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Título: Audiencias públicas informativas en el Poder Judicial: una mirada a través de la obra de Jürgen
Habermas
Autor: Giuffré, C. Ignacio
Publicado en: La Ley Online;
Cita Online: AR/DOC/1314/2016
Sumario: I. Aproximación al tema.- II. Democracia deliberativa.- III. Principio del discurso y teoría discursiva
del derecho.- IV. Poder comunicativo.- V. Espacio público y opinión pública.- VI. Democratización del Poder
Judicial.
(*)

A Gonzalo Scivoletto, amigo y maestro generoso, que dictó el Seminario sobre Habermas.
I. Aproximación al tema
Las audiencias públicas (1) en el ámbito del Poder Judicial constituyen un instituto principalmente basado,
por un lado, en uno de los imperativos del axioma republicano —artículo 1 de la Constitución Nacional— cual
es la publicidad de los actos de gobierno y, por el otro, en el brocardo de soberanía del pueblo —artículo 33 de
la Constitución Nacional—.
Efectivamente, ellas posibilitan a la ciudadanía el acceso a la información de los procesos judiciales de
interés colectivo, efectivizando a la vez, el principio de publicidad procesal, que "comporta la posibilidad de que
los actos procesales sean presenciados o conocidos incluso por quienes no participan del proceso"(2). Lo cual
reconoce conveniencia en el hecho de acordar a la opinión pública un medio de fiscalizar la eficiencia en la
prestación de los "servicios de justicia" —artículo 114 inc. 6 de la Constitución Nacional—, mediante el control
de la conducta y los argumentos de los magistrados y litigantes.
Aparte de eso, al permitir el contacto directo y personal de los sujetos procesales entre sí, contribuyen a
efectivizar el principio de inmediación. Lo ideal en este aspecto, es que entre las partes en litigio, el juez, los
amigos del tribunal y el público no aparezca ninguna interposición. Convocar a una audiencia pública en un
caso de gran interés colectivo no sólo permite mejorar la información de los jueces del tribunal sobre el caso,
sino que también facilita un mayor conocimiento para el público en general y, por lo tanto, un mayor control y
participación social.
Además, el imperativo de oír y escuchar a los interesados (con acceso al expediente, debate y prueba,
control de la producción de ella, alegato y decisión fundada sobre los hechos alegados y probados) antes de
dictar una decisión que pueda afectar sus derechos o intereses, surge de dos garantías clásicas del Derecho
Constitucional: la del debido proceso y la del derecho a la defensa en juicio —artículo 18 de la Constitución
Nacional—.
Asimismo, este instituto posibilita la participación en los procesos judiciales no sólo a las partes, también a
personas ajenas a ellas: los amicus curiae (3) o amigos del tribunal. La sociedad civil, a través de ellos, intenta
hacer manifiestos sus problemas e intereses para incidir en la formación institucionalizada de la voluntad del
tribunal. Esto se conforma con el principio de soberanía popular, según el cual, el poder del Estado procede del
pueblo, al ser éste el portador del derecho subjetivo a participar con igualdad de oportunidades en la formación
democrática de la voluntad común, mediante la autodeterminación ciudadana.
Ello es congruente con los Tratados Internacionales de Derechos Humanos en cuanto consagran el derechos
de los ciudadanos a participar en la dirección de los asuntos públicos (art. 23.1 Convención Americana de
Derechos Humanos, art. 21.1 Declaración Universal de Derechos Humanos, art. 25 Pacto Internacional de
Derechos Civiles y Políticos, art. 20 Declaración Americana de Derechos Humanos).
Por su parte, en materia ambiental, las audiencias públicas resultan obligatorias a la luz de los artículos 19 y
20 de la Ley de Política Ambiental Nacional N° 25.675. El primero, establece que: "Toda persona tiene derecho
a ser consultada y a opinar en procedimientos administrativos que se relacionen con la preservación y
protección del ambiente". Mientras que el segundo, dispone que: "Las autoridades deberán institucionalizar
procedimientos de consultas o audiencias públicas como instancias obligatorias para la autorización de aquellas
actividades que puedan generar efectos negativos y significativos sobre el ambiente. La opinión u objeción de
los participantes no será vinculante para las autoridades convocantes; pero en caso de que éstas presenten
opinión contraria a los resultados alcanzados en la audiencia o consulta pública deberán fundamentarla y hacerla
pública".
La consagración de los derechos de participación política remiten a la necesidad de institucionalizar un
mecanismo de formación pública de la opinión y la voluntad común, que culmine en resoluciones acerca de las

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leyes, las medidas políticas y los asuntos litigiosos. Un ejemplo de tal institucionalización lo constituyen las
audiencias públicas en el ámbito del Órgano Judicial. Dado que representan una pieza del modelo deliberativo
en el cual su consolidación y desarrollo depende de procedimientos comunicativos y deliberativos con
intersubjetividad en los ámbitos públicos en los que tiene lugar una formación racional de la voluntad acerca de
materias relevantes.
A su vez, ellas encuentran regulación específica dentro del espacio judicial en la Acordada Nº 30 del año
2007 de la Corte Suprema de Justicia de la Nación (4). Ahí se expresa lo siguiente: "además, (de) la
participación ciudadana... y la difusión pública del modo en que esta Corte conoce de los asuntos en que, con
carácter primordial, ha de ejercer la jurisdicción más eminente que le confiere la Constitución Nacional,
permitirá poner a prueba directamente ante los ojos del país, la eficacia y objetividad de la administración de
justicia que realiza este Tribunal".
II. Democracia deliberativa
Allende las normas mentadas, las audiencias públicas reflejan un ejercicio de la democracia deliberativa en
los términos en los que Habermas —referente mundial de la filosofía y del derecho— define dicho concepto. En
efecto, la democracia deliberativa es un modelo normativo de Estado que propone la adopción de
procedimientos colectivos de toma de decisiones políticas de modo democrático, con participación directa o
indirecta de todos los potencialmente afectados por tales decisiones, y basado en el principio de la
argumentación dialógica entre los decisores.
Según Martí (5), este modelo de democracia está caracterizado por ocho principios estructurales
constitutivos del proceso deliberativo: el de argumentación, el de un procedimiento abierto, el de inclusión, el
de publicidad, el de procedimiento colectivo, el de procedimiento continuo y los de libertad e igualdad de los
participantes.
En este marco, las reglas del modelo dialógico, que desplazan la visión de la política centrada
exclusivamente en el Estado, cobran plausibilidad a partir de estas audiencias públicas, basadas en el
presupuesto de que la ciudadanía también es capaz de acción colectiva.
Ello significa que el resultado del instituto en análisis no se circunscribe exclusivamente a que las partes
expresen sus respectivos alegatos e invoquen las pruebas que hacen a su derecho, puesto que, conjuntamente,
permite concretar sus posiciones no sólo ante el Tribunal, sino también ante la sociedad toda que los está
observando merced a la publicidad del acto.
Entonces, las audiencias públicas efectivizan la idea central de la democracia deliberativa, compuesta por la
interacción entre órganos estatales institucionalizados y la formación de una opinión pública no
institucionalizada. Tal manera de interactuar supone la posibilidad de decidir racionalmente las controversias
judiciales suscitadas en la sociedad, por lo tanto, implica una fuente de legitimidad de las decisiones judiciales.
Las audiencias públicas constituyen una experiencia representativa de cómo, en términos de democracia
deliberativa, la influencia del espacio público puede lograr consolidar y desarrollar un alto grado de discusión
respecto a un asunto colectivo y, en determinadas circunstancias, puede generar la adopción de decisiones por
parte de los órganos institucionalmente establecidos con una alta dosis de calidad en términos de contenido,
racionalidad, intersubjetividad y consenso.
De este modo, se fortalece el vínculo entre los ciudadanos y los funcionarios, a la vez que se abren canales
de difusión y de participación directa o semidirecta en los ámbitos de toma de decisiones políticas, vigorizando
la esfera pública mediante la deliberación pública informal y no institucional que se genera al difundir la
audiencia pública en directo, por ejemplo, a través del Centro de Información Judicial, canales de televisión,
Youtube, redes sociales, etcétera.
Una de las virtudes de las audiencias públicas estriba en que las cuestiones de relevancia institucional sean
abordadas en un procedimiento de producción legítima de resoluciones judiciales, donde las pretensiones de
validez emanan de un proceso discursivo articulado sobre la base de las mejores informaciones y razones
posibles que aportan y reciben los miembros de la comunidad jurídica.
III. Principio del Discurso y teoría discursiva del derecho
En tal marco, es dable atender al principio del discurso de Habermas, que señala lo siguiente: "válidas son
aquellas decisiones (y sólo aquellas) en las que todos los que pudieran verse afectados concurren a prestar su
asentimiento como participantes en discursos racionales"(6).
Con "válido" Habermas designa lo legítimo, que es producto de la convicción común que se corrobora si
entre oyente y hablante se produce un reconocimiento intersubjetivo de una pretensión de validez; por "discurso

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racional" se entiende toda tentativa de examen y entendimiento de pretensiones de validez que se han vuelto
controvertidas; con "pretensiones de validez" se concibe a los enunciados propuestos por los partícipes del
debate; y con "afectado" se llama a cualquiera a quien pueda concernir en sus intereses las consecuencias a que
alcance dar lugar una determinada práctica regulada por normas.
Según la teoría del discurso, una norma es correcta, y por lo tanto legítima, si puede ser el resultado de un
específico procedimiento de corrección, a saber, el de un proceso de argumentación o fundamentación racional
en el marco de una situación ideal de diálogo, como es el discurso, donde se introducen informaciones y se
producen argumentos sobre pretensiones de validez problemáticas formuladas por las partes; el resultado de él
será el reconocimiento o el rechazo de una pretensión de validez.
La democracia deliberativa es una teoría que defiende la adopción del aludido ideal de diálogo y en cuanto
ideal, se limita a establecer un estado de cosas hacia el cual se debe tender en la medida de lo posible y que sirve
para plantear y diseñar instituciones que concreten procesos democráticos de toma de decisiones, sin perjuicio
de las restricciones temporales, sociales y de contenido que inevitablemente se hacen presentes.
La importancia de la deliberación radica en que estimula la búsqueda del mejor argumento e inculca la
fundamentación racional y la presión de alcanzar una mayor consistencia en las decisiones. Según la propuesta
habermasiana, el lugar tradicional de la "razón práctica subjetiva", como capacidad que orienta al actor en la
acción o que le dicta qué es lo que deben hacer, pasa a ocuparlo la "razón comunicativa", consistente más bien
en el medio lingüístico a través del cual se concatenan las interacciones a fin de lograr el reconocimiento
intersubjetivo de pretensiones de validez. Precisamente, porque ella no da orientaciones de contenido
determinado, no es informativa (7).
En otras palabras, el concepto de "racionalidad procedimental-comunicativa", conforme a la cual las
propiedades de validez de un juicio lógico, no sólo han de buscarse en la dimensión individual o de la
lógica-semántica de los argumentos, sino también en la dimensión del proceso colectivo de fundamentación del
mismo (8). Y los resultados obtenidos conforme a ese procedimiento, habrían de fundar su presunción de
racionalidad.
La teoría discursiva del derecho de Habermas, hace depender la aceptabilidad racional de las resoluciones
judiciales no sólo de la calidad de los argumentos, sino también de la estructura del proceso de argumentación.
A diferencia del modelo solipsista de decisión judicial basado en la personalidad de un juez Hércules —todo
poderoso— que se distingue por su razón personal y por su privilegiado acceso a la verdad, el procedimiento
argumentativo de búsqueda cooperativa de la verdad garantiza la comprobabilidad intersubjetiva del juicio.
En este contexto, Michelman critica la concepción que tiene Dworkin del proceso de decisión judicial: "Lo
que falta es diálogo. Hércules... es un solitario. Es demasiado heroico. Sus construcciones narrativas son
monológicas. No conversa con nadie, sino a través de libros. No se entrevista con otros. No se tropieza con la
otroidad... Hércules no es más que un hombre después de todo... Dworkin ha construido una apoteosis del juez
juzgando, pero sin prestar atención a... la pluralidad"(9).
Las audiencias públicas no sólo institucionalizan una formación de la voluntad y la opinión política de modo
racional, sino que también garantizan el medio mismo en el que ella puede expresarse como voluntad común
conformada intersubjetivamente por los miembros de una comunidad jurídica. Esa manera de formación de las
decisiones, llevadas adelante con las audiencias públicas, ha de efectuarse en formas de comunicación que
hacen valer el principio del discurso, logrando así la producción discursiva del derecho.
Alexy, en coincidencia Habermas, afirma que "el Derecho necesita del discurso para lograr legitimidad"(10).
En efecto, lo que asegura la justicia de una resolución judicial es su génesis democrática y no principios a priori
a los que el juez puede acceder; desde tal óptica, la justicia de la sentencia viene garantizada por el peculiar
procedimiento de su producción.
El modelo deliberativo de democracia, en oposición al representativo, institucionaliza y consigue la
inserción del discurso, como un proceso abierto y colectivo en la toma de posiciones, dentro todos los ámbitos
del Estado —en el caso de las audiencias públicas: en el proceso judicial—. Tal prototipo de Estado obtiene su
fuerza legitimadora de la estructura discursiva de una formación de la opinión y la voluntad común gracias a la
racionalidad de sus resultados.
De todo lo expuesto se infiere que aún cuando el sistema constitucional le atribuye a la Corte Suprema la
"última palabra", si ella pretende actuar conforme al principio del discurso, crear derecho legítimo e
institucionalizar el modelo deliberativo, debe interesarse en fortalecer el diálogo y la deliberación democrática
entre las instituciones y la ciudadanía.
Con respecto al habitual argumento adverso a la realización de las audiencias públicas concerniente a que no

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se advierte su necesidad y/o utilidad en cuestiones de estricto contenido jurídico, viene desatendida la idea de
que para la efectividad del principio del discurso es elemental que temas y contribuciones no se vean
restringidos a priori.
Pero además, se pasa por alto que posibilitan al pueblo un lugar central en la tarea colectiva de
interpretación jurídica y construcción de significados constitucionales. Lugar justo, pues, que ciertas
instituciones a puertas cerradas se arroguen la visión propia como la única justa, sin someterla deliberación,
conduce a un dogmatismo rígido y autoritario, a un solipsismo. Lo óptimo es no imponer la propia voluntad
contra quienes se resisten a ella, sino valerse del potencial de una voluntad común formada en una
comunicación exenta de coerción (11).
Como afirma Gadamer (12), lo esencial en la actividad judicial a fin de tomar decisiones correctas y
democráticas es el diálogo, ya que nadie contempla lo que acontece ni afirma que él solo domina el asunto, sino
que se toma parte conjuntamente de la verdad y se obtiene en común. En el mismo sentido se expresa Zaccaría:
"la mejor garantía de que los actos de elección son justos y legítimos se encuentra en el diálogo con otros.
Abrirse a la crítica, someterse a reflexiones y argumentaciones obliga a discutir las premisas valorativas que han
guiado el proceso"(13).
Por consiguiente, la legitimidad de las decisiones tiene carácter comunicativo, pues sólo existe si hay
intersubjetividad y consenso entre todos los sujetos involucrados. De ahí es que, lo que propone el
constitucionalismo dialógico es un ambicioso sistema de gobierno a través de la discusión, en el que los
resultados son alcanzados luego de amplios procedimientos cooperativos de deliberación pública.
La formación discursiva de la opinión y de la voluntad de ningún modo se restringe a los parlamentos (14).
De manera que, el usual argumento contrario a ellas referente a que si la Corte promoviera la deliberación
ciudadana se estaría inmiscuyendo en competencias propias del Poder Legislativo, resulta cuestionable, no sólo
desde la teoría habermasiana sino también porque las audiencias públicas están reglamentadas por el Poder
Judicial.
La discusión democrática no debe reducirse al ámbito del debate parlamentario, sino a la interacción que
existe entre el interior de la esfera de lo público político, la opinión pública informal y las instituciones
encargadas de tomar las decisiones políticas. La lógica propuesta de la división de poderes propia del principio
republicano, ha de realizarse, entonces, en estructuras distintas, por ejemplo mediante el establecimiento de
correspondientes formas de participación y comunicación (15).
Otro factor a tener en cuenta es que las normas son provisionales, pues deben someterse a un constante e
ininterrumpido intercambio intelectual, el discurso nunca debe cerrarse. En el mismo sentido expresa Viola que
"hoy va desapareciendo la idea de un horizonte cultural estable, del que descienda una voluntad normativa
constante"(16). Alexy se expresa en idéntica sintonía: quedan rechazadas las aspiraciones a resultados que
queden fijos de modo inamovible (17).
También Habermas, quien habla de un "aspecto de cambiabilidad" o de susceptibilidad de cambio, habida
cuenta de la posibilidad siempre presente de modificar o derogar las medidas tomadas o las normas sancionadas.
Por esta razón, queda abierta la posibilidad de revisar las ideas que de momento se suponen bien
fundamentadas, a la luz de nuevas informaciones y razones que pueden surgir después. Sin embargo, este
falibilismo es compensado por el procedimiento jurídico que garantiza decisiones a plazo fijo, inequívoca y
vinculantes (18).
Efectivamente, hay numerosas razones para el abandono de una norma aceptada hasta un momento
determinado: el cambio en la interpretación de necesidades, nuevo conocimiento empírico, no haber pensado
determinadas consecuencias, la advertencia posterior de contradicciones normativas, etcétera. Por tanto, las
normas son fundamentadas sólo provisionalmente; son falsables en cualquier momento que se cuente con
nuevos argumentos informaciones (19).
IV. Poder comunicativo
Otra perspectiva distinta es la que se abre con el concepto de autonomía política articulado en términos de
teoría del discurso, el cual explica por qué para la generación de derecho legítimo han de movilizarse las
libertades comunicativas de los ciudadanos. En tal explicación la producción de las leyes se hace depender de la
generación de otro tipo de poder, a saber, de ese poder comunicativo (20).
El principio de soberanía popular leído en términos de teoría del discurso, dice que todo poder político
deriva del poder comunicativo de los ciudadanos (21). Arendt confirma que ese poder surge entre los hombres
cuando actúan en común y se dispersa tan pronto como se dispersan de nuevo (22). Conforme a esto, el derecho
y el poder comunicativo brotan cooriginariamente de la opinión en la que muchos se han puesto públicamente

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de acuerdo (23).
Con poder comunicativo se refiere a la fuerza generadora de consenso de una comunicación enderezada al
entendimiento y la capacidad de instrumentalización de una voluntad ajena para los propios fines. Puesto que el
poder brota de la capacidad humana, pero no de la de actuar, sino de la de concertarse con los demás para actuar
de común acuerdo con ellos (24).
Tal poder comunicativo sólo puede formarse en los espacios públicos y sólo puede surgir a partir de las
estructuras de intersubjetividad de una comunicación no distorsionada. Surge allí donde se produce una
formación de la opinión y la voluntad comunes, que con la desencadenada libertad comunicativa de cada uno
para hacer uso público de su razón en todos los aspectos, hace valer la fuerza productiva que representa una
forma ampliada de pensar. Pues ésta se caracteriza por atender el juicio de uno a los juicios de los otros y a
ponerse en el lugar de cada uno (25).
La voluntad común así elaborada, se endereza a la producción de normas, porque el sistema de los derechos
sólo puede ser vinculante, interpretado y desarrollado mediante esas normas (26), que pueden asumir la forma de
leyes, sentencias y decretos. Ergo, la voluntad común formada en el medio que es la audiencia pública importa
una fuente de creación legítima y democrática de derecho y de resoluciones judiciales.
En este cuadro, es que las audiencias públicas poseen la ventaja de lograr vincular poder comunicativo y
derecho, produciendo derecho legitimo por parte no sólo de las instituciones estatales, sino también de los
ciudadanos en ejercicio de su autonomía política. En otras palabras, constituyen un resorte a través del cual el
poder comunicativo de la sociedad se transforma en derecho —la sentencia— precedido de deliberación.
En esta línea es que, frente a las distribuciones desiguales de las oportunidades de expresarse, las audiencias
resultan útiles para poder neutralizar aquéllas mediante redistribuciones institucionales (27), que amplían el
espectro de razones que se vierten en el intercambio intelectual de hablar y oír, a la vez que todos los intereses
en litigio puedan tenerse equitativamente en cuenta y todas las partes logran estar dotadas del mismo poder en la
situación de intercambio de argumentos. Piénsese en el caso "Q. C. S. Y. c/ Gobierno de la Ciudad Autónoma s/
acción de amparo"(28) ante el Tribunal Cimero Nacional.
El Estado de derecho deliberativo abre el camino a la organización políticamente autónoma de la sociedad.
Sus instituciones tienen por fin asegurar el ejercicio efectivo de la autonomía política de ciudadanos, de suerte
que pueda, por un lado, surgir el poder comunicativo resultante de la formación de una voluntad racional y así
encontrar expresión vinculante en programas legislativos y sentencias, por ejemplo, y, por otro, que este poder
pueda circular a lo largo y ancho de la sociedad y pueda desarrollar su fuerza de integración social (29).
Habermas entiende por integración social, "la conciliación del arbitrio de cada uno con el arbitrio de todos
los demás"(30). Las audiencias públicas, en este sentido, institucionalizan el uso público de libertades
comunicativas que permiten la integración social entre instituciones estatales, los sujetos procesales y los
ciudadanos.
V. Espacio público y opinión pública
Otra perspectiva a considerar yace en que las audiencias públicas facilitan que la opinión pública, como
proceso informal que es parte del espacio público político, complemente los procesos institucionales en los que
se expresa la voluntad judicial para la adopción de decisiones vinculantes del Órgano Judicial a los fines de
tenerlas como legítimas.
Las opiniones públicas representan un potencial que puede ejercer influencia sobre la reflexión y valoración
de los funcionarios o sobre la formación de la voluntad en los organismos parlamentarios, administrativos o
judiciales. De hecho, este influjo apoyado por convicciones de tipo público, opera sobre las convicciones de los
miembros autorizados del Estado y determina su comportamiento (31).
Dicho de otro modo: "Sólo el sistema político puede 'actuar'. Es un subsistema especializado en la toma de
decisiones colectivamente vinculantes, mientras que las estructuras comunicativas de la opinión pública
constituyen una vasta red de sensores que reaccionan a la presión de problemas o situaciones problemáticas que
afectan a la sociedad global, y estimulan decisiones influyentes. La opinión pública así elaborada y trasformada
(conforme a procedimientos democráticos) en poder comunicativo no puede ella misma "mandar", sino sólo
dirigir el uso del poder administrativo en una determinada dirección"(32).
A la postre, las audiencias públicas constituyen un procedimiento institucionalizado que permite la
canalización de dicho influjos desde la sociedad al Estado y viceversa. En virtud de ellas, se pueden presentar
todos los aspectos controvertidos, argumentos y datos de un caso ante los jueces como representantes de la
comunidad jurídica encargados de juzgar imparcialmente; asimismo, también lleva a que el tribunal justifique
su sentencia ante un espacio público ilimitado. De forma que quede garantizada la aceptabilidad racional de las

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decisiones judiciales (33).


VI. Democratización del Poder Judicial
Es importante no ceñir el alcance de las audiencias públicas a un mero medio probatorio, pues se estaría
soslayando que importan un mecanismo de participación ciudadana en la formación de la voluntad común y de
una vía de apertura al pueblo del Poder Judicial —órgano estatal con grandes cuestionamientos en cuanto a su
(i)legitimidad— a través de la difusión informativa.
El desafío que se plantea en una sociedad pluralista moderna a los jueces, otrora aislados —tal como lo
sugería Madison en el capítulo 79 de El Federalista (34) —, consiste en ser receptivos de la opinión pública y en
tomar decisiones democráticas influidas y precedidas por deliberaciones ciudadanas efectuadas en forma
pública y argumentativa, es decir, mediante el intercambio regulado de informaciones y razones.
La razón de ser de ellas reside en dotar de mayor justicia a las actuaciones judiciales mediante la promoción
de la intervención ciudadana en la toma de sus decisiones, a fin de que éstas sean el resultado de deliberación.
En definitiva, tienen su fundamento no sólo en la función de esclarecer la verdad de la materia sometida a
decisión, sino en su contribución al acceso a la justicia y al control social colectivo de la actividad judicial.
Así, el objeto de las audiencias públicas según Lorenzetti (35) es: lograr el acceso a la justicia, un gobierno
abierto, transparencia absoluta de la información y procurar que los intereses de los ciudadanos sean tenidos en
cuenta por los poderes públicos, obteniendo de esta manera, una instancia institucional de intervención
ciudadana distinta al voto.
En tal contexto, lo que plantea el constitucionalismo dialógico es la toma de un rol activo por parte del
Poder Judicial, vale decir, como promotor de la deliberación democrática. De lo que se trata, según Gargarella
(36), es de ubicar la idea de deliberación en el centro de una teoría de la división de poderes, fundada en la
premisa de que ninguna institución en particular basta para asegurar que se tomen en consideración todas las
preocupaciones relativas a un tema particular.
Para el ideal deliberativo moderno de democracia, la tarea de la construcción del derecho es un asunto de
todos, el pueblo debe estar en el centro de la creación normativa, pues no es una potestad exclusiva de la
Legislatura ni de los Tribunales y las audiencias públicas configuran un instrumento para formación
democrática de la voluntad.
Por lo demás, llevar a cabo audiencias públicas se relaciona con el modelo de Estado y, concretamente, con
los "servicios de justicia" —artículo 117 inc. 7 de la Constitución Nacional— que se pretenden de nuestro Poder
Judicial. O uno hermético u otro que fomente el avance en la participación ciudadana dentro del ámbito de los
procesos jurisdiccionales y difunda las discusiones jurídicas.
El reto de lograr un Poder Judicial democrático, transparente y promotor de la deliberación reconoce como
argumento subyacente el propósito de que ni las partes ni los operadores jurídicos oculten, enmascaren o
disimulen la información, intereses, intencionalidades o posiciones políticas en juego. Si se logra dejar atrás este
paradigma de aislacionismo en el Poder Judicial, se dará por satisfecho el anhelo de Foucault para una
democracia: "hacer aparecer aquello que ha permanecido hasta ahora más escondido, oculto y profundamente
investido en la historia: las relaciones de poder"(37).
A su vez, para la asunción por parte de los operadores jurídicos de un rol protagónico como promotores del
debate democrática y en contacto permanente con los procesos de discusión pública, resulta fundamental
reconocer que el ámbito judicial es un espacio de lucha por los derechos, por ende, un espacio de lucha política
y por lo tanto, también, un espacio público (38), ya que las decisiones que allí se toman inciden sobre las
prerrogativas de la sociedad.
En suma, se trata de asentar sobre los operadores la responsabilidad directa en la concreción del ideal
deliberativo de democracia. Un resorte para ello, es que el Poder Judicial resuelva sus causas mediante un
razonamiento público que posibilite la deliberación libre de la comunidad civil.
Como síntesis, las audiencias públicas consisten en un procedimiento idóneo para: la formación de
consenso, la difusión de información, la participación en el proceso judicial de personas ajenas a las partes, la
racionabilidad de la decisión, la transparencia y la democratización del servicio de justicia.
Bibliografía
- Acordada N° 25.325/13 de la Suprema Corte de Justicia de Mendoza.
- Acordada Nº 7/2007 de la Corte Suprema de Justicia de la Nación.
- Acordada Nº 30/2013 de la Corte Suprema de Justicia de la Nación.

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- Alexy, Robert, La construcción de los derechos fundamentales. Ed. Ad-Hoc, Buenos Aires, 2012.
- Alexy, Robert, Teoría de la argumentación jurídica. Ed. Centro de Estudios Políticos y Constitucionales,
Madrid, 2014.
- Arend, Hannah, La condición humana. Ed. Paidós, Buenos Aires, 2013.
- Atienza, Manuel, Curso de argumentación jurídica. Ed. Trotta, Madrid, 2013.
- CSJN, fallos: Q. 64. XLVI., Q. C. S. Y. c/ Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires s/ amparo. 24/04/2012.
- Habermas, Jürgen, Facticidad y validez; Sobre el derecho y el Estado democrático de derecho en términos
de teoría del discurso. Ed. Trotta, Madrid, 2008.
- Foucault, Michel, La verdad y las formas jurídicas. Ed. Octaedro, México, 2003.
- Gadamer, Hans Georg, Elogio de la teoría. Discursos y artículos. Ed. Península, Barcelona, 1993.
- Gadamer, Hans Georg, Verdad y método. Tomo I. Ed. Sígueme, Salamanca, 2002.
- Gadamer, Hans Georg, Verdad y método. Tomo II. Ed. Sígueme, Salamanca, 2002.
- Gargarella, Roberto, Por una justicia dialógica; El Poder Judicial como promotor de la deliberación
democrática. Ed. Siglo XXI, 2014.
- Palacio, Lino Enrique, Manual de Derecho Procesal Civil. Actualizado por Lino Alberto Palacio y Luis
Enrique Palacio. Ed. Abeledo Perrot, Buenos Aires, 2011.
- Reglamento de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, 2009.
- Serna, Pedro (Director), De la argumentación jurídica a la hermenéutica. Ed. Comares, Granada, 2005.
- Viola Francesco, Zaccaría Giuseppe, Derecho e interpretación; Elementos de teoría hermenéutica del
derecho. Ed. Dykinson, Madrid, 2007.
(*) Abogado; Docente Adscripto a las Cátedras de Derecho Constitucional y Derechos Humanos de la
Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales en la Universidad de Mendoza y de Derecho Constitucional de la
Licenciatura de Ciencias Políticas en la Universidad Nacional de Cuyo; Especialización —en curso— en
Derecho Constitucional en la UCA; Secretario de Asuntos Constitucionales y Convencionales de Xumek.
(1) Cada vez que en este trabajo se haga referencia a las audiencias públicas, será sólo con referencia a una
de las tres clases de las contempladas por la Acordada Nº 30/2007 de la Corte Suprema de Justicia de la Nación:
a las "informativas", vale decir, a aquellas que versan sobre asuntos de relevancia institucional; dado que sólo
éstas constituyen, como se intentará mostrar, una institucionalización del modelo deliberativo de democracia.
Mientras que los otros dos tipos audiencias públicas, exceden el tópico de la presente labor, puesto que las
"ordenatorias" sólo tienen valor en materia de economía procesal y las "conciliatorias" contribuyen a evitar la
litigiosidad y adversarialidad.
(2) PALACIO, Lino Enrique, Manual de Derecho Procesal Civil. Actualizado por Lino Alberto Palacio y
Luis Enrique Palacio. Ed. Abeledo Perrot, Buenos Aires, 2011, p. 57.
(3) Según el Reglamento de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, la expresión "amicus curiae"
significa: "persona o institución ajena al litigio y al proceso que presenta a la Corte razonamientos en torno a los
hechos contenidos en el sometimiento del caso o formula consideraciones jurídicas sobre la materia del proceso,
a través de un documento o de un alegato en la audiencia". Por su parte, la Acordada que regula la participación
de los "amigos del tribunal" en las causas radicadas ante la Corte Suprema de Justicia de la Nación es la Nº
7/2007.
(4) En Mendoza, las audiencias públicas en el ámbito judicial se encuentras contempladas por la Acordada
N° 25.325/13 de la Suprema Corte de Justicia, que sigue los lineamientos de la Acordada del Tribunal Cimero
Nacional.
(5) MARTÍ, José Luis, La república deliberativa: una teoría de la democracia; Ed. Marcial Pons, Madrid.
En: Atienza, Manuel, Curso de argumentación jurídica. Ed. Trotta, 2013, p. 42.
(6) HABERMAS, Jürgen, Facticidad y validez; Sobre el derecho y el Estado democrático de derecho en
términos de teoría del discurso. Ed. Trotta, Madrid, 2008, p. 172.
(7) Habermas, ob. cit., ps. 63-65.
(8) Habermas, ob. cit., p. 297.
(9) Michelman, Frank, Justification and the justifiability of law in contradictory world; Ed. Nomos, t.
XVIII, 1986, p. 76. En: Habermas, ob. cit., p. 295.
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(10) ALEXY, Robert, La institucionalización de la razón., p. 233. En: Serna, Pedro (Director), De la
argumentación jurídica a la hermenéutica. Ed. Comares, Granada, 2005, p. 179.
(11) Habermas, ob. cit., p. 215.
(12) GADAMER, Hans Georg, Elogio de la teoría. Discursos y artículos. Ed. Península, Barcelona, 1993,
p. 63.
(13) VIOLA, Francesco; ZACCARÍA, Giuseppe, Derecho e interpretación; Elementos de teoría
hermenéutica del derecho. Ed. Dykinson, Madrid, 2007, p. 399.
(14) Habermas, ob. cit., p. 254.
(15) Habermas, ob. cit., p. 262.
(16) Viola Francesco, Zaccaría Giuseppe, ob. cit., p. 401.
(17) ALEXY, Robert, La construcción de los derechos fundamentales. Ed. Ad-Hoc, Buenos Aires, 2012, p.
83.
(18) Habermas, ob. cit., p. 147.
(19) ALEXY, Robert, Teoría de la argumentación jurídica. Ed. Centro de estudios Políticos y
Constitucionales, Madrid, 2014, p. 141.
(20) Habermas, ob. cit., p. 214.
(21) Habermas, ob. cit., p. 238.
(22) AREND, Hannah, La condición humana. Ed. Paidós, Buenos Aires, 2013 p. 223.
(23) AREND, Hannah, Sobre la revolución, Madrid, 1983. En: Habermas, ob. cit., p. 214.
(24) Habermas, ob. cit., p. 215.
(25) Habermas, ob. cit., p. 215.
(26) Habermas, ob. cit., p. 240.
(27) ALEXY, Robert, Teoría de la argumentación jurídica. Ed. Centro de Estudios Políticos y
Constitucionales, Madrid, 2014, p. 129.
(28) CSJN, fallos: Q. 64. XLVI., Q. C. S. Y. c/ Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires s/ amparo.
24/04/2012. Es el caso de Sonia Quisbeth Castro, inmigrante boliviana, y su hijo de seis años, quien padece una
discapacidad motriz, visual, auditiva y social producto de una "encefalopatía crónica". La mujer trabajaba en un
taller de costura, pero tiempo después de que naciera su hijo quedaron solos en situación de calle, ante tal
situación la Defensoría de la Ciudad Autónoma llevó el caso a tribunales contra el Gobierno. Resultaría
sobreabundante señalar las "desiguales oportunidades de expresarse" que existen entre el Estado de la Ciudad de
Buenos Aires y la actora. A los efectos de neutralizar tal desequilibro mediante una "redistribución
institucional" la Corte Suprema convocó a una audiencia pública.
(29) Habermas, ob. cit., p. 245.
(30) Habermas, ob. cit., p. 91.
(31) Habermas, ob. cit., p. 443.
(32) Habermas, ob. cit., p. 376.
(33) Habermas, ob. cit., p. 241.
(34) HAMILTON, MADISON, JAY, El federalista. Ed. Fondo de Cultura Económica, México, 2010.
(35) LORENZETTI, Ricardo, Las audiencias públicas y la Corte Suprema. En: Gargarella, Roberto, Por
una justicia dialógica; El Poder Judicial como promotor de la deliberación democrática. Ed. Siglo XXI, Buenos
Aires, 2014, págs. 345-354.
(36) GARGARELLA, Roberto, Por una justicia dialógica; El Poder Judicial como promotor de la
deliberación democrática. Ed. Siglo XXI, Buenos Aires, 2014., p. 169.
(37) FOUCAULT, Michel, La verdad y las formas jurídicas. Ed. Octaedro, México, 2003., p. 26.
(38) Deviene valioso señalar que la Constitución de Mendoza en su artículo 146 establece que salvo
excepciones, los procesos ante todos los tribunales de provincia son públicos.

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