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La “otra” modernidad

La revolución haitiana: una rebelión (también) “filosófica”

Eduardo Grüner

En este breve ensayo quisié- llamado posmoderno, derrumbado


ramos plantear un tema y, para –como nos atrevimos a decirlo
ello, usar un pretexto. El tema es en alguna otra parte, recurriendo
El general Toussaint-Louverture. demasiado grande y complejo a otra de esas fechas “emblemáti-
como para que siquiera pretenda- cas”– junto con las torres del “11/9”.
mos agotar las preguntas que abre, Y en buena hora (el derrumbe
no digamos ya las posibles res- del posmodernismo, no el de las
puestas. En cuanto al pretexto, es torres). Pero el propio concepto
demasiado dramático como para modernidad, desde ya, no ha salido
despejarlo en los espacios que aquí indemne de la revisión pos sin que,
tenemos. Sin embargo, y aunque por otra parte, su retorno a la liza
fuera de manera sucinta y limitada, del “conflicto de las interpretacio-
no quisiéramos a su vez dejar pasar nes” parezca haber producido otra
este año “bicentenial” sin al menos clase de revisión. Tal vez la ocasión
expresar algunas inquietudes sobre del “bicentenario” (esperamos que
ambos, tema y pretexto. el desarrollo del ensayo explique
El tema es eso que suele deno- por sí mismo las comillas) y, en
minarse la modernidad. Es un particular, el pretexto ya aludido
significante que ha vuelto al ruedo, constituya una buena ocasión para
y especialmente en América Latina, intentarlo, aún balbuceantemente.
después de décadas de reinado Con el significante modernidad
“deconstructivo” del pensamiento apuntamos, en primer término, a

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un significado, a un sentido, histó-
rico y político. Pero no solamente:
hay una dimensión filosófico-
cultural, y por supuesto ideológica,
que no puede soslayarse en ese
conjunto heteróclito, conflicti-
vo, incluso contradictorio, por
momentos solo brumosamente
inteligible, que (des)conocemos
bajo esa etiqueta excesivamente
amplia. Y es en el contexto de esa
nueva interrogación a la noción
misma que debería plantearse
–una vez más– la pregunta sobre
si esos movimientos (vacilamos,
como se verá, en llamarlos “re-
voluciones”, para ello habrá que
esperar al “pretexto”) indepen- eurocéntrica (o, al menos, fuerte- Grabado que representa una escena de la
dentistas que este año celebran mente eurocentrada). Pareciera Revolución Haitiana.
en toda América su bicentenario, que, en efecto, las condiciones de
pertenecen –y de qué manera, y posibilidad históricas (y políticas,
con qué peculiaridades– a aquella filosófico-culturales, etc.) que
“modernidad”. No es una pregunta dieron lugar a la emergencia de
cualquiera. Llevada a sus con- la modernidad constituyeron una
secuencias últimas (que no son, excepcionalidad europea; algo así
nunca, definitivas) es la pregunta –si se nos disculpa la aparente
por qué lugar tienen esos movi- banalidad– como un producto
mientos –y la historia particular de exportación del “Centro” a la
que los hizo posibles y necesa- “Periferia”. Y ya la utilización de
rios– en la propia conformación de estos términos debería dar lugar
la modernidad, en el sentido más a la sospecha: no se trata, las de
amplio posible. “centro y periferia”, de entidades
“Modernidad” es, por supuesto, preconstituidas que, por algún
una categoría de origen europeo azar de la historia, entraron en
(y relativamente reciente: no intersección. La lógica es por
anterior, en todo caso, a la célebre supuesto la inversa: son entidades
Querelle des Anciens et des Modernes desde el inicio relacionales, que
del siglo XVII). Ello, desde luego, implican el ejercicio de un poder
y en abstracto, no está ni mal ni por parte de una de ellas –a partir
bien. El problema es que, casi de entonces devenida “centro”–
indefectiblemente, ha tendido a sobre la otra –a partir de entonces
transformarse en una categoría devenida “periferia”–. Para nuestro

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caso, a partir del “des-cubrimiento” “revoluciones burguesas” (y, par-


de lo que luego se llamaría Amé- ticularmente, por sus supuestos
rica (porque al parecer antes de efectos sobre las independencias
ese acontecimiento América –o americanas, la Revolución llamada
Abya Yala, “nuestra tierra”, como se “francesa”), la Revolución Industrial,
dice en quichua– estaba “cubier- el surgimiento y consolidación de
ta”, como si dijéramos tapada por los grandes Estados nacionales,
una suerte de frazada histórica) el constante progreso científico-
y la consecuente subordinación técnico, el individualismo, la
integral de una región a la otra. “desacralización” y “laicización” de
Este razonamiento debería ser la vida social, la progresiva “de-
más que obvio, si no fuera por mocratización” de la esfera de lo
el funcionamiento eficaz de una público (y la propia división de las
monoglosia (como probablemente esferas de lo público y lo privado),
la hubiera llamado Mijail Bakhtin) etc. Todo ello –y un sinnúmero de
que ha automatizado el uso de la estructuras semejantes vinculadas
oposición binaria “centro/periferia” a todo ello– constituye, como es
casi como dato de la naturaleza. sabido, la totalidad compleja que
Tanto como –para retomar el se denomina “modernidad”.
hilo– el uso del vocablo moder- Ahora bien, pensemos de
nidad, asociado a ciertos acon- nuevo: ¿qué puede significar cada
tecimientos o procesos, otra vez, una de esas cosas –no digamos
“emblemáticos”: el Renacimiento, ya todas ellas juntas– para, por
la Reforma Protestante, las ejemplo, un bantú del África sub-
sahariana, un chipaya del altiplano
andino, un dogon del Senegal, un
nahuatl del Yucatán, un tuareg
del Rif magrebí? Evidentemente,
nada. O, en todo caso, si ahora
significan algo, es solo porque
esas culturas fueron “incorporadas”
–por no decir tragadas– por la cul-
tura occidental moderna. Por una
cultura que logró, en los últimos
500 años, un grado de hegemonía
cultural tal que puede “verosímil-
mente” aparecer como la cultura,
sobre cuyo paradigma se miden
–normalmente en menos– los
logros y carencias de todas las
Alexander Petion. demás. “Normalmente en menos”:
hace ya unas tres décadas que

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el notable antropólogo francés y “temporalidades” diferentes. Esta


Pierre Clastres señaló, agudamen- parece ser una manera de apartarse
te, que la cultura occidental tiene de lo que, en los últimos 500 años,
el hábito de calificar a las otras se ha vuelto la filosofía de la historia
por su falta: sociedades sin Estado, dominante: el concepto de una
sociedades sin producción de historicidad única, lineal, evolutiva,
excedente para el intercambio, “etapista” y teleológica (ese tiempo
sociedades sin acumulación de “homogéneo y vacío” del que habla
capital, sociedades de subsistencia, Walter Benjamin) que ha naturali-
y así siguiendo. Pero –se pregunta zado a la modernidad occidental
Clastres– ¿y si las calificáramos, al como meta o punto de llegada al
revés, por la positiva? Es decir, por cual todas las sociedades debe-
ejemplo: sociedades no sin sino rían haber arribado. Y no estamos
contra el Estado (pues se resisten hablando de un pensamiento
a diferenciar una esfera de la vida
social que domine políticamente a
las otras), o sociedades no sin sino Con el significante modernidad apuntamos a un significado
contra la producción de excedente
(pues no les interesa acumular
histórico y político (...) Debería plantearse si los movimientos
más de lo necesario para satisfacer
sus necesidades de reproducción),
sociedades no de subsistencia sino, independentistas pertenecen a aquella “modernidad”.
al contrario, de superabundancia
(pues, por las mismas razones, su
“tiempo socialmente necesario” cualquiera: su más sofisticada
de trabajo es mucho menor que culminación es, por supuesto, la
el nuestro, y viceversa, su “tiempo filosofía de la Historia de nadie
libre” mucho mayor). Y algo similar menos que Hegel, para la cual la
propone Carlo Severi cuando pos- historia (occidental), como es sa-
tula que no se trata de sociedades bido, es la historia de la mismísima
sin escritura, puramente “orales”, Razón como tal. Estamos, aquí, en
sino con otra(s) “escrituras”, que el pleno reinado de una gigantesca
entonces no suponen una falta operación fetichista (en el sentido
o un “retraso”, sino “la coronación de un Marx, pero también de un
de un proceso que conduce desde Freud), a través de la cual la parte
las relaciones imagen/palabra –una historia, una concepción de
más simples… a verdaderas y la temporalidad, una cultura– sus-
propias artes no occidentales tituye a (y se hace sinónimo de) el
de la memoria”. todo complejo de las historicidades
Es decir: no se trata de “etapas” diferenciales. No es, desde ya, una
más avanzadas o más atrasadas de operación meramente “filosófica”
una misma lógica, sino de lógicas o ideológica, sino fundada en un

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recubre con la emergencia del


modo de producción capitalista:
el primer modo de producción de
la historia que, como ha mostrado
Marx, tiene la tendencia constitu-
tiva a volverse mundial, por sus
propias necesidades de reproduc-
ción “ampliada”. El capitalismo es
inseparable de lo que Samir Amin
llama la mundialización de la ley
del valor del capital. Es inseparable,
por lo tanto, del colonialismo (y de
la “colonialidad”) bajo cualquiera
de sus formas directas o indirec-
tas (colonialismo puro, semi o
neo-colonialismo, “imperialismo”,
“poscolonialismo”, etc.). La coloni-
ejercicio del poder real, que redibu- zación/colonialidad es entonces
jó el mapa del mundo a partir de un factor decisivo en la propia
1492. Pero ese poder persiste, pese conformación de la “modernidad”.
a que el colonialismo ya no exista Otra vez, sin eufemismos: como
formalmente. ¿O acaso en nuestras queda palmariamente claro en
escuelas secundarias no se sigue el análisis que hace Marx en el
enseñando la historia universal bajo famoso capítulo XXIV de El Capital,
las etiquetas periodizadoras de las la explotación de la fuerza de
edades “antigua”, “media”, “moder- trabajo esclava o semi-esclava en
na” y “contemporánea”, que son América es igualmente decisiva
etapas identificadas con la historia para el proceso de la así llamada
europea? No basta entonces con “acumulación originaria” de capital,
la crítica del colonialismo. Hay que que –como también lo dice Marx–
sumarle la crítica de lo que Aníbal ya forma parte de la historia del
Quijano, célebremente, denomina- capitalismo. Aquella colonización
ra la colonialidad del poder/saber: y esta explotación son parte de
en palabras de Walter Mignolo, “la la “base económica” de la moder-
lógica de control que conecta a nidad, por lo menos al mismo
todas esas instancias (coloniales) título que las “causas internas” del
desde el siglo XVI hasta hoy”, y desarrollo europeo. Más aún: si,
cuya máscara es precisamente el atendiendo a lo dicho sobre la ten-
concepto de modernidad. dencia estructuralmente mundial
Retomemos, pues. “Moder- del capitalismo, tomamos como
nidad”, para saltearnos los eufe- “unidad de análisis” ya no los es-
mismos, es un concepto que se tados europeos sino –como lo ha

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propuesto Immanuel Wallerstein– la modernidad, decididamente, no


el sistema-mundo global, la aludida es una “exportación” occidental a
explotación de la fuerza de trabajo las sociedades “atrasadas”. Para em-
esclava y semi-esclava de los abo- pezar, porque no había sociedades
rígenes americanos y los africanos “atrasadas”, sino sociedades con
forzadamente “importados” forma lógicas y ritmos históricos diferen-
parte (y bien sustantiva) de la tes a los de Europa: solo pueden
separación a escala mundial entre aparecer como atrasadas cuando
el productor directo y los medios la lógica lineal de la modernidad
de producción, que el propio Marx occidental se impone como la
señala como condición sine qua única y “natural” sobre la base de
non de la emergencia del capita- su dominación sobre las otras. Y,
lismo. Y todo esto es también la para continuar, porque son los
“base económica” (aunque desde “vencidos” de la historia –retoman-
luego con todas las complejísimas do el lenguaje de Benjamin– los
mediaciones del caso) de aquella que han hecho una contribución
“filosofía de la historia” dominante forzada, pero también decisiva, se-
de la cual hablábamos. gún hemos visto, a la construcción
El proceso conjunto de coloni- de la modernidad. La modernidad
zación y colonialidad tuvo, para lo es esta “totalidad” dividida, constitu-
que aquí nos interesa, tres enor- tivamente conflictiva, desgarrada,
mes consecuencias interrelaciona- y no solamente una parte que pasa
das: a) la detención de los procesos por ser una suerte de esfera armó-
de desarrollo autónomo de las nica preconstituida y cerrada sobre
sociedades colonizadas; b) la sí misma, de la cual la otra parte, la
incorporación violenta y subordina- “alteridad” extraña, debe “aprender”. La batalla de Suake Gully, 1802 (grabado).
da de esas sociedades a la lógica
instrumental de la acumulación
mundial de capital para beneficio
de las clases dominantes europeas;
c) la invisibilización y fagocitación
de las historias diferenciales y/o
los ritmos temporales distintos
de esas sociedades en la “lineali-
dad” del llamado progreso. Estos
son los (sustantivos) momentos
de barbarie inseparables de ese
documento de civilización que es
la modernidad –para decirlo con
la ya canónica fórmula benja-
miniana–. Pero, si lo anterior es
mínimamente plausible, entonces

BICENTENARIO 81
La “otra” modernidad

Los pueblos, las sociedades, las después de trece años de una


culturas colonizadas, a partir de violentísima guerra revolucionaria
1492 no son más una exteriori- que costó la friolera de 200.000
dad respecto de la modernidad vidas. Nos referimos, por supuesto,
occidental: todo lo contrario, la a la revolución haitiana, estallada
modernidad misma se construye en 1791, la primera –por lo tanto la
mediante su incorporación vio- fundante del movimiento que en
lenta y genocida/etnocida. Pero las primeras décadas del siglo XIX
entonces, para volver a la cuestión recorrió toda la región– y la más
de los movimientos independen- radical, por muy lejos, de aquellas
tistas del siglo XIX, y para com- gestas emancipadoras. Sus efectos
pletar la crítica de la colonialidad, sobre la constitución de la “segun-
¿no deberíamos pensar también da modernidad” fueron desco-
los efectos que esos movimientos munales, como intentaremos en
tuvieron sobre la configuración de seguida mostrar. Por ello mismo,
esa segunda modernidad política fueron también virulentamente
(y, ya lo dijimos, filosófico-cultu- ninguneados –para recurrir al habla
ral), y no verlos exclusivamente popular mexicana– o forcluidos–
como “efectos” a ellos mismos? para recurrir a la jerga psicoanalíti-
Aquí es donde se muestra la per- ca lacaniana–. La excepcionalidad
tinencia de lo que tildábamos de impensable de la revolución hai-
nuestro pretexto. tiana proviene, en primer término,
Estatua de Jean-Jacques Dessalines, Una demostración fehaciente del hecho insólito de ser la primera
de Rémi Kaupp. de la persistencia de la colonialidad y única revolución de esclavos en
del saber es precisamente el hecho toda la historia de la humanidad
de que sea en este año 2010 que que logró, en su momento, vencer,
se celebre, en el conjunto del tomar el poder, decretar la aboli-
continente americano al sur del Río ción de la esclavitud y fundar una
Grande, el “bicentenario” de las ges- nueva nación, la primera nación
tas de emancipación anticolonial. independiente de América “Latina”
Nada tenemos en contra de esa y el Caribe. Pero además, decíamos
celebración, y hay hoy, en América –y esto seguramente tiene mucho
Latina, algunas buenas razones que ver con aquel “ninguneo”– fue
para festejarla. Pero es asimismo por lejos, incomparablemente, la
justo recordar que –para el con- más radical desde un punto de vis-
junto del continente, más allá de ta social, étnico-cultural e incluso,
que cada una de nuestras naciones lo veremos, “filosófico”. Porque fue
celebrara en su fecha correspon- la única de las revoluciones eman-
diente– ella debió llevarse a cabo cipadoras en la cual fue directa-
en 2004. ¿Por qué? Porque fue en mente la clase (y “etnia”) explotada
1804, y no en 1810, que se declaró por excelencia –los esclavos de
la primera de esas independencias, origen africano– la que tomó el

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poder. Para no mencionar que provocó el estallido de la revolu-


fue la única rebelión de esclavos ción, hasta lograr que, en 1794,
triunfante en la entera historia de la luego de tres años de violentísima
humanidad. Excelente motivo para lucha, Robespierre decretara la abo-
olvidarse de ese “mal ejemplo”. lición de la esclavitud en las colonias
Si se nos permite una pequeña francesas. Es decir: fue la Revolución
boutade “decolonial”, de la revolu- haitiana la que literalmente obligó
ción haitiana puede decirse que a la francesa a ser consecuente con
fue tan “moderna” que fue más sus propios principios iniciales de
francesa que la “francesa”… pero libertad “universal”. La revolución
porque fue haitiana. Tratemos haitiana hace, pues, una contribu-
de explicarnos, aunque sea muy ción sustantiva a la modernidad
esquemáticamente. La Revolución política que, sin embargo, ha queda-
“francesa”, producida en 1789, do exclusivamente identificada El ciudadano Belley ex-representante
emite ese magnífico documento con la revolución francesa. de las colonias.
titulado “Declaración Universal de
los Derechos del Hombre” y del
Ciudadano. Haití, por entonces La celebración de la emancipación debió haberse
llamada Sainte-Domingue, colo-
nizada por Francia desde fines del
siglo XVII, era la colonia compa- hecho en 2004, porque en 1804 se declaró la
rativamente más rica de todas las
colonias americanas, y quizá del primera de esas independencias.
sistema-mundo en su conjunto
(algo que hoy suena sencillamente
increíble, dada la situación abyecta La lucha de los ex esclavos, desde
de ese pobre país). Proporcionaba ya, tuvo que continuar. En 1802, el
más de la tercera parte de la totali- primer cónsul Napoleón Bona-
dad de los ingresos de su potencia parte restaura la esclavitud en las
colonial. Por lo tanto, los esclavos colonias francesas (que no volverá
de origen africano –medio millón a ser abolida hasta 1848: Francia
de seres sobre cuya explotación ostenta el “mérito” de ser la única
indescriptible se levantaba esa potencia colonial que tuvo que
inmensa riqueza proveniente abolir la esclavitud dos veces). La
del azúcar, el café, el tabaco y el restaura, entiéndase, en casi todas
índigo– rápidamente tuvieron que las colonias: en Haití (todavía Saint-
enterarse de que, como era “lógico”, Domingue) las tropas de Napoleón
la universalidad de los Derechos del sufren la derrota más ignominiosa
Hombre tenía límites particulares de toda su carrera hasta Waterloo.
muy precisos; tan particulares que Las contribuciones de la Revo-
tenían un color igualmente preciso: lución haitiana a la modernidad no
el color negro. Fue eso lo que se detienen allí. Nada menos que

BICENTENARIO 83
La “otra” modernidad

menciona la francesa! Aquí está


funcionando a pleno lo que Aníbal
Quijano ha denominado la colonia-
lidad del poder/saber: si uno piensa
la modernidad como un exclusivo
“producto de exportación” de
Europa al resto del mundo, es obvio
que le resultará inconcebible que
unos esclavos desarrapados (y para
colmo negros) que están “fuera
de la historia”, hayan sido capaces
de esa contribución descomunal,
no solamente a la modernidad
política sino a la filosófica, como
es la monumental Fenomenología
hegeliana. Esta “renegación” (como
diría un psicoanalista) es parte del
A la izquierda: El modo de exterminar el ejército Hegel publica su Fenomenología “ninguneo” a que fue sometida
negro como es practicado por los franceses. del Espíritu (que incluye la famosa la Revolución haitiana y todas
A la derecha: Toussaint-Louverture, grabados Sección IV sobre la dialéctica del sus enormes consecuencias: de
de J. Barlow, 1805.
amo y el esclavo) en 1807, apenas su impensabilidad, como dice el
tres años después de la Revolución gran historiador haitiano Michel-
haitiana. No es un azar. Es sabido, Rolph Trouillot. Es inimaginable, en
incluso por las declaraciones del efecto –y este es el otro y central
propio Hegel, que era un pensador tema filosófico o de teoría crítica
extremadamente atento a y cono- desatado por nuestro “pretexto”, y
cedor de todos los acontecimien- pensable a partir de la Escuela de
tos políticos de su época. Susan Frankfurt o de Sartre–, esa dialéctica
Buck-Morss (y en sus huellas varios negativa y esa destotalización que
otros autores), en su ya pequeño opera la Revolución haitiana de la
clásico Hegel y Haití, demuestra sin modernidad, al confrontarla con un
duda posible que es la Revolución conflicto irresoluble que desgarra la
haitiana lo que inspira esa “alegoría” modernidad desde su propio inte-
filosófica hegeliana. Generaciones rior: es una época que consagra los
enteras de exégetas de Hegel, principios de la libertad individual,
tributarios inconscientes del euro- la igualdad y la fraternidad… pero
centrismo, dieron por sentado que cuya “base económica” es la esclavi-
se refería a la Revolución francesa tud más degradante, el genocidio,
(quince años anterior a la haitia- el etnocidio. “Documento de civili-
na), aduciendo que Hegel jamás zación = documento de barbarie”,
menciona la Revolución haitiana. para volver a Benjamin. Hegel, al
¡Pero –por lo menos allí– tampoco contrario de sus intérpretes, advirtió

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perfectamente este dilema trágico, Lamartine, Rimbaud), pasando por


si bien en su obra posterior contri- los ya nombrados Césaire y Fanon
buyó a “oscurecerlo”. (para los cuales Sartre escribió fa-
Hay entonces también una mosos prólogos) hasta llegar hoy a
gigantesca contribución “filosófi- Edouard Glissant o al premio Nobel
ca” de la Revolución haitiana, que de literatura Derek Walcott, cuyo
incluso anticipa en un par de siglos monumental poema épico Omeros
todos nuestros debates actuales es una trasposición de la Ilíada a la
sobre el “multiculturalismo”, las historia de la esclavitud afroame-
“políticas de la identidad” o el “pos- ricana y la Revolución haitiana. Y
colonialismo”. Para empezar, “Haití” no hace casi falta mencionar las
no es, curiosamente, una palabra novelas de Alejo Carpentier El reino
africana, sino taína, la lengua de los de este mundo y El siglo de las luces,
pueblos originarios de la isla, que ambas directamente vinculadas a la
habían sido exterminados ya a prin- “ficcionalización” de la Revolución
cipios del siglo XVI, antes de que haitiana, sin olvidar la gran trilogía
llegaran los esclavos africanos. Los “tolstoiana” del narrador e histo-
afroamericanos, pues, recuperan un riador norteamericano Madison
nombre aborigen, en homenaje a Smartt-Bell, A Novel of Haiti.
aquellos, para nombrar a la nueva Todo esto está muy negado. Ni
nación que están fundando. Es para siquiera muchos de los más im-
sacarse el sombrero. Pero hay más. portantes historiadores y teóricos
La primera Constitución haitiana marxistas (consúltese a Hobs- Batalla en Santo Domingo,
de 1805 (promulgada por Dessa- bawm, o a grandes historiadores de January Suchodolski.
lines sobre esbozos anteriores del
gran líder revolucionario Toussaint
Louverture) decreta, en su artículo
14, que todos los ciudadanos hai-
tianos serán denominados “negros”:
es un cachetazo irónico a la falsa
universalidad moderna. Eso instala
en la “agenda” incluso europea la
discusión, antes invisibilizada, sobre
la esclavitud y la negritud, que
atraviesa todo el siglo XIX y, sobre
todo, el XX, con huellas –aunque
frecuentemente subterráneas– en
la filosofía, la literatura y el arte
(hemos registrado esas huellas en
la narrativa, la poesía y el teatro de
autores capitales de la moderni-
dad: Victor Hugo, Merimée, Sue,

BICENTENARIO 85
La “otra” modernidad

de la revolución francesa como tradicionales –fundamentalmente


Soboul y Lefebvre) se hacen cargo provenientes de Dahomey– y com-
del tema. A través de la historia ponentes del catolicismo. O el no
de la modernidad, el “negro” fue menos notable caso de la lengua
construido como una especie de créole, una “lengua” en buena medi-
alteridad exótica, como si nada hu- da “inventada” por los colonialistas
biera tenido que ver con la propia franceses para entenderse con es-
constitución de la modernidad, y clavos africanos que hablaban una
de la peor manera. Eso en el mejor veintena de lenguas diferentes,
de los casos. En el peor, está por y que luego –como suele suce-
supuesta la cuestión del racismo, der– cumplió la función inversa
que es también un invento de la de ser la lengua en la que podían
modernidad, con el cual mucho entenderse entre ellos los esclavos
tiene que ver la esclavitud. En efec- rebelados. O el caso de la tradi-
to, se puede decir que la ideología ción cimarrona, vale decir de las
racista –y sobre todo a partir de su comunidades de esclavos fugitivos
“cientifización” en los siglos XVIII y de las plantaciones, que buscaban
XIX– es una respuesta ideológica reconstruir “míticamente” las (reales
a la contradicción insoluble que o imaginarias) tradiciones africanas.
señalábamos más arriba entre la O sea: nuevamente nos encontra-
premisa filosófica de la libertad mos aquí con el símbolo de esa
individual y la realidad material de conflagración de temporalidades
la “base económica” esclavista. Una históricas diversas y encontradas,
respuesta que se adecua perfec- “desigualmente combinadas”, que
tamente a la célebre definición de hacen de la modernidad un calde-
Lévi-Strauss del mito traspuesto a ro múltiple y polifónico, algo que el
la ideología política de los domina- pensamiento hegemónico quisiera
dores: un discurso que busca resol- a cualquier precio reprimir.
ver en el plano de lo imaginario los Estratégicamente, pues, se trata
conflictos que no tienen solución de mostrar que lo que llamamos
posible en el plano de la realidad. la “modernidad” es una versión
Esa radicalmente moderna eurocéntrica de la historia de los
Revuelta general de negros. Masacre de blancos, revolución está, al mismo tiempo, últimos 500 años, tributaria de una
anónimo, 1815. atravesada por elementos que –si teoría de la temporalidad evolu-
nos atuviéramos al “tiempo homo- cionista, teleológica, “etapista” o
géneo” de las concepciones de la “progresista”, ese tiempo “homo-
historia dominantes en la moder- géneo y vacío” que fagocitó las
nidad– son notoriamente “pre- historicidades paralelas y autóno-
modernos”, y aún “arcaicos”. Por mas de las sociedades colonizadas
ejemplo, la religión vodú, o vudú, y explotadas desde el propio
ese complejísimo sincretismo entre surgimiento del capitalismo. Esta
ciertas formas religiosas africanas versión “oficial” postula entonces,

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objetivamente, una suerte de


ideología de la transparencia, en Vincent Ogé, uno de los revolucionarios de 1790.
la que la modernidad europea
proyecta sus “luces” sobre la “oscu-
ridad” del mundo hasta entonces
desconocido (por Europa, se en-
tiende). La propia expresión “des-
cubrimiento” (de algo que luego
se llamará América) es sintomática
de esa ideología: parece que antes
de 1492 este continente estaba
“cubierto”, como si dijéramos
tapado con una frazada, oscurecido
–así como a África se la llamó el
continente negro–. Hacer la crítica
de esa ideología implica entonces la opacidad” de lo que se ha dado
devolverle una opacidad a esa en llamar la créolité (la “criollidad”),
historia que se presenta tan “clara”. como alternativa a la negritud de-
Demostrar que la conformación fendida por pensadores anteriores
misma de la modernidad supone como los también antillanos Aimé
un conflicto de historicidades y de Césaire y Frantz Fanon. Pero lo
ritmos temporales diferenciales y importante a tomar en cuenta aquí
contrapuestos, y que no es que de es el valor enorme (político, social,
un lado estén las “luces” y del otro étnico-cultural y filosófico) del
la “oscuridad”: lo que hay es un color negro como nudo metafórico
remolino de claroscuros violentos. que, en la historia de una moder-
Como el pre-texto historiográfico nidad que es constitutivamente
para todo esto ha sido la escla- colonial, sirve para problematizar
vitud africana en América, y en y cuestionar críticamente las pre-
particular la Revolución haitiana tensiones de (falsa) universalidad
de 1791-1804 (la primera, funda- de aquella modernidad preten-
cional y más radical de todas las didamente “totalizadora”. Pensar
gestas independentistas, aunque la modernidad así sería quizá una
la celebración continental del manera de “desautomatizar” la
bicentenario en este 2010 contri- colonialidad del saber, y de operar
buya justamente a oscurecer ese lo que Octave Mannoni llamaba “la
acontecimiento decisivo en mu- descolonización de mí mismo”. En
chos sentidos), la oposición entre todo caso, y para terminar nue-
los colores negro y blanco se vuelve vamente con Benjamin, sería una
simbólica. Edouard Glissant (un im- manera de recuperar la historia “tal
portante filósofo y poeta antillano como relampaguea, hoy, en un
negro) reivindica ese “derecho a instante de peligro”.

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