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Casa de Oración Iglesia del Nazareno

Tema 18: La obediencia como principio de bendición.


Base bíblica: Génesis 3:1-13
Introducción
Un sencillo acto de obediencia puede hacer la diferencia entre un destino de bendición y uno
de maldición. En la vida, constantemente elegimos entre hacer lo correcto o ceder a los
impulsos pecaminosos de nuestro corazón. En el corazón del Hombre se desarrolla una
lucha por “comer los frutos codiciables” u obedecer a la voz de Dios. Así como la
desobediencia de Adán y Eva afectó a toda la creación, de la misma manera la decisión de
obedecer a Dios o no, hará la diferencia en tu vida así como en el bienestar de tu casa.
La obediencia no es la represión del gozo, es más bien, la manera en que todos podemos
cuidar de la plenitud y las bendiciones que Dios nos ha dado. Lo explicaré de otra forma:
cuando Dios puso a Adán y a Eva en el jardín de Edén, les dijo que podían comer del fruto
de todos los árboles de huerto, excepto de uno. Fue sólo una restricción; no más. El resultado
de desobedecer esta recomendación fue múltiple, incluye por cierto, la expulsión del jardín
de Edén. Me pregunto entonces ¿por qué cambiar un huerto de plenitud por un fruto
codiciable de maldición? Así nos acontece a veces cuando guiados por los deseos carnales,
cambiamos la bendición de Dios por la miseria. Obedecer incluye algunos desafíos cruciales:
1. Escuchar
En la Biblia, escuchar significa “guardar las palabras de Dios en el corazón”. El corazón es
el centro de mando de todas las acciones humanas. Por tanto, no es meramente “percibir”
un mensaje, sino abrir cada rincón de la conciencia para que aquel mensaje se establezca
como un estatuto inquebrantable de tal manera que nos alerte cuando andemos por la senda
equivocada. Cuando la Biblia nos llama a la obediencia, no sólo nos exhorta a ser oidores
de la palabra de Dios, sino también hacedores de ella.
El gran problema de nuestro tiempo no es la falta de consejo, es la falta de atención. Fue el
problema de Adán y Eva, y hoy, sigue siendo el nuestro. Por esta razón, Dios constantemente
dijo: “inclina tu oído”. La generación de nuestros días, hace mucho, pero escucha poco y esto
representa un serio problema que se refleja en las malas decisiones que tomamos. Escuchar
con humildad a Dios y guardar sus palabras en tu corazón te convertirá en una persona sabia
y exitosa.

2. Recordar
Dios habló a Adán y a Eva explicándoles porqué debían evitar comer del fruto del árbol que
estaba en el centro del jardín de Edén. Pero una conversación con la serpiente hizo que
prontamente se olvidaran de lo que Dios les había dicho. La mente humana es frágil. Ella,
con facilidad tiende a olvidar. Este fenómeno es semejante a lo fugaz de las modas. Tan
pronto surge una nueva tendencia, todo lo anterior se olvida.
No es una casualidad que Dios haya insistido tanto en que el pueblo escribiera la ley en los
postes de la casas y en las puertas para que todos la aprendieran y la recordaran. Olvidar la
ley de Dios fue la mayor desgracia del pueblo de Israel. Ellos entendieron bien que quien
olvida la ley o las palabras de su Dios, puede hacer casi cualquier cosa sin importarle a
quienes destruya. Vivir nos obliga usar la memoria. Memorizamos fórmulas, claves, cuentas
de usuario, rutas, rutinas, etc. pero no memorizamos la palabra de Dios. La vida espiritual
nos exige guardar y recordar las sabias palabras de Dios.
3. Control del deseo
Aquella serpiente que la Biblia llama “astuta” fue capaz de llamar la atención de Eva.
Tergiversó la verdad de Dios diciendo lo necesario para que en Eva se despertara un vivo
interés por comer del fruto. Sabiamente Dios nos revela en este texto la manera como
Satanás opera. El no cambia la realidad, pero cambia la forma en que la vemos. Él no puede
decidir por nosotros, pero hace que lo indeseable, de repente, luzca interesante y luego
codiciable.
Tú no puedes evitar que impulsos pecaminosos te visiten, pero si puedes evitar que te
dominen y destruyan. Todos tenemos la capacidad de obedecer, sin embargo, el mundo se
ha encargado de hacernos creer que es imposible “no comer el fruto prohibido”. La verdad
es que en nosotros reside la presencia del Espíritu Santo que produce dominio propio. Es de
una persona espiritualmente madura, reconocer que su propia fuerza no es suficiente para
controlar los deseos pecaminosos, y lo es también reconocer, que tenemos la capacidad,
según el poder que actúa en nosotros, de negarnos a ellos.
Conclusión
Atiende la voz de Dios guardando su en tu corazón. Esto no puedes lograrlo en el bullicio y
menos viviendo afanadamente. Debes consagrar tiempo para entrenarte en atender la voz
de Dios. Usa cualquier estrategia que te ayude a memorizar la palabra de Dios. Empieza
escribiendo los 10 mandamientos en lugar visible de tu casa. Desarrolla una relación
personal con el Espíritu Santo. Él te ayudará a fortalecer tu capacidad de dominarte bajo la
presión de cualquier circunstancia tentadora.

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