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En Física se denomina tensión superficial de un líquido a la cantidad de energía necesaria para aumentar
su superficie por unidad de área. Esta definición implica que el líquido tiene una resistencia para
aumentar su superficie (se opone a ello). Esto es debido a que para extender el área de una interfase, es
necesario “llevar” las moléculas desde el interior a la superficie, por lo que se debe hacer un trabajo
contra las fuerzas cohesivas del líquido.
La tensión superficial se debe a que las fuerzas que afectan a cada átomo son diferentes en el interior del
líquido y en la superficie. Así, en el seno de un líquido cada átomo está sometido a fuerzas de atracción
que en promedio se anulan. Esto permite que el átomo tenga una energía bastante menor. Sin embargo,
en la superficie hay una fuerza neta hacia el interior del líquido.
El trabajo realizado para extender la película una distancia dx es el trabajo reversible necesario para
aumentar en dA el área de una interfase:
dw=γdA
Aunque uno de los casos más curiosos e interesantes relacionados con la tensión superficial se encuentra
en nuestros propios pulmones. Los pulmones contienen unos 300 millones de alveolos, éstos se sitúan al
final de la unidad respiratoria y es donde se produce el intercambio gaseoso entre atmósfera y
organismo, y viceversa, sistema por el cual conseguimos O2, nutriente vital, y eliminamos el CO2, un
desecho metabólico.
Para que se pueda llevar esta difusión de gases el espacio entre alveolo y capilar sanguíneo deberá ser
ínfimo además de presentar unas características determinadas para hacer posible este hecho. Durante la
ventilación pulmonar el tejido que forma los pulmones se distiende y se comprime para que puedan
entrar y salir los distintos gases implicados en el proceso, al reducir su tamaño, según la ecuación de
Laplace, la presión sobre los alveolos aumenta enormemente, corriendo el riesgo de sufrir el colapso del
alveolo.