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Tomado de la Revista Harvard Business Review enero-febrero 1994. Traducción: Hilda I.
Laverde C Departamento de Desarrollo de Personal. ECOPETROL
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Semco ha sido por mucho tiempo un laboratorio del empleo y las prácticas
administrativas insólitas o excepcionales. En lo que hoy nos encontramos
comprometidos puede llamarse un experimento radical en la producción satélite
de bienes y servicios no supervisada, interna y apoyada por la compañía, para
su venta a Semco y a otros fabricantes por empleados, empleados de medio
tiempo, exempleados y gente que nunca tuvo vínculo de ninguna clase con
Semco (pero quienes trabajan en nuestras instalaciones y con nuestros
equipos. Y esto no se parece en nada al “outsourcing” (obtener de fuentes
externas). Se trata de un sistema sin confines de asignación de tareas a corto
plazo, no contractual, que a menudo utiliza los activos fijos propios de Semco,
algunos de ellos en las plantas de Semco y algunos dispersos en una docena
de lugares que no pertenecen a la compañía.
Este programa satélite, como nosotros lo llamamos, suena caótico, puede ser
frustrante, y de alguna manera es incontrolable. Requiere de diarios “arranques”
de fe. Tiene implicaciones serias en la cultura corporativa. Ha destruido
cualquier apariencia de seguridad corporativa. Y, en los tres años que ha estado
implementándose, parece haber funcionado muy bien. Desde 1990, el 28 por
ciento de los fabricantes brasileros de bienes de capital han entrado en
bancarrota. En 1990, 1991 y 1992 el producto bruto industrial brasilero cayó en
14, 11 y 9 por ciento respectivamente. El producido de bienes de capital ha
regresado a las cifras de 1977.
Pero en este mismo período, las ventas y utilidades generales de Semco han
permanecido intactas, y yo atribuyo la diferencia en primer lugar y muy
especialmente a nuestra producción satélite.
Usted puede pensar que lo que practicamos es una forma extrema del sentido
común: “común” porque no hay nada de lo que hacemos, que mucho antes
miles de otras personas lo hubieran pensado, y “extrema” porque en realidad lo
hacemos.
Otra forma de ver a Semco es diciendo que tratamos a nuestros empleados
como adultos responsables. Nunca asumimos que se aprovecharán de nosotros
o de nuestras reglas (o de la falta de reglas); asumimos siempre que harán lo
mejor que esté a su alcance para obtener resultados beneficiosos para la
compañía, el cliente, sus colegas, y ellos mismos. Como lo establecí en un
artículo anterior en HBR, la participación da a las personas el control de su
trabajo, la participación de utilidades les da una razón para hacerlo mejor, la
información les dice lo que funciona y lo que no funciona.
Con muy raras excepciones, este esquema ha tenido éxito. Nos hemos
enfrentado a dos o tres paros, pero se solucionaron rápidamente,
especialmente una vez que quienes participaban vieron que ni les
cancelaríamos su trabajo en la planta ni les suspenderíamos sus beneficios
durante el tiempo que durara el paro. (Estaban en la posibilidad de planear las
tácticas del paro que se llevaba a cabo mientras almorzaban en la cafetería de
la compañía). Muy pocos de nuestros empleados se han aprovechado en
grande de nuestros almacenes abiertos y la atmósfera de confianza; con estos
individuos hemos tenido la suficiente suerte de encontrarlos y juzgarlos sin
acudir a una cantidad de procedimientos de seguridad insultantes para los
nueve de diez que son honestos. Hemos intentado unos pocos experimentos
que más tarde desechamos. Hemos tenido que aceptar decisiones
democráticas ocasionales que la administración no aprobaba, pero aprendimos
a aguantarlas y a vivir con ellas.
En Semco, tuvimos varios meses con ventas en cero. Después de todo, ¿qué
compañía iba a comprar maquinaria con una entrega a diez meses cuando no
sabía si podría sobrevivir esa semana? Peor aún, se cancelaron órdenes, o
encontramos a veces que nuestros clientes habían desaparecido del negocio.
Nuestra división marina solamente tenía $1.5 millones de cuentas por cobrar
que no podíamos esperar cobrar y $4 millones en productos que los
constructores de barcos ya no podían adquirir. Tuvimos que alquilar bodegas
para almacenar todos los bienes que no vendíamos.
En primer lugar, la pura reducción de costos tiene que ser una medida temporal.
Y qué decir de la capacitación, la investigación, el desarrollo de nuevos
productos, y todas las demás actividades que parecen periféricas, ¿que
producen utilidades a la larga? No eran estas responsabilidades a las que
podíamos renunciar.
Para 1990, habíamos comenzado a sentir que deseábamos volver NIT toda la
compañía, liberar más creatividad, atar la compensación aún más
específicamente al desempeño, aflojar los vínculos que nos mantenían a todos
juntos, y revolver toda nuestra estructura general. el esquema del recorte del
30% en salarios y de reducción de costos nos había dado un espacio para
respirar durante varios meses, pero con la economía brasilera en el balde y
ningún prospecto inminente de recuperación, teníamos que inclinarnos más
permanentemente y hacernos más flexibles. Al mismo tiempo, lógicamente,
teníamos un compromiso central con nuestros trabajadores respecto de la
forma en que manejábamos nuestros negocios. Dicho compromiso había sido la
razón principal para que evitáramos los despidos.
Para la mayoría de otras empresas existía también otra razón: la ley laboral del
Brasil protege a los trabajadores despedidos otorgándoles varias formas
diferentes de compensación especial. La más grande proviene de un fondo
individual para cada trabajador al cual el empleado contribuye con un 8% de los
salarios cada mes. Cuando se despide a las personas (o se retiran), ellas
recogen todos estos dineros acumulados, más los intereses, en una sola suma.
Menos sustancial – pero diferente que el fondo del 8%, un gran problema para
muchos empleadores – es el pago de la cesantía en sí, que se paga en el
momento, con dinero proveniente del ingreso actual y que puede alcanzar el
equivalente al salario de dos años en el caso de trabajadores con antigüedad
de varios años.
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En vez de dar los contratos a extraños, decidimos que bien podríamos dárselos
a nuestros propios empleados. Los alentaríamos a abandonar la nómina de
Semco e iniciar sus propias empresas satélites, realizando el trabajo, al menos
al comienzo, para Semco. Como el NTI, estas empresas satélites podrían
permanecer bajo nuestra gran protección, alquilando nuestras máquinas,
inclusive trabajando en nuestras plantas. Como el NTI, podrían también trabajar
para otras compañías, de nuevo con nuestros equipos y en nuestras plantas.
Como el NTI, su compensación tendría una gran variedad de formas – pago por
contrato, regalías, comisiones, participación de utilidades, trabajo de piezas, lo
que se les ocurriera bueno para ambas partes. Y como el NTI, podían comenzar
con algunas garantías. Particularmente, les ofreceríamos a todos algún trabajo
por contrato en el cual pudieran madurar, y los pagos por alquiler de equipos y
espacios se diferirían a dos años.
Este programa satélite tendría ventajas obvias para Semco. Podríamos reducir
nuestra nómina, recortar costos de inventario esparciendo nuestras materias
primas y repuestos entre nuestros nuevos proveedores, disfrutando todavía de
la ventaja de tener subcontratistas que conocían nuestro negocio y la
idiosincrasia de nuestra empresa y nuestros clientes. Más aún, nos
beneficiaríamos de la motivación empresarial. Debido a la participación de
utilidades, nuestros empleados trabajaban las noches y los fines de semana
cuando era necesario, sin que la administración tuviera que solicitarlo. El estar
en el negocio ellos mismos debían elevar aún más su sentido de compromiso.
¿Pero cuáles eran las ventajas para nuestros trabajadores, que habían
abandonado el nido seguro en Semco para entrar en los riesgos de un negocio
pequeño? Y en medio de un desbarajuste económico? Para comenzar,
lógicamente todos tenían la oportunidad de producir muchas veces lo que se
ganaban en Semco – si la economía se enderezaba. Claro que esto sólo era
una gran posibilidad. Y si la recesión persistía, podían producir menos dinero.
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Pero únicamente asumiendo que seguían con un puesto en Semco que por el
momento era, cada día que pasaba, aún más difícil.
En 1990, Semco tenía casi 500 empleados. En la actualidad tenemos unos 200,
más al menos la misma cantidad en nuestras compañías satélite, con otras 50 o
60 trabajando para una satélite y también para nosotros medio tiempo.
Tenemos empleados con salarios fijos. Tenemos empleados con salarios
variables compuestos de regalías o bonos en base a los auto-objetivos como el
flujo de caja, ventas, utilidades, unidades de producción, o cualquiera de las
otras doce posibilidades. Tenemos empleados con salarios tanto fijos como
variables. Todos nuestros empleados tienen participación de nuestras
utilidades.
Del lado de las satélites, la compensación puede tomar forma de una comisión
fija, un estipendio por hora, un porcentaje de las ventas aumentadas, una
comisión de quien encuentra el negocio, unos honorarios, un anticipo que se
convierte en un avance que se convierte en regalía, o aún una simple comisión
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Una vez ofrecimos un puesto para un ingeniero y recibimos 1.430 hojas de vida.
Las llevamos a casa en paquetes de 100 y realizamos entrevistas durante cinco
meses. Finalmente, invitamos a varias docenas de candidatos finales a un
seminario de un día durante el cual los paseamos por las instalaciones de la
compañía, les mostramos nuestros archivos, les contamos lo que hacíamos, y
les solicitamos propuestas. Terminamos enganchando 41 ingenieros – uno
empleado con salario y 40 trabajadores satélites a quienes pagamos de
diversas formas de comisiones basadas en porcentajes.
Este compromiso con los principios del mercado libre fue probado hace casi un
año en el programa satélite, cuando nuestra división marina se encontró con
una buena capacidad de desocupación. La estrategia de los marinos estaba
basada en la calidad, no en el precio – bajo volumen pero altos márgenes. Un
constructor de barcos que buscara el mejor desempeño y dependencia en,
digamos, un sistema de propulsión, tendía a acudir a nosotros. Pero con la
economía en una camisa de fuerza, las órdenes prácticamente desaparecieron.
De una parte, les pagaríamos a los empleados de la marina para no hacer nada
mientras que otra división le pagaba a gente de afuera por el trabajo que los de
la división marina hubieran podido realizar. De la otra, ¿cómo podíamos pedirle
a los empleados de la división de bizcochos quienes reciben participación de las
utilidades de su división, que subsidiaran un negocio con problemas? Mas aún,
no pospondría el subsidio el inevitable ajuste de cuentas de la división marina
con su propio predicamento estratégico?
pero para eliminar una serie de productos con calidad y costos demasiado altos
para el mercado – recortó su personal en un 70%, comenzó a dar en
arrendamiento a satélites gran parte de su trabajo, y recuperó su lucratividad.
Control...
Los ciclos de presupuesto son de enero a junio y de julio a diciembre, pero los
ciclos de CEO se inician en marzo y septiembre. En otras palabras, evitamos lo
que otras compañías y accionistas creen que desean – la responsabilidad
condenada a una sola persona. Nuestros CEOs no se desgastan tratando de
cumplir con metas financieras trimestrales, y no hay a quien culpar si la
compañía va mal. Cuando el desempeño financiero es asunto de una sola
persona, entonces todos los demás pueden desentenderse. En nuestro sistema
nadie puede desentenderse. Usted entrega el bastón de mando pero vuelve a
recibirlo dos años y medio después.
asunto que se discute, no la persona con el más alto status declarado o ingreso
aparente.
Para dar una idea de cómo funciona todo esto en la práctica, tomemos una de
esas fábricas de galletas llave en mano. La Compañía Big Cracker Company de
Chicago quiere una planta que produzca mil toneladas al mes, digamos de,
macarrones de dulce escocés. Para comenzar, un agente independiente nos
hablará del proyecto a cambio de una comisión de buscador. Probablemente
pondremos la interfase del cliente inicial en manos de una compañía satélite –
cuatro hombres que pertenecían a nuestra nómina y ahora trabajan para ellos
mismos. Estudiarán las especificaciones con el cliente, compartirán dicha
información ampliamente, anunciarán una reunión (a la cual cualquiera puede
asistir pero a la que no se cita a nadie), y presidirán la discusión (que cobijará
varias propuestas inesperadas de participantes no previstos como el personaje
de refrigeración con su especial punto de vista sobre el manejo de la
mantequilla y el coco). Alguien, un grupo de empleados o satélites, hará el
trabajo de costos del proyecto, y con este estimativo de costos en la mano, un
asesor de Semco y los coordinadores de la división de bizcochos establecerán
entonces un margen y entregarán la cotización a Big Cracker.
Digamos que Big Cracker acepta nuestra oferta y la orden entra, y tiene un
tamaño de 600 páginas. Digamos también que escogemos un coordinador para
el proyecto, externo a la compañía, y llamémoslo Bob. Bob estudiará el contrato
y decidirá en qué forma quiere dividirlo. Puede recibir ayuda de ingeniería.
Ciertamente recibirá ayuda de todas las reuniones que haga para tomar
decisiones, las que presidirá y en las que solicitará la gente que desea para
realizar cada tarea. Posteriormente, el departamento de compras de la división
de bizcochos negociará contratos con las docenas de proveedores
seleccionados. En 1991, hicimos casi el 70% de contratos como este en
Semco. En la actualidad ha bajado al 35% o 40%.
La lección que esta historia nos trae es acerca del valor negativo de la
estructura. La estructura crea jerarquía, y la jerarquía crea coacción, represión.
No hemos abandonado enteramente todo el control, pero la vieja jerarquía
piramidal simplemente no está en capacidad de dar brincos de “insight”,
tecnología e innovación. Dentro de sus propias industrias, las jerarquías
piramidales pueden generar solamente cambio incremental.
Tomemos los lavaplatos, uno de los negocios de Semco. Los lavaplatos son
costosos de operar y sucios en su uso, pero en los últimos 50 años, estos
aparatos poco han cambiado. Lo que el cliente desea es una máquina que lave
los platos en silencio, barato, y sin hacer desorden, lo que quizás significa sin
agua. Recientemente he escuchado que esto puede ser posible, pero la idea no
pudo haber venido nunca de una pirámide de los ejecutivos de la división de
lavaplatos de Semco. La idea fue de una de nuestras satélites.
De hecho, casi las dos terceras partes de nuestros productos nuevos vienen de
las satélites.