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En este segundo libro, Georges Duby nos habla de los aspectos importantes de la
vida rural y agrícola en los siglos XI, XII y XIII. El autor comienza explicando la
cantidad de fuentes escritas que empezaron a surgir en estos periodos y
mencionando que las relaciones sociales no solo se basaron en textos, si no
también en palabras, gestos y ceremonias; a pesar de esto la escritura tuvo una
mayor difusión, un claro ejemplo fue en Inglaterra donde a partir del siglo XI la
administración estaba a cargo por escribanos y contables, además en 1086 por
orden del rey se redacta el Domesday Book, que era un tipo de censo para poder
administrar mejor el país. A pesar de que en el mundo medieval había una
diversidad extrema, Georges Duby analiza cada aspecto por separado y se apoya
de diversas fuentes para entender las relaciones entre la producción, la circulación
y el consumo de los productos de la tierra. Podría decirse que la expansión agrícola
se basó en el régimen alimenticio de la población, tanto los cultivos como la
economía rural se vieron involucrados en la diversificación de este. La modificación
de la alimentación, en cierta parte podía ser favorable ya que cambiaba la actividad
de los trabajadores del campo y estimulaba el intercambio. El pan era el alimento
principal en los hogares y debido a esto los campesinos producían esencialmente
cereales, esta expansión agrícola fue compleja y alteró todo el sistema de cultivos
con la relación del equipo técnico de mano de obra, el área explotada y los métodos
de trabajo. El objetivo de la primera parte de la investigación de Duby es determinar
la duración del movimiento de roturaciones y nos menciona que la Edad Media es
precisamente la “época de las roturaciones”, la expansión agrícola se da a partir del
siglo X y es aquí cuando se observa un progreso en los cultivos a expensas de
praderas, landas, pantanos e incluso del mar. Para comprender este periodo de
crecimiento, Georges Duby hace un rencuentro por las diversas fuentes que
permiten estudiar estos procesos. Una de las pruebas más seguras que se pueden
proporcionar es la de los residuos florales, este método permite medir a lo largo del
tiempo las proporciones respectivas y variables de polen de árboles, matorrales y
de plantas cultivadas. También, el nombre de pueblos y lugares, el aspecto de los
linderos de los bosques, la disposición de las aglomeraciones humanas, la
organización de los cultivos dentro del terreno y la composición de las formaciones
vegetales que ocupan actualmente los baldíos y praderas, son otros tantos factores
que, correctamente relacionados, pueden dar más datos de los establecimientos
agrícolas. Algunos textos que fueron redactados específicamente para los trabajos
de roturación, ya sea para prepararlos o consignarlos fueron las cartas de población
que estaban designadas a atraer nuevos colonos, o los contratos de asociación para
conquistar un nuevo campo. En la mayoría de los textos que han sido estudiados
hay alusiones a pioneros que arrancaban nuevos campos al monte. Hubo una gran
actividad por parte de estos pioneros y también fue notable el esfuerzo de dominar
las corrientes de agua para organizar la irrigación en las colinas, algunas regiones
fueron habitadas por primera vez por familias de campesinos dispuestos a trabajar
la tierra. Prueba del progreso continuo de la agricultura es el retroceso de las
especies silvestres que aparece exactamente compensado por la invasión de los
cereales, sin embargo, la proporción de polen de trigos en los residuos florales
aumenta de modo más intenso entre 1100 y 1150 en la región de Germania, el siglo
XII fue el momento culminante de las roturaciones.
Los ciclos de cultivo por consiguiente fueron un factor que impactó en la vida
rural, la sucesión de los ciclos dependía mucho de las costumbres alimenticias,
estaba determinada por los granos sembrados en otoño, como el trigo candeal y el
centeno, y los de primavera, como la cebada y la avena. El trigo, sin embargo, se
extendió durante los siglos XII y XIII a causa de la divulgación de las modas
aristocráticas, es decir, solamente las grandes élites consumían alimentos
derivados de este grano, como el pan blanco. Era conveniente distribuir los cultivos,
sembrar trigo y centeno en unos campos, y cebada y avena en otros, esto hacía
menores los riesgos de una mala cosecha, ya que si esto pasaba provocaba
carestías de granos y multitudes de hambrientos; y el cultivo mixto permitía repartir
mejor los trabajos agrícolas para utilizar de manera más adecuada la mano de obra
doméstica y los animales de tiro. Los censos para conocer la explotación de los
cereales y la distribución de los granos son engañosos, pues dependía más de los
deseos y necesidades del señor. Una cuestión que plantea Duby es cuál era la
duración del barbecho y es que esta dependía de la calidad del suelo y variaba de
un lugar a otro. De acuerdo a algunas fuentes, el barbecho se dejaba un año de
cada tres y aparece la preferencia por el ciclo trienal que solo podía ser aplicado en
suelos fértiles y por agricultores bien equipados. En Francia aparecieron los
barbechos prolongados, y a fines del siglo XIII se observaron campos que
permanecían vacíos durante un año para que al siguiente año fuera cultivado y así
sucesivamente. La continua creación de campos nuevos en tierras que no habían
sido trabajadas, permitió incrementar la producción sin recurrir a la intensificación
de los cultivos. Entre el siglo IX y el XIII el rendimiento de las semillas se elevó y la
parte de la cosecha de que el productor podía disponer se duplicó. Las técnicas de
ganado eran las mismas, el ganado vivía al aire libre y raramente se quedaba
encerrado en el establo y los abonos de animales fueron absorbidos por los cultivos
que tuvieron un gran incremento. El alza de la productividad fue gracias al
perfeccionamiento de los instrumentos de labranza, se comenzó la práctica del
rastrillaje y se intensificaron las labores con el arado. Los instrumentos hidráulicos
fueron también muy importantes ya que los molinos que funcionaban con agua se
multiplicaron a lo largo del siglo XIII. La metalurgia tuvo un gran avance ya que el
hierro se utilizaba en el instrumental agrícola que era de mucha mayor importancia.
Los métodos de tracción fueron un gran perfeccionamiento pues se introdujeron
mejoras en el atalaje, la collera de espaldilla del caballo, el yugo frontal para los
bueyes y, para ambos el uso de la herradura.
Bibliografía