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El culto griego a los dioses (1875-1876)

Friedrich Nietzsche

“Nunca ha habido un culto a los dioses como el de los griegos. Por su belleza, su esplendor, su
diversidad, su coherencia, es único en el mundo y uno de los productos más elevados de su
espíritu. El <<griego que celebra la fiesta>>, el sujeto de ese objeto, forma parte del mismo.”

§1 Pág. 935
El culto griego a los dioses (1875-1876)
Friedrich Nietzsche

“La naturaleza entera es un conjunto de acciones de seres dotados de conciencia y voluntad, y,


por tanto, de arbitrariedades. Respecto de todo lo que está fuera de nosotros no hay ninguna
inferencia que implique que algo será así o de otro modo. Lo más o menos seguro o previsible
somos nosotros: el hombre es la regla, la naturaleza es la ausencia de la regla.”

§2 pág. 938
El culto griego a los dioses (1875-1876)
Friedrich Nietzsche

“El hombre, incluso en niveles muy bajos de civilización, no se sitúa frente a la naturaleza como
un esclavo impotente. No es su siervo.”

§2 Pág. 939
El culto griego a los dioses (1875-1876)
Friedrich Nietzsche

“no hay signo de devoción que hacer y sufrir lo que un dios ha hecho y sufrido el mismo; o sea, en
una palabra, esforzarse en la medida de lo posible por ser el dios mismo o su seguidor. Y esto se
considera como un medio de impulsar al dios en persona a participar y manifestarse.”

§3 pág. 942
El culto griego a los dioses (1875-1876)
Friedrich Nietzsche

“Desde el principio, los griegos fueron estimulados por todos lados y constantemente por el
mundo de una civilización extranjera; cada tipo de desmesura y de exuberancia asiática (bárbara)
se representaba llamativamente a sus ojos bajo la forma de civilizaciones muy evolucionadas o
que estaban ya acabadas. Se puede valorar su elasticidad y energía en grado sumo si se considera
cómo otros pueblos estuvieron influenciados de Oriente y, sin embargo, como es el caso de los
íberos, no han llegado a un desarrollo superior.”

§4 pág. 944
El culto griego a los dioses (1875-1876)
Friedrich Nietzsche

“La cifra siete, tan frecuente en el culto a Apolo, su nacimiento el siete del mes Thargelion (el 21
de mayo), los círculos séptuples que los cisnes sagrados describen ese día en torno a Delfos, su
sobrenombre como έβδομαίσϛ (el que viene el séptimo día) έβδομαγέτηϛ (que manda el séptimo
día), los siete rayos que ciñen su cabeza, los siete niños y las siete niñas que oficiaban cuando se
celebraba la fiesta de Apolo en Sición, los siete jóvenes que enviaban todos los años de Atenas a
Creta, las siete Helíades en Rodas.”

§5 pág. 945
El culto griego a los dioses (1875-1876)
Friedrich Nietzsche

“Entre los griegos, el culto tracio de Dioniso irrumpió poderosamente, haciendo languidecer al
antiguo dios autóctono que encarnaba la otra faceta de Zeus. Este, según mi parecer, es Hermes.
De ello no han quedado nada más que algunos vestigios en el predicado del χθόνιοϛ (subterráneo,
ctónico) del dios de los muertos (ψυχοπομπόϛ, el que conduce las almas de los muertos), y el falo
que se le consagraba en diversos sitios a Dioniso como benefactor, έριούνιοϛ, según era habitual.”

§7 pág. 953
El culto griego a los dioses (1875-1876)
Friedrich Nietzsche

“La casa griega contenía, desde la entrada hasta su final, una serie de santuarios. Las piedras, que
protegían del peligro de los carros las veredas próximas a la casa, los hermai, eran consideradas
como santuarios públicos que os habitantes de las casas más cercanas adoraban con flores cuando
se presentaba la ocasión. También la puerta, y que era el símbolo y el altar de Apolo, άγνιεύϛ,
protector de los caminos y θνρωρόϛ, guardián de la puerta. Apolo es llamado también ἀλεζίκακοϛ,
<<el que libra de los males>>, παιάν, <<el protector>> y άποτρόπαιοϛ, tutelar y προστατήριοϛ,
<<el que impide la entrada de todo mal>>. En las calles más anchas a su lado se plantaba el laurel.”

§10 pág. 960


El culto griego a los dioses (1875-1876)
Friedrich Nietzsche

“Para no hacer el acceso demasiado fácil, todos los templos se levantaban, no a ras de tierra, sino
sobre una plataforma que les situaba por encima de las moradas de los hombres. Esta plataforma
formaba una terraza, a la que se subía por escaleras que solían ser más altas de lo que requería la
comodidad. También había ocasionalmente secciones con otras escaleras más pequeñas. El
número de las escaleras era, tradicionalmente, impar, a fin de que, de cara a los buenos presagios,
el primer escalón y el ultimo fuesen pisados con el pie derecho. Para proteger la imagen de
cualquier mirada profanadora, el lugar en que se situaba se rodeaba de altas construcciones. En
el interior de este espacio se levantaba el altar en el que nunca se derramaba sangre (altar para
los panecillos del sacrificio, las frutas y el incienso), la mesa sagrada (ίερἀ τράπεζα), y detrás, sobre
un pedestal (βάθρον), la imagen. El espacio alrededor de la imagen se cerraba con rejas, con su
morada (ἕδοϛ) especifica.”

§2 pág. 978
El culto griego a los dioses (1875-1876)
Friedrich Nietzsche

“El numen (potencia actuante) de la divinidad oculta se representa en los árboles, en los animales,
en los trozos de madera y en las piedras. El paso a su representación en forma humana fue un
paso enorme. En tiempos muy primitivos se temblaba ante los dioses que tenían forma completa
de imagen humana, seguramente como ante una impiedad. Al principio los poetas tuvieron que
acostumbrar a ello a la íntima imaginación de los hombres, por tanto, el carácter sagrado quedaba
siempre del lado de lo monstruoso, lo inmemorial y lo inquietante. Hay muchas cosas que la
imaginación contempla y que, sin embargo, en la representación personificada resultan
insoportables. Sucede lo mismo con la imaginación religiosa. Ella no cree en la identidad del dios
con una imagen, por lo que el numen sólo debe manifestarse en ésta de un modo misterioso, como
actuando retenido en un lugar. Repito que el ídolo más antiguo debe albergar al dios y, al mismo
tiempo, disimularlo, no exponerlo a las miradas.”

§3 pág. 992
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Friedrich Nietzsche

“Baco era el nombre que llevaba el sacerdote de Dioniso, según Hesiquio.”

§1 pág. 998
El culto griego a los dioses (1875-1876)
Friedrich Nietzsche

“Los exégetas tenían la destreza de aplicar los preceptos a los casos particulares, de modo que no
tenían sólo conocimientos. El que se encontraba en apuro o sentía escrúpulos religiosos,
encontraba concejo en ellos.”

§2 pág. 1004
El culto griego a los dioses (1875-1876)
Friedrich Nietzsche

“Su actividad oficial comprendía especialmente la observación de los signos del cielo para las
reuniones de la asamblea y de los tribunales, el consejo y la asistencia con ocasión de la
consagración de los santuarios y de las imágenes de los dioses para el culto doméstico en la fiesta
del nacimiento y de las bodas, y en particular, en el culto a os muertos y allí donde era necesaria
una especial purificación. Éste era el caso cuando se producía una muerte violenta. Su función era,
en fin, la interpretación de todos los acontecimientos extraños de la naturaleza, particularmente
los producidos en el mundo animal, en la medida en que ellos se expresaría la intención de los
dioses de enseñar o advertir algo a los hombres.”

§2 pág. 1004
El culto griego a los dioses (1875-1876)
Friedrich Nietzsche

“Sólo Dioniso y Apolo tenían el poder de inspirar a los hombres para hacer de ellos instrumentos
personificados de la adivinación, transportando a hombres y mujeres a estados de éxtasis. Se
enseñaba en Delfos la tumba de Dioniso y se celebraba un culto a los muertos, y los honores y
festividades anuales eran compartidos por los dos dioses.”

§5 pág. 1014
El culto griego a los dioses (1875-1876)
Friedrich Nietzsche

“El oráculo de Apolo en Dídimo, en las cercanías de Mileto, presidía la estirpe de los Bráquidas. En
él una sacerdotisa recibía la inspiración de una fuente, sentada sobre un disco en forma de rueda
y sosteniendo en la mano un bastón, así hacía los presagios, y un profeta comunicaba las
sentencias a quienes preguntaba. Había otro oráculo en Claros, cerca de Colofón, fundado por
Manto hija de Tiresias.”

§5 pág. 1015
El culto griego a los dioses (1875-1876)
Friedrich Nietzsche

“Las coronas (οτέϕανοι) fueron designadas por el poeta Queremón como mensajeras de una
palabra de buen augurio (ἄγγελοι εὺϕημίαϛ), heraldos que llevan la oración hacia arriba hasta los
dioses, embajadoras del silencio devoto.”

§2 pág. 1030
El culto griego a los dioses (1875-1876)
Friedrich Nietzsche

“Los griegos trataban con sus dioses como una casta inferior se trataría con una casta superior,
más poderosa, más noble, pero de la que se sabe que se comparte un origen común. Se vivía en
común con ella y se hacía todo lo posible para dar a esta convivencia una forma beneficiosa para
uno mismo: el medio más usual para ello era amar lo que la divinidad amaba, odiar lo que ella
odiaba, pero no compitiendo con ella, sino dándole lo que amaba y liberándole, por el contrario,
de lo que odiaba. Todo lo que se le daba eran anathemata (ἀναθήματα), ya se trate de tributos
regulares o de dones aislados.”

§3 pág. 1033

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