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FILOSOFIA DEL AMOR en el poeta Francisco Lopez de Zarate (1 580?-1658) POR JESUS LADA CAMBLOR, M. S. C. El poeta es hombre de vivencias y sinceridades. Su co- razon — arpa sensible — vibra acariciado por la belleza, el amor yla vida. Posee la fina facultad de percibir matices que al profano se le ocullan, Y sabe expresar las resonancias de las cosas en su espiritu en formas bellas y con radical sinceridad. Las mismas apreciaciones hiperbélicas son sinceridad en el poeta. Sinceridad, pues si exagera, es porque no halla modos mejores de manifestar sus sentimientos. La forma de expresion diferencia notoriamente al poeta del filésofo o del cientifico. El filésofo y el cientifico buscan el lenguaje preciso y exacto de la matemdtica. Les ofenden los perfiles inciertos y huyen de la hipérbole. El poeta prefiere al lenguaje preciso el precioso y, aunque esté dotado de talento y lalante filos6ficos, corre el riesgo de oscurecer la verdad de sus vivencias con la gracia espléndida de la forma. No habla en formulas frfas, secas y exactas. Es grilo o susurra, llama in- quieta, viento fuerte o suave aurora, policromfa. El filésofo expone ideas que no son necesariamente vivencias, mientras el poela es pregonero de su propia interioridad. 1 filésofo, en fin, se mueve en esferas absiractas y el poeta, por el contrario, recorre concretisimas sendas vilales. Estas diferencias deben poner cautela en quien se acerca a los escritos de un poeta para extraer la vena de su pensamiento. La advertencia tiene especial validez en el caso de poetas que, como el riojano Francisco Lopez de Zdrate, estan entreverados de filosoffa. Toda la poesia del Caballero de la Rosa encubre y descubre una recia estructura filos6fica. Esto es particularmente notorio = 148 — en sus poemas morales y en los sonelos, silvas y romances en que canté al amor. Quien atine a descorrer el velo de sus formas poéticas labo- riosamente limadas, fuertemente conceptistas y culteranas, en- contraré en el vate logrofiés una muy completa filosofia del amor. Tal me acontecié, segtin creo, con su lectura, A me- dida que ésta avanzaba y se reiteraba, iba viendo como ensam- blaba lo que el poeta decia con lo que del amor me habfan en- sefiado los tratados filos6ficos. El poeta se diferencia del filésofo no sdlo en el lenguaje, sino en el modo expositivo. Uno se atiene aun método; el otro, no. El método es asunto de filésofos y no de poetas. El de ésios es no tener ninguno que no sea el que le dicte el senti- miento actual. En el poeta impera la circunstancia, que, siendo varia y multiforme, es enemiga de la rigida inmutabilidad del método elegido. (No me refiero, naturalmente, alas técnicas literarias, mélodo de expresién que atafie mas a la forma que al proceso ideolégico). La necesaria ausencia de sistema y rigor Idgico en el poeta explica la expresin de sus vivencias sea desordenada, difusa, reiterativa; en suma, ocasional. Salta de un sentimiento a otro, de una idea a otra, tal vez lejana, o entremezcla sentimienios e ideas dispares, porque escribe al dictado del coraz6n. Asf es Lopez de Zarate hablando de! amor: difuso, desor- denado, reiterativo. Pero es tal su riqueza experimental —ex- periencias propias o ajenas— que han sembrado a lo largo de sus versos variadisimas ideas, que, sometidas a orden y redu- cidas a sislema, se ajustan sin violencia a lo que del amor dicen los filésofos. Es dificil, si no imposible, leer a un autor sin dejarse influir por sus conocimientos anteriores, pocos 0 muchos, equivocados © ciertos. Por lo que a mf se refiere, confieso que lef al Caba- lero de la Rosa pensando en la ordenada sintesis del amor hecha por Sanlo Tomés en las cuestiones 26, 27 y 28 de la Prima Secundal de la Summa Theologica y que, como abriga- ba el proposito de sistematizar su pensamiento de manera clara y sin deformaciones, sentia renovada complacencia cada vez que se me ofrecfan nuevos hallazgos y sorpresas de fundamentales coincidencias entre el buen poeta y el filésofo genial. Coinciden- clas fan fundamentales y numerosas que juzgo justificada esta sistematizaci6n que presenio a mis lectores y que viene a ser una interpretacién de Lopez de Zérate desde la filosofia perenne. ee No saldra perjudicado el poeta —eso pretendo— y resultard beneficiada mi exposicién, por mas ordenada, No todo son, sin embargo, coincidencias entre el cuadro esquematico, densisimo en ideas, del Aquinatense y el pobladi- simo vergel de sentimientos floridos en las paginas del Caballero dela Rosa, Sobrepasa éste a Santo Tomas en la descripcién de los efectos del amor, ocupdndose menos que él de sus causas y, sobre todo, de su esencia y expresdndnse siempre en todo con menos rigor y precisién. No seria injusto exigirselo a un poeta que s6lo canta lo que siente y cémo cudndo lo siente? A pesar de las accidentales diferencias mencionadas, existe, repito, una sustancial! armonfa que avala la estructura del pen- samiento de Lépez de Zarate acerca del amor, sometida a la siguiente division: 1.—Esencia del amor. Il - Causas del amor. Ill. —Efectos del amor, I. ESENCIA DEL AMOR Entre filésofos —y también entre poetas— es frecuente que, inquiriendo la raz6n ultima y esencia intima de las cosas, nos las den a conocer a través de sus efectos El fildsofo, sino logra ir més lejos, se queda insatisfecho, pues se le oculia lo més hondo y nuclear de las cosas; su esencia. Las aspiraciones del poeta son menos exigenies. Se contenta, por ejemplo, con sentir y conocer los efecios del amor, aunque sélo lejanamente vislumbre su naturaleza. E! poeta, sobre todo el Ifrico, por ser hombre de interiori- dades, bucea en el propio corazén, toma el pulso a su vivir y canta lo hallado: sus vivencias. Si ésias son amorosas, lo que primariamente anuncian sus versos son las repercusiones del amor en su alma y en su vida. Tras ellas es posible entrever lo que es el amor en si mismo y en sus causas. Cabalmenie lo que ocurre en Lépez de Zérate. No es mucho lo que en él se puede rastrear acerca de la esencia del amor. Sobreabunda en la descripcién de sus efectos, insiste menos en sus causas y poquisimo en su naturaleza, al menos de manera explicild e intencionada. Pero atin siendo poco, es bastante para formarnos, con su lectura, una idea de lo que es el amor en si mismo. 1.°—Tres amores. Elamor es propio de las facultades apelitas, Tanto éstas como aquél estén ordenados, como disparados, hacia un blanco — 150 — comitin que es el bien en cualquiera de sus formas. Distinguen los filésofos tres clases de apeli'os o tendencias hacia el bien: el apetito natural, el sensitivo y el intelectual. Las tendencias apetitivas son por sf mismas ciegas. No ve el bien a que aspiran y, con todo, dan con él y en él se recrean, aun sin verlo, porque olras facullades animicas o alguna realidad extraanimica les propone a las primeras el bien por ellas co- nocido. En el apetito nalural, propio de los seres sin ningtin cono- cimiento, hace las veces de éste la sabia disposicién de Dios que doté a tales seres de una especial fuerza gravitatoria que los impulsa indefectiblemente a lo que les conviene. El conocimiento sensitivo, concreto y particularista, gula necesariamente al apetito sensilivo, presentandole particulares conveniencias concretas. Es exclusivo de los animales irracio- nales y del hombre, en lo que concierne a su animalidad. Pero hay una fuerte diferencia entre el apelito sensitivo en el sdlo animal racional; y es que en ésie el apetito sensitivo esta vincu- lado y sometido a la raz6n, participando indirectamente de cierta libertad. Por tiltimo, el conocimiento intelectual es el tinico capaz de ofrecer sin ningtin exclusivismo a la facultad apetitiva superior del hombre el bien o Jo que juzga ser un bien. La esfera de la voluntad es fan amplia como la del entendimiento, Comprende los bienes espirituales y los materiales, los elernos y los pere- cederos. En los tres casos el apetito o tendencia es un movimiento hacia el bien. Repdrese en que la idea de movimiento esta arraigada en la etimologia de apelito (ap-pelitus==petere ad=di- rigirse a hacia) y de tendencia (endere=tender a, dirigirse hacia). Este movimiento tiene, como es obvio, una causa originadora que no es otra que el amor o connaturalidad del apetente con Io apetecido. Santo Tomas compendié en rica sintesis la docirina del amor, principio del movimiento de las tres tendencias apetilivas y radicado en ellas. «En el apetilo natural —escribe— el principio de su movimiento es la connatu ralidad del apetente con aquello hacia lo cual tiende; esta con- naturalidad. puede ser denominada amor natural... De modo semejanie, la adecuacién del apetilo sensitivo y de la voluniad con algtin bien, es decir, la misma complacencia del bien, se lama amor sensitivo e intelectivo o racional. El amor sensitivo, pues, radica en el apelito sensitivo del mismo modo que el amor — 151 — intelectual en el apetito intelectivo. Y pertenece a la porcién concupiscible (de! alma), porque se reflere al bien considerado absolutamente, no con relacién a lo arduo, que es objeto de la parte irascible». (1) En conformidad con esta triple division del amor se en- cuentran en Lépez de Zérate algunos pasajes que la ilustran Amor natural Es de notar que el poeta logrofiés recurre unas veces al amor de los seres sin sentido y al que tienen los irracionales para mostrar que, amando, son menos desdichados que el hombre, y otras utiliza esos mismos amores como simbolo de insatisfechas apetencias humanas. La comparacién establecida entre el hombre y las cosas que aman a su modo esié sustentada en la esencia misma del amor © connaluralidad de los seres con lo que les conviene. Ast aposirofa a los prados privados de la !Iuvia y del verdor apetecidos: «Vosotros, prados secos, semejanza del bien para mi dafio pretendido, retrato natural de mi esperanza; pues mis ojos /as voces han ofdo de vuestra sed, que en hambre se trocaba para el ganado enfermo de afligido, cuando, hecho bocas todo el campo, estaba cerrado y mudo a vuestro ruego, el cielo. (2) La intencién del poeta en estos versos es subrayar su amor contrariado, porque «aquella, que me did merecimiento (1) Sum. Theol, Ll, q. 26, 1¢. (2) Obras Varias de Francisco Lépez de Zarate, edicion deJosé Simon Diaz, Madrid 1947, t.I, pp. 13-14. Por razones de claridad actualizo en todas sus citas la ortografia y pun- tuacién de Lopez de Zarate. Simén Diaz ha respetado las de las ediciones de 1619 y 1654. José M* Lope Toledo en su edicidn de «La Galeota Reforzada», Instituto de Estudios Riojanos, Logrofio 1951 con el mismo criterio que Simén Diaz trans- cribe con fidelidad 1a puntuacion y ortografia —andrquica la Hama Lope To- Jedo— del manuscrito autdgrafo (Biblioteca Nacional, ms. 16.624) y de otros de los varios manuscritos copias (B. N. 15. 317). Esta comedia me ha ofrecido inestimables argumentos para la descripcion de algunos efectos del amor. - 12 — para que la adorase con amarme, (testigo sois) mudé de pensamiento» (3) dejando insatisfechos sus anhelos. El poeta no hubiera podido invocar el testimonio y simbo- lismo de la naturaleza insensible, sino hubiera conocido la ana- logia que media entre la connaturalidad de un prado con la luvia fecundante y la de la voluntad con el bien deseado; es decir, si no hubiera descubierto la existencia y la esencia del amor de las cosas sin sentido. Para dar més fuerza al paralelismo del prado seco —ere- trato nalural de mi esperanzax— con el amante que clama desamado y desofdo, personaliza al campo «hecho bocas todo»—, cuyas voces sedientas ha escuchado, El casi inevi- table antropomorfismo refleja una vez mas que en las cosas hay —y el poeta lo sabe— una innata tendencia hacia lo que les es conveniente y que tal tendencia es actualizada por el amor, que consiste en la connaturalidad de la cosa con su bien. El ejemplo del prado seco y sediento de agua no vale menos para indicar lo que impropiamente se llama amor natural que el siguiente de Santo Tomds: «Asfla connaturalidad del cuerpo gravitando hacia su centro puede lamarse amor natural» En los versos comentados la personalizacién es perfectamente inteligible por estar presente en ellos el amor natural. Pero el poeta es mds osado. Personaliza seres sin vida, haciendo de la meidfora recurso de expresién de amores hu- manos. Es cierto que en el transfondo de la personalizacién y de la metdfora esié latente el amor natural; mas lo estd tanto que no queda de él més que un casi invisible signo impltcito, La naturaleza sin la presencia vivificante y alegradora de Filis esia triste. «Mayo no volveré como solia, pues mi pastora, mi pastora hermosa, por ser del cielo deja de ser mia. En vano con fragancia presurosa romperé las prisiones, congojada por ser de Filis, la purpurea rosa. El agua de este monte, acostumbrada a entretener el suefio a mi pastora, como en darse en tributo a la salada, Q) 0. V1 13. ~ 153 — mal volveré a su risa, cuando Ilora ausencias Ebro, que antes se refa y ya fertilidades descolora». (4) Indudablemente la fuerza argumentativa de estos versos en favor de la presencia del amor natural en Lépez de Zarate es menor que la que se fransparentaba en los primeros. El! poeta trasvasa el caudal de su sentimiento en el corazén mismo de la naturaleza y hace que ésta se comporte como una persona; pero no seria posible si en la insensibilidad de las cosas no existiera algo que las lleva a su bien, la connaturalidad con él, Por iltimo la existencia del amor natural en las cosas in- sensibles es puesta de relieve por el poela cuando, posefdo por el amor, halla en ellas ejemplos de amor. Espléndido testimonio de esta afirmacién son los versos de la Silva segunda en los que la enamorada Filis, alabando las prendas de entendimiento y voluntad de su esposo Frondoso, cuenta a su amiga Clori cémo ilustraba é] sus platicas sobre et amor tomando ejemplos de lo insensible. «gNo te acuerdas del nectar y dulzura con que el pasado dia con tu esposo y nosotras discurrfa, en que /a mas ferresire, tosca y dura materia de los humanos ensefiaba Ja fineza que en ellos no se hallaba? Entre muchos ejemplos que trafa era de/ hierro, cuya dura vena abrazos forma, haciéndolo cadena; sefias de que el amor no le perdona y que con ser tan rudo le aprisiona; que hay piedra que le eleva, aunque tan flero, templando con lo blando lo guerrero; pues, si ara el monte y el acero arrecia, de fierno amante del imdn se precia; porque, como las piedras, los metales exhortan a concordia a los mortales Culpa a /a hiedra, que, si bien abraza, alo que la sustenta despedaza: a los verdores en palidos convierte, en fin se adorna con ajena muerte». (5) 4) 0.V.1, 23. ©) 0. V., 1, 237-238, — 154 — Como el imdén atrae al hierro, el bien conocido atrae al apetito, Y como el amigo descansa en el amigo, la hiedra se enrosca en el arbol porque as{ se cumple la natural iendencia suya puesta en movimiento por el amor natural. Amor sensitive El amor de los irracionales es también supuesto indiscutible de algunas comparaciones con que el Caballero de Ja Rosa celebra el amor humano. Describiendo dulzuras conyugales, dice: «Un aliento, una voz, unos los labios, de palomas y tértolas agravios». (6) Y para manifestar la universalidad y ejemplarismo del amor en la naturaleza afiade ejemplos inverosimiles y al propio tiempo eficaces. «Pruébalo con serpientes, con dragones, que no /os privé amor de corazones». (7) O bien, cuando con aromas de égloga refiere amores de las aves. «Ya del usado nido despreciando la blanda pluma, salen a la selva floridas aves, despertando al dfa, y con amor femores desechando (antes que el cefio tenebroso vuelva en mudo encogimiento su alegria) con natural acuerdo de armonta se Ilaman, se responden, se requiebran». (8) La més superficial lectura basta para convencer de que Lépez de Zarate habla aqui de amor enire irracionales. Detras de la existencia se podria vislumbrar la esencia del amor sensi- tivo analizando los seis primeros versos. No es necesario, porque en los dos tillimos esta mas patente. Siel amor es connaturalidad del que ama con lo que ama, e] «natural acuerdo de armonfa» nos advierte que estamos en la senda que lleva a la definicién del amor. Concédase que el poeta se reflere principalmente a armontfa en los trinos de las aves, pero admitase también que alude a olra mas esencial, a Ja armonfa en que consiste al amor, Adviértase también la pre © 0.V.1, 236. (2) O V.,1, 238, (8) 0. V.,1, 280. oe sencia de ofro elemento que precede al amor: el conocimiento, sensible aqui. Los animales irracionales comparien con el hombre el priv’ legio de la facultad apetitiva sensitiva. El amor sensitivo humano no es!a ausente de la obra poética del Caballero de la Rosa, bien que su presencia sea menor que la del amor de la voluntad. Una facil reflexién nos dard razén de esa menor presencia El amor llena una parte muy importante de la vida de los versos del logrofiés. Prevalece el amor ala mujer, Esto ensu juventud y primera madurez. Después, en los tiltimos afios de su vida y en los versos en que se lloran los pecados, brilla y domina el amor a Dios. Al lado de estos dos amores, entrete- jidos con ellos, hay otros: amor a la naturaleza, a la vida sose- gada, a su regidn ¢ historia patrias, a todo lo bello y bueno. EI Caballero de la Rosa era noble en miras e inienciones. Por eso, cantando amores entre hombre y mujer, prepondera el amor espiritual a Ja amada, que en ocasiones parece ser pura ficcién poética. gQuién negara que sus Pilis, Clorias, Celias y Amarilis son muchas veces, aunque no siempre, lo que fueron Laura para Petrarca o Beatriz para Dante? En nuestro poeta el amor sensitivo ordinariamente no es mas que un compafiero del amor espiritual. Es como la sombra que sigue al cuerpo, en la que repara menos veces y éstas por necesidad, pues al amor precede el conocimiento de la bondad o hermosura, que el hombre no percibe sin los sentidos. Alguna vez la sombra oculté al cuerpo y el amor sensitivo desordenado se impuso y avasallé al amor espiritual. De ello se avergiienza el poeta, increpdndose a sf mismo y ala pasion que le aformenté en cuerpo y alma. Asf en el soneto tilulado Pensamientos desordenados. Con alusién a la fabula de Actedn, donde lo que llama pensamientos desordenados, mas que pensamientos son imaginacién y pasién desatadas. «Ingratos canes, para mi dafiosos, que sustento del alma vuesira vida, si es vuestra rabia en mi de sf homicida, {para qué en perseguirme tan furiosos? Mas, Jay!, que en vano os volverd piadosos quien por naturaleza asf os convida, que os tiene mi razén embrutecida hartos, hambrientos y, sin sed, rabiosos. Si os df el sustento, yo la causa he sido — 156 - para ser de vosotros perseguido, pues en bruto merezco ser mudado. Que no acoséis el alma tanto os pido (bastale al cuerpo ser el desdichado), no tome ella la forma del vestido». (9) También aqui, como es usual en el poeta, aparecen més los efectos y existencia que la esencia del amor; en este caso, del amor sensible en una de sus més bajas formas. El segundo cuarteto ofrece un buen indicio de lo que es en s{ mismo el amor sensitivo. El hombre, por su naturaleza, en lo que ésta tiene de carnal, convida asf a los ingratos canes de la concupiscencia, que son los mil, incitamentos del amor sentitivo desordenado. Prescindiendo ahora del desorden, en el verso «quien por naturaleza as{ os convida» queda dibujado el amor sensible considerado en su esencia; pues el cuerpo, realidad sensible, apetece bienes y satisfacciones sensibles y esta apetencia se apoya en la connaturalidad de la vida somatica y siquica inferior con tales bienes y procede de ella, lo que vale tanto como decir que las apetencias sensitivas se apoyan en el amor y son movidas por él. Amor espiritual El amor intelectual, espiritual o de la volun\ad que tiende la posesién del bien a ella presentado por el entendimiento, 0 que, poseido ya, se goza en él, es el motivo mds frecuente de los versos dedicados por Lopez de Zarate a cantar el amor.. Su exquisitez y finura espirituales nos dan razén de por qué en- contré en el amor espiritual tema inagotable de inspiracién. Sin embargo apenas dice nada de la esencia de este amor. Parece una increible paradoja. Y no lo es, porque, aunque no se haya ocupado expresamente de definir al amor espiritual, son much{- simos los versos que describen sus causas y efectos. De todos los pasajes elegidos en que de algiin modo se vislumbra lo que es el amor espiritual, los mds claros, son los tres siguientes: Y aunque es verdad que sé que estas rendido, donde amor voluntades no concierta, al {dolo con nombre de Cupido», (10) Negando que el amor sensilivo-pasién carnal en este caso (9) 0. Vy 1, 192. (10) 0. V, 1, 68. - 157 — concierta voluntades, ha afirmado virtualmente el poeta que el amor espiritual, de voluntad a voluntad, es armonfa o connatu- ralidad de dos almas entre si. «A quien comunicdis el don de amaros (cuando no fuera por el bien de veros) toca de obligacién obedeceros por las conveniencias de adoraros». (11) Esta estrofa es muy densa en ideas. Se alude en el primer verso a causas del amor; en el tercero a uno de sus efectos e implicitamente a su naturaleza, trayendo en el tillimo un poco mas a primer plano !a naturaleza o esencia del amor espiritual. El amor espiritual, en efecto, es armonia, connaturalidad 0 con- veniencia de la voluntad con el bien amableo amado. ZQué otra cosa significa el poeta con las «conveniencias de adoraros» si no es la armonfa de su voluntad con la persona amada?. La misma idea se dibuja en esta otra estrofa: «gPequé, Filis, en amarte? Sentencidlo tu rigor; pagué lo que te debfa, fué justicia, no baldén», (12) Bajo la intencién predominante de una cierfa necesidad en el amor concreto del poeta a Filis se esconde parcialmente una definici6n del amor espiritual. Esa misma necesidad esta pro- clamando en la forma superlativa de justicia que el amor consiste en la connaturalidad de la facultad apetiliva, aqui la voluniad, con el bien conocido como bien. 2.° El amor es una pasién En cuestiones de amor el uso ha dado a la palabra pasién un significado poco limpio y menos noble. Suele entendérsele como inclinacién vehemente y subyugadora de estados afectivos y repercusiones somdticas — elementos comunes a toda pasion; ver. pasion de mando, de riquezas...— en que se busca el placer carnal —elemento diferenciante, propio del peor amor sensible—. Asfentendida la pasion referida al amor, significa lo menos noble suyo y entrafia muchas veces ausencia absoluta de amor espiritual. No ha de verse solo ni primariamente desde éste angulo el epigrafe precedente, sino en su sentido etimolégico pleno; es (11) 0. V., 1, 297. (12) 0. V., I, 337. — 158 — decir, como efecto de la causa agente en un sujelo receptor, que es denominado paciente o pasivo precisamente porque recibe en si, pasivamente, el influjo del bien amado. El amor es un impacto del bien conocido en la facultad apeltitiva. Enel amor se advierten dos direcciones contrarias. Hay una tendencia hacia otro, hacia el bien presentado por las facul- tades cognoscitivas, pero antes, por medio del conocimiento, ha recibido el alma el influjo de ese bien. Lo ha padecido, siendo primariamente recepcién, impacto o pasién. Desde Arisidieles (13) se ha venido repitiendo que el amor es pasién. También ha dicho el filésofo que «el apetilo se mueve circularmente» (14). La pasién pertenece a la primera fase del movimiento. En efecto, el bien conocido el ser ape- tecible o amable— encuentra en la faculiad apelitiva — voluntad © sentido— cierla connaturalidad con él. Es la pasién 0 com- placencia de lo amable, que provoca el segundo movimiento: la tendencia hacia lo amable, que més que amor ya es deseo, una consecuecia del amor. Asf se cierra el circulo. La verdad de esta doctrina se cumple principal y propiamen- te en cuanto el amor es propiedad de la parte concupi-cible del alma; con menos rigor, en cuanto radica en la voluntad. Es la misma verdad en que Lopez de Zdrate se refugia cuando explica las causas del amor o pronuncia quejas amo- rosas. En tales circunstancias aparece el amor como un im- pacio de la belleza percibida o, mas en general, del bien recibido en el alma. Sin perjuicio de volver mds tarde sobre el tema, cuando exponga las causas del amor, aduzco ahora Ires lugares tan evidentes que apenas exigen comentario. «De infinitas perfecciones es compuesta perfeccién, y asi, todas dulces flechas, mas ninguna de dolor». (15) «Tus brazos, Amarili hermosa, fueron depésito de heridas de Cupido, que, como de copiosa Iluvia herido, al pie desde la frente me cubrieron. De los efectos que en /a vista hicieron (13) VII Ethic, ¢. 5, 5 (Bk 1.157 b 28). (14) II De anima, c. lo, 8 (Bk 433 b 22). (15) 0. V1, 327. — 159 — fue el corazén en vano defendido». (16) «Aquella que me dié merecimientos para que la adorase con amarme. (17) La hermosura, la perfecctén y el amor, el bien en suma, han producido su efecto en el alma. De otro modo: ésta lo ha sentido y padecido o recibido. Eso es el amor una pasion, un no poder el corazon defenderse del bien que se conoce. 3.° Amor, amistad, dileccion, caridad Hablando con rigor, amor, amistad y dileccin son concep- tos formalmente distintos, aunque, y ésto no es infrecuente, de- signen una misma realidad. El amor, como contradistinto de la amistad, es acto de amar y puede existir donde no hay amistad. Un acto aislado de amor no la supone necesariamente, Para que haya amistad se requiere que el amor se convierta en habito y que se dé co rrespondencia por parte del amado. Tampoco el amor es siempre dileccién. Esta, en cambio, es siempre amor al que afiade nuevas calidades. La dileccién comporta eleccién en una diversidad de seres amables, Per- fenece en consecuencia sdlo ala voluntad, unica capaz de ele gir. Elamor no necesita pluralidad de bienes; le basta uno solo, mientras que la dileccién requiere que se le muestren a la vo- luntad al menos dos bienes entre los que sea posible 1a elec- cién. En la produccién poética de Lopez de Zarate hay amor, a- mistad y dileccién. Tampoco estd ausente la caridad, amor sobrenaturalizado, en sus poemas religiosos. No es menester insistir en la presencia del amor, pues, a- demés de haber dicho bastante de él, va incluido en la amistad, en la dileccién y en la caridad. Ploclaman amistad estos versos: «Amar es aborrecer foda sombra de mudanza». (18) Por doble capitulo la significan. Primero, porque, sino hay cambio hay perseverancia y ésta engendra la costumbre y alcanza correspondencia en el amor. Segundo, porque el a- borrecimiento de toda sombra de cambio es sello de la amistad. (16) 0. V1, 300. ee oe (18) 0. V., 1, 392. ~ 160 — Los versos que siguen contienen una formulaci6n bastante precisa de la amistad. En ellos dice Santa Elena a Fabio, el eremita que le anunciéd el favor divino hecho a Constantino en Ia batalla de Puente Milvio: «Mas supliré el perderte con amarte; a voluntad reciproca te obligo» (19) Santa Elena ha comenzado a amar al mensajero de la bue- na nueva, Este, cumplida su mision, va a partir. Santa Elena quiere llenar el vacio de la necesaria ausencia con la amistad. Las palabras que en sus labios pone el poeta subrayan y defi- nen debidamente tal amistad o «voluntad recfproca», que es lo mismo que amor reciproco, Con la amistad, reciprocidad en el amor, los amigos viven una misma vida, idea expresada por el poeta de este modo: «Que nos dié el cielo a Silvio y Filis una misma vida». (20) La amisiad se apoya en la dileccién o amor de predileccion. El amigo es escogido entre muchos, siendo la amistad privile- gio mutuo de quienes estan por ella unidos. La dileccién anda a veces separada de la amistad, Asi en el caso de amar alguien a otro, distinguiéndole entre muchos, sin que el ultimo pague amor con amor. También cuando se ama con preferencia a seres por naturaleza incapaces de amar espiritualmente. No he hallado en Lopez de Zarate, ninguna definicién, ni siquiera aproximada, de lo que es la dileccién, a pesas de haber sido el vate logrofiés hombre de grandes predilecciones. Y no es que no aparezcan tales predilecciones en sus versos. Pero se trata tinicamente de dileccién en ejercicio, privandonos de su definicién, aspecto que mas hace al propésito de este ensayo. 4.° Amor interesado y amor desinteresado Amar es querer bien. Mejor, es querer el bien. No esta dicho todo. Falta un complemento. Querer bien o querer el bien -cualquier bien: persona o cosa- es una férmula indelerminada e incompleta. No se ama queriendo el bien sin mas precisiones. El bien esté en funcién del que ama o es amado. El buen ca- tador ve en el vino un bien y lo quiere para sf. Ya esta aquf el (19) Poema Herdico de la Invencién de Ja Cruz,1. IV, tol. 33, estrofa 3- (20 bis) 0. V1, 27-28, — 161 — complemento necesario que determina un modo de amor. El buen catador halla en el vino algo que le interesa, Por éso, lo quiere. Aste amor se le llama interesado. Amor concupis- centiae, diria un fildsofo escolastico: Es un amor imperfecto, porque no satisface las exigencias de la amisiad, region tinica en que se mueve el amor perfecto, amor que es sdlo amor, amor desinteresado, amor de amistad. En el amor interesado el que ama es principio y término. Busca y quiere el bien para si. Se busca a si mismo en sus conveniencias. El yo es elceniro, Tal amor, por interesado, es egoisia. El amor a las cosas es por naturaleza interesado, pero lie- ne matices que subliman o envilecen el interés por ellas. 4Serd el mismo el interés por el vino en quien sobriamente lo bebe y enel que busca embrulecerse con él? gLo sera también el de quien se complace en la belleza de un paisaje y el de quien da curso libre a su codicia prestando atencién no a la belleza sino a la riqueza del campo? En estos cuatro ejemplos el que ama o quiere es centro de s{ mismo en formas diametralmente opuestas. Todas coinciden en mostrar amor interesado e intereses muy diversos. Otros ejemplos para captar en su descripcién la naturaleza del amor desinieresado El amigo ama al amigo; el novioa la novia; el marido ala esposa; la madre al hijo; el amante ala amada. Quedémonos con el tiltimo, que de él nos da leccién constante L6pez de Zarate. Un breve exdmen fenomenolégico nos hard ver a donde lleva esta senda tal vez a términos dis- pares, porque el amor es realidad vivencial, mas que categorfa inmutable. El amante ama a la amada. Este es el hecho. Mas con- cretamente, el poeta ama a Filis. La hermosura, la gracia, la bondad las mil perfecciones de Filis prendieron en él la tlama amorosa. {Qué hace el poela amante? Querer el bien, que para él es Filis. Por qué o para quién quiere el bien? La pregunta es decisiva para delerminar la esencia de este amor. Pueden ocurrir dos cosas. Primera: que el poeta ame a Filis, no por ella, sino por él. En este caso el poeta ante Filis se pa- rece mucho al buen bebedor ante un vaso de buen vino, Su amor es interesado. Segunda: que ame a Filis por ella; que la quiera por si misma, no por él. El blanco de su interés es ella. Ya tenemos un amor centrado en el objeto amado. El interés por la amada conoce grados. EI poeta y Filis son como los — 162 — dos platillos de una balanza. Si el interés carga todo entero en el platillo de Fillis, no queda nada en el del poeta. En su pla- lilo s6lo hay desinterés. Es el amor plenamente desinieresado. Amor imposible, si el que.ama no es Dios, pues atin buscando primaria e intensamente el bien de otro, el que ama busca algo -poco o mucho- para sf. Sin embargo la radical imperfeccién del ser humano permite que su amor sea tenido por perfecto, cuando antepone el bien de otro al suyo. Si el el interés iguala la balanza, e! amor es interesado y desinteresado al mismo tiempo. Si hace que baje mas el pla- fillo det que ama es interesado Resumiendo: el amor a las cosas es forzosamentie intere- sado. Se las quiere en provecho propio. El amor entre per- sonas puede ser inleresado -amor de concupiscencia,- desin- teresado -amor de amistad-, o puede participar de las dos mo- dalidades. Lépez de Zarate, sin pretensiones de cientifico encasillador, nos presenta las principales formas del amor humano a cosas y personas. Prescindiendo de su amor a las cosas, (21) fijémonos sdlo enel amor doblemente humano que va de persona a persona. Reiterativamente surge en sus versos el amor a la mujer. Unas veces se entrelazan interés y desinterés en pugna de sentimien- tos contrarios. Otras veces, se dibujan claras sus fronteras Pero ni atin cuando la confusién es mayor le es _vedado al ana- lisis comprobar si el amor se inclina hacia el lado de la amistad -desinterés-, o hacia el de la torpe pasién -interés-, o al menos hacia un provecho propio menos innoble. Se distinguen las dos formas de amor en la Egloga amo- rosa en que son interlocutores Silvio y Anfriso. «Qué diré el claro sol, que por oficio tfuvo, pastora, como yo, servirte? (21) Lépez de Zarate tuvo ojos de sensibilidad poética para los bienes be- los de la naturaleza. En silvas y églogas dio perennidad al amor que sen- tia por las cosas en cuya belleza se le quedé prendida el alma. Amé y canté Jas murallas y giorias logrofiesas, las frondas, valles, montes y vifiedos de sus horizontes infantiles, al padre Ebro, el placer de la caza y de la pesca, la dul zura de la vida sencilla y retirada, la armonia de las estrellas y el ordenado concierto de la naturaleza insensible. Amé las cosas con un amor hecho de pasion y mesnra, Amé la bondad de las cosas revestidas de belleza. Y la amé limpiamente, puramente... desinteresadamente, si el rigor del lenguaje filo- séfico permitiera decirlo asi. — 163 ~ GQué el cielo, para tf siempre propicio, viendo, como habra visto ya, rendirte @ quien pore su amor en el provecho, que ni sabré alegrarte ni sufrirte?» (22) La contraposicién de los dos amores es perfecia en esios versos. Con el amor desinteresado se sirve a quien se ama, porque no interesa otra cosa que no sea el interés del amado. El amor desinteresado es por esencia devoto servicio, pues «de la religién de amor desiiérrase el interés». (28) Por el contrario, el amante interesado no sabe ni quiere a- legrar ni sufrir, porque, poniendo su amor en el provecho, no lo halla en soportar ni hacer feliz a nadie, a costa de renunciar a su comodidad. El amor desinieresado entre hombre y mujer es limpio y sa- grado, suave y tierno, vigoroso y perenne y culmina en el ma- trimonio, Como se ve enel Epitalamio escrito por el poeta para celebrar la boda de Don Fernando de Malleza, sefior de la misma casa en Asturias, con Dofia Catalina Bernardo de Quirés. En él pide el poeta para los desposados: «En los dos respirando amor honesto y blando, vigor tan acendrado como elerno, cuanto mas envejezca esté mds tierno, en honor de lo firme, de lo puro con que los dos se amaron, y su amor ha de estar siempre seguro». (24) En la generosa entrega al bien de la amada llega el amanie a la sacrificada renuncia de si mismo. «Dime a su original en sacrificio», (25) «Como el enamorado que casi se desama por amar mas de veras a quien ama». (26) Es fuerte el contraste que frente al amor de amistad produ- ce el amor interesado. El poeta lo subraya con enérgicos ad- jelivos. Es adtiliero, profano y no se enirega. (22) 0. ¥.,1, 21. (23) 0. V., 1.363. (24) 0. (25) (26) — 164 — «Y aunque es verdad que sé que estés rendido, donde amor voluntades no concierta, al {dolo con nombre de Cupido, que, adiltero y profano, no entrega el corazén, cuando la mano». (27) A fuerza de egoismo el amor interesado cae en la destruc- cién de s{ mismo, porque «lo mismo que aborrecer es no templar la pasion, porque es /ey de la razon querer por solo querer. Lo contrario viene a ser, en vez de sacrificar, con el fuego, que a su altar el necio devoto aplica, las victimas que dedica y la imagen abrasar>. (28) El amor, libre de las riendas de la raz6n, - amor desenfrena- do- pierde sus mejores esencias humanas, bestializandose. Don- de la innoble pasién impera, es esclava la raz6n. . Y cuando ésta es esclava, el amante no busca el bien de la amada, sino la satisfaccién del vil deseo en mengua del amor y con dafio de la amada, a la que sacrifica antes de querer sacrificarse él. En el s{mil cultural del poeta no hay sacrificio de victimas en el altar de la imagen -la mujer-, sino destruccién dela imagen misma. (Continuaré) Q2) 0. V4 1, 68. (28) 0. V1, 395.

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