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El debate inesperado sobre el aborto en Argentina

Por JORDANA TIMERMAN 19 de mayo de 2018


NewYorkTimes (en línea)

BUENOS AIRES -El año pasado, prácticamente nadie hubiera podido imaginarse que las
discusiones sobre cuándo un grupo de células puede ser considerado un bebé o el número de
mujeres que mueren a causa de abortos clandestinos estarían dominando los titulares argentinos.
Pero ahí están: los legisladores se preparan para discutir varias propuestas de ley que
legalizarían el aborto dentro de las primeras catorce semanas de embarazo. La Cámara de
Diputados tiene planeado votar sobre el tema el mes próximo. Si la ley se aprueba, Argentina
se convertiría en el país más poblado de América Latina en permitir que las mujeres interrumpan
embarazos, en una región que se inclina hacia la prohibición absoluta.

Sorprende el hecho de que este país de pronto se vuelva un ejemplo regional a favor del derecho
a decidir. La década pasada, más o menos, marcó el comienzo de una serie de reformas
progresivas en el país que incluyen el matrimonio igualitario, los derechos de las personas
transexuales y políticas sobre educación sexual. Sin embargo, antes de esta primavera, el aborto
estaba fuera de toda cuestión debido a una combinación de falta de voluntad política y oposición
de la influyente Iglesia católica, que lucha en el lugar de origen del papa Francisco.

No obstante, el tema se puso a discusión inesperadamente en marzo, cuando el presidente


conservador Mauricio Macri abrió el Congreso con una invitación para que los legisladores
debatieran el problema, aunque se aseguró de agregar una advertencia protectora de que él
mismo está totalmente “a favor de la vida”. Los comentaristas sorprendidos e incrédulos
calificaron el movimiento de Macri como una estrategia política: un debate sobre el aborto
podría ayudar a que se desvíe la atención de los problemas económicos en Argentina, como la
creciente inflación y el impopular aumento a las tarifas de servicios públicos y transporte.

Aunque también pudo haberse hecho con miras a cambiar la opinión pública. Varias encuestas
señalan que la mayoría de la población actual apoya la descriminalización del aborto, con un
porcentaje mayor entre votantes jóvenes y aquellos con niveles educativos más altos. El aborto
cruza líneas de los partidos más importantes y el problema era cada vez más notorio en los
meses previos al anuncio de Macri. La zambullida nacional en el debate sobre el aborto también
es consecuencia de casi tres años de activismo público sin precedentes por parte de las
argentinas, reunidas bajo la consigna de Ni Una Menos.

Ni Una Menos comenzó con una protesta en 2015 contra la creciente ola de feminicidios que
terminó con las vidas de 235 mujeres ese año. La marcha original fue provocada por el asesinato
de una niña de 14 años embarazada a manos de su novio adolescente, que la enterró en el patio
trasero de sus abuelos. La historia es típica, aunque los detalles sangrientos pueden variar.

El movimiento comenzó como respuesta a los cientos de asesinatos de mujeres y niñas, pero
las activistas rápidamente esgrimieron que para detener el feminicidio también es necesario
enfocarse en la mentalidad machista que lo incita, en una cultura donde los feminicidios son
considerados tradicionalmente como crímenes pasionales y los perpetradores se justifican
aludiendo a infidelidades reales o supuestas. De pronto, cientos de miles de mujeres
comenzaron a exigir reformas legales y políticas para penalizar la violencia de género, para
ofrecer apoyo a las víctimas y para desarrollar educación que tenga como objetivo la
erradicación de la violencia. El aborto pronto se volvió parte esencial de las demandas.

El 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, al menos 350.000 personas se reunieron en


Buenos Aires para exigir el aborto legal, seguro y gratuito en hospitales públicos. La campaña
se enfocó en un argumento pragmático: hacer ilegal el aborto no disuade a las mujeres de
hacerse uno, sino que solo las hace más propensas a morir a causa de ello.

Los abortos clandestinos son la principal causa de mortalidad materna en la Argentina, que
tiene una tasa demasiado alta para el nivel de desarrollo del país. Los expertos creen que
500.000 se llevan a cabo anualmente, y las complicaciones consecuentes mataron a un
aproximado de 43 mujeres el año pasado. En la Argentina los abortos están técnicamente
permitidos en casos de violación y si la salud de la mujer está en peligro pero, en realidad,
barreras como un uso exagerado de las leyes de “objeción de conciencia”, que permiten que los
doctores y los hospitales se rehúsen a llevar a cabo estos procedimientos, hace que el acceso,
incluso bajo estas circunstancias, sea extremadamente limitado. El caso de una joven madre de
tres niños a la que en 2007 se le prohibió realizarse un aborto necesario para poder recibir
tratamiento contra el cáncer es

Si Argentina legaliza el aborto, el país se convertiría en una anomalía en una región donde
domina el enfoque conservador y donde la violencia contra las mujeres continúa sin control. En
El Salvador, el aborto es absolutamente criminalizado en todos los casos, incluso cuando la vida
de la embarazada está en peligro. Los casos son perseguidos sin piedad y, en ocasiones, las
mujeres han recibido sentencias de encarcelamiento por décadas o cargos de homicidio
calificado. El Salvador también tiene el índice de feminicidios más alto del mundo; los países
latinoamericanos lideran los diez primeros lugares con los índices de feminicidios más altos. A
excepción de Uruguay, donde la interrupción legal del embarazo de doce semanas casi ha
erradicado por completo las muertes por causa de abortos inseguros, el avance en el tema ha
sido insignificante. Chile legalizó el aborto en circunstancias extremadamente limitadas el año
pasado; sin embargo, las regulaciones gubernamentales ya están socavando su acceso. En
Brasil, los legisladores de extrema derecha están ejerciendo presión a favor de la prohibición
total. Además, el mes pasado en El Salvador se bloquearon los intentos para permitir el aborto
en situaciones que ponen en riesgo la vida de la mujer.

Los comentadores sarcásticos dicen que es fácil oponerse al feminicidio porque nadie lo
defiende. El chiste de Pichot ataja la hipocresía que subyace en esa visión, porque la sociedad
que no reconoce el cuerpo de la mujer como solo suyo es precisamente una donde puede ser
asesinada impunemente.

La propuesta de ley más importante de las ocho consideradas en la Cámara de Diputados ha


sido presentada periódicamente por una coalición de organizaciones de activistas desde 2007.
Cada propuesta de ley ha perdido estatus parlamentario sin llegar al pleno.

No está claro cuál será el resultado de la votación de junio. Los cálculos muestran una ligera
mayoría contra la legalización en la Cámara Baja y una gran mayoría en contra en el Senado;
no obstante, los legisladores indecisos aún podrían cambiar el voto. Eso haría poco por las
trescientas mujeres asesinadas en Argentina el año pasado, pero haría mucho por expresar que
sus muertes y las muertes completamente evitables de otras mujeres son inaceptables.

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