (449r), laict (452r),
nuict (450r). A la misma intención responde el restablecimiento gráfico de b en absconsa
(453v), dessoubz (446v), prebstre (461r), sabmedy (446r) soubz (461v), o la p de achaptames
(452r), compte (451r), corpz (461v), perçupt (458r), reçupt (458r), o las grafías aureilles
(458r), doigt (453r). Es de destacar la preposición a anotada siempre ad en la locución ad
cause, de elevada frecuencia en el texto, o en ad fyn.
Sin embargo la grafía cqu parece un típico caso de sobrecarga gráfica sin relación
etimológica. Si en secque (452r) puede obedecer a un deseo de alinearlo con el masculino, la
mayor parte de las veces parece injustificada: avecq (453r), avecques (446r), bancque (448r),
bancqueroute (448r), communicquant (456r), practicquasmes (459r).
Finalmente, la conocida etimología errónea que hacía derivar savoir de scire, no de
sapere, está muy bien representada en el texto, donde todas las ocurrencias de ese verbo
corresponden a scavoir.

1.3. Signos diacríticos


En muchas ocasiones la introducción de una serie de grafemas etimológicos también
obedecía a la necesidad de precisar el valor de grafías ambiguas, y lo que se ha visto durante
mucho tiempo como ornamento o recargamiento tenía, en realidad, una función diacrítica. Ya
hemos dicho que el uso de y en las secuencias con n, m, u obedecía a esta razón, y lo mismo
ocurre cuando hay que precisar el valor consonántico o vocálico del grafema u; a la
indicación de su valor consonántico responden las grafías debuoir (446r), libure (446r) (en
que la b no es pleonástica), aduertir (446r). Para indicar el valor vocálico, y para evitar
también la confusión con n, se reintroduce sistemáticamente la l anteconsonántica, que había
vocalizado en [u] desde el siglo XI: anneaulx (449v), aulcuns (446r), aulne (449v), aultre
(448r), aultresfois (446r), ceulx (448v), doulces (453v), eulx (447r), fault (465r), genoulx
(449v), hault (448r), iceulx (453r), maulvais (450r), pouldre (449r), principaulx (450v),
saulver (453v), etc.
De igual modo funcionan grafemas no etimológicos, como la -g en el artículo
indefinido o en el numeral, siempre con la grafía ung, para deshacer la ambigüedad de las
letras a trazos.

2. MORFOSINTAXIS

No se trata aquí, en modo alguno, de realizar una descripción exhaustiva de la


gramática del texto, sino de ir entresacando en este documento los rasgos más peculiares del
mismo y de la lengua a la que pertenece.

2.1. El grupo nominal y sus sustitutos


Algunos sustantivos presentan en la época cierta vacilación respecto al género. Por
ejemplo, navire, que en el siglo XVI fluctúa entre masculino y femenino, debido a su
pertenencia originaria al género neutro —de ahí un/une navire (< navilium, pl. navilia)—, y

59
en nuestro texto se encuentra indefectiblemente como femenino, si bien su sustituto puede ser
masculino —4 navires portugaloises [...], ilz (450v)—. También carvelle presenta notables
oscilaciones en cuanto al género, con frecuencia femenino —ma propre carvelle (451r), l'une
de noz carvelles (450v)...—, pero también masculino —lesdicts deux carvelles (447r)—, y al
respecto es ilustrativo este fragmento, en que los sustitutos son todos masculinos: «nous
percumes deux carivelles portugaloises, lesquelz incontinent, quandt ils nous eurent perchutz,
ilz se ioingderent pres l'ung de l'aultre» (447r). E incluso hay vacilación en el género de port:
«il y a deux portz, [...], dont la premiere a en nom Chama» (450r).
Existen asimismo fluctuaciones con la forma del adjetivo grant, epiceno en francés
antiguo, que progresivamente fue adoptando la forma analógica grande para el femenino.
Como en casi todos los textos de la época, en este coexisten las dos formas de femenino, y
observamos que grant sólo aparece en función de epíteto antepuesto, mientras grande asume
tanto esa función como la de atributo pospuesto; así: «estions grant gens» (450v), «i'avois si
tresgrand soif» (459v), «grand tormente» (456v) / «la tormente fut sy grande» (457r). No es
posible, sin embargo, tratar de establecer una distribución válida, dado que en el texto se
observa con una frecuencia muy elevada la falta de concordancia en género y número del
adjetivo con el sustantivo, y lo mismo ocurre con los participios.
Pasando a los determinantes, reseñamos la pervivencia de la forma de plural unes para
determinar un todo formado por un conjunto de unidades, como es el típico caso de unez
lettres (462r), heredero del lat. litteræ, para 'una misiva', 'una carta'.
Es destacable el uso —o, mejor, el abuso— que hace el redactor del texto del
determinante compuesto de dict, en masculino o femenino, alternando el artículo, el posesivo
o la preposición; son abundantísimas las formas ledict, ladicte, lesdicts, lesdictes, dudict,
desdicts, ausdictes, mondict, nosdictes, sadicte, sesdictes, leursdictes, susdict..., etc., cuyo
empleo en francés medio era bastante usual, quizás debido a la influencia de los escribanos
judiciales.
Entre los demostrativos predominan en función adjetiva los de la segunda serie, a
menudo con i- protética: «parmy icelle coste de la graine» (452r), «naviguant en icelluy
quartier» (456r), «tout icelluy jour» (464r), junto a los que se encuentra ceux-iceulx: «de ceulx
Mores» (448v), «pour iceulx esclaves» (453r)..., a la vez que también está representada la
tercera serie ce-ces, que en plural masculino anula la distinción de las dos primeras series y se
extiende al femenino: «ce bon tampz» (452r), «ce jour» (454r), «ce pays» (450v), «ces
hommes» (449r), «ces femmes» (451r)...
Entre las formas particulares del pronombre personal cabe destacar la persistencia en
el siglo XVI de un uso heredado del francés antiguo, el empleo regular de las formas
predicativas o tónicas ante el infinitivo o la forma nominal en -ant: «furent constrainctz eulx
en aller» (457r), «furent constrainctz eulx fortifier» (448r), «pour eulx y curer» (454v), «pour
moy reposer» (464r), «pour moy faire» (454r), «pour moy porter» (464r), «que luy pleust...
moy loger» (465r), «moy estant la» (453r), «moy communicquant» (456r), etc.
El pronombre personal complemento de imperativo todavía se puede encontrar en esta
época con la forma no predicativa átona precediendo al verbo, como en «pour Dieu aydes le
et le racoustrez» (465r), construcción posible cuando van dos verbos coordinados y la
modalidad imperativa está suficientemente indicada por el primero.
En los casos de pluralidad de pronombres personales complementos, cuando el
complemento indirecto es de 1ª o 2ª persona y el directo de 3ª, todavía se encuentra este
último en primer lugar, como en francés antiguo, alternando con la construcción actual: «Le
cheval [...] ie le vous donne» (463r), «la recouvrerent et la nous ramenerent» (453v), junto a

60
«ie vous le livreray» (462v), «mon pere me l’avoit faict apprendre» (454r). Asimismo está
atestiguada la reducción por haplología de le lui a lui, frecuente en francés antiguo, pero ya
poco usual: «il me demanda mon manteau [...] et ie luy donnay» (459v).
De entre los indefinidos es reseñable el valor positivo de aulcuns: «aulcuns de noz
maronniers» (454r), «aulcuns de ses serviteurs» (455r), «aulcuns jours» (464r),
«aulcunesfois» (458v), así como la posibilidad de que reciba el artículo definido, lo que limita
su indeterminación: «les aulcuns me paioient, les aultres non» (454r).
Respecto a los pronombres y adjetivos relativos, dado que el manuscrito presenta
normalmente abreviadas las formas qui y que, destacamos solamente la proliferación de todas
las formas de lequel que, por su claridad al variar en género y número y por la posibilidad de
recibir todo tipo de preposiciones, conoció un gran auge durante el francés medio. También
hemos de mencionar los valores de dont, temporal por ejemplo en «la propre nuict dont ilz
me trouverent» (462r), «la propre mantinee dont nous estions escapez» (462r), y que todavía
en esta época, como en francés antiguo, continúa sirviendo para marcar el origen, en frases
interrogativas o no: «je demanday dont venoit ce bon rys» (452r), «me demanderent dont
j'estois» (461r), «la ville dont nous venions» (458v).

2.2. El verbo
En la morfología verbal una de las características del francés medio es la reducción de
las alternancias de radicales en el presente de indicativo, tan frecuentes en francés antiguo,
unificándose las bases generalmente a partir del vocalismo no tónico. Sin embargo, tal
unificación dista de estar generalizada, y prueba de ello es que en nuestro texto todavía está
presente la alternancia en un verbo usual como trouver: treuve (448r)-trouvons
(447r)-treuvent (454v).
También el francés medio procede a la racionalización de marcas desinenciales, y en
la primera persona de los imperfectos y condicionales se elimina la -e y se extiende
progresivamente la -s; pero, si bien abundan las formas de este tipo en los imperfectos de
verbos de frecuencia elevada, como avois, debuois, disois, estois, regardois, scavois..., aún se
encuentran las antiguas desinencias en verbos menos usuales: cheminoie (459v), entendoie
(461r), esperoye (464v), osoye (460r), penssoye (461r), reposoye (459v)...; los pocos
condicionales que presenta en texto están alineados con la nueva desinencia: demanderoys
(459v), partirois (465r), polroys (465r), trouveroys (465r). Las desinencias de 4ª y 5ª
personas de imperfecto se encuentran regularmente como -ions, -iez (avions-aviez,
estions-estiez, voullions-voulliez), pero en la 4ª persona aparece también con notable
frecuencia la desinencia dialectal picarda en -iemes (veniemes), o en -iesmes: alliesmes
(455r), mangiesmes (455r), revendiesmes (449v), trouviesmes (449v).
El tiempo verbal más utilizado en el texto para el relato del pasado es el perfecto. La
oscilación gráfica de marcas más llamativa se produce en la 4ª persona, coexistiendo, por
ejemplo, las variantes arrivasmes (446r)-arrivames (446v), partismes (446r)-partimes (446v),
o prinsmes (450r)-prenismes (455r).
Atendiendo a los modos no personales, es conocida la dificultad para distinguir el
participio de presente y el gerundio, ya que en principio en francés antiguo el primero se
caracterizaba por su variabilidad, pero las confusiones eran extremadamente frecuentes y
todavía perduraban en el siglo XVI. Sin embargo, curiosamente aquí nuestro texto es bastante
regular y el participio suele variar, por ejemplo: moy estant (453r), nous estans (446v), les
marchantz demeurans (450r); e incluso la observación que hará más tarde Vaugelas,
resaltando el carácter caprichoso de la marca del gerundio, al indicar que «les gérondifs ont

61
une marque qu'ils prennent devant eux quand ils veulent qui est en [...] et le plus souvent ils
ne la prennent point» no se adecua aquí, pues en la inmensa mayoría de los casos se encuentra
el gerundio precedido de en.
Por el contrario, lo que parece totalmente aleatorio es la concordancia entre el
participio pasado construido con avoir y el objeto directo. Se ha establecido que la
concordancia del participio pasado obedece a reglas de posición del auxiliar y el
complemento, siendo en principio obligatoria en el orden avoir + c.d. + p.p., y en el orden
c.d. + avoir + p.p., y no produciéndose la concordancia en el orden avoir + p.p. + c.d.81 . Los
ejemplos que siguen son ilustrativos de que tales reglas están ausentes de la gramática del
texto: «une des femmes mores que nous avions achapté» (453v), «quelles chozes sesdictes
navires avoient ramené» (457v), «la carvielle que nous avions affreté» (446r), «la
marchandise qu'il nous avoient pillez» (450v), «lesquelles avoient vendus la pluspart de leurs
esclaves» (453r).
Para finalizar este apartado, es destacable el empleo de construcciones de participio
absoluto: «Et, eulx retournez, ne la trouverent point» (462v).

2.3. Adverbios
Aparte de la persistencia de adverbios con -s analógica, del tipo encores, jusques o
premiers, del desarrollo de los adverbios en -ment, o del significado peculiar de adverbios
como ce pendant (458r), con sentido temporal y no adversativo, lo único que queremos
destacar concierne a los adverbios de intensidad. En el texto ya no existen trazas de mout, y
un rasgo frecuente es que el epíteto vaya precedido de dos adverbios, y que la grafía una tres
al adjetivo, con lo que aparece como un prefijo, siendo muy peculiares expresiones como «un
vent si tresimpetueux» (446v), «une tormente si treshorrible» (447r), «le courant y est sy
tresfort» (451v), «i'avois si tresgrand soif» (459v). Esta unión gráfica de tres al adjetivo
continuará siendo práctica habitual incluso en los siglos XVII y XVIII.

3. PICARDISMOS

El manuscrito es francamente francés, y apenas si presenta algún que otro rasgo


picardo.
En fonética es característica la pronunciación [tš] como resultado de la evolución de
lat. [ke-], [ki-], [ky-], [ty-], frente al francés [s]; así están representadas las formas
ambraschade (465v), chauches 82 (454r), che (446r), commenchier (451r), fachon (449r),
merchy (447v), remerchioye (461v), perchumes (450r), etc. Asimismo es propia del picardo
la ausencia de palatalización de lat. [ka-] (en francés [tš] > [š]), como, por ejemplo, en
cappitre (448v), encanta (456r), esccaper (453v), marcantz (465r); a esa ausencia de
palatalización podrían también deberse las grafías dimence (459r) o frances (454r).
En cuanto a las particularidades morfológicas, los pocos rasgos picardos que merecen

81
R. Martin, M. Wilmet, Manuel du français du moyen âge. 2. Syntaxe du moyen français, Burdeos, Sobodi,
1980, pág. 221.
82
Esta forma es parcialmente picarda, ya que presenta palatalización de [ka-]. Es sintomático tanto de la
corrección de rasgos picardos como de las oscilaciones gráficas del manuscrito que en este mismo folio
454 r se encuentren en líneas consecutivas tres variantes de la misma palabra: chauces, chauches y chausses.

62
ser reseñados son algunos escasos ejemplos de determinante singular femenino le: le nuict
(450r), le voile (455v), y en las formas verbales destaca la desinencia de primera persona de
plural de los imperfectos (en francés -iens, -ions), que aparece con cierta frecuencia como
-iesmes —no iemes, que sería la forma picarda— donde quizás la s se deba a un cruce con la
desinencia de la misma persona de los perfectos; con esta desinencia encontramos los
imperfectos alliesmes (455r), criesmes (447r), mengiesmes (455r), rencontriesmes (459r),
revendiesmes (449v), trouviesmes (449v).

4. LÉXICO

El autor del texto es un comerciante y navegante, por lo que el vocabulario en su


conjunto no presenta un predominio de los latinismos tan peculiares de los textos cultos del
francés medio y renacentista, pero tampoco presenta vulgarismos notorios. Sí es de destacar
la introducción de términos de reciente incorporación a la lengua francesa; limitándonos a los
que están documentados a partir de la segunda mitad del siglo XV, podemos mencionar
italianismos como bancqueroute (448r) o pillotte (446r), lusismos como carvelle (447r), o el
uso del latinismo quasy (457r), muy raro anteriormente.
Pero, más que por el léxico francés, el texto de Eustache de la Fosse tiene un
excepcional interés documental porque recoge términos de la costa del golfo de Guinea. Así,
cuando introduce los términos mandingas manse y caremanse explica «qui sont le roy et
viceroy» (450r).
Lo que, sin duda, confiere un valor muy especial a este texto es que incluye un
pequeño esbozo de manual de conversación, al estilo de las «manières de langage» para uso
de comerciantes. El texto de Eustache de la Fosse es, con toda probabilidad, la primera
relación en francés de un viaje a las costas de África occidental, y el pequeño léxico
franco-guineano que registra es, a nuestro conocimiento, el primero en su género 83 . A
diferencia de las crónicas y cartas de relación de los viajes al Nuevo Mundo, en las que se
consigna la presencia del intérprete o trujamán (lengua, lenguaraz, ladino, faraute, guía, etc.),
o de otros textos portugueses que relatan viajes a las costas de Guinea, como el de la crónica
de Gomes Eanes de Zurara o el de los viajes de Diogo Gomes, que aluden al torgimão, aquí

83
En la Biblioteca Nacional de Francia se encuentra un manuscrito que contiene un vocabulario
francés-guineano que data de 1544 (vid. P.E. Hair, «A note on De La Fosse's Mina vocabulary of
1479-80», Journal of West African Languages 3 ,1966, págs. 55-57, y «A further note on the Mina
vocabulary of 1479-1480», Journal of West African Languages, 5,1968, págs. 129-132). Otros documentos
de este tipo son bastante posteriores. Así, en la Description et recit historial du riche royaume d'or de Gunea...,
del holandés P. De Marees, publicada en Amsterdam en 1605, figura un apéndice que contiene un
léxico bilingüe francés-guineano y unos diálogos destinados a facilitar la comprensión y el comercio, los
«Colloques pour s'en servir au train de marchandise» (P. De Marees, Descripcion and Historical Account of
the Gold Kingdom of Guinea (1602), ed. y trad. de A. Van Dantzig y A. Jones, Oxford, 1987). Con idéntico
propósito el viajero y comerciante de Dieppe, François Cauche, inserta una especie de lista de
expresiones idiomáticas con forma dialogada en un «Colloque entre le Madagascarois & le François»,
que figura en la Relation du voyage que François Cauche de Rouen a fait à Madagascar, fechada en 1644
(recogida en la compilación efectuada por Morisot bajo el título de Relations veritables & curieuses de l'Isle
de Madagascar, et du Brésil. Avec l'Histoire de la dernière Guerre faite au Brésil entre les Portugais & les
Hollandais. Trois relations d'Égypte & une du Royaume de Perse, París, Augustin Courbet, 1651).

63
nada se dice de su presencia84. Habían transcurrido unos ocho años desde que, en 1471, los
portugueses habían llegado a la Costa de Oro; sin duda, como era habitual, habrían recurrido
a intérpretes al establecer los primeros contactos comerciales y políticos con los habitantes de
la zona, y en ese período habrían seguido su práctica habitual de seleccionar esclavos para
formarlos como intérpretes en Portugal y llevarlos consigo en posteriores expediciones a
África 85 . Pero, lógicamente, los intérpretes, que no eran numerosos, se reservaban para
negociaciones de gran importancia, y para las transacciones de menor entidad los europeos
habían ido aprendiendo un vocabulario básico para negociar con los habitantes de la Costa de
Oro86. En este sentido, el pequeño vocabulario que registra Eustache de la Fosse es un buen
testimonio de que los comerciantes conseguían establecer un contacto lingüístico directo con
los nativos87. Por su indudable interés reproducimos el fragmento:

En ce pays la les marchantz s'appellent berenbues, l'or s'appelle chocqua, l'eaue s'appelle enchou, vous
soyez les bien venus l'on dict berre bere, et le ieu d'amours on y dict chocque chocque, barbero c'est
ung enffant, baa c'est blanc, barbero baa c'est vng blanc enffant, toille c'est fouffe, coucque roucq c'est
ung poullet, coucque roucoucq agnio ce sont oefz, bora c'est vng anneau a bouter au bras de letton,
dede c'est bon, fanionna c'est mauluais, etc. (fº 450r).

Junto a los términos mandingas mansa y caramansa, que figuran un poco antes en el
mismo folio, berenbues (comerciantes) y el saludo berre bere están también registrados en
otras crónicas88. Los demás términos parecen pertenecer a las hablas de los grupos étnicos
akan y wolof89, y ponen de manifiesto los intereses y las necesidades básicas de los europeos:
obtener oro (chocqua) y esclavos, incluso niños (barbero)90, alimentos como pollo (coucque
84
P.E. Russell, «Some sociolinguistic problems concerning the fifteenth-century portuguese discoveries
in the African Atlantic», en Portugal, Spain and the African Atlantic 1343-1490, Variorum, 1995, estudia
con detalle el papel del intérprete en las relaciones entre los comerciantes portugueses y los nativos de las
costas africanas, así como la formación del criollo y el pidgin «fala de preto».
85
En 1482 la expedición de Diogo de Azambuja a la Mina, para construir el fuerte de San Jorge y crear
un establecimiento comercial, se sirvió de intérprete en sus negociaciones con el caramansa local (Rui de
Pina, Cronica de el-Rei D. João II, cit., págs. 100-110).
86
Vid. al respecto nota nº 83.
87
P.E. Russell, art. cit., pág. 13.
88
En el Estudio histórico se indicaba que en la crónica de D. Juan II de Rui de Pina se registra bere bere
como ‘paz, paz’.
89
R. Basset, «Notes sur la langue de la Guinée au XVe siècle», Boletim da segunda classe. Academia das
Ciencias de Lisboa, 1911, págs. 417-422, y artículos de P.E. Hair citados en nota nº 83. Vid. asimismo M.
Tymowski, «Les métiers nouveaux - Les interprètes et les auteurs des premiers dictionnaires africains du
e
XV siècle», en Prodotti e tecniche d’oltremare nelle economie europee. Secc. XIII-XVIII. Atti della Ventinovesima
Settimana di Studi, Istituto Internazionale di Storia Economica “E. Datini”, Florencia, 1998, págs.
735-745.
90
El adjetivo baa, blanco, referido a ‘niño’ no parece congruente con el contexto situacional, por lo que
se atribuye a error de copia, y probablemente debía referirse al color de la tela, que figura a
continuación. Véase M. Tymowski, art. cit., pág. 742.

64
roucq), huevos (coucque roucq agnio) y en especial agua (enchou); mostrar su acuerdo o
desacuerdo con los productos o las transacciones mediante los adjetivos dede, bueno, y
fanionna, malo, y trocar oro, esclavos o malagueta por brazaletes de latón, bora, o telas,
fouffe. Los brazaletes de latón y las bacías de barbero eran objetos usuales de intercambio,
como atestigua ampliamente el relato de Eustache de la Fosse y corrobora el de Duarte
Pacheco Pereira 91 . La expresión chocque chocque, para indicar relaciones sexuales, que
nuestro autor considera erróneamente de lengua africana, puede ser, muy probablemente, de
origen portugués92.
Curiosamente, este pequeño vocabulario no registra la traducción de palabras
imprescindibles en las transacciones habituales, como esclavo, malagueta o bacía de barbero.
Quizás estas ausencias sean explicables por el etc. que, lamentablemente, cierra la breve
relación y que parece indicar que o bien Eustache o bien el copista no vieron muy bien qué
sentido podía tener continuar el registro de los términos y expresiones de la costa africana y
su equivalencia en francés, dejando así truncado un importante documento en la historia de la
francofonía.

91
Véase el Estudio histórico y nota nº 63.
92
M. Tymowski, art. cit., pág. 743, donde remite a otros estudios lingüísticos.

65
BIBLIOGRAFÍA
I. OTRAS EDICIONES

FOULCHÉ-DELBOSC, R., «Voyage à la côte occidentale d’Afrique, en Portugal et en


Espagne (1479-1480)», Revue Hispanique, IV (1897), págs. 174-201. Comentario [COMMENT3]:
MAUNY, R., «Eustache de la Fosse - Voyage à la côte occidentale d’Afrique Comentario 3
(1479-1480)», Institut Français d'Afrique Noire. Dakar, Boletim Cultural da Guiné En la bibliografía sólo va al margen el autor,
cuyos apellidos van en versalitas (o, en algún
Portuguesa, IV, nº 14 (1949), págs. 181-195. caso, la obra que figura en cursiva iniciando
Voyage d’Eustache Delafosse sur la côte de Guinée, au Portugal & en Espagne el párrafo), y el resto del párrafo va sangrado.
(1479-1481).Transcription du manuscrit de Valenciennes, traduction & présentation par
Denis Escudier, París, Éds. Chandeigne, 1992.

II. FUENTES Y DOCUMENTOS

ABREU GALINDO, FR. J. De, Historia de la conquista de las siete islas de Canaria, Santa
Cruz de Tenerife, 1977.
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Laguna, 1981.
BARROS, João De, Da Asia, Ed. H. Cidade, Lisboa, 1945.
BERNÁLDEZ, A., Memoria del reinado de los Reyes Católicos. Ed. de M.
Gómez-Moreno y J. M. Carriazo, Madrid, 1962.
BONO, J. y C. UNGUETI-BONO, Los protocolos sevillanos de la época del
Descubrimiento, Sevilla, 1986.
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ed.).
Descobrimentos Portugueses. Documentos para a sua História. Pub. e pref. por J.
Martins da Silva Marques, Lisboa, 1944-1971, 3 vols.
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