Académique Documents
Professionnel Documents
Culture Documents
Annotation
La resplandeciente Roma del Renacimiento
baila al borde del abismo entre festejos y
conspiraciones. Solo el cardenal Alessandro
Farnese reconoce el peligro y desea, con el apoyo
de su hija Constanza, convertirse en Papa, para así
salvar la Ciudad y la Iglesia. Sin embargo, su lucha
por la cátedra de San Pedro exige sacrificios
personales. ¿Cuántos de sus seres queridos
tendrán que morir en el camino?
2
LA HIJA DEL PAPA
FREDERIK BERGER
LA HIJA DEL PAPA
3
FREDERIK BERGER
Para Patricia
4
LA HIJA DEL PAPA
PRIMER LIBRO
5
FREDERIK BERGER
Capítulo 1
20
LA HIJA DEL PAPA
Capítulo 2
28
LA HIJA DEL PAPA
Capítulo 3
32
LA HIJA DEL PAPA
34
LA HIJA DEL PAPA
Capítulo 4
a la ventana.
—Por desgracia no me puedo entretener
mucho tiempo —explicó Alessandro—, el Santo
Padre se encuentra preparando el desfile de la
possesso, en el Vaticano...
—Contradicciones —le interrumpió
Gaurico—, es lo único que veo en mi cabeza, una y
otra vez y, para colmo de desgracias, ayer se
apareció la carta de la muerte. También en
vuestra propia casa siento el aroma del luto, el
aliento de lo efímero... Decidme, ¿qué ha
ocurrido?
Alessandro se estremeció cuando el astrólogo
le abordó tan directamente a propósito de la
desgracia del día anterior.
—Mi segundo hijo varón, Paolo...
—¡Lo sabía! Había demasiadas constelaciones
inusuales, y sobre todo el dominio de la
duodécima casa, la extraña conjunción de Marte y
Venus, las fuerzas saturninas ascendentes, el fuego
ardiente, todo indica retroceso, pérdida, soledad.
Soy el mejor astrólogo de Roma, y no solo vos,
sino también los Medici y Agostino Chigi, el gran
banquero, solicitan mis servicios como consejero,
Eminencia. Predije que el hijo del poderoso Lorenzo,
a pesar de su joven edad, a pesar de su
36
LA HIJA DEL PAPA
enérgica.
—Os veis cabalgar no pocas veces por las
calles de Roma sobre un palafrén blanco.
Alessandro no pudo evitar reír.
—A cualquier cardenal le gustaría
convertirse en Papa, y probablemente sueñe con
ello de una forma u otra.
—Bien. En las cartas descubrí no solo la
muerte, sino también dignidad real, o tal vez
papal, además de una muchacha joven, hermosa,
deseable. Como me llamó la atención, observé el
horóscopo buscando pronósticos, y vi a Venus en
trayectoria ascendente, seguida de Júpiter. Entonces,
se producía una conjunción entre ambos y la
octava casa. ¿Quizá hayáis soñado con una
muchacha joven? —Gaurico lo miró entonces con
la cabeza ligeramente inclinada, y el labio superior
temblándole ostensiblemente.
Alessandro cayó en la cuenta de que, de hecho,
había estado soñando durante las semanas anteriores
con su hija Constanza, que de alguna forma también
se parecía a Silvia y le daba el pecho a un niño.
Cuando había querido expresar su alegría por el
nacimiento de su descendiente, Constanza había
cambiado repentinamente su aspecto y el estrépito
de Campo de Fiori lo había rodeado. El sueño
38
LA HIJA DEL PAPA
44
LA HIJA DEL PAPA
Capítulo 5
túnicas de prelado.
Bajo una estatua de Apolo reñían dos niños,
de unos tres años. Como Silvia los miró con
curiosidad, Alfonsina, que había seguido su
mirada, explicó en voz alta:
—Dos de nuestros pequeños bastardos,
Ippolito y el inconfundible Alessandro, al que
llamamos simplemente il Moro —miró con
desprecio al niño que, con su cabello rizado y sus
labios hinchados recordaba a un monito y estaba
a punto de ponerle la zancadilla a Ippolito—. Un
carácter bastante arisco, como puedes ver —
continuó Alfonsina—. Un desliz del primo Giulio,
es decir, el bastardo de un bastardo. El primo
Giulio siempre hace como si Alessandro fuera su
sobrino, e incluso ha legitimado esa falsedad. En
fin, en cada familia hay una manzana podrida —el
desprecio en sus gestos y su voz se ahondó—. Los
bastardos rara vez llegan a alguna parte, incluso
cuando se les legitima —y diciendo esto dejó
vagar la mirada hasta Pierluigi y el retoño de
Caterina Sforza y una sonrisa socarrona se
dibujó en su boca.
A Silvia le hubiera gustado escupirle, pero
al mismo tiempo, se esforzó por ignorar los
engreídos comentarios de aquella Medici por
53
FREDERIK BERGER
57
FREDERIK BERGER
Capítulo 6
64
LA HIJA DEL PAPA
Capítulo 7
escepticismo.
—¿No han muerto ya más de vuestros seres
queridos? Además de vuestro segundo hijo varón,
está vuestro hermano Angelo, vuestro primo...
Vos y vuestros, si me permitís decirlo, ilegítimos
hijos sois los últimos de vuestro linaje. Sin un
nuevo documento de legitimación papal, corréis el
peligro de que...
—Ya sé lo que queréis decir, maestro —le
arrebató la palabra Alessandro—. En vuestra
opinión, ¿qué debería hacer?
Entonces, Luca Gaurico le reveló un plan
para asegurarse la cátedra de San Pedro y, quizá,
jugarle una mala pasada al diablo.
Alessandro se mostró convencido solo a medias,
pero decidió seguir el plan de cabo a rabo.
—Ya veréis, Eminencia — anunció Gaurico
finalmente con el frío triunfo pintado en la
mirada—. Ahora, nada se interpondrá en el
camino de vuestro ascenso y vuestra felicidad.
77
FREDERIK BERGER
Capítulo 8
importantes.
Tras esto, dispuso todo para jugar al
tarocco. Mientras se barajaban las cartas, afirmó
que los suizos arrasarían en Novara a los
franceses, quienes tendrían que regresar a su patria
con el rabo entre las piernas, tras lo cual su
sangrienta victoria en Rávena no les habría
servido para nada, más bien al contrario.
—Por supuesto también siento cierta
satisfacción al comprobar que Dios nuestro Señor
ha respondido a mi antiguo encarcelamiento de
forma tan clara. Nunca olvidaré que los
franceses se me llevaron de mala manera del
campo de batalla cuando yo, como nuncio papal,
me encontraba allí meramente en calidad de
observador. Me mantuvieron retenido en Milán, ¡a
mí, que me intereso por todo lo bello y que, al
contrario que mi predecesor, Julio, il terribile, odio
la guerra! —se estremeció recordando, pero de
inmediato sonrió con gesto conciliador—. En
cualquier caso, ¿qué fue lo que Dios dijo en el
quinto libro de Moisés? «Mía es la venganza, yo
daré el pago». Así, me gustaría sellar finalmente la
paz con los franceses, y también con Venecia. Lo
principal es que Florencia sigue siendo nuestra, y
que las arcas de la Iglesia están llenas a rebosar.
81
FREDERIK BERGER
82
LA HIJA DEL PAPA
87
FREDERIK BERGER
Capítulo 9
la voz:
—El Santo Padre ha renovado el acta de
legitimación de la familia, para reconocer
oficialmente a Pierluigi y Ranuccio, y concedernos
nuestro feudo para siempre.
—Ja, ja —recordó la tía Giulia—, eso hay que
agradecérmelo a mí.
arrogantes.
La tía Giulia posó una prolongada mirada
sobre ella.
—En eso tienes razón, mi pequeña sobrina,
son unos arrogantes.
La madre suspiró.
—Tu padre ha pensado ya en todo. En dos o
tres años te casarás con Stefano Colonna, y Pierluigi
con una Orsini de Pitigliano.
—Pero yo no quiero casarme ni con un Colonna
ni con un Orsini — porfió, testaruda, Constanza.
—He dicho que Pierluigi será quien se case
con una Orsini —la voz de su madre delataba
irritación.
La tía Giulia lanzó a su madre una mirada
burlona y añadió, como por casualidad:
—El duque de Urbino ya está casado.
Constanza enrojeció hasta la raíz del pelo.
—¡Eres mala, tía Giulia! —exclamó en voz
muy alta.
Las dos adultas no pudieron sino echarse a
reír. La tía Giulia la cogió del brazo, la apretó
contra su blando pecho y le susurró al oído:
—Te has enamorado de Francesco María, ¿a
que sí? No me extraña, es un hombre guapo y
señorial, con su barba negra y su mirada
93
FREDERIK BERGER
comentó su madre.
Durante un instante volvió a reinar el
silencio, mientras todas quedaban absortas en
sus pensamientos. Constanza rumiaba la verdad que
había contenida en las palabras de su madre. Con
qué ligereza aceptaban todos los miembros de la
familia las pompas y honores poco cristianos, los
tejemanejes movidos por la ambición y la lujuria,
incluso las intrigas y la belicosidad.
¿Y ella? No le interesaban ni la guerra ni las
intrigas, pero un poco de riqueza y lujo le
encantarían. También le gustaban los vestidos
bonitos, sobre todo los pañuelos de seda púrpura,
sobre un vestido azul; le quedaba muy bien y le
daba un aire señorial, y apartaba la atención de la
pequeña verruga parda que le acababa de salir junto
a la aleta de la nariz y que cada día le molestaba
más. Hace algún tiempo se examinó frente al espejo
y descubrió que tenía orejas de soplillo. Lo
detestó, y ordenó a Bianca que le colocara los
tirabuzones de tal forma que no pareciera un
murciélago con las alas desplegadas. Bianca se
había limitado a reír, y el cabello recogido con
gracia dejó de parecerle digno de una condesa...
Al menos era piadosa. Asistía regularmente a
misa con su madre, rezaba con empeño y se
95
FREDERIK BERGER
Capítulo 10
—A vos.
—Pues ahí lo tenéis. Exigís lo mejor y al
mejor, y no queréis seguir siendo cardenal
eternamente.
—¿Por qué me miráis así? ¿No ansía todo el
mundo ser el mejor?
—Yo soy el mejor. No solo el papa Julio,
también el papa León enloquece por mis pinturas.
Alessandro rio.
—Es algo que se puede comprobar en vuestros
precios.
Virginia había permanecido todo el tiempo
junto a ellos, en un discreto segundo plano, pero
sin perder atención, alternando la mirada entre el uno
y el otro.
—Y ella, ¿de dónde ha salido? —preguntó
Alessandro, volviéndose a la pequeña—. ¿Cómo se
llama su padre?
Un velo cubrió sus ojos.
—Padres, padres tenemos muchos —
respondió Rafael sin moverse del sitio—. Una
donna de nombre Maddalena Romana, a la que l l a
m a n la Magra, me ha encomendado
cariñosamente su cuidado. Sin duda conocéis a
la dama en cuestión. Incluso creo que fuisteis vos
quien me dio sus señas... cuando buscaba una
107
FREDERIK BERGER
modelo.
Alessandro asintió brevemente.
—Pero no eres muda, ¿verdad? —dijo,
dirigiéndose a la niña una vez más.
—No, Eminencia —respondió ella con una voz
clara y limpia.
Aquella mirada animal, de ojos negros como
la pez, volvió a atraparlo.
Rafael había mencionado a Ma d d a l e na , la
Magra. La niña descendía, por tanto, de una de
sus confesantes de Campo de Fiori. ¿Y el padre?
¿Podría serlo Rafael, aunque no quisiera admitirlo?
Alguna similitud había entre ellos. O quizá fuera
algún prelado de alto rango que no debiera
nombrarse. En cualquier caso, y por motivos
evidentes, las cortesanas solían afirmar con
rotundidad que sus hijos provenían de la semilla
de importantes dignatarios o de destacados
aristócratas. Sin embargo, ¿podía Maddalena
saber con certeza quién era el padre de su criatura?
De pronto, Alessandro se encontró mal.
¿Cuándo había nacido exactamente aquella
niña? Y lo que era más: ¿no debía haberla visto en
alguna ocasión en que su madre hubiera acudido
a misa a San Girolamo? ¿O Maddalena la habría
entregado antes que eso a la familia de Rafael?
108
LA HIJA DEL PAPA
111
FREDERIK BERGER
Capítulo 11
118
LA HIJA DEL PAPA
128
LA HIJA DEL PAPA
Capítulo 12
sonrisa.
Muchos más niños surgieron en su dirección,
hasta que el secretario tomó cartas en el asunto y
comenzó a apartar a las madres con sus hijos.
Alessandro ya no se montó en el caballo. Sentía
aún el tacto de la niña. Cuántas veces había
cogido a sus propios hijos en brazos y se había
dejado acariciar por ellos. A nadie más que a
Constanza le había gustado tanto que la cubriera
de tiernos besos. «Dejad que los niños se acerquen
a mí y no se lo impidáis, pues de ellos es el reino
de los cielos», susurró para sí mientras penetraba
en las sombras del estrecho callejón. Aquella
exhortación había sido palabra de Jesús: ¿por qué
no iba a poder aplicarse a los hijos propios? ¿Por
qué no se podía entender como un mandato hacia
los hombres ordenados para que engendraran hijos
propios en lugar de oponerse a ello? En algún
momento tendría que acabar la influencia de
aquellos padres de la Iglesia, enemigos del género
femenino: Ambrosio, Agustín, Tertuliano, y como
quiera que se llamaran. En cualquier caso, ¡los
sacerdotes y prelados solo cumplían con el celibato
pro forma!
—Eminencia, debéis subir de nuevo a vuestro
caballo: ¡las calles están demasiado sucias! —
130
LA HIJA DEL PAPA
Bibbiena...
Maddalena no contestó. En lugar de eso dejó
que su pierna vagara cuidadosamente por la pierna
de su visitante hasta llegar a su rodilla, y después
a su muslo.
—Podría ser —respondió ella, dándole a sus
palabras un tono seductor y arrodillándose
repentinamente ante él— que el padre de Virginia
fuera cierto cardenal, un cardenal que me visitaba
por aquel entonces...
Antes de que le pudiera contestar, la mujer
deslizó los dedos hasta una parte de su anatomía
sobre la que ni siquiera su fuerte voluntad podía
evitar que reaccionara. Se levantó, pues, dando un
respingo, y se dirigió al aparador con la estatua del
sátiro erecto.
—Entiendo. Comprendo tu táctica. Quieres
encender una vela a Dios y otra al diablo —aunque
no lo dijo, lo que en realidad quería expresar, y
se deducía a partir de sus palabras, era: «eres una
arpía».
Maddalena se había levantado y se había
colocado tras él, demasiado cerca; los dedos de ella
tocaban ya sus manos. Era difícil mantener la
dignidad serena que se le presuponía a un cardenal,
aunque no llevara sotana.
141
FREDERIK BERGER
144
LA HIJA DEL PAPA
SEGUNDO LIBRO
El voto
145
FREDERIK BERGER
Capítulo 13
Capítulo 14
166
LA HIJA DEL PAPA
Capítulo 15
—¡Sin duda!
Apenas se había marchado, la madre le susurró
al padre:
—¡Cómo has podido decir algo tan carente de
gusto!
Pero él se limitó a reír y señaló, burlón:
—Nuestra hija se ha puesto muy guapa para un
duque exiliado y depuesto. Lástima que ya esté
casado.
La excitación de la tarde se prolongó durante
la noche: Constanza soñó con una apasionada
cabalgada por el coto de Caprarola, junto a un
orgulloso cazador; soñó con praderas de flores y
calveros cubiertos de musgo, en los que ella
descansaba acompañada de Francesco María.
Mientras observaba las pendulantes copas de los
árboles, él se inclinaba hacia ella, quien se echaba
en sus brazos.
Por desgracia, solo era un sueño.
Las siguientes noches apenas soñó, pasó los
días de un humor de perros y punteó de mala gana
las cuerdas del laúd. La atmósfera en el palazzo se
tambaleaba: los padres, en contra de lo habitual,
parecían haber discutido, y el padre se mostraba
angustiado y apenas se dejaba ver. También la
madre se había retirado a sus aposentos y ya no
173
FREDERIK BERGER
profundamente:
—Ahora, deja de molestarnos, niña. El tiempo
es oro.
Corrió a casa, conteniendo las lágrimas.
La mañana se había estropeado, los pájaros
trinaban y gorjeaban en vano, Francesco María no
había vuelto a aparecer y seguía casado, los
Colonna la habían considerado como una bastarda
sin valor, ¡y ni siquiera se le permitía ser
constructora! Hubiera preferido salir huyendo,
romper con su vida sobreprotegida y planificada.
Una vaga sensación de libertad e independencia
flotó ante ella, como algo dulce y al mismo
tiempo excitante, una emoción vana asociada a brazos
de hombres fuertes y a hermosos vestidos.
Con los hombros encogidos, atravesó el
cortile y no prestó atención a su hermano
Ranuccio, a quien Baldassare llamaba a gritos sin que
le hiciera ningún caso, pues seguía corriendo
entre risas maliciosas. Tampoco dio muestras de
reconocer a las criadas, y mucho menos a los mozos
que cepillaban a los caballos. Además, olían a
inmundicia.
El sol brillaba con una fuerza excesiva para
la época del año en la que se encontraban y ya era
necesario buscar la sombra.
176
LA HIJA DEL PAPA
180
LA HIJA DEL PAPA
Capítulo 16
182
LA HIJA DEL PAPA
192
LA HIJA DEL PAPA
Capítulo 17
202
LA HIJA DEL PAPA
Capítulo 18
consideraría un loco.
—Además, es necesario mantener a Francia y
España fuera del conflicto. Explícale a sus
embajadores que finalmente deseas equilibrio y paz.
León dio muestras de reflexionar.
—¿Y qué le digo a Alfonsina y Lorenzo?
—¿Qué tienes que decirles? Lorenzo seguiría
siendo duque de Urbino. Además, podrías casarlo
con una condesa francesa de la casa de la Tour.
— E l morbo gallico lo hace complicado.
—Por eso el matrimonio es aun más
importante.
—Quizá muera pronto... Alessandro ya no
respondió,
pues le vino a la memoria la boda de su hija
Constanza, que debía celebrarse en tres semanas.
En los últimos días había tenido poco tiempo que
poder dedicar a sus retoños, incluida su pequeña
Constanza, que pronto pertenecería a la familia de los
Sforza.
León lo miraba pensativo, pero dirigió una
breve mirada al aula regia, donde Giulio
aguardaba solo tras los cardenales.
—Hay algo que quiero decirte, Alessandro —
susurró León—. Algunas veces, Giulio me parece
demasiado ambicioso. Sin él, estaría perdido, pero
216
LA HIJA DEL PAPA
218
LA HIJA DEL PAPA
Capítulo 19
231
FREDERIK BERGER
Capítulo 20
mirándola.
Durante un segundo.
Alzó los ojos, apretó la mano de Rosella.
El hijo de Rosella, Sandro. El hijo de
Alessandro.
La muerte del pequeño Sandro, a pesar de lo
lejana en el tiempo, perseguía aun a Silvia. Igual
que Paolo, que había muerto cuatro años atrás, el
pequeño Sandro aparecía cada noche en sus
sueños. Por las mañanas se despertaba sintiendo
que el corazón le latía como un vendaval, y creía oír
una lejana risa sardónica.
Para cuando Silvia logró librarse de los
inoportunos recuerdos, la ceremonia estaba a
punto de terminar. Aún aferraba la mano de
Rosella. Los novios atravesaban el pasillo hasta el
portal de la basílica. Tras ellos, avanzaba
Alessandro con sus hijos. Silvia hundió el rostro
y se colocó las manos frente a la cara, como si
rezara. No podía soportar la visión de su familia,
de la que había sido expulsada en un día tan
señalado como aquel. Buscó recuerdos de sus hijos,
felices, resplandecientes y sanos, para encandilar
su mente, pero no lo consiguió: Sandro, delirando en
medio de la fiebre, la miraba. Y Paolo, con
palidez mortuoria, yacía ante ella.
240
LA HIJA DEL PAPA
Rafael!
¡Era increíble lo retorcidas que podían ser esas
mujerzuelas!
Silvia hubiera querido gritar. Seguía
mirando la imagen. Durante un instante, sintió el
deseo de arrancar a Virginia del cuadro de Rafael
con un cuchillo, pero entonces miró aquellos ojos
oscuros y tristes, y entendió que aquella niña no
podía cargar con las culpas de las seducciones de
su madre, o de la infidelidad de su padre, el
mismo padre que no la reconocía, a ella, una víctima
al fin y al cabo, que debía ganarse la vida
trabajando sin descanso como ayudante de un
pintor, y que probablemente acabara algún día como
cortesana...
Entonces, vio a Alessandro ante ella, vio cómo
abrazaba a Ranuccio, cómo lo tendía dulcemente
en la cuna, le daba un beso y después se marchaba
apresuradamente a Campo de Fiori para entregarse a
los brazos de Maddalena, para deslizarse entre sus
muslos y engendrar otro hijo...
¿Realmente Alessandro era capaz de
semejante traición?
Silvia se sintió tan profundamente golpeada
por el rechazo originado por la decepción, la rabia
y el rencor, que ni siquiera se percató de que
243
FREDERIK BERGER
245
FREDERIK BERGER
Capítulo 21
248
LA HIJA DEL PAPA
255
FREDERIK BERGER
Capítulo 22
269
FREDERIK BERGER
Capítulo 23
279
FREDERIK BERGER
Capítulo 24
283
FREDERIK BERGER
TERCER LIBRO
Conócete a ti mismo
284
LA HIJA DEL PAPA
Capítulo 25
296
LA HIJA DEL PAPA
—Alessandro.
—Sí, Alessandro como su abuelo... Puedes
presumir de tu buena fortuna. Pierluigi ahora guía
también una compañía en nuestra guerra contra
los franceses, bajo la supervisión de ese hijo del
diablo, Giovanni, un indisciplinado hijo de puta,
pero lo queremos igual... ¡Como si fuera nuestro
hijo! ¿Cuántos años tiene ya tu Ranuccio, por
cierto?
—Trece.
—Exacto, trece años y ya disfruta de los
beneficios de un obispado. Algún día será un
grande de la Iglesia.
León enmudeció, agachó la cabeza, volvió a
alzarla y miró inquisitivo a los ojos de Alessandro.
Parecía realmente enfermo, con sus ojos turbios y
sanguinolentos, los carrillos más colgantes y fofos de
lo que solían, la piel enrojecida en exceso que,
no obstante, también brillaba con un tono azulado
y, finalmente, la respiración entrecortada.
—Debes esforzarte —añadió.
—¿A qué te refieres? —por supuesto,
Alessandro sabía bien qué quería decir León.
—En cualquier caso, fue bueno para ti que
recibieras las órdenes superiores el año pasado.
—Fue hace dos años, en 1519.
299
FREDERIK BERGER
300
LA HIJA DEL PAPA
Capítulo 26
carcajadas.
Lo que en realidad le faltaba era la cercanía de
su compañera favorita: su aliento, su aroma, el
susurro de su ropa, el sonido de su voz, el
consuelo de sus palabras. Incluso su consejo. Su
cercanía era como un retorno al hogar: cada día se
cruzaba con incontables personas, en palazzo, por la
calle, en el Vaticano, durante las misas, en el
consistorio, al darle órdenes al servicio...Y algunas
veces se sentía de vuelta en el pasado, solo, con
Silvia como única compañía, en la isola
Bisentina, y recordaba el pasado, como en un
sueño.
Sí, le faltaba Silvia. Sin ella, se sentía solo, a
pesar de toda la gente que lo rodeaba.
¿De verdad había sido necesario expulsarla
de la casa?
¿Realmente merecía la pena todo el sufrimiento y
las complicaciones? ¿Estaba justificado aquel
miedo a nuevas víctimas?
Los pensamientos de Alessandro mudaron a
sus hijos. Pierluigi había logrado engendrar, a pesar
de sus particulares inclinaciones, a un hijo,
Alessandro, y a una hija, Vittoria, lo que daba pie a
la esperanza.
¿Y Constanza? Seguía viviendo con Bosio y
304
LA HIJA DEL PAPA
la mejilla.
En los momentos en los que se sentía
desfallecer, ella le daba fuerzas.
¿Y qué tal estaba su favorito, el pequeño
Ranuccio, de trece años? Se encontraba ya en esa
época en que la voz le cambiaba con tanta frecuencia
como el humor. Algunas veces resultaba
insolente, otras guardaba silencio durante todo el
día, otras se refugiaba en casa de su madre, e
incluso en una ocasión llegó a realizarse él
mismo una especie de tonsura con la que se
destrozó la cabellera, para finalmente discutir
con Baldassare Molosso sobre el mensaje de la
Biblia, hasta casi hacerle salir de sus casillas. En
otra, murmuró «Iglesia de mierda», lo que tuvo como
consecuencia inmediata un bofetón de su padre.
¿Se habría llegado a atrever el tierno Paolo a
pronunciar semejantes palabras?
Ranuccio no se había llegado a reponer nunca
del impacto que le había supuesto que el breve
papal declarara muerta a su madre, aunque jamás
hablaba de ello.
Ocasionalmente, Alessandro lo veía marchar,
acompañado de Baldassare, en dirección a Campo
de Fiori. ¿Irían a ver a Virginia? No lo sabía. No se
podía negar que su hijo pequeño se había alejado de
306
LA HIJA DEL PAPA
él.
Alessandro suspiraba. Hijos que se morían,
hijos que crecían, hijos que se casaban y tenían
hijos propios, o morían en el parto, se convertían
en condottiere y caían ante el enemigo, engordaban
en sus ropas de prelado... Algunos hijos morían
en extrañas circunstancias...
Amenazaba con hundirse en oscuros
pensamientos.
Durante un momento, se extendió por la mente
de Alessandro un profundo vacío, mientras que en el
exterior caía la lluvia imparable, con un estruendo
que ahogaba cualquier otro sonido matutino.
Era necesario hacer sacrificios. Era necesario
sacrificarlo todo.
Cuanto más alto se ascendía en la jerarquía
religiosa, más solo se estaba. Una vez se llegaba
a Papa, casi todos los demás debían arrodillarse y
besarle los pies, se estaba por encima de
cualquiera, se le permitía coronar emperadores,
encontrarse entre los mayores soberanos del cielo
y la tierra, pero... ¿dónde quedaban la familia, los
amigos, los parientes, los amantes?
Según cierto punto de vista, se podía
considerar que no había nadie más terriblemente
solo que Dios. Todos lo rezaban, se humillaban ante
307
FREDERIK BERGER
310
LA HIJA DEL PAPA
Capítulo 27
320
LA HIJA DEL PAPA
abuela...
—No es comparación. Una mujer pertenece a
su marido, y no al revés. Un hombre no pertenece a
la casa de su suegro, incluso aunque éste sea
cardenal. ¡Si al menos tuviera algo que hacer
aquí! Un puesto de governatore local, por
ejemplo.
La voz de Bosio denotaba una decisión
inusual, en opinión de Constanza, y en su interior
ella sabía que tenía razón. Sin embargo, no
quería ni podía dejar solo a su padre con Pierluigi
y Ranuccio. Había hecho un voto. También
necesitaba a su madre. Y en cualquier caso no
quería mudarse a aquel pueblo perdido de la mano
de Dios.
—¡Pero si tienes una ocupación! —repuso ella,
mientras se sentaba a su lado y posaba el brazo en
torno a sus hombros—. Si fueras governatore, no te
vería casi nunca.
—Sí, la ocupación de traer niños al mundo,
niños que ni siquiera son Farnese, ni Sforza de Milán,
sino Sforza de Santa Fiora. Tu padre nos utiliza a
todos para sus fines. Incluso les ha organizado la
vida a tus hermanos. Ni siquiera se da cuenta de lo
mucho que sufre Ranuccio bajo el hábito que ya se
ve obligado a llevar. «El niño obispo de
323
FREDERIK BERGER
Pierluigi espetó:
—Debes presentarte en el cónclave seguro
de tu victoria. Entonces: ¡Atacar! Pisotear a tus
enemigos. Y finalmente: ¡Marchar! Los mayores te
apoyan, y buena parte de los jóvenes también. No
hay que dudar o vacilar: ¡Atacar!
Una vez llegados a palacio, Constanza los
saludó llena de curiosidad.
—Nada —exclamó Pierluigi—, ese grasiento
nido de larvas se recupera. Incluso está ya
bebiendo vino y pensando en jugar a las cartas.
Entonces, Girolama también se aproximó y se le
echó al cuello. Él la apartó de malas maneras,
mientras le gritaba:
—¡Vaca molesta!
Cuando Constanza cogió a su padre del brazo
y lo miró llena de expectación, él se encogió
pensativo y se dirigió al estudio. Su hija lo
siguió.
Pierluigi sintió repentinamente la necesidad
de marcharse, pues estaba prácticamente
cayéndose de sueño.
—Llevo cabalgando todo el día, tengo que
echarme en la cama —oyó Alessandro, justo antes
de pedirle a Constanza con un gesto que cerrara la
puerta tras ella.
337
FREDERIK BERGER
338
LA HIJA DEL PAPA
339
FREDERIK BERGER
Capítulo 29
acero y pestilencia!».
Alessandro abrió los ojos, cubierto de sudor,
y quiso llamar a su ayuda de cámara, pero vio a
Pierluigi luchar contra el arcángel, y a Constanza
darse la mano con Lucrezia Borgia, y a su propia
hermana, Giulia, realizar medio desnuda la danza
de los siete velos de Salomé, hasta que se le
presentó ante ella la cabeza sanguinolenta del
bautista. Sin embargo, sobre la bandeja de plata
reposaba la testa de su hijo Ranuccio. Paralizado por
el espanto, vio al primo Giulio sentado sobre el trono
como un Herodes y él a su lado, como su primer
consejero, y Salomé se había convertido de
repente en Virginia, totalmente desnuda y formada
ya como mujer, y el demonio se reía, burlón, y
gritaba con voz enloquecida y estridente: «¡El
pacto! ¡El pacto!».
Alessandro se echó a un lado con
movimientos forzados, perdió los estribos, cayó de
nuevo sobre los cojines y llamó a su ayuda de
cámara. Finalmente, ¡estaba despierto! Había
vivido una pesadilla profética. La puerta se abrió
despacio y él estuvo a punto de romper a gritar ante
la perspectiva de ver aparecer frente a él la
bandeja con la cabeza sanguinolenta. Una corriente
fría le hizo tiritar y desde el exterior resonaron las
341
FREDERIK BERGER
Capítulo 30
365
FREDERIK BERGER
Capítulo 31
—También es tu enemigo.
—Hace tiempo que se declaró enemigo de los
Medici.
—¡Debemos permanecer unidos, Alessandro!
—las palabras de Giulio sonaron como una orden—.
Juntos somos fuertes. El que logra separarnos ya
ha vencido.
—El mejor debe ser el Papa... Con la ayuda de
Dios.
Giulio rompió en carcajadas.
—Sí, con la ayuda de Dios... ¡El mejor!
379
FREDERIK BERGER
Capítulo 32
390
LA HIJA DEL PAPA
Capítulo 33
402
LA HIJA DEL PAPA
Capítulo 34
estremecieron unidos.
El cuarto escrutinio se saldó sin una línea
diferenciada. Igual que el quinto. El sexto no fue muy
diferente.
Era ya 5 de enero. El aire era insoportable,
respirar se volvía cada vez más difícil. La comida
escaseaba, y pronto tendrían que subsistir a base
de pan y agua.
Alessandro, a pesar de todo, se estaba aseando
un poco cuando Giulio entró precipitadamente en
su celda.
—¡Escúchame! —exclamó.
—Shhh —siseó Alessandro, señalando con
gesto irritado las celdas contiguas.
Giulio susurró entonces:
—Vayamos a mi celda. Lorenzo nos espera.
Atravesaron el pasillo central, amenizados por
el concierto matinal de ronquidos, gemidos,
ventosidades y aguas liberadas. Apenas habían
llegado frente a la celda de Giulio en la zona del
altar, cuando Alesandro comprobó como la puerta
contigua, la correspondiente al codicioso Armellini,
se abría ligeramente para cerrarse de inmediato.
—Escucha, Alessandro — empezó Giulio—,
hoy propondré a Cibo. Es viejo, está enfermo y ya
ha empezado a resollar. Los demás pensarán que
411
FREDERIK BERGER
416
LA HIJA DEL PAPA
Capítulo 35
426
LA HIJA DEL PAPA
Capítulo 36
palabra:
—Como en los últimos días se ha demostrado,
ninguno de los presentes puede convertirse en Papa.
Yo mismo renuncié a la candidatura porque no le
era grato a muchos de vosotros y propuse, a mi
vez, a cuatro hombres dignos del puesto. Ninguno
de ellos ha obtenido la aprobación de mis
enemigos.
—Exacto —graznó Soderini.
—Así es —se burló Colonna. Giulio les
respondió simplemente arqueando la ceja y
prosiguió:
—Los candidatos propuestos por las demás
facciones han sido rechazados por motivos
diferentes pero firmes. Lo que nos queda es lo
siguiente: debemos buscar a alguien que no se
encuentre entre nosotros, un cardenal de
personalidad intachable.
—Correcto —murmuraron algunos.
Algunos incluso aplaudieron.
—Entonces, ¡haz una propuesta, charlatán! —
exclamó Colonna.
Giulio carraspeó, se estiró y se alisó la ropa
cardenalicia.
—Aceptad, reverendos compañeros y hermanos
en Cristo, al obispo de Tortosa, el cardenal
434
LA HIJA DEL PAPA
Incrédulos.
—Son como ánimas escapadas del purgatorio
—dijo un ayuda de cámara, y Alessandro no pudo
sino asentir.
Allí se quedaron, el colegio cardenalicio
reunido, como un grupo de dementes que hubiera
jugado a ser un cónclave.
Alessandro miró a Giulio, que lucía una
sonrisa torcida e irónica, abiertamente arrollado
por lo ocurrido.
—La curia está al borde del colapso,
arruinada, y nosotros elegimos a un hombre que
tardará meses en llegar a Roma —dijo una voz de
fondo.
Otra respondió.
—Hemos elegido a un bárbaro, a un tutor del
emperador.
El cardenal Gonzaga, que se encontraba
junto a Alessandro y conocido, más que nada, por
su glotonería, añadió, casi sin voz:
—Entonces, el emperador es
Papa, y el Papa, emperador.
Alessandro se atrevió finalmente a expresar en
voz alta sus pensamientos:
—El obispo de Tortosa no estuvo presente
en nuestras negociaciones, no se ha visto implicado
441
FREDERIK BERGER
442
LA HIJA DEL PAPA
Capítulo 37
merecido.
Pierluigi aún tenía la batalla en la mirada e
incluso entonces, tres días después, le dolía lo que
había tenido que hacerle a Antonio. Pero, ¿por qué
este se había tenido que defender? ¿Por qué con
hachas y cuchillos? ¿Por qué le había insultado
e, incluso, se había atrevido a llamarle «cerdo
sodomita»? Él, Pierluigi Farnese, hijo de un
próximo Papa, que lo había amado, que le había
hecho regalos... A decir verdad, Antonio le debía, al
menos, haber correspondido un poco. ¡Y esa
palabra! El hacha y el cuchillo no podrían haberle
herido tanto.
En aquel momento, a Pierluigi todo le había
dado igual. En un ataque de furia demente, se
precipitó sobre Antonio, que dudó durante un
instante sobre si clavarle el hacha. De inmediato
recibió una patada en el estómago y luego el filo
de un puñal en el hombro, y ya no tardó en
precipitarse hacia el suelo mientras su arma volaba
de su mano. Pierluigi bloqueó con la mano el cuchillo,
que dejó de constituir un peligro. Se arrodilló
sobre él, y podía haberle rebanado el cuello de
un corte certero, como había aprendido a hacer
siendo soldado. Antonio seguía sin pedirle
misericordia. Le hubiera bastado leer una súplica en
447
FREDERIK BERGER
perdonarlo.
¡Su padre no era Papa! Aquella idea le
martilleaba la mente una y otra vez. Todo había sido
en vano.
452
LA HIJA DEL PAPA
Capítulo 38
encontrado la muerte.
¿Por qué no lo había cuidado lo suficiente? ¿Por
qué no había sido capaz de impedir la malicia
de Pierluigi? Sí, al final, la responsabilidad había
sido suya.
Constanza regresó al recibidor y rompió a llorar
desconsoladamente.
—¡Para ya, niñata llorona! — tomó Pierluigi
la palabra—. Os han vencido. Os han jodido la
estrategia.
Ella se limpió cuidadosamente la nariz, se
secó las lágrimas de las mejillas e intentó eliminar
el recuerdo de Paolo.
Miró a su alrededor: todos, exceptuando
Pierluigi, habían abandonado la habitación.
—¿Dónde están los demás? —preguntó.
—Se han largado, se han ido a la cama, ¡qué
se yo! —murmuró Pierluigi.
Ella no insistió, pues no lograba apartar la
imagen de Paolo de su mente. Su rostro amoroso
y dulce se le volvía a aparecer frente a ella, una y
otra vez... ¡Si aún estuviera con ellos! Si estuviera
sentado allí, junto a la chimenea. Le habría colocado
el brazo en torno a los hombros y habría tratado
de consolarla...
—O bien marchamos todos a Tortosa o a
456
LA HIJA DEL PAPA
462
LA HIJA DEL PAPA
CUARTO LIBRO
En enaltecimiento del
Señor
463
FREDERIK BERGER
Capítulo 39
464
LA HIJA DEL PAPA
pecado.
Dios guardó silencio, pero en una curiosa
visión, Adrian se vio a sí mismo como un severo
maestro con una silbante vara. Antaño nunca
había tenido necesidad de utilizarla con su pupilo
Carlos, el nieto del emperador Maximiliano.
Carlos aprendía con facilidad y escuchaba cada
palabra con atención. Incluso entonces él,
Adrian, seguía siendo uno de los, con toda
probabilidad, más destacados consejeros de la
corte imperial, o de lo contrario no se le habría
enviado a España a consecuencia de una
conspiración.
Nunca había llegado a adaptarse a España.
Afortunadamente, había encontrado en el cardenal
Cisneros un valedor y un compañero, pues de lo
contrario habría tenido que presentarle su dimisión
al emperador poco después. En lugar de eso, fue
nombrado inquisidor de Aragón y Navarra, y en
el mismo año de 1517, obispo de Tortosa y cardenal.
Un año después era inquisidor general de Castilla
y León.
Tampoco se encontraba a gusto como
inquisidor. Pero debía honrar y obedecer al emperador
y a Dios.
En un momento de inquietud, le había confiado
471
FREDERIK BERGER
472
LA HIJA DEL PAPA
476
LA HIJA DEL PAPA
Capítulo 40
retomó el silencio.
—Tanto en Roma como en la curia se han
asentado costumbres nefastas —prosiguió el
Papa—.
Puesto que el origen de todos los males de la
curia ha desaparecido, debe producirse una
transformación esencial en la misma. Empezando por
los usos, o más bien los abusos, de las prebendas,
la compra de cargos y de todo tipo de trapicheos
con las dispensas, así como el tráfico de
indulgencias. Ese mal es una de las causas de la
herejía en Alemania, que debe combatirse, al igual
que lo que provocó su aparición.
El papa Adriano anunció el futuro coto a la
acumulación de cargos.
—¡Una diócesis, un obispo, y no más
prebendas!
Entre los obispos presentes comenzó a
extenderse una incómoda inquietud. Un murmullo
que el Papa intentó eliminar con miradas severas.
—Otro mal grave radica en la aplicación
laxa del celibato. El sacerdocio no se casa, pero
mantiene concubinas. Vive incluso con hijos. Visita
a las llamadas cortesanas. Esto tiene que acabar. Lo
dispondré todo para que aquellos que no lleven un
modo de vida adecuado sean expulsados de Roma.
479
FREDERIK BERGER
489
FREDERIK BERGER
Capítulo 41
502
LA HIJA DEL PAPA
Capítulo 42
cabeza.
—Os entiendo, hijos míos, sois como el ser
único dividido del que hablaba Platón. Algún día
os separarán, pero tras largo tiempo, volveréis a
encontraros. Hijos míos, debemos leer el Banquete
de Platón. Y los escritos de Ficino acerca del
amor. ¿Sabías que el padre de Ranuccio estudió
con Ficino en Florencia cuando era joven? ¿En
casa del magnífico Lorenzo de Medici? Rodeado
de los hijos de Lorenzo, y del hijo de su hermano,
Giulio... Sí, me miras con razón, pues se trata de
Giulio de Medici, nuestro cardenal y vicecanciller,
quien con gusto seguiría a su primo León al trono
papal, pero quien verá como sus esperanzas se
truncan vanas, pues el padre de Ranuccio, nuestro
bienamado cardenal Farnese, será quien obtenga
esa dignidad en la próxima oportunidad, ante el
júbilo de todos los romanos, de eso estoy seguro.
Baldassare comenzó entonces a alterarse ante el
bárbaro comportamiento del Papa flamenco.
—¡Odia a los poetas más que a nada! —bramó.
Se levantó, vagó gesticulando con
vehemencia por toda la habitación, se indignó sin
fin, una y otra vez.
De forma imprevisible, tomó la cabeza de la
muchacha entre las manos y la sujetó de tal manera
508
LA HIJA DEL PAPA
510
LA HIJA DEL PAPA
Capítulo 43
llegaba a hacerlas.
Alessandro, no obstante, era incapaz de
imaginar quién querría solicitar audiencia en
esas circunstancias pues, a excepción del tesorero
Armellini, él era el único cardenal que permanecía
en Roma, y no por mucho tiempo. Giulio de
Medici había partido hacía ya dos semanas a
Florencia, acompañado de Pucci, e incluso de
Soderini, si bien éste había tomado un camino
diferente, por lo que Alessandro había podido saber.
Colonna, por su parte, se había retirado a su hacienda
de monte Sabini.
Las familias aristocráticas habían marchado
rumbo a sus palacios campestres, mientras que la
rica burguesía se refugiaba en sus villas de
verano.
Solo los pobres y los enfermos debían
permanecer en Roma, amenazados por los
saqueadores y mal alimentados, pues los
campesinos de los alrededores no se atrevían a
aproximarse a las ciudades. El ospedale Santo
Spiritu estaba lleno, los muertos yacían en las
calles a la espera de sepultura y de las casas surgían
gritos de auxilio. Incluso ante el palazzo Farnese
se retorcían figuras andrajosas con o sin la peste.
Por todas partes se veían ratas y perros voraces.
512
LA HIJA DEL PAPA
Alessandro.
En el último momento logró evitar
pronunciar la frase entera, pues vio la expresión
negativa de los dos jóvenes, vio cómo las cejas de
Maddalena se arqueaban.
—Que Virginia es... ¿qué? — exclamó
Ranuccio—. ¡Dilo! No nos avergonzamos.
La mirada de Virginia permanecía fija en
Alessandro, y él descubrió en ella, como nunca
antes, una fuerza demoníaca, la visión del ángel
caído. Y sintió con espanto lo cerca que estaba de él.
—Voy a dejar Roma —dijo, con voz ronca—
. La peste... Solo el Papa se atrinchera aún en su
Belvedere, esperando el fin del castigo divino...
Aunque en realidad sea él el castigo divino... Marcho
con mi familia a Frascati... ¡Venid conmigo!
¡Todos! ¡Partiremos juntos!
En el momento en que lo decía, Alessandro
entendió que realmente no podría llevarse
consigo a Maddalena y a su hija hasta Frascati. Ni
siquiera para salvarlas de la peste. Las dos, aun
sin proponérselo, reventarían la unión de la familia.
Debía esconderlas en algún lugar de Frascati, pero
incluso eso era imposible, pues todo el mundo le
conocía, todo el mundo chismorreaba...
Intentó mirar a Virginia y Ranuccio con un
519
FREDERIK BERGER
521
FREDERIK BERGER
Capítulo 44
relevancia.
Finalmente, concluyó el consistorio.
Ninguno de los cardenales presentes había
participado apenas en el debate.
El Papa miró a su alrededor con desagrado, le
hizo una seña a su datarius Enckevoirt y anunció
que estaba preparado para un par de audiencias.
De inmediato se encaminó hacia la salida. Giulio
se levantó, esperó a Alessandro y siguió al Papa.
Debía aguardar con sus documentos hasta que
concluyeran las peticiones, lo que no duraría mucho
tiempo, pues cuantas más muestras de simpatía se
esperaban de Adriano, más rápidamente perdía
éste su humor apostólico y su dulzura papal.
Pero, ¿dónde iba el Papa a celebrar las
audiencias? ¿En la scala del Maresciallo, a dónde se
dirigía?
Aparentemente, sí.
El cardenal Campegio se unió a ellos. El Papa
se detuvo, pues un joven documentalista de
aspecto andrajoso se dirigió hacia él y le pidió
que le pagara sus deudas, algo que el tesoro
apostólico le había denegado.
El Papa preguntó por la cuantía de la suma,
mirando a Enckevoirt.
Giulio no pudo entender la suma que dijo el
527
FREDERIK BERGER
531
FREDERIK BERGER
Capítulo 45
—Además, ¿qué?
—Nada...
—La muerte de Adriano habría resuelto
muchos problemas — exclamó Giulio, golpeando
con el puño la barandilla del puente.
Alessandro miró a su alrededor, para comprobar
si entre la gente que se arremolinaba en las
cercanías había alguno que quizá pudiera
escucharlos, o se acercara a pedirles limosna. Como
cardenal, no se podía poner un pie en la ciudad sin
tener que poner continuamente a prueba su caridad.
Habitualmente tenía a su secretario junto a él, pero
aquel día no había esperado que el consistorio
concluyera tan rápido, y había mandado marchar
a sus dos acompañantes. También Giulio estaba
solo, sin guardia personal para protegerlo, aunque
ambos sabían que, a pesar de los incontables
muertos a causa de la peste, aún reinaba en Roma
la pobreza más desesperada, que llevaba al
crimen.
—Escucha, Alessandro, hay algo que tengo
que compartir contigo bajo la más estricta
discreción. En realidad, quería haber hablado con el
papa Adriano tras el consistorio... En cualquier caso,
mañana caeré sobre él, porque estoy tras la pista
de una gran traición.
534
LA HIJA DEL PAPA
541
FREDERIK BERGER
Capítulo 46
546
LA HIJA DEL PAPA
Capítulo 47
551
FREDERIK BERGER
Capítulo 48
niños al mundo.
Por desgracia, Constanza había recomendado a
Girolama, medio en serio medio en broma, que
rezara más a menudo, de tal forma que Dios se
apiadara de ella y, como a la Virgen María, la
glorificara. Tuvo que explicarle el significado de
aquella última palabra, lo que hizo no sin sorna.
Sin embargo, Girolama no era una persona
particularmente sensible a la ironía.
Trinaban en la calle los ruiseñores, para
mayor gloria del Señor, y Constanza se arrodilló
sobre un blando cojín, unió las manos e intentó
mantener una conversación con Dios. Lo
consiguió, y las náuseas desaparecieron. Se sintió
satisfecha y le pidió a su padre del cielo que
disculpara la falta de devoción de su padre terrenal.
Durante los últimos meses y años había
podido reflexionar mucho acerca del tema. Como
madre de cuatro hijos cada vez encontraba menos
calma, pero durante las misas diarias dejaba vagar
sus pensamientos. Sus rezos no eran sino su intento
de reflexionar y, al mismo tiempo, de buscar consejo
en Él, que todo lo sabía, todo lo controlaba y era
capaz de iluminar su humilde espíritu.
El factor que había desencadenado su
devoción, aunque no se le permitiera decirlo en
554
LA HIJA DEL PAPA
Él agitó la cabeza.
—¿Dónde estabas?
—En Roma —respondió con voz baja y,
tras una breve pausa, continuó—. Estoy enamorado
de una joven cortesana, de Virginia, la hija de
Maddalena. Una vez te la encontraste en casa de
nuestra madre. Era la ayudante de Rafael, e incluso
está representada con nosotros en la madonna del
manto.
Constanza se alegró de que Ranuccio estuviera
enamorado, pues ya tenía edad. Que tuviera que
ser precisamente de esa cortesana... Bien, mejor eso
que de una doncella, o de un carpintero. ¡Mejor
incluso que de una Orsini o una Medici! Al menos
las cortesanas eran ilustradas y llevaban vestidos
bonitos.
—¿Sabes a quién he visto en casa de
Maddalena?
—¿A Pierluigi? Él rio.
—No, a papá. Y no parecía que acudiera a
recibir la confesión.
—¿Has hablado con él? Ranuccio negó con la
cabeza. Constanza reflexionó.
—¿Crees que nuestro padre visita con
asiduidad a esa cortesana?
—En los últimos tiempos le he visto allí
562
LA HIJA DEL PAPA
565
FREDERIK BERGER
Capítulo 49
al respecto?
—¡Enhorabuena! Serás nuestro próximo Papa.
La expresión de Giulio se ensombreció
repentinamente.
—No, ¡tú! Nos pusimos de acuerdo al
respecto hace tiempo. Eres mayor que yo, yo
puedo esperar.
—Brindemos —exclamó Maddalena—. Por el
próximo Papa, que sin duda no expulsará al
honorable gremio de las cortesanas de Roma.
Aunque la amenaza del actual aún pende sobre
nosotras...
—En cualquier caso —le interrumpió Giulio
con mirada mordaz y un tono sorprendentemente
agrio—. Y todo el mundo tiene que poner de su parte
para que no sea así
—el tono de Giulio se suavizó entonces, y alzó
el vaso, como si quisiera proponer un brindis—.
Todos debemos colaborar para que Roma
permanezca tal y como está, no, más majestuosa,
más rica, más maravillosa. Para eso Roma necesita
también bellas mujeres, aunque eso exige pequeños
sacrificios.
Alessandro alzó igualmente su copa y pensó:
«¿Qué es lo que escondes, mentiroso hijo de puta?».
—Ahora, debo irme.
579
FREDERIK BERGER
582
LA HIJA DEL PAPA
Capítulo 50
Ranuccio.
—Y tú debes demostrarle a tu padre que eres
un Farnese, que no eres uno de esos cabrones
amariconados, sino un hombre de verdad: un
guerrero.
595
FREDERIK BERGER
Capítulo 51
antipático de su voz.
Le inundó la rabia al oír las palabras
«renuncia» y «sacrificio», al pensar que no podía
ser libre, carecer de ataduras, que no se le
permitía llevar una vida de aventura como la de su
hermano o la de Giovanni, sino que debía
encerrarse en la prisión de un convento.
—Pero...
—Tú no estuviste en un convento, al
contrario, disfrutaste de la vida en Florencia, sobre
todo de hermosas mujeres, del amor, y después de
nuestra madre...
Su padre lo miró perplejo.
—Qué sabrás tú de mi vida. Pero Ranuccio
insistió.
—Sé que no querías entrar al servicio de la
Iglesia, sino ser condottiere como tu padre. Yo
tampoco quiero entrar en la Iglesia, yo quiero...
—... Ser condottiere —la voz de su padre
sonó burlona, las comisuras de sus labios se
inclinaron hacia abajo, únicamente sus ojos
reflejaban su pena.
Cansancio y pena. Y vejez.
—¿Por qué no me entiendes? —le espetó
Ranuccio.
—Te entiendo muy bien — repuso su padre,
599
FREDERIK BERGER
603
FREDERIK BERGER
Capítulo 52
611
FREDERIK BERGER
Capítulo 53
622
LA HIJA DEL PAPA
Capítulo 54
se aproximaron a Milán.
Agosto llegó a su fin y el bárbaro papal no
se recobró, pero tampoco falleció. Esos nórdicos
eran realmente resistentes.
Sin embargo, a principios de septiembre la
enfermedad se recrudeció, y el pontífice llamó a sus
cardenales en consistorio en torno a su lecho.
Como era de esperar, se inició un sermón
reprobatorio en el que se les recriminaba su
nepotismo, probablemente en particular dirigido a
ellos, los Medici. Después, el ruego de convertir
a su tosco datarius Enckevoirt, su fiel vasallo, en
cardenal o, más bien, de aceptar su nombramiento.
Un murmullo de oposición recorrió el conjunto
de cardenales. Sin embargo, el testarudo flamenco,
que hasta la fecha no había nombrado a cardenal
alguno, no dio su brazo a torcer y al fin y al cabo no
se le podía negar su último deseo a aquel hombre,
que se encontraba prácticamente a las puertas de la
muerte. Enckevoirt sería cardenal. El coste de las
exequias, tal y como dispuso el más cicatero de
entre todos los Papas, no debía superar los
veinticinco ducados. Hubo sonrisas irónicas por
doquier. Enckevoirt le aplicó en su gutural latín los
últimos óleos, que el bárbaro recibió entre
suspiros y piadosos versículos recitados. Al final,
625
FREDERIK BERGER
aún pudo g r a z n a r:
—Doleos de cuánto depende la eficacia de las
acciones, incluso las del mejor de los hombres, del
momento en que se realicen.
Como respuesta, algunas sonrisas burlonas, y
los presentes se dirigieron a sus c a s a s de un
humor excelente.
Al día siguiente, el 14 de septiembre, el
devoto bárbaro de Flandes pasó a mejor vida. El
sol se recortaba ya contra el horizonte. Sin embargo,
la tierra no se movió, no se rasgó ningún cortinaje
ni irrumpió repentinamente la noche, si bien era
cierto que, por lo que apuntaban las noticias, aquel
día los franceses atravesaron el Ticino.
El cadáver se ennegreció con rapidez, y se
habló de envenenamiento: examinaron el
cadáver, pero no encontraron trazas de veneno.
Los romanos celebraron un alegre festival,
las exequias se desarrollaron con calma, los
preparativos del cónclave requirieron numerosas
horas de sueño. Giulio estaba satisfecho, pues todo
marchaba a la perfección.
En una conversación con Alessandro Farnese,
volvió a surgir el comentario de que el mejor de los
dos fuera Papa.
—¿Con «el mejor» quieres decir «el que
626
LA HIJA DEL PAPA
—¡Farnese, Farnese!
Giulio no llegó a reconocer la voz que lo había
propuesto, pero por todas partes se alzaron manos
que, aunque se mantuvieron en una media altura
dubitativa, alcanzaron casi los dos tercios
necesarios para la mayoría. La sangre se acumuló
en el rostro de Giulio, quien se sintió feliz de oír a
Soderini exclamar que debían esperar aún un par
de días para el escrutinio, pues tres cardenales
franceses más se encontraban de camino.
De hecho, a lo largo del día aparecieron
tres cardenales, pertrechados de botas y espuelas, en
la Sixtina: buscando la velocidad, habían
cabalgado con ropas mundanas, y debían
cambiar su indumentaria. Fue entonces cuando
Giulio comprobó, para su sorpresa, que la
traducción literal de cónclave, con llave», no podía
aplicarse en absoluto a esa ocasión. Los
cardenales salían alegremente al mundo exterior,
traían mensajes, se aprovisionaban de comidas
decentes y difundían todo tipo de rumores.
En aquellos días, Giulio había hablado poco
con Farnese. Se acechaban el uno al otro. El
Medici sospechaba que Alessandro había
descubierto el plan de la cortesana. Recapacitó
sobre la posibilidad de proponerlo como candidato,
630
LA HIJA DEL PAPA
635
FREDERIK BERGER
Capítulo 55
644
LA HIJA DEL PAPA
648
LA HIJA DEL PAPA
Capítulo 56
—¿Orsini, Orsini?
Alessandro lo miró: Colonna abandonaba la
pared oriental de la Sixtina, se dirigía
apresuradamente a Clermont y seguía vociferando:
—¿Orsini? ¿Franciotto Orsini, el lacayo de los
franceses y enemigo del emperador Orsini? ¿Ese
miserable hijo de puta?
Giulio estaba vuelto hacia Clermont, pero
aclaró con voz firme:
—Sí, querido Pompeo, mi viejo amigo
Franciotto Orsini. Sería un Papa digno, de eso
estoy seguro.
Colonna alzó las manos como si quisiera
golpearlo, pero Giulio no solo no reculó, sino
que incluso le dedicó una sonrisa sardónica.
Cuando Colonna lo agarró de la sotana y comenzó
a arrastrarlo hacia su celda, Giulio no cedió. Se
liberó de la mano de Colonna con un gesto de la
mano, como si quisiera espantar a una mosca
molesta.
—Vayamos mejor a mi celda, Pompeo, bajo
el hermoso fresco de La entrega de las llaves a
San Pedro.
Colonna accedió entonces a seguirlo.
—¿Qué está ocurriendo aquí?
656
LA HIJA DEL PAPA
659
FREDERIK BERGER
Capítulo 57
668
LA HIJA DEL PAPA
669
FREDERIK BERGER
Capítulo 58
680
LA HIJA DEL PAPA
Capítulo 59
694
LA HIJA DEL PAPA
Capítulo 60
701
FREDERIK BERGER
Capítulo 61
717
FREDERIK BERGER
QUINTO LIBRO
Apocalipsis
718
LA HIJA DEL PAPA
Capítulo 62
susurró él.
Ella le cogió la mano y besó las puntas de sus
dedos.
Él se perdió en sus pensamientos, hasta que
finalmente dijo:
—¿No debería renunciar a mi rango de
cardenal para que los dos pudiéramos quedarnos
aquí, regocijándonos por la suerte de poder
envejecer juntos, como Filemón y Baucis? Ya no
seré Papa. A Clemente no le interesa una
renovación radical de la Iglesia, de la cabeza a los
pies, y los tejemanejes políticos, todo ese
carrusel de intrigas, me repugna. Pierluigi ya no
permite supervisión alguna, incluso el joven
Ranuccio ha tomado su propio camino, Constanza
tiene más que suficiente con sus hijos, puede
permanecer en el palazzo de Roma... Y nosotros
podíamos espantar los pájaros de mal agüero de
mi madre, adecentar Capodimonte y criar ovejas.
—Debes vencer la desilusión, Alessandro, y
regresar a Roma — respondió Silvia, con ademán
decidido—. Clemente ya ha enviado numerosos
mensajeros en tu busca, incluso ha manifestado su
intención de venir a verte en persona. Debes
convertirte en decano del colegio cardenalicio, y
probablemente pronto también en vicecanciller. Por
721
FREDERIK BERGER
734
LA HIJA DEL PAPA
Capítulo 63
747
FREDERIK BERGER
Capítulo 64
761
FREDERIK BERGER
Capítulo 65
774
LA HIJA DEL PAPA
Capítulo 66
779
FREDERIK BERGER
780
LA HIJA DEL PAPA
783
FREDERIK BERGER
Capítulo 67
796
LA HIJA DEL PAPA
Capítulo 68
Capítulo 69
826
LA HIJA DEL PAPA
Capítulo 70
842
LA HIJA DEL PAPA
Capítulo 71
850
LA HIJA DEL PAPA
Capítulo 72
857
FREDERIK BERGER
Capítulo 73
cardenalicias.
¡Otra decisión desagradable! El papa Clemente
había roto la tradición de su antepredecesor y
primo, León, de vender por dinero los títulos de
cardenal, aun cuando era consciente de que
semejante simonía había sido el producto de su
propia política. ¡Pero precisamente por eso! Era
un sucesor de San Pedro, no de ese hechicero
materialista, Simón el Mago. Además, las arcas
eclesiásticas estaban tan vacías como en tiempos de
León y, a pesar de ello, un ejército de lobos lo
codiciaba más allá de las puertas de la ciudad.
Suspiró.
—Aunque muy a mi pesar, debo acceder a ello
ante la presión de las circunstancias —explicó
mientras dejaba vagar la mirada hacia el cielo
—. Estoy dispuesto a vender cuatro capelos
cardenalicios por cuarenta mil ducados cada uno
—y a continuación señaló una lista que sostenía el
tesorero—. Los aspirantes ya están elegidos, son
hombres honorables de profundas creencias,
procedentes de familias meritorias de grandes
ciudades. Oh, son cinco hombres, hay dos
florentinos entre ellos, exacto...
El resto de sus palabras se perdieron entre el
murmullo de los reunidos y el papa Clemente se
865
FREDERIK BERGER
868
LA HIJA DEL PAPA
Capítulo 74
880
LA HIJA DEL PAPA
Capítulo 75
884
LA HIJA DEL PAPA
Capítulo 76
889
FREDERIK BERGER
Capítulo 77
894
LA HIJA DEL PAPA
Capítulo 78
corriendo...
Él mismo aún portaba la espada en la mano,
pero hacía tiempo que su sed de sangre se había visto
saciada.
Los últimos combates tenían lugar ante la
fortaleza, donde los falconetes del castillo
disparaban ininterrumpidamente contra los
imperiales arremolinados allí. Los conquistadores
estaban hacinados bajo un puente de madera, y
todo aquel que poseía un arcabuz, lo dirigía
hacia arriba, donde un alterado grupo de prelados,
vestidos con sotanas, intentaban alcanzar la
protección de Sant’Angelo a través de un pasadizo
de huida sotechado. Cuando terminaron acertando a
uno y haciéndolo precipitarse al vacío, los invasores
rompieron en bramidos de satisfacción e intentaron
atravesarlo con sus alabardas y espadas mientras aún
caía.
—¡Ahí está el Papa! ¡Ahí, ahí! —oyó Barth
que alguien gritaba—. ¡Alguien le ha cubierto sus
blancas faldas! ¡Disparadle!
Se inició un tiroteo, bonetes rojos y retazos
de tela violeta volaron por los aires, y un hombre de
negra y ondeante sotana cayó también al suelo. No
tardaron en llover sobre él las alabardas. Barth
contempló como fascinado semejante masacre sin
896
LA HIJA DEL PAPA
899
FREDERIK BERGER
Capítulo 79
reprobatoria:
—Perseveraremos y plantaremos cara al
Anticristo hasta que la Liga golpee nuestras puertas
con la fe como estandarte y aniquile a esos
bastardos como perros sarnosos. El Borbón está
muerto, no tienen quien los dirija... Ya pueden
dedicarse a saquear nuestros palacios y a profanar
nuestras iglesias. La venganza del Señor será
terrible.
Alessandro hundió la cabeza, unió las manos,
cerró los ojos. Pensó en sus hijos, en sus nietos y
rezó por la seguridad de Silvia y Constanza.
904
LA HIJA DEL PAPA
Capítulo 80
909
FREDERIK BERGER
Capítulo 81
918
LA HIJA DEL PAPA
Capítulo 82
929
FREDERIK BERGER
Capítulo 83
940
LA HIJA DEL PAPA
Capítulo 84
947
FREDERIK BERGER
Capítulo 85
955
FREDERIK BERGER
Capítulo 86
970
LA HIJA DEL PAPA
Capítulo 87
fresco.
El padre se sentó gemebundo. Ranuccio ya
había tenido más que suficientes esperas y
inactividad inútil, ya no podía aguantar la
incertidumbre por la situación de Virginia... Había
tomado una decisión.
—Tengo que abandonar esta prisión —
susurró—. He de arriesgarme.
Su padre agitó la cabeza.
—Es demasiado peligroso.
—Me volveré loco si sigo agazapado en esta
mazmorra.
—Lo mismo nos ocurre a todos. Ya has oído
lo que los imperiales nos harían si nos pusieran las
manos encima.
Ranuccio tamborileó con los dedos en el
suelo y finalmente cerró la mano en un puño.
—Pierluigi está apostado en nuestro palazzo
—dijo en voz baja —. Si lograra llegar hasta él,
estaría a salvo.
—¿Y cómo pretendes dejar el castillo? Está
rodeado, incluso han excavado un foso alrededor.
Si te atrapan, te matarán de inmediato.
—Algunas veces dejan que nuestro
negociador abandone el castillo. Me haré pasar
por su escriba.
975
FREDERIK BERGER
977
FREDERIK BERGER
Capítulo 88
983
FREDERIK BERGER
Capítulo 89
preguntó a Pierluigi.
—Sí... O no... Es decir, se marchó de Frascati
justo a tiempo, pero la gente de Colonna ha debido
cogerlo allí, o mientras huía. Creo que lo han...
—diciendo esto, imitó el gesto de un
degollamiento—. Pero tu Maddalena al parecer
vive; en cualquier caso, alguno de mis hombres
la ha visto por el campamento de los lansquenetes,
ya sabes, algo contusionada y magra, como era de
esperar...
—Lo que dices es repugnante —le espetó
Ranuccio—. Además, no es «mi» Maddalena.
Pierluigi lo observó un instante con los ojos
achinados, soltando una risa un tanto forzada.
—Entonces es la Maddalena de nuestro señor
papá, la madre de tu Virginia, nuestra medio
hermana...
—¡Eso es mentira! —gritó Ranuccio, y con
gesto de disculpa tartamudeó—.Yo... yo...
—Está bien, hermanito —repuso Pierluigi con
tono burlón.
Ranuccio sintió entonces que el antiguo odio
volvía a recrudecerse, pero logró dominarse con
mucho esfuerzo y se bebió de un trago un vaso de
vino.
—Sí, eso deberías hacer... Beber —comentó
989
FREDERIK BERGER
Pierluigi—.
¿Cómo crees que he sido capaz de aguantar todas
estas semanas teniendo en cuenta todas las veces
que he tenido que usar la fuerza bruta para contener
los asaltos al palazzo? Me he emborrachado hasta
caer redondo... Si supieras lo que he visto y oído:
hombres obligados a tragarse sus propios genitales,
a los que le prendían fuego a las suelas de sus
zapatos y finalmente les clavaban a las puertas.
Otros lograban arrojarse por las ventanas, pero
además las mujeres... Durante semanas no he oído
más que los gritos de torturas y violaciones. Eso te
termina destrozando...
Ranuccio temió no poder soportar las
náuseas.
Pierluigi calló entonces y lo contempló. Tras
unos instantes, dijo:
—¿Qué quieres realmente de mí? ¿Quieres
entrar al servicio del emperador? ¿Quizá como
mi abanderado? Sin duda eso alegraría a nuestro
padre: sus hijos unidos fraternalmente.
—¡Nunca! —gritó Ranuccio.
Sin embargo, no había sido realmente su
intención chillarle, pues necesitaba a Pierluigi. Su
hermano no mostraba una actitud tan burlona como
había esperado... Quizá se debiera al alcohol.
990
LA HIJA DEL PAPA
992
LA HIJA DEL PAPA
993
FREDERIK BERGER
Capítulo 90
calles.
Virginia comenzó de nuevo a deshacerse en
sollozos.
1001
FREDERIK BERGER
Capítulo 91
un tanto triste.
Algunas veces ella se asomaba por el balcón
y le saludaba con un asomo de sonrisa.
Él le sonreía a su vez y le decía algo en
italiano.
Le recordaba enormemente a Anna, aunque
algo mayor, un poco más morena, y aun con
vida... Le evocaba aquel verso de Salomón
«azucena entre espinas». En una ocasión,
Virginia permaneció más rato en el balcón y él
le recitó de buen humor lo que había aprendido
hacía poco:
—¿Qué es tu amado más que otro amado,
oh, tú, hermosa entre todas las mujeres?
Ella pareció espantarse enormemente y
necesitó un instante antes de responder, pero
entonces exclamó:
—Sus ojos, como palomas junto a los arroyos de
las aguas; sus labios como lirios; sus mejillas
como una era de especias aromáticas.
—Jo, jo, ahora Italo-krux habla también en
lenguas secretas —bramó un compañero.
—El Salvamonjas vuelve a parlotear italiano
—repuso otro.
La azucena desapareció y ya no se dejó ver.
1008
LA HIJA DEL PAPA
1013
FREDERIK BERGER
Capítulo 92
Capítulo 93
sorprendido.
Como en realidad no quería contestar,
respondió con una pregunta:
—¿Te alegrarías de ello?
Él dejó el cuchillo a un lado, se levantó y se
colocó tras ella. Constanza alzó la cabeza y él
se inclinó lentamente sobre ella y le besó la
frente.
—¿Puedo preguntarte algo? — Constanza
reparó de pronto en un detalle que la había
inquietado durante mucho tiempo—. Siempre has
tenido un aspecto triste, desde la primera vez que te
vi. ¿Por qué?
Él le pasó la mano por los ojos y guardó
silencio un instante. Entonces dijo con voz tenue:
—Cuando era joven, apuñalé al amante de mi
hermana. Por la espalda. Ni siquiera sé por qué.
Quizá por celos. Quizá por defender el honor de mi
hermana. Nunca tuve que rendir cuentas por ello.
Ella sintió su cálido aliento en la nuca y no
supo qué responder. Tampoco él dijo ya nada más.
Le siguió una noche de caricias intensas y
dolorosas.
Cuando él se levantó a la mañana siguiente
y se colocó su armadura, parecía haber olvidado las
confesiones de la tarde anterior y le explicó que los
1026
LA HIJA DEL PAPA
1029
FREDERIK BERGER
Capítulo 94
alcanzó.
Apenas se extendió el nombre de Barth,
seguido del diavolo, y cundió un silencio en el que
hubiera podido escucharse a un fantasma pasearse
por la habitación.
—¿De qué estás hablando? — preguntó
Pierluigi, mirándolo incrédulo, prácticamente
atravesándolo con la mirada.
—Antes de caerme del caballo, lo reconocí.
Me llevó un tiempo recordar su rostro, pero ahora
lo sé con certeza. Fue quien provocó la muerte de
Giovanni y estuvo a punto de acabar conmigo.
—¿Y por qué sabes su nombre? ¿Has estado con
él en alguna tasca?
—Me salvó la vida durante la conquista de
Roma, ante la banca de los Fugger, cuando tres
españoles trataron de matarme...
—Eso son tonterías. La estancia en el castillo
de Sant’Angelo ha debido descolocarte la
cabeza... Probablemente lo has soñado todo y ahora
quieres fanfarronear un rato. Primero te dispara y
luego te salva...
—Pierluigi le dedicó una risa forzada y realizó
con el dedo círculos junto a su sien—. Deberías
dejar que tu madre y tu hermana te cuiden hasta
que recuperes el buen juicio. Yo siempre he dicho
1044
LA HIJA DEL PAPA
1045
FREDERIK BERGER
Capítulo 95
madre.
—No lo ha dicho en serio —repuso ella con
voz suave.
También el padre hizo un gesto con el que
intentó aplacar los ánimos.
—Seguimos siendo una familia—dijo, pero en
tono muy bajo, mirando implorante de los unos a los
otros—. Debemos permanecer unidos...
Pierluigi agarró una silla de madera y se sentó
a horcajadas sobre ella, apoyó los brazos sobre el
respaldo y la cabeza sobre estos.
—Entonces diré algo antes de que la oveja
negra de la familia, aquí presente, desaparezca: sí,
soy condottiere al servicio del emperador, estaba
allí cuando saquearon Roma. Sin embargo, salvé nue
s tr o palazzo del expolio y la destrucción...
—¡Eso ya lo has dicho! —le quitó la palabra
Constanza.
—Bien, eso ya lo he dicho, lo que no he dicho
es que en realidad no hay mayor culpable de la
situación de Roma que nuestro santo padre
Clemente VII. Fue su política la que provocó que el
emperador enviara a los lansquenetes al país. Puesto
que no nos pudo expulsar, pudo habernos comprado.
Muchas veces, incluso cuando estábamos ya
frente a los muros de Roma. Borbón le hizo llegar
1047
FREDERIK BERGER
1048
LA HIJA DEL PAPA
arrepiento.
Sus ojos, en esa ocasión, permanecieron secos.
—¡Papá! —ella le tendió las manos
implorante.
Él miró sus manos como si fueran un objeto
desconocido. Tras unos instantes, asintió.
1053
FREDERIK BERGER
Capítulo 96
cubierto de reflejos.
—¿Olvidar Roma? ¿Cómo iba a poder hacer tal
cosa?
Tras unos instantes, Silvia añadió en voz
baja:
—¿Aún no has alcanzado tu meta?
—A pesar de lo carente de sentido que
parece todo, Roma y la Iglesia necesitan un
salvador. No puedo retirarme a cualquier nido
apartado. Antes la muerte que alejarme de mi
objetivo.
Al día siguiente, Alessandro partió a Roma
vestido como un pobre campesino, acompañado de
un buen número de hombres, todos con similar
atuendo.
Tras dos semanas regresó, y precisó de
varias horas para poder dar un informe de en lo que
se había convertido Roma: un cementerio
asediado por la peste, medio quemado.
—¿Y qué aspecto tiene el palazzo?
—Malo, naturalmente. La plata, las sábanas de
damasco, los tapices... Han robado todo, las
paredes están sucias. Y sin embargo, en comparación
con otros palazzi...
¡Y mi estudio está casi intacto!
—¿Todavía quedan miembros de nuestra
1063
FREDERIK BERGER
famiglia?
Agitó la cabeza.
—¿Y qué es del papa Clemente?
—Sigue prisionero en
Sant’Angelo.
Entonces le informó de que también había
visitado la casa de Maddalena.
—Un capitán alemán, el hijo del caudillo de los
lansquenetes, Frundsberg, ha establecido allí su
cuartel general...
—¿Maddalena ha sobrevivido? —logró decir
Silvia—.Y...
¿Virginia, su... tu Virginia? ¿La amante de nuestro
hijo? —como no respondió de inmediato, ella
concluyó la frase—. ¿Las has visto?
Él se levantó, se colocó frente a la ventana y
miró hacia afuera.
—Sí —dijo finalmente—, he visto a
Maddalena. Al principio no la reconocí. Parece
un esqueleto andante. La misma noche de la
conquista la... En el balcón, delante de todo el
mundo... Después se fue arrastrando de uno de esos
antros de borrachos y putas en otro, hasta que en
algún momento dado algún lansquenete la recogió
y la llevó de vuelta a su casa. El hombre, un
sottotenente, actuó a todas luces a instancias de
1064
LA HIJA DEL PAPA
1066
LA HIJA DEL PAPA
Capítulo 97
picota!
—¡Inténtalo! Mis camaradas te cortarán el
gaznate y lo sabes. Ni dejaré que me apaleen por
vosotros y vuestros amigos Fugger sin que me
paguen un salario decente, ni dejaré que se lleven a
mis mujeres.
Schertlin dudó, Melchior intervino y por la
tarde todos estaban emborrachándose de nuevo en
amor y compañía.
Entonces, los cardenales rehenes escaparon
porque sus guardias estaban demasiado borrachos
para reaccionar.
Finalmente, en torno a principios de
diciembre, el Papa salió de prisión. En contra de
sus principios, había vendido algunos capelos y
ciertas propiedades de la Iglesia en Nápoles, con lo
que había obtenido unos buenos cuarenta mil
ducados que le proporcionaron su libertad. No
salió, no obstante, como un Papa humillado, sino
orgulloso a pesar de todo, si bien se trasladó a
hurtadillas por la ciudad. Barth oyó cómo Melchior
especulaba sobre que el Papa se hubiera cagado
en los pantalones ante tanto soldado amotinado y
escandaloso y se hubiera vestido de mayordomo.
Su destino fue la fortaleza de Orvieto.
El caudillo español y negociador, Lannoy,
1070
LA HIJA DEL PAPA
1073
FREDERIK BERGER
Capítulo 98
1080
LA HIJA DEL PAPA
Capítulo 99
1082
LA HIJA DEL PAPA
1086
LA HIJA DEL PAPA
Capítulo 100
Ella sonrió.
—¿Vendrás conmigo a casa, junto al
Ammersee? Allí no hay peste ni guerra, recogeré mi
dinero en la oficina de los Fugger, en Ausburgo, me
estableceré como comerciante y me haré rico,
tendremos hijos y nos amaremos.
Ella asintió y sonrió.
Él volvió a sentirse muy débil, pero de nuevo
recordó lo que Cecilia le había enseñado: «¿Qué
es tu amado más que otro amado, oh, tú, hermosa
entre todas las mujeres?».
Virginia no dejó de sonreírle.
1092
LA HIJA DEL PAPA
Capítulo 101
masculina.
Cuando se dio de nuevo la vuelta, ya vestida,
vio que su mirada reposaba en ella. ¿Con voracidad
o con aburrimiento?
La llamó hacia él y le ordenó que se agachara
ante sus piernas.
Ella dudó.
—¿No te gustaba tocar la flauta?
Ella palideció.
Él la agarró y tiró de ella contra sus muslos, y
durante un instante la joven realmente pensó que
sus peores temores se hacían realidad. Sin
embargo, él solo se rio, al principio burlón,
después a carcajada limpia, le dio la vuelta de tal
forma que se colocó a sus espaldas y cogió unas
tijeras que tenía a mano.
Los cabellos de Virginia comenzaron a caer al
suelo.
Cuando el procedimiento llegó a su fin, ella
se limpió las lágrimas de los ojos. Tenía frío en el
cuello y notaba la cabeza como la de un chucho
de pelo crespo. Entonces, él le tendió un espejo
metálico de pequeño tamaño. Le había cortado el
pelo de forma irregular, a trasquilones, apenas
lograba reconocerse en la imagen.
—Bien, y ahora una gorra. Diciendo esto, agarró
1100
LA HIJA DEL PAPA
1104
LA HIJA DEL PAPA
1105
FREDERIK BERGER
Capítulo 102
1110
LA HIJA DEL PAPA
Capítulo 103
pillan...
—Sin embargo, fue muy extraña la forma en la
que el capitano saltó de su caballo y corrió a coger
al loco en brazos...
—Sí, y además entonces salió otro loco
también corriendo, un chiquillo delgado y medio
desnudo que gritaba un nombre como un
demente...
—Sí, es verdad, gritaba con voz chillona como
la de un castrado, pero no entendí qué decía...
1115
FREDERIK BERGER
Capítulo 104
1126
LA HIJA DEL PAPA
Capítulo 105
1138
LA HIJA DEL PAPA
Capítulo 106
1146
LA HIJA DEL PAPA
razón.
Las fluctuaciones en la salud del Papa se
prolongaron durante septiembre. Cuando ya
parecía curado, de pronto recayó en la fiebre, en un
ataque permanente que lo debilitó de forma
decisiva. Era el 24 de septiembre de 1534. El padre,
que había acudido al Vaticano cada día, informaba
a Constanza de la imparable decadencia del Santo
Padre. En la ciudad cundía la inquietud y entre los
cardenales se hablaba ya del posible sucesor.
Muchos de sus compañeros enmudecían cuando él
se acercaba, otros le dedicaban exageradas
reverencias o incluso le aseguraban su apoyo.
Alessandro Farnese se mostraba menos
encorvado que de costumbre, pero hablaba en
ocasiones del difícil cometido al que posiblemente
tendría que enfrentarse.
—Papá, ¡ahora no flaquees en el último
momento! ¡Omne trium perfectum! Lo conseguirás,
y toda Roma, qué digo, la cristiandad entera gritará
de alegría.
—No exageres, hija mía —dijo, aún con gesto
reflexivo—. Si un hombre en el fondo tan
incrédulo como yo llegara a Papa, sería un
sacrilegio. Dios nunca me lo perdonaría.
—Pero piensa en Saulo, que llegó a ser
1148
LA HIJA DEL PAPA
Habemus Papam
1154
LA HIJA DEL PAPA
Epílogo
La ambivalencia y profundidad de su
personalidad, retratada con maestría en la pintura
de Tiziano, me impulsó a investigar la vida de aquel
Alessandro Farnese. Cuando di con las
investigaciones de Roberto Zapperi,
particularmente su ensayo titulado «Las cuatro
mujeres del Papa», lo integré de inmediato, junto
con su nieto del mismo nombre, en la trama aún en
desarrollo del proyecto rovençalin.
Como ocurre con frecuencia, un primer
tratamiento literario terminó llevando a un
desarrollo posterior más intensivo: un joven de
familia aristocrática, destinado a hacer carrera al
servicio de la Iglesia en el Vaticano, acaba
encerrado por motivos poco claros en las
mazmorras del castillo de Sant’Angelo, pero es
capaz de huir de su cautiverio de forma osada y
aventurera, vive un «exilio» florentino en casa de
Lorenzo de Medici, el Magnífico, completando allí
sus estudios humanísticos y disfrutando de una
vida desenfrenada. De nuevo en Roma, logra el
ascenso a la curia gracias a la influencia de su
hermana, la amante del papa Borgia, pero al
mismo tiempo la existencia de la familia se ve
amenazada tras la muerte del hermano mayor y
de numerosos primos. De pronto, Alessandro
1156
LA HIJA DEL PAPA
Frederik Berger
1168
LA HIJA DEL PAPA
Personajes
Antiguos Papas:
Familia Medici:
(asesinado).
–Alfonsina Orsini, †1520, viuda del hermano
de Lorenzo el Magnífico, Piero.
–Su hijo Lorenzo de Medici, *1492, †1519,
durante un breve periodo de tiempo duque de
Urbino, casado con Madelein de la Tour
d’Auvergne, ambos padres de:
–Caterina de Medici, posteriormente Cathérine
de Medici, reina de Francia.
–Giovanni de Medici, Popolano (línea
lateral de los Medici), *1498, †1526/7, hijo de
Caterina Sforza (véase mi novela La Tigressa) y de
Giovanni de Medici Popolano, llamado il Diavolo y
tras 1521 también dalle bande nere, a ma d o
condottiere, casado con la sobrina de León María
Salviati, padre de Cosimo I de Medici,
posteriormente gran duque de la Toscana.
Cardenales importantes:
Líderes militares:
Otros:
notes
1182