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¿Por qué se producen los conflictos sociales si hay evidencia de los beneficios que generan en

las comunidades?

Muchas explicaciones no apuntan a sus causas sino a sus síntomas. No es suficiente sostener
que los conflictos son solo producto de la utilización y exacerbación de descontentos
injustificados –o justificados- de las comunidades, por parte de sectores radicales. Tampoco que
se trate de un problema de comunicación. Menos aún que esta sea producto de la ignorancia
de las comunidades.

Es evidente que una primera razón que explica el descontento social está ligada a impactos
negativos de la minería, que no son solo medioambientales, e incluyen cuestionamientos al
impacto en el acceso al agua, a la tierra y a los recursos generados por la explotación minera.
Las actividades extractivas generan externalidades que deberían ser absorbidas por las
empresas explotadoras de los recursos, pues son las que primariamente se benefician de ellos,
pero el marco institucional vigente no garantiza que esas externalidades sean adecuadamente
absorbidas y compensadas. Un ejemplo de ello ocurrió en junio de 2000, cuando 151 kilos de
mercurio líquido de propiedad de la minera Yanacocha fueron accidentalmente derramados a
lo largo de 27 kilómetros de la vía que atraviesa la comunidad de Choropampa en Cajamarca. La
empresa ofreció 100 soles por cada kilo recuperado, sin proveer capacitación ni medios para
una recuperación segura del mercurio. 1000 personas se intoxicaron al recoger el mercurio sin
ninguna medida sanitaria. El marco institucional prevé la ejecución de Estudios de Impacto
Ambiental (EIA) para identificar las externalidades en el medio ambiente. Pero, ¿qué
instituciones garantizan el análisis de otros factores como: (i) la sostenibilidad económica de las
comunidades una vez que la demanda laboral surgida por la explotación de la mina disminuye,
(ii) la protección de los derechos de las comunidades sobre las tierras empleadas para la
explotación de la mina, (iii) el ejercicio de los derechos políticos de los integrantes de las
comunidades para participar en el manejo de la gestión de los recursos públicos generados por
la minería?, solo para citar algunos aspectos.

El desarrollo de las industrias extractivas involucra profundos impactos socio-económicos a nivel


local que tienen la posibilidad de exacerbar la vulnerabilidad de las comunidades. Las grandes
inversiones atraen trabajadores foráneos, presumiblemente con mayor preparación que los
locales y mejor pagados, a las comunidades de las zonas de influencia, las mismas que ven sus
estilos de vida alterados por esta migración. Más aun, los trabajadores llegan a los campamentos
mineros dejando atrás a sus familias. La proliferación de servicios destinados a atender sus
necesidades tiene un efecto social y cultural en las comunidades, que no siempre es medido ni
considerado. La creación de puestos de trabajo para mano de obra local tiene un impacto en las
actividades productivas tradicionales. La mayoría de los puestos de trabajo que se generan son
para los hombres, y si bien las mujeres de la comunidad pueden tener oportunidades en
industrias indirectas, el aumento del ingreso de los hombres no necesariamente se verá
reflejado en una mejora en las condiciones del hogar y la familia. Existe además un impacto
económico negativo, el aumento en el ingreso tiende a generar inflación, lo que afecta
directamente el consumo de bienes de primera necesidad de las familias (Banco Mundial,
2009)[4].
Por otro lado, el impulso laboral que la minería genera en las zonas de influencia es temporal.
La mayoría de los nuevos puestos de trabajo son de mano de obra no calificada, y no son
sostenibles en la medida que solamente son necesarios durante la etapa de construcción.
Cuando esta termina y al inicio de la explotación minera los puestos de trabajo necesarios son
principalmente de mano de obra calificada, que generalmente no se encuentra en las zonas de
influencia por lo que las oportunidades económicas generaran la migración de trabajadores
foráneos. Durante la etapa de construcción de la mina Las Bambas se generaron 18,000 puestos
de trabajo, mientras que cuando comenzó la etapa de operación solo quedaron 4,000 puestos
de trabajo en su mayoría calificados. Con ello, los miembros de las comunidades cercanas que
habían sido empleados se quedaron sin trabajo y los negocios que se habían creado para atender
a los trabajadores sin clientes. Sus ingresos cayeron considerablemente y las tensiones sociales
resurgieron.

El desarrollo de la industria minera genera una superposición de intereses: de los gobiernos


como facilitadores del desarrollo económico, y como protectores de los intereses de las
comunidades; de las empresas, por los riesgos de no obtener el consentimiento de la comunidad
para sus actividades; y de las comunidades, por los potenciales beneficios y perjuicios que el
desarrollo del proyecto les puede generar.

La próxima semana seguiremos analizando el impacto que las industrias extractivas tienen en el
desarrollo económico y social.

http://focoeconomico.org/2017/01/06/el-impacto-de-la-mineria-en-la-economia-y-el-
desarrollo-social-parte-1/

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