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Elisa Neumann2
Resumen
Las ciencias sociales han privilegiado el estudio y análisis de procesos macro-sociales, en
sus dimensiones sociológicas, económicas y políticas. Desde esta perspectiva la sociedad es
vista como totalidad inmanente que prefigura y condiciona la acción de los sujetos y los
colectivos. El sujeto humano es borrado del curso de la historia. En este artículo se
trabajan algunas nociones que permitan visibilizar la capacidad instituyente de los sujetos y
los colectivos. Para ello es necesario develar el papel que juega lo social histórico en la
subjetividad, y la relación de esta última con una historia de la cual es soporte y efecto, y la
cual contribuye también a crear. Con este propósito se analizan las relaciones entre
psicoanálisis e historia, a fin de producir conocimiento sobre lo histórico social que hagan
posibles nuevas prácticas ético-políticas.
Palabras Claves: Subjetividad, Psicoanálisis, Historia y Política.
Introducción
En sus inicios las nacientes disciplinas de las ciencias sociales centraron sus
esfuerzos por deslindar límites y marcar territorios, lo cual les permitió definir sus
respectivos objetos de estudios. Alrededor de la década de los 70 se hizo evidente el
agotamiento de las disciplinas de objeto discreto para abordar las complejidades de las
sociedades actuales. En la actualidad los esfuerzos se orientan al desarrollo de objetos y
campos de problemas que permitan abordajes transdisciplinarios.
Las problemáticas vinculadas a la subjetividad colectiva y la transformación social
es una de las áreas de preocupación de las ciencias sociales que se resiste efectivamente a
los abordajes unidisciplinarios. Según Fernández (1997), ello implica desmontar ficciones
recurrentes, la ficción del individuo que impide pensar en términos de procesos y
movimientos colectivos, y la ficción del poder de estructuras y organizaciones que cobran
vida propia, obturando la existencias de sujetos concretos que las sostienes y reproducen en
el tiempo, pero que son también capaces de transformarlas.
Se requiere de un esfuerzo de elucidación crítica que permita transitar desde
epistemologías de objeto discreto a la producción de conocimiento transdisciplinar. Se trata
de evitar comprensiones simplistas y reduccionistas, para abordar un campo de problemas
desde un paradigma multireferencial. Esto no significa la disolución de las disciplinas
1
Este trabajo fue presentado al Seminario: Historia y Ciencias Sociales en el Debate Actual. En el curso de la
formación del Doctorado en Ciencias Sociales y Políticas en América Latina.
2
Psicóloga clínica Universidad de Chile, Doctora en Procesos políticos y sociales de América Latina
Universidad ARCIS, Magíster en Psicología Clínica Psicoanalítica. Universidad Adolfo Ibáñez.
actualmente existentes, pero demanda un esfuerzo por desterritorializarlas, pues sus saberes
son puestos en tensión al entrar en contacto con otros saberes.
Más aún, la producción de conocimientos desde perspectivas transdisciplinarias
pasa por desmontar ciertos aprioris epistémicos desde los cuales se constituyen los campos
de análisis en las ciencias sociales. Uno de los más recurrentes, y serio obstáculo para la
producción teórica es el par antinómico individuo/sociedad. Esto impide sostener la
tensión singular/colectivo, es decir entender un sujeto cuyo deseo se inscribe en la historia,
y al mimo entender esta historia como movimiento y praxis humana.
En este artículo se problematizan estas ficciones y oposiciones en las cuales se han
construidos los saberes de las ciencias sociales, y al mismo tiempo se interrogan los cruces
y transversalidades entre sujeto e historia, entre alienación individual y colectiva.
Antinomia Individuo-Sociedad
Fernández (1997), señala que la problematización acerca de la relación entre
individuos y sociedad ha sido una preocupación central en el curso de la modernidad.
Objeto de análisis de la filosofía, ciencias sociales y políticas. Su indagación ha cursado
tanto en el espacio científico académico como en el ético político. En ocasiones se
considera al individuo en tanto singularidad, solo él siente, piensa, actúa. La sociedad sería
una abstracción o generalización teórica, ya que lo realmente existente sería las acciones y
relaciones de los sujetos entre sí. Para otros, el individuo sería una construcción teórica, lo
real sería la sociedad que hace posible la actualización individual, resultado tan sólo del
cruce de relaciones sociales.
En ambas posturas la relación entre lo singular y lo colectivo es resuelta desde un
paradigma disyuntivo, lo cual da lugar a diversas variantes de psicologismos y
sociologismos. Se opone a la noción abstracta de individuo una noción igualmente abstracta
de sociedad.
La antinomia individuo/sociedad se encuentra presente en todas las ciencias
sociales, y es un recorte que se prefigura como un impensable las aproximaciones teóricas y
metodológicas a la temática de las transformaciones de lo social. Este a priori define las
delimitaciones del campo disciplinar, organiza la lógica interna de sus nociones teóricas y
dispositivos metodológicos. Es decir si bien operan desde lo implícito, definen lo esencial
en cada una de las disciplinas de las ciencias sociales. Son la base de reduccionismos
psicologistas y sociologístas, en las cuales la tensión entre individuo/sociedad es resuelto
por la preeminencia de uno de los polos.
El polo psicologista se basa en el supuesto erróneo que la sociedad puede ser
pensada como una agregación de individuos. Por el contrario, si se otorga preminencia a la
sociedad, ésta es pensada como la estructura que articula organizaciones que preexisten y
configuran a los sujetos.
La antinomia individuo/sociedad no sólo tiene implicaciones académicas, sino
también ético/políticas. Su origen puede situarse en la controversia Locke-Rousseau,
dilema que sigue siendo problemática para las democracias modernas. ¿Qué debe
priorizarse, los intereses individuales o los intereses colectivos? ¿Los grupos son capaces
de invención y creación o requieren de una vanguardia que los ilumine? Las posturas se
dividen entre aquellas que señalan la necesidad de dirigir a los colectivos, y aquellas que les
suponen protagonismo y capacidad autogestiva.
A la antinomia ya expuesta, se ha agregado en estos últimos decenios otro par, la
oposición acontecimiento/ estructura; la cual puede ser entendida como una variante de la
primera. Desde algunas perspectivas lo que daría cuenta del curso de los acontecimientos
en el acontecer social sería la conformación de estructuras, cuya organización y lógica
interna predeterminaría la dirección de los procesos. Para otros, el acontecimiento
entendido como trama y configuración de relaciones entre actores, daría cuenta de
variaciones, modificaciones y rupturas que dan como resultado nuevas configuraciones
(Meneses, 2003).
Comprender procesos sociales, su historia, presente y devenir pasa por superar estas
falsas dicotomías, manteniendo la tensión y abriendo un campo de problemas que sea capaz
de pensar el peso de lo social histórico en la construcción de las subjetividades, y al mismo
tiempo el peso de los procesos subjetivos en lo social histórico.
Zemelman (1994), ha señalado que en las últimas décadas es cada vez más claro que
el análisis de los fenómenos y procesos sociales requiere tener en cuenta sus procesos
constituyentes. El estudio de los movimientos sociales, las organizaciones políticas, el
Estado no puede ser cabalmente comprendido si se lo reduce tan solo a productos
históricos, es decir cristalizaciones de realidades que obedecen a una explicación histórico-
genética. Este tipo de explicación es insuficiente para dar cuenta de la situación presente
del fenómeno. Esto supone ir más allá de su condición de producto histórico para
considerarlos como producentes (en la terminología de Bloch). Es decir no sólo como algo
acabado, ya ahí sino más bien siendo y por tanto conteniendo realidades potenciales. Las
ciencias sociales tienen dificultad para dar cuenta de estos dinamismos complejos, porque
en su esfuerzo por dar cuenta de ciertas certezas terminan por prestar atención sólo a lo
instituido y no a los procesos instituyentes.
El estilo dominante en ciencias sociales ha sido quedarse en grandes descripciones
abstractas, a nivel macro y en tiempo presente, lo cual hace imposible comprender como se
fueron gestando. La comprensión de las dinámicas constituyentes pasa por plantearse el
tema de la subjetividad en primer plano. Su abordaje implica enfoques multi y
transdisciplinarios, ya que es necesario abordar este problema en sus dimensiones
culturales, políticas, subjetivas y sociales.
Analizar los dinamismos constituyentes es analizar los procesos sociales en el
presente, ya que es ahí donde los sujetos despliegan sus prácticas. Sin embargo, su acabada
comprensión pasa por entenderlas como realidad histórica, producida y al mismo tiempo
produciéndose. Solo así será posible captar sus potencialidades de futuro.
Para ello se requiere superar los enfoques positivistas, que suponen la existencia de
un objeto discreto autónomo, reproducible, no contradictorio y unívoco. Esta lógica de
objeto discreto, necesarias en el momento fundacional, se transforman en obstáculos
epistemológicos para abordar territorios complejos; tales como el proceso de devenir y
transformación social. Por el contrario, este campo de problemas sólo puede ser abordado
desde la confluencia y atravesamiento de distintas disciplinas. Este movimiento que
cuestiona los objetos teóricos concretos, implica no sólo un intercambio de saberes, sino
también la crítica interna de cada disciplina, que ve cuestionada muchas de sus certezas al
transverzalizarse con otros saberes (Fernández, 1997).
Historia y Subjetividad
Ricoeur (2004), ha señalado que la oposición memoria individual/memoria
colectiva es espuria. Se suele afirmar con demasiada rapidez que el sujeto de la memoria es
el yo; con lo cual la memoria colectiva pasa a ser sólo una analogía. Sin embargo, otra
aproximación es posible si se tiene en cuenta la fenomenología de la memoria.
El objeto de la memoria es la presencia de una imagen de la cual se afirma es
representación del pasado. La rememoración cursa por vía de la cadena asociativa, en
relaciones de contigüidad o semejanza con la imagen de un acontecimiento remoto, y por
tanto ausente (Freud, 1900-01).
La presencia de algo ausente no remite necesariamente al pasado, la memoria
deberá distinguirse de la imaginación. Esta última dice relación con lo fantástico, lo ficticio
o irreal. Por el contrario, la memoria es una realidad anterior, da cuenta de lo acontecido.
Lo que distingue memoria de imaginación es su distancia temporal. Sin embargo, en la
medida que el recuerdo se configura en imágenes, se encuentra siempre presente el riesgo
de deslizamiento hacia lo imaginado. Esta cercanía entre recuerdo e imaginación es lo que
pone en el centro el problema de su fidelidad.
La memoria alude no sólo a la huella, a la marca; sino también a la capacidad o
potencia de evocar un recuerdo. En este sentido es un esfuerzo activo. Supone el esfuerzo
por aprehender, dar caza e identificar cierta huella, entre las múltiples posibles, con la cual
tendrá sólo una relación de semejanza, existiendo siempre el riesgo de un ajuste fallido.
La memoria en la medida que es un acontecimiento que deja inscripción en el sujeto
pertenece a su mundo interno. Sin embargo, no es solo lo vivenciado, es también cierta
experiencia suscitada desde el mundo exterior. Si bien el recuerdo es de carácter reflexivo,
alude a la esfera de la interioridad del sujeto, es a su vez lo vivido, acontecido. Lo que es
posible de ser recordado, lo es siempre en relación a otros que sancionan el recuerdo como
real y verdadero.
Los diversos procedimientos para evocar el recuerdo, dan cuenta precisamente de
que no existe esta distinción tajante entre lo interno/externo con la que habitualmente se
piensa el tema de la memoria. Entre ellas se puede mencionar los recordatorios, es decir el
uso de signos exteriores que ayudan a recordar, tales como museos, monumentos y sitios de
memoria. La reminiscencia, hacer revivir el pasado ayudándose del recordar entre varios,
Finalmente, el reconocimiento que sanciona lo recordado como re-presentación; en el doble
sentido de volver a hacer presente y en tanto representación de un acontecimiento real
ocurrido.
Sin duda la memoria tiene su asiento en el yo, pero aquello que deja inscripción y su
posibilidad de evocación lo es siempre en relación a otros. El acontecimiento puede
perdurar en el sujeto sólo como phantasma, afectación pasada sin posibilidad de
enunciación; o bien deja inscripción y marca social y entonces es factible de poder ser
recordada, simbolizada y significada. Desde esta perspectiva la memoria es siempre
colectiva y dice relación con hechos y experiencias que estructuran el devenir de los
grupos. De allí la pertinencia de interrogar a la historia y su lugar en la cultura y en la
subjetividad. La especificidad de este enfoque dirá relación con la interrelación entre
trabajo de memoria e identidad, tanto colectiva como personal.
Consideraciones Finales
En el nacimiento de las ciencias sociales, se constituyen disciplinas diversas que
recortan distintas dimensiones del ser en sociedad. Este momento inicial, fundacional se
constituye en un serio obstáculo epistemológico para abordar campos complejos; tales
como la vinculación entre subjetividad y transformación social.
Estos nuevos objetos de análisis demandan desmontar los a prioris epistémicos que
configuran las diversas disciplinas de las ciencias sociales. Entre ellos los pares
antinómicos sujeto/sociedad, micro/macro historia; objetivo/subjetivo. Cuestionar estas
certezas implica también desterritorializar los saberes de cada disciplina.
La noción de individuo como unidad elemental de la sociedad es una ficción propia
de la modernidad, que impide dar cuenta de la relación entre lo universal de la norma y el
proceso de creación y recreación de las certezas propias de cada época.
Las reducciones psicologistas conciben al individuo como totalidad que en su
relación a otros crea sociedad; la cual es pensada como una abstracción teórica. Por el
contrario, para los reduccionismo sociologistas lo único real es la organización de la
sociedad, de la cual el individuo es sólo soporte y efecto. Tales discusiones no sólo tienen
implicaciones teóricas, sino también ético-políticas.
A estos reduccionismos se le asocian las antinomia acontecimiento/ estructura. La
historia es sólo resultado de la acción y trama configurativa de relaciones entre sujetos; o es
producto del desarrollo progresivo de estructuras que tienden a grados mayores de
organización y complejidad.
Estas falsas dicotomías se transforman en un obstáculo epistemológico que impide
abordar la dimensión de lo social histórico en la constitución de la subjetividad, así como el
papel de la subjetividad en los procesos histórico-sociales. Abordar este ámbito de
problemas requiere de una aproximación transdisciplinar, que integre redes de herramientas
teóricas y metodológicas provenientes de la sociología, historia, psicoanálisis y disciplinas
antropológicas. Se trata de dar cuenta de procesos y sus modos de configuración, no sólo
de estructuras y organizaciones ya acabadas.
Para ello se requiere una perspectiva histórico-hermenéutica que permita aprehender
a cabalidad el presente, las potencialidades actuales y trazar la historia por advenir. Pero
ello requiere capturar el protagonismo de sujetos y categorías sociales que se constituyen
no sólo como resultado de dimensiones económicas, políticas y sociológicas, sino más bien
como resultado de la interrogación del ser humano por su pasado, presente y futuro.
En esta perspectiva historia y psicoanálisis pueden contribuir de modo importante.
Esto pasa por dilucidar al interior de cada disciplina las falsas dicotomías que la
constituyen, sus zonas de visibilidad y de invisibilidad. Historia y psicoanálisis tienen como
horizonte el problema del devenir del tiempo, los procesos que allí cursan y que se traducen
en configuraciones particulares del sujeto y de lo social.
No hay entre la historia personal y social la radical oposición con las que siempre se
las ha pensado. La historia social configura, marca, se inscribe en las historias privadas.
Las historias personales, sus tramas, redes, configuraciones constituyen el curso de los
procesos histórico/sociales. Comprender procesos sociales pasa por entenderlos como
producentes y no sólo como producidos. Por tanto, vincular y mantener la tensión entre
micro y macro historia, entendiéndolas tan solo como enfoques que varían en relación con
el nivel de la escala desde la cual se observan los procesos.
Historia personal y colectiva guardan relación con la memoria; son siempre
representación del pasado. La cuestión de la representación alude a un doble movimiento;
traer al presente un hecho del pasado, y representar al modo de imagen. Lo representado no
es nunca idéntico a lo ya vivido. En tanto imagen de, figuración se desliza con demasiado
facilidad al orden de lo imaginario. La preocupación por lo veritativo de la memoria pasa a
ser una problemática central para ambas disciplinas.
La historia se presentifica siempre como relato, cuya veracidad no descansa en la
coherencia interna de su trama argumental sino en su referencia a hechos que dejan marcas,
inscripciones, registros en la corporalidad del sujeto, o en los registros de la memoria
colectiva ya sea oral o escrita. Las grafías de la memoria no hablan por sí solas, pero
constituyen una referencia a lo real que demanda un trabajo de interpretación. Es trabajo de
lenguaje, exigen un esfuerzo de elaboración en y con otros. Por tanto, el trabajo de memoria
es siempre colectivo.
Lo archivado, lo registrado es siempre una historia oficial que privilegia ciertas
relaciones de poder, visibiliza ciertos acontecimientos, obtura otros, produce también falsos
de enlaces. A pesar de ello, guarda siempre cierta relación con lo que se oculta. Develar la
historia, con sus sentidos múltiples y diversos, requiere un trabajo de interpretación que es
siempre con otros y en relación a otros. Sólo de este modo es posible entender lo ocurrido
y su afectación en el presente. Proceso necesario para la construcción de identidades
personales y colectivas, que se plantean proyectos de futuro que inciden en el curso de los
procesos socio- históricos.
Se trata de construir una historia no como mera ficción, sino más bien una historia
crítica, que devele, esclarezca lo dicho y no dicho La huella es presencia de algo ausente,
pero cuyo sentido demanda un esfuerzo de interpretación sobre el sentido de lo sucedido
(Micieli, 2007)
Esto hace posible obtener grados crecientes de libertad y autonomía. Apropiarse de
la historia, permite tomar distancia de normas, mandatos, enunciados identificatorios que
son vividos como propios y dejan a los sujetos alienados al orden social existente. Es decir,
el sujeto personal y colectivo pasa a ser hablado por el discurso del Otro. Conocer y
conocerse en el curso de la historia es lo que hace posible la distancia crítica y la
construcción de identidades y proyectos propios. Los sujetos se hacen así cargo de su
propia historia inscribiendo en el devenir del tiempo sus sueños, utopías e ideales.
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