Académique Documents
Professionnel Documents
Culture Documents
ISNB
índice
índice // 5
INTRODUCCIÓN PAG. 06
CAPÍTULO UNO
ESTUDIOS DE AGRICULTURA PREHISPÁNICA: CASABINDO (1980-1993)
Por María Ester Albeck PAG. 12
CAPÍTULO DOS
PRODUCCIÓN Y CONSUMO AGRÍCOLA EN EL VALLE DEL BOLSÓN (1991-2005)
Por Alejandra Korstanje PAG. 48
CAPÍTULO TRES
AGRICULTURA CAMPESINA EN EL ÁREA DE ANTOFALLA (1997-2007)
Por Marcos Quesada PAG. 76
CAPÍTULO CUATRO
AGRICULTURA, AMBIENTE Y SUSTENTABILIDAD AGRÍCOLA EN EL DESIERTO: EL
CASO ANTOFAGASTA DE LA SIERRA (PUNA ARGENTINA, 26ºS)
Por Pablo Tchilinguirian y Daniel Olivera. PAG. 104
CAPÍTULO CINCO
LOS LÍMITES DE LA AUTONOMÍA DOMÉSTICA EN LA AGRICULTURA DE REGA-
DÍO. Antofalla y Tebenquiche Chico (s. III a XII d.C.)
Por Marcos Quesada PAG. 130
CAPÍTULO SEIS
FORMAS Y ESPACIOS DE LAS ESTRUCTURAS AGRÍCOLAS PREHISPÁNICAS EN
LA QUEBRADA DEL RÍO DE LOS CORRALES (EL INFIERNILLO-TUCUMÁN)
Por Mario Caria, Nurit Oliszewski; Julián Gómez Augier; Martín Pantorrilla y
Matías Gramajo Bühler PAG. 144
CAPÍTULO SIETE
PRIMERAS EVIDENCIAS PALINOLÓGICAS DE CULTIVOS EN PUEBLO VIEJO DE
TUCUTE. PERÍODO TARDÍO DE LA PUNA DE JUJUY. NOROESTE ARGENTINO
Por Liliana Lupo, Carina Sánchez, Nora Rivera y María Ester Albeck PAG. 166
CAPÍTULO OCHO
LA DIMENSIÓN SOCIAL DE LA PRODUCCIÓN AGRÍCOLA EN UN SECTOR DEL
VALLE CALCHAQUÍ MEDIO
Por Verónica Williams, Alejandra Korstanje, Patricia Cuenya y Paula Villegas PAG. 178
CAPÍTULO NUEVE
CONSIDERACIONES SOBRE LA AGRICULTURA PREHISPÁNICA EN EL SECTOR
CENTRAL DE LAS SIERRAS DE CÓRDOBA (ARGENTINA) PAG. 208
Por Sebastián Pastor y Laura López
ARQUEOLOGÍA DE LA AGRICULTURA
CASOS DE ESTUDIO EN LA REGIÓN ANDINA ARGENTINA
208 // pastor y lópez . capítulo nueve
09CONSIDERACIONES
SOBRE LA AGRICULTURA
PREHISPÁNICA EN
EL SECTOR CENTRAL
DE LAS SIERRAS
DE CÓRDOBA
(ARGENTINA)
INTRODUCCIÓN
La existencia de prácticas agrícolas durante el período prehispánico en las Sierras Cen-
trales de Argentina ha sido unánimemente aceptada por los especialistas, quienes con-
cibieron a la región como uno de los límites de la dispersión de la agricultura andina.
Con un fuerte apoyo en la documentación histórica del período colonial temprano -si-
glos XVI y XVII-, los primeros textos académicos afirmaron la imagen de los habitan-
tes de las sierras -los comechingones- como pueblos asentados en aldeas y dedicados al
cultivo del maíz, zapallos, porotos y otras especies (Aparicio 1936; Canals Frau 1953;
Outes 1911; Serrano 1945). Dicha imagen se difundió luego por medio de la literatura
escolar y museográfica.
Años más tarde, con las investigaciones arqueológicas iniciadas en la década de 1950,
se definió una prolongada secuencia para la ocupación prehispánica, que se remon-
taba hasta el Holoceno Temprano. Se reconoció una extensa etapa precerámica, corres-
pondiente a grupos móviles con una economía de caza y recolección, continuada por
una etapa agroalfarera que -como su nombre lo indica- se definía por la producción
agrícola y cerámica, además de un marcado sedentarismo (Berberián 1984; González
1960; Marcellino et al. 1967; Menghin y González 1954). Entre otros aspectos, la pro-
fundización de esta propuesta requería precisar la cronología y el origen -local o ex-
terno- del proceso implicado por la etapa agroalfarera. Así, su antigüedad fue estimada
en 1000 o 1500 años AP -según las primeras dataciones radiocarbónicas e indicadores
indirectos-, mientras que su origen fue ligado al desplazamiento de grupos agriculto-
res provenientes de la mesopotamia santiagueña y el bajo río Dulce (Cocilovo 1984;
González y Pérez 1972; Marcellino 1992; Montes 2008).
En la literatura más reciente el problema de la introducción de la agricultura aparece
ligado al proceso de cambio experimentado a nivel local por los grupos cazadores-re-
colectores, aunque no se produjo una elaboración sistemática en dicho sentido (Ber-
berián 1999; Berberián y Roldán 2001; Bonnín y Laguens 2000; Laguens 1999). El
cálculo de su antigüedad fue extendido hasta unos 2000 años, de acuerdo a datos iso-
tópicos y a la cronología de los contextos más tempranos con restos cerámicos (La-
guens y Bonín 2009).
La diversificación de enfoques y orientaciones teóricas generó variados temas de in-
terés. Se analizó el rol de la agricultura en relación a procesos de diversificación econó-
mica y, en tal sentido, se insinuaron diferencias sobre su definición como una estrategia
económica central o complementaria. Se intentaron estimaciones cuantitativas sobre su
aporte a la subsistencia (Laguens 1999, 2000) y se consideraron posibles estrategias des-
tinadas a enfrentar el riesgo ambiental (Berberián y Roldán 2003). También se evaluó la
distribución de sitios arqueológicos y su articulación con terrenos potencialmente culti-
vables (Berberián y Roldán 2003; Medina y Pastor 2006) y se usó información histórica y
etnográfica como fuentes para la interpretación arqueológica (Medina y Pastor 2006).
Es preciso destacar que el amplio consenso sobre la existencia de una agricultura
prehispánica ha encontrado más apoyo en las lecturas de los documentos del período
colonial, que en lo sugerido por los materiales arqueológicos de momentos anteriores
a la conquista. En general se acepta que el registro arqueológico tardío -ca. 1500/1000
a 300 AP- puede ser atribuido a sociedades agricultoras similares a las descriptas por
210 // pastor y lópez . capítulo nueve
las fuentes históricas, aunque se han tenido en cuenta indicadores indirectos e incluso
ambiguos, entre ellos el empleo generalizado de la tecnología cerámica, la abundancia
de artefactos de molienda y la existencia de probables herramientas asignadas al tra-
bajo en los terrenos cultivados -i.e. azuelas o hachas-, que nunca fueron objeto de estu-
dios funcionales específicos.
La ausencia de evidencias más concretas, como restos de plantas cultivadas o de in-
fraestructura productiva no es un detalle menor, ya que permitiría cuestionar la propia
existencia de prácticas agrícolas prehispánicas, o bien conducir a una reconsideración
de su probable antigüedad, características o importancia económica.
En este artículo se abordan algunos de estos problemas atendiendo a diferentes lí-
neas de evidencia, en su mayoría relacionadas con investigaciones propias recientes.
En primer lugar, se tratan generalidades de los patrones de asentamiento en el sector
central de las sierras de Córdoba, de acuerdo a los datos obtenidos por un programa de
prospecciones intensivas, con referencias puntuales sobre la variabilidad microam-
biental y sobre la ocupación de las tierras potencialmente cultivables. Luego se pre-
senta información preliminar sobre el consumo de plantas cultivadas, en su mayor parte
resultado de los primeros estudios arqueobotánicos efectuados en la región. Por último,
se consideran evidencias directas de cultivo a partir del análisis de un rasgo detectado
en Arroyo Tala Cañada 1, un sitio tardío del valle de Salsacate.
En las últimas dos secciones se considera el problema de la dispersión agrícola en
la región a partir del análisis e integración de estos datos, con apoyo en la información
disponible sobre dos sistemas agrícolas de características similares y cercanos en el
tiempo y/o espacio: la agricultura campesina contemporánea y la agricultura indígena
practicada durante el período colonial temprano.
VARIABILIDAD AMBIENTAL Y USO DEL ESPACIO EN EL SECTOR CENTRAL DE LAS SIERRAS DE CÓRDOBA
En los últimos años, el proyecto PIP CONICET 02433, bajo la dirección de Eduardo
Berberián, desarrolló un programa de prospecciones intensivas en el sector central de
las Sierras de Córdoba. Las mismas se llevaron a cabo en distintas microrregiones y
hasta el momento alcanzaron una amplia cobertura, de más de 500 km2. Estas tareas
permitieron reconocer unos 700 sitios arqueológicos de diferentes períodos prehispá-
nicos, así como registro de baja densidad -pequeñas concentraciones, hallazgos aisla-
dos-. A diferencia de los trabajos sobre sitios puntuales (Berberián 1984; Marcellino et
al. 1967) o de las prospecciones de reducida magnitud (Laguens 1999), la información
obtenida por este programa permite una aproximación inicial aunque firme a la varia-
bilidad del registro arqueológico a escala regional.
El sector central de las sierras de Córdoba (Figura 1) comprende diferentes micro-
ambientes, no todos ellos apropiados para el tipo de producción agrícola al que aluden
las fuentes históricas. Ésta pudo desarrollarse en los piedemontes, valles y quebradas
de altitud baja y media -400 a 1400 msnm-, dada la convergencia de condiciones favo-
rables en cuanto a suelos, precipitaciones -600 a 900 mm anuales-, temperaturas -me-
dias de 16 a 18º C.- y la existencia de una red hídrica permanente, entre otros (Vázquez
et al. 1979). Sin embargo, las superficies cultivables representan un reducido porcentaje
del total, ya que predomina una accidentada topografía serrana. La mayor parte de las
consideraciones sobre la agricultura prehispánica en el sector central de las sierras de córdoba // 211
tierras agrícolas se localiza en los fondos de valle, donde también se concentran los
bosques de algarrobo (Prosopis spp.) y los principales cursos de agua. Mas allá de los
fondos de valle los terrenos son poco extensos y de distribución discontinua. Se debe
destacar que los mismos ofrecen diferentes condiciones para la producción agrícola, ya
que varían sus altitudes, pendientes, orientaciones, suelos, humedad, exposición a las
heladas, horas de sol, etc.
Por otra parte, los faldeos, altiplanicies y cumbres del cordón serrano central o Sie-
rras Grandes -1100/1400 a 3000 msnm- presentan condiciones adversas, especialmente
por las bajas temperaturas -medias de 10 a 12º C.- y el extenso período de heladas -casi
10 meses-. En estas zonas de altura se originan las cuencas hídricas de régimen per-
manente que favorecieron el desarrollo agrícola en las áreas más bajas, mencionadas en
primer término. Las mismas cuentan con una cobertura de arbustos y extensos pasti-
zales, que sostuvieron especies faunísticas de importancia como los guanacos (Lama
guanicoe) y venados de las pampas (Ozotoceros bezoarticus).
Por último, los encadenamientos del cordón occidental -Sierras de Pocho, Guasa-
pampa y Serrezuela-, así como los valles, bolsones y piedemontes cercanos -300 a 900
msnm- muestran una acentuada aridez, con suelos pobres y disponibilidad hídrica es-
casa y estacional. Las precipitaciones anuales no alcanzan los 400 mm, normalmente
acumulados en unas pocas tormentas torrenciales de verano. Esto último, junto a la
acentuada evapotranspiración provocada por las altas temperaturas, establece condi-
ciones adversas para el desarrollo de una agricultura a secano. El bosque chaqueño pro-
vee variados frutos comestibles -algarrobo, chañar (Geoffroea decorticans), mistol
(Zizyphus mistol)-, mientras que las áreas de vegetación abierta, localizadas en las pla-
nicies aledañas que descienden hacia las Salinas Grandes -200 msnm-, son habitadas
por guanacos y ñandúes (Rhea americana).
El poblamiento de la región se remonta a la transición Pleistoceno-Holoceno, con
episodios de exploración entre 11.000 y 9000 AP y una fase de colonización efectiva
entre 8000 y 7000 AP. En todos los sectores de las sierras se localizan sitios pequeños y
hallazgos aislados atribuidos a este último período, con las características puntas de
proyectil de tipo Ayampitín y la tecnología bifacial asociada. La mayoría de los sitios se
encuentra en las altiplanicies y cumbres de las Sierras Grandes, consistentemente con
un modo de vida estructurado en torno a la cacería del guanaco (Rivero 2007; Rivero y
Berberián 2008).
Se observan cambios significativos durante el período estimativamente compren-
dido entre fines del Holoceno Medio y comienzos del Tardío, entre 4500 y 1500 AP. Se
reconoce una ocupación más intensa de los fondos de valle, con la presencia de exten-
sos sitios residenciales -hasta 1 ha de superficie (Pastor 2007a)-. Entre los diferentes
restos se destacan las puntas de proyectil triangulares, abundantes artefactos de mo-
lienda y enterratorios. A diferencia de los sitios del Holoceno Temprano, que sugieren
la existencia de grupos pequeños y muy móviles, éstos del Holoceno Medio y comien-
zos del Tardío acusarían una cierta disminución de la movilidad residencial y un au-
mento en el tamaño de los grupos co-residentes. En tal sentido, es probable que se
produjera una fase de fusión durante la estación estival, vinculada al aprovechamiento
de recursos chaqueños como la algarroba.
consideraciones sobre la agricultura prehispánica en el sector central de las sierras de córdoba // 213
FIGURA DOS
Sitios arqueológicos del fondo del valle de Punilla y tramos finales de algunas quebradas tributarias,
arriba, y del fondo del valle de Salsacate y quebrada de Pitoba, abajo.
consideraciones sobre la agricultura prehispánica en el sector central de las sierras de córdoba // 215
FIGURA TRES
Sitios arqueológicos del oriente del valle de Salsacate y faldeos de las cumbres de Gaspar, arriba, y del oriente del valle
de Salsacate, Musi y Cerro La Higuerita, abajo.
216 // pastor y lópez . capítulo nueve
FIGURA CUATRO
textos de descarte. Un cotiledón de Phaseolus vulgaris var. vulgaris de ATC1 fue datado en 1028
± 40 14C AP (AA-64820; cal. AD 95% 901-1150), mientras que otro cotiledón de la misma
especie, procedente de C.Pun.39, cuenta con una fecha de 525 ± 36 14C AP (AA-64819;
cal. AD 95% 1327-1441).
Los microfósiles aportan un valioso registro ya que proceden de contextos claros de
procesamiento y consumo. El maíz está representado en C.Pun.39 y PE1 por silicofito-
litos estróbilo de cabeza ondulada (wavy top rondel) y de cabeza encrespada (ruffle-top
rondel), hallados enteros entre las sustancias carbonosas adheridas a las paredes inter-
nas de fragmentos cerámicos. En C.Pun. 39 también fueron observados sobre las su-
perficies de molinos, en este caso fragmentados como consecuencia de la actividad de
molienda. En ATC1 se registraron silicofitolitos estróbilo de cabeza ondulada (wavy top
rondel) y de cabeza encrespada (ruffle-top rondel) en sedimentos extraídos de contextos
de descarte. Finalmente, un tercer taxón identificado en fragmentos cerámicos de
C.Pun.39 y entre los sedimentos de ATC1 es una cucurbitácea (Cucurbita sp.), con el
morfotipo esferas facetadas (spherical facetate; Bozarth 1987), indicativo del consumo
del fruto y descarte de la corteza (Figura 4)1.
EL ESPACIO PRODUCTIVO
Como mencionamos, los sitios residenciales del Período Tardío no presentan estructu-
ras arquitectónicas reconocibles en superficie. Se los considera poblados o caseríos de-
bido a que en diferentes ocasiones se detectaron viviendas semi-subterráneas o rasgos
que permiten inferir su presencia. En Potrero de Garay, el sitio mejor conocido corres-
pondiente a fines del período prehispánico, los recintos se agrupaban sobre una suave
lomada del fondo del valle de Los Reartes (Berberián 1984). Se observaron concordan-
cias con las descripciones de las fuentes históricas tempranas, aún en detalles como el
acceso a través de rampas o la inclusión de tumbas debajo de los pisos (Pastor y Ber-
berián 2007). Estas mismas fuentes se refieren a la íntima articulación entre los espa-
cios habitacionales y productivos. Por ejemplo el cronista Diego Fernández (1571), al
destacar el carácter semi-subterráneo de las viviendas de los habitantes de las sierras de
Córdoba, señalaba que los poblados no parecían tales a la distancia a no ser “por los
maizales”, que superaban la altura de las habitaciones (citado por Berberián 1987).
El sitio ATC1 corresponde a un pequeño poblado localizado en el sector oriental del
valle de Salsacate, próximo a los faldeos de las cumbres de Gaspar, a 1325 msnm (Fi-
guras 1, 3 y 5; Pastor 2007-2008). Se emplaza sobre un terreno cultivable de reducida ex-
tensión, recorrido por un curso estacional afluente del arroyo Tala Cañada. La dispersión
de restos superficiales, principalmente fragmentos cerámicos y desechos de talla, al-
canza la media hectárea. En rocas diseminadas se localizaron tres morteros y un mo-
lino fijos. La excavación de un área de 4 m2 permitió detectar un piso consolidado a
0,60 m de profundidad, al que se asociaban restos cerámicos y faunísticos en posición
horizontal, así como dos posibles agujeros de poste. Este contexto, interpretado como
un espacio interior o adyacente a una vivienda, cuenta con una fecha de 900 ± 70 14C
AP (LP-1511; cal. AD 95% 1000-1277), obtenida por C14 convencional a partir de una
muestra de carbón.
A sólo ocho metros de distancia se excavaron otros 6 m2. Entre los 0,25 y 0,40 m de
220 // pastor y lópez . capítulo nueve
FIGURA CINCO
Panorámica desde los faldeos de las cumbres de Gaspar.
Disposición y reconstrucción hipotética a partir de los razgos detectados en las excavaciones.
La forma y dimensiones de la vivienda en base a Berberián (1984).
consideraciones sobre la agricultura prehispánica en el sector central de las sierras de córdoba // 221
FIGURA SEIS
Sitio Arroyo Tala Cañada 1. Parcela Arqueológica.
222 // pastor y lópez . capítulo nueve
retroceso. En tal sentido, es claro el contraste entre la situación presente y las superficies
cultivadas a principios del siglo XX, según las estimaciones de Río y Achával (1904). Al-
gunas de sus características nos son conocidas por numerosos testimonios que hemos
obtenido, como parte de nuestras investigaciones, entre antiguos pobladores de zonas
donde ya no se cultiva, además de observaciones directas en otras donde estas prácticas
aún persisten, como es el caso del sudoeste del valle de Salsacate (Medina y Pastor 2006).
Para las Sierras de San Luis son valiosos los aportes de Ochoa de Masramón (1977).
Se trata de una agricultura a secano, poco tecnificada, basada en el policultivo y en el
uso simultáneo de parcelas espacialmente discontinuas. En el sudoccidente de Salsacate
las familias cultivan distintas parcelas localizadas en terrenos con diferentes condiciones
para la producción. Atendiendo a numerosas variables, los agricultores evalúan la pro-
ductividad de cada parcela disponible y las ordenan jerárquicamente, lo cual implica con-
siderar para cada una de ellas ventajas y desventajas. Por ejemplo, si se compara la
situación de las quebradas altas y del fondo de valle, en las primeras se presentan redu-
cidas extensiones cultivables y temperaturas más bajas, aunque los suelos retienen la hu-
medad por más tiempo -circunstancia decisiva en los años secos- y en general reciben un
menor impacto directo de las heladas, que tienden a depositarse en los terrenos bajos.
Normalmente se practica una roturación escalonada. Las parcelas comienzan a ser tra-
bajadas con el inicio de la temporada de lluvias -septiembre/octubre-, una tras otra res-
petando la jerarquización relativa a sus condiciones percibidas de productividad. En años
lluviosos se pueden sembrar varias chacras, según la cantidad de tierras y la mano de obra
disponibles, mientras que en años secos puede cultivarse sólo una o incluso ninguna.
El principal cultivo es el maíz. En las últimas décadas se ha registrado la utilización
de pocas variedades (vg. blanco, amarillo, pisingallo, moro, pinchudo y capia; Medina y
Pastor 2006; Ochoa de Masramón 1977), aunque recogimos información oral sobre la
primera mitad del siglo XX, que indican que algunas familias utilizaban más de 10. Más
allá de los aspectos nutricionales, algunas variedades presentan diferencias en los rit-
mos de maduración o una mayor resistencia relativa a la escasez de agua. Estas carac-
terísticas resultan estratégicas, ya que permiten distribuir las tareas a lo largo del tiempo
-evitando la demanda concentrada de fuerza de trabajo- así como enfrentar factores de
riesgo ambiental, entre ellos, las sequías o las heladas tempranas. Otras especies culti-
vadas en las mismas parcelas son las Cucurbita de diferentes especies -angola (Cucur-
bita mixta), anko (C. moschata) y criollo (C. maxima)-, porotos, sandías (Citrullus lanatus),
melones (Cucumis melo), y en San Luis también girasol (Helianthus annuus), en especial
“para entretener a los loros y catas” (Cyanoliseus patagonus, Bolborhynchus sp.; Ochoa de
Masramón 1977).
La exploración y conquista de las Sierras de Córdoba por parte del imperio español
se produjo durante el siglo XVI. Transcurridas algunas décadas tras la instalación del
régimen colonial, las fricciones interétnicas desestructuraron a las comunidades indí-
genas y junto a ellas a la agricultura aborigen. A través de su saqueo sistemático, la pro-
ducción agrícola nativa fue una de las bases aprovechadas por los españoles para
explorar y más tarde someter al territorio y sus habitantes (Berberián 1987; Piana de
Cuestas 1992). La guerra de conquista y los posteriores desmembramientos de pue-
blos y familias, así como la imposición del servicio personal, afectaron profundamente
consideraciones sobre la agricultura prehispánica en el sector central de las sierras de córdoba // 225
a la agricultura que, al igual que toda la cultura local, sufrió un profundo impacto. Se
debe recordar, por ejemplo, que el abandono de las prácticas agrícolas y la dispersión
fueron respuestas frecuentes de la población indígena para evadir la presión impuesta
por los conquistadores (Montes 2008).
A pesar de tratarse de un contexto de rápidas transformaciones, del carácter fragmen-
tario de los datos y de la escasez de estudios sobre el problema, podemos identificar las
principales características de la A.In. a fines del siglo XVI. Se puede sostener, en tal sen-
tido, que el secano, la dispersión de parcelas y el policultivo constituyeron rasgos funda-
mentales de dicho sistema productivo. Las fuentes aluden al cultivo de numerosas
especies como el maíz, zapallos, frijoles (Phaseolus sp.), quinua (Chenopodium sp.), mani (Ara-
chis hypogaea) y camote (Ipomea batatas o quizás Solanum sp.; vg. Bibar 1558; Sotelo de
Narváez 1582; citados por Berberián 1987). No hay menciones acerca de obras de in-
fraestructura productiva -vg. andenes, regadíos-; por el contrario, se encuentran algunas
afirmaciones más o menos explícitas sobre su inexistencia (por ejemplo Sotelo de Narváez
1582, citado por Berberián 1987; Archivo Histórico de Córdoba -AHC-, Escribanía 1 -E1-
Legajo 1 -L1-, Expediente 10 -E10-, año 1586, citado por Piana de Cuestas 1992)3.
La Relación Anónima de 1573 señalaba que los indígenas de las sierras eran “gran-
des labradores, que en ningun cabo hay aguas o tierra bañada que no la siembren por gozar
de las sementeras” (citada por Berberián 1987). Creemos que dicha afirmación no podría
ser vinculada a una estrategia de intensificación agrícola. Por el contrario, daría cuenta
de una producción a secano, con el trabajo simultáneo en numerosas parcelas o chaca-
ras dispersas en el paisaje, aprovechando diferentes tipos de terreno. Ya vimos que las
fuentes describen maizales cercanos a los poblados y viviendas (Fernández 1571, citado
por Berberián 1987), pero también hacen referencia a chacaras ubicadas a cierta distan-
cia, en las cañadas, huaycos y laderas de cerros. En un proceso judicial de 1581, corres-
pondiente a la zona de Los Reartes, un testigo declaraba haber visto “en la dicha cañada
habrá quatro años poco más o menos cinco o seis chacaras de los dichos yndios” (Bixio y Ber-
berián 1984). En el valle de Punilla algunos grupos autorizaban a sus parientes a sem-
brar en sus tierras, debido a que estos últimos buscaban para dicho fin ciertos “parajes
más calidos” localizados a orillas del arroyo Culanpacaya (Piana de Cuestas 1992). En el
marco de las averiguaciones ordenadas en un proceso judicial de 1586, los caciques del
pueblo de Saldán, al oriente de las Sierras Chicas, informaron sobre algunas tierras que
les pertenecían pero no cultivaban. Ellos declararon que, por no contar con regadíos, de-
bían colocar sus chacaras en diferentes lugares, “segun como van los años”, para poder
obtener cosechas (Piana de Cuestas 1992).
El conjunto de datos permitiría sostener, en síntesis, que tanto la A.Ca. como la A.In.
constituyeron pequeños sistemas productivos integrados a economías diversificadas
que, respectivamente, encontraron un fuerte apoyo en la actividad pastoril y en la caza
y recolección. Más allá de sus particularidades, ambos sistemas compartieron rasgos
fundamentales como el policultivo, la escasa tecnificación y el uso simultáneo de par-
celas discontinuas. En ambos casos parece manifiesta la existencia de una lógica cam-
pesina orientada hacia la minimización del riesgo productivo a través de la
diversificación, tanto de las actividades económicas, como en lo relativo al uso de dis-
tintas especies y variedades domesticadas y diferentes tipos de terrenos cultivables.
226 // pastor y lópez . capítulo nueve
DISCUSIÓN Y CONCLUSIONES
Nuestro objetivo para esta etapa de la investigación ha sido avanzar sobre dos proble-
mas: 1) evaluar si efectivamente el registro arqueológico prehispánico puede ser rela-
cionado con la existencia de prácticas agrícolas, desde cuándo y según cuáles
indicadores; y 2) en caso afirmativo, delinear las características y el significado econó-
mico del sistema productivo.
Ya vimos que el registro arqueológico del Holoceno Tardío muestra cambios en la or-
ganización de los cazadores-recolectores, muchos de ellos directa o indirectamente vin-
culados al proceso de dispersión agrícola. Las transformaciones parecen desarrollarse
en forma paulatina y sólo al final de la secuencia se presentan datos más concretos
sobre una producción local (apropiación de tierras agrícolas y un probable rasgo defi-
nido como una parcela de cultivo).
En la mayoría de sus aspectos, los contextos datados entre 2500 y 1500 AP muestran
similitudes con aquellos pertenecientes a momentos más tempranos, con anteceden-
tes que se remontan hasta 4500 AP. Se observan persistencias a nivel de estilos tecno-
lógicos, del tipo de uso de algunas localidades y en cuanto al aprovechamiento de los
recursos silvestres. Sobre esta base fundamentalmente continua se confirman dos in-
novaciones: 1) el consumo de maíz, documentado desde ca. 2500 AP; y 2) la utilización
de recipientes cerámicos en casi todos los sitios con fechas posteriores a 2000 AP, aun-
que evidenciada por muy escasos tiestos (Austral y Rocchietti 1995; Gambier 1998).
Se plantea que estas transformaciones muestran facetas de la inserción de los caza-
dores-recolectores serranos en redes de interacción macrorregionales, activadas o más
posiblemente expandidas a lo largo de este período. A través de las mismas, los habi-
tantes de las sierras habrían accedido a recursos exóticos como el maíz y quizás otras
plantas cultivadas, como así también a recipientes cerámicos y/o los conocimientos téc-
nicos necesarios para su elaboración.
Hacia 2500/2000 AP, el espacio macrorregional -por entonces en formación a través
del sostenimiento de dichas interacciones- habría integrado a: a) sociedades agriculto-
ras asentadas en la porción norte del Centro Oeste Argentino (COA), la subárea valli-
serrana del Noroeste Argentino (NOA) y quizás más tardíamente en el Chaco
santiagueño (Bárcena 2001; Gambier 1977; Olivera 2001; Togo 2007), al oeste, noroeste
y norte de las Sierras de Córdoba; b) grupos cazadores-recolectores en el sur del COA,
quienes obtendrían variados cultígenos por medio de intercambios con sus vecinos agri-
cultores septentrionales (Gil 2006); y c) grupos cazadores-recolectores en las tierras bajas
orientales y sudorientales, que desarrollaban procesos locales de intensificación, con in-
cremento de las interacciones macrorregionales y un amplio dominio de las técnicas al-
fareras (González 2005; Politis y Madrid 2001; Politis et al. 2001; Rodríguez y Ceruti 1999).
Se entiende que el desarrollo agrícola sobre la vertiente oriental andina, al norte de
los 35º S, habría favorecido la circulación y consumo de cultígenos entre grupos caza-
dores-recolectores que habitaban regiones, por entonces no productivas, que se exten-
dían hacia el sur (Gil 2006) y hacia el oriente en las Sierras de Córdoba (Pastor 2008).
Las características de dichas redes de interacción, así como el tipo de relaciones -eco-
nómicas, políticas, rituales, etc.- que las sustentaban, son problemas que exceden los lí-
mites de este artículo y, en general, las posibilidades de la información disponible.
consideraciones sobre la agricultura prehispánica en el sector central de las sierras de córdoba // 227
Estos datos arqueológicos, relacionados con las distintas consecuencias materiales es-
timadas u observadas para el caso de la A.Ca. y la A.In., permiten atribuir a la A.Pr. al-
gunas características generales como el policultivo, el secano y la dispersión de parcelas.
El hallazgo de restos pertenecientes a diferentes especies y variedades vegetales do-
mesticadas -maíz, zapallo, poroto común y poroto pallar- constituye un indicio del pri-
mero. La continuación de los estudios arqueoboánicos, en particular de microfósiles,
permitirá ampliar esta lista en el futuro e incrementar las evidencias directas de pro-
ducción local. El estudio de la parcela arqueológica de ATC1, por su parte, aportó in-
formación sobre el cultivo de maíz y poroto en un mismo espacio.
Con respecto al secano, no se han detectado hasta el momento elementos que su-
gieran una alta tecnificación del sistema productivo. No se registran, como dijimos,
obras de regadío ni dispositivos destinados a la retención de suelos. Consistentemente
con el contexto general, los espodogramas de gramíneas silvestres hallados en la par-
cela de ATC1 acusan una agricultura basada en el aporte hídrico de las precipitaciones,
a lo sumo complementada con el riego manual esporádico.
Finalmente, la presencia de sitios en una cantidad y variedad de terrenos cultivables
daría cuenta del uso de parcelas diseminadas en el paisaje, bajo un sistema de barbechos
prolongados, posiblemente alternando en el largo plazo el uso residencial y agrícola de
los mismos espacios4. Las descripciones emanadas de la Relación Anónima (1573) en-
cuentran una firme correspondencia con la distribución de sitios prehispánicos tardíos:
“Las poblaciones tienen muy cercanas unas de otras, que por la mayor parte á legua y á
media legua y á cuarto y á tiro de arcabuz y á vista una de otra… Son los pueblos chicos, quel
mayor terná hasta cuarenta casas y hai muchos de á treinta y á veinte y á quince y á diez y á
menos… [los indios] son grandes labradores, que en ningun cabo hay aguas o tierra bañada
que no la siembren por gozar de las sementeras…” (citada por Berberián 1987).
Se trata de la misma situación que resumía Aníbal Montes (1944), cuando afirmaba
haber “explorado centenares de paraderos indígenas de superficie y puedo asegurar, que no
hay chacra cercana al agua en las sierras, que no sea uno de dichos paraderos”.
Aquí también encontraríamos la lógica de minimización del riesgo productivo a tra-
vés de la diversificación económica.Ya vimos que la intensificación de las actividades de
caza y recolección está claramente documentada a una escala regional, con una im-
portante ocupación de los diferentes microambientes serranos y el aprovechamiento
de variados recursos silvestres -vg. camélidos, cérvidos, fauna menor, huevos de Rhea,
frutos chaqueños (Medina 2008; Pastor 2005, 2007a, 2007b, 2007-2008; Recalde 2007-
2008, 2009)-. Claramente, la intensificación de las prácticas extractivas fue un proceso
inseparable e íntimamente articulado con la adopción de la agricultura, lo cual justifica
la definición de una economía prehispánica tardía de tipo mixto (Pastor 2007a).
La información recuperada muestra que la dispersión agrícola en las Sierras de Cór-
doba comprendió un proceso prolongado, complejo, con diferentes etapas, no todas
ellas definidas por una producción local. La A.Pr. se extendió por los piedemontes, va-
lles, quebradas y aún altiplanicies entre los 400 y 1400 msnm, con posterioridad a ca.
1100/1000 AP. Desde hacía siglos, los cazadores-recolectores estaban implicados en pro-
cesos locales de intensificación productiva, con una mayor incidencia de las interacciones
macrorregionales y acceso a vegetales cultivados como el maíz.
consideraciones sobre la agricultura prehispánica en el sector central de las sierras de córdoba // 229
Ningún elemento sugiere que la A.Pr. o la A.In. pudieran ser caracterizadas como produc-
ciones máximas y óptimas, con tecnología de riego y uso simultáneo de la totalidad de te-
rrenos cultivables (Laguens 1999). Por el contrario, se presentan como agriculturas de muy
pequeña escala, integradas a economías domésticas altamente diversificadas.
Como ocurre con la A.Ca. y la A.In., la A.Pr. debió distinguirse por la limitada inver-
sión de trabajo, con una baja productividad y elevados niveles de pérdida. Con respecto
a la A.In., Piana de Cuestas (1992) estimó que, durante el período 1573-1620 AD, ocu-
rrieron crisis agrícolas en uno de cada tres años. Las mismas se desencadenaron por el
accionar aislado o combinado de diferentes factores como plagas, tormentas torrencia-
les, granizo, heladas y sequías. La dispersión en busca de sustento en los montes o en
las vertientes de la sierra de Viarapa -nombre dado en aquella época a las Sierras Gran-
des-, eran las respuestas más comunes ante el fracaso de la producción agrícola (AHC,
E1, L1, E5 -años 1584/85-; AHC, E1, L4, E2 -año 1592-; referencias en Bixio y Berberián
1984; Martín de Zurita 1983; Montes 2008 y Piana de Cuestas 1992).
Otra importante fuente de inseguridad con respecto al aporte agrícola derivaba de
las guerras intergrupales y los subsiguientes saqueos de la producción. Para el caso de
la A.In., ya señalamos que el saqueo de las cosechas fue una de las bases de la empresa
de exploración y conquista europea. Así por ejemplo, el conquistador Hernán Mejía Mi-
rabal señalaba en su informe de servicios haber obtenido sustento para los pobladores
del asiento español, saliendo en muchas ocasiones por orden del gobernador con gente
de guerra y retornando al fuerte con “tres mil fanegas de maiz, frijoles y zapallos” (citado
por Piana de Cuestas 1992). Dicho testimonio muestra que, si bien no sería posible de-
finir a la agricultura como la base de la organización económica, o sostener el desarro-
llo de una estrategia de intensificación agrícola, las prácticas productivas aportaban
significativos recursos a la economía indígena durante el siglo XVI.
En los tiempos coloniales y poscoloniales, las economías campesinas mantuvieron
la pequeña agricultura, aunque el eje de las mismas se desplazó desde la caza y reco-
lección hacia las actividades pastoriles. Dichas economías integraron las prácticas agrí-
colas a su lógica de diversificación, sólo que la ocupación de nuevos territorios o el
aprovechamiento de recursos silvestres hasta entonces poco considerados dejaron de
constituir opciones, y todo intento de diversificación debió desarrollarse en articulación
con el estado y sus sociedades urbanas. Así, en el sudoeste de Salsacate, las actividades
pastoriles y agrícolas se complementan en la actualidad con el trabajo asalariado, la
percepción de planes de asistencia estatal y la venta de leña o artesanías en hojas de
palma (Trithrinax campestris). En síntesis, y aún cuando desconocemos cómo se articu-
laron los cambios y continuidades en torno al proceso que conectó a las A.Pr., A.In. y
A.Ca., creemos detectar rasgos comunes que en ningún caso acusan un centralismo o
intensificación de la estrategia agrícola.
En las últimas décadas, el avance sobre los territorios campesinos y los nuevos tér-
minos de interacción han provocado profundas transformaciones, entre ellas el acele-
rado abandono de la agricultura basada en técnicas tradicionales, que hoy sólo subsiste
en puntos aislados de las sierras. Es posible que en el sudoeste del valle de Salsacate do-
cumentáramos una de las últimas expresiones de la A.Ca. En 2007 algunas familias de-
jaron de trabajar las chacras, luego que una empresa minera interesada en ejecutar un
230 // pastor y lópez . capítulo nueve
estudio detallado del subsuelo negociara desde su posición ventajosa el arriendo de las
tierras. El desafío para estas familias no será otro más que enfrentar un mundo que
hace tiempo dejó de ser como era…
NOTAS 1. Las medidas de los silicofitolitos asignados a Cucur- existentes en el pueblo de Quilino, con las que sus habitantes
bita sp. son inferiores a las consideradas diagnósticas para habrían regado los cultivos (Montes 2008). En aquella época
las especies domesticadas de dicho género. Sin embargo, se Quilino constituía una importante formación política -en la es-
debe tener en cuenta que los zapallos silvestres, en especial
C. maxima ssp. andreana (maleza), cuya distribución abarca cala regional- y un fértil oasis agrícola, que se auto-asignó en
el centro de Argentina, no son aptos para el consumo humano encomienda el gobernador J. L. de Cabrera, como el más pingüe
por su sabor amargo. Nos inclinamos por suponer que los sili- repartimiento de la jurisdicción. Otras referencias muy aisladas
cofitolitos arqueológicos pertenecieron a vegetales domestica- sobre regadíos (Montes 2008) se vinculan, al igual que Quilino,
dos y consumidos. Es importante destacar, en tal sentido, que con comarcas de las sierras del Norte de Córdoba, sector de la
su presencia fue observada concretamente entre las sustan-
cias adheridas a tiestos, así como su completa ausencia en el provincia al que no extendemos las presentes consideraciones
sedimento testigo. sobre la A.Pr. y la A.In.
4.
2.
Las diferencias entre los espodogramas del sedimento testigo Los resultados de las investigaciones en C.Pun.39, un extenso
y los del sedimento arqueológico podrían ser relacionadas con el sitio emplazado en el norte del valle de Punilla (Figura 1; Medina
riego manual esporádico. En el sedimento arqueológico se ob- 2008), avalan este planteo. Según los fechados radiocarbóni-
tienen espodogramas con tres, cuatro y cinco células en mayor cos el mismo fue utilizado a lo largo de varios siglos, aunque
porcentaje que en el testigo, lo que indicaría una incorporación con eventos de abandono durante los cuales crecían malezas
extra de sílice, posiblemente a través de este medio. Los datos características de los sitios que sufrieron el impacto y pertur-
paleoclimáticos para la región de estudio y para el período en bación antrópica (de acuerdo a información polínica; Medina et
cuestión dan cuenta de un evento subhúmedo y templado, con al. 2008). La escasa inversión arquitectónica, constatada a es-
características similares a las actuales, aunque con inviernos cala regional, apunta en el mismo sentido. La acentuada movi-
más moderados, mayores precipitaciones y un gran excedente lidad residencial de los aborígenes serranos fue recurrentemente
hídrico (Medina 2008). En términos de la interpretación de los destacada por las fuentes coloniales tempranas, por ejemplo
espodogramas, dicha situación ambiental reforzaría la pro- por un testigo español, quien declaraba que se trataba de “gente
puesta de una agricultura a secano ya que, siguiendo a Rosen fazil de moverse de una parte a otra” (citado por Piana de Cues-
y Weiner (1994), la ambigüedad en cuanto a la interpretación tas 1992). Los datos arqueológicos disponibles tienden a debi-
se presentaría ante la aparición de silicofitolitos multicelulares litar la imagen de estabilidad residencial o sedentarismo,
con más de 10 células. tradicionalmente asociada a la utilización de estos sitios (Ber-
3.
Se conoce una referencia temprana (1573) sobre dos cequias berián 1984; Laguens y Bonnín 2009).
consideraciones sobre la agricultura prehispánica en el sector central de las sierras de córdoba // 231
REFERENCIAS CITADAS:
Aparicio, F. 1936. La antigua provincia de los Comechingones. En Historia de la Nación Argentina Vol. I, editado por
la editado por la Junta de Historia y Numismática Americana, pp. 389-428. Buenos Aires.
Austral, A. y A. Rocchietti. 1995. Arqueología de la pendiente oriental de la sierra de Comechingones. En Actas y Me-
morias del XI Congreso Nacional de Arqueología Argentina Vol. 10, pp. 61-80. San Rafael, Mendoza.
Babot, P.; N. Oliszewski y A. Grau. 2007. Análisis de caracteres macroscópicos y microscópicos de Phaseolus vul-
garis (Fabaceae, Faboideae) silvestres y cultivados del Noroeste argentino. Una aplicación en arqueobotánica. Dar-
winiana 45 (2):149-162.
Bárcena, J. 2001. Prehistoria del Centro-oeste Argentino. En Historia Argentina Prehispánica Vol. II, editado por E.
Berberián y A. Nielsen, pp. 561-634. Editorial Brujas, Córdoba.
Berberián, E. 1984. Potrero Garay: una entidad sociocultural tardía de la región serrana de la provincia de Córdoba
(Rep. Argentina). Comechingonia 4:71-138.
1987. Crónicas del Tucumán. Siglo XVI. Editorial Comechingonia, Córdoba.
1999. Sierras Centrales. En Nueva Historia de la Nación Argentina Vol. I, editado por la Academia Nacional de la His-
toria, pp. 135-158. Editorial Planeta, Buenos Aires.
Berberián, E. y F. Roldán. 2001. Arqueología de las Sierras Centrales. En Historia Argentina Prehispánica Vol. II, edi-
tado por E. Berberián y A. Nielsen, pp. 635-691. Editorial Brujas, Córdoba.
2003. Limitaciones a la producción agrícola, estrategias de manejo de terrenos cultivables y ampliación de la dieta
en comunidades formativas de la región serrana de la Provincia de Córdoba. Relaciones de la Sociedad Argentina
de Antropología (NS) 28:117-131.
Bixio, B. y E. Berberián. 1984. Etnohistoria de la región de Potrero de Garay (Pcia. de Córdoba - Rep. Argentina). Co-
mechingonia 3:11-46.
Bonnín, M. y A. Laguens. 2000. Esteros y algarrobales. Las sociedades de las Sierras Centrales y la Llanura Santia-
gueña. En Nueva Historia Argentina. Tomo I: Los pueblos originarios y la Conquista, editado por M. Tarragó, pp. 147-
186. Editorial Sudamericana, Barcelona.
Bozarth, S. 1987. Diagnostic opal phytoliths from rinds of selected Cucurbita species. American Antiquity 52(3):607-615.
1990. Diagnostic opal phytoliths from pods of selected varietes of common beans (Phaseolus vulgaris). American An-
tiquity 55(1):98-104.
1993. Maize (Zea mays) cob phytoliths from a central Kansas great bend aspect archaeological site. Plains Anthro-
pologist. Journal of the Plains Anthropological Society 38(146):279-286.
Cámara Hernández, J. y J. Rossi.1968. Maíz arqueológico de Cafayate, Salta. Boletín de la Sociedad Argentina de
Botánica 12:234-242.
Canals Frau, S. 1953. Las poblaciones indígenas de la Argentina. Editorial Sudamericana, Buenos Aires.
Cocilovo, J. 1984. Una aproximación al conocimiento de la población prehistórica de la provincia de Córdoba. Co-
mechingonia 3:85-104.
Esau, K. 1993. Anatomía de las plantas con semillas. Editorial Hemisferio Sur, Buenos Aires.
Fabra, M.; Laguens, A. y D. Demarchi. 2006. Inferencias paleodietarias a partir de evidencias isotópicas en pobla-
ciones humanas del sector austral de las Sierras Pampeanas del Holoceno tardío. Trabajo presentado al Taller Ar-
queología e isótopos estables en el sur de Sudamérica. Discusión e integración de resultados. Malargüe, Mendoza.
ms.
Gambier, M. 1977. La cultura de Ansilta. Instituto de Investigaciones Arqueológicas y Museo, Universidad Nacional
de San Juan, San Juan.
1998. Arqueología de la Sierra de San Luis. Instituto de Investigaciones Arqueológicas y Museo, Universidad Nacio-
nal de San Juan, San Juan.
Gil, A. 2006. Arqueología de La Payunia (Mendoza, Argentina). El poblamiento humano en los márgenes de la agri-
cultura. BAR, International Series 1477, Oxford.
232 // pastor y lópez . capítulo nueve
González, A. 1943. Arqueología del yacimiento indígena de Villa Rumipal (Provincia de Córdoba). Publicaciones del
Instituto de Aqueología, Lingüística y Folklore, Número V, Universidad Nacional de Córdoba.
1960. La estratigrafía de la gruta de Intihuasi (Prov. de San Luis, R.A.) y sus relaciones con otros sitios precerámi-
cos de Sudamérica. Revista del Instituto de Antropología I:1-290.
González, A. y J. Pérez. 1972. Argentina indígena. Vísperas de la conquista. Editorial Paidós, Buenos Aires.
González, M. 2005. Arqueología de alfareros, cazadores y pescadores pampeanos. Sociedad Argentina de Antropo-
logía, Buenos Aires.
Laguens, A. 1999. Arqueología del contacto hispano indígena. Un estudio de cambios y continuidades en las Sierras
Centrales de Argentina. BAR, International Series 801, Oxford.
2000. La recolección de la algarroba en la economía indígena del norte de Córdoba. En En los tres reinos: prácticas
de recolección en el cono sur de América, editado por C. Aschero, M. Korstanje y P. Vuoto, pp. 187-196. Ediciones
Magna, San Miguel de Tucumán.
Laguens, A. y M. Bonnín. 2009. Sociedades indígenas de las Sierras Centrales. Arqueología de Córdoba y San Luis.
Editorial de la Universidad Nacional de Córdoba, Córdoba.
Marcellino, A. 1992. Síntesis historiográfica de los estudios antropológicos en la provincia de Córdoba. Cuadernos
de Historia 11:11-46.
Marcellino, A.; Berberián, E. y J. Pérez. 1967. El yacimiento arqueológico de Los Molinos (Dpto. Calamuchita - Cór-
doba). Publicaciones del Instituto de Antropología XXVI, Córdoba.
Martín de Zurita, J. 1983. Etnohistoria del Departamento Pocho (Pcia. de Córdoba - Rep. Argentina), durante el siglo
XVI. Comechingonia 1:113-149.
Medina, M. 2008. Diversificación económica y uso del espacio en el tardío prehispánico del Norte del valle de Puni-
lla, Pampa de Olaen y Llanura Noroccidental (Córdoba, Argentina). Tesis de Doctorado inédita. Facultad de Filosofía
y Letras, Universidad de Buenos Aires, Buenos Aires.
Medina, M. y S. Pastor. 2006. Chacras dispersas. Una aproximación etnográfica y arqueológica al estudio de la agri-
cultura prehispánica en la región serrana de Córdoba (Argentina). Comechingonia 9:103-121.
Medina, M., Grill, S. y L. López. 2008. Palinología arqueológica: su implicancia en el estudio del prehispánico tar-
dío de las sierras de Córdoba (Argentina). Intersecciones en Antropología 9:99-112.
Menghin, O. y A. González. 1954. Excavaciones arqueológicas en el yacimiento de Ongamira, Córdoba (Rep. Argen-
tina). Nota preliminar. Notas del Museo de La Plata XVII, antropología 67:213-267.
Montes, A. 1944. Los Comechingones de la Punilla. Edición del autor, Córdoba.
2008. Indígenas y conquistadores de Córdoba. Ediciones Isquitipe, Buenos Aires.
Novellino, P.; Gil, A.; Neme, G. y V. Durán. 2004. El consumo de maíz en el Holoceno Tardío del oeste argentino: isó-
topos estables y caries. Revista Española de Antropología Americana 34:85-110.
Ochoa de Masramón, D. 1977. Prácticas tradicionales del cultivo del maíz en San Luis - República Argentina. Actas
del Cuarto Congreso Nacional de Arqueología Argentina (segunda parte). Revista del Museo de Historia Natural de
San Rafael IV(1-4):283-306.
Olivera, D. 2001. Sociedades agropastoriles tempranas: el Formativo Inferior del Noroeste Argentino. En Historia Ar-
gentina Prehispánica Vol. I, editado por E. Berberián y A. Nielsen, pp. 84-125. Editorial Brujas, Córdoba.
Outes, F. 1911. Los tiempos prehistóricos y protohistóricos en la provincia de Córdoba. Revista del Museo de La Plata
XVII (segunda serie IV): 261-374.
Pastor, S. 2005. El sitio Río Yuspe 14 (pampa de Achala, Córdoba). Perspectivas sobre el uso prehispánico tardío de
los ambientes serranos de altura. Mundo de Antes 4:87-104.
2007a. Arqueología del Valle de Salsacate y pampas de altura adyacentes (Sierras Centrales de Argentina). Una
aproximación a los procesos sociales del período prehispánico tardío (900-1573 d.C.). Tesis de Doctorado inédita. Fa-
cultad de Ciencias Naturales y Museo, Universidad Nacional de La Plata, La Plata.
consideraciones sobre la agricultura prehispánica en el sector central de las sierras de córdoba // 233
2007b. “Juntas y cazaderos”. Las actividades grupales y la reproducción de las sociedades prehispánicas de las Sie-
rras Centrales de Argentina. En Procesos sociales prehispánicos en el sur andino. La vivienda, la comunidad y el te-
rritorio, compilado por A. Nielsen, M.C. Rivolta, V. Seldes, M. Vázquez y P. Mercolli, pp. 361-376. Editorial Brujas,
Córdoba.
2007-2008. Arroyo Tala Cañada 1 (Valle de Salsacate). Espacio doméstico y productivo en el sector central de las
Sierras de Córdoba (Argentina) durante el Período Prehispánico Tardío (ca. 1000-300 AP). Arqueología 14:41-75.
2008. Acerca de una inhumación temprana (ca. 2500 AP) en el sitio Cruz Chiquita 3 (Valle de Salsacate, Córdoba,
Argentina). Comechingonia 11:119-133.
2010. Aproximación inicial a la arqueología del norte de la sierra de Guasapampa y cordón de Serrezuela (Córdoba,
Argentina). Arqueología 16. En prensa.
Pastor, S. y E. Berberián. 2007. Arqueología del sector central de las Sierras de Córdoba (Argentina). Hacia una de-
finición de los procesos sociales del período prehispánico tardío (900-1573 d.C.). Intersecciones en Antropología
8:31-49.
Piana de Cuestas, J. 1992. Los indígenas de Córdoba bajo el régimen colonial (1570-1620). Dirección General de Pu-
blicaciones de la Universidad Nacional de Córdoba, Córdoba.
Piperno, D. 1984. A comparison and differentiation of phytoliths from maize and wild grasses: use of morphologi-
cal criteria. American Antiquity 49:361-383.
Politis, G. y P. Madrid. 2001. Arqueología pampeana: estado actual y perspectivas. En Historia Argentina Prehispá-
nica Vol. II, editado por E. Berberián y A. Nielsen, pp. 737-814. Editorial Brujas, Córdoba.
Politis, G.; Martínez, G. y M. Bonomo. 2001. Alfarería temprana en sitios cazadores-recolectores de la región pam-
pera (Argentina). Latin American Antiquity 12(2):167-181.
Recalde, A. 2007-2008. Representaciones rupestres del período agroalfarero tardío en el sector oeste de las Sierras
Centrales (provincia de Córdoba). Arqueología 14:239-249.
2009. Las representaciones rupestres en el sector occidental de las Sierras Centrales y su relación con las estrate-
gias de explotación de recursos de las comunidades prehispánicas productoras de alimentos (Pcia. de Córdoba). Tesis
Doctoral inédita. Facultad de Filosofía y Humanidades, Universidad Nacional de Córdoba, Córdoba.
Río, M. y L. Achával. 1904. Geografía de la provincia de Córdoba. Compañía Sud-americana de Billetes de Banco,
Buenos Aires.
Rivero, D. 2007. Ecología de los cazadores-recolectores en las Sierras de Córdoba. Tesis Doctoral inédita. Facultad
de Filosofía y Humanidades, Universidad Nacional de Córdoba, Córdoba.
Rivero, D. y E. Berberián. 2008. El poblamiento de la región central del territorio argentino durante la transición Pleis-
toceno-Holoceno (12000-9000 AP). Revista Española de Antropología Americana 38(2):17-37.
Rivero, D., Franco Salvi, V. y H. Paradela. 2007-2008. Funcionalidad de sitio y uso del espacio en las Sierras de Cór-
doba durante el Holoceno (8000-3000 AP). Arqueología 14:77-101.
Rodríguez, J. y C. Ceruti. 1999. Las tierras bajas del nordeste y litoral mesopotámico. En Nueva Historia de la Na-
ción Argentina Vol. I, editado por la Academia Nacional de la Historia, pp. 109-133. Editorial Planeta, Buenos Aires.
Rosen, A. y S. Weiner. 1994. Identifying ancient irrigation: a new method using opaline phytoliths from Emmer
Wheat. Journal of Archaeological Science 21:125-132.
Serrano, A. 1945. Los Comechingones. Instituto de Arqueología, Lingüística y Folklore, Córdoba.
Tell, S. 2008. Córdoba rural, una sociedad campesina (1750-1850). Prometeo Libros, Buenos Aires.
Togo, J. 2007. Los fechados radiocarbónicos de Santiago del Estero. Pacarina (número especial del XVI Congreso Na-
cional de Arqueología Argentina) Tomo III:49-54.
Vázquez, J.; Miatello, R. y M. Roqué (dirs.). 1979. Geografía física de la provincia de Córdoba. Editorial Boldt, Bue-
nos Aires.