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CIUDADANOS EN ARMAS

En el s. XIX, el ejercicio del derecho y la obligación de armarse en defensa de la patria


constituyo una dimensión fundamental de la relación entre pueblo y política. Y hasta se
plasmo en una institución clave: la milicia.

Las milicias son fuerzas militares formadas por los ciudadanos de una nación, que ni tienen
actividad permanente pero pueden ser convocados en cualquier momento en defensa de la
patria. El sistema incluye el entrenamiento de los civiles en el uso de amas y de la disciplina
militar durante cortos periodos de tiempo y su integración formal en diferentes cuerpos de
milicias. Se diferencia del ejército profesional.

Durante el s. XIX las dos formas predominantes que adoptó la fuerza milita fueron: El ejército
en línea y las milicias.

La relación entre la ciudadanía y la milicia, entre derecho a voto y deber de defensa, constituía
un tema central en la tradición republicana. Aunque también se dio en los regímenes
monárquicos. En el Rio de la Plata, estas fuerzas cumplieron un papel importante durante las
invasiones inglesas. Entonces, miles de habitantes de Bs As se enrolaron en los cuerpos
voluntarios, lo que marcó, el comienzo de una presencia popular en la vida política. Ese
protagonismo seria clave durante la Revolución de Mayo, donde a partir de entonces, las
milicias, quedarían asociadas a la ruptura del orden colonial y la construcción de formas
republicanas de gobierno.

Después de la Revolución las necesidades que impuso la guerra llevaron a privilegiar la


formación de cuerpos veteranos, con soldados pagos reclutados en todo el territorio del ex -
virreinato. Muchos de los antiguos milicianos pasaron a integrar las nuevas fuerzas, mientras
que en Bs As quedaba una milicia cívica limitada, para proteger a la ciudad, pero a poco andar,
volvieron al ruedo político, interviniendo en los conflictos locales.

En 1817, el Congreso de las Provincias Unidas, dividió en:

Milicias Nacionales: bajo el mando del gobernador, integrada por todos los hombre libre de las
ciudades

Milicias Cívicas: bajo el mando de los cabildos y formadas por los vecinos de las ciudades.

Cuando en 1820, cayó el gobierno central, las provincias conservaron el sistema de milicias,
ahora bajo el control de las autoridades locales.

Después de Caseros, el Gob. De la Confederación Argentina estableció la formación de un


Ejército Nacional integrado por el ejército de línea, de carácter profesional, las milicias
provinciales, para garantizar el orden local, y una nueva institución, la Guardia Nacional,
también de carácter miliciano, donde obligaba a todo ciudadano entre 17 y 60 años, a
pertenecer a alguno de los cuerpos de las Guardias. Estas quedaban a cargo de los gobiernos
provinciales, pero dependían del poder central y debían auxiliar al ejecito de línea cuando
fuese necesario.
El deber de enrolarse se superpone con el derecho de votar. Un nuevo cambio político: el
principio de la soberanía popular abrió el camino para la definición de los derechos
ciudadanos. Las disposiciones apuntaban un universo amplio en el que se aspiraba a incluir a
todos los varones libres de una ciudad o provincia, siempre y cuando fueran residentes,
condición fundamental que garantizaba la pertenencia a la comunidad. El lugar de residencia
se constituyó, además, en el principal criterio para el reclutamiento y la organización de
batallones.

Todas estas disposiciones estipulaban quienes tenían el derecho y el deber del ciudadano
armado. Pero existieron excepciones. La legislación misma excusaba a algunos grupos del
servicio. Era frecuente que se excluyera a los funcionarios de cierto rango; a quienes ejercían
ciertas profesiones como médicos; a los estudiantes; a los hijos únicos de madres viudas.
También había pedidos personales de dispensa, formulados por gente de posición y dinero,
pero también por quienes provenían de las clases populares, donde se les dio la oportunidad
de pagar a un reemplazante.

Este sistema provocó también abusos por parte del sistema. La arbitrariedad en el
reclutamiento, la falta de paga, el servicio extendido más de la cuenta, los castigos físicos y el
traslado fuera de la región daban lugar a protestas personales y motines colectivos. Estos
abusos fueron condenados por los periódicos

Pero no siempre se buscaba eludir el cumplimiento de este derecho/deber. Las milicias se


convirtieron en un espacio de intervención de la población. Fue en primer término, un lugar de
referencia con una gran caga simbólica, asociada a la ciudadanía y al patriotismo. Funcionó,
además, como mecanismo de organización y participación políticas durante todo el siglo.
Finalmente, constituyo una instancia de contacto y sociabilidad, dejando de lado distinciones
sociales entre sus integrantes. La institución se asocio a la república como puntal de la defensa
de la patria por parte de los ciudadanos. Los milicianos gozaban de todos sus derechos aun
cuando se encontraban en servicio, al contrario que los del ejército de línea. Así, participa de la
milicia fue un deber pero también un derecho, una obligación pero también un privilegio que
honraba a su titular.

Constitución art 21: …“Todo ciudadano está obligado a armase en defensa de la Patria y de
esta constitución”…

En suma, la retorica prevaleciente presentaba a las milicias como una fuerza virtuosa de
ciudadanos patriotas, listos para defender la república y sus instituciones. Su lugar era, en
principio, uno de prestigio y honor, que era reconocido socialmente. Esto llevo a que hombres
provenientes de las clases propietarias, en especial a los jóvenes, a que se enrolaran casi
festivamente en las milicias.

Por otro lado, las milicias, tenían capacidad de acción colectiva, y dado que sus hombres
además estaban amados y organizados militarmente, contaban con los recursos que requería
la lucha por el control del terreno electoral. Allí se consolidaban liderazgos militares que se
ejercían más allá del ámbito de la fuerza y se proyectaban en la vida política.
En cuanto a revoluciones y levantamientos, las milicias jugaron un papel protagónico durante
décadas. Esto se debió, a cómo los contemporáneos entendían su papel en la república, aparte
de que poseían poder militar. El derecho del ciudadano amarse fundamento muchas de las
luchas del siglo XIX: se consideraba que cuando un gobernó violaba el pacto con los
gobernados, éstos tenían el derecho y el deber d levantarse frente a esa opresión. Sin
embargo, el cargo de despotismo fue usado por quienes por diversas razones estaban
disconformes con el gobierno y entendían que debían actuar en consecuencia por la vía
armada. Esta tradición de revolución como mecanismo ciudadano para enfrenta el
despotismo sobrevivió a las milicias.

En todas las provincias entre 1852 y 1880, las rivalidades entre grupos que estaban en el pode
o aspiraban a él, se tradujeron con frecuencia en el terreno militar, y para ello la Guardia
resultó un recurso fundamental. Muy ligadas a las Guardias nacionales, se encontraban la
Montonera, que define a los grupos que se rebelaban contra la autoridad y que generalmente
tenían base rural y reclutamiento popular. Estas estaban formadas en buena parte por
caudillos o líderes militares que habían integrado las milicias y otras se fundaron sobre la base
de cuerpos que había sido la Guardia. La montonera se organizo siguiendo el modela de las
milicias: era una estructura jerárquica, disciplinada, de amplia base de reclutamiento popular y
con comandantes que gozaban de autoridad y liderazgo reconocidos entre sus seguidores. Peo
se diferenciaba de la Guardia, y que en las montoneras los reclutados eran todos voluntarios.

En suma, las milicias y su variante informal, la montonera; tuvieron importante intervención en


la vida política y sus integrantes se involucraron de diversas maneras en elecciones y
rebeliones a los largo del s.XIX.

La forma milicia deja de ser efectiva en 1880, pero fue en 1901 cuando se elimino
definitivamente junto con el ejecito de línea, y se instauró el sistema militar obligatorio para el
reclutamiento de soldados, bajo el mando de oficiales profesionales.

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