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Horacio Lucero
Presentación
Posiblemente no sea una novedad que el cultivo de soja transgénica presentó un crecimiento
exponencial en este país sudamericano desde la década de 1970 en adelante, y que, en la actualidad,
la Argentina se encuentra entre los principales productores mundiales, llegando a producir 58,5
millones de toneladas en la campaña 2015/2016 (Gabriel Lacelli y Romina Ybran 2016). Sin
embargo, no todo ha sido un auspicioso “avance”. El vertiginoso e implacable crecimiento de esta
oleaginosa trajo aparejado varios efectos colaterales, a la vez que potenció otros ya activos
vinculados a una estructura económica-productiva en transformación.
Fuente: Elaboración propia con datos extraídos del sitio web: http://ide.agroindustria.gob.ar/visor/
Pero el problema ha sido advertido. De hecho, en la Convención sobre los Derechos del Niño
(1989) se subrayó la importancia de que los Estados parte aseguraran el acceso a óptimas
condiciones de salud, “teniendo en cuenta los peligros y riesgos de contaminación del medio
ambiente” (Artículo 24). Unos años más tarde, en la Conferencia de Naciones Unidas sobre
Ambiente y Desarrollo (1992), se explicitó la importancia de “proteger a los niños contra los efectos
de los compuestos tóxicos en el medio ambiente y lugar de trabajo” (Capítulo 6.27, iv). Sin
embargo, pareciera que la dimensión del problema es mucho más grande de lo que se avizora, en
(EFSA) determinó que era poco probable que tal sustancia constituyera un peligro de cancerogenicidad para el hombre.
Se sugiere la consulta de: World Health Organization, International Agency for Research on Cancer, Agents Classified
by the IARC Monographs, Volumes 1–117, 24 de octubre de 2016. Disponible en:
http://monographs.iarc.fr/ENG/Classification/; European Food Society Authority, Glifosato: l'EFSA ne aggiorna il
profilo tossicologico, 12 de noviembre de 2015. Disponible en: http://www.efsa.europa.eu/it/press/news/151112.
2
Programa de Naciones Unidas para el Ambiente, Intoxicación por plaguicidas en niños. Información para la gestión y
la acción, mayo de 2004. Traducción al castellano realizada por la Asociación Argentina de Médicos por el Medio
Ambiente (AMMA), p.2.
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tanto numerosos casos quedan invisibilizados en las opacas realidades locales, sobre todo en los
países menos desarrollados.
En este cuadro general, las pinceladas de la realidad argentina aportan densidad a la cuestión. Si
hasta el momento se habían mantenido en las penumbras en la que suelen permanecer los problemas
de las periferias, poco a poco, la eufonía de las voces dispersas se agrupó en un corpus común de
experiencias y reclamos. Los escenarios cambiaban, pero una variable se mantenía: la niñez se
revelaba directamente afectada, de modos múltiples. Así pues, se corría la voz de que niños eran
utilizados como banderas humanas en las fumigaciones; docentes denunciaban pulverizaciones con
productos tóxicos sobre los niños y niñas de las escuelas rurales lindantes a campos sembrados;
madres y padres exponían la muerte de sus pequeños, desnudando el contacto cotidiano con
plaguicidas; mujeres señalaban abortos espontáneos y el fallecimiento de sus hijos recién nacidos, y
lo relacionaban a la exposición a productos tóxicos durante el embarazo; médicos pediatras
confirmaban un incremento de malformaciones y deficiencias en bebés expuestos durante el período
de su gestación.3 Por eso, pensar en violencia hacia la infancia también es pensar en silencios
cómplices, en la invisibilización de un problema que la golpea directamente (¿no está, acaso, la
niñez rural frecuentemente escondida del ojo público?), vulnerando sus garantías y derechos.
En Argentina, los testimonios de las vidas cotidianas transgredidas hallaron como respaldo una
importante labor de cierto sector de la ciencia que, desde diversas miradas disciplinarias, forjan un
debate que trasciende las comúnmente poco porosas fronteras de las discusiones científicas. En este
contexto, algunos de los estudios realizados se agruparon en iniciativas que reunían las labores de
investigación en conjunto con reclamos específicos y denuncias, como la Red Universitaria de
Ambiente y Salud, que en 2010 organizó el Primer Encuentro Nacional de Médicos de Pueblos
Fumigados, sentando un valioso antecedente.
Dentro de este grupo de investigadores se encuentra el Dr. Raúl Horacio Lucero, quien obtuvo su
formación de grado como bioquímico en la Universidad Nacional del Nordeste (UNNE, Argentina),
y posteriormente cursó sus estudios de Doctorado en la Universidad de Buenos Aires (UBA). En la
actualidad se desempeña como investigador del Área de Biología Molecular del Instituto de
Medicina Regional (IMR) de la UNNE. Además, es docente de la Cátedra de Medicina III, área
Infectología de la Facultad de Medicina de la misma universidad. Uno de sus temas de trabajo es el
estudio de biomarcadores de daño genético -llamados “Aberraciones cromosómicas” y
“Micronúcleos”- en poblaciones expuestas al uso de plaguicidas en la provincia de Chaco
(Argentina).
Cuando se le pregunta al Dr. Lucero cómo y porqué decidió dedicar sus esfuerzos de investigación a
tan intrincada cuestión, explica que, aunque se dedicaba a estudiar la enfermedad de Chagas en su
provincia, su atención siempre se deslizó hacia los efectos de los agroquímicos en la salud de las
poblaciones rurales. A principios de la década de 1990, como parte de su trabajo, comenzó a
descubrir casos de niños con malformaciones que llegaban a él para que les realizara estudios
cromosómicos. Pero hubo un punto de quiebre: un caso, el de una nena que había nacido con
múltiples anomalías. A sabiendas de que involucrarse le traería problemas, decidió no esperar a que
3
Norte de Santa Fe: Usan niños como balizas humanas para fumigar con pesticidas, 12 de junio de 2008, en “Partido
Obrero”, consultado el 08 de diciembre de 2016; Darío Aranda, La contaminación en las aulas, 15 de abril de 2014, en
“Territorios”, consultado el 08 de diciembre de 2016, URL: http://www.darioaranda.com.ar/2014/04/la-contaminacion-
en-las-aulas/; Darío Aranda, Daño genético y glifosato, 06 de octubre de 2014, en “Territorios”, consultado el 19 de
noviembre de 2016, URL: http://www.darioaranda.com.ar/2014/10/dano-genetico-y-glifosato/; Darío Aranda, Crónica
del desastre, 09 de junio de 2016, en “Territorios”, consultado el 01 de diciembre de 2016, URL:
http://www.darioaranda.com.ar/2016/06/cronica-del-desastre/; Teresa Buscaglia, Preocupación en los médicos rurales
por el uso de agroquímicos cerca de los pueblos, 10 de noviembre de 2016, “La Nación”, consultado el 20 de
noviembre de 2016, URL: http://www.lanacion.com.ar/1946696-preocupacion-de-los-medicos-por-el-uso-de-
agrotoxicos-cerca-de-los-pueblos; Silvana Melo, 5 de diciembre de 2016, Crimen sin culpables, Recuperado de:
http://www.pelotadetrapo.org.ar/2013-09-05-12-30-19/2016/3479-crimen-sin-culpables-2.html
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más casos llegaran a él: salió a buscarlos. Y los encontró, por montones. Aquellos sujetos sin
nombre, desperdigados en lugares remotos e inaccesibles, se convirtieron en un objetivo de su
trabajo. De tal modo, con años de experiencia personal y académica en el campo de estudios sobre
agroquímicos y salud, el Dr. Lucero representa una voz valiosa para referir a la situación de la niñez
afectada por un veneno que, hasta ahora, garantiza los rindes y la producción.
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Entrevista al Dr. Raúl Horacio Lucero
P: Desde hace varios años se instaló, a nivel internacional, la preocupación sobre los efectos de
los agroquímicos en la salud humana, con particular énfasis en la sustancia química llamada
glifosato. ¿Cómo se define la realidad argentina en el escenario internacional?
R: Somos un país permisivo a experimentos agropecuarios abiertos, un país que contribuye a bajo
costo con desarrollos biotecnológicos propios. Como dice el biólogo Raúl Montenegro: “nos
invaden y ofrecemos al invasor la propiedad intelectual de organismos genéticamente modificados
(OGM) desarrollados en laboratorios locales. Se repite así la perversidad de la colonización
megaminera, facilitada por los excelentes estudios geológicos de investigadores argentinos” (Raúl
Montenegro 2012). En este proceso las universidades públicas y privadas no son precisamente
inocentes, pues generan investigación, desarrollo tecnológico y recursos humanos que alimentan el
modelo extractivo. Los integrantes de las empresas que desarrollan transgénicos, a su vez, forman
parte de espacios de aprobación de esas mismas semillas en Argentina.
En los últimos doce años el gobierno aprobó veintiséis transgénicos de soja, maíz, algodón y papa.
Nunca antes se habían aprobado tantos. Los expedientes son secretos y no se conocen estudios de
impacto, ni en el ambiente, ni en la salud de la población. En cambio, sí son públicas las
consecuencias directas del avance transgénico: corrimiento de la frontera agropecuaria, desmontes,
agrotóxicos, más desalojos de campesinos y pueblos originarios. En su discurso suelen decirnos que
este desarrollo significará mayor producción de alimentos para una población mundial que crece
cada vez más, en sintonía con el argumento central del agronegocio. Sin embargo, está comprobado
que el hambre se debe a la injusta distribución, no a la falta de alimentos.
En este contexto, el gobierno de Argentina aprueba alimentos transgénicos con base en los estudios
de las empresas interesadas, las mismas compañías que integran la Comisión Nacional Asesora de
Biotecnología Agropecuaria (CONABIA), es decir que son juez y parte al momento de liberar soja,
maíz y algodón transgénico, todos con uso masivo de agroquímicos. Cabe aclarar que en la Unión
Europea ya se cuenta con once países que reclaman su prohibición (Alemania, Francia, Hungría,
entre otros). Otros tres países (Italia, Bélgica y Dinamarca) evalúan seguir el mismo camino. Pero
todos rechazan el cultivo de nuevos transgénicos en sus territorios. En síntesis, nunca ha habido una
señal tan evidente de que los cultivos y alimentos transgénicos y las empresas que los comercializan
no son bienvenidos. Se debe avanzar hacia otro modelo agrario.
Retornando sobre el caso de Argentina, se debe advertir que es un país sin registros de morbilidad y
de mortalidad por causas generales, y además, sin un monitoreo continuo y nacional de residuos de
plaguicidas, por lo cual, todo parecía indicar que el uso de plaguicidas era inofensivo para la salud y
el ambiente. Como no había mediciones tampoco podían detectarse los efectos.
La debilidad del Estado y de la propia sociedad para proteger del desmonte a los ambientes nativos
hizo el resto: Argentina bajó su biodiversidad nativa a niveles alarmantes, pero también bajó su
diversidad de cultivos y productos agropecuarios. De hecho, durante el período 1999-2006 la
diversidad de cultivos del campo argentino decreció en más de un 20%. Es decir, campos ganaderos
pasaron a ser sojeros, siendo cada vez más difícil practicar agricultura orgánica y actividades
tradicionales, como la producción de miel, entraron en crisis.
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En otras palabras, en Argentina dejamos de privilegiar la alimentación de seres humanos para pasar
a alimentar masivamente el ganado de la Comunidad Europea y China, y a proveer de
biocombustibles sus vehículos.
R: Existe un buen número de investigadores argentinos que hace años vienen advirtiendo este
problema creciente. Resulta ineludible el trabajo de Andrés Carrasco del Laboratorio de
Embriología de la Universidad de Buenos Aires (UBA), donde demostró que el glifosato producía
malformaciones en embriones de anfibios. Fue como un estandarte detrás del cual mucha gente se
amparó para decir: “tenemos pruebas científicas de lo que estamos observando nosotros en las
comunidades rurales”.
Por su parte, el Ministerio de Salud de Córdoba difundió un extenso informe sobre el cáncer en la
provincia que confirma con números las peores sospechas. Sistematizó cinco años de información y,
entre otros parámetros, determinó geográficamente los casos. La particularidad que causó mayor
alarma es una: la mayor tasa de fallecimientos se produce en la llamada “pampa gringa”, zona
donde más transgénicos y agroquímicos se utilizan, y además, donde la tasa de fallecimientos
duplica a la media nacional. Se confirmó oficialmente lo que denunciamos desde hace años: los
casos de cáncer se multiplican como nunca en las zonas con uso masivo de agrotóxicos. La
investigación oficial en formato libro se titula “Informe sobre cáncer en Córdoba 2004-2009”,
elaborado por el Registro Provincial de Tumores y por la Dirección General de Estadística y
Censos. Fue presentado en la legislatura provincial por el ministro de salud de esa provincia.
En conexión con lo anterior, investigadores de la UNRC estudian desde hace ocho años pueblos de
Córdoba y confirmaron, con quince publicaciones científicas, que las personas expuestas a
agroquímicos padecen daño genético, siendo más propensas a sufrir cáncer. Al respecto el Dr.
Fernando Mañas recordó que en la ciudad cordobesa de Marcos Juárez se detectó glifosato -y su
principal producto de degradación, AMPA- en lagunas, suelos e incluso en agua de lluvia.
Por otro lado, el Dr. Damián Verzeñassi es médico y docente de Salud Socioambiental de la
Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad Nacional de Rosario (UNR). Es uno de los
responsables del “Campamento Sanitario”, una instancia educativa que consiste en que decenas de
estudiantes del último año de la carrera de Medicina se instalen en una localidad durante una
semana y realicen un mapeo sanitario. El Dr. Verzeñassi afirmó que los estudios de Córdoba a los
que referí previamente coinciden con los dieciocho relevamientos realizados en localidades de
agricultura industrial. O sea, el cáncer se ha disparado en los últimos quince años.5 En este sentido,
también la Dra. Fernanda Simoniello, de la Universidad Nacional del Litoral (UNL), trabaja con
productores hortícolas de la provincia de Santa Fe, en los que mide biomarcadores de daños al ADN
y ha llegado a la misma conclusión. De hecho, actualmente la Dra. Simoniello está estudiando el
aumento de enfermedades autoinmunes en relación a la exposición a plaguicidas.
En la Universidad Nacional del Nordeste (UNNE) realicé un trabajo junto con la Dra. Analía
Aguilera a través del cual quedó demostrada una asociación de la tasa de mortalidad por cáncer en
Chaco, y el volumen aproximado de glifosato utilizado, en el período 2002-2012. Pero también
están las alertas de investigadores como Rafael Lajmanovich y Gisela Poleta de la UNL, que
estudian hace años estos mismos efectos en especies centinelas como anfibios y yacaré overo. Dado
que estas especies viven en fuentes de agua contaminadas por agroquímicos, son los primeros en los
que se detectan cambios que, más tarde, se observarán en humanos expuestos a menores dosis.
Por último, contamos ahora con un convenio de colaboración entre el Dr. Raúl Montenegro,
(que es profesor titular de la cátedra de Biología Evolutiva Humana de la Facultad de
Psicología en la UNC y presidente de la Fundación para la Defensa del Ambiente), el Dr.
5
En meses posteriores a la realización de esta entrevista el equipo dirigido por el Dr. Damián Verzañessi ha denunciado
persecución ideológica por parte de autoridades universitarias, incluyendo el despido de parte del personal integrante
del proyecto. Ver: “Antes que nada los intereses en juego”, Página 12, 06 de noviembre de 2016, consultado el 09 de
diciembre de 2016. URL: https://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/rosario/9-57337-2016-11-06.html
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Jean-Jacques Girardot (investigador de la Universidad de Franche-Comté, en Besançon,
Francia), la Dra. Delia Aiassa (investigadora del Departamento de Ciencias Naturales de la
Facultad de Ciencias Exactas, Físico-Químicas y Naturales de la UNRC, Córdoba) y
nosotros en la UNNE. El trabajo consiste en un estudio integral ambiental de las zonas
afectadas del Chaco para estudiarlas en profundidad, y descartar otros posibles
contaminantes. Dependerá de conseguir los fondos necesarios para llevar a cabo este tipo de
investigación holística que se pide desde todos los sectores vinculados a la salud y el
cuidado del ambiente. Sin embargo, cabe aclarar que las políticas del país en relación a los
cultivos resistentes a herbicidas e insecticidas va en dirección contraria a los resultados de las
investigaciones mencionadas, y tienden a agravar los indicadores en salud que ya están saliendo a la
luz.
P: Estos hallazgos en Argentina dialogan con otros realizados por la comunidad científica
internacional. Específicamente, ¿qué revelaron los estudios de genotoxicidad sobre el vínculo entre
plaguicidas y salud infantil?
R: En relación a las poblaciones expuestas sin motivo laboral, los niños constituyen un grupo que
tiene características particulares de exposición y especial vulnerabilidad a los tóxicos ambientales, y
que requieren una estrategia para la evaluación del riesgo, que considere la peculiaridad de su caso.
Los pocos estudios que han evaluado la asociación entre el uso de plaguicidas agrícolas cerca de las
viviendas y la leucemia infantil evidencian una relación etiológica (Peggy Reynolds 2002). Por
ejemplo, en el año 2009 en California, Estados Unidos, examinaron si la proximidad residencial a
las aplicaciones de plaguicidas en zonas agrícolas está asociada con el desarrollo de leucemia
linfoblástica aguda, el subtipo más común de este cáncer infantil (Rudolph Rull 2009).
Efectivamente, los resultados de ese trabajo sugieren la identificación de plaguicidas específicos
que pueden desempeñar un papel en la etiología de la leucemia infantil.
El aumento en la prevalencia de cáncer que se observa en niños muy pequeños hace pensar que la
exposición paterna o materna a cancerígenos podría ser, en estos casos, el factor que desencadena el
desarrollo de enfermedad neoplásica (Jacqueline Fabia y Truong Thuy 1974; Elizabeth Holly 1992;
Deborah Winn 1992; Colin Sharpe 1995). Por otro lado, estudios toxicológicos en animales
proporcionan evidencias de que altas dosis de algunos plaguicidas pueden alterar la función
reproductiva y producir defectos al nacer, pero son pocos los estudios epidemiológicos realizados
de exposición a plaguicidas y toxicidad reproductiva en humanos (Geoffrey Calvert 2007). Sí se ha
observado que la descendencia de los agricultores tiene un mayor riesgo de anomalías congénitas.
Mientras que las anomalías congénitas en la primera mitad de la década de 1990 representaron
alrededor del 20% de las muertes fetales durante el primer año de vida en algunos países, en otros,
el porcentaje fue de casi el 40 %.
En suma, los estudios de Genotoxicidad indican que los plaguicidas no son inofensivos y que su uso
puede conducir a efectos dañinos a mediano y a largo plazo, en los grupos humanos y animales
expuestos, en el presente o en los descendientes. Las lesiones en el material genético pueden
aumentar el riesgo de padecer cáncer, problemas reproductivos o que se desarrollen malformaciones
en la descendencia. Por estos motivos, es que el uso de biomarcadores es útil para detectar el daño
genético temprano, donde ese nivel de daño es todavía reversible
P: Estos antecedentes científicos nos remiten a los sujetos: las familias rurales expuestas que
históricamente han gravitado en los márgenes de la intervención pública. Desde su experiencia,
¿cómo son sus condiciones de vida, y la de los más pequeños, en zonas afectadas de la provincia de
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Chaco?
R: Las condiciones en las que viven las poblaciones expuestas las definiría como insostenibles, ya
que en casi todas las ocasiones donde hicieron los reclamos correspondientes sufrieron amenazas, y
hasta tuvieron que padecer procesos judiciales donde terminaban siendo ellos los acusados por los
productores por paralizar su producción, cuando en verdad, estaban defendiendo su salud y las de
las familias, como también la producción de pequeñas huertas comunitarias y animales de granja
que son la fuente de su subsistencia. Muchos de ellos son estigmatizados por su lucha y finalmente
desplazados de sus propios territorios ante la repetición de hechos de violencia, para resguardar la
salud de los más pequeños.
Tuve la oportunidad de recorrer muchos pueblos donde conviven con los venenos y con prácticas
que están prohibidas en leyes de protección a la comunidad y el ambiente, pero que no se cumplen.
Hay situaciones que se repiten en estos pueblos: los aviones pulverizadores tienen su ruta sobre
áreas donde hay escuelas, caminos vecinales, casas y fuentes de agua que son alcanzadas por la
deriva. Los depósitos de plaguicidas lindan con los barrios o bien son guardados en galpones donde
también desarrollan labores administrativas empleados que desconocen el peligro a este tipo de
exposición. En este contexto hay muchos niños que viven en casas separadas por alambrados de los
campos que se fumigan y, por lo tanto, están expuestos por varias vías.
Todas estas sustancias -no solamente un producto activo- llegan a las personas por numerosas rutas,
entre ellas deriva, por partículas de suelo contaminadas que transporta el viento, por el agua y por
los alimentos. ¿Cómo pueden los productores y los ingenieros agrónomos evitar que pequeñas dosis
de estos cócteles lleguen a las personas, y sobre todo a los bebés y a los niños pequeños, que
comparativamente a los adultos, en relación con el peso, consumen más agua, más alimentos y más
aire, y tienen mayor superficie expuesta? Ante una emergencia, como, por ejemplo, por una
intoxicación aguda, estos niños están muy alejados de los centros de salud. Pero también están
expuestos a una intoxicación crónica por pequeñas dosis a lo largo de su vida que pueden
finalmente desencadenar multiplicidad de patologías.
P: Entonces, existen múltiples modos a través de los cuales los niños pueden verse afectados por
los agroquímicos en su vida cotidiana. Sin embargo, un argumento muy difundido es que esto se
reduce a un problema de “desafortunada” exposición, de malas prácticas agrícolas.
Los productores y aplicadores no suelen usar plaguicidas en forma directa, sino que efectúan
mezclas y diluciones muy variables, generando así nuevos e impredecibles productos. Es lo que
llamamos “cóctel”. Finalmente, cuando esta suma de cócteles es descargada al ambiente, se generan
nuevas sustancias, eventualmente más tóxicas o más persistentes, o ambas. A su vez, los campos en
que se practica la agricultura conservan residuos de plaguicidas antiguos como el DDT, y recientes
como el endosulfán, y toda nueva aplicación se suma a ese "fondo histórico".
Pero las personas expuestas, al mismo tiempo, son portadoras de plaguicidas en sus tejidos grasos y
sanguíneos, con lo cual, todo ingreso de plaguicidas se "agrega" a los depósitos biológicos ya
existentes. Tanto la deriva desde los campos pulverizados como la inhalación e ingesta de residuos
de plaguicidas se suma a los que cada persona almacena en sus tejidos, y que le ha llegado durante
años con los alimentos, el aire o el agua contaminada, o que recibieron de sus madres cuando eran
embriones y fetos (por medio de lo que se denomina transferencia transplacentaria) y bebés
(conocido como transferencia durante la lactancia).
Dado que estas bajas dosis de residuos pueden alterar el sistema hormonal (pues muchos
plaguicidas tienen actividad estrogénica) y afectar asimismo el sistema inmune (con lo cual nos
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volvemos menos resistentes a enfermedades virales y bacterianas), está claro que la dosis letal con
que se guían productores e ingenieros agrónomos resulta inadecuada, y no protege la salud de
personas expuestas. Entonces, el problema central se determina a partir del gran crecimiento de la
frontera agropecuaria y la voracidad sin límite de algunas empresas y personas.
Sin embargo, también hay que resaltar que hay numerosos estudios como los del Dr. Damián
Marino de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP) que demuestra que éste problema no está
confinado a la ruralidad. Allí está su origen, pero los alimentos contaminados llegan a los
consumidores de cualquier ciudad y se detectan en variados productos. Por otro lado, a nivel
mundial existen estudios como el de Swanson (2014) en Estados Unidos que señala el dramático
deterioro de la salud en su país a partir del consumo de productos derivados de cultivos
genéticamente modificados para ser resistentes a herbicidas como el Glifosato.
R: Este es un tema que recién ahora se está empezando a contemplar en los Hospitales de Buenos
Aires que reciben derivaciones de todo el país, como el Hospital de Pediatría Garrahan y el Hospital
Italiano de Buenos Aires, alertados por la cantidad de pacientes del interior del país que son
derivados por procesos oncológicos.
En cuanto a las embarazadas, el tema de Plaguicidas en particular no se toma en cuenta a menos que
ellas mismas relaten la exposición. En las provincias del interior hay pequeños grupos de médicos
que vienen bregando para visibilizar esta problemática hace años. Esto se podría optimizar
protocolizando un método de estudio y exploración de riesgos de exposición a Genotóxicos
ambientales con los respectivos estudios de sangre y orina.
P: Mas allá de todos los estudios y lo que actualmente sabemos, sin embargo, muchos sectores
muestran aún reticencias y suspicacias frente a los resultados de numerosas investigaciones
Los detractores acérrimos en la diversidad de los ámbitos de discusión, en su mayoría están ligados,
de una u otra manera, al fenomenal negocio del paquete tecnológico de los transgénicos que
representa casi la mitad del capital de todas las exportaciones en Argentina. Por lo cual ninguna de
las tantísimas pruebas que se les presenta les será convincente ni les alcanzará, porque, a mi modo
de ver, lo que quieren es ganar tiempo para seguir acumulando ganancias. Porque internamente
saben la verdad y que este modelo es insustentable en el tiempo. No me parece adecuado fijar una
posición sin antes haber realizado algún estudio que avale lo que se dice, en uno u otro sentido.
Por otro lado, como expliqué en otra entrevista, 6 para que sea inapelable, una investigación
se debería aislar a la población estudiada, pero es algo que se puede hacer sólo
experimentalmente. En los lugares donde viven las personas ese aislamiento no sucede ni
puede realizarse. En el caso de mis estudios, la forma de aislar lo mejor posible a esa
población es estudiando a la vez otros contaminantes como metales pesados o radiaciones.
Si los plaguicidas están aumentados “x” veces su valor con respecto a otras sustancias, si se
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Barruti, Soledad, Ser científico en tiempos de ciencia ficción, 24 de abril de 2015, en “Biophilia”, consultado el 13 de
diciembre de 2016. URL: http://www.biophilia-foundation.org/ES/2015/04/24/ser-cientifico-en-tiempos-de-ciencia-
ficcion/
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hallan en la sangre de las personas, se vuelcan esos resultados a un software y se ve si existe
relación estadística entre las dos variables.
Pero, hacer este tipo de estudios puede llevar algunos años, ¿qué hacemos mientras tanto?
Las poblaciones expuestas tienen indicadores de salud que muestran cómo fue variando en
las últimas décadas la manera de enfermar y morir en estas localidades. Esto muestran los
relevamientos de los campamentos sanitarios del Dr. Verseñazzi en Santa Fe, que
mencionaba antes. Nos debemos un cambio gradual del modelo agrario como es tendencia
en el mundo, pero inmediatamente hay que aplicar el principio precautorio de la Normativa
ambiental para proteger, ya, a estas poblaciones.
Claramente no son tenidos en cuenta los derechos a la vida, a vivir en condiciones de bienestar y a
un sano desarrollo integral. Ni hablar del derecho a la protección de la salud. Pero, además, ¿quién
habla en nombre de aquellos que perdieron y perderán su salud y su vida por bajas dosis de
plaguicidas? Nuestros hijos están en riesgo desde su nacimiento si consideramos todas las formas de
exposición que tuvieron desde el primer evento transgénico a mediados de los años 1990 y que fue
creciendo exponencialmente. Para nosotros los padres la situación fue diferente ya que la
exposición en alimentos transgénicos no existía y sólo estaba confinado a la ruralidad. Hoy esto
cambió drásticamente.
P: ¿De qué modo, quienes nos dedicamos a la ciencia desde diversos campos disciplinarios,
podemos contribuir a visibilizar lo que está sucediendo como un problema de primera
importancia?
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