Vous êtes sur la page 1sur 238
UNAM BIBLIOTECA CENTRAL PR 142 css LO AZ eo tos Michel de Montaigne MAIR OS S403 ENSAYOS I Num, apa. Sat) 3 Director de coleeion CARLOS GARCIA GUAL Hoard: (© EDITORIAL GREDOS, S.A, 2005 inches Pacheco, 85 28002 Madi sernonuccion, manacOn won ee dittip ae MARIE-JOSE LEMARCHAND Tuo orignal Eset de Michel Seigneur de Montaigne © Intreducién,teduceida y notas MARIBJOSE LEMARCHAND Disenode colecion MANUEL JANEIRO Depésto Legal M, 23183-2005, ISBN 88.249.27729, Obra completa IsbN 8424927672. Volumen | rmuTECA Impreso en Espefia Printed in Spain UNIVERSAL Sobee papel Hermes de 80 gramos REDOS Grea: Conder, $A Esteban Terradas, 12 ~Poligono Industil ain bn ios Eneuademacion Ramos INTRODUCCION «Yo mismo soy la materia de mi libro (..) Libro consustancial a su autor y parte de su vida, libro que hizo mas a su autor de lo que él 2 su obra», Estas afirmaciones acerca de la primacia del texto sobre elescritot son probablemente las mas citadas por los comentaristas, y han merecido tantas andlisis como el célebre «Madame Bovary, c'est moiv de Flaubert. Son, en cualquier caso, las declaraciones del hace- dor de un libro que no es otro que el de su propia vida, algo tan revo- lucionario en el siglo xv1 que se tardaria siglo y medio en aceptar ese huevo canion: «(Hacer stt propio retrato, qué propésito mas encanta dor'»?, exclamara Voltaire en réplica a la sentencia condenatoria de Pascal: «Retratarse, jqué estupidez!» El libro va creciendo y desarrollandose como un organismo vivo, por sucesivas capas y una proliferacion de aniadidos que, a modo de nuevas células, Montaigne va injertando incansablemente hasta su muerte, que lo encuentra cubriendo de notas e incluso pegando pape- les sobre la copia impresa de una quinta edicion, que resultara ser péstuma. {Qué vida fue entonces la del Seftor Michel Eyquem de Montaigne y le de su libro, los Ensayos? Vida y obra fueron precisamente esto: unos Essais, es decir, unas experiencias (en el apartado II de esta In- 2 ale n'ay pas plus fait mon livre que mon live a fai, Horeconsubstantel son ae theur, dure occupation propre, membre de ma ve, non d'une occupation et fin tere et estrangere comme tous autres livres Libro I, cap. XVID} P Lecharmant projet qua ex dese peindre! > Lesot projet qu'il a eu dese peindre! @ Michel de Montaigne troduccion volveremos sobre el término essai, que dista mucho de la significacion de «ensayo»), Sobre las circunstancias biogréficas y los acontecimientos hist6- ricos —jtantos!— que nutren la fecunda vida de Montaigne, no me voy a extender, ni aludiré a ellos de forma precisa, porque remito al lector ala Cronologia que figura tras esta Introduccion. 1. UN RETRATO OBLICUO DE MONTAIGNE «Las fantasias de mi imaginacién se van siguiendo, pero desde muy lejos a veces, y si se miran, es con una vista oblicua», afirma Montaigne en el capitulo IX del Libro IIT, en el que engarzando citas y anécdotas, recordando aventuras de juventud y confesando males propios de la vejez, va esbozando, y emborronando a la vez, un auto- retrato, el ltimo, No resulta facil seguirle, pero intentemos trazar una semblanza que pueda guiar al lector. Con unos pocos adjetivos, diriamos que es —y utilizo a propési- to el presente, porque como todos los grandes clasicos, Montaigne se nos hace presente y vivo en cada lines tolerante, sincero, muy amigo de sus amigos. Politico con maytiscula (en una época en la que no existian los partidos politicos, pero si, naturalmente, la politica y un gran esfuerzo de reflexion sobre las ideas politicas: es el siglo de Erasmo, de Tomas Moro, de Vitoria, de Jean Bodin, y de La Boétie, su amigo mas querido, por no citar mas que algunos), bon vivant en el sentido més profundo y hasta las tltimas consecuencias, y finalmen- te, curioso, de una forma cercana a su etimologia de cura, es decir, un querer y preocuparse por el saber y un cuidar del saber. Curiosidad que va ala par con cierto ritmo de vida, el propio de un espiritu aler- ta, en poste y con el caballo siempre ensillado, cabalgando por los li- bros y las tierras, Introducetén 9 Retomemos brevemente estos calificativos. Tolerante, pero tole- rante en una época de intolerancia sangrienta, de fanatismo y dogma- tismo fratricida, de masacres en nombre de un mismo Dios, hecho trizas entre dos bandos. Como él mismo afirma, aludiendo a una gue- tra civil anterior, italiana en ese caso, es «gielfo para los gibelinos y gibelino para los gitelfos» (L. II, cap. XII. Tolerante hacia lo otro, lo distinto, y sobre todo hacia el Otro, en una Europa que atin entregada a unas monstruosas carnicerias la comparacién es de Montaigne, y supongo que es la primera vez, que no la ditima, en que viene aplica- daa la guerra-, tiene el descaro de llamar «barbaro» a un Nuevo Mundo que ha sabido edificar ciudades de una magnificencia asom- brosa («Lespouventable magnificence des villes de Cusco et de Mexico», LANL, cap. VD, a las que no ha dudado en pillar y expoliar: «Tantas ciudades arrasadas, tantas naciones exterminadas, tantos millones de pueblos pasados por el filo de la espada, y la parte mas rica y hermo- sa del mundo jarruinada por el negocio de las perlas y la pimiental *», De la sinceridad nos dice Montaigne en uno de los capitulos més importantes del Libro primero, el que dedica a la educacién, que ‘junto con la firmeza y la fe, constituye la verdadera filosofia» y que todo lo demas, incluso las ciencias ~entendidas éstas como «el sa- ber», «no son més que afeites», una afirmacién que viene a redundar fen otras que pertenecen al capitulo IX, De la mentira. Si algo odia Montaigne es la mentira y el engaiio: él anda sin mascara aun en unas situaciones en las que lo justificarian los usos y costumbres, como en la diplomacia, que ejercié como amateur, pero al mas alto nivel (como veremos mas adelante}: «En lo poco que tuve que nego- ciar entre nuestros Principes, durante esas divisiones y subdivisiones en las que nos seguimos despedazando hoy todavia, tuve buen cui- dado de evitar que se equivocaran tomndome por otto y aferrindose ‘auna méscara mia. La gente de esa profesin se mantiene a cubierto (.) Yo me ofrezco con mis mas vivas opiniones, de la forma mas per- * Tané de villesrasées, tant de nations exterminees, tant de millions de peuples possez au fi de espee et la plus riche et belle partie du monde bouleversée par la negotiation des peres et du potve! (L. Ill, capNU) 0 Michel de Montaigne sonal (..} Fl hablar abierto abre otro hablar y lo saca afuera, como hacen el vino y el amor’. En el capitulo LVI, De las oraciones, fustiga, como lo hara Moliére cen su Tarte, la mala fe y la hipocresia de unos creyentes que rezan a Dios para mejor perpetrar sus crimenes, Y este afan de sinceridad lo hace apiadarse de los indigenas de Méjico y Brasil, de cuya buena fe se aprovecharon para engaftarlos sus conquistadores (L. TI, cap. V1). Antes det Rousseau del bon sauvage, y de modo mucho menos pater nalista, Montaigne admira este estado natural, esta ausencia de senti- miento de vergienza de los nativos. Como nos lo advierte en su (Avi- so) al lector, le bubiera gustado poder ensefiar su desnudez, para retratarse «en cueross. Aborrece, por ser otra forma de hipocresia, las costumbres —hoy dirfamos los tabties— con los que el Viejo Mundo enmascaré todo lo referente a la sexuatidad; a diferencia de los ani- males y de los pueblos de aquellas naciones a Jas que llamamos ebar- baras», el hombre [europeo] tiene que refugiarse en una especie de ‘guarida, para procrear a escondidas: «¢Qué hizo a los hombres el acto sexual, an natural, tan necesario y justo, para que no nos atrevamos a hablar de ello sin verguenza, y lo excluyamos de las conversaciones setias y regladas? Pronunciamos descaradamente «matar, rabar, trai cionar»; y esto, ;s6lo nos atreveriamos refunfuiiando entre dientes?$ Sincero es también su estilo —lo que, por mas que presuman de ello casi todos los escritores, es algo verdaderamente singular. De Montaigne si podemos decir lo que Buffon afirmara dos siglos des- pués, dle style, c'est P'hommes. En el primer capitulo del Libro TM, tras comentar que: «Nadie esta exento de decir babadas. La desgracia es 9 Fn ce peu que fay eu a negotier entre nos Princes, ences divisions et subdivisions qut nous deschirent aujourd huy, jay curieusement evite qu'ls se mesprinsent en may et sienferrasent en rion masque. Les gens du mestier se tennent les plus cowwerts(..) Moy, je m’ofre par mes opinions ls plus vives et parla forme lw plus mienne (..). Un parler ouvert uve un autre parler ele tre hors, comme fact ie vin et Vamour, (Lt, cap. © Qi ot con ental au hommes nature, ics fue ear en oser parler sans vergogne et pour Vexcture des propos serewx et reglez? Nous pro- nongons Barden rack sober aye cl, hoe mses que les et (Ll, cap. ¥). f Introduccion n decirlas en serion, Montaigne nos dice: we parle au papier comme je parle au premier que je rencontre». Y en otra parte afirma que odia todo lo que huele a aceite, entiéndase, el escribir con esfuerzo. No se puede decir sin embargo que su estilo resulte facil: mas bien habria que de- cir que la aparente facilidad de su pluma es la misma que la del lapiz © buril de un Durero, por ejemplo, al cabo de tantisimos dibujos. Por otra parte, y esto se hace notar mucho més en el Libro I, donde atin no se evade det todo de sus modelos, los autores de la Antigtiedad ccuyos escritos comenta, se deja llevar de unas largas sentencias, con una sintaxis propia del Renacimiento, que hoy nos resulta muy erudi- tay elaborada, Pero puesto que heros dado aqui unas cuantas mues- tras del texto original, no dedicaremos ningin apartado especial al es- tilo de los Essai. Parce que cestoit luy; par ce que cestoit may {porque era él, por que era yor] (L.I, cap. XXVIII: qué mejor definicion de la amistad, e incluso del amor. Y la amistad que existi6 entre esos dos jovenes par- lamentarios, Michel de Montaigne y tiene de La Boétie, tuvo mu- chos de los rasgos del amor —si bien totalmente alejada de cualquier tendencia homosexual, como, per ejemplo, el mantener una rela- cion ansiosamente afectuosa antes de conocerse personalmente, pri- mero desde la distancia, seguida Iuego de un flechazo apasionado y de una fecundacién mutua en el terreno de las ideas, hasta el punto de que los Essais fueron concebidos primero como puro marco ba- rroquizante, crotesque dice Montaigne, para el gran cuadro de su ami- 0, el Tratado de la Servidumbre Voluntaria, El Contra Uno. De la pa sién tuvo también el caracter fulgurante y breve, y hasta el lado tragico, puesto que el joven La Boétie murio de peste en brazos de Montaigne, y «la muerte entre los dientes, le dej6 por cestamento heredero de su biblioteca y de sus papeles». Montaigne confiesa que no volvié a amar a nadie como a su amigo. Todo esto lo podra con- trastar ef lector en el capitulo XXVIII del Libro I, De la amistad Politico con mayiiscula, deciamos, y podriamos aftadir en todos los campos. Fl de la reflexién por ejemplo, como lector y comentaris- ta de los escritos de Platan y de Plutarco, y naturalmente, de sus coe- téneos, un Maquiavelo, un Erasmo 0 un Bodin. Luego como editor, y 2 Michel de Montaigne ‘acaso colaborador, de la obra de su amigo La Boétie, el Traité de la Servitude Volontaire. Le Contr'Un, antes aludida. También en el terreno de la politica diaria, como gobernante y administrador, encargado por sus conciudadanos de la alcaldia de Burdeos durante dos mandatos. Fue alcalde, como su padre, un p2- dre al que admira profundamente, tanto en la gestion de su finea y sus tierras, como en sus proyectos para una mejor administracién publica: en el capitulo XXXV, D’un défaut de nos polices, expone lo que reivindicaba su padre: nada menos que el derecho de asociacion, la creacin de una «oficina del consumidor» y, mas sorprendente atin, la de una gaceta o periédico para anunciar y centralizar ofertas y peti clones concretas. La alcaldia, en tanto que prictica a escala muy humana, la de los administrados de un municipio, y como practica cotidiana, se adapta perfectamente a la dimension de la filosofia de ‘Montaigne, a sus consejos para gobernar nuestras vidas en la tarea diatia y el ejercicio continuo, lejos de los grandes principios y ambi- ciones. La democracia es un ejercicio de modestia, dira el filosofo existencialista Albert Camus, como haciendo eco a ese gran alcalde. ‘Montaigne fue un politico de la administracion local, pero no de cam- panario: Burdeos tenia en aquel momento un papel importante en la nueva proyeccién europea —atlantica, y cada vez menos mediterra- nea hacia el Nuevo Mundo; y era también nudo politico y eje me- diador entre la Francia del norte y la del sur, la de Oil y la de Oc, la Aquitania de amplios horizontes, frente a Navarra y Bearn, que em- piezan a replegarse, mientras que Burdeos va mirando cada vez mas al Loira ya Paris, es decir, al Estado ya la Corte. Con estas consideraciones legamos precisamente al papel de Montaigne como mediador politico que negocia con dos Cortes, con Ia de Francia y con la de Navarra, donde mantiene muchas amistades, Ja mds importante sin duda alguna la del «Bearnés», Enrique de Nava- ra y futuro Enrique 1V de Francia, hijo del catdlico Antonio de Bor- on y de Juana de Albret, abanderada del movimiento reformista. Esa gran labor diplomatica no aparece casi en los Ensayos, y menos atin en el Libro I, pero tenemos constancia de ella por algunas cartas que nos han sido conservadas y por la labor de los historiadores, Cartas, Introduccion 3 por ejemplo, a su amigo el Gran Canciller de Francia, Michel de L'Hospital, del partido de los Politicos, es decir, del partido de la paz y de la tolerancia, en un pais ensangrentado por largas guerras civiles por motivos religiosos. Estas guerras, cinco en total, que se sucedie- ron una tras otra porque ningtin bando respetaba las treguas ni los tratados de paz, empezaron formalmente en 1562, cuando Montaigne atin no tenia treinta afios aunque en realidad desde mucho antes se estaban produciendo persecuciones, masacres y asesinatos—, y oct paron todo el siglo xvi el Parlamento de Paris no ratificaré hasta 1599 el Edicto de Nantes, que establecia la libertad de cultos en Francia, Es decir, Montaigne no vera la paz religiosa que con sus amigos, los Poli- ticos, tanto contribuyé a alumbrar. También sabemos que juega un papel atin mayor en la reconct- liacion de los dos monarcas enfrentados, Enrique IIT de Valois y Enri que de Navarra, que recibe 2 ambos, por separado y varias veces, en ‘su castillo -modesto— de Montaigne. Y que negocia asuntos privados y plblicas a la vez, como los papeles respectivos de la esposa del fu- turo rey de Francia, Maria de Médicis, y el de su favorita, A la primera se le obligara a abdicar nada més subir al trono por no poder asegu- rar la descendencia de la nueva dinastia; y su. mattresse, amiga per- sonal de Montaigne, la hermosa condesa Diana de Foix (a la que va dedicado el capitulo XXV1 del Libro 1, De la educacion), que por ra- zones evidentes en aquella época, tampoco podra asumir esta fun- cion. Curioso sin limites, en una Europa que descubria nuevos mun- dos y nuevas érbitas, nuevas ecuaciones y nuevas leyes del mundo fi sico, Montaigne se asoma a todo lo cue rige lo lejano, pero prefiere lo cercano. Su mirada es la del topografo o el entomdlogo, mas que la del cosmégrafo. Disfruta con las descripciones geograficas y con las descripciones meticulosas de los viajeros, mas que con los ensayos que extrapolan unas pocas observaciones para construir grandes teo- rias, asi, alaba la descripcion de los rios de Brasil que encuentra en los relatos de Villegaignon y de sus compaferos de expedicién, y pide que le libren de los que «para dar salida a su parcelitay hacen tratados 4 Michel de Montaigne de fisica’. Como hemos tenido ocasion de observar, su espititu se demora en las cosas cotidianas que tejen nuestras vidas, més a gusto que con los grandes principios dogmaticos. Asi, examina muy de cer: a el discurso de la amistad (L. 1, cap. XXVIID, la relacion entre go- bernantes y gobernados (en varios pasajes, siempre que alude a su experiencia de gestor, y en el citado cap. XXXV del L. 1, cuando ex. pone el proyecto de su padre para remediar los defectos de la admi- nistracion piblica); o la relacién entre médico y paciente (L. Il, cap. XXXVID, algo que le sugiere los mas acerbos comentarios sobre la credulidad, de la que se sirve el médico para engafiar al enfermo. Montaigne presume precisamente de ser su propio médico, mé dico del cuerpo y de la mente, y no tolera que el remedio sea peor que la enfermedad: «Enfermo o sano, siempre me dejo llevar de cuan- {os apetitos se hacen apremiantes, Concedo una autoridad considera- ble amis deseos y predisposiciones. No me gusta curar el mal con el mal; odio los remedios que importunan més que la propia enferme- dad. Estar sujeto a un acceso de célico y sujeto a abstenerme del pla- cer de comer unas ostras son dos males en vez de uno. El mal que znos aprieta, por un lado; la dieta, por el otro. Ya que corremos el ries go de equivocarnos, corramos un riesgo que nos dé placers® «Una vez montado a caballo, me cuesta mucho descabalgar, por- que sano o enfermo, ésta es la postura en la que mejor me encuen- tr0%, Acaso porque el movimiento del caballo le ayuda a expulsar esas tremendas piedras cuyo tamaiio y recuento va dictando a su criado en su Journal de Voyage o, mas bien, porque cabalgar le permite 7 aje voudroy que chacun escrivit ce quit seit, et autant qu'il en scat, non en cela sex fement, mais en tous auires subjects: cartel peut awir quelque particulere science ou experience dune riviere ou d'une fontaine, qui ne scat au reste que ce que chacun scait 1H entreprendra toutesfois, pour Jaire cour ce petit lopin, d’esrive toute la physique» (LL cap. XXXD). ® Je niayme point a guarir le mal par fe mal; je hay les remedes qui importunent plas que la maladie: Desire subject ala cholique ed subject & mabstenir de manger des hui- tres, ce sont dewe maux pour un, Puisquon est au hazard de se mesconter, hazardons nous plustost a la sutte du plaisir (LI, cap. X11), aje ne demonie pas volontiers quand je suis a cheval, car c'est Vassiete en laquelle je ‘me trowwe le mieux, et sain et malades (Ll, cap, XLVI, Introduccion 1s sentir €l movimiento perpetuo que define para él el mundo: «le monde n'est qu’une branloire perenne», come afirma en el magnifico cap. Il del L. 1°. Vuelve a insistir en el L. III: we choisirais @ la passer le cul sur sellen. Uno de sus biégrafos mas recientes —porque Montaigne, que parece un contemporaneo, sigue suscitando no sélo nuevos estudios, sino libros destinados al gran piblico, como esta biografia~, Jean La- couture, ha titulado su libro Montaigne a cheval. Podriamos decir de su vida lo que él cuenta del estilo de sus car- tas, que escribe aprisa, como si cabalgara entre postas, y de su puto y letra porque no encuentra quien le siga cuando dicta; comenta tam bien que si tarda en escribir es que no esta en ello, porque lo normal es que se dee llevar de un primer trazo, que produce el segundo. Una cafda de caballo le valdré la experiencia més cercana a la muerte que haya conocido, y nos lo relata con unos comentarios pro- pios de la filosofia existencialista o de la fenomenologia, anotando el completo repertorio de sus sensaciones ¢ impresiones, sus traumas, su amnesia, como si de alguien ajeno se tratara, y con una precision absolutamente inaudita en su época (L. Il, cap. VD). I. LOS ESSAIS: UNOS EXAMENES AL FIEL DE LA BALANZA La lengua francesa conserva un buen muestrario de expresiones formadas con la palabra essai, que nos recuerdan su etimologta, de exagium, ebalanza», porque denotan esa accién de pesar, estimar, ave- riguar, y también de intentar o de dar un tiento a algo, términos que en espaol forman parte del campo léxico de «probar» y «prueba». El inglés essay, formado sobre el antiguo francés essai, pero sin retomar 40 Tendremos acasion ée volver en el Libro Il sobre este capitulo (Del arepentt rmiento), magastralmente analizado por Erch Auerbach en su libro Mimests. La re- presentaton dela realidad en la heratura vcidental (Berta, 1946), tad esp. MEX 0, PCE, 1950), ap. XU: «humaine conditions. 16 Michel de Montaigne el significado que tenfa entonces, volveria al francés en el siglo xxx con otro sentido, el moderno de wensayo»), Heros seguido aqui la cos tumbre, bien arvaigada en el ambito hispanico, de lamar «Ensayos» a los Essais. Pero no espere el lector encontrarse con un texto que vaya desarrollando unas ideas, sin mis, cuando lo que va a tener entre manos es una obra abierta, con todas sus entretelas criticas, y un in- cesante vaiven de ideas puestas a prueba, de forma contradictoria y que hasta podria parecer casi aleatoria Montaigne recurre a menudo a la palabra essai, ahadiéndole o bien un demostrativo deictico, «estos escritos», o incluso el posesivo res essais, No conozco otro autor que dialogue tanto con el lector y jjuegue con las menciones de su obra, llamada por su nombre, como side algn familiar se tratara, antes de Miguel de Cervantes y de otro heredero de Montaigne, el Diderot de Le Neveu de Rameau, En varios pasajes del texto conjuga el verbo essayer, no sélo para hablar de su composicién, sino de su estilo y hasta de su forma de vivir «Jadjouste, mais ne corrige pas» [‘anado, pero no corrijo’), afirma- cién propia de un genio, que sélo se me antoja comparar al tajante «No busco, encuentro» de Picasso, Montaigne se refiere precisamente @ su obra como a un cuadro, cuando implora la paciencia del lector pa- ra que le deje colocar todavia un afiadido al resto de su pintura: «Lais- se, lecteay, caurir encore ce coup dessay et ce troisieme allongeail du reste des pieces de ma peinture. J'adjouste, mais ne corrige pas» (L. Il, cap. 1X), En otra parte, aludira a ese encaje de las piezas como a un trabajo de marqueteria 1 Resume perfectamente esta evolucién el Diccionario de Oxford: xoriginally: an inegular, undigested piece, but now, a finished treatise». Cuando Becon arma que las Epistolas de Séneca s6lo son wEssaizs se refiere a ese primer sentido de «obra iregular ¢ indigesta», Con buen criterio, los autores anglosajones suelen conserva® el titulo original. Como veremos luego en el apartado IV de esta Int duccion, Quevedo se rerio fa obra como «Discurso», mientras que fray Diego dde Cisneros, malogrado traductor de Montaigne, preferia eterno, muy acerta do, de sexperimentos», Otto término usado en el Siglo de Oro el de wExamen (de Ingeniot)», 0 eTientoss, como se decia en la épaca de Gracin, se comespondia muy bien con el de Essai en la €poca renacentista francesa Introduccion y Para hacernos una idea de la importancia de esos afiadidos (a los que él llama graciosamente allongeails,literalmente «alargaderas», que podria uaducirse por , algo que no nos debe sorprender, puesto que en el siglo xvu corrian malos vientos para una obra que terminaria prohibida por el Santo Oficio en 1676. El pobre carmelita parece asustado ademés ante tanta falta de orden, «ni methodo alguno de doctrina; antes de propésito huye y se 15 Debo estas referencias al trabajo de Juan Marichal, La voluntad de estilo. Teoria e historia del ensayismo esparol, cap. V, Madrid, Revista de Occidente, 1971, pet cart Introduccion 25 divierte, saltando de repente de unas cossas a otras quasi en cada ca- pitulo, y haze galanteria y se precia desta libertad y licentia que es- tiende también a las palabras, phrases y modos de hablar». Alardea de haber corregido al «Sefior de Montara», tanto en su doctrina ~y ci- ta varios puntos, rayanos en la heregia protestante, que considera erro: res imperdonables-, como en su estilo, al que ha procurado mejorar, como quien hace una obra de caridad cristiana «porque aunque qui- siera no supiera escribir de otra manera, por no saber las ortes y scientias necesarias para esto»!®, Quevedo, en cambio, como era de esperar, si se refiere a Mon- taigne, y es el primer escritor espafiol en hacerlo, con gran admira- cion en su escrito en defensa de Epicuro, Nombre, origen, intento, re- comendacion y decencia de la doctrina estoica, publicado en 1635: *. 2 «(8) La parole ext most a ceuy gui parle, moitié a ceuy qui Fest, Cettgpcy se athe prepare al rector selon ie brane qt prend. Comme entre cz jouent {a pa, clay qui sostient se demasthe et s'aprest selon la forme du coupm (Ll, xp. Xt. ‘CRONOLOGIA” 1495 Nace Pierre Eyquem, padre de Michel de Montaigne, en va caserén con escudo de armas (maison noble) dependiente del obispado de Burdeos, y comprido en 1477 —un ano an- tes de su muerte— por el bisabuelo de éste, Ramon Eyquem, negociante enriquecido en el comercio de vinos y bacalao ~asi como de los pigmentos para el pastel-. 1499 Vasco de Gama dobla el Cabo de Buena Esperanza y llegaa la India 1513 Balboa descubre el océano Pacifico, dando toda su dimen- sién al descubrimiento colombino. 1514 Los tureos, musulmanes sunies, encabezados por el sultan Selim, derrotan a los chiies en Chaldiran (actual Irak) 1515 Francisco | (1515-1547) conquista el Milanesado. 1516 Carlos V sucede a Fernando el Catélico. 1517 Los curcos del sultan Selim conquistan Siria y Egipto. 1519 Siendo el mayor de los seis hijos de Grimon Eyquem —el abuelo de Montaigne—, Pierre recibe el titulo de de Seigneur de Montaigne, y como tal acompaiia al rey Francisco 1 (1515: 1547) en sus guerras de Italia, donde pernanece varios aiios, escribiendo el relato ~hoy perdido— de sus campatias transalpinas, Magallanes da la primera vuelta al mundo, ‘Nakane (Europe, 1-2, 1972, pags. 161-175). 30 1523 1525 1526 1527 1529 1531 1532 1533 1534 1535 1536 1539 Michel de Montaigne doblando por el Pacifico el extremo sur del continente americano. Bula papal repartiendo el Nuevo Mundo entre Espaiia y Portugal. Carlos V vence a Francisco T en Pavia y lo trae preso a Ma- drid. El nuevo sultan, Soliman, conquista Hungria en Mohacz, y asesina al rey Luis Il De vuelta de Italia, Pierre Eyquem se casa con Anthony de Louppes (Antonia Lopez de Villanueva, de una familia ju- deoportuguesa, expulsada de Calatayud en 1492, y refugia da en Amberes, Toulouse y Burdeos). Saqueo de Roma por Jas tropas de Carlos V. Hernan Cortés conquista Méjico. El sultan Soliman fracasa en suasedio a Viena. Creacion de la Bolsa de Amberes. Maquiavelo publica El Principe; Rabelais, Pantagruel F128 de febrero nace en Montaigne el tercer hijo de Pierre Eyquem, Michel, confiado inmediatamente a una nodriza, aldeana de un pueblo comarcano, Bodas de Enrique de Va- lois con Catalina de Médicis. Clemente Vil excomulga a En- rique VIII de Inglaterra, Calvino se adhiere a la Reforma lu- terana, Empieza la Inquisicion en Portugal. Pizarro manda estrangular al principe inca Atahualpa, después de cobrarle un enorme rescate (comentado en el L. Il, cap. VI). La in- ustria del pastel florece por todo el suroeste de Francia Fundacion de la Orden de los Jesuitas. Primer viaje de Jac ques Cartier a Canada, Michel de Montaigne es confiado a un pedagogo aleman que s6lo le habla en latin (I, XXVD, Decapitacion de Tomas Moro, Carlos V invade Provenza. Muerte de Erasmo. Publicacién en Basilea de la Institutio christianae religionis de Calvino. Montaigne empieza sus estudios hasta 1546-, en el famo- so College de Guyenne, con excelentes maestros, entre otros, protestantes y judios (Buchanan, Guerente, Muret, etc.) [véa- Cronologia 31 1540 1541 1542 1543 1544 1545 1546 1547 1548 1549 1550 1553 1554 1555 se L. 1, cap. XXVIJ, Francisco I promiuilga el Edicto de Villers Cotterets, que establece el Registro Civil y el uso preferente del francés frente a cualquier patois o lengua verndcula. Huelgas de los obreros impresores en Paris y Lyon. Miguel Angel termina El Juicio Final Relacién abreviada de la Destruccign de las Indias de Las Ca- sas. Los turcos conquistan Buda (Hungria) Copénico dedica al Papa su De revolutionibus orbium caeles- tium. Vesalio publica en Basilea el primer tratado de ana- tomia basado en la diseccion de cadaveres: De Humani Cor- pore Fabrica Nace la futura mujer de Montaigne, Frangoise de la Chas- saigne, Primera version francesa del Discurso de Maquiavelo sobre la Primera Década de Tito Livio. Se abre el Conecilio de Trento. Masacres de los cétaros en Provenza, Montaigne estudia Derecho en Burdeos y luego en Toulouse. Muerte de Francisco 1. Le sucede Enrique Il (1547-1559). ‘Nacimiento, en Alcala de Henares, de Miguel de Cervantes, Sublevaciones en Burdeos contra el impuesto de la gabelle Elabuelo de Francoise de la Chassaigne es detenido como rehén por los insurgentes, que asesinan al emisario del rey. Déffense et Mlustration de ta langue frangaise de Du Bellay. Enrique Il promulga unas Cartas de naturalidad para regu- lar el asentamiento de los judios en Francia. Se intensifica la deportacion de negros africanos a América Miguel Servet es quemado en la hoguera en Ginebra. Nace Enrique de Navarra (el futuro Enrique IV, que tendré a Mon- taigne entre sus consejeros). Pierre Eyquem, alcalde de Burdeos, amplia y fortifica su gen- tihommiére de Montaigne y compra para su hijo Michel el cargo de Consejero en la Conte de Périgueux. La crisis infla- ionista en Francia afecta al Tesoro Real. Villegaignon desembarca con una expedicion de protestan- tes exiliados en Guanaba (Rio de Janeito, véase L. I, cap. 22 1556 1557 1559 1560 1561 1562 Michel de Montaigne XXXD. Bula papal confinando @ los judios de Roma en un ghetto a orillas del Tiber. Paz de Augsburgo, Abdicacién de Carlos V. Montaigne se convierte en Consejero del Parlamento de Burdeos (por incorporacién de la Corte de Périgueux a esa institucion). Espafioles e ingleses derrotan a Francia en San Quintin, Pese a la bancarrota, Felipe II inicia la construccion de El Escorial Encuentro de Montaigne y de Etienne de La Boétie en Bur- deos, de cuyo Parlamento La Boétie, tres aftos mayor, forma parte desde 1554 (cf. Ll, cap. XXVIID. Montaigne viaja ala Corte de Francisco II en Paris, desde donde acompafia al rey a Barle Dut. Paz de Cateau-Cam- bresis entre Espaia y Francia: Felipe Il se casa con Isabel de Valois, hija de Enrique Il. Amyot publica la versién francesa de Vidas de los hombres ilustres de Plutarco, Empieza el reinado de Carlos IX (1560-1574), con la regen- cia de Catalina de Médicis. El Canciller Michel de "Hopital (del partido de los «Politicos», amigos de Montaigne) lanza una llamada a la reconeiliacion nacional. Nace el ultimo de los ocho hermanos de Montaigne (cuya muerte repentina comenta en el cap. XX del Libro 1) Viaja de nuevo a la Corte, enviado por el Parlamento de Burdeos en misién negociadora en relacién con los gravis mos conflictos religiosos de Guyena, Se quedaré un afo y medio en Parts. Sigue al ejército real en los combates de Rouen (en poder de los hugonotes). Tras la reconquista, el rey es agasajado por una tribu de indios de Brasil, con los que por mediacién de un truchimn conversa Montaigne. Edicto Real de enero, que teconoce a los protestantes el derecho de asamblea, sobre el que La Boétie escribira su Mémoire sur Edit de Jan- vier, Ello no impide la reaccién ultracatélica del Parlamento de Burdeos, que se manifiesta a favor de sla religion ancienme>, ni la masacre de los protestantes en Valmy (Champaia): es- Cronotogia 33 1563 1564 1565 1566 1568 1569 1570 1st talla la Primera Guerra de Religion, con cincuenta mil muer- tos en los tres primeros meses. Vuelve a Burdeos en febrero; en agosto muere su amigo Etienne de La Boétie (de ura disenteria causada por el virus de la peste) en casa de un familiar de Montaigne, que no se aparta de su cabecera El Parlamento de Paris acepta la propuesta del rey Carlos IX de cambiar el calendaric: el dia primero de afio pasa del uno de abril al uno de enero (L. 1, cap. XX). Cinguiesme Livre, de Rabelais ‘Montaigne se casa con Frangoise de La Chassaigne. Empie- za, a peticin de su padre, ia uaduccién de la Theologia na- turalis de Raymond Sebond. Burdeos ofrece al rey un espec- culo de danzas en las que participan indios de Brasil, Methodus ad facilem historiarum cognitionem, de Jean Bodin. ‘Muere Pierre Eyquem. Montaigne, que esta en Paris, hace imprimir su traduccion de la Apologia de Raymond Sebond, El duque de Alba manda decapitar 2 Egmont y Homes (véase L. I, cap.VI1), El padre de Frangoise de Le Chassaigne es tomado como re- hén por los protestantes cerca de Burdeos. Victorias cat6li- cas en Jarnac y Moncontowr. Cede su cargo en el Parlamento de Burdeos y se marcha a Paris, donde se ocupa de editar las obras de La Boétie (en- tre ellas, unos Versos latinos que dedica a Michel de I'Ho- pital: ante las presiones del partido de la Liga Catdlica, éste acaba de dimitir de su cargo de Canciller de Francia, asi como Ja traduccion de la Consolatio de Plutarco, que dedica a su mujer). Manda instalar su librairie, een vispera de las calendas de marzow, en septiembre, el rey le nombra Caballero de la Orden de Saint-Michel y gentilhonme ordinaire de la Chambre du Roi, en octubre, nace su segunda hija, Leonor (la unica de sus seis hijas que no murié nada més nacer). Espafa, Vene- cia y el Papado firman un Tratado de alianza contra los tur- 4 Michel de Montaigne Cronologia 5 cos, con los que se ha aliado Francia. Victoria de Lepanto. 1582 Fl siete de septiembre recibe en Italia la noticia de su elec- Creaci6n de la Bolsa de Londres. cion (dos de agosto) a la alcaldia de Burdeos. Empieza por Matrimonio de Enrique de Nevarra, protestante, con Mar- garita de Valois, hermana del rey de Francia. Masacre de la Saint-Barthélémy: unos sesenta mil protestantes asesinados, cn Paris y en varias provincias (Paris contaba entonces con unos trescientos mil habitantes, y Francia con unos dieci- séis millones). ‘Montaigne, que ha empezado la redaccion de sus Essais en pplena guerra civil, se retine con uno de los tres ejércitos rea- les, encabezado por el duque de Montpensier, que le envia al Parlamento de Burdeos pata asegurar la defensa de la ciudad, Pasa varias temporadas en Paris, donde parece haber ac- tuado como mediador entre Enrique de Navarra y el duque de Guisa, jefe de la Liga Catélica, Muerte de Carlos IX; le sucede Enrique Ill (1574-1589), Jean Bodin publica La République. Sufte los primeros ataques del «mal de la piedra» (célicos nefriticos), que le acompaitaran todo el resto de su vida), El dia uno de marzo firma su Avis au lecteur, que encabeza los das primeros libros de los Essais, publicados por cuenta del autor en la imprenta de Millanges, de Burdeos. Muere en la derrota de Alcazarquivir (Marruecos) el rey de Portugal; en 1581, con la ayuda del duque de Alba, Felipe Il logeara la Corona de Portugal con sus posesiones de Brasil y del océano indico. Deja el castillo de Montaigne en junio y, después de una breve estancia en la Corte para ofrecer un ejemplar de su li- bro al rey Enrique Ill, coma parte en los combates de asedio a La Fete, En otofio inicia un viaje de catorce meses a Italia (pasando por Basilea, Augsburgo y Ferrara —donde visita a El Tasso, recluido en un asilo—; en Roma es recibido por Gregorio XIII). Dicta y redacta, en italiano y en francés, un Journal de Voyage (que no se conocera hasta 1774), rechazar el cargo; al volver a Montaigne, le escribe el rey p- diendole que acepte. Segunda edicion de los Essais: empie- zan las adiciones («les allongeaitss), muchas incorporan sus impresiones de viajero. Montaigne impone en el gobierno ‘municipal el principio —muy innovador— de la responsabi- lidad civil, frente 2 la eclesidstica, en materia de ayudas sociales. Es reelegido alcalde (hecho excepeional) por otros dos aitos: la miseria, la peste y, last but not least, la guerra civil en el Perigord harén muy dificil este segundo mandato. Nace su sexia y tiltima hija (sdlo vivira unos dias), Se retine con Enrique de Navarra (mayo); en junio, la muer- te del duque de Anjou, dltimo hijo de Enrique Il de Valois, convierte al «Bearnésr en heredero de Ia Corona, pera se niega a abjurar del protestantismo; en diciembre se hospe- da dos dias en el castillo de Montaigne, que manda soltar un ciervo en sus bosques para entretener a su huésped, Enero-abrik: importante actividad negociadora de Montaigne en el plano politico, entre Enrique de Navarra y el mariscal de Matignon, gobernador de Guyena, asi como en el terre- no politico-sentimental, entre la Belle Corisande, la condesa de Guiche (a quien dedicé los Sonetos de La Bostie [véase, 1, XXIX]), amante del futuro rey de Francia, y su mujer, Mar- garita de Valois. En abril, en union con el mariscal de Max tignon, impide que Burdeos caiga en manos de la Liga ul tracatdlica. En mayo y junio vuelve a servir de mediador entre Matignon y el rey de Navarra. En junio estallan en Burdeos los primeros brotes de peste: la gente huye; Mon- taigne, que estaba negociando en Agen y cnye mandato ex- pra en julio, no vuelve a la ciudad ¢ inicia con su farnilia un éxodo de varios meses, Lee a varios historiadores, entre ellos a Quinto Curcio (el ejemplar que ley6 contiene cientos de anotaciones suyas y 1587 1588 1589 1590 Michel de Montaigne se conserva en el castillo de Montesquieu, en La Bréde), @ Ticito, asi como La Crénica de Indias de Gomara, Empieza el Libro III de los Essais, mientras los protestantes y Jos ul- tracatdlicos de la Liga siguen luchando a escasas leguas de su castillo. Montaigne, precisamente por mantener relacio- nes con los dos bandos, es considerado enemigo por am- bos. El Greco: Elentierro del conde de Orgaz. El rey de Navarra vuelve a hospedarse en Montaigne. Pri mer Libro de los Madrigales de Claudio de Monteverdi. Enero: en su camino hacia Paris, donde acude a negociar la abdicacion de Enrique de Navarra y una alianza militar con Enrique Di, Montaigne es arrestado por el pastido protes- tante en Angouleme; puesto en libertad por intervencién del principe de Condé, llega a Paris en febrero; en julio, nuevamente arrestado, es encarcelado en la Bastilla y libe- rado por la intervencién personal del duque de Guisa y de Ja Reina Madre (Catalina de Médicis). Mayo: sublevacton de Paris contra los protestantes, barricadas, el rey huye hasta Chartres. Junio: se publica la cuarta edicidn de los Essai, con seiscientas adiciones a los dos primeros libros y la pri- mera edicién del tercero. Montaigne visita en Paris a Ma- demoiselle de Gournay (que le ha manifestado su admira- cién «por sus eseritos y su persona») ¢ inicia una relacién intelectual privilegiada con la que sera su afille dalliance El mismo afio empez6 una relacion epistolar con el huma- nista Justo Lipsio, que le llama «el Tales francés». Diciem- bre: Enrique III manda asesinar al duque de Guisa, Derrota de la Armada Invencible. William Byrd: Sonets and Songs. ‘Muere Catalina de Médicis. Entrevista entre Enrique Ill y Enrique de Navarra, Asesinato.de Enrique Ill y reinado de Enrique IV, el Primer Borbén (1590-1610). Montaigne se cartea con el rey, que le manda reunirse con él en Tours y le ofrece el cargo de consejero; muy grave- mente enfermo, Montaigne le escribe que volverén a encon- trarse en Paris. Cronologta 7 i591 1592 1593 1594 1598 1600 1601 1602 1605 Nace su primera nieta, Frangoise de la Tour. Frangois Viete inventa el simbolismo algébrico. El trece de septiembre, Michel de Montaigne muere escu- chando una misa celebrada en su cuarto, Deja un ejemplar de la ultima edicion de los Essais cubierto de notas (un mi- lar de adiciones), cuya copia, transcrita por su mujer Fran- ‘oise, sera publicada por Mademoiselle de Gournay en 1594. Abjuracion de Enrique IV, El primer Borbon sera coronado al ao siguiente, pero no en Reims (la catedral donde fue- ton consagradas las primeras dinastias) sino en Chartres, El Parlamento de Paris expulsa a los Jesuitas. Shakespeare: Romeo y Julieta; en 1596, Suetios de una noche de verano Mysierium cosmographicum de Kepler. Enrique IV promulga el Edicto de Nantes sobre la toleran- ia y la libertad de cultos (revocado por Luis XIV en 1685 por influencia de su favorita, la muy devota Madame de Maintenon, y de los enemigos declarados de Montaigne, los jansenistas de Port-Royal, que lograrén la condena de los Essais, «rehabilitados» por Diderot medio siglo mas tarde), Firma con Felipe Il la Paz de Vervins, Tycho-Brahe: Astrono- miae instauratae mechanica. Suplicio de Giordano Bruno, ajusticiado en Florencia. Los tarteros de Manchuria invaden el norte de China. ‘Muere a los noventa aiios la madre de Montaigne. Shake- speare: Hamlet. Astronomiae instauratae progymnasmata (catélogo de 777 estrellas de Tycho-Brahe y de las 228 afiadidas por Kepler). Shakespeare: Macbeth, El rey Lear. Aparece, publicada por el impresor madrileno Juan de la Cuesta, la Primera Parte de El Quijote BIBLIOGRAFIA SELECCIONADA 1, EDICIONES DE LOS ESSAIS Rat, M,, Quuvres completes de Montaigne, Paris, Gallimard, «La Pléiades, 1962. Thibaudet, A, Quvres completes de Montaigne, Paris, Gallimard, «La Pleiaden, 1939. Villey, P., Quuvres completes de Montaigne, Paris, Garnier, 1922. Ediciones en francés moderno: Barral, R, Michel, P,, Montaigne, Quvres completes, Paris, Le Seuil, 1967, Lanly, A. Les Essais, Paris, Champion, 1989, Villey, P., traduccion al francés modemno de la edicion de 1922, Patis, Presses Universitaires de France, 1988. 2. TRADUCCIONES Luanees, J. G. de, Montaigne. Ensayos completos, Barcelona, Editorial Iberia, Coleccién «Obras Maestras», 242, 1968. ‘Azcoaga, E., Montaigne. Ensayos, Madrid, Editorial Edaf. Frame, D., Complete Works of Monteigne, Stanford, University of Cali- fornia, 1957. ~, Montaigne’s «Essays» and Selected Writings: a Bilingual Edition, Saint Martin's Press, 1969. 40 Michel de Montaigne Friedrich, H. et alii, Montaigne’s Works, Stanford, University of Cali fornia, 1992. Picazo, M. D., y Montoro, A., Montaigne. Ensayos, Madrid, Catedra, 1985, Romén y Salamero, C., Montaigne. Ensayos, Paris, Garnier, 1899 (re- editado en Buenos Aires, Losada, 1941) y posteriormente en Aguilar, Madrid, 1962. Screech, M. A, Michel de Montaigne: The Complete Essays, London, New York, The Penguin Press, 1991. 3. BIBLIOGRAFLAS Bonnet, P., Bibliographie de Montaigne, Paris, Champion, 1985. Clive, H.P., Bibliographie annotée, Paris, Champion, 1986 (reed. 1990). Sayce, R. A, Descriptive Bibliography of Montaigne’s «Fssais», 1580- 1700, New York, Bibliographical Society of America, 1990. Le Corpus Montaigne (CD-ROM), Paris, Champion, 1998. Sociéié des Amis de Montaigne, Bibliographie méthodique et analytique des ‘owvrages et documents relatifs ¢ Montaigne, Ginebra, Slatkine, 1983. 4, ESTUDIOS Bloom, H., Modern Critical Views: Montaigne, New York, Chelsea House, 1987. Bulletin de ta Socigte Internationale des Amis de Moniaigne, Paris, Cham- pion: se publica semestralmente desde 1913, con trabajos de los mejores especialistas. Butor, M,, Essais sur les «Essaisn, Paris, Gallimard, 1968. Desan, Ph., Les commerces de Montaigne: le discours économique des Bssaiss, Paris, Nizet, 1992. —, Naissance de la méthode (Machiavel, La Ramée, Bodin, Montaigne, Descartes), Paris, Nizet, 1987. Bibliografia 41 Duval, E., Lessons of the New World: Design and Meaning in Montaigne’s «Essays, Yale French Studies, 64, 1983. Garavito, J., «Montaigne et le monde hispanique», Europe, enero- febrero 1972, pags. 149-53. Frame, D., Montaigne’s Discovery of Man: The Humanization of a Huma- nist, London, Greenwood Press, 1983. Garavini, F., Monstres et chiméres, Paris, Champion, 1993. Gide, A. «Essai sur Montaignes, Paris, Nouvelle Revue Francaise, vol. V, 1939. Jeanneret, Ph,, Perpetuum mobile: Méiamorphoses des corps et des oeuvres, de Vinci a Montaigne, Paris, Macula, 1997. Jenny, L., Lexpérience de la chute. De Montaigne & Michaux, Paris, Pres- ses Universitaires de France, 1597. Kritzman, L., Montaigne, Destruction/ Découverte. Le fonctionnement de Ta rhétorique dans les «Essaisy de Moniaigne, Lexington, French Forum Publishers, 1980. Marchi, D. M., Montaigne among the Moderns: Receptions of the «Essais», Oxford, Bergham Books, 1994. Marichal, J, La voluntad de estilo. Teoria ¢ historia del ensayismo hispa- nico (cap.V, «Montaigne en Espafta»), Madrid, Revista de Occiden- te, 1974, Nakam, G., «Ombres et clartés dans les Essais», Europe, enero-febrero 1972, pags. 77-92. Rendal, S,, Distinguo. Reading Montaigne differently, Oxford, Claren- don Press, 1992 (reed. 2002). Rigolot, F., Les métamorphoses de Montaigne, Paris, Presses Universitai- res de France, 1988. Screech, M. A., Montaigne Melancholy. The Wisdom of the Essays, Lon- don, Penguin Press, 1983. Reed. con nuevo Prefacio y comenta- trios, New York, Rowman & Littlefield, 2000. Starobinski, J. Montaigne en mouvement, Paris, Gallimard, 1982, Statius, P., Le réel et la joie. Essai sur oeuvre de Montaigne, Paris, Kimé, 1997. Supple, J. J, Les «Essais» de Montaigne. Methode(s) et Methodologies, Paris, ‘Champion, 2000, 2 Michel de Montaigne 5, BIOGRAFIAS Frame, D., Montaigne: A Biography, New York, Harcourt Brace & World, 1965. Lacouture, ., Montaigne @ cheval, Paris, Fayard, 1992. Lazard, M., Montaigne, biographie, Paris, Fayard, 1992. LIVRE TROISIESME, 45 lefquelles haltent &callongenc lcurfuice, amefmequ'on Is fait-Le fruit & burdefeur pourfuitee,ceftpourfaiure : Come MW) Alexandredifoie quela in defon rusil,¢eftoieeauailler, Nill credens ame quid faperft agenda. ‘ourmoy donc,iaymela vie, Belacalsue,tellequiilipleua 2 * Diewnouslodtroiersfenc vay pasdelirane quelle eutt& dite 3 Planccellcé de boire 8 de manger que nous nous {ule Sfions,tnettant feulemér ena bouche vn peu de cette drogue {par aquelle Epimenidesfe priuoie dappetit,8efemaintenoit: Re prone Sane RE te in ETT ake PS paesalondlay coups Sushi Gnschasoull emis are Peo 3x86 font plainces Wacrepiedebop fgtity ce que 2775 marth josasea hit posemoy, eaten apt is. Onin Falk faictopt ig grand & rout pulang donneur de; (00 cms tya don, deste, Des options flap lofophies £74 Lest Fit. 3 frembratfeplus volontierscellesquifontles plus lldessceltfigatoa ae Zt EF dre lesplus humaine, 6 noftesile dicourslontconfor, Beef ae , Geen i mex eft yn. douse idesmais Ge prudent wialteNe qielteme 2 2" sPerroutfapilte ncasTavons confondué detract pines HES [eeanilicicles”Bft-ce pas ercur, deflimer aucunes abtionss tne Ls ‘moins di nendecequeles fons neces Sinem olterone se Ge 4ils pas delagefte, que ce ne Spiswortel-conuenable matiages Maem lpry 9 ablaGenoee acelin quoy es fone nous Gece ae ‘en digorce, vabaftimenttitfa, d’ vne fiioinGke & Frarernele gis core Couath icorrefpondance. Aurebours, renoudsle par mutuels oficest¢eez 4 quel elprit clacille & viuife fa pefanzeur ducorps, lec Zi Menelelegecerédeelprigela xe ny 3 piece indigne me noftre{vin, en ceprefent queDieunous’ fai: nousend iene pas vnecommiffion fs [Sa See eerie linmine ont AThomme, nduis iomme {yon fa conditic eS rere el neg nts creneur donned oP ee FESO E San Sets Em eh fe tis ee Reproduccign de una pigina de Ia dicién de 1588, con los afaidos ‘munuecritas de Montaigne ENSAYOS I AL LECTOR Aqui tienes, lector, un libro de buena fe. De entrada, te advier- te de que yo no me he propuesto ningun fin, salvo privado e inti- mo. No tuve en consideracién tu servicio y tampoco tai fama. Mis, fuerzas no alcanzan a servir a tal propésito. Lo he dedicado a la comodidad particular de mis amigos y familiares: para que des- pués de perderme (algo que pronto ha de ocurrirles), puedan en- contrar en sus paginas algunos rasgos de mi temperament y humor, y sustenten asi de forma més viva y completa el conoci- miento que de mi tuvieron. Si hubiera querido buscar con ello el favor del mundo, ya me habria vestido mejor y me habria presen- tado con unos andares estudiados. Pero quiero que se me vea aqui retratado en mi forma mas sencilla, natural y ordinaria, sin artifcio ni contenci6n: porque es a mia quien pinto. Aqui se leeran vivos mis defectos y saldré al natural, en la medida en que me !o haya permitido el respeto a las costumbres: de haber pertenecido yo a esas naciones que, segiin dicen, siguen viviendo bajo la dulce li bertad de las primeras leyes naturales, te aseguro que muy a gusto me habria pintado de cuerpo entero y en cueros, Asi que yo mis- mo, lector, soy la materia de mi libro: no hay razén para que mal- gastes tu ocio con un tema tan frivolo y vano. Adids, entonces. En Montaigne, a primero de marzo de mil quinientos ochenta. CAPITULO 1 COMO POR MEDIOS DISTINTOS SE LLEGA AL MISMO FIN IA} La forma mas comin de ablandar el corazén de aquellos a quienes hemos ofendido, cuando venganza en mano, nos tienen a su merced, es conmoverlos para que se dejen llevar de la compa- sién y la piedad. Sin embargo, la resuelta bravura y la constancia, pese a ser unos medios totalmente opuestos, han podido lograr a veces el mismo efecto Eduardo, principe de Gales, que regent6 tanto tiempo nuestra Guyenal, personaje cuya condicién y fortuna conllevan una gran- deza notable, habia sultido serias olensas por parte de los lemosies, y cuando se hallaba conquistando su ciudad por la fuerza no pu- dieron detenerlo ni los gritos del pueblo pidiendo piedad ni las, mujeres y los nifios que, arrojados a esa carniceria, se arrodillaban a sus pies para implorar clemencia. El seguia recorriendo la ciudad sin pararse, cuando de pronto vio cémo tes gentilhombres fran- ceses sostenian solos, con una osadia increible, el ataque de todo su efército victorioso. La consideracién y el respeto que le mereci6 tanta virtud empezaron a embotar la afilada punta de su célera, y tras aquellos tres, empez6 a salvar a todos los demas hebitantes de la ciudad. 1 EL famoso Principe Negro, duque de Aquitania e hijo de Eau: a, que en el asedio a Limoges en 1370 perdone la vida a tres capitanes, pero no aa todos los combatientes: Montaigne embelece el velato del cronista Froissart. 50 Michel de Montaigne Cuando Scanderberg2, principe del Epiro, iba siguiendo a un soldado de los suyos para matarlo, este soldado, que habia inten- tado aplacarlo con toda suerte de humildes siiplicas, tomé la deci- sion de esperarlo empunando la espada. Tan extrema resolucion detuvo la furia de su amo que, después de verle comportarse con, tanto valor, le concedié su gracia, Solo podrén dar otra interpreta- ion a ese ejemplo quienes no sepan nada de la fuerza prodigiosa y de la admirable valentia de aquel principe. El emperador Conrado III, después de asediar a Gielfo, du- que de Baviera, no quiso avenirse a mejorar su situacidn pese a todas las viles y cobardes satisfacciones que le estuvieron oftecien- do: s6lo accedié a que pudieran salir andando, tlevando consigo sus pertenencias y sin que ofendieran a su virtud, aquellas damas, que se encontraban asediadas con el duque. Ellas, con magnanimo corazon, se las ingeniaron para cargar sobre sus hombros con sus maridos, sus hijos, y hasta con el mismisimo duque. Al emperador Te agrado tanto tal valiente gentileza que lo conmovi hasta las lé- grimas y se le endulz6 toda la agrura de la cruel y mortal enemis- tad que levaba contra el duque. Desde entonces lo trato, a él y a los suyos, con gran humanidad> [8] De estos dos medios, yo me dejarta llevar de ambos, por- que tengo una asombrosa inclinacion hacia la pledad y la manse- dumbre. De tal forma que yo me entregaria mas naturalmente a la compasion que a la estima; asi es la misericordia, un sentimiento vicioso para los estoicas: pretenden que se preste ayuda a los afli- gidos, pero sin dejarse llevar de la compasion hacia ellos. [A] Estos ejemplos me parecen cumplir mejor su propésito: ‘mas atin cuando se ve como esas almas asaltadas y puestas a prue- 2 El principe albanés Scandeniberg, un personaje curioso que, apresado por los torcos, primero se convirtié al Islam, del que luego abjuré para dedicarse a hucher contra el imperio otomano; estuvo al servicio, entre outos, del rey Femando I en Napoles 3 Montaigne se refiere al sitio de Weinsberg, en Baviera (1140), cal como fo cuer- t Jean Bodin en su Methodum ad facile: historiarum cognitionem (cf. M, Rat, Mon tare. Ceurres competes, Pars, Gallimard, 1952, 1431), Ensayos 1 51 ba por ambas fuerzas, resisten ante la una sin quebranto, mientras, que se doblegan ante la otra. Uno puede decir que romperse el co- raz6n por conmiseracién se debe alla facilidad, blandura y molicie, por lo cual las naturalezas mas debiles, como es el caso de las mu- jeres, de los nifos o del vulgo, son mas propensas a ello. Pero cuando se han desdefiado las lagrimas y las preces, el entregarse por mero respeto ante la imagen de la virtud es prueba de un alma fuerte e indomable, que se detiene para honrar un vigor obstina- do. En almas menos generosas, sin embargo, el asombro y la ad- miracion pueden engendrar el mismo efecto, De ello es testigo et pueblo tebano* que, habiendo requerido ante la justicia la pena capital para sus capitanes por haber prolongado la guerra mas alla del tiempo prescrito y acordado de antemano, absolvid de toda culpa a Pelépidas, que se doblego ante el peso de esas objeciones y sélo empleé en su defensa suiplicas y requerimientos, En cam- bio, cuando Epaminondas acudié con soberbia a contar sus proe- zas, ala vez que increpaba ala asamblea y le hacia reproches arro- gantes, el pueblo no tuvo ganas de coger siquiera las bolas para votar y se march6 alabando la grandeza y el coraje del persongje. {C1 Dionisio el Viejo, después de un largo y dificultoso ase- dio a Region, tomé la ciudad en cvyos muros se hallaba Fiton, hombre de bien que se habia defendido con gran obstinacion, y quiso sacar un tragico ejemplo de venganza. Empez6 diciéndole que la vispera habia mandado ahogar a su hijo y a toda su familia. Alo cual Fiton contest6 que ellos le llevaban un dia de felicidad. Luego ordend que lo despojaran de sus vestiduras y que los ver- dugos lo arrastraran por toda la ciudad, azotindolo cruel e igno- + Bate interesante episodio —la justcia popular condenando a sus capitanes por prosegulr con campatias militares, figure en Plutarco (Libro IV de Vidas de los hombres ilustrs, dedicado a Pelopidas).Laley de Tebas regia el mando militar con sbeotareas® 0 comandantes, nombrades por un plazo determinado; debido al gran éxito de sus campaias en Arcadia y Laconia, Pelopidas y Epxminondas re teasaron cuatro meses fa entrega del mando, lo que era considerado como um er ren de Estado. 5 Ta historia de Dionisio el Viejo en la batalla de Region (hoy Reggio, en Calabria) estésacada de Diodoro. 32 Michel de Montaigne miniosamente, a la vez que lo agredian con dutisimas palabras e insultos soeces. Pero él no perdio el valor en ningiin momento y, al contrario, iba con firme rostro proclamando en voz alta Ia glo- rosa y honorable causa de su muerte, por no haber querido en- tregar su pais y dejarlo en manos de un tirano, y le amenazaba con el pronto castigo de los dioses. Dionisio, leyendo en las miradas, de sus soldados que lejos de excitarse con esa bravuconeria hacia el enemigo vencido, iba apoderandose de sus tropas el desprecio por el triunfo de su jefe, y viendo que a punto de amotinarse se ablandaban asombrados ante tanta virtud, arrane6 a Fitén de las manos de sus sargentos, ordeno que cesara el martirio y mandé que en secreto lo ahogaran en el mar. {A] Cuestion asombrosamente vana, diversa y cambiante es por cierto el hombre: resulta dificil sentar un juicio fijo y uniforme. Ahi esta Pompeyo, que perdon6 a toda la ciudad de Jos mamerti- nos, contra los cuales andaba muy irritado, en consideracion a la virtud y magnanimidad del ciudadano Zenén, que cargaba solo con la falta publica y no pedia mas favor que el de llevar la pena él solo, El huésped de Sila, en cambio, que en la ciudad de Perugia 1us6 de la misma virtud, nada pudo sacar ni para él ni para los de- mas, [B] ¥ justo en el lado opuesto de mis primeros ejemplos esta el del mas atrevido de los guerreros, y a su vez el mas clemente con los vencidos, Alejandro, que tas grandes dificultades logrs forzar la entrada a la ciudad de Gaza y se encontr6 con Betis, que mandaba en la plaza y de cuyo valor habia recibido pruebas admi- tables durante el asedio; solo entonces, abandonado por los su- yos, despedazadas sus armas, el cuerpo ensangrentado y cubierto de llagas, seguia luchando entre varios macedonios que por todos lados se ensafaban con él. E irritado por una victoria tan cata, ya que entre tantos estragos su persona acababa de recibir dos heri- das, le dijo: «No moriras como quisiste, Betis; entérate de que has de suftir toda la suerte de tormentos que contra un cautivo pue- dan inventarse». El otro, con gesto no solo seguro, sino altivo y arrogante, se mantuvo callado ante esas amenazas. Entonces, vien- Ensayos | 38 do su obstinado silencio, pregunt6 Alejandro: «Vas a doblar la rodilla? ;Se te escapara una sola palabra de suplica? De verdad, he de vencer esta taciturnidad tuya, y si no puedo arrancarte una pa- labra, al menos te sacaré un gemido». Y mudandose en rabia su célera, mandé que le perforaran los talones, y lo hizo arrastrar, despedazar y desmembrar vivo, atado detras de una carreta zAcaso seria porque el valor le era tan comin que dejaba de admirarlo y lo respetaba menos? [C} O quizés porque lo estimase como algo tan suyo y propio que a 2sas alturas no podia sufrir ver- Jo en otro sin sentir el despecho de una pasién envidiosa, o bien porque el impetu natural de su célera era incapaz de aguantar cualquier oposicion. Verdaderamente, si su furia hubiese podido tener freno, es de creer que en medio de la desolacion que siguié a la toma de Tebas se habria detenido al ver con qué crueldad se pasaba por el filo de la espada a tantos hombres valientes, perdidos sin ningin medio de defensa publica. Alli mataron al menos a seis mil, entre los cus- les a nadie se le vio huir o pedir clemencia, sino que al reves, reco mtieron las calles buscando por todos lados el combate con los enemigos victoriosos, incitandoles a que les hicieran morir de una muerte honorable. A nadie se le vio tan abatido por las heridas que no probara hasta el ultimo aliento seguir vengandose, buscando con las armas de la desesperacion el consuelo de su propia muerte en la muerte de algiin enemigo. No encontré compasién alguna su afligida virtud y no bast6 un largo dia para saciar su venganza. Duré esa carniceria hasta la dltima gota de sangre que quedara por derramar y s6lo se paré ante las personas desarmadas, los an- ianos, las mujeres y los nifos, para sacar de ahi a teinta mil es- dlavos. CAPITULO I DE LA TRISTEZA {A) Yo estoy entre los més ajenos a esta emocion. {C} Nila amo nila estimo, a pesar de que ef mundo, como si tuviese un alto precio, se haya empefiado en honrarla de un favor especial. Con ella visten a la sabiduria, a la virtud y a la conciencia: falso y esti pido adorno. Con mayor discemimiento, los italianos han bauti- zado con el nombre de tristezza a la malignidad!. Es, en efecto, tuna cualidad perjudicial, ¢ insensata siempre; por juzgarla cobarde y vi, los estoicos prohiben a sus sabios entregarse @ este sentimiento. [A] Cuenta la historia que cuando Psamético, rey de Egipto, derrotado y apresado por Cambises, rey de Persia, vio pasar an- te él a su hija presa, a la que vestida de criada mandaban a sacar agua del pozo, mientras que todos sus amigos estaban llorando y lamentandose a su alrededor, se qued6 quieto sin decir palabra, {os ojos mirando al suelo fijamente. Y viendo luego cémo llevaban, a su hijo a la muerte, mantuvo esa mistna actitud, pero al percatar- se de que uno de sus criados tha entre los cautivos, empez6 a me- near la cabeza y a dar muestras de extremo duelo. Esto podria compararse con algo que ocurris recientemente @ uuno de muestros principes que se encontraba en Trento, donde tas enterarse de la muerte de su hermano mayor, un hermano so- 1 Mas que de sonslignidads, ce rata de malinconia, la otra palabra que usan los its lianos, ademas de tristezea, y que también existe en espafiol, recordindonos el origen lisiolgico de la melancolia 0 «bis negra», Ensayos I 35 bre el cual descansaba el apoyo y la honra de toda su casa, y poco después, de la de otro hermano menor, su segunda esperanza”, se enfrento a ambas pruebas con una constancia ejemplar, pero cuan- do unos dias més tarde murié uno de sus criados, se dejo evar por ese tiltimo infortunio y, abandonando toda resolucion, se en- treg6 al duelo y a las lamentaciones de tal forma que algunos vie- ron ahi la prueba de que sélo esa tltima pena lo habia conmovido. La verdad fue sin embargo que encontrandose colmado de triste- za, una minima sobrecarga rompié la barrera de su aguante. Del mismo modo se podria juzgar nuestro primer ejemplo, si no fue- ra porque la historia aflade que cuando Cambises le pregunto a Psamético por qué, si no lo habia conmovido la desgracia de su hija y de su hijo, se habia comportado con tal impaciencia ante la de uno de sus amigos, éste respondio: «Es porque, si bien este thi- mo disgusto puede significarse con lagrimas, los dos primeros so- brepasan con mucho cualquier medio de expresion». Al hilo de estos ejemplos, acaso vendria a propésito ts inven- cién de aquel pintor de la Antigiedad que, al querer representar el sacrificio de Tiigenia y las manifestaciones de duelo de los asisten- tes segiin el grado de alliccion de cada uno ante Ja muerte de esa hermosa chica imocente, tuvo que agotar los dltimos recursos de su arte, y cuando llegé al padre de la joven lo pinto con el rostro tapado, como si ninguna expresion pudiese retratar un duelo tan profundo. Por eso los poetas imaginaron la ficcién de Niobe, esta desgraciada madre que después de perder a siete hijos y luego a otras tantas hijas, sobrecargada de tristeza, acabé transformada en roca, Diriguisse malis {fquedd petifcada por el dolor, Ovidio, Metamorfosis, I 304 2 El cardenal de Lorena, de la casa de los Guisa, perdid en muy pocos dias a dos hermanos, siendo asesinado por orden de Catalina de Méditis el mayor de ambos, Jefe de In Liga de lo eatlicos ultras, que conspiraban, con Espana y el Papa, som tra la monarquia francese, la que acusaban de excesivaiolerancia hscia el proves tantismo, 56 Michel de Montaigne para expresar esta sombria, muda y sorda necedad que nos sobre- coge, cuando nos caen encima unas desgracias que sobrepasan nuestra capacidad de resistencia, Verdaderamente, la fuerza de un disgusto, cuando es extre- mo, llega a dejar estupefacta al alma entera, poniendo trabas a la libertad de sus actos: asi nos ocutre con la stibita desazén que nos causa una mala noticia; nos deja sobrecogidos, estremecidos y como paralizados en nuestros movimientos, de tal suerte que cuan- do la mente logra soltarse luego con ligrimas y sollozos, parece que se libera, se suelta y se esparce, para quedarse a sus anchas, Et via vix tamdem voci laxata dolore est [Por fin el dolor dej6 salir su vor’, Virgilio, Eneida, XI 151] [C] Durante la guerra que el rey Fernando libré cerca de Bu- da contra la vinda del rey Juan de Hungria, Raisciac, un capitan alemén, al ver cémo traian el cuerpo de un caballero cuyas gran- des proezas en el combate habian presenciado todos, empezd a Jamentar su muerte de forma comtin; pero como los demas, sentia, curiosidad por saber quién era, y cuando lo desarmaron, pudo ver que era su hijo, Entonces, en medio de las lagrimas de todos, sdlo él se mantuvo sin soltar palabra ni lanto alguno, puesto en pie, los ojos con una mirada inmévil clavada sobre su hijo, hasta que logrando la fuerza de la tristeza dejar helados sus espiritus vitales, se quedé rigido, y muerto se derrumbé al suelo. [A] Chi puo dir com’egli arde é im picciol fuoco [’Quien puede decir como arde con poco fuego’, Petrarca, Sonetos, XXXVI] dicen los enamorados, cuando quieren describir una pasin inso- portable: - rmisero quod omnes eripit sensus mihi. Nam simul te, Lesbia, aspexi, nihil est super mi quod loquar amens. Ensayos 1 ST Lingua sed torpet, tenuis sub artus flamma dimanat, sonitu suopte tinniunt aures, gemina teguntur Iumina nocte. [porque a mi, desgraciado, me arrebatas todos mis sentidos. En cuanto te veo, Lesbia, nada puedo decir, la cabez perdida, Mi lengua se entorpece. Un fuego sutil invade mis miembros. Con su propio sonido tintinean mis cides, como un doble velo de noche me tapa ambos ojos’, Catulo, Iil 5) [B] No es en el més vivo y fegoso acceso de ardor cuando somos capaces de expresar nuestros embates y requiebros, porque entonces el alma queda lastrada por hondos pensamientos y el cuerpo languidece, derribado por el amor. [A] De ahi nace a veces este desfallecimiento fortuito que tan inoportunamente sorprende a los amantes, este helado encogimiento que, a fuerza de un ardor extremo, en el mismisimo regazo del placer, los deja ateridos ~un accidente que no me es desconocido-. Todas las pasiones que se dejan saborear y digerir son mediocres. Curae leves loquuntur, ingentes stupent [Ligera, la pena habla; grave, enmudece’, Seneca, Hipdlito, I 607] Del mismo modo, cuando nos sorprende una alegria inespe- rada, nos deja asombrados, Ut me conspexit venientem, et Trota circum arma amens vidit, magnis exterrita monstris, diriguit visu in medio, calor ossa reliquit, labitur, et longo vix tandem tempore fatur (En cuanto me vio llegar, con las armas de Troya alrededor, despavorida ante el prodigio, queds petrficada, Ia mirada fija, El calor abandoné sus hhuesos, se desmay6 y quedé sin habla por un largo lapso de tiempo’, Vir- gilio, Enetda, 11 306} 38 Michel de Montaigne [A] Ademas de la mujer romana que murié transida de gozo, al ver cémo volvia su hijo camino de Cannas, Séfocles y Dionisio el Tirano fallecieron de alboroz0; y al leer las noticias de los hono- res que el Senado le habfa otorgado, a Talva le sobrevino la muerte en Corcega; en nuestro siglo, tenemos al Papa Leén X que, cuando Je informaron de la toma de Milan, largamente deseada, entré en tal acceso de jibilo que le subié una alta fiebre y se lo levo. Como testimonio notable de la vulnerabilidad humana, los Antiguos ya observaron como Diodoro el Dialéctico murié repentinamente, so- brecogido por exceso de vergitenza frente al pubblico de sus alurn- nos, al no haber podido desarrollar la respuesta a un argumento que le habian objetado. {B] Yo no suelo ser presa de esas violentas pasiones. Tengo una capacidad de reaccion dura por naturaleza, Me aferro a ella y procuro volver més espesa su corteza, fortaleciéndola a diario con el discurso. CAPITULO IL DE COMO NUESTROS AFECTOS NOS ARROJAN FUERA DE NOSOTROS MISMOS [B} Los que acusan a los hombres de ir siempre caminando boquiabiertos detras de las cosas por venir, y nos enseitan a aga- rramos a la bondad del presente y a estar a gusto con ella, puesto que no tenemos ningdn poder sobre el futuro ~bastante menos incluso del que tenemos respecto del pasado-, verdaderamente, éstos estan sefialando el mas comtin de los errores humanos (si se puede lamar «error» a algo hacia lo cual nos lleva la propia Natu- raleza, para perfeccionar su obra) [C] imprimiendo en nuestras mentes este pensamiento falso, como hace con bastantes mas, porque mas celo tiene de nuestras acciones que de nuestro saber. [B] Con.nosotros, no estamos. nunca:-siempre.estamos fuera, El miedo, el deseo, la esperanza, nos arrojan hacia el futuro y nos hhurtan Ia sensacion y la conciencia de lo que esté, para entrete- nernos con lo que estar4, incluso cuando nosotros no estemos. [Cl Calamitosus est animus futuri anxius. {'Desgraciada la mente que se atormenta con el porvenir’, Séneca, Episto- las, 98} Encontramos invocado amenudo este gran precepto en Pla- ton: «Haz lo que tengas que hacer y conécete a ti mismo»?, Cada 2 Montaigne lee probablemente a Plat6n en la version latina de Ficino, impress en Paris por Henri Estienne en 1546 como sugiere M, Rat (0. ¢., p. 1433, m. 2)=! 60 Michel de Montaigne miembro de estas dos premisas comprende todo nuestro deber y conlleva a su vez el otro! Quien se pusiera a hacer lo que tiene que hacer veria que su primera leccion es conocer quién es y qué es lo suyo propio. ¥ quien se conoce deja de tomar lo ajeno como pro- pio: se ama y, antes que cualquier otra cosa, se cultiva a si mismo; echaza las ocupaciones superfluas y las ideas y propuestas int- tiles.! Ut stulticia etsi adepta est quod concupivit numquam se tamen satis consecutam putat: sic sapientia semper eo contenta est quod adest, ne- que eam unquarn sui poenitet. Ast como la locura, cuando le otorgan lo que desea, jamis se dard por satisfecha la sabiduria en cambio siempre esté contenta con lo presente y a gusto con lo suyo’, Ciceron, Tusculanas, V 18] Fpicuro libra a su discipulo de tener que lograr la sabiduria andando con cautelas y preocupandose por el porvenit. [B] Entre las leyes que conciernen a los difuntos, me parece ‘muy sélida la que obliga a examinar las acciones de los principes una vez que hayan muerto. Ellos son compatieros, que no duetios, de las leyes; el poder que no tuvo la Justicia sobre sus cabezas, es razonable que lo tenga sobre su reputacién y sobre los bienes que legaron a sus sucesores: cosas que a menudo valoramos mas que la vida misma. Es una costumbre que reporta notables ventajas a las naciones que la observan, y resulta deseable para todos los principes {C} que podrian tener motivo de queja, cusndo se juz- ga la memoria de los malos gobernantes del mismo modo que la suya [Debemos obediencia y sujecién a todos los veyes por igual, porque esto tiene que ver con su cargo: pero la estima y el afec- to, sélo se los debemos a su virtud{Concedamos al orden politico la paciencia de aguantarlos aun indignos, de ocultar sus vicios y caer sua seq ips cognosceren (Timea) in embargo, creo que tiene en mene el original griego, al ular Ia segunda persona y no la constatcei6n infniiva, can pronombre indetinio. ee Ensayos I 6 apoyar con nuestras recomendaciones todos sus actos, permane. ciendo indiferentes mientras su autotidad necesite de nuestra ayuda, Pero acabado nuestro comercio, no hay razén para privar a Ja Justicia y a nuestra libertad del derecho a expresar nuestras que- jas verdaderas, y menos ain para denegar a unos buenos stibditos la gloria de haber servido respetuosa y fielmente a un duefio cuyos defectos les eran bien conocidos, privando asi a la posteridad de ‘un ejemplo tan til. Los que por respeto hacia una obligacién de carécter privado siguen aferrados a la defensa inicua de la memo- ria de un principe despreciable, estin defendiendo una justicia particular a expensas de la justicia publica, Dice la verdad Tito Li- vio cuando afirma que el lenguaje de los hombres que se han nu- trido de la monarquia siempre esta lleno de una necia ostentacion, y de testimnonios falsos, porque cada uno eleva sin distincién a su rey hasta el mas alto grada de valor y grandeza soberana, Puede reprobarse la magnanimidad de esos dos soldados que respondieron a Neron de mala manera en su propia cara. Uno de ellos, a quien éste pregunto por qué le queria tan mal, dijo! «Yo te * amaba cuando lo merecias, pero ahora que te has vuelto patricida, pelesn, lacayo y bufén, te odio como lo merecess} Y queriendo sa- ber del otro por qué queria matarlo: «Porque no encuentro otro remedio a tus continuas maldades». Los testimonios que fueron hechos publicos tras su muerte ~y que lo son ya para la posteri- dad- sobre sus tirdnicas y perversas barbaridades, gquién en su sano juicio puede reprobarlos? Me disgusta que en un Estado tan admirable como el espar- tano se introdujera una ceremonia absolutamente falsa, A la muer- te de los reyes, sus aliados y vecinos, todos los ilotas -hombres y mujeres indiscriminadamente— se despedazaban la frente en sefial de duelo, se lamentaban y proclamaban a voz en grito que aquél —fuera el que fuese y hubiera sido era el mejor de sus reyes, atri- buyendo asi al rango un elogio que solo pertenece sl meérito, cuando quizés el primer mérito pertenecia a quien tuviera el pos- remo y ultimo rango. 62 Michel de Montaigne Aristoteles, que da vueltas a todas las cosas, se pregunta acer ca de la afirmacion de Solén, segin Ia cual: «De nadie puede afir- marse que es feliz antes de que haya muerto», y se pregunta si de un hombre que vivio y muri6 ordenadamente, puede decirse que fue feliz, si su fama es pésima y la posteridad lo tiene por misera- ble, Mientras nos agitamos, nos movemos hacia donde nos llevan nuestras preocupaciones: pero al estar fuera del ser, no tenemos ninguna comunicacion con lo que es. Y seria mejor decir a Solén que el hombre nunca ¢s feliz, puesto que sélo lo es cuando ha de- Jado de ser. (B) Quisquam vie radicitus 2 vita se tollit,et ect. Sed facit esse sui quiddam super inscius ipse, nec removet satis a projecto corpore ses, et vindicat {Nadie puede desentaizarse y arrancarse la vida, /sino que uno espera de si algo después de muerto. / Yno puede apartarse del despojo de st cuerpo, sino que lo reclama’, Lucrecio, III 890-95] IA) Beltran Du Guesclin murié en el asedio al castillo de Rangon, cerca de Le Puy, en Auvernia, Cuando los asediados, que terininaron rindiéndose, se vieron obligados a entregar las laves de la plaza, tuvieron que pasar por encima de su cadaver. Bartolomeo de Alviane, general del ejército veneciano, murié al servicio de sus guerras en la provincia de Brescia, y como para devolver su cuerpo a Venecia habfa que cruzar el Veronés, tierra enemiga, la mayor parte del ejército opinaba que debia pedirse tun salvoconducto a los veroneses. Pero se opuso Teodoro Trivolce, que eligié atravesar el campo enemigo con el cadaver por la fuerza de las armas y al albur del combate: «No conviene, decia, que quien nunca tuvo miedo de sus enemigos en vida, muerto de- muestre que los temieta». [3] En verdad, algo semejante ofrecen las leyes griegas: quien reclamase al enemigo un cadaver para inhumarlo, tenia que renun- iar a la victoria, y no le era licito erigir wofeos. En cambio, para ert: > nce Ensayos I 63 quien se lo requiriese, era titulo de victoria. Ast perdié Nicias la ventaja que se habia asegurado claramente sobre los corintios y, ala inversa, Agesilao asegur6 la suya, muy dudosa, sobre los beocios* [A] Estos rasgos podrian considerarse extrafios, si no fuera adnitido en todas las épocas, no sélo el proyectar la preocupacion que tenemos por nosotros mds allé de esta vida, sino el creer a menudo que los favores celestes nos acompafian hasta la tumba y se perpetiian con nuestros restos. De lo cual hay tantos ejemplos antiguos, aparte de los nuestros, que no es preciso que me extien- da, Eduardo I, rey de Inglaterra, que habia comprobado en sus largas guerras contra Roberto, tey de Escocia, cudntas ventajas le reportaba su presencia en el combate, hasta el punto de darle la victoria en todo lo que emprendia personalmente, sintiéndose morir, hizo jurar solemnemente a su hijo que cuando hubiera fa- llecido, mandara hervir su cuerpo Dara desprender la carne de los huesos y enterrarla; en cuanto a los huesos, que los reservase para llevarlos consigo siempre que tuviera que guerrear contra los es- coceses, como si un nudo fatal hubiera atado a sus miembros el destino victorioso® {B] Juan Zisca, que sembr6 disturbios en Bohemia defendien- do los errores de Wyclif*, quiso que lo despellejasen después de 2 Plutarco, Nias, Agestan.VL 3 Eduardo 1 se casé en primeras nupcias oon Leonor de Castila, que le dio once hija y cuatro varones, de los cuales s6lo uno sobrevivie (el futuro Eduardo I, al que vemos scompafiando a su padre en lt guerra contra tos escaceses). No he podido rastrear la fuente de donde Montaigne saca Ia histori de las ultimas vo- Iuntades del rey, pero debio de ser un hecho muchas veces contado en las cron cas; en tna de ellas, muy difundida no s6lo en Inglaterra, sino en Francia durante el siglo xx, The Fantly History of England, del Reverendo G. R. Gleig (Loncires, 1812) he encontrado la siguiente alusiom: «Edward had carried with him t0 the northern border his eldest son, the prince of Wales, whom he enjoined on his death-bed, to prosecute the war with vigour: (..) fis ewn said that he lad pon his succesor the extraordinary injunction, dat he should caus the flesh to be separated from his bones, dnd the bones themselves to be carved at th: head of the army wihersoever it might roxeede it precursor de le Reforma protestant durante el siglo wv, y enya eas defendis Zisca, jefe de los husitas (1360-1424). 64 Miche! de Montaigne muerto para que con su Piel se hiciera un tambor que llevara a los, suyos a guerrear contra sus enemigos, al estimar que eso ayudaria a seguir con las ventajas logradas en las guerras que habia condu- cido personalmente contra aquétlos. Asimismo, algunos indios lle- vaban consigo al combate contra los espafioles los huesos de uno de sus capitanes, por consideracion a la suerte de la que habia go- zado vivo’. Otros puebios de aquel mismo mundo arrastran a la guerra los cuerpos de los hombres valientes muertos en sus bata- lias, para servir su fortuna y animarles en el combate Los primeros ejemplos sdlo reservan a la tumba la fama que lograron en acciones pasadas, pero estos ultimos pretenden ain mis, al afadirle la fuerza de la actuacion. La hazana del capitan Bayard es de mejor factura, el cual, sintiéndose herido de muerte por una descarga de arcabuz en el cuerpo, como le aconsejaban retirarse de le lucha, respondi6 que no empezaria el final de su vi- da dando la espalda al enemigo; y después de combatir hasta el limite de sus fuerzas, se sinti6 desfallecer y, como se resbalaba so- bre el lomo del caballo, mandé a su escudero que lo tumbara al pie de un arbol, pero de tal modo que mutiese con el rostro vuelto hacia el enemigo. Y asi fue. Aftadiré otro ejemplo, tan admirable y digno de consideracion como cualquiera de los anteriores. El emperador Maximiliano, bisabuelo del actual rey Felipe, era un principe dotado de grandes cualidades, y entre otras, de un cuerpo de singular belleza. Pero tenia un rasgo muy opuesto a lo que es habitual entre los princ- pes, que para despachar sobre los asuntos importantes, han de con- vertit su excusado en trono: y es que jamds permitié al mas priva- 5 Cuenta esta costumbre Gomara en su Historia General de las Indias, raducida al francés en 1541. En el capitulo XXXI, «De los cantbalese, Montaigne dara mis pruebes de su interés por los indigenas de América, y esa vez, gracias una obser ‘acon directa: is de los tes indios brasilehos «mostrados» en Raven, © La muerte del caballero Bayard (Le chevaler sans peur et sans reproche, modelo de valor cabalieresco en los manvales de Historia de Francia) en la batalla de Ro- rmagnane (1524) fue contada por Martin y Guillaume du Bellay, en cuyas Memo- ‘as Montaigne sigue casi todo lo que concieme a las guerras que enfrentan a Francia y Espafa en lala Ensayos F 6 do de sus criados que lo viera cuando se cambiaba de ropa. Se es condia para hacer aguas, y era tan piidico como una doncella para no descubrir, ni a un médico siquiera, las partes que se acostum- bra guardar tapadas] Yo, que tengo la lengua tan descarada, com- ‘sparto sin embargo algo de este temperamento pudoroso. Sino es ‘obligado por la necesidad o el placer, no expongo a los ojos de nadie los miembros y actos que nuestra costumbre manda tener cubiertos| Yo me siento forzado y refrenado mis alla de lo que es- timo de buena educacién en un hombre, sobre todo de mi profe- sion, [A] Ahora bien, hasta tal grado de supersticién llegé el em- perador que ordend expresamente en su testamento que una vez muerto, le pusieran, bien atados, unos calzoncillos. Incluso afiadio por codicilo que quien se los pusiera tuviera los ojos vendados. {C] En cambio, la orden que Ciro da a sus hijos de que ni ellos ni nadie vean su cuerpo una vez separado del alma, la atribuyo a su devocién: porque él y tambien su cronista’, entre otras cualidades, sembraron el curso de su vida de una reverencia especial hacia la religion, [B} Me causé enojo la historia que un gran principe me relato de un allegado mio, hombre bastante conocido en la paz y en la guerra, Al morir muy mayor en su Corte, atormentado por los do- lores extremos del mal de la piedra, durante sus Ultimos momen- tos se entretuvo disponiendo las honras fiinebres y toda la cere- monia de su entierro, y exigio de la nobleza que acudia a visitarlo que le diesen su palabra de que asistirian a su convoy. A este mismo principe, que fue a verle en sus iltimos instantes, te supli- 6 con tal vehemencia, tantos ejemplos y razones empleé para demostrar que esas honras eran las que se debian a un hombre de su rango, que aquel tuvo que mandar asistir a toda su casa. Pare- cid expirar contento, después de haber logrado esa promesa y haber ordenado a su aire el orden y protocolo de la ceremonia Pocas veces he visto yo tanto empefio en la vanidad. 7 El cronista es Jenofonte en la Ciropedia 66 Michel de Montaigne tra particularidad —de la cual tampoco carezco de ejemplo en mi familia~ me parece hermana gemela de aquélla, y consiste en cuidar y empefarse hasta el ultimo extremo en otdenar su con- voy mortuorio, en disponer con rara e inusitada parsimonia cada ctiado y cada linterna. Veo digno de elogio el cardcter de Marco Emilio Lépido y la orden que dio a sus herederos, probibiéndoles recurtir para él a las acostumbradas ceremonias que se suelen disponer en tales circunstancias. ;Sigue siendo templanza y fruga- lidad el evitar el gasto y lo placentero, cuando su uso y conoci- miehto han dejado de ser perceptibles? He aqui una reforma facil y de poca costo, IC] Sihiciera falta decidir sobre esa materia, yo opinaria que en esto, como en todos los actos de la vida, cada uno debe seguir una regla acorde con su fortuna. El filésofo Licén prescribe sa- biamente a'sus-amigos dejar su cuerpo donde mejor les parezca, y en cuanto“al funeral, que no sea nt Lujoso, ni basto. Yo dejaré sim- plemente que la costumbre ordene esta cerernonia, y confiaré en la discreci6n de los primeros a cuyo cargo recaiga. «Totus hic locus est contemnendus in nobis, non negligendus in nostris» (Es un asunto que respecto de nosotros, debemos despreciar totalmente, pero no pasar por alto para los nuestros’, Ciceron, Tusculanas, 1 45]. Deja dicho con mucha santidad un santo: «Curatio funeris, conditio se- pulturae, pompa exequiarun magis sunt vivorum solatia quam subsi- dia mortuorumy (El cuidado del funeral, la condicion de la sepul- tura, la pompa de las exequias, son mas un solaz para los vivos que una ayuda para los muertos’, San Agustin, La Ciudad de Dios, 1 12), Por tanto, Sécrates a Critén, que en la hora final le pregunta cémo quiere que lo entietten, responde: «Como queriis», {Bj Si yo tuviera que seguir enzarzindome con esa cuestién, encontraria mais galante imitar a quienes, atin vivos y coleando, se proponen gozar del orden y de la fama de su propia sepultura y se complacen mirando en el mérmol su imagen muerta. Felices los que saben alegrar y agradar a sus sentidos con la insensibilidad y son eapaces de vivir su propia muerte. . Ensayos I a IC] Siento un odio casi irreprimible hacia cualquier domina- ion popular ~pese a que me parezca la mas natural y la mas jus- ta-, cuando pienso en aquella cruel injusticia del pueblo ateniense que, sin darles opcion a defenderse ni escucharlos siquiera, con dend a muerte sin remision a sus valientes capitanes, que acaba- an de ganar contra los lacedemonios la batalla naval de las islas, Arginusas, la més disputada, la mas cruenta que hayan disputado jamés las fuerzas griegas sobre el mar, porque tras la victoria ellos habian aprovechado la coyuntura que les ofrecta la situacién béli ca, en vez de detener el combate para recoger y dar tierra a sus muertos. Esta ejecucion se hace més odiosa aun por lo que ocurrié con Diomedonte. Este era uno de los condenados, hombre de una virtud admirable, tanto en lo militar como en lo politico, el cual, después de haber oido la decisién que los condenaba, dio un paso al frente para hablar, ya que sélo entonces pudo encontrar el mo- mento para que lo escuchasen tranquilamente, pero en vez de wti- lizar su tiempo para defender su causa y poner al desnudo la in- justicia evidente de la sentencia, s6lo se preocupé de conservar la vida a sus jueces, y rogé a los dieses que volvieran el juicio a favor de estos tiltimos, Y para que no ignorasen los votos que sus com pafieros y él habian hecho y conocieran una fortuna tan ilustre, en. vez de atraer sobre ellos la célera de los dioses, lés fue advirtiendo cuales eran esos votos. Luego, sin afadit palabra alguna, ni andar suplicando, se encaminé valientemente hacia el suplicio. Fortuna los castigé unos afios mas tarde, dandoles de comer las mismas sopas. En efecto, Cabrias, capitan general de la armada ateniense, que habia vencido at almirante espartano Polis en la isla de Naxos, perdié el fruto de su comante y sonante victoria, muy importante para sus propios asuntos, Por tetnor a correr la misma suerte ¢ in- fortunio que en el ejemplo precedente. Ast, para no perder unos pocos cuerpos aliados que flotaban a la deriva,.dej6 bogar a salvo a una multitud de enemigos vivos que se encargaton después de hacerle pagar muy cara esa supersticion tan inoportuna, 68 Michel de Montaigne Quaeris quo jaceas post obitum loco? Quo non nata jacent (Quieres saber donde yaceris después de muerto? / Donde yacen los no natos’, Séneca, Las Troyanas, IT 30] Aquel otro devuelve la sensacién de reposo a un cuerpo sin alma: Neque sepulchrum quo recipiat, habeat portum corporis, ubi, remissa humana vita, corpus requiescat a malis. iQue no reciba sepultura, ni alcance un puerto para su cuerpo / en el que, abandonada la vida humana, descanse del mal su cuerpo’, Cicerén, Tusculanas, 144] Podemos ver en la naturaleza cémo algunas cosas muertas si- guen teniendo relacién con Ia vida, Asi el vino sigue envejeciendo en la bodega, mudando su cepa segiin las estaciones. La carne de venado cambia de estado y sabor en los saladeros, siguiendo, se- gin dicen, las mismas leyes que la carne viva CAPITULO IV COMO EL ALMA DESCARGA SUS PASIONES SOBRE FALSOS OBJETOS (CUANDO LE FALLAN LOS VERDADEROS (A] Un gentilhombre de ios nuestros, asombrosamente pro- penso a la gota, solia contestar con mucha gracia a los médicos que lo apuraban para que renunciara totalmente a una dieta de sa- lazones, que en el aprieto y trabajos en que lo ponia su mal queria tener con quién enfadarse, y que cuanto més gritaba, maldiciendo unas veces la salchicha, otras la lengua y el jamén, mas alivio no- taba. Es bien sabido que cuando levantamos el brazo para golpear y solo encontramos el aire, nos duele. Para que una vista resulte placentera, no debe quedar perdida y apartada en la vacuidad del aire, sino tener algim punto de teferencia para sostenerla a una distancia razonable, Ventus ut amitti vires, nisi robore densae occurrant sitvae, spatio diffusus inant. ['Como, a menos que densos bosques se le opongan, / remite el viento difundiéndose en el espacio vacio’, Lucano, Farsalia, It 362] del mismo modo, parece que el alma conmovida y quebrantada se pierde en si misma, si no le dan algo a que agarrarse; siempre hemos de proporcionarle algo donde aferrarse para actuar. Dice Plutarco, a propésito de los que toman afecto a las monas y a los pertitos, que la parte amorosa de nuestro ser, antes que quedarse yerma e intitil, ya falta de legitimo objeto, se forja uno, aun falso y 70 Michel de Montaigne frivolo. Vemos cémo nuestras almas prefieren engafiarse a si mis- ‘mas en sus emociones y fabricarse un falso objeto imaginario, en contra incluso de sus propias creencias, antes que no (ener nada con qué actuar, [B} Asi, los animales se dejan llevar por la rabia, hacia la pie- dra o el hierro que los dejé malheridos, y se vengan a dentelladas sobre su propio cuerpo del dolor que sienten, Pannonis haud aliter post ictum saevior ursa cum jaculum parva Lybis amentavit habena, se rotat in vulnus, telamque irata receptum impetit, et secum fugientem circuit hasta, ['Mas terrible resulta la osa de Panonia/ cuando, alcanzada por la flecha de delgada cortea libia,/ se revuelve sobre la llage y luchando contra el dardo /persigue dando vueltas el hierro que haye con ella, Lucano, Far- salia, VI 220] [A] jCuantas causas inventamos para las desgracias que nos curren! {Cuantas cosas contra las cuales somos capaces de ensa- arnos, con razén o sin ella, con tal de tener algo en que empe- fiarnos! No son las rubias trenzas que estés arrancando, ni la blancura de estos senos que, despechada, tan cruelmente golpeas, los que han matado de un errado plomo a este hermano tan ama- do: busca en otra parte la lucha, (C] Dice Livio, hablando del ejército romano en Hispania tras la pérdida de dos hermanos, sus gtandes capitanes: «flere omnes repente et offensare capita» ('y todos de pronto (empezaron) a llorar y a golpearse la cabeza’, Tito Livio, XXV 37]. Es una costumbre muy comtin, No resulta gracioso lo que dijo el filésofo Bion de aquel rey que en su tristeza se arrance- ba los pelos: «jAcaso piensa éste que quedarse calvo alivia el due- lo». [A] g¥ quién no ha visto masticar y tragarse las cartas, o en- gullir un cubilete de dados, para tener con qué vengarse de la pérdida de su dinero? Jerjes az016 el mar Helesponto, lo hirié con el hierro gritandole mil improperios y escribio un cartel de desafio Ensayos 1 n contra el monte Athos! Ciro entretuvo a todo un ejército durante varios dias para vengarse del rio Gidno por el miedo que habia pasado al cruzatlo. Caligula destroz6 un palacio a causa del placer que habia tenido allt su madre. IC] Cuando yo era joven, se decia en el pueblo que un rey de un pais vecino que habia recibido golpes de Dios juré vengarse: ordené que durante diez aftos se dejara de rezar 0 hablar de Dios, e incluso, en la medida en que tuviera autoridad, se dejase de creer en él, Se queria ilustrar asi no tanto la necedad, como el des- proporcionado sentido del honor de la nacién a la que se referia la broma?, Ambos defecios suelen andar a la par, pero verdadera- mente, esta suerte de comportamiento pertenece ain mas a la fa- tuidad que a la estupidez. [A] César Augusto, azotado por la tormenta en el mar, se em- pefié en desafiar al dios Neptuno y en la pompa de los juegos cit- censes, a modo de venganza, mand6 quitar su efigie del lugar que le correspondia entre los demas dioses. Por lo cual tiene menos excusas que los personajes precedentes, y menos atin después, cuando derrotado en Ja batalla por Quintilio Varo en Germania, iba furioso y desesperado, dandose de golpes contra la muralla y gritando: «jVaro, devuélveme mis soldados!». Sobrepasan los limi- tes de la necedad, y tanto mas cuanto que le afiaden la impiedad, al dirigirse al mismo Dios 0 a Fortuna como si tuvieran oidos ajus- tados a nuestras querellas, [C] quienes siguiendo el ejemplo de Jos tracios, animados por un sentimiento de venganza titanica, em- piezan a disparar conta el cielo, para hacer entrar en raz6n a Dios a flechazos?. Como escribe el viejo poeta en Plutarco: ! Bjemplo sacado de Plutarco, «De como debe refrenarse la ras (cap. V 57) 2 Desgraciadamente, ninguno de los comentanstas de Montaigne nos ha dejado smencién del rey al que se referia la anécdota popular; pero no eran muchas las “maciones europease en el siglo xvi, si tenemos en cuenta que se trataba de bur- iarse del tempetamento vaniloso que los fanceses prestaban a esa nacion —sie do, por mas sefia, «un pals vecinor~ ya es grande la probabilidad de que se trata- ra desu Majestad Cavslica > Ambos ejemplos de la historia de Augusto figuran en Suetonio, 2 Michel de Montaigne Point ne se faut courroucer aux affaires Ine leur chaut de toutes nos choleres (En ningin asunto conviene enfadarse./A ellos, nuestra célera ni les va niles viene’, Plutarco, De conio debe refrenarse la ira, V 57] {B] Pero nunca diremnos bastantes insultos contra los dispara- tes de nuestra mente. CAPITULO V SI EL COMANDANTE DE UNA PLAZA ASEDIADA DERE SALIR A PARLAMENTAR [A] En la guerra contra Perseo, rey de Macedonia, Lucio Mar- io, legado de los romanos, que queria ganar el tiempo necesario para seguir poniendo a punto su ejército, empezé a sembrar ru- mores de proyectos de acuerdos de paz, con los que dejé dormida la vigilancia del rey. Este concedié una tregua de unos dias que proporcioné a su enemigo la oportunidad de seguir armandose; asi corrié el rey a su ultima ruins}, (C} Acordandose de las cos- tumbres belicas de sus padres, los senadores més antiguos denun- ciaron esta prictica como opuesta al viejo estilo de la guerra: que era, dectan, luchar con valor, no con agudeza ni sorpresas 0 em- boscadas nocturnas, ni con retiradas fingidas y repentinos contra- ataques, emprendiendo la guerra sélo después de haberla decla- rado, dejando muchas veces asignados el lugar y la hora de la batalla. Gracias a esa actitud y conciencia, devolvieron a Pirro su médico traidor, y a los faliscos su perverso maestro de escuela, Estas eran las formas verdaderamente romanas, no la sutleza griega o la astucia piinica, en las que vencer por la fuerza es menos glorioso que por el engafio. Engafar puede resultar para un golpe de efecto, pero sélo se da por vencido quien sabe que no lo ha si- * Contado por Tito Livi (XLIL 37) 2 En el primer ejemplo, los romanos devalvsron a Picro el médlico que les habia prometido ervenenarlo; en el segundo, alos nifios, hijos de los jefes militares fa liseos, que el maestro de escuela habia liesado como rehenes al campo romano, 74 Michel de Montaigne do por una trampa o por el azar, sino por el valor, tropa conta twopa, en una guerra leal y justa. Ya queda claro en el lenguaje de aquellas gentes hontadas que atin no habian recibido esta hermo- 5a sentencia: dolus an virtus quis in hoste requirat? {fengaito o valor, ;quién los echa en falta en el enemigo?, Virgilio, Eneida, 11390) [C] Dice Polibio que los aqueos odiaban todo lo que fuera engafio en la guerra y que solo estimaban como victoria un com- bate en el que el valor de los enemigos hubiera quedado derrota- do, «Eam vir sanctus et sapiens sciet veram esse victoriam, quae salva fide et integra dignitate parabitur» (‘Un hombre virtuoso y sabio sa- bra que la verdadera victoria es la que se gana con la conciencia integra y el honor intacto’, Justo Lipsio, Politicos, V 17] Vos ne velit an me regnare hera quidtve ferat fors? Virtute experiamur. ['gEsa vos, es a mia quien Fortuna queria reservar un trono? Que lo de cida el valor, Ennio citado por Cicerén (Sobre los deberes, 1 12)} En el reino de Ternate, entre esas naciones con las que nos lenames la boca Hamandolas «barbaras»?, a costumbre obliga a no emprender la guerra sin haberla declarado previamente y sin dejar de ahadir una amplia declaracién de los medios que se va- yan a emplear: qué tipo de soldados y cuantos, qué municiones, qué armas ofensivas y defensivas. Pero hecho esto, si el enemigo no acepta avenirse a un acuerdo, entonces consideran de ley el re- currir a lo peor, porque piensan que no se les podra reprochar ninguno de esos medios que sirven para vencer, como la astucia y la traicion. 9 Fh reino de Termate forma parte de las islas Molucas, olonizadas por Portugal Tenemos aqui un nuevo ejempla del respeto de Montaigne por las culturas y los titos de unos pueblos recién deseubiertos, cuyo cédigo béico no tene empacho én emparentaren su admataién con ls dela antigua Roma Ensayos T 75 Tan iejos estaban los antiguos florentinos de querer sacar veniaja a sus enemigos atacndolos por sorpresa, que les adver- tian un mes antes de sacar a su ejército al campo haciendo repicar sin parar una campana que llamaban la Martinella® IA] Nosotros, menos supersticiosos, estimamos que quien se lleva el honor de la guerra es el que mayor provecho saca y deci- mos, retomando a Lisandro, que donde no basta la piel del leon, que le cosan wn trozo de piel de zorro®: nuestros ataques por so presa, ya tan ordinarios, derivan de esa practica, No hay momento en que un jefe tenga que estar mas alerta que cuando se parle menta sobre un acuerdo de tregua. Es una regla que anda en boca de todos los hombres de guerra de nuestro tiempo, el que nunca debe salir a parlamentar en persona el gobernador de una plaza asediada, En la época de nuestros padres se lo reprocharon a los sefiores de Montinord y de Lassigny, cuando se hallaban defen- diendo Mousson contra el conde de Nassau. Pero en tal caso siempre tendra excusas el que salga de tal forma que mantenga la ventajay la seguridad de su lado: asi hizo en la ciudad de Reggio el conde Guy de Rangon (si tenemos que creer a Du Bellay, por- que Guicciardin pretende que fue él mismo) cuando el sefior de Lescut se le acercé para parlamentar; nada mas abandonar la for- taleza, estallaron disturbios durante ese parlamento y no sélo el sefor de Lescut y su tropa, que se habia acercado a su lado, se volvié muy débil —de tal suerte que ahi mataron a Alejandro Tri- vulce~, sino que él mismo se vio obligado para mayor seguridad a seguir al conde y refuugiarse en la ciudad bajo su proteccion. [B] Eumenes, asediado en la ciudad de Nora por Antigono, que lo apremiaba a que saliera a hablar con él alegando, después de intercambiar varios mensajes, que le competia salir para parla- mentar con él puesto que él era el mas fuerte, dio esta respuesta tan noble: sams juzgaré a nadie més poderoso que yo mientras, + La Martinlta: de san Martin, cuyo nombre aparece asociado con Marte, dios de la guerra 5 Froverbio sacado de Pluareo, Vida de Lisandro, WV 16 Michel de Montaigne conserve el poder de mi espada», y no accedié hasta que Antigono le entregé a su sobrino Ptolomeo como rehén, tal como se lo pe- dia®. [A] A otros, en cambio, sf les fue bien salir iandose de la pa- Jabra del contrincante: y como ejemplo, el de Henry de Vaux, caballero de Champatia, que estando sitiado en el castillo de Com- mercy por los ingleses, cuando Barthelemy de Bonnes, que co- mandaba el asedio y habia hecho socavar casi todo el castillo, de tal forma que sélo quedaba el fuego para acabar con los sitiados bajo las ruinas, le conminé para que saliera a patlamentar en pro- vecho suyo; asi lo hizo con ottos tres gentilhombres, y al ver con ‘sus propios ojos su evidente ruina, se sintio singularmente obliga- do hacia el enemigo, a cuya discrecion, después de que él se hu- Diese rendido con su tropa, se prendié la mecha, fallaron los pun- tales y el castillo se derrumbé de arriba abajo. (B) Yo me fio facitmente de la palabra de otro. Pero me resuk- tara dificil hacerlo si pudiera pensar que yo lo estaba haciendo por desesperacién y falta de valor, mas que por franqueza y con- fianza en su lealtad. © Montaigne sigue literalmente a Plutarco, Vida de Eumenes, XV. CAPITULO VI (QUE LA HORA DE LOS PARLAMENTOS ES PELIGROSA {A} Hace poco, en la vecina plaza de Mussidan, pude ver c6- mo los que fueron desalojados por nuestro ejército, ast como otros de su mismo bando, gritaban como si fuera una uaicién que du- ante las negociaciones para legar a un acuerdo y mientras se- guian pactando, los hubieran atacado por sorpresa y hecho trizas, algo que dificilmente podria haber ocurrido en otro siglo, pero como acabo de decir, nuestras costumbres se alejan totalmente de esas reglas, y ningim bando debe esperar lealtad del otro ni con- fiar hasta que la ultima clausula haya quedado sellada, y aun asi, tendra que seguir estando muy pendiente. [C] Siempre ha sido un paso arriesgado confiar a un ejército victorioso el cumplimiento de la promesa dada a una ciudad que acaba de rendirse tras una negociacién favorable, y en caliente, de- jar libre entrada a los soldados. L. Emilio Regilio, pretor romano, habia perdido el tiempo intentando tomar por la fuerza la ciudad de Focea y, ante la singular proezé lograda por sus habitantes para defenderse, pacté con ellos acogerlos como amigos del pueblo romano y otorgar a la ciudad el trato de villa federada, para entrar en ella sin que tuviesen que temer ninguna accién hostil. Pero como quiso hacerse ver en toda su pompa, entré con su ejército, y entonees, pese a todos sus esfuerzos, ya no estuvo en su poder el relener a sus gentes: vio como saqueaban buena parte de la ciudad ante sus propios ojos, porque los derechos de la avaricia y de la venganza habian suplantado a su autoridad y a la disciplina militar. 78 Michel de Montaigne ‘A] Decia Cleomenes que cualquier datio causado a un ene- migo en la guerra estaba por encima de la justicia y no sujeto a ella, tanto en lo divino como en Jo humano. Y despues de pactar una tregua de siete dias con los habitantes de Argos, la tercera no- che fue a atacarlos cuando dormian y los vencié, alegando que en el acuerdo de tregua no se habia hablado de las noches. Pero los, dioses vengaron esta pérfida sutileza. {C] Durante un parlamento en que sus habitantes sélo querian lograr su seguridad, la ciudad de Casilinum fue tomada por sor presa, y esto ocurrio sin embargo en una época de muy justos ca- pitanes y de maxima perfeccion de la milicia romana, Porque nun- case ha dicho que, en ciertas circunstancias de tiempo y luger, no sea licito aprovecharnos de la estupidez de nuestros enemigos, de Ja misma forma que nos servimos de su cobardia. Ciertamente, la guerra tiene por naturaleza muchos privilegios razonables que van en contra de la razon, y aqui falla la regla: «neminem id agere ut ex alterius praedetur inscitia» [que nadie intente aprovecharse de la ignorancia del otro’, Cicerén, De los Deberes, It 17}. Me asombra la amplitud de miras de Jenofonte al respecto y cémo se extiende con dichos y hazaftas varias hasta lograr un re- trato perfecto de su emperador, autor de singular peso en esas at- tes, asi como gran capitan y hasta fil6sofo, entre los primeros dis- cipulos de Sécrates. Pero yo no le concedo tan amplio permiso, para cualquier.caso y circunstancia, IA] Cuando el sefior d’Aubigny estaba asediando Capua, des- pués de una furiosa acometida Fabricio Colonna, capitan de la ciudad, se acered a un baluarte para parlamentar y, como sus gen- tes bajaron la guardia, los nuestros se apoderaron de todo y se queaton la ciudad. En una ocasién mas reciente, en Yvoy, el sefior Julidn Romero, que con total desacierto habia salido a parlamentar con el Condestable, se encontré a su vuelta con la plaza tomada, En cambio, para que no nos quedemos sin contraejemplo, cuando el marqués de Pesquaire estaba asediando Genova, donde man- daba bajo nuestras érdenes el duque Octavio Fregoso, y tanto habian avanzado en las propuestas del acuerdo de paz que, a pun- Ensayos I 79 to de concluir, ya se daba por hecho, se infiltraron adentro los es- pafioles y aprovecharon para atrogarse la victoria total. Mas re- Gientemente, en Ligny en Barrois, donde mandaba.el conde de Brienne, puso sitio el Emperador en persona, y cuando salio para parlamentar Bertheuille, lugarteniente de dicho conde, mientras iban discutiendo fue tomada la placa: Fu il vincer sempre mai laudabile cosa, vincasi o per fortuna per ingegno, [‘Vencer siempre es motivo de gloria, / vénzase por fortuna 0 por astucia’, Ariosto, Orlando Furioso, XV 1) dicen, Fl filésofo Crisipo no habria compartido esta opinion y yo tampoco: él decia que quienes corren pueden usar de todas sus fuerzas para ganar velocidad, pero que no les esta permitido en absoluto poner la mano encima del contrincante para detenerlo, ni tampoco ponerle la zancadilla para hacerlo caer. {B} Atin mas generoso, nuestro gran Alejandro a Polipercon- te, que le estaba incitando a aprovechar la oscuridad de la noche para atacar a Dario: «No, contest, a mi no me sirven las victorias robadas: malo me fortunae poeniteat, quam victoriae pudeat» {'prefie- ro lamentar mi destino que tener que avergonzarme de mi victo- ria’, Quinto Curcio, IV 13}. ‘Atque idem fugientem had est dignatus Orodem sternere, nec jacta coecum dare cuspide vulnus. obvius, adversoque occurrit, seque viro vir contulit, haud furto melior, sed fortibus armis. [El no se digné derribar a Orodes cuando hula, /ni arrojarle una flecha por detras. /Se le adelanta, lo ataca y lucha frente a frente, / triunfando no por engafio, sino por la fuerza de las armas’, Virgilio, Eneida, X 732] CAPITULO VIL QUE POR LA INTENCION SE JU2GA DE NUESTROS ACTOS IA) Dicen que la muerte nos libra de nuestras obligaciones. Yo conozco algunos que lo han interpretado de distinta manera Enrique VI, rey de Inglaterra, acords con Don Felipe, hijo del Empe- rador Maximiliano, o para referirme a él de forma mas honorable, padre del Emperador Carlos V, que el dicho Felipe le entregaria a su enemigo, el duque de Suffolk, del partido de la Rosa Blanca, que habia huido para exiliarse en los Paises Bajos, por lo que prometié no atentar jamas contra la vida del duque; pero en su le cho de muerte, dejé testamento ordenando a su hijo que lo matara después de que él muriese, Durante la tragedia que el duque de Alba nos dio a contem- plar en Bruselas hace poco, con la muerte de los condes de Hor hes y Aiguemont!, ocurrieron muchos eventos destacables; entre otros, acontecié que el conde de Aiguemont, en el que habia pues- to su fey seguridad el conde de Hornes para entregarse al duque de Alba, le requirid con gran emperio para que fuese él el primero en ser ejecutado: para que su muerte Jo librara de la fidelidad y obligacion que tenia hacia el conde de Hornes. Parece que la muerte no libré al primero de la palabra dada, y que el segundo ya quedaba libre, incluso si no hubiera muerto. No se nos puede ee aeina en 2 Montaigne alude a un episodio bien conocido de ta historia de Espaiia en Flan- des: laejecuciin en Ta Grand Place de Bruselas de los condes de Hornes y Egmont, que habian encabezado la rebelién contes Espitia, es decir, contra las tropas al mando del duque de Alba Ensayos I al obligar mas alla de nuestras fuerzas y medios. En esta causa, los efectos y consecuencias no obedecen en absoluto a nuestro poder y nada hay bajo nuestro dominio salvo nuestra voluntad: en ella se fumdan y basan necesariamente todas las reglas del deber huma- no, Asi, el conde de Aiguemont, que consideré st alma y voluntad deudoras de su promesa, pese a que el poder cumplitia se le esca- para de las manos, habria quedado libre de su obligacion si hubie- se sobrevivido al conde de Hornes. En cambio, el rey de Inglaterra, que falté a su palabra intencionadamente, no tiene excusas por haber aplazado su acto desleal hasta despues de morir, tampoco el albafil de Herédoto, que habiendo conservado toda su vida el se- creto de los tesoros del rey de Egipto, su duefio, lo revels a sus hijos en su lecho de muerte {C] Yo he visto a muchos de mis contemporaneos retener el bien ajeno, amparéndose en que lo devolverian por testamento despues de su muerte, Este tipo de conducta no sirve, no se puede posponer algo tan apremiante, ni vale el reparar un dafio ponien- do tan poco empeiio e interés. El cumplimiento del castigo tiene que pesar a quien lo cumple Otros se portan todavia peor, cuando aplazan la revelacion de una disposicién llena de odio hacia un familiar, dejandola como uiltima voluntad despues de ocultarla toda su vida: demuestran ast Ia poca consideracién de su propia honra, al irritar en contra de st memoria a los que ofenden, y menos aun de su conciencia, por que no supieron matar su mal talante y tenerle respeto a la propia muerte, y se adjudicaron un tiempo de vida més alld de la muerte. Tnicuos jueces, que aplazan el juicio hasta que ya no tienen cono- cimiento de la causa Tendré mucho cuidado, si puedo, de que mi muerte no diga algo que mi vida no haya dicho antes. CAPITULO VI DE LA HOLGANZA [A] Cuando vemos cémo las tierras en barbecho, grasas y fér- tiles, empiezan a llenarse de cientos y miles de clases de hierbas salvajes e inttiles que crecen en abundancia, y cémo hace falta emplear ciertos sembrados para mantener esas tierras y que nos sigan siendo de provecho; de la misma manera, cuando vemos como las mujeres pueden producir solas unos montones y trozos de cares diformes, pero que pata obtener una buena generacin natural, hay que labrarlas con otra semilla: asi pasa con el espiti- tu. Sino se le ocupa con determinado tema que lo trabe y consti fia, se echa disparatado, de aqui por alld, al yermo de las fantasias. {B] Sicut aquae tremulum labris abi lumen ahenis sole repercussum, aut radiantis imagine Lunae commia pervolitat late loca, jdmque sub auras erigitur, summique ferit laquearia tecti. [Como el agua que tiembla en una caldera de bronce /refleja el sol o la imagen de la brillante luna, los destellos de la luz revalotean por todas partes/y se elevan por los aires golpeando el artesonado del techo’, Virgi hho, Eneida, VI 22-26} [A] No hay ensofacién ni locura que no cause esta agitacion [del espiritu} 2 Montaigne saca este ejemplo de Plutarco, Preceptos del matrimonio, XIV. Ensayos I . . 83 Velut agris somnia, vanae Jinguntur species. [Como enfermizos suefios / nacen vanas quimeras'f Horacio, Arte Poéti- a7} El alma que no tenga meta fija se pierde, ya que, como se sue- le decir, estar en todas partes significa no estar en ninguna, [B] Quisquis ubique habitat, Maxime, nusquam habitat. [Vivir en todas partes quiere decir no vivir en ninguna’, Marcial, Epi- ‘gramas, VIL 73) Hace poco, yo me retiré a mi casa con la decisién de no en- trometerme en cosa alguna, siempre que me resultara posible, y de pasar disfrutando del descanso y de la soledad Jo poco que me queda de vida’, porque me parecia que no podria hacerle favor més grande a mi espiritu que dejarlo holgar completamente, entre- tenerse a si mismo, parar y asentarse adentro: lo que yo esperaba poder conseguir a renglén seguido con suma facilidad, al haberme vuelto mas maduro y juicioso con el tiempo. Pero yo encuentro variam semper dant otia mente, [a holganza siempre dispersa la mente’, Lucano, Farsalia, 1V 704] 2 Montaigne se retiré a su torre en 1571, dejando de ello constancia en wna de las inseripeiones latinas que adomnan su Librairie y que tradaeimos 2 continuaciém «El afto de Cristo 1571, ala edad de treinta y ocho afos, la vispera de las calendas de marzo, aniversario de su nacimiento, Michel de Montaigne, cansado ya desde tiempo atris de [a servidurabre del Parlamento y de los cargos publicos, todavia en la plenitud de sus fuerzas, se rtird al seno de las doctas virgenes, donde, go- zando de descanso y seguridad, habra de pasar los dias que le queden de vida iOjalé ef destino le permita llevar ala perfecién, ext este cuatto con los duces ocios de suis antepasados, lo que él ha dedicado a su libertad, a su tranquilidad y cociobs(reeordemos que Montaigne morira en 1592, alos cincuenta y rmeve afos, ‘que el mismo afio de su retro necié su hije Leonor, la vnica de sus cinco fujas que sobrevivid, BIBLIOTECA CENTRAL U.N.A.M. 84 Michel de Montaigne que al revés, como si fuera un caballo desbocado, mi mente se ocupa mucho mas de si misma, cuando antes solia interesarse por otras cosas; ahora ha alumbrado tantas quimeras y tantos mons- truos fantasticos, amontonados sin orden ni propésito, que para contemplar con mayor gusto su poca discrecion y su rareza, he empezado a enrolarlos, con la esperanza de que, con el tiempo, {mi mente} pueda llegar a avergonzarse de s{ misma. CAPITULO IX DE LOS MENTIROSOS No hay hombre menos adecuado que yo para ponerse a hablar de la memoria, Apenas si encuentro en mi algiin rastro de ella, y no creo que haya en el mundo otra que tenga fallos tan monstruo- sos. Mis demas cualidades son banales y comunes, pero respecto a aquélla, pienso que yo soy un ser singular, alguien muy raro, y dig. no de ganar por ello nombre y fama. [B] Ademés del inconvenien- te natural que me ocasiona [C} —porque es tan necesaria la memo- ria, que tiene raz6n Platén cuando la lama «Grande y poderosa Diosav!. [B] En mi pais, para hatlar de un hombre que no ¢s in- teligente, se suele decir que «no tiene memoriar; asf, cuando yo me qucjo del fallo de la mia, me corrigen y no me creen, como si yo me reprochara el ser estapido. Ellos no ven la diferencia entre me- moria y entendimiento. Lo que hace empeorar mi causa. Me hacen dafio, porque la experiencia demuestra més bien lo contrario, es decir, que a una memoria excelente suele Unirse una escasa capacidad de juicio. A mi, que nada sé tan bien como ser amigo, me perjudican también en esto: las palabras que acusan mi enfermedad son las mismas que representan la ingratitud. Se acu- sa.a mi afecto, en vez de a mi memoria, y de un defecto natural se hace un vicio de la conciencia. «Se ha olvidado —dicen— de ese re- zo o de aquella promesa. El nunca se acuerda de sus amigos. No se ha acordado de decir, 0 de hacer, o de no mencionar esto por 1 Enel Critias o Acerca de la Atlantida 86 Michel de Montaigne amistad». Ciertamente, yo soy capaz de olvidarme de algo muy fé cilmente, peto descuidarme de un encargo que me haya hecho un amigo, esto si que no. Que se contenten con mi desgracia sin echarle malicia, y ademas una malicia tan ajena a mi temperamento. En cierta medida, encuentro motivos de consuelo. Primero, porque {B] de este mal he sacado motivo para corregir otro peor que se me podria haber dado, a saber, la ambicion, ya que se trata de un fallo intolerable para quienes negocian los asuntos publicos. Luego, porque, como apuntan varios ejemplos del modo de pro- greso con que actia la Naturaleza, ésta ha reforzado en mi otras cualidades: a medida que se debilitaba mi memoria, en vez de ir haciendo descansar mi mente y languidecer mi juicio siguiendo Jas huellas de los demas, como hacen los mundanos, que no ejer- cen sus propias facultades, lo que habria sido el caso si hubiera conservado traza de ideas y opiniones ajenas gracias a la memoria. Asi mi discurso se hace més corto, porque el almacen de la memoria suele estar mucho mas abastecido de materias que el de Ja invencion, [C] De haber sido buena la mia, hubiera ensordeci- do a mis amigos con una palabreria insoportable, porque todos los temas despiertan en mi la facultad de organizarlos y se me en- ciende el poder de argumentar y discurtir. [B] Que eso sea una pena, yo lo compruebo con algunos de mis amigos intimos: a me- dida que su memoria les va facilitando el asunto presente entero, se vuelven tan atras en la narraci6n, cargandola de detalles super- fuos, que si ia histaria es buena, ahogan su bondad; si no lo es, os pondréis a jurar bien en contra de su feliz memoria o de lo des- acertado de su juicio {(C] Resulta dificil acabar de contar y cortar una vez que uno se ha echado a andar. No hay nada donde mas pueda apreciarse la fuerza de un caballo como con su parada redonda y en seco. In- cluso con la gente perspicaz, veo algunos que quieren y no pue- den dejar de correr. Mientras buscan el punto para terminar su ca- rrera, siguen diciendo estupideces y arrastrandose como si fueran a desmayarse. Los ancianos, sobre todo, son peligrosos porque se siguen acordando de todo su pasado, mientras que se olvidan de SS ee Ensayos 1 87 todas las veces que Io han vuelto 2 contat, He visto unas historias muy divertidas hacerse aburridisimas en boca de un sehor, por ha- ber abrevado cien veces al ptiblico de los asistentes. {B} En segundo lugar, me acuerdo menos de las ofensas reci- Didas, como decfa aquel antiguo®, Me haria falta un protocolo co- mo el que levaba Dario para no olvidar la ofensa que le habian in- fligido los atenienses; habia ordenado que cada vez que se sentara a comer, un paje volviese a cantarle tres veces a la oreja: «Setior, acuérdese de los atenienses» >, De esta manera, los lugares y los li- bros con los que me vuelvo a encontrar siempre me sonrien con la frescura de la novedad [A] Con razén se dice que quien no tiene memoria firme no debe intentar embarcarse en la mentira. Ya sé que los gramaticos istinguen entre «decir una mentiray y «mentir»; alegan que «decit ‘una mentira» significa decir algo falso, pero que se ha tomado por verdadero, mientras que la delinicion de la palabra mentiri en latin, (de donde arrancé nuestro francés mentir), quiere decir «it en con- tra de su conciencia», y que por lo tanto, sélo concierne a los que dicen lo contrario de lo que saben: de éstos, precisamente, estoy hablando, Estos mentirosos, 0 bien inventan todo de cabo a rabo, o bien disfrazan o alteran un fondo de verdad. Cuando es el caso de los que disfrazan la historia e introducen cambios, es bastante facil apremiarlos hasta que se queden cojeando, si se les hace repetir la misma historia, porque la forma con que se ha alojado al principio en la memoria, donde ha dejado huella por medio de la conciencia y del saber, es dificil que no vuelva a presentarse ante la imagina- ion para desalojar a la falsedad, que ahi no anda con pie firme ni puede asentarse, y las circunstancias del primer aprendizaje se des- lizan todas las veces hacia la mente, hasta borrar el recuerdo de todo Jo inventado y bastardeado. 7M Rae (©. 6, p. 1438, 8, 1) piensa que se trata de Cloerén, en el En defensa de Ligurio. Y Montaigne cita el testimonto de Herédoto, V 105, 88 Michel de Montaigne Respecto de los que todo io inventan de cabo a rabo, como no existe una version puesta que venga a chocar con su mentita, pa- rece que no tendrian que temer enredarse en contradicciones. Sin embetgo, como {la mentiral es algo vano e inasible, escapa fécil- mentea la memoria sino esta muy segura de si {B] Esta experiencia la he presenciado a menudo, y de forma divertida, a expensas de personas que hacen profesién de no pro- nunciar més palabras de las que sirven en los asuntos que estan negociando para que resulten del agrado de los grandes sefores con los que conversan, Como las citcunstancias a las que quieren someter su fe y su conciencia son objeto de constantes cambios, tienen que andar diversificando sus discursos cada dos por tres; con lo cual resulta que de fa misma cosa, una vez dicen gris, y la otra, amarillo; a ese hidalgo, algo de tal forma; a aquel otro, de otra suerte; y si por fortuna esos hombres se van contando los unos a los otros los datos tan diversos que han cosechado, qué ocurre con tanta habilidad? Ademas, suelen aventurarse y cometer im- prudencias que a ellos mismos les dejan desconcertados: .qué me- moria les bastaria para acordarse de tantas formas diferentes como las que han forjado sobre un mismo tema? He conocido a varias personas de mi tiempo que envidiaban la reputacién adquirida con esta bells forma de prudencia, pero no veian que st la reputa- cidn esta, el verdadero objeto [de esta reputacién] no puede estar también, La verdad es que mentir es un vicio horrible, Sélo somos humanos gracias a la palabra, y solo gracias a ella nos sostenemos los unos a los otros, Si midiéramos su horror y su peso, persegui- riamos la mentira a sangre y fuego, con mas justicia que a otros crimenes. Yo veo que la gente suele entretenerse castigando a los, nifos por unos errores muy inocentes con total despropésito, y que se les atormenta por unas bagatelas que no tienen consecuen- cia ni dejan secuelas. Sélo la mentira y, en menor grado, la testa- rudez, me parece que deberian combatirse siempre, para que no puedan nacer ni progresar. Van creciendo solas, a medida que crecen los nifios. Una vez que se ha habituado a la lengua con ese Ensayos 1 89 falso adiestramiento, es asombroso cémo resulta imposible dar marcha atrés, Asi ocurre que unos hombres, muy honrados en. otros aspectos, se encuentran sujetos y esclavizados por la menti- ra, Tengo un sastre, muy buen chico, al que jamas he ofdo decir una verdad, salvo cuando se le presenta como algo que pueda ser- le util Si, como la verdad, la mentira no tuviese mas que una cara, estariamos en mejor situacién. Tomariamos entonces como cierto lo contrario de lo que diga el mentiroso. Pero lo opuesto a la ver- dad tiene cientos y miles de figuras y un campo ilimitado. Los pi- tagoricos definen el bien como cierto y finito; el mal, como infinito ‘e incierto, Mil rutas se desvian del blanco, sélo una lleva hasta all Dudo mucho que pueda lograr protegerme de un peligro ex- tremo y evidente por medio de una vergonzosa y solemne menti- ra, Dice un Padre de la Iglesia que estamos mejor en compatiia de tun perro conocido que en la de un horabre cuya lengua descono- cemos, «Ut externus alieno non sit hominis vice» {De tal forma que un extranjero no es considerado hombre por otro hombre’, San Agustin, Ciudad de Dios, XIX, VII]. {Cudnto menos sociable es 1a falsedad que el silencio! El rey Francisco | alardeaba de haber sacado de sus casillas por ese medio a Francisco Taverna, embajador de Francisco Sforza, duque de Milén, hombre muy famoso por su arte en practicar la chatlataneria, Aquél habia sido enviado a Su Majestad para excu- sar a su duetio por un hecho de graves circunstancias. El rey, que seguia manteniendo algim servicio de inteligencia en Italia -de donde acababa de ser expulsado, del ducado de Milan precisar mente-, habia dispuesto tener cerca del duque un gentilhombre que lo representara: un embajador a todos los efectos, pero, en apariencia, un particular, que fingiria estar alli por asuntos priva- dos. Ademas et duque, que dependia mucho mas del emperador, principalmente porque se encontraba en tractaciones para casarse con su sobrina, la hija del rey de Dinamarca, hoy viuda del duque de Lorena, no tenia ningtin interés en que se le viese establecer re- laciones con nosotros. 90 Michel de Montaigne Con este fin, se encontro conveniente recurtit 2 los servicios de un gentilhombre milanés, escudero det rey, de nombre Maravi- lla, Fue enviado como embajador, con unas credenciales secretas e instrucctones y, por otro lado, con otras cartas de recomendacion en favor de sus asuntos particulares, de cara al duque, para guar- dar las apariencias, Tanto tiempo permanecié al lado del duque, que el emperador mostié su resentimiento; esto dio lugar a lo que ocurrié después, a saber, que bajo pretexto de algin crimen, el duque le hizo cortar la cabeza de noche tras un juicto de dos dias. Mi Setior Francisco preparé toda una versién embaucada de la historia ~ya que el rey habia recurrido a todos los principes de la Cristiandad para apoyar su defensa-, y recibido en audiencia por la manana, sent6 varios argumentos pata sostener su causa bajo unas hermosas apariencias: que su amo jamas habia tomado a nuestro hombre por otra cosa que un gentilhombre, suibdito su- yo, que habia acudido @ Milan por asuntos privados, y que allt ja- mas habia vivido bajo otro rostto, negande incluso haber sabido que formaba parte de la Casa Real, ni que fuera conocido de él, ni mucho menos embajador. Por su parte, el rey lo puso en aprieto formulindole varias ob- jeciones y preguntas, acusandole con multiples cargos, hasta aco- mralarle mencionando esa ejecucion, levada a cabo de noche y con alevosia. A lo cual contest6 et pobre hombre, que no sabia cémo salir del apuro y quetia aparentar honradez, que por respeto hacia ‘Su Majestad, el duque habria lamentado mucho que la ejecucion hnubiese tenido lugar de dia. Se puede uno imaginar cémo fue ce- sado fulminantemente después de haber cometido tamafia torpe- za, ante un olfato tan fino como el del rey de Francia EL Papa Julio If habia enviado un embajador a la corte de in- glaterra para suscitar enemistad contra el rey de Francia, Oida la propuesta del embajador, el rey de Inglaterra hizo ver en su res- puesta todas las dificultades que se encontratian para prepararse & luchar contra un rey tan poderaso; a lo cual replico el embajador con total incongruencia que él también Jo consideraba muy dificil ¥ que ast se lo habia expuesto al Papa. Al escuchar estas palabras, Ensayos I 91 tan alejadas de la propuesta inicial, que era la de empujarlo a una guerra inmediata, el rey de Inglaterra adivins lo que luego se reve- Jarfa ser verdad, que la intencion de aquel embajador era servir al rey de Francia, Asi se lo advirtio a su duefto e hizo confiscar sus bienes, y por poco pierde la vida en el asunto. CAPITULO X DEL HABLAR RAPIDO © LENTO [A] Onc ne furent a tous toutes graces données. (Nunca fueron a todos todas las gracias dadas’, de un soneto de La Boétie] ‘Vemos edmo, respecto al don de la elocuencia, unos tienen facilided y prontitud, y como suele decitse, tienen la lengua tan suelta que, venga de donde venga el ataque, ya estan prestos para replicar, otros en cambio tardan mucho en desembuchar, porque no hablan nada que no haya sido elaborado y premeditado, Del mismo modo que existen reglas para que las damas practiquen juegos y ejercicios corporales que hagan resaltar los encantos de su belleza, si yo tuviera que aconsejar algo respecto de estas dos facetas de la elocuencia y sus distintas ventajas, me parece que en nuestro siglo, cuande la elocuencia la profesan los abogados y los predicadores, la elocuencia hesitante conviene més al predicador, y la otra clase, al abogado: porque el cargo que ostenta el primero le deja todo el ocio posible para prepararse, y puede hilar un dis- curso seguido y sin interrupcién, mientras que la situacion del abogado le obliga a entrar en liza para lidiar en cualquier momen- to, y las réplicas imprevistas de la parte contraria lo sacan de su postura, forzandole a tomar otro partido, Ensayos 1 93 Ast ocurrié en la entrevista del Papa Clemente con el rey Francisco I en Marsella!, cuando el Sefior Poyet —un hombre for- mado toda su vida en la abogacia y con gran fama~, a quien ha- bian encargado redactar el discurso real ante el Papa, arenga que habla meditado largamente —que incluso, segtin cuentan, habia traido escrita hasta la tiltima frase desde Paris el dia en que iba a ser pronunciada-, se encontré con que el Papa, temiendo que le dirigieran un discurso que pudiera ofender a los embajadores de los demas principes, suaviz6 su intervencién e hizo ante el rey ‘unas declaraciones muy adecuadas a la ocasion y al lugar, con lo cual dejé inservible toda la argumentacin que se habia trabajado el Sefior Poyet, cuya filipica perdi6 de repente toda su utilidad; te- nia que haber rehecho répidamente otra, pero se sintié totalmente incapaz de ello, y el Sefior Cardenal du Belay tuvo que asumir el relevo. {B] El papel del abogado es mas dificil que el del predicador, y sin embargo, creo que encontrames més abogados aceptables que predicadores, por lo menos en Francia. {B] Parece que lo propio de la mente es operar con prontitud y tepentinamente, mientras que al juicio le compete ser lento y po- ‘sado, Pero lo mismo el que se queda mudo cuando no tiene tiem- po de prepara su discurso y el que teniendo toda la tanquilidad para prepararse no saca ventaja para discurrir mejor, llegan ambos al mismo grado de desacierto, Cuentan de Severo Casio que habla- ba mejor cuando improvisaba, porque debia mas a la fortuna que a su diligencia y se crecia si le intesrumpian mientras hablaba; asi que sus adversarios se cuidaban mucho de enfadarle por miedo que su célera le hiciera ser dos veces mas elocuente. Yo conozco bien por experiencia este tipo de naturaleza, que no puede soportar una fuerte y premeditada laboriosidad: si la pa- labra no va alegre y libremente, no saldra nada que valga la pena. Decimas de algunas obras que apestan a aceite y limpara, por la » La entrevista de reconeiliacén con el Papa de Avion tuvo lugar en 1538, y lo ccuentan en sus Memorias los propios protagonists, los hermanos Du Bellay 94 Michel de Montaigne aspereza y tosquedad que el trabajo imprime en éstas, donde lleva la mayor parte, Ademas, este esmero en quedar bien, esta conten- cin del alma demasiado vendada y tensa en su empefio, la saca de sus casillas, la rompe y traba, como ocurre con el agua, que a fuerza de apresar su violento caudal, no encuentra salida por nin- guna apertura, En esta condicién natural de la que estoy hablando ocurre también esto, que no necesita que se la provoque e incite con pa- siones fuertes, como la célera de Casio (porque ese movimiento seria demasiado brutal), y no quiere que se la sacuda, sino que se Ja solicite; quiere ser encendida y despertada por circunstancias ajenas, presentes y azarosas. Si va sola, no hace més que arrastrar- sey languidecer. La agitacion es su vida y su gracia, (B] Yo no logro asentarme en una postura para disponer de mi: el azar tiene ahi més derechos que yo. La ocasién, la compania, el propio sonido de mi voz saca més cosas de mi mente que las que hallo cuando la sondeo y uso estando solo, [A] Por eso, las palabras valen ms que los escritos, si acaso se puede elegir donde no existe precio. {C] También me ocurre lo siguiente: que no me encuentro donde me busco; me encuentro mejor tropezandome casualmente que buscando e inquiriendo con mi juicio. Puede que al escribir, me vaya saltando alguna sutilidad (quiero decir, algo obtuso en los de- mas, y en cambio, agudo en mi, Dejemos ahi esas cortesias. Cada uno habla segin sus capacidades). Luego me quedo tan perdido que no sé lo que he querido decir (ha ocurrido a veces que un ex- trafio lo vuelva a descubrir antes que yo). Si cada vez que eso me ‘ocurre llevara la navaja de borrar?, me desharia de todos mis Essais, Otras veces, el hallazgo se me presentara mas claro que la luz del mediodia, y me quedaré asombrado ante mi vacilacion previa. 2 Montaigne se refiere a la poqueta herramienla con la que se raspaba el papel ppara borer. CAPITULO XI DE LOS PRONOSTICOS [A] Respecto a los ordculos, es cierto que mucho antes de la llegada de Cristo habian empezade a caer en descrédito: asi vemos cémo Cicer6n se esfuerza por encontrar la causa de sus fallos, [C] y éstas son sus palabras: «Cur isto modo jam oracula Delphis non edentur non modo nostra aetate sed jamdiu, ut modo nihil possit esse contemptius» ['gPor qué ya no se pronuncian oréculos en Del- fos, no solo ahora, sino desde hace mucho tiempo, hasta el punto de que no hay nada tan despreciado?, Sobre la adivinacion, Il 57} [A] Hubo otros pronésticos, que se sacaban de la anatomia de los animales en los sacrificios (C] (Platon atribuye en parte la constitucién de los érganos de aquéllos a tal fin), [A] asi como del temblor de los pollos, o del velo de las aves, «aves quasdam rerum augurandarum causa natas esse putamusy [‘pensamos que Giertas aves han nacido sélo para servir al arte de los augurios’, Ciceron, Sobre la naturaleza de las dioses, 11 44}, como del rayo, de los remolinas de los rios, «mulia cernunt aruspices, multa augu- res provident, multa oraculis declarantur, multa vaticinationibus, mul ta somniis, multa portentis» (‘os ariispices ven muchas cosas, los augures pronostican mucho; muchos acontecimientos vienen anunciados pot oréculos, muchos por vaticinios, muchos por suetios, muchos por prodigios’ Sobre la naturaleza de los dioses, 11 65], y de algunos otros sobre les cuales la Antigtedad apoyaba la mayor parte de cuanto emprendia, tanto en los asuntos publi- cos como en los privados. Nuestra religion abolid todos, A pesar 96 Michel de Montaigne de todo, algo queda entre nosotros, como medios de adivinacién segiin los astros, los espiritus, las figuras del cuerpo, los suetios y demas —un ejemplo notable de la curiosidad desenfrenada de nuestra especie, que se divierte preocupandose por las cosas futt- ras, como si no tuviera bastante con digerir las actuales: [BI] cur hanc tibi rector Olympi sollicitis visum mortalibus addere curam, noscant venturas ut dira per omina clades. Sit subitum quodcumque paras, sit coeca futuri mens hominum fati,liceat sperare timenti lgper qué quisiste, soberano del Olimpo, /aftadir esta angustia a las preo- cupaciones de los mortales, anuncidndoles sus desgracias por medio de crueles presagios? / iQue sea imprevisto todo lo que preparas! /jQue esté ciega la mente de los hombres para el hado futuro! /;Que puedan esperar en medio de sus temores!’, Lucano, Farsalia, 114-6, 14-)5] {C]_ Ne utile quidem est scire quid futurum sit. Miserum est enim nihil proficientem angi [‘Conocer el porvenir no es de ninguna utilidad. Es una verdadera des- gracia atormentarse sin provecho', Sobre la naturaleza de los doses Il 6] IA} Sin embargo [la adivinacién| no tiene hoy la misma auto- ridad. Por eso el ejemplo de Francisco, marqués de Sallusse, me ha parecido digno de destacar. Lugarteniente del rey Francisco I en 3u ejército transalpino, gozaba de todos los favores de nuestra cor- te y estaba obligado ante el rey por su mismo marquesado, confis- cado a su hermano y del que no hubiese disfrutado si no, Lo que hizo no tenfa razén de ser y contravenia sus propios sentimientos, pero tanto se dejé asustar (como quedé claro después) por los prondsticos especiosos que dejahan correr por todas partes sobre 4 Las figuras del cuerpos: Montaigne se reficre a los monstrios, es decir, a eriatu tas hibridas, andvdginos, etc, a las que, cuando se sabia tan poco sobre las mal: formaciones, se atibula un poder especial, a veces adivinatorio, Ensayos I 97 nuestra desventaja y dandole la vicioria al emperador Carlos V en Italia, donde incluso esas interesadas profecias llegaron a tales proporciones que se mandaron a Roma enormes sumas de dinero en monedas para propagar esta opinion sobre nuestra ruina. De tal forma que él, después de lamentar a menudo ante sus allega- dos los males que veta cernirse inevitablemente sobre la corona de Francia y sobre los amigos que alli tenia, se declar6 en rebeldia y cambié de campo; esto le habia de causar mucho dao, por mu- cha constelacion que fuese, Se porté como un hombre presa de las, pasiones. Asi, cuando tenia en su mano todas las fuerzas y ciuda- des, y el ejército al mando de Antonio de Leyva a tres pasos, y no- sotros sin sospechar nada, podria haber sido mucho peor, ya que a pesar de su raicion, no perdimos ni un hombre, ni una ciudad, salvo Fossano, y esto después de haber huchado mucho por ella. Prudens futuri temporis exitum caliginosa nocte premit Deus, ridétque si mortalis ultra Jas trepidat Mle potens sui laetusque deget, cui licet in diem dixisse, vixi, cras vel atra ube polum pater occupato vel sole puro. (‘Un dios precavido/esconde en la sombra el futuro /riéndose det mor tal/que tiembla mas de lo debido. / Duento de si mismo es quien /puede decir del dia: “jLo vivil/;Qué importa que maiana el Padre/lene el cielo de tempestado nos regale un sol hermoso!’, Horacio, Odas, Il, XXIX 29- 32, 40-44] Laetus in praesens animus, quod ultra est, Oderit curare. ['EL alma que se alegra del presente /no se preocupara de lo que tenga que seguir’, Odas, Il, XVI 25} 98 Michel de Montaigne Los que creen esta frase, que dice lo contrario, se equivocan: «dsta sit reciprocantur, ut et, si divinatio sit, dit sint: et, si dii sin, sit divination (‘Esta es su argumentacion: si existe la adivinacién, los dioses existen; y si hay dioses, hay adivinacion’, Cicerén, Sobre la adivinacién, I, VI]. Mas sabiamente dice Pacuvio: ‘Nam istis qui linguam avium intelligunt, plusque ex alieno jecore sapiunt, quam ex suo, magis audiendum quam auscultandum censeo. [A los que entienden el hablar de los pajaros / a los que un higado ani ‘mal hace mas sabios que el suyo propio, / creo que hay que oirles mas que prestarles atencién’, Pacuvio, citado por Cicer6n en Sobre la adivina- cion, 157] Aquella arte adivinatoria tan famosa, la de los toscanos, nacié de la siguiente manera. Un labrador que hurgaba profundamente la tierra con un palo, vio brotar a Tages, semidiés con cara de ni- fio, pero con la prudencia de un anciano, Acudieron todos y re- cogieron sus palabras y su ciencia, conservando ast los principios y modos de practicar aquella arte, Nacimiento que luego habia de progresar. {B] Yo preferiria arreglar mis asuntos jugando a los dados que por medio de esos suehios. [C] Ciertamente, en todas las re- pUblicas siempre se ha dejado buena parte de la autoridad en ma- nos de la suerte, Platén, en la polis que dibuja con la imaginacién, le atribuye la decisién sobre varias cosas importantes, y pretende, por ejemplo, que los matrimonios se hagan a suertes entre los, buenos ciudadanos. Tanto peso da a esta eleccién fortuita que manda que los hijos que nazcan de esas uniones sean educados en el pais, mientras que los hijos de los malos ciudadanos sean expulsados; sin embargo, deja la posibilidad de que si por casua- lidad alguno de esos exiliados viniera a demostrar con el paso de Ja edad tener confianza en si mismo, se le vuelva a traer, y al con- tratio, se mandase al exilio a quien, entre los elegidos, demostrara poca confianza en su adolescencia Ensayos 1 99 [B] Veo a algunos que estudian y glosan sus almanaques y alegan esa autoridad para juzgar ce las cosas que pasan. De tanto decir, tienen que decir la verdad y la mentira a la vez. (C}_ «Quis est enim totum diem jaculans non aliquando conlineets [';Quién, pues, disparando todo el dia, no daria alguna vez en la diana”, Cice- 16n, Sobre la naturaleza de los dioses, 111 37). [B] No por caer alguna vez en un acierto los estimo mas: habria mas certeza sila regla y la verdad fueran mentira siempre. {C] Ademds, nadie lleva la cuenta de sus errores, por tan banales e infinitos; y si dan valor en cambio a sus predicciones por raras, increibles y prodigiosas. Asi respon- dié Diagoras, al que llamaron el Ateo, en Samotracia, a quien le mostraba en el templo los exvotes y cuadritos de los que se ha- bfan salvado de un naufragio, diciéndole: «Y ahora zqué? Usted que piensa que los dioses no se preccupan por las cosas humanas, 2qué me dice de tantos hombres salvados por su gracia divina? Aqui no aparecen retratados todos los que se ahogaron, en mu- cho mayor nimero». Dice Cicerén que Jendfanes de Colofon fue el tinico fil6sofo, entre todos los que reconacieron a los dioses, que intenté cortar de raiz con toda clase de adivinacion. Bien mira- do, no nos deberiamos quedar sorprendidos, cuando vemos como algunas de nuestras almas principescas se pasman ante tales vani- dades. Yo quisiera haber visto con mis propios ojos estos dos prodi- gios: el libro de Joaquin, el abad calabrés?, que predecia todos los, futuros Papas con sus nombres y tetratos, y el de Leén el Empera- dor, que profetizaba quiénes habian de ser los emperadores y los patriarcas griegos. Lo que si he visto con mis propios ojos es que en situaciones de confusion publica, los hombres, sorprendidos por esos acontecimientos, se agarran a cualquier supersticion, pa- ra buscar en el cielo las causas de unas desgracias que los amena- zan desde los tiempos mas antiguos. Asi, mis coeténeos son tan 2 «Bl abad calabrés es Joachim de Flore, monje de Calabria (1130-1201), cayos libros de eprognésticos» fueron impresos a principias del siglo x, con tal éxito aque se referian a su autor como «El Profetm, 100 Michel de Montaigne sorprendentemente felices con esas cosas que me han convencido de que es una diversion para los espiritus agudos y ociosos, a quienes les encanta enredar y desenredar y serian capaces de en- contrar en cualquier escrito todo lo que le piden. Pero les ayuda en ese juego sobre todo el hablar oscuro, ambiguo y fantasmagéri- co de la jerga profética, a la cual sus autores nunca dan un sentido claro, para que la posteridad pueda aplicar ahi todo lo que le pa- rezca {[B] El daimon de Socrates obedecia quizas a cierto impulso de su voluntad, y se le presentaba, sin [que tuviera que] esperar dis- curriendo racionalmente. En un alma tan depurada como la suya =preparada por el continuo ejercicio de la sabiduria y de la vir- tud-, es probable que esas inclinaciones, por muy temerarias ¢ indigestas que fueran, siempre resultasen importantes y dignas de ser seguidas. Cada uno puede llegar a sentir dentro de st la imagen de esa suerte de agitaciones [C] con unas opiniones que llegan fortuitamente, tan veloces como vehementes. Me toca darles algu- na autoridad, yo que tan poca doy a nuestra prudencia. [B] Tuve algunas {C} debiles desde el punto de vista de la razén, pero muy fuertes en cuanto a persuasion o disuasién, ras habituales en S6- crates, {B] y me dejé llevar de ellas tan util y felizmente que se podria juzgar que algo tenian de inspiracion divina, CAPITULO XIL DE LA CONSTANCIA [A] La ley de la resolucién y de la constancia no implica que no tengamos que protegernos, en la medida de lo posible, de los males ¢ inconveniencias que nos amenazan, ni pot lo tanto del miedo a que nos sorprendan. Al revés, todos los medios honestos para guardarse de los males no solo estan permitidos, sino que son de alabar, El juego de la constancia se juega principalmente so- portando pacientemente los infortunios, cuando no hay mas reme- Gio, De modo que no hay flexibilidad del cuerpo ni movimiento en el manejo de las armas que podamos calificar como malo, si nos sirve para resguardarnos del golpe que nos estan lanzando. {C] Varias naciones muy belicosas se sirven en sus guerras de la huida para sacar ventaja y muestran la espalda al enemigo, mas peligrosamente que el rostro!. Los turcos saben algo de esto. Y Socrates en Platon, burlandose de Laques que habia defini- do la valentia como aguantar firmemente en la fila ante el ejército enemigo: «Como! —dijo-, gentonees seria una cobardia el vencer- los para ocupar su campo?>. ¥ € cit a Homero, que alaba en Eneas la ciencia de la huida. Y como Laques, cambiando de opi- ign, reconoce esta costumbre entre los escitas y, de forma gene- ral, entte los caballeros, él alega al ejemplo de la infanteria la 2 Bra el caso del temible ejército u horda mongol, que hia cabalgando y dispa- rando hacia atrés a toda velocidad, dejando aterrorizados a sus enemigos euro pees (véase el testimonio de Jean de Mandeville, Libros de Manavillas, Sittla, 2002). 102 Michel de Montaigne demonia, nacién preparada por encima de todas para luchar a pie firme, que el dia de la batalla de Platea, como no podia abrir la fa lange del ejército persa, opté por retirarse y quedarse atras, dando. a creer que hutan, y logtando de esta forma ir rompiendo y disol- viendo la masa enemiga, persiguiéndolos, asi se hicieron con la victoria, En cuanto a los escitas, se cuenta de ellos? que cuando Dario marché a subyugarlos, mands a su rey varios escritos para repro- charle la forma en que iban a reculadas y torciendo el combate. A lo cual Indatirso ~pues asi se llamaba— respondié que no era por miedo ante él ni ante ningiin hombre vivo, sino que esto era la forma de andar de su nacién, que no tenia ninguna tierra cultiva- da, ni ciudades, ni casas que defender, temiendo que se aprove- chara de ellas el enemigo. Peco si tantas ganas tenia de morderlos, que se acercara para ver el lugar de sus antiguas sepulturas, y que alli ya encontraria con quien hablar. [A] Sin embargo, cuando uno se encuentra en la diana de los cafonazos, como suele ocurrir en las batallas?, no conviene mo- verse ante la amenaza del tiro; tanto mas cuanto que vemos inevi table su velocidad y su violencia. Mas de uno, por haber levantado la mano o bajaco la cabeza, ha provocado la risa de sus compafie- ros. Asi ocurti6 durante la visita que el emperador Carlos V nos hizo en Provenza*, cuando el marqués de Guast salié a reconocer la ciudad de Arles y, al abandonar un molino de viento donde habia encontrado refugio, fue visto por los Sefiores de Bonneval y 2 Herédoto, Historia IV, CXXVIL 2m la época de Montaigne, los «cafionazos» se hacen cada vez més frecuentes Sully, el famoso minis del sbienestar» (labourage et paturage; la pouleaupet y demas metiforas agricolas con las que Enrique IV se gano —hasta hoy- el corazon de los franceses), también desarrollo un ejétito nacional y un armaroento impre- sionante: en pleno Paris, de ls forjas del Arsenal, van saliendo esas nuevas mir quinas de guerra, los extones alineados al lado del Sena (F. Baytou, Henrt IV, le ri libre, Pati, Flammarion, 1995, p. 415). * No era precisamente una visita, sino la invasion de Proven, levada & cabo por Carlos Ven 1536. ne Ensayas I 103 por el senescal de Agen, que andaban paseando por el ruedo det teatro, Estos lo sefialaron al Senor de Villier, comisario de la arti- Teria, el cual Je apunté tan acertadamente con una culebrina que, de no haberse lanzado para apartarse el marqués en cuanto vio ‘c6ma lo iba a alcanzar el fuego, seguramente le hubiera dado en todo el cuerpo. Del mismo modo, unos afios antes, Lorenzo de Médicis, duque de Urbino, padre de la reina, la madre del rey®, se encontraba asediando Mondolfo —una plaza italiana que se halla en unas tierras Hamadas de Vicariado-, al ver cémo prendian fue- go a una pieza que tenia enfrente apunténdole en plena diana, hizo bien en tirarse al suelo; si no, el disparo, que sdlo le roz0 el craneo, lo habria alcanzado sin ninguna dda en pleno estomago. ‘A decit verdad, no creo que esos movimientos se hayan hecho ra- zonando: porque jcudl es el argumento que uno podria sacar cuando le apuntan arriba o abajo de forma tan repentina? Es mas facil pensar que su miedo favorecio su fortuna, y que no es peor remedio el tirarse al suelo cuando le disparan a uno, si asi se pue- de evitar el canonazo. {B] Si cl estallido de un areabuzazo me golpea el oido de im- proviso en un lugar donde no lo podia esperar, yo no puedo dejar de sobresaltarme; y esto lo he visto en otros mas valientes que yo. [C] Ni siquiera los estoicos pretenden que el alma de un sabio pueda resistir ante las primeras visiones y quimeras que le sobre- vengan, pero ven como una sujecién natural que ceda ante el rui- do de un trueno en el cielo 0 el derrumbe de una ruina, por ejemplo, hasta la palidez y la contraccién; lo mismo con otras emociones, siempre que su pensamiento se mantenga completamente a salvo, y que su discurso se mantenga asentado, sin que le alcance nin- guna alteracién, y no se deje llevar del espanto o del suftimiento, Con el que no es sabio pasa lo mismo respecto del primer punto, 5 La reina Catalina de Medics, hija de Lorenzo Hl y madre de tres reyes de Fran ca, Francisco Il, Carlos IX y Enrique II, los thtimos Valois (siendo su sucesor En- rique IV, el primer Borbén). que junto a Francisco I forman sles cinco reyes de Montaignes, 104 Michel de Montaigne pero es muy distinto en cuanto al segundo. En efecto, la immpronta de las ernaciones no se queda en la superficie, sino que va pene- trando hasta la sede de la raz6n, infectando y corrompiéndola. Juzga segiin aquellas emociones que la moldean. Juzgad bien el estado del sabio estoico [segtin esta descrip- cién]: Mens immota manet, lachrimae volvuntur inanes. nmutable se queda su corazin y en vano corren sus lagrimas’, Encida, 1449] El sabio peripatético no queda a salvo de los trastomos, pero los logra templar. CAPITULO XII DEL CEREMONIAL DE LAS ENTREVISTAS REALES [A] No hay tema tan frivolo que no merezca ocupat un sitio en esta rapsodia. Segtin nuestras reglas ordinarias, seria una des- contesia notable, respecto de un semejante o de un Grande, el no encontrarse en casa cuando aquél nos ha advertido que habia de venir a visitarnos, Incluso, como apostillaba la reina de Navarra’, seria una incivilidad por parte de un gentilhombre el abandonar su casa, como suele hacerse, para adelantarse y acoger aun hués- ped, por muy Grande que sea; comentaba que 5 mas respetwoso y civil esperarle para recibirlo, por temor a que fuera a equivocarse én su ruta, y que basta con acompatiarlo cuando se marcha, [B] En lo que a mi respecta, me olvido a menudo de estos dos oficios tan vanos, del mismo modo que en mi casa corto con cual- quier ceremonia, Si alguien se ofende, gque le voy a hacer? Mas va- Te que lo ofenda una vez a que yo me ofenda todos los dias: seria una esclavitud sin fin, gPara qué huir de la servidumbre de las cor- tes?, si uno la arrastra hasta dentro de su guarida? (A] También es una regla comin en todas las asambleas que a las personas de menor importancia les toca estar los primeros en * Juana de Albret, madre de Enrique IV (que fue rey de Navarra, antes que de Francia), a quien educé en el protestantistno, mientras que su padre, Antoine de Borbdn, ie hizo abjurar para convertrse al catoliisino. > Montaigne, antes de sa retiro, se acered y mucho a dos cortes, la de Navarra, instalada en el castillo de Pau, y lade Francia en el Louvre. Acompanié a Francisco I, peto sobre todo a Enrique IV, al que recibié en su castillo de Eyquem. 106 Michel de Montaigne la asignacion de los puestos, ya que los que més aparato llevan tienen que hacerse esperar. Sin embargo, en la entrevista que tuvo lugar entre el Papa Clemente y el rey Francisco I en Marsella, el rey, después de ordenar los preparativos necesarios, se alejé de la ciudad para permitir que el Papa disfrutara de dos o tres dias de descanso tras su entrada, antes de acudir a reunirse con él. De la misma forms, cuando tavo lugar la entrada del Papa y del empe- rador en Bolonia, el emperador dejé que el Papa llegase el prime- 10, y slo acudié después. Lo normal, dicen, en los usos del cere- monial de las conferencias de tales principes es que el mis importante llegue antes que los demas al lugar asignado, ¢ incluso antes que el huésped que recibe a esa asamblea: queriendo atesti- guar con este gesto que es el mas poderoso con quien los de me- nor importancia se van a encontrar, y que son ellos los que van en su busca, y no al revés, {(C} No solo cada pais, sino cada ciudad tiene su cédigo parti cular de civilidad, cada profesion también. En todo ello me han educado con cierto cuidado desde la nifiez, y siempre he frecuen- tado una compania bastante refinada como para no ignorar las le- yes de nuestra educacién francesa: hasta podria montar tna escue- la. Me gusta seguirlas, pero no de forma tan cobarde que lleguen a constrehir mi vida. Algunas formas resultan penosas, pero si uno las olvida a posta y no por desconocimiento, no le quitan la gracia A menudo he tenido ocasion de ver unos hombres inciviles a fuer- za de civilidad e importunos por exceso de cortesta A fin de cuentas, el don de gentes es una ciencia muy ttil. Es, como la gracia y la belleza, lo que concilia desde el principio el acercamiento a la sociedad y la familiaridad, por consiguiente, nos abre la puerta a instruirnos con el ejemplo ajeno, y a producir y explotar nuestro propio ejemplo, siempre que sea instructivo y comunicable CAPITULO XIV DE COMO EL SABOR DE LOS BIENES ¥ DE LOS MALES DEPENDE EN GRAN PARTE DE LA OPINICN QUE DE ELLOS TENEMOS 1A] Como reza una sentencia de los antiguos griegos', los hombres se atormentan por las opiniones que tienen sobre las co- ‘sas, y no por las cosas mismas. Seria un punto ganado para el ali- vio de nuestra infeliz condicion humana si se pudiera definir esta proposicién como una verdad absoluta: puesto que si los males slo hacen mella en nosotros por medio de nuestro juicio, parece que esté en nuestro poder el despreciarlos 0 evitarlos. Si as cosas se rinden ante nosostros, gpor qué dejamos que ellas dispongan de nosotros, en vez de acomodatlas a nuestro antojo? Si lo que Hamamos mal o sultimiento no es ningin mal o suftimiento en si, sino que nuestra imaginacién es la que le da esta cualidad, en no- sotros esti el cambiarla, Y si pudiendo elegir, sin que nadie nos obligue, somos unos locos de la ms rara especie apuntandonos al partido que mas dao nos hace, dando a la enfermedad, a la po- breza y al desprecio un sinsabor amargo, cuando se lo podriamos dar agradable, puesto que Fortuna s6lo nos da la materia, y a no- sotros nos toca darle forma, Anora bien, que 10 que llamamos mal no lo sea de por si, o por lo menos tal como es (vuelve a ser lo " La sentencia es de Epiteto (Manual, 45). Es una de ls cineuent y siete senten- clas que Montaigne mando grabar en las vigas de su libraiie(veintiinco en grie- go, treintay dos en latin; ninguna de sus coetincos, salvo una en latin del canct let Miche! de Hospital. Todas figuran en el texto otiginal y con su traduccion al francés en laedicin de M. Rat, pigs. 1419-1427), 108 Michel de Montaigne mismo), y que dependa de nosotros el darle otro sabor y otra cara, veamos entonces si esto se puede sostener: Sil ser original de esas cosas a las que tememos tuviera la fe cultad de alojarse en nuestros adentros motu proprio, se alojaria de forma parecida e idéntica en todos, ya que todos los hombres per- tenecemos a la misma especie y, con sus més y sus menos, nos en- contramos todos dotados de las mismas herramientas para forjar concepios y juicios. Pero la diversidad de las opiniones que nos formamos acerca de esas cosas demuestra claramente que solo penetran en nuestra mente por composicién; por un hombre que las acoja en su mente con su ser verdadero, habra otros mil que les den una nueva apariencia, totalmente opuesta Solemos creer que la muerte, la pobreza y el dolor son nues- tros principales enemigos. Ahora bien, resulta que esta muerte a la que unos llaman lo mas horrible entre todos los horores, quién no sabe que pata otros es el tinico puerto tras los sufrimientos de la Vida, el bien soberano de la naturaleza, el tnico fundamento de nuestra libertad, la solucién comtin, y la més rapida, para todos los males? Asi como unos la esperan temblando de miedo, {C] otros la soportan mas facilmente que la vida, [B] Tal se queja de su comodidad: Mors, utinam pavidos vita subducere nolles, sed virtus te sola daret. [Oh Muerte, jojalé quisieras apartar de la vida a los cobardes / para no ser més que el premio al valor!’, Lucano, Farsalia, IV 580] IC} Pero dejemos aparte esos alardes de valor. Teodoro res- pondié a Lisimaco que amenazaba con matarlo: «(Qué gran golpe vas a dar, legards a tener la fuerza de una mosca cantaridal» 2, En- contramos que la mayor parte de los filésofos provocaron su en- cuentro con la muerte, o la adelantaron y vinieron en su ayuda 2 La cantirda es un insecto con el que se preparaba un emplasto para la vejigs, pero queen mayores dasis se usaba como veneno. Ensayos I 109 IA} Y a cuantas personas comunes vemos que, conducidas a la muerte, y no una muerte sencilla, sino asociada al deshonor y a Jos mas tremendos sufrimientos, la soportan con tanta seguridad, sea por un esfuerzo de voluntad, sea con una sencillez natural, {que no se les nota ningun cambio respecto a su estado normal; se hallan despachando sus asuntos domésticos, encomendindose a sus amigos, cantando, discurriendo y divirtiendo a la multitud; e incluso haciendo chistes, bebiendo a la salud de sus allegados, tan bien como el propio Sécrates, Uno al que Ilevaban a la horca decia que no cogiesen tal calle, porque corria el peligro de que un mer- cader se le echara encima y lo agarrase de! cuello por una vieja deuda, Otro decia al verdugo que no le tocara la garganta, porque tenia tantas cosquillas que se moziria de la risa. Y aquel que con- testé a su confesor, cuando éste lz prometia que el mismo dia ce- narfa con Jesucristo: «Pues vaya Usted alld, porque yo por mi parte, voy a ayunar», Otro que habia pedido beber, después de ver como el verdugo bebia primero, dijo que no queria beber tras él, porque podria coger la siflis. Todo el mundo ha oido contar la historia de aque] hombre de Picardia, al que cuando ya estaba atado ala esca- Jera en la hoguera, presentaron una prostituta para oftecerle ca- sarse con ella (como lo permite a veces nuestra justicia), en cuyo caso salvaria la vida: él, después de mirarla un poco y ver que era coja: «jAtame, tame, verdugo, que es cojitrancal», Cuentan tam- ign que en Dinamarca, cuando un hombre condenado a que le cortaran la cabeza estaba ya en el patibulo, y le ofrecieron una mu- jer de parecida condicion, la rechaz6, porque decia que tenia las imejillas caidas y la nariz demasiado puntiaguda, Acusado de here- jia, un criado de Toulouse, para dar razén de sus creencias, se re- feria a las de su amo, un joven estudiante que estaba preso con él; y prefirié morir que dejarse convencer de que su amo pudiera equivocarse. Sobre los habitantes de Arras leemos que cuando el rey Luis XI conquist6 su ciudad, muchos prefirieron la horca antes que tener que gritar: «(Viva el Rey’. 0 Michel de Montaigne [C] Hoy todavia, en el reino de Narsinca?, las mujeres de los sacerdotes son enterradas vivas con sus maridos muertos. Todas las demas mujeres son quemadas vivas en los funerales de sus matidos, no sdlo con entereza de animo, sino con alegria. Y cuan- do queman el cuerpo de su rey muerto, todas sus esposas y con- cubinas, sus favoritos‘ y todas las clases de oficiales y servidores que forman un pueblo, corren tan alegremente hasta la hoguera para tirarse al fuego como su amo que parecen considerar un honor el ser compafieros del finado. [A] Entre las viles almas de los bufones?, ha habido quienes no quisieron abandonar su sorna ni ante la propia muerte, Uno al que el verdugo se aprestaba a golpear grité: «Y ruede la bolals, que era uno de sus latiguillos favoritos. Otro al que, cuando estaba a punto de fallecer, habian echado sobre un jergén al lado de la hoguera, respondié al médico que le preguniaba donde le dolia: «Entre el banco y el fuegos. Al sacerdote que pata darle la extre- mauncién le buscaba los pies, que tenia replegados y agarrotados por la enfermedad: «Los encontraréis, dijo, al final de mis pier- nas». Al hombre que lo exhortaba para que encomendara su alma a Dios: «¢Quién va a ir?s, pregunt6. A lo que contest6 el otro: «Ud. 2 Narsingueen el texto original: he buscado una forma arcaizante, como la que ut liza Montaigne para rfetrse a Narsingavh, pequeto enclave al norte de los mom tes Vindya,en la India, y que en el siglo xv constitua en efecto un feudo. "He traducido por elavoritoss la palabra mignons, empleada por Montaigne y muy propia de su época, la de los ‘limos Valois, Enrique Il, Enrique ill y Francis- 0 Tl, que aludia al pequefo circulo de intimas amistades masculinas que rodea- ban a aquellos reyes. 5 Como los mignons (cn. ant), los bufones (a los que no se llamaba koulfons, sic no fous, algo ligado a las concepciones de la época sobre la «malinconiae, siempre cercana a la locura), formaban oto cireulo en tomo a aquellos monarcas,y tar bign a Enrique IV. Tal era sa influencia sobre este rey en particular que, segun F Bayrou (o. c, pags. 470-74, uno de ellos, el enano Chieat (chic en occitano sig- nifca «chiquito»), que se llamaba en redlidad Antonio Angalvez era de Gascu, le kabria empujado a abjurar del protestantismo. Era, ciertamente, el doble cat- navalesco del Vert-Galante al que seguia en todas partes, drigiendose a él en tér riinos tan permisivos como amon petit coutlony;llevaba su ropa e incluso cabal- ‘aba a su lado en el combate (muri6 en el asedio @ Rouen, en 1582), Ensayos I in mismo y pronto, si Dios quiere. —Ojala fuera mafiana por la no- che! —replicé—. -No tiene mas que encomendarse a El —prosiguié el otro-, y pronto estara alli, -Entonces, mas vale que espere ~apostill6, para que lleve yo en persona mis recomendaciones» Durante nuestras recientes guerras en el Milanesado, con sus muchas plazas tomadas y retomadas, el pueblo, que se volvia im- paciente ante tantas mudanzas de la fortuna, lleg6 a pensar en la muerte con tal resolucion que yo le he oido decir a mi padre cmo habia contado hasta veinticinco jeles de familia que se dieron la muerte en una semana, Hecho parecido al que afecté a los habi- tantes de la ciudad de Jantia, los cuales, asediados por Bruto, se precipitaron, hombres, mujeres, nifios, todos revueltos, con tal afén de mori que no hubo nada de lo cue solemos hacer para evitar la muerte que no hicieran aquellos para ahortarse la vida; de tal suerte que apenas si pudo Bruto salvar a un ntimero muy escaso. [C} Cualquier opinién es lo bastante fuerte come para abra~ zarla con despecho de la vida, El primer articulo del hermoso ju- ramento que hizo y mantuvo Grecia durante la guerra médica, fue que cada uno cambiaria la vida por la muerte antes que las leyes, de Persia por las suyas®, jA cudnta gente se ha visto, en las luchas entre turcos y griegos, aceptar una muerte cruel antes que renun- lar a la citcuncisin para bautizarse! Este tiltimo es un ejemplo del que cualquier religion se muestra capaz. Cuando los reyes de Castilla expulsaron de sus tierras a los judios, el rey Juan de Portugal les vendio a ocho escudos por ca- beza la posibilidad de retirarse a las suyas, con la condicién de que las abandonasen algtin dia; él les prometia unas naves para Tlegar hasta Africa, Llegé el dia de la salida, pasado el cual se habia dictado que quienes no obedecieran se quedarian como esclavos. Les prestaron unos escasos barcos, pero los que se embarcaron © Fs uma alusion al juramento que pronunciaron los hoplitas griegos antes de de- rrotar al ejército persa de Mardonio en Ia batalla de Platea (agosto de 479), vcto ra tan decisiva para los atentenses como lo habia sido Maraton en la primera gue- ra persa, m2 Michel de Montaigne fueron brutal e innoblemente tratados por la tripulacion, que amen de otras indignidades, una vez en la mar, los mantuvieron en vilo llevandoios sin rumbo, hasta que hubiesen consumido todas sus viandas y se viesen obligados a comprarles de las suyas, haciéndo- Jes esperar mucho tiempo y pagar tan alto precio que empefaron hasta la camisa para Tlegar al final del viaje, La noticia de tan in- humana conducta llegé a los que se habfan quedado en tierra, con Jo cual la mayor parte se resigné a la esclavitud; algunos aparenta- ron un cambio de religion. [C] Llegado al trono su sucesor, el rey Manuel’, primero les concedié la libertad; cambié de opinion. después, y les dio un plazo para abandonar el pais, asignandoles tes puertos para encontrar pasaje, El rey esperaba —dice el obispo Osorio, el mejor historiador en latin de nuestro siglo— que si el fa- vor de la libertad que él les habia devuelto no habia logrado con- vertirlos al cristianismo, [en cambio] la dificultad de someterse ‘como sus companeros al robo de los marineros, de abandonar un pais donde estaban acostumbrados a poseer grandes fortunas, pa- ta aventurarse hacia una regidn extranjera desconocida, en fin, que todo ello les hiciera volverse atrés, Pero al ver traicionada su esperanza, ya que todos se mostraban decididos a embarcarse, re- tird dos puertos de los tres prometidos, para que lo largo e incé- modo del tayecto los Hevara a cambiar de opinion; o quizés para amontonarlos a todos en el mismo sitio y facilitar asi la ejecucion de su proyecto, Ordend que artancasen de manos de sus padres a todos los nifios de menos de catorce afios para trasportarlos fuera de su vista y no pudieran hablar con ellos, hasta un lugar donde Jos instruyesen en nuestra religion. Dicen que esto desembocd en un hormible espectéculo: el natural afecto entre padres e hijos uni- do a su afin de conservar su religién propia luchaban contra una orden tan cargada de violencia, Pudo verse como padres y madres * Montaigne alude a unos hechos relatados por el obispo Osorio en su Historia del rey Manuel, compuesta en latin en 1574, Se Fefiere primero a Juan Il (1481-1495), ya su sucesor Manuel (14495-1523), Come se recordara, Montaigne, par'su madre ‘Antonia Lopes, descendia de aquellos judios portugueses cuyos inforcunios rela Ensayos f m3 iban quitandose la vida; y un hecho mas cruel atin, cémo por amor y compasion tiraban a sus hijos a unos pozos para que no tuvieran que obedecer la orden real. Cuando expité el plazo fijado, por falta de medios para irse, volvieron a caer en la esclavitud. Al- gunos se hicieron cristianos; de su fe o de su raza, hoy todavia, cien afos después, pocos portugueses estén seguros, pese a que la costumbre y el paso del tiempo sean mas poderosos consejeros que cualquier otro mandamiento, En la ciudad de Castelnau Dary, cincuenta herejes albigenses sultieron todos juntos, con un valor excepcional, el ser quemados en la hoguera antes que renunciar a sus creencias. «Quoties non modo ductores nostri —dice Ciceron—, sed universi etiam exercitus ad non dubiam mortem concurrerunt» (Cuantas veces no slo nues- tros generales, sino nuestros ejércitos enteros corrieron hacia una muerte ciertat’, Tusculanas, 1 37) IB] Yo he visto a uno de mis amigos mas intimos correr hacia la muerte® con una verdadera pasion y con tanta fuerza arraigada en su coraz6n bajo los varios rostros del discurso, que fui incapaz de rebatirlo, A la primera oportunidad que se le present6 con al- giin lustre de honor, lo vi precipitarse hacia ella salvando todas las, apariencias, con aspero y aciago deseo. [A] Nuestra época nos brinda varios ejemplos de personas, incluso nifios, que por temor a una ligera adversidad se quitaron la vida, ;Y qué tenemos que temer, dice un antiguo®, de lo que la propia cobardia ha elegido para retirarse? Si fuera a desgranar Ta larga lista de los seres de todos los sexos, condiciones sociales y sectas que en los siglos mas felices no dejaron de esperar la muer- te con constancia, o la buscaron voluntariamente —no solo para rehuir los males de esta vida sino, en el caso de algunos, para huir ® Segin una nota manuscrita de Montaigne al elemplar de Burdeos, no se tata de la muerte de La Boetie (ala que aludia varias veces), como se podria creer, sino dea de-un capitan protestante amigo suyo, 5 Seneca, en sus Epistolas (LXX 10). Montaigne retoma la anéedota de Di Laercio (Pirin, 1X68), que n0s ha dejado amplios comentarios sobre la filosofia empirica de Epicuro y sobre la de st coetaneo (siglo w aC), el escéptico Pion. 4 Michel de Montaigne del hastio de vivir, y en el caso de otros, por la esperanza que te- nfan de encontrar una mejor condicion en otro lugar, ciertamen- te, no terminaria nunca, Tan infinito es su mimero que de verdad me saldria a mejor precio enumerar cuantos la han temido, Sdlo aftadiré esto: un dia que se encontraba en plena tormen- ta. bordo de un barco, el filésofo Pirron ensefis como ejemplo a los que veia tan espantados a su alrededor un cerdito, que forme- ba parte del pasaje, totalmente despreocupado ante la tempestad {Nos atreveremos entonces a decir que este poder de la raz6n, al que tanto celebramos y por respeto al cual nos creemos duefios y soberanos de todas las demés criaturas, ha sido puesto en noso- tros para nuestro mayor tormento? {De qué sirve el conocimiento de las cosas, si nos hace perder el descanso y la serenidad y si nos vuelve peores que el cochinillo de Pirrén? La inteligencia que nos ha sido dada como el mas valioso de nuestros bienes, :la emplea- remos para nuestra ruina, Iuchando para combatir el designio de Ja naturaleza y el orden universal de las cosas, que requiere de ca da uno que use sus herramientas y medios para lograr su tranqui- lidad? Bueno, me diréis, vuestra regla sirve para la muerte, pero gqué decis de la pobreza, y qué diréis del dolor, que [C} Aristipo, Jer6- imo [A] y la mayor parte de nuestros sabios han estimado que era el peor de los males? gNo es cierto que quienes lo negaban de palabra lo confesaban en los hechos? Cuando Posidonio, aqueja- do de una grave enfermedad muy dolorosa, se encontraba debs- tiéndose en horribles suftimientos, fue a visitarlo Pompeyo, que se disculpé por haber elegido un momento tan inoportuno para oitle discurrir sobre la filosofia: «Ya faltaria, Dios me libre, que el dolor me venza hasta el punto de impedirme debatir y conversar sobre elloly, Pero mientras tanto, el dolor cumplia su papel y no dejaba de atormentarlo. Por lo que él gritaba: «Por mucho que hagas, do- lor, yo no diré que eres malo», Esta historia, a la que dan tanto va- lor, gqué aporta con su desprecio ante el dolor? No deja de ser mas que una frase, un argumento, y si esos aguijones no le con- Ensayos 1 5 mueven, gpor qué interrumpe su discurso? {Por qué piensa hacer tanto dejando de llamarlo un mal? Todo no depende de la imaginacién. Opinamos sobre el res- to, pero aqui es una ciencia cierta la que juega su papel. Nuestros propios sentidos son testigos: Qui nisi sunt veri, ratio quoque falsa sit omnis I'Si no son veraces, sw raz6n también es totalmente fal: 485 Lucrecio, IV {0 es que vamos a hacer creer a nuestra piel que los latigazos Te hacen cosquillas? ;Y a nuestro gusto que el aloe es un vino de Graves?!”, F] cerdito de Pirrén nos sirve para pagar a escote. Natu- ralmente que no se asusta ante la muerte, pero si le dan azotes, le duele y grita, gEs que podemos quebrantar la ley general de la na- turaleza de temblar bajo el dolor, como puede verse en todos los seres vivos bajo el cielo? Hasta los arboles parecen gemir ante las ofensas que les hacen. La muerte sélo se siente al discurrir, pero es un movimiento que no dura mas que un instante: Aut fuit, aut veniet, nihil praesents in ila ['Fue o sera: nada en ella pertenece al presente’, La Boétie] Morsque minus poenae quam mora mortis habet. [Y morir es menos duro que esperar ala muerte’, Ovidio, Heroidas, V 82] Miles de animales y miles de hombres prefieren antes morit que verse amenazados. De verdad, lo que nos asusta de la muerte es el sufrimiento, su mensajero habitual. IC] Sin embargo, si hay que creer a un Padre de la iglesia «Malam mortem non facit, nisi quod sequitur mortems (‘La muerte 2 Montaigne gusta de tomar ejemplos eercanos, coma al vino de Graves (asi ll mado porque la vid erece sobre tierras aranosas del latin grave, «arenae—), tan famoso enize los vinos de Burdeos, entre cuyos Grands Cras sigue figurendo el Chateaw-Byquem, el de sus antepasades. 6 Michel de Montaigne solo es un mal por lo que sigue a la muerte’, San Agustin, La Ci dad de Dios, 1 11]. Yo iria incluso mas lejos dando por cierto que ni lo que precede a la muerte, ni lo que la sigue, le pertenece. Nos damos falsas excusas. Yo encuentro, por experiencia, que es mas bien la impaciencia de imaginar la muerte lo que nos vuelve inca- paces de soportar el dolor, y que ese dolor nos pesa dos veces mas porque lo vemos como una amenaza de muerte. Pero como la ra- Z6n nos acusa de cobardia por tener miedo a algo tan repentino, tan inevitable, tan insensible, tomamos entonces ese otro pretexto como mas excusable. De todos los males que no conllevan mas peligro que el su- frimiento en si, decimos que no tienen peligro; el dolor de muelas © la gota, por muy dolorosos que sean, como no matan, ¢quién lo pone en la cuenta de la enfermedad? Pues bien, supongamos que de la muerte s6lo nos preocupa el dolor. [A] Lo mismo que con la pobreza no tenemos nada que temer, sdlo que nos echa en brazos del dolor, por la sed, el hambre, el frio, el calor, el insomnio, con los que nos hace sufrir. Ahora bien, ocupémonos sélo del dolor, Admito de buen gra- do que sea la peor desgracia que le pueda ocurtir a nuestro ser; porque yo soy el hombre del mundo que mas lo odia y rehuye, aunque por ahora, ja Dios gracias!, no he tenido gran comercio con él, Pero en nuestra mano esté, no el aniquilarlo, pero si el aminorarlo por medio de la paciencia, y aunque el cuerpo se con- mueva, el mantener a pesar de todo el alma y la raz6n bien tem- pladas. Sino fuera asi, zquién de nosotros hubiese dado crédito a la virtud, al valor, a la fuerza de voluntad, a la generosidad y al poder de decision? ;Adonde irfan a representar su papel si no quedara ning dolor por desafiar?: «avida est periculi virtus» (la valentia esta avida de peligros’, Séneca, Sobre la providencia, IV], Si no tw- viéramos que dormir sobre el duro suelo, aguantar bajo todas las, piezas de la armadura el calor del mediodia, comernos un caballo © un asno, vernos el cuerpo cortado en pedazos y que le arran- quen a uno una bala de entre los huesos, sufrir que lo vuelvan a Ensayos J uv coser, a cauterizar y sondar, donde adquiririamos la ventaja que pretendemos tener sobre el vulgc? Muy lejos de rebuir el mal y el dolor, como dicen los sabios, entre todas las acciones que son buenas por igual, la que mas se desea acometer es la que mayor sufrimiento conlleva. [C] «Non enim hilaritate, nec lascvia, nec ri- su, aut joco comite levitats, sed saepe etiam tristes firmitate et constan- tia sunt beati» ('No es en la alegria o en el placer, y tampoco con la risa o el juego, compafieros de la ligereza, cuando somos felices, sino mas bien, solemos serlo en la tristeza, gracias a la firmeza y a la constancia’, Cicerén, Sobre los fines, Il 20. [A Por lo cual resul- 16 imposible persuadir a nuestros padres de que las conquistas lle- vadas a cabo por la fuerza brata, al albur de la guerra, no eran mas, ventajosas que las que se logran cen plena seguridad, por el mane- jo de la téctica Laetius est, quoties magne sibi constat honestum. ['Cuanto mas ha costado, mas dulce resulta la virtud’, Lucano, Farsalia, 1X, 404) De mayor consuelo nos debe resultar esto: que por naturale- za, cuando el dolor es violento, suele ser breve; si es largo, sera li- viano, {C] «si gravis brevis, si longus levis» (‘si es violento, breve; si largo, ligero’, Cicerén, Sobre los fines, I 29]. No lo sentirés por mu- cho tiempo, si lo sientes demasiado; acabara consigo © contigo: tuna cosa u otra, lo mismo da, Si no lo sobrellevas, te llevar. «Me- rmineris maximos morte finiri; parves multa habere intervalla requie- tis; mediocrium nos esse dominos: ut si tolerabiles sint, feramus; sin minus, € vita quum ea non placeat, tanquam ¢ theatro exeamus» [Has de acordarte de que la muerte pore fin a los dolores mas grandes, que los pequefios tienen muchos intervalos para tomarse un res- ito, y que somos duetios de los medianos. Tolerables, los sopor amos; insoportables, los rehuimos saligndonos de una vida que nos desagrada, como se sale del teatro’, Cicerén, Sobre los fines, 115] 18 Michel de Montaigne {Al Lo que nos hace aguantar el dolor con tanta impaciencia es la falta de costumbre que tenemos de encontrar nuestro mayor placer en el alma, {C] de no atenernos bastante a ella, que es la lunica duefia de nuestra condicion y de nuestra conducta. El cuer- po no tiene grosso modo, mas que una manera de trajinar y doblar- se. La mente en cambio es variable, adopta toda clase de formas y regula, atrayendo a si y a su estado, cualquiera que sea, las sensa- ciones del cuerpo y todo cuanto le acontece, Por lo tanto, hay que estudiar € investigarla para despertar en ella sus todopoderosos resortes. No hay raz6n ni prescripcisn ni fuerza que puedan ven- cer su inclinacién y eleccidn. Entre tantos millares de rodeos como tiene a su disposicién, démosle uno que convenga a nuestro des- canso y conservacién, y ya estaremos no solo protegidos ante cual- quier perjuicio, sino gratificados y halagados incluso, si asi le p- rece, por esos perjuicios y males. El alma se aprovecha de todo indistintamente, El error, los suehos, le sirven titilmente, como una materia leal que nos defien- de y nos alegra. Es facil ver cémo lo que agudiza en nosotros el dolor y el placer es la punta de nuestro espiritu. Los animales, que Jo tienen a rienda suelta, dejan al cuerpo manifestar sus sensacio- nes, libres y naturales, y por consiguiente tinicas, mas 0 menos, para cada especie, como podemos ver en la similitud que gobierna sus movimientos. Si no perturbéramos en nuestros miembros la jurisdiccién que les pertenece a este efecto, es probable que nos sintigramos mejor, ya que Naturaleza los doté de un justo temple y moderacién ante el placer y el dolor. Y no puede dejar de ser jus- to, siendo igual y comin a todos. Pero como nos hemos emancé pado de sus reglas para abandonarnos a la vagabunda libertad de nuestra imaginaci6n, por lo menos ayudémosnos a inclinarlas del lado mas agradable. Platén teme nuestra brutal entrega al dolor y al placer, tanto ‘més cuanto que obliga y ata demasiado el alma al cuerpo, Yo mas bien al revés, tanto mas cuanto mas la suelta y desprende. [A] Asi como el enemigo se vuelve mas brutal ante nuestra huida, también el dolor se enorgullece al vernos temblar bajo su Ensayos I 19 yugo. Se velvera de mucho mejor disposicién siempre que se le plante cara, Hay que hacerle frente y armarse en contra. Si le da- mos la espalda y nos echamos atris, estamos provocando y atra- yendo la ruina que nos amenaza. {C] De la misma forma que el ‘cuerpo gana vigor si tensamos los muisculos, asi ocurre con el alma [A] Pongamos unos ejemplos muy propios para la gente que tiene los rifiones deébiles, como es mi caso, en los cuales encon- traremos que pasa con el dolor como con las piedras preciosas, que cambian de color, con un toro mas vivo © més apagado, se- gin la hoja encima de la cual se les coloca, y veremos como el dolor no ocupa dentro de nosotros mas espacio que el que le hagamos. «Zantum doluerunt, quantum doloribus se inseruerunt» [‘Su- frieron tanto cuanto se entregaron al dolor’, San Augustin, La Ciu- dad de Dios, | 10], Sentimos més un corte de escalpelo del cirujano que diez espadazos en el fragor de la batalla. Los dolores del par- to, que los médicos ¢ incluso Dios estiman muy fuertes, y que mi- ramos con tanta ceremonia, hay naciones enteras que los pasan sin tenerlos en cuenta. Dejo aparte a las mujeres lacedemonias; pero gy las suizas"", entre nuestra gente de a pie, qué cambio les encontraréis? Sino que, trotando detrés de sus maridos, las veréis levando hoy al cuello el nifio que ayer Ilevaban en la tripa. ¥ estas mujeres egipcias, que hemos acogido entre nosotros, tan contra~ hechas , van ellas mismas a lavar a los suyos recién nacidos, y se 11 Los mercenatios suizesllevaban siempre consigo a sus meres, incluso al care po de batalla 22 No son mujeres egipelasr alas que se refiere Montaigne, sino a mujeres gitanas sipsies, en inglés, palabra que entra precisamente en el siglo xv de la pluma de Spenser bajo a forma Gipsen, deformaciér. de Exyptian, porque se creia que venia de Egipto esa tribu errante procedente de la India (cuando ellos mismos se Tama ‘ban romani, de la palabra sénscrita rom, shombreo, nombre que darian a su pri mer hogar, Rumania). Ahora bien, resulta sorprendente que Montaigne, tan mo- demo en sus ideas sobre los indios de América ~como veremos en el capitulo XXXL, lame acontrefaictesea esas mujeres eramassées d’entre nous gcon qué ojos ‘mira a esas mujeres, por Io general muy brilas? Con los ojos de sus contemporé- hheos, pues en aquel entonces ~segin el Oxford Universal Dictionary, la palabra Teg a ser smonima de scurming rogues, que podriamos traducir como «puta ast tas (la inmigracion nunca ha sido algo nuevo en Europa... 120 Michel de Montaigne bafan en el rio mas cercano. |C] A diferencia de tantas putas que hacen desaparecer a sus hijos en la concepcion o en la generacion, aquella mujer honesta, esposa de Sabino, patricio romano, sopor- (6 por el bien ajeno los trabajos del parto de dos gemelos, ella sola, sin ninguna ayuda, callada y sin un solo gemido, iA} Un simple muchachito de Lacedemonia, que habia roba- do un zorro [C] (los espartanos temian pasar vergtienza por ha- ber cometido un robo anodino mucho mas de lo que nosotros tememos el castigo), [A] lo escondié debajo de su capa y dejo que le royera toda la tripa antes que descubrirse. Otro mocito que es- taba elevando el incensario durante umn sacrificio, cuando una bra- sa se le cayé en la manga, se dejé quemar hasta el hueso, para no petturbar el misterio, Solo para practicar la virtud segtin su doc- trina, se ha visto cémo muchos nifios que no tendrian mas de sie- te aftos han sufrido que se les azote con latigos hasta la muerte sin que se les altere el rostro. [C] ¥ Cicer6n vio luchar multitudes, dn- dose patadas, purietazos y dentelladas, hasta desmayarse antes que darse por vencidos. «Nunquam naturam mos vinceret: est enim ea semper invicta; sed nos umbris, deliciis, otio, languore, desidia ani- mum infecimus; opinionibus maloque more delinitum mollivimus» {‘Nunca hubieran podido vencer a la Naturaleza las costumbres, porque es invencible, peto futmmos nosotros quienes, con la come- didad, el deleite, el ocio, la indolencia y la desidia, hemos infecta- do nuestra alma, quienes la hemos reblandecido y corrompido, con prejuicios y malas costumbres’, Cicer6n, Tusculanas, V 27]. iA] Es bien conocida la historia de Escévola, que habiéndose deslizado a hurtadillas dentro del campo enemigo para matar al jefe de aquellos, fallo en el intento, entonces, para retomar su pro- yecto con mayor efecto y servir a su patria, tuvo la extrafia idea no sélo de confesar ante Porsena, el rey al que pretendia matar, lo que intentaba, sino de informarle de que habia en su campo un gran mimeo de romanos cOmplices que participaban del mismo designio. Y para mostrar quign era, mandé traer una hoguera y aguanto el dolor que él mismo se infligia quemandose y haciéndo- Ensayos 1 12 se asar el brazo, hasta que el propio enemigo, horrorizado, mando quitar Ia hoguera AY qué decir de aquel hombre que no quiso interrumpir la lectura de un libro mientras le estaban sajando? © de aquel otro {que se obstiné en burlarse y no par6 de teirse de las torturas alas, que le estaban sometiendo, de tal forma que la crueldad de los verdugos que lo atenazaban llegé a tal grado de colera que se acrecent6 y redoblaron los tormentos una y otra vez, pese a lo cual se dio por vencedar, Pero en este caso, se trataba ce un filésofo, Ah, muy bien, ¢y qué? Un gladiador de César aguant6 también, sin dejar de reitse, que le hurgaran, rasparan y acuchillaran las llagas. «Quis mediocris gladiator ingemuit; quis vultum mutavit unquam? Quis non modo ste- tit, verum etiam decubuit turpiter? Quis cum decubuisset, ferrum rect- pere jussus, collum contraxit?» {{Qué simple gladiador solté alguna vez un gemido o mudé nunca el gesto? jA cual de ellos se le ha visto comportarse cobardemente, no sélo cuando aguantaba de pie, sino caido en el suelo? Y una vez caido y forzado a sufrir la muerte, ;cudl de ellos aparté el cuello alguna vez”, Ciceron, Tusca- lanas, Il 17 [A] Ahi podemos aftadir también [el ejemplo de] las mujeres. {Quien no ha oido hablar en Paris de una que se hizo despellejar, slo para adquirir una tez més fiesca gracias a una piel nueva? Oras se hacen arrancar las muelas, sanas y vivas, para alinearlas con mejor orden, y tener la voz més suave o mas sonora, ;Cuantos ejemplos de desprecio del dolor nos ofrece este sexo! {Hay algo que a ellas les resulte imposible o a lo que no se atrevan, a nada que en ello les vaya la esperanza de lograr mayor belleza? Vellere queis cura est albos a stirpe capillos et faciem dempta pelle referre novam. ['Ponen todo su cuidado en arrancarse las canas, / en renovarse la cara para quitarse las arruges’, Tibulo, 1, Vill 45-46] 19 Como los dos anteriores, este ejemplo esté sacado de Seneca, en sus Cartas a Ludo 122 Michel de Montaigne Yo he visto a algunas tragarse arena, ceniza, cualquier cosa que estuviera a punto de arruinarles el estémago, con tal de ad- quirir palidez en el rostro, Para hacerse un cuerpo con cintura fina a la espafiola, qué tortura no aguantaran, apretadas en un corsé que las cifte por los lados, cinchadas como caballos hasta en carne viva! Si, y algunas veces ahogandose con el corsé hasta morir, {(C] Hasta en nuestra época, es cosa comin todavia entre mu- cchas naciones el herirse a propésito para afianzar la palabra de uno; y nuestro rey suele citar notables ejemplos de lo que él vio en Polonia, como gestos hacia su persona!*, Pero aparte de algunos ejemplos de pacto de sangre que, segin me consta, se han dado en Francia por imitacion, yo he visto a una chica que para rubricar el ardor de sus promesas de fidelidad, se hizo con un alfiler que llevaba en el pelo cuatro o cinco heridas en el brazo, que le abrie- on la piel para sangrar bien, a conciencia, Los turcos se hacen heridas en la cara en honor a sus damas; y para que la matca se quede para siempre, ponen un hierro candente en la llaga durante un tiempo increible, para que cuaje la sangre y se forme una cica- ttiz. Hay gente que lo ha visto, lo han contado, y me han jurado que era verdad. Pero todos los dias, pot diez monedas de plata, se encuentra entre ellos quien se dara un buen corte en el brazo 0 en. el musto, [A] Me encanta tener mas cerca unos testigos, donde mas nos conciere: en efecto, la cristiandad nos:provee con mas que suft- cientes. Tras el ejemplo de nuestro santo guia, hubo muchos que por devocién quisieron llevar la cruz, Sabemos por un testigo muy fidedigno¥ que el rey San Luis levé el cilicio hasta su vejez, cuando su confesor ya le dispens6, y que todos los viernes se hacia dar de latigazos en los hombros por un sacerdote con cinco ™ Antes de ser rey de Francia, Enrique I de Valois reind un aio en Polonia (15731574), Cuentan que su chambelan polaco se despidie de él hiriendose con un putal, en seal de fdelidad 2 El atestigo fidedignor sel cronistaJinville, que acompano al reysanto, Luis 1X, que habia de morir en Tunez cuando encabezaba la novena cruzada hacia Egipto (1270), Ensayos I 123 cadenitas de hierro que llevaba siempre consigo en una cajita, Gui ermo, nuestro duque de Aquitania, padre de aquella Alienor que transmitid el ducado a las Casas de Francia e Inglaterra, estuvo llevando siempre, por penitencia, durante los diez o doce ultimos afios de su vida, un habito de manje debajo de la coraza. Foul- ‘ques, conde de Anjou, peregriné a Jerusalén, la soga al cuello, has- ta el Sepulero de nuesiro Sefior, para, una vez alli, dejarse azotar por dos de sus criados. Pero jacaso no se ve todavia cada Viernes Santo, en muchos lugares, una multitud de hombres y mujeres {que se flagelan hasta lacerarse las carnes, dejindolas desgarradas hasta e] hueso? Esto lo he presenciado yo a menudo y no precisa- mente a gusto; decian (porque van enmascarados) que entre ellos habia gente que por dinero se lanzaba a la empresa de garantizar la religion de los demas, con tanto desprecio del dolor cuanto més punzante el aguijon de la devocion que el de la avaricia {C] Sin demudar el rostro 0 aparentar duelo alguno, Quinto Maximo celebré €l mismo los funerales de su hijo consul, y Marco Caton, los de su hijo pretor; y Lucio Paulo hizo lo mismo con dos hijos suyos en muy pocos dias. Hace poco le decia con guasa aun amigo mio que él habia engafado a Ia justicia divina, porque en un dia le tocé un amargo golpe, la muerte violenta de tes hijos mayores, que por poco recibio como una gratificacion. Yo tambien he perdido hijos, pero niftos de pecho, dos o tres, no sin lamentar- Jo, pero al menos, sin sufrimiento, a pesar de que no haya aconte- 16 xistian en la epoca de Montaigne unas cofradias de penitentes, como las que perenen Espa, Eley Enrique Il eo lgllant despues dela muerte de ‘su amante, Marie de Cleves (cantada por Ronsard en uno de sus sonetos),y tomo parte en las procesiones nocturnas de la Liga Catolica contra wlos herejes protes- tantes» de Languedoc. «Van enmasearadow. escribe Montaigne: no Tlevaban mas- Caras propiamente, sino que se envolvian en unos sacos que no dejaban ver més que los ojos, y ast iba el rey durante toda esa eampatia religiosa mulitar (1374 1575). No es de extaar que esas demostraciones fandticas no fuesen del gusto de Montaigne, como él mismo conSesa, pero cuando eseribe ya ha encontrado un rey a su medida, el primer Borbon (Enrique TV), y ambos caminarn juntos por la senda de Ia tolerancia, 14 Michel de Montaigne cimiento que cause més cruel herida a los hombres”. Veo otras ocasiones de comtin desgracia que yo apenas sentiria si me toca- sen, y cuando me sobrevinieron, he hecho caso omiso de algunas que la gente pinta con una imagen atroz, de lo cual no me atreve- via a alardear ante el pueblo sin sonrojarme. «Ex quo intelligitur non in natura, sed in opinione esse aegritudinem» [De lo cual se de- duce que la afliccion no esta en la naturaleza, sino en la opinion, Ciceron, Tusculanas, III 28]. (B] La opinion juega un papel poderoso, escabroso hasta la desmesura, ;Acaso existi6 alguien que haya buscado la seguridad y el descanso con la misma ansia que Alejandro y César la inquie- tud y las dificultades? Teres, padre de Sitalces, solia decir que cuando no estaba haciendo la guerra, le parecia que no existia ninguna diferencia entre él y su palafrenero. (C] Cuando Catén era cénsul en Hispania, como queria ase- gurarse el dominio de algunas ciudades, prohibié a sus habitantes evar armas, con lo cual un gran niimero de ellos se dio la muerte sferox gens nullam vitam rati sine armis esse» (feroz nacién, que no pensaba que se pudiera vivir sin armas’, Tito Livio, XXXIV 17] [B] A cuantos conocemos que huyeron de la dulzura de una vida tranquila, en. sus casas, rodeados de sus allegados, para en- tregarse al hotror de los destertos inhabitables; se echaron a la ab- yeccion, la vileza y el desprecio del mundo, y en ello se complacie- on hasta el exceso. El cardenal Borromeo, que muri6 hace poco » Frangoie des Chassgne, con la que Montage se a eh 1565, edo hijas; en 1570, mac la primers, Antoinete (como su abuela) que muno alos dos sey Monge car ma bg taco em cco: lao siguiente nace Leona, ans que bee sobrein que 1575 i tercers en 1574 I cuarta yeh 1577 laa no ween fee all de unas semanas Dies aos despues tae argo ve de Menage als y ta ‘sus prolongadas estancias en Paris, naceré la iltima, para morir a los pocos dias, Na- tutalmente, hay gue sar esas mueres en el coment dea allsia mortandad Infant que glpe «Europa hasa ben entra lil wx Peat comeaie de Monge ein red deren no epee len 2 eds outro, cuando sabemos que anes de compones sb ys habs pede do a cuatro hijas. 4 aa Ensayos f 125 en Milan’, en medio del loco desenfreno al que lo convidaban su rango, sus grandes riquezas, los aires de Italia y su juventud, man- tuvo una forma de vida tan austera que el mismo habito que le servia para el verano, lo usaba también durante el invierno; no te- hia para dormir otro lecho que la paja; y las horas de ocio que le sobraban de los trabajos propios de su cargo, las dedicaba al estu- dio continuo, plantado de rodillas al lado de su libro, y con un poco de agua y pan por toda provision de comida durante el tiem- po que empleaba en la lectura. 'Yo sé de algunos que han sacado provecho y medro de su es- tado de cornudos, cuya sola mencién aterroriza a tanta gente. Si la vista no es el més itil de nuestros sentidos, al menos es el mas, agradable. Parece que los mas utiles y agradables de nuestros miembros son los que sirven para engendramos: sin embargo, bastante gente ha llegado a tomarlos en odio mortal sélo por eso, porque nos dan demasiado placer, y los han rechazado precisa- mente por su precio valor. Otro tanto opiné sobre los ojos el que se los salt6. [C) El comtin de los mortales, los hombres mas sanos, consi- deran que la felicidad es tener muchos hijos; yo y algunos ottos, igual felicidad, el no tenerlos, Cuando le preguntan a Tales por qué no se casa, responde que no le gustaria dejar lina. Que nuestra opinion es la que pone precio a las cosas, puede verse en el gran namero de cosas que ni siquiera miramos 0 esti- mamos, salvo para que [los demas] nos estimen a nosotros: y no consideramos sus cualidades, ni su utilidad, sino tnicamente lo que nos ha costado apropiarnos de ellas, como si fuera algo de su sustancia, Llamamos valor en ellas no a lo que nos traen, sino a lo {que nosotros ponemos en ellas. Por lo cual opino que somos los, verdaderos administradores de nuestros gastos: segin lo que es timamos que pese, ese mismo peso servira para pesar lo que pesa. 8 San Carlos Borromeo, que muris durante el asalto al palaci episcopal de Mi lin en 1584 una de las raras alusiones d= Montaigne a un hecho histrico con- tempordneo, que pertenece por lo tanto ala segunda redaccién de los Essai, 126 Michel de Montaigne Nuestra opinion no los deja nunca correr sin carga dtil, Su compra da valor al diamante, y a la virtud, su dificultad; el suftimiento, ala devocién; a la medicina, su amargura. {B] Hubo alguien que, para alcanzar la pobreza, tiré sus escu- dos a ese mismo mar que otros surcan por todas partes para pes- car sus riquezas, Dice Epicuro que el ser rico no produce alivio, sino cambio de condicién. Verdaderamente, no es la escasez, sino mas bien la abundancia la que produce 1a avaricia. Quiero contar ahora mi experiencia acerca de este tema, Desde que sali de la nitiez, yo he vivido tres situaciones dis- tintas, El primer periodo, que duré cerca de veinte afios, lo pasé, ya que no tenia mas recursos que los del azar y dependia del or- denamiento y de la ayuda de los demas, sin seguridad pero sin obligacién. Mi forma de gastar era tanto mas alegre y con menor cuidado cuanto que toda ella residia en la temeridad de la fortuna Nunca estuve mejor. Que mis amigos me cierten los cordones de su bolsa no me ha pasado jamés; me puse como obligacién abso- uta no fallar en el plazo al que me habia comprometido para sal- dar la deuda; el cual me alargaron mil veces, al ver el esfuerzo que yo hacia para devolverles su dinero; de tal suerte que yo cumplia con lealtad sin gastar demasiado y sin hacer tampa alguna. Yo siento una voluptuosidad natural pagando, como si descargase de mi espalda un peso molesto, simbolo de esclavitud; también por- que hay una satisfaccién en actuar rectamente y cumplir con los demas que me causa placer. Excepttio los pagos en los que hay que regatear y discutir para hacer cuentas, porque si no encuentro ‘a quien se lo pueda encargar, los alejo vergonzosa e injustamente por temor a esos altercados, con los cuales mi temperamento y mi forma de hablar son absolutamente incompatibles, No hay nada que odie tanto como discutir sobre el precio, Es mero comercio de trampas indecentes: después de una hora de trifulca y regatoneo, cada uno se desdice de la palabra dada y abandona su juramento por cinco reales de rebaja, Por lo cual me he metido en préstamos desventajosos; porque como no tenia humor para requerit compa- reciendo, dejaba todo el asunto al albur del papel, lo que no su- Ensayos I v7 pone mucho esfuerzo y se presta a rechazar buenas condiciones. ‘Yo contaba mas alegre y libremente con los astros para levar a ca- bo la gestion de mis necesidades que proveyendo razonablemen- te, como hice después. La mayor parte de los que administran el presupuesto de una casa estiman que es horrible vivir asi, en la incertidumbre, y no se dan cuenta, para empezar, que ast vive la mayor parte de la gente. {Cuantos gentilhombres renunciaron a la seguridad, y hoy otros siguen a diario su ejemplo, para buscar el viento del favor de los reyes y de la fortuna? César se endeudé un millon en oro! por encima de su capital, con tal de llegar a ser emperador. ;Cuantos mercaderes empiezan su negocio con la venta de su cortijo, cuyo montante mandan alas Indias Tot per impotentia fretal [Por tan agitados mares’, Catulo, 1V 18) Enure tanta sequia de devocién, tenemos a miles de colegios que la practican comodamente, esperando todos los dias de la li- beralidad del cielo lo que necesitan para almorzar. En segundo lugar, no se percatan de que esta certidumbre sobre la cual se apoyan no es menos incierta y azarosa que el pro- pio azar. Yo veo la miseria igual dz cerca, con més de dos mil es- cudos de renta, que si me estuviera rozando el cuerpo: porque no solo el destino puede abrir cien brechas a la pobreza a través de nuestras riquezas, [C] de tal suerte que a menudo no existe tér- mino medio, y se pasa de una fortuna inmensa a otra infima: Fortuna vitrea est; tunc cam splendet frangitur. ['La fortuna es vidriosa: cuando brilla se rompe’, Publio Siro, Mimos) °F amilliony al que se relere Monuaigne ya tenia sentido de mil milares, To que parece una sobrepuia sobre la cifta de Plwarco, que en su Vida de César habla de ‘uni rescientos talents de oro.

Vous aimerez peut-être aussi